Relatos ambientados en Navidad

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos ambientados en Navidad. Este ha sido el relato ganador:

LUISA VÁZQUEZ

«Y llegó la Navidad», ahí lo dejo!!!!!
Es Navidad. Voy a mi armario y busco el disfraz de felicidad que se supone que me tengo que poner estos días. No lo encuentro. Como tampoco encuentro mi espíritu consumista. Por desgracia, no estoy en el grupo de los prosaicos, pero tampoco me siento integrada en la secta de los místicos. De ahí que, mi inadaptación, aumente exponencialmente. No me gustan los espacios cerrados donde, el público en general, se “empana” buscando regalos y te empuja, te atropella e invade tu espacio. No me gustan los espacios abiertos donde la gente se “empana” mirando la decoración navideña de las calles y te empuja, te atropella e invade tu espacio.
Visito a mi familia muy a menudo, así que, no me hace especial ilusión verme obligada a quedar para cenar. Estoy cansada a esas horas, solo quiero quedarme en casa y descansar.
Para mí no es plato de gusto ponerme el uniforme de “vestirse para salir”. Hace siglos que no voy a bailar y, espero, no volver a hacerlo. No me gustaba ni cuando era adolescente.
Odio pasar una tarde entera poniendo adornos, con la peor gracia del mundo, para tener que quitarlos una semana después
No me gustan las miles de variedades distintas de dulces que se venden especialmente para estas fechas. Y, normalmente, bebo más de la cuenta para conseguir superar el aburrimiento.
Extraño a mis padres de una manera dolorosa todo el año. Pero la gente me hace añorarlos más todavía, recordándome todo el tiempo, lo que disfrutaban en esta época. Así que, paso directa del aburrimiento a la melancolía.
Me parece absurdo gastar una pasta en menús con precios abusivos porque son de Navidad o de Reyes, cuando la calidad deja mucho que desear. Te ponen lo mismo en febrero y te cuesta 10 euros. Y encima, estas en un salón enorme, lleno de gente que grita hasta que las cuerdas vocales no les dan para más mientras ejércitos de niños mal educados, saltan, corren o lloran a tu alrededor.
Para mi, el hecho de pensar que regalos voy a comprar, se me hace tan difícil como proyectar el próximo transbordador espacial. Estoy deseando que mis sobrinos sean mayores para darles el dinero y que compren lo que quieran.
Y habrá quien se pregunte, ¿esta mujer le ve algo de bueno a las pascuas?. Pues, mira tú por donde, sí. ¡¡¡LAS VACACIONES!!!.
¡Juro por lo más sagrado que si alguien me dice que no puedo disfrutar de la otra mitad de los días de descanso que me corresponden, me pongo a llorar como un bebé!.
En fin que, si por mi fuera, me metería en casa desde la Nochebuena hasta después de Reyes.
De todas maneras, queridos lectores, como mi madre me dio una buena educación, os deseo a todos unas… ¡FELICES FIESTAS!

ANA KINGEN

Navidad,festejo del nacimiento de un niño, que traería consigo el comienzo de una nueva era.
Navidad, tal vez desvirtuado por muchos, que solo se juntan previo a decir, qué comemos, o qué llevamos.
Pero a pesar de ello, es una festividad distinta, donde se convoca a la familia.
Para algunos, fecha importante, para otros, fecha embargada de tristeza.
Recuerdo una Navidad en que habíamos programado, como todos los años hacíamos, viajar a la casa de mis abuelos, para pasar ésa fecha tan importante con ellos y demás familiares, era la primera vez que yo no quería ir, pues hacía pocos meses me había puesto de novia con Juan Carlos, y obviamente, quería pasarla con él, con apenas 16 años, colmados de falta de experiencia, que solo el paso del tiempo otorga decidí hablar con mi mami para decirle que prefería pasarla en Córdoba, y no en casa de mis abuelos, ella con lágrimas en los ojos me dijo:
«mis padres ya están grandes, y quizás sea la última Navidad que pase con ellos», me sentí tan culpable por mi egoísmo, que abrazándola le dije, » tenés razón, los abuelos pueden faltar en cualquier momento», así que viajamos y disfruté de ellos recordando las palabras de mi madre; y así fue, efectivamente ése año hubo una ausencia del nunca más, pero la que emprendió ése viaje fue mi mami, el primer golpe doloroso e injusto que me dió la vida.
Cómo enfrentar ésa Navidad siguiente sin su presencia, cómo brindar con su ausencia, cómo buscar entre todos los presentes ésa imágen tan querida,tan ireemplazble para mí, tan única, y la encontré, en el dolor de mis abuelos, en las lágrimas del recuerdo y en la nueva vida de apenas dos meses,
dormida en mi regazo.
Navidad sin ella, con su presencia invisible, con un lugar vacío
que nos recordaba, que no volvería nunca más a ocuparlo, ya no recibiría su beso de medianoche, ni recibiría de sus manos,
el regalo guardado tan celosamente para esa noche tan especial.
A pesar del paso de los años, éstas fiestas, sobretodo para los que ya peinamos canas, nos traen recuerdos de familia reunida en una gran mesa, que los años fueron achicando, ya que muchos emprendieron su viaje, sin pasaje de regreso, pero luego comenzó a agrandarse nuevamente con las nuevas generaciones.
Navidad, una fiesta de familia, que vale ser festejada, aún sin los que no están y pensando que de alguna forma, nunca se fueron.
Brindemos por ellos, que formaron parte de nuestras vidas, y disfrutemos de aquellos, que sí están para alegrar nuestra existencia


OMAR IGNACIO GUERRA FELIX

Era ya el frio mes de diciembre, los arboles sin hojas se encontraban, no se escuchaba más el canto de los pájaros, y las calles vacías pintaban un tono tétrico, se podía casi respirar melancolía purá, escenario perfecto de aquel encuentro, de aquella platica que entablaban dos jóvenes amigos, de lo que hablaban? Algo inolvidable, que plasmado en ellos quedaría.

