Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «momentos de paz». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 11 de febrero! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).
POR FAVOR, SOLO VOTOS REALES, SOLO SE GANA EL RECONOCIMIENTO, CUANDO ES REAL.
* Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor) y no han pasado procesos de corrección.
Después de la tormenta,
dicen que llega la calma.
Después del temblor,
todo mi ser se relaja.
Tus yemas me recorren la piel,
los botones de la camisa, saltan,
un escalofrío me recorre la médula,
el placer está en la antesala.
Te imploro que no pares,
tus caricias me alivian el alma,
tus palabras me tranquilizan,
tus susurros me arrebatan.
Llegas a rincones
donde mi mano no alcanza,
mi dopamina se libera,
mi éxtasis se desata.
¿Qué hubiese hecho yo sin ti?,
sin nadie que me diese la pomada,
la erupción ya estaba purulenta,
gracias por rascarme la espalda.
Momento de Paz. Aquella noche mi pequeño no cesaba de llorar. Así pes le cogí en mis brazos y salí de la alcoba para que su padre durmiese ya que es e ell que al día siguiente tenia que ir al trabajo. Recorrí el pasillo, luego el comedor, por último como era buen tiempo me salí al balcón. Igual la luz de la luna con su claridad me ayudaba a acallar aquel llanto que me rompía el alma.
De pronto mi pequeño dejo de llorar y, al mirar su carita entendí que estaba en un momento de Paz…
PALOMAS DE LA PAZ
A Roberto que le encantaba ir al parque, se le revolvían las tripas cuando contemplaba cómo niños y abuelos echaban alimento a las palomas. No le gustaba porque disputaban la comida a los gorriones, por los que sentía debilidad, y porque las palomas le traían malos rollos. Eran ciertamente un símbolo desde que Picasso dibujara libre la suya con el ramo de olivo en el pico, y por eso aun de mala gana lo aceptaba.
El motivo de esta ojeriza se lo debía a Don Horencio, el cura del pueblo. Porque siendo monaguillo, escuchó carreras en las bóvedas de la iglesia parroquial y sin pensarlo gateó hasta ellas. Y lo que vio le dejó pasmado: el sacristán y Luis, otro monaguillo, habían taponado la salida a las palomas que allí anidaban y se dedicaban a cazarlas e introducirlas en jaulas.
—¿Qué hacéis con ellas— preguntó a Luis.
—Las vende el señor cura para el tiro pichón.
Al día siguiente, mientras don Horencio se quitaba las ropas litúrgicas, le soltó a la cara que vender las palomas era como matar el símbolo de la paz.
—¿Quién te lo ha contado? Las palomas son aves como los pollos y las perdices. ¿Tú nunca los has comido con arroz?
—Ya, pero las palomas…
—Igual. Y puesto que tanto te preocupan los animalitos, cuando los venda pondremos en el cepo una cantidad.
—¿Para quién, para mí?
—No, no, para la paz.
Roberto se quedó pensativo haciendo números de la cuantía. Porque había presenciado cómo un cazador había vendido en la barra del bar dos liebres. Cuarenta pesetas le dieron.
Hacía tanto frío aquella mañana de enero, que solo una abuela y él asistieron a la misa. Al final, dijo don Horencio «podéis ir en paz.» En la sacristía otra vez Roberto le preguntó si vender las palomas no era como traicionar aquella invitación a la paz.
—Es diferente.
—¿Cómo de diferente.
—Es que hay muchas clases de paz.
—¿?
—Una la que se predica y otra la que se vende.
Al día siguiente Roberto gateó a la bóveda y cazó siete palomas. Con ellas en una jaula se presentó en casa del cura.
—Pero bueno ¿no dices que las palomas son símbolo de paz y libertad, cómo es que las traes prisioneras? ¿Cuánto pides por cada una?
Roberto no contestó. Abrió la ventana de la habitación del cura, luego la de la jaula y las siete palomas se echaron a volar.
La primera calada de un piti apresurado
el crepitar del café
pasear, entrelazando los dedos de nuestras manos
ver como mece tu pelo la brisa del atardecer
berrerar, como un poseso descerebrado
canciones de Extremoduro o de Miguel Bosé
pretender que mis poemas no son un mejunje de verso blanco
una gayola antes de perecer
imaginar que aplasto la cabeza de mi jefe contra el asfalto
que le quemo en la hoguera
o le derramo en los huevos el té
conducir por un Madrid vacío de borregos
tus besos en los labios sin saber por qué
que nos pille el amanecer con un vaso de alcohol en la mano
las duchas conjuntas
ponernos guapos para salir a comer
que me asome el colmillo al confrontar a un hijoputa
la violencia de nuestros momentos
la calma de después
salto base a un nuevo exceso
y la vida vivida vibrando en mis pies
mis ojeras, jodidamente bien ganadas
la cámara al hombro
un infinito que recorrer
contigo a mi lado
y viceversa esta vez.
Estaba sentada en aquella silla, angustiada y ansiosa, esperando un juicio que no llegaba.
Podía ser condenada en los próximos segundos —o tal vez fuera un siglo lo que tenía que aguardar—.
Evaluaban mis acciones, mis abrazos, mis miedos, mis palabras, mi tiempo, mis «te quiero»…
Evaluaban mis sonrisas, mis reproches, mis dudas, mis caricias, mis ausencias, mi amistad…
Ponían todo en un saco roto para, al final, quedarse con una sola frase que me condenaría al abismo.
—¡Culpable! —gritó un silencio que reinó en mi alma.
El castigo había sido impuesto sin que a mí se me informara, un desprecio tartamudo tuvo protagonismo en un ir y venir de monosílabos carentes de sentimientos. La daga había sido clavada en mi pecho mientras yo veía sangrar la herida.
Mi sangre no importó, pues el verdadero castigo recaía en la espera de aquel juicio que no llegaba.
Yo, mientras tanto, pensaba que ante aquella tortura tal vez era mejor que se pronunciara la condena de accionar la catapulta; quería ser expulsada de la tierra y salir volando, observar el universo y encontrar en él un momento de paz.
La paz nunca llegó pues, cansada de esperar, yo misma apreté el botón y me convertí en mi propio verdugo. La culpa impuesta cambió de perspectiva y esta vez se me acusaba de mi propio asesinato.
«¿Momentos de paz? Esos nunca los tendrás», pensé mientras evaluaba mis acciones, mis abrazos, mis miedos, mis palabras, mi tiempo, mis «te quiero»…
Quizás esta noche en tu jardín
también llovió y aún ondea,
desbordado, mi tormento.
No sé si eres azar, viento o vacío,
si te acuna una estrella
o te entristece el frío.
Quedó deshecho
tu pedacito de historia.
En las entrañas se abre
un silencio amargado.
Ya indefensa está
tu casa transitoria.
Y todo el infinito
sobre ti derramado.
¿Quién fue el que puso
en tus labios un triste adiós?
¿Quién tiñó de martirio
nuestros recuerdos
y vació sobre mí el desamparo?
Armaos de paz,
y defendedla,
incluso de vuestra
guerra interna,
y procuraos pan,
pues…
no hay paz sin pan,
ni viceversa.
