Primavera

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos el tema «La primavera». Este ha sido el relato ganador:

Cada día, Marta aprende cosas nuevas. Sabe ya todo el abecedario, los números, algo de inglés, que le sonsaco cada semana las tardes que viene a verme, etc.
Es un poco pillina, pero lista como el hambre. Sabe cómo conquistarme. Es muy coqueta, con ocho años ya.
Pero hay algo que no se atreve a preguntar, y quiero saber de qué se trata. Después de varios días observándola, e indagando cada vez que tenemos una charla a la hora de la merienda, he llegado a una conclusión. No sé si será la acertada, pero mi intuición me dice que sí es verdad.
Está preocupada, y mucho, por lo que les pasa a las flores cuando acaba la primavera. Adora la primavera, con sus perfumes diversos, el diverso color y tonalidades de las flores, su colorido cielo al atardecer, su luz.
Ella dice que no entiende porqué desaparecen las flores entonces. ¿Por qué no puede haber flores todo el año? Intento explicarle las estaciones, que la tierra da vueltas alrededor del sol y cuando las flores no están aquí, es porque están en otro continente, país, etcétera.
Pero cuando termino con mi explicación, todo es una vuelta a empezar.
Y tiene razón.
-Abuela, ¿por qué no hay flores durante todo el año? Sería todo más bonito.

NURIA BERGEN

 


Amor de primavera
Nos quedamos tiesos, helados por el inmenso infierno que corrian en nuestras venas, no era solo pasion lo que encendia nuestros encuentros.
Nos estabamos enamorando y sabiamos perfectamente que eso era algo malo.
Cada uno por su lado tenia su historia, su familia, su pasado con el cual cargar.
Aun asi es imposible dominar las emociones y sus ojos cada vez que los miraba me transmitian esos cosquilleos juveniles que ya hacia tiempo permanecian dormido.
Sus besos, profundos, besos de amantes; besos prohibidos, eran el nectar que necesitaba para sentirme vivo otra vez. Me sentia mal, con culpa.
El silencio de la habitacion solo incrementaban mis dudas y un sinfin de imagenes pasaron en un instante por mi mente.
Encendi un cigarrilo y me acerque hasta la ventana.
Observaba el paisaje pero en realidad miraba la nada pensando en tantas cosas,dificilmente podia disfrutar de lo que la naturaleza me ofrecia en aquel momento.
Tarde como siempre el amor llega a tu vida me dije…
Suspire profundamente y me pregunte internamente que pensaba hacer con todo esto.
Era evidente que la respuesta a esa pregunta ya estaba sentenciada antes de cuestionarmela.
No soy de esa clase de hombres que se la juegan dejando todo atras… soy un cobarde sin remedio.
-¿que sucede?- me pregunto ella
Nada, le respondi frunciendo el ceño. Tire el cigarrillo y di un salto sobre la cama imitando a una fiera indomable.
Reimos, sostuvimos la mirada por unos segundos y le hice el amor como nunca se lo habia hecho.
Las sabanas fueron las ultimas testigos de nuestro ardiente deseo.
Ya no nos volveriamos a ver y al igual que un amor de primavera, hermoso pero fugaz nos dijimos adios.
Me fui de alli con los ojos llorosos sin querer voltear la vista atras, sabiendo que dejaba en el olvido al amor de mi vida.

FLAVIO MURACA


Puta primavera, tete.

Se abrió paso a mordiscos entre los pegajosos y almizclados hilos que secuestraban su cama. Un esfuerzo más y todas las pesadillas arrastradas quedarían en el pasado. La ilusión por una vida en libertad tiraba de él. Llegó por fin al límite de su cautiverio. Tratando de romper la oscuridad con los ojitos ciegos, desplegó inseguro sus alas nuevas. ¡Ahora!
Aquel salto fue su único vuelo feliz. Pasó el resto de la existencia golpeándose una y otra vez contra unas húmedas paredes de cartón, hasta morir.

JEZABEL MONTENEGRO


Deshielo de primavera.

