El diablo llama a mi puerta

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos el tema «El diablo llama a mi puerta». Estos ha sido el relato ganador:

CARLOS TABOADA

TÍTULO: ISIS ME RECONOCE

Estoy entrando en el portal de casa. Elena ya se habrá ido. Es la última mujer que ha contratado mi madre. Por la mañana, me dijo que iba a preparar lentejas. Mi madre nunca cocina, y ahora que lo pienso, no sé si alguna vez lo ha hecho… Pero solo pienso en las lentejas de Elena, que por algún motivo quizá publicitario, me hace pensar que deben ser como las de la abuela, aunque no sé cuál. Las hace con chorizo, cebolla picada, trocitos de beicon, tacos de patatas, zanahorias… Y lo mejor, el sofrito con pimentón dulce y picante. Tengo la boca agua y la cabeza atontada por la clase de la Historia de la Antigua Roma. Pero al sacar la llave de la cerradura para cerrar la puerta, alguien me llama.
—¡Angel! —oigo.
Me doy la vuelta. Una chica morena con chaqueta vaquera me saluda. No me suena su cara. Como se aproxima hacia mí, coloco el pie sobre la puerta para que no se cierre.
—¡Qué alegría verte! ¿No me reconoces, verdad?
La observo detenidamente. En cierto modo, me incita a ello, porque no me suena de nada. Tras la chaqueta, lleva una camiseta blanca con el cuello dado de sí, un colgante redondo con el árbol de la vida plateado, unos pantalones vaqueros bien ceñidos y unas zapatillas blancas de deporte. Podría ser una compañera de clase. Me llama la atención el corte recto de su pelo negro a ras de cejas y su piercing redondo en la nariz. Tiene buen aspecto, aunque sigo pensando en las lentejas.
—¿No te acuerdas de mí? —me pregunta ladeando la cabeza, mordiéndose el labio inferior, sonriendo con una bonita dentadura brillante.
Ahora que la veo mejor, no entendería que no la reconociera. O la conocí sin esa sonrisa o estaba en otro mundo. Es decir, me llama la atención, me parece atractiva, en parte… me gusta, y eso es algo que me descoloca un tanto. ¿Una chica que me reconozca pero yo a ella no?
Por supuesto, no he cerrado la puerta, la he abierto más. Ella se ha acercado lo suficiente como para que pueda mirar a través de sus ojos color miel. Pero no logro penetrar en ellos. Sigue sonriendo, y ya no sé dónde mirar. Las lentejas parecen alejarse.
—Te daré alguna pista —me dice, y me da dos besos prolongados. Tiene mi altura, y me superaría con un par de tacones. Su voz es suave, como si no quisiera alzarla, como si no quisiera reconocerla. Tengo una extraña sensación. Me gusta su olor. Incluso parece un recuerdo. Es como si…hubiese formado antes parte de mi vida. Como ese perfume inconfundible que atufaba la novia de la adolescencia y que ahora viaja en el tiempo.
Cierro la puerta tras nosotros. Así podemos alejar el maldito ruido del tráfico que baja hacia Plaza de España.
Estoy descolocado, desubicado. Me esperan unas sabrosas lentejas en el frigorífico y aparece una chica atractiva diciendo que me conoce.
—Sigo viviendo en el número seis, puerta A. ¿Recuerdas?
No. No recuerdo. Aunque….
—¿Eres la hermana de Adrián? —logro decir, después de unos algunos segundos.
Ella sonríe. Ensancha más los labios, si cabe. Su imagen es peculiar, como un aire alusivo que no logra despertar mi memoria.
—No exactamente. —Se acerca a mí, haciendo subir las cosquillas del estómago a la oreja—. Me llamo Isis —susurra, ahogando en mi interior la última ese.
Me repongo como puedo, la verdad. Es extraño sentir que alguien invade tu intimidad y que no te importe.
—Me parece que no conozco a nadie por ese nombre.
—Está bien, lo sabrás… —asiente, como si fuera a dar con el acertijo, como si lo tuviera delante de mis narices—. ¿Qué recuerdos tienes de Adrián?
Me aparto un tanto de su intensa mirada. Miro hacia afuera, como si el chico de la infancia fuera a pasar por delante del portal. Quizá deba salir y buscar por la acera. Parece que él tiene la clave de este extraño encuentro. Adrián, el de la infancia, no va a aparecer por aqui, y yo tengo vagos recuerdos suyos.
—Hace unos años que no nos vemos. Por lo menos desde los dieciséis. Nos peleamos por una chica y…. —¿Qué narices hago dando explicaciones a alguien que no conozco?—. Debes ser su hermana, aunque no te reconozca. Eso es. ¡Eres su hermana! Con cinco años menos que nosotros, pero…Ahora que te veo, ¡sí que has crecido! Mira, me esperan en casa. Ojalá algún día nos veamos, y se nos pase la tontería. Pero las cosas son así. En fin….Que me siento raro al darte explicaciones. ¿Por qué te ríes? Le puedes decir a tu hermano que ya nos veremos para salir por ahí, y que…. que me equivoqué. Tenía razón. Esa chica no era para mí, quizá para él, no sé…¡Aunque tu hermano fue un poco raro! Estaba más interesado en mí que en ella. Mira, ya no sé qué decirte. ¡Le llamaré! Llamaré a tu hermano. ¿Se lo dirás? ¿Le dirás que me has visto? Bueno, si ya sabes quién soy, ¿verdad? No necesito decirte quién soy… ¿Quieres decir algo de una vez?
Ella guarda la compostura. Sonríe. Solo eso. Y me taladra con su mirada. Tiene un aura idiosincrásica y es silenciosa. ¿Qué otra cosa puedo pensar?
—No hace falta que le diga nada. Ahora soy Isis -dice

