Caminar por el filo de una navaja

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir con el tema “Por el filo de una navaja”. Estos son los relatos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves día 7! (Solo un voto por persona).

*Todos los relatos son originales y no han pasado procesos de corrección.

OMAR ALBOR

Un segundo

Sin respiro
Voy corriendo
En la noche
En la esquina
hay dos tipos
que atropellan
La pitada de aquel cigarrillo
que los hace visibles en la oscuridad
Los miro
Y pienso que nada esta perdido
son noctámbulos del barrio
Que buscan en las estrellas
la luz mas preciosa
Corro y mis piernas van a mil
Te busco, en la noche
que engalana el vendaval
el viento me hace sonreír
Cuando llego a tu casa
la ventana de tu pieza, esta entre abierta
Y pienso como hacer, para convertirme
En viento para llegar hasta ti.
En un segundo sin respiro
En la noche
El corazón late mas fuerte, que mi propio
Vendaval.


MARÍA DAVID

Me he despertado intranquilo,desorientado,con la ropa toda empapada con sudor,tanto sudor qué me daba una cierta sensación de poder sentir un sutil olor salado,igual que ese olor inconfundible,ímpetu de los océanos tramposos que dispersan y envuelven las ciudades costeras con una fragancia marina encantadora.No era todavía consciente de si estaba despierto o me encontraba dormido,tan enorme era mi confusión y temor,que más que seguro había presenciado unos de esos sueños aterradores que son una parte más de mi existencia tormentosa.
«¡Anda,levántate macho que hay muchas cosas que resolver hoy!»Y así hice…me levanté,me duché y me tomé uno de esos cafés italianos fuertes,sin azúcar,sin nada más,uno de esos cafés que mi hermana les llamaban «veneno»,pero para mí ese café era muy vital para mí cuerpo y para mí mente,lo único que me mantenía despierto y que luchaba contra el efecto debilitador que me lo producía las pastillas,mejor dicho las drogas que me recetó mi médico contra la depresión que padecía.Tan fuerte era el efecto de esas pastillas que muchas veces me sentía como sí alguien me hubiera echo una lobotomia.De pequeño he sido una persona muy intranquila,siempre me gustaba explorar,conocer sitios nuevos,establecer contactos nuevos,conocer costumbres y tradiciones de otros países y dado que mis padres tenían una situación económica bien elevada,eso me ha sido de gran ayuda en materializar y alimentar mi sed insaciable de explorar el mundo.Y eso soy yo,un auténtico Robinson Crusoe que vive solo para cumplir sus deseos de explorar el mundo,sin ni siquiera pensar en los sentimientos de preocupación de mi familia hacía mí…Vivía para mi y no para los otros.Me horrorizaba la idea de que un día alguien tendrá el poder de atarme a su vida, de saborear lo cotidiano de los «dormidos», de esas personas vivas,pero muertas en su interior.
Fue en unas de esas expediciones mías insensatas,cuando recibí un telegrama que me avisaba de la muerte de mis padres en un accidente de coche.Ese fue el día de mi colapso mental,el día en que se introdujo,en mi mente,uno de esos «pitufos» engañosos y moribundos:la depresión.Y también, en ese preciso día,alguien consiguió atarme a sí misma, de quitarme mis alas libertinas y encerarlas en un baúl mágico lleno de sueños y ideas impetuosas de explorar:¡Mi hermana!-un ángel sin alas qué siempre se preocupaba por mí fuera dónde fuera y a la que yo ignoraba por la angustia y el miedo pereno de que su presencia logrará quitarme mi libertad.»Al final lo conseguiste y aquí me tienes,tú mi hermana,mi ángel de la guardia »
Un chalet, que se parecía más a un castillo gótico,iba a ser mi nueva forma cómoda y extravagante de saborear una vida pálida y sin sentido alguno para mí.Me sentía exactamente como un bárbaro obligado a ser lo que no era.Bajo estas circunstancias surgieron,dentro de mí,esos deseos tan arduos de escapar, de desconectarme de esta vida noble y de idear,nuevamente,los planes para una próxima expedición.
-¿Y que destino sería más propicio y lo más adecuado para mis deseos?¿Vamos a pensarlo o elegir al azar?
-¡Al azar,como siempre lo hice!…Pero,claro está,que me falta mi mapamundi en donde anoté todas mis expediciones,ese mapamundi que me traía suerte…
Empecé a buscar por todo el cuarto,a abrir los cajones como un loco,a revolverlo todo…un caos y una mente en blanco;y entonces me acordé:esa última noche ambigua en la que recibí ese maldito telegrama ,esa noche funesta cuando me enteré de la muerte inesperada de mis padres,fue la culpable evidente de mi olvido.Todas mis pertenencias se habían quedado allí,en esa cabaña improvisada en el seno salvaje de las Amazonas,ese lugar tan aislado y majestuoso que no me imponía ningún límite y que más de una vez puse mi vida en peligro;eso no suponía para mí ni una pizca de importancia,al revés eso me hacía más rebelde,más atrevido en saciar mi sed infinito de explorar, de embriagarme con conocimiento.
Resolví,cobardemente,dejarle una nota a mi hermana:
«¡Y,al final,conseguiste lograrlo!Conseguiste en qué yo me deshiciera de mis alas y ser un esclavo más de la oscuridad, de esa oscuridad que venda tus ojos y te rompe tus alas,que infringe cualquier ética,que divide tu propia esencia y le impone sus leyes fronterizas.No hay frontera que uno no puede traspasar,una vez que te quitas esa venda,una vez que ya no sientes más ese miedo que te inocularon desde pequeñito, de ser libre.No crítico tú estilo de vida,sino más que no lo comparto.
¡La rutina es tu droga,la mía:la andrenalina!Somos gemelos,pero sin alguna conexión siquiera,somos muy diferentes-tú eres más como la Tierra,mientras yo soy el aire que late vibrante en el suelo y que nutre las plantas,en el agua-hogar maravilloso con una diversidad enorme de plantas y animales,en las chispas enloquecedoras de algún fuego intencional o no,hasta el aire que cada uno de los humanos lo saborea inconscientemente.
Tú tienes tu hogar,te complaces con la comodidad y la estabilidad de tú vida…Mi hogar se haya en cualquier sitio de la Tierra,la naturaleza es mi verdadero hogar…»


BELÉN CÓRDOBA

Se conocieron de adolescentes en el colegio y enseguida se gustaron el uno al otro.
Ella salia de casa casi sin terminar el desayuno por estar temprano en el patio y poder charlar un rato con el antes de comenzar las clases.
El le contaba cosas que hacia cuando iba al rio a tirarse desde unas peñas con los demas muchachos del barrio y a ella le parecia un heroe.
Se gustaban, se miraban, les entraba la risa tonta y asi un dia y otro dia mas pero ninguno dió un paso para que esa atraccion avanzara a otra cosa mas seria. Eran otros tiempos , los jovenes eran mas timidos y sobretodo las niñas, no estaria bien visto si era ella la que daba el primer paso, pero..como el tampoco se atrevio a darlo aquella atraccion mutua acabo antes de empezar, porque a ella la sacaron del colegio el curso siguiente y ademas se fueron del barrio.

