Por fin – Miniconcurso de relatos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema “Por fin”. Este ha sido el relato ganador:

JÉSICA GALEANO JARCOUSKY

Para Norma Aab, que en paz descanse

Por fin terminó el calvario
veo el viaje que te espera
cuesta irse cuando estás arraigada a este tiempo
a estos seres que hoy te lloran.
Justo hoy trataba de entender los silencios en tu poesía
y debatiamos si había una elipsis, un vacío
una falta.
Y ahora vos hacés falta
y te vas
porque no decido ni con mil poemas el destino de los otros
en verdad, esperaba un milagro
creía que todo era circunstancial
y te insistía para que publiques los microcuentos
y vos me decías que no tenías tiempo
tan sabia
Yo quería curarte con palabras
todos lo deseábamos
y me encontraba ciega ante los hechos.
Hoy te fuiste
y ahora más que nunca
no entiendo tanto silencio.

 

JOSÉ MANUEL MARTÍNEZ GARCÍA

Por fin hubiera llegado el día de escoger.
Fuera muy probable tras mucho pensarlo, la Ciencia Ficción tenga mayor número de adeptos, si tras darle muchas vueltas, tras marearme, después de mucho pensarlo y desten sarlo, creo, había llegado el momento de la aceptación.
Me refiero, por supuesto, al género novelístico y al cuento, porque es evidente que: La religión no casa con estos cuentos, ellas con tal de adquieras un credo.
Se arregla todo, claro que con especial interés.
No es percepción propia he de añadir, inclusive añadiré, no sea una jornada cualesquiera está, “Al menos así pensara Pepa González” ¡Sí, fuera pensando ella! Cuando regresara a su casa, sería una creyente, en toda regla, de las de toda la vida.
-“Claro estaba; la asaltaba una duda””-
¿En qué? Esa era la incógnita, ¿En qué? Pero dispuesta estuviera ella, sí…creería en algo… Se puso una blusa camisera de color blanco y puro, porque pensó fuera lo más apropiado para aquella ocasión.
Aquella tarde de shopping y creencias estuviera preparada.
– Nunca -que yo sepa- se haya escuchado el hacer ensayos, al menos es muy poco común todavía, sí, es poco común oír sobre ciencia ficción.
– Eligió para la solemne ocasión ella, un traje chaqueta hecho a medida, de color verde botella. Aquella americana entallada la sentaba realmente bien, la realzaba mucho su busto y ¡la falda!, la falda la quedaba ajustada a las caderas hasta la rodilla. Muy sexy, la verdad sea dicha, fuese muy sexy.
– Por unos momentos mirándose al espejo, pensara para sus adentros si quizás no fuese demasiado. “Bueno pensara a voz de pronto” Ser creyente no sea excluyente de ser y vestir sexy. ¿No?
– Los zapatos de tacón muy alto y fino le parecieron demasiado presuntuosos para aquella ocasión y, se decidió por unos más austeros, de medio tacón, si, dije rase para sus adentros, estos van ni que pintados. La hacía parecer más bajita y algo chaparra pero…
Se desabrochó uno de los botones de la blusa para compensar el efecto.
Se miró al espejo y se complació, realmente le complacía lo que veía:
Una mujer adulta, decidida, reflexiva… así fuera ella sin duda, aquella se iba a comprar una creencia.
“Pues bien, sobre esto último pensara” he tenido la convicción, por lo menos de forma breve, este sea el propósito a desenterrar, dar a conocer o a reconocer algunos movimientos o gentes lo hacen muy a menudo, sin importar su época ni geografía o miedo a las críticas, se han arriesgado a difundir o crear sus creencias, algunas son de corte fantástico, otras traen penumbra, entiéndase “terror/horror, ciencia ficción, fantasía y demás cosas raras difíciles de clasificar” para los tiempos corren).
Sin embargo a última hora, mis dudas, a la hora de escoger el bolso me llevaría.
No supiera muy bien, cuanto ocupa el credo pueda escoger. ¿Pesaría mucho? ¿Sera voluminoso? O, por el contrario, ligero como una pluma y pequeñita, como para llevarlo en un bolso bombonera. Nadie me había sabido explicar cómo fuera un credo, así que, ganó su lado práctico y se colgó del brazo una bandolera de tamaño mediano, aquella podía llevarla cruzada cómodamente, entre sus tetas sin que se las oprimiera. Si, al final, pudiera ser resultaran que las creencias pesaban demasiado.
Sí, lo sé, tal término podría causar muecas y revuelo entre literatos puristas, aquellos se han cerrado a ideas ortodoxas sobre el credo. Incluso, me da la impresión de que algunos creen que la ciencia ficción es sólo para un pequeño grupo marginal de adolescentes, adultos con “SPE” o unos cuantos chiflados en busca de entretenimiento. En este caso podría resultar arriesgada la elección, inclusive la inserción de la palabra (pudiera inclusive ser una doble ofensa, quizá), pues pareciera que la “palabra credo” sea asunto de Dioses. Es probable que, por ello, muchos se reserven de tales etiquetas al definir o clasificar sus creencias: así no siembran una pre concepción negativa ante el público; tal vez, los mismos ni siquiera se percaten de esos tintes especulativos que tienen frente a sus ojos; quizás, otros, se pregunten por qué demonios tal o cual credo no es o fue considerado, oficialmente como ciencia ficción. Sea como sea y además de las estrategias de marketing que cada creador considere o la definición que el público desee ponerle a la obra, hablar de temas especulativos, científicos, tecnológicos, o sencillamente de alienígenas pan sexuales o enanos voladores, no debería ser más o menos trascendente, en cambio hablar de las cosas tradicionales y de la realidad que nos rodea.
“Las hojas muertas se precipitan con giros fantásticos caen estas al vacío desde la copa de los árboles”
Fuere como fuere ella, se sentía muy alegre. Por fin, había decidido creer en algo… Ya era hora de poder contestar a aquellas preguntas: ¿Perteneces a alguna religión? ¿Tienes acaso alguna creencia? Y, finalmente, la definitiva: ¿En qué crees? Hasta ese momento de su vida, no había necesitado uno de esos credos.
Había crecido en una familia afectuosa, rodeada de bondad y nunca se había planteado en que creía… ¿Debía buscar un Dios? Una Cosmovisión.
Una Espiritualidad. Algo en lo que creer… Por normalizarse.
Los últimos años habían sido duros. Sus padres fallecieron en un accidente y sólo el gran amor que siempre había rodeado sus vidas, le permitió salir de ese gran pozo de tristeza que la engulló. En esa época, se dio cuenta que los que “creían” se sentían más confortados que ella.
Parecían aquellos tomaban un atajo…
Después, se enamoró de un hombre maravilloso pero… él sí que tenía una creencia.
No fuera una de las típicas… No. El novio tenía un credo exótico: pertenecía al Movimiento Raeliano.
Iban al cine, salían a cenar, tenían sesiones de sexo fantástico, conversaciones interesantes y mucha afinidad hasta que salía el tema de la Iglesia de Rael.
Ella intentó comprender eso de la transferencia mental y la inmortalidad.
De veras que lo intentó, no poco, no, con todas sus fuerzas pero.
Nada, fuese imposible. No lo entendía. No se lo creía, ¡vaya no se lo tragaba!
Había explorado ella distintos estilos, aquellos mostrados con la misma maestría, innumerables mundos sombríos, excéntricos y únicos a través de la religión. Inclusive la prosa, la poesía o cualquier forma literaria: pero saltémonos estos, pero claro desde Poe a Bradbury; de Lovecraft a Isaac Asimov y de Asimov a Tim Burton o Neil Gaiman, pero también nombremos a Heinlein, aquel quien introdujo versos en uno de sus relatos narrados a modo de artículo: «Las verdes colinas de la tierra donde Rhysling, aquel ciego viajero, escribe poemas despacio:
