Cuestión de perspectiva

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir con el tema “cuestión de perspectiva”. Estos son los relatos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves día 2 de mayo! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).

*Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor/a) y no han pasado procesos de corrección. El ganador se anunciará en el grupo de escritura creativa Cuatro Hojas de Facebook.

SILVIA

LAS APARIENCIAS ENGAÑAN
Hola a todos, me llamo Rocky, y voy al colegio Battiato.
No tengo muchos amigos, así que….¿queréis ser mis amigos?.
Os voy a contar porqué no tengo amigos. Y es porque mi familia nunca ha tenido demasiado
dinero, así que somos pobres. O eso parece, porque en realidad, soy muy bueno en todo. En
mate, en lengua, en soci, en natu, en reli…
Pero no se lo cree nadie, y se burlan de mí.
Unos años después….
Hola, ¿os acordáis de mi?. Soy Rocky, el de hace unos años. ¿os acordáis de que no tengo
amigos?. Pues resulta que… sigo sin tenerlos, pero, a cambio de eso, tengo un gran trabajo,
soy…!presidente del país!, y los de la clase, que antes se burlaban y se reían de mí, ahora me
tienen envidia y ya no soy pobre. Ahora mi familia y yo somos ricos.
Como veis, soy buena persona en el fondo y tengo un corazón limpio porque yo jamás me he
burlado de alguien por sus apariencias.
FIN


EIKO MG

Donde tú solo ves una hoja en blanco yo veo infinitas historias esperando a ser contadas, veo millones de puntos uniéndose para crear trazos perfectos, veo estrellas y universos esperando por ser explorados. ¿De verdad no puedes verlo?

Donde tú dices que solo hay silencio yo oigo el preludio de sinfonías a punto de nacer, oigo esa paz que solo se encuentra en la calma total, oigo cientos de conversaciones a la espera de sus interlocutores, oigo miles de risas a punto de explotar. ¿De verdad no puedes oírlo?

Donde tú dices que no hay nada yo siento el roce del aire aun cuando el viento está ausente, puedo oler el perfume que se esconde detrás de cada flor que aún espera por brotar de la tierra, puedo sentir claramente cada emoción que he experimentado e intuir las que aún me faltan por experimentar. ¿De verdad piensas que no hay nada?

Cuando tú dices que ya no hay más que decir yo exploto por dentro por todas las palabras que aún no he pronunciado, incluso aquellas que aún no terminan de formularse en mi mente. ¿De verdad no hay más en ti?

¿De verdad no lo sientes? Todas las emociones que se amontonan queriendo ser liberadas, plasma


BORJA ALMARAZ JIMÉNEZ

ESQUIZOFRENIA

Aún estando en el suelo después de ser humillado seguí escuchando las risas que se burlaban de mí. Risas llenas de maldad, odio, ira y rabia. Supe que disfrutaban haciendo aquello. Lo sentía en mis entrañas.

Y, pensándolo bien, era gracioso. No era más que un estúpido idiota tirado en el suelo que producía mucha gracia. Así que, empecé a reírme yo también. Auténticas carcajadas demoníacas salían sin parar de mis cuerdas vocales. Fue en ese momento cuando los humilladores dejaron de hacerlo. Era como si yo hubiera tomado el control de la situación y disfrutara de mi propio dolor, de mi propio sufrimiento. Je, ¡qué irónico!

Me levanté con lágrimas por toda la cara y un hilo de sangre que recorría la parte izquierda de mi rostro. Tenía frente a mí a las personas que me habían machacado física y psicológicamente y les dije que no tenían razón para estar serios, que debían sonreír. La vida no es una tragedia, es una burda y chabacana comedia. Esto parece que lo entendieron muy bien porque el disfrute y la felicidad volvió a ellos cuando me tiraron al suelo de nuevo y empezaron a pegarme puñetazos y patadas hasta dejarme toda la cara ensangrentada. Acto seguido, me escupieron y se fueron de allí. Qué bonito el callejón en el que acabé delirando. Me pareció lo más hermoso que mis brillantes ojos habían visto en todos sus años de vida.