Por la mañana, Marty oyó un chasquido en lo alto de la montaña y pudo ver por la ventana de su robusta cabaña fabricada con recios troncos de nogal americano, a un alce que saltaba ladera abajo, desapareciendo entre la píceas cuyas copas ya no estaban cubiertas de nieve. Solo pasaron unos segundos y la cabaña entera empezó a temblar, a lo que le siguió un estruendo que acentuaba su efecto dobbler, que solo le dejó ver por el rabillo del ojo, cómo la avalancha alcanzaba la cabaña por la pared contraria, resquebrajandola como si fuese de carton.
Saltó mientras todo se rompía hacia el hueco de la escalera, que le sirvío de parapeto cuando todo el peso de las rocas de hielo pasaron por encima de su cabeza, rugiendo como si el mismísimo diablo le gritase al oido, mientras todo se oscurecia a su alrededor cesando el ruido, dejando solo un pitido agudo en sus oídos.
Su corazon parecia rebotar en su pecho. Intentó controlar su acelerada respiracion para mitigar el miedo que inundaba su mente, pero tardó unos minutos en recobrar la calma que le caracterizaba como viejo y experimentado montañero. Empezó a palpar su cuerpo esperando que todo estubiese en su lugar y en la cintura encotró su puñal y en bolsillo delantero del plumas una pequeña linterna, la cual encendió al momento. Su luz le descubrió el hueco de unos dos metros cuadrados que le permitía seguir con vida. Era como estar en la madriguera de un castor. Los troncos partidos le habían redeado por completo, solo a excepcion de una zona de algo mas de medio metro en uno de los laterales donde tan solo se veía nieve.
Comprobó que podía perforar con el puñal mas allá del grosor de los troncos y volvió a mirar a su alrededor.
Un pedazo de cezina y la taza de porcelana donde se diponía a tomar cafe cuando el deshielo de la primavera le sorprendio de forma tan brutal, junto a su puñal y su linterna era todo el equipamiento del que disponía para salir de aquel agujero o permanecer en él hasta que alguien le rescatase, aunque la segunda opción era bastante improbable, ya que su vecino mas proximo, Eustace Scrubb, otro trampero como él, vivia a unos treinta kilometros, en el valle del Caballo Muerto, y dificilmente podría haber oido la avalancha, por lo que Marty comenzó a cavar en la nieve ayudándose con el puñal y la taza.
No sabía cuantos metros de nieve y hielo podía haber encima de él, pero su instinto de supervivencia le empujaba a cavar en la nieve sin apenas descansos.
Sabía que solo dependía se sí mismo para salir de aquella situacion e intentó administrar sus fuerzas. De vez encuando se detenía para chupar unas tiras de cecina y absorver unas gotas del agua de la nieve que se derretia en la tela exterior de su abrigo de plumas.
Ya debían haber pasado unas seis horas desde que quedó sepultado. Lo sabía porque la pila de la linterna se estaba agotando, pero él seguía cabando, cada vez con menos energía. Las extremidades se estaban entumeciendo y empezó a perder la esperanza de salir con vida, cuando algo toco su espalda y seguidamente su cabeza. Se echó la mano para ver qué era y cogió la punta de una varilla de fibra de carbono. Sintió que alguien tiraba de ella y pudo oir la voz de su vecino Eustace: «Jodido viejo trampero, esta montaña no ha podido contigo, jajajaja».

TOMÁS MESA


Primavera, para muchos, la mejor estación del año. Claro, para los que no tienen alergia y para los que les gusta ir comiendose las pelusas blancas que sueltan los álamos del parque. Qué asco.
Pero no todo es malo, porque en primavera vienen las mejores fiestas: el WOMAD, la Feria, San Jorge. Una pena que siempre esté castigado y no pueda disfrutarlas, así que sí, la primavera es todo malo, una mierda.

