Semana 6 Taller de Escritura – Naturalidad

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, continuamos con la adaptación de nuestro Curso de Escritura Creativa y, en esta ocasión, proponíamos escribir anécdotas personales transformadoras con la máxima naturalidad posible. Este ha sido el relato ganador:

Esperando a que me nombren en la oficina de la ITV, hay una fila de tres mesas ocupadas por los funcionaros, dos hombres y una mujer. Los usuarios esperamos en dos líneas de bancos de cuatro asientos pegados a la pared, justo enfrente de las mesas de los funcionarios. Estos miran atentamente a la pantalla de sus ordenadores. Parece que están trabajando, pero por el reflejo de los cristales puedo ver cómo los hombres revisan sus muros de facebook y la señora una pagina de muebles mientras no para de golpear las moscas que se paran sobre su mesa.
Junto a mí esperan un militar, un mecánico, dos jubilados que traen el coche de sus hijas, una mujer joven y dos señoras que parecen competir mostrando sus pulseras, collares y anillos.
Cuando por fin llega mi turno, la funcionaria matamoscas me sella la documentación y me entrega la carpetita azul.
En la fila de coches que esperan para entrar al taller me toca esperar al sol. Siempre pienso lo mismo en este momento, «por qué no me tocará pasar la inspección en invierno». El termómetro del salpicadero marca 36°.
Por delante de mí hay un todoterreno, tres turismos grandes y uno pequeño, mas lo que ya están dentro del taller pasando las pruebas. La fila avanza muy lentamente hasta el momento que entro en el taller y entego que carpeta mientras saludo al mecánico.
Él empieza a repetir las mismas instrucciones que a los demás vehículos, «encienda las luces…, ahora las largas…, intermitente…, el derecho…, agua en limpiaparabrisas…, la bocina…, pise el freno…, intermitentes otra vez…, marcha atrás… Esta bien, avance». Llevo el coche hasta los rodillos y vuelve a indicarme «pise el freno poco a poco…, avance hasta el foso». Coloco en coche en el foso y me indica «pise el freno…, ahora el freno de mano…, mueva el volante… Está bien, pase por la oficina».
Salgo del taller y tengo suerte de encontrar un hueco en la sombra para estacionar. La oficina se ha llenado de gente y los funcionaros están atareados recojiendo y entregando documentación. En solo cinco minutos, la funcionaria matamoscas me nombra y me entrega la documentación junto a la pegatina roja que indica que mi coche ha pasado la inspeción de manera satisfactoria, y siento una cierta sensación de alivio. Salgo de la oficina, cambio la pegatina amarilla por la roja y hasta el año que viene.

