Jugar con fuego

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema “jugar con fuego”. Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 29 de octubre! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).

POR FAVOR, SOLO VOTOS REALES, SOLO SE GANA EL RECONOCIMIENTO, CUANDO ES REAL.

* Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor) y no han pasado procesos de corrección.

CORONADO SMITH

Jugar con fuego sin arder,
sinuosa experiencia fatua,
caderas relucientes en su vaivén.
El dragón de la locura,
reclamando su poder,
sobre la mancha virginal pura.
El aura del amanecer,
aurora del éxtasis total
penetrando en su ser.
Lamentos y campanas,
en el pueblo al anochecer,
el pañuelo sale sin mancha.
Cuchillos a afilar,
y navajas al fajín,
afrenta a reclamar.
Comienza la procesión,
desfile de la venganza,
sangre por honor.
El pecador está condenado,
es lo que tiene jugar con fuego,
aunque su semilla ha sembrado.

MARÍA CRUZ ESTEVAN APARICIO

Ay muchas maneras de jugar con fuego pero hoy según entedi do el tema entra en la palabra ofender.
Sí, las palabras de fuego salían de su boca celosa hacia la mujer que hacendosa barria la calle de su casa
Y, mantenía la misma en la pureza del matrimonio.
Más el fuego de la injuria hera lanzado hacia ella como cohete de fiesta.
La doliente no se resignaba a la pérdida del hombre de su vida.
Ahora bien lo tenia bien merecido sus desprecios constante hacia él y, encima delante de la gente, llevo a este hombre terminar con el noviazgo y, se buscó a otra mujer que poco a poco era su pesamiento le haría entrar en el arca donde el amor es todo.
Pero ahí estaba el fuego de la que ni come ni deja comer…
Jugar con fuego es peligroso y puede ser que el cohete que echas vuelva a ti con la fuerza del mal que tu deseas al otro.
Un día el varón no pudo aguantar más y recogiendo todas las chispas de palabras ardientes de ingurias y, dirigidas hacia su esposa modosa y servicial, que con su buena comida le había hecho la vida hogareña.
Por lo tanto un día de hogueras en donde el fuego del cohete con su ruido en loquece a la gente el hombre se atreve a coger del suelo el encendido cohete y lo lanza lejos tan lejos de su matrimonio que al estallar en el espacio desaparece para siempre.

LORENA MARTÍ

La escritora vivía sus palabras. Tan pronto sus manos las dibujaban, cobraban vida y se materializaban en sus pensamientos, en su interior. A veces debía parar porque el miedo la paralizaba. Otras, bajaba el ritmo porque le dolía la mandíbula de tanto reir. La última vez que escribió, se enamoró hasta el tuétano de la protagonista de su historia. Una mujer fuerte pero rota, que vivía bajo los deseos de su marido, un psicópata asesino que advirtió a la escritora de estar jugando con fuego y le pidió de manera moderada, algo raro en él, que se olvidara de su mujer y dejara su historia en paz. La escritora, sin miedo y con el amor por bandera, intentó que su amor se fijara en ella y dejara de seguir a aquel hombre. La jugada salió mal y él mató a la escritora. No pudo matarla físicamente, claro. Pero ella jamás pudo volver a sentir nada de lo que escribía… Así, al poco tiempo, la escritora dejó de serlo.


BENEDICTO PALACIOS

Sentada frente a mí ¿lo recuerdas Edwige? me preguntaste, y no entiendo el porqué, si había jugado alguna vez con fuego.
«Año 1984. Mis dos compañeros de piso estudiaban el último curso de medicina. Andrés era el más pequeño pero también el más bromista. Nos hacía jugarretas a diario. Se le olvidaban las llaves y teníamos que abrirle de madrugada, ataba los cordones de los zapatos de uno con los del otro, ponía a lavar las batas blancas con la ropa de color y desteñían y la más sofisticada: en la pasta de dientes lograba embutir crema de afeitar.
Algunas de estas bromas tenían gracia, pero como las repetía con harta frecuencia a Leonardo y a mí nos llevaban los demonios.
Terminó el curso y Andrés, con su título de médico, decidió casarse. Nos pasó la invitación y hubo antes despedida de soltero. La noche fue larga y corrió el alcohol. A las cinco de la mañana Andrés se empeñó en coger el coche. No ocurrió nada grave, pero el accidente había sido tan aparatoso que Leonardo y otro colega trasladaron a Andrés al hospital. No tenía ningún hueso roto, pero aquella era la ocasión. Le escayolaron el brazo derecho en cabestrillo.
Hubo boda y viaje de novios, pero Andrés no pudo catar mujer. Rabiando y cabreado se presentó a la vuelta en el hospital. Le retiraron la escayola y le hicieron una radiografía. El brazo estaba sano antes de ser escayolado.
Llamó por teléfono a Leonardo.
—Canalla, cabronazo, bien me la habéis jugado.
—Pero hombre, si lo dice el refrán: donde las dan las toman y el que se acerca mucho al fuego se quema.
—Ya, pero…
—Andrés, por favor, era solo una broma.»

ALBERTO MEDINA MOYA

Mi madre me repetía a menudo que no jugara con fuego. Yo no le hacía caso y tonteaba con las chicas que tenían novio. Me daba igual que fueran celosos o terminaran con el corazón roto. Eran las únicas que me atraían.
Faltaba mucho a clase, y solía pasar el tiempo con chicos mayores que me enseñaron a montar en moto, a liar canutos y a hacer trampas en los restaurantes. Después de comer sin complejos, esperábamos el momento adecuado y nos marchábamos discretamente sin pagar.
Llegaron los hurtos, los robos y los atracos.
El día en que mi madre murió en la cama de un hospital, yo lloraba en un rincón de mi celda atormentado por el dolor y la culpa.
Hoy también se me han saltado las lágrimas, mientras sonreía por dentro recordando a mi madre. No juegues con fuego, me decía. Ha sido en el momento en que me condecoraban, junto a otros dos agentes del cuerpo de bomberos.

DIL DARAH

YO NO QUISE JUGAR CON EL FUEGO
Pensar que me salvaría.
Traicioneros humanos, les doy guerras, envío lo más peligroso del mundo y se animan a pensar con el alma, vaya decisión.
Sugerencias a Amun-Ra, a Alejandro, hablar con Newton* y él obedecer ciegamente; hasta Galileo todo proyecto mío fue impecable…
¿Cómo que ahora soy Arcángel?

TALI ROSU

La banda sonora de Amelie suena en mi teléfono una hora antes de tener que levantarme para ir a trabajar. Abro los ojos despacio y estiro los dedos de los pies, hago crujir mis articulaciones y me desperezo igual que un gatito que despierta de la siesta.
Una mano me sujeta por la cintura recordándome que no estoy sola, me acerca a su cuerpo despacio y, todavía con los ojos cerrados, disfruta del aroma de mi piel mientras me besa la espalda. Siento un escalofrío y me giro para besar a mi acompañante.
—Tengo que levantarme —le susurro al oído mientras le acaricio el pelo. Él me sujeta un poco más fuerte y puedo sentir el magnetismo que nos une desde el día en el que nos conocimos.
—No vayas —suplica mientras acerca su cara a la mía y me besa los labios sintiendo cada milímetro de la boca que está deseando comérselo a besos.
Las caricias siguen su curso y empiezo a sentir como los pezones se emocionan al notar su lengua acariciándolos con placer. Va bajando hasta mi cintura y se detiene en el ombligo mientras se me erizan los vellos y cojo el teléfono para llamar a la oficina.
—Lo siento, otra vez estoy indispuesta —informo a mi jefa mientras el amor de una boca ardiendo se adentra en la humedad que se desprende entre mis piernas.
—Tienes que ir al médico, Lorena, llevas ya muchos días así —se preocupa la mujer al otro lado de la línea, pero dejo de escucharla y dejo caer el móvil junto a la cama.
Un gemido se escapa de mi garganta y el calor que me tiene atrapada bajo las sábanas empieza a subir cada vez un poco más.
—¿Lorena? ¿Estás bien? —el altavoz del teléfono sigue hablándole al aire…, creo que mañana me van a despedir.

