No es para tanto

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir con el tema: “No es para tanto”. Estos son los relatos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 18 de julio! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).

*Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor/a) y no han pasado procesos de corrección. El ganador se anunciará en el grupo de escritura creativa Cuatro Hojas de Facebook.

CHEVE BARROL

No es para tanto que por solo mencionar a tu ex pongas esa cara de cebolla podrida si al fin y al cabo has sido tú la que decidiste poner tierra en medio

No es para tanto que montes ese show por tan poca cosa y pretendas ser siempre el centro del universo.

No es para tanto que cada día nos enrostres cada uno de tus problemas como si no hubiera un mañana.

Piensa en quien teniendo más motivos callan y no dan motivos de descuelgue emocional… La verdadera fortaleza de unos se mide frente a la debilidad de otros.


MERCEDES SANTOS SANTOS

– No es para tanto!
Lo dijo con aires de sufiencia y como si ella estuviera sobreactuando.
Mientras, la mujer se acurrucaba en un rincón con las manos ocultando su cara.
– Levanta! Levanta te digo, joder! No, si al final voy a tener la culpa yo?
Al mismo tiempo, Ángel lanzó contra el suelo uno de los cuadros que descolgó del pasillo con tal irá, que cuando tocó el suelo, ella volvió a sobrecogerse, pero no satisfecho con el impacto, asestó una patada en la mitad del lienzo que dejó al pie atascado por un instante.

No quería verlo, no podía mirarlo, no, ni un poco, le odiaba en lo más profundo de su corazón.
Empezaba a notar un escozor que palpitaba precipitado un latido en las diferentes partes de su cuerpo, ardía bajo su piel un escozor insoportable. La blusa desgarrada, dejaba a la vista un hombro arañado. Ni si quiera lo había intentado, pero desde el último golpe, se había hecho un ovillo en el suelo de la cocina. Su pelo había perdido su forma de coleta siempre impoluta, estaba ahora enmarañada. Varios mechones se descolgaban desordenados sobre su cara, y ésta a su vez, surcada de lágrimas y rímel. Un manantial tan inagotable como vacío, de sus ojos surtían ríos, mares… Aquella no sería la única, intuyó. Y sin embargo, al momento, aceptó con resignación todo… todo, porque lo quería demasiado. En su interior resonaba la sospecha… tal vez no fuese la última de una sucesión de palizas. En ese preciso instante, el valor de su autoestima estaba yéndose a la mierda.
El silencio era tan atronador, que los sollozos ahogados en su garganta se le hacía demasiado insoportable para él, y con ese pretexto, quiso borrar la densidad del silencio, por eso, comenzó a gritar como un perro rabioso ordenando que se incorporase y de paso mandase callar al bebé.
– Joder, que no es para tanto! Levanta y aseáte un poco. Éstás hecha unos zorros, le dijo, en tono compasivo.

Hace un rato la criatura se desgañitaba, el pequeño lloraba desconsolado desde su cuna. Ella no podía creer que aquella bestia, fuese el mismo hombre al que ella adoraba, le pareció un completo desconocido sin ninguna empatía ni sensibilidad. No entendía nada y en su cabeza, apareció de pronto un fugaz pensamiento cuestionándose la culpa, «tal vez lo merezca, algo habré hecho mal»?!
El primer bofeton le pilló tan de sorpresa, más el segundo y el siguiente que no pudo saber cuantos fueron al final. El calor que sentía en un costado izquierdo le llevó a recordar el momento en el que notó punzante la punta de una bota en sus riñones. Pero el dolor físico, no dolió tanto como el que sentía en su alma.
Su oído comenzó a pitar, y aunque Ángel seguía gritando, ella ya no escuchaba, su acuoso oído le aislaba, la sensación era estar buceando inmóvil en un liquido gelatinoso en el fondo de una piscina. Al instante, notó que por su cuello se deslizaba algo muy cálido y espeso, el oído supuraba y el cauce por donde el reguero de sangre se hacía paso, le parecía lava escupida de un feroz volcán en erupción.
Antes de desmayarse, Ángel le había dicho que todo era por su bien y que la quería, ella, escuchaba sus palabras mezcladas con un pitido de fondo y cuando levanto los ojos, él estaba encendiéndose un cigarro, después ya no recordó nada.
Ella perdió la consciencia por un rato, él se encaminó a la habitación guiado por el llanto del bebé. Cuando Victoria despertó dolorida de lo que ella pensó, sin acierto, que aquello era una terrible pesadilla, ni Ángel ni el bebé estaban en casa.


