Último día de vida

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «último día de vida». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 4 de febrero! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).

POR FAVOR, SOLO VOTOS REALES, SOLO SE GANA EL RECONOCIMIENTO, CUANDO ES REAL.

* Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor) y no han pasado procesos de corrección.

MARIA DAVID

“No hay solo una realidad, sino, más
bien, una compleja red de realidades. Así
que ilusos son los que piensan que no hay
más vida después de la muerte.»
Último día
A cada persona, al nacer, se le consigna una estrella que se encarga de registrar todos sus movimientos, acciones, sentimientos, y que se <<apaga>> una vez concluido su proceso de aprendizaje en la Tierra. Pero no todos los seres vivos se resignan con su muerte, por eso deciden quedarse en la Tierra y seguir viviendo en una red energética compleja, sea ella oscura o luminescente, en función de cada historial espiritual en parte. Las estrellas son más que cuerpos celestes, ¡son cámaras qué nos vigilan!
Hay estrellas que brillan más que las otras por su pureza, y las hay también a las que ni se perciben, pero allí están vagabundeando perdidas en el Universo… ¡Quizás por su maldad o por su arrogancia!
¡Miren el cielo! El mundo todavía no está perdido; ya que hay muchas estrellas que, a pesar del todo, siguen brillando.

MARÍA CRUZ ESTEVAN APARICIO

Último día de vida.
Desperté, abrí la ventana de mi habitación y halle escrito con el vaho que en la noche mi persona había echado por la boca. Último día se vida.
No había duda, la nota era pera mi, en casa no vive nadie más que yo.
Volví a leer Último día de vida.
Enfurecida con la manga del entre brazo de mi camisón le di al cristal un buen Restregon.
Pero nada, las letras seguían allí grabadas.
De pronto mi cabeza comenzó a rodar y rodar. Caí encima de la cama.
Cuando desperté miré en rededor de mi misma y solo vi en el cristal la palabra Último día de vida.
Salté del lecho como una centella fugaz. Recordaba haber leído lo escrito.
Entonces volví a hablar conmigo misma y me dije…, si desperté esta mañana a las 8 horas como de costumbre y ahora son las 12 horas, que digo las 12horas las 12 :10.Madre mía como se pasa el tiempo y es el Último día de vida.
Planea bien lo que quieres hacer en estas últimas horas de esistencia en el mundo, volví a decirme.
Lo primero: voy a desayunar pues tengo un hambre feroz. Aprovechando el momento espero que esta comida me sirva de armuerzo.
Lo segundo:me quedé mirando al vacío y decidida le di al botón se mi vida. Mi última voluntad… Deseaba que mi memoria me mostrase desde el mismo día de mi nacer todo y toda la gente que en rededor de mi persona ha pasado, me ha querido y hecho feliz y a la cual yo le di mi corazón.
La providencia me llevara al momento en que se escribió en el crital Último día de vida.

CORONADO SMITH

Quisiera que mis palabras,
proclamasen mi alegría.
¡Por fin llegó el momento!
¡Por fin llegó el día!
Ayer por la mañana,
aparecióseme un genio.
Si aceptas tu destino,
te concederé tres deseos.
¿Y con eso que voy a ganar?
Pregúntole yo.
No es lo que tu ganes,
si no, lo que ganemos los demás.
Pero ya que has preguntado…
Podrás reunirte con tus abuelos,
con tu padre y algún amigo,
aunque ahora que lo pienso, tú no irás al cielo.
La reunión queda descartada,
pero en el infierno lo pasarás bien,
podrás tocar la guitarra,
en la banda de Lucifer.
Aunque no me convences de todo,
tres deseos te pediré,
y si me los concedes,
te prometo obedecer.
Podría pedirte la paz mundial,
que se acabase el reggaetón,
que el Barça y el Madrid descendiesen,
y mi Rayito fuese campeón.
A lo mejor te pediría,
que el mundo fuese todo amor,
que las guerras fuesen con almohadas,
y que C. Tangana se quedase sin voz.
Seguro que muchos de ustedes,
pedirían eso mismo,
con alguna variante,
según su destino.
Pues yo pedí tres cosas,
que serán motivo de ovación,
o a lo mejor de controversia,
incluso de crucifixión.
Follarme a una novicia,
en el despacho de monseñor,
que se acabe el “puto bicho”
y apretar el rojo botón.
Deseo concedido,
el genio aceptó,
Y por cosas del destino,
solo quedamos la novicia y yo.

TALI ROSU

Dudas y miedos
Últimamente no puedo dormir.
Me paso las noches en vela sin poder cerrar los ojos, mirando al infinito que me hace sucumbir en un infierno de dudas y miedos.
Últimamente no puedo vivir.
Me paso los días deambulando somnolienta sin poder abrir los ojos por completo, mirando hacia mi interior sucumbiendo en un infierno de dudas y miedos.
Últimamente pienso en mi muerte.
Me paso las horas imaginando la mejor manera para no existir, planeando mil opciones para dejar de sucumbir en un infierno de dudas y miedos.
Últimamente pienso en la vida.
Ni dudas ni miedos… Solo respirar.
Ni dudas ni miedos… Solo volver a amar.
Amar a la vida que dejé pasar dudando y pensando sin saber volar.
Volar con el viento que viaja en el tiempo, volar siendo un alma y un cuerpo imperfecto.
Tarde… Demasiado tarde…
Hoy es el último día en el que no podré dormir, en el que no podré vivir…
Me abrazo las piernas mientras me ahogan las horas, la sangre en las rocas empieza a fluir.
Me abrazo a mi cuerpo de dudas y miedos mientras un gran sueño se acera hacia mí.
Hoy por fin podré dormir.

BENEDICTO PALACIOS

Roberto, pese a sus pocos años, no creía en el infierno, a donde le había enviado cientos de veces el señor cura.
—Tú muchacho estás hecho de la piel del diablo —le decía.
Pero era como todos: se subía a los árboles, robaba las manzanas al señor Leoncio, los huevos de los nidales a doña Pura y hacía novillos siempre que podía inventándose un constipado.
Era tan travieso que cuando le tocó hacer la primera comunión, el señor cura tuvo que llevarle de la oreja hasta el confesonario. Ni a tiros quería confesar.
—¿Estás arrepentido de tus muchos pecados?
—No.
—¿Cómo que no? Te vas a morir mañana si no te arrepientes.
Con el miedo en el cuerpo, Roberto escribió en una lista lo que hizo y no hizo con la intención de presentarla a San Pedro la víspera de su muerte. Que él juzgara.
Ø Si robé manzanas es porque tenía hambre.
Ø Si me peleé con Gero, lo hice para defender a un amigo.
Ø A la señora Pura le ponían las gallinas y no tenía hijos y nosotros éramos cinco.
Ø Hice novillos, pero ¿usted se imagina el gusto de tirar piedras a los pájaros mientras el maestro explicaba la regla de tres?
Ø Mi tía Luciana se enfadaba muchísimo porque mi primo Juanjo le robaba los dulces y encima me culpaba a mí. Ella fue la primera que me lo pronosticó: «Te irás al infierno que es tierra caliente.» Créalo, yo me alegraba por no soportar el frío del pueblo.
Ø Y lo último: he desobedecido a mi madre.
—Pero Roberto, le dijo San Pedro, ¿cómo se te ocurre?
—¿Usted nunca lo hizo?
—Muchacho, yo soy santo.
—Porque no tuvo un cura como don Horencio, ni un maestro como don Rufino, ni un…
—Para, para, ya me hago cargo.
—Y sobre todo porque no tuvo que guardar cola para coger la vez a su madre en la peluquería.

ALBERTO MEDINA MOYA

“Querida familia y amigos, llegó mi último día. Ya sabéis que siempre he sido un alma libre, y he querido decidir yo cuándo me marcho, en lugar del cáncer que lleva meses acosándome. Soy afortunado, he tenido una buena vida, y le doy gracias por muchas cosas. Por este cuerpo que me sostiene, el color de mis ojos, las pequeñas cicatrices, las manos huesudas, y todo lo que hizo posible para que pudiera bailar, besar a mi querida Carmen y abrazar a mis nietos. Le doy gracias por las personas que me amaron, y a las que con su rechazo señalaron el camino para descubrir el amor que llevaba dentro. Por tantos inventos y comodidades: la electricidad, la medicina, el teléfono, frutos de la imaginación y el trabajo de miles de personas. Gracias también por las heridas, el dolor que azota tus entrañas cuando se desbarata aquello en lo que confiabas, porque hasta la más oscura de las sombras esconde la semilla de la luz que te mostrará lo que antes no veías. Gracias por los millonarios con sus limusinas que lloran en mitad de la noche, por los mendigos felices con su armónica, por las víctimas y los verdugos, los héroes y los cobardes, los enamorados y los solitarios. Todos son mis hermanos. Gracias por honrarme con la dicha de apreciar todos los tesoros que el mundo me ofrece: los ríos, el arte, la lluvia, la risa, el misterio, los trenes, la música, los besos… Ojalá el día de vuestra partida tengáis la misma paz que yo siento. No tengo palabras para agradeceros vuestra compañía durante el viaje que hoy termina. Espero que hayáis disfrutado de la cena, en unos minutos comenzará el baile. Yo me retiro. Es hora de descansar.”


