Mala suerte

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «mala suerte». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 19 de agosto! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).

POR FAVOR, SOLO VOTOS REALES, SOLO SE GANA EL RECONOCIMIENTO, CUANDO ES REAL.

* Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor) y no han pasado procesos de corrección.

MARI CRUZ ESTEVAN APARICIO

Qué mala suerte la mía. Me dejé en casa el despertador y, mi persona sin su llamada será muy difícil que ha primera hora del alba despierte.
Mi preocupación por el artilugio nombrado alteró mi organismo hasta el punto que mi cabello absorbió una sustancia dañina la cual hizo posible que de repente en tres partes de la cabeza el pelo cayese en una redondez de 50 céntimos de euros.
Al notar mi calvicia, recobre el ánimo y continúe el viaje diciéndome a mi mismo ya encontraría la solución para despabilar a la necesidad del día.
Llegué a la aldea virgen en naturaleza ya que la luz aletrica en ese lugar no se conocía.
Me presenté ante la gente y es puse al público mi dilema. Si a la primera luz del sol no despertarse caería sobre mí ser»La mala suerte»
Un anciano me dijo, métete en la cama y duerme tranquilo, confía en mí
El rebuzno del burro entraba por las rendijas de la ventana de madera al mismo tiempo que la. Claridad de la mañana. Los roznidos del animal me sabieron a dicha. Estaba en pie para comenzar a vivir el día.

BENEDICTO PALACIOS SÁNCHEZ

Cuando Elena, cumplidos los diecisiete años, le dijo a su madre, en el instante en que estaba cepillándose el pelo, que quería ser actriz, dejó el cepillo en la repisa del espejo, la condujo a un sillón, se sentó frente a ella y la preguntó con ironía si de teatro, de cine o de televisión.
—Me da lo mismo.
—Pues no es igual.
Fuera o no fuera lo mismo, poco le importó el juicio de su madre, porque Elena había conseguido la información a través de una escuela en la que se impartían técnicas de dicción, lenguaje o expresión corporal, recreación de personajes y buena comunicación entre otros conocimientos prácticos. Y había ensayado por su cuenta delante del espejo declamando parlamentos completos de grandes dramaturgos, de Ibsen, de Buero Vallejo e incluso los versos de Lope de Vega, que antes había memorizado, y se había gustado. Tenía personalidad y no le asustaban las cámaras. Todo lo contrario pues se creía con cierto poder de seducción.
—Hija, si ese es tu deseo y tienes aptitudes, cuenta con mi apoyo, pero antes tienes que terminar el bachillerato.
No contaba Elena con este condicionamiento y recibió la cláusula con disgusto. Era una alumna aplicada, pero había elegido ciencias y las matemáticas, pese a la claridad con que el profesor se expresaba, eran su tormento. Tendría que negociar con su madre porque aprobarlas en junio era una empresa imposible.
—Acepto tus condiciones, pero ¿qué pasaría si me quedara una asignatura, solo una y sin importancia para mi carrera de actriz?
—¿Qué te iba a pasar? Tendrías que repetir y esperar un año más.
Como su madre no pensaba dar el brazo a torcer, cambió de método. Primero habló con su padre y en la primera ocasión con el profesor.
Su padre le prometió que mediaría con la madre y a Elena le bastaron aquellas palabras. Quedaba el profesor al que explicó que se estaba aplicando muy especialmente con las matemáticas, que lo comprobaría en el próximo examen. Pese a promesas tan sinceras, el profesor dudaba. Y ella se comía las uñas.
Matías, un colega del aula, estaba enamorado de Elena y ella lo sabía, pero el amor no entraba en sus planes de futura actriz. Ahora sin embargo le necesitaba. Quería apoyar la cabeza en un hombro amigo y contarle su desesperación.
—Escápate conmigo a Madrid o a Sevilla— propuso ella.
Matías se guardó la respuesta, se cogió una mano con otra, se tocó luego la barbilla y preguntó si le quería, si estaba enamorada de él.
—Completamente.
No acababa de creerlo, pero aquella confesión sublime le colmaba al completo. Quería ayudarla. Y si no estaba en sus manos lograr que aprobara, sí encontrar cuando menos la justificación del fracaso, una razón. La culpa no era de ella sino de la magia de los números que se habían confabulado en su contra. A Elena se le escapó una lágrima.
—Pero tengo la solución. Guardo en el ordenador todos los exámenes de los últimos años. El profesor repite cada dos o tres cursos las mismas preguntas. ¿Te imaginas por qué me ha puesto un nueve? El último fue el mismo de hace dos cursos. Te pasaré copia de todos.
—Gracias. ¿Y si luego no apruebo?
—Pues mala suerte.

SERGIO SANTIAGO MONREAL

El día que Consuelo y Sergio esperaban con ansia, por fin llegó.
Hacia una mañana espléndida, el calendario marcaba ya el día diecisiete de marzo del año dos mil doce. Al mediodía Consu y Sergio tenían una cita para contraer nupcias en una iglesia de la provincia de Guadalajara, llamada San pedro apóstol. La íntima ceremonia, con una treintena de invitados salió a pedir de boca.
Consuelo y Sergio siempre se habían caracterizado, por ser un poco cenizos y atraer la mala suerte, pero los próximos acontecimientos cambiarían esta tendencia.
Unos meses antes de la esperada boda, Consu se quedó sin trabajo, su empresa quebró y se vieron abocados a un irremediable ere y a cinco largos años de burocracia, papeleo, juicios y un largo etcétera para poder recibir sus trabajadores sus indemnizaciones correspondientes…
Ante éste inesperado acontecimiento Consu y Sergio decidieron anular su viaje de novios, su destino era México. El mismo día que hubiesen llegado un terremoto de 8,3 en la escala ritler desolo el territorio mejicano…
Consu y Sergio no podían creer lo sucedido ya que cuando anularon el viaje estaban desolados.
Al año siguiente dos mil trece, un mes de abril se acabó para siempre la mala suerte de esta peculiar pareja al tener en sus brazos a su primer vástago, convirtiendo la mala suerte en bendición, alegría y auténtica felicidad a sus dos progenitores cuyas mejillas brotaban lágrimas de alegría en aquel mágico momento que duraría eternamente.