Tiritando un poco debido a la fría brisa decembrina, aquel joven un poco desorientado por la inesperada petición de su amigo, no encontraba manera de pedir una explicación o motivo de dicha reunión, mas el otro joven permanecía en silencio, cual navío que es tragado por el imponente océano, pareciere que sus pensamientos se apoderaban de el, algunas ojeras marcaban el cansancio de sus ojos, la silueta característica de parecer alguien maduro, que con sus consejos podría apoyarte en muchos aspectos, Ockland repentinamente vuelve en si y gira un poco para dirigir su mirada a jhean, quien se sorprende un poco por la inesperada reacción, mas en un leve lapso de tiempo jhean recobra la compostura y pregunta que era lo que necesitaba, Ockland esboza una sonrisa de medio lado, “comprensión, amistad sincera, no objeciones, una promesa y la sonrisa distraída que siempre muestras cuando te vas de mi casa hasta tarde” contestaba a la interrogante de jhean, su semblante cambio drásticamente ante dicha respuesta, con temor y su voz algo temblorosa, salían de su boca las palabras que con esfuerzo intento detener, “cuenta con tu hermano menor, confía en mi” Ockland seguido de escuchar a jhean, procede a contarle la petición que tenia para el, jhean como si fuera en cámara lenta, observaba como el semblante de Ockland se tornaba lúgubre y vacío, y las palabras con las que tendría que cargar debido a su promesa, “( jhean tu hermano mayor se a quedado vacío, irreparables son mis sueños, incurable e insoportable el veneno que desde la niñez he soportado, corroído completamente por la mezcla de la sensación de vacío, melancolía, rechazo y rencor, y finalmente haberme perdido yo mismo en la sensación de la obscuridad, perdón jhean mi hermano menor, pues tu hermano es un cobarde, “he decidido suicidarme” )+ Ockland no dijo palabra alguna después de eso, sonrió ligeramente entrego una pequeña carta y se marcho sin mas, jhean con lagrimas que caían de sus mejillas, tomo la carta y susurró, “ al parecer tenerlo todo no es suficiente en esta vida” , la noticia del suicidio de un joven se expandió, así como los comentarios y el morbo pútrido que emanaban todos los que estuvieron en el funeral, que fue por un arranque de odio, locura , estupidez… mas solo Ockland que se lo llevo consigo y jhean saben la verdad, pues en todo lo que le había contado , se encontraba mezclada la verdadera razón, sabiendo que solo el comprendería y entendería pues había tanto en común, mas la historia se repite y el ciclo continua, grabado en su tumba se leía este pequeño escrito, fragmento de la carta entregada.
En una ocasión un joven me pregunto que pensaba sobre que había cuando esta vida se acabara, y como shock en mi mente se dibujaba, una luna llena y todo obscuro se encontraba, hierba mojada y fría brisa se mezclaban, voces de lamentos lo que resultaba, un olor a recuerdos y sentimientos, soledad y un toque de miedo, algunos rayos de la luna se desprendieron, voces tiernas y de aliento, lo que escuchaba cuando cayeron al suelo, frías gotas de melancolía mezcladas con recuerdos goteaban del cielo, y una agridulce melodía de tranquilidad pareciere provenir de algún lejano lugar, mas al sentir cada cosa a la vez, sorprendentemente todo organizado estaba, pues comprendí en ese lugar que cada cosa a la vez por si sola puede ser innecesaria o perder su valor real, mas cuando unidas se complementan forman ————- ————-, mi corazón aun late después de haberlo entendido y observado por mi mismo, mas dejare en incógnita esa parte, para el día en que de nuevo nos veamos, y cumplida totalmente este tu promesa, pues cumplida ha sido mi parte.

In memory of Jhean
( En Memoria De Jhean Ockland)

By: Black heart


GABRIELA MOTTA

La carta

La carta estaba allí para que todos pudieran verla, sin embargo, pasaba desapercibida entre los papeles que se encontraban junto a esos libros viejos de esa antigua biblioteca. Pareciera que a nadie le llamara la atención husmear entre tantas cosas. Sin embargo, Julia estaba ahí, intentando poner un poco de orden, no sólo a la biblioteca sino también a sus emociones, había heredado de su abuela la antigua casa de verano familiar. Trataba de organizar sin cambiar la decoración que la hacía rememorar los hermosos días de su infancia. La biblioteca era uno de esos sitios que mantenía su encanto, siempre había estado en el mismo lugar y lo único que se le sumaban eran libros y hojas a sus añosos estantes. Pero había que comenzar a seleccionar que quedaba y que debía ser reciclado, tarea para nada fácil pero ineludible. Entre polvo y hojas viejas encuentra una carta, que conservaba su encanto como si estuviera esperando a ser descubierta. Si no fuera por el color del papel jamás hubiera sospechado que se trataba de una carta del pasado, se mantenía intacta. Julia detuvo sus labores y con el sobre entre sus manos camino hacia la mecedora que estaba ubicada debajo de esa lámpara de mimbre tan especial que adoraba su abuela, se sentó abrió la carta y le permitió al tiempo escurrirse tan lento como quisiera entre las líneas de ese papel amarillento por los años.

«Querido Jesús:

Ya casi es navidad y por estos lados de América todo sigue igual, pensé que se arreglarían las cosas este año, pero para mí decepción no ha sido así. En casa papá sigue sin trabajo y mamá trata de disimular una depresión que la consume día a día, yo he tenido que hacerme cargo de los niños más pequeños, pero créeme que no es tarea fácil. Ellos requieren de la atención de papá y mamá, no obstante, ambos están sumergidos en una amargura inagotable desde el día que tú te fuiste. Mamá dice que es en vano tratar de comunicarnos contigo, que tú ya no escuchas a nadie. Pero hoy por ser víspera de navidad estoy dispuesta a intentarlo, yo todavía creo en los milagros, así que intentaré escribiéndote una carta. Deseo con todas mis fuerzas que me puedas leer. Jesús estoy desesperada, en casa la pobreza cada día es más grande y la tristeza nos consume poco a poco. Sólo tú puedes hacer que las cosas cambien. Es tan difícil porque ni siquiera sé si aún existes, mi corazón me parlotea que sí, pero la realidad suele ser severa y menos condescendiente. Sin embargo, como siempre fui muy terca y obstinada decidí hacerle caso a mi corazón y escribirte para rogarte que nos des una señal. Esta navidad será sin dudas la más triste en años, no sólo por el hambre, el calor, los mosquitos y la falta de agua potable sino porque en casa ya no tienen esperanza de encontrarte, para todos aquí tú ya no existes. Estamos en víspera de navidad y a nadie le importa, yo trato de hacer que por lo menos los más pequeños si puedan tener un poco de esa magia navideña que en algún momento la supimos sentir, pero es tan complicado recrearla cuando las necesidades básicas están insatisfechas, hago lo que puedo con lo poco que tenemos, así que tomé una olla, la llené con agua y puse a hervir un kilo de arroz, ya sé, estarás pensando que enloquecí, pero quiero que por lo menos hoy coman y se llenen todos; Hoy tendremos nuestra cena navideña, mañana me preocuparé en cómo conseguir más comida, la penosa pobreza en la que estamos sumergidos nos ha obligado a vivir el ahora. Así que cenaremos a lo grande, con mucho arroz para todos. Para los niños me tomé el trabajo de hacerles unos ramitos de flores que yo misma las corté del campo se los voy a poner a medianoche en ese arbolito que se encuentra cerca de la puerta de entrada de nuestro rancho, que también lo decoramos, le pusimos tapitas de botellas y con papel hicimos muchas guirnaldas, la verdad nos quedó muy bello, los niños estaban felices. Cuando mamá lo vio sonrió, bueno trató de hacerlo, pero juro que le gustó, la navidad sin arbolito no es navidad. Como mencionaba más arriba ya tenemos cena, arbolito y hasta regalos. Ahora sólo falta bañar a los más pequeños y vestirnos con nuestra ropa de domingo para esperar la nochebuena. Jesús te aseguro que no es para nada sencillo, muchas veces siento que me han robado una parte de mi niñez, pero si no lo hago yo, quién velará por los más pequeños, así que con mis 14 años trato de hacer lo mejor posible. En fin, no quiero agobiarte con mis penas, volvamos a lo nuestro, pretendo encarecidamente que si lees está carta por favor vuelve, aunque sea para devolverle la alegría a nuestros padres, que perdieron las ganas de vivir en aquel triste día cuando recibieron la noticia de que todos los de tu batallón habían muerto. Sin embargo, sé que al no encontrar tu cuerpo hay una pequeña esperanza casi irracional que les permite seguir respirando y me permite a mí escribirte. Jesús si aún vives danos una señal, ese sería el regalo más hermoso que podría recibir esta noche. Me despido con la ilusión de que algún día llegue esta carta a tus manos y la recibas con emoción sabiendo que en casa todos te amamos, aunque algunos estén un poco apagados en este momento. Es la guerra sin dudas el más feroz e indomable dolor que todos llevamos dentro, ojalá algún día puedas regresar y nos podamos fundir en un abrazo infinito de amor, sólo así lograremos apagar las huellas que esta guerra implacable ha dejado en nuestras almas. Sabes que en las noches cuando el sueño no llega me pongo a pensar ¿por qué nosotros los seres humanos nos tratamos con tanta crueldad y violencia? Hermano quiero que sepas que esta guerra nos ha obligado a reflexionar sobre el significado de la palabra amor y sobre el valor innecesario que tienen los héroes. Jesús te esperamos con los brazos abiertos para que devuelvas la luz y la alegría a nuestra familia que lucha para no caer en la oscuridad del desamor y la desesperanza. Un abrazo apretado y hasta siempre, con cariño Esperanza.»

