Lápiz – Miniconcurso de relatos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir sobre el tema “lápices”. Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 9 de julio! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).

POR FAVOR, SOLO VOTOS REALES, NO SE GANA NADA.

* Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor) y no han pasado procesos de corrección.

 

CORONADO SMITH

EL LÁPIZ

Corazón de garfito,

trazos sinuosos en lienzo,

intentando descifrar,

la belleza de lo incierto.

Espíritu aventurero,

creador de relatos imperecederos,

antaño importante,

hoy relegado al lapicero.

El pérfido sabor de la insidia,

proclamando tiempos modernos,

ratón y teclado,

te quieren hacer obsoleto.

Mas nadie te entiende mejor,

que el soñador viajero,

paladín de historias prohibidas,

al abrigo de tu afilado puntero.

Madera impregnada por el tiempo,

solera de sol y viento.

¡Sigue narrando el destino,

fiel compañero!


MARÍA CRUZ ESTEVAN APARICIO

Rosa se encontró en medio de la calle un lápiz machacado y sin punta.
Con la cantidad de lápices que tienes en casa y te pones a coger ese lápiz molido, le dice la mamá a su niña.
Rosa se agacha y coge del suelo el lápiz y se lo guarda en el bolsillo.
Más tarde a solas en su habitación Rosa mira su lápiz y, comienza a hablar con él.
Es verdad, lo que dice mamá de que tengo muchos lápices pero resulta que yo te encontré y aunque estés maltratado no puedes negarlo, e sentido de inmediato algo por ti.
Ya veras mi lápiz porque ya eres mio, cuando mis manos empiecen a arreglar tu madera con miras a cogerte entre los dedos pulgar e índice con el fin de que tu tacto me sea agradable, luego te saco punta y de seguido gracias a ti mi bien hallado, comienzo a plasmar sobre papel alguna historia.
Sabes querido lápiz, lo que estoy pensando que gracias a Tropezar contigo lo cual hizo recibieses con mi pie un golpe a los muchos que ya tenías. Por cierto te pido disculpas…
Bueno sigo con mi fijación, ¿no serás un hechizo en forma de lápiz para llegar a mi pues es la primera vez


GLORIA CEREZO NAVAS

Salgo de mi letargo al sonido de un golpe. Miro hacia el suelo y veo mi lápiz allí tirado, medio escondido, como intentando huir de mí. Se ha resbalado de mi mano mientras yo navegaba en mis pensamientos, queriendo usarlo de una vez, pero sintiéndome torpe y desacertada en cada intento por escribir algo.

A veces creo que se ríe de mí. No sé si serán solo imaginaciones mías, pero lo he visto mirarme un par de ocasiones de manera desafiante, provocadora, despiadada. Mi lápiz ya no me respeta. Piensa que no recuerdo cómo comenzar ese baile de letras que una vez iniciado, no soy capaz de detener.

Es cierto que ya apenas le doy uso. Sólo lo afilo, lo acaricio, le doy vueltas, me lo paso de mano en mano. Hay momentos que incluso lo apoyo sobre el papel confiada de poder empezar nuestra danza, pero no. Hasta ahí es donde suelo llegar.

Tengo un lápiz precioso, ¿Sabéis? En el fondo, nos queremos. Hemos pasado mucho juntos y no han sido pocas las ocasiones en que le he tenido que secar alguna lágrima. Nunca se ha cansado de mis dedos, siéndome fiel hasta cuándo, derrotado, se dejaba caer rodando suplicando su merecido descanso.

Querido lápiz, has de saber que ya ha llegado tu momento. Nuestro momento. Hoy vuelvo a darte uso. Hoy empezamos desde cero. Quiero que me acompañes, que me guíes, que dibujes mis pensamientos. Querido lápiz. Por fin te veo. Ya no te escondas. Por fin he vuelto


BENEDICTO PALACIOS

Yo tenía dos hermanos y seis primos, los hijos de mis tías por parte de madre. Todos teníamos por tanto el mismo abuelo. ¡Menudo era el abuelo Marcos! Los sábados por la tarde nos daba la paga, pero antes había que ganarla. Nos sentaba en el escaño de la cocina y durante la hora de la merienda nos contaba historias increíbles: la del perro mastín, la de la mula de cola rizada, la del burro de las orejas tiesas y la de cabra peleona. El cuento era la parte divertida de la merienda, porque luego nos obligaba a escribir con lápiz en el cuaderno la historia que más nos hubiera gustado, y según fuera la escritura así de buena era la paga. Yo conseguí una tarde diez euros. Qué envidia di a los primos.
—Esforzaos más, atended mejor —les decía el abuelo.
—No es la atención, es el lápiz —.Contestaba mi primo Félix.
Porque estaban convencidos de que mi lápiz escribía por mí, que yo no hacía nada, como si yo le dictara y él pusiera las letras. Y los muy tontos se lo creían. Así que para hacerme la competencia, pidieron a los Reyes un estuche de lápices con muchos colores.
Aquel día de Reyes el abuelo Marcos nos contó la historia de la mula de cola rizada. Le había puesto este nombre porque el dueño, un arriero, hacía largos viajes con ella, y cuando la noche les cogía de camino, para entretenerse se dedicaba a trenzar las crines. Mula y arriero pasaban parte de la noche despiertos por miedo.
Con los lápices de colores la prima Angelita dibujó una mula preciosa, con el pelo brillante y las orejas erectas. El abuelo Marcos le alabó el dibujo, pero le reprendió que no hubiera escrito nada de la historia que él había contado.
—Es que mis lápices son de dibujo —protestó la prima.
—Pero también escriben.
El primo Juanín salió en su defensa.
—Abuelo, tú solo piensas en tu época. ¿A que entonces solo había lápices de carboncillo?
—Tienes razón. Los de color son de ahora. Entonces, cuando yo era como vosotros, a los lápices que por el uso parecían inservibles de lo pequeños que eran, se les aplicaba un boquilla de metal. Así se podían sujetar mejor con los dedos. — Y prometió regalarnos una.
La prima Luisita levantó la mano. El abuelo le dijo que hablara.
—Abuelo, tienes que establecer dos premios: uno para la mejor redacción y otro para el mejor dibujo.
El abuelo se pasó una mano por debajo del sombrero y se rascó la cabeza.
—De acuerdo pero con esta condición: hay que poner título al dibujo con lápiz de carboncillo, porque con lápices de esta clase se escribieron muchas historias sencillas que llenaron horas y horas de recreo y emoción. Y no hay que olvidar los buenos recuerdos.


MARÍA DAVID

Pido a estas estrellas
Que parecen ser estrellas,
Pero no lo son…
Qué afinen mi lápiz
Y lo preparan
Para reescribir
Aquello que ya aconteció.

Qué dibujen mi línea de la vida
Otra vez
Y que no sigue estrellas fugaces
Que pronto desvanecen.


GONZALO HAYA

Papel y lápiz.