NEUS SINTES

En la actualidad, aún existen muchos mitos que por muchos habitantes son creíbles. Podría deciros un montón de ellos, pero os voy a relatar uno en especial. El mito del gato negro.
De ser venerados en el Antiguo Egipto, considerados como dioses, a ser quemados en la hoguera por ser relacionados con la brujería.
El estigma a los gatos de este color se debe a su supuesta relación con la brujería y la mala suerte, ya que se creía que, si un gato negro se cruza en tu camino, algo malo sucedería, por lo que debías esperar a que el gato regresara por el mismo camino para poder cruzar sin problemas.
A pesar de las supersticiones, los gatos negros son unos de los mininos más cariñosos y juguetones por lo que tienden a tener una relación muy estrecha con sus dueños y, cuando se les brinda cariño y amor son muy agradecidos. En resumen, el carácter de los gatos negros es tranquilo, intuitivo, tímido y muy cariñoso.
Las supersticiones siguieron existiendo, ya que se creía que los gatos eran los portadores de ciertas enfermedades. Si uno negro se cruzaba delante de una persona una noche de luna llena quería decir que habría una epidemia. En Italia se afirma que luego de que un felino se acueste en la cama de alguien enfermo, significa que en breve morirá.
Si bien muchas de las ideas en contra de los gatos negros quedaron perdidas en el tiempo, en la cultura popular se sigue teniendo un poco de reticencia a ellos. Por ejemplo, en cuanto a adopciones se trata, son los últimos en ser acogidos de toda la camada.

RAQUEL LÓPEZ

Mi vida siempre estuvo acompañada de mala suerte, me perseguía con saña y lo peor es que siempre me encontraba.
Mi madre siempre fue una mujer de supersticiones y el día que nací yo, un martes y trece de 1890,fue el peor día de su vida, creo que desde entonces me cogió manía..
Siempre me solía decir que yo era gafe, que atraia a la mala suerte por haber nacido en ese día y al final terminé creyendolo.
Un día intentando no pasar por debajo de una escalera que había en la acera, tropecé con el bordillo y caí dislocandome el brazo, la mala suerte hizo que no pudiera ayudar a mi madre en el campo, en las pocas tierras que teníamos.. Y en qué momento de la comida se me ocurriría pedir la sal, se me escurrio el salero y la sal quedó esparcida por el suelo, mi madre presa del pánico me obligó a echarme sal por detrás de los hombros para que mi momento de mala suerte se fuera, pero duró poco porque de repente empezó a diluviar como nunca acabando con toda la cosecha. No sé, pero me creo que mi madre me miraba con cara de mala leche…
Subí a mi habitación un tanto nerviosa por lo ocurrido y tiré los zapatos para tumbarme en la cama con tan mala suerte que uno de ellos fue a dar contra el espejo…. Todavía recuerdo a mi madre decir:¡siete años de mala suerte!..
Con veintidos años me marché de casa, creo que mi madre respiró aliviada al irme, pero a pesar de todo he intentado ser positiva siempre, intentando que eso no fuera un estigma para mí y decidí con los ahorros que me llevé empezar una nueva vida. Me embarque en un transatlántico, confiando en que la buena suerte me acompañaría en ese barco, que por cierto hacía su primer viaje inaugural… Titanic, se llamaba.. ¡Por fin mis días de mala suerte se acabarían……!

SILVANA GALLARDO

¡QUÉ MALA SUERTE!
Todo el tiempo tenía infortunios. Salía de su casa, como siempre impecable, dando ejemplo de estilo y elegancia, para dirigirse a su trabajo. Un día, de tantos de su vida, llovía demasiado, no es muy común que suceda por las mañanas. A los primeros pasos, como si fuera blanco de tiro, caminó cerca de un tremendo charco. Un auto pasa a toda velocidad, dándole tremendo baño, entre agua sucia y lodo. Soltó su portafolios en reacción de reclamo y llevo las manos a su cara con impotencia y enojo, pues no tuvo oportunidad de reclamar ni desquitarse. Lo bueno es que estaba cerca de su casa y regresó a toda prisa a darse una ducha rápida y cambiar de ropa.
Salió de nuevo, ahora evitando pasar por el charco pensado: «un perro no muere dos veces de rabia». Abordó el transporte público que lo llevaría a su destino, sólo estaba desocupado el asiento cercano a la portezuela y antes de que terminara de sentarse y retirar su mano del marco, el conductor cerró, dándole tremendo machucón que le hizo lanzar doloroso gemido, pues con semejante golpe, la uña de su dedo gordo inmediatamente se le puso morado. Al librarse de esa situación gracias a los pasajeros que también viajaban allí, le preguntaron -¿Está bien?-
-Sí, gracias. Resistiré-. Respondió con algo de pena, soportando su intenso dolor.
Avisó al chofer que bajaría en su punto de destino y al buscar su dinero , ¡oh sorpresa! había olvidado su cartera, que dejó sobre una mesita, cuando se metió a bañar en su casa.
-¿Y ahora?-pensó. Tenía mucha vergüenza, pensaba que lo criticarían con la idea de querer viajar gratis.
-Está bien amigo,- le dijo el chofer con amabilidad -baje, hoy por usted, mañana por mí.
-Muchas gracias, prometo que le pagaré-
Había olvidado el percance de su dedo, incluso, ni le dolía. Se dirigió unos cuantos metros hacia la escuela donde trabajaba como Profesor. Al ir a checar su entrada, para iniciar su jornada, su Director se le plantó enfrente y le dijo que había llegado 40 minutos tarde y que por cuestiones del reglamento de la Institución, ya no se le permitiría laborar.
Tuvo que regresar a su casa, con desaliento y avergonzado, no sin antes pasar con un compañero y pedirle prestadas unas monedas para pagar su pasaje de regreso.
-¡Qué mala suerte!, mejor hubiera faltado a trabajar. Pensó para sí.
En su camino de regreso, una persona le hizo la plática: -Hola amigo, cómo va tu día?-
-¡Ni me preguntes! Me fue de la patada.-
En breve lo puso al tanto de su desafortunada suerte.
-¡Caray, si que necesitas una limpia!- le dijo el desconocido, quien le platicó de un chamán buenísimo que le ayudaría con un hechizo para invertir su mala suerte. Le dio una tarjetita con un nombre y una dirección. En ella se leía: ¿LA MALA SUERTE LO PERSIGUE? ¡CAMBIE SU DESTINO Y ATRAIGA LA VENTURA! Sólo marque y haga una cita.
Con esa sensación de fatalidad que siempre lo perseguía, sólo pensó en llegar a casa y llamar por teléfono, tenía curiosidad de saber cómo cambiar su destino, para que ya no padeciera desgracias o malos ratos, con la frecuencia con que le sucedían.
Desafortunadamente no tuvo esa oportunidad, porque resulta que abordó un microbús cuyo conductor había ingerido drogas y todo intoxicado piso el acelerador, tanto, que al pasar por un puente, perdió el control y cayó. No hubo sobrevivientes.