Julia había escuchado millones de veces las historias sobre la guerra, la pobreza que había vivido su abuela en su niñez y como había sacado adelante a su familia luego de la depresión que habían padecido sus padres. Lo que nunca le había contado era sobre esa triste navidad inmortalizada en esa vieja carta, nunca le había mencionado la existencia de un tío llamado Jesús aparentemente muerto en la guerra. Julia secó sus lágrimas y recordó a su abuela, inmiscuida cada navidad en esa biblioteca, seguramente aquella carta era la causa de su mirada distante e introspectiva. ¿Pero qué hacía la abuela con esa carta en la biblioteca? ¿Será que nunca la envío? Seguramente no hubiera resistido vivir esperando o quizás nunca tuvo los recursos necesarios para enviarla, ya que era tan sólo una pequeña de 14 años. Julia cierra la carta y sonríe, -si la abuela jamás lo mociono es porque seguramente quería evitarnos el sufrimiento de vivir en la espera. – Mira por la ventana levanta los ojos al cielo y piensa: -Las navidades nunca más volverán a ser las mismas después de esta carta, no porque me perturbe la idea de saber si Jesús es real o no, sino porque jamás podré quitar de mi memoria a esa pequeña de 14 años que hizo posible que hoy yo estuviera aquí, leyendo esta carta y sintiéndome orgullosa de haber aprendido tanto sobre la esperanza cuando ya no quedan fuerzas para seguir.


JUSTO FERNÁNDEZ

CUENTO DE NAVIDAD

Los dos hermanos jugaban en la cuadra. Era Nochebuena y pronto les reclamarían para la cena. Ahora estaban dispuestos uno a cada lado de las patas traseras del enorme caballo (lo era sin duda para la estatura de los dos niños, uno de 4 y el otro de 6 años). Reían tensionados por el juego que ellos mismos habían inventado. Mientras uno solo tenía que atreverse a cruzar por detrás del animal, el otro intentaría encabritarlo. El espacio entre la cola del caballo y la pared del pesebre era estrecho pero suficiente. Pegándote bien al muro se podía pasar bien rápido. Sincronizando el paso un segundo antes o un segundo después de la temida coz. A veces había patada, a veces no. Todo dependía de la fuerza del otro hermano al pinchar al caballo en la nalga con un palo. Cada niño había afilado con meticulosidad el suyo. Ni mucho ni poco. No había que hacer sangre tampoco. Solo valía dar un pinchazo.
Ya habían pasado varias veces cada uno. Pero ni mucho menos querían dejarlo. Ahora le tocaba el turno para cruzar al hermano pequeño. El mayor le miraba muy atento con su brazo derecho en alto. Preparado. Su mano apretaba con todas sus fuerzas el pincho. Listo para azuzar al caballo. Esperando que su hermano diera el primer paso.Tensos los dos, en silencio, mirándose fijamente, sin casi respirar.
Uno, dos ….. ¡ A cenar !
El hermano pequeño nunca debió haber girado su cabeza al escuchar la llamada de mamá..La voz de su madre le distrajo. Esa Nochebuena del 39 fue la última. Todavía hoy nadie habla de cómo murió aquel niño. Fue un terrible accidente, solo eso, le reventó de una patada en las tripas un maldito caballo.
Los secretos de familia no se cuentan jamás.
Por favor, lo que aquí habéis leído, olvidadlo.


JEZABEL MONTENEGRO

Navidad pasada por navidad

Tengo un pato de goma flotando en un vaso lleno de navidad. La bebo y queda el patito inerte en el fondo del cristal. Estoy hecha de navidad, el zumo de frutas es navidad, hago pipí de navidad, los alimentos contienen navidad, hoy cojo el paraguas porque llueve navidad. Quemo mi piel con navidad. En la cara y en el pelo, fría navidad. Se empañan los cristales con vapor de navidad, preparo la navidad de mañana y mi patito reflota como si estuviera vivo.


AIRAM OGRAL

Se despertó temprano, helado, sin saber cómo se podía haber dormido aquella gélida noche. Pensó que el vino de cartón barato había vuelto a entonarle y atontarle hasta caer redondo entre los cartones y las sucias mantas. Fuera del túnel nevaba. Sentía su cuerpo agarrotado debajo del montón de capas de abrigo que llevaba. Se levantó como pudo del suelo, se estiró y, como cada amanecer, colocó sus cuatro pertenencias en el carrito de la compra que le hacía de maleta y se dispuso a recorrer la iluminada y ruidosa cuidad.
Luces, colores, alboroto, gentío, olor a café caliente, alcantarillas humeantes, coches con prisas tocando el claxon, entonando con su sonido villancicos de navidad entre risas, renos, regalos, escaparates.
Navidad… Sí, era navidad. Había superado, sin saber muy bien cómo, otro año más tirado en la calle, y volvía a ser navidad ahí fuera.