Siempre ha tenido fijación por mantener el orden, me gusta que todo esté en sintonia, mi material de dibujo no iba a ser menos, tengo siempre preparados mis lápices, siempre la punta perfecta y todos en la misma dirección. Es quizá una manía… Quizás sea el motivo por lo que esta chica siempre me pedía un lápiz en la clase de dibujo artístico. Al principio me molestaba, «y si lo despunta o lo rompe», mi obsesión por el orden es mi mayor miedo, el valor de mis lápices va más allá del económico, son mis manos y mis ojos. Ahora, al verla entrar en clase ya le tengo preparado su lápiz.
Siempre está pendiente de mi block, lo Mira de reojo, creo que le gustan mis trazos.
Me encanta el carboncillo, es mi mejor lápiz, con él doy rienda suelta a mis bocetos, bocetos crudos que luego habrá que pulir y que nunca termino.
Un día se acerca y me dice que le encantan mis dibujos, quiere que le pinte un retrato. Me lo tomo medio en serio medio en broma, creo que me está vacilando pero me lo repite todos los dias, necesita que la pinte, me pide que la haga inmortal.
Me dice que hay un aula libre en la tercera planta en la que nunca hay clases, detrás del laboratorio y me entrega una nota «mañana a las cinco» y solo una indicación «papel y lápiz» .
Me paso toda la noche sin dormir, «¿es en serio?» me pregunto una y otra vez. Estoy nervioso, nunca he pintado a alguien, esto es nuevo, un posado, un retrato… No es lo mismo que pintar un bodegón. Son las 5 y hace calor, al menos tengo esa sensación, me sudan las manos, siempre me pasa cuando estoy inquieto. El aula está vacía, pienso que me han tomado el pelo… Y me siento en una silla desanimado, tenía cierta curiosidad. Son las 5 y 5, «lo siento», dice al entrar, me estaba preparando. Está realmente guapa, luce un vestido corto blanco y con volantes, el contraste con su piel morena es brutal, no se si estaré a la altura. Me pregunta cómo se pone, y le digo que no lo se, le pido que pasee por la habitación o que se siente donde más cómoda pues estar, la inspiración es algo que viene solo, impredecible. Y de pronto sucede, apoyada en un pupitre mirando hacia la ventana, le digo que no se mueva, que no me mire, que no respire ni pestañee… No me ha dado tiempo de prepararme, torpemente vacío sobre la mesa mi estuche, los lápices se desparraman, algunos caen al suelo pero ya no me importa, ni su orden ni su punta perfecta, ya no tiene sentido , abro el block y comienzo a trazar frenéticamente como poseído, una hoja tras otra, aprieto tanto el carboncillo que llego a astillarlo, se rompe literalmente en mis manos, esparzo los bocetos por el suelo. No te muevas, repito con la respiración entrecortada, pero ella ya no escucha, se deja llevar, tal vez influida por mi extasis, se quita la ropa y se tumba en el pupitre. La dibujo , la dibujo como jamás la ha hecho nadie.
Una hora más tarde estoy empapado en sudor, exhausto, agotado por la adrenalina circulando hasta mis manos. Me acerco y le acaricio la mejilla, le digo que ya puede vestirse, que ya es inmortal.


SERGIO SANTIAGO MONREAL

Lápiz y papel.
Lápices y papeles.
Lápiz singular.
Lápices plural.
Qué pulcro y qué oportunidad.
Si se rompe se arregla, se minimiza y se multiplica.
Lápiz magnánimo para que los menores hagan su juego de muñeca para aprender a escribir.
Lápiz y lápices.
Lápices y lápiz.
Lápiz para escribir.
Lápiz para dibujar.
Lápices de colores.
Lápices se puede fácil borrar.
Lápiz y nada menos.
Lápices y nada más.
Lápiz y lápices.
Lápices y lápiz.
¿Finalidad?
Aprender.
Lápiz, lápiz, lápiz y lápiz.
Los sumas conllevadamente.
Cuatro lápices.
Lápices, lápices, lápices y lápices.


RAQUEL LÓPEZ

Con tu traje de madera
y tu cuello de latón,
dando vida a lo que escribo
trabajando con tesón.
Convirtiendo mis poemas
en mágicas palabras
plasmadas en papel,
anhelando unos sueños de cálidas letras
impresas en el.
Elegante y altivo
tu punta negra es el pie,
y cada vez que yo escribo
mi lápiz, baila ballet.
Mi fiel compañero de grafito,
recordarte, es un placer.
Con tu goma por sombrero
tu destreza con las letras,
haces dar vida a mis versos,
aunque no sea poeta…


SERVANDO CLEMENS

No puedes dejarlo del todo

—Estoy seguro de que —empecé a decir de pronto— dejaré de escribir en algún momento de mi vida. No, es más, hasta aquí llegué, es momento de abandonarlo. ¡Estoy harto!
—¿Por qué? —me preguntó, atónito—, yo creí que era tu gran pasión, tu escape, tu salvación…
Abrí la ventana de par en par y me quedé mirando las estrellas. Necesitaba tomar aire fresco y una cerveza, pero ya era muy noche para beber.
—Lo era; sin embargo —dije—, debo decir que he perdido demasiado tiempo… tiempo que pude haber aprovechado con mi familia o simplemente para descansar o para hacer otras cosas más importantes.
Negó con la cabeza varias veces, caminó unos cuantos pasos y le puso llave a la puerta para que nadie interrumpiera nuestra charla.
—La gente no deja de hacer lo que verdaderamente le apasiona así nomás porque sí. Debe existir un motivo fuerte, ¿te pasa algo?
Cerré la laptop sin guardar los cambios de mi último escrito.
—Pues ya perdí el interés, sólo es eso, ¿qué tiene de raro?
Se sentó en el escritorio y me miró de reojo. Tomé el cuaderno y lo arrojé al cesto de basura.
—Me parece extraño en ti… quizá es una mala racha, todos la tenemos.
—¿Te confieso algo?
—Sí, adelante.
—A nadie le interesa lo que yo hago.
—¿Por qué lo dices? Pareces estar seguro de ello.
—Como bien sabes, en mis escritos no hay muertes, no existen las aventuras, no hay extraterrestre ni fantasmas; no hay sexo explícito, no hay terror y rara vez encontrarás amor. Más bien mis cuentos parecen soliloquios, reflexiones absurdas, pensamientos extensos; bueno, ni siquiera hay diálogos.
Se quedó en silencio y tras reflexionar unos segundos dijo:
—Lo sé, pero a mí me gusta, eso te debería bastar. Escribe para ti…
y para mí, claro.
—A veces me siento cansado, hastiado, enfadado, falto de inspiración. En ocasiones quisiera salir huyendo de la vida, de la realidad, de mí mismo.
—Pues solamente toma un descanso.
Me senté a un lado de él y permanecimos callados. Miré la hora en mi reloj de pulsera: era medianoche.
—Quizá tengas razón. Descansaré un par de semanas y el tiempo dirá.
Escuché el aullido de un lobo. Volví a echar un vistazo por la ventana y pude ver aquel par de ojos de fuego que al parecer me vigilaban todas las noches.
—Ahí está otra vez —dije—. ¡Ese hijo de puta me está siguiendo!
—¿Qué cosa? ¡No entiendo absolutamente nada!
—Es el lobo que aparece en mis sueños como un espectro, ahora es real, ¿sabes algo? Voy a escribir algo ya mismo. Tengo la idea clavada en la mente.
Saqué la libreta del cesto de basura, afilé un lápiz y comencé a escribir.
—Pero ya es tarde… mejor ve a dormir. Ya sabes que ella se molestará.
—Lo siento, amigo, tengo que hacerlo. Otra cosilla… necesito estar solo.
Sonrió con un aire de satisfacción.
—Adiós, amigo —dijo y esfumó.
Después escuché que tocaron la puerta. Abrí y apareció ella, envuelta en una sábana.
—Oye —dijo mi esposa—, ¿hablabas con alguien? Estaba dormida y escuché una discusión.
—Perdón si te asusté, sólo dialogaba conmigo mismo.
Suspiró, enfadada y se restregó los ojos.
—Ya es tarde, ¿no irás a la cama?
—Espérame cinco minutos, sólo quiero plasmar la idea en una hoja… Yo te alcanzo enseguida.
—Bueno, que no se te olvide sacar la basura y apagar las luces de la cocina.
Ella se marchó sin entender una sola palabra. Me senté y seguí escribiendo.