Salí de allí. Aquella noche toda la gente me miraba. Mi ropa estaba rota. Mi cara desfigurada. Y mi sonrisa no paraba de crecer, JAJAJAJAJAJAJA. Maldita sea, era auténticamente descojonante. No podía parar. Me echaron del autobús con la advertencia de que si volvía a querer entrar llamarían a la policía y me denunciarían. Wow, qué ultraísta es el amor incondicional del ser humano. Su empatía, quizás, lo supera.

Llegué a mi apartamento. Me desnudé y miré todo mi cuerpo en un gran espejo que había en la habitación de invitados. Drazen, me dije, no te preocupes. Tú no estás loco. El problema lo tienen los demás, que están encerrados en una mentira y no saben ver a la vida como lo que es. Una comedia muy bizarra.


ALEXANDER WEISHAUPT

De amores imaquinarios

Por supuesto que debería estar haciendo otra cosa.
Eso es, básicamente, lo que fundamenta mi sentido existencial
De un momento a otro las obligaciones se ven sobrepasadas por aquello que es primordialmente obligación… sentirse pleno, sentirse libre, sentirse, sentirte.
Pues es claro que hay que producir señores, hay que echarle leña a esta máquina, que si se para todos nos vamos al carajo.
Pero… ¿Qué tan malo será el carajo? Supongo que es un lugar donde prima la des-organización, el caos y el sufrimiento. Debe ser muy potente la imagen negativa de ese lugar para hacernos traicionar nuestros sueños tan convincentemente.

Es divertido, un poco insensato quizás, que escriba estas líneas por ti, por el hecho de rememorar tu sonrisa en cada segundo que dirijo mis palabras hacia la imagen de tu endemoniada perfección. Porque evidentemente eres imperfecta. Casi completamente caótica, imposible. Tu caos TU CAOS se anula con el mío, con aquel lugar del cuerpo reservado para la espiritualidad y que a plena consciencia llené alguna vez de vergüenzas y temores. Y es que en el momento donde el mundo saca lo peor de mí, puedo ser realmente feliz contigo… a plena conciencia de todo lo que acallo para sobrevivir y con tu apañe comprensivo y sincero. Contigo vivo y revivo cada vez que nos tocamos, porque tu piel es la electricidad que revivió mi desesperanza. Tu fuego mujer, aquel que no está ni en tus ojos ni tus caderas, aunque lo repitas cada vez que quiero prender un cigarro y no encuentro el encendedor que compré hace 10 minutos. Ese fuego está en todo lo que tocas, en todo lo que miras y en todo lo que piensas, porque enciendes la vida con tus ideas, con esa alegría rebosante que nunca terminaré de comprender, y que en el mismo segundo que declaro mi incomprensión, proclamo mi locura por ti. Una locura que sumada a la que siempre ha estado inserta en algún lugar de mi cabeza, dan como resultado un estado de nirvana constante, sellado bajo las mil llaves que me entrega tu amor.

En un momento de arrebato me subo a la puta máquina, le rompo algunos engranajes con un mazo que oportunamente estaba tirado por ahí, que algún dios nórdico despistado olvidó (ignoro si aquellos engranajes eran efectivamente importantes para la máquina) agarro el manubrio y me la robo. ¡SI! ¡ME LA ROBO! porque en el momento final hay que tomar una decisión drástica y muy probablemente errónea. Evidentemente yo no soy importante para aquella máquina, lo que me produce cierta satisfacción al momento de intentar desbaratarla. Difícil misión. Los primeros engranajes fueron fáciles, estaban ahí a la vista, para que cualquiera los sacará. Pero su funcionamiento elemental aún era un misterio para mí. Maldita máquina, tan vil y perfecta, ni la ficción me da herramientas para desbaratarte. La magnitud de esta máquina es a ciencia cierta un misterio, para ejemplificarla la podemos imaginar entre el tamaño de un grano de arena y unas cuantas galaxias unidas. El problema es que no alcanzo a comprender las dimensiones reales. ¿Acaso es de las personas? ¿Los animales están incluidos, o siquiera considerados? ¿Y extra-planetariamente? ¿Siquiera existes maldita maquina? ¿O es solo un supuesto para ejemplificar la vileza en una figura conocida y tranquilizadora?

