Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el título “Alenadro lo ha vuelto a hacer”.
En esta ocasión pido NO VOTAR. NO VAMOS A ELEGIR GANADOR. Solo lectura y reflexión, y por supuesto, serán bienvenidos los comentarios.
PATRICIA JT
sin palabras.
Así te quedas después de todo. Vacía, sin sentimientos. Tu cuerpo sigue viviendo pero tu corazón ya no te pertenece. Ya no serás nunca la que eras, ya sabes que nada te completará. Nada te consuela. La vida no es justa. Eras demasiado buena para este mundo. Tu eras vida, alegría y amor. Y no solo eras esas palabras, eras mucho más que palabras. Eras mucho más que sentimientos. Tu estabas por encima de todo lo real.
Cuando estabas a mi lado todos los días eran un sueño precioso. Aún no me creo que no estés a mi lado cariño.
Puedo decir que tuve mucha suerte de tenerte. Aunque hubiera querido tenerte mucho más. Yo iba a cuidarte mucho.
Aún te sujeto la mano esperando que algún día me la agarres. Espérame donde estés que quiero volver a ver tu carita, volver a oler tu olor. Ojalá pudiera cuidarte desde donde estas. Descansa pequeña.
CARMEN JT
Sin palabras
Así me quedé. Sin palabras. Rota. Descosida. Hecha pedazos.
Intenté ser positiva, bueno, no lo intenté. Lo fui. No porque quisiera serlo, sino porque te notaba dentro de mí, notaba luz, vida y fuerza. Qué ilusa, estabas rodeada de todo eso, pero no porque fueras a quedarte, sino todo lo contrario, porque te ibas y querías dejarnos todas esas sensaciones.
Llegó la noche, con ella el cansancio de esos días de altibajos y mis ojos se cerraron a las 23:47. A las 23:48 se abrieron para mirar mi móvil: 5 llamadas perdidas. No quería ni devolver la llamada, mi cuerpo solo temblaba, algo estaba pasando pero mis palabras eran las mismas de antes “va a ocurrir un milagro”, lo tenía tan claro.
No ocurrió ningún milagro, te dormiste para siempre y hasta el cielo lloró como nunca en Sevilla.
Cuando no entendía absolutamente nada, empecé a hilar cosas, ya sé, un ángel había bajado del cielo, los ángeles por desgracia pasan poco tiempo con nosotros. Vienen, hacen feliz a las personas, llenan corazones, sacan sonrisas y se van. Nosotros no entendemos eso ahora, se mezclan sentimientos dispares y es difícil, pero poco a poco, con tu luz y tu alegría que nos dejaste, con tu bonito recuerdo, lo entenderemos, entenderemos a lo que viniste, que solo has querido hacernos la vida más fácil y te llevaremos muy dentro, dentro de nuestros corazones de por vida. Aunque ahora me halle así, sin palabras, tu recuerdo se mantiene vivo y nos mantiene vivo a todos. Gracias por tanto mi princesa chica.
MARÍA JT
SIN PALABRAS
La sonrisa no suena…
….Tu sonrisa será la banda sonora de mi vida.
TOÑI TORO OLMO
No nos hacían falta palabras para comunicarnos, solo nos mirábamos y éramos felices, yo sabía que querías que te cogiera en mis brazos, y te llenara de besos. Había veces que ni me pintaba los labios pensando en no mancharte tu carita preciosa. Soñaba en el día en que pudieses hablar y llamarme abuela, pero no pudo ser. Los ángeles solo hablan con el corazón. Yo creo que mi hija parió un ángel, que vino a la tierra un año para hacer el bien, fueron elegidos como padres tuyos por buenas personas para cuidarte durante ese tiempo, y que bien lo hicieron, y tú hermana que te adora; a mi me llenaste de vida cuando más lo necesitaba, no podía dejar de sonreír cuando te miraba, y ahora me pasa al mirar tus fotos. Nunca te quejaste, no recuerdo tu llanto, solo tu sonrisa. Y ahora incluso después de irte, harás feliz a otros niños, a otras familias, a las que has llenado de esperanza. No podemos verte físicamente, pero estás en nuestros corazones que están llenos de vida y amor para siempre. Estarás en los mejores brazos, Angel mío, en los brazos de mi madre. Hasta siempre pequeñita! Nos veremos amor mío.
ANTONIO RAMOS PINTOS
Me falta una palabra. En el idioma me falta una palabra. Me falta la palabra que utilizaría muchas veces. Veré de descubrirla. De desbrozar la maraña de ideas que nos llevan a utilizar conceptos con su etiqueta y su cordel colgado de una meninge o de una entraña. «Tengo sueño», se lo que quiero decir: Querría dormir, deseo dormir, estoy cansado y no puedo seguir pensando, imaginando, trabajando. Deseo dormir. Quiero la cama con sus cálidas sabanas para desconectar del mundo, de unos pensamientos que pesan como fósiles del alma, de mis tribulaciones mentales, de mis desencuentros, de mí no-ser-yo. Tengo sueño. Tengo sueño. Pero, ¿y cuando lo que quiero no es dormir sino algo más, como puedo explicarme? No deseo pensar porque tengo sueño, pero el dormir implica soñar, y por eso utilizo una palabra tan impropia, sin embargo puedo expresarme con ella porque todo el mundo me entiende. «Tengo sueño», «¡ah, pues vete a dormir!», por tanto, a soñar, a imaginar sin control. ¿Y la palabra que preciso cuál es? «Tengo…», «¿qué es lo que tienes? …, (lo explico), ¡eso no, eso no debes pensarlo, y por supuesto tampoco hacer nada para llegar por tu cuenta!» Si ni siquiera el idioma se ha molestado en buscar esa palabra, ¿cómo la voy a encontrar?, tal vez debería decir: «tengo…, ¿miedo, nostalgia, cansancio, desesperación?, minoscán, mienoscánsa, canosmiédes, minodescán, descamino… ¡Si, descamino!, ¡albricias, descamino podría ser la palabra que busco!»… «Tengo sueño», «¡pues a dormir!». «Tengo descamino», «¡no, no, eso no, Dios mío, eso no!». Vale, descamino. O quizá…, ¿tristeza, impotencia, soledad, egoísmo?, trimsólego, egotrisóm, imtrisgosol, triseg. Si, triseg. «Tengo triseg».