Subió tirando de su carro la calle principal mientras la gente se apartaba a su paso, algunos con cara de asco girando su cabeza hacia otro lado, otros se agarraban bien las carteras, otros le miraban con cara de lástima mientras se colocaban bien la bufanda y con cara de gusto se fundían en sus abrigos de piel, y otros… Los que más, ni siquiera le miraban.
Quizá de todas las reacciones esa era la que más daño le hacía, ser transparente a los ojos de los demás. No se acostumbraba a ser un alma vagando por la cuidad, su ciudad de siempre. La cuidad que le vio nacer, crecer, vivir, soñar, reír, ser feliz.
Llegó a la esquina de siempre donde dejaba a una lado el carro y se disponía a pedir algo de limosna para poder pasar el día con un trozo de pan en el cuerpo y un vaso de leche caliente y si daba para más, comprar una poco de vino donde poder ahogar penas y recuerdos por las noches.
Como cada día, pasó lento el tiempo. Ríos de gente hacia un lado y hacia otro, más luces, más frío, más hambre, más soledad. Rebuscando entre la basura se encontró esa tarde con algo que le sorprendió. Un libro. Lo sacudió entre los restos de hamburguesa, patatas y gofres mordisqueados y mientras se comía las sobras de comida barata buscó unas escaleras donde sentarse con él. Aun asombrado y con el corazón palpitando lo olió, se lo acercó al pecho, pasó lentamente sus páginas una a una… Despacio, como le gustaba hacerlo sentado en su sofá cerca de la chimenea, saboreando una copa de un buen Rioja, caliente, limpio, en su hogar. No podía creerse lo distinta que era ahora su vida, lejos de aquella casa de piedra de dos plantas, cuatro habitaciones y dos baños, lejos del champú con olor a fresa y el chorro de agua caliente cayendo en su espalda cada vez que se duchaba, apartado de esa vida acomodada que llevaba, feliz con su trabajo en la empresa de su padre. Los recuerdos le sacudieron en la cabeza y en el corazón como un fuerte vendaval. Sintió ganas de llorar pero ya no le quedaban lágrimas. Navidad… Era navidad.
Se vio en aquella casa sentado presidiendo la mesa, con el árbol de navidad luciendo en la esquina del salón, la mesa a rebosar de buena comida y vino, acompañado de su familia, también nevaba fuera aquella noche tan distinta.
Cubierto por el abrigo de ante roto por cinco sitios, arropado con sus cuatro mantas, con un café caliente entre sus sucias y roñosas manos, acurrucado en las escaleras de un portal del centro de su caótica ciudad, también nevando fuera y con el villancico «Blanca navidad» sonando de fondo proveniente de algún bar cercano, se dispuso, después de mucho tiempo, feliz, invadido por la añoranza y los recuerdos de una vida mejor, a leer como hacía antaño su libro favorito… Buscó sonriendo exactamente por donde quería empezar a degustarlo, dio un largo sorbo al café y empezó a leer en voz alta, como le gustaba hacerlo… «Me gustas cuando callas porque estás como ausente…».
Era navidad, sí… Y entre cartones y papeleras él había encontrado su mejor regalo para ese día. Volvió a creer en el destino, volvió a creer en la magia. Y como todas las noches, acurrucado en su apagado túnel lejos del tráfico, volvió a dormirse sin más, pero esta vez, con su libro preferido entre las manos y una leve sonrisa en los labios.


SARAH BLUMP

La dueña de los deseos.

Perpetró la oscura alcoba que la mantenía alejada del frío invernal y en cuanto los primeros copos de nieve palparon sus sonrosadas mejillas, entrelazó las manos en su cintura para entrar en calor, como si de un sentido abrazo se tratara. ¡Claro que preferiría estar resguardada por los cálidos brazos de su amado! Pero aquella cruzada debía emprenderla sola, pues era asunto suyo y de nadie más. Debía erradicar las repetidas pesadillas que la atormentaban desde que el sol comenzó a alejarse par dar paso al desdichado otoño, aquel que pasa desapercibido a causa de las ansias que provocan las próximas festividades.

Las ávidas luces que iluminaban las calles le revelaron que llegaba a su destino. Pocos pasos tuvo que dar hasta posarse delante del Castillo Victoriano que, como siempre, parecía deshabitado.

Una vez dentro, la estancia se veía tan pulcra como la espada de su amado cuando la empuñaba en alto, pero los reflejos parpadeantes de las velas que provenían del sótano la alertaban de su dicha.

Pues la Navidad estaba al acecho y los deseos debían cumplirse. Pero esta vez, ella no estaba dispuesta a ser la samaritana. Esta vez… Ella era la que necesitaba cumplir su sueño de luchar junto a su esposo en las batallas venideras. Pues sí, era una mujer. Pero más fuerte y valiente que cualquier caballero. Y ese año lo iba a demostrar.


ROCÍO ROMERO GARCÍA

NAVIDAD

Numbers.

En una fría noche de invierno, en pleno centro de Nueva York, un joven busca refugio en una cafetería. Las calles están decoradas con luces de todos los colores, envidiadas por las estrellas. El suelo se ha convertido en una alfombra blanca y blanda.
Los copos de nieve caen sin cesar, lentamente. La Navidad ha llegado.
El joven muchacho encuentra una cafetería en Times Square y decide entrar.
Se sienta en una de las mesas libres y abre su bandolera. Coge su portátil y se dispone a escribir. El espíritu navideño le inspira.
Una camarera se acerca a tomarle nota. Pide un chocolate caliente y se pone los auriculares. Spotify reproduce «Numbers» de Daughter.
La camarera le trae el chocolate caliente y le da un sorbo. Agradece el dulce calor atravesando su garganta, hace demasiado frío fuera.
Comienza a escribir, parece inspirado. Pero al cabo de un tiempo y con la misma canción terminando, se bloquea.
No sabe como continuar su historia. Aparta los ojos del ordenador y la canción comienza de nuevo. Se fija en una chica rubia que hay frente a él.
Está leyendo un libro, las ondas doradas caen por sus hombros.
La observa, no para de mirarla. No entiende porque le atrae.
La chica levanta la mirada y le mira. Sonríe. Tiene los ojos azules, tan profundos como el mar y el cielo.
El chico se ruboriza y baja la mirada.
Le da otro sorbo al chocolate.
Mira por la ventana y sin saber muy porqué, quizá sea por culpa de la música o del hipnótico caer de los copos, comienza a imaginar. Se deja llevar, y por unos momentos, deja de estar en este mundo para adentrarse en el suyo.
Imagina gran cantidad de escenas, como una película, dónde está con ella. Dónde ella es la protagonista.
Todas pasan deprisa, como fotogramas, una detrás de otra, ambientadas en diferentes lugares.
Una playa, atardeciendo, abrazados con una manta echada por los hombros. La suave brisa, acariciando sus caras.
Un coche, recorriendo una carretera vacía, ella con los brazos estirados, intentando alcanzar el cielo con un pañuelo.
Una cama, con caricias y besos escondidos, con lunares en vez de planetas y sonrisas como destino.
Un día de lluvia, las gotas cayendo lentamente en sus cuerpos, la tormenta perfecta. La paz.
Cuando la canción acaba, se termina el chocolate, que ya está templado y cierra el ordenador. Paga la cuenta y comienza a recoger. En ese momento se da cuenta de que la chica rubia no está.
Cuando sale a la fría calle, la ve. Está en un paso de cebra, el semáforo está en rojo.
El corazón se acelera, nota como la sangre palpita, nota los latidos por todo su cuerpo… ¿Se ha enamorado? No, no puede ser. No puede enamorarse de recuerdos inexistentes, creados por su imaginación. No puede, no la conoce.
La chica está mirando el móvil, de pronto suena el pitido del semáforo, ya puede cruzar.
Pero un coche no ha podido frenar a tiempo y viene bastante rápido. La chica se da cuenta demasiado tarde. El coche está lo suficientemente cerca de ella.
En ese momento, el mundo se paraliza. Los copos se mantienen en el aire como si no hubiese gravedad, nadie ni nada se mueve, no se oyen ruidos de coches ni del bullicio de la gente. El mundo ha dejado de rotar.
El tiempo transcurre con mucha lentitud, demasiada.
El chico se abalanza sobre ella, empujándola fuera de la carretera. Todo vuelve a su tiempo, el mundo vuelve a rotar.
Él la mira. Ella le mira. Ambos sonríen. Y a pesar de tener a un grupo de gente a su alrededor, preocupada, solo son capaces de verse el uno al otro. Saben que no va a ser la primera vez que se vean.