MARÍA RUBIO OCHOA

El último día
Sabía que iba a cerrar los ojos y ya nos los volvería abrir. La máquina pitaba con insistencia, el pensamiento para quien más me necesitaba ¿ Qué sería?
Me necesitaban y yo los iba a dejar…….
Por la mañana el equipo Sanitario con sus batas verdes, guantes y mascarillas. El cirujano me habló y el anestesista empezó su trabajo. Después de cerrar la operación me llevaron a la sala de recuperación. Y enseguida de despertar la máquina dio la voz de alarma……Enseguida se dieron cuenta de una hemorragia interna. Bolsa de sangre y preparar el quirófano deprisa…….escuché y la fuerza nerviosa se adueñó de mi,en mi casi desvanecimiento…….Abrí los ojos a las 10 de la noche y en voz alta pregunté ¿ No estoy muerta?

BÁRBARA LEEQÜEZ

Llevaba días empaquetando todos los libros, ropa y demás cosas acumuladas durante esos 10 años y medio en esa casa que ahora había decidido abandonar.
No había sido una decisión fácil de tomar: dejar atrás un bienestar, labrado poquito a poco realizando cambios bonitos aqui y allá, iba a ser duro pero del todo necesario. Ese bienestar se habia quebrado en los últimos cinco meses junto con su autoestima y sus ganas de vivir. Se quiso convencer de que no era necesario luchar sino mantenerse firme en el sitio, inflexible y dudosamente inquebrantable como después se vió a sí misma. Las circunstancias le habían empujado a luchar o morir luchando en uno de los mas tristes escenarios que uno puede elegir, como es su propio hogar y con la gente mas cercana que es también la que más duele.
Empaquetando aquí y allá había encontrado miles de pases de los clubes de música en los que había trabajado de relaciones públicas, evocando recuerdos siempre en movimiento y con banda sonora en su cabeza. Qué suerte haber vivido aquellos años en los que bailar era una religion y las discotecas los templos…! Y de vuelta a su presente de un bofetón piensa : – «qué de cosas bonitas también vividas en esta casa y vaya sentimiento agridulce q me llevo…debo cambiar eso, no quiero que sea así el ultimo día de mi vida aquí…»
Había tardado dos días en trasladar los paquetes al nuevo piso. Era mas pequeño pero sólo para ella, eso seguro.
Ya quedaban allí sólo cosas de la otra persona que ocupaba el piso y un colchón de 0.80 de ancho que a penas usaban. Lo colocó en el suelo de la habitación vacía que había sido su dormitorio durante más de una década de su vida y se quedó pensativa mirando por la ventana… – Me voy a regalar un último día en mi casa como me merezco. Joder! Porque es mi casa y es injusto tenerme que ir. Me voy a dormir mirando las estrellas…
Era un dia de Agosto, en plena ola de calor. Las ventanas estaban abiertas de par en par y el cielo se veía de lleno, totalmente despejado por encima de los castaños del parque que llegaban hasta la ventana. Lleno de estrellas, que parecían ponerle un toque de nostalgia mágica a ese día, que precisamente porque fuera el último, quería que al recordarlo le pusiera una sonrisa.
– «Los últimos dias son delicados y poderosos», se dijo mientras se dormía

SERGIO SANTIAGO MONREAL

El último despertar me dará tiempo para recordar y amar.
Cada latido de mi corazón ralentizará mi sentido de vivir para sentir y existir.
El precioso alba me dará fuerzas para llegar al ocaso del día aunque sea el último de mi vida.
Al atardecer intentaré comprender lo bella que fue mi vida sin merecer, pues mi gran virtud fue querer. Querer ser.
Querer ver otro amanecer me llenará de nostálgico pensamiento y un melancólico sentir, pues fue precioso vivir.
Lo vivido y aprendido fue sinónimo de la más absoluta felicidad.
El anochecer me ahoga en mis desvelos de mis anhelos.
No cambiaría ni una coma, ni un punto de lo vivido, incluso cuándo anduve confundido.
Arrepentido de mis faltas ortográficas, pero agradecido de haberlas corregido. De no poner tildes ni acentuar lo que verdaderamente importa o viceversa. Pero muy agradecido de haberme confundido para poder corregirlo tras sentirlo y vivirlo. Lo acentuó en mi último adiós agradecido de saber lo más importante en mi vida, lo reservo para mí.
El último verso se lo dedico al universo.

RAQUEL LÓPEZ

Pues la verdad, que nunca me lo había planteado, creo que nadie estaría preparado para eso y sobre todo porque somos inmortales ante los ojos de nuestros hijos..
No haría grandes cosas, porque cada momento de mi vida lo he disfrutado tanto como si fuese el último.
Si que es verdad que lamentaría todas las cosas que no llegué a hacer, pero no me arrepiento de nada de lo que he hecho.
No hace falta esperar a ese día para disfrutar de todo, lo único que lamentaría es no ver crecer a mis hijos y que sería de ellos en el futuro.
La vida, es un viaje sin retorno, hay que tener listo el equipaje y gozar de nuestros seres queridos. Me gustaría dejarles un bonito recuerdo, sin dramas, sin derramar lágrimas por las esquinas, abrazarme a ellos y permanecer en silencio aprovechando cada segundo unida a ellos.Me iría con la conciencia tranquila y el saber, de que se quedarán en buenas manos y que seguramente llegarán a ser muy felices aunque yo ya no estuviera, porque eso serían mis últimas palabras. Felicidad..
«Carta para mis seres queridos»
… «Me llevo vuestras sonrisas,
vuestros recuerdos,
no lloreis mi ausencia
pues quiero veros felices,
os diré adiós, pero no me marcharé del todo,
porque donde quiera que estéis,
allá iré,
porque estaré conectada,
a vuestros corazones…»

MARIA ROSA ROLANDO

El último día de vida, me ha sido asignado.
Sobre mi muñeca el reloj digital aparece. La cuenta regresiva comienza. Tengo sólo tres días para el final. No siento temor, prefiero irme antes que mis seres queridos. Escribo una carta a cada uno de mis hijos. Me van a extrañar, lo sé, pero también estoy segura de haberlos preparado para afrontar su futuro.
Elijo el lugar donde quiero descansar y decido emprender sola éste camino. Cobardemente quizá, pero no quiero más despedidas.
Voy sin equipaje. Mis relatos, el único legado, los dejó sobre el escritorio del cuarto.
Piso la arena gruesa y mis ojos comienzan a divisar el paisaje que recuerdo de niña. Quedan unas pocas horas, decido quitarme la ropa. Esas prendas representan lo superfluo, lo anti natural. Observo mi reloj, tomo mi última bocanada de aire y comienzo a caminar hacia el horizonte. El agua helada cubre mis piernas, no siento el frío. Sonrío al darme cuenta que no tengo miedo….El último día de vida ha llegado, estoy en paz.

JOSÉ ARMANDO BARCELONA BONILLA

Dios ha muerto. Su carroña se mece
al siniestro capricho de las olas.
¡Que se alce ya el telón! ¡La farsa empiece!
♦
Sobre un entarimado de chabolas,
baila una obscena danza el Nigromante
y reclaman su diezmo las pistolas.
♦
Vencidos por un cierzo intransigente,
ruedan por el asfalto los deseos,
las ilusiones de la buena gente.
♦
Ya se apresta, Caronte, a los bandeos,
fija el remo, afianza el aparejo;
se eriza el Aqueronte en cabrilleos.
♦
Un terror contenido, un grito viejo,
se alza de las tinieblas almenadas,
como un espectro afásico y perplejo.
♦
Juega el diablo con las cartas marcadas,
ya no le queda chance al desvalido,
la sentencia y la pena están echadas.
♦
Se terminó, ya el tiempo está cumplido,
hasta el fondo la botella apuremos
y otra ronda, patrón, que yo convido,
que por dios y la muerte brindaremos.

ANTOLÍN MARTÍNEZ JIMÉNEZ

Me llamo Elisenda, soy una mujer muy atractiva. Mi vida transcurre entre cámaras, gente del glamour de la alta sociedad y caballeros atractivos adinerados que hacen que me sienta superior a los demás. Toda mi existencia es efímera. No tengo arraigo familiar ni pasado ni presente, cosa que me causa desmotivación. Lo único que me apasiona es lo bonito en el estado que sea y no tengo un gran amor, ni siquiera el de a mi misma. Siempre me han tratado como un objeto del que cuando se cansan me dejan apartada o soy yo quien se aleja. No hay empatía en mí, ni me preocupa el medioambiente o la situación social que me rodea.
Hoy me he dado cuenta que siempre he tenido a una persona que se preocupa por mí sinceramente, sin pedirme nada a cambio. Siempre me escucha y me aconseja sin darme cuenta que lo único que quiere es protegerme. Yo no siempre le hago caso y así me va. Mis malas decisiones me han llevado a esta situación tan penosa. Estoy sola, no tengo a nadie cerca en mi vida. Todo es superficial como yo misma.
Hoy suena la alarma despertador en mi móvil, son las siete de la mañana. Tengo un mensaje en la bandeja de entrada. Es un vídeo de mí misma que estoy segura que yo nunca he grabado.
-Elisenda. Soy tú, pasado mañana. Escucha atentamente. Tengo la oportunidad de avisarte para decirte que tu vida no tiene sentido en este mundo y que incluso por el bien del mismo, sólo tienes un día más de vida, mañana ya no estarás aquí. Para que veas que es cierto lo que te cuento te describo lo que te va a pasar en la primera hora del día de hoy, lo que hagas el resto del día después de convencerte de lo que te estoy diciendo depende de ti.
-Nadie te va a dar los buenos días, no sonará el teléfono, ni tendrás a nadie con quien compartir el desayuno o a quien contarle que planes tienes para hoy, nadie te dará un beso o un abrazo, tampoco te dirán si estás fea o guapa esta mañana, no habrá nadie que te pregunte ni te cuente nada interesante, nadie necesitará tu consejo o tu caricia y antes de las ocho de la mañana, una lágrima correrá por tu mejilla hasta tu barbilla y de ahí caerá sobre la palma de tu mano derecha.