CONSUELO PÉREZ GÓMEZ

La buena y la mala suerte son como muchos otros conceptos inventados, adornos con lo que tranquilizar nuestra conciencia: ¡Qué mala suerte he tenido! ¡A ver si no fue mala suerte!…¡A ver si es que hiciste lo contrario de lo que en el momento fue necesario!
Pasa lo mismo con la buena suerte ¡Qué buena suerte tienes!
Sí, va a ser que los diez años que me he tirado sin ver el sol, clavando los codos, durmiendo tres horas diarias, estudiando hasta las etiquetas del zumosol, han sido los causantes de mi «buena suerte» los que me hicieron aprobar una oposición a la judicatura y no las ‘diezmilmillonesdehoras’ que dediqué a esos p**** legajos…¡Vamos anda!
Hay que descargar culpas y para eso es imprescindible decretar términos que ayuden en el aligeramiento. Ni tu vida la dirige una de esas aseveraciones ni es un cúmulo de actos de buena o mala estrella…las estrellas están para otros cometidos.
¡Qué mala suerte la mía! ¡No querida! que te mancharas tu vestido de satén -a todas luces irrecuperable- no fue mala suerte, fue que ibas ciega aquella noche en la que te enrollaste con el más cretino de la fiesta y la ídem acabó en un acto irresoluble llamado Pepito al que tú quieres llamar «mala suerte». Claro que, luego, por otro lado, viene la «buena suerte» y te arregla el ‘desaguisaó’…tomas por una vez y sin que sirva de precedente, con esa voluntad que se fue de parranda en la primera ocasión de la historia y aparece ahora para que, puesta en acción, deshagas en la medida de lo posible el entuerto o al menos suavices la enmienda. A eso que no es otra cosa que el resultado de tu acción lo llamas «buena suerte».
Este concepto de suerte, tan usado, tan desgastado, no es otra cosa –lo uses como lo uses- que el resultado de una acción=reacción.
Es cierto que hay cosas que se escapan a tu control tales como que te salga un grano en la nariz la víspera de tu boda…pero…tampoco puedes echar la culpa al concepto de suerte mala…¡Es que te comiste un cuarto de kilo de chocolate negro ayer, hija mía! Si no quieres grano, no comas chocolate y deja a la mala suerte en paz…
Luego está lo de los gatos…¡Qué culpa tendrá el gato, sea este del color que sea de cruzarse contigo! ¿¡Pero como el animalito va a influir de modo alguno en tu devenir!?
Todo este asunto me ha llevado a reflexionar sobre el arsenal de «cosas instauradas» en nuestro registro, que nos llevan a dejar de lado lo que realmente importa: no es karma, no es mala suerte ¡Eres tú! Tú, el artífice de lo que pase momentos después de que un gato que va a su bola pase por delante de ti, de que la ingesta fiestorril que te corres con los amigos…del chocolate negro…de tu tía Maripili que te regaló –con toda su mala baba- un perfume ahuyentador…
Creo que tengo buena suerte. Escribo, comparto mis ‘relatoides’ en el grupo de «Escritura Creativa de Editorial Cuatro Hojas» y a veces hasta me dan un like…¿Acaso eso no es buena suerte?
¡Pues tampoco! Es el resultado de juntar –de aquella manera- una palabra tras otra…
¡Buena suerte y que gane el mejor! (o la mejora).

LIDIA FUENTES

《En la mayoría de los casos no es mala
suerte. Es una actitud deshonesta e irresponsable de unos que causa en un u otro momento perjuicio a otros 》.

AGUSTINA BOUCHERIE

Hoy, martes 13 del 2021 se cumplen 13 años de aquel martes 13 de 2008, donde el peor día de mi vida, el día donde la mala suerte dijo presente en cada paso que di, terminó siendo el mejor día de mi vida, el día en el que mi vida comenzó a pintarse de rosa. Pues ahí me deje de las supersticiones.
Aquel martes 13 del 2008 tenía la entrevista laboral que estuve esperando durante mucho tiempo y que creí que nunca llegaría, la noche anterior no pude pegar un ojo, dormí solo 3 horas y las ojeras eran las protagonistas de mi rostro. Debía levantarme a las 6am y el despertador no sonó, pero gracias a dios mi reloj biológico me levantó a las 7am lo que me daba tan solo una hora para poder desayunar, alistarme y llegar. La mala suerte había empezado.
Me puse mi mejor traje, me perfumé y salí, decidí comprarme un café para llevar en la cafetería que se encontraba en la esquina de mi casa de aquel entonces para llegar antes a la oficina y así dar una primera buena impresión.
En la cafetería perdí mucho tiempo, había una cola larguísima. Cuando por fin llegaba mi turno, la joven que tenía delante de mío se da vuelta y choca contra mí derramando todo su café negro en mi camisa blanca. Mientras respondo con un grito de ¡LA PUTA QUE MALA SUERTE! Voltea a mirarme toda la cafetería y la muchacha roja de vergüenza y culpa, se disculpó reiteradas veces mientras, muy nerviosa, intentaba limpiarme con unas servilletas. Me sentí mal, no era su culpa que me haya levantado una hora tarde y que estuviera por perder la mejor entrevista de mi vida. Le dije que no pasaba nada y me fui.
Me acordaba que había una lavandería a la vuelta de casa que lavaban y secaban todo en el momento y decidí ir, aún me quedaba media hora. Cuando entro, no había nadie, solo una señorita lavando remeras, me alegró mucho, iba a poder hacer todo rápido y llegar a tiempo. La señora que atendía me miró y con un rostro entristecido me dice que debía irme porque la única máquina que funcionaba la estaba usando esa jovencita que vi al entrar. ¡NO PUEDE SER QUE MALA SUERTE! Grité mientras me agarraba la cabeza. Mi grito fue tan fuerte que la joven escuchó y se volteó a decirme que enseguida terminaba, en lo que me ve sus ojos se abren como dos platos, se puso roja y se agarraba la cabeza. Sí, era la misma jovencita que me había tirado el café hacía 15 minutos atrás. No podía creer todo lo que me estaba sucediendo justo ese día tan importante para mí, cuando mire mi reloj me quedaban tan solo cinco minutos y estaba muy lejos. Estaba devastado.
Llegue al edificio, diez minutos tarde. Me quede parado mirando la puerta pensando una y otra vez si entrar o no, la vergüenza y la bronca me recorrían el cuerpo. Decidí entrar y explicar lo sucedido. Cuando subo al piso correspondiente pregunto por el Dr. Falkner.
– Sr. Rodriguez adelante por favor.
Una voz dulce y angelical pronuncia mi nombre y me invita a pasar. Cuando volteo, no podía creer que lo que veían mis ojos, otra vez la señorita que venía trabando y complicando todo mi día. La señorita con cara de sorprendida y un tanto risueña, sin tampoco poder creer que yo era yo, me explicó que ella era la hija del jefe, quien me iba a entrevistar, pero que por problemas personales no pudo ir pero que ella me entrevistaría por él.
Me disculpé por mis gritos en la cafetería y en la lavandería, le expliqué que venía muy apurado y nervioso a esta entrevista y que no podía creer la mala suerte que tuve antes de llegar. Sonrió y se rio. Me contó que ella estaba en la lavandería lavando la ropa que llevaba puesta, ya que su padre le avisó a último momento que ella debía ir en su lugar, por eso su apuro en la cafetería que provocó el choque y el derrame en mí camisa, y me explico que su falda blanca también se había manchado y que por eso fue corriendo a la lavandería. Nos reímos, estrechamos nuestras manos y comenzó la entrevista que salió excelente, tanto que obtuve el trabajo y esa misma noche salí a festejar a un restaurante, y ni más ni menos que con ella. Ana. Desde ese día nunca más nos separamos y hoy cumplimos trece años de casados con dos hermosos hijos y con la noticia de otro integrante en camino.
Aquel martes 13 empezó siendo el peor de mi vida, hoy lo recuerdo como el mejor. Si no hubiese sido por esa mala suerte, hoy no sería tan feliz.