JEZABEL MONTENEGRO
El sinpa
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Hace tres días publiqué un relato y nadie le ha hecho ni un poco de caso. Por llegar a tiempo lo traje con prisa y no le cosi algunos agujeros, si es la razón de este vacío perdónenme, Don Perfectos, peor hubiese sido extraviar en la carrera las palabras por los huecos.
BENEDICTO PALACIOS
HINCHAS A PALOS
Acababa de levantarse el sol, las siete más o menos calculé porque nunca llevo reloj ni móvil. No suelo madrugar pero se me había olvidado bajar la persiana del dormitorio la noche anterior y en cuanto aparecieron las primeras luces, me desperté. Hacía para pasear y algún bar ya estaría encendiendo la máquina del café. Me dirigí al centro de la ciudad porque son estos bares los primeros en colocar la terraza. Caminaba despacio y distraído. Apenas algún coche por la avenida. Era domingo.
A la altura del número dieciocho de un gran avenida se aglomeraba la gente. Me pudo la curiosidad, y este fue el motivo: tendría algo que contar a mi mujer y justificar que había abandonado la casa sin poner en el microondas su taza de manzanilla. Era una acuerdo tácito, el que se levantaba primero dejaba preparado el desayuno sobre la mesa del comedor.
-¿Ocurre algo? –Pregunté a un joven que parecía algo nervioso.
-Son mis abuelos.
-¡Ah!
-Se han marchado de excursión con el Inserso y alguien extraño ha ocupado la vivienda.
-Pues llame a la policía.
-Si no se le ocurre algo más novedoso, deje de preguntar.
-Tengo una idea.
-Que sea útil
-Sus abuelos tendrán teléfono. Marque el número y hablé con el ocupa. Amenace con subir armado.
-Gracias, pero el teléfono está bloqueado.
Uno de la concurrencia lo solucionaba echando la puerta abajo, otro gateando por la fachada del edificio hasta la ventana del balcón en el segundo piso y un tercero llamando a los bomberos.
-Los bomberos, mejor, me atreví a opinar.
-Ya, pero no atienden a estas emergencias. Si se hubiera declarado un fuego…
Me ofrecí voluntario.
-Déjeme que tengo experiencia. Sé cómo hablar y convencer a la gente.
-¿Es usted abogado?
-Soy profesor.
El que decía ser su nieto me miró casi con desprecio. No debía guardar buen recuerdo de su paso por las aulas.
Mientras subía la escalera decididamente, estaba considerando que me había metido en lío sin comerlo ni beberlo. A mí ni me correspondía solucionar una situación como esta.
Llegué hasta la puerta. Se oía una fuerte discusión. Los ocupas tenían montado una buena gresca. Llamé al timbre y no hubo una tregua.
Temblando metí la llave en la cerradura y giré . Nadie a la vista, pero la discusión no cesaba. Me seguía el nieto muerto de miedo.
-No te muevas. Esto lo arreglo yo.
Paso a paso me acerqué a la habitación de donde procedía la disputa.
Dos periodistas de una radio debatían si había que acabar con los hinchas de un equipo de futbol en el río o a palos.
Volví la vista atrás. El nieto que me seguía tenía la cara del color de la cera. Solté una enorme risotada. Le pregunté qué le ocurría, pero se había quedado mudo, no me salían las palabras.
MARÍA LARGO
Cómo defenderte, protegerte,alertarte de lo malvado que puede ser el ser humano? cómo puedo llevarte siempre conmigo,evitar que crezcas,que salgas,que te humillen por ser mujer o que intenten forzarte? cómo puedo explicarte que tengo mucho miedo de que te hagan daño? De qué un día no pueda volver abrazarte,a besarte,a olerte,a escucharte..
Cómo parar el tiempo y que siempre estés aquí?protegida,a salvo,a mi lado.
Cómo contarte que el mundo es cruel,malo,sangriento,envidioso, psicópata, cínico y despiadado? Cómo enseñarte a no confiar en nadie, a no hablar con extraños,a gritar si te hacen daño,a no guardar malos secretos.. si tú eres todo amor,inocencia,simpatía,dulzura y bondad!
Qué difícil es verte crecer ,ajena al mundo que,como hoy, congela corazones escuchando malas noticias o viendo todos los días guerras y muertes que no cesan.
Cómo madre,hoy lloro con y por esos padres que quizá,algún día, también se hicieron estas preguntas mientras abrazaban a su hijo, quizá también escuchando otra triste noticia le besaron y le dijeron»no quiero que te pase nunca nada,eres lo que más quiero en esta vida». Y sin saber cómo ni por qué hoy la noticia es su pequeño Gabriel. Allá donde estés llénalo de luz con tu sonrisa.
MARÍA RUBIO OCHOA
SIN PALABRAS
Sin palabras en momentos que son para sufrirlos. Sin palabras cuando se te pone un nudo en la garganta. No puedes comprender como un ser humano puede llegar hacer tanto daño. Sólo el pensamiento me dicta que puede ser una mente enferma. Es mejor dejar sin palabras los calificativos arropado el dolor con silencios.
LA XICUELA DE CORRIOL
Sin palabras me encuentro delante de mi libreta de pensar. Ésa, la verdeazul. La que me saca todo lo que llevo dentro sin saber porqué. Hoy no tengo palabras. Estoy muda ante ella, con mi bolígrafo de la suerte, ese BIC que nunca falla hasta agotarse su última gota de tinta.
