Ignorados – Miniconcurso de relatos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir con el tema “me siento ignorado”. Estos son los relatos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves día 21 de febrero! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).

*Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor/a) y no han pasado procesos de corrección. 

SOLU SANSONE

Si jugamos un poco? A que si te digo algo, en realidad digo lo contrario? Saco un par de cosas guardadas del armario?
Diría que me apagás, me aplastás, que con vos todo es desabrido, aburrido, insulso…
Diría que no te pienso si quiera un momento, que en mi mente nada recreo ni imagino, que cada paso hacia vos es uno perdido…
Que me ponés en eje y entonces piso firme hacia un lugar certero. Que nada de eso me da miedo, que voy segura, tranquila y con mesura…
Diría que esto está ordenado y
sencillo, hacia el final va todo marchito…

Porque si tuviera que decir que me encendés y me elevás, que me caés en gracia, porque mis sabores ensalzas…
Que te pienso a cada instante, que recreo e imagino, cada paso que doy hacia vos como destino…
Si pudiera decirte que sacás de eje y piso mil pasos, hacia absolutamente ningún lado, y que eso me gusta, aunque vaya intranquila y sin mesura…
Si desde el inicio tuviera que decir, que la complejidad de mi sentir hacia vos no para de brotar, y que eso no me deja de desordenar, de alborotar….
Si todo eso te tuviera que confesar, profesar, exclamar… mejor no digo nada y me quedo callada. Me quedo en el margen de tu ignorancia, de tu indiferencia. Me voy por la contraria, reaccionaria, me espanto y me abrumo, y dejo que todo se haga humo…

Pero al derecho o de revés, lo que hay va a haber…entonces sigo sin decir nada, y que haya lo que haya, vaya el viento para donde vaya -y guarda que por ahí la cabeza nos estalla-.


VERÓNICA FERNÁNDEZ LISI

Al fondo de la clase, silenciosamente escucho la clase de la maestra. Miro atentamente mi pupitre…..no he estudiado y no quiero pasar vergüenza otra vez.
Pasan las horas, y llega el recreo. Otra vez, me quedo en un rincon en el patio. Otra vez, nadie me invita a jugar. Soy lenta, y torpe, y nadie me invita a sus juegos. A veces siento que no recuerdan mi nombre, ya que me quedan mirando sin decirme nada.
Pasa el recreo y pasan mas horas, limitándome a dibujar y a imaginar amigos que me hablan, que quieren jugar y leer conmigo, que quieren venir a casa. Suena el timbre. Toca esperar….mama llegara tarde otra vez. Esta muy ocupada para llegar puntual a buscarme y papa…..papa se fue de viaje, hace tres años atrás….aun espero que regrese a casa.
Vino mama. Me tira de un brazo sin saludar siquiera, esta apurada….bah, como todos los días. Quiero contarle lo visto en clase, quiero mostrarle mis dibujos de hoy…pero no. Está muy ocupada para escucharme, me pide que me lave as manos y me cambie, y que siga en la pieza hasta la hora de cenar.
Mis amigos imaginarios estan alli, esperándome. Ellos quieren hablar. Tuti, es un oso con sombrero de oso, sonriente me recibe en la pieza, le cuento mi dia y reimos, y me recuerda lo tontos que son mis compañeros, al no hablarme, ni verme. Reimos mucho. Viene mama, retándome por ruidosa , pidiéndome que mire tele, pero no quiero tele, quiero jugar, con Tuti, pero no puede verlo. Se va y me quedo viendo tele con el, contandole mis sueños. Contándole mi deseo que alguien mas lo vea o me trate como el: con ganas de jugar, con ganas de correr….con ganas de verme en casa