CARLOS TABOADA

LA EXPOSICIÓN
«No es para tanto», pensó él ese día. Como un epitafio, escribió la frase sobre una liviana losa que ella un día sopló.
Jorge y Carla, en aquel tiempo -cuando los dos contaban con poco más de veinte años-, se complicaban la existencia trazando ochos cuesta abajo. Podían haberse dejado caer rasgando la línea del número uno, ciertamente. Pero siempre decidían, en el último segundo, darse una nueva oportunidad. Lo hacían porque se querían, porque creían que debían llegar muy lejos como pareja -amigos comunes aparentaban felicidad. El tiempo y el contacto con otras personas ofrecieron una perspectiva más realista. Les gustaba estar juntos porque se lo pasaban bien en la cama, y punto. Esa fue la conclusión, al cabo de los años, tras los ingredientes introducidos por otras parejas.
En uno de aquellos segundos, a Carla se le ocurrió algo diferente. Otro recurso más. Quizás el penúltimo. Jorge estaba reticente: ver la exposición de Tino Casal era lo último que deseaba en la vida. Cuando ella lo propuso, él preguntó qué clase de pintura creaba -también escultura-, y ella no supo contestar. «¡Para eso vamos!», dijo. Y, tras una pausa, él dejó caer un: «Vale». Después se meterían en la cama, y eso era lo importante. A él no le atraía la idiosincrasia de ese tipo, pero últimamente patinaban más que nunca. Accedió por lo de después y salió de casa con una alta dosis de indolencia.
Llegaron al Centro Cultural de Moncloa. Al entrar, Jorge se adelantó y echó un vistazo general. Con ello indicaba si había algo interesante. En un momento, calculó la distancia de las paredes, el tamaño de los focos y el color de los cuadros. Carla se quedó paralizada con el primer cuadro que vio, un corazón pintado en rojo intenso y con un espiral saliendo de la punta. Se acercó y alejó un par de veces, tratando de leer la idea de su ídolo. Se separaron. Él miró el reloj, y valoró el tiempo adecuado para la excursión. Al cabo de unos segundos se alejó de ella y, perdido, llegó al final de la sala. Entonces, allí, junto a una mesa alta con dos asientos, charlaba Tino Casal con una mujer. Poco más de tres metros les separaron. Si Jorge no hubiera levantado la mirada, habría creído dar con una pareja perdida. El artista reparó en él, y en un instante se escrutaron. Durante un par de segundos, Jorge reconoció sus ojos intensos y expectantes, y le aguantó lo suficiente como para darse cuenta de que Tino era algo más bajo que él. Al girar la cabeza para buscar a Carla, hizo un gesto muy significativo, pareciendo especular con la idea general de que el tipo famoso no era para tanto. Evidentemente, en ningún sentido.
Vio a Carla donde un minuto antes se había parado. La rodeó desde atrás, llevando sus manos con los dedos entrecruzados por debajo de su ombligo. Ella se agarró a su bonito gesto, y apretó los dedos para afianzar un futuro prometedor. También quiso decirle, al apoyar la cabeza sobre su hombro, que estaba encantada con la visita.

AMALIA MARTÍN GONZÁLEZ

_No es para tanto_le dijo el pequeño a su papá que habiendo traído notas algo escasas veía el rostro furioso de su progenitor.
No quiero ser el mejor de la clase ,quiero ser un buen hijo y buen compañero.
_Y? Preguntó su padre con un tonito arrogante y burlón que a buen seguro no le gustó al pequeño que aunque no levantaba más de dos palmos del suelo no parecía arredrarse por ese matiz poco empático_
_Papá ,no soy un chico de notables pero aunque sólo he obtenido suficientes he sido respetuoso con profesores y amigos como tú siempre me enseñaste.
_Tienes razón .No es para tanto hijo aunque he sido yo el que ha suspendido de forma muy deficiente al no haber comprendido tu alma noble y tu corazón de adulto.
(Lección magistral del pequeño al intolerante padre).