FELIPE IGNACIO

Se supone que la navidad

Se supone que la navidad es una fecha genial para los niños, bueno ¡he aquí una excepción! Y no digamos que es difícil por el hecho de que nunca recibo lo que quiero, o porque soy alérgico al pan de pascua, o porque detesto las películas navideñas, eso no es nada… mi verdadero problema, es que mis papás siempre pelean en estas fechas especiales. Es como si intentaran estar bien, pero no hay caso: que se quemó el pollo, que se derramó una copa, que Pulgas le pasó la lengua al pollo o que hizo tropezar a papá con una bandeja.
Desde chico (aún más chico, sí) que pasan discutiendo. Si no es porque se acabó el pan, es porque hay mucho pan; porque comparten mucho y se sienten ahogados o porque se ven muy poco y se echan de menos; porque al arroz le falta sal o le sobra sal; o la típica pregunta que se hacen:
-Mi amor, ¿le pasa algo?
-No, nada. Todo bien – contesta con una sonrisa más falsa que el pelo de mi abuela.
-Es que, como está con esa carita – que para mí es como si le dijera que cambie la cara.
-No, nada. ¿Le gustó la comida?
O lo otro que suele decir mi papá: “¿Cómo te fue en la prueba, Nico?”. Pero como a mi hermano nunca le va bien, ahí empieza el cuento sobre lo importante de estudiar, no copiar, sacar una carrera, pagar las cuentas, tener un auto, una casa propia, que la vida no es fácil y ser feliz. Es extraño como dice todo eso tan serio y después sonríe, como si nos hubiera dado una linda enseñanza, y luego sigue comiendo de lo más normal.
Mi problema es que me doy cuenta, es como si para compartir se armaran la mejor máscara posible. Una con muecas, preguntas de relleno y una sonrisa que diga “todo bien por acá”. Me gustaría ser como el Nico que después del discurso de papá, se queda pensando un segundo y vuelve a su plato, como si nada; o como el Pulgas, que pase lo que pase en la mesa, nos mira con ojos de gato con botas esperando un trozo.
Este año ha estado más difícil que los anteriores, parece que mi mamá le hizo algo muy malo al papá. Nadie me ha querido decir qué, pero el otro día escuché tras la puerta a mi papá alegarle de un tal amante, en tono de teleserie. Aún no entiendo cual es el problema de que mi mamá tenga alguien que la ame; él tiene a mi abuela, mi abuelo, mis tíos. No quiero tomar partido, pero si me preguntan, me parece bien egoísta de su parte.
Tal como las tres navidades anteriores, pedí una cena sin accidentes, ni discusiones, ni máscaras, sino que con amor y risas (en pedir no hay engaño, dice mi abuelo).
Quedando horas para la cena de navidad, llaman a mi papá al celular.
-Aló.
Me dio miedo ver cómo iba cambiando su cara.
-¡¿Qué chocó en el auto?! ¡Por dios, la Moira! – gritó con su mano en la frente.
Sentí que el hombre panzón era más falso que los unicornios; o entendía las cosas al revés; o no entendía ni jota. Decidí nunca más pedirle algo, además eso de ser tan viejo y andar ganándose a los niños con regalos es, por lo menos… sospechoso.
Partimos los tres al hospital. El papá, fue casi todo el camino alegando en voz baja y pegándole al volante (lo que también creo es algo egoísta); mi hermano, movía sus dedos a la velocidad de la luz y luego sonreía por pasar alguna etapa; yo, iba preocupado. Me sentía culpable por mi deseo a ese viejo chiflado que ahora tenía a mamá hospitalizada; además, ni hablar de la cena de navidad.
Cuando llegamos, mamá dormía en una pieza. Tapada por un camisón y sabanas blancas, tenía unos cuantos moretones y el cuello rodeado de yeso. Parece que el papá alegó todo lo que tenía que alegar en el auto, porque cuando la vio se le fue toda la rabia y le apareció una tierna sonrisa. Se sentó al lado de ella, tomó su mano y, más encima, empezó a acariciar su pelo. Sin duda, dormir era una buena forma de evitar un reto.
Después de contar 540 puntos en el piso, mi mamá empezó a abrir los ojos.
-Miren quien está despertando – dijo el papá con cariño.
-Hola, amor. ¿Los niños? – apenas se le entendía a mi mamá.
-Aquí están, cariño.
-¡Hola mamá! – dijimos al mismo tiempo.
Mamá sonrió y yo me acerqué a acariciarle su mano.
-Amor ¿y la cena de navidad?
-¿Cómo? – papá acercó su oído.
-La cena de…
-Ahh, tranquila. Me dijeron que podíamos cenar acá, así que si me esperan un poco – dijo mirándonos a todos con complicidad – traigo una navideña comida rápida.
-¡Bien! – celebró el Nico que ya había gastado toda la batería de su celular.
Nos quedamos un rato los tres. Mamá nos contó el accidente que, como todos los que vemos en la tele, tenía al menos un estúpido. Yo no sé si mamá los conoce o lo adivina, igual que cuando descubre, no sé cómo, al dueño de un gas en la mesa.
El papá llegó con una bolsa de papas, bebidas y hamburguesas en una mano; y un plato, un tenedor y un cuchillo en la otra.
Esa noche, aunque no hubieron regalos, fue la mejor navidad que he tenido en mi vida. No recuerdo haber visto al papá tratar con tanto cariño a la mamá, parecían esas parejas de las películas románticas. Nos reímos tanto que a mi mamá le llegó a doler el cuello, es que cuando papá agarra la moto, no hay quien lo pare. Por aquellas horas fuimos una familia de amantes, así que apenas nos despedimos de mi mamá, di las gracias al viejo pascuero por concederme una cena de navidad llena de amor y risas en que el único estrés que sentí, fue la prisa de mi hermano por llegar a cargar su celular.


LA XICUELA DE CORRIOL

Hace cinco años destripé mi hucha de cerdito y marché a la Selva Negra, concretamente a Gröwill, a pasar mis Navidades. Acababa de suceder algo muy duro en mi vida. Además de los frecuentes problemas familiares y de amistades no recomendables, los problemas en el trabajo crecían a un ritmo exponencial, junto con problemas de salud. Fue un viaje económico a matar. 99 € 7 días, 4 noches, las otras en bus, a media pensión en un pueblecito perdido y precioso de Alemania. Las casas individuales, con sus palas al lado de la puerta, sus diferentes versiones manuales de Papá Noel, adornos por doquier, y un poquito de sol a media mañana. Nieve, luces de Navidad y mercado de Navidad completaban el verde y blanco paisaje. Un taller mecánico, un banco, 2 pastelerías/panaderías, un par de bares, 3 o 4 tiendas/ferreterías/tiendas de regalos,… Respirar aire fresco me fue estupendamente (hasta volví a entrar en una iglesia) sobretodo porque conocí a Gunter, el profesor de natación de la piscina climatizada del pueblo. Cuatro días completos allí cundieron mucho. Me expresaba en inglés y por señas. Las dos únicas personas que me entendían, aparte del guía, eran Gunter y la charcutera de la carnicería, casa de comidas improvisada con un par o tres de mesas de mantelitos a cuadros rojos y blancos. Tenían un plato del día, junto con una sopa, y una cerveza diferente cada día. Las Navidades más blancas de mi vida, y entre gente completamente extraña. Pocas cosas a celebrar en mi caso. Únicamente haber conocido a Gunter, y que volviera conmigo a España. No nos hemos despegado desde entonces. Los problemas siguen ahí enquistados, pero tengo a Gunter a mi lado. La vida tiene sus sorpresas.
Por cierto, ya hablo alemán. ¡¡Por fin!!