ÁNGEL MARTÍN GARCÍA

—Tú no sabes con quién estás tratando —me dijo, con su sonrisa artificial de miles de euros—. Te puedo hacer cosas en la cama que jamás habrías imaginado… si confías en mí.
Tan apuesto. Tan seguro de sí mismo. Me tenía en el bote. Cómo no.
Acepté su oferta, con mi mejor mirada lasciva, y me llevó a su casa. Allí me quiso invitar a una copa antes de meternos en su habitación, pero soy muy convincente cuando quiero.
Me pidió que me desnudara delante de él, muy despacio. Que me girara para observar la forma de mis senos, o la grieta que ansiaba explorar, y que por supuesto, brillaba de humedad para él.
Cuando acabé, me hizo tumbarme boca abajo sobre su cama y me inmovilizó, atando cada mano a un lado del somier. Una vez sometida, cambió. Empezó a insultarme, a darme tirones en el pelo, a golpearme con una fusta por todo el cuerpo. Me echó cera caliente a lo largo de la columna vertebral. Incluso se atrevió a darme un par de descargas con un táser de carga baja. Yo, complaciente, gemía, le imploraba, y me humedecía.
Me soltó, al parecer satisfecho de su obra. Se había desnudado por completo, y su minúsculo pene me señalaba a la cara sin pudor alguno. Quería que le montara.
—No… ahora te toca a ti saber con quién estás tratando. —Puse mi mejor sonrisa de «me voy a tragar hasta la última gota de su semen»—. Déjame esposarte. Boca arriba. Quiero que mires.
Se rio. No fue un sonido hermoso. Se rio como si pensara que yo no fuera suficiente. Como si nada de lo que hiciera fuera a gustarle o sorprenderle. Aun así, accedió, con esos aires de tipo duro que comparten muchos de su calaña.
—Voy a por mi bolso. He traído un par de juguetes para pasarlo muy bien.
Asintió, todavía riéndose.
Fui a por mi bolso, volví, y extraje de él mis herramientas, que extendí en la mesilla de noche, al lado de su cabeza, donde pudiera verme. Bisturíes, pinzas, tijeras.
—Eh, no. ¿Qué es eso? ¿Qué me vas a hacer? ¡No! ¡Para, no!
La sonrisa se había esfumado de su rostro. Intentó forcejear mientras le inmovilizaba las piernas con un par de cables que llevaba enrollados dentro del bolso. Gritó mientras le hacía tres finos cortes en la parte frontal del muslo con un bisturí. Eso no era nada.
—Mírame.
Lo hizo. Sus ojos estaban empañados por las lágrimas. Y en el momento en el que agarré la piel cortada y se la fui arrancando muy despacio, gritó. Gritó de dolor y de pánico, y ese sonido sí fue hermoso.
Por desgracia para él, aquello no había hecho más que comenzar. Al menos no se había equivocado en algo: no iba a gustarle.

SERGIO SANTIAGO MONREAL

Jugar con fuego, para destruir tu ego.
Jugar con fuego, para reconstruir tus cenizas carnales, esparcidas en la hoguera, en una nueva era, tras una convulsa primavera.
Jugar con fuego, en el infierno, tras el tormento buscando el infinito firmamento, tan cercano, que tu mirada se acerca de manera firme y terca.
Mientras escapas una y otra vez de sus llamas tras sentir la adrenalina de volver a jugar con fuego.
Arder entre llamas mientras tu alma escapa aterrorizada buscando refugio poniendo fin al periodo estivo y dando comienzo al otoño que da colorido a la naturaleza tras jugar con fuego y quemar ectareas tras otra negligencia humana que no aprende a respetar su entorno.
Los hielos del frío invierno se acercan para apagar las llamas tras jugar con fuego y petrificar tu ego.
Ego credo que jugar con fuego quema.
Yo creo que sana.
Pero cuidado, el frío también quema, el invierno se acercar y pretende helar el infierno entre mantos blancos que cubran los corazones rotos y las almas anheladas que quedaron atrapadas por jugar con fuego.

RAQUEL LÓPEZ

Jugando con fuego
ardiente deseo
abraza su piel,
su maldito ego
sacia su placer.
Jugando con fuego
quemándose el alma,
un monstruo tan fiero
que al corazón abrasa.
Fuego fatuo
que en la noche, me embarga
acariciando tu alma cálida
penetrando en mi ser.
Bailando en la hoguera
las brasas la quemaban,
prefiere arder por amor
que morir, desolada.
¡Maldito momento!
arruinando la vida, del que ama,
sin escuchar el lamento
de un alma, desesperada.
Para aprender a jugar con fuego,
hay que saber no quemarse,
yo quise entrar en tu infierno
sin tener, ni un ¿porqué? ni un ¿como?
sin importar, nada ni nadie…

NEUS SINTES

Escucho su voz dulce susurrando de nuevo: está brindando por mí y por nuestras primeras noches juntos y bebe un largo trago. Después se levanta, tambaleándose un poco por los tacones, y da una vuelta completa sobre sí misma enseñándome su vestido y preguntándome si me gusta y que se lo ha puesto para mí. Esta noche la he visto más hermosa que nunca. Vestida así está bellísima, pero aún lo estaba más en su inesperada desnudez.
Vuelve a sentarse y sigue bebiendo de la botella a sorbos. Por fin me está contando todo lo que le preocupaba desde hacía meses y que no había sido capaz de decirme. Se quedó sin trabajo, perdió su casa, la abandonaron sus amigos. – Llevaba un par de meses viviendo en la calle. Por eso la veía más tiempo durante el día. Por eso aquella noche había decidido por fin dormir a mi lado. Emily va inclina su cabeza hacia atrás y pronuncia la frase que desata el todo: – ¡Ojala pudieras bajar aquí! –
Segundos más tarde, me encuentro sentado a su lado, en el banco de piedra. Temo asustarla, por eso llevo mi mano muy despacio hasta su cintura. Ella se estremece un poco pero no es miedo lo que percibo en su mente: el frío que siente cuando la toco es el culpable. Aunque cada vez parezco más humano y menos estatua, aún no he perdido del todo el frío del bronce del que estoy hecho. Ha hecho que me sienta más vivo que nunca. Por un lado deseo que se vuelva y me mire, pero por otro me da miedo lo que pueda encontrar en sus ojos cuando se crucen con los míos. Finalmente me armo de valor y susurro su nombre: – Emily – .
Me mira con sus enormes grandes ojos negros y con un brillo en ellos me confiesa que desde hace años perdió su oportunidad que la vida le pudo brindar en aquella ocasión. Ahora ya es demasiado tarde para huir del mundo que habita, al que ella misma decidió atarse. Presa de la lujuria y de las ganas de más. Sin darse cuenta que a medida que que pasaban los años había ganado, lo que, por otro lado había perdido.

TESS LORENTE ESCRITORA

Sentí la imperiosa necesidad de confesarlo todo. Pero me frenó la angustiosa sensación de pensar que al contarlo, ya no habría marcha atrás.
Necesitaba meditarlo bien antes de llegar a un callejón sin salida. No quería destrozarle el corazón sin estar completamente segura de que valía la pena.
Pero en mi interior un fuego abrasador, me recordaba a diario que esa mentira me estaba asfixiando poco a poco. Sentía que me faltaba el aliento y un sudor frio recorría mi piel cada vez que posaba su mirada en mí.
Era incapaz de confesarlo todo y no podía seguir muriendo de esa forma.
Había estado jugando con fuego y ahora las consecuencias de ese incendio lo arrasarían todo a su paso.
Ya no quedaría nada de lo nuestro, ni un nosotros, ni un juntos, ni un mañana.
Solo la intención de salvar la poca dignidad que me quedaba.

JUAN JOSÉ SERRANO PICADIZO

«El gato»
Últimamente estoy muy despistado;
Hace unos días mi mujer, adopto un gatito callejero. Yo acepté, total si no mando en mi casa. Solo llego a casa para comer y dormir, con mi trabajo apenas tengo tiempo.
Como todos los días, al llegar del trabajo, entro directamente al baño. El baño es mi sitio de relax, donde me despejo de todo. Paso un buen rato entre que miro y no el móvil, me quito la ropa, medito, pienso en mis cosas, escribo algún poema o algún inicio de una historia. También leo y releo los relatos o poesías del grupo y, otras páginas de Facebook.
Ayer me quitaba la ropa mientras leía algo del grupo. Entré prenda y prenda, leía un trozo. Como siempre la ropa la echaba al cesto. Terminé de leer un relato y me metí en la ducha. Al salir me percaté que el cesto estaba lleno de ropa.
Cuando se llena llevo mi ropa a la lavadora.
Salgo del baño al salón y de ahí a mi terraza. En mi terraza tenemos un pequeño lavadero, hecho las prendas a la lavadora y la enciendo.
Me senté un ratito en mi otro lugar de meditación, donde suelo escribir bajo la luz de la luna y me inspiran las estrellas.
Encendía un cigarro pensativo, cuando me interrumpió mi mujer. Cosa que no es raro » Qué me molesten mientras leo o escribo» dos niños, uno jugando, otro llorando, la mujer gritando.
– ¿Nene, has visto al gato?
– ¡Qué gato!
– Cual gato, cual gato, no adoptamos uno hace tres días.
– Aaaaa… pues yo que sé, no lo he visto.
– Ayer también se perdió, al final lo encontré metido en el cesto de tu ropa.
– ¡OSTIAS…!
– ¿Qué pasa?
Salí corriendo abrí la lavadora en funcionamiento. El agua inundó toda la habitación.
– ¡No me jodas que has metido el gato en la lavadora!
Saqué toda la ropa, entre ellas al gato.
– Que lástima el pobre.
– Espera que lo dejo en el suelo a ver que hace.
El gato se tambaleaba de un lado a otro vomitando, echando espuma por la boca.
– ¿Pues parece que esta bien, no?
– ¡No! Tu estás tonto, hay que llevarlo al veterinario.
Ahora me vas a decir a mi, si esto no es jugar con fuego. Me gané un divorcio seguro.
Sobre todo, que me expulsen de este grupo, por que la verdad es que no tengo gato.