Pero hoy estoy bloqueada. Los últimos días y acontecimientos me dejan perpleja y muda, llena de rabia y desasosiego. ¿Por qué? Quizás por impotencia y desesperación que no se puede explicar con palabras y ni tan siquiera con gestos. Siento un frío glaciar, y un poco más de desasosiego. No se puede vivir así, con miedo, sin sueños, sin futuro…
La vida nos debe compensar por los momentos amargos. Debería ser una obligación. No pedíamos mucho. Salvar a alguien inocente en todos los sentidos habidos y por haber.
Pero la libreta sigue en blanco y el bolígrafo parece que se resiste a escribir, tantas verdades como puños y tantos sentimientos encontrados. Hoy, precisamente, no quiere seguir adelante con ninguna historia. Me deja con las manos en la masa pero sin palabras.
LUCIDECES ROMUALDO RAMÍREZ
Al llevar de nuevo reloj (sin palabras)
Después de más de un año
yendo por la vida sin reloj,
decidí llevarlo
para que le cambiasen la pila
y la correa que tanto
le gustó morder
a nuestra gata Tulsa.
Hoy he ido a recogerlo,
y mientras iba caminando a casa
me lo he vuelto a poner.
Y entonces
me ha dado pena,
porque ya
no tendría excusa
para seguir preguntándote
constantemente
«¿Qué hora es?»…
mientras me arreglo
para ir al trabajo.
Pensé que al llegar
tenía que darte las gracias
por haber tenido tanta paciencia
y no haberme mandado
nunca a tomar por saco
por pesado.
Sin embargo,
cuando he llegado
y me has visto
que volvía a llevar reloj,
me has puesto
carita de pena.
Y te has apresurado
en dejarme claro
que te gustaría
que siguiera
preguntándote la hora
cuando quiera.
Yo no te he dicho nada,
sólo que me iba a dormir,
pero en realidad
me fui a escribir
estos versos
antes de
que me quedase
por tu culpa
una vez más…
sin palabras.
PIETRO IGARZA
Cuarteto «SIN PALABRAS»
En tus labios nacerá suave brisa
dejando a quien suspire sin palabras,
siendo quintaesencia cuando abras
tus dulces puentes sin andar deprisa.
Un cuarteto con mucho aprecio para el grupo por el tema semanal.
SARA LÓPEZ
No es que conserve demasiados recuerdos de aquel día, pero una de las imágenes que siguen nítidas es la de ir caminando por esa senda plagada de hierbajos apretando fuertemente tu mano.
No nos dijimos nada.
Nuestra respiración se fundía con el ruido de los aspersores en la madrugada y del vaivén de algún coche solitario. Llegamos a aquel parque en lo alto del monte. Mi estado de ebriedad distorsionaba mis dudas, convenciéndome de que era un honor estar allí contigo, cogida de tu mano. Tú, mientras tanto, mirabas distraídamente el horizonte desde lo alto. Ante tu silencio impenetrable, solté delicadamente tu mano y apoyé mi espalda en un muro gélido y salpicado por gotas de rocío. Encendí un cigarrillo e inhalé el humo azul que devolví a un cielo destemplado sin estrellas, y pude sentir cómo me invadía un repentino vacío. Casi el principio de la sombra de la decepción. Podría haber tenido tantas cosas… Y, sin embargo, en ese momento, sólo me quedabas tú. Metiste tu mano bajo mi blusa sin avisar, sin pedir permiso. Tú no necesitabas afirmaciones. Eras un hijo de la calle y yo, una simple aprendiz del asfalto. Parecíamos perfectos el uno para el otro. Tu dominio devoraba mi ingenuidad como un animal hambriento. Pasaron varios desconocidos por nuestro lado. Y reían. Se reían de nosotros y de tus manos sobre mis pechos. Empezó a invadirme una sensación de vergüenza irremediable. Susurré tu nombre como si pudiera romperse y te pedí que parases. Tú me respondiste, sin piedad, que no pensara en nada, que me dejase llevar.
Y eso hice.
Mi mente sobrevoló los muros de aquella cárcel y tú tomaste posesión de mi cuerpo endeble. Volví de mi viaje astral de inconsciencia a la mañana siguiente, tendida entre las rocas como si fuese un cadáver. Tú ya te habías ido, dejando tras de ti los restos de las ilusiones pertenecientes a una niña que antaño había creído en la idea del amor. Nunca más volví a verte, pero tu nombre se agrietaba bajo mi piel peligrosamente, amenazando con clavar sus cristales rotos en mi alma. Y así fue como dejaste sin palabras una vida a cambio de un instante de tu placer.
CARLOS TABOADA
SUSI Y ADOLFO
Antes de ayer, estaba en la cama con Susi. Tras un rato de buen sexo, charlamos. Le conté algo. Le dije que hacía un par de semanas, fui a La Coruña por motivos de trabajo y aproveché la tarde para salir. Me metí en un bazar que el dueño trataba de liquidar, y, compulsivamente, le hice una oferta por algo que vi. Regateó un par de veces y la aceptó: quería cerrar en una semana, dijo. Compré mil viejos libros que se acumulaban en estantes y cajas de cartón. De media, los conseguí por veinte céntimos cada uno. Pregunté a Susi si conocía a alguien que quería tantos libros. Agarró el paquete de tabaco y encendió un cigarrillo. Para mí, era lo peor que podía hacer, después de haberlo pasado bien. Escuché sus palabras. «Conozco a uno que te los puede comprar», pensó, echando la primera bocanada por la chimenea que acababa de comer. «¿Y eso? ¿A qué se dedica?», pregunté, acercándome a la ventana que abrí, a pesar del frío de afuera. «Tiene un Café de lectura por los aledaños de la calle Toledo. ¿Puedes cerrar la ventana? ¿O no abrirla tanto? Sé que ha comprado el local adyacente, y a buen precio. Como tú los libros. Puede que le interese llenarlos de tu basura.» «¿Cómo dices?». Me pidió que le acercara el móvil y me pasó su número de teléfono. Adolfo se llama; o se llamaba, según se mire.