CRISTINA RUIZ

EL ULTIMO DIA DE VIDA
  • Buenos días, ¿Alejandro Rubio?
  • Si, soy yo ¿de parte de quien?
  • Le llamamos de la residencia de ancianos El castillo, era para comunicarles que lamentablemente su madre ha fallecido esta mañana.
De repente, silencio al otro lado del teléfono.
-¿Alejandro? ¿sigue usted ahí?
– Si, si disculpe.
– Hemos intentado comunicarnos con su hermana pero no lo hemos conseguido, nos gustarían que se pasaran por la residencia tenemos algo que entregarles.
Al día siguiente Alejandro y su hermana Rocío se dirigieron hacia la residencia, en la recepción una señorita muy amable le indicó que esperaran en una sala. Entró una mujer de unos 45 años, se presentó como la auxiliar que había atendido a su madre durante su estancia y le entregó una carta.
Queridos hijos, Alejandro y Rocío:
No me quiero ir de este mundo sin deciros lo mucho que los amo. Entiendo vuestra ausencia durante estos años y también la decisión que tomasteis en traerme aquí, no os preocupeis he sido muy feliz y he estado bien atendida. Rebeca que es la persona que os entrega esta carta ha sido maravillosa conmigo.
Como sabéis vuestro padre murió joven y nos quedamos solos los tres, tuve tres trabajos para poder mantenernos, pero al final estabais todo el día solos al cuidado de la vecina, me perdí vuestra infancia y veros crecer por eso no juzgo donde he terminado mis días.
Si pudiera dar marcha atrás en el tiempo, no hubiéramos tenido tanto económicamente pero sí lo más importante que era estar junto a vosotros mis hijos. No hagáis lo mismo que yo, ya teneis buenas casas y coches dedicaros a esos niños, mis nietos, que tampoco he tenido tiempo de pasar con ellos. ¿Me lo prometéis ? No os veais como yo siendo unos ancianos solos en un residencia.
Os quiere hoy y siempre
Vuestra madre.
Rebeca les contó que le hablaba mucho de ellos, también le explico como guardo sin utilizar todos los botes de colonia que recibía por su cumpleaños y en navidades, los guardaba porque decía que era una manera de tenerlos cerca.
Los hermanos no eran capaz de articular palabra, ninguno se podía hacer cargo de cuidarla aunque su madre se encontraba perfectamente de salud y por no discutir tomaron esta decisión, no sabían nada de todo esto.
Alejandro balbuceando y con los ojos vidrioso preguntó a Rebeca:
-¿Que hizo su ultimo dia ?
-Estuvimos dando un paseo por el jardín hacia buen dia y al acostarse para irse a dormir me pidió que le diera un abrazo y besos por cada uno de vosotros, es como si me lo dieran ellos- me dijo- a la mañana siguiente no despertó.
Recogieron las pocas pertenencias de su madre en la habitación, vieron la estantería con todos esos botes, organizados y etiquetados con sus nombres y la fecha en que se la habían regalado. Se despidieron de la auxiliar agradeciendole todo lo que había hecho por su madre.
Mientras iban de vuelta, se prometieron verse y hablarse más, no lo hacían apenas. Cada uno se fue a su casa mirando a su alrededor y disfrutaron momentos y risas con sus hijos y parejas.
Al final entendieron que el ultimo dia de vida, puede ser cualquiera y hay que disfrutarlos y vivirlos al máximo junto a tus seres queridos por si pudiera ser el último .

NEUS SINTES

Selena, albergaba en su interior el anhelo de que cada día que transcurría era un día menos de su existencia sobre la faz de la Tierra. Nada la ataba en la vida. Más que una soledad y una tristeza, que hacía que sus días fueran los últimos.
Habían transcurrido dos años de agonía constante tras la trágica muerte de su novio, en un accidente de moto. Mientras en su vientre llevaba al hijo de ambos. Su mundo se había derrumbado, sin saber que más adelante, la vida le daría otro golpe, mucho más duro; la muerte de su hijo, que nació sin vida.
Muerta en vida, deambulaba por las calles desiertas, sin rumbo. Se la veía andar con la mirada vacía y sin ganas de vivir. Hacía tiempo que había dejado este mundo. Su mundo, su vida, eran las dos personas que tanto había amado y que tan pronto se habían ido de su lado, de la forma más trágica. La más dolorosa, la de su hijo.
Vivía desde entonces lejos de la civilización. A las afueras; en las montañas. Las pastillas recetadas por el médico era lo único que la mantenían con vida, ya que prácticamente la tenían sedada y medio adormecida durante todo el día. Las noches eran un tormento constante, las pesadillas venían a visitarla, arrastrándola a una agonía constante.
Esa noche, presenciaba que iba a ser distinta. El viento aullaba, como lobo enfurecido, mientras se podían oír estruendosamente a los relámpagos tronar. A Selena no le importaba. Agradecía el ruido propio de la tormenta, a tener que estar bajo los efectos del silencio de la noche. Su mayor tormento.
Esa noche comprendió que sería su última noche. No le temía a la muerte; es más, la deseaba. La había ansiado desde el fallecimiento de su novio y el de su hijo, que fue la gota que colmó el agua. Había seguido luchando, en vano. Sin ganas por vivir. Ansiando el momento adecuado. Esa noche, era una señal, que junto con la gran tormenta que estaba acechando, la instaba a seguir adelante.
Selena quería vivir, pero no esta vida. Ya estaba cansada, muy cansada. No más sufrimientos, no más llantos por no poder estar con los suyos. Decidida salió en busca de su felicidad, anhelando el poder estar con los que había perdido por el camino de la vida en la Tierra. Deseando con todas sus fuerzas, llegar a ellos. Reunirse con ellos, de nuevo. Ser la familia que en la Tierra no pudieron ser. Echó por la cadena del váter todos los medicamentos que de día la mantenían incapacitada y alisándose el pelo con ambas manos, sin mirar atrás, abrió la puerta, recibiendo una oleada de viento y lluvia que fue arrastrándola cerca del acantilado.
Con apenas su blusón blanco de dormir y un frío invernal, quería despedirse cuanto antes mejor de esta vida que tan mal la había tratado. Se hallaba en el borde el acantilado, su lacia melena le cubría el rostro. De espaldas al acantilado, le ofreció la espalda a la vida, para caer en manos de la muerte. A sabiendas, que allí sí podría reencontrarse con los suyos.

BEA ARTEENCUERO

Estamos en el universo
Desde los principios del tiempo
Somos instantes
Navegando por las estrellas
Alquimistas, buscando
La perfección del yo interno
Para alcanzar el legado eterno
La materia es tan solo la cubierta
De las emociones y sentimientos
Mi espíritu se esparce
Libremente , surcando el espacio
Estoy en el sol y en el viento
En el mar y en el cielo
Soy fuego y agua
Me encuentras
En el perfume de una flor
En el canto de un pájaro
En el beso que te doy
De todas las formas
Que albergo dentro de mi corazón
De otra vida llegue para ser mundo
Tal vez, me esparció
El viento de los limites
Entre lo real y lo efímero.
No tengo principio, ni fin
Soy vida en el universo
Porque estoy en todos
Los instantes, desde
EL PRINCIPIO DE LOS TIEMPOS…..

DANIELA D HR

No voy a sobrevivir
No viviré más
Quiero descansar
No quiero ver sombras, figuras y colores
Silencio y más silencio, hice mucha bulla.
¿A dónde iré?
Quiero volver a un recuerdo feliz pero ninguno se me ocurre
Estoy vieja y estoy muerta
Soy una hoja tirada y gris
Soy un espejo, tu espejo
Me puedes ver?
Tengo algunos momentos
En donde la luna estuvo
Miraba y miraba y me veía en ella
Desapareció pronto
¿A dónde fuiste?
No sé por donde buscar
¿Me recuerdas aún?
¿Así sea solo un segundo?
Sería mi recuerdo más feliz
verme en tu espejo reflejada
Es mi último día de vida.
Nada ha cambiado.

BELÉN AMARILLA

Y entonces un día te das cuenta
que él ya no está.
Y mis ojos lo dicen todo ,ellos no silencian nada.
Y sus besos no consuelan este corazón atormentado.
Y sus palabras de amor no resuenan en mis oidos.
Y sus manos no acarician mi cuerpo.
Y yo le grito al mundo que este adiós requiere coraje porque quien regala ausencias no merece mi presencia.
Mi última mirada es para él, aunque no lo merezca.
Mi último clamor alivia este sentimiento inmisericorde que me empuja al vacío.
El sinsentido de mi vida ya no anhela otro amanecer.
No habrá sonrisas ni besos a escondidas,ni paseos bajo la luna de abril.
Mi luz se transforma en tiniebla.
El silencio enloquece mi perturbada mente ,mientras el ocaso apaga la luz del desconsuelo.
Y…dejaré una huella terrenal en el recuerdo de mis seres queridos porque amé hasta el infinito mas sufrí tanto que el último día de mi vida será bálsamo purificador para mi alma.
Belén Amarilla
( Locura de amor llevada a la tragedia existencial)

LAURA TSUYOKI

Cada día pienso en tu voz, en tus ojos, en tu nombre. En cómo me dolió el pinchazo de la enfermera para ponerme la vía. En el tacto de los vaqueros cuando los guardé en la taquilla del hospital.
Recuerdo el frío de la silla de ruedas, el gotero interminable, los fluorescentes que parpadeaban en el techo. Nunca podré olvidar el frío del quirófano, al médico diciendo, a través de la mascarilla:
—¿Cómo te llamas?
Y yo cerré los ojos. Y, cuando los volví a abrir, ya no estabas.
Creía que aquel, sin duda, sería tu último día de vida. Pero veo que me equivoqué.