ROCÍO RB

Mi alma está triste. Sin motivo. O quizá lo haya. En el fondo soy feliz, no me cabe duda. Tengo una familia que me quiere, un techo, un armario lleno de nada que ponerme, comida en la mesa y reservas en mis lorzas. Pero es en el fondo, porque soy totalmente empática y me duele el dolor de otros, sus carencias, sus pérdidas. Y eso me está mermando. Juego con fuego cada vez que veo las noticias. Debería dejar de hacerlo, porque mina mi estado de ánimo. Pero mirar para otro lado no hace que el mal de muchos desaparezca. No quiero acostumbrarme a la cifra de muertes, quiero que me siga doliendo cada una de ellas. Pero duele. Duele mucho. Cada una.
Me siento como un hamster en la rueda, donde la vida sigue sin que haya cambios. Levantarse, trabajar, comer, dormir, levantarse y vuelta a empezar…
Quiero reír, quiero salir, quiero libertad, quiero dejar de tener miedo. Quiero que jugar con fuego signifique lo de antes: ¿Qué pasará si me como este yogur caducado? ¿Qué pasará si me visto de rosa y rojo? ¿Qué pasará si sonrío a desconocidos porque sí?
Ahora jugar con fuego es abrazar a mi madre de 85 años. Es quedar con amigos a los que añoro. Es mostrar tu sonrisa sin mascarilla.
Mi alma está triste y lo único que puedo hacer es ser responsable y no jugar con fuego para que el incendio se apague.

LAURA TSUYOKI

Era mi oportunidad, llevaba toda la vida esperando aquel eclipse. Solo había uno cada 150 años.
Las manos de las muñecas estaban cortadas sobre mi cama, los cuerpos, sobre el escritorio, y las cabezas, en la bolsa de basura. En el centro de la habitación, el caldero burbujeante parecía llamarme. A su alrededor, seis velas negras, encendidas, esperaban a que comenzase el conjuro.
No me gustaba jugar con fuego, pero no tenía otra opción.
Empecé a recitar en latín, bailé, moví mis manos en círculos. Me acerqué, y las metí en el caldero. Al quemarme, no pude evitar dar un respingo, pateando, sin querer, la vela que había tras de mí. La alfombra comenzó a arder.
Escuché los pasos de José desde el salón, apresurados hacia lo que olía a quemado. Cuando llegó a la puerta, su expresión de miedo dejó paso a la de enfado.
-¡Joder, Inés, te he dicho que no hagas estas mierdas en casa! -empezó a dar patadas para apagar el incendio.
Saqué las manos de la poción. Tendría que resignarme a ser torpe para siempre.

PEPINO NABÓDICO

”-Buscaré, perseguiré y aniquilaré a todas las personas que dicen poeta en lugar de poetisa”.

MARTA LOBO CERVERA

La entrevista iba bien. Ella leía su currículum con interés, así que no había nada por lo que ponerse nervioso. Ella levantó la vista de las hojas que estaba leyendo, quedándole las gafas un poco más bajas, situación que aprovechaba para mirar por encima de ellas.
– Muy bien, veo que está usted perfectamente cualificado para el puesto. Aunque debo advertirle que en esta empresa hay que hacer ciertas cosas…
No la dejó terminar.
– ¿Qué tipo de cosas?
– A eso iba antes de que me interrumpiera. Además de las labores de oficina, tendrá que ser un poco el secretario. Deberá firmar este acuerdo de confidencialidad, jamás podrá hablar de lo que ocurre en esta empresa.
– Secretario… ¿También suyo?
– Por supuesto, pero yo no le requeriré para «tareas» que mis colegas sí puedan requerir. Comprenderá que pasamos muchísimo tiempo fuera de casa y tenemos.. Bueno, necesidades.
– Lo entiendo perfectamente. ¿Qué debo firmar?
Ella sonrió.
La mujer que realizaba las entrevistas era un auténtico bellezón, de esos que pueden aparecer en los sueños eróticos de cualquiera, «hasta de mi madre» pensaba él. Se había fijado en que las jefas eran todas mujeres las que había visto. Le iría bien el trabajo.
Comenzó al día siguiente. Fue requerido poco tiempo después para uno de esos «labores».
Tuvo que esperar un poco en el despacho, era amplísimo, sofás blancos, unas flores en una cómoda… «Típico de mujeres» pensó él.
Cuando entró por la puerta, no se lo podía creer.
– Ve bajandote los pantalones, necesito relajarme.
– Pero… ¿Qué dice? A mí no me avisaron de esto. Me voy a mi casa.
– ¿No se leyó el contrato? No puede irse, ni hablar de esto. Cláusulas 12 y 13. Tiene que estar en nuestra empresa al menos 6 meses. Sino, nos encargaremos de que no vuelva a trabajar más allá de en el McDonald’s, por el resto de su vida.
Fue bajándose los pantalones, rezando porque ese hombre no fuera enorme más que por fuera. Maldiciendose a sí mismo por haber firmado sin leer, por haber jugado con fuego.
No era pequeño, precisamente.
Pero es que, quien juega con fuego, se quema.

CONSUELO PÉREZ GÓMEZ

Si controlas tu ira puede que en noventa segundos consigas caerles bien a las moscas.
Sara sabía que, se la estaba jugando a copas. Iba con el tiempo pegado a los talones; debería tener la columna semanal acabada y, no encontraba forma de entrarle al folio. En las últimas semanas la piscina del centro deportivo al que jamás dio uso salvo para ponerse a remojo, se había convertido para ella en la biblioteca que, cerrada, por causas ajenas o cercanas, permanecía con los cerrojos echados. Total, que se tiraba cada día en la hamaca, sustituta esta del pupitre de haya. Desde esa atalaya conseguía garrapatear algún párrafo o frases inconexas que después tras largos dolores de cabeza culminaban en escritos que con toda probabilidad nadie leía.
Esa mañana de domingo los elementos no se aliaban en favor de la pluma. Una bandada de moscas esquizofrénicas o enamoradas de su cuerpo, vinieron a posarse alrededor de la hamaca haciendo imposible hilar una letra con otra. El aquelarre «moscaril» gozaba de una voluntad más férrea que la de un general cartaginés o que la del propio Cid Campeador –por lo que campaban a sus anchas y largas praderas de aquel desprotegido cuerpo-. Intentaba protegerse a manotazos. Tarea inútil. Aquellos tontos animales, que lo son, porque a pesar de legiones enteras tratando de ahuyentarles, ellas, siguen en su fastidioso empeño, más que molesto, obstinado. Igual fueron creadas para esto y no tienen otra función en su corta existencia.
Con los nervios a flor de piel y viendo que no conseguiría terminar su trabajo la mala leche que iba inundando su ser se convirtió de repente en luz de inspiración. Agarró el espray de aceite de coco bronceador, presionó con fuerza, cinco, seis, siete…toques contra el muro que tenía tras de sí. Estos tontos, muy tontos animales, ciegos en su ignorancia, fueron de cabeza a estamparse contra él.
Los vecinos de hamaca tan hartos como ella de aquella mañana mosqueante, preguntaron cómo había conseguido el hechizo.
—Con aceite de coco. –Contestó.
—¿Por qué no patentas la idea? –Le dijeron a coro.
Ni corta ni perezosa a la mañana siguiente tras entregar su columna semanal, se dirigió a la oficina de patentes y, allí, dejó registrada la idea que pasado un tiempo le otorgó lo que nunca hubiera conseguido con la escritura: una vida desahogada y libre de moscas.
En su último bestseller: «Si jugáis con fuego corréis el peligro de quemaros» hay encerrada toda una tesis sobre moscas cojoneras que, no saben por cretinas, que el final de sus días será la hoguera.

REBECA FS

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Tus manos🤲
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Tus dedos.👆👆☝️☝️🖕🖕
Coño, polla.👩‍🦰👨.
Goma quemada.🎈🔥
Toallita húmeda.🧻💦
Anda. Un corazón. ❤️
«Chin pon».🎵🎶🥁

CONCE JARA

López enseñó la placa a los agentes que vigilaban el acceso al piso, situado en pleno barrio de Salamanca. Detrás, Maty, terminaba de colocarse los guantes de látex, que se le pegaban por el sudor, debido a la ola de calor que azotaba Madrid aquellos días de mitad de agosto.
Al entrar en la casa, el hedor era tan fuerte, que agradecieron llevar la mascarilla.
La Científica ya estaba haciendo su trabajo, y fueron bienvenidos al entrar en el dormitorio donde colgaba el finado.
– Buenos días, a todos. ¿Qué nos cuentas Darío? -dijo López libreta en mano.
– ¡Hombre! ¡López y Maty! Es la cuarta vez que nos vemos esta semana -gritó sobre una escalera, embutido en un buzo inmaculado, bajo una mascarilla-. Pues en principio parece un caso de hipoxifilia, o también llamada asfixia erótica -comentó mientras analizaba los tobillos del difunto-.
– ¿Pero qué dices? -dijo Maty-, ¿no es un suicidio?
– ¡Pues nada que ver chicos! Estás cosas están muy de moda ahora. La gente quiere alcanzar el nivel máximo del orgasmo, por lo que se masturban privándose de oxígeno. Ya sabéis como mueren los ahorcados, todos ¡empalmados! -dijo soltando una risa socarrona-. Ya pocos nos conformamos con el sexo convencional… ¡puñetero internet!
Maty, observaba; entraba y salía de la habitación, abría y cerraba puertas, cajones; preguntaba a los agentes que llegaron primero a la escena del crimen, vecinos. Mientras, Diego, seguía anotando en su libreta desde que dieron la alerta de un posible asesinato:
“…cerradura, ventanas no forzadas… no desorden en el piso… grande, lujoso… niños, mujer??… cuelga por una cuerda de gran consistencia, desde gancho metálico, instalado en techo de obra… pies por encima de la cama, calzoncillos a media rodilla… zapatillas en el suelo… se estaba masturbando colgado??”
– Lo que os decía chicos, -señaló sobre la cama las salpicaduras que se iluminaban bajo la luz ultravioleta- ahí tenéis el brillo del semen, por lo que se deduce que eyaculó. Algo falló, fue más allá, y entró en fase de asfixia hasta su muerte. El forense emitirá su informe, pero parece ser la causa.
– ¡Atención! -dijo Maty al entrar en la habitación-, parece ser que el finado está casado, con dos hijos, según una vecina están de vacaciones en el pueblo… ya se le ha comunicado el fallecimiento a su esposa, y viene hacia aquí. La vecina fue quien avisó, ya que le alertó no verle como habitualmente y el olor agudizado por la ola de calor.
Maty se quedó pensativo, observando y preguntó:
– ¡Oye Diego! ¿crees que la esposa permitiría algo así, o podría ser cómplice en estas actividades eróticas? -dijo señalando el gancho.
Diego, recogiendo la escalera, inspiró profundamente:
– ¡Maty, no fastidies! -contestó-, ¡pues claro! Ellas muchas veces participan, y les ayudan para mayor goce de sus maridos o parejas. En este caso él decidió jugar con fuego, se colgó solo, no pudo resistirse; necesitaba disfrutar al nivel que lo hacía en presencia de su mujer, y su muerte, es la consecuencia.

