Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «posmoderno». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 21 de septiembre!
* Por favor, solo votos reales. No hay premio, solo reconocimiento real.
** El voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos. Si alguien vota a 3 relatos, se contabilizará 1/4 de punto a cada uno. Si vota a 5, el voto será nulo.
*** Los textos son originales (responsabilidad de cada autor) y no han pasado procesos de corrección.
Abuela, decía María , voy a hacerte un video para subirlo a internet.
Por favor María mi imagen en esos medios modernos desmerecen toda tecnología.
Abuela,estás guapísima además es lo que se lleva en estos momentos.
Así pues el sábado que viene vengo a tu casa a grabar el video. Tú procura tener todo lo que se necesita para hacer esa paella tan buena que comemos en tu casa…
La anciana quedó se en su hogar intranquila…
Posmoderno. Ochentona le costaba entender las ambiciones de la tecnología maderna.
Más llegado el día escogido para hacer la paella,vistiose y calzase con ropa de la última moda.
Con sonrisas posó para la posmodernidad de la vida cotidiana…
Venga va, voy a ser un poco creativo, como no tengo ni idea de qué escribir ya que una de dos: tengo mucho sueño para pensar ya que anoche me tomé un relajante muscular o no tengo ni idea de que poner, el significado sí que lo sé y muy amablemente lo he compartido con el grupo.
Sí, lo voy a hacer, pensaréis que estoy loco, que soy un crápula sin remedio, sí seguramente no os falte razón, pero voy a escribir un acróstico y vais a poder impedirlo.
Péndulo
ondulado
sapiencia
meditada
ostentoso
documento
enlace de la
rae
ninguna excusa
o escribes o conocerás a Dimitri.
Y ahora voy a intentar quitarme esta somnolencia(un par de litros de agua en la cara y un buen desayuno ayudarán).
Dormir doce horas debería considerarse deporte olímpico (y yo acabo de ganar la medalla de oro).
—Y ahora, si me lo permitís, ha llegado el momento que todos vosotros estabais esperando. Silencio, por favor—dijo el oficiante del velatorio del excéntrico Jonn Perkins mientras le daba al Play para reproducir el video guardado.
Un señor mayor, desaliñado, sucio y rodeado de latas de tomate al más puro estilo Andy Warhol mira a cámara sentado en un taburete no menos destrozado por el paso del tiempo en lo que parecía ser un estudio. Caballetes y bocetos pintorrejeados, se intuían por detrás de él al fondo del local.
«¿Ya puedo? ¿Habló ya?… bien. Hola a todos. Si estáis viendo este vídeo, quiere decir que he muerto y estoy en mi propio funeral, eso espero, de cuerpo presente delante de todos vosotros. Desde luego, ese sería mi deseo. Espero que alguna alma caritativa se haya hecho cargo de los gastos. Se lo agradeceré eternamente desde el más alla.»
Mientras el protagonista del vídeo decía esas palabras introductorias, todas las miradas (algunas sinceras, otras muchas hipócritas) se centraron en Victoire, hija y rica heredera del difunto mecenas Robert Graves la cual reaccionó ruborizándose de orgullo.
«…Ahora, con el paso del tiempo, caigo en la cuenta de que he conseguido todo lo que me había propuesto. Eso sí. Mi duda es saber si está lucidez es gracias a esta bonita pastilla ovalada naranja que tengo en la mano o si mi mente todavía da señales de vida. El caso es que cuando echo la vista atrás y recuerdo mis primeros pasos en el mundo del arte de los años ochenta, no puedo por más que darme cuenta de lo duro que ha sido. En aquella época se me llegó a decir que era un adelantado a mi tiempo y eso dio como resultado, que fuera incomprendido por muchos y reconocido solo por unos pocos. Se puede decir que soy alguien que ha vivido su vida en una cultura sin sentido, sin fin y sin necesidad, rascándome los huevos y viviendo de vender a mis amigos mi arte…digamos «especial » y que ahora, sin miedo a equivocarme, pienso que no le gusta a nadie… Y digo que nadie, ¡porque nadie lo comprende ni lo ha comprendido jamás!” añadió elevando el tono y revolviéndose en el asiento.