GASTÓN MOMEÑO

¿SUERTE? ESTRATEGIA QUERRÁS DECIR (Tema de la semana)
Salen los equipos a la cancha. Rojos de un lado y azules del otro. El capitán de los rojos se equivoca y sale con el pie izquierdo. Pero ningún tonto, sale del campo e ingresa nuevamente, esta vez con el pie derecho. ¿Qué trucazo no? En el banco de suplentes, el DT de los rojos se sienta en el segundo sillón de la derecha. ¿Casualidad? Ninguna. Desde ese sillón ganó el Derby de la ciudad la semana pasada. El equipo azul, como equipo de ciencia, no se deja intimidad por simples trucos: un poco de sal en el vestuario rival y suficiente. Y si por las dudas la comprobadísima ciencia de la sal falla; collar de ajos para todos y un brujo maldiciendo el estadio. Ok. Ya es hora de hablar de tácticas y fútbol.
— ¡Basta de juegos! —dice el capitán rojo.
Y el equipo reacciona como debe ser: besando rosarios, invocando a su abuelo fallecido, rezándole a Alá, Buda, los dioses del Olimpo y a cualquier cosa divina que pueda inclinar la cancha. Pero los azules tenía un as bajo la manga: su hinchada. Treinta mil hinchas con sus manos derechas en su testículo izquierdo o en su seno izquierdo, dependiendo el género. Cuernitos con la manos, cruces de dedos, fotos de Mick Jagguer, camisetas viejas de antiguas glorias y créanme, calzoncillos sin lavar desde el último título internacional. Los rojos están en serio problemas.
— ¡PENAL PARA LOS AZULES! —grita el árbitro.
¿Y ahora? ¿Qué determinará el resultado de este disparo?
Dios así seriecito como se lo ve es fanático del fútbol y juega siempre a favor de sus fieles. El arquero rojo se persigne y el pateador azul… ¡es ateo! No hay esperanzas.
¡GOOOOOOL DE AZUUUUUUL!
— ¡NOOOOO! —grita Dios agarrándose la cabeza—. ¡Qué mala suerte que tengo! ¿No me podría haber aguantado las ganas de ir al baño por cinco minutos?

ALBERTINA GALIANO

EFRÉN DE SADA, o… cuando la mala suerte puede tener un buen final.
Qué linda Galicia, y qué ganas de vacaciones. Por fín llegaron.
A Coruña es un paraíso húmedo y templado a la vez, repleto de encantos.
Mi primer destino fue Sada, una de las maravillas del lugar.
Allí entablé conversación con una paisana, mujer aguerrida que no duda en darse un baño en el mar, sin ayuda ninguna, todas las mañanas. La edad no parece incomodarla. Y eso que por su relato se la podría ubicar casi, casi por la guerra civil.
En un momento inevitable me habla de Franco, lo cual no me sorprende por lo cerca que estamos de Ferrol.
Esta nadadora octogenaria, foránea y estupenda cronista local, acertó al recomendarme un lugar para comer cerca de allí.
Me senté en una mesa alta, afortunadamente con barra para apoyar los pies, pues no hay nada peor que “sentarse al borde de la banqueta con las piernas colgando”.
El zagal que me atendió era algo hosco, y aunque se movía de prisa, se le veía muy enfurruñado.
-¡Eres una alimaña!-gritó de pronto a quien le entregó el plato rebosante de rodaballo a través de la ventana de comunicación con la cocina, para llevar a una de las mesas.
Tal exabrupto me inquietó a la par que me sorprendió, y, curiosa, me estiré todo lo que pude para enterarme de la situación, pues siempre me han interesado más los entre-platos que el contenido de los mismos.
-¡No tienes vergüenza!- contestaron desde dentro.
El chico se arrebató el delantal, y salió tremendamente enojado del local, dejándome colgada del manjar que pensaba saborear.
-¡Efrén, no te vayas sin “picar” las mesas que has servido!- reclamaron inútilmente tras la barra.
Dice el decoro y los buenos modales que no hay que meterse donde a uno no le llaman, pero es que a mí me llamó su nombre.
Sin poder evitarlo salí corriendo tras él.
Mientras le alcanzaba en mi cabeza se iba creando una historia que explicara la situación: este chico acaba de descubrir que su madre no es gallega, como él creía, sino una egipcia que llegó embarazada de su país, y a la que se obligó a cocinar vieiras de la mañana a la noche, y a olvidar la receta del hummus, que era su especialidad.
Como el zagal más que correr volaba, me ví obligada a parar mi carrera y sentarme un rato a descansar.
Desistí de alcanzarle; total, mi historia seguro sería más interesante que la suya, que hablaría de contratos basura y explotación laboral.
Con la calor del medio día, a pesar de estar en Galicia, quise refrescarme en el agua del mar azul que me llamaba, y me acerqué a unas rocas… sólo iba a mojarme los pies, ¡lo juro!
“Ojos verdes son traidores…” me escuché tararear absurdamente cuando una lengua de mar apareció, aún no sé cómo ni por qué, y me engulló como si se tratase de Caribdis o Escila. De pronto me vi volteada y cubierta por el agua en la más ridícula y patética postura. Sólo recuerdo mi boca muy abierta, y yo braceando alocada para alcanzar la mochila que se alejaba, las zapatillas, la gorra y las gafas de sol… graduadas.
Y me maldecí a mí misma por tanto despliegue de cosas innecesarias.
-¿Estás bien?
Una voz que creí proceder del propio firmamento me rescató del naufragio.
-¡Dios bendito! ¡Eres Efrén!- se me ocurrió decir -¡es que no llegaba el primer plato!
-Tranquila, eso que has ganado, soy de control de calidad, trabajo de infiltrado y hace tiempo que rondamos el local. No cabe duda que el pescado estaba en mal estado.
-¡Uffff, pues eso me alivia! Por cierto… ¿conoces El Cairo?