TESS LORENTE

Ya me he despedido de todas las personas a las que quiero. He abrazado a mis mascotas y recibido sus lametazos amorosos. Mi esposo y mis hijos saben que han sido lo más grande de mi mundo. Les he entregado todos los “Te quiero” que me quedaban. Me puedo ir en paz.
Ahora que faltan apenas unos minutos para que mi última exhalación abandone mi pecho, siento que debo decirte algo, Vida.
Gracias por insuflarme tu aliento, hace ya tanto tiempo. Desde el día en que nací, tus enseñanzas me han ido modelando en la persona que hoy soy.
Has llenado mi mochila de recuerdos entrañables. Has conseguido que te comparta con personas maravillosas que me han regalado su amor a diario. Has llenado de amaneces mi mirada y de magníficos atardeceres mi alma.
Ha habido momentos en que me has golpeado tan fuerte que abría querido perderte, pero ahora sé que lo hacías para que valorara mucho más todo lo que tenía.
He sido muy feliz disfrutándote como si intuyera que este día estaba por venir.
No me arrepiento de haberte celebrado, compartido e invertido en lo que soy y en lo que siento.
Querida Vida, te estoy muy agradecida por todo lo que me has dado. Tanto que me da mucha pena que tenga que dejarte. Me habría gustado poder disfrutarte un poquito más.
Te entregué a mis hijos para seguir teniéndote a través de ellos, en su recuerdo.
Por favor, cuídalos y se generosa.
Gracias Vida por dármelo todo.
Lamento despedirme de ti.
Me entrego al sueño eterno.

LUISA TABORDA

ALZHEIMER
(Acróstico para mi madre)
Anuncian las hojas marchitas que el otoño ya esta aquí,
Luciendo sus colores ocres, pavoneándose de mí.
Zas; como golpe tras la puerta sus recuerdos desaparecen,
Hablando de su pasado, sin reminiscencias de su presente.
Errante va, y con su mente en blanco está.
Inocente de su avanzada enfermedad.
Mustia su memoria, lozano su corazón.
Esperanza languideces con el paso del tiempo.
Rendida y abatida me siento es como el ultimo día de vida.
Sin embargo, tu risueña, me preguntas ¿Quién eres?
Con llanto discreto acaricio tu pelo y besando dulcemente tu mejilla,
te contesto,- Mamá, soy tu hija. ¡No me olvides por favor!.

CONCE JARA

¡Por fin… la puerta! Esto se acabó, última vez que os hago sufrir a vosotros y los hermanos. Me da igual todo, ni un día más, de regañinas, de castigos, gritos… A ver dos cajas de las de dormir, más el blíster del Valium de mamá… ¡aquí está! con el Deprax… con el Primperan que he tomado no vomito ni de coña, pero con la facilidad que tengo… ¿Dónde está el mortero? ¡Jo! ¡Que duras son para aplastarlas! No tengo fuerza. Tengo que ablandarlas, ¡ah, claro! Con alcohol… hay… vozka, ginebra, Chivas 12 años… y sin abrir, ¡pues esta es la ocasión! Que mareo, dos días en la cama ¿qué quieres? sin comer nada… Ya se pasó. A ver…, un buen chorro y en remojo. Ahora parece que va cogiendo el líquido, así, poco a poco… ¡ostras! ¿y un poco de azúcar?, me ayudará a machacarlas. Pues sí, ya está, ahora más whisky… Y un brindis: por vosotros querida familia, brindo por lo mala hija que fui… aggg ¡está asqueroso! Venga tía, ¡joder!, termínalo que no vas a vomitar… ¡ufff, malísimo!… suficiente. ¡Bah! aquí se queda todo, ya lo encontrarán. No hay papel higiénico… las toallitas… ya está. Ahora a esperar y que no vomite por favor, que no vomite… por fin… ya lo siento… me voy yendo… poco a poco… que relax…
¿QUÉ… QUÉ? MARTA, SI… ¡MARTA, 17 AÑOS! Pero qué… ¿otra vez? Esta mujer está sorda. ¿Qué hace con esa ropa de colores en mi cama? NO SE LO QUE HE TOMADO… Chivas de 12 años, Primperan… ¡joder no! ¿eso es vómito? NOOO! Y ahora qué… me elevo, que mareo, paso de ti imbécil, estoy colocada, no siento la lengua, no puedo hablar. NOO, por favor, OTRA VEZ NOO. Ahí está el imbécil del médico, he vomitado… ¡toma! en la escalera… ya estás aquí el cotilla, no te voy a decir nada, no ves que me mareo. Sois todos idiotas… no hace frío, llevo una manta, ¡que coñazo de camilla! Si… ¿otra vez? MARTA, 17 AÑOS. No puedo hablar, se me cierran los ojos, quiero dormir… Me han pinchado en el brazo, no siento nada, como en el hospital para la anorexia… ¡Déjame dormir!
Mi cabeza… cuanta luz… ¿estoy en el cielo?… NO POR FAVOR, ESTOY VIVA ¡joder! Menudo lío, se va a enterar todo el pueblo, el instituto, los padres, mis amigas del hospital, la psicóloga… dirán que soy tonta o desagradecida, que lo tengo todo, que no le haga esto a mi familia, ¡a la mierda! Pero… ¿qué me pasa?… suena algo en la garganta, parece un tubo y va a la derecha. No puedo ver lo que hay, no puedo girar la cabeza, no puedo mover los dedos, los brazos, ni las piernas, la boca… no estoy atada… Dios ¡NO ME PUEDO MOVER!… ¡Tranquila… piensa! Son las pastillas, estoy bajo su efecto todavía. Voy a esperar. Es eso seguro. Veo bien: lámparas, la silla, un sofá, veo a través de la ventana… está nevando fuera… ¡vaya, como nieva! Ese tejado está hasta arriba de nieve… Oigo bien: voces en el pasillo, chirrían unas ruedas, golpes en el techo.
El médico, ¡bien!, a ver si se dan cuenta. Médico… ¡por favorrrr!, quita esa luz. ¡No te puedo contestar rico!… ya puedes decir misa, no puedo hablar. ¿Y ese pedazo de aguja? Pero que animal, me ha pinchado en la mano. Serás…, no se da cuenta de que sigo bajo los efectos de la pastilla. Otro pinchazo, en los pies, pues nada, me va a agujerear entera. ¿Qué pestañee si le oigo? Pues ya está, ya he pestañeado, pero dime algo… ¡Lo que faltaba! Papá y mamá. Vaya berrinche que traes hija… que sí, que estoy harta de vosotros y de vuestros médicos, psiquiatras, psicólogos, internamientos, y de que tengo que comer… si, aquí sigo para destrozaros la vida madre. Bueno al menos nos deja el de la bata solos.
¿Qué dices papá? ¡Eso es imposible… yo no me voy a quedar así! Y deja de rascarte la barba, que me da una grima… daño cerebral… respiración asistida… pérdida total de la movilidad… del habla… Ahora la otra… si mama, que sí. Venga y ahora a discutir entre vosotros…. ¡PUES ME PODÍA HABER QUEDADO SORDA, JODER! ¿Para escucharos, voy a tener que vivir?
¡Anda! Se apagaron las luces… por fin se han callado… ¿Por qué me miráis así? Lo veo, ya os he oído, no hay luz. ¿Qué hacéis ahí atrás? Papá… no sabe arreglar ¿el qué? Mama la gente corre, todo el mundo corre… ¿papá? ¿dónde vas? Mamá, ¿qué pasa?, no grites. No va la batería del soporte vital… ¿qué es eso? No pasa nada. No grites por favor. Ahora vendrán. Mamá tengo sueño… ¿y papá?… mamá, está oscuro… me duermo… pero si cierro los ojos veo una luz… mamá, puedo andar, voy andando hacia… voy a seguir.

EMILIANO HEREDIA JURADO

El último día de mi vida (no, el último mohicano, no)
!PLAF!
La verdad es que no me puedo quejar de la vida que he tenido.
Vulgar tal vez.
Nací, crecí y creo que, me da el palpito que hoy la palmo.
No sabría explicar la razón, pero mi madre siempre me decía que cuando nos llega la hora de irnos al huerto de los callados, lo sabemos.
Llámese intuición, o que mi madre era una ceniza de tomo y lomo.
Pero llevo unos días con una amenaza sobre mi cabeza, una sombra obscura que me persigue, de la cual no me puedo librar, es como una tirita pegada a la costra purulenta del rozón en la rodilla de un niño cuando cae al suelo, jugando al futbol, y su madre le echa mercromina y su amiguita Maripili, la del tercero derecha, la de las trencitas, se ríe ante la desgracia y, que culpa tiene el, que el cabrón de Manolito (me gusta jugar con mi amigo Manolito, me gusta jugar con mi amigo Joselito…me gusta jugar con mi amigo Lolo, me gusta jugar con mi amigo Sebastián) sea un guarro jugando al futbol, y lo más redondo que haya visto sea una onza de chocolate.
Pues eso, a donde cojones voy yo, si me voy a morir ya de ya. Es como un análisis de próstata, intentas evitar el momento, pero aunque te ocultes más que las cuentas del emérito en Suiza, no te libras.
¿tengo ropa interior limpia?
Porque esa es otra, que vergüenza que tuviera la ropa interior, lavada con Ariel, que lava mejor que otros y mira que he buscado, he comparado, y como no he encontrado nada mejor, lo he comprado, y se note el frenazo en la parte de atrás y la mancha de nicotina por adelante, aunque no fume, tomo nicoret para dejar de fumar.
¡qué recuerdos!, cuando vi en aquel rincón, aquella mosquita muerta, y descubrí que las niñas no tienten pilila, y al suelo me caí, cuando descubrí que las niñas pues eso, no tienen pilila, mi querida Juanita Banana, la la la la, que en paz descanse, murió de un fuerte golpe, aunque la muy capulla, me quisiera endosar un tropel de cientos de críos, y mira que yo le decía que no, que yo no me llamo Javier, y ella detrás de mí, para que le pasara la pensión vitalicia.
Por lo menos me voy a librar de los capullos de mis cuñados, que son como los mosquitos, que pican pican con disimulo, unos pican con gran disimulo, unos en la cara y otros en el cu…cuando recuerdo el verano en el que coincidimos la familia en un hotelito con buena comida, que parecíamos la Gran familia, la película aquella, y tuve la fortuna de salir vivo de aquel lugar que resultó ser un antro de los que salen en pesadilla en la cocina, con más mierda que las vendas de una momia de esas que salen en los documentales para dormir.
A ver, que hago yo ahora.
Estoy con la misma incertidumbre que un periodista en una rueda de prensa de Fernando Simón, no sé por dónde va a venir, ni como me va a llegar.
¡hombre!, aunque lo tenga más prohibido que el móvil en un instituto de adolescentes con las hormonas más alteradas que los manifestantes de una manifa de negacionistas, me voy a lanzar a por ese pedazo de Torrezno de Soria, el auténtico, el mejor, el más grasiento, que le den por el culo al colesterol, que de algo hay que morirse, total, es hoy.
-¡Ahhhhhhhhhh!, ¡la sombraaaaaa!,
¡plaf!
-Jo…jo….der, que putada esto de ser mosca.
Fin