Las caras de los allí reunidos era un poema, mientras se miraban atónitos, unos a otros ¿Qué les quería decir Jonn con aquellas palabras? Desde luego parecían ser sinceras.
«…un adelantado a mi tiempo, ¡claro que lo fui!, pero ahora, casi muerto me quieren llevar al asilo de mierda ese de mala muerte donde van los despojos de la sociedad…como yo…Y me doy cuenta que en realidad no soy más que el mierdas que siempre fui y quise ser. Se podría decir que de este modo he alcanzando un atisbo final de iluminación trascendental al haber cumplido con todos mis objetivos»
El más absoluto silencio reinaba en la sala del tanatorio entre caras largas de los allí congregados. Victoire no sabía dónde meterse. Se sentía estafada por aquel hombre y se arrepentía por haber corrido con los gastos de su funeral.
«…para terminar os diré que os podéis ir todos al carajo y algunos directamente al infierno. Yo prefiero quedarme aquí, en mi mundo y disfrutar de lo que me quede. ¡Apaga esa mierda de una vez!» mientras, malhumorado, se levantaba y le daba un manotazo a la cámara que, una vez en el suelo, grababa unos segundos más cómo Jonn abandonaba el estudio. Acto seguido, dejó de grabar.
El oficiante apagó el reproductor y miró descolocado a los asistentes.
—La verdad es que no me podía imaginar…
—Tranquilo, tranquilo, no tiene ninguna culpa. Ya sabemos cómo era Jonn.—dijo uno de los asistentes.
Miientras los demas, en un acto reflejo de defensa vergonzosa y por lo bajo, se ponían a destriparlo y comentar lo desgraciado que era. Los «yo ya lo sabía» y los «te los dije» se sucedían por los corrillos que se espontáneamente se fueron formando.
En realidad, los allí presentes no dejaban de ser un fiel reflejo de la sociedad, y todos se apresuraron a desmontar el mito. Reconocer que no era más que un mierdas y que le debía dinero a todos, pero que, en público, alababan su arte como snobs idiotas porque era «chic». Se sentían estafados en la intimidad de sus pensamientos y ninguno de ellos quería quedar como un tonto ante los ojos de los demás.
Creían que, haciendo ese acto de costriccion, expiarian sus debilidades y pecados cuando en realidad, lo único que realmente había era mugre, alcohol, frustración, ego y latas de tomate.
Ya se sabe el dicho: No puede haber mal arte sin palmeros y snobs.
El Trovador Deslenguado deshojaba la margarita, literalmente; “pos ahora soy moderno, pos ahora soy no moderno”, mientras Noche de Estrellas degustaba con verdadero deleite una tostada-churro vanguardista con sabor a mermelada de fresas picoteadas por perdices. Ni que decir tiene que nuestro héroe, estaba más pendiente de Noche que de la margarita. Ella y sus labios hacían cosas curiosas cada vez que probaba un bocado, lo que hacía que la estancia se impregnase de un morbo que hasta la Marylin del cartel de La tentación vive arriba, dejaba de sujetarse la falda y se pasaba la lengua por los labios, o eso le parecía al Trovador Deslenguado. Una vez hubo acabado con la tostada-churro, Noche de Estrellas, se sirvió un generoso zumo de naranjas espiadas por un bacalao de acuario, invención de un famoso chef, al tiempo que el Trovador acababa de deshojar la margarita.
-Anda pos soy moderno según la flor – comentó a modo información.
-Eso es lo que más me gusta de ti, que no rehuyes una buena reflexión compartida con un ser vivo-planta, a pesar de los impedimentos culturales de estos tiempos – contestó Noche sin dejar de darle vueltas a la taza con el zumo
-Siempre tienes una frase que me hace sentir más allá de cualquier éxito pasajero que no me ha llegado todavía, por eso eres mi inspiración – dijo él con un tono sensual-artístico.
Ella ya sabía perfectamente que por su contestación estaba ideando algo fuera de lo común.
-¿Qué genialidad acaba de salir de tu subconsciente? – preguntó ella intrigada.