MARI CRUZ ESTEVAN APARICIO

No es para tanto-le dijo la mamá a su hijita Banderita,
una vez la tuvo fuera del agua y, cerca de allá.
No es para tonto mi amor, quedar en cuarto lugar. Es un buen puesto y, además lo que se trata en la contra reloj, es que tú te lo pases bien.
Banderita seguía llorando, tantos días entrenando y tanto esfuerzo y ahora por este dolor de oido, se decía a sí mismo.
Al día siguiente, antes de la competición final…
Banderita lleva en la mano los tapones.
Antes del uno, dos, tres y al agua, ya se los había puesto.

¡Sólo tiene que estar alerta a tirarse a la vez de los otros!
Un sueño fue para Banderita comprobar que los aplausos de la gente, se los dan a ella por su triunfo.
¡Ha ganado!
Todo tiene solución salvo la muerte.


CORONADO SMITH

No es para tanto, -apostilló Eva-.

Adán la miró perplejo y asombrado. Normalmente estaba acostumbrado a que ella continuamente despreciara sus intentos de mudarse de cueva. La conversación tenía lugar debajo de un árbol exuberante y frondoso. Tenía una base ancha y angulosa, donde se adivinaban unas raíces firmemente enraizadas en la profunda y honda madre tierra. La corteza era suave y lisa, y como a dos metros del suelo empezaba a ramificarse. Las ramas se perdían en el infinito o más allá todavía. Se adivinaba que había pajarillos de bello y melodioso cantar, que aunque no se veían, se escuchaban. Las hojas eran de un verde intenso y fuerte. Apresuradamente se puso a llover y todo empezó a mojarse y humedecerse y entre un trueno infernal se oyó una voz gutural ¡Alguien no ha visto cierto vídeo!


DOMINGO MACHADO BARCO

NO ES PARA TANTO SEÑORAS Y SEÑORES
Que a la Rusia soviética le haya costado una treintena de millones de muertos frenar el avance de la Alemania nazi durante la segunda guerra mundial parece que no es para tanto ni para los propios actuales mandarines rusos ni para el resto de los actuales mandarines de la humanidad. La guerra y el exterminio masivo de la vida nunca dejará de ser el mejor y más rentable de todos los negocios humanos. Para los señores de la guerra sus tantos desaparecidos, muertos, desintegrados, heridos, mutilados nunca son tantos ni para tanto como para que se tenga que evitar ni parar una sola guerra. ¿Cómo sino haciendo más guerras es que se puede evitar otro holocausto judío de más de cinco millones de muertos? Más bien al parecer estos señores como que tienen razón en la lógica elemental de su negocio, según la cual, la única forma de evitar toda guerra es haciendo más y más letal toda guerra la guerra. La cuestión todavía más elemental del hondo dolor humano y del cruento exterminio masivo de la vida humana nunca ha sido ni es ni será para tanto.
Que en la actualidad existan más de 40 conflictos armados en el mundo tampoco es para tanto, desde 1945 han habido 120 conflictos con 20 millones de personas asesinadas, ¿y què? la segunda industria más importante del mundo después del petróleo es el armamentismo, el dinero que allì circula para los bolsillos bursátiles que lo acumulan si es para tanto, que importa que después de la “Operación tormenta del desierto” en Irak haya niños nacidos sin ojos, órganos adheridos al estómago o a la espalda, sin extremidades e incluso sin cabeza, de todo estos niños siguen teniendo la culpa Saddam Hussein y todos los demás terroristas antioccidentales de este mundo y de los que vendrán también. Total ya al menos Saddam fue ahorcado públicamente ante una morbosa mirada global satisfecha con su exterminio y tampoco ya Saddam es para tanto.
Que actualmente en los últimos años las guerras en el mundo hayan provocado más de dos millones de niños muertos, más de seis millones de niños gravemente heridos o permanentemente discapacitados, más de un millón de niños huérfanos o separados de sus familias y más de quince millones de niños refugiados y desplazados tampoco es para tanto como para que masivamente paremos todos completamente al planeta hasta que se pare toda guerra. Total, sino lo hicimos en apoyo de la adolescente activista pakistaní Malala Yousafzai, cuando a la edad de quince años hace muy poco en el 2012 fue brutalmente golpeada con intenciones de matarla por su activismo a favor de los derechos de las mujeres de su país de ir a la escuela donde un absurdo y muy troglodita régimen religioso imperante prohibe la asistencia a la escuela de las niñas. Total ya Malala recibió el Premio Nobel de la Paz en 2014 a los 17 años, convirtiéndose asì en el ser humano más joven en recibir este premio y ya la misma Malala y su absurda tragedìa de la violencia màs inhumana y cruel ya tampoco es para tanto.
Además que sabe, que puede saber Malala del sufrimiento acumulado y colectivo de los doce millones de niños en campos de refugiados y de los trescientos mil enrolados en las guerras de hoy de toda clase de matanzas. Que puede saber Malala del exterminio de la humanidad en el medio millón de niños que son utilizados como soldados en 87 países de todo el mundo, así como de las razones por las cuales esos soldados de las fuerzas de paz de la O.N.U. fueron acusados de “alquilar” niñas para su disfrute sexual en África, si nada de esto es para tanto.
Definitivamente un mundo así, convertido en un «mundo de mierda» a donde quiera que llega la guerra, cualquiera de ellas no importa, NO ES PARA TANTO.