GINO ALBERTI TARANTINO

El primer día
Ya llevo muchos años acompañado por esta enfermedad. Bastantes batallas hemos librado, pero he de reconocer que este digno rival va a vencerme. Quiero agradecerle haberme dejado tiempo para despedirme de mis seres más queridos y pedirle que sea más benévolo con otros rivales.
No ha sido tanto el tiempo que hemos estado batallando como lo largo que se ha hecho. Pero no por ello debéis entristeceros, a lo largo de nuestra vida peleamos con rivales diferentes, algunos más fuertes que otros, y aunque hayan sido muchas más las victorias que las derrotas, tarde o temprano llega la derrota definitiva. Es por ello que debemos aprender a perder cuanto antes, porque un día perderemos si o si.
Es por ello que, momento antes de que llegue ese instante, que ya se cuenta por horas, quisiera decirles que el último día no es tan importante como lo fue el primero.
Si, el primer día fue ese momento mágico que nos conocimos. Hijos, amigos, parejas, padres… ese momento fue el comienzo de un gran viaje, durante el cual nos hemos acompañado cariñosamente.
Y es toda esa cantidad de tiempo que debe recordarse desde el último día hasta siempre, pues un día no vale más que el resto del tiempo.
Si, lo sé, estas pueden ser las ideas locas de un viejo agotado. Y que estas palabras no podrán rellenar esa silla que ahora parece más sola y fría que antes. Y que tampoco habrá nada que pueda llenar ese vacío que comienza con una presión en el pecho.
Siempre estuve del otro lado, por tanto, mis palabras no son en vano. Quiero deciros que, cuando una lágrima asome, cuando ese vacío se presencie y esa presión se disipe, sonriáis por esos buenos momentos que compartimos, pues eso nunca nadie podrá quitároslo.
De esta manera, mi corazón siempre brillará con vuestra sonrisa, como el primer día que nos conocimos.
Espero que cuando leíais esta carta, no lamentéis no haber estado para un último abrazo. Pues yo, ya os lo he dado.

BEATRIZ ÁNGEL

Hay días en los que nada es suficiente y segundos fugaces que se quedan para siempre.
Personas que creí que no me dejarían y se fueron y otras que simplemente aparecieron.
Lugares que esperaba visitar y me decepcionaron y otros a los que fuí a rastras y me enamoraron.
Besos que deseaba dar y me supieron amargos y otros que me robaron y aún estoy saboreando.
Mentiras que fueron demasiadas pero no tantas como las que yo misma me contaba.
Promesas que hice y no cumplí y promesas que me hice para tener una razón por la que ir.
Amores que estaba segura que envejecerian conmigo y amores que dejé ir y siguen estando vivos.
Atardeceres que me perdí por cuidar de otros que no se lo merecían y atardeceres que me regaló el destino al lado de alguien que no pensé que estaría.
Noches que quise irme con lo puesto y me quedé solo por estar y noches en las que me fui y me debí quedar.
Pieles con las que quise taparme y acabé pasando frío y pieles que me taparon y me enseñaron que significaba sentirse querido.
Sudor que derramé por un esfuerzo que no me llevó a nada y sudor que me secaron de la frente mientras me ayudaban.
Miradas que creí que eran sinceras y miradas que encontré al fondo de una habitación repleta.
Abrazos que di por complacer sin ganas y abrazos de esos que hasta el corazón se para.
Preguntas que no tenían respuesta y la busqué sin descanso y respuestas que me hicieron pregúntarme cosas que no habría imaginado.
Lágrimas que nunca supe que había regalado y sonrisas que me hicieron ver las cosas de otro lado.
Una vida repleta de maravillosos fracasos, de lecciones de un libro que todavía no ha acabado.

CRIS GARCÍA

Querido diario, hoy es 18 de septiembre y por fin puedo decir que ha llegado el día.
Después de tanto tiempo, aún no me lo creo.
Esta es la última página que te escribo y aunque he de reconocer que siento algo de nostalgia al despedirme de ti, estoy innegablemente feliz.
Sin más, voy a contarte, lo que vengo haciendo cada mañana desde hace tantos años, cómo me siento y cómo he organizado mi día.
Mi último día.
Estoy nerviosa, pero son nervios de esos de emoción. Ya sabes, la emoción que se siente ante un acontecimiento importante.
Así deben sentirse dos novios en el día de su boda,
una madre primeriza dando a luz a su bebé,
o una expedición de alpinistas coronando una de las montañas más altas del mundo por primera vez.
Así me sentí yo, dando mi primer concierto.
Exacto, así es. Me siento igual de exaltada, afortunada e inmensamente feliz que el día de mi primer concierto. Igual de ansiosa porque todo salga bien.
Se cierra un ciclo, querido diario. Qué conmovedor.
¡Me encanta!
Después de largos meses dándole vueltas, ya sé cómo lo haré. Perdón por no haberte contado nada antes, quería tenerlo todo minuciosamente preparado y bajo control, para no dejar ningún cabo suelto que pudieras corregirme.
¡Ya sabes lo perfeccionista que soy!
Espero que te impacte mi propuesta tanto como a mí. Sea como sea, ya está decidido.
Hoy es mi último día.
A las 20:00h me recogerá Rayan, mi chófer, para llevarme al Hotel Ritz Luxury. Ya tengo reservada la Suite Real.
Imagíname por favor, rodeada de alfombras de terciopelo, muebles de diseño, espejos y lámparas de cristal. ¡Será el lugar perfecto!
A las 22:00 es el concierto, el cierre del TOUR, el festival que miles de personas llevan esperando casi tanto como yo.
Voy a dar todo de mí. Lo juro. Voy a vaciarme en cada canción. Voy a entregarme en cada movimiento. Voy a cantar tan desde a dentro que dejaré que mi alma se desgarre con mi voz, salga de mí, y se quede deambulando encima de ese escenario,
para siempre.
De mi cuerpo me ocuparé más tarde, al regresar al hotel.
Me pintaré los labios, me fumaré un último cigarro y tomaré una elevada cantidad de barbitúricos, mucho más de los necesarios, acompañados de una copa de vino, o dos.
Y así, escuchando mi primera canción ‘See you soon’, esperaré, tranquila, hasta marcharme.
Ya estoy viendo los periódicos: “una de las mejores voces femeninas de la historia del rock se quita la vida en el Ritz Luxury de Londres tras dar uno de sus mejores conciertos”. “Reúne a más de 75000 fans en el Templey Stadium y horas después aparece sin vida”
¡Madre mía!, se me ponen los pelos de punta solo de pensarlo ¡estoy atacada!, qué pena no estar aquí para ver la que voy a liar.
He dejado preparada una carta de despedida para todos mis fans, autorizada para ser publicada en los medios, obvio. También un disco inédito en el que llevo meses trabajando, con nuevos temas. Temas no, TEMAZOS. Llegará a lo más alto, lo sé. Su salida al mercado está programada para dentro de 2 días.
¿Sorprendido?
¡Te dije que lo tenía tutto controllato! Y no tengo ninguna duda.
Mi plan saldrá perfecto.
Posdata: la manera de morir dice mucho de una persona. Es su último mensaje, una rúbrica elocuente de su vida y yo, tenía que hacerlo por todo lo alto, no podía ser de otro modo.
Espero que estés orgulloso de mí, querido diario.
Te echaré de menos.

FÉLIX LONDOÑO G

Sería fusilado al alba del viernes de esa semana que apenas iniciaba. Como era costumbre, ese lunes le anunciaron que se le concedería un último deseo. Pidió hablar en privado con el cocinero encargado del condumio. Inclinado a la entomofagia, deseaba un menú especial para esas pocas horas que le quedaban de vida. El guarda a cargo de entregarle la pitanza a los presos no envidió para nada ninguno de los platos que le enviaron al condenado al paredón.
Al alboreo del jueves, al iniciar la cuenta regresiva del último día con vida del preso de la celda de la muerte, al guarda le sorprendió que el cocinero le enviase al convicto un ramillete de tigridias y una caja que, cubierta con un plástico, se veía llena de esos insectos que llaman efímeras. Mientras el guarda imaginaba amoríos infundados, el penado degustaba sus últimas horas al compás de la corta vitalidad que la naturaleza le deparaba a sus huéspedes.
El viernes al amanecer cuando fueron a buscarlo para fusilarlo lo encontraron ya muerto. A su alrededor estaban los cuerpos sin vida de las efímeras cubiertos con pétalos de las flores de un día. En un rincón de la celda hallaron amontonadas unas cuantas decenas de cabezas refulgentes de escarabajos afrodisiacos.