No recordaba haber sentido una paz como aquella. Me inundó de repente, y se fue extendiendo como la miel por cada átomo de mi cuerpo. Me olvidé de la enfermedad de mi hijo, que llevaba año y medio acosando nuestras vidas. Se difuminaron esos momentos en los que el dolor me atravesaba al verlo sufrir, y la soledad que me atrapó tras la marcha de su padre. De una manera extraña sentí que todas las lágrimas que había derramado habían ido formando un río de agua clara en el que ahora me dejaba llevar por la corriente. La tensión se aflojaba y todo adquiría una textura desconocida. Me invadió la certeza de que nunca me abandonaría la belleza que residía en el vuelo de los pájaros en el parque, en la sonrisa del ciego que vendía los cupones en la esquina, en la luz que se derramaba por las rendijas de la persiana del salón, y también en el frío que sentía el mendigo que dormía en el cajero, en la desolación que ensombrecía el rostro del ama de casa que salía del bingo, en el miedo del perrillo que huía de las piedras que le arrojaba una pandilla de niños. Todo estaba unido misteriosamente por una consciencia que fundía mi corazón con la serenidad más imperecedera. Aquello era lo que siempre había anhelado; fue pensar esto y sentir una fuerza que me envolvía y me retornaba a lo familiar. Escuché ruido de cláxones y gente, me hallaba en el suelo. Alguien cogía mi mano y me decía: “Tranquila, la ambulancia está en camino”. Sonreí. Nunca había estado tan tranquila.
SERGIO SANTIAGO MONREAL
Momentos de paz tras presentar ardua batalla.
Buscaba entre oscuras sombras, una esperanza desvanecida, encontrando por fin la paz, tan merecida.
Escuchaba por fin el silencio y atisbaba el final del túnel tras mucho ruido y fatiga.
Los días parecían meses y los meses años en aquella época macabra llena de enfermedades y miseria.
Pero tras varias décadas de hambruna y pobredumbre, la paz se instalaba, tras tanto dolor, por fin, armonía y amor.
Cerraba la puerta a momentos bélicos y abría la ventana de manera pacífica para que se ventilaran y terminaran las guerras.
Cómo pudimos destrozar el silencio entre gritos y alboroto, todo giraba, y en estruendo tornaba, sin apreciar la sabiduria. El sonido del zumbido de una bala, la pólvora explotaba y otra vida se cobraba.
Momentos de paz, tras mil batallas ganadas y otro millón de vidas humanas perdidas. Sus almas buscaban la paz allende dónde las ánimas vuelven.
Momentos de paz, la paz mundial tardo en regresar y los soldados no pudieron regresar.
Vieron la luz, por fin sus momentos de paz se acercaban, descanso eterno tras tanto sufrimiento.
RAQUEL LÓPEZ
«Momentos infinitos
dentro de nuestro ser,
agudizan los sentidos
a flor de piel…»
Los momentos de paz, según el estado de vida, son considerados un lujo.
Para mí, es muy importante, algo íntimo que me permite conectar con mi yo interior.
Mis momentos de paz, es el silencio.. Donde se agudizan todos mis sentidos haciéndome olvidar de todo lo externo.
Un momento de reflexión, concediendome la oportunidad de expresarme libremente.
Es mi momento de creatividad, para poder escribir poesia, en el que toman parte todos los sentimientos. Hay veces que en nuestro interior hay mucho más ruido que fuera, son voces que intentan salir y contar todo lo que sienten.
Hay que dejar que se marchen los momentos difíciles, porque son temporales, para dejar paso a la paz interior, que permanece siempre…
MANUEL ALBÍN EXTREMERA
Hemos terminado otro año, ahora toca descansar las tardes alegres, las cervezas frías y las fiestas. Ahora llega el tiempo de relajamiento, el ver a los tuyos disfrutar en la playa y cada día escuchar el sonido de las olas rompiéndose contra las rocas.
Ahora paseo por pasear y {recuerdo los momentos contradictorios que hay en un año de trabajo, día a día, hora a hora}, escuchando el jugar de los críos.
Cansado de estar alterado entre la gente, me subo al apartamento y desde allí observo a la multitud de personas disfrutando del verano y todos cerca de los árboles para estar junto a la sombra recostado en la toalla.
Si soy sincero prefiero estar sólo y gozar de un — momento de paz —, después de todo, también queda días para el disfrute de mi sentimiento, dando libertad a todo mi deseo de ser como he querido siempre. Mi familia se divierte a tope y yo viéndola también, aunque prefiero tranquilidad, pero hay que disfrutar con ellos.
Al atardecer, bajo a la arena sin prisa, sin estrés y camino lentamente a un sitio desconocido, dónde lo único que se oye son las olas y las gaviotas {que aún el olor a pescado y su hambre les hacen trasnochar a alta horas}, bajo la luz de la luna sigo caminando y a mi modo disfruto en este momento de paz.
MARCELA MIGUELES
Fantasías del alma
(Para mis hijos … y alguien más)
Miré hacia afuera y el sol retaba desafiante a lo largo y ancho del patio. Las plantas sacaban pecho renovando el verdor de sus hojas. Amanecía un día brillante.
Salí de la habitación dispuesta a iniciar la rutina normal de mis mañanas de enero. Atravesé el pasillo para desembarcar en el cuarto del medio, consulté brevemente mi imagen en el espejo grande adherido a la pared, y fue entonces que percibí sus diminutas presencias. Giré casi sin respirar, como queriendo evitar que me vieran. Aplaqué el absurdo de mi habitual pensamiento mágico, y me quedé quietecita, observando. Cientos de cristalitos se columpiaban en línea recta haciendo pininos en la pared de la izquierda, al segundo se lanzaban en audaces acrobacias, rebotando en la baldosa fría del piso de la habitación para colgarse sin más, en la puerta blanca del placard. Y así una y otra y otra vez. Se sucedían como tajaditas de luz sin formas definidas, siluetas de líneas fascinantes adoptando extraños cuerpecitos. Se movían a la velocidad del viento, obligándome a recorrer en un tris tras, pared piso y placard … placard piso y pared. Apoyé la espalda en el espejo, dispuesta a saborear el espectáculo que me ofrecían. Tanto danzaban, tanto se perseguían en corridas alocadas, me autoricé entonces a adivinar sus voces chiquititas. Sonreí mientras escuchaba el coro de risas en susurro. Maravillada reparé en que suspendidos de los hilos grises de las sombras, se fundían en abrazos impacientes y renacían convertidos. Me asaltó en ese momento una duda, ¿desde qué tiempos visitarían este cuarto? Consulté con urgencia las enciclopedias de mi imaginación, (que a Dios gracias, hojeo con frecuencia) y parece ser que, desde tiempos remotos, el sol ha estado poblado por centenares de estos personajitos. Se los conoce como duendes o duendecitos de la luz. Reconozco su parentesco con brujas y gnomos que habitaron mis cuentos de hadas, en el jardín de infantes. Explica el gran libro, de mi propia autoría, que solo descansan los días nublados, le temen a la lluvia y se refugian de los truenos entrelazando los picos de sus sombreros. En el tercer párrafo, del mismo tomo, cuenta también que cuando el astro sol amanece, cargado de brío, estira sus rayos en señal de desperezo y los muy traviesos se valen del tobogán para bajar a la tierra. Que, en las mañanitas de verano, aquellos más intrépidos atraviesan los vidrios cerrados de las ventanas para aprovechar la frescura de las baldosas y en las siestas friolentas jugar en la agradable tibieza de los hogares. Que, si agudizamos el ojo, los podemos ver cayendo en cascada sobre las copas de los árboles y los techos de las casas de la gente.