ALBERTINA GALIANO

No es para tanto… susurra en su oído, ella deshecha en llanto.

Vuelto el vientre del revés, en una postración que deja poco lugar a dudas.

Cierra las piernas, sorbe la nariz… esto es el amor, crujido de huesos que ceden al abrazo opresivo, silencio húmedo y vacío de estar en un pozo en el que sólo las paredes acompañan, circundan, rodean, devuelven el sentir del cuerpo.

No es para tanto, insiste, como un martillo percutor.

Y ella así lo pensará en unas horas.

Y volverá de nuevo a caer en él, en su maraña.

Cuando mañana al mirarse al espejo, y ver tras ella la cama desierta, la vida desierta, los sueños perdidos y su propia ausencia murmure entre dientes:

Qué es tanto
Qué es tan poco
Qué es nada…


OMAR ALBOR

No es para tanto
Sin sobresaltos corre
de noche, por sobre
el reloj, que te marca
la aguja, como la brújula
llega la aguja, como palabra
La peor desicion, no es para tanto
Y reconoce la partida
de aquel amor
que viajó, de muy lejos para ser
El ocaso mismo
de una nueva conquista
En la noche fría donde
te decían adiós.
La calma de la tristeza
es el frío que corre por sobre ti.
No hay luna
La oscuridad
Tiemblan mis piernas
Miro y alrededor
No hay nadie y mi eco más profundo
Pronuncia tú nombre.


SILVIA TRAMOYERES

-No es para tanto- le dijo su amiga Carolina .
Ana estaba cansada de que le dijeran eso , siempre todos ninguneaban sus problemas , los minimizaban haciéndola sentir que exageraba , que era una histérica a la que le gustaba llamar la atención .

Tantas veces le soltaron la frase de marras , que desistió de desahogarse . Y así empezó a saturarse , todas las minucias empezaban a agolparse y crear una bola enorme que ella sentía que se la tragaba .

Sucumbió a la desesperación , la soledad que sentía pese a estar rodeada de gente que supuestamente la quería .
No había nada especialmente grave para justificar su acto , o tal vez sí …

La cuestión es que se subió a lo alto de un edificio de 8 plantas , con la intención clara de tirarse , un grupo de curiosos se quedaron para mirar el desenlace , la policía no tardó en llegar y con ellos los bomberos .

Sabía que no tenía mucho tiempo para decidirse a lanzarse , porque sino pondrían alguna colchoneta o algo debajo .

Temblaba , tenía miedo , se acercó uno de ellos a hablar con ella .

– ¿ Por qué quieres saltar ?
– No lo sé , quizás no sea para tanto …

Acto seguido se arrojó , no dejó ninguna nota .


TALI ROSU

―No. Es. Para tanto ―me dijo despacio, con voz ronca y acercando su cara a la mía. Estaba tan cerca que podía oler su aliento nauseabundo. Me dieron ganas de vomitar, pero controlé las arcadas, me mantuve entera, serena.

Mientras me hablaba, sujetaba mi pequeña cara con su enorme mano, me hundía los dedos en la piel y me clavaba la mirada sin pestañear ni una sola vez. Aun así, me mantuve firme.

Él se enfadaba todavía más cuando se daba cuenta de que podía ser fuerte ante él, a pesar de que no podía evitar ser débil cuando se trataba de enfrentarme a las emociones ajenas. No podía entender cómo las llamas no habían quemado la nobleza de mi alma. Me veía en este cuerpo infantil, que creó hace apenas siete años, y se frustraba al descubrir que no había obtenido lo que imaginó cuando tanto me deseaba.