Cuando menos pensé, la luz de un nuevo día estaba entrando por la ventana. Eché otra mirada y distinguí la cola de un lobo gris que se perdía entre los arbustos.
—Estoy seguro de que ese animal te seguirá buscando —dije.
—Vaya que el tiempo vuela cuando haces lo que de verdad te gusta —me respondí, estirando los brazos.


BEATRIZ ÁNGEL

Un día como otro cualquiera el ruido de tus zapatos al caminar ya no suena igual, el todo que te rodeaba ya no está en la misma dimensión y las voces que gritaban en tu interior se han enmudecido dando paso a los sonidos que envuelven cada calle, cada mesa de al lado, cada pájaro al amanecer….
Tu yo se ha convertido en un extraño, en un ser que te mira a través del espejo intentando reconocerse, buscando en sus propios ojos la verdad que esconden. Y la verdad no es otra que esa mochila cargada de vivencias, de sueños, algún rotos, otros cumplidos, de pedazos de corazones cicatrizando, de lágrimas llenando botes de conserva, de risas que te sacan una cada vez que vuelven a ti, de besos de amor, húmedos o maternales, de luchas ganadas y batallas perdidas, esa, es tu reflejo de hoy pero posiblemente no el de mañana. Una mochila que cargas inevitablemente, unas veces más ligera que otras, una mochila que abres a conveniencia o que tiene la maldita manía de abrirse sola de vez en cuando y de dejar caer todo lo que hay en su interior derramando todo por el suelo y es al recogerlo cuando, pese al desastre, decides que hay cosas que es mejor tirar para dejar dejar espacio a otras nuevas, sin saber si serán mejores o peores, solo espacio que llenar de vida. En el fondo de la mía siempre hay un lápiz y papel porque reescribir las historias que la llenan es la única manera de seguir y cargar con ella, escribir y borrar cada capítulo a mi antojo, excepto aquellos en los que perdí momentáneamente el lápiz y tuve que escribir con una pluma, quedarán siempre dentro en hojas arrugadas y descoloridas, y que aunque no supongan peso seguirán estando dentro.
Las voces de mi interior ya no gritan porque ahora conversan entre sí, no estoy en la misma dimensión porque todo lo que llevo en mi mochila son los trozos de mi yo que he ido guardando, son los lugares y las camas en las que he dormido, son la lecciones y los golpes que he recibido y solo espero que mañana mis zapatos vuelvan a sonar diferentes al caminar…


NEUS SINTES

Usamos los lápices todos los días para anotar los apuntes en clases o información de otras cosas. También los artistas los usan para dibujar y los arquitectos los utilizan para hacer los planos de edificios. En mi caso; lo he usado y lo sigo usando a través de la escritura.
Mil y una noches escribiendo y anotando sin cesar, aquéllas ideas de relatos por escribir. Fragmentos de nuevas historias pendientes ser escritas. El lápiz; mi ayudante en todo este proceso.
En tu lugar…
Yo pasaría mil y un noches escribiendo sin cesar, pero por placer…No hay mayor logro que escribir para uno mismo, sentir tus propias palabras, escritas en el papel. No tener que escribir algo que no deseas, sino escribir lo que en tu mente ahora te inspira. No depender de un editor que por cada obra que escribas, no la lea con sentimientos.
Escribir es…
La pasión de uno/a mimo. Sentir como las palabras fluyen sin necesidad de pensarlas.Sentir las yemas de tus dedos sobre tu teclado, que escriben párrafos llenos de sentimientos y de historias cuyo contenido son parte de tí aunque nunca se refleje. Escribir es soñar, volar, es flotar en un mundo lleno de letras en las que poco a poco las compones sin darte apenas cuenta.
Eso es el amor a la escritura. La escritura parte de un único instrumento; ése es el comienzo del lápiz. A raíz de él, le sigue la inspiración que luego vemos plasmado en la pantalla de tu monitor.

OMAR ALBOR

Por enésima vez vieron al hombre sentado en el bar, junto a su cuaderno sus lentes y su taza de café.
Anotando y pensando, el mozo lo contemplaba cada mañana, dado que el caballero pasaba largas horas, observando la calle y anotando.
Su cuaderno parecía viejo, pero sus hojas blancas guardaban, horas y horas de largas redacciones, quizás nunca sabremos que guarda allí, parecía decir la mirada de ese mozo, que lo atendía y que trataba de entender esa imagen, que cada mañana entre las 8 y las 10 AM, llegaba a esa mesa de 25 de Mayo y la Avenida Meeks de la confitería Ideal .
Un día ese caballero llegó como cada mañana, pidió una café, como siempre. Saco su cuaderno tomo su lapicera y se quedó mirando hacia afuera, ese día algo fue diferente.
El hombre llamo al mozo, el se acercó y le pregunto, se puede sentar conmigo.
Y el mozo sin titubear se sentó frente a el.
El hombre tomo su cuaderno y se lo dió al mozo y le pidió que leyera lo que estaba escrito.
El mozo tomo el cuaderno y comenzó a leer, al cabo de segundos, de sus ojos comenzaron a caer lágrimas y cada vez era más y más, hasta que en un momento, apoyo el libro en la mesa y su cara se deformó y con sus manos la cubrió, y solo quedó en un momento de silencio, con la atenta mirada del hombre algo sorprendido.
El mozo se limpio el rostro y le pregunto usted es el del texto, a lo que el caballero le contesto que si que todo lo escrito era su relato, de los días más hermosos que había vivido con su amada esposa.
Y que desde el cielo ella seguramente lo estaría mirando como cada mañana cuando desayunaban, el hombre le pidió disculpas al mozo y le dijo que sintió necesidad de mostrar lo escrito a alguien, el mozo lo miro y le dijo, usted tiene que seguir en este viaje, y algún día podrá volver a encontrar a su amada esposa y ese día llegará pero mientras tiene que seguir y los días pasarán y la vida colmara de imágenes nuevas y las imágenes viejas solo serán un anelo, para que en el futuro las vuelva a encontrar.
El caballero le dijo así será y ambos se quedaron conversando y desde ese momento nació una amistad que fue creada por un lápiz un papel.
Y un recuerdo.