LUISA VÁZQUEZ

Cuando inicié el movimiento contrario al de descenso de hacía unos momentos, pude observar al grupo que me rodeaba. Eran unas veinte o treinta personas entre vecinos y transeúntes, eso hizo que detuviera inmediatamente mi ascenso y me quedara allí, a un metros del suelo, flotando y gozando de tanta atención por primera vez en mi vida.
Nací en aquel mismo edificio cuarenta años atrás. Mi madre me parió en el suelo de la cocina un domingo cuando preparaba paella para seis. Era la comida familiar que se celebraba un día a la semana y a la que asistían mis abuelos por ambas partes.
Pertenezco a una extraña familia a la que la descendencia jamás hizo ilusión. Mis padres eran hijos únicos y habían venido a este mundo como consecuencia de un sentimiento patriótico, que obligaba a sus progenitores a dar al país mano de obra. Por tanto, contribuir con un obrero para engrandecer a la nación era suficiente.
En el momento en el que este hecho se hacía efectivo, los vástagos pasaban a ocupar un lugar donde fueran lo menos molestos posible.
Quiero aclarar que, no por eso privaban a su descendencia de los cuidados necesarios. La asistencia médica, los estudios, el alimento y los enseres estaban asegurados, pero nada más. Al final, el hogar era como una Institución dependiente del Estado.
No había caricias, besos, preocupación, diálogo… todo era un contrato, yo te doy lo que necesitas y tú me pagas cumpliendo con tu obligación y no dándome problemas.
Jamás fueron a una reunión del colegio, jamás hablaron con mis tutores, nunca me ayudaron con mis deberes ni resolvieron ninguna de mis dudas. No recibí una mirada suya si no era para reprenderme cuando hacía algo mal. Solo se dirigían a mi para avisarme de las comidas o para decirme que era hora de ir al colegio.
Llegado el momento me pagaron una carrera y, cuando estaba a punto de abandonar mi casa obligado a independizarme ya que ellos ya habían hecho lo que les correspondía, murieron en un accidente de coche.
Esto no debería haberme entristecido, pero yo era un espécimen raro en una familia de autómatas. A mí, el mago de Oz me había concedido el corazón. Por tanto, les lloré en su entierro y me paseé por el piso sintiéndome solo por primera vez. Aun hoy, diez años después, siento tristeza por aquellos padres que nunca me dieron su amor, pero a los que yo quise ocultándolo en lo más profundo de mi alma para que no se dieran cuenta.
Con este pasado era una lógica consecuencia que el resto de mi vida fuera anodina, que yo fuese anodino. Al fin y al cabo, la autoestima que te da ver el orgullo en los ojos de tus padres yo no la tuve, por tanto, siempre me considere alguien sin importancia, un ser que no merece el cariño ni la atención de los demás, que no merece la admiración del prójimo, aunque hubiera acabado mi carrera “cum laude”.
Y esta mañana me levanté para ir a trabajar como todos los días. Entré al baño y mientras me afeitaba, me miré al espejo.
“¿Qué haces aquí? ¿qué sentido tiene seguir existiendo? No tienes quien te quiera ni a quien querer, no le importas a nadie. ¿Para qué te levantas cada día y vas a trabajar? ¿para seguir viviendo un año más con esa levedad del ser que no tiene objetivo? Por lo menos tus padres se habían marcado unas obligaciones que cumplieron. Tu estás gastando un oxígeno, estás ocupando un lugar en el espacio para nada. Acabar con todo sería más útil”
Y entonces me dirigí decidido al balcón, lo abrí y me lancé sin pensarlo dos veces.
En fin, que aquí estoy, flotando por encima de la muchedumbre que se ha ido arremolinando alrededor de mi cadáver mientras, a lo lejos, se oyen las sirenas de los servicios de emergencia.
¡Vaya, me siento importante por primera vez! Me miran, aunque solo sea por la curiosidad morbosa de ver mi cerebro esparcido por la acera. Hay conversaciones, todos se preguntan quien soy, incluso mis vecinos con los que he convivido durante cuarenta años.
De repente, oigo una voz. O quizá no, quizá solo sea un pensamiento:
“Es Manuel, el vecino del sexto. ¡Que pena, con lo guapo y buena persona que era!”
Bea, aquella chiquilla poquita cosa con la que me encontraba todas las mañanas en el ascensor y que me hablaba del tiempo. La única persona con la que conversaba de temas sin importancia, la única, ahora lo veía, que sí me miraba con cariño y a la que ignoré como todos habían hecho conmigo durante toda mi vida.
¡Pobre Bea, ignorada por el ignorado, todavía era más ignorada!


CARLOS TABOADA

TU AMIGO
En el recreo, Antonio me cogió del brazo y me indicó con la cabeza que me fuera con él. Yo acababa de marcar un gol, y lo celebraba siempre de la misma manera: con la boca abierta, los brazos en alto y las manos como puños.