A esta altura del suceso no puedo evitar preguntarme si habrán jugado con ellos las infancias de mis hijos. Caigo en la cuenta que no estuve allí para ayudarlos a descubrir ese fabuloso vuelo en las paredes del cuarto del medio. Giro nuevamente para mirarme en el espejo, ahora sí, de lleno, interpelando a esa otra que me percibe confundida, la mujer laburante, la profesional estudiosa, el ama de casa desbordada, y enfrento una vez más la resistida disputa entre mis dichas y mis viejos pesares. Me prometo emocionada, que cuando regresen los invitaré a la ceremonia y me contarán si estos forasteros han sido sus amigos, de lo contrario les daremos juntos la bienvenida agradeciendo la segunda oportunidad que viene a darnos la vida. Por ahora me conformo con habérselos presentado a mi nuevo compañero de juego, el niño de los ojos empachados de asombro y rulos de azafrán. Con él ensayo formas conocidas, hilvanando mis manos torpes con la ternura de sus dedos chiquititos. Perros y palomas se han hecho compinches de los duendes que en días de sol visitan la habitación de Magui, la mayor de mis hijas, y de Yasí, la más pequeña.
M.M
Hoy elijo como marco imaginario de mi relato, la extravagancia de un diseño boscetado por Valentín, la corporeidad expresiva de Magui, la dulzura del canto de Yasí con un fondo de guitarra ejecutado por los dedos mágicos de Nehuén
NEUS SINTES
La guerra ha terminado. Dejando sequía y escasez de alimentos y muchas pérdidas de vidas. Vidas luchando por un un mundo mejor. Por un mundo en el que han llegado, tras muchas espera, los momentos de Paz tan deseados. Vivir en Paz, sin miedos, sin derrotas. Vivir el día a día, sabiendo que vas a despertar con la tranquilidad de que no hay más luchas, ni más batallas.
Cuántos momentos de Paz me ha transmitido la brisa del mar, envolviéndome con sus caricias. Algunas más cálidas que otras. La puesta de sol, intensa y poderosa. Me hablaba en silencio. Transmitiendo la fuerza para seguir creyendo en un futuro, en el que la guerra terminara para que estuvieras a mi lado.
Ahora puedo decir que los momentos de paz son aquellos en los que te vi regresar de la batalla, malherido, cojeando, pero con vida. Recuerdo como lágrimas de alegría surcaron, cubriendo mis mejillas, para poder abrazarte con todo mi alma, después de meses de profunda agonía. Sin saber si te volvería a ver con vida.
CRISTINA RUIZ
En su trayectoria profesional como asistente social, Natalia no había encontrado un caso tan especial y complicado como el de Raquel y su hija pequeña de cinco años Sara.
Cuando las vio por primera vez en su despacho se encontró una niña muy dulce pero con una mirada que quería decir algo y a Raquel que aunque tenía 36 años estaba muy envejecida y descuidada.
Según iba contando Raquel su marido las había abandonado, durante este tiempo se dedicaba a beber desde que nació Sara, al principio era algo puntual a la mañana siguiente le prometía que no volvería a pasar y ella le perdonaba.
No cumplió su promesa y a la vez que Sara iba creciendo, él iba bebiendo mucho más y se volvió una costumbre. Estaba celoso de la niña le recriminaba que siempre estaba con ella, intentaba explicarle que era una niña y que necesitaba su ayuda pero no valía de nada, él odiaba a Sara.
Raquel seguía explicando a Natalia, que cuando se iban a dormir ella se quedaba en la ventana para verle llegar y si notaba algo raro, siempre estaban preparadas cogia a Sara y se marchaban a la calle hasta que se aseguraba que dormía profundamente, tenia miedo por que había amenazado a Sara con matarla. Según hablaba Raquel la niña hacía un dibujo sin levantar la cabeza del papel, Natalia las observó la niña mientras dibujaba sonreia y a ella no se la notaba muy nerviosa.
Explicaba que no estaban allí porque ella había tomado la decisión si no porque él había vendido el piso que estaba a su nombre y se estaban en la calle. Durante todo este tiempo no hablaba con nadie de esto en el cole de Sara les llamaban la atención porque se quedaba dormida y ella simplemente se dedicaba a disculparse que no volvería a ocurrir.
El paso siguiente fue llevarlas a un piso tutelado lejos de él, donde había más mujeres con el mismo caso que Raquel. Natalia empezó a recibir llamadas diarias de la responsable del piso, seguia haciendo lo mismo cogia a la niña y se marchaba, la psicóloga intentó explicarle que ya no tenía que hacer eso que estaban seguras pero Raquel seguía insistiendo que eran sus momentos de paz.
Revisando el expediente se encontró el dibujo que Sara había hecho, se trataba de ella y de su padre y un gran corazón que decía te quiero papa. Su intuición le decía que algo no iba bien en ese caso, se puso a investigar y dio con Mario el padre de Sara, le llamó concertó una entrevista la cual aceptó de inmediato.
Al recibirlo en su despacho se encontró con la misma impresión de Raquel, muy joven pero muy envejecido y nervioso. Le explico la situación del expediente y Mario la miraba con los ojos muy abiertos, asombrado. Pregunto por Sara un par de veces si se encontraba bien, se iba dando cuenta que no era el hombre que Raquel había descrito.
Mario explicó que Raquel tenía una enfermedad mental, curiosamente la conoció así en un momento de paz como ella los llama, no le dio importancia y le resultó algo gracioso incluso. Desde que nació Sara eso empeoró y ya era costumbre coger a la niña de madrugada y marcharse, él tenía turno de noche y las veía al principio intentaba convencer a Raquel que subieran a casa pero cada vez que hacía eso salía corriendo con la niña. Así que al volver a casa después del trabajo y se las encontraba se limitaba a seguirlas para comprobar que Sara estaba perfectamente.
Pero esa noche no las vio, pensando que estaban en casa, llevaba cinco años así y estaba agotado , se acostó y se durmió profundamente al darse cuenta llevaba buscándolas una semana sin dar con ellas hasta la llamada de Natalia.
Natalia tomó la decisión de darle la vuelta al expediente, tenía que devolver a Sara a su padre, pero no de forma brusca para que Raquel no se asustara. Con mucha paciencia lo consiguieron tanto Sara con Mario estaban felices de reencontrarse.
Raquel fue ingresada en un hospital mental, la acompañaron Natalia y Mario, cuando se despidió de ellos le dijo al oído al final he encontrado mi momento.
Cuando cerraba un expediente, Natalia solía poner en rojo en la carpeta alguna frase que le había llamado la atención del caso. En este caso en particular puso MOMENTOS DE PAZ y lo archivó.
TESS LORENTE
Todos los días, haga lo que haga o sean como sean, llega el momento en el que todo mi cuerpo exhala aliviado, soltando toda la presión del día, como si liberara la pesa de una olla exprés.
Justo en ese instante, mi cuerpo flota volviéndose ligero. La mandíbula se relaja y el ceño se alisa. El ritmo de mi corazón se ralentiza. Mis labios dibujan una expresión relajada en el rostro.
Mis ojos cobran de pronto un nuevo brillo. Esa luz que te aporta una felicidad tan intensa que hace que se refleje como un halo a tu alrededor.
Te sientes en paz.
Te sientes completa.
Has llegado a casa, a tu hogar. Y allí descubres que tus seres queridos están bien.
Hemos ganado otro día sin incidentes preocupantes.
Estamos sanos. Seguimos juntos.
¡Ya me puedo relajar!
Les abrazo y disfruto de ese momento de paz.
Mi momento.