JESÚS ARENAS

Érase una vez, una varita de grafito muy muy valiosa.
Era tal su valor que, decidieron protegerla con un traje de madera, de esta forma no se rompería y además, su gran valor pasaría inadvertido.
Esa varita era mágica, su poder residía en ser capaz de reflejar todos aquellos sueños de quién la poseía, sus ilusiones, sus ideas y todas sus historias. Era capaz, cuando se mezclaba con láminas de pasta vegetal, de que todo ese conocimiento perdurase durante largo tiempo.
Érase un objeto muy codiciado y perseguido por todos pero, como era mágico, solo unos pocos podían utilizarlo. Necesitaba de una larga preparación para su uso, un trabajo muy metódico de observación y sobre todo, para que su magia deslumbrase, requería una gran imaginación por parte de su portador.
Pero ese poder no duraba para siempre, se iba agotando con su uso, hasta el punto de que la varita se desechaba cuando aún quedaba un poco de magia.
Poco a poco fué desapareciendo, fué reemplazado por otras varitas más poderosas y, estás a su vez, por unas cajitas mágicas capaces de hipnotizar a las personas y condicionar sus pensamientos.
Pero hubo alguien que se empeñó en mantener su recuerdo, unos habitantes del norte, vikingos vendedores de muebles que invadieron medio mundo. En sus asentamientos, regalaban lápices, que así se llamaban, para ayudarnos con las compras.
Y así, los lápices inundaron de nuevo los hogares de la gente y su magia volvió a impregnarlo todo, sobre todo, impulsada por la imaginacion y la fuerza de los niños.


MARÍA VEGA

El lápiz del exito

Una madrugada de esas vacias llenas de insomnio, una joven de algunos 25 años , a punto de caer en un vacio . Una oscuridad de barranco descendia frente a ella. No habia luz, no habia nadie que sostuviera su mano si caía o si decidia lanzarse. Era solo un lápiz y un papel. Una despedida escribiría en aquel pedazo blanco. Pero de pronto en medio de la cafeina consumida por el demonio del insomnio una luz se ensendio. Su lápiz comenzo a moverse en su delicada mano ella no sabía que estaba pasando empezó a escribir una histria «la Doña Pueblerina» …. mirando la bella historia que hizo. No pudo evitar llorar derramo su alma en aquella mesa la oscuridad descendente del barranco comenzo a llegar a su final. Ella tomo su lápiz y comenzo una nueva historia decidio alcanzar el exito personal . Escribiendo historias tras historias para sanar su vacio. Su alma empezo a cicatrizar heridas de años que parecian no tener sanación. Ahora junto a su lápiz el tesoro más preciado que tiene en su mano. Fuera de joyeria, de ropas de marcas . Quedo desnuda lejos de la avaricia de los lujos solo con un lápiz en la mano que la acompañaria a crecer de cero.


ARIEL PACTON

Era su sexto cumpleaños

terminaba su ansiada espera

ahí, sobre sus manos de niña

estaba la sólida pieza de madera en forma de canoa

protegida por un tubo sin bisagras, sin cierre

pesada arma guerrera, oliendo a ahumado,

para defenderse de los ejércitos invasores de tinta.

Nada estaba escondido

todo era presente

de un audaz hexagonal turquesa

con estampado dorado en las etiquetas

verde marino con tono más grueso

más oscuro

un verde oceánico profundo.

En un extremo, la goma de borrar grisácea

cresta de una ola para barrenar

hasta la madera expuesta del collar

suave como la arena en la playa

y en la otra punta, grafito erguido, henchido

H: duro B: oscuro

cuánto más hache más claro

lapis, piedra

cuánto más be más oscuro.

El primer día impecable

magia de sus dibujos con sombras

y cuando las infinitas letras

unieron palabras, más de mil

al final del mes, mordido por arriba

cortito de tanto sacarle punta

tocó el final de los tiempos

el elegante y notable

su primer lápiz extruido.


YENNI LI

(Jotabém)

Tanto escribe un pensamiento
como lo borra al momento.

Tiene un uso sin igual
lo mismo es viejo que actual
de apariencia muy casual
y necesidad brutal.

No existe letra con trazo
que el lápiz no sea el lazo.

Imprescindible instrumento,
de inagotable caudal
que pone a mover tu brazo.


PAPALLONA LILA

El lápiz te permite probar y experimentar. A diferencia del bolígrafo, el lápiz se borra sin dejar rastro. Pruebas una y mil opciones y no queda ni rastro de ellas. Nada es permanente con el lápiz, tampoco con la vida. Es de madera y carboncillo, no contiene plástico, es completamente ecológico. Me gusta la flexibilidad que da el lápiz.


ROBERTO MORENO CALVO

¿DÓNDE ESTÁN LAS PALABRAS?

Las palabras se me escapan. Ya no habitan en mi lápiz. Los folios se me antojan como desiertos blancos incapaz de ver un horizonte que diga lo que quiero expresar o lo que siento.

Por favor, ¿usted no habrá visto a dónde se han ido? No dejo de buscar entre las costuras de mi imaginación y no veo ningún roto por el que hayan podido huir. Bueno, no sé porque hablo de huida, si no les he hecho nada.

Por favor, ¿usted no sabrá el por qué se han ido? ¿Acaso tienen un destino que seguir? ¿Pero no se dan cuenta que sin mi ya no tienen sentido?

Por favor, ¿usted no tendrá unas cuantas de sobra para darme? Prometo que las trataré bien, que las respetaré y haré todo lo posible por darles un sentido justo.

Por favor, ¿usted podría repertirme lo que me acaba de decir? Un viento me ha susurrado que busque no se que y no le he escuchado bien.

¿Cómo? Qué aún no se explica como sigo escribiendo a lápiz cuando yo soy una goma. Pues porque me resisto a que mi ser condicione mis actos.


VALERIA MICHOU

La única herencia que me había dejado mí abuelo era aquel lápiz, con el que había intentado dibujar tantas veces y de memoria, el rostro de su verdadero amor.


DAVID DURA

Prefiero escribirte a decirte la verdad , de la boca salen versos,
nadie los podrá borrar.
De poetas al recuerdo , un borrón y cuenta nueva , todo aquello que vivimos no se olvida a la primera.
Trazos incorrectos desde nuestra perspectiva , más allá de las palabras , un amor de dos causas perdidas .
Ahora que te escribo y lo hago a carboncillo , no creo en un mejor calco , para grabar lo que fuimos.
Haces de las sombras ganas de sacarle punta , un historia sin final,
escribirla tú y yo ,
donde todo cabe en el trazo de dos manos unidas.