Cuando me lanzó con fuerza hacia el pozo de los lamentos, yo cerré los ojos y me transporté hasta la tierra para darnos un respiro.

Aquí, en este refugio desértico al que vengo para desahogarme, pienso y puedo comprenderlo; después de todo, me hizo con esmero, con la intención de no estar solo y de tener a quien legar todo el poder que le había sido brindado por la creatividad del ser humano. La empatía no debería estar en mis genes. Supongo que no lo tuvo en cuenta al crearme con la sangre de esa bruja. Ahora, cada vez que entra un alma al infierno, puedo sentir sus entrañas, su dolor, su pena. No puedo evitar echarme a llorar sin ningún tipo de consuelo. Eso es lo que lo enfurece, la hija del diablo no debe llorar.


JOSÉ MANUEL PORRAS ESCOBAR

EVARISTO SINLECHE
 
“No era para tanto” Evaristo Sinleche De Burra. 1930-1999.
Ese era el epitafio de aquel despampanante mausoleo de mármol de carrara que se alzaba ante mí. Estaba visitando a mis difuntos el día de los santos y mi atención no podía centrarse en otro asunto. <<¿Sería una broma? ¿Quién era aquel sujeto y por qué decía aquella frase?>> Esas eran las dos preguntas que azotaban mi mente y necesitaba responder. Y como era de esperar, no pude dormir esa noche: siempre que me atormentaba algún tema, mi cerebro no paraba de darle vueltas. No fallaba.
Al igual que tampoco fallaba que me obsesionara con algo hasta que lo consiguiera o lo resolviese. Algunos dirán que soy un cabezón, un terco; pero yo prefiero decir que soy insistente. Y es que, ¿cómo voy a cambiar la única forma de hacer las cosas que me ha funcionado hasta ahora? No tendría sentido, ¿no? En fin, que me desvío. El caso es que, a la mañana siguiente, justo después de despertarme, me dirigí raudo a buscar por internet quién demonios era. Pero no había nada. Para Internet es como si Evaristo nunca hubiera existido, pero aun así yo no me iba a rendir. Estaba convencido que detrás de ese nombre había una historia digna de ser contada.
Me lancé a la calle: era la única vía que me quedaba. Sin la ayuda de internet, todo sería mucho más difícil; pero todavía no me imaginaba cuánto. Creía que tras un par de horas conseguiría saber todos los detalles para satisfacer mi curiosidad, pero no contaba con un pequeño detalle: la demencia. La jodida demencia.
Y es que no solo tenía que contar con las negativas de la gente, también tenía que haber tenido en cuenta la edad de la gente a la que le preguntaba (la mayoría de entre sesenta a ochenta años) y lo que ello conllevaba: lagunas mentales, inventarse recuerdos para cubrir los huecos o irse a contar otra historia que nada tenía que ver con el asunto. Y así, tras cinco horas, me quedé tal y como había empezado. Normalmente suelo tener paciencia, pero aquel día casi pierdo los nervios al escuchar la última batallita del anciano de turno. Al final, lo único que saqué en claro de aquel día es que nunca más se me colaría una vieja en el súper pasara lo que pasara.
Menos mal que al día siguiente mi suerte cambió. Caminé durante horas y recibí alguna negativa, pero al fin conseguí lo que tanto estaba buscando: algo de información. Mis primeros datos llegaron a manos de Juan, un compañero suyo de instituto, que, cuando le pregunté, me dijo:
—Evaristo, era el bicho más feo que he visto nunca—y continuó diciendo—recuerdo que la gente se cagaba de él y corría cuando lo veía de lo feo que era el cabrón.
—¿Sí? ¿En serio? —respondí sorprendido —¿Y sabe algo más de él?
—No tengo ni idea de qué hizo con su vida.
—Vale. Gracias.
La honestidad de Juan me abrumó, no lo voy a negar. Pero al menos, ya me podía hacer una idea de cómo era Evaristo físicamente. Una pena que no pudiese decir nada más.