CIRCONIO JAVIER MUNIR


La brisa del mar chocaba contra su piel y empujaba libremente su larga melena cuando sintió los primeros rayos de sol flitrándose por las cañas de bambú que conformaban aquella preciosa carpa.
Por un momento pensó en lo mucho que se asemejaba a las cabañas polinésicas que había visto miles de veces en las revistas de «las vacaciones más emblemáticas». Se cercioró entonces de que no hacía falta alejarse tanto para encontrar un poco de paz con parajes que embelesaran. Y reflexionó sobre lo importante que era sentirse bien con una misma a la hora de conformarse con lo que puedes o no tener actualmente. Después, más adelante, ya vería hasta dónde podría aspirar, porque sin duda creía en su capacidad y en lograr sus metas personales. Sí, las mismas metas que conllevan a sentirse realizada, plena. «Al menos lo habré intentado», se dijo cuando el olor a flores impregnaba cada poro de su piel haciéndola estremecer. Tragó saliva al encontrarse ante aquellos pensamientos. Vaivenes que la llevaron ante un nuevo reto. Pero el llameante sol junto con la brisa del mar, consiguió que viera las circunstancias de otro modo, con una alta dosis de positivismo. Se incorporó ante aquella afianzada seguridad y sus labios dibujaron una sonrisa. Estaba preparada, con las pilas recargadas gracias a ese sol primaveral, para seguir luchando por sus sueños.

SARAH BLUMP


Déjame ser la llave
que abra todas las puertas
del que se encuentre encerrado.
Déjame ser la puerta
perdiendo todas las llaves
de quien las almas encierra.
Déjame ser primavera
tapizando de flores la tierra
de quien cultiva la guerra.
En un corazón hambriento
déjame ser primavera
para sembrar alimento.
Quiero ser ese puño
déjame ser primavera
derribando puertas y llaves
déjame ser , lo que yo quiera.
Volando llega la vida
comida nos da la tierra
déjame , soplar bien fuerte
para que vengas , primavera.

DAVID DURA MARÍN


PRIMAVERA, MI PABLO.
Perdí la primavera… he deambulado durante años por las gélidas temperaturas del invierno, la tristeza de la arboleda en el otoño y el sofocante agobio del verano. Se me heló el corazón, se me acabaron las lágrimas de tanto caer y me quemé en mi propio infierno. No fuiste tú quien me quitó la primavera, fui yo quien la perdió por dejarme cegar por las llamas del infierno que encendí. No fuiste tú quien se llevó mi primavera, fui yo quien le cerré las puertas a un mundo que yo ya no conocía, mi mundo. No fuiste tú quien me arrebató la primavera, fui yo quien se escondió de ella. No fuiste tú quien robó mi primavera, me la entregaste camuflada entre espinas sin saberlo y se fue despojando de ellas, fue casi imperceptible, sutilmente te revelaste ante mí como lo que eres. La luz y calidez de tu sonrisa ilumina como el sol los amaneceres de todos mis días. Tu mirada hace crecer mi fe por la vida como florecen las flores en primavera. Tu fortaleza me alimenta como el abono a nuestro jardín. Lo siento, me equivoqué mi vida. Creí que me habías robado la primavera sin ser consciente de que fuiste tú quien me la entregó.

VANESSA SUÁREZ GÓMEZ


Querido,

Te escribo hoy, porque me vienen a la memoria, o a lo que queda de ella, algunos recuerdos borrosos, que no sé si son reales o no, pero prefiero hacerlo porque no sé si dentro de un rato lo recordaré o volveré a creer que son sueños de primavera. Sueños estando despierta, como otras tantas veces, como sueños de noches en vela que parecían profecías. Sueños con los ojos abiertos mirando hacia el mar. Los sueños que me perdí aquellas fechas de finales de abril, esperando tu llegada.

Viéndome escribir, se me hace extraño. Mi letra siempre fue bonita, tú apenas pudiste aprender. También lo recuerdo. Yo te enseñaba lo que podía, a escribir y leer, pero apenas teníamos tiempo. Yo me escondía bajo la parra del huerto, escapando a pequeños ratos, para leer de vez en cuando, lo poco que pudiera leerse en casa, casi siempre fue la Biblia.