MARGA VILLEGAS

Habían pasado varios meses desde que su padre partió.
Revisando entre sus pertenencias, aquella mañana encontró un viejo y gastado lápiz.
Lo tomó entre sus manos y de manera inconsciente lo apretó contra el pecho.
Era el mismo lápiz con el que su padre acariciaba el papel, formando dibujos e historias para su, entonces, pequeña hija.
Un lápiz, sólo un lápiz que hacía las veces batuta cuándo juntos pasaban las horas frente al tocadiscos y con el que su padre dirigía la orquesta formada por peluches.
Un lápiz, sólo un lápiz con el que firmar las calificaciones del colegio, e incluso corregir los deberes.
Ese minúsculo y viejo lápiz, la trasladó a su niñez, tan diferente a la que su hija ahora atravesaba.
Ya no queda apenas espacio para ti en estos tiempos, pequeño, dijo mientras lo guardaba con cariño en su bolso.
Allí, en un pequeño bolsillo, una foto de su padre, parecía sonreír al reencontrarse con él.


FÉLIX LONDOÑO G.

Aun sufriendo los desgastes por la escritura, el uso del sacapuntas, o siendo relegados por los medios modernos de las grafías, los lápices, desde que fueran inventados en su versión moderna de grafito y arcilla, a finales del siglo XVIII, han tenido muchas más que las siete vidas que les han endilgado a los gatos. Con ellos llené en mi infancia hojas y hojas de fina caligrafía aprendiendo el alfabeto. Las maestras de entonces querían asegurarse de que mi amor era realmente filial y me hicieron agotar la mina de un lápiz maravilloso, el primero de mi existencia, llenando planas y planas de “yo amo a mi mamá” y “mi mamá me ama”, complementadas con unas cuantas páginas en las que también debía dejar constancia de “yo amo a mi papá”.

Cuando ya estuvieron seguras de mis amores fundamentales, mis maestras, y también maestros, se cerciorarían de que de igual manera declarara por escrito otras fidelidades a entidades que por aquel entonces me resultaban bastante abstractas, tales como Dios, Patria y obediencia. El dichoso lápiz acataba entre mis dedos los dictados de aquel entonces, aunque algo ya hacía revoltijos en mi sesera. Cerebro en el que se entretejían nuevas conexiones neuronales acordes al proceso de encontrar la manera adecuada de agarrar este nuevo instrumento entre algunos de los cinco dedos de las manos.

Un aprendizaje de la escritura y del lenguaje que traía consigo mucho más que hacer que esa mina de grafito, prisionera en las entrañas de un trozo de madera, trazara sus surcos sobre las hojas prístinas de los cuadernos de aquel entonces. Me tomó algún tiempo aprender finalmente a asirlo de manera adecuada y firme entre los dedos pulgar, índice y medio. Un balance entre firmeza y flexibilidad. Un agarre más fino que el que hasta ese entonces tal vez hubiera realizado al tomar con una cuchara mis alimentos. Pero a diferencia de esta que me alimentaba la panza, más tarde comprendería que el susodicho lápiz me alimentaba el cerebro. Fue uno de los primeros utensilios del que me valí para asimilar y potenciar esa efervescencia que arrostra consigo la magia del lenguaje cuando la palabra se hace visible en los trazos de una hoja de papel.

No estaba solo mi lápiz con su mina negra que creía emparentada con el carbón que quedaba en algunas brasas del fogón de leña donde mi madre cocinaba sus alimentos. Brasas que de manera traviesa aprendí que también pintaban las grandes hojas que asemejaban las paredes blancas de las casas. Mi lápiz hacía parte de una gran familia. Los había de minas duras y blandas, gruesas y delgadas, grandes y pequeñas, resistentes y resquebrajadas. Me llenó de asombro el saber que los había de muchísimos colores para recrear los paisajes que veían mis ojos y plasmar esos mundos imaginarios que ya comenzaban a restallar en mi cerebro. Amé los lápices de colores, pero entre ellos comencé a tener reservas con el rojo. No tanto por lo de su semejanza con la sangre, pero por ser el elegido por maestros y maestras para hacer visibles y destacar nuestros errores, dejando de paso unos cuantos rayones psicológicos en más de uno de mis compañeros de aulas.

Así como existía una hermandad de lápices comprendí que realmente se trataba de una parentela extendida. Un lápiz no es nadie sin una hoja de papel, sin un cuaderno, sin un pedazo de cartón en el cual vaciar el alma de su mina. El borrador, a veces incorporado al otro extremo, resultaba esencial para deshacer o corregir lo escrito. Una manera deliberada de practicar el arrepentimiento. Ojalá y el tiempo, igual que un lápiz, tuviera incorporado un borrador que le permitiera a la humanidad deshacer y corregir esos trazos horrendos en que ha incurrido en el decurso de su historia. Otro buen primo hermano del lápiz es el sacapuntas o tajalápiz. De una bien afilada mina brota una buena veta de grafías. Lápiz, borrador y sacapuntas conformaron durante un buen tiempo una linda trinidad. Triunvirato que se complementaba con el uso de otros instrumentos como reglas, escuadras y transportadores. Cuánto hubiera dado Euclides, Pitágoras, Arquímedes o cualquiera de los geómetras antiguos por un lápiz bien instalado en una de las versiones modernas de un buen compás.

Ante familia tan distinguida y extendida de instrumentos afines a esa gran hermandad de los lápices, era menester proveerles a todo ellos, lápices incluidos, de un buen habitáculo. No podían faltar las cartucheras, bolsas, bolsitos y bolsones que según los gustos, costumbres y géneros variaban en tamaños colores y texturas. A veces, con sus múltiples cierres y bolsillos, en lugar de facilitar su búsqueda hacían más difícil echar mano de aquel utensilio requerido en un momento dado, según la tarea que tuviéramos entre manos. Y había lápices de familias distinguidas que desde la misma tienda en que eran adquiridos pasaban sin ser estrenados a hacer parte del palacete en el que eran exhibidos con orgullo por coleccionistas avezados y especializados en atributos que les hacían dignos de tal elección.

Lápices e instrumentos que, bajo el argumento de un préstamo provisional, en ocasiones viajaban de cartuchera en cartuchera, hasta culminar en un cambio permanente de residencia. También los lápices mudan de oficio y en ocasiones los vi utilizados en tareas impensadas. A más de uno se le quedó atorado en un oído un pedazo de mina cuando intentaba extraer de allí un poco del cerumen acumulado a falta de un aseo apropiado. Rascador de las espaldas o de otras partes pudendas del cuerpo. En más de una ocasión fue una de las armas predilectas en pendencias escolares.

Capítulo aparte, en la manera como los lápices han sido asociados con temas de violencia, ha quedado registrada en la historia de Argentina “La Noche de los Lápices”. Oscuridad del 16 de septiembre de 1976, y siguientes, en los que un buen grupo de estudiantes de secundaria fueron secuestrados y borradas sus existencias.

Como comprenderán, hoy día, en mi caso, los lápices están bastante jubilados, sin embargo, continúo utilizándolos en momentos de ocio y de confinamiento para resolver crucigramas, sudokus y otros acertijos. Muy ocasionalmente los utilizo para rascarme la espalda. Oportuno aclarar, para concluir este laudatorio de uno de los objetos de mis mayores afectos, que este texto no lo he escrito utilizando un lápiz, no fuera que se le agotase lo que le queda de alma de grafito.


