Lenguaje no sexista, ¿se nos va de las manos?

Lenguaje no sexista. Vaya tema, ¿eh? ¿De verdad es necesario y necesaria hablar continuamente del lenguaje y la lenguaja o esto se nos está yendo un poco de las manos y las manas?

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Empecemos por el principio:
Estamos hablando en castellano. Los sustantivos, en el castellano, se dividen en masculino y femenino. En otras lenguas no pasa, son neutrales. ¿Es posible que las sociedades con un lenguaje más neutro sean menos machistas? Es posible, pero tiene por qué. Hay más factores, veamos.
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En nuestra lengua, el masculino se considera genérico, dominante, engloba a los dos géneros. «Los médicos estudian seis años de carrera» se refiere tanto a los hombres como a las mujeres que estudian medicina. Es más, «el hombre es el ser vivo más inteligentes de la Tierra» (afirmación que compartimos a medias, dicho sea de paso), también se refiere a hombres y a mujeres.
¿Qué significa esto? Pues que para las mujeres es un poco rollo (por no decir otra cosa) tener que estar distinguiendo cuándo el masculino es genérico y nos engloba y cuándo no.
Por ejemplo, si leemos que «los nativos americanos vivían en…», es de suponer que se refiere a los dos géneros, pero cuando en el párrafo siguiente te encuentras con que «sus mujeres se ocupaban de…» salta la confusión. ¿No estábamos hablando en genérico? ¿Ahora resulta que este es un texto de hombres y para hombres?
Esto pasa. Mucho.
¿Entonces cuál es el problema? ¿Es la neutralización del género femenino en el lenguaje o es el uso que se hace de ello?
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El lenguaje es el canal mediante el cual fluyen nuestros pensamientos, que a su vez influyen en él (en el lenguaje). El uso que hacemos de la lengua es, por tanto, una representación de la realidad, y esa realidad incluye la percepción social de los roles y esterotipos de género.
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El problema no trata sobre si es mejor decir miembros y miembras (de la misma manera que no diríamos hormigas y hormigos, por ejemplo). Eso es una simplificación, aunque es verdad que hay otras palabras que no cuesta nada feminizar cuando se refieren a mujeres (por ejemplo, Mónica es psicóloga, no psicólogo, de la misma manera que Pedro es matrón, no matrona, por mucho que esta profesión se haya asociado siempre a mujeres).
Pero es que es precisamente al hablar de profesiones cuando hay que tener más cuidado. Es muy raro encontrar un libro de texto o unas fichas infantiles donde, al tratar el tema de las profesiones, no reproduzcan estereotipos de géneros: el médico es él y la enfermera ella, el director es él y la secretaria ella, el cocinero es él y la fregona ella… El problema aquí no es que se asocie un género determinado a cada profesión, sino que las profesiones asociadas a mujeres son siempre las de menor rango.
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Hace poco salió publicada la noticia de un robot que se había vuelto machista al aprender a hablar. Podéis leerla aquí. 
 Evidentemente, no es que el robot se volviera machista, sino que, después de analizar el uso del lenguaje, aprendió a asociar lo femenino a un tipo de adjetivos, profesiones y situaciones que reproducían los estereotipos de género.
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Quiero aclarar que estamos hablando del uso común del lenguaje, no de literatura. En un libro o película de ficción, reflejar estos estereotipos es permisible y hasta necesario en algunos casos para ambientar o dar verosimilitud a una historia o un personaje (qué sería del arte si nos tuviéramos que ceñir a lo políticamente correcto), pero aún así debemos ser conscientes de que estamos utilizando (o leyendo) un lenguaje sexista como recurso de la acción.
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Por ejemplo, hace poco nos encontramos la siguiente frase en el borrador de una novela que hemos editado: «Como ella había salido, él se tuvo que quedar en casa haciendo de canguro de sus propios hijos».
Nos consta que el autor no es una persona machista (no más de lo que lo podemos ser cualquiera de tan interiorizados que tenemos este tipo de expresiones y pensamientos) y esta frase estaba en boca de un narrador neutral, de modo que le hicimos ver al autor que un hombre no «hace de canguro» de sus hijos. En todo caso, se queda cuidando a sus hijos, porque son suyos. El autor reconoció inmediatamente el error y modificamos esa frase sin mayor problema, pero esto nos da una idea de lo culturamente arraigado que está el machismo en nuestra sociedad. Que levante la mano quien nunca haya tachado a una mujer de «histérica» o «loca» sin más argumento que ese, quien no haya pensado que el coche que va delante nuestro haciendo cosas raras debe estar conducido por una mujer, quien no haya desconfiado al conocer a su jefa en su nuevo trabajo…
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Y no quiero ni entrar en el tema de las diferentes connotaciones que tiene cada palabra según esté en masculino o femenino (zorro/zorra) o de las palabrotas, que normalmente asocian los genitales masculinos a lo bueno y los femeninos a lo malo (es la polla/ es un coñazo).
Y los «piropos», madredelamorhermoso… Ya hablaremos otro día sobre el erotismo del lenguaje, pero que te griten «con ese culo debes cagar bombones» no es bonito, ni halaga, ni ninguna mujer se entristece pensando que debe estar gorda cuando no le gritan semejantes groserías. Simplemente incomoda, y como se trata de expresiones que únicamente se le gritan a las mujeres por el hecho de serlo, son machistas.
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Pero no nos queremos desviar: ¿Entonces qué hacemos al escribir un artículo o un libro de no ficción? ¿Tiene sentido escribir un libro sobre crianza, por ejemplo, donde en cada frase se hable de las madres y los padres que cuidan a los niños y las niñas? ¿O a los niñ@s? ¿O a los niñxs? No, por favor… Eso no se puede leer… Pero sí se puede leer sobre familias que cuidan a bebés. Así que esta es nuestra apuesta: siempre que se pueda, géneros neutros. Y cuando no, pues ya veremos cuál es la solución más conveniente en cada caso.
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La RAE, por ejemplo, alude a la economía lingüística, que está muy bien, pero cuando quiere no tiene problemas para incluir nuevas chorradas en el diccionario, así que si hubiera que incluir «miembras», tampoco pasa nada, que más se perdió con el cederrón.
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Tenemos la suerte de tener el castellano como lengua materna, que tiene un masculino genérico pero que, por otro lado, es uno de los idiomas más ricos y expresivos del mundo. No caigamos en las trampas sociales que nos llevan a usarlo de la peor manera posible.
Sé consciente.
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  • Los alumnos visten de uniforme / El alumnado viste de uniforme.
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En las primeras páginas de «La maternidad al descubierto», de Sara Ribot.

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