MARI CARMEN CANO REQUENA

Y el dijo!!……. sobre vivir como podáis, pues yo os dejé reglas para respetaros y a cambio que he recibido?……
Un mundo dónde el sexo es gratis porque el amor cuesta que sea correspondido, donde los hombres engañan a sus mujeres y mienten para no ser descubiertos, donde está de moda emborracahrse y consumir drogas, si no no sabes divertirte, donde perder un teléfono móvil da más miedo que perder la moral, un mundo donde robar es mas fácil que pedir prestado, donde la entrega de comida rápida llega antes que una ambulancia, donde el cómo vistes decide el valor de las personas y tener adquisiciónes es más importante que los amigos y la familia, donde nos enfrentamos a pandemias saltándonos las normas poniendo en juego la vida de los más vulnerables, donde hacemos de éste, el mundo que nos da la gana??…… No jugamos con fuego nos quemamos con él.

JONAY GIRA SOLI

La semana pasada me encontré con uno de esos días en el que el tedio parece que nunca va a desaparecer. En un intervalo de tiempo de ese día fue cuando comencé a procrastinar. Tomé mi móvil y me resultó interesante comprobar los mensajes que tenía guardado en el messenger, pero no en el mío actual, sino en uno bastante antiguo y blindado, de esos que tienes cuando estás soltero y que luego se mueren en un rincón virtual al comenzar una nueva aventura de vida con otra persona. Pienso que el aburrimiento combinado con la intimidad que me había aportado la soledad de ese día sacó parte de mi valentía irresponsable, añadí la clave e hice un pícaro click en el botón de entrar. Me encontré con un bombardeo continuado de pequeñas burbujas tintineantes, a tal punto que creí perder la yema de mi dedo intentando deshacerme de todo eso. Sólo reparé en una, y es que allí estaba la burbuja del misterioso chico del chat que nunca mostró foto de su cara pero que con sus palabras ( también con sus videos de cintura para abajo ) me alegraba algunas noches. Abrí su último mensaje y entre asustado, perplejo y con el corazón acelerado leí:
15 Ene 2015 13:24
“Quisiera poder escribirte / decirte algo importante”
18 Feb 2015 20:00
“ Raúl, soy el padre de tu novio…”
Vivir en la ignorancia, en ocasiones, es muy sano.

CURRO BLANCO

El tragafuegos.
Nicolás pertenecía a la tercera generación de artistas del fuego.Auténticos malabaristas del juego con el fuego.,en general poco reconocidos pero que sin duda sus espectáculos dejan boquiabiertos a pequeños y mayores: los tragafuegos.
Nicolás dominaba el arte del fuego.Su técnica y capacidad de improvisación delante de las llamas eran excepcionales,tal es así,que sus espectáculos eran contratados por los mejores circos mundiales.
Tuvo un magnífico tutor en este arte,Ricoleto II,su padre.Le enseñó toda la técnica posible para dominar el fuego en el constante juego de lo imposible entre el hombre y la llama.Pero lo que no le enseñó fue a dominar el fuego de la vida; ese fuego invisible que cuando nos atrapa ,después de su sinuoso pero casi inevitable avance,nos puede quemar hasta las vísceras más recónditas.
Nicolás,en su nuevo trabajo,en el Gran Circo Mundial,con éxitos rotundos,se encuentra en la encrucijada de elejir entre el fuego que domina o jugar con el fuego desconocido,amenazante pero cautivador: un amor imposible…..

ELVIRA FRAGOSO CALAMITA

Otra vez he comentado del modo más amable un twit de alguien que no piensa como yo.
– Me lo dices o me lo cuentas- responde con desprecio.
Me he acercado a la hoguera del odio pensando que podía calentar mi pobre mente utópica, que podría hacer que alguien añadiera mi idea a las suyas e hiciera un huequito en su mente donde entrara un poco de paz y de empatía
Otra vez me he quemado. Lo malo del fuego es que duele, despacio y constantemente mucho rato después.