JUAN MANUEL RODRÍGUEZ ELIZONDO

Me encontré con un lápiz, estaba muy contento, el lápiz y yo también, me sorprendió, pero bueno tiene lógica todo lo que platicamos, yo soy una pluma de la marca más famosa en el mercado, y bueno, él también es de la marca más famosa, de lápices, pero no estaba contento por eso sino porque me dijo que había caído en la mano de unos artistas que habían hecho cosas maravillosas con él, y no solo una obra de arte, sino varias, le pedí que me contara, que me daba mucha intriga la historia de lo que le había pasado.
Me dijo fíjate que yo, al igual que otros lápices estaba en una cajita de 12, estábamos en una papelería cuando vi que llegó un hombre moreno, regordete, con los pelos sin peinar, iba acompañado de una mujer de aspecto muy extravagante, con las cejas pegadas como las tenía Frida Kahlo, esa pareja compró la caja de lápices en donde yo estaba. Todo el tiempo estuve temeroso, ¿qué iría a pasar con mi vida de lápiz?, pensaba ojalá no sean personas corajudas que me partan a la mitad después de una frustración o me quiebren con una sola mano para mostrar su fuerza bruta. Pero no fue así cuando me sacó de la cajita, empecé a ver alrededor, tenía unos dibujos muy bonitos, enmarcados y colgados en las paredes de su estudio, me sorprendí y tuve fe que yo pudiera ser partícipe de ese tipo de obras tan bonitas.
En aquel momento regordete me tomó en su mano, me revisó si estaba en estado físico perfecto, y sin encontrarme ningún defecto, me introdujo en un sacapuntas eléctrico, el cual me hacía muchas cosquillas al momento de sacarme la punta finamente, volvió a revisarme para confirmar que estaba listo y me llevó a su mesa de madera como restirador, era una noche con una luna tan llena, que se metía su luz por la ventana de su estudio, el colgó una fotografía en su caballete a un lado del restirador y comenzó a realizar el dibujo, al principio eran pequeños rasgos no tan detallados como si fuera un boceto y conforme fue pasando el tiempo y fui ayudándolo a realizar el dibujo, me fui impresionando de lo que estábamos logrando, era un paisaje idéntico a la foto que había colgado en el caballete, en donde una pequeña barca de madera estaba a la orilla de la playa, cada detalle del dibujo lo iba descubriendo yo conforme se dibujaba, cada sombra, cada espuma, cada ola, pensaba como esta persona puede ver cada detalle de la fotografía e irlo plasmando en el papel, había detalles que para una persona normal pasarían desapercibidos pero para él no, los dibujaba con una capacidad y destreza que me hacía sentir orgulloso de ser su instrumento para que lograra ese dibujo, después de buen rato y de varias sacadas de punta, terminamos ese dibujo de la barca en la orilla del mar, dije mi vida ya valió la pena, daba gracias al cielo por haberme puesto en las manos de aquel artista.
A la mañana siguiente oía como la mujer de aspecto extravagante le pedía al regordete que si tenía un lápiz. Yo al momento de oír eso dije chingas, perdón mi francés, ya no voy a estar en las manos del artista , a ver cómo me va a ir ahora, todos los cambios siempre dan cierto miedo, la mujer me tomó en su mano y me llevó a una sala con un sillón muy acolchonado, pareciera como de doctor, llego un joven de cabeza rapada y le mostró un dibujo a la mujer , ella lo observó detenidamente y le dijo que sí con la cabeza, me tomó entre su mano y empezó a hacer conmigo el dibujo de un bosquejo para un tatuaje, ellos platicaban de que cada vez más las personas se pintaban tatuajes, pero lo que más llamaba la atención que ahora hay más mujeres con tatuajes que hombres, el cabeza rapada le decía, sí cada vez tengo más trabajo con mujeres que con hombres dijo la mujer extravagante. Me dio gusto que gracias a mi pudiera dibujar el bosquejo para el tatuaje del cabeza rapada.
Al día siguiente, eso fue como la cereza del pastel dijo el lápiz, entro un niño al lugar en donde estaba yo, y me robo, me llevo entre sus manitas, y empezó a escribir en su cuaderno de forma italiana sus primeras palabras, me dio gusto que yo haya ayudado a hacer la tarea de aquel chico, y descubrí que mi vida estaba plena, a pesar que muchos comentarios de compañeros lápices me habían dicho, comentarios como que los lápices están desvalorados, que porque lo que se escribía con nosotros no tiene valor legal, que ahora existen los lápices digitales para usarse en las ipad, que nadie nos quiere a nosotros porque somos cosas del pasado, los carpinteros que en muchas ocasiones nos hacían sentir importantes porque hasta nos usaban como accesorio del vestir para verse interesantes, poniéndonos en su oreja, tampoco nos querían, que ahora solo usan lapiceros que son nuestros primos más elegantes, total había oído una infinidad de malos comentarios, pero mi vida no fue así, estoy contento por eso, amiga pluma, la pluma le dice pues yo sí he oído comentarios buenos sobre los lápices, a ver cuéntame, que los astronautas utilizan lápices porque si quisiera escribir con pluma como no hay gravedad no saldría la pinta, ah pos si, otro comentario que oí fue que con un lápiz puedes hacer una línea recta de 56 kilómetros de largo, eso nunca lo había oído.
Bueno, me despido, y te agradezco que me hayas oído, sé que te robé este momento de tu tiempo, pero ambos estábamos experimentando algo que nunca esperábamos, es bueno ver las cosas desde otro ángulo, ponerse en los zapatos de otro.
Esta historia me hace pensar en tantas analogías con la vida cotidiana en donde por azares del destino caes en un lugar en donde hay mucho talento, tú te vuelves parte de eso también.