Cuando me tiró hacia él, supe que los demás habían interpretado su gesto. Me molestó, evidentemente. Pero ninguno dijo nada. Nadie me iba a defender. Antonio era repetidor de tercero, y me sacaba al menos una cabeza, y eso que yo era de los más altos de mi clase.
-¿Qué quieres? –le ladré, bajando los brazos.
Trató de intimidarme como a los demás. Me miró ofuscado, con los ojos bien abiertos, y se acercó lo suficiente como para desplazarme unos centímetros con su pecho, quedándose a un palmo de mi cara. No tuve miedo. Sabía que no iba a pasar nada. Los chicos habían recogido la pelota para continuar con el partido. Nosotros dos ya estábamos fuera. Ninguno de ellos iba a intervenir. Ya habían visto cómo Antonio hinchaba los ojos de colores a los que le cabreaban.

Nos dirigimos a la parte de atrás, donde nadie nos podía ver. Tras las dos pistas recreativas, se levantaba un muro alto de ladrillo enlucido que hacía las veces de recogepelotas y aislaba visualmente la valla roja del exterior, situada a unos cinco metros de distancia. Había, por lo tanto, un amplio camino de tierra y arena, donde algunos jugaban a las canicas, otros con chapas y también con peonzas, dependiendo de la temporada. Menos cuando llovía, que se encharcaba durante semanas y, llegado el invierno, los restos de agua se congelaban. Aquel día, apenas vimos a unos cuantos chicos algo más allá, al otro lado. Así que dimos con el culo en el suelo primaveral y nos recostamos sobre el muro, mirando hacia la terraza de un segundo piso a la altura de nuestros ojos, donde un par de viejas bicicletas colgadas de la fachada no parecían moverse en la vida.

-Me gustan que me ignoren –dijo de repente Antonio-. Me gusta que me ignoren porque así puedo hacer lo que me da la gana.

“Vale”, le quise decir, mientras escuchaba a los chicos de la clase divertirse. Me estaba metiendo el dedo en la rodillera rota que mi madre había cosido el día anterior. Trataba de recordar cuándo la había jodido. Por ese hueco entraba el pulgar.

-Me gusta que me ignoren –creo que volvió a repetir-. Y no sé por qué te perdono –me confesó-. Quizás es porque no me tienes miedo. O porque me escuchas. Debes ser el único que no me ignoras. Por eso me gusta ser tu amigo. –Creo que entonces clavó la mirada en mí y dijo la frase que recordaré toda la vida: -¡¿Quieres dejar de una puta vez el agujero?! –se cabreó.

Seguí calibrando el boquete, sabiendo que no tenía solución. Entonces probé a colar un par de dedos y, jodidamente, entraron.


ÁNGEL MARTÍN

Gritó.

No pasó nada.

Volvió a hacerlo, esta vez con todas sus fuerzas, desgañitándose.

Ninguna reacción. La gente seguía andando sin mirar en su dirección.

Gritó hasta que no pudo más. Hasta que su boca se inundó de sabor ferroso. Hasta que su voz se convirtió en un quejido inestable.

No cambió nada a su alrededor. Todos seguían con sus vidas, inalterados. Hablando por sus teléfonos móviles. Mirando escaparates. Charlando de problemas primer mundistas con sus acompañantes. Contando las baldosas que pisaban. Admirando con interés las luces de las farolas.

Su camiseta, rota en varias partes, dejaba al descubierto un pecho, con el pezón y la zona alrededor de la aureola enrojecidos. No llevaba pantalones, ni ropa interior. Un líquido semitransparente brillaba entre sus muslos, prueba del triunfo del horror sobre la decencia.

Cayó de rodillas, suplicante. Las lágrimas nublaban su visión.

Nadie movió un dedo por ella. Solo era un día más en alguna parte del mundo.


SUSANA AZABAL

El lunes 2 de julio llegué puntualmente, a las 9 de la mañana, a mi nuevo trabajo tal y como habíamos quedado en la segunda entrevista de selección algunos días antes. Me hicieron pasar a una sala y no existí hasta las 10, cuando llegó la persona a la que iba a sustituir que había ido al dentista.
Desde el principio, al llegar cada mañana saludo con un «buenos días » a varios de mis compañeros y la norma es que no me conteste nadie.
Después de varias semanas en la empresa, la cafetera de la que disponíamos dejó de funcionar y nos quedamos sin café recién hecho.
Cuando un lunes volví a mi puesto tras algunos días de baja por una gripe que me dejó complentamente afónica, llega una visita a la que hago pasar a una de las salas y viene mi jefe preguntando si le he ofrecido un café, le contesto que no hay café y me contesta «¡claro qué hay café!, dirigiéndose a la zona cocina/comedor y mostrándome la nueva cafetera.
¡Jamás había trabajado en una empresa en la que me sintiera tan ignorada!