No se volvieron a ver mas y la vida siguió su curso .
Se casaron cada uno con su pareja y tuvieron hijos.
La vida seguia , aunque ellos siempre guardaron aquel amor de adolescencia muy adentro y a veces se preguntaban , que habra sido de mi compa , como seria mi vida si el destino nos hubiera sido mas amable?

Llegó el tiempo de las redes sociales y ella buscaba de tanto en tanto el nombre de su compañero a ver si lo encontraba , pero sin suerte . Hasta que un dia lo vió , vio su foto su perfil , y rapidamente sin pensarlo dos veces se dirigió a el a ver si se acordaba de su compañera .
Claro que se acordaba .. se acordaba de la niña del abrigo azul marino con botones dorados que le habia robado el corazon en aquellos años .
Siguieron hablando dia tras dia .
_Yo estaba loco por ti pero tu no me hacias caso le dijo el un dia .
_ Pero compa si nunca me dijiste nada yo que iba a hacer . Siempre estuve enamorada de ti .
_ Tenemos que vernos un dia y contarnos cosas de nuestra vida y recordar como fueron aquellos años .
Y se vieron un dia , y se volvieron a ver,
Los dos seguian casados pero aquello que sintieron y que pudo haber sido y no fué empezó a crecer de nuevo .

Estaban caminando por el filo de la navaja , seguian viendose de tanto en tanto , pero al igual que la primera vez ninguno se atrevió a dar un paso adelante hacia una relacion que trastocaria sus vidas y sus familias , aunque lo deseaban enormemente .
Y ahi siguen caminando por el filo de la navaja pensando que igual un dia pueden hacer realidad ese amor que en dos ocasiones les tuncó el destino.


RAÚL MORA

DESAHUCIO.

Se había atrincherado en la casa y amenazaba con pegar fuego al edificio si no se marchaba la policía. Llevaba el pelo grasiento, barba sombreada de dos días y media camisa desabrochada por fuera del pantalón. Parecía ebrio.

—¿Creéis que podéis echarme de mi casa hijos de perra?. ¡Acercaros a la puerta y reduciré esto a cenizas!.

Sacó una carta del bolsillo de la camisa y la quemó con una cerilla.

—¡Aquí tenéis vuestra citación judicial! ¡a mi de esta casa nadie me echa!, ¡mirad lo que hago con ella hijos de perra! ¡mirad, mirad! ¡voilá!…

Un grupo de la policía nacional se había posicionado frente a la puerta del edificio acordonando la zona para evitar el paso de curiosos. Uno de ellos que parecía el jefe de la unidad dio un paso al frente. Tenía un espeso bigote, llevaba gafas de aviador y masticaba un palillo entre sus dientes. Se sacó el palillo de la boca y arrojó un escupitajo al suelo. Luego encendió el megáfono y comenzó a hablar con voz ronca.

—Por favor, le pido que no se resista y colabore. Tiene que desalojar la vivienda. Mantenga la calma y salga del edificio.

Desde aquella posición desventajada el agente al mando del operativo controlaba los movimientos del insurrecto con gesto impasible, mientras se pasaba el palillo de un lado a otro de la boca en actitud desafiante. Volvió a escupir al suelo. Como la situación parecía haberse enquistado se distanció del grupo para entrar en uno de los coches patrulla. Durante unos minutos habló por la emisora de radio gesticulando con las manos. Luego regreso con cara de pocos amigos, dando orden a sus hombres de acceder al inmueble.

Al ver como la policía se encaminaba hacia el portal, Basilio entró corriendo en la casa y regresó con una bombona de Butano. Cogió la botella de brandy Veterano que le acompañaba y derramó una generosa cantidad sobre la bombona. Después encendió una cerilla.

— ¡Atrás!, ¡un paso más y hago volar todo esto por los aires!, ¡juro por mis muertos que si cruzais esa puerta dejaré el edificio como un solar!

A causa de la excesiva agitación Basilio tenía la camisa envuelta en sudor y el rostro descompuesto. Sus ojos pareciera que en cualquier momento iban a salir despedidos de las cuencas, como la mirada de alguien que ha traspasado la línea de la cordura y entrega su alma a la defensa de una causa imposible sin nada que perder. Estaba al borde del colapso.

Mientras tanto una muchedumbre se había concentrado en los aledaños de la finca observando con avidez la dantesca escena. Entre los vecinos comenzaron a escucharse algunos chismes: Ya está otra vez ese loco liándola, decía uno. El muy cabrón está para que lo encierren, contestaba otro. ¡Echad ya a ese maldito mal nacido!, vociferaba un tercero…

El odio subyacente en aquellas palabras no era producto de una repulsa infundada, sino más bien respondía a varios años de tortura de un historial comunitario atestado de conflictos. Gritos acompañados de golpes de madrugada, deudas por impagos de la comunidad, trifulcas con vecinos en la escalera, lanzamiento de objetos desde el balcón, etc… Podría decirse que Basilio Contreras no se ajustaba precisamente a los cánones del modelo de vecino hospitalario por quien todos sentían una inquebrantable amistad.

En un acto de locura llevado por la desesperación Basilio abrió la ventana de uno de los dormitorios que daban a la calle y ante las incrédulas miradas de los presentes se sentó con cuidado en el alféizar. Desde allí amenazó con saltar. En el balcón del bloque de enfrente una mujer y su hija de unos siete años no perdían comba de observar el espectáculo desde primera fila. La niña comía palomitas sin pestañear y algunas veces se limpiaba la mano en la falda del vestido. La madre llevaba puesto un albornoz de paño y varios rulos enredados en el pelo y de cuando en cuando metía la mano en la bolsa para cogerle palomitas.

Al cabo de un rato la calle estaba poblada de caras mirando hacia arriba. Desde allí arriba a Basilio le parecían hormigas a las que pisotear. Se sentía poderoso, con una total supremacía que le otorgaba el derecho a decidir sobre la vida de las personas. Se sentía invulnerable. A pocos metros del edificio la terraza de un restaurante estaba a reventar de gente combatiendo el calor consumiendo bebidas. Ante el incremento de afluencia en los alrededores el encargado se apuró en sacar algunas mesas más del interior del local y las distribuyó como pudo en una hilera pegadas a la acera a lo largo de la calle. No tardaron en ocuparse todas las mesas. Un hombre que vestía con mono de trabajo y gorra que bebía cerveza llamó por teléfono a su mujer para decirle que llegaría más tarde a casa.