Creencias y más creencias… Ya no supiera en que creer, sus amigas, en el trabajo, hablaban de catolicismo en su versión de bodas, bautizos, comuniones y demás monsergas añadidas. “En cambio ella”, en el supermercado, la cajera le intentaba convencer para que asistiera a una misa evangélica.
En las clases de yoga, le habían hablado de la Ley del karma, del Hinduismo. Richard Gere, Budista. Tom Cruise, Cienciólogo… “y todo sea dicho de paso chica” ¡Pero que buenos están, salta Juana y dice aquello de, no como mi Pepe, con su barriga cervecera! Claro, todos creían en algo, incluso los que no creían en nada, creían en eso… “Bueno en realidad, no sé muy bien en que” pero valla el caso sea, ella no era ni atea, ni agnóstica… No sabía qué era, aunque fuera muy feliz y, con la edad adulta, se preguntaba ¿Necesitaba una de esas creencias, para explicar su felicidad?
Estuviera en los aledaños de Venus…
¡Pero halla países!, sin afán de encerrarnos en la pura idea técnica de lo que debería ser, y no, la religión fantástica (o debería decir, ¡mira chica! una ya no sabe ni que decir, a mí, la literatura fantástica en general…) quisiera compartir mi percepción sobre cómo veo vislumbro la naturaleza subjetiva y a veces misteriosa de la religión, podría disimular o apenas sugerir posibles tintes fantásticos, sin un uso necesario de lo explícito. Partiendo de esto, podría citar ejemplos varios de… o insinuaciones sutiles al surrealismo o a la fantasía, como a mí me lo parece… por ejemplo, algunos versículos de…
Algunos me dirán que, aquí no hay mutantes o magos se saquen un credo, o una religión de la chistera.
Me parece quizás estar en un sueño, quizás en otro mundo…
Y sobre las etiquetas, ¿de verdad será necesario distinguir los linderos entre la ficción, el horror, la fantasía, la ciencia ficción, los credos duros y blandos, el Space Western y la Space Opera, el Cyberpunk y el Steampunk, etc, etc?
No olvidemos que, después de todo, más allá de concebir cada religión, cada credo, cada tópico como algo infranqueable entre sí, el valor o la aceptación que le damos a las obras, debería ser influido por la calidad de la vida, aquello que logre transmitirnos y no por su “marca de identidad”
Con estos mis pensamientos me llegó a la fachada de La tienda de los Credos.
La tienda es preciosa. Cuando entró en aquel espacio blanco e inmaculado, lo primero sintiese fuese una paz interna como ya no recordaba.
Sólo la había obtenido en el pasado, en los brazos de mi madre.
Un mostrador, también blanco y brillante, delimitaba la zona de atención al público.
A ambos lados, había unas estanterías de un diseño ingenioso que parecían estar suspendidas en el aire.
En cada una, unos rótulos plateados llamaban poderosamente mi atención anunciaban su contenido.
Mientras tocaba yo el timbre que había en el mostrador, fuese leyendo:
– Cristianismo, Islam, Budismo, Hinduismo, Religión tradicional China y Taoísmo, Religiones indígenas, Religiones afroamericanas, Sij ismo, Espiritismo, Judaísmo, Baha’s, Gnosticismo, Jainismo, Sintoísmo, Caodaísmo, Zoroastrismo, Tenrikyo, Neo paganismo, Unitarismo universalista, Rastafarianismo, Protestantismo, Cienciología, Religiones Varias (Rael, Tribu Yaohanen…)
Me maree. ¿Jamás Hubiera imaginado tantos credos?
– Al mismo pronto una voz, señorita, ¿La puedo ayudar en algo?- un hombre muy alto, vestido con una bata blanca de laboratorio, la miraba fijamente. Una media sonrisa se dibujaba en sus labios.
– Mm mm. Venía a comprar una creencia pero… ahora mismo no sabría decir me he abrumado al ver que hay tantas para elegir.
¡Hasta me he mareado un poco!
– Tranquila, suele pasar. Dígame, ¿Había pensado en algún credo en especial?
¿Tiene usted alguna inclinación personal?
– No he pensado en nada concreto. Querría algo que fuera sensible, compasivo, ético. Sin restricciones de vestuario, quiero poder ver la belleza del mundo, que se base en el amor a los demás…
– Miró al vendedor- ¿Demasiadas cosas acaso?
– No, no, muy al contrario, pero prosiga, siga, siga. Cuanta más información, más podremos acertar en la elección…
– Sabe, a mí me funciona lo que me decía mi madre: Trata a los demás, como quieras que te traten… – Ah! Y aquello de que una sonrisa gana la más dura de las batallas.
– Pero claro, usted como experto, ¿Hay alguna creencia que adore las sonrisas?
Preguntó a voz de pronto, algo esperanzada.
-Yo si me lo permite, la veo rodeada de mucha espiritualidad y afecto, pero claro si usted insiste en tener una creencia, yo no le voy a decir lo contrario.
Además estoy aquí para vender.
A ver, dígame ¿Se mueve usted en un ambiente conservador o liberal?
¿De qué trabaja?
Si trabaja en el barrio de los Diamantes de New York, yo le aconsejaría el judaísmo.
Si en cambio es usted Guía de Viajes en Jamaica, el Rastafarianismo puede encajarle de miedo. El Cristianismo, también suele funcionar en muchos ambientes, por aquello de haz bien y no mires a quien.
Ahora tenemos muy bien de oferta, el católico no practicante.
Se cree lo que hay que creer pero no práctica el culto.
Yo el Islam, personalmente ya no se lo ofrezco, ya que no se quiere tapar.
No sé. Puede ver que hay muchas opciones.
– ¿Hay alguna verdadera?-
Pregunte desesperada por elegir. Nunca hubiese pensado que sería tan difícil escoger una correcta.
– En realidad, la verdadera es la que la haga sentir mejor persona.
No importa cual, si lo que hace es mejorar su humanidad.
– Mm mm. Ya.
Ojeó la información, pues bien, mucho me temo, me lo voy a tener que pensar. De verdad, creo que intento mejorar cada día.
Y ayudar a los demás. Y sonreír.
Y sin credos, siempre me haya ido bien, ni nada de nada de religiones.
No sé ¿Tiene muestras de las creencias más importantes para que las pruebe?
El vendedor le preparó un paquetito con unas muestras mientras ella miraba el contenido de la estantería consignada para la Iglesia de Rael, sinceramente sin terminar de entender nada.
Cogió la bolsa con dos dedos y cierta aprensión.
Si el objetivo fuera “ser mejor” ¿Por qué debía de gastarme el dinero en una creencia? (¿Acaso las creencias hubieran de comprarse?) ¿Para hacerme mejor persona?
“A voz de pronto pensara, deberían de erradicarse para siempre todas las cosas malas, horribles se hace a sí misma la especie humana, ¿Además quien me impone, por qué debo instalar un credo en mi vida? Soy solidaría, pacifica, cooperadora, ¿Por qué debo participar de un sistema político anguloso, de una sociedad de credos? Son preguntas muy difíciles de responderme, lo sé, lo admito, inclusive casi imposible”.
Le prometió las estudiaría detenidamente y volvería lo más pronto posible, se marchó de la tienda, muy abrumada por las dudas y con exceso de información.
El hombre de la bata blanca, vendedor de creencias, la observó mientras ella caminaba calle arriba, con su bol sita blanca, con el nombre de “La tienda de los Credos” grabado en letras plateadas en un costado.
Supo que no la volvería a ver por allí: aquella no la hacía ni puñetera falta comprar un credo para ser mejor persona, ¡aquella mujer ya creía…!