KAREN ROSADO

AVECES ES MEJOR
(Me siento ignorado)

La tentación de rebuscar en el pasado y abrir la caja de Pandora por lo general suele ser letal…

Una vez abierta no hay marcha atrás y día con día vas generando una mental bola de nieve entre lo que pudo o no pasar ,entre lo que pudiste o no hacer ,entre lo que encontrarias si te quedabas vs contra lo que encontraste e hiciste.

Te sientes ignorado por el pasado pero añoras que este volviera revolcándote de emociones aunque efímeras…sabrías que te devolverían un poquito de la revolución y caos que tanto te encantaba.

Le tocas el hombro a lo prohibido por hacerte notar una vez más …la respuesta es terriblemente favorable y ahora te envuelve en ese desequilibrio mental prohibido.

¿Que vas a hacer ?

¿Como vas a actuar ?

¿Como lo ocultaras?

Aunque pienses que eres muy inteligente siempre hay alguien que sabe lo que haces …pues te vendes de la misma forma siempre que te volviste predecible.

¿Va a valer la pena?

Después de esto …..¿revitalizaras esa parte que estaba muriendo en ti ?

Pues la contraparte no viene con juegos está vez detrás de ti,saben perfectamente lo que buscas y ahí es en donde lo encontrarás con un simple vistazo …

Aveces es mejor dejar las cosas así .

Aveces es mejor sentirse ignorado ,antes de desatar caos .


MARIAN MOYA VALERO

¡Los sonidos!
Son a mi alrededor, tan intensos…todos quieren tener razón.
Les mueve la compasión o, la ignorancia de aquel momento.
Da igual, de la manera que te expreses, les supera.
Lo que no deja de ser para mi persona un desconcierto, ver sus caras cerca y escuchar como hacen pregunta y respuesta, sin dar crédito a que no esperan mi tiempo.
El sentimiento que causan cuando te ignoran…cuando tu voz no tiene sonido.
Miraba sus caras de preocupación, donde no daban paso a mis respuestas y yo tenía un montón de estas…se ignora el mundo donde la enfermedad te para y no caminas, donde las pastillas son muletas en un tramo y en otro, una zancadilla.
Te ignora la sociedad y todo aquel al que no lo le alcanza la piel.
Las letras no invitan a transmitir la forma en que te sientes ignorada/o , la manera en la que hay que atreverse a seguir…de pie o de puntillas.


FLAVIO MURACA

Mirando al rio se quedo estatico Pipo, rememorando cosas, añorando aquella juventud que se le había escapado como agua entre las manos.

Él que había sido siempre un optimista de la vida, un incansable laburante, pronto se había convertido en un viejito sin dientes abandonado a su suerte, con penas en alma cuestas y mil achaques adornando su figura.

Allí estaba él, embriagado por la soledad, extasiado por la tensa calma del agua, que se mecía en un vaivén.

Entonces preparo su caña de pescar como lo hacia todos los días, porque la desidia era su compañía y si no lo intentaba probablemente él no comería.

Pipo, de corazón noble, logro entender tarde al mundo y su indiferencia dandose cuenta que este era sordo y mudo, todos los que reian con él pronto desaparecerian.

Sin embargo todavía tenia amor para dar, a pesar de haber pasado las mil y una, de sentirse anestesiado por el alcohol que tomaba para mitigar el dolor, de la soledad que hurgía en su vida.

Con él aguardaba, firme, estoico cacho, nombre del cachirulo mestizo que se acoplo a su lado porque el hambre y el miedo eran los testigos de sus pisadas.

Como Pipo sabia de aquello no tardo mucho en adoptarlo como su amigo y confidente, cacho aguardaba fiel a los pies de su amo y no le importaba caminar lento porque Pipo lo hacia, el can tenia la empatía que en muchos otros perecía.

El viento, travieso, arremolinaban los pocos pelos que aun anidaban en la cabeza de Pipo.

Conciente del tiempo, Pipo no menguaba sus ganas de acariciar al cacho o cachin como a veces él preferia llamarlo.