DAVID DURA

Tara rara rara…mala suerte.
Siempre me toca recoger los platos de la cena , quitar el mantel con restos para evitar avispas mañaneras y cosas así.
En el último viaje a por las copas de vino salgo a la terraza y ahí lo veo.
Al principio parecía una sombra del pino , pero no , un hombre tirando a alto junto a la mesa.
Mi primer impulso fue cerrar los puños . Como si alguna vez hubiera pegado a alguien.
La valentía no es lo mio , en mi única pelea aún me veo corriendo en sueños.
Su ropa no era normal y los pies no tocaban suelo . Algo me dijo que aquello era malo , apurando el último culillo de vino con las copas en la mano.
En un movimiento no humano cogió un palo sin mediar palabra con tanta rapidez que el golpe podría haber llegado en cualquier momento.
Lo veo con la fregona en un zigzag hipnótico limpiando el suelo.
Eres un guarro ! Llegó a mi mente.
Y no se me ocurre otra que cantarle una de reguetón , fregaito , con tu ritmo todo es tan bonito !.
Lleva tres semanas en casa y no le huelen los pies . Es maravilloso.
Por lo que parece no estoy preparado para salvar al mundo , también es mala suerte o eso dice.
Mañana voy al juzgado a pedir pareja de hecho .
Una paga de otro planeta si que tiene que ser la ostia , amén.

ROBERTO MORENO CALVO

Mala suerte es que te cruzases en mi camino.
Aprendí que las rosas tienen espinas, que el frío puede helar el corazón y que el calor en exceso derrite y quema el alma.
Mala suerte es que te cruzases en mi camino y no irme contigo de la mano.

GAIA ORBE

Desde la cumbre del armario acecha
paciente espera el momento para saltar
Ata mira fascinada su negro pelaje
una vez escuchó decir al médico de la familia
que el alelo non agouti le daba ese color
aunque no entiende de alelos ni de agoutis
lo admira en su egoísta independencia aventurera
y en sus ojos de amarillo coraje.
La tarde que apareció en la cocina de la casa
su tía Manuela soltó la cacerola con la sopa
que fue a derramarse por el piso
y mirándolo como si fuera un criminal
cucharón en mano le gritó:
“¡Fuera, fuera, guardián del inframundo!”.
Astuto dio varios saltos hasta caer parado
junto al plato de comida de Safira
la gata blanca peluda reina del hogar
Safira se apartó y él, bien atrevido, comió lo que quedaba.
Manuela se acercó para echarlo de patadas
entonces Ata lo agarró con sus dos brazos
lo besó, lo acarició y le suplicó que lo dejara.
La tía repetía y repetía: “¡Mala suerte!”,
el pequeño felino se escurrió del abrazo de Ata
raudo brincó sobre el estante de las latas
las de arvejas empujaron las bolsas de porotos
tintinearon las copas entre los platos
y del gato desapareció hasta la cola.
Atraído por el alboroto vino Celestino a la cocina
el cantante de ópera, el marido de Manuela
que echándose a reír con ganas le dijo:
“Los gatos negros te protegen de los seres malvados”,
mientras con el dedo le señalaba a Ata
donde se había escondido el gato.
Ata me pasa la foto de su primera mascota
me sorprende que la haya guardado tantos años
ella, leyendo mi mirada, dice:
“Siempre que tengo miedo lo miro a los ojos”.

CURRO BLANCO

Superstición.
Preparó su platito de tomate partidos en media juliana como cada día antes de almorzar. Para él era su aperitivo perfecto. Lo aderezada con su poquito de vinagre de módena, su poquito de aceite de oliva virgen extra picudo que le dejaba en boca su ligero sabor frutado con notas claras de hoja de olivo, hierba y manzana verde y su poquito de escamas o pétalos de sal.
Justo cuando esparcía la sal (la sal en escamas es bien sabido que hay que echarlas a los alimentos desde cierta altura para que cubra bien toda la superficie a salar) Antonia, su mujer, que en ese preciso momento entró a la cocina y que hoy estaba rarilla porque era martes trece y era un poco supersticiosa y no pretendia salir de casa por ser día de mala suerte por el dicho de «hoy ni te cases ni te embarques ni de tu casa te apartes», lo vio cómo tiraba más sal al suelo que en el plato de tomates partidos en media juliana con su poquito de vinagre, aceite y sal al gusto. También Paulino vio a Antonia, su mujer, por el rabillo del ojo derecho cómo le había observado y, asegura, que lo poco que alcanzó a guipar de su semblante no era precisamente muecas de buen humor. Empezó a parpadear nerviosamente con el ojo «visor», con el que percató de soslayo la «aparición» de su mujer. Hoy, seguramente, habrá «pelotera», se dijo.
Asegura, Paulino, que Antonia, su mujer, muy enojada, encolerizada casi, de hecho dos venas del gollete le parpadeaban al unísono, como su «ojo visor», dijo «que cómo se le ocurría tirar hoy martes 13 sal al suelo, que si pretendía traer la desgracia a esta casa directamente que tirara el salero al fregadero».
Paulino convencido, determinó «que hoy no pensaba aguantar las supersticiones de su mujer y que se iba de casa para no volver en todo el día y para no demorarse en su decisión no se atusaria el bigote, ni se rascaria la nariz dos veces haciendo pinzas con los dedos. De hecho, ni tan siquiera se daría palmas en el muslo derecho. De hecho, el «ojo visor», tal fue su determinación, le dejó de parpadear, se puso su calzado de «andar» y cogió la puerta.
En el rellano del portal, cuando se disponía a ir a la calle, advirtió que una escalera de trabajo con un operario subido en ella realizando no sabe qué tarea lo cruzaba; si quería salir tenía que pasar por debajo de la escalera. Se quedó, Paulino, varios segundos mirando la escalera; se atusó el bigote dos veces con cada mano, se rascó la nariz tres veces con los dedos haciendo pinzas, se dió cuatro palmadas en los muslos, dos en cada uno y dijo para si: «que mala suerte, mejor me vuelvo a casa. Por si acaso…»
Hizo media vuelta y, parpadeando nerviosamente de nuevo con el «ojo visor», se dirigió a casa.