MANUEL SIERRA
FIESTA PRIVADA
Quiero bailar con suavidad,
mi bamboleo, tu suave bamboleo,
me acerco, tú te acercas,
mientras suena la música,
azul, distante, suave;
quiero vivir con intensidad,
todo lo que hago solo poder compartirlo contigo,
caminar con profundidad,
con el coche deambular hasta el final del camino,
que nos asalten los horizontes y las lejanas espadañas,
las estrellas en la madrugada,
los senderos y caminos de montaña;
quiero compartir un poema,
quiero interpretar un sueño a tu vera,
pegarme un bailecito,
la habitación se mueve,
las luces parpadean al compás,
te acercas, me aproximo,
me susurras, lanzo un suspiro,
en esta fiesta privada, solos tú y yo,
en la estancia, en el coche, en el compartimento,
con los paisajes que desfilan, se deslizan,
las catedrales que despuntan, los pájaros que arrullan;
quiero conocerte, quiero contemplar,
una danza suave, una melodía cadenciosa
un contoneo melodioso, un suspiro silencioso,
algo que llame a la vida,
algo que infunda furor y brío,
algo que nos llame en nuestra fiesta privada
que nos permita rehuir del hastío.
BEATRIZ ANGEL
Se oían los pasos en medio de la noche cerrada, pasos acelerados que impactaban en los charcos y hacían salpicar el agua sobre los coches aparcados, la tapa de una alcantarilla hizo un gran estruendo al pasar por encima, la respiración entrecortada parecía ser devuelta por el eco del vacío de la ciudad a esas horas de la madrugada. De repente, el repicar de unas llaves y una puerta que al cerrarse tras él dejaba un silencio sepulcral, casi total.
Estaba agotado, el sudor empapaba sus ropas y las gotas que resbalaban por su tez pálida acababan precipitandose desde la punta de su nariz hasta el parqué del suelo del apartamento, se pasó la mano por la cara intentando limpiar sus ojos húmedos para poder observar a su alrededor y de paso, retirar la capucha de la sudadera que cubría su hermosa melena azabache. Aún estaba intentando recuperar el aliento con la espalda pegada a la puerta cuando el tintineo de un teléfono lo sacó de su estado de semi incosciencia, buscó el teléfono en el bolsillo de su pantalón vaquero, lo miró y sin más lo apagó y lo dejó sobre el mueble de la entrada junto con las llaves.
Todo estaba a oscuras, a tientas se dirigió a la habitación donde se quitó los zapatos a trompicones dejándolos por en medio de cualquier manera, estaban húmedos de los restos de la lluvia de días atrás. Ya en el baño apoyado sobre el lavabo observaba su reflejo en el espejo, días como ese no se reconocía, sus ojeras bajo el azul de su iris no le hacían justicia, las marcas rojas y moradas en los pómulos y sobre la nariz le daban un aspecto de apaleado que junto con el sudor y el color ceniza de su piel le hacían sentir un extraño frente a él, era en esos momentos en los que se cuestionaba su existencia, sus razones y sobre todo su sacrificio.
Quitarse la ropa mojada con aquel cansancio era casi una tortura, estaba pegada a su piel de tal manera que parecía que fuese pegamento, finalmente, desnudo de nuevo frente al espejo escudriñaba cada centímetro de su cuerpo, observando los huesos cada vez mas marcados de sus clavículas y sus costillas y se preguntaba donde habían quedado los músculos que tanto trabajo le había costado esculpir en el gimnasio.
Se metió en la ducha, bajo el agua caliente todo parecía menos malo, el jabón lavaba sus temores y su sudor a partes iguales, sus manos se detenían en las partes más castigadas por el equipo, masajeando las zonas, intentando aliviar un dolor que ya casi no sabía si era emocional o físico.
En el salón, aún a oscuras, se dejó caer en el sofá como lo haría un cadáver, exahusto, alargó la mano para coger el mando del equipo de música y le dio al play, sonó entonces su canción favorita, cerró los ojos y tomó aire casi como si fuese la primera bocanada que da un recién nacido al nacer y dejó caer cada centímetro de su cuerpo, por fin, su momento de paz tras dos guardias seguidas en la UCI del hospital en el que trabaja como médico en la zona destinada a paciencientes de coronavirus, y allí, destruido por dentro y por fuera se pregunta por qué aplaudían a las ocho todos aquellos que hoy le habían robado otro pedacito de su vida y una lágrima baja resbalando hasta la llaga que las gafas de protección le ha bordado en la mejilla.
ANTOLÍN MARTÍNEZ JIMÉNEZ
PAZ ES RUBIA Y NO SABE CANTAR
Relájate, busca la paz interior, deja la mente en blanco.
¡Mira! Me dicen esto y mi cabeza empieza a gritar:
-¿De blanco nieve o blanco niebla?
-Nieve.
-¿Quieres un blanco total de toda la mente o te apetece dejar la parte de abajo gris claro?
-Claro, claro clarito clarete.
-Si quieres dejo una ventana superior derecha por si te cae un rayo puedas verlo y lo esquivas.
-Mejor la pones abajo que puede que me haga perder la concentración en el blanco.
-¿De qué color quieres el rayo?
¿Rojo fuego o azul luminoso con su centro blanco como el fondo de la mente que te estoy pintando?
-Del color del ruido que hagan mis tripas.
-Escucha el ruido que hace el rodillo cuando sube y baja delante de tu mente.
Cago en to, si me cae un rayo y lo veo por la ventana ¿Me va dar tiempo a esquivarlo? Sé que tengo reflejos de gato callejero pero un rayo es lo más rápido en el mundo animado. ¡Más rápido que el Rayo!
De jovencito nos llamábamos “El Rayo Azul”.
Que malos éramos jugando al Jokey sobre patines. Pero lo pasábamos genial viajando de ciudad en ciudad. Que deporte tan raro, porqué no me gustaría el futbol (football) (balompié) (calcio). Por si no lo conocen.
Qué ruidos llevan mis tripas, lo estarán oyendo todos estos. Que dolor, por favor.
Me cago en aquél inútil que me partió la rodilla en Tortosa. No lo hizo queriendo, es un deporte de riesgo. Poner en la mano de un adolescente un palo y sacarlo a la pista a luchar por 3 puntos y el honor del instituto es mucho pedir sin que tenga consecuencias graves.
-¡Oye! ¡despierta!
Que paz ¿Verdad?
¿Te has quedado dormido?
-¡Uf! Me duele la rodilla de tanta PAZ.
¿Tu crees que estar con las piernas cruzadas todo el rato es lo más cómodo?
-Qué paz ni que ocho cuartos si me estoy cagando.
Quita, quita, quita, corre¡¡¡
¡Uf! Como la paz que te queda en el interior cuando te alivias después de un apretón no existe alivio más pacificador, aunque sólo sea ese momento inmediatamente después de la evacuación. Además, me sale gratis.
Que le pregunten a esos que se tiran una hora buscando la Paz en el retrete.
Menos mal que no hay que echarle monedas porque sería estresante.
La Paz la tienes en casa. No vale cualquier retrete.
PAZ se llama la profesora de Yoga. Es rubia y no sabe cantar.
MARÍA ROSA ROLANDO
Si pudiera que elegir mi momento de calma, sería éste instante, en que la nieve cae gracil, ligera, coloreado mi paisaje de un blanco inmaculado, esponjoso. Él silencio majestuoso atraviesa cada célula de mi cuerpo. Inspiro, retengo el aire y luego exalo mientras la vida me regala un momento de paz sólo para mí. Silencioso, unico. La naturaleza y yo.
Mi espíritu y cuerpo en armonía. La nieve acariciándome, mientras extiendo mis manos hacia el infinito.
Si pudiera elegir mi momento de paz, sería éste, en que el cielo se desgrana y funde con la tierra.
JOSÉ ARMANDO BONILLA BARCELONA
Espejitos de plata trae la marea,
para alumbrar las noches de luna llena.
Espejitos de plata visten las olas,
ribeteados de espumas y caracolas.