-Pues se me ha ocurrido dibujar con mi saliva aromatizada con tónica schwepes el Guggenheim sobre tu piel desnuda – propuso el con un fluir de aire elíptico que llenó de color la sala.
-Prefiero que me dibujes el Díptico de Marylin de Warhol, es que hoy estoy poco urbanita – propuso ella.
-Yo creo que es mejor que pasemos al taller de los deseos y debatamos la obra a crear – dijo el Trovador.
-Totalmente de acuerdo – sentenció ella, para encaminarse acto seguido a dicho taller dónde habían firmado sublimes obras de arte conjuntamente, pero eso ya es otra historia…
¿Están los pueblos condenados a repetir la historia? Por su fragilidad mental.
El conde Drácula estaba de pleitos, pués le habían quitado el condado y quería salirse de España. La España una y grande firmaba a escondidas los planes de su ruptura, para quitarle los colmillos de oro, prestados años atrás y que él los tomó como suyos.
El pobre Conde con la mísera pensión que recibía de Matrix, no tenía para pagar a sus vasallos, sus súbditos y toda la corte que lo rodeaba. Terriblemente dejó de recibir doblones de toro, muy a su pesar obligado al salirse algunos años después; el pelo, se le quedó sin gomina, los colmillos amarillos, y la sangre se le volvió adrenalina, tuvo que pasar a la capa corta, a la sangre embotellada nibelapoc y más tarde, cuando ya no le quedaba ni agua, pues habían roto las reservas, la presa de su manantial más querido se había ido. La sequía sola se extendía como una serpiente arisca por los campos áridos de los posmodernos terrones de terrenos de Terranova, sin agua fuentebella que beber, ni sangre, la milagrosa que comer y antes que murieran, se bebió toda la leche de tres escuálidas vacas que le quedaban en el vale de las ovejas partidas con las posibilidades perdidas. Idas, idas.
Sí, ya tenía el condado fuera de España, los papeles firmados y aprobados.
Solo para él y ahora, ¿qué? …
No había ni tomates, ni naranjas que comer, ni cerezas ni sangre fresca para oler.
Él estaba caprichoso haciendo una presa a escondidas, pués lo de buscarlas ya no tenía remedio, recordaba bien su niñez pos moderno, pos antes de las presas construidas por otros que vinieron de fuera, cuando su condado era áridos y seco cuando no había ni fábricas, ni suculencias, ni tan siquiera gente de otras partes, para conversar, para dejar allí sus esfuerzos y generar riquezas, cuando sólo bebía sangre de codornices o perdices y algún que otro conejo con la cabeza grande.
Eso sí una sola y larga legua se hallaba entre pueblo y pueblo; entonces, solo la lengua que cuatro cabreros del monte se conocía y se hablaba.
El posmodernismo cambió el ambiente, donde había terrones, se hicieron las casas a la gente, es la palabreja que también pasó ya. Llegaron los del sur hablando español, llegaron las fábricas y la sangre fresca, la grandiosidad en tantas partes de España, donde crecieron grandes ciudades. España vaciada de otros lares, levantaron grandes capitales.
En pro del posmodernismo no hay nada nuevo en la espalda de las patrias. Las memorias tan cortas para la historia vivida ya. No sirve de nada, ¿están los pueblos condenados a repetir su historia? ¿Se volverán a juntar para aunar esfuerzos y conseguir más glorias? o no, el tiempo lo dirá. ¡ El tiempo lo ha dicho ya! Sólo hay que recordar.
POSMODERNOS
Mi vecino, Mario, trabaja en un servicio de la Diputación Provincial. Logró la plaza de administrativo y por su pequeño despacho pasan infinidad de asuntos y llegan multitud problemas comunes de los pequeños municipios. De todo ello hace memoria cuando nos tomamos un café los domingos porque tiene gracia contando. La semana pasada, cuando los niños se preparaban para volver al colegio, el Presidente le invitó que le acompañara. Se iba a inaugurar uno nuevo. Le encantó el detalle. Era hombre obsequioso el Presidente.
—¡Qué aulas, qué luminosidad, qué materiales! Hay en todas unas pantallas capaces de proyectar hasta los artículos de la Constitución, comentaba.