Mientras tanto en las alturas Basilio hacía continuamente ademanes de saltar al vacío.

—¡No me llevareis!, ¡no conseguiréis arrebatarme lo que es mío bastardos! —gritaba una y otra vez con voz desgañitada.

De vez en cuando irrumpían en su cabeza ciertos fogonazos de lucidez que le hacían replantearse la situación, bajar los brazos, pero un arraigado sentimiento de soberbia se imponía por encima de la idea del desamparo social. Había recorrido demasiado camino como para dar media vuelta, si ahora cedía, su particular cruzada ya no tendría sentido. Todo estaría perdido.

El jefe de policía volvió a dirigirse a Basilio para pedirle que desalojara la vivienda, pero este se negó en rotundo y volvió a amenazar con saltar si la policía entraba por la puerta. La situación había llegado a un punto en que se había estancado sin aparente posibilidad de avanzar a corto plazo, lo que hacía que cada vez en las cercanías se agolparan más personas para ver al temerario sentado en la ventana.

El sol había empezado a ocultarse tímidamente tras los tejados envolviendo a la avenida en una tenue penumbra. Basilio continuaba sentado en el alféizar dando largos tragos a la botella de brandy, y tal vez el efecto del alcohol sumado a la merma de luz en el exterior, fueron los causantes de que empezara a sumirse en una leve somnolencia. Los párpados le pesaban. Al ver que Basilio se dormía, la mujer del albornoz y rulos que ahora estaba sentada en una silla que había traído del salón, se puso a gritar para intentar que reaccionará pero el sueño de Basilio cada vez parecía más afianzado.

Pronto todo el mundo en la calle se había dado cuenta del estado de Basilio y del peligro que aquello suponía. Entonces fue cuando el jefe de la policía ordenó a sus hombres entrar de manera inminente al edificio. Por desgracia cuando el comando se disponía a entrar por la puerta Basilio cayó al vacío golpeándose con un toldo por el camino que le hizo reducir la velocidad amortiguado el impacto contra el suelo. Aún así fue una dura caída.

La buena noticia es que Basilio Contreras no murió; la mala es que a consecuencia del fuerte golpe contra el asfalto se le fracturó el cráneo dejando entrever una fina veta de masa encefálica. El hueso había desplazado una parte del córtex rompiéndose por una zona en diminutas esquirlas que se habían incrustado en el cuerpo calloso que une los hemisferios. El impacto también le había afectado al lóbulo temporal y se habían dañado las conexiones entre el cerebro y la médula espinal provocándole una inmovilidad de cabeza hacia abajo. Tenía los ojos inyectados en sangre.

Mientras los ats le transportaban en camilla hasta la ambulancia aquel inexorable proceso de deterioro cerebral le indujo a un profundo sueño en el que aparecía de niño sentado en el asiento trasero del coche de sus padres llegando a la finca de sus abuelos. Un sueño agradable y placentero. Entonces se olvidó por completo de cosas que le habían sucedido en el pasado. Se olvidó de cosas cómo cuando descubrió a Marisa, su mujer, en la cama con su mejor amigo, ni en como unos días después ella le puso la maleta en la puerta de casa para que se marchará. Olvidó todas aquellas tardes que al regresar a casa del trabajo su hija Laura le saludaba sin apartar la vista de la televisión. También olvidó el día en que su padre les abandonó a su madre y sus hermanos no regresando nunca más a casa. Olvidó hasta el nombre de su padre. Tampoco recordó ninguna de las noches de su infancia en que su tío se quedaba a dormir en casa de sus padres y cuando todos dormían le hacía visitas a su dormitorio para magrear su tierna carne pueril. No recordó ni un detalle del día que regreso del trabajo con sus artículos personales de la oficina dentro de una caja de zapatos, ni como se le cayó rodando por las escaleras la placa conmemorativa de empleado del año que con orgullo lucía en la mesa de su despacho junto al ordenador. Por contra si recordó el embriagador aroma de los narcisos y lavandas en la finca de sus abuelos, y la tersura de la hierba acariciando sus pies descalzos mientras paseaba al madrugar para sacar agua del pozo con su abuelo. No recordó cuando a un vecino de la comunidad que le había tocado un pellizco en la lotería de Navidad invitó a todos los del bloque salvo a el a una fiesta en su casa, ni cuando de niño su hermano mayor le obligó a meterse el vibrador de su madre por el ano delante de sus amigos, no, de eso tampoco se acordó, pero si de la luz crepuscular del sol al atardecer inundando de tonos ocre los montes y baldíos de la finca, y como su abuelo le acariciaba la cabeza y le sonreía mientras paseaban en busca de espárragos. La admiración hace el hacia que los ojos le centellearan, que el corazón se dilatara y resonara con fuerza dentro de su diminuto pecho. Entonces recordó con claridad cristalina como su abuelo le sentaba en su hombros y paseaban juntos por la finca con la suave brisa de la mañana acariciando sus caras.

Mientras avanzaba la camilla hacia la ambulancia se quedó rígido como un palo con la cabeza apuntando al cielo anclado en esa parte del sueño. Perdido en el cían intenso de los ojos de su abuelo.


MELINA GUILLERMINA

Aquella noche sentí un calor en el cuerpo que no conocía
Fue como un fuego que partió mi pecho en dos
Sentí también, que me había llegado a la columna, fue la sensación más extraña que sentí en toda mi vida…
Esa vida, que hace tiempo sin sentido » vivía »
Sin miedo a nada andaba…
Fue esa noche, donde tube miedo de verdad
Miedo de dejarlos a ustedes y que no sepan que me pasó
Preguntarme por dentro:
¿Donde estoy?
¿Cómo llegué a esta situación?
Tirada en la tierra
Mirando al cielo
Deseando más que nunca estar en casa
El tiempo pasaba, y yo no sabía donde estaba
Fue aquella bala que por mi pecho pasó
Mi tórax en un segundo atravesó
Y giró, hasta llegar al pulmón
¿ Donde estoy?
¿ Estoy muerta ?
No
No se como pasó
Pero respirando estoy
En la cama de un hospital
No puedo hablar
Tengo un aparato que me entra por la boca
Tampoco me puedo mover
Porque tengo un tubo que me entra por las costillas y me drena un líquido del pulmón
Pero acá estoy, en este mundo
Viva después de una noche de estar perdida
Casi muero y no se las razones de porque me hicieron eso
Tampoco la razón de porque sigo viva
Pero acá estoy escribiendo lo que me pasó


LURDES PEDREÑO

Aquella mañana, cuando desperté y abrí los ojos todo me parecía más negro que de costumbre. Me incorpore despacio, pues mi cuerpo ya no respondía a casi ningún deseo de mi cerebro y me vestí como pude decidida a llevar a cabo la decisión que había tomado la noche anterior, donde el insomnio, fue mi principal compañero. De pronto sonó el teléfono, no pensaba cogerlo, pues sabía que si me distraían, sería incapaz de poner fin a tanto sufrimiento, pero aún así alargue la mano y lo descolgue, era una compañía telefónica.
Ufff, menos mal, pensé y me dirigí hacia la calle y fui subiendo hasta el metro, pero antes de llegar tropecé con una baldosa y caí de bruces sangrando
La gente muy asustada intentó ayudarme y llamaron al servicio de urgencias.
Total aquí estoy otra vez en casa con una brecha en la cabeza y un esguince en el tobillo.
Esta claro todo son dificultades, estoy tan deprimida y débil que no tengo ganas ni de ir al bar del centro donde voy a beber hasta que acabo inconsciente para olvidarme de la realidad.