Lleva el viento suspiros de amor en rama,
arenita de playa, flor de retama.
Sueña la niña hermosa, que el mar le deja
un novio marinero junto a la reja.
Un mocito de bronce, canela y agua,
que le suplica amores con voz de fragua.
No sueñes, niña, besos de sal y fuego,
no tenga que apagarlos, tu llanto luego.
Ya vuelven las barquitas de faenar,
a puerto, con el alba, quieren llegar.
La farola del puerto se está apagando,
porque el sol, por la playa, viene cantando.
Espejitos de plata la luna lleva,
volverán a la noche, con la marea.
BEA ARTEENCUERO
Tus ojos
Me miras y entro en ellos
Buscando la quietud,
Remanso de paz
Son tus ojos
Mi quietud, mi calma,
Mi sosiego.
Me hundo en lo profundo
De su luz, me llevas…
Al cielo y al fondo del mar
Mi corazón se aquieta
En un instante
Dejando libre mi alma
El lenguaje del reposo
Que encuentro al mirarte
Me entrego
Al placer estático
De penetrar en el abismo interior
De mi ser, me detengo
Cierro mis alas
Soy todo y nada
Cuando me miras
Allí esta, ese es…
¡ Mi momento de paz !
LOLY BÁRCENA HUMANES
MOMENTO DE PAZ
Este es el sitio
Buena orientación, Lo siento, lo noto, extiendo la manta con olor a verde, a mar, a hambre de soledad. Con pulcritud, todas las esquinas bien estiraditas, odio las arrugas (bueno menos las de mi cara, algunas son marcas del tiempo, otras simples sonrisas ) ,las imperfecciones me duelen en la piel ,su roce me pone de mal humor , me gasto el tiempo necesario pero necesito que todo quede en su sitio, todo tiene su lugar y todo lugar tiene su objeto o persona.
Coloco la cesta repleta de manjares a degustar: un vino rojo pasión color sangre de Cristo, siento, incluso con el tapón, ese regusto rasposo que pasa por mi garganta dando calor a mi ser desde el interior hacia mi eterna sonrisa que perdida quiere recuperarse. Hay un pan con olor a casa vieja sabor a horno de madera mojada de monte del norte cargado de fabulas y leyendas. Uvas y un queso cargado de fuerza que le da la fermentación en las cuevas sin luz, pero con la fuerza del querer salir a saciar las hambres de los mortales, esas vetas de oscuridad que recorren cada una de sus porciones, con explosiones de sabor de infancia, en el mesón del barrio con resquemos de la sidra derramada en los bancos de una madera usada por generaciones que acogen las risa y llantos de toda una generación pasada, presente, futura.
Respiro hondo, profundo, despacio, dejando que ese aire puro entre dentro recorriendo mis pulmones los limpie del hollín de las impurezas de la ciudad dejando que se aleje los odios almacenados en los alveolos, muy pero que muy interiormente sintiendo que con la exhalación de alejan, se evaporan al contacto con la brisa.
Lo necesito, como el agua el perdido en el desierto. Necesito mi paz, mi momento de paz, el encuentro con el equilibrio perdido extraviado cuan moneda vieja
Me siento, junto mis rodillas, abrazándolas con los brazos aferrándome fuertemente a ellas para que no tengan tentaciones de buscar una paz permanente, bloqueando su andar, que paren dejen de caminar, de buscar, de ansiar que disfruten con todos sus sentidos de un segundo de relax…
Franqueando mi espalda un bosque de eucaliptos, magníficos poderosos, erguidos al cielo como en una bella oración al Santísimo , Padre nuestro que estas en el cielo…………….
Y en frente mi mar, sonido en calma que mece mis errores, que borra las incertidumbres engulléndolo en las olas de espuma blanca rompiendo en los salientes de una montaña que quiere invadir un terreno que ya no le pertenece siendo dominio de un mar que luchara a muerte por su sitio.
Cierro los ojos, solo siento lo que me rodea, el mar, el bosque, la tierra. Evoco tiempos de niñez, de besos furtivos, de aleteos de mariposas, de lágrimas de infantiles, de primeros amores, de amores adultos, de pasión desatada y desatada calma, de angustias enlatadas, desatadas, embotadas amordazadas por mascarillas que no dejan salir la sonrisa que me ancla a la vida, a mi equilibrio a mi yo.
Evoco el pasado, pero sobre todo quiero inhalar el presente.
Sin abrir aun los ojos dejo que me extasié mi momento de paz, de calma, para poder levantarme fuerte, poderosa y capaz. No se si el mundo volverá a tumbarme pero si tengo claro, con un momento de calma soy capaz de volver a levantarme fuerte, poderosa y capaz.
EELYN CUELLAR
Esta paz y tranquilidad que siento en estos momentos, pocas veces tengo la dicha de gozarla, y cuando sucede nada se puede comparar con esta sensación.
El silencio reina en el lugar y el ambiente que se respira es otro. Sé que no durará demasiado y debo aprovechar al máximo este tiempo valioso.
Hay demasiadas cosas pendientes que debería hacer, pero estoy tan cansada… Tan agotada, incluso para llorar, que decido prepararme una taza de té, acomodarme en el sofá para relajarme unos minutos.
El bebé despertará pronto y los pañales sucios o el tiradero que gobierna la casa, no irán a ninguna parte. Estos son mis minutos para descansar.
VALERIA MICHOU
Petite mort
3 am
Silencio
LOLY MORENO BARNES
Momentos de paz,
espacio espiritual,
entre el gran trajín,
que la vida da.
Nacemos entre tormentas,
sonidos de tambores y trompetas.
Golpeando con los puños,
gritando a las montañas,
para que, en su eco,
nos dé todas las fuerzas.
Momentos de paz,
nos llevan a la calma,
tumbados en la arena,
mirando al infinito,
o buscando en unas letras,
que algún poeta encarna,
meciendo entre versos,
la música del alma.
Momentos de paz,
que iluminan el camino,
sí otro ser que nos ama,
se une en el destino.
Para alzar a cuatro manos,
las penas en las piedras,
disipar de las sombras,
los miedos escondidos, y
volver por los pasos
a buscar quien se queda,
rezagado y perdido,
latiendo en el desván,
de corazones heridos.
Momentos de paz,
que ganan las batallas,
sin gastar ni una bala,
enjugando con caricias,
lágrimas en la cara,
dando sentido a la existencia,
¡SI SE DESEA Y AMA!
GAIA ORBE
Una pequeña mesa de arrime para la cama convertida en escritorio. El taburete verde claro del living como asiento. El ordenador portátil ultradelgado. La luz azulada del velador de un lado y del otro, por una hendija de la ventana, el aire fresco que llegó para aliviar el calor de este verano de tapabocas y virus. Me sonrío. Imagino miles de coronitas, paseando como nubes entre el grupo de seres vivos del que me tocó ser parte. Abro más el ventanal. Miro el parque. Testeos. Sismos. Guerra de las farmacéuticas. Vacunas. Tsunamis. Vida larga como peste. Ciclones.
Tomo un sorbo del té de orégano y tomillo. ¡Qué rico! Tomo otro poco más.
Nuestros riñones reciclan cada átomo de agua que entra en un 99,5%. Coronita me sonríe. A nivel planetario, cada átomo de carbono, fósforo y nitrógeno, la tierra lo recicla también en un 99,5 %. Si Gaia, la tierra, es un organismo vivo, todos estaríamos al servicio de ella, el organismo mayor.