MARÍA BRUNO

Me despierto, estoy sola, me inunda el miedo y después el odio. Con sobervia y omnipotencia pienso: donde se metieron estos malditos? me trepo y salto los barandales de la camita, llevo mi almohadita vieja entre los brazos; agito la puerta de un golpe y ellos se despiertan.
-Hola bebe! Luchita, miamor, veni con mamá…

No voy a moverme, voy a quedarme congelada para demostrarles mi odio.

-Hola gordita, veni con papi para que te haga unos mimos.

Me doy vuelta, para no tener que mirarlos.
Cuento uno, dos, tres. Respiro profundo…. el odio se disipa…
Ahora volteo con una sonrisa y corro a la cama con mis personas preferidas en el mundo.

A mi la maldad me persigue desde mis primeros recuerdos en este mundo. Es lo que como convención decidí llamar «el otro yo», que esta adentro mio pero no es humano sino dragón. Y no es que diga que es un dragón porque suene místico, sino por la forma en la que se presenta: quemándome por dentro empiezo a escupir fuego y su cola con pinches me golpea las costillas y duele, duele mucho pero no mata porque el dragón, -que parece estar conectado directamente con mi cuerpo material- tiene una fuerza extraordinaria que, atención acá, solo puede ser usada con violencia.

Mi alma viene de una guerra, mi ojos pasados han visto mucha sangre, y mi cuerpo que ardió en la hoguera de los enemigos, se convirtió en dragón sediento de venganza.


JEZABEL MONTENEGRO

Acetona.

Llevaba un rato en el local cuando apareció Tolo, que debía secuenciar la mesa de luz y sonido. Me saludó con su habitual pesadumbre gótica, adelantó ambas manos y, separando los dedos con dramatismo, me mostró las uñas, pintadas con los colores más terribles que puedan encontrarse en el mercado chino.
Tolo es discreto y tímido hasta la enfermedad, así que aquella salida de tiesto debía responder a una razón muy poderosa y bonita; yo sabía cual era y solté algunas risitas maliciosas.

-No seas cabrona, necesito quitarme esto, antes de que aparezcan los demás.