MARCELA MIGUELES

¿Quién?
Otra vez ese ruido, sin ton ni sones conocidos. Hace, exactamente, diez días que repica tímidamente sobre los vidrios, casi imperceptible, no podría describirlo; pareciera no esperar respuesta, aunque confieso que me inquieta su misterio. A veces se disfraza de viento distraído, agitando las hojas del helecho, que nervioso se apretuja contra el descascarado marco de madera. No tiene horario definido, suele presentarse por las noches, y es uno de los tantísimos ruidos que acompañan la melodía nocturna que me acuna; algunos con licencia, otros, como éste, sin permiso. A estas alturas, lo he sumado a mi rutina. Anoche se vistió de hojarasca asomando su ojo amarillento por detrás de la cortina, debo reconocer que me estremece, no es temor, es desazón lo que me embarga, me apena no conocer la identidad del invitado. ¿Será un qué o un quién, el que golpea con extrema sutileza a mi ventana?
No estoy acostumbraba a las visitas, desde hace años, casi un lustro, la casa luce piadosamente ordenada, con el orden deshumanizado de las ausencias y el polvo acumulado del olvido. Estos espacios respiraron amor en demasía, fueron otros los tiempos habitados; Natalina decidió nuestra convivencia cuando apenas asomábamos a los veinte y permanecimos juntas hasta los setenta y cinco años. Natalina era movimiento, centenares de alas dando vueltas, ella decía con el cuerpo lo que yo significaba con la pluma; las dos, nos encontrábamos en el vuelo, o en alguna que otra nube imaginada. Ella desenvolvía mundos de colores con los pies, mientras mi loca fantasía los envolvía con palabras sobre las hojas del cuaderno azul que reposa, obligado, en el cajón de la cómoda. Nos complacía la lectura en espacios compartidos aunque no acordábamos en gustos literarios; así lo confirman, las dos empinadas columnas de libros que se han mantenido, haciendo pininos, en el extremo izquierdo de la biblioteca. Con los discos no pasaba igual, amábamos las mismas canciones; la música nos abrazaba siempre, y nosotras, a ella, sin prejuicios. Todavía conservo el poema que escribí aquel domingo de marzo, fruto de una de mis tantas noches de insomnio, lo plegue en cuatro, y lo guardé entre ambas pilas como símbolo de nuestra hermandad. Improvisábamos escenarios para recitarlo…“Hay una luna… La miro extasiada… me mira enamorada” En una arrebatada puesta de ademanes delirantes, abríamos la ventana para susurrárselo a la noche. Bendita locura, la tuya y la mía, querida hermana…
Cultivar helechos, era uno de los pasatiempos de Natalina, solía comparar nuestra galería con un salón de belleza. Auténticamente natural – decía – macetas con cabezas de exóticas pelucas verdes. Sobrevivió, uno de ellos, en el alféizar de la ventana del dormitorio, el de melena rizada, el único que escapó a mi desdén jardinero; las demás macetas se han ido desgranando, a la par de mi memoria.
Otra vez ese ruido, por momentos no sé si interrumpe el descanso de mis párpados entreabiertos o estoy dormida y es parte de este recorrido melancólico. Últimamente elijo las noches a los días, se ha hecho amigo este sonido en mi ventana; me seduce el enigma que lo puebla, hasta puedo decir, que anhelo su visita en mis vigilias. Me enamoran sus fantasmas. Fue un viernes cuando lo escuché por primera vez, hoy es domingo, y esta vez, tuve el reparo de desocultar la noche corriendo las cortinas a ambos extremos del barral. Se amontonan las sombras sobre la blancura de las paredes generando figuras engañosas. Entiendo que tengo que despejar la sábana de mi cara para reconocer el origen de este ruido, entonces, la doblo por debajo de las axilas y persisto escudriñando cualquier rareza que se mueva ahí afuera. La noche se denuncia apacible, a diferencia de las confusas sensaciones que me enredan. Las cortinas están corridas, la sábana apartada, mi cara al descubierto ¿Qué forma guardará lo que golpea? ¿Qué intención lo traerá hasta mi casa? Quizás sea sólo la insolencia de una rama perturbando mis insomnios, quizás sea… Despliego mi pequeña humanidad al abrigo de mi largo camisón florecido, me bajo de la cama; mejor espero frente al ventanal. Si fuera corpóreo ese ser que me visita, deberé agradecerle, al fin de cuenta han regresado mis recuerdos y la intriga ha alimentado diez días de vida. Está muy oscuro, sólo percibo los dedos de mis pies por el frío helado del mosaico.
Entonces la veo, no la sentí llegar, tal vez estuvo siempre ahí, observando mi nerviosa ceremonia. Exhibe sin pudor su redondez de plata en la anchura total del marco de madera. Resplandece la habitación, mis pies destellan por debajo del ruedo del camisón. Me baña con su claridad. Luce graciosa con un peluquín rizado de helechos en su calva y un retazo de hojarasca amarillenta de sombrero. Si la vieras, Natalina… en este preciso momento, golpealos vidrios empañados de la ventana. La miro y aplasta su carota iluminada, es la luna de nuestro poema
No puedo dejarla entrar Es de azúcar y de plata la luna que veo por la ventana Se llenaría mi cuarto de abejas y de peces No hay flores ni mares en mi cuarto Morirían las abejas Morirían los peces Insolencia mía no abrirle a la luna que golpea en la ventana No hay flores No hay mares Me acobarda dejar entrar una luna de azúcar y plata No habrá abejas ni habrá peces No habrá luna de este lado de mi ventana”
Comprendí que no quería pasar, ha venido a buscarme. Abriré y me iré con ella, nos reencontraremos en el vuelo, Natalina, y recitaremos divertidas su poema, sentadas en alguna nube.

GAIA ORBE

son cinco minutos
alas de libélula
cuerpo ceniciento
no como ni duermo
durante la noche
enjambre de machos
invade el espacio
y vuelvo a volar
son cinco minutos
mi última muda
secando mis alas
escojo pareja
nupcialidad efímera
fugaz sentimiento
apareo en vuelo
muere mi elegido
son cinco minutos
minutos valientes
perfecta belleza
libero a mis crías
inmolo en la muerte
continuar la especie
cuerpo transparente
mi etapa final

CURRO BLANCO

«Mi último día de vida fue ayer».
Insistía yo en exprimir la vida en demasía.
Compraba todos los Spot publicitarios que garantizaban la felicidad.
Sin mirar a mi alrededor, cerca de mi. me empeñé en buscar la felicidad en los lugares más lejanos posibles.
Un día cualquiera, asomado yo a la ventana del vértigo en mi incansable búsqueda, me encontré frente a frente con «La Descarnada».
Se acercó locuaz y engañosa a mi alma llena de incertidumbres… Supe que era mi último día de vida.
Como un Cinemascope acelerado pero con resoluta nitidez pasó por mis retinas las secuencias de mis días.
Entendí entonces que mi obstinada búsqueda de la felicidad se atropelló por caminos yerros.
En un principio me resistí, pero inferí que, si era mi último día de vida quería que discurriera con la mayor serenidad y dulzura posibles.
Acaeció, que conforme me iba distendiendo, la mirada de La Descarnada que en un comienzo fuera heladora, iba gradualmente endulzándose, ablandándonos tanto los dos que mi postrer día se transformó en mi primer día, con una simbiosis íntima al original uterino y primitivo.
Discerní con óptima transparencia que la felicidad es vecina nuestra, que solo tenemos que educarnos en captar sus gráciles mensajes.
Comprendí, que la medida en la felicidad es vital para que su calidad se conserve.
Hoy, y desde mi «primer día de vida» soy moderadamente muy feliz.

SOLEDAD ROSA

Mírame, por favor. Mírame.
Deja que me recree en ti. Que te acaricie la mejilla y enrede mis dedos en tus rizos para llevarme el trazo. He impregnado tu vida con mi olor y he guardado un poco en ese frasco que tienes a modo de botella en tu habitación.
Prométeme que vivirás. Sí, cariño. Hazme esa promesa. Vivirás cada día de tu vida como si no hubiera un futuro. Espero verte sonreír cada mañana al despertar. Ama. Ama bien. Y quiérete mucho. Yo seré como ese ángel que te guarda. Y por las noches, no te preocupes, brillaré como una estrella que te iluminará tras el cristal.
Me he tatuado el latido de tu corazón que con tanta ansia bombeaba al nacer. He revelado una instantánea con tu sonrisa para observarla tal obra de arte. Me llevo el aroma del café recién hecho por si, allá donde vaya, tenga que madrugar.
No podía faltar “Stand by me”, de John Lennon, para tener como banda sonora nuestra canción favorita. Prométeme que cada vez que suene, la bailaremos al compás. Alzaremos el rostro, cerraremos los ojos, sonreiremos y, juntos, venceremos esa maldita distancia para quedarnos donde siempre hemos estado.
Yo contigo y tú conmigo.