No obstante, no me desanimé. Había sacado algo en claro y presentía que en ese día iba a conseguir algo más de información. No sabía muy bien por qué, pero algo me lo decía. Y, efectivamente, así fue. Dos calles más abajo, seguía con mis intentos de preguntar a la gente sobre Evaristo cuando una anciana, que decía ser su vecina, mientras no paraba de tocarme el culo, procedió, casi sin darle tiempo a preguntarle nada más, a soltarme su retahíla:
—Yo tenía loquita a Evaristo y es que ¿quién se me iba a resistir con el culito respingón que yo tengo? —me dijo mientras me guiñaba un ojo —“Ahora, eso sí. Cada vez que se me acercaba aquel engendro corría como una loca. Entre tú y yo, ¡No veas cómo olía! ¡Y feo era como el solo! Todo el mundo le daba esquinazo y con razón. Además, era un poco rarito… Ya sabes.
—¿A qué se refiere?
—Sí, hombre, ya sabes. Entre tú y yo, por lo que se comenta el muy pervertido se le pilló más de una vez zurrándose la sardina el público. ¡Valiente asco de tío!
—Ahh, vale—respondí rápidamente
—Ainns, una pena que no fuese como tú, mozo—me dijo la señora guiñándome el ojo de nuevo para despedirse, no sin antes tocarme el culo de nuevo.
Despavorido salí de aquel sitio para que la anciana salida no me volviese a acosar y seguí con mi ronda de preguntas en el parque, donde me encontré a un grupo de señores jugando a la petanca. Les pregunté por Evaristo y uno de ellos me dijo:
— “Yo sólo digo que la única novia que tuvo era su diestra y no veas si la usaba el tío. A todas horas dándole castigo. Bueno, también estudiaba y lo hacía como un hijoputa”
—¿Era buen estudiante Evaristo?
—Buen estudiante, dice. Era un empollón. Estudiaba y se tocaba la zambomba. No hacía otra cosa. El pobre no tenía vida social: no tenía amigos y por lo que se ve tampoco conoció hembra, pero no veas dónde llego el tío.
—¿Cómo? ¿A qué se refiere?
—El muy mamón llegó a nadar en billetes. Se montó en el dólar con la empresa esa que creo de informática. Y a partir de ahí su vida cambió. Ya no fue el mismo. Por lo que sé ve, se mudó a los Ángeles ¡Quién lo diría hace unos años cuando un mierdecilla!
—¿Y sabe algo más de él?
—Lo único que sé es que estaba forrado y que vivía la vida padre allí, pero no sé nada más.
—Pues muchas gracias, de verdad.
—Nada, hombre, para eso estamos
Sonreí. No lo pude evitar. Al fin sabía lo que tanto había esperado de Evaristo y ahora mi destino me llevaba a visitar Los Ángeles. Sin duda, estaba en racha.
Aterricé en el Aeropuerto Internacional de los Ángeles y empecé a sentirme completamente perdido. Afortunadamente la ansiedad no duró mucho más. Se me encendió la bombilla. Si Evaristo era millonario, seguro que se codeaba con famosos. Y ahí fue cuando decidí cual sería mi siguiente parada: los estudios de Hollywood.
Allí, mi objetivo no era ni más ni menos que colarme en los estudios de Hollywood y preguntarle a los famosos “más veteranos” sobre Evaristo. Mi inconsciencia me había llevado hasta ahí, pero era la única salida si realmente quería conocer qué paso. Sabía que era un reto de máxima dificultad, pero tenía que intentarlo.
Para ello, me disfracé del personal técnico y, en los descansos de las emisiones, les preguntaría a los famosos sobre la vida de Evaristo. Era consciente de que mi locura había llegado al máximo, pero la curiosidad me mataba por saber más.
Sin hacer mucho ruido, me colaba en los camerinos, esperaba hasta que entrase el famoso en cuestión y ahí era cuando les soltaba mi pregunta cual depredador esperando a su presa. Normalmente me decían que conocían el nombre y poco más. Lo que no fallaba nunca era que, acto seguido, llamaran al de seguridad para librarse de mí. No voy a negar que recibí algún que otro mamporro de los de seguridad, pero al menos me estaba codeando con la jet set de Hollywood. Era un pequeño precio que tenía que pagar.
Y así continúe durante días hasta que sonó la flauta. El famoso en cuestión fue Robert de Niro y lo que pasó fue bastante curioso. Como venía siendo habitual, seguí con mi modus operandi de esperar al famoso dentro del camerino, pero esta vez Robert no llamó al de seguridad. Es más, me ofreció una copa y allí me dijo