¿Siquiera existes? siento que ya no comprendo tu esencia. Nunca te pude comprender en tu totalidad y eso estaba bien, podía vivir con eso sabiendo que estabas ahí con todas tus virtudes y falencias. Pero ahora ¿Dónde estás? ¿Estuviste alguna vez? Siento que te perdí, que nunca estuviste. Que todo lo que fuiste fue una ilusión para mantenerme de pie en aquellos instantes donde la búsqueda me dejaba tan cansado y frágil que me fragmentaba con la caricia del viento. Creo que el mundo te creó para mí porque me necesitabas. Yo existía por tu existencia. Mi tarea era entenderte, pero no fui capaz. Supongo que nunca fui lo suficientemente capaz y eso, es básicamente lo que fundamenta mi sentido existencial. Tu breve paso por el mundo fue solo una jugarreta del universo en su total misterio. No existes, y nunca has existido. Y eso, está bien. Tu inexistencia total es la única razón por la que podría seguir viviendo… y si en algún momento te volvieras material y aparecieses en mi mundo realmente, creo que tendré la fuerza suficiente para descifrar todo aquello que realmente eres.
Y caminando buscando alguna ruta al carajo, saco un cigarro, busco un encendedor que no tengo y entonces veo a alguien, una mujer nada especial pero que, por alguna razón…
-Hola, disculpa ¿Tienes fuego que me prestes?
-Si obvio, toma
-Gracias
Creo que ya estoy cerca.


MARI CRUZ ESTEVAN APARICIO

La profesora de arte había colocado en una mesa al fondo de la sala, el bodegón escogido para hacer el día de hoy un trabajo de óleo.
8 alumnas, entre ellas me incluyo yo, ocupamos nuestro sitio, de seguida se oye la campana que da paso al inicio del trabajo.
Tres horas teníamos para realizar la obra de pintura…
El espacio del taller, estaba iluminado con luz eléctrica permanente fija.
Ahora bien, el foco que ilumina el bodegón, es el que le da a la tela pintada, la sombra tan importante como la luz…
8 caballetes, 8 trabajos terminados y, 8 bodegones diferentes, abren la reyerta entre las 8 mujeres aspirantes a ser artistas. La riña no llega a las manos y, menos a los pelos de la cabeza, porque entra la profesora y, explica …
Nunca saldría en ésta situación tal están colocados los caballetes, los cuadros iguales. El arte es cuestión de perspectiva.


JOSÉ LUIS GONZÁLEZ MISERQUE

¿Sin lugar a dudas?

La explosión había dejado siete muertos, cuatro heridos y había destruido por completo la panadería de la esquina. Una panadería cualquiera, en una esquina cualquiera, de una ciudad cualquiera. La derecha culpo a la izquierda, sin lugar a dudas era una sucia estrategia política detrás de las elecciones que se aproximaban. La izquierda culpo a la derecha, sin lugar a dudas era la inseguridad detrás del mal mandato político actualmente en manos de ellos. Los dueños de la panadería culparon a los dueños de la panadería de la otra cuadra, sin lugar a dudas lo hicieron para no tener mas competencia. Pero la mas curiosa de las historias detrás del incidente se las traigo aquí…