«No seas cabrona». Parece mentira, Tolo, después de tantos años. Pude optar por una mentira piadosa y decirle que apenas se notaba, que nadie iba a darse cuenta, o ir al vestuario, coger el quitaesmalte y ayudarle a quitarse esa mierda.

-Acetona. Es lo único que funcionará. tienes que hacer pis sobre tus uñas y el esmalte desaparece. Tú mismo, quédate con esa payasada hasta el día del juicio final. Me has preguntado, te he contestado. Si tuviese que mearte yo, pero ¿qué asco puede darte tu propio pis? No me gustan ese tipo de bromas, tengo un límite. Luego te lavas las manos y solucionado, solo lo sabremos tú y yo.

-Pues me estoy meando como un mono.

-Aprovecha, confía en mí, coño.

Escuché el chorrito y caí fulminada al suelo por la risa. Cuando salió del baño, enfurecido y secándose las manos en la sudadera de Def Con Dos, yo lloraba, me agarraba las costillas y apenas podía respirar. Pensé por un momento que iba a pegarme. Hubiese dado igual.
Aquel ensayo fue un desastre, porque una se moría de risa cada dos por tres y otro no daba pie con bolo, con las manos encogidas y metidas en las mangas. Pasaron semanas hasta que volvió a hablarme.


MARÍA RUBIO OCHOA

EL DIABLO LLAMA A TU PUERTA Quien es? Soy yo. Que vienes a buscar? A ti . Ya te he dicho más veces que no voy a ir contigo ,Marchante de aquí y procura no volver ,No quiero ir a ese sitio que dices que se está de fábula…..Déjame en paz , cuando tenga que partir yo sabré con quien quiero ir………Piensa en todo el mal que haces : Sabes que una persona mata a un bebé ,otra dispara a una multitud, Un vecino se venga de otro envenenando a sus animales en fin……tantas cosas que tú haces que sean horribles ……..Quiero que te vayas del planeta , venga vuela ya……….


ALEJANDRO CAMACHO

XIX»

Los tres diablos están ahí, él puede verlos: el primero intenta inhalar los restos de armonía que transitan en sus impuntuales sueños. El segundo busca ingresar a su espíritu roto para dejar en evidencia posibles vacíos existenciales. El último pone un rostro amarillo en su memoria, un rostro que huele a días muertos; dos ojos imposibles de besar ahora.
Él, debe acompañar a uno de ellos, caer en la hoguera inevitable de la noche y, apelando a su nostalgia, elige la tercera opción, pues sabe perfectamente que los anchos cielos del pasado serán los insoportables infiernos del futuro.


ROBERTO MORENO CALVO

VOY A SALIR.

Del lado oscuro quiero salir.

Ya no haré caso a tu dulce voz diciéndome que hacer. 
Entre susurros maléficos y opiniones diabólicas, te elegí a ti.
Basta de iluminar mi destino con cerillas de cal. Luces que no dan sombra y sombras que me abrazan sin dejarme escapar.

Del lado oscuro quiero salir.

Si un día probé su sangre hoy quiero sanar la herida del azar.
No digas nada. No quiero escuchar.
Muestrame los lastres con lo que he de cargar, pues si esa es tu arma ya sabré contra que luchar.

Del lado oscuro quiero salir.

¿Estás ahí? Déjame verte por una vez. Juguemos cara a cara. Muestrame tu imagen roida por el rencor. Quiero ver esas manos sentenciosas del mal. Saber si de verdad te envuelve el fuego que me abriga en los momentos de venganza.

Del lado oscuro quiero salir.

Voy a encender la luz que te hará desaparecer. Seguir el camino que quiero, alejándome de los zarzales de sentimientos a los que me arrojaste un día y dejar que el sol acaricie mis actos.

Del lado oscuro voy a salir.


PEPINO MARINO ERRANTE

Acercaos… acercaos, pequeñas criaturas infames de moral pérfida.

Acercaos y escuchad con atención la historia que ha de tiempo ocurrió y aquí os traigo.