Quedé con Adolfo. Por teléfono, su voz era incrédula y pausada, como si le debiera algo. Me citó, efectivamente, en una calle perpendicular a la de Toledo, sobre las doce de la mañana. «Muchas gracias, Adolfo. Gracias», repetí. El tipo cortó la llamada y no se despidió.
Llegué diez minutos antes y él media hora después. Eché un vistazo general. A la izquierda había un pequeño escenario con fondo de librería llena de libros, apilados entre sí como piezas inservibles de un desguace. La parte central se distribuía entre sillas y mesas de diferentes medidas y tamaños. Y, a la derecha, se situaba la barra, adonde me dirigí. Sorprendentemente, con los primeros pasos, comprobé la mugre del suelo adoquinado que pisaba: las suelas parecían despegarse de una invisible alfombra grasa. En un instante, pensé que debía irme de allí. Traté de reponerme pidiendo un café solo, que el chico tras la barra sirvió, colocando junto a la taza y encima del platillo, una pastita que cogió con los dedos. Me fui al aseo. No levanté ninguna tapa porque no había. Cuando descargué, lo hice aguantando la respiración, no fuera que el olor nauseabundo llegara a mis pulmones. Antes de salir, cuando me subía la cremallera, adiviné que, en una esquina, se iba solidificando cierto color amarillo. Me senté pavorido junto a una pequeña mesa de mármol. Como quise doblar la rodilla, me atreví a coger la mesa para desplazarla, y entonces…. palpé con los dedos cierta humedad que crecía por debajo. Asqueado, enfermo, me levanté para largarme. Pero en ese momento, apareció Adolfo. Supe que era él porque era un tipo muy parecido al local, aparte de acercarse a mí. Me ofreció la palma de su mano. Al apretar la mía, me pasó el sudor y sonrió. Vi todos sus dientes unidos por un hilillo de sarro. Vi su barba canosa y descuidada, que se comía los labios y hasta tapaba los orificios de la nariz. Vi cómo le crecía el pelo tras las orejas y el resplandor de su coronilla. Vi una mirada suspicaz y oscura tras los escrutadores ojos. No sé qué me dijo. Yo me quedé sin palabras. Sentí alguna que otra arcada. Con el dedo, me señaló las características del local. Ahí tal, esto que ves, aquel cuadro, la mesa redonda… «¿Hablamos de tus libros? Sentémonos», me invita. Simulo otra visita al aseo. Le indico mi café. «Vamos a esa esquina», dice, cogiendo mi taza. Permanezco un minuto encerrado. Creo que me invade proporcionalmente la ansiedad como la suciedad al local. Salgo de la asquerosa cueva. Está hablando con el chico de la barra. Me dirijo directamente hacia él. No sé cómo me salen las palabras. «Lo siento, tengo que irme. Acaban de llamarme del trabajo. Se ha puesto malo el jefe. Una indigestión, parece», excuso mientras me alejo, sintiendo su odio atravesándome. «Lo siento. Ya nos veremos. Adiós.» Salgo por la puerta y huyo y corro de verdad como nunca, llegando al final de la calle.
Al cabo de un rato, pulso un par de teclas en el móvil.
Llamo a Susi.
JULIA HERNÁNDEZ
Prométeme el último baile que hagas en tu vida, tu último aliento, tu último pensamiento.
Prométeme que todos los veranos serán igual, que el frío del invierno no congelará nuestros sentimientos, que en otoño tus promesas no caerán con las hojas de los árboles, y que la primavera sólo estará llena de flores, risas, emociones…
Promete dejarme sin palabras cuando vengan días torcidos, y que arreglarás mi mundo, cuando sólo sienta vacío.
Prométeme todo y nada, permíteme quedarme con el recuerdo de lo que pudo haber sido y que por mi egoísmo una vez más, sólo son palabras en una página que se marchitará en el hastío.
VIRGINIA FÁTIMA GONZÁLEZ
Feroces, como el hacha del verdugo
las palabras troncharon mis esperanza,
el dolor, la angustia se cerraron
dentro de mi garganta en un nudo feroz.
Me ardían los ojos por el llanto,
impotente,que se negaba a brotar.
Quise gritar, maldecir…
A Dios… Al Mundo…
y estaba allí, sentada, sin palabras…
La condena era inexorable…
¿Meses? Un año tal vez…
¿Y qué hacer?… ¿esperar?…¿Llorar?
No pude ponerme de pie
por como mi cuerpo temblaba.
El médico carraspeó, preocupado,
-Tenía que ser franco – me dijo
-Ahora depende de usted.
Y elegí ser libre… Vivir cada día
como si fuera un milagro…
así se acortara el tiempo…
hasta beber la gota final
de este amargo acíbar…
Cuando cerré la puerta…
juré no volver jamás…
EDRAS GERSON
SIN PALABRAS:
«Sin esas vocales y consonantes que forman el diálogo,asi me quede en el momento que te vi plantado frente mi.
No sabría expresar el escalofrío que estremeció mi cuerpo al verte en ese rayo de sol,no sólo se bloquearon mis piernas,mi corazón y mis pensamientos,sino mi alma se quedó helada al verte sonreir desde aquella lejania.
Mudo se quedo el tiempo y en silencio el espacio que me rodeaba,tenía miedo de avanzar,de llegar hasta ti sin saber ni siquiera que decir.Estaba enfrente mía el momento que tanto anhele y no sabia ni siquiera que responder.