Jeny (Y el ladrón)
Jeny despertó a la mañana, se levanto de la cama, hizo café y se sentó a tomarlo al lado de la ventana del tercer piso, como solía hacerlo todos los días. A Jeny le gustaba mirar, observar, analizar todo lo que ocurría abajo en la calle. Observó el reloj del parque, eran las siete y cincuenta y nueve. Como todos los días los pájaros cantaban en el nido del árbol de enfrente, como todos los días pasaban los autos a velocidad de a pie, manejados por conductores fastidiados por el tráfico porque iban tarde a sus trabajos, como todos los días el vecino de enfrente baldeaba el piso. Pero había algo que no era como todos los días. Una chica caminaba por la acera de enfrente con un bolso colgado en su hombro derecho, detrás de ella venia un fulano a toda velocidad, como si el mismísimo diablo lo viniera persiguiendo desde la esquina. El hombre alcanzó a la mujer y sin mediar palabra trató de arrebatarle el bolso, un ladrón,
sin lugar a dudas -Pensó Jeny-. Forcejearon un poco, pero al final el hombre alcanzo a arrebatarle el bolso, luego siguió corriendo con la misma velocidad trepidante con la que había llegado.
¡Maldito ladrón! -Exclamo Jeny- Y fue a buscar su teléfono celular para llamar a la policía, pero antes de poder llegar a agarrarlo de la mesa la onda expansiva de la explosión la aventó por los aires reventándola contra la pared.

Sara (Y su secreto)
Sara había pasado la noche en casa de su novio. Las cosas no andaban muy bien últimamente. Él estaba dubitativo y distraído. Por eso Sara le había sido infiel. Al abrir lo ojos lo vio ahí, acostado a su lado, aun dormido. No hubo sexo durante la noche. No lo había desde hacía muchas noches. Pero Sara iba a tenerlo ese día sin lugar a dudas. Salió de la cama con la agilidad de un gato para no despertarlo. Agarró el primer bolso que vio (uno negro de su novio) y en el bolsillo del costado guardo los tres condones que se dirigía a usar con su amante. El bolso estaba pesado, pero el cierre principal tenía un candado. Sara lo ignoró, estaba caliente y solo quería coger. Así que se puso en marcha, salió por la puerta principal, cruzo la calle, caminó por la acera hacia la izquierda y dobló por la esquina. Enfrente de ella un tipo baldeaba el piso. A su izquierda desde una ventana, una fulana en pijama tomando café la miraba curiosa. Sintió un tirón a su costado derecho, alguien jalaba su bolso y trataba de arrebatárselo, lo vio a la cara y se sorprendió, se aferró al objeto con más fuerza, no se lo dejaría quitar por nada del mundo. El forcejeo duro unos segundos, pero Sara perdió la reyerta. Era el fin de su aventura, la habían descubierto. El hombre corrió hacia la esquina, donde quedaba la panadería “Siempre Caliente”. Curioso nombre, según cuestión de perspectiva aquello podría tratarse de pan, de Sara, que había quedado así, o de lo que estaba a punto de suceder en aquel lugar, que segundos después volaría en pedazos producto de la explosión.