OMAR ALBOR

Desde el cero
que enciende el fuego
que domina la tierra 
espere llegar tranquilo
al banquillo de los acusados
de olvidar, ser ese terrible amor
Hoy olvide tu cumpleaños
y no pude evitar ser, uno más
de tus intentos, suicida yo
por decirte una y mil veces te amo
Te pido e intentes creer que solo fue
un olvido y no un dejo de importancia
Te mando un ramo de rosas rojas
Con una tarjeta en ella está escrito un poema
Que dice:
Ni una vez más
Ni una vez más
Volveré a mentir
mi nombre.
Ni una vez más
Volveré a decir
Que es de noche
Si es extremo que este sueño
No duela mucho más que la realidad.
Estamos lejos muy lejos y mi corazón
Siente que cada segundo es una hora por pensar.


ROSA MARÍA JIMÉNEZ MARZAL

Ella era modesta y buena,hacendosa y con sueños de maternidad. Piadosa y devota de su Cristo a quien pedía un novio formal con quién formar una familia.
El apareció y la colmó de atenciones respetando su virtud como ella le pidió. Pasaron un casto noviazgo haciendo planes,soñando con el bebé,su parecido ,su nombre.
Éste, tras los trámites y tiempos establecidos, irrumpió con sus llantos la tensa espera.
Por fin! Era madre de un niño… sonreía olvidando todo el dolor padecido. Pero poco después supo que su hijo sería siempre un niño especial y primero la negación, la duda, la desesperación….y luego se volvió a su Cristo, llena de ira: porqué?,dime, porqué? No sé sido buena y piadosa? Porqué me castigas?…te odio.
Su vida se tornó gris, sin relieve….ni siquiera la llegada de otro hijo,sin problemas, le hizo olvidar el daño ocasionado.
Nada la consolaba,no reía, no bajaba al parque, dejó de arreglarse y la convivencia se hizo espesa. A nadie extrañó que ese hijo marchara de un hogar donde el dolor se masticaba.
Ella no lo echó de menos,se dejaba arrastrar por el calendario hasta que una llamada telefónica le dijo que su marido había muerto.
Ya no le quedaban lágrimas que derramar, ni insultos que proferir,desmadejada se dejaba consolar hasta que notó una mano en la espalda. Sobresaltada se giró para ver a su primogénito que, hipando, le decía: no estés triste, no estás sola, yo siempre estaré contigo,nunca te dejaré…
Y, por fin, se le abrió la mente,se despejaron las dudas, se diluyó la ira… buscó con la mirada a su Cristo y, avergonzada, le decía una y otra vez: no era un castigo, era un premio, no era para hacerme desgraciada, era para ser mi consuelo. Tú lo sabías, lo sabías y me regalaste mi niño especial que acompañaría mi soledad.
Por fin comprendió,vio la luz, vio a su hijo.


ANNETTE HAN

Siempre he querido sentir algo, algo especial que me hiciera sentir mejor, que me hiciera ver qué si puede ser.

Deseo que esta vez sea verdad, por el momento siento que si, alguien con el que hace casi nueve meses que está conmigo, justo cuando menos buscabas este tema conoces a esta persona.

Alguien que siente algo por ti, alguien a quien no le importa tus problemas,sabe adaptarse a ti, te hace sentirte segura, te hace sentir cada vez más.

Sientes que cada día es más para ti, lo necesitas, sientes algo muy diferente el día que no está conmigo, un vacío extraño.

Te acostumbras a esa voz que tanto te llena, sus palabras, te hace sentir que si es verdad todo lo que dice.

Te asegura que si quiere tener un futuro contigo y te decides a decir que si.

Sientes que por fin es cierto.


LORENA BINGAMAM

Que fue lo qué pasó? Creí que eras el amor de mi vida

Siempre estuvimos juntos cada vez que yo me sentía sola y deprimida, es más incluso también solías ser el mejor amigo de mi padre.

Tu, siempre mi leal y eterno tu, nada podía separarnos, ni la familia ni los amigos. Nada rompía nuestra relación.

Hasta que descubrí que eres un maldito demonio traidor , una máquina para destruir a todo aquel que vuelca su vida alrededor tuyo. Eres un asesino !!
Tu mataste a mi padre de la forma más cruel , te hiciste indispensable para el y para mi, a él literalmente le destrozaste el corazón matándolo en segundos , pero previamente le causaste mucho dolor, tanto emocional como físico .

Te hiciste indispensable para el y para mi, Eres el amante más celoso, una vez que logras seducir no se puede seguir viviendo ni contigo ni sin ti.

Son dolores de angustia como una mujer en trabajo de parto, temblores y miedos constantes, ansiedad diabólica que te quita el sueño y te hace enloquecer al grado de no saber quién eres .

No sabes si tu corazón seguirá latiéndo o no. Si sobrevivirás . Vivir sin ti o morir
O solo esperar que tu me mates?

POR FIN !!!! Por fin se acabo tu reinado en mi vida. No eres el aire que respiro. Vete lejos muy lejos . Tu reinado aquí ha terminado

Aun te escucho susurrar cada noche… se que eres tu


DOMINGO MACHADO BARCO

Por fin llegará esa alba
después de un hermoso claro de luna
donde el rocío anuncie tu bienvenida mañana
Por fin hace feliz
a mi no saber si te quedarás en mi estrella
contemplarte luciérnaga encendida
en el incontrovertible silencio
de mis más hondos anhelos.


ANALÍA ACEVEDO

¡AMANECE!

Después de tanto deambular en llaga viva,
rompiéndome en abismos sin final.
Después de intentarlo entre suspiros,
por fin vuelvo a respirar.

Después de coser mi corazón abierto,
descarrilar el trovador sin lonja.
Después de lo inerte, el brote resurgido
por fin danzó mi loto agradecido.

Después de mudar de piel,
en la imperceptible realidad de no ser.
Después de mirar los ojos de la nada… ¡Amanece! ¡Por fin la Luz me envuelve!