MARÍA RUBIO OCHOA

LA NAVIDAD DEL PASADO
Un día de Noche Buena en aquella aldeita, no dejaba de nevar, los animales en la cuadra, las ovejas en su habitáculo, y los habitantes afamados con las tareas de alimentar el ganado, y de preparar la cena.Como todos vivían en el mismo pueblo, a pesar de la nieve, se juntarian abuelos tíos y primos. El corazón de los niños se aceleraba a medida que transcurría la tarde, los juegos en la nieve, bien abrigado tirarse con los brazos abiertos en un montón de la blanca Nieve, hacer bolas y tirarselas unos a otros……La madre atareada con el gallo que había criado para ese día hacer una rica fritada, el olor de la cocina abría los sentidos y de que manera…..en el horno las castañas y manzanas que se estaban asando….Todo el entorno invitaba al caer la tarde a subir corriendo a calentarse a la cocina y esperar que pronto llegarán la familia para cenar, jugar a las cartas, reírse, contar batallitas……Y esperar a antes de las doce de la noche escuchar la llamada de las campanas de la Iglesia tocando a la misa del Gallo.Los villancicos con pandereta delante de aquel humilde Belén pero lleno de encanto.Frio y nieve fuera y pronto para casa a tomar la leche bien caliente, calentar los pies junto al fuego y a dormir bien tapados…….El despertar de el día de Navidad era de nacimiento en la noche no sólo del Niño Jesús también un precioso corderito que ya mamaba la leche de su mamá….Y aquellos niños de aquella aldeita con lo poco eran felices…..Y colorín colorado este cuento se ha acabado…..


DAVID DURA

En estas fechas entrañables
recuerdo a quien no está
grave error por mi parte
tú no fallas , la verdad, eres pura Navidad.

Un plato de ganchitos o tres pipas con sal
todo un festín a tu lado,
que se emboce la chimenea
aguanto el frio ,
sin calcetines mejor se está
cuatro copos de nieve en tus ojos veo brillar.

Consumista de tus labios
no hay lotería que no me tocó ya
mirra y oro , otros presentes,
eres la estrella , mis pasos de tu guiar..

En fin , un cuento digno ,
no dejaré de soñar,
atrapado en tu laberinto
uno no quiere escapar.


ROBERTO MORENO CALVO

LIMPIANDO LA NAVIDAD

“Esta noche es Nochebuena.

Mañana Navidad.

Y ahora toca,

la alfombra limpiar.”

La coplilla sonaba cada 24 de diciembre. El único día que se quitaba la alfombra que había debajo de la mesa para limpiar la mugre acumulada durante el año.

El comedor debía estar lo más reluciente posible para recibir tan ilustres invitados:

¡LA FAMILIA!

365 días habían bastado para olvidar las “felices” navidades del año pasado. El fantasma de las navidades pasadas se llevaba los recuerdos, el de las presentes tiene Alzheimer y el de las futuras no se dignará ni a aparecer.

La alfombra rugió en el primer intento de arrancarla del suelo pero otro año más no pudo vencer el empeño de la guerrillera, que pensando en la visita de su cuñado, tiró en seco y zas, quedó a la vista lamparones, pelusas, manchas de grasa negruzcas y demás porquería.

A base de insultos, un estropajo y legía quitaba la mancha de la baldosa central. – Hija, tu siempre en medio, pero por mi padre que tú quedas blanca y reluciente como esos dientes que el dentista le ha dado a mi santa nuera. –

A primera vista, la pelusa parece lo más sencillo de quitar pero cuando limpias un lado aparece en el otro y si no en los dos, como su querida hermana que esa noche se pasaría toda la velada de un lado para otro criticándolo todo.

Se levantó refunfuñando. Había olvidado la espátula. De paso, cogió unos guantes nuevos, no por higiene, sino para que no se le contagiase nada.

Al agacharse, se acordó de su hijo, su buen hijo, que durante la cena le hacía levantar varias veces para que todo estuviese a su gusto.

Clavó la espátula en aquella viscosidad y con la palma de la mano golpeaba el mango. Zas, Zas. Para llevar ahí apenas un año, se había podrido bastante.

En plena sega de las viscosidades se despidió el marido. – Querido, que casualidad, me estaba acordando de ti. No entres, estoy limpiando. Ahhh y no tardes. –

Junto a la alacena descansaban los escollos de la limpieza. El campo de batalla estaba casi dominado, ya no podía más. Los insultos salían de su boca sin cesar y es que aquella última mancha era la peor: olía a muertos. Las tenazas no conseguían despegar del todo aquella cosa del suelo. Estiraba y estiraba con una mano y con la otra, cuchillo enfundado, rasgaba pero no salía. Al final iba a tener que resignarse a tener eso ahí durante muchos años, como con su adorable benjamín de 38 años.

Pues bien, ya eran las 6 de la tarde. Quedaban 6 horas para el nacimiento del redentor que nos salve de nuestros pecados.

El baño pasó a ser su trinchera. Donde se recuperaba de la batalla librada en el salón. Se miraba satisfecha en el espejo. Unas gotas de perfume y sonríe a su homóloga invertida. Otras gotas y vuelve a sonreír. Suavemente se perfila los labios y la sonrisa pone a prueba el buen hacer. Con un movimiento de cadera encaja el vestido a su cuerpo y sube la cremallera. El pie derecho se mete en el zapato y el izquierdo hace lo mismo con un leve vaivén de tobillo. Los 8 centímetros la alzan a lo alto del pódium.

El golpeo de los tacones contra el suelo anunciaba su llegada al salón, donde se dispuso a tumbar en el suelo la alfombra enroscada. La puntera del zapato la empujó y ésta quedó libre antes de tiempo. La colocó bajo la mesa. Cogió las llaves, abrió el bolso y las guardó.

– Ahí os quedáis sinvergüenzas – se escuchó antes de cerrar la puerta.