ALEXANDER QUINTERO PRIETO

Museo
Oscar poco a poco iba acumulando nuevos comportamientos a su repertorio, sobre los cuales creía, eran decisivos para obtener un resultado favorable. Aún seguía creyendo en que en algún lugar de su alma guardaba una cantidad conmensurable de energía, a la que su abuela llamaba suerte, y que esta energía, o este constructo extraño que influía en el destino de manera positiva se relacionaba con unos u otros actos. Y así como otros viejos conocidos, como el ying y el yang, o el bien y el mal, la buena suerte también tenía una contraparte, que truncaba tus metas, hacía tu vida un infierno y esta energía había que alejarla, obviamente realizando otro tipo de comportamientos que purificaran el alma.
Lo primero que se pensaría al escuchar sobre, comportamientos que pudiesen purificar el alma o limpiar las malas energías, serían actos del tipo: ayudar a los necesitados, dar de comer al hambriento, o cuidar del enfermo; pero para Oscar, hacer el bien sería lo que le alejaría precisamente de sus metas, ya que solía desde corta edad hacer el bien para si mismo. Poco a poco se daba cuenta de que la expectativa en la sociedad era hacer el bien a otro. Por ello en ocasiones con una sonrisa fingida daba algo a alguien que lo necesitara. No entendía la mirada de agradecimiento de los demás, las lágrimas de gratitud, y solía responder con una mueca, remedo de sonrisa con el cual poco a poco era conocido como una persona muy caritativa y humana.
Su pasión eran las motos, amaba los exostos, el rugir de los motores de alto cilindraje y desde pequeño empezó a coleccionar revistas de los mejores modelos. Luego en su adolescencia tuvo su primera moto, y luego una segunda, las cuales armaba y desarmaba. Y tenía la certeza de que montar aquel trasporte de dos llantas era todo un deleite, que no lo podía hacer cualquiera, creía que entre el motor y el motociclista existía una conexión espiritual que no podía rebajarse a la cotidianidad o el pragmatismo.
Oscar vivía en un pueblo al sur del departamento de Córdoba, cada vez más urbanizado y psicótico, con trancones, smog, contaminación y nuevas formas de trasportar los miles de transeúntes que intentaban llegar a tiempo a su trabajo, a su casa, al lado de su familia. Las personas, en el rebusque diario, al notar la demanda de transeúntes intentando llegar a sus lugares de destino, y debido la poca oferta de trasporte, sumado al colapso por las pocas vías del pueblo; provocó que algunas incursionaran en el negocio del mototaxismo.
Y fue un negocio prospero, que ayudó a congestionar la ciudad, a la vez que algunas personas tenían la oportunidad de conseguir unos pesos de más de una manera informal y honesta. Y fueron muchas las personas que se sumaron a la iniciativa, hasta el pavor que provocó el primer mototaxista desaparecido, y pocos días después encontrado muerto por esfixia, tal vez asesinado, amarrado entre el platanal por medio de unos nudos de profesional que se iban apretando cada vez que la víctima tenía un nuevo suspiro de fuerza para poder soltarse.
Oscar quería ser una persona conocida, que su lugar, que su vivienda fuera un lugar imposible de olvidar por quién lo visitara. Un museo de motos. Quería ser recordado como alguien grande. Esa mañana como parte de sus supersticiones para atraer la buena energía regó un poco de vinagre y limón detrás de las puertas, barrio de adentro hacia afuera, y rezó el rosario con camándula en mano antes de las cinco de la mañana. Se vistió temprano, desayunó dos huevos y una taza de chocolate con tajadas, sacó la nata café de la taza y la pegó sobre un plato blanco con muchas otras. Caminó hasta el pueblo. Estudió la zona, puso su atención en los mototaxistas, estudio sus modales, calculó sus pesos, su edad. Lo resolvió en pocos minutos. Lo haría con el hombre joven que había llegado con su moto hacía dos días de la capital, aproximadamente 65 kilos, 1,65 de estatura. Sería una presa fácil… Era una espléndida moto de dos tiempos, como no se veían ahora, sillín de cuero, fuel inyection, enduro…
Hola compa buenos días, voy para los lados del colegio distrital, ¿tiene tiempo? –le preguntó con una sonrisa calculada desde niño-
Claro mi hermano, para eso estamos, son tres mil luquitas –un hombre joven de mirada atenta y con muchas ganas de trabajar limpiaba el asiento metalizado de su moto para que subiera-
Intentaba hacer charla amena en el camino, empatizar poco a poco, hablar de sí mismo, y de las iniciativas con la junta de acción comunal, parecer confiable y poco peligroso…
Aquí a pocas cuadras ya estamos en el colegio distrital –el hombre le respondía con un acento costeño y varonil-
Si mi hermano, gracias, pero yo voy es por el lado de la verja, pasando el platanal, métase por la siguiente a la izquierda, yo le boto la liguita –intentaba aclararle de manera pausada-
Uy loco, pero por allá no entra la moto, eso está todo empantanao, además allá está el chigungulla y yo no tomo la tiamina –respondía con titubeo el hombre joven-
Ay mi hermano hazme el cruce, ¿tú conoces a Nacho, de las frutas?… ¡yo soy el primo! Mira que es aquí no más que tengo una cliente allá que me está mamando gallo con un dinero. –le explicaba serenamente-
Ahh, usted es familiar de Nacho…, bueno yo le ayudo, pero yo veré, me encima algo que esta moto se desgasta mucho – respondía el hombre de manera amistosa, mientras silbaba su vallenato favorito-.
Era fácil amarrar a un hombre destilando sangre, no tenía tiempo para agarrarse la cabeza y parar la hemorragia, o volver a recobrar la conciencia. Cuatro nudos y estaba listo. Siempre buscaba que fueran hombres de contextura menuda, podría tener la mala suerte de que el golpe certero en la nuca con la varilla que escondía siempre en su manga, no fuera suficiente con un hombre más grande que él. No le gustaba tomar riesgos…
– ¡Suéltame no me mates hombre, que quieres, quieres dinero, llévate la moto, no me mates hombre!-
-Tranquilícese hermano, entre más te muevas, más te aprietas- Disfrutaba este pequeño instante como el primer tinto de la mañana, observando a hombres testarudos mundanizando el invento de dos ruedas, labrando su destino con la esperanza de escapar, estrangulándose lentamente…
En el pueblo se corría el rumor poco a poco, que los mototaxistas estaban desapareciendo, que había un psicópata, que ya habían aparecido dos estrangulados. La gente comenzó a veranear de nuevo en sus motos, poco a poco los mototaxistas fueron disminuyendo con el miedo a ser asesinados.
Un hombre pequeño que necesitaba seguir llevando el sustento a su hogar no dejó de hacerlo, un hombre de 60 kilos siguió haciendo carreras hasta el día que llevó a Oscar de la acción comunal, más allá del platanal; un hombre de 1,60 mts de estatura y con la esperanza más grande que resistió el golpe de la varilla, una presa fácil que lucho como un oso de dos metros y que puso ante los ojos del país al monstruo de los nudos, a su museo de motos y su sevicia, un hombre que creía en la suerte y nunca dejó de cargar las fotos de sus hijos de ocho y diez años en la billetera, un hombre amigo de las más baja probabilidad o la mala -buena- suerte.
Autor: Hecaltero Prieto
Historia basada en un hecho real, y en el tristemente afamado monstruo de la soga…

LOLY MORENO BARNES

¿Mala Suerte?
¿Tu pareja te dejó?
¿Perdiste el trabajo?
¿Tu amigo enfadado ,no te habla?
¿Te quedaste calvo?
¿Se llenó tu cara de arrugas?
¿hiciste mal el examen?
¡Eso no es mala suerte!
…solo son circunstancias…
¿sabes que es mala suerte?
Mala suerte , es un niño no nacido, que se quedó por el camino.
Un joven que pierde la vida por una imprudencia en un accidente.
Que termines tu tiempo en un hospital por una enfermedad cuando tu corazón quiere vivir.
Mala suerte es la juventud perdida en las calles con armas blancas en los bolsillos.
La suerte, se parece mucho al destino, pero no está escrito como él.
La buena suerte es cómplice del optimismo y la fe.
La mala lo es de la derrota.
¡LA ÚNICA MALA SUERTE DE LA VIDA, ES LA MUERTE!