Sentado a la vera de un umbral, tantas veces creyó morir ahí, tantas veces por su mente naufragaron esas ideas, sin embargo por una cosa o por otra cacho lo había salvado, dignificando su vida, su amor y su amistad.

Y Pipo el ignorado, conversaba con el perro mientras compartían un pedazo de pescado.

Se los veía alegres, contentos, felices en la pobreza solian decir los mismos que pasaban a su lado mirando de costado.

Tras un tiempo de amistad, Pipo ya vencido por la indiferencia, partió y termino con su legado, siendo el alimento de los pescados, y cacho, el pobre cacho volvió a ser olvidado.

De manera que no hay día que por allí no pase con mi mano en su correa, él, mira al rio perdido como esperando quien sabe que cosa, y un aullido dolido resuena en su mirada.

Tuve la suerte de toparme con él cuando me mude al barrio, entonces no dude en adoptarlo, cuando lo vi ahí solo inmerso en el abandono.

Por ese entonces le había puesto de nombre Sansón pero el no respondía a su llamado, hasta que cansado de lidiar con su poca bolilla fui a dar con el canillita del lugar quien me conto de su historia.

¡Al fin cuando le grite por primera vez su apelativo me observó intempestivo!

Al menos él, no iba a ser más ignorado.


MARI CRUZ ESTEVAN APARICIO

Despertaba el día y me sentía ignorada… ¿Por qué -me preguntaba miles de veces- mi ser se siente vulgar?

Al poco, cuando el día abría, de inmediato recuperaba mi estima y, me lanzaba con mi saber a la conquista de mi proyecto para el bien social…
Mas al día siguiente, al Alba y nada más salir de aquellas sábanas blancas, el misterioso secreto de mi existencia envolvía mi espíritu frágil con música ignorada… Enseguida con el agua de la ducha limpiaba mi piel de mi poca fe en mi misma…

Un día llegó a casa una carta anónima. En su interior decía: «Querida hija, te escribo desde el más allá. No puedo permitir por más tiempo que en el mundo de los vivos te sientas ignorada, ya que siendo como soy tu padre y un hombre como fui con ideas importantes de ayuda hacia el prójimo como tú haces, me vi por la ceguera de la realeza escribiendo en la oscuridad de una celda…. Así que siendo como eres, sangre de mi sangre, te dono aunque tarde la grandeza de mi Quijoterada». 


ROSA MARÍA JIMÉNEZ MARZAL

Llevo años en que me he ido dando cuenta de que soy invisible. La mujer, a cierta edad, deja de interesar y pasa totalmente desapercibida. Puedes acercarte, estar entre ellos, hablar… Y todos fingiran que no estás, que nada interesante puedes decir, que nada aportas, es una muerte en vida. Entras a formar parte de la inactividad, de la fealdad y lo no valorado.
Hace tiempo que dejé de ser interesante, que mi belleza no hace volver las miradas, que nadie se detiene a cambiar impresiones…. Qué puede decir u ofrecer una vieja parada y solitaria?
Y te repliegasen la sabiduría acumulada, en la paz de la rutina envolvente.
Soy miembro numerario de los ignorados del mundo.


DEBATAY CHANLA

EL GRUPO DE WASSAP.

-ALICIA: Mi hijo va de pastorcillo, me lo ha dicho la seño a la salida

-MARTA: ¿Alguien puede decirme cuándo es el examen de matemáticas?

-JUAN PEDRO: Hola. Hagamos una cadena de oración por el terremoto de Surigao.

-INÉS: El mío va de angelito.
-CARMEN: mi hijo ha venido con una chaqueta roja que no es suya, a alguien le falta?.
-MARTA: De Álvaro no es. ¿No sabéis cuando es el examen?
-ROSARIO: Mi hija lleva toda la tarde estudiando en su habitación, si queréis la hago una foto y os la mando.
-ALICIA: ¿alguien tiene unas botas que le puedan servir a mi hijo para la representación?
-ISABEL: No me va a dar tiempo hacerle el traje al mío. Qué sea lo que Dios quiera.

-INÉS: ¿Qué os parece el profesor nuevo que ha venido? Le dio clases a el hijo de mi vecina y me ha dicho que fatal.
Alicia yo no tengo botas.

-JUAN PEDRO: Con lo que me estás diciendo vigilaré los deberes de Fernando.