Corría un año próximo al final del Siglo XX, ó quizás era el inicio del XXI. Tiempos en que astros y elementos cósmicos cambiaban sus costumbres a sabiendas de las transformaciones físicas inevitables de cualquier existencia.

Un niño, por aquel entonces no más que un mocoso de instituto, merodeaba la vida sin rumbo fijo, cual cucaracha roja americana, nacida en primavera tardía y emergente plena en estío. Nuestro protagonista se llamaba Cristóbal, pero era disminuido a Cristo, por su tamaño y por ser una apestosa réplica nominal paterna. Cristo era un enjuto enclenque con la cara llena de acné, que volvía cada noche del instituto a casa de sus padres, repetidor de curso fracasado, relegado al turno de los despojos para no molestar a sus compañeros diurnos que aprobaban al compás de la ley vigente educativa.

He aquí que nuestro asqueroso adolescente, solapaba su llegada al domicilio con la ducha ritual de su hermana pequeña, tan aplicada y buena estudiante como antagónica en carácter y determinación a él. El único cuarto de baño donde Cristo necesitaba miccionar urgentemente, se encontraba empañado en espejos e invisible al ojo humano, lleno de vapor de agua que asfixiaba la misma tráquea de un pez, sin apenas oxígeno aéreo para respirar.

-¡Oye, que me estoy duchando!
-Ya, pero es que yo me estoy meando.
-¡Pues mea rápido y cierra la puerta que entra el frío!

Aquella voz imperativa que siempre, día tras día, increpaba tras la cortina de la bañera con un tono desafiante y osado… ¿Quién coño se cree que es? ¿Eh? ¿Eh? ¿Quién?

Pero, un momento: si abriera la cortina y le meara en una pierna… ¿notaría la diferencia de temperatura con el agua o su piel está mutada genéticamente para poder nadar en un cráter con lava? Vamos a probar…

Cristo separó la cortina con el mismo acecho que un lince ibérico antes de cazar. Acercó su cuerpo hacia la pequeña apertura, y comenzó a orinar. Primero en la loza de la bañera. Después en la caída del agua sobre la pared. Por último, en la pierna de su hermana.

Joder, aquello era fantástico -pensó-. La muy capulla no se está dando ni cuenta. Mira, mira cómo se cree que es agua calentita… ajajajaja. ¡AAAAAAAAAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!

-¡Hijo de putaaaaaaaaaa! ¡Mamáááááá! ¡Me está meando encimaaaaaaa! ¡Mamááááá!

No fue una excesiva reprimenda, puesto que Cristo y sus habituales quehaceres resultaban más que abominables. Pero aquí no acaba la historia, amigos. No. Esto no es más que el comienzo de una mente retorcida, que continuó elaborando pensamientos sobre cómo mejorar su estrategia, para repetirla sucesivamente al llegar a casa cada noche.

Pero ésta es otra historia, otro capítulo, que al igual que los que contaba Sherezade cada noche al rey Castor, habrá de esperar a ser contada con otra luz crepuscular próximamente…


LA XICUELA DE CORRIOL

#ch el diablo llama a mi puerta.

Se nota un nuevo ambiente. En la ciudad que nunca duerme, hay callejones sin salida, sólo escaleras de emergencia como las de los bomberos, suciedad, malos olores, contenedores a rebosar, y cientos de apartamentos de idéntica estructura, salón comedor-cocina, baño y dormitorio. Simple, esencial, y lo más importante, barato.
Pero sí, hace unos días que se nota nuevo ambiente, una bollería artesanal abierta 24 horas. Increíble pero cierto. Al principio nadie pareció darse cuenta ni de que existía. Aquí hay licencia hoy pero mañana no, para cualquier cosa, y según el barrio aún es peor.
Por éso pasó desapercibida durante unas semanas hasta que aparte de trabajadores normales y corrientes, empezaran a verse trajeados y más bien ejecutivos que no los fieles obreros. Érika, con un buen trato y bollería de la buena, se los tenía ganados a todos. ¿La bollería llama a mi puerta, quizás? No, son los kilos.

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14 comentarios en «El diablo llama a mi puerta»

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