EMILIANO HEREDIA JURADO

DIBUJOS EN EL AIRE

Buenas y calurosas tardes, amigos lectores.
La historia que les voy a relatar a continuación, les demostrará que, hasta el objeto más insignificante que ustedes puedan estar pensando ahora mismo, puede cambiar de manera decisiva el devenir de cada una de sus simples vidas. Como una pequeña piedrecita descarrilando a una locomotora a toda máquina.
Sí, ya sé que no es el decorado perfecto para la historia que les voy a relatar a continuación, no llueve, no es medianoche, ni estoy sentado en un flamante sillón con una copa de cognac en la mano.
Ni necesito transfigurar mi voz, en lúgubre, o cavernosa, para darle más misterio.
Estoy sentado delante del ordenador, dejando a rienda suelta, los recuerdos de esto que les relato a continuación:
Hace unos años, no sé cuantos, oí, o me lo contaron, la historia de un pobre desgraciado, llamado Andrés, el típico perdedor en la ruleta caprichosa de la vida.
Como siempre, daba paseos errantes, por las calles del pequeño pueblo donde residía.
Sin rumbo, rumiando la hierba de la venganza, contra todos aquellos a los que consideraba culpables de la situación tan deplorable a la que había llegado, a aquellas alturas de su vida.
Iba, como decía, caminando, cuando, un cuaderno, de tamaño cuartilla, de hojas blancas, de muelle, en cuyo interior albergaba un lápiz, le llamó la atención.
Le faltaban unas cuantas hojas, pero, tal vez, le vendría bien para anotar algunas cosas, para pintarrajearlo…le daba igual.
– Es bonito el lápiz, azul marino con brillantina plateada, con una goma blanca usada en un extremo, pero está bien afilado…
A ver que podría pintar….!ja!, dinero, ya que no lo tengo, me divertiré pintando un hermoso billete de quinientos euros…
No quedó muy realista el billete que dibujó Andrés, pero, al tiempo que lo dibujaba, notaba como algo se removía en su bolsillo. Introdujo la mano…y estupefacto, sacó un flamante billete de quinientos….Emocionado por su hallazgo, fue raudo hacia su casa, pero el destino, burlón, le fue poniendo en el trayecto….a ciertos personajes con los que, Andrés, tenía ciertas cuentas pendientes…
-¡hombre!, en la otra acera, está el imbécil salido del Manolo, como siempre, detrás de las jovencitas, con shorts o minifaldas, babeando, como perro en celo….si pudiera…le daría su merecido, por guarro, por mirón, asqueroso… se me está ocurriendo una idea….si me saliera…no, no sé, si me atreveré, sí…
Andrés, dibujó al tal Manolo, con unas manos grandes, gigantes, que empezaron a manosear al pobre desdichado…
-Así, grandes, gigantescas –las manos de Manolo, se hicieron tan grandes como él, dibujadas por Andrés, desde la acera de enfrente- sufre, asqueroso, guarro, sobón, siente lo mismo que sienten tus victimas, siente su asco… cabrón-las gigantescas manos de Manolo, manoseaban el cuerpo del pobre desdichado, como si de un lingote de plastelina se tratara, oyéndose los gemidos y alaridos del pobre Manolo…que quedó tendido en la acera, como una masa deforme, sanguinolenta…cubierta por dos gigantescas manos-
Andrés, con una mezcla de satisfacción y orgullo, por la venganza completada, se dirigía cada vez más rápido hacia su casa, cuando, otra vez, el caprichoso destino, le quiso cruzarse con otro personaje con deudas pendientes. Joana, la iracunda, siempre de mal humor, su ex, un mal bicho que le hizo la vida imposible hasta límites insospechables…
-Por ahí va esa zorra, como siempre, de mala hostia, echando pestes por esa boca…se me está ocurriendo algo…
Andrés, dibujó la cara de joana, con los ojos hacia dentro, para que ésta, contemplara todo el mal que contenía en su interior, toda su mala bilis..
-¡aaaaahh!, ¡socorro!, ¡me cago en dios!, ¡no veo nada!,
-Eso es, puta, descubre tu negra alma. Asquerosa…
-¡aaaaaahhhhh!. ¡cabronesss!
Esas fueron las últimas palabras de Joana, antes de que, se cruzara delante de un tráiler de veinticuatro toneladas….
Andrés, era cada vez más feliz, de lo que el creía, que era justicia divina. Que Dios le había puesto el cuaderno y el lapicero en su camino, para hacer justicia…
Al doblar un esquina, se dio de bruces con Arturo, el niño rico y pijo de cuando su clase del instituto… repeinado, estirado, soberbio como nadie…
-¡Hombre!, el don nadie de Andrés-dice, con sorna-
-¡hombre Arturito!…
-Don, Arturo, que uno tiene clases, y por algo, siempre he sido superior a ti, a todos, tu eres una simple cucaracha…
Andrés, dibuja a Arturo, encerrado en una jaula….
-¡que es esto!, si es una broma, no tiene gracia –dice indignado Arturo-
-Si, si que la tiene –sonríe maliciosamente Andrés- las ratas, se cazan con jaulas, como esta, pero, espera, es demasiado grande… espera…
Como si de una imagen de Word se tratara, deslizó una esquina del dibujo de la jaula donde estaba Arturo, haciéndola mas, y mas pequeña y….a medida que lo hacía, Arturo, se caía…echo cubitos sobre la acera, flotando en un gran charco de sangre…
-Ahí te quedas, capullo….
Riéndose maléficamente, Andrés cruza la plaza, y se encuentra con Carla, una lianta de mucho cuidado, que en tiempos pasados, le metió en más de un lío, porque es la tía mas envidiosa del pueblo…pero….
A Andrés, se le enciende nuevamente la bombilla, y dibuja un Clon de Carla, y la pone enfrente del original.
-¿Esto que narices es?, -Se pregunta incrédula una anonadada Carla-
-Eso es, ahora, tu clon, es tu versión mejorada de ti, mejor peinado, mejor ropa, mejores complementos….
-¡Puta!-Carla se lanza como león a antílope a su clon-
Como dos choques de trenes, el conflicto es tremendo…el clon responde el ataque…con sus dientes afilados, devorando a Carla, trozo a trozo, musculo a musculo, hueso a hueso, celula a celula….hasta que en el papel, solo queda un punto minúsculo….
Dando saltos de satisfacción por la calle, se encuentra con Jose, el tío mas tacaño que conociera nadie…
-¡eh Jose!, ¿ me prestas cien pavos?- le pregunta Andrés, para incitarlo, como un torero al toro-
-¿A quién, a ti?, ¿a un muerto de hambre?-responde con altivez Jose-
-Si, a mí, ruin, miserable-responde Andrés-
Saca el lápiz del muelle del cuaderno y dibuja una moneda de un céntimo, tan grande como jose, que le tumba sobre la acera…
-¿es poco un céntimo?, espera, tiene arreglo…
Borra la moneda de un céntimo, y dibuja una de dos céntimos, y repite la misma operación, con cada una de las monedas, que cada vez pesa más, aplastando a Jose, que yace inerme aplastado por una moneda de quinientos quilos….de dos euros….ç
Haciendo un corte de mangas, se aleja Andrés calle abajo, cuando, sentado en un banco, como siempre, se encuentra al perro de Antonio. Un tipo sin oficio ni beneficio, que jamás a trabajado, y que se pasa los días tomando el sol, viviendo de la sopa boba de la herencia cuantiosa que sus padres le dejaron…
-¡qué!, Antonio, ¿bien el día?
-Ps- responde con desgana Antonio-
-Te veo muy desmejorado…deberías hacer ejercicio, no sé….correr…por ejemplo….
Andrés, dibuja a Antonio, con unos trazos circulares en lugar de piernas, como los comics, como si corriera….-
-Antonio, pegando alaridos…corre, corre…, como nunca ha corrido en su vida….hasta que el borde de un barranco le hace caer al vacío unos….cincuenta metros, con la consabida satisfacción de Andrés…
Al llegar a su portal, se cruza con el imbécil del vecino del tercero. Un trargaldabas elefantiásico, de unos doscientos kilos en canal, relamiéndose con un bocadillo de barra de pan, chorreando con la panceta recién frita….
-Gordo, seboso…
-¿perdón?, ¿es a mí?-responde sin interés-
-te voy a dar algo para comer que nunca has comido en tu vida…
-¡¿ha si?!- responde ilusionado…-
-A…ti…-Responde Andrés-
Le dibuja con una boca enorme, sobredimensionada, que vá devorando al vecino por los pies, las piernas, los brazos, fagotizandose así mismo…hasta que solo queda una masa informe de carne, como una gigantesca pelota carnosa…
Cuando llega a su casa, un sudor frio le recorre la espalda…una figura humana, una sombra humana, con voz metálica le dice:
-Vaya, ya veo que has encontrado mi cuaderno….-empuja a Andrés violentamente contra el cuaderno…atrapándolo para toda la eternidad en la cara de una hoja del cuaderno-
El ente, arranca la hoja, la dobla en cuatro partes y se la lleva al bolsillo…
Amigos lectores, como habrán podido comprobar, algo tan insignificante como un simple lapicero y un cuaderno, sirven para cumplir venganza y corregir ciertos pecados….
Por cierto, ¿me podrían dejar un sacapuntas?. No tengo punta en el lápiz….