-MARTA: Decidme por favor si sabéis lo del examen. 🙏
-GREGORIO: Quién ha sido este año el responsable de dar los personajes del Belén? Mi hijo no va hacer de burro.
-GEMA. Yo creo que tengo unas botas que le pudieran valer a tu hijo Alicia.

-JUAN PEDRO: Anda el burro es uno de los personajes más importantes del portal, esta todo el tiempo en escena. jjjjj
-ALICIA: Pues podemos quedar a la salida del cole y me las dejas a ver qué tal.

-GREGORIO: ¡Pués que lo haga el tuyo!.

-MARTA: Por favor el examen de matemáticas.

-JUAN PEDRO: Me parece que eres un poco imbécil.

-GEMA: Ok 👍
-GREGORIO: Y tú un gilipollas.
-MARTA: ¡¡¡¡No me decís nada del examen!!!!


TALI ROSU

Confesión de una inadaptada.

Había oído hablar de una sustancia que puede paralizar la musculatura de una persona pero que no afecta a la consciencia; quien lo consume no puede moverse pero se entera de todo lo que pasa a su alrededor. La semana pasada se me ocurrió que podía venirme bien algo así, lo pensé en una reunión de “amigos” que no tenían nada mejor que hacer que juntarse a beber y a hablar un poco de todo. Cuando me invitaron a ser parte de tan “interesante” evento, yo, como siempre, pensé que se trataba de un error. Aún así, acudí a la cita.

Volviendo al asunto que nos atañe en relación a la droga utilizada, me gustaría hacer hincapié en el hecho de que, cuando investigué en Internet sobre este asunto, mi intención era usarla para un fin completamente distinto al que finalmente le di. Cambié de opinión al encontrarme con varios foros en los que los participantes me animaban a usar un sin fin de sustancias para violar a una chica. «¿Quién ha hablado de violar a nadie?» ‒pensé de inmediato. «Esta gente esta mal de la cabeza o ¿qué es lo que les pasa?» No daba crédito a lo que estaba leyendo. ¡Gente desconocida manteniendo un debate sobre la mejor manera de dejar inconsciente a una mujer para hacer de ella mi voluntad! ¡Menudo disparate de mundo! ¡Menuda mierda de gente!

Lo único que yo quería era un poco de atención. Siempre. Repito, siempre. Siempre que salgo con un grupo de gente, da igual si es mi familia, compañeros de la universidad, vecinos, quien sea, ¡siempre soy ignorada! Tal vez tiene algo que ver el hecho de que soy bajita y que no me gusta hablar a gritos. O puede ser mi buena educación y el respeto que tengo cuando hablan los demás y no quiero interrumpirlos. O mi timidez y mi inseguridad por la que, en el momento en el que alguien me interrumpe a mí, yo me callo sin remedio y bajo la cabeza mientras me limito a pensar en mil formas de arrancarles la lengua. Yo solo quería paralizar a todas esas personas en la siguiente reunión, necesitaba que escucharan todas las palabras que me he tragado a lo largo de mi vida. Prometo que no iba a hacer daño a nadie, simplemente iba a obligarlos a escuchar.

Pero, como decía, cambié de opinión cuando entré a ese foro de Internet. Fue entonces cuando decidí buscar a todos esos mal nacidos que me aconsejaron usar la química para forzar a otra persona a mantener sexo conmigo. ¡Solo pensarlo vuelven a entrarme esas horribles ganas de vomitar! Por eso los busqué, los encontré, los drogué, los violé con una escoba de jardín, sí, de esas que tienen un palo grueso y de madera que se astilla con tan solo verla.
Por supuesto, mientras lo hacía, hablé. Hablé sin poder parar, vomité todas las oraciones que estaban encajadas en mi garganta, ahogándome, deseando salir a ver la luz de ese día maravilloso en el que por fin podían ser escuchadas. Hablé, hablé y hablé. Ellos prestaron atención a todo lo que dije y pude oler el miedo que salía por cada poro de su piel.

Lo curioso es que tengo que escribir esta confesión y enviarla por triplicado a la comisaría porque necesito que se sepa la verdad y, cuando quise confesarlo en persona, me tuvieron esperando cuatro horas sin atender a la historia que les había contado a todos los miembros del cuerpo sin obtener un ápice de interés.