—Se acabaron los pizarrones.
—¡Y los mapas!
Pero había fallado algo en el programa. Y también me lo contó. Había preparado la maestra unas preguntas y acordado otras con los alumnos, todas fáciles de contestar y que se luciera el señor presidente. «¿Tendremos calefacción en invierno?» «La tendréis.» Y curiosidades por el estilo, porque estaban aleccionados para preguntar lo conveniente. Recorrieron las aulas, se sucedieron los aplausos y cuando cesaron, Amalia, una niña de doce años levantó la mano. La traspasó con la mirada la maestra, pero ella siguió con la mano levantada.
—Pregunta, niña, pregunta. —Era el Presidente el que la invitaba a hablar.
—Quería saber por qué no cuelgan de las paredes algún mapa. Yo he visto en una foto de mis padres una escuela con el de España, el de Europa, el atlas…
—Muy cierto. Cuando yo estudiaba —replicó el Presidente— a todos los alumnos nos hicieron una foto con el mapa de España de fondo.
—Pues dice mi padre —intervino Aurelio levantando la mano y la maestra se puso a temblar— que un muchacho preguntó entonces a su maestro por qué los ríos de España no cruzaban de norte a sur, de arriba abajo o que entonces el mapa estaba mal hecho.
La maestra y el Presidente se miraron y uno por otro no supieron qué contestar.
El profesor de Sociales allí presente opinó que la cuestión no era baladí, que aquellos dos alumnos ya pensaban por su cuenta.
—Eran posmodernos.
«¿Posmodernos?» —La pregunta, contaba Mario, no se supo de donde procedió.
—¿No saldría del entorno del Presidente? —Me atreví a interrogarle.
—No sé qué decir. También nos acompañaba un director general.
—¡Hombre! Ponlo al menos en duda.
—Pues si dicen que el silencio se corta, allí solo faltó la cuchilla, porque la pregunta se quedó entre paréntesis o en pausa. A la vuelta el Presidente, notablemente intrigado, me preguntó si yo era posmoderno.
—¿Qué le respondiste?
«También usted. Todos somos posmodernos.
«¿Somos entonces una cosa y no sabemos que lo somos? —Reflexionó para que yo lo oyera.»
«Yo sí lo sé. Y en esto consiste la posmodernidad.» —Agregué.
Atravesamos un río y el Presidente preguntó al conductor si el agua bajaba del norte. «Yo no me tengo esos problemas porque creo la tierra es plana.»—Contestó.
«¡Acabáramos! Anda, acelera que llegamos tarde.»
Cómo besar un pájaro herido
Mi perspectiva era inestable en esos momentos. El pasado se extendía en espesas sombras sobre el presente, que luchaba por mantenerse luminoso.
Quizás por ello me sentí atraída por ese cuadro abstracto, porque era tan difícil de interpretar como mi interior.
Tal vez fue la tormenta. Supongo que reside en nuestro instinto buscar refugio cuando una tormenta es inminente. Noté la consistencia incierta del cielo y decidí abrir de emergencia la puerta de esa galería…
Sin ignorar la belleza del arte, no tenía otros motivos que evitar la lluvia. La mano fortuita del destino me había adentrado en aquel pasillo de piedra y me sorprendió verme rodeada de un aura de comodidad cuando pisé el suelo de mármol blanco a su continuación. Es cierto que me sentí una intrusa con mi ropa informal entre fuentes artesianas de cristal, lámparas difusas sobre las obras expuestas y los largos vitrales que hacían que la sala pareciera una iglesia lista para el silencio y la reflexión, pero la holgura del espacio circundante no sufrió ningún cambio por mi desánimo.
Cuando el primer trueno resonó y provocó un breve caída de electricidad, apagando las lámparas y las fuentes de cristal centrales por igual, esperé que ninguna mirada indiscreta hubiera captado mi sobresalto, que parecía igualmente fuera de lugar que mi grisácea camiseta de algodón.
Ese pequeño sobresalto espontáneo fue el segundo paso hacia aquel lienzo, dispuesto en un lateral medio protegido por una especie de serigrafía. Luego me dispuse a la observación de su título.