Francisco (Y su novia)
Francisco pasaba problemas de dinero. Y estaba dispuesto a solucionarlos a como diera lugar. Fue así como un extraño le ofreció una cuantiosa cantidad de capital por hacer un trabajo. Era sencillo, en la práctica, solo tendría que dejar un paquete frente a la casa del señor Guevara.
El señor Guevara era millonario. Decía ser ganadero. Pero era conocido en el lugar por vestir como narcotraficante, andar en autos de narcotraficante, y hacer fiestas de narcotraficante.
Francisco tenia problemas de dinero, pero no era ningún tonto. Aquel paquete, que le habían dado indicaciones precisas de dejar a las ocho en punto de la mañana en la puerta de la casa del señor Guevara, ya que de no cumplir al pie de la letra estas indicaciones no le pagarían ni un centavo, y del cual no le habían dicho su contenido, tenia que ser algo peligroso.
Francisco paso varios días dubitativo y distraído. Pensando en el contenido de aquel paquete. Y de cómo podría terminar en el medio de una guerra de carteles. Descuido varios aspectos de su vida inmerso en tales preocupaciones. Pero lo preocupaba más poder darle una buena vida a su pareja. A la cual amaba con toda el alma.
Llegado el día de la entrega Francisco abrió los ojos, miró el reloj, las siete y cincuenta y uno. Tenía exactamente nueve minutos para entregar el paquete a tiempo. Aún tenía tiempo, la casa del señor Guevara quedaba dos cuadras a la derecha. Miro a su lado, su novia Sara, siempre atenta y detallista, perfecta como ella era, sin lugar a dudas pensando en dejarlo dormir un poco más, se había ido sin hacer ruido.
Francisco buscó el morral negro donde le habían dado el paquete bajo llave con un candado. Buscó una y otra vez, pero no lo encontró. De pronto supo que Sara se lo había llevado.
Bajó (más bien saltó) las escaleras a toda prisa. Salió por la puerta principal, cruzo la calle, corrió como si su vida dependiera de ello por la acera hacia la izquierda y doblo por la esquina. Logro divisar a Sara, miro el reloj del parque, marcaba las siete y cincuenta y nueve. No lo lograría. Agarró el bolso con todas sus fuerzas, no había tiempo para explicaciones, pero Sara, al verlo, sin lugar a dudas por reflejo -Pensó Francisco- se aferró aún más a él, pobre Sara, el susto que estaría pasando su hermosa novia, después podría explicárselo con calma, al fin pudo quitárselo, si seguía corriendo hacia la panadería de la esquina, y doblaba a la derecha, podría entregar el paquete tres o cuatro minutos tarde.


DAVID DURA

En nuestro mundo lejano
se llega con dos pasos ,
la casa,
tiene armarios con vistas al mar,
y el tejado es el suelo de un gato.

Cuando vuelva a olvidarte y a mis ojos le suban lágrimas ,
hablaré con tus fotos en nuestro idioma inventado.
Haré señas en tu cuerpo mudo.

Quedará la nostálgia como el estornudo preso de tu boca,
quedarán tantas cosas que hoy son roca.

Míralo o cierra los ojos ,
vivo en tu perspectiva ,
soy eso que no necesita ,
soy parte de tu vida.


ROSA MARÍA JIMÉNEZ MARZAL

Soy la madre que precisas, la almohada en la que lloras, la mano a la que te aferras… Soy algo cotidiano y casero, un boleto sin premio una foto movida… Pero que sepas que no siempre soy así, ésta es la versión barata que no inquieta ni inquiere, la descafeinada que va con todo.. Pero una vez que salgo a la calle soy valiente y guerrera, defiendo lo que creo y denuncio lo que me parece mal. Soy la mujer que no se resigna, que nunca calla… Si, tú mujer cómoda y en bata es a la vez el punto de inflexión, la queja, la duda, el malestar y la crítica.
Todo depende de quien me rodee, quien me busca o pregunta… Pero para ti siempre seré un sueño bonito, una siesta reparadora, un abrazo inesperado, la caricia, el beso.
Soy la mujer inquieta que desconfía de todo, la perdedora que odia las trampas, la mujer coraje que nunca se rinde… Soy buena y mala, dulce y amarga, serena y guerrera, confiada y recelosa…. Soy tierna y desagradable, amante y discola, tu mujer y la otra.