TOMÁS MESA

Todo cambia en un instante.
Mi vida es como otra cualquiera si consideramos que llevar una vida ajetreada con tropiezos y sufrimientos es de lo más usual. En mi caso, mi vida se basa en un recorrido de sucesos tanto fatídicos como ilusionantes.
Todo comenzó en un entrañable barrio de trabajadores en la ciudad de Barcelona. Mi infancia transcurrió en un ático con una gran terraza de la que parecía haberse apoderado un hermoso jardín, gracias a la pasión de mi madre por las plantas. En ella viví grandes momentos.
Recuerdo como si fuera ayer lo bien que me sentía al ver que mi familia se mantenía unida aguantando la oleada de separaciones que empezaron a salir a la luz. Qué ilusa e inocente era con trece años. En su día me pregunté cómo, en un instante, pasé de tenerlo todo y estar orgullosa de ello, a no reconocer mi vida ni a mi familia. Sí. Aquella oleada alcanzó a mis padres, que de un día para otro comenzaron a discutir sin represión ante nosotros como si aquellos temas que trataban no fueran nuevos, como si llevaran arrastrando aquel malestar desde siempre. ¿Quiénes eran esas personas y qué habían hecho con mis padres? Ante tal traición que sentí, con actitud furibunda hacia la vida por arrebatarme esa infancia idílica justo a la entrada de la adolescencia, inquieta, cambié a mis amigos por otros a los que etiquetarían como «mala influencia» y empecé a desencaminarme.
Al poco tiempo, mi madre se marchó de casa y un vacío se apoderó de nuestro hogar y nuestros corazones. Pero lo peor estaba por llegar…
En el mismo año conocí a un chico mayor que yo, quien me ayudó a centrarme de nuevo consiguiendo que mis decisiones fueran más acordes a una mente coherente y estable. Por ello, mi padre le invitó a pasar el día con nosotros al parque de atracciones de Portaventura. Un día espléndido e imborrable, pero no por lo bien que lo pasamos, sino por el retorno…
Estábamos esperando el tren en la estación cuando una nube tapó la luna. Vimos los primeros vagones vacíos y los últimos llenos. Corrimos hacia los primeros para no ir tan apretujados, pero ante el temor de que no nos diera tiempo a llegar, nos acomodamos como pudimos entre el vagón quinto y sexto. Sentada en el suelo, recorrí el día vivido casi de memoria cuando un frenazo interrumpió mis pensamientos. Los presentes comenzaron a inquietarse. Quisieron abrir la salida de emergencia y no pudieron. Entonces, dos hombres fuertes de tez negra volcaron su ansiedad transformada en empujones y patadas dirigidas a la puerta hasta que su afán por romperla hizo efecto. Cuando me tocó salir a mí con ayuda de los que ya habían bajado y los que quedaban dentro, me quedé perpleja ante el escenario que se mostró ante mí. Vi primero la valla de alambre resquebrajada, pero al recorrer después la escena de derecha a izquierda, contemplé cómo tanto los vagones de delante como los de detrás habían descarrilado.
No sabía qué había ocurrido, tan solo disponía de la información que me ofrecían mis propios ojos y que mi mente iba interpretando por su cuenta.
Salimos de allí corriendo hasta un bar donde pudimos recobrar la respiración, aunque el pulso seguía acelerado. Mi chico y yo nos quedamos allí intentando procesar lo sucedido y repasando una y otra vez que estuviéramos ilesos, pero mi padre, sin nada que perder desde la separación, volvió para salvar a la gente allí atrapada. Recé para que no hiciera ninguna locura.
La información nos fue llegando con el trabajo de los bomberos y los supervivientes. Al día siguiente, el eco de las noticias nos puso un número: 96 heridos y 2 muertos. Un Catalunya Express se saltó el semáforo en rojo y se chocó con un Euromed que iba a 140 kilómetros por hora. Todos los vagones descarrilaron menos el quinto y el sexto. ¿El destino? ¿Tal vez no era nuestra hora?