Sin más, espero a ser detenida en la dirección que adjunto como remitente. No me moveré de ahí en las próximas 48 horas.

Gracias por su bendita atención.


ALBERTINA GALIANO

Con trajes siempre planchados, camisitas remetidas, obedientes, ordenados.
Puntuales a las citas, no se vayan a enfadar… o a marchar…
Formales, responsables, cautos, disciplinados.
Nacísteis siempre detrás, carentes de habilidad.
Nunca el primero, nada a estrenar, en cuna usada, sábanas usadas, jerseys usados;
en ruidosas familias numerosas, donde cuesta destacar.
Ni una sanción en clase; vuestro sino es acatar.
En trabajos anodinos, aplicados al estudio,
apruebas oposiciones como nadie; en soledad no tienes rival.
Añoras la novia del vecino, la que arrastra sobre tí su mirada, de pasada.
Ni una exclusiva, deseo furtivo, sexo marchito, el último en ligar; a bailar con la más fea, ignorada como tú.
Pareja perfecta de amantes cansados, frustrados, apagados.
Tu tacón no suena como el de las otras:
no llegan antes, pero llegan más.
Lo que puedes hacer sóla, no lo consigues mostrar;
se desbarata tu paso, se te encasquilla la lengua;
¡venga un vino!, a ver si ayuda…
De memoria los diálogos de repetidas películas,
fantasías imposibles, sólo sueños, al final.
Un Edén tu bolso, presta a la menor urgencia, el deseo es no fallar… qué digo, el deseo es follar, y la realidad amarga, como naranja precoz.
Te preguntas cada día dónde está el secreto y buscas, buscas;
te empeñas en que los demás vean
eso, que ni tú misma te crees.

Aquella Niña Insignificante.


ANA CABALLERO DOMÍNGUEZ

Me crecieron girasoles en las manos de tanto buscar tu piel y soñar con sembrar en ella mis besos. Eché raíces en tu cuerpo, creando en él mi hogar pero se pudrieron, se ahogaron, regadas por la distancia, el frio de tus caricias, y la ausencia de tus palabras. Me nacieron poemas en el alma, pero desaparecieron enterrados en el fondo de mi garganta. Intenté gritarlos, sacarlos de allí, hacertelos llegar a través del viento, soplando dientes de león, que viajaban con mis deseos, escritos en esos versos. Tú, ya no escuchabas, no querías más guerras, ni besos al alba, tenías el corazón dormido, el amor ya no lo habitaba, vivías bajo la sombra de tu soledad, tuve que luchar mil batallas para derrotarla. Me rendí, abatida, ignorada, meciéndome en mis propios brazos, echando de menos los tuyos, vistiéndome también de esa soledad que nos envolvía a los dos. 


YURIMIA BOSCAN

I
Una mujer está en casa
ama desde la llama
de la cocina humeante

Desde el territorio esquivo
del mejor detergente
y la ropa limpia para el otro

Una mujer está en casa

casi nadie puede verla

II

Si hablara —la mesa—
contaría de aliños
y anhelos picaditos

de cubiertos servilletas
mantel y vasos puestos

Y una espera inmensa.


OMAR ALBOR

Fuimos y seremos
Los que pisamos
el la vida sin dar, sin ser
realmente, lo que queremos ser.
Hoy conducimos este cuerpo
por lugares inverosímiles, en sentecimos
de segundo, somos de mil maneras distintas.
Y a pesar del modo en muchas oportunidades
nos gusta pasar tan inadvertidos
Y en otras resaltar nuestra, presencia
Somos el bicho más raro y a la vez nos redescubrimos, en tantas cosas
Ignorados pensantes inquebrantables y muchas cosas más, ignorar que ignoras a quien padece el deseo de ignorar vuestra idea de ser quien te puede llegar a decir así no.
El presente es lo que hay y está película tiene un actor principal y eres tú.


RAQUEL LÓPEZ

Hay veces que en la vida,
Sintiéndome ignorada,
tratando sutilmente
encontrándome sola, hastiada y olvidada.
Vacía de recuerdos,
de historias compartidas
como alma errante
perdiendo la partida.
De sueños y añoranzas
ignorada mi vida
y aún así viviré, olvidando
mis penas y desdichas.
Como el poeta vacío,
vacío de poemas,
como un náufrago perdido,
como un anacoreta….

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9 comentarios en «Ignorados – Miniconcurso de relatos»

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