EMILIANO HEREDIA JURADO

ACEITE

Como todos los días, injertada con el poyete del ventanal de un establecimiento de pollos asados y comidas preparadas.
A la hora en la que voy a comprar el pan.
A la hora de su cerveza.
Y no es la primera.
Delgada como un rayo de luz.
Frágil como un suspiro.
Hace un calor de termostato primaveral.
Botas de medio tacón por encima de los tobillos. Orlados con una cinturilla raida imitación a pelo de visòn, antaňo, a rata calva, en la actualidad. De ante negro muy andado.
Las piernas, muelles temblorosos en dos fundas de tela vaquera acarbonada, contenidos. Paréntesis en cuyo interior hay un monte de venus desértico.
Una camiseta nocturna con el dibujo de un grupo heavy como souvenir de tiempos mejores, contiene como si de una funda de tabla de planchar se tratara, un busto coronado por dos minúsculos oteros, que desembocan en una estéril meseta.
Dos ramas le salen por los lados, cuyos dedos sarmentosos, sujetan un cigarrillo haciendo el amor con una yonkilata.
De piel lechosa, la cara afilada como hueso de aceituna. Los ojos, errabundos, obscuros como dos bujías fundidas. Una nariz de papel de perfil con dos agujeros echos con un billete enrollado.
Y las ruinas de dos murallas intentando contener a los pocos dientes que aún no han desertado.
Su pelo, es como una noche sin estrellas, con rastros de miles de perseidas, que se llevaron todos sus sueños.
Alcohólica.
Me uno a la opinión popular.
Nó, amiga, no tengo tabaco.
Me da pena.
Me siento a su lado.
Sus ojos brillan.
Me cuenta que se llama Sonsoles.
Que está sola.
A ráfagas, èsta mujer de cincuenta y…. me cuenta, que hubo un tiempo del que no se acuerda, en el que tuvo familia.
Era hermana de otra hermana.
Que tuvo un novio, que se iban a casar, y todo ésto me lo cuenta entre gemidos de acordeón viejo.
Que era guapa, y que quería ser profesora de niňos lindos…
Pero, la pobreza compró una maldita garrafa de aceite de colza… y se fueron todas sus ilusiones, todos sus sueños, toda su vida, por el retrete de aňos de enfermedad.
Ahora, sólo le queda, una paga exigua… y su soledad…
Ahora, todos los días, hablo con mi amiga Sonsoles.


ALBERTINA GALIANO

Hoy he visto una escena en el metro que me ha impactado profundamente.

Un anciano forcejeaba con una chica, casi adolescente, peleando por un asiento: «Yo he llegado antes!». Ella pedía que no la tocara, y él la pretendía coger de las muñecas y levantarla.

Ante la impotencia de la escena el anciano ha optado por irse, pero el resto de la gente ha reaccionado contra la chica, que se ha visto obligada a bajar en la siguiente estación, junto con sus amigas.
Ellas ofendidas, y el señor también.

Cuestión de perspectiva.

Dos visiones muy diferentes de un mismo «derecho».

Punto de vista del anciano: soy mayor, estoy cansado, he trabajado más que esta gente joven que tienen por delante lo que yo ya acumulo detrás, como una fortuna desgastada de la que ya queda muy poco… Siento nostalgia, frustración por lo no logrado, cansancio de lo duramente conseguido, seguramente dolor, rabia por lo perdido…

Punto de vista de la chica: tengo un mundo por delante, en el que puedo conseguirlo todo. Quiero ser grande, pero grande con mayúsculas, y sin cortapisas. Esta gente mayor no me permite, me dice que no, me dice que luego, me dice que espere, no me deja disfrutar, no me deja que tenga lo que tienen otros, y que yo ansío: lo que me cuentan esos personajes que veo en pantalla, y que sí tienen derecho; y yo quiero eso.

Quizá debíamos hacernos preguntas todos y cada uno… A lo mejor al fin y al cabo los cuentos de hadas no eran tan malos, porque eran cuentos…
Quizá los cuentos que les estamos contando a nuestros hijos ahora, con menos lobos y brujas, son todavía más perniciosos, por ser incluso más engañosos.

Qué está pasando?