Naciste un 25 de abril, en plena primavera, una tarde de truenos y relámpagos, pero brillaba el sol para mí. Fuiste un chico, al menos, padre estaría contento. El médico llegó justito justito. Y marchóse calado hasta los huesos.

Fue un día pleno de alegría y paz. Se borraron de repente todos los malos momentos, se borraron las tempestades y el dolor por todo lo sufrido, por todo lo pasado. No eran tiempos para una boca más que alimentar, pero sí para un labrador más, gratis para trabajar en el arrozal y el huerto. No eran tiempos para tirar cohetes, las penurias se sucedían de una casa a otra. Eran como una plaga, que nunca terminaba. Aunque podíamos autoabastecernos de alimento, no era fácil comprar unos zapatos, enlustrados y vueltos a enlustrar para ir a misa los domingos y fiestas de guardar. Era difícil comprarse ropa, zurce que zurce calcetines, y remienda que remienda la ropa.

Naciste, sí, con un defecto que precisamente daba mal fario, eras cojo del pie izquierdo. Pero nunca me importó, siempre tendrías un rasgo distintivo que te caracterizaría, pensé que así nunca te perderías, o que si lo hicieses, te encontrariamos y recuperaríamos pronto.

Y que siempre tendrías refuerzos a tu lado, siempre estaría yo para defenderte de las mofas y novatadas, que años después, efectivamente llegaron. El colegio es duro incluso ahora, años después. Es incluso, creo, peor. Nuestros juegos en la era frente a casa, con cuatro piedras, cañas y hojas, eran cualquier cosa, menos aburridos. Con cualquier cosa que encontrábamos, nos exprimíamos el cerebro para convertirla en juguete. De cualquier cosa hacíamos un balón.
¡Qué fácil, jugar, entonces!

Llegaste a mi vida un día de primavera, que desdibujó esos truenos y relámpagos, y que evolucionaron en paz y sabiduría. No paro de escribir y no entiendo nada. ¿Qué cosas?
Mi memoria sólo recuerda que fue el día más feliz de mi vida. Naciste tú, hermano, y al final eres tú el que me ha acompañado siempre a mí.
No recuerdo las cosas. Sólo tengo……no sé cuántos años. Y no sé si continuaré mucho más, hacia adelante o me quedaré cómo estoy.

La cosas de la vida, ha querido que seas tú quien me cuide ahora a mí, mucho antes de lo que tocaba, padre diría que me ha salido una tara, y lo recuerdo, sólo, porque es primavera, y recuerdo que naciste tú.

Huelo las rosas de tu jardín, sólo hay dos rosales, pero ya huele a primavera. Y no me movería de aquí, de estar sentada en esta silla, junto a esta mesa, contemplando el mar, aspirando la mezcla de olor de salitre y mar, entre el de rosas y primavera.

LA XICUELA DE CORRIOL


La primavera era la estación que me provocaba tantos recuerdos a mi corazón y con justa razón era mi estación favorita , por que ni el tiempo , ni nadie me quita lo que llevo en mi corazón . Mi amor de primavera . Sin duda era una amor prohibido , pero un amor nunca antes vivido . Tus besos que hacían estremecer asta mis huesos. Besos que me elevaban asta el cielo , y claro me llevaban asta la pasión más ardiente y pasional , que parecía un amor animal. Pero los dos sabíamos que tenía que terminar, por que si no las vidas de otros íbamos arruinar y a si fue después de tantas primaveras esto tenía que terminar.