PAULA SERRANO

por fin. Lo escribo en honor al día mundial de la salud mental.

Por fin.
Por fin me levanto de la cama.
Por fin veo a mis amigos después de tanto tiempo. 
Por fin vuelvo a disfrutar de su compañía.
Por fin salgo a la calle, por fin vuelvo a notar el viento en mis mejillas, la lluvia en todo el cuerpo.
Por fin sonrío.
El nudo que había en mi cabeza ya no está. Por fin consigo respirar, consigo dejar de llorar, ahora solo lo hago por alivio. Alivio porque me quiero, alivio porque me entiendo, porque me hago entender.
Por fin consigo ponerme a mi primero.
Y ya no tengo miedo, porque sé que las cosas van a salir bien, aunque no siempre, también soy consciente de que volverá a haber días malos, días en los que todo parezca una mierda, pero por fin sé que hacer, sé pedir ayuda. Sé cómo saber qué es lo que me pasa, qué es lo que siento.
Por fin, hace ya unos años, me decidí a pedir ayuda y, por fin, las cosas mejoraron.


FLAVIO MURACA

Por fin entendi, que lo que no fue podra ser
Que nadie nada te ha de regalar
Que al tiempo no se lo puede domar
Que la vida como un suspiro se va
Por fin entendi, que todo se compra con dinero
Que los valores ya se perdieron
Que el miedo acobarda
Que el alma es eterna
Por fin entendi, que hay que ser feliz
Que reirse siempre no esta demás
Que las penas ya se iran
Que las lagrimas se borraran
Por fin entendi, que la historia se repitira
Que tu amor me doblegara por la eternidad
Que a donde estes allí estare
Por fin entendí, que al amor no se lo entiende, se lo siente
Por fin entendí…


REBECA FS

Por fin: «quito por fin, por, al fin.»

Tengo teintaitantos y por fin, digo fin.

Digo fin a que si quiero estar impaciente, siga impacientando. Ya soy estridente. Aunque a veces mi respeto no sea el adecuado, pero quizá el respeto, a mí, me lo quitaron.

Digo ya, a decir basta, a decir no, a decir sí, a decir para cuándo, a decir no me gusta, a decir te quiero, a decir pues sí.

Quizá diga «The end» al final de mi día…la verdad es que nunca se sabe, como una amanece y como uno atardece.

Y digo por, cuando por alguien merece la pena mover el culo, cuando multiplicamos dos por uno, cuando por la mañana, hay que ir a tomar por….»saco».

Si alguien es refranero sabrá el refrán de: «el hombre es el único animal que tropieza siempre con la misma piedra»…yo añadiría, «mujeres, hombres y viceversa». Sé que mi piedra la seguiré teniendo delante mía…pero desde que aprendí a que puedo cogerla, romperla en trocitos y echarlas en botecitos, colecciono tierra.

Y como no sé cómo acabar este texto digo POR FIN.


IVÁN SANTANA AYALA

Llevo tiempo soñando en silencio,
Con más apetito de lo normal, con unas ansias de escaparme de la piel, con un ligero olor a incienso en mi papel, la soledad no se ha alejado un solo día, a pesar de todo, estoy quizás en el descontento total para variar,
Cómo olvidar que para desaparecer aún no encuentro el modo, tras una danza bajo la lluvia me apoyo en una palabra que me desafía, por fin, me pide usarse está melancolía, en el mediodía de mis noches, bajo mis propios reproches, besándome con esa boca fría con la que cultive solo derrumbe, derrotas y derroches, mi pecho es el culpable de que mi cerebro zumbe, y con las manos en la lumbre solo agradezco, por fin, ante el umbral que me merezco, en la punta del risco de mi deseo, aunque también veo mi ego arisco vestido de la ignorancia, así no se puede llegar a la excelencia, pero si existe risilensia, un único destino, busque o no busque competencia en el reflejo de el espejo se aprecia, pero, yo, como asesino, vivo al mismo tiempo síndrome de Estocolmo, odio y amor por mi captor, por fin en mi catarsis ruin llena de arte me aceptaré como actor, mi texto se mancha de honor en su dificultad, pues la verdad siempre se ha complicado en su verde avanzar, pero está línea nadando por placer también lo hizo por dolor, muriendo para nacer cuando comienza a esparcirse el hedor, y como el fénix renacer en una pieza de fuego y alcohol…. Por fin….


CAMILO DELGADO

 

¡Ag! El vértigo revuelve mi cabeza. Me es extraño pensar que llegue hasta aquí; que logre todo esto. Me es extraño recordar cada vez que mis pies tocaron el suelo y dejaron una huella en la nieve, una huella en la tierra. Hace unos años estaría en mi casa: echado en el sofá comiendo algún snack que pronto me mataría, viendo alguna mierda en el tv que también me mataría y pensando en ella.

¿Cómo hace la vida para siempre hacerme pensar en ella? Incluso ahora. Es decir, tengo una hermosa montaña en frente, el sol poniéndose tras ella, los pájaros haciendo su trabajo y cantando sus cosas, los árboles meneandose junto a mi, un larguísimo camino de vuelta por recorrer y aquí estoy… Pensando en ella.

Su cabello rizado, sus piernas largas, sus ojitos de miel, su piel trigueña y sus amantes: Raúl de la pastelería; Iñigo del concesionario; Joseph el vecino que acaba de mudarse al lado; Sofía la chica que siempre pensé que me miraba a mi. Y yo aquí pensando en ella, pensando en sus palabras y en el condenado camino que me queda por recorrer.

Por fin llegué a la cima, por fin. Por fin puedo ver con mi propios ojos un atardecer de mierda. Por fin puedo sentir con mi propia piel el frío de la nieve y el naranja de ese sol. Por fin. Por fin puedo dejar de pensarte y ¿Qué hago? Pensar en tu puta voz.

El vértigo revuelve mi cabeza. La ira y el resentimiento revuelven mi estómago. La imagen de tu cara besando a Sofía, Raúl, Iñigo y Joseph en mi apartamento revuelven esta escena podrida de recuerdos. Pájaros, montañas, árboles, nieve y el frío que empieza hacer ahora que anochece. ¿Cómo voy a bajar esta montaña ahora que es de noche?

El vértigo. La ira. Su cara. La noche. Esta destilada montaña. Y yo… Pensando en ella. Por fin tengo lo que me merezco; por fin tengo el castigo de la pacha mama; por fin escucho al universo decirme idiota. Y ahora… a bajar esta montaña.


TALI ROSU

Tierra fértil

Sembré una semilla y me senté a observar. 
Pasó el tiempo y ¡nada! No había ni rastro de vida en esa tierra infértil.

Sembré otra más y me senté a esperar a que pasara el tiempo.
Sabía lo que obtendría. ¡Nada!

La vida fue pasando sin remedio. Yo, con un puñado de vida en la mano, tenía la certeza de que moriría sin echar raíces. Se secaría sin remedio entre los pliegues de mi piel.

Pero no dejé de abonar la superficie y, cuando dejé de empuñar con fuerza, el sudor y el calor de mi cuerpo habían hecho lo imposible. Abrí la mano y las vi germinar. ¡Por fin! La tierra estaba lista.