Era una pequeña placa dorada atornillada en la pared; «Composición con un pájaro herido» afirmaba y el nombre del pintor se me perdió entre los deslumbrantes reflejos del cielo que querían integrarse en los vitrales.
Los cristales temblaron un par de veces y luego un último trueno desató la lluvia. La cadencia de los golpes de agua parecía una sinfonía de copas medio vacías; sonaba amortiguada y reverberaba con determinación en el ambiente general del recinto. Devolvió a mi cuerpo la tensión que inicialmente había dejado en la entrada.
Me cobijé del todo detrás del biombo de seda plateada y comencé a observar el cuadro abstracto, con la idea de encontrar al pájaro herido olvidando así la tormenta en los vitrales.
La pintura estaba compuesta por fisuras nocturnas que rompían el fondo blanco en movimientos concéntricos de límites irregulares. Creaban una curiosa espiral dinámica y paralela a una línea azul de dimensiones tan pequeñas en comparación con el espacio total que era susceptible de no existir.
La imperceptible curvatura de la línea azul se desplegaba hacia la espiral, que parecia oscilar hacia ella para aplastarla en la esquina inferior izquierda de la composición, lo que resultaba en una sensación óptica abrumadora.
Inconscientemente llevé mi mano izquierda a mi corazón y cerré los ojos, como si…
— ¿Te lastimó? ¿Es eso lo que querías decir?— El susurro se perfiló cerca de mi hombro derecho y no lo percibí como una invasión. Fue una declaración retórica y delicada.
No encontré la presencia necesaria para responder con otra pregunta. «¿Quién eres?», «¿Nos conocemos?», «¿Por qué asumir?».
La verdad es que la superposición de mis propias inconclusiones con la inoportuna tormenta y el hallazgo de aquel cuadro me habían llevado a un punto de naufragio, tan intenso que nada más importaba excepto el rescate.
— Pocos logran vislumbrar el pájaro— continuó hablándome el hombre, con una tranquilidad tan profunda que parecía la onda de un eco—. Todos dirigen su atención al interior de la espiral y al pequeño punto de energía rojiza que crea, esperando que sea la evidencia de la herida. Inventan un cuerpo para ella. El dolor no nos define: es solo un estado imponderable y transitorio, como todas las emociones. Sabes que los dolores son interpretables y por eso cada uno ve realmente su propia conciencia; todo el criterio del ser humano.
Por eso el punto rojo aparece y desaparece; engañoso e ilusorio cual marca de una opinión inmediata.
Pero sentiste la creación, así que descartaste cualquier otra similitud. Podría ser una flecha, una pequeña abertura hacia el horizonte; podría ser mi capricho personal en un universo de posibilidades, pero estoy convencido de que viste exactamente lo que quería mostrar, aunque terminaste aquí por error.
La cadencia de la lluvia probablemente había cesado hacía mucho tiempo y el telón de la noche caía en los vitrales. Ese destello de realidad me impulsó a hablar, no tanto por educación como para confirmar la posibilidad de mi decisión:
—No tengo ningún mérito. Me limité a leer el titulo y busqué la solución de los indicadores—. Juraría que eso dije, escudriñando con casi obstinación las puntas desvaidas de mis zapatillas.
—Los pájaros heridos necesitan un breve destello en la huella de la memoria para encontrar la salvación del nido, aunque nos parezca que vuelan a la deriva del viento.
A veces caen fulminados entre mis palmas. Me limito a susurrar palabras que no entenderán, pero suenan a resolución; les doy un beso en la frente que les infunde calidez, como una nueva vida. Volarán de regreso al nido, sin recordar las heridas ni el viento, olvidándo la mayor parte del tiempo, hasta del destello que los dirigió hacia mis manos.
Observa de nuevo los grabados doradas, mi pequeña gorrión— me dijo y me dio un beso en el aire de mi cabello. Olía a hierba mojada y se mezclaba con el vaho de mis lágrimas; así desperté de mi ensimismamiento.
Las luces de la sala empezaron a intensificarse a mi alrededor, anunciando el fin del programa y el cierre de la galería. En el salón flotaba una brisa limpia, de aire fresco que deja cada última tormenta.