MARTA TORRES


La primavera
Llama
A tu puerta
(Sainete de un solo acto y una sola escena)

REPARTO:
Susana García Valdés: Azucena Flores Abril
Ariadna Castilla Soler: Nieves Páramo del Yermo

Acto I

Escena I

Se abre el telón:
Aparece una estancia en penumbra, producida por la poca luz que entra por un ventanal con unas cortinas de lino azul claro corridas, y las persianas medio bajadas.
Poco mobiliario. Un sofá de cuatro plazas, enfrente de una mesita de televisor estilo años setenta, con ruedas y revistero, sosteniendo un televisor pal color, con un tapete de ganchillo de anillas de plástico, blanco, y un gallo meteorológico de Portugal encima y, entre el mueble del televisor y éste, y el sofá, una mesita elevadiza, lacada, de color caoba, de muelles, con revistero de listones, donde un par de revistas atrasadas acumulan polvo.
Al fondo, un aparador de vitrina, con un cajón enorme para la cubertería, flanqueado por dos cajones auxiliares más pequeños, para servilletas uno, para mantelería, otro.
Las dos baldas de la vitrina, combadas por el peso de la vajilla de loza, en el centro y, la superior, por un juego completo de cristalería incluido un juego de licor.
En el nivel inferior, un juego completo de café, y una enorme sopera con tapa y cucharón.
En el lado izquierdo de la instancia, un cuadro que representa a un Cristo de Sagrado Corazón, y al derecho, pegado al aparador, un cuadro tapiz, que representa una escena de caza, de dos podencos, acosando a un jabalí, con un cazador apuntando su escopeta, al fondo.
Completa el cuadro, una mesa para seis comensales, en la esquina más cercana al espectador, con seis sillas correspondientes, con un tapete de idéntica factura que el que cubre la parte superior del televisor, pero más grande, y encima, un jarrón entre churrigueresco, barroco y abstracto, multicolor, con unas flores de tela, llenas de polvo.
¡DIN-DON-DIN-DON!, ¡DIN-DIN-DIN-DON! (melodía del Big-Ben).
Suena el timbre de la puerta de la casa, y una señora, de mediana edad, cercana a la cincuentena, con falda recta de paño gris, con blusa plisada color crema, medias gruesas marrones, calzando unos zapatos planos negros de lengüeta ancha, de tez tersa con alguna que otra arruga, bien maquillada y con el pelo entre rubio y cano, recogido en un moño sujetado por una horquilla clip ancha de nácar, se acerca a la puerta y la abre.
En frente, se encuentra a una señora de mediana edad como ella, más o menos, rellenita y más baja, con unas aparatosas gafas de sol de pasta, color rosa, enormes coloretes, como banderas de Japón a ambos lados de su cara, unos labios de un rouge reventón, el pelo de un color entre caoba y cobrizo de un brillante que deslumbra, con un volumen echo de peluquería tan exagerado que parece la capucha de un hábito cartujano, coronada la cabeza con una pamela de paja, estrafalaria, con una cinta azul eléctrico, y una rosa amarilla.
Lleva un paraguas amarillo que tiene el mango la cabeza de un pato, un enorme bolsón de cuero viejo a su lado izquierdo, y viste un aparatoso y mareante vestido color malva claro con todas las flores del campo sembradas en él, unas medias de rayas blancas y moradas, calzando unos zapatos de tacón ancho rojos como los de Dórothy en el Mago de Oz.
NIEVES: ¿Sí? –pregunta, a la visitante, pasándole revista de arriba abajo-
AZUCENA: ¡muy buenos días! – abre exageradamente los brazos, esgrimiendo una enorme y superlativa sonrisa- mi nombre es Azucena Flores Abril, soy la representante oficial de Primavera S.A. de la zona, y vengo a traerle la primavera.
NIEVES: ¿co, como dice? –Balbucea ante el estupor producido por lo que acaba de escuchar-, ¿Qué me trae la primavera?, ¡no diga sandeces! –cierra la puerta de un portazo pero, el paraguas de Azucena, lo impide-.