CARLOS TABOADA

LA NAVIDAD, DEXTER, LA HABITACIÓN DE UN HOTEL Y UNA RUEDA PINCHADA

El año pasado, por estas mismas fechas, ella y yo pensamos celebrar la navidad en la habitación de un hotel. Me costó trabajo encontrar uno que quedara lejos de nuestros entornos, a mitad de camino y por el extrarradio, y di con uno pegado a la a-5, en Alcorcón. Tuve que reservar una noche, con el extra añadido de poder utilizar la habitación un par de horas antes de lo habitual. Teníamos pensado disfrutar como cuatro horas, de diez de la mañana a dos, las suficientes para celebrar por nuestra cuenta la navidad, para darnos una ducha o baño, para tirarnos a la cama y no dejar rastro de piel lamida, para ver después, como capricho que yo tenía, el primer capítulo de la serie Dexter que ella no había visto nunca. Imaginaba que, recostados sobre el cabecero y despidiendo el olor apropiado a sexo, veríamos a un buen tipo cargándose al asesino de turno para limpiar algo más este mundo. Esa era la idea. Hasta que surgió su llamada. Me pilló saliendo de casa, con el portátil en la mano. Sucedió algo así:
—¡Tengo un problema! ¡Tengo un problema!
—¿Qué? ¿Qué? ¿Qué te pasa?
—He parado donde he podido, no sé… ¡Joder!
—¿Qué dices?
—¡Maldita sea! ¡Será…!
—¿Qué te pasa?
—Una furgoneta, se ha llevado el triángulo. Lo ha pisado. Lo ha hecho pedazos. ¡Será…!
—¿Pero qué narices te pasa? ¡Cuéntame!
—Uf, espera, espera, me alejaré un poco más.
—¿Alejarte de dónde? ¿De dónde? ¿Hola? ¿Hola?
—Ya, aquí estoy mejor. Uf, si supieras. Estoy temblando. ¡Maldita sea!
—¿Me quieres explicar de una vez qué te pasa?
—¿Que qué me pasa? ¡Maldita sea! He aparcado donde he podido. ¡Apenas hay arcén! Todo el mundo empieza a pararse. Uf, madre mía.
—A ver, a ver… A ver si me entero. ¿Dónde estás?
—Estoy en la m-40, ya sabes, camino del hotel. En cuanto he pasado los túneles, el coche ha empezado a moverse, a tambalearse…¡Yo que sé! He parado donde he podido, he salido del coche y he visto la rueda reventada. ¡Reventada!
—¡Joder! ¿Y qué haces? ¿Dónde estás? ¡Atraviesa el guardarrail! ¡Sal de la carretera!
—¿Qué es lo que crees que he hecho? ¿Desde dónde piensas que estoy hablando? ¡No me pongas nerviosa! ¡Maldita sea!
—¿Dónde te has quedado? Dime algo, alguna pista. Voy a buscarte.
—¡No!
—¿Qué?
—¡Que no! Que he llamado al seguro. Está de camino una grúa. No voy a cambiar una rueda en una carretera sin arcén. Además, ¡no sé cambiar una maldita rueda!
—¿Crees que llegará pronto? ¿Cuándo te han dicho que llega?
—¡Yo que sé! No lo sé. Han dicho que vendrían lo antes posible.
—Voy a coger el coche. Te encontraré. En quince minutos llego.
—¡No digas tonterías! Si te digo que no se puede cambiar la rueda por que es peligroso, tú no vas a venir a cambiarla. ¿Entiendes?
—Vale, no la cambio, pero estoy contigo.
—¿Y dónde crees que vas a poder parar? ¡No digas tonterías! Ah, me están llamando, tengo que colgar.
—¿Estás detrás del guardarrail, no? ¿Te has alejado lo suficiente? ¿Sigues ahí? ¿Hola?


CARLOS COSTA

Odio la navidad.
Desearía que esta Navidad me hicieses un regalo.
Una ausencia con premeditación. Nada de casual. Premeditada.
Me gustaría que te ausentases para que yo llore debajo del árbol de Navidad, acurrucado a la sensación de no pertenencia.
Para mi, estas fechas son las peores.
Las detesto.
Veo las luces en las calles, con intención de crear belleza. Esas luces son unas hijas de puta, porque solo hacen más fácil que se vea el llanto de los que están bajo ellas, solos y abandonados.
Es la fecha del abandono. Nace Cristo, muero yo.
Ojalá tu ausencia premeditada me de una excusa de verdad para llorar.
La gente no soporta ver cómo me atragantó con las uvas
O como los langostinos con desgana, pensando que están más vivos que yo.
Tu ausencia quizás pueda mantenerme en cama y así no estar sometido a la hipocresía de la sonrisa.
Créeme, me harías un favor.
Si quieres podemos premeditarla juntos.
Yo te regalo mi vida y tu me regalas una sensación.
Estoy dispuesto a darlo todo por un momento. Un momento que empiece el día 23 y acabe el 06.
Y no tener que reír con la cara deformada por el alcohol en cualquier fiesta absurda en año nuevo, ni tener que decir que ese regalo de mierda es lo mejor que podrían haberme regalado.
Quiero tumbarme a dormir.
Y si quieres puedes saltar por la ventana,
Recuerda que no has venido a las cenas,
Que no tienes regalos para mi.
Por la ventana.
Así puedo mantener mi luto.
Y te tumbas cerca de mi, y dejaré de llorar.
Y pondremos las luces de todas las calles en tus párpados. Para que alumbres mi alucinación.
De verdad que no lo soporto.
Papá Noel es un gordo que se cree abuelito hinchado a trankimazines.
Y los reyes fumaron crack bajo un belén.
Los árboles de Navidad son amputaciones de la naturaleza
Y el Primark , ya no el corte inglés,
Preside la mesa.
No lo aguanto.
Así que premeditamos tu ausencia.
Pero no me dejes solo.
Luego apareces
En silencio
Y me regalas todo lo que desees.
Contigo no hay máscaras.
Regálame una botella de vino y una película de Tarkovski. Nos quedamos todas las noches, mientras nieva, viendo esa película en bucle. Alquila también una de Bergman.
Trae el vinilo de los division.
Haremos una revolución contra-felicidad
Cargados de éxtasis.
Los dos, solos.
Con tu ausencia retumbando en las paredes de mi inocencia.
Por favor, hagámoslo, si, por favor.
Hazme feliz solo esta Navidad.
No hay nada más rebelde que desaparecer en la fecha de la paz.
Sigo siendo un Peter pan que juega a lo imposible.
Del 23 al 06

Conmigo
Para que me compadezcas
Para que me rompas a polvos silenciosos
En la azotea, callados.
Subo la cama, el vinilo, el ordenador el vino y el nórdico.
Nos encerramos y desaparecemos.
Justo después de mi llanto bajo el árbol.
Quieres saber lo que es la verdadera Navidad?
Que nieve encima de dos cuerpos ardiendo a cielo abierto, encima de mi azotea. Ese es el verdadero calor. Ese es el verdadero amor.
Que me ayudes a escapar, que me lleves al universo de las azoteas de nunca jamás.
Y ya, en enero, volvemos a no saludarnos por la calle
Y dejamos que el metro se interponga entre nuestros corazones.
No se te olvide el vino, ni las pelis, ni el vinilo.
Por favor.
Amo esta Navidad.


LOLY BÁRCENA

Esperando en el medico, nada grave, pero es lo de menos. Bueno en esta deprimente sala, donde nadie esboza una sonrisa, donde nadie habla, todos callan sus males, no sabía como gastar mis segundos sin permitir que me ahogaran sus penas y me dije voy a leer a mis escritores preferidos, que ellos me iluminarán el momento. Pero comenzando las lecturas, algunas asustan mis miedos, otras quizás llaman a la esperanza, y otras a desencuentros. Pienso escribir algo bonito, pero no hallo el comienzo, estoy sola en el médico llena de miradas muriendo. Pero luego me di cuenta, que aún odiando lis encuentros, las cenas, las chufas, llena de vida me encuentro, que creo no hay mejor regalo, sea Navidad o adviento. No puedo dejar pasar el momento, no se si la vida me dejará otros o esquilmara, encuentros. Solo os quiero mandar mis mejores deseos, algunos amor otros paz otros simplemente Deseos. Permitir vivir la vida sea verano o invierno. Vivir la Navidad o cualquier momento. Parece que me toca el turno en el medico, un gran beso.