EMILIANO HEREDIA

Hola.
Ahora, que el tiempo pasado parece y es, más lejano si cabe.
Contemplo en la orilla de mi mar, lo que las tormentas de verano han dejado.
Estoy mirando por la ventana como al edredón del cielo se le sale el relleno por todas partes.
Y los ojos de la tarde, adormecidos y mecidos por el viento, se van cerrando.
He retirado todas las sabanas que cubrían a todos los seres que habitan en mi cabeza para que el polvo en este largo periodo de ausencia no les enturbiara ni ensuciara su imagen.
Orencio, manda huevos, Adela, justa venganza, el niño que golpea la televisión de plasma desde dentro, la familia gitana, …..tantos y tantos que han sido, son y serán.
Mis letras, bailan emparejadas con las notas de la música que escucho mientras las siembro en una hoja en blanco….
“e lucevan le estelle…”, nostálgicas notas para una historia dramática, un Pingüino en mi ascensor, me trae empaquetada la historia de Orencio y sus huevos, Nox Arcana, música oscura para el niño que golpea desde dentro el televisor, Enya, me abre con el abrecartas de “Exile” una historia de soledad al borde de un abismo coronado por un cielo ceniciento.
Hay situaciones, personas en la vida, que merecen ser regadas con el cariño que uno dentro de sus posibilidades, posee en su interior.
Vosotros, pequeña gran fauna, sois unas de esas cosas, que desearía y quiero regar con todo el cariño que me sea posible, dentro de mis capacidades, con historias que me vayan surgiendo, brotando de la superficie de mi masa gris.
Hola.
He vuelto.
Por fin.


JOSÉ MANUEL PORRAS ESCOBAR

Como si de un espejismo se tratase, el fin ya podía atisbarse desde allí. Ya sólo le quedaban unos minutos; la tierra prometida les esperaba.

Un territorio que para él simbolizaba mucho más que un trozo de tierra. Para él, llegar a España significaba el cese del hambre que su escuálido cuerpo padecía; llegar a España representaba la protección que tanto ansiaba para mantener la integridad física de los suyos a salvo ante las incesantes y despiadadas guerrillas que tenían lugar en su país. España era, para él, un territorio donde la esperanza ondeaba por bandera, donde los sueños podían convertirse en realidad. Sueños humildes como el de ganarse la vida prósperamente, como el de mantener a su familia honradamente. Y por eso celebraba cada centímetro que se acercaba. Su sonrisa era la mejor señal de ello.

Pero la sonrisa no siempre fue perenne en su largo trasiego. Said, padre de cuarenta años, y sus dos hijas, Amira y Aicha, sufrieron todo tipo de pesares para conseguir estar dónde estaban en ese momento. Pesares que iban desde los constantes robos de comida hasta las continuadas estafas por la barcaza que iban a coger para ir a España, pasando por el que fue, sin dudas, el incidente que más les marcó y afectó: la pérdida de su esposa y madre. Así, hacía tan sólo dos semanas, delante de ellos, dos militares, armados hasta los dientes, amordazaron a Fátima para violarla salvajemente mientras ella lloraba y sangraba sin parar y, cuando acabaron aquella tortura, la mataron sin compasión, clavándole un afilado cuchillo en su frágil cuello.

Con esa imagen omnipresente en la memoria de todos ellos, tuvieron que continuar, sobreponiéndose a aquel funesto incidente. No fue fácil. A veces las lágrimas de ellos brotaban como un manantial incontrolable. Todos ellos se miraban y se quedaban en silencio, sabiendo que aquel día lo recordarían para siempre. Pero, pese a esa incuestionable y más que pesada carga a soportar, sus sueños sirvieron como motor necesario para paliar aquellas arduas vicisitudes vitales. A pesar de ello, lograron preparar todo lo necesario para emprender la apasionante aventura que les aguardaba.

Y llegó el día. Junto a más de doscientas personas, Said, Amira y Aicha se hallaron dentro de aquel inestable vehículo. La barcaza se mecía violentamente de derecha a izquierda y las caras de estupor eran más que significativas entre los innumerables pasajeros. En aquel momento, no podían dormir por falta de espacio, no podían ducharse, y no podían comer porque todo el mundo se lanzaría sobre ellos en el momento que viesen algo de comida. La situación era crítica; el olor insoportable. Además, a todo ello se sumaba la impaciencia. Estar día y noche rodeado por agua era algo que podía volver loco a cualquiera, y ellos no iban a ser la excepción. Amira y Aicha lloraban y chillaban de tanto en cuanto para mostrar su desesperación y Said trataba de apaciguar los ánimos cómo podía. Afortunadamente, las rabietas sólo duraban unos minutos. Said no prestaba demasiada atención a esas reacciones. En su cabeza solo reinaba el pensamiento de que todo aquel sufrimiento que estaban pasando sería un mal menor dentro de poco. Aquel sufrimiento sería el pequeño precio que tenían que pagar por poder vivir decentemente.

Treinta días de calvario después, lograron ver el final. Y Said lloró. Y Aicha. Y Amira. Los tres no pudieron contenerse ante aquel indicador más que palpable. Parecía que iban a tocar tierra por fin. Parecía que sus males se esfumarían de una vez por todas. Parecía, pero no. Aún les quedaba lo peor por sufrir.

Una vez que pisaron tierra firme, la policía los esperaba, y con ello, los abusos y el maltrato. Los agarraron, los zarandearon y los insultaron. Y, tras haber dejado constancia de su dominio, los llevaron a comisaría y los mandaron a prisión preventiva sin mediar palabra con ellos. Allí pasaron otros dos días sin comer, sin poder ducharse…hasta que por fin pudieron ver la luz del sol.

En aquel momento, ellos creían que el sufrimiento había remitido, creían que ya podrían vivir en España como ciudadanos normales. Pero no. La policía tenía otros planes. Según las palabras del mandamás del cuerpo, el procedimiento a seguir en esos casos era devolver a los inmigrantes ilegales a su país de origen. El estruendo y la desesperación de los presentes no se hizo esperar.

En medio del barullo formado, Said, Aicha y Amira se miraron y Said, sin dudarlo, cogió de las manos a sus hijas y se las cargó a la espalda. Corrió. Corrió tanto que todos los esfuerzos de los dos agentes perecieron en el intento de alcanzarlos. Said no sabía dónde iba, pero tenía claro que, si se quedaba allí, sus días estaban contados en España.

De esa manera, se intentó esconder en todos los sitios que podía. Sabía que la policía los buscaba porque tenían sus datos. Y una innegable prueba de ello era las incesantes alarmas de los coches patrulla que inspeccionaban calle a calle en busca de los tres. Pero sus esfuerzos no resultaron fructíferos; Said, Amira y Aicha lograron esquivar el férreo control policial al que estaban sometidos.

De ello se dieron cuenta de ello cuando, dos días después, podían caminar por las calles sin esconderse. Algeciras había vuelto a la normalidad, ellos volvían a ser invisibles…Y, paradójicamente, esa situación les favorecía. Said sabía que ahora lo que la tesitura requería era trazar un plan para garantizar su supervivencia en el nuevo continente.