Llegaba la brisa que me decia ahi está el amor de tu vida,saque la valentía y me puse a caminar,ansiaba llegar,ponerme frente a él,poder hacerle la promesa de que no solo en está vida sino en mil más lo volvería a enamorar porque ni la misma muerte seria capaz de volverme a alejar.
Lo miraba y con el lenguaje sordo del amor,ese que se escribe con el alma,se lo dije todo sin pronunciar palabra,porque simplemente lo miraba.
Tiempo después,sigo sin palabras que puedan describir lo que en ese momento sentí camino al altar,sendero para llegar hasta él,mi amor.»
TONA REGUEIRO SALAS
Hoy miro a mis hijos y los disfruto con melancolía, tienen su misma edad. Hoy me he quedado sin palabras al leer lo que ya era de esperar. Sin palabras para definir la maldad del ser humano, sin palabras que expliquen cómo alguien puede hacer daño a un niño. Hoy me he quedado sin palabras y sin ganas de hablar.
BÁRBARA L. LÓPEZ CARDONA
Tengo un papel en blanco mirándome desde la mesa, esperando ser escrito, pero las ideas cual relámpagos tan pronto llegan desaparecen sin darme tiempo a sujetarlas.
Miro a mi alrededor y las fotografías que evocan un pasado no muy cercano, parecen juzgarme con sus miradas severas y sus incambiables expresiones de rostro, los libros en la estantería se me antojan mustios enredados en telarañas, entre ellos susurran «Qué pasa que nos abandonas?» y me miran con desconsuelo.
Todo me desconcierta, quisiera escribir la historia más hermosa del mundo que pudiera tocar corazones pero solo letras sin sentido pelean entra ellas queriendo ser protagonistas del relato que aún no llega.
Pasan algunas horas y siento una terrible confusión en mi cabeza tratando de lidiar con torbellinos de palabras inútiles e insulsas que mi mano se niega a escribir.
Quiero inspiración, ideas que tengan resonancia, más no hay tal cosa, las musas han decidido dejarme, resentidas creo, pues las he atacado la otra tarde, pensé no necesitarlas y ahora me doy cuenta que sin ellas me quedo ‘sin palabras’
TOMÁS ERPERROANDALUZ
BALLENA AZUL RELLENA DE BUEYES (receta blw para dos)
-Una ballena azul fresca (pequeña, de unas 100 tn), de potera a ser posible. Nada de piscifactorías, que eso es maltrato animal
-8-10 bueyes añojos, pelados, sin cabeza y destripados
-15000 kg. de cebolleta picada
-8000 kg. de pimiento rojo
-3000 kg. de ajo
-1500 kg. de romero, que tiene mucho hierro
-12500 litros de aceite de oliva virgen extra o, en su defecto, aceite de coco
-una pizca de nuez moscada, unos 750 kg.
Se marcan los bueyes. En el mismo aceite, se hace el sofrito con las verduras y se deja que se tome. Después, procedemos a rellenar la ballena, que habrá sido previamente limpiada y descongelada durante al menos 48 horas para evitar los parásitos. Se introducen los bueyes empleando un puente grúa o una carretilla elevadora, lo que más a mano se tenga en la cocina. Después se añaden las especias y un chorreón de aceite y se mete al horno unas 75 horas a 180º sin ventilador.
En el último momento se puede encender el grill y dorar al gusto con una falsa bechamel de leche de avena, por ejemplo.
No es una receta para todos los días pero un domingo te dejará sin palabras.
KARLOS WAYNE
La primera vez que vino la enfermera con aquella jeringa amenazante, con aquella aguja invasora que le arrancaba el miedo, creyó que se iba a morir, pero no ocurrió. Y respiró aliviado. La segunda vez, cerró los ojos esperando que el dolor, esa vez, no le sacara la vergonzosa lagrimita delante de la sonrisa de la enfermera. A partir de la tercera ya se envalentonó. Se sentó y esperó estoico. Hoy es la inyección número diecisiete, ¿o es la diecinueve? Qué difícil se ha vuelto seguir la cuenta para el pequeño Edu, que pese a que sabe que aún le duele, espera cada día con emoción a que llegue Natalia a pincharle. Le gusta cómo huele, (y cómo le acariciaba la cabeza con sus dedos finos y largos) cuando se le acerca a preguntarle cómo está hoy. Él siempre contesta lo mismo, lo aprendió el día de la inyección número siete. Normalmente no le gusta tener compañeros, pero aquel día llegó un chico bastante más mayor que él, como de la universidad, y no le importó mucho por que pronto se dio cuenta de que no hablaba español. Tras un par de intentos fallidos de comunicarse, el chico de la universidad se dio por vencido y se abrazó a la tele. La enfermera, que no era Natalia ya que esta comenzó a venir con la inyección número trece, le preguntaba en inglés y el chico le contestaba también en aquel idioma. El chico murió al poco, o eso creyó Edu, ya que vio a los familiares llorando mucho el día que lo sacaron de la sala. Aquel día recuerda Edu que trajeron globos y flores y la verdad es que no entendió muy bien que tenían que ver los globos con morirse… El caso es que el chico de la universidad le cayó bien después de todo y para homenajearle, pensó que sería una buena idea seguir dando aquella respuesta. Pero la enfermera, al igual que el chico de la universidad, no volvió. Y llegó Natalia, con su olor, con su sonrisa y sus dedos largos navegando por su pelo. Le costó dos inyecciones más atreverse a contestarle, pero cuando lo hizo se arrepintió de inmediato el no haberlo hecho antes. Edu no tenía ni la más remota idea de lo que aquellas palabras significaba, lo mismo le estaba diciendo que su culo olía a pedos podridos como le podría estar pidiendo matrimonio. Pero cada mañana, al entrar Natalia por la puerta con el carrito de las inyecciones y preguntarle “¿Cómo estás hoy?”, el “Living the dream” de Edu iluminaba la cara de la enfermera. Cuando se recuperara del todo, Edu iba a estar estudiar inglés. Ese idioma tiene algo que hace a las chicas sonreír.