LOLY BÁRCENA HUMANES

No es fácil tener una vida si te llamas “tristeza”, se hace difícil no dejarte llevar por tu nombre, ser arrastrada por el rio de tormenta que los demás crean al escuchar tu nombre.
Piensas que lo mejor seria acabar con la vida para no arruinar mas la de los demás con ese nombre tan contagioso, pero luego sientes que tienes vida.
Una vida con acento en la (t) de terrible con el alma ® «roía» por la (i) idiotez de los (s) simples que creen que es una (t) tortura sin (e) esperanza ,golpeando constantemente tu corazón un (z) zapato que asfixie tu (a) alma.
Pero un día te encuentras a un amigo sentado, solo, en un bar, vaciado por el aforo de la incertidumbre, acariciando las teclas de un smartphone donde manda mensajes de ayuda cual grito de lo sacrificado a lo largo de su vida.
Ves como remueve ese café, en la distancia, ya que la barrera que crea “covid” no te deja darle la mano, decir “ un aquí estoy” , no te agobies tomaremos ese café juntos , no dejare que busques solo esa felicidad ganada por la carencia de buena gente en tu mesa de bar.
Te ayudara a construir ese oasis donde esconderte cuando la mediocridad domina tu día, tus 365 días.
Ayudar a secar esas lagrimas que veo “ aguchear “ tu café que no dejas de remover intentando encontrar en el la ancla que no te lleve a decir Adiós , hasta siempre “tristeza” .
Una galleta, posada en el hueco del plato , dejada, olvidada sin darte cuenta que puede que llene ese hueco dejado por los marchados, los alejados, los ignorantes, los pasajeros del vagón en el que se convirtió tu bici , compañera de andanzas día a día te dice que esta cansada que estés solo en el sillín , que quiere que los pasajeros se queden en el .
No¡¡¡¡¡¡ Soy yo la que te presto a fondo perdido la donación de mí, te ofrezco la atención que otros te niegan por pereza, te doy lo más apreciado el don de escribir la tristeza que forma mi “yo”!!!!!!! Abro la puerta del futuro de mascarilla, de mirada parlante, de gestos mudos de cariño, que dicen me voy la tristeza ya pesa mucho en todos vuestros caminar, me alejo para que podáis retomar la normalidad del beso al amante, del abrazo al amigo, del consuelo al que ya cansado de pedalear solo en la bici decide bajar, coger mi mano , despedir como me merezco . Tu amistad hará que este último día de “tristeza” quede como una neblina que lo empape todo, pero no deje poso en nada.

TOÑI TORO OLMO

Nunca pensamos que será el último día de vida…
Yo la miré y la besé como si fuese la última vez, no sé porqué, pero así fue.
Nació tres días antes de mi cumpleaños que maravilloso regalo, era deseada, y amada antes de venir al mundo.
Llegó sin hacer ruido, en un bonito parto en los que los principales y casi únicos protagonistas eran ELLA y sus padres. Nadie vió o comentó que traía una pequeña malformación, su paladar estaba abierto. Preciosa, pelo castaño, ojos azules como su abuela paterna y piel blanca.
Yo creo que aprendió a sonreír antes que casi a respirar.
Iluminaba su espacio y alrededor, el mirarla daba paz. Mi maestra de meditación siempre me dice: era «un alma vieja» que vino a haceros felices el tiempo que estuvo aquí con nosotros, y desde luego conmigo lo consiguió. Teníamos una complicidad única. Siempre buscaba mi mirada, me tiraba de la ropa para que la cogiese en brazos. Éramos muy felices estando juntas.
Llegó el día de su intervención quirúrgica y a partir de ahí…
El último día.

JUAN JOSÉ SERRANO PICADIZO

«La última hoja»
Volvía obstinado a caminar por mis desaparecidos pasos. Costumbres de antaño que son difíciles de olvidar. Me ofrecía afligido a volver donde comenzó todo.
Escuchaba el susurrar del viento entre los árboles. Con los años había perdido el don de oír las asombrosas voces de la madre naturaleza. Observaba a lo lejos aquella roca en la ladera. Lugar donde permanecías sentada con los primeros rayos de sol.
Retornaban en el tiempo los recuerdos, rescatando todos nuestros momentos. Aquella vez que te conocí contabas pétalos de tu flor favorita, una margarita.
Recogía flores temprano todo los días para dejártelas en la roca. Escondido, disfrutaba viendo cómo sonreías al verlas. Cuando te marchabas dejabas dibujado el número de pétalos que contabas.
Aquel día me atreví a presentarme, muy nervioso y sonrojado.
– ¡Hola! ¿Cómo te llamas?
– Julieta, eres el de las flores, ¿verdad?
– Sí, me llamo Juan, encantado. ¿Por qué cuentas los pétalos?
– Para contar los días.
– ¿Los días de qué?
– De mi muerte.
– ¿¡Cómo!? ¿¡Vas a morir!? No digas tonterías.
– Los médicos me dieron poco tiempo de vida por una enfermedad.
– Pero si te veo muy bien y feliz.
– Ya…, lo siento, me tengo que marchar.
– ¿Volverás mañana?
– Hasta el último día.
Entonces comprendí lo que era la vida. Sobre todo aprendí que era vivir el último día. Cada mañana hacía el mismo camino para sentarme a tu lado. También cogí la costumbre de contar pétalos hasta mi último día.
Un día dejaste de venir a nuestro lugar de encuentro. Solo encontré una flor sin pétalos. Te busqué, pero no sabía dónde vivías. Solo sabía que te llamabas Julieta, que eras alta y delgada, piel rosada, rubia, con unos ojos azul cielo. Derrotado, volví a la roca para seguir contando pétalos hasta mi último día, pero en realidad volvía cada mañana para no olvidarte.
– Muy buena historia. ¿Es tuya la novela?
– No, la escribió mi abuelo.
– Le faltan cuatro hojas ¿Por qué?
– No lo sé, pero.., ¿Por qué has leído el final?
– Por el título: «La última hoja». Pensé que sería lógico. Pero faltan hojas y tiene una flor sin pétalos entre ellas.
– Supongo que la flor será el recuerdo de Julieta, y las hojas que faltan son los últimos días en que murió mi abuelo.
– Fantástico, ya entiendo. Como no tenía flores, arrancó las últimas hojas del cuaderno hasta su último día.

ROCÍO RB

ÚLTIMO DÍA DE VIDA
Como detective privado había recibido tantas amenazas de muerte como casos había resuelto, una más no era nada nuevo en su carrera. No obstante, viniendo de Don Vitorino, el capo de la mafia, al que había fotografiado en actitud algo más que cariñosa con su hombre de confianza, y con ello demostrado a su esposa la infidelidad que sospechaba, empezó a tomarse más en serio la nota recibida: «En 24 horas estarás muerto».
No era hombre miedoso, pero se planteó qué pasaría si fuera cierto, tomando conciencia de su efímera existencia. Decidió entrar en el juego y pasar su día como si fuera el último.
Jones, que así se hace llamar nuestro detective, aun habiendo nacido en Toledo y apellidándose Calatrava, es soltero, sin ninguna relación seria en el horizonte, sin hijos reconocidos y con muy poca vida social. Si muriera, es probable que nadie le echara de menos, y así lo quería él, poder vivir al límite sin ataduras, sin que pudieran extorsionarte con nada ni nadie, todo un solitario.
«Es mi último día, vamos a pasarlo bien», pensó. Y puesto que tiene dinero ahorrado, tira de tarjeta para adquirir un billete de avión a Santo Domingo que parte en apenas tres horas. Mete en la maleta cuatro trapos y se encamina al aeropuerto, aprovechando ese trayecto y la duración del vuelo para ir reservando un hotel y diversas actividades lúdicas. «Si he de morir, que sea con poca ropa», piensa. Con la guardia baja como va, no se percata del siniestro hombre que le sigue.
Su vuelo aterriza a la hora convenida. Se le cruza por la mente que, dado que ha viajado en el sentido inverso a las agujas del reloj, ha ganado tiempo a su ejecución. Parece una tontería pensarlo, pero si la amenaza se la habían hecho en España, las 24 horas se cumplirían dentro del horario español, es una ley no escrita.
Una vez instalado en el hotel y ataviado con una camisa de flores y un colorido bañador como toda indumentaria, sale a divertirse. Enseguida se ve en la fila de una conga, con un margarita en la mano derecha mientras con la izquierda se agarra a las prominentes caderas de una mulata. Tres personas más atrás, con cara de pocos amigos, está el misterioso hombre que le sigue, sin quitarle la vista de encima, maldiciendo la misión encomendada a cada patada al aire para seguir el ritmo.
La tarde transcurre entre cócteles, bailes, flores en el cuello y mujeres y hombres ligeros de ropa. Jones está en el límite, una copa más y pasará de la ebriedad al coma etílico, por lo que se toma un descanso de la bebida y llena la panza en el buffet, donde conoce a Teodoro, un camarero dominicano que le hace ojitos, pasándole el número de su habitación escrito en la servilleta.
Llegada la noche la fiesta se aviva. Todo el mundo se conoce, o no, es lo mismo. Jones está tan borracho que se va a la habitación de Teodoro, donde pretende seguir la juerga, pero de un modo más tranquilo.
A Teodoro le encanta la visita y le hace pasar, beben y se ríen por cualquier tontería que dicen, que son muchas. Con cada copa que se toman, se quitan una prenda, terminando ambos en la cama, desde donde Jones le lanza un zapato al interruptor y apaga las luces.
No han pasado ni cinco minutos cuando un fuerte golpe les sorprende y se encuentran con el matón apuntándoles con un arma. Un fogonazo deslumbra a Jones, que se tira al suelo y rueda bajo la cama. Desde ahí escucha cómo el tipo armado corre y da un portazo al salir de la habitación. De un salto corre en su busca, y le encuentra al teléfono, informando a Don Vitorino que el trabajo está realizado. Se acerca sigiloso por la espalda, le arrebata la pistola que lleva en la cintura y le descerraja un tiro en la nuca.
Con mucha calma coge el teléfono y dice:
—Don Vitorino, ¿qué tal le va con su novio? —Mientras al otro lado se escuchan maldiciones, Jones vuelve a hablar—: Escúcheme usted a mí. Su hombre ha fallado, ha muerto un inocente y me he cabreado mucho. Ahora es a usted a quien le quedan 24 horas de vida. —Tira el teléfono sobre la espalda del sicario y se marcha ultimando su venganza. Quizá no vaya mañana a por Don Vitorino, pero él no lo sabrá. A lo mejor amplía sus inesperadas vacaciones y sigue disfrutando de la vida bajo el sol hasta que llegue su último día.