—El cabrón de Evaristo se fue con Jane Fonda, que por aquel entonces era mi amiga, y creo que se acostaron juntos, pero la verdad es que no sé nada más de él, joven. Si te puedo ayudar con otra cosa, dímelo.
—Pues ahora que lo dice me podría dar el número de Jane Fonda si lo tiene por ahí.
—Ahh, sí. Aunque ya no nos hablamos, creo que no borré su número de los contactos de mi móvil. Un segundo que me ponga las gafas del cerca. Sí, aquí está: 684679723
—Apuntado, señor De Niro. Ha sido un placer conocerlo.
—Nada. No te preocupes, hijo. Suerte con lo que tengas entre manos
Salí de su camerino sorprendido por tanta amabilidad y me puse a llamar a la mismísima Jane Fonda desde mi móvil. Mis piernas me temblaban y mi voz también, pero debía de fingir que hacía esto todos los días si quería que aquello saliese bien.
—Hola, ¿quién es? —preguntó Jane Fonda al otro lado del auricular
—Hhhola. Mi nombre es Julio y le llamaba para ver si usted conocía a Evaristo sin leche
El silencio se hizo durante unos minutos y colgó el teléfono. Creía que mi aventura acababa allí. El único nexo que me unía con Evaristo se había volatilizado como por arte de magia. Jane Fonda no me quería responder y yo ya me estaba haciendo la idea de que me iba a ir a casa con las manos vacías, cuando me llamó un extraño número de teléfono:
—Hola. Si quieres hablar de Evaristo, es mejor que nos reunamos en persona. Nos veremos en Mullholland Drive, 12 a las 17:00. Es un pequeño bar. Ven solo—me dijo Jane Fonda con tono misterioso
—De acuerdo
Con unas gafas de sol, un sombrero y un vestido negro, Jane estaba sentada en la terraza de aquel bar, al que me aproximé y dudando, procedí a sentarme y le dije:
—Buenas tardes. ¿Puedo sentarme?
—Sí, claro. Solo le digo que, por si intenta alguna tontería conmigo, mi guardaespaldas estará vigilándote en la esquina de la calle. ¿Me ha entendido?
—Ohh, no, por favor. Jamás se me ocurriría hacerle tal cosa. Yo solo vengo aquí para saber más sobre Evaristo.
—Ahh, sí. Evaristo Sinleche. ¿Qué quiere saber?
—Todo lo que pueda, por favor
—Vale. Muy a mi pesar, te contaré lo que pasó. Evaristo y yo nos conocimos en una fiesta de lujo cuando éramos jóvenes. Él era ya muy rico y yo una actriz emergente. Esa noche estuvimos hablando durante horas, cuando nos entró el calentón. Yo me alojaba por aquel entonces el Ritz y le pedí que me acompañara. Allí dejé solo a mi amigo, Robert de Niro, y desde aquel momento no me ha vuelto a hablar. El caso es que hicimos el amor y él dijo al acabar:
—Pues no era para tanto
—¿Cómo? ¿Qué dices? ¿Que yo no soy para tanto? Serás desagradecido. Millones de tíos se morirían por estar conmigo. Millones
—No, no, tranquila. Si tú has estado genial. Es que es la primera vez que hago el amor y todo el mundo me había dicho que esto era la panacea. Y, sinceramente, tampoco ha sido para tanto
—¿Eras virgen? ¿En serio eras virgen?
—Sí, no he podido estar con nadie hasta ahora. Y cuando por fin lo hago, me doy cuenta de que tampoco es para tanto ¡Qué decepción! Cuando muera quiero que me pongan como epitafio “no era para tanto” como señal de este momento
—Evaristo, me estás tocando las narices. Sal ahora mismo de mi habitación
—Tranquila, guapa. No te enfades.
—¡Qué salgas te he dicho!
—Vale, vale.
—Y desde aquel momento no le volví a ver. Se portó como un auténtico gilipollas, pero aun así cuando me enteré que murió de un infarto, les pedí inmediatamente a los de la funeraria que pusieran en su mausoleo el epitafio: “ no era para tanto” como el dijo. Ahora bien, lo que nunca haré será visitarlo. Ahí se pudra el muy desgraciado.
Y ese fue el fin de mi aventura. Una aventura singular que ahora te cuento y con la que espero forrarme algún día.

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7 comentarios en «No es para tanto»

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