Si, hoy es la inyección diecisiete. Y a estas alturas Edu ha aprendido a hacer un movimiento de ojos para que Natalia sepa lo que él quiere decir. Ya no necesita usar la palabra. Así de conectados están. Ella le pregunta cómo está y él entorna un “Living the dream” con la mirada. Pero pese a esta complicidad, algo preocupa a Edu. Su frase en inglés ya no parece causar el mismo efecto en la bella enfermera. Su mirada se ha oscurecido. Sus dedos finos ya no le acarician el pelo, en su lugar le acarician la mano y claro, no es lo mismo. Igual es por el gorro de Batman que su madre le obliga a llevar, aunque se ase de calor. No está seguro. A lo mejor se le ha muerto un enfermo, como le pasó al chico de la universidad, y eso le ha entristecido… ¡Vete tú a saber! Pero ya se preocupará de eso mañana. Por que hoy Edu está de cumpleaños. Su familia ha venido al completo, con globos y con flores. Y le tocan y le besan. Y es raro, por que en su último cumpleaños Edu recuerda que era invierno y nevó y hoy todo el mundo lleva ropa de verano.
CARLOS PADILLA
Estoy a lado de mi amada, pero no habla, la veo a los ojos y ella me ve a mí.
El tiempo perfecto, el momento adecuado y la hora exacta.
Cuando dos almas se encuentran para estar en amor y paz.
Dos volcanes que están apagados, pero solo un beso basta para que estallen y destruyan todo a su paso.
El cosmos y los astros decidieron que estemos juntos… el ¿por qué? Nunca lo sabré y ni me interesa, vivo el momento y saboreo el placer de tenerla conmigo.
Pienso si Dios tiene un plan para nosotros y solo me dejo llevar, la pasión, el amor y el futuro corren por mi mente y corazón al estar con ella.
Todo esto pasa en mi mente y en mi corazón, todo esto pasa en un momento de silencio, todo esto pasa cuando encuentras a la persona indicada, cuando los silencios ya no son incomodos y cuando te comunicas sin palabras y sin nada.
Todo esto siento cuando estoy con ella en un momento de silencio y sé que ella tiene la misma sensación cuando nos vemos, porque no dejamos que hable nuestra voz, dejamos que hable nuestro corazón y amor.
LOLY BÁRCENA HUMANES
Cuando vi el tema de la semana me propuse escribir algo que hiciera sonreír, me apetecía escribir frases donde sin palabras se inundará de luz quien lo leyera. Estaba cansada de escuchar tantas cosas tristes, tantas palabras malas.
Quería que “sin palabras” fuera un punto de positividad, de arrancar de las garra del egoísmo del yo, un mucho de nosotros.
Quería darle a un amigo, los abrazos que en persona no puedo, porque la vida a veces es asquerosamente injusta, castiga con la indiferencia, a personas que valen un millón de sonrisas, que me obliga a no poder estar a su lado cuando sé que lucha contra la oscuridad y la amargura . 😥
Quería escribir a mi amigo-compañero-amante, un “Sin palabras “para que supiera, (ya lo sabe), que es mi alma, que él es yo, que sin mi “yo” podría vivir pero sin sonreír, sería una copia de mi ser porque me faltaría lo mejor que tengo.
Pero leyendo un relato, me vino unos sentimientos que se guardaron “sin palabras”, que se metieron en una nube de nácar blanca en lo más hondo de mi corazón.
Y sin saber cómo salió este:
Sin palabras.
Despierto, aun agarrada a tu mano, que me anclo a tu luz, luchando contra la oscuridad, el miedo, que la noche me trajo parece que no quiere marchar, se queda conmigo como un compañero malo de viaje.
Estas ahí callado, tumbado a mi lado, velando ese mal sueño que empezó hacia unas horas, en una sala de urgencia, deshumanizada , donde eres un número, un historial, donde sin miramientos , me dieron la peor de las noticias, tu corazoncito dejo de latir, debía sacarte de mí .Te debían arrancar de tu cuna suave y protectora. No me lo podía creer, no quería creerlo , me negaba aceptar que ya no estabas que no volvería a sentir tus pataditas , que sin motivo , ni razón ya no volvería a sentir tu corazón, que no podría ver tu cara junto a la mía, que no podría comerte a besos , enseñarte a sonreír.
Sin palabras.
Tus ojos me miran, con esa candidez que siempre utilizas cuando sabes que mis miedos me atacan, cuando sabes que quiero ser fuerte, cuando solo deseo llorar.
Tus manos me acarician, son como plumas, cuan distintas de otras veces, pero hoy son mis anclas, hoy me levantan, suaves pero enérgicas, obligando a mi todo a seguir con lo inevitable.
Sin palabras.
No es necesario, solo nuestras miradas hablan, sin sonidos se dicen lo que necesitamos. Nos necesitamos como uno solo, nos necesitamos para poder llegar. Para seguir siendo. Para llenar el vacío que va a dejar este hijo que no nacerá.
Sin palabras
Me acerco a la cama de mis ojos azules, miro ese dormir bello de los inocentes, del que no sabe nada, del que no entenderá, que su mama se ira unos días, sola regresara que no traira consigo al que iba ser su compañero de juegos, el que iba a llenar de palabras nuestro hogar.
Pero una sonrisa, por un instante, aparece en mi rostro cansado, esos ojos azules, me elevan, y me da la fuerza que necesito, lo haría todo por él, bajaría al infierno y regresaría fuerte y con ganas de jugar solo por estar con él.
Sin palabras.
Con sus manos y sus ojos me encamino a donde sé que debo ir , hago lo que debo hacer , lloro en silencio todo el dolor que me produce decirte adiós, sabiendo que la vida debe seguir .