BEA ARTEENCUERO

Juan Alberto, mi amigo de la infancia, fue lo que se dice un Don Juan, todas las chicas se enamoraban tan sólo con una mirada de sus grandes ojos..¡Que suerte! le decían sus amigos…Se derriten con sólo verte, él por supuesto que aprovechaba esta situación y salía con quién se presentará pero no se enamora a de nadie.
Cuando llegó el momento de ir a la Universidad, su vida cambio …
Se mudó a la Capital, trabajaba y a la vez seguía la carrera de Arquitecto (Fue su sueño de chico).
Ya 2 años pasaron desde que se estableció, sus estudios y trabajo hiban muy bien…Pero su vida sentimental no avanzaba salió con varias chicas pero no lograba enamorarse, empezaba una relación, pero por alguna razón no era permanente; Eso lo preocupaba..
¿Que hago mal? Se preguntaba, llegó a pensar que su destino era permanecer soltero.
Llego Diciembre, todos los años viajaba a su ciudad a pasar Navidad con su familia, sólo se quedaba uno o dos días, ese año decidió pasar sus vacaciones y quedarse, visitar a sus amigos a los que veía muy poco..
Viajo el 24, llegó al mediodía, ver a sus padres y hermanos lo hacía muy feliz..
Después del almuerzo de Navidad, fue a visitar a su amigo Pablo, compañero y confidente de siempre.
-Amigo, ¡Que bueno verte! Le dijo Pablo cuando lo vio, se dieron un fuerte Abrazo; Charlaron un buen rato, compartiendo un café.
De pronto su amigo le dice..
– Amigo vendrás a mi compromiso?Estoy enamorado.
– Si…si, por supuesto
– ¿Y vos? Contame, me imagino que seguíras con tus conquistas.
– Yo..No,no…En realidad mi suerte cambio con respecto al amor.
– Como es eso..Vos el ganador!!
– Ya no..no se porqué empiezo una relación, pero llega el momento que se termina; Eso me preocupa, quiero formar una familia.
– No te aglijas, tengo la solución.
– ¿Si?
– Hace un tiempo, llegó a la ciudad, un curandero…Dicen que es muy bueno en los asuntos del corazón.
– Te parece? Sabes que no creo en esas cosas.
– Con probar no perdes nada, yo te acompaño, es aquí unas cuadras.
– Bueno…bueno
Al otro día temprano, su amigo lo paso a buscar.
Después de una larga espera le tocó el turno.
Lo recibió un hombre de mediana edad, apuesto, bien vestido (No se parecía para nada a un curandero)
– Bueno, dime ¿Que te trae por aquí?
Juan Alberto? Contó parte de su vida.
– Ah, ya se lo que tienes..
– ¿Si?
– Me dices, que en tu época de secundario, eras muy popular entre las chicas.
– Si no tenía problema, mi suerte cambio cuando me fui a la Capital;
Después de hablar largo rato…le dice.
– Tenes una atadura ..
– ¿Y eso, que es?
Alguien que no se resignó a que la apartadas de tu vida, hizo un conjuro para que nunca te enamores
– Se puede revertir?
Ven a verme en dos días y vemos..
Al salir, le contó a su amigo que lo estaba esperando.
– ¿Que vas hacer?
No se, sabes como pienso.
Animado por su Amigo? regreso en varias oportunidades, la última consulta le dijo…
– Bien Juan Alberto, creo que está solucionado? Lleva este talismán, nunca te separes de él, cuando te enamores puedes habrir la bolsita? no antes y debes de confiar..
Llego el día de la partida, su amigo lo acompaño al aeropuerto.
Paso un largo tiempo, El talismán estaba siempre en su maletín, lo dejo allí el primer día que regreso.
La situación seguía igual..
Un día al regresar de la oficina, dejo su maletín en el remis..Se dio cuenta al entrar a su departamento, que no lo tenía. Que problema, ¿Que hago?, todo mis plantillas de trabajo y estudió están ahí, tendré que volver hacer todo.¡Ah! También mi talismán, se había acostumbrado a ver la bolsita roja atada con hilo plateado en el bolsillo del maletín, nunca la había abierto, ahora no sabría, lo que contenía.
A los pocos días, recuperó lo perdido, trabajando de noche.
Reemplazó el maletin, había casi olvidado el incidente.
Una noche, mientras preparaba su cena, tocan timbre.
¿Quien será? Tal ves el conserje.
Cuando habré la puerta, se encuentra con una joven.
– Buenas noches, busco al Señor Juan Alberto Soria..
– Si, soy yo…Dígame.
– Hace un tiempo, al querer tomar un remis, pateo algo y era este maletín, busque algún documento que me diera algún indicio de quien era su dueño, no encontré nada, hasta anoche que al moverlo, se cayó una bolsita atada con un hilo plateado donde tenía su nombre y dirección.
– ¡No puede ser! Dijo asombrado, creí que la había olvidado en el remis, se debe de haber caído al bajar.
– Le agradesco, déjeme reconpensarla.
– No, por favor.
– Pase, al menos déjeme ofrecerle un café..
-Esta bien, dijo Nahir, que así se llamaba la joven.
Se quedó a cenar, las horas pasaron sin darse cuenta.
Nahir vivía a 2 cuadras de allí.
Continuaron viéndose.
La bolsita con el talismán siguió en el mismo lugar.
Casi sin darse cuenta, llegó el amor, se comprometieron con el tiempo formaron su hogar.
Juan Alberto se olvidó del talismán…
– Un día arreglando el placard..
– Amor, ¿Que hago con tu viejo maletín?
– Ya no lo uso.
– Bien? Lo sacó con la basura, a lo mejor le sirve a alguien.
A la mañana siguiente al salir para la oficina, se encuentra con el conserje.
– Señor Soria, tengo algo suyo.
– ¿Mío? ¿Debo firmar algo?
– No…No, en el cuarto de la basura, encontré este maletín y se lo Di a mi hijo..
– Ojala! Le sirva..yo ya no lo uso, pero mencionaste que tenías algo.
– Si…¡Aquí está..
No lo podía creer, la bolsita roja con el talismán, otra ves en mis manos, sonriendo le agradecio y la guardo en el nuevo maletín.
Esta noche se lo daré a Nahir y le contaré la historia.
Después de cenar, llegó el momento del café.
Ven amor, le muestra la bolsita y le dice ¿Te acordas?
– Claro, por Ella te conocí.
Te voy a contar la historia, como llegó a mi poder y porque..
Después de un largo relato…
– Y nunca supistes que había adentro?.
– No, nunca la habri, No creo en esas cosas pero me acostumbré a verla en mi maletín, tal ves, en el fondo, tenía una esperanza…
Cuando apareciste en mi vida, quedo olvidada en el viejo maletín; Ahora que recuerdo!!! Debía abrirla el día que me enamorada, creo que llegó el momento.
– ¿Te parece amor?
– Siii…Diciendo esto, corta el cordón plateado, al voltear la bolsa, cae sobre la mesa…Una pequeña…
Pata de conejo…