ÁNGEL MARTÍN GARCÍA

Talso tenía claro lo que iba a hacer con su Edicto de paladio: multiplicarlo. No es que tuviera ninguna capacidad especial para multiplicar los metales preciosos. De ser así no habría pasado gran parte de su vida en la pobreza. Pero confiaba en su suerte.
Era un autonombrado famoso tahúr, —es decir, que era vago, ludópata y tramposo—, y creía que conseguiría hacer de ese edicto una fortuna que le situara entre los de las clases altas.
Así pues, en compañía de su Edicto, su bolsa de juego y su exceso de confianza, abandonó los arrabales en pos de algún salón de juego donde comenzar a ganar dinero a expuertas. Atrás habían quedado sus días de estafador… perdón, jugador profesional de taberna. Eran tiempos de objetivos más suculentos.
Visitó un salón de juego tras otro y los rechazó de igual manera. En algunos seguía siendo demasiado pobre, en otros, demasiado rico. En unos pocos había alguien que le reconocía, y en los que no, la casa obligaba a jugar con su propio material, y Talso no estaba dispuesto a que le engañaran con sus propios trucos. Tardó varias horas, pero acabó dando con uno escondido en un sótano que admitía apuestas de cualquier nivel económico, y permitía el uso de dados, cartas y demás objetos de juego personalizados. El típico local de mal nombre que uno conoce por azar cuando un tipo se lo susurra a otro en un bareto de mala muerte.
Talso entró con aires de grandeza. Era su día. Era su momento. Hoy cambiaría su vida. No le importó que la gente le mirara con desconfianza e incluso cierto aire amenazador. Tampoco le dio importancia al olor a cobre en el aire, ni al charco de sangre que casi pisa, ni al cuerpo que yacía inmóvil sobre el charco sospechosamente. Se acercó a la primera mesa que encontró con paso firme. Acababan de finalizar una partida de dados en ella. «Perfecto —pensó—, esta es la mía». Llevaba sus dados cargados. Buen momento para lucirlos.
—Disculpad, caballeros —dijo poniendo su mejor voz de jugador profesional—, ¿os importa si juego con vosotros?
Uno de los hombres que estaban sentados a la mesa, medio calvo, tuerto y con dos narices, se levantó de golpe.
—Puedes ocupar mi lugar, a mí ya me ha desplumado ese cabrón —dijo, señalando a un muchacho de aspecto inocente que poseía una fortuna que sus manos no lograban abarcar—. Te lo advierto, es invencible.
Pero Talso iba a hacer trampas, no podía perder. Así que se sentó sonriendo como si aquello ya estuviera resuelto. En la mesa estaban el muchacho forrado de pasta, un anciano medio ciego y medio sordo, y un hombre joven con aspecto desorientado.
—Jugamos a la tirada más alta. Es simple. Si tus dados suman más que los de los demás, ganas. En caso de empate hay reparto de premio —explicó el muchacho, colaborativo—. ¿Dados de la casa, o dados personales? —preguntó sin maldad alguna.
—Dados personales, por favor. Les tengo cariño a mis niños —dijo, contento de que se lo estuvieran poniendo tan fácil. Sacó de un saquito cinco dados y los introdujo en el cubilete que le extendieron.
—El nuevo abre la mesa, normas de la casa. ¿Apuesta?
—Un Edicto de paladio —dijo relajado, y puso la moneda sobre la mesa. Se repitió a sí mismo que ya había ganado.
—No voy —dijo el hombre de su derecha, sorprendido al ver la moneda, o quizá al ver la mesa de juego y darse cuenta de dónde estaba.
El muchacho sacó un Edicto de paladio y lo puso ante él, en la mesa.
—¿Dónde dices que has puesto el mando de la tele, Teresa? Estoy cansado de ver este canal. Mierda, no me oigo cuando te hablo —dijo el anciano, y todos interpretaron que no iba.
Talso movió sus dados en el cubilete, y los lanzó de manera que rodaran por la mesa, para que la carga pudiera obrar el milagro. Cinco seises. Tirada perfecta. No había forma de que perdiera. En el peor de los casos, el oponente sacaría lo mismo que él.
El muchacho tomó el cubilete, metió sus dados y los agitó durante medio minuto. Hizo amago de lanzarlos, pero se lo pensó mejor y los agitó medio minuto más. Talso se impacientaba. Y por fin los tiró sobre la mesa. Ante la atónita mirada de Talso rodaron cinco dados que no se parecían en nada a los que él había utilizado. Eran dados de veinte caras. Cargados. Tirada perfecta.
—Cinco veintes. ¡Yo gano!
—¡Ve tú a por el pan, estoy cansado! —gruñó el viejo.
Y así fue como Talso fue casi rico durante un día.