Afortunadamente, Said era brillante. Su mente volaba en las circunstancias más críticas, siempre había sido así y en aquella ocasión no iba a ser menos. En cuestión de segundos, pudo esbozar un plan con el que pudieran sobrevivir en España. La primera fase del mismo pasaba por vestirse de modo que ocultaran su identidad y la segunda fase constaría de conseguir identificaciones falsas para ellos en uno de esos tan socorridos centros ilegales.

En cuestión de dos días, ya tenían todo lo necesario. Todo estaba yendo a la perfección y lo único que tenían que hacer era mantener ese mismo comportamiento en el futuro. Y eso sólo podía significar una cosa: ya podían vivir en paz como ciudadanos españoles. Eso sólo podía significar que, por fin, toda la sangre sudor y lágrimas derramadas en ese traumático proceso tenían sus frutos. Unos frutos que harían que su vida pasada tan sólo fuese una pequeña huella gris en sus maltrechas memorias.


INMA PULIDO

Ella, está en la fotografía (Por fin)
——————————
¡Escuchame Marta por que es la última vez que te lo voy a decir!
-Pero, no se por qué tengo que hacerlo, a mi no me gusta.
-¿De verdad crees que me importa?
La voz de su prima sonaba seca, agria, sin un ápice de empatia.
-No estas en posición de elegir, no te queda otra, sabes que de una manera u otra será como yo quiera.
Marta sabía que sería así, nunca supo como su prima se hizo con su tutela a sus nueve años nadie le daba explicaciones de nada.
Recordaba como en un sueño la muerte de su padre en un accidente, un atropello en la calle lo apartó de su lado.
Por aquel entonces ella contaba con seis años de edad pero nunca lo olvidaría.
A pesar de su corta edad veía como su madre después del suceso se iba consumiendo con la pérdida.
Una tarde de otoño después de un largo paseo su madre le comentó, mi niña mañana vendrá a visitarnos una prima lejana de tu padre, quiere conocerte, no es que yo la haya tratado mucho pero bien sabes que desde la muerte de tu padre estamos solas y no tenemos a nadie más, espero que todo sea para bien cariño.
La llegada de Irene causó en la niña mucha inquietud algo que para su madre no paso desapercibido.
-Cariño ¿estas bien? te has quedado muda.
Marta no sabía que le pasaba, ver a su supuesta prima fue impactante para ella.
Era una mujer alta, delgada su pelo estaba recogido a modo de moño lo cual conseguía que dejase a descubierto un rostro duro.
Nariz afilada, labios finos, y unos ojos pequeños y negros como la noche.
Vestía totalmente de negro, algo que contrastaba mucho con la claridad de la ropa de su madre y la suya propia.
-Si mamá, estoy bien, contestó.
Irene se acerco a ellas y como si las conociese de toda la vida les dijo: ¿vamos a casa? vengo desde muy lejos y estoy cansada.
-Si, si, claro, contestó Luisa, vamos para casa.
Ese fue su primer contacto, seco, tajante, sin más explicación.
Irene una mujer de carácter fuerte y autoritaria vio en ese momento cómo se haría de aquellas dos personas débiles y manejables.
Todo transcurría con normalidad, si no fuese porque Luisa empezó a enfermar a pasos agigantados, estaba cada día más palida, más débil, Marta veía como su madre cada vez necesitaba estar más tiempo en cama.
-¿Mama, hoy tampoco saldremos a dar un paseo? Ya hace buen tiempo está llegando la primavera y apetece caminar.
-No mi niña, no tengo fuerzas.
-Pero mamá cada día estar peor, llevas meses mal desde que llegó Irene.
Un portazo impidió que Luisa pudiese contestar.
-¡Marta, deja a tu madre que descanse, si quieres pasear hazlo tu sola, ya tiene nueve años!
-Pero, yo solo quiero…
-¡Tú no quieres ni decides nada!
Ves a tu habitación y cámbiate de ropa, te he dejado sobre la cama lo que tienes que ponerte, ayer cambien todo tu vestuario tienes ropa demasiado clara, no me gusta.
Marta miraba a su madre con los ojos bañados en lágrimas, pero al ver que no decía nada bajo la cabeza y salió de la habitación.
Dos meses bastaron para que su madre empeorase una tarde de primavera, pidió a Irene que la sentase frente a la ventana queria ver el jardín.
Irene la hacerco y le dijo: sabía yo que eras una mujer débilucha y enfermiza que no soportaría vivir mucho tiempo sola.
Tomate esta infusión te ayudará a relajarte.
Luisa bebió y mirando fijamente a Irene le dijo:
Yo también se quien eres tú, un ser sin sentimientos, que manejas nuestras vidas sin piedad, aprovechándote de mi debilidad y de la inocencia de mi hija.
También se que me estas poniendo algo en la comida hasta que consigas acabar conmigo.
Ese es tu plan.
¿Tú crees? reía Irene.
-Si, eso creo.
-Bueno, tomate tu infusión, quiero ver si se ha vestido ya Marta, le compré un vestido para hacerle una fotografía y quiero que tu estés a su lado.
-¿Yo? Pero si fijate como estoy, no tengo cara para fotografías.
-¡Estas perfecta, te lo digo yo!
Ves haciéndote a la idea, en diez días llega el fotógrafo, es un amigo de mi familia.
En ese momento entraba en el comedor Marta, se había puesto la ropa que le compró Irene.
Los ojos de Luisa no daban crédito, estaba vestida totalmente de negro.
-Pero Irene, a mi ese vestido no me gusta para mi niña.
-, ¡Que dices, es perfecto! contestó Irene.
Muy bien Marta, te queda genial para la foto.
Ahora me toca pensar que se pondrá tu madre… Jajajaja.
Los días para Luisa se hicieron eternos, cambios de muebles, ropa oscura, cortinas de raso negro a los lados de los visillos, aquella no era su casa, no sabia cuanto más resistiría.
Sus ropas, sus costumbres todo cambió desde que llegó Irene y ella sin voluntad.
Llegó el día, todo estaba dispuesto, el sillón donde se sentaría Marta, su vestido, como tenía que posar, todo dispuesto y ordenado por Irene así se lo hizo saber a Luisa.
-Mamá, esta a punto de llegar el fotógrafo y la prima Irene no ha bajado.
-Tranquila mi niña, ya lo hará debe estar haciendo sus últimos retoques al vestido que quería ponerse.
Aunque creo que tenía que salir a comprar unas cosas, dijo que no tardaría.
En ese momento tocaron a la puerta.
Cuándo Luisa abrió un hombre serio y alto le sonreía: ¡hola buenas, soy el fotógrafo, Irene me dio esta dirección ¿están listas? tengo prisa.
-Si, si, claro, pase.
Marta esta preparada, Irene creo que salió, pero de momento hagale la fotografía a la niña, voy a darle algo que Irene dejo preparado para ella le hacia ilusión.
Él fotógrafo sentó a la niña en el sillón y espero.
Al momento apareció Luisa llevaba en las manos un cráneo espeluznante.
Él fotógrafo asombrado exclamo: sabía de las rarezas de Irene pero esto me deja sin palabras.
-Tranquilo, este era su deseo y yo hago justo lo que ella me dijo, conseguir que todo este como le gustaba y con la certeza de que una manera u otra ella lo supervisaria.
-¿Mamá y si la prima se enfada por no esperarla?
Mientras la niña sujetaba el cráneo Luisa estaba absolutamente segura de que Irene no se enfadaria.
Es más diria:
¡Qué dices, es perfecto!
-¿Sabes mi niña? decía a su hijita, aunque te cueste creerlo ella..
Ella, está en la fotografía.