LOLY MORENO

LOS DOS HERMANOS.

Había una vez dos hermanos que nacieron en la profundidad y oscuridad de la tierra .
A pesar de tener misma edad y padres eran de carácter y físicamente muy distintos .
Uno era arrogante y vanidoso, el otro sumiso y humilde.
Un día los dos decidieron salir de su zona de confort ; ese abrigo cálido de las entrañas de la tierra ,siguiendo caminos diferentes .
Los dos tuvieron éxito en sus aventuras :
El primero en glamour , el segundo en sabiduría .
Uno estaba hecho para brillar y ser la admiración de cuantos le miraban .
Tanta era su belleza que fue usado por la codicia como moneda de cambio .
Representaba poder de quien lo poseía .
Entonces cada vez fue más oculto a los ojos de la tentación y volvió a la oscuridad , esta vez no a la profundidad de la tierra, sino a la cárcel de quienes pagaron por él y lo hicieron esclavo en inviolables cajas fuertes .
El otro hermano , menos agraciado y poco codiciado en la faz de la tierra , amigo de la humildad se presentó al mundo desnudo , mostrando su alma pura , que solo tenía de oscuro su color negro sin brillo , pero con tanta sensibilidad y amor que quienes tenían la sapiencia de ver en él su valor , le vistieron de buena madera para resguardar su vida .
¡Así comenzó su gran aventura que no tiene fin!
Humilde él , también llegó a todos los humildes mortales y en sus manos, se convirtió en trazos de arte, en bosquejos de lo que luego serían hermosos cuadros, trazos de planos de grandes arquitecturas, sabiduría en escritos y hasta en cartas de amor .
Se hizo amigo de tintas y pinturas de todas las paletas de colores, conquistando el mundo, gastando su cuerpo en trazos, dejando desvanecer su figura en pro de embellecer todo lo que nos hace palpar la cultura.
El humilde GRAFITO convertido en LÁPIZ , llegó a brillar tanto como su hermano DIAMANTE.
¡ Pero sólo a la vista de quien tiene la virtud de descubrir su alma!


EDUARDO DADY LUCERO

Naciste acá? O volaste
desde alguna lejana galaxia?…
Poco importa ya que ancestralmente
fuiste negro carbón, en las frías
paredes rocosas de las cavernas…
Luego de años
selectas plumas te reemplazaron
y en tintas, meditaciones expresaste…
transcurrieron tiempos,
hubo sueños de caminos negros,
luego se alistaron
policromías de otros colores.
Aromas de finos maderos
encierran toda la mina,
pero no logran encerrar que ella se exprese,
son inertes sobrevivientes
de renglones sin raya, ellos
sabios aletargados de órbitas sin tiempo
y allí, imbuidos de ensoñadores ideales,
esperan a su exacto complemento,
un papel sin mácula, para dejar surcos
en huellas dibujando formas, números,
también letras hechas palabras.
Allí en eterno romance
se encuentran los dos esperando,
como el surfista para cabalgar
en la tabla su ola mejor.
Pero no todo es perfecto,
no es millonario quien más tiene,
sino que lo es… el que menos necesita.
Ellos solo requieren, que un humano se le una
para conformar la tríada sublime.
Es genial que sea un dibujante,
un matemático o un escritor…
Pero si llega a ser un poeta???
ahí su alma los posee…
el papel se embriaga de letras
con sutiles palabras hechas poemas
y vuelen alados, libres por el mundo
trasmitiendo emocionados sentires…
Es hoy de madera…
Quizás ese mito llamado progreso,
con impersonales teclados…
lo arrojó al desván de los recuerdos
pero EL LÁPIZ debería ser bronce,
pues es legítimo prócer
en su infinito mundo de letras…


RAQUEL SÁNCHEZ

LA DESPEDIDA
Querido mío:
Al fin reúno el valor suficiente para decírtelo: ¡TE DEJO!
Sé que mi vida no será la misma, no resultará fácil olvidarte. Anhelaré tu consuelo nocturno, tu compañía incansable, el dulce despertar de tus susurros. Has sido el único capaz de aplacar mis arrebatos, me has seguido hasta los confines de mis fantasías más ocultas.
Podría retenerte a mi lado para siempre, intentar llevar una vida normal a tu lado… Pero dependo demasiado de tu suave textura acariciando mis labios, del ronroneo que me provocan tus caricias.
Por favor, no me guardes rencor. Hasta siempre.
Y sin perder un segundo más, arrojó el chupete a la papelera, quedando enterrado entre escombros de golosinas y virutas de lápiz.

ALBERTINA GALIANO

Se movía rápido de un lado a otro, pendiente de los márgenes, de no salirse, de caminar recto, y de erigirse redondeado y erecto sobre un lecho blanco, inmaculado.

Llevándole el pulso a un alma desvalida, e inmadura.

No quería hacerle daño, bien lo sabe dios. Pero sus entresijos vibraban por salir de una falsa inocencia, papel que vale para unos días, pero que agota pasado un tiempo.

Y el sesgo le fue escorando hacia un lado, hasta que una pasión tremenda, sin previo aviso, le arrastró al abismo del error, la falta, el borrón y la enmienda…

Y ansió una goma de borrar a la que encaramarse, sobre la que poder flotar.

Nada más triste.

Se redujo a cero su camino, en una parálisis totalmente inesperada, cuando miles de palabras se agolparon en sus oídos sin orden ni concierto, y fue incapaz de darles un sentido.

Y entonces renunció a su mayor tesoro, el de crear donde nada hay.

El de creer cuando ya nadie más.

A ciegas… pues se trata de insistir.

Consejos vendo: lápiz siempre enhiesto, no ofrece nada, pero nada cierto.

El arte afila su punta huyendo de lo previsible, lo pulcro y lo correcto, y se adentra para existir en el intrincado purgatorio del desborde, el descontrol, y el desencajado e incomprensible error.


 

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17 comentarios en «Lápiz – Miniconcurso de relatos»

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