MIGUEL GÓMEZ

TOÑO.
Presumía de rompecorazones, Tenorio de arrabal, con apenas veinte años, Toño Carrasco. Éramos amigos entonces.
Pasear por las calles del barrio con él, era asistir al recuento de sus conquistas. <<A esa me la he tirado. A esa, también. A aquella de allí, lo mismo>>. Para resumir, cualquier hembra entre los quince y los cuarenta.
—¿Y a mi hermana? ¿También te la has tirado?
Como si solo le hubiese llegado el soplo de aire, pero ninguna palabra de mis preguntas, se volvió para señalar con el pulgar a una mujer que aparentaba unos treinta años, cargada con las bolsas de la compra y dos niños pequeños cogidos a su abrigo.
—Esa… ¡No veas cómo chilla, la muy puta! Tendrá dos niños, pero está mal follá. Muy mal. Por eso se busca fuera lo que no le dan en casa. Vete un día con ella, si te animas, y verás como es verdad lo que te digo. ¡Una calentorra del copón, la Charo!
Y un día más, me dejaba in albis respecto a Sandra. Quizá por esa mística de la camaradería, Toño habría renunciado a seducir a mi hermana melliza. O, si lo había hecho, mantenía una reserva total sobre el asunto.
Entre mi hermana y yo reina una confianza absoluta. Si hubiese tenido un asunto con mi amigo, creo que me lo habría dicho. Además, Toño no terminaba de caerle bien; se limitaba a ser correcta y educada, cuando no tenía más remedio que coincidir con él. Pero sin esconder un gesto de desagrado. En una ocasión, hablando de él y sus conquistas, me confesó:
—No me iría con ese ni que fuera el único tío en el mundo. Será tu amigo, pero a mí me da un poco de asco.
A pesar de que la contundencia de las palabras de Sandra parecía despejar toda incógnita, el silencio de mi amigo me encendía. ¿Era una negativa en toda la regla, o quería encubrir algo bajo un manto de silencio?
Aunque no lo hubiese hecho, ¿lo habría intentado, al menos?
Frente a esta pregunta, el mutismo de Toño fue total. La airada respuesta de Sandra fue un poco exagerada, como quien quiere tender una cortina de humo. No teniendo una certeza, siempre me quedaba una sospecha para calentarme la cabeza, y hacerme mala sangre.
En cualquier caso, Sandra estaba fuera de su alcance, por el momento. Acababa de marcharse a Gran Bretaña, becada por una universidad inglesa para un curso de inmersión en inglés científico, y estaría fuera seis meses, hasta el verano.
Volviendo al promiscuo de mi amigo, en un tiempo no muy largo había probado <<todo el catálogo del barrio>>, y alguna página la había visitado más de una vez, por lo que se propuso buscar nuevos horizontes.
Extendió su territorio de caza al barrio contiguo.
A pesar de ser el uno continuación del otro, los dos barrios tenían características distintas. El nuestro era un barrio más antiguo y asentado. De gente humilde y amable, muy pacífico, por lo general. Trabajadores, personas de edad y muchos niños. Cada uno iba a sus cosas, nadie se metía con nadie y reinaba una cierta cordialidad entre sus moradores.
En cambio, en el de al lado, de construcción bastante más reciente, se daban mezclas de población conflictiva, y bastante gente chunga. Era territorio de bandas y peleas, de menudeo de droga y pequeña delincuencia, que la Policía parecía olvidar en sus patrullas.
Imperaba la ley del más fuerte, dignidad por la que se luchaba a brazo partido. La banda hegemónica funcionaba como una fuerza parapolicial, que vigilaba los movimientos de gente por su zona. Quién entraba, quién salía, quién acababa de establecerse. Se arrogaba, además, el derecho a cobrar cantidades estipuladas a comerciantes y dueños de negocios en concepto de protección, un bocado apetitoso, poderoso efecto llamada, que estimulaba a los menos escrupulosos para conseguir su tajada. El dinero significaba droga, alcohol, chicas, armas. Poder.
Alguna vez, cuando el escándalo y la protesta de los vecinos se hacían demasiado notorios para soslayarlos, llegaban un montón de vehículos cargados de policías que establecían controles, peinaban el terreno en busca de droga, armas o dinero ilícito, y se llevaban a unos cuantos pandilleros detenidos. Se difundía la información de que se había desmantelado tal o cual banda, pero el hecho era que, aunque disolviesen una al completo —cosa harto improbable—, en el tejido del barrio ya estaban otras bandas afilando sus cuchillos para ser los siguientes en ejercer su dominio.
A esto había que añadir que, con alguna asiduidad, y por cuestiones de honor, o mero afán deportivo, dos bandas se retasen a peleas épicas, que, con suerte, solo dejaban heridos y contusionados, si se llevaban a cabo en los solares que había alrededor. Otras veces, el escenario elegido era el local, bar o garaje donde se reuniese una banda que fuese objetivo de la otra, lo que derivaba en lunas de tiendas rotas, farolas y señales de tráfico arrancadas, contenedores incendiados. Escenarios de guerrilla urbana que pasaban completamente desapercibidos en la orilla norte del río que separaba ambos barrios del resto de la ciudad.
La gente de nuestro barrio temía que algún día esa marea sobrepasase los diques imaginarios que nos separaban, y nos convirtiesen en una extensión de una guerra que nos era totalmente ajena.
Bueno, pues el espíritu aventurero de Toño lo llevó a hacer incursiones en ese barrio vecino. Espaciándolas en el tiempo, y bajo distintas apariencias —como un pandillero más, cuero negro y tejanos, con aire de intelectualillo despistado, o de traje y corbata, hecho un pincel—, representando papeles distintos para los que se había caracterizado a conciencia.
Tuvo algunos éxitos —es de justicia reconocer que era un tío buenorro, con su metro ochenta y pico bien trabajado en gimnasio, el pelazo rubio y los ojos azules. Un poderoso encanto canalla y don de palabra—, llegando a crearse una reputación que lo puso en el punto de mira de las bandas del barrio: aquel intruso que andaba tocando a sus chicas, ¿de qué coño iba?
Toño mantuvo el juego durante semanas, poniendo en juego su capacidad para incorporar personajes, de tal modo que quienes querían perseguirlo no estaban totalmente seguros de a quién buscaban.
La guinda la puso cuando, a pesar de mis advertencias, se atrevió a trajinarse a Debbie, una rubia oxigenada llena de curvas que era la chica del Bruce —él afirmaba parecerse a Bruce Springsteen—, jefe de la banda hegemónica en ese momento, El Kartel, se hacían llamar. Y sí. Había colombianos —Bruce, sin ir más lejos—, y cocaína de por medio.
Debbie no es que fuese un bellezón, la verdad, pero para Toño ya no se trataba de sexo. Aquel juego lo excitaba en sí mismo. Era un reto, como escalar un ochomil.
Con Debbie algo sucedió. Algo que solo Toño sabe. No fue el mero trofeo de caza tantas veces cobrado. Fuese encoñamiento, amor, o vaya a saber qué, repitió visitas a su casa, en horas que el resto de la familia estaba fuera, y el Bruce, a lo suyo.
Me llevé las manos a la cabeza cuando me puso al corriente de sus hazañas:
—¡Estás loco, o qué, pichabrava? ¿No tienes bastante con tocarles las pelotas a los del barrio de al lado, que no se te ocurre otra que liarte con la chica de un jefe? Estás jugando con fuego, y lo sabes. Si te pillan, lo único que va a quedar de ti es el recuerdo. ¿De verdad no puedes buscarte rollos más sencillitos?
Pues no, no podía. La cosa duró hasta que alguien del barrio viera que un tipo vestido con ropa de marca, elegante, frecuentaba el portal de Debbie, y le fuera con el cuento al Bruce. Que alguna confesión debió de arrancar de su chica, porque a partir de un día, por las calles de nuestro barrio circulaban motos y algún coche, en los que viajaban chicos muy jóvenes, a quienes no conocíamos, mirando muy atentos a la gente que encontraban a su paso. O se paraban en una esquina, y ahí pasaban las horas muertas.
Toño debió de olerse la tostada, o alguien lo puso al corriente, porque desapareció de la calle de la noche a la mañana. Se encerró en su casa y no se dejaba ver. Los amigos que hablábamos con él por teléfono lo manteníamos informado del movimiento que se veía por el barrio.
La presión intensa duró un par de semanas, al cabo de las cuales los secuaces de Bruce no se dejaron ver tan frecuentemente por nuestras calles. Toño aprovechó para recuperar sus hábitos de salir poco a poco. Distancias cortas, sitios bien iluminados donde hubiese gente. O a casas de amigos de toda la vida. En la mía pasó muchas horas. A mi madre le encantaba prepararnos merienda, como cuando éramos pequeños. Solo que con cerveza en vez de Cola Cao.
Sandra regresó de Inglaterra, y su vuelta trajo una pequeña revolución a casa. Había cambiado su aspecto en varios sentidos: el corte de pelo, el maquillaje, el estilo de la ropa… Componía una imagen rabiosamente actual y atractiva. Incluso su forma de estar, de hablar eran un poco diferentes. Más asentadas, con mayor confianza en sí misma. Todos coincidimos en que nos gustaba la nueva Sandra. Toño incluido.
—¡Jo, qué bien veo a tu hermana! Aparte de guapísima, está más hecha, muy interesante.
—¡No volvamos a las andadas, Toño! Para ti sigue siendo el mismo tabú, ¿vale?
—¡Qué cruel eres conmigo! Si estoy reformadísimo…
Algo de razón tenía. Llevaba tiempo sin hacer calaveradas. Hasta Sandra lo vio en los ratos que coincidíamos en casa los tres:
—¿Es mi imaginación, o Toño está menos macarra que antes? Lo veo un poco distinto, mejor.
—Se llevó un susto gordo en uno de sus devaneos. Sí, está cambiado. ¿Me vas a decir que ahora te gusta?—, le pregunté riendo.
—¡Uy! Para eso le queda mucho camino por andar. Tú lo sabes bien.
—Ya.
Pero hay quien parece que nace bajo una mala estrella, y no se quita el maleficio en la vida. Toño empezó a echar de menos sus paseos por el lado salvaje. Para aplacar su desbordada pulsión sexual, recurrió a la bebida y la droga. María y Coca a todas horas del día. Inseparables, una botella de tequila y él. Todo aquello lo alejó un tanto de nosotros, y lo recluyó en otros círculos que yo no frecuentaba.
Yo tenía un mal presentimiento. Algo iba a hacer de lo que se arrepintiera. Volvía a verse en él una audacia antigua, probablemente espoleada por lo que se metía para el cuerpo. Cabía esperar que se pringase en alguna barbaridad de las que solía.
El momento que tanto temía que llegase, terminó por llegar. Fue un viernes por la noche. Eran las once y pico, y estaba en casa con mis padres. Habíamos terminado de cenar, y nos entreteníamos viendo un programa de cotilleos en la tele, que sazonábamos con nuestros propios comentarios. Sandra se había marchado un rato antes; había quedado con sus amigas para ir a la discoteca del barrio por el cumpleaños de dos de ellas.
Nuestro entretenimiento se acabó cuando oímos la puerta de la calle abrirse, y cerrarse de golpe, y el llanto nervioso de mi hermana en el vestíbulo.
Salimos los tres como flechas hacia ella, y nos la encontramos tirada en el suelo, con la ropa medio arrancada, incapaz de articular palabra entre tanto sollozo. Mi padre le trajo un vaso de agua, y, poco a poco empezó a serenarse. Repetía <<hijoputa, hijoputa>>, balanceándose, con la vista fija en el vacío. Mi madre se arrodilló junto a ella, la abrazó y consoló con palabras suaves mientras reposaba su cabeza en su hombro. Como hacía cuando éramos niños, y sufríamos algún percance.
Por fin, Sandra pareció lo suficientemente serena para hablar. Fijó en mis ojos una mirada asesina:
—Tu amigo…
—¿Quién?
—El hijoputa de Toño.
Sentí un calambrazo. ¿Qué tendría que ver con Sandra?
—¡Ha querido violarme, el cabronazo!
<<¡No!>>
—Va de coca y priva hasta las trancas, fijo. Se me pegó en la disco, y no dejó de insinuarse. Me sentía tan incómoda que dije que me marchaba. Silvia se vino conmigo, pero se quedó en su casa, a un par de calles de aquí.
>>Cuando ya pensaba que estaba segura, el Toño me ha cortado el paso por otra calle, y me ha arrastrado a un portal. Ahí…
—Vale, hija. No sigas—, la interrumpió mi padre para evitarle el sufrimiento de revivir con sus palabras un momento tan rudo—. ¿No te ha hecho nada más que babearte y tocarte?—, Sandra sacudió la cabeza a modo de negativa—. Me voy a por él—, resolvió.
—Espera un momento, papá. Voy contigo.
Me sentí obligado a ir porque, en una pelea, mi padre no era rival para Toño. Pero como se encontrase una piedra, una barra de metal, algo… era capaz de reventarle la cabeza.
Nos lo encontramos sentado en un banco de un parquecillo, entre toboganes y columpios. Estaba doblado por la cintura, vomitando hasta la primera papilla.
—¡Desgraciao, hijoputa…!—. Mi padre se fue contra él, pegándole una patada en la cabeza.
Toño cayó todo lo largo que era, incapaz de incorporarse. Mi padre continuó dándole patadas por todo el cuerpo e insultándolo. Lo dejé desahogarse. Yo mismo sentía una furia contra mi amigo que me empujaba a sacudirle, también. No sé de dónde saqué la calma para no hacerlo.
—Venga, papá. Déjalo ya, no vayas a buscarte un lío—. Tuve que abrazarlo por las axilas, y tirar de él hacia atrás, mientras él seguía profiriendo insultos y tirando patadas—. Ya verás como no vuelve a acercarse a Sandra.
<<No vayas a crearte tú un problema por este…>>—, pensaba mientras alejaba a mi padre del cuerpo caído de Toño—. <<Ni vayas a causarle lesiones como para que tengan que llevarlo al hospital. No. Déjalo así, que vuelva a su casita, y siga poniéndose ciego mientras pueda.
>>Que no va a ser mucho. Mañana me voy a donde el Bruce, y le cuento todo, con pelos y señales. ¡Ya verás qué corbata colombiana tan elegante le hacen!>>
<<Toño, ¡qué gilipollas eres, además de cabronazo! No digas que no te había avisado. Con la Debbie te dije que jugabas con fuego. Con lo de esta noche, te has chamuscado>>.
<<Te lo tenía dicho: a Sandra, ni rozarla. Por muy amigos que fuéramos, Sandra es cosa mía. Solo mía, y no voy a dejar que ningún salido baboso ponga sus zarpas en ella>>.