GABRIELA MOTTA

Me senté en la cama y estaba todo apagado cuidadosamente me dispuse a prender la luz y el interruptor había desaparecido: ¡Vaya sorpresa! no lo encuentro por ningún lado, seguro estoy buscando en el lugar equivocado. Seguí palpando la pared con el fin de encontrarlo y descubrí que ella mutaba en algo extraño.

¡Qué susto! ¿Qué está pasando? mejor me vuelvo a la cama y cuento bien los pasos, serán unas cinco hasta la puerta del baño, contando en voz baja me muevo muy despacio, al llegar cerca de la puerta para mi sorpresa hay un banco.

¿Estoy loca o a mi dormitorio alguien lo ha cambiado? Vuelvo hasta la cama y me giro al otro lado, ¡por fin la mesa de luz en su sitio sigue estando! Con mi tacto muy despacio la veladora voy buscando, o no ¿qué ha pasado? ¿Dónde han ido a parar todas las cosas de este cuarto?

Empiezo a entrar en pánico maldita habitación que me tiene atrapada. Respiro hondo y escucho unos pasos apurados, no puede ser yo estoy sola, van en dirección al interruptor que yo estaba buscando, con un llanto de pavor los pasos se van acercando, con un hilo de voz le pregunto: ¿Quién se ha metido en mi cuarto? No contesta… yo grito y alguien toma de mi mano, aquí está el interruptor, es hora de que vayas despertando.


FRANCISCO BALLESTER MONFORT

LA JOVEN DE LA TAZA (ACUATEXTO)
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Un precioso día en el alba de un prometedor y esperado verano. Había quedado citada con sus amigas para ir a la piscina. Se levantó perezosamente de la cama, se le había hecho tarde…
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Serían sus últimas vacaciones del instituto, había cumplido diez y ocho y en septiembre le esperaba la universidad. Era feliz…
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El plan era sencillo: tumbarse semidesnudas y dejar que, sin el menor trabajo, el sol las embelleciera tiñéndolas de dorado entre risas, confidencias y expectativas, con los ojos brillantes de ilusión ante un futuro que con la candidez de esa juventud aún con regusto a infancia, se sentían capaces de diseñar su antojo.
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Silvia era inteligente y buena estudiante. No, no tenía un cuerpo espectacular, pero mona y estilosa, su imagen era especial…
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En su familia, había una bisabuela oriental de la que había heredado un cuerpo menudo y flexible que se movía con la armonía de una gatita, una piel blanquísima y unos ojos castaños brillantes y algo rasgados.
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Nunca le agradecería bastante a su bisabuelo aquellos viajes de negocios a filipinas, en los que importó algo más que seda…. Con la sabiduría natural de las hembras, ella cultivaba y mimaba ese toque de exotismo en su imagen que la hacía tan diferente a la belleza de moda , llamativa y algo ordinaria, que imperaba entre las chicas de su edad.
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Desnuda y de espaldas al espejo de su habitación, miró con deleite la parte trasera su cuerpo con un gracioso movimiento de su cabecita, que al pasar su cara por encima del hombro, consiguió hacer cosquillas en su espalda con su liso pelo negro. ! Estaba preciosa !. Su piel y su vello, tenían aún esa textura suave aniñada que pronto se evaporaría.
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Se miró los pechos, sus manos los cubrieron adaptándose perfectamente a su pálida redondez como las delicadas copas del sujetador…! Justo!, ni faltaba ni sobraba mano…, del tamaño que a ella le gustaba…, más grandes podrían hacer vulgar su figura, más pequeños le restarían feminidad…¿Perfecta..?, bueno, salvo por unas pequeñas arruguitas verticales en el entrecejo.
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¿Estaba preocupada?, la verdad es que solo una pequeña nube empañaba su ilusionada cabecita y ésta mañana, estaba decidida a evaporarla.
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Aunque ya le había ocurrido con anterioridad, la regla ya le faltaba quince días y esto le inquietaba levemente.
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Un mes antes y tras la fiesta de su cumpleaños, sintiéndose ya una universitaria responsable de su cuerpo y una mujer que había dejado de ser una colegiala, se había acostado por fin con el chico del que estaba completamente enamorada y junto al el que desde algunos meses atrás estaba descubriendo los secretos del amor y del sexo y aunque tomaron sus precauciones, se sentía algo inquieta porque, aunque improbable, siempre era posible algún fallo …
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La casa estaba vacía, vacía y rara, maravillosamente extraña…. Las ventanas estaban abiertas, la brisa mecía suavemente los visillos blancos y en el comedor, los rayos dorados del sol mañanero, entraban acompañados del perfume del limonero.
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!Silencio…!, ningún ruido… , ni la radio …, ni la tele…, ni el extractor de la cocina … La paz era tal, que parecía estar en otro planeta y la casa tan irreal como un decorado de teatro del absurdo.
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!Cuanto tiempo hacía que el trajín de aquella morada no le había permitido oír el tic-tac del viejo reloj de pared !, ! Cuanto tiempo que en su propia casa no había podido escuchar el plis-plas de sus pasos con los pies descalzos en el fresco terrazo!.
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!Estaba sola!, deliciosamente sola, todos se habían ido ya a sus obligaciones…, En el baño y sintiendo la libertad de dejar la puerta abierta de par en par, orinó sobre la tirita del test y después, con el morbo y la intima liviandad que da estar ocioso cuando el resto del mundo está ocupado, desnuda y sin ponerse nada encima, fue vagando por toda la casa hasta la cocina a ponerse una taza de café.
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Taza en la mano, se acercó al ventanal del jardín. Con la mirada ausente y protegida de las miradas ajenas por la enredadera de madreselva que cubría el muro exterior, , dejó pasar algunos minutos mientras que el sol calentaba sus pechos y su casi imberbe pubis.
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Cuando volvió al de nuevo en el baño, se acurrucó en un rincón , notando el delicioso fresco de los azulejos en su espalda, se dejó caer despacio hasta quedar sentada en el suelo y cerró los ojos para esperar el resultado….! Por favor…!….! Por favor…! arrugó con gracia su carita….! ….! Por favor…! ! Por favor Dios.. ! …..!!Que sea negativo!!.
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Sin embargo, cuando fugazmente sintió que ningún resultado le haría completamente feliz, entendió por primera vez en su vida, lo profundamente contradictoria que puede ser el alma de una mujer.
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LUCIDECES ROMUALDO RAMÍREZ

POR FIN DEJASTE SER UNA SETA

Por fin miras,
observas,
piensas,
hablas.

Por fin te enfadas,
gritas,
reclamas,
no te callas.

Por fin dejaste
ser una seta
y te convertiste
en un incordio
y un culo
mal asiento.