KAREN ROSADO

Oh roja Navidad

Estaba muerto de frío y solo observaba mi entorno mientras pasaba un enorme trago de anís ,lo más barato cálido y dulce como si de un beso se tratara…
El reflejo de la luna dibujaba mi silueta firme y sutil ,me hacía pensar que un ventarrón podría venir a volcarla y con ello también mi corazón,en realidad lo extraño…juro que lo extraño.
Las visitas de madrugada con bolsas de café artesanal y unos cigarrillos baratos que en cada exhalación conectaban una parte de nuestra alma,las pláticas profundas nos hacían sentir como dos grandes filósofos aunque solo fueramos simples mortales llenos de sueños,como tú,como todos.
Pasa un perro a mi costado …a pesar de tener la correa puesta se ve que tiene alguien que le ame,trae puesto un suéter muy curioso y sus estampados son un muérdago que se repite con un patrón perfecto.
Alguien me arrebata el último aliento,una bala perdida atraviesa mi sien…alguien no sabrá que no me arrebato la vida,alguien me acaba de regalar la mejor Navidad junto a él…


EMILIANO HEREDIA

AHORA….

……..que la noche está ebria de silencio…..
….y los guiños multicolor intermitentes de la guirnalda del arbol de navidad quieren conquistar su oscuridad….
Asalta la muralla de mi memoria tu recuerdo.
Nó sè, cual, porquè, fuè la razón, el motivo, el momento, en el que, compramos billetes en trenes diferentes que nos alejaron en direcciones opuestas.
¿Que tiene la Navidad, que nos regala recuerdos que queman como ginebra barata la garganta?.
Mírate, tú y yó, somos trozos individuales de una foto que un día se hizo pedazos.
Ahora, que el olor dulzón de una mancha de sidra en el mantel, me lleva de la mano para recordar la última vez que, juntos, alzamos nuestras copas.
Ahora, que los envoltorios de los polvorones, echos una bola forman un archipièlago en la mesa, desembarco en cada una de esas islas de color brillante, buscándote en vano.
Cierro los ojos, respiro profundamente.
A lo lejos, el rumor de la ciudad durmiente, baila la marcha Radesky con tu risa, con tus villancicos…con tus buenos deseos…
Si supieras que si yó pudiera…
…darte aquel abrazo que nó te dí, con los brazos de mi corazón, y nó porque estábamos en plena vorágine navideña…..
….decirte te quiero, sin más. ¿Porquè será que, nos es mas facil hacer daño, que decir te quiero?….
….simplemente estar contigo, como ahora estoy, en silencio, solo….
Todo èsto y tantas cosas que hablaría contigo…..
…..si estuvieras a mi lado.


ANITA MIMOMBA

Para muchas personas, la navidad de 2006 fue una como otra cualquiera: compras, comidas y cenas, borracheras, petardos, regalos, etc. Pero para Coral fue algo distinto. Eran sus primeras navidades libre, sí, libre. Tras 5 años de infierno, la viudedad le sentaba muy bien.

Su difunto marido, militar de profesión, había sido el único novio que había tenido, como las buenas chicas. Se casaron en cuanto ella terminó en el instituto, con 18 años, él ya tenía 21 y era soldado desde hacía 2. Le quería tanto, desde que se conocieron, cuando Coral entró en el instituto con 16 años y él era uno de los veteranos repetidores de último curso. Aquellos dos primeros años fueron un sueño, la típica relación idílica de serie adolescente de institutos americanos.
Pero todo cambió, murió más bien, el día que se casaron. La felicidad infinita dio paso al horror en la noche de bodas. Cuando todo el mundo se fue y ellos se quedaron solos, Alberto la cogió y le dijo:
– Ahora eres mía, para siempre, y debes complacerme en lo que yo quiera, sin rechistar, como una buena esposa.
Le tapó la boca y la violó.

A la mañana siguiente, Coral seguía en shock, pero todo el mundo pensó que estaba cansada de la fiesta. No sonreía ni hablaba con nadie, simplemente salió del hotel se sentó en el coche y se dejó llevar al aeropuerto; la luna de miel le esperaba: 10 días en absoluta soledad con él, estaba aterrada, pensaba que no iba a volver, que la mataría por ahí, en alguna playa de Aruba y la echaría a los tiburones. Pero no pasó nada de eso. Alberto era una persona encantadora delante de los demás.

Al volver y empezar de verdad su vida juntos fue cuando el infierno empezó. Lo primero que hizo Alberto, tras la mudanza, fue tirarle ropa, zapatos y maquillaje. Le dejó clarito que ella no iba a seguir estudiando, que ni se le ocurriera pensar en ir a la universidad, que era muy tonta para eso; tampoco tenía que buscar trabajo ni aprender una profesión, él era el hombre de la casa y esa era su misión, lo suyo era ser esposa y, en el futuro madre. Cuando Coral abrió la boca para opinar, una bofetada le cruzó la cara y la tiró al suelo.

Lo peor de su marido no eran las palizas ni el control ni la soledad, sino sus perversiones sexuales. No solo traía prostitutas a casa, con las que la obligaba a follar mientras él miraba, sino otros hombres. La compartía con otros como si fuera un porro. Menos mal que resultó que era estéril y no podía quedar embaraza. Simplemente quería morir pronto para escapar de aquello.

Nada de esto era sospechado por nadie del entorno, por el trabajo de Alberto duraban poco en una ciudad y no llegaban a tener mucho contacto con nadie. De vez en cuando, Coral tenía algunos días libre, cuando Alberto era mandado a maniobras. Pero no era libre del todo, la llamaba siempre que podía para ver dónde y con quién estaba.

Pero todo terminó precisamente un día de maniobras. Se supone que estaban haciendo una simulación de toma de una ciudad ocupada, la munición era de fogueo, todas las balas… menos una. De algún modo, un bala de verdad fue a parar a uno de los fusiles y Alberto recibió un disparo mortal por la espalda. Nadie se explicó como ni se supo quién lo disparó. De eso hacía 3 meses.

Coral se mudó a su ciudad natal al día siguiente de enterrarle. Todo en mundo se pensó que por el dolor, ya que mantuvo las apariencias ante toda la comitiva militar. Pero ella solo quería huir de allí y abandonarlo en aquel agujero frío, donde lo metieron, encima, con todos los honores.

Ahora, diciembre de 2006, ella era totalmente libre y con una paga vitalicia.

Aquella navidad volvió a ver a su familia, volvió a salir con sus amigas de toda la vida, hizo amistades nuevas, y decidió matricularse en la universidad.

Aquellas navidades Coral volvió del infierno convertida en una mujer nueva.


 

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9 comentarios en «Relatos ambientados en Navidad»

  1. Voto por Luisa Vázquez, este que ha presentado me ha gustado, pero el otro que ha puesto con enlace a su blog, titulado «Negra Navidad», es flipante, así que, sé que no es muy ortodoxo, pero voto por ella llevada más por el relato que no presenta que por el que sí, aunque este también me ha gustado mucho. Así que trampa tampoco hago eh, aunque… si la hiciera, qué coño; es Navidad!!!

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