No hay miedo, no hay preocupaciones ni sufrimiento. El salmón remonta el río y desova para mantener su especie, pero también para que el oso lo coma y en sus heces devuelva los nutrientes a Gaia que el río se llevó. Pasó la nube. Cierro la ventana. Todo pasa. Momento de paz.
EMILIANO HEREDIA
Atmosphere
Canción de Joy Division
«Walk in silence
Don’t walk away, in silence….», Buenas noches, os habla Álvaro Castillo,….»See the danger
Always danger. …»bienvenidos a otra noche….de sueños, estrellas, eclipses……»Endless talking
Life rebuilding
Don’t walk away»…, bienvenidos a este sistema planetario, donde orbitan planetas a un sol mágico, de música, donde vosotros, planetas en esta noche, lluviosa de Octubre, mostráis vuestro mundo …..»People like you find it easy
Naked to see
Walking on air…»
Empezamos, con una petición especial, desde Murcia, José, le quiere dedicar ésta canción, a su Peggy Sue, Lola, » Tell Laura I Love Her», una
Canción de Ray Peterson, con motivo de su próxima boda en las Vegas, con Elvis incluido, o yeah, para Lola, «Tell Laura i love her»….
«Laura and Tommy were lovers
He wanted to give her everything
Flowers, presents,
But most of all, a wedding ring….
…..Tell Laura I love her
Tell Laura I need her
Tell Laura not to cry
My love for her will never die…..»
como os Comentaba, ésta es una petición especial, ya que, Lola, le dedica a José, su futuro marido, ésta canción, en respuesta a su canción… ahí va….
Skeeter Davis…» Tell Tommy I Miss him»
…Tommy my sweetheart is gone now
He’s up in heaven somewhere
So little star high above
If you see Tommy tell him of my love…
….Tell Tommy I miss him
Tell him though I may try
My love for him will never die
Although he wanted to give me…»
Les deseo a Lola y a José, una vida juntos, en plena sintonía y paz, como la tierra y la luna…
y ahora, que la lluvia está llamando por las ventanas, aprovecho para poner ésta canción, de un grupo , Los Modelos, que María, de Madrid, quiere dedicar a su marido, que tal día como hoy, lluvioso también, empezó a salir de novios…trayendo la paz a su vida, que estaba entonces un poco ajetreada, pues, de María para Pepe, que estará escuchando en su taxi …
«Noche de lluvia en Madrid de Los Modelos»
«…A eso de las 8 comenzó a llover
Estabamos sentados en el banco aquel
Y corrimos a buscar protección.
Nos resguardamos bajo un balcón,
Frente a nosotros una noche magica
De lluvia y neón…..
….Es una noche de lluvia en Madrid,
No tenemos sitio a donde ir.
Todas las puertas están cerradas
Nadie atiende a nuestras llamadas
Y los teléfonos no dejan de comunicar…»
Y seguimos, al filo de las doce y media de ésta noche serena, tranquila, y Antonio, desde La Coruña, le quiere dedicar ésta canción a una chica, de la cual no quiere decir su nombre, está oculto, como un eclipse, el misterio ocultando la realidad, que conoció en el instituto, a la que quiso mucho, pero bebía tanto que, he hizo tanto el tonto, que ya no la volvió a ver, y le gustaría que, sea feliz, para esa chica misteriosa, Mecano, «Entre el cielo y el suelo»
«….Entre el cielo y el suelo hay algo
Con tendencia a quedarse calvo
De tanto recordar
Y ese algo que soy yo mismo…
Es un cuadro de bifrontismo
Que solo da una faz
..Y aunque fui yo quien decidió
Que ya no más
Y no me canse de jurarte
Que no habrá segunda parte
Me cuesta tanto olvidarte
Me cuesta tanto olvidarte
Me cuesta tanto olvidarte
Me cuesta tanto….»
Bueno, Antonio, espero que hayas encontrado tu órbita, y seas feliz….
Continuamos con Marisa , de Palencia, una chica que, según me asegura, era una rompecorazones…. hasta que se cruzó en el cielo de su planeta, un cometa y quisiera decirle con ésta canción de Robin Gib que le quiere mucho, «I started a Joke»…
«….II started a joke which started the whole world crying
But I didn’t see that the joke was on me oh no
I started to cry which started the whole world laughing
Oh If I’d only seen that the joke was on me
I looked at the skies running my hands over my eyes
And I fell out of bed hurting my head from things that I said
‘Till I finally died which started the whole world living
Oh if I’d only seen that the joke was on me…
And I fell out of bed hurting my head from things that I said
‘Till I finally died which started the whole world living
Oh if I’d only seen that the joke was on me
Oh no that the joke was on me …»
Preciosa canción y seguimos con Joaquín, dese Sevilla, un planeta tormentoso, que se quiere librar de un asteroide que le amenaza …para ese peligroso asteroide, Los Secretos….y «Déjame»
«…Déjame, no juegues más conmigo,
esta vez, en serio te lo digo
tuviste una oportunidad,
y la dejaste escapar.
….Déjame, ya no tiene sentido,
es mejor que sigas tu camino,
que yo el mío seguiré,
por eso ahora déjame,
Tuviste una oportunidad
y la dejaste escapar….»
y para terminar, éste viaje planetario en éste variopinto sistema solar, Susana, desde Barcelona, que se quiere auto dedicar una hermosa canción de Esclarecidos, «Por amor al comercio», y comenta que, sólo ella entiende el significado …pues bien, amiga enigmatica…para ti, «Por amor al comercio»
«…..El dolor de cabeza que me proteje cada noche,
Que nubla la vista y me quita las ganas de beber,
De beber fantasías y recuerdos excitantes,
Y nada más excitante que trabajar en tus caricias.
Por amor al comercio
Voy a cruzar ese puente,
Por amor al comercio
Voy a cuidar ese dolor.
De palabras tabaco, teléfono y alcohol,
Alcohol que me han prohibido mil veces en un mes,
Un mes en el que te has olvidado de que existo
Y más que existir lo que hago es campar por ahí…..»
Bueno, amigos y amigas en la noche, espero que ésta hora, os haya traído la paz, después de un día del revés….
«…..Atmosphere
Canción de Joy Division
y soñar con esas estrellas que….
«….Walk in silence
Don’t walk away, in silence
See the danger
Always danger…»
a veces, se os antojan lejanas….esquivas…
«…Endless talking
Life rebuilding
Don’t walk away…»
ser felices, buscar ese sol que os ilumine…
«….Walk in silence
Don’t turn away, in silence
Your confusion
My illusion. ..»
no sabéis cuánto durará éste planeta….
«….Worn like a mask of self-hate
Confronts and then dies
Don’t walk away….»
…en el que habitáis….
«….People like you find it easy
Naked to see
Walking on air…»
…..flotar en la inmensidad cósmica…
mañana, os espera a la misma hora… Álvaro Castillo.
YOLANDA BARRANCO
Es la hora, tengo que irme,
mi amiga quiere acompañarme
pero le digo que no hace falta.
Voy andando por la calle,
son las doce, hace frio y está oscuro,
sigo andando, no pasa nada,
no está lejos,
veo un grupo de chicos a lo lejos,
me cruzo de acera.
Tengo tanto miedo
que quiero empezar a correr
sin mirar atrás, pero tampoco
quiero llamar la atención
y alguien se de cuenta
de que voy
sola.
Saco el movil,
hago como si estuviera hablando.
Cada vez voy más y más rápido.
Aunque quedan cinco minutos
para llegar a casa, saco las llaves,
las llevo en la mano y pienso
que también servirían de arma.
Mi respiración se acelera,
veo una silueta detrás mía,
No pasa nada.
Tranquila.
No pasa nada.
Seguro que ni se ha fijado.