Por fin grité
«¡Qué pesada!»
y volvimos
a discutir juntos.

Sonó la campana
de la discordia.
Y empezó el combate
entre dos personas
que suelen
hacer el amor.

Me agobias
y lo sabes,
pero te prefiero
mil veces diciéndome
las cosas
como si estuvieras
ejerciendo de profesora
en casa,
que verte deambular
por ella
como si fueras
solo un figurante
de Walking Dead.

Pon fin descubriste
o te diste cuenta
que en el fondo
tan solo
soy un desastre.

Sabía que un día
por fin
esto pasaría.

Por fin me meto
en la cama
y me quedo dormido
a tu lado.


SERVANDO CLEMENS

Fue hace tiempo
Tenía nueve años. Mi padre me había mandado a la tienda de la esquina por jabón. A esa edad, ya contaba con la confianza suficiente para ir a comprar yo solo. El caso es que llegué al comercio de don Félix, con un sentimiento de alegría sólo por el hecho de ser un niño.
—Hola, don Félix —saludé al entrar.
—¿Qué quieres? —dijo don Félix.
—Mi papá me mandó por jabón —dije. Le entregué una moneda grande.
El tipo me lanzó una bolsa de jabón sobre la barra.
—¿Algo más, niño?
—¿Me sobra dinero? —pregunté inocentemente.
Refunfuñando, don Félix dejó caer un par de moneditas en la barra.
—¿Me alcanza para un chicle?
El viejo con evidente enfado me dio un chicle.
—Gracias, Don Félix.
—Ahora vete, tengo asuntos pendientes.
Volví a casa y papá dijo que me había pedido jamón para el desayuno, no jabón.
—Regresa —dijo papá—, y dile a don Félix que te lo cambie. No habrá problema.
—Ya vuelvo.
Entré nuevamente a la tienda. Ahí estaba Don Félix, detrás de la barra, leyendo el periódico con su cara surcada por el paso del tiempo y la soledad. En esa época debía tener alrededor de setenta años. Al verme entornó los ojos y me ofendió entre dientes.
—¿Y ahora que quieres, niño?
—Era jamón, no jabón.
—¿Y qué diablos quieres, mocoso?
—Ehhh. —Dudé. Retrocedí unos pasos.
—¿Qué demonios quieres aquí?
—Mi papá dice que lo cambie… por favor.
—Qué pendejo eres —murmuró el viejo—. Eres el niño más estúpido del barrio. Imbécil.
Me quedé asustado en aquel decaído establecimiento. Las piernas me temblaban.
—Emmm —balbuceé—, lo que pasa, señor…
El anciano golpeó la barra con su mano huesuda, dándome un tremendo susto. Después amenazó con darme una bofetada.
—Te vas a quedar parado como tonto, niño… me haces perder el tiempo con tus estupideces, ya me tienes hasta la madre.
El viejo caminó hasta el refrigerador, sacó un paquete de jamón y lo tiró sobre la barra.
—¿Contento, niño bobo?
Quedé como piedra. Tomé el paquete de jamón y salí casi corriendo de la tienda.
—Devuélvete, niño —gritó el anciano—, regrésame el maldito jabón.
Le devolví la bolsa del jabón a don Félix. Él me miraba con rabia, no sé por qué. Quizás eran demasiados años trabajando en esa tienda. Tal vez estaba harto de la vida.
—¡Ya vete y no regreses jamás!
Me largué con los ánimos por los suelos y amedrentado. Al llegar a casa di un portazo. Tenía miedo, desconfianza y sobre todo ira, mucha ira.
—¿Qué te pasa, hijo? —preguntó mi padre.
—Nada —dije—. Ya no quiero regresar a esa cochina tienda.
—Pero…
Me fui a mi cuarto.
Desde ese evento, algo se rompió dentro de mí. Con el transcurso del tiempo me fui convirtiendo en un muchacho más rudo, huraño y desconfiado. En la escuela siempre reñía con mis compañeros y maestros. Ya no era el niño bonachón de antes. Pasaron los años y don Félix cerró la tienda con la aparición de las cadenas de autoservicio que abren las 24 horas.
Años más adelante, estudié una carrera universitaria, conseguí un trabajo de gobierno, me casé y finalmente cambié de domicilio. A don Félix lo volví a ver después de muchos años, por azares del destino. Comencé a trabajar en una dependencia de gobierno, tramitando credenciales. Ahí fue donde me lo topé por casualidad.
—Buenos días, joven —dijo el anciano.
Tardé unos segundos, pero lo reconocí. Era don Félix. Debía tener cerca de noventa años. Estaba muy maltratado y enfermo. Su mirada era diferente.
—¿Qué se le ofrece, amigo?
—Vengo a renovar mi credencial —dijo. Me entregó su vieja credencial.
—Sus documentos, por favor.
Don Félix me arrimó los documentos dentro de una carpeta, y yo los revisé con detenimiento.
—Aquí falta su comprobante de domicilio —dije.
—Pero… nunca me los habían pedido antes, joven.
—Además, estos papeles están sucios. No sea cochino, abuelo.
—Es que vivo muy lejos y vengo en camión, hijo.
—No es mi problema.
La gente que había a mí alrededor me observó con repudio. Se escuchaban murmullos. Me importaba un carajo.
—Regrésese a su casa por los papeles.
—Hijo, no seas malo, me duelen las rodillas y hace mucho calor.
Me acerqué y le dije al oído:
—Váyase al diablo, viejo cabrón.
El pobre salió de la oficina rengueando y casi llorando. Parecía un pequeño indefenso. Un compañero de la oficina me dijo que fui despiadado. Lo pensé unos momentos y le comenté que tenía razón. Salí de la oficina y le hablé al viejo:
—Don Félix, venga un momento.
El viejo regresó contento. Al parecer me reconoció.
—Eres tú, Jorgito.
—Sí, señor.
—Qué alegría verte de nuevo, hijo. Tantos años sin verte.
Me arrimé. Le toqué el hombro con ternura.
—¿Recuerda cuando me corrió de su tienda y me dijo pendejo?
El anciano obviamente recordó los hechos. Sus manos empezaron a temblar.
—Sí, lo recuerdo como si fuera ayer —dijo—. Lo siento mucho, te juro que lo siento.
—Desde entonces no soy el mismo, gracias a usted. Creo que me traumé… ya nadie me quiere por lo que soy ahora. Lo peor de todo es que no me importa.
—Lo siento, lo siento, te juro que de verdad lo siento.
—Vaya a su casa por esos papeles y no sea pendejo.
El viejo se fue rengueando por la banqueta. Yo regresé a la oficina. Me sentía tan feliz.
—¿Le pediste disculpas al señor? —preguntó mi compañero de oficina.
—Claro… ¿me crees un desgraciado?
—No, para nada.
—Soy un muchacho bueno. —Sonreí con sarcasmo.
—Por favor… ambos sabemos que eres un sociópata.
Los dos reímos burlonamente, mientras otras personas esperaban con enfado en la fila. A nosotros nos importaba una mierda los demás.
—Que todos se vayan al diablo —dije. Por fin había consumado mi venganza.


 

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12 comentarios en «Por fin – Miniconcurso de relatos»

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