LOLY MORENO BARNES

Juguemos; cuando tu ego.
te haga sentir , el ombligo del mundo y
el centro del universo…
cercando tus momentos de fuego.
Juguemos; hay dos caminos.
Uno es la humildad,
buenos sentimientos…
…el otro soberbia y lamentos.
Juguemos; pero no equivoques las cartas,
porque la vida,
solo es una partida y
no da revancha.
Si pierdes, ¡estas muerto!
Juguemos a sentir, el calor del fuego,
pero mantén la distancia y el respeto.
Y acércate a la vez, a quien te necesita,
cerca de su cuerpo…
Juguemos al amor,
que entre llamas emana,
sin quemarnos y ser ceniza,
¡ CUANDO SE APAGUE EL FUEGO!

ARIEL PACTON

es él, un sólido cuerpo en la playa
Atracción
negro surgido del fondo del mar
Encuentro
es ella, cúbica y fibrosa radiada, su espejo del alma
Unión
de un golpe, él se astilla en fragmentos cortantes
Calor
ella, metálica y lustrada, se acerca
Más calor
maciza y radiada lo atrapa en su escudo de energía sin fin
Frotar
sus cuerpos chocan con fuerza, rompen sus vínculos
Chispas
liberan vapores, respiran oxígeno
Brincar
nódulos silíceos con oro de los tontos
Arder
láminas cortantes fundiéndose en el lustre metálico
Calentar
llamaradas de distintos colores dibujan en el aire
Iluminar
noches de fatuos amores
Fuego
no es un estado de la materia
Jugar
es una reacción química que le ocurre a un gas

FLAVIO MURACA

Aquel anciano decrépito y vagabundo no paraba de monologar, yo no quería sonar descortés y decirle que cerrara su bocaza de una puta vez pero… debía hacer tiempo, al menos el tiempo necesario para confirmar “eso” que no me había dejado dormir por unos buenos días.
Lo cierto era que estaba cagado en las patas, pues jugar con fuego era lo mío, salvo que esta vez había llegado demasiado lejos.
De fondo aún escuchaba las historias inverosímiles que el viejo murmuraba cerca de mi oído. Al mismo tiempo mis manos y mi ánimo temblaban como gelatina. Necesitaba algo normal y rutinario, corriente o vaya a saber que cosa, como para recordarme alguna clase de realidad y me anclara a ella.
Entonces…
-Decime pibe, ¿Ya te conté la de Larry y Gardel?-
Así que sujete de alguna manera el estrés que estaba por desbordarse y me sumergí en la penumbra, escuchando la última y más extraña de sus absurdas y retorcidas historias.
El viejo se inclinó y comenzó a explayarse:
“Resulta que, Carlitos (dios lo tenga en la gloria), se había ido de gira para Norteamérica , allí hizo unas películas para la Paramount, viste, y entre tanta nocturnidad conoció a este que se haría tan conocido. Estaba en un night club de copas luego de grabar unos sencillos cuando lo vio actuar de “entertainment” y viste como son las cosas, Gardelito era muy complacido de aquellos que lo hacían reír y cuando terminó el show, lo invito a tomar unos tragos. La cosa es que ambos tenían algo en común, además del show business claro esta. Los dos se perdían en las carreras de caballos.
Entonces, ni lerdo ni perezoso, el zorzal criollo lo cobijó unos días en Buenos Aires. Allí le prometió presenciar al mejor de todos los jockey del mundo, el entrañable “Legui».
El norteamericano la paso fetén fetén, pipón pipón, le encantó el tango, la carne Argentina y más aún los caballos.
Antes de continuar viaje a los estados Unidos, el cómico amateur le dijo a Carlitos que su sueño era ser mundialmente famoso y que creía una utopía aquello. Mientras le dijo eso a Carlitos, éste camino hacia el vestíbulo y en ese mismo instante le dio algo para hacer realidad su más íntimo deseo. El hombre aquel, iluminó la habitación y sin dudarlo lo hizo.
Ese tipo, sería luego Larry el de los tres chiflados, ¿Quién lo diría, no?”
Entonces, solté una risotada. El alivio me invadió en un estallido de carcajadas y pequeñas y continuas risitas.
-¿Querés un cigarrillo?-
-¿Por qué, no? ¡Venga ese cigarrillo!-
El humo me permitió obtener la ferviente esperanza de que lo hecho caducaría sin ser logrado.
-Decime una cosa viejo, ¿Vos como sabías la historia esa? Porque yo nunca la escuché…-
-Bueno, yo fui testigo presencial de eso- dijo e hizo un movimiento con la mano.
-Me imagino…- respondí y por dentro creí que el viejo estaba más loco de lo que aparentaba. Los números no me cerraban, debería de tener unos 150 años ahora…
-Sabes querido, la vida es un juego muy extraño. ¿Vos sabes algo de juegos?-
-Si, que voy perdiendo por goleada-
-Y que haces acá a esta hora de la noche, ¿No tenés familia? ¿No tenés hogar?-
– Bueno, si. Pero mi historia es más ilógica que la tuya, más difícil de contar, más difícil de entender y hasta diría incluso difícil de digerir…-
-Entiendo che, convidame otro cigarrillo y te cuento como engaño a la gente-
-¿Cómo?-
Encendimos otro cigarrillo cada uno y la sorpresa asomó mi rostro.
El viejo vagabundo río con el irritante aspecto de quien controla la situación por completo. Y dijo :
“Entonces, la realidad es que las apariencias no significan nada. Vos no deberías haber jugado a la ouija, la ambición como a tantos otros te doblegó y… bueno, aquí estamos de nuevo con pasaje al infierno, por jugar con fuego”.

BEA ARTEENCUERO

Ya hacía tiempo que Pablo venia pensando, como vengarse de su patrón, que lo había dejado sin trabajo.
Pensaba y pensaba, hasta que, un día prendiendo una hoguera sintió en su interior, algo que le decía: eso es, el fuego seria su revancha: mientras miraba embelesado las llamas, empezó a elaborar un plan, entrando en el lado oscuro de su corazón. Le voy a prender fuego la plantación de trigo pensó…Se lo merece por ser tan mal hombre. El sabia porque se había originado el problema, pero dentro suyo se justificaba y creía firmemente que su despido fue injusto, aunque cobro un montón de plata, quería vengarse, a veces escuchaba una voz que le decía que no lo hiciera, pero podía más la bronca y la rabia que día a día juntaba, caía cada más dentro del túnel de odio.
Al fin una noche, se decidió, ensillo su caballo, cargo un bidón con combustible y se dirigió al sembrado de trigo que era una gran extensión
Saboreando su venganza., sin pensar las consecuencias, se internó en el medio del cultivo. Sabía que estaba cayendo, casi tocando fondo dentro de su alma; Una nube negra cubría todo razonamiento.
Tenia el bidón de gasolina en una mano y el encendedor en otra, cuando sintió una voz que le decía… No lo hagas Pablo, no lo hagas, miro para todos lados y no vio a nadie, la voz seguía en su mente, era la voz de su madre (ya muerta) suplicándole.
Llorando cayo de rodillas, emergiendo como el ave fénix de las cenizas de su interior, con los brazos hacia el cielo gritando… ¡Perdón madre! Me hundí en el barro más profundo: el del odio, mi corazón apagado, enceguecido, hasta las puertas del infierno llegue, por un camino de locura, sin retorno ¡toque fondo!
Arrepentido, regreso a su rancho, preparo una bolsa con algunas prendas y partió, sabiendo que casi cae en un abismo sin retorno.
Algunos dicen… que hay noches que se lo ve caminando sin rumbo, diciendo una y otra vez.
Perdón madre, ¡Nunca más! ¡Nunca más
LOS LIMITES ESTAN EN TU MENTE Y LA FUERZA EN TU CORAZON.

NEREA TROYA JIMÉNEZ

Jugar con fuego es arriesgarlo todo, ganar o perder, pero seguir avanzando, entregarte al máximo y quemarte, o quemarte sabiéndolo.
Jugar con fuego es experimental, aprender de errores, mejorar y luchar.
Aveces nos da miedo hacerlo por el saber que perderíamos en ello.
Debemos jugar, todos somos llamas en el fuego y luchadores incansables intentando que no nos apaguen.
Dejemos que nos quememos si perdemos, así, lo llevamos aprendido.
No nos quedemos con las ganas de haber intentado arder, en todo fuego apagado cenizas quedan y siempre tienen una pequeña llama esperando a arder.