SARAH BLUMP


Mi padre es de una generación que no tuvo tiempo para andarse con tonterias.
Le han enseñado que lo más importante en la vida eran la comida, el techo y la paz y él estaba demasiado ocupado en cumplirlo todo como para preocuparse de cómo se emparejan las abejas. Le han enseñado que era más importante ocuparse de vivir que preguntarse por qué lo hacemos.
Vivir era una suerte y vivir con el estomago lleno era una fortuna.
Quienes me digan que nunca han entrado en conflicto con sus padres que no me hablen. Eso sólo existe en las peliculas americanas donde hagas lo que hagas siempre te apoyan y te ayudan a salir adelante con una sonrisa . En la vida real y en esos tiempos los padres te ponian de hostias y de castigos hasta que aprendías a espabilar ya que de lo contrario te iban a poner otros contra las cuerdas y te iba a doler mucho más. Te rebelabas, protestabas. Por supuesto.Pero ahora, despues de veinte años cuando te toca a ti ocupar sus puestos y verte desafiado por tus propios hijos acabas doblando la rodilla y dando las gracias por las enseñanzas.
Hoy por hoy hemos cambiado los metodos, no digo que seamos mejores ni peores, tan solo somos diferentes. Querer queremos siempre lo mismo para nuestros retoños, lo pidamos de una manera u otra.
Yo vine a ser una mimada que no tuvo que cobijarse del frio ni pelear por un mendrugo de pan. Se me pedía a cambio estudiar y ser un ser humano como Dios manda. Desde la altura de mi confortable cama y mirando el mundo por encima de libros de literatura romantica era imposible entender lo qué mi padre decía. Él era de Gorki y de Taras Bulba , yo era de Romeo y Julieta y el joven Werther. Mis heroes absolutos era Catherine y Heatchcliff y soñaba un amor tan sublime como ellos me enseñaron. Es muy dificil hacer las paces entre el realismo y el romanticismo; al alcanzar los dieciseis años de edad el precipicio entre mis ideas y las de mi padre se convirtió en abismal y tuvimos un primer enfrentamiento. Épico. Como cualquier guerra de mundos opuestos.
Comencé a escribir en esa época con y sobre pasión. Todos tenemos en algun momento el impulso de expresar nuestras propias ideas , sobre todo en adolescencia cuando estás seguro de haber descubierto ese único y gran secreto que a dos mil años de generaciones previas se les ha perdido. Mi punto de vista era virginal, se mirara por donde se mirase, pero mi imaginación daba de si ideando formas de perderlo.
Pues de eso que te dejas el cuaderno a la vista y te lo encuentran.
Vienes a casa y te ves al padre sentado en ese sillon de juez, donde se levantan sentencias por encima de una ceja arqueda e inquisitiva. Te preguntas qué habras hecho esta vez , pero no te atreves a formular en voz alta la cuestión porque hay demasiado silencio en la sala y nadie te ha dado la palabra.
Mi padre sacó el cuaderno a la vista y me lo tiró literalmente a los pies, con decepción . Me dolió el gesto. Me austó la mirada. Pero por lo menos sabía por qué venía a ser juzgada. Se me reprochaba ser una chica de poca moralidad . Las chicas faciles tenian hijos a los que no podian mantener ni asegurarles futuro tampoco. Él no iba a permitirlo. Antes me desheredaba y me quitaba el nombre que me había dado al nacer.
Me costó encontrar un hueco para decirle que todo aquello que venía en mi cuaderno era producto de mi fantasia y no un relato basado en hechos verdaderos. Entre tanto quedé castigada sin salir, nos odiamos, nos dejamos de dirigir la palabra, quise fugarme de casa , matarme como Julieta y mil más que por supuesto no llevé a cabo porque dos minutos son demasiado poco tiempo para tanta tonteria.
Le costó tiempo entender y cuando por fin lo hizo me formuló una pregunta:
– ¿Piensas escribir literatura erotica?
No porque tuviera delante al hombre que leía a Churchill sino porque era verdad. Yo no sabía lo que quería. ¿Escribir verdades como puños o sobre secretos que nadie en los dos mil años previos habia mencionado? ¿Conceptos aristotelicos? ¿Libros de recetas de cocina? Ni idea, pero tenía claro que quería ser mejor que Dostoievsky y Gorki juntos. Quería ser estratega, esclavo y árbol reencarnado, quería ser mil cosas y ninguna erótica. Pero eso me habia salido con facilidad a mis dieciseis y así lo habia redactado.
Mi padre me siguió observando el alma por encima de las monturas de sus gafas y alcanzamos una tregua.
Han pasado años. Ahora soy yo la que se preocupa por la comida, el techo y la paz. No soy escritora pero a pesar de mi recorrido por la vida sigo escribiendo. Mejor o peor, con más o menos pasión .
Cada vez que nace una idea en mi cabeza aparece de seguido la mirada de mi padre y me pregunto si a él le gustaría leerla.