FRANCISCO BALLESTER

LA MIRADA HELADA ( ACUATEXTO).
Las viejas decían que se trataba de una diabólica y etérea forma del «Ángel caído de la Envidia» que, como si quisiera anular las gracias que Dios a veces nos envía, castigaba devastadoramente a aquellos a los que la fortuna y la felicidad sonreía notoriamente haciéndoselo pagar con tan terribles amarguras que, de haberlo sabido de antemano, les hubiera hecho renunciar a su buena fortuna.
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Es curioso lo rara que es la sabiduría popular que tiene la gente como multitud para intuir las amenazas colectivas porque hacía años que, en forma de bulos y chismes se rumoreaba que una presencia extraña e intangible se había apoderado de la ciudad.
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Los policías, y menos aun yo con mi sólida formación en «la científica» que me lleva a creer solo en pruebas, hechos y evidencias, no damos pábulo a este tipo de cosas que como el » Mal de ojo», «La maldición de la gitana», «Los embrujos de Magia Negra» o el «Vudú», consideramos paparruchas de ignorantes ociosos, y jamás nos tomamos en serio investigar éstos asuntos.
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Si soy sincera, no supe explicarme entonces como sucedió aquello y ni aun ahora lo sé, pero el hecho ha sido que desde entonces, se ha generado una grieta en la solidez de mi armazón lógico que ha desguazado mi racionalidad y ha supuesto un antes y un después doloroso en mi vida.
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Fue el llamado «Caso Cenicienta» el que forzó a romper ésta inercia policial cuando el gobernador del estado, un político cuya reelección podía peligrar tras las ruidosas manifestaciones populares encabezadas por los simpatizantes y amigos de una muchacha difunta, instó a nuestro comisario jefe a que los cuerpos policiales se ocuparan de estos asuntos, aunque fuera aparentemente, con el fin de tranquilizar a una población asustada que parecía haber regresado diez siglos atrás al pánico de la superstición medieval.
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-!Martirio!, me llamo así gracias a una humorada de mi padre acerca de una cantante a la que admiraba, !Este caso es para ti !, me dijo el inspector jefe de mi comisaría de Policía con un tono que hizo impensable cualquier posibilidad de rechazo.
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Naturalmente, no soy ajena a la ciudad donde vivo y venía oyendo desde hace años aquellas fantásticas historias en las colas del supermercado, en las cafeterías, en la peluquería o en la modista y siempre las escuchaba con una sonrisa escéptica cuando alguien, tras cuchichear siempre en voz baja y referir ocurridos truculentos, instaba a los demás a no hacer manifestación pública de felicidad, riqueza o suerte con el fin de pasar desapercibido al » Ángel caído de la Envidia».
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El caso en cuestión, era el de Maruja, una muchacha abandonada al nacer en un hospicio y criada por las monjas y que gracias a su laboriosidad y abnegación en las mas duras tareas conventuales, logró adquirir una esmerada educación que cuando estalló en ella la belleza de la adolescencia la completó hasta convertirla en una auténtica joya de mujer.
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Lo de «Cenicienta», fue solo el bautizo popular que se le otorgó a Maruja cuando Carlos, el guapo hijo del mas rico empresario y mediodueño de la ciudad, se prendó de ella al visitar unas obras que habían patrocinado como donativo al convento y Maruja, que también recibió el flechazo, le correspondió cuando el joven, que solo tenía ojos para ella, abandonó por Maruja toda su retahíla de actrices, modelos y famosas que, con intención de cazarlo, pululaban en su vida como las moscas en torno a la miel .
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Todas las mujeres de la ciudad fueran madres, esposas, solteras, jóvenes o viejas, babearon durante meses con el corazón lleno de romanticismo con el noviazgo, el romance y boda de una «Cenicienta» cuyo cuento, podía ahora leerse semanalmente a todo color en las revistas del corazón y en los programas rosa de televisión con gran profusión de detalles, fotografías y reportajes, donde siguiendo el sorprendente encumbramiento de Maruja desde la mas baja pobreza a lo mas alto del la sociedad, todas disfrutaban con ella y compartían la enorme felicidad de la modesta, bondadosa y bella muchacha.
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Pero con la misma rapidez con que se desvanece la espuma de una copa de Champagne, todo se desmoronó en poco tiempo hasta la tragedia ante los incrédulos ojos de sus incondicionales seguidoras, cuando a las pocas semanas de la boda, una grave leucemia seguida de un agresivo tratamiento quimioterápico, trocó su belleza en decrepitud, se llevó su simpatía y su fertilidad y entonces, su «veleidoso» príncipe, la abandonó miserablemente en un alejado sanatorio para volver a su vida de crápula esperando su próxima viudedad mientras Maruja » La Cenicienta», se degollaba a sí misma con un cutter incapaz de seguir sintiendo tanta humillación.
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Un caso desgraciado si…, pero nada sospechoso de crimen y nada anormal si se consideraba aisladamente de los cientos de casos anteriores que se remontan a muchos años y que me dediqué a investigar : Genaro, el de la «Lotería», se volvió loco cuando a la semana del premio gordo, un pederasta violó a sus dos pequeñas mellizas mientras lo celebraba; «El atleta desgraciado», Pedro, que después de su éxito internacional con medalla de oro de maratón de las olimpiadas, una pequeña rozadura accidental en el viaje de vuelta de Japón, le ocasionó una gangrena que precisó de amputación de la pierna derecha o también; Francisco, un escritor que pintaba también y cuyas cientos de ignoradas y extrañas obras llamadas «Acuatextos» fueron inesperadamente valoradas y sin saber cómo ni por qué, recibió el premio Nobel de literatura pero que a continuación, varias denuncias por plagio le tuvieron dolorosamente amargado de juzgado en juzgado hasta que murió precisamente en el palacio de justicia, trágicamente aplastado por un ascensor y como estos, un montón de llamativos casos que, sin trascendencia policial, fueron archivados.
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Si, cuando se me asignó el tema, fui consciente en todo momento de lo delirante del asunto, sin embargo y como agente de la ley, el imperioso deber de servir y proteger a los demás se impuso en mi cerebro soslayando las cuestiones inexplicables para centrarme en los aspectos prácticos y profesionales, pero pronto fui me di cuenta de la inutilidad de mis métodos y sin pruebas palpables a las que atenerme, me encontré perdida persiguiendo sombras y fantasmas malignos y misteriosos.
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Definitivamente, si quería sacar algo en claro tendría que seguir un enfoque intuitivo esotérico y sobrenatural.
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» Martirio…veo color…está en las fotos… «Eso» está en las fotos…»..Una especie de pitonisa a la que tenía por farsante y a la que visité avergonzada de mi misma, me dijo esto tras consultar unos viejos huesos que lanzó teatralmente sobre un tapete, y con esas palabras, me dio la primera pista …
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!Y allí estaba, si!, cuando me fijé en ella me dio un vuelco el corazón. Cuando la vi, ya había mirado cien veces las fotos de la boda de » Cenicienta » dejando libre mi intuición e intentando no pensar. Aquel rostro pálido y anguloso enmarcado en una lacia melena negra como las alas de un cuervo, aquellos labios rojos y crueles y sobre todo, aquella mirada helada dirigida odiosamente a la feliz novia desde un escondido rincón casi tapado por un muro de rostros sonrientes y felices, me hizo no dudar ni un instante de que había dado con «Ángel caído de la Envidia» al que gracias a lo llamativo de su descripción pude situar, reinterrogando antiguos testigos, en las cercanías de las misteriosas desgracias.
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Sin embargo, mi corazón se fue llenando de decepción a lo largo del duro interrogatorio a que la sometí en el que la impasibilidad de su rostro ausente de emociones, su neutra mirada y las frías respuestas que derrumbaban mis pobres e inconsistentes argumentos, me hacían parecer a mí misma una ridícula policía excéntrica y desequilibrada.
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Fue cuando me incline sobre la mesa bajando la cabeza sobre el papel para ocultar la vergüenza de mi rostro escribiendo notas sin sentido, cuando percibí que aquel imperturbable ser emitía un disimulado quejido, se amorataba, se puso a temblar y un extraño sudor la cubrió toda mientras intentaba apartar sus ojos de la cruz de plata que saliéndose de mi escote colgaba de mi cuello libremente.
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!La tenía !, !Si! !La tenía ya! y además, la suerte me había ayudado a saber como destruir por fin al «Ángel caído de la Envidia».
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Solo cuando la sensación de alivio dio paso en mi mente a la euforia e inmensa felicidad al comprender el enorme éxito y la gloria que me iba suponer librar a la gente de tan horroroso tormento y orgullosamente me enderecé sacando mi pecho para mirarla con desprecio, me di cuenta de mi inmenso error porque cuando la cruz de mi colgante se ocultó de nuevo, aquel ser depredador de felicidad se recompuso de repente y lanzó sobre mi con sus ojos transparentemente glaucos la temida mirada helada que me dejó paralizada, escarchó mi mente borrando de un plumazo todas mis ilusiones e intenciones y llenó mi pecho con los carámbanos helados de la desesperación.
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!Si…!. Se repetiría el patrón…, tristemente supe que las poderosas del fuerzas del mal habían vencido de nuevo y que tras sentir la gloriosa dicha solo me esperaba el sufrimiento y la muerte.
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Ella se marchó con una sonrisa cínica de triunfo en sus labios y yo en cuanto me pude mover, dejé la comisaría y me vine a casa para no volver jamás.
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Ahora sé que mi nombre Martirio que para mí siempre fue el antónimo de mi vida, se ha convertido en un terrible sinónimo cuyo tenebroso final no alcanzo aún a vislumbrar .
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SANDRA SOL