Voy prácticamente a trote,
llego al portal, miro a la derecha
miro a la izquierda,
con la mano temblando abro la puerta.
Entro y cierro.
Subo las escaleras.
Estoy en casa.
Echo la llave.
ESTOY BIEN.
Y por fin…
PAZ.
ROCÍO RB
Sus manos se aferran a mis hombros por detrás, se deslizan por la espalda, siento sus pulgares clavados en mi piel. Bajan por la columna y llegan al coxis para volver a subir, apretando, recolocando cada vértebra.
En su nuevo viaje hacia abajo pasan a las caderas y elevan mi pierna. Sin darme cuenta me encuentro tumbada de lado, ahora con la rodilla en el pecho. Otro giro de pierna, la cadera se abre, estoy expuesta y extasiada, noto cómo los huesos se alinean.
Ahora estoy boca arriba, ¿cómo lo ha hecho? Maneja mi cuerpo como si no pesara. ¿Cuántas manos tiene? ¿Cómo y cuándo ha soltado la pierna y tiene mis brazos agarrados entre los suyos? Consigue hacerme sentir liviana y ágil. Contorsiona mi cuerpo de maneras inimaginables. Si consiguiera realizar estas posturas en la cama por mí misma… ese tipo de ideas se cruzan por mi mente.
La música suave y el olor de los aceites que utiliza para tocarme me relajan. Su mudez se agradece, me hace concentrarme en mí como pocas veces consigo a solas.
Aún no le he visto el rostro, y me da igual. El tono de su voz, con las escasas palabras que ha pronunciado, unido a su fuerza y destreza, me hacen imaginarme a un ser perfecto, esculpido en mármol.
No sé cuánto tiempo ha pasado, quizá una eternidad, es posible que tan solo unos minutos, cuando me comunica dulcemente que nos volveremos a ver la semana próxima. Sigo deleitándome en sus brazos y ya estoy deseando que el tiempo pase deprisa. Me encanta ir al fisioterapeuta.
CONCE JARA
CUANDO EL FÚTBOL Y LOS VILLANCICOS SUSTITUYERON A LOS FUSILES.
Diciembre de 1914
Queridos hijos Fritz y Sigmund:
Os escribo para desearos unas felices Navidades y un próspero Año Nuevo. Espero que en el colegio sigáis bien, tanto como me dijisteis en vuestra última carta. Siento que las cosas sean así, por eso os recuerdo que vuestra madre siempre os estará viendo, y debéis hacer lo que ella os pidió antes de irse al cielo… cuidaros el uno al otro.
La guerra continúa, parece ser que se va alarga algo más de lo previsto… ya son cinco meses de contienda contra Francia e Inglaterra. En estas fechas estoy en el frente occidental de Flandes, largos días de batalla, pero seguiremos luchando por nuestro gran país, Alemania.
Hoy quiero contaros algo, que, aunque os parezca sorprendente, es verdad.
Hace unos días el comandante en jefe hizo llamar a todos los mandos de menor rango y parece ser que les informó que el káiser Guillermo había pensado en celebrar la Navidad, por lo que hace una semana recibimos abetos, velas y dulces. Los mandos nos ordenaron que debía reinar la calma en Nochebuena, y si podíamos evitarlo, que no sonara ningún disparo desde nuestras posiciones.
Ayer por la tarde, Nochebuena, mi teniente de pelotón nos ordenó colocar un abeto sobre un parapeto, y después que sobre él encendiéramos velas. También preparamos tableros para disfrutar de una rica cena, donde reinaban los dulces, haciéndonos olvidar que estábamos lejos de casa, y todos empezamos a cantar….
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Yprés (Bélgica), 25 de diciembre de 1914
Querida Elisabeth:
Amor mío, te echo tanto de menos. Lo que daría por oler tu pelo, ver el brillo de tus ojos, contemplarte, hablar, estar a tu lado.
No quiero que te preocupes por mí, amor, soy fuerte y despierto, regresaré pronto, esto no puede hacerse más largo. Y cuando vuelva, nos casaremos, como te prometí.
Aún en lo peor del mundo, soy el hombre más feliz, ya que sé que cada día que pasa, se estrecha la distancia del hilo rojo que une nuestros corazones. Ahora quiero que te apoyes en tu familia, principalmente en tu hermana, que se que te da fuerzas para estos tiempos.
Es Navidad y quiero que sean brillantes para ti, ya que, en mi corazón, aún lejos de tu lado, lo son. Disfruta de estos días y date permiso para ser feliz… yo me conformo con oler tu pañuelo y contemplar tu fotografía tras la batalla, eso me tranquiliza y me devuelve a tu lado… a nuestra patria.
Sabes, tengo algo inexplicable que contarte. No pienses que va a ser desagradable. Es algo que verdaderamente me ha devuelto la ilusión para seguir con más fuerza, luchar por nuestro país y por el futuro de nuestros hijos.
Hace mucho frío, llueve, y bueno, no es un lugar como para pasar las Navidades. El alto mando ordenó que el día de Navidad debía ser igual que cualquier otro día. Y así era.
Pero ayer por la tarde, día de Nochebuena, ocurrió algo inexplicable en el frente alemán. De pronto vimos encenderse montones de luces que iluminaban abetos, la música empezó a sonar. Pensamos que sería una trampa, y hubo un gran revuelo en nuestras filas, hasta que alguien entonó en alemán el “Noche de Paz”, y sin saber por qué, empezamos a cantarlo… ¡juntos!
Después los alemanes, desde sus trincheras gritaban, ¡¡Merry Christmas!!. Nosotros respondíamos igualmente con un ¡!Frohe Weihnachten!! y entonces empezamos a hacerles gestos con nuestras manos…
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De un bando y de otro empezaron a salir de las trincheras soldados desarmados que intercambiaban historias, cigarrillos, dulces, cantaban canciones. La gente se movía a su antojo, entre ratas, alambres de espino, barro y frío. Nadie pensaba en ponerse a disparar.
Parecía increíble que en medio de la más cruel de las guerras surgiera la armonía, el sentido de la amistad. Donde pocas horas antes se habían estado lanzando proyectiles, ahora se enseñaban canciones de paz.
La misma raza humana que era capaz de ejecutarse en un solo día, podía salvar un planeta en el que ahora jugaban amistosamente al fútbol, y lo más importante, se permitían enterrar a sus muertos, con dignidad.
Hoy no había necesidad de vivir a la defensiva… es Navidad.
LUISA TABORDA
Casada y abatida está ella.
Se da cuenta que aunque quiera salvar a las personas de la COVID 19, la gente muere y muchos se saltan las normas sin más.
Acaba el turno,llega a casa, su marido se siente abandonado por las cientos y cientos de guardias que hace ella, sin comprender la incomodidad con la que trabaja:
El EPI ( equipo de protección individual) ,el estrés, cansancio ,calor, heridas en la cara por la mezcla de mascarilla y sudor generando continuas irritaciones en la piel.
Ella llega aún con ánimo de mimarlo.
Él le reprocha continuamente y la esquiva, se hace el dormido. Ella sigue siendo cariñosa con él a pesar de todo, siempre se dice así misma » en breve se le pasará».
Mientras ella preocupada de cuántas PCR y Test de antígenos hubo positivos ese día.
Pasa un tanto de su marido pues la prioridad es acabar con la pandemia.
Lastimosamente la covid 19 ha entrado a su sistema inmunológico. Ella, la valiente se siente cansada, no puede respirar ,tiene tos seca y fiebres.
Ahora se encuentra en la UCI conectada a un respirador artificial, su marido llorando y suplicando que lo dejen pasar a verla tan solo un instante, una enfermera amiga hace una pequeña excepción.