DIL DARAH


Comienzo a leer el relato de Dil. La forma es más sencilla que en otras ocasiones y eso me gusta. Me engancha de inmediato, el padre o la madre de una es el padre o la madre de todas, de los pocos hilos que nos cose a la especie.
Alguien dispara una frase y me alcanza: «Porque una mujer es siempre una mujer». Abandono el relato y me congelo como un gato espiando a un pajarito. Dos voces, una adulta y otra adolescente, discuten. Dirijo una rápida película mental sobre una madre que dice a su hija todas las cosas que no debe hacer una mujer.
Las voces son ahora ininteligibles.
Retomo el relato de Dil, pero me atrapa de nuevo la calle: «Porque cuando yo tenía 14 años…» se echa a llorar y no entiendo el final. La niña grita el relevo: «¡Pues cuando quieras nos vamos, a mí me da igual!». La madre sigue llorando. Me enferman los chantajes emocionales. Intuyo la vida dura de una mujer que atraviesa el mundo y se mata a trabajar para dar un futuro mejor a su hija.Y después, se lo reprocha. O quizá la niña le ha dicho algo realmente hiriente, los adolescentes pueden ser muy crueles.
Vuelvo a empezar el relato de Dil. «¿Piensas escribir literatura erótica?». La frase me enternece hasta el punto de las lágrimas. No sé cómo es Dil pero sí cómo es su padre. Protector de cachorros. Ese hombre moralmente recto, de valores enraizados en el pasado, ha debido hacer un importante esfuerzo para formular una pregunta así. Pienso en el mío y en que también tuve un diario violentado. Me acierta otra bala adolescente, esta vez masculina: «Quítale el teléfono, se ha encerrado en el baño». El hermano, el hijo.
«Porque tus hermanas son chicas y, a una mala, pueden casarse». Esta la ha escupido mi memoria.
Ya no se oye nada.
Termino el relato sin más inferencias.
Dil escribe latidos. Una historia sin corazón, es una historia muerta.

JEZABEL MONTENEGRO


Mi nombre es tristando llorando,
estoy en ése momento de la vida que todo para mal, como a mi prima moñoncetes el día grande de la fiesta del pueblo, con su traje de última hora y esos pasos de baile a ritmo de cartagenera morena.
El desánimo que arrastro es debido a estos calores, tan influyente en las personas,tener el aire acondicionado en huelga, no hay ministro que lo aguante.
Tema de gases , dijo el técnico especialista, después de una carga del equipo reconfortante, todo sigue igual. No paro de darle vueltas a que gases se refería, pero a mi mente vienen sus sobacos al viento,
la bocanada de frescor de terry y a por todas o mi dolor estomacal después de un gran estafado de toro.
Para colmo de males ,la papiroflexia
no es mi fuerte.
Aquí se despide uno aireando sus males con la factura gaseosa.

DAVID DURA MARÍN


DE AYER A HOY
Los ojos con que hoy descubro el mundo, no son los mismos con los que ayer
desnudaba tu cuerpo
en el tálamo del silencio.
La piel que hoy recubre mi alma,
no es la misma que hace años
acariciaras con pasión
cada vez que nuestros cuerpos,
con gran delectación, sé amaban.
Los oídos que hoy te escuchan,
son los de alguien
que ya por ti no siente
más que indiferencia mesurada
en el profundo declive
que a lo insondable del cosmos
ineluctablemente conduce.