«Qué estás pensando, Sandra?», insiste Facebook.
«Mejor no quieras saberlo. Créeme. No te gustaría», contesta, mientras esboza una sonrisa de medio lado. «O tal vez sí… »


EMILIANO HEREDIA

MARICÓN

El fuego de guerra se apagó con la lluvia de una paz que vino después, sobre unos rescoldos aún humeantes y calientes.
Primer día de Abril, de 1939.
La guerra se ha muerto y su cadáver se descompone sobre el cuerpo de una piel de toro violada y violentada.
Los pájaros se afanan por llenar con su canto, el vacío que las balas huérfanas de armas han dejado.
Los brotes verdes asoman temerosos su cabeza desde sus trincheras de corteza.
Mario, amapola en medio de una foto color ceniza.
Ceniza, que tiñe los cabellos de su madre.
Madre, paciente. Madre, sufriente. Madre, suplicante.
Las ventanas, como sellos de lacre, se abren para descubrir el contenido de unas casas blancas como cartas.
Cartas, que cuentan historias diferentes, pero todas, sobre el mismo tema del cual no se quiere saber….ni hablar.
Las mujeres, barren furiosamente los suelos, como si así, pudieran borrar todo lo sucedido durante los tres últimos, horribles y terribles, años.
Los hombres, en la taberna, se miran con los labios y hablan con los ojos.
Entre el caos.
Entre la ruina.
Vuela Mario como una mariposa ajena a todo.
Libre.
Mario, con su cardigán de lana, su pantalón de paño inglés, y sus zapatos Oxford, es un maniquí de escaparate de tienda de ropa elegante de la capital.
Paseando entre mujeres enlutadas con pañuelo a la cabeza enmarcando su cara de pena, y un mandil ocupando el lugar de un corazón ausente.
Paseando entre hombres con camisa blanca remangada, pantalón de pana con cinto negro, y boina como marca de denominación de origen de persona humilde.
Paseando entre niños de cara sucia, pantalón corto y una mata de pelo enmarañada hogar de una familia de piojos.
Su sonrisa de niño bonito.
Su sonrisa de niño mimado.
Su….afeminamiento…..
Su…amaneramiento….
Las notas de una canción de Concha Piquer, escapándose de una de las pocas radios de uno de los pocos afortunados que había en el pueblo, nadaban por los ríos silenciosos que eran las calles…
A la Lima y al Limón,
tu no tienes quien te quiera.
A la Lima y al Limón,
te vas a quedar soltera…..
En su mundo, iba cantando a pleno pulmón, con tono desenfado, una copla de un cantante denostado por el recién entrado régimen por su homosexualidad manifiesta, Miguel de Molina, “Las cosas del querer”…
Son las cosas de la vida
Son las cosas del querer,
No tienen fin ni principio
Ni quien como ni por que.

Tú eres alto y yo bajita
Tú eres rubio y yo tostá
Tú de Sevilla la llana
Y yo de Puerto Real.
Tomado de AlbumCancionYLetra.com
Que no tiene na que ver,
El color ni la estatura
Con las cosas del querer,
Con las cosas del querer,
Con las cosas del querer.

Va por la vida, como un pajarillo constantemente apuntado por la mira de una escopeta cargada de postas de repulsa, asco y odio; con todas las manos del pueblo siendo una, esperando el momento propicio para apretar el gatillo.
Pero, siendo huérfano de un prestigioso personaje de la falange, como fue su padre, mártir en los primeros pasos de la guerra, a manos de la horda roja, tal estatus le confería cierto escudo invisible que, tanto servía para defenderse…como para atacar.
Más de uno, y más de dos, dieron con sus huesos, contra la pared del cementerio al amanecer, por llamarle maricón.
Su madre, le defendía a ojos de todos, explicando a los cuatro vientos, que lo que realmente le pasaba a su niño, a su Mario, era un trauma provocado por la violenta muerte de su progenitor, y en cuanto las cosas se estabilizaran, le enviaría a una exclusisivisima clínica suiza de mucho prestigio, para curar traumas infantiles.
Pero Mario, de niño tenía la mente, se había fabricado un mundo de fantasía, multicolor, para obviar lo evidente, un mundo triste, gris.
Rondaba ya cerca de los treinta, y se pasó toda la guerra vagueando, exento de luchar con el valeroso y glorioso ejército nacional, a causa de la muerte de su padre.
Ejército que, ya sea dicho de paso, dejando aparte que toda mención de la guerra, le causaba un pavor atávico, solo le interesaba por los torsos velludos de los legionarios…y el misterio de entre las piernas del ejercito moro.
La suma de quien fue su padre, un cacique que tenía toda la tierra de cincuenta o más leguas a la redonda, su madre, hija de un marqués huido a Francia, su desprecio y asco por la plebe, como él llamaba a la gente del pueblo, le había convertido en combustible para alimentar la hoguera de un odio brutal hacia su persona.
Sus piernas eran como una estilográfica que escribía murmullos con la tinta de sus pasos.
Sus manos, pinceles que dibujaban con sus exagerados gestos, cuadros de ojos de desprecio.
Y llegó.
Llegó el día en el que, como todas las cosas que ocurren sin querer que ocurran ocurren.
Uno de abril de 1939.
Año uno del año triunfal.
Primer año de sobrevivencia.
Un año de supervivencia.
Entre los campos floridos de varas de San Antonio, jaras ebrias de amarillo, y una extensa marea de malvas.
Apareció minúsculo por el horizonte.
Como un rompehielos avanzando por un océano verde multifloral.
Una figura humana ocre.
Desaliñada.
Desarrapada.
Huérfana.
Mario en su paraíso.
Coge flores para su madre querida.
La alimaña que se le acerca.
Grititos de placer.
Gruñido de odio.
Palmoteos infantiles de ilusión.
Puños cerrados de rencor.
Gritos de terror.
Alarido de venganza.
Manotadas de inútil defensa.
Manos que aferran como tenazas el frágil cuello.
Mirada de incertidumbre.
Mirada de placer por la deuda pagada.
Flores que se desparraman por el suelo,
Gotas de sangre por entre las piernas por la navaja introducida por el ano.
La cerilla de la vida que se apaga
El punto se vuelve a ver minúsculo por el horizonte.
Ahí te quedas.
Maricón.