CONSUELO PÉREZ GÓMEZ

Al entrar en Lloret de Mar Gabi y Paco bajaron las ventanillas. Enseguida se vieron envueltos en el balsámico aroma del mar. La alegría estar de nuevo allí, el ambiente de la calle que bordeaba la playa, con sus locales de alquiler de embarcaciones de recreo, tumbonas, actividades marítimas, tiendas de suvenires, gente paseando ataviadas con gorros, chanclas, y ropa de playa… pero sobre todo “las nenas” que se giraban intermitentemente al ver el descapotable en el que ambos viajaban. Esa euforia hizo a Paco subir la música a tope circulando al son de la canción que ambos tarareaban, “PEPAS”:
“No me importa lo que de mí se diga
Vida usted su vida, que yo vivo la mía
Que solo es una, disfruta el momento
Que el tiempo se acaba y pa’trás no vira…”
– ¡Tío está noche lo petamos! -gritaba Paco mientras recordaba a su amigo la fiesta que ya tenían concertado en el chalet de uno de sus primos.
Tras descargar el equipaje, en el pequeño apartamento de los padres de Gabi, decidieron bajar a la playa para disfrutar de lo que quedaba de esa espléndida tarde de sol en pleno mes de julio.
Paco llamó a algunos de los colegas que asistirían a la fiesta, diciendo éstos que le esperaban en la playa. Y allí estaban, con la música a tope, toallas, neveras, sombrillas, unos diez chicos y chicas de poco más de veinte años. Entre ellos, una chica algo mayor que enseguida llamó la atención de Gabi.
– Y ese bombón… ¿quién es? -pregunto Gabi a Paco al despedirse hasta la fiesta nocturna.
– ¡Esa…! Es una amiga de mi primo. Vive aquí en Lloret. Se acaba de divorciar… pilló a su marido con otra. Tiene un pedazo de choza impresionante. ¡Gabi!, no te quiero desilusionar, pero esa tía no se fija en cualquiera. Es muy exigente con los hombres.
– ¡Esta noche se verá! -sonrió Gabi encendiéndose un pitillo-. Torres más altas han caído.
A las 10 en punto Paco llamó a su primo para avisarle de que llegaban a la entrada de la urbanización. Tenía seguridad privada y conserjería las 24 horas. El conserje les saludó y les abrió la barrera, dándoles una serie de indicaciones para llegar hasta la villa. Desde fuera se oía la música y la algarabía. La puerta de acceso se abrió automáticamente y Gabi metió el coche.
– Joder… esto es enorme y menudo ambiente -dijo Gabi asombrado-.
– Jajaja… ¿te creías que esto era cosa de mindundis? Mi primo maneja, está un poco flipado con eso de currar como productor de Sony en Miami, pero es buen tío -contestó Paco-.
Gabi, aunque no estaba acostumbrado a aquel lujo, animado por un Dj propio, que hacía sonar la canción de PEPAS, saboreaba los manjares del exquisito catering, brindando varias veces con Paco con champaña, entre todo aquel pijerío de la alta sociedad catalana. Y entonces la volvió a ver.
Llevaba un minivestido blanco de borlas, corto, de tirantes, exhibiendo su espalda hasta el infinito. Su pelo suelto ondulado, ligeramente maquillada y para finalizar unas sandalias plata.
– Paco ¡ahí está! -dijo excitado dirigiendo la mirada hacia ella-, es la chica de esta tarde.
– Gabi, ya te he dicho que es del todo inaccesible para ti, déjala hay decenas de chicas que te están mirando. ¡Venga hermano! Saludemos al anfitrión.
Tras las presentaciones, Paco accedió a la invitación de meterse unos “tiros de coca” con su primo, pero Gabi dijo que no le apetecía y se quedó junto al grupo de gente que conoció por la tarde en la playa.
Se dio cuenta de que la chica que le tenía deslumbrado se había quedado por unos momentos sola y no perdió la oportunidad para acercarse.
En seguida entablaron conversación. Su voz le hizo relajarse, era amable, sonriente, extrovertida, podía intuirse que con más experiencia que él en la vida. Conversaron y bebieron largo rato, hasta que ella dijo:
– ¿Nos vamos?
Gabi no se lo pensó, ni se acordó de Paco, de cómo volvería a casa.
A la mañana siguiente el sol le despertó, ella había desaparecido de la cama, pero sobre su almohada una nota:
– Buenos días, amor… lo he pasado muy bien. Te dejo el desayuno en la cocina y toallas limpias en el aseo. Disfruta de la casa como si fuera tuya. Nos vemos esta noche. Lara.
Gabi no se podía creer lo que había sucedido. Se dio una ducha canturreando la canción del verano:
“Pepa y agua pa’ la seca
To’ el mundo en pastilla’ en la discoteca
Pepa y agua pa’ la seca
To’ el mundo en pastilla’ en la discoteca…”
Mientras desayunaba escribió una nota para ella:
“Gracias por tu hospitalidad, amor. Espero disfrutar nuevamente de esta experiencia inigualable. Un beso, Gabi”
Tras el desayuno Gabi fue al aseo, y al tirar de la cadena… ¡no había agua en la cisterna! ¡Joder, no había agua en la casa!
Como podía marcharse dejando aquello allí… tan grande, tan contorneado, tan… ¡mierda!
Con el móvil sin batería, pensó en bajar a comprar agua, pero no llevaba la cartera, las llaves del coche. Buscó por todos los lados algo líquido y finalmente se decidió:
– ¡Amiga! Te vienes conmigo.
Cogió una bolsa de plástico y con ayuda de ambas manos la consiguió sacar de la taza del wáter, cerrando la bolsa inmediatamente. salir de la casa, con los nervios a flor de piel, se dio cuenta de que se había dejado el móvil en el baño. Atravesó el salón y sobre la mesa depositó la bolsa. Pilló el móvil y salió rápidamente de la casa, cerrando casi de un portazo, momento en el que se dio cuenta del “detalle” que había dejado a su amante sobre la mesa.

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12 comentarios en «Mala suerte»

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