ENRIQUE OSORIO BELTRÁN


¿Y SÍ….?
Prólogo.
Conozco a una amiga que, me ha propuesto un reto-propuesta.
Escribir sobre algo que me haya sucedido de la forma más natural posible.
¿Por qué tiene que ser necesariamente del pasado? .
Del pasado sabemos de seguro una cosa: que ha sucedido.
¿Y sí…..?.
PARTE I
UN GLOBO EN EL CIELO
Hoy hace un día extremadamente caluroso. Un día luminoso de Junio. Una ligera brisa abanica los árboles de las aceras. Un día normal de Junio. La botella de la calle está vacía y no soy pesimista. Un día anodino de Junio.
Mis ojos se unen al cielo azul por el cordón umbilical de mi mirada. Tan raso como mi mente. No hay nubes, no hay pensamientos.
La mano del grito lejano de un niño deja escapar un globo rojo brillante como una gota de sangre resbalando por el cristal de una ventana.
¿y sí….?.
Me dejaré escapar para viajar junto a ese globo. No tengo cordel que me ate ni mano que lo sujete.
Seré libre, para conocer el significado de la palabra libre y voy a ser libre de ser libre.
Es fácil, dejaré que la ventana de mi habitación me vomite al vacío.
PARTE II
ROMPECABEZAS
Un bolígrafo aristócrata de sangre azul.
Un papel papa.
Una arácnida mano que se acerca al indefenso bolígrafo para devorarlo encima del papel.
El bolígrafo se desangra y mancilla la inmaculada inocencia del papel.
¿Qué se pone en una despedida?, ¿Un adiós a secas como un simple y seco tosido?.
¿Decir que has amado?, ¿a quién, el qué, por qué, cuando, como?.
¿y sí….?.
No doy explicaciones, absurdas, e inútiles como correr bajo la lluvia para no mojarte cuando ya lo estás.
Uniré el bolígrafo noble con el santo papel, con la seda de mi arácnida mano y formaré el dibujo de mi adiós, para quien lo sepa y lo quiera ver.
PARTE III
VALIENTE O COBARDE
¿Qué significado tiene el jeroglífico de esta vida?.
Por más que he buscado mi personal piedra de Rosetta, no la he encontrado, ni nadie lo ha hecho por mí.
¿Soy valiente por reconocer que ya no hay más camino que andar?.
Por más que he buscado, no he hallado mapa con nuevos caminos.
¿Cobarde, por no haber reconocido que la vida me ha ganado por puntos?.
Tal vez, hace mucho, mucho tiempo, sonó el gong del último asalto y, o nó lo oí, o nó lo quise escuchar.
¿y sí….?.
Cerrase la puerta por fuera.
Me marcharé, sin hacer ruido, como una barca se escapa, nocturna, del puerto donde está amarrada.
Me perderé en el oscuro y brumoso mar, en busca de la isla que siempre he soñado.
FIN

EMILIANO HEREDIA JURADO


#semana6 TRANSMITE

Hace muchos días que no escribo nada en mi caja de las alegrías. Esa caja metálica, de viejo, como las de las películas, en las que se guardan los recuerdos de sus vidas.
Mi caja de las alegrías no es nada nuevo, todo está inventado ya. Pero fue un descubrimiento para mí, saber qué podía hacer con esas alegrías, que cada vez son menos, y que en pocas horas olvidaba.

Apuntar en un papel la fecha y el motivo de una alegría, el día que la hubiera. Por una parte crees que parece cosa de niños, pero te pica la curiosidad. Y por otra parte, no piensas que lo sea, porque cuando olvidas las cosas con tanta rapidez, siempre es bueno tener un refugio donde poder recordar o saber de lo que a uno le hizo feliz alguna vez.

Prefiero llamarla caja de las alegrías, caja de los recuerdos me provoca sentimiento de pérdida. Y no es así. Sí que quizás son momentos que nunca más volverán, pero estuvieron ahí, y los viví con alegría.

LA XICUELA DE CORRIOL


XXI
Ensimismado por el miedo de sentirme abandonado, me quede acorralado como un pájaro sin luz…
y que hay de una rosa que se marchita por el tiempo y el olvido… si no hay amor que no haya nada mi amor…
qué lejos quedaron los veintiun años, que no vuelven nunca más…
Y no encontre la salida que me devuelva tu partida…
Y me quede varado en aquellos veintiun años, cuando tu boca rozaba mi boca por última vez
Con tú aliento clavado en el viento… y te pienso, sin querer te pienso…
Y aunque lo desee no creo que vuelva a pasar, arrebataste mi corazón y lo tiraste al olvido…
Naufragando en un oceano perdido de amores prohibidos…
Veitiun años, veintiun años…

FLAVIO MURACA

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9 comentarios en «Semana 6 Taller de Escritura – Naturalidad»

  1. Esta semana voto por Dil Darah y Jezabel. Me encantó la historia tan real y significativa de cómo eran los padres de generaciones pasadas y cómo Jezabel enlaza su historia con la de Dil. Magnífico

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