TALI ROSU

El espejo

Una noche, sin saber porqué, echaste a andar por un callejón frío y oscuro. Al fondo el camino se bloqueaba por un gran espejo que cubría todo el espacio a lo ancho, y a lo alto parecía no tener fin. Una luz tenue semejante a la que nos da la luna, te permitía ver tu reflejo cada vez claro conforme te acercabas. Pero algo no cuadraba en la imagen que te devolvía pues, cuando alguien se acerca a un espejo, lo normal es verse cada vez más grande, todos lo vimos en barrio sésamo con aquello de: “ceeerca… leeejos”. Pues no, en esa ocasión veías a una persona cada vez más pequeña que, al llegar hasta ahí, te miraba desde abajo, empequeñecida y frágil, tímida y delicada como si pudiese romperse tan solo con una palabra o un mal gesto por tu parte. Tuviste ganas de romper el vidrio, y así lo hiciste, le diste un puñetazo y conseguiste lo que deseabas: ver tu reflejo a tamaño normal, desfigurado y distorsionado junto con un alma rota.

Al otro lado había otro espacio, con el mismo aspecto pero con otro aroma, otra sensación. Una persona se acerca al espejo y se ve a sí misma de una forma extraña, parece ser cada vez más pequeña y, al llegar hasta el final, su reflejo la mira desde abajo, con odio en la mirada y dolor en su corazón. La sensación que le despertó al ver su imagen, llevó lágrimas a sus ojos y creó un agujero en su estómago, que sentía cada vez más cerrado y aprisionado. Tocó el espejo intentando ofrecerle una caricia, pero este se rompió en mil pedazos devolviéndole la imagen de lo que nunca ha deseado: vio su reflejo a tamaño normal, desfigurado y distorsionado junto con un alma rota.

Dentro del espejo dos imágenes se enfrentaban, idénticas en apariencia, misma altura, mismos ojos, mismo cuerpo y misma guerra.


SERVANDO CLEMENS

El huérfano

El sicario, después de acribillar a su objetivo, caminó con sumo cuidado por los pasillos de la casa para evitar resbalar con los charcos de sangre. Él no quería, pero tuvo que liquidar al invitado inesperado de su víctima. Colocó la mano en la perilla de la puerta, y antes de girarla, creyó escuchar algo en una de las habitaciones. Regresó por donde venía. Sujetó con fuerza el rifle automático, sintiendo todavía el calor del mismo.

—¿Ya puedo salir? —preguntó una vocecilla.

El sicario derribó la puerta de una de las habitaciones de una patada.

—¡Sal de tu escondite!

Un niño emergió de debajo de la cama y sin mostrar temor dijo:

—¿Quién es usted?

—Me llamo Jaime —mintió. Luego puso el dedo en el gatillo para acabar con la vida del pequeño. Él sabía que no debía dejar cabos sueltos, además el niño le había visto el rostro.

—¿Usted es malo?

La pregunta lo tomó por sorpresa.

—Bueno… todo depende de la perspectiva con que se miren las cosas.

—¿Asesinó a mi padrastro?

Consideró que lo adecuado era decir la verdad.

—Sí, perdóname. Quizás no me entiendas ahora, pero…

El niño respiró con alivio.

—Gracias —dijo el niño, cruzando los brazos.

El hombre miró moretones en la cara del infante. Por su mente pasaron miles de conjeturas, sin embargo, no quiso saber por qué el pequeño le agradecía.

—De nada —dijo el sicario, quitando el dedo del gatillo—. ¿Dónde está tu mamá?

—Está muerta. Creo que mi padrastro la mató.

—Lo siento, sé lo que es ser un huérfano. —Dio la media vuelta para marcharse.

—¿Y ahora qué haré yo?

El sicario se frotó las sienes con fuerza, tomó al niño de una mano con delicadeza y lo condujo hacia la salida.

—Yo me encargaré de ti.


 

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10 comentarios en «Cuestión de perspectiva»

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