GABRIELA MOTTA

Falta tan solo un minuto para que hoy se convierta en mañana y debo confesar que me tomó por sorpresa, sabía que estaba enferma, pero no que sería tan grave. Me hubiese gustado vivir más, sin embargo, no es posible planificar estas cosas, aunque uno quiera.
12:00 pm. No puedo más con la ansiedad mi vida cambió, inevitablemente, cuando supe que hoy llegaría y ahora que llegó estoy sola. Pienso en mi amiga Maca recordándome a Gabriela Mistral: «Tengo un día. Si lo sé aprovechar, tengo un tesoro» aún recuerdo mi respuesta: «Amiga un día es toda una vida en miniatura». Qué ilusa, si ahora la tuviera enfrente le diría que es imposible reducir la vida a un día cuándo no se tiene más que uno.
Seco mis lágrimas, solo deseo abrazar a mis hijos, no me lo permite el virus. Pero tengo la certeza de que a eso no renunciaré jamás —me dije— los abrazaré igual uno a uno en mi corazón, lento muy lento, suave muy suave con mucho amor.
Miro las paredes blancas de este hospital, me siento sola, muy sola. No hay nada que pueda hacer, ni nadie a quien pueda llamar. El recuerdo de otro amigo surge en mi memoria y me dejo arrastrar por él. Me transporta a esa noche cuando me confesó que si mañana fuese su último día leería un cuento de Borges. Qué ironía no tengo libros en esta habitación, pero si una memoria privilegiada y en un santiamén me veo cayendo por las escaleras del sótano, encontrándome con ¡el Aleph!
Vuelvo a sonreír, nunca pensé que disfrutaría del sarcasmo, dicen los que saben que el humor y el drama van de la mano. No sé… trato de no reflexionar. Lo único que puedo escuchar es el PiPiPi, del aparato que mide los latidos de mi corazón.
Cierro los ojos, suspiro, imagino por unos minutos que vuelo por el campo libre como el viento, los vuelvo a abrir y veo a «una señora muy blanca, muy más que la nieve fría» ¿Por dónde entró la enfermera? ¡Otra vez! no pude contener el llanto, este recuerdo fue derecho al corazón y sentí como el Pi de la máquina se aceleró, por un momento me vi sentada en una sala de emergencias repitiendo por novena vez el romance del enamorado y la muerte, con el único fin de hacer reír a mi marido que se recuperaba de una cirugía ambulatoria.
Nunca pensé que sería así, yo tratándome de levantar el ánimo a mí mismo, pero por las dudas le dije: «Ay muerte tan rigurosa», déjame terminar en paz este día. Eso no puede ser «una hora tienes de vida» sonreí, qué más podía hacer ahí tumbada en la cama agonizando.
Qué más podía hacer, sino inventarme un final feliz rodeada de mis recuerdos más preciados.
De pronto la calma me invadió, comprendí que todos ellos estaban conmigo, cada uno de mis seres queridos habían estado presente, a su manera, en esta habitación. Incluso a los que no había nombrado, todos.
Agradecí porque en realidad nunca había estado sola. Me relajé y casi sin planearlo observé la máquina que me monitoreaba, fui testigo de cómo el Pi se fue extinguiendo en una delgada línea recta, dejando abierto ante mi conciencia el silencio y la enormidad del Aleph.

ALBERTINA GALIANO

El último día de mi vida ya no quise colocar esas cosas que habían quedado sin arreglar. Hacía tiempo que dejó de importarme.
Supe que se quedarían desparramadas cual canicas que caen al suelo.
El último me hizo recordar sobre todo el primero, en el que todo parecía lleno.
El último hablé con gente, y quise pensar que era normal.
No sé que tiene la enfermedad que todo lo tiñe de: no hay nada más, ya no hay nada más. Todo lo que pasa tiene que ver con esto.
Me sobresalté varias veces, y agarraba el cuello de mi camisón, braceando en la oscuridad; la mirada perdida en un infinito que producía miedo.
Tensa. Fría. Profundamente triste, y sola a pesar de no estarlo. A donde iba, únicamente me acompañaría la soledad.
Y de pronto el pecho se agita, vibra, sube y baja. Y se apaga, como se apaga una vela.
Y algo salió de la habitación. Alguien salió. Salieron miles de horas, minutos y segundos; todos los que habían pasado, y los que quedaban por llegar.
Salí yo también, tal y como había entrado.

LOLY MORENO BARNES

Presentía que sería el ultimo. Mi mente giraba con más prisa que la aguja segundera del reloj. Lo inevitable se acercaba.
La verdad, es que solo tenia que dar marcha atrás al terrible plan para que todo fuese evitable y mi vida continuara. Pero ya había aceptado con resignación mi suerte.
Llegado el día señalado solo restaba despedirme de mis seres queridos.
Ellos, ni remotamente sospechaban todo el miedo que mi cuerpo sentía y me alentaban a disfrutar de mis días.
Primero, me despedí de mis compañeros de trabajo, como si mi próxima ausencia solo se debiera a unas cortas vacaciones.
Luego, preparé el equipaje para el viaje sin retorno , abracé mis hijos y les detalle minuciosamente y con mucha discreción cómo disponer si fuera necesario de mis pertenencias y ahorros.
__ ¡ Mamá! ¡No te preocupes! Quince días pasan volando y en menos que lo pienses ,estás de vuelta.
Embarque en el avión , sin mirar atrás. Cuanto más pronto pasara el mal trago, antes terminaría todo.
Los motores empezaran a rugir en la pista y pronto nos elevamos sobre el aeropuerto, y nos perdimos entre las nubes.
Cerré los puños, dejé de respirar, provocando una apnea esperando el final.
Era tal el terror que provocaba el pánico a volar que estuve a punto de cumplir mi presagio a diez mil metros de altura.
El síndrome del viajero se manifestó en mi cuerpo. Perdí el conocimiento. Me alejé por unos segundos de la vida a consecuencia de una trombosis con principio de embolia y viajé por una dimensión llena de luz y paz.
De vuelta, el llanto me envolvió en un renacer y desapareció el miedo que me había convencido de que ocurriría una tragedia donde moriría amortajada con un avión estrellado.
A veces el miedo convierte en nuestro último día la vida, aunque la fe, es mas poderosa y nos hace renacer.

YOLANDA BARRANCO

Escucho las 13 campanadas
del fin del mundo y me quedo inmóvil,
no respiro.
Me he acordado de la primera vez
que amanecí en la playa,
borracha y con la noche pegada a las ojeras,
bailes y canciones interminables.
Luego recordé otro amanecer muy distinto,
con luces rojas y blancas
encima de mi cabeza,
el suelo devorándome.
Suena una campanada más,
siento el frío que se clava en mi columna y me estremece vértebra a vértebra.
Cierro los ojos y todo mi vello se levanta,
como un rey después de arrodillarse ante el enemigo.
Ya no suena nada,
caigo ante la tierra
que un día fue un hogar para muchos.
Un, dos, tres,
ondas en la arena humeda del hielo.
Ahora la piel parece querer salir de mí,
con cada latido.
El cerebro me expulsa,
como si yo fuera una plaga
de emociones incesantes
que le estaban robando su cosecha
de inteligencia y raciocinio.
– No voy a ir a ninguna parte
-apenas balbuceo- sigo a q u i .
Nadie habla, pero aún así oigo la respuesta.
– No puedes moverte, no tienes oxigeno, tu cuerpo ya no es tu cuerpo.
– Y ¿Quien coño eres tú? – le digo.
– Lo que no eres y serás.
Mis ojos se abrieron de golpe,
me invadió una enorme luz negra y dolorosa.
Estaba absorbiendo mis pensamientos,
cada recuerdo y sensación que recordaba tener,
se esfumaban,
el aire se me entrecortaba tanto
que ya apenas quedaba un hilo de vida en mí cuando pasó.
Tenía 26 años,
y estaba apunto de ser asesinada.

MANUEL ALBÍN EXTREMERA

Un bloque de pisos de cuarenta y ocho vecinos con un ático habitable sólo por un inquilino,ese inquilino soy yo.
Mi vida ha estado vinculado ahí, me crié con mis padres, crecí, perdí la inocencia y ahora sólo, sigo aquí, esperando la llegada de mis hijos, mis nueras y mis nietos.
En mi ático, en el único lugar donde
me siento a gusto, ésta es mi vida, me siento tranquilo , sosegado y esperando que llegue el tren final, desde lo alto veo caer las hojas secas, sin savia y me comparo con ellas, siempre en mi vida he sido activo, pero se está estancando, la savia de mi cuerpo se diluye poco a poco, pero no tengo miedo, cuando llegue la hora me reuniré con mis seres queridos, aunque ni vida la he vivido muy bien.

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23 comentarios en «Último día de vida»

  1. ¡Hoy quiero ser la primera en votar!
    ( aún sin leer todos los relatos, que lo haré)
    Doy mi voto sin ninguna duda al gran trabajo de:

    Gabriela Motta

    Responder

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