AZUCENA: ¡Nó, no, no, no querida!, está muy equivocada,- entra a la fuerza en el interior de la casa, empujando la puerta- tengo evidencias de que aquí, en esta casa, nó ha llegado la primavera, y disculpe si le he impedido cerrar la puerta con mi paraguas, en cierto modo, los paraguas sirven para mucha más cosas que para guarecerse de la lluvia, sirven, para protegerse de un sol demasiado picajoso, para defenderse, para darse besos en la intimidad…¿verdad Ernesto? –dice, mirando a la cabeza de pato que hace de mango del paraguas- nó, no me mire con esa cara como si estuviera loca, mire: le presento a Ernesto.
Era mi mascota, ¿sabe?, -parlotea, sin parar de mover los brazos, y de hacer gestos corporales exagerados-, me robaba los sándwiches de mortadela, y un día le dije; ¡Ernesto, un día vas a comprobar todo el peso de mi justicia!, ¡Ay!, ¡y vaya si le cayó!, -suspira, encogiendo los hombros, mirando hacia el suelo- me senté encima de él, sin darme cuenta, mientras se echaba la siesta en mi sillón favorito, ¡Ay, pobre, pobre Ernesto!- vuelve a suspirar-.
NIEVES: siento mucho lo que le pasó a…su…pato-dice, más como cumplido que como comentario sentido-, Dígame, ¿qué ha venido a hacer aquí?, le advierto que hasta el más tenaz de los vendedores que han pasado por aquí, han sucumbido a mi férreo propósito de no comprar nada.-Le dice a Azucena, con las manos cruzadas, la postura firme, y el gesto inquisitivo-
AZUCENA:!nooooo querida!, yo no vendo nada, ¡yo doy!, le traigo la luz de la primavera –va corriendo a las ventanas, recorre las cortinas, y levanta hasta arriba del todo las persianas, dejando entrar la luz a raudales- ¿ve?, ¡ahora todo es más hermoso!, ¡ahora hay más color!- dice, levantando los brazos, y girando sobre si misma varias veces-
NIEVES; ¡Oiga, oiga!, no le consiento que…-protesta, yendo a cerrar otra vez las cortinas y a correr las cortinas, pero Nieves se interpone en su camino-
AZUCENA: tsch, tsch, tsch, -sujeta a Nieves por el brazo, y la lleva junto a la mesa grande del salón- ¿vé?, éstas flores necesitan luz –por cierto, que jarrón más horrible (dirigiéndose al público)-.
NIEVES: nó creo que éstas flores, necesiten mucha luz, son de tela.
AZUCENA: ¡Vaya, querida!, ¡es que són taaaaan hermosas!, que me han parecido frescas, recién cogidas –exclama, uniéndose las manos, llevándoselas a la cara, sonriendo fordamente(son igual de horribles que el jarrón, dice, dirigiéndose al público-).
NIEVES: por favor, le agradecería que se marchara, se lo estoy pidiendo amablemente- se dirige a la puerta para abrirla, e invitar a Azucena a marcharse-
AZUCENA: ¿me daría un vaso de agua antes de marcharme por favor?, ¡tanto hablar me ha dado sed!.
NIEVES: por su puesto, nó faltaría más, pero, prométame, que en cuanto termine de beberse el vaso de agua, se marchará.
Desaparece por una puerta que da a la cocina, momento que aprovecha Azucena para acomodarse en el sofá, encendiendo la televisión que, para su sorpresa, es en blanco y negro, de botones y sin mando a distancia. (Ésta tía vive en un museo, dice al público). Aparece Nieves con una jarra de agua en la mano, la deja en la mesita auxiliar, y se dirige al aparador para coger un vaso-
NIEVES: vaya…veo que se ha puesto cómoda- dice, con gesto seco, sirviendo el agua- Tenga, su agua- le dice a Azucena, hoscamente. Ésta, coge el vaso, le dá un sorbo, y deja una ostentosa huella labial de sus pintalabios y una mueca de desagrado en la cara de Nieves-.
AZUCENA: gracias querida. Permítame que le pregunte una cosa. ¿Conoce algún color que se salga del amplio espectro de los oscuros?. –Se levanta, y se pasea por toda la estancia-. El televisor, es gris, los muebles son tan tristes que me dan ganas de darles el pésame, ¿y esto?- Se fija en el cuadro del Cristo del corazón sangrante, y lo descuelga de la pared, Nieves, horrorizada, se persigna-, ¡despierte querida!, disfrute de la primavera!, ¡de sus olores, perfumes y fragancias!, ésta casa huele a iglesia, ¿nó se dá cuenta?