ZOE EMM TEXIS

En algún momento,en algún lugar , estaba prohibido utilizar la Magia, aquellas personas que se les descubría haciendo uso de ella se les condenaba terriblemente, lo cual era una polémica impresionante ya que a un porcentaje de el pueblo estaba interesado en saber más sobre magia y hechicería. Los magos, Brujas y aprendices acudían al bosque ya que era el único sitio donde la ley de la inquisición estaba prohibida por qué el bosque guardaba un sin fin de secretos.
Por las mañanas el viento soplaba firme al compás dejando así caer las hojas de los árboles, caían suavemente y cubrían el pasto, El bosque era realmente impresionante, las mañanas eran las cálidas, las dulces las tenues, se podía apreciar un brillo sin igual se escuchaban siempre muy fuerte los pájaros cantar al ritmo, se distinguía el paso de los duendes.
Zazil, una Curandera quien practicaba la energía con sabor a magia a través de sus manos con las cuales en compañía de Plantas medicinales, hacía un verdadero trabajo de sanación, Zazil una bruja Joven y aprendiz sentía que a los árboles les gustaba deleitarse con un baile, por lo tanto iba la mayoría de los días a danzar.
Zazil siempre regresaba al pueblo antes del anochecer ya que al toque del atardecer los misterios comenzaban a aparecer…
En el pueblo ella era querída por ayudar a diferentes personas,los curaba de dolores de espalda, rodillas, pensamientos negativos, dolor de garganta, y daba siempre relajación.
Un día Martes, Zazil se quedó hasta un poco más tarde practicando ejercicios de equilibrio, tan tarde que la noche comenzó a caer …
De regreso caminando por los árboles Zazil se sorprendió ya que encontró un camino que jamás antes había visto, lo cual le dió curiosidad,ya que se escuchaban murmullos a lo lejos en los árboles, Zazil con mucha valentía entró por aquel camino.
Todo era verde brillante, aquel camino parecía muy lindo, cuando más entraba más brillaba cuando se encontraba en medio se oscureció todo, y poco a poco comenzó a llover.
A Zazil le gustaba la forma en que la lluvia limpiaba todo el bosque por lo cual no fue un problema para ella, mientras se acercaba podía notar que en el suelo habían retratos de personas, partidas por mitad, encontró sangre en un círculo, y algunas ofrendas que se veías muy Extrañas…
-¡Brujería! Exclamó Zazil
Debo salir de aquí, ¿En qué momento vine?
Mientras Zazil se hacía está pregunta su corazón le pedía que siguiera caminando …
Por lo cual siguió el camino, hasta que paró en un un conjunto de ramas, el cual tenía un color marrón bastante impresionante, poco a poco comenzó a indagar más sobre ese conjunto de ramas hasta que pudo encontrar un un puñado de fotografías, todas estaban cubiertas de tierra mojada, gotitas de sangre las cubrían…
Pareciera ser algo completamente normal siendo que es un bosque mágico , lo extraño fue que las fotografías eran de ella junto con sangre símbolos y tenía impreso el nombre de Zazil,
Asustada ella, dejó las fotografías y se fue corriendo…
Fue tanta la impresión que se tropezó y rebotó con un tronco.
Al mirar el tronco pudo observar cenizas que lo cubrían con su nombre impreso con ramal.
Ella muy asustada decidió ser valiente y siguió el camino que estaba cubierto con margaritas llenas de plumas de ave con sangre por todos lados.
Al llegar a la cueva donde terminaba el camino encontró allí a una chica que aprovechaba el momento dónde el sol se escondía para hacer brujería, casualmente reconocía a esa chica era Charlotte, que estudió con Zazil un año.
-¡¿Qué haces aquí Charlotte? ¿Por qué tienes una fotografía mía en tus manos?!.
*¿Tú aquí? ¿Por qué insistes tanto en aparecer, cuando no debes?
¡Ya estoy cansada de ti! Que aparezcas como si nada y no solo aquí, también en todos lados,
¡Tu siempre! Solo te diré una cosa…
¡Cuídate Zazil! Por qué aunque estés aquí, no me voy a frenar de eliminarte de mi camino.
-¿Por qué? ¿Yo que te hice? Yo siempre trate de que tú también te integrarás jamás me porte mal contigo hasta trate de encajar la verdad no entiendo la razón de hacer todo esto!
¿De verdad te tomaste el tiempo de tener todas estás fotografías mías?
*¡Cuídate te repito! La respuesta es por qué siempre estropeas todo, justo cuando yo estaba brillando en el colegio llegas tú de nuevo ingreso y lo echas todo a perder, el chico que amé por el que luché todo ese tiempo, se fijó en ti, me molesta tu presencia,entiendes…
-Calma, tranquila seguro es por qué somos diferentes.
*¡Claro que lo somos, a mí me gusta jugar con fuego ! Mientras que tú solo eres ordinaria …
Charlotte comenzó a encender fuego sobre las fotografías de Zazil, el fuego comenzó a ser más penetrante y Zazil salió corriendo…
El camino de regreso no fue para nada grato, la tierra se convertía rápidamente en arena movediza, se podía oír a lo lejos el sonido de un cascabel que llevaban consigo las víboras.
Al ritmo del granizo Zazil pudo salir por fin.
Con el paso de los días, todo fue raro, todo iba cambiando en su vida de Zazil, sus amigos la veían raro, o ni la veían, sus seres queridos se tornaban distantes y la creatividad era nula.
Triste y desconcertada se preguntaba…
-¿Qué estará fallando conmigo?
Hago mis deberes y aún así parece todo ir mal.
¿Será que la «Brujería» de Charlotte me esté afectando?
Oups! Que cosas pienso, jamás dejaría que esas cosas se impregnen en mi mente…
No le daría poder a eso, ¡Respira! ¡Ahhhhh!
Cuánto más pasaban las semanas más cosas empeoraban, todo era tan extraño que ni la danza resultaba.
Zazil, tuvo que visitar a uno de sus guías para explicarle la situación, aquí el guía le dijo que tenía que jugar con fuego para deshacer el hechizo.
Así que Zazil, Partió al bosque con un par de velas de color blanco y negro…
Llegó hasta el lugar del ramal, dónde todo rastro de brujería hacia ella fue quemado por la velas blancas y el rastro de Charlotte se consumió en velas negras .
Poco a poco el fuego consumió aquellos rastros, la vela blanca se llevó la sequía, la mala racha, la vela negra mando un rebote en automático hacia Charlotte.
Condenándola sin fin a su ruleta karmikal
Zazil Prometió Jamás volver a jugar con fuego y menos hacia otra persona, considerándose así pagar el daño con actos de amor y compasión.
Al siguiente día Regresó al bosque cuando comenzaba amanecer , todo se tornó normal, con mucha alegría le danzó a los árboles sin parar.
Zazil aprendió la lección de comprender que la magia solo se utiliza para el amor y los actos de buena fé, descifró que de usarla de manera contaría todo rebotaría en karma.

BEATRIZ ÁNGEL

Empieza el juego, a ciegas,
eligiendo vinilos solo con un dedo.
Se que me quemo,
que me meto en tu guarida
y es como jugar con fuego.
No creo en las casualidades,
creo en el destino y en sus oportunidades.
Tu pide, que yo lo saco,
un disco de Nina Simone o los Jackson five,
me dices cosas,
me estas pidiendo que no sea intensa,
no quieres que te quiera así de esta manera,
solo puedo obedecer. No prometer.
Calla, que vienen.
Seremos cuatro hasta las cuatro,
se ha caído un cartoncito en el fondo de un vaso
y desde entonces todas las canciones
riman con mis pasos, de baile, destartalados.
No importa, porque es parte de esta historia
y por más que grites esta noche que me odias
que soy una bruja, una hechicera.
Soy tu tu fiel esclava, desnuda, sobre tu cama,
A tu merced, siempre a cuatro patas.
Ahora me he ido, fuera de esta sala,
pegado a mi oído,
mientras me susurras letras,
son siete notas y siete colores
salen de tu boca, todas las notas,
de sus canciones, y me transportas.
Relaja,
ven conmigo debajo del agua
que está noche es larga, amanecida…
Mis gemidos le han dado a tu barrio
hoy los buenos días.
Han roto el alba.
Dame la mano, sube aquí arriba
que después de todo
lo único que quiero
es dormir abrazados.
Deja, que te mire
mientras te duermes,
sé que el día de hoy ha sido más que largo,
tu capitán, vino a verte en barco,
las despedidas y los recuerdos
que hoy han resbalado, por tus mejillas,
está más que claro que no todo hoy han sido buenos ratos.
Al final del día yo sigo ahí,
soy la que se queda aunque no estés tú aquí.
Me vale, con que lo sepas,
me tienes , por si volteas.
Espera, ya acabo, es hora de irme,
de besar tus labios,
me marcho,
y aún así puedo decirte que estoy a tu lado,
No creo en las casualidades, creo en el destino,
no pienso que todo esté escrito,
las oportunidades,
son las que dibujan todos los finales.