GABRIELA MOTTA
Sin palabras me ha vuelto a dejar
Desnudo sobre su envoltorio lo veo y no me puedo resistir.
Me atrae su color, su aroma y su forma de lucir.
Lo tomo entre mis manos y un mordisco lo hace crujir.
Al rozar mis labios húmedos se comienza a derretir,
lo dejo que repose en mi boca para que se comience a fundir
sintiendo su fino aroma, su gusto comienzo a predecir.
Luego despacio y con calma hacía mi paladar lo vuelvo a subir
probando su fina textura, sus matices comienzo a intuir.
Una vez que lo he triturado, por mi boca lo vuelvo a repartir
para así con este sencillo acto, sus características poder percibir,
y nunca jamás me defrauda, cálido y suave siempre lo vuelvo a sentir
su sabor tan íntimo me atrapa, y ante mis sentidos al cacao lo veo relucir
su dulzor, acidez y su amargor, con alguna fruta que no logró definir,
me hace degustarlo pensando que sin él no podré vivir.
Es un placer para mis sentidos,
sobre todo, para mi paladar
disfrutar de un buen chocolate minuciosamente elegido
que sin palabras siempre me vuelve a dejar.
FUEN CALDERÓN ROMERO
Cuando ves a tu hijo por primera vez. Cuando te dicen que a alguien a quien amas le quedan pocas horas de vida. Cuando ves la maldad y los actos de bondad de los que puede ser capaz un ser humano. Un te quiero, un no te quiero. Cuando alguien que llevas en tu corazón te hiere y no quieres responder del mismo modo. Cuando tienes que dar un abrazo de esos que envuelven porque no encuentras otro modo de expresarte. Una sorpresa. Cuando te cogen de la mano en un momento difícil. Un paseo por la orilla del mar aspirando la brisa y sintiendo el agua mojando tus pies. Una puesta de sol. Un amanecer. Cuando cumples un sueño. Cuando alguien a quien apenas conoce se comporta como un amigo haciendo algo inesperado por ti. Cuando ves marchar a alguien a quien quieres y un nudo en la garganta impide que brote cualquier sonido. Un día ajetreado y el silencio de la noche…el silencio. Cuando las emociones no quieren salir. Una reacción inesperada. Cuando vas a la habitación de tus hijos y les observas durmiendo. Cuando sólo quieres escuchar tu propio pensamiento porque necesitas tomar una decisión. Cuando escuchas una canción que, por un momento, te transporta al pasado. Cuando de niña me regañaban mis padres y sabía que había hecho algo que no estaba bien. Cuando quieres tapar bocas sin hablar, sólo con una sonrisa aunque estés rota por dentro. Cuando vives y comprendes que en la vida hay momentos que no se pueden expresar con palabras. Cuando naces. Cuando mueres. Cuando sueñas. Cuando una mirada lo dice todo. Cuando un gesto lo dice todo. Cuando un acto lo dice todo. Sin palabras.
FELIPE IGNACIO
A lo lejos vi los recuerdos, como chorreando por su espalda. El amor se congeló en mi pecho y por mis pensamientos se cruzó un inútil “te amo”.
Sabía adónde se dirigía. A esa fractura en nuestro amor, a ese silencio forzado en nuestra cama. No era primera vez que lo seguía hasta aquel edificio. Era el departamento 69 según me informó el detective, mal número para mí imaginación…
Desde la sombra de un árbol lo vi tocar el citófono. Le habló de cerca a la máquina, sonó un pitido y el infeliz cruzó la reja como Pedro por su casa. Me mordí los labios hasta el sangrado para no increparlo ahí mismo. Tenía que ser paciente, no era momento para otro de mis arrebatos.
Esperé unos minutos hasta que una veterana de joroba y vestido floreado se acercó a la reja y tocó el citófono. Caminé muy casual y cuando sonó el pitido, una cordial sonrisa me dio la entrada al edificio. Con un amable gesto rechacé su invitación a tomar el ascensor, preferí la discreción de la escalera.
Cuando llegué al sexto piso registré los bolsillos de mi abrigo hasta dar con la llave “de la oficina”. Tanto que me costó aguantarme la risa mientras él la buscaba el otro día; por suerte para mí, nunca ha sido muy ordenado con sus cosas, así que después de un rato se convenció de haberla perdido.
A lo que llegué a la puerta del departamento me di cuenta que escuchaban a todo volumen esa canción que pusimos en nuestro matrimonio. Mis lágrimas estallaron sin control mientras la sangre caía de mis labios, garantizando mi silencio.
Apenas pude calmarme, introduje la llave en la cerradura, giré suavemente mi mano y tras un leve chirrido, entré al departamento. Lo primero que vi fue su pantalón en el living con unos sostenes encima y ya no era lástima lo que sentía, era odio. Un rencor que me ardía desde las entrañas.
Me acerqué hacía la habitación de donde venía la música y poco a poco la canción se fue confundiendo con unos delirantes gemidos y un arrítmico golpeteo, que supuse era de la cama. Me asomé a la pieza y los descubrí empapados en sudor, fornicando como los perros. Miraban a la pared, así que ninguno se enteró de mi presencia.
Saqué el puñal y sigilosamente acorté distancia. Con mi mano izquierda le tapé la boca al desgraciado y con la derecha penetré su espalda a la altura del corazón, para que sienta lo que yo.
Muy cerca vi los recuerdos, como chorreando por su espalda. El amor se congeló en mi pecho y por mis pensamientos se cruzó un inútil “te amo”.
PEPINO MARINO ERRANTE
La chispa que nació para hacer fuego, un día se transformó en lenguaje. Y el lenguaje, se convirtió en palabra.
La palabra se hizo vida.
Se hizo instante.