Ella no puede casi ni respirar, pero ese día entubada por suerte no está sino solo con la mascarilla de oxígeno. Él, si él le pide perdón reiteradas veces.
Mientras ella le dice, no tengo nada que perdonar al contrario quiero darte las gracias y quiero que sepas que te amo. -» Me voy a un mundo sin obstáculos ni lamentos y aunque yo estoy consciente de que nada es para siempre no llores y déjame disfrutar de tu presencia y comparte conmigo este <<momento de paz>> .
Exhaló fuertemente, la saturación disminuyó los monitores con ruidos alarmantes.
Voces de atención in situ , – señor salga por favor de la habitación.
Un médico cabizbajo, anunciando ¡ Nuestra compañera guerrera se nos va!
Su lucha se fue con ella.
MACARENA REAL PINTO
Todo empezó en la madruga de un día cualquiera del año 2022.Desperte’ alterada,no sabía qué ocurría las voces presionaba mis oídos.. ohh dios que pasa!!. Ahí estaba él, yacía en el suelo jajajaja no podía creerlo era realmente increíble,dios por fin llegó la paz a nuestras mentes,por fin llegó el momento que deseábamos,por fin reina la paz,por fin te ganamos la guerra Covid 19.
LAURA TSUYOKI
Hoy, he visto a una chica.
Llevaba un pantalón negro, y una chaqueta beige, de esas gorditas, de las que abrigan y pican mucho. En cuanto me he fijado en ella, ya no he podido apartar la mirada. Verás: estaba cometiendo un crimen.
He comprobado el reloj, las diez y cuarto de la noche. Volvía caminando por nuestra calle residencial, a la luz de las farolas. Su sonrisa cautivaba, y el pelo corto volaba con el aire de la luna.
Entonces, ha girado la cabeza, y me ha pillado. A través de la ventana del estudio, ella parecía muy lejana, como en otro planeta. Se ha sonrojado, tímida, y me ha dedicado esa curva que hacía meses que no veía.
Después, ha estirado las gomas de su mascarilla, se la ha colocado, y nos ha robado a todos ese frescor nocturno.
Quizá, hasta se haya llevado las estrellas.
JUAN JOSÉ SERRANO PICADIZO
– Y cuando acabes de hablar, por favor, cállate.
En el trayecto a casa reñía a mi padre por interrumpir una infinidad de veces mi conversación con el médico.
Desde que mi desafortunado marido murió cuando Alicia solo cumplía 2 años, mi vida ha sido un sin vivir. Tengo que cuidar de dos personas enfermas en casa. Mi hija de 5 años padece, desde que llegó al mundo, de insuficiencia cardíaca, y mi padre, con 80 años, sufre alzheimer. No puedo hacer nada sin dejarlos solos. Teletrabajando desde casa no tengo tiempo para el descanso, y mucho menos para relajarme un rato. La asistenta que me ayuda con mi padre solo trabaja por la mañana. En la tarde me dedico a ellos al cien por cien.
«Momento de paz», retumbaba en mi cabeza el eslogan de un anuncio de bienestar.
– ¡Papá! Deja de jugar con la comida.
– No son guisantes. Voy a acostar a la niña, no hagas nada.
Dormí a la niña y después a mi padre. Me acomodé un rato en el sofá para descansar viendo la televisión.
– ¡Luci! ¡Luci! ¡Despierta! ¡La máquina!
Corrí desesperada, escuchando el pitido ensordecedor del aparato de asistencia cardíaca. De inmediato llamé a urgencias para pedir una ambulancia.
– Buenas noches, necesito una ambulancia, rápido, mi hija está sin latidos.
– Lo siento, las ambulancias están ocupadas, ¿no puede traerla usted hasta el hospital más próximo?.
– ¡Ocupadas! Necesito una rápido, mi hija se muere.
– No podemos hacer nada en estos momentos de pandemia, tienen que llevarla pronto al hospital más próximo, lo siento.
Entré en shock por la noticia. Nerviosa, agarré a mi hija y agarré las llaves para montarnos en el coche. Con el acelerador al máximo, cogí un atajo por el bosque hasta el hospital. El trayecto era de una hora.
– ¡La niña!¡La niña! ¡La niña!
– ¡Cállate Papá! ¡No me pongas más nerviosa!
El coche se salió de la calzada, golpeando de frente con un árbol. Desperté con dolor de cuello y espalda. Mi padre tenía la cabeza empotrada contra el cristal. Mi hija…
– Mamá, ven, dame tu mano.
– ¿¡Qué haces ahí!? ¿¡Cómo has salido del coche!?
– Calla, ven conmigo hacia la luz.
FÉLIX LONDOÑO G
– ¿Viste las noticias?
– Claro, tal parece que la llegada de las vacunas se va a demorar por estos lares.
– Sí. Es como si algunos países hubiesen acaparado la producción, y de ñapa dicen que se compraron más vacunas de las que necesitan.
– Bueno, cuando lo del confinamiento a todos nos dio por comprar más papel higiénico del necesario. ¡Así que mientras llegan las vacunas, momentos de paz en el retrete!
GABRIELA MOTTA
Se detuvo frente a la inmensidad de la naturaleza, majestuosa, arriba el cielo y abajo las frondosas cierras verdes. Cerró sus ojos y respiro profundo una, dos, tres veces. Tomó una flauta y comenzó a tocar una melodía dulce y suave, tan suave que la brisa lo acompañó acariciando cada parte de su cuerpo, haciéndolo sentir un escalofrío que recorrió cada una de sus vértebras. Contempló los cerros y se detuvo a observar las nubes que se posaban sobre ellos, siguió tocando su instrumento, escuchando, contemplando y olfateando el cálido perfume de las flores que le regalaba la brisa al moverlas. Respiro profundo, nuevamente, y se dejó llevar por ese presente tan vivo, tan único, tan natural.
Mi voto es para Juan José Serrano Picadizo
Buen día a tod@s, mi voto para Tali Rosu.
Mis votos para Beatriz Ángel y Juan Jose Serrano
Mi voto es para:Loly Bàrcena y Manuel Albìn
Mi voto va para David Gutierrez y Neus Sintes
Mi voto: Valeria Michou.
Mi voto
LOLY MORENO BARNES
TALI ROSU
Mi voto para Juan Jose Serrano. Un micro espeluznante
Mi voto es para JUAN JOSÉ SERRANO PICADIZO.
Si madre e hija fueron hacia la luz.
¿ Qué fue de ese pobre padre/ abuelo con Alzhéimer?
Terminó con la cabeza incrustada en el parabrisas
Tachaaaaaaaan:
Conce Jara y
Yolanda Barranco
Juan Serrano Picadizo
Mi voto para Juan José Serrano Picadizo.
Creo que merece ya ganar un diploma.
Voto por JUAN JOSÉ SERRANO PICADIZO
Mi voto es para Juan José Serrano Picadizo
Voto por Roció RB.
Mi voto es para Juan José Serrano Picadizo
Mi voto es para José Armando
Mi voto es para CARMET GAIC
Daniela D. Hr
Vine a ver si estaba mi voto porque vi que decían que había problemas. No está. Aviso por si se duplica.
Rocío RB y Carnet Gaic.
David Gutiérrez Díaz
Coronado Smith
Jose Armando Bonilla Barcelona
Juan José Serrano Picadizo
¡Que difícil lo ponéis con tan buenos escritos!
Hoy reparto mi voto:
Tali
Tess
Gabriela Motta
Raquel López
Mi voto para Tess Lorente.