FLAVIO MURACA

EL MIEDO MAS PROFUNDO

Una telaraña de pensamientos intimidantes se tejieron en mi cabeza en el mismo momento en que suplicaba por descubrir el sentido de por que estaba alli.
Nada hacia prever que la situacion estaba marcada por el limite de mi aproximacion a la muerte.
Los segundos eran secundados por hordas interminables de ideas lugubres y acompañados de zumbidos que surcaban los vortices de mis oidos.
La profundidad del dilema de entender lo inentendible me abstraian de la realidad logrando crear un paroxismo sutil semejante a la locura.
No habia axioma para demostrar lo que alli estaba viendo. No habia paradigma que romper ni patron ni ideas a seguir.
Todo se tornaba visualmente insoluble y el entorno se volvia ligeramente agobiante.
¿Por que carecia de voz?
¿Por que mis movimientos eran manipulados?
Sentí la oscuridad rodearme y el silencio gobernando este eterno castigo. No podia escapar del encierro, no podia huir de esta carcel de alucinaciones que estaba viviendo.
Mi cuerpo segregaba gotas incalculables de miedo, un miedo profundo. Un miedo a lo desconocido. Algo me habían inoculado.
La paranoia estaba creciendo a pasos agigantados tendiedome trampas de las cuales no podia desprenderme.
Esa inyeccion que me habian dado
-¿Que tenia?- Pense. Por mis venas corria un ardor semejante a un fuego que se avivaba por el soplido del viento.
Conforme mi corazon aceleraba sus latidos, más fuerte era la quemazón.
El torrente sanguineo de mis arterias eran el mar recondito donde la fauna abisal podria navegar.
La sangre era el transporte que les daria el camino hacia su destino final.
Mi cerebro era el enclave a donde irian a parar, en donde germinarian logrando florecer.
¿Que clase de microorganismo anida en mi cabeza?
¿Cual es el parasito que recorre mi humanidad?.
De pronto me vi confensando todo aquello que habitaba en mi cabeza, todo aquello que anulaba por miedo o por culpa.
Mi mente trabajaba en dos fases, absorbia toda la maldad archivandola de la realidad.
De todo hacia un back up aunque sin la intencion de volvermelo a mostrar.
Por otro lado me inducia a pensar que era una buena persona.
Maldita la hora en que se desdoblaba mi personalidad.
¿En que momento sucumbi a las tentaciones del averno convirtiendome en un ser despreciable para la humanidad?.
Nunca entendí el accionar de los asesinos, sentia aberracion por ellos y deseaba que los borraran de la faz de la tierra.
Tan profundo era ese sentimiento que ahora recuerdo porque estaba allí, en ese lugar tan extraño. Habia ido a someterme a un nuevo estudio sobre criminalidad.
El miedo que me perseguia era la verdad que deseaba ser revelada.


DAVID DURA

Cortadme en pedazos de a tres
si es tarde de no volveros a ver

Seccionar mi yugular
o tormento en tiempo infinito

Decidme que no me queréis
de pena guardo un abrigo

Besadme por última vez
labios, cortando el sentido

Enfilo cuál corte destino
un salchichón rancio bañado en vino
y una navaja oxidada
en éstos montes perdidos

Se escucha una voz……….

Pensaba en otros ajuares
un entero de pies a cabeza

Manzanas si no eres Adán
bocado de llevar a la mesa

Frío veo la cosa
caliente ya tu vienes

Siendo yo tan hermosa
tú la hoja ,
cortate y vuela
si de verdad me quieres.


GABRIELA MOTTA

__Oye tú, estás tentando a la suerte __ le dijo, mientras observaba cómo se desplazaba por una cornisa __

Lo miró y siguió con lo suyo, como si él no existiera.

__Creo que no deberías practicar esos deportes de riesgos enfrente de mi ventana, es que me pongo loco de los nervios.

Su mirada penetrante le hizo saber que le importaba muy poco sus nervios.

__Sabes, yo tengo un amigo que tiene un hermano, que también practica el mismo deporte que tú, luego de grabarse sube los videos a YouTube, dice mi amigo que se gana muy buena plata. Yo de eso no entiendo mucho, pero él dice que es una forma de trabajo y que es famoso. ¡Oye! ¿tú eres famoso? Porque veo que tienes una cámara sobre tu cabeza, por eso supongo que eres Youtuber, así es como se llaman ¿verdad? Que emoción, nunca había conocido a uno de cerca, si me dices cómo debo hacer yo me suscribo en tu sitio. Cuando yo era joven como vos, me encantaba trepar los árboles __ sonríe__ ese fue el deporte más extremo que lleve a cabo.

En fin, hoy es un día complicado para mí ¿sabes? Sufro de depresión, decidí salir a husmear por la ventana y te veo ahí arriesgando tu vida, primero pensé que se trataba de un suicidio, luego vi tu cámara y de inmediato supe que no.

La persona seguía con su rutina, ignoraba por completo aquel hombre que no paraba de hablar desde una ventana vecina. En su cabeza sonaba una melodía armoniosa que le permitía concentrarse en lo suyo, nada más que en lo suyo.

__Creo que yo podría ser un buen Youtuber, porque acá entre nos, no hace falta mucho para ser famoso hoy en día. Tendría que definir bien un tema y grabar unos cuantos videos. Tú ¿me podrías dar unos concejos de como iniciarme en este camino?