Se hizo chasquido inquebrantable.
Como una gota de agua en cinco océanos,
apareció la connotación.
¡Se resbalaba! Se escurría…
No se dejó coger entre las manos.
¡Y cuánto corrían!
Qué rápido corrían las palabras…
Antílopes de viento.
Delfines en los mares.
Sobrevivían imbatibles a cualquiera.
Atravesaron cientos de cantares.
¿Qué somos sin palabra?
Humanos…
Comenzaron a prestarla.
A injuriarla.
A enjaularla.
A manosearla.
El valor de lo implícito sintió que la abusaban.
El mundo gélido. Triste.
Maternalmente sin niño.
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*Gordito de Triana, cantaba este fandango, que dice:
Me cantaba y me mecía,
Yo recuerdo cuando niño…
Me cantaba y me mecía.
Qué felicidad más grande,
Dormir como yo dormía
En los brazos de mi mare.
«Aspiro a más humanidad». Rumi.
ROBERTO MORENO CALVO
¿DÓNDE ESTÁN LAS PALABRAS?
Las palabras se me escapan. Ya no habitan en mi lápiz. Los folios se me antojan como desiertos blancos incapaz de ver un horizonte que diga lo que quiero expresar o lo que siento.
Por favor, ¿usted no habrá visto a dónde se han ido? No dejo de buscar entre las costuras de mi imaginación y no veo ningún roto por el que hayan podido huir. Bueno, no sé porque hablo de huida, si no les he hecho nada.
Por favor, ¿usted no sabrá él por qué se han ido? ¿Acaso tienen un destino que seguir? ¿Pero no se dan cuenta que sin mi ya no tienen sentido?
Por favor, ¿usted no tendrá unas cuantas de sobra para darme? Prometo que las trataré bien, que las respetaré y haré todo lo posible por darles un sentido justo.
Por favor, ¿usted podría repertirme lo que me acaba de decir? Un viento me ha susurrado que busque no se que y no le he escuchado bien.
¿Cómo? Qué aún no se explica como sigo escribiendo a lápiz cuando yo soy una goma. Pues porque me resisto a que mi ser condicione mis actos.
OLGA LUJÁN
MUSAS SARCÁSTICAS
«Palabras desprendidas de un árbol quebrado.
Vanas, mudas, sordas, efímeras».
Buen comienzo para el poeta. Sí, un buen comienzo. Sin embargo, las horas pasaban y el papel solo le devolvía estas dos líneas. Él angustiado buscaba, una y otra vez en lo más recóndito de su alma, palabras que le permitieran continuar con su obra. Era inútil. Se había quedado sin ellas. Nunca antes sucedió.
Las musas, acudían veloces en momentos como ese. Las traían en sus manos. Siempre tan disciplinadas, soñadoras, irónicas y un tanto caprichosas, ofrecían palabras a modo de regalo.
Pero hoy no llamaron a su puerta. Las vio pasar por la ventana. Quiso atraparlas y huyeron. Se marcharon burlonas al encontrarle desesperado por su ayuda y sin más, desaparecieron. Marchaban a otro lugar, o quizá ni siquiera eso, solo querían descansar. Yo, iluso y egoísta, creí poder cautivarlas con mis súplicas esperando que ellas hicieran el resto.
Una de las musas, antes de evaporarse, me guiñó un ojo a la vez que me lanzaba una pequeña nota donde decía:
» Palabras desprendidas de un árbol quebrado.
Vanas, estériles, sordas, efímeras»
LUISA VÁZQUEZ
¿Se puede escribir sin palabras? ¡Claro que sí! Cuando estas salen del corazón. Cuando son un sentimiento. Cuando hablas de alguien que amas profundamente. Al lector se le desdibujan los caracteres y se convierten solo en una transmisión directa de sensaciones.
Os voy a hablar de alguien que me ha dejado siempre sin palabras, ¡y con mi verborrea compulsiva eso es difícil!.
Se trata de mi sobrino pequeño. Se llama Alex y tiene, ahora, 12 años.
Posee una capacidad admirable de amor. Cuando los niños en general, aceptan un beso a regañadientes, el te besa, te acaricia, te abraza de tal manera que te envuelve y te hace olvidar tus problemas, tus penas.
Es sociable, hablador, divertido y feliz porque sí.
Es un tremendo observador, todo lo ve, de todo se da cuenta. Te asombra su capacidad de analisis y comprensión.
A veces me mira y, su serenidad me hace avergonzar de mi indecisión.
Siempre está dispuesto a ayudar. Es el único que echa una mano a su madre por la que siente una admiración que envidio.
En cuanto a mi, tenemos una conexión que yo creía que no podía existir, desde el momento en que nació. Su madre y yo, cuando era un bebé, pensábamos que él notaba algo en común entre las dos que nadie más podia ver.
No necesita que le preguntes ¿me quieres, mi amor? Él te lo dice, porque sí.
Nos vamos a merendar juntos y, como él dice, «ha hablar de la vida» y me quedo allí mirándolo decirme cosas que parecen salidas de una persona mayor, veo a mi niño como un hombrecito que me enseña y me callo, no le interrumpo, le admiro.
Pero, a la vez, el c… tiene esa fina ironia y sentido del humor heredado de mi madre. A veces le digo «niño, un poco de respeto, que soy tu tía», frase que, por supuesto, hace que no ha oido.
Está dispuesto a hacer todo lo que le propongo, ¡incluso escribió una entrada en el Blog a medias conmigo!.
En fin que, cuando estoy muy triste, cierro los ojos y pienso en su cara sonriente, en su abrazo, y me siento mucho mejor.
Esto es para mi escribir sin palabras.
Os voto a todas y todos y todes y todus, y al dios Horus. A todis no, que suena muy “hola bebé”. Así que, un besazo muy fuerte desde el corazón, y amor para transformar el dolor.