OMAR ALBOR

En la escena siguiente
el mozo toma del cuello
al cliente, la gente sorprendida, increpa al cliente, porque le dijo al mozo, el champagne está caliente y el mozo le vacío la botella en la cabeza.
El cliente toma una silla y se la parte en la espalda y sale corriendo, la gente lo corre al cliente, este cruza la calle sin mirar y lo atropella un camión.
En la otra escena vemos al recolector de basura, que va vaciando los tachos, dónde tomas las bolsas y las rebolea dentro de la caja del camion, acto seguido va corriendo al tacho próximo y cuando agarra la bolsa está tiene un vidrio, el mismo le produce un corte importante al recolector, este sin titubear toma la bolsa y se la tira dentro de la casa y se desparrama toda la basura y los vidrios en el jardin, sale la dueña de la casa y lo increpar al recolector, el mismo la mira y sigue.
Siempre hay un acto seguido para bien o para mal.
La elección es tuya, lo demás viene de regalo.

EMILIANO HEREDIA JURADO

PARALELAS
Noche que abraza místicamente la calle
Noche que guia de la mano a dos amantes.
Silencio solemne, respetuoso, contenido.
Silencio furtivo, temor a ser descubierto lo clandestino.
Respiraciones sosegadas, en paz, orantes.
Respiraciones agitadas, nerviosas.
Himno solemne, salida del paso, aplausos que abordan la nave del vacío.
Alarma del móvil. Sonrisas cómplices, miradas dibujadas con lápiz de lujuria. Manos que se unen, labios que se cosen.
Al cielo señores, grita el capataz.
Al quinto gritan los cables del ascensor.
Sonido sordo de la portezuela que se cierra.
Sonido sordo de cerradura que se abre.
Vestidura talar que se ajusta.
Falda, camisa, combinación, pantalón, blusa,zapatos, mantilla, sujetador, ropa interior, migas de deseo marcando el camino.
Crujido del paso por el peso.
Crujido de la cama por el peso.
Pies desnudos lacerados por el asfalto de la calle
Pies desnudos encadenados a las sábanas.
Doce de la noche, la música de la banda, los tambores, las trompetas, en el pentagrama del aire.
Aquí radio intercontinental, las doce, a continuación, el Ave María.
Olor a incienso.
Olor a sudor.
Gemidos de los penitentes.
Gemidos de los amantes.
Quejidos brotando de una saeta.
Quejidos del somier.
Manos que acarician la redondez de las andas.
Manos que acarician la redondez del cuerpo.
Ayes que surgen de la muchedumbre.
Ayes que surgen de la podredumbre.
Beso de Judas
Beso de adulterio.
Torso de Cristo despojado de sus vestiduras.
Torso de amantes despojados de sus ataduras.
La Dolorosa en éxtasis.
La pudorosa en éxtasis.
Cristo yacente.
Deseo durmiente.
Virgen de la Esperanza.
Soñadora con Esperanza.
Miles de velas alumbrado la fè.
Una vela casi agotada alumbrando la habitación de hotel.
Rosario de la Aurora, calma, paz, Dios te salve María….
Amanecer, angustia, por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Las puertas de la iglesia cerradas.
Las puertas de la habitación cerrada.
Los barrenderos barren las calles.
Los amantes, alejándose en direcciones opuestas, barren su conciencia.

JORDI VIÑAS REIG

Traigo señales del infierno
Señales de un fuego, imponente y bestial
Traigo señales,
de muy adentro,donde todo quema,de forma constante, seguida y letal
Traigo señales del infierno, donde la rabia en llamas,habla por fin
De muy adentro, donde todo es fuego, amarillo y rojizo
Son señales,de constantes vitales,de tal poderío,que no apaga ni Dios
Y queman y queman, como un gran motor, de cilindrada infinita y ritmo imperial
Viven adentro,en lo más adentro,de los seres humanos,de los seres terrestres
Viven y viven,de día y de noche,ahora y aquí,después y mañana, y en tiempos antaños
Son tan antiguas que no tienen un fin, solo un principio,que todos sabemos y todos olvidamos
Son las maneras,de jugando con fuego,en forma de señales,de señales de vida

PEPI RAMÓN

(Pero no entra a concurso porque me esmeré la oveja pasada y ni ¼ de voto… Y voy caminando por los pasillos con la mirada perdida, alternando Valium y placebos cada media hora; ya ni acudo al trabajo, me estoy dejando barba -y no soy un hombre-, miro el cajón de los cuchillos tratando de contenerme… Y el psicoanalista cuesta una pasta).
. Hijo, quien juega con fuego se quema.
* No se acuerda el cura de cuando fue sacristán, ¿eh? Que de tal palo, tal astilla. Papá, sabes que quien no se arriesga no gana. Además, el fruto prohibido es el más apetecido…
. Corazón codicioso no tiene reposo ¿No sabes que hombre precavido vale por dos? Yo nunca me metería en camisa de once varas.
* Pensé que te conocía, pero nunca se llega a conocer a las personas; es verdad que nunca se sabe cuándo va a saltar la liebre…me dan ganas de llorar a mares, como si no hubiera un mañana.
. Te estás yendo por los cerros de Úbeda. No confundas la gimnasia con la magnesia, las apariencias engañan, y ya se sabe que quien bien te quiere te hará llorar.
* No, no. Yo creía que contigo, pan y cebolla, aunque con las glorias se olvidan las memorias. Pero mira, de los escarmentados nacen los avisados.
. ¡Cría cuervos, que te sacarán los ojos! Que el que avisa no es traidor. Agua que no has de beber déjala correr. Y sabes que quien siembra vientos recoge tempestades.
* Pues yo creo que el que espera desespera, pero el que la sigue la consigue. Y el que venga detrás, que arree.
. No. El que mucho corre pronto para, que sé más por viejo que por diablo. Y el que a hierro mata a hierro muere.
* Ya verás, quien ríe último, ríe mejor. En la guerra y el amor, todo vale. Y, en cualquier caso, haciendo y deshaciendo, se va aprendiendo.
. Ayyyyy, genio y figura hasta la sepultura. Bueno, la cabra siempre tira al monte, hijo. O será que la juventud tiene la fuerza y la vejez la prudencia. Lo que está claro es que la mujer y el oro lo pueden todo. Pues si la suerte está echada, vete, que la ocasión la pintan calva. Pero ten cuidado, que las paredes oyen. (Está claro que nunca llueve a gusto de todos).
* Lo que sea sonará. Y si me va mal…todo tiene remedio menos la muerte.
…Y se fue a la cita con la mujer de su jefe…

GABRIELA MOTTA

El riesgo de jugar con fuego es que te quemas o te mojas, si te quemas te mueres y ¿si te mojas? Se termina el juego.

ALBERTINA GALIANO

Adelaida sopló la vela antes de subir las escaleras. La luz que entraba de la calle por las ventanas le bastaba. Y le producía un placer inexplicable andar en tinieblas.
Una vez arriba, atravesó el rellano hasta la puerta del final del pasillo. Tocó levemente en ella y esperó con un balanceo lento de uno a otro pie. Formaba parte del ritual.
Después de unos segundos, giró el picaporte y con suavidad se adentró en la estancia.
El olor… a pesar de conocido le sorprendió de nuevo. Y le llevó a pensar en retroceder. No lo hizo. Sentía borbotear la tentación dentro de sí, en la parte baja del estómago.
A oscuras como estaba se dirigió directa hacia allí, y lo palpó. Sintió su roce, su presión, su fuerza.
¡Sintió tantas cosas!
Plenitud por sentirse libre, sabiéndose sola. Libre para hurgar todos los rincones, sin cortapisas.
Grandeza al poseer algo tan prohibido… y venerado.
Única y brava en su valentía, por atreverse a lo que otras no.
Y tremendamente herida en su incipiente orgullo de niña.
Furiosa y poderosa. Muy poderosa.
Con tranquilidad, sin prisas, segura por todas las veces que lo había visto antes hacer, montó el arma, y se dispuso a volar y a cambiar definitivamente el rumbo del cuento, y a hacerse eterna en la ausencia…. y a joderles para siempre la vida.
….
Y el lobo, que atravesaba el bosque, al llegar a la casita no encontró a la abuelita, ni a Caperucita, ni siquiera su cestita. Sólo un costal de reproche que le pesaría sobre los hombros hasta el final de sus días.

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32 comentarios en «Jugar con fuego»

  1. Gabriela Motta se lleva punto, sin dudar y una gran mención a Pepi(no) , por la misma capacidad de síntesis, pero he de admitir que lo habéis puesto muy difícil en narrativa: pedazo textos creativos, me encantáis, sobre todo las nuevas inclusiones al grupo ¡felicidades!

    Responder
  2. VIVA GABRIELA MOTA Y SOBREVIVA AL FIN DEL MUNDO. GRANDEZA EN ESTADO PURO. QUIERO SER HUMILLADO POR ELLA PARA RENDIRLE PLEITESÍA. ME PROCLAMO SÚBDITO SUYO.

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  3. Mi voto para Pepi Ramon

    ( me perdí diez veces leyendo…
    Volví a leer…se cruzaban las líneas y las frases…luego no se porque tenia as* cada tanto … en fin.. es un ejemplo de ¡jugar con fuego!)
    ( me encantó)

    Responder
    • El asterisco y el punto eran para diferenciar los diálogos (de padre y de hijo). Es una conversación a base de refranes y expresiones. Quizás ahora se entienda mejor; o…haya roto la magia y me retires el voto (buaaaaaaaaa)
      Saludos

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