Nieves, en un ataque mezcla de furia e indignación, coge a Azucena por el brazo, haciéndola daño por la presión de sus dedos, y ésta, con el cuadro en una mano, y sujetándose la pamela con la otra, cruza la sala a trompicones, y Nieves, abre la puerta.
NIEVES:!devuélvame el cuadro de nuestro señor inmediatamente y lárguese de esta casas inmediatamente! –grita furibundamente-, pase lo de encender el televisor y acomodarse sin mi permiso, pase lo de lo de las cortinas y las persianas, pase lo de criticar mi forma de vida y mi casa..!pero al señor nó se le toca!,!laaaargo de aquí.- grita, señalando la calle-.
Azucena, empieza a llorar desconsoladamente, con algún que otro hipido, y se sienta en el sofá, zafándose con un gesto del brazo de Nieves, que se siente sorprendida por tal reacción-
Nieves, se sienta a su lado, cogiéndola de las manos, mientras Azucena, se quita las gafas de sol, y se enjuga las lágrimas con un pañuelo que saca de dentro de la manga de su vestido.
NIEVES: ¿se encuentra bien?, ¿la he hecho daño?´- se interesa por Azucena-
AZUCENA: ¡hip!,!hip!, tiene usted toda la razón, nó soy quien para meterme en su vida, y mucho menos, en decidir cómo tiene que vivirla. Ya no sirvo para éste trabajo, míreme, parezco una vieja estrafalaria…
NIEVES: nó diga eso, mujer, siento mucho haberla gritado –dice, intentando consolar a Azucena- en cierto modo, algo de razón tiene, a veces, me gustaría darle algo de color a esta vida tan gris que llevo, siempre he vivido sola, ¿sabe?, y me he acomodado a vegetar en un mundo soso, anodino, gris.
AZUCENA: calle, calle, querida, le vuelvo a repetir que nó soy quien para decirla como tiene que vivir su vida..-ya no llora, pero sus palabras suenan tristes-
NIEVES: verá… nó sé cómo decírselo –dice, juntando las manos, frotándoselas, entre las rodillas juntas, mirando al suelo-, ¿usted me ayudaría a darle un poco de color a ésta casa, a mi vestuario?- le pregunta a Azucena mirándola a los ojos, unos ojos violetas increíbles-
AZUCENA: ¿de…, de verdad está hablando en serio? –le dice a Nieves con cara de asombro- ,
Le propongo un intercambio. Encantadísima le voy a ayudar, si usted me hace otro favor a cambio.
NIEVES:¿Qué podría yò darle a cambio?- contesta extrañada-
AZUCENA: enséñeme a disfrutar del silencio, de tardes tranquilas, de sombras serenas, estoy cansada de ser como soy.
NIEVES: con gusto, pero, nó deje de ser quien es. Verá, yo vivo sola, como le he dicho, sería un placer que usted se viniera a vivir conmigo, si usted quisiera, vamos,…no sé…- titubea-

AZUCENA: nó, yo tampoco tengo a nadie, si es eso a lo que se refiere – le dice a Nieves, cogiéndola de la mano- pero solo le pongo dos condiciones.
NIEVES: usted dirá –dice, con cara de preocupación-
AZUCENA: primero, deje hablarme de usted. Ya somos amigas, ¿verdad?, – dice, sonriendo-
NIEVES; sí, claro, claro, qué tonta –sonríe tímidamente-
AZUCENA: segundo, que Ernesto esté de acuerdo, es muy exquisito, es un pato con clase –mira a la cabeza del pato, y hace como que habla con ella, en bajito-. Sí, Ernesto me ha dicho que estaría encantadísimo de quedarse aquí, que está cansado de deambular por ahí. ¿Amigas?
NIEVES; amigas.
Se abrazan.

Se baja el telón.

FIN

EMILIANO HEREDIA JURADO


 

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18 comentarios en «Primavera»

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