Veo que sos de pocas palabras, discúlpame si te aburro con mi conversación, es que hoy es un día difícil …

¡Ah! este amigo que te comentaba, que tiene a su hermano que es Youtuber me dijo, que si logro viralizarme con un solo video estoy hecho para toda la vida. ¿Me sabrías decir si esto es verdad? Porque si así es, mis problemas se acabaron. Hace meses que estoy desempleado, porque sufro de una enfermedad muy sería…

Cómo te decía antes, talvez te aburro con mi charla, pero estoy muy solo, hace mucho que mi único compañero es el tic tac del reloj, todos se han ido, me han abandonado y hoy particularmente hoy, es un día difícil…

Salí por la ventana tratando de convencerme que la gente no me es tan indiferente como yo pensaba y ya vez, aquí estoy hace unos cuantos minutos hablándole al viento, porque tú ni caso me haces.

__Ya no molesto más, fue un gusto hablar contigo, suerte con tus videos.

Levantó su mano derecha y empuñó una pistola sobre su cabeza mientras vuelve a repetir: espero que haya quedado claro que para mí hoy fue un día difícil.

¡Bang! …


REBECA FS

Deshojando la margarita

Empieza el juego.

– No.
– Sí. << No >>.
– No. << Respiro profundo>>.
– Sí. <<NO>>.
– No. << Respiro corto>>.
– Sí. << Mil veces no>>.
– No. << Mente en blanco >>.
– Sí. << Mierda >>.
– No. << Mente en negro >>.
– Sí. << ¡A la mieeeerda! >>.
– No. << Malditas margaritas. Maldito juego>>.


LUCIDECES ROMUALDO RAMÍREZ

CUANDO PIENSAS QUE TE VAN A MATAR

Caminar 
por el filo de una navaja
es un niño sufriendo en la escuela
el constante acoso,
las constantes burlas,
los constantes puñetazos.

Es una niña
obligada a arrodillarse
y abrir la boca
ante hombres sin alma
que no merecen
haber nacido.

Los golpes que destrozan la infancia
suenan como un niño
que se esconde debajo de su cama
mientras sus padres
discuten entre voces
y portazos

Pero caminar
por el filo de una navaja,
también puede ser
un gato huyendo
por la barandilla
de mi peor pesadilla.

Por eso, si queréis saber
que se siente
cuando piensas
que te van a matar,
preguntadles a los niños
preguntadles a los gatos.


INMA PULIDO

El sexo débil. (Reto)

¡No me lo puedo creer!
Fue lo que pensó Alicia después de hablar por el móvil con su novio.
¡De verdad, no entiendo a los hombres!
Y menos a este mio.
Pues no va y me dice que hemos terminado, que ha conocido a otra y que me deja.
Desde luego, esto es lo último.
Con paso firme y con un carácter de mil demonios salio de su casa como para que alguien le dijera algo.
Lo primero que se le ocurrió fue caminar sin rumbo, necesitaba quemar su rabia, estaba dolida.
Después de siete años de noviazgo, no podía imaginar que Eduardo la dejará así,sin explicación y por móvil.
Lo pensaba y se ponía histérica.
«Bueno, en realidad, ¿para que tener a mi lado a semejante mequetrefe? igual hasta me ha hecho un favor, de todas maneras últimamente no estábamos tan bien»
¡Claro!, ahora entiendo muchas cosas, su llegadas tarde, las excusas para que no fuese a verlo, y su frialdad, eso sobre todo.
Saco un cigarrillo de su bolso y al encenderlo se dio cuenta lo que se había alejado de su casa, estaba en un barrio que casi desconocía.
En su estado de rabia, era hasta normal.
Miro en su entorno y era un lugar solitario y oscuro, no se veían coches cercanos y mucho menos gente.
El lugar era casi lúgubre, Alicia pese a su enfado, sintió un escalofrío.
Absorta en sus pensamientos, maquinaba como reaccionaria si se encontrase de pronto con su novio y su supuesta chica.
¡»Señor, quitámelo de la cabeza, total, ya da lo mismo!
Un ruido a su espalda hizo que se parase en seco.
Al darse la vuelta, no vio a nadie.
Siguió andando.
Iba a sacar otro cigarrillo…el taconeo de unos pasos tras ella, la hicieron girarse deprisa.
Una figura corpulenta y con algo en la mano, (no lo distinguía, había poca luz) se quedo parada mirando hacia donde ella estaba.
Oye, ¿que pasa?
Me has asustado, ¿que quieres?
– A ti.
Obtuvo, como respuesta.
¿A mi?
Bueno, oye la verdad, no he tenido un buen día, mejor dejame tranquila y sigue tu camino.
¡No está el horno, para bollos!
-Jajajajaja, vaya, por lo visto tenemos aquí a una gatita furiosa!
Y avanzando hacia ella reía a carcajadas.
Alicia, haciendo acopio de una valentía que ni ella misma se explicaba le grito: ¡Mira, tú, seas quien seas, déjame tranquila, solo quiero volver a mi casa.!
-¿Tranquila?
Ohhhh!… la señorita quiere que la deje tranquila.
Y rápido se abalanzó sobre ella haciéndola caer.
Alicia, tendida en el suelo, inmóvil y con el cuerpo inmovilizado por su agresor, lo miraba con rabia.
Mientras él trataba de romperle la camisa, ella con una frialdad asombrosa le dijo:
¿Sabes? Has tenido suerte, si,esta noche tendrás lo que te mereces.
No voy a poner resistencia, creo que podremos pasar un buen rato.
El agresor no podía creer lo que le estaba pasando.
-Entonces será más fácil de lo que había pensado.
En el estado de excitacion que se encontraba, sus manos recorrían el cuerpo de su víctima, ávidas de deseo.
-Déjame desnudarme para ti, le dijo Alicia.
De un empujón, lo apartó, y se puso en pie frente a él.
El agresor, la miraba con deseo y sin soltar el pequeño estilete que portaba en su mano.
-¡Venga date prisa!
Alicia, se fue despojando de la ropa hasta quedarse desnuda ante el.
Cuando sintiendo sus brazos las náuseas se apoderaron de ella, fingió que le gustaba.
Solo habían pasado unos minutos cuándo un grito desgarrador llenaba el callejón.
El agresor arrodillado delante de Alicia, trataba de sacarse el estilete de la nuca, de nada le servían sus intentos, se le iba la vida por momentos.
Alicia, se vestía lentamente y mirando como se desplomaba decía: Ahora, que todo el mundo sepa…¡Qué, no somos el sexo débil!

¡CORTENN…gritó el director!
Excelente, caracterización chicos.
Mañana, seguiremos con la segunda secuencia.
¡Buen trabajo.!
Y con un abrazo de colegas, cerraban la sesión del cortometraje.


 

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12 comentarios en «Caminar por el filo de una navaja»

  1. RAÚL MORA
    Y los demás al mismo nivel e incluso mejor, pero es que este tema personalmente me ha «tocado» el sentido de las cosas que no «vemos».
    Bravo por tu empatía.

    Responder

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