Leí tres veces «Composición abstracta» de Artista desconocido, luego caminé a través de las losas de mármol blanco y el pasillo revestido de piedra, hacia el exterior.
Me impactó la oscuridad y la inmensidad del mismo mundo que había dejado, pero sabía exactamente el camino a mi corazón; abrí mis brazos y volé hacia el destino, como si siempre hubiera estado allí.
EFRAÍN DÍAZ
Comenzaría este relato con “Había una vez un mundo donde la realidad y la ficción se entrelazaban de maneras asombrosas”, pero es muy cursi. Lo cierto es que el mundo ha cambiado y la tecnología ha avanzado tanto, que las nuevas generaciones pueden sumergirse en sus propias historias, disparates surrealistas, viviendo vidas paralelas en mundos virtuales mientras sus cuerpos descansan en la realidad.
En este mundo posmoderno, Alex vive una vida aparentemente ordinaria. Tiene un apartamento que debe al banco y un auto no tan moderno. Trabaja en una empresa de inteligencia artificial cuyo producto principal consiste en crear mundos virtuales personalizados para sus clientes.
Una mañana, tan ordinaria como su vida y mientras trabajaba en la creación de esos paralelos artificiales, una misteriosa brecha en la realidad lo atrapó en uno de esos mundos virtuales.
En este nuevo mundo, Alex se encontró con personajes de cuentos clásicos y mitos antiguos que cobraban vida. Blancanieves, quien una vez fuera una dulce princesa de cuentos de hadas, era toda una hacker experta que lideraba un grupo de rebeldes digitales contra el control de la malvada Reina Malévola, una inteligencia artificial que dominaba la tierra virtual, queriendo esclavizarla.
Alex se unió al equipo de Blancanieves y juntos formaron una alianza para derrotar a Malévola y restaurar el equilibrio en el mundo virtual.
Pero a medida que avanzaban en su misión de derrotar a la Reina Malévola, Alex comenzó a cuestionar su propia realidad. ¿Era él mismo un personaje en un cuento posmoderno? ¿O simplemente una línea de código en algún programa informático? Su búsqueda de respuestas lo llevó a explorar los límites de la existencia y la identidad en un mundo donde la realidad y la ficción se entrelazaban de manera inextricable.
Finalmente, Alex descubrió que la verdadera magia no residía en los mundos virtuales ni en los cuentos clásicos, sino en la capacidad de las personas para crear sus propias historias y definir su propia realidad. Con esta comprensión, logró regresar a su mundo, pero nunca volvió a ver la realidad de la misma manera. Alex descubrió que la ficción jamás podrá superar la realidad.
– ¡Luisa! prepárate que hoy cenamos en un restaurante nuevo, se llama «Nouvelle Cuisine»
-¿ Donde… y ese lenguaje?
– Es un restaurante francés.
– Nada nada, como Casa Pablo no hay nada mejor, con sus cocidos, sus arroces, sus torreznos ..
– Pues esta noche vamos a inflarnos en la cena ya lo verás…
– Messié, Mademoiselle, acompáñenme – dijo el maitre.
– Que lujo Julio, ya verás cuando lo cuente a las amistades..
– Permítanme decirles que somos un restaurante posmoderno, nuestra cocina esta basada en el arte y la multiculturalidad. Si me permiten tomen asiento y les ofreceré la carta.
– Julio, aquí pone momia de salmonete y Barba papá que se va..¿.que comidas son estas?
– ¡ Calla, haz como si fuésemos expertos! Llamaré al maitre.
– De primero un consomé de paloma, una navaja con grasa de almendra y huevo falso de Aduriz.
– Perfecto¿ y usted Mademoiselle?
– Yo lo pensaré, gracias.
– ¡ Jesús, María y José! Que comida es esta Julio, mira esa sopa solo tiene caldo y hasta se ven las plumas de la paloma. ¿ y la navaja? Si se ven más flores en el plato que otra cosa…
– Mujer, son adornos.
– Si, pero con los adornos no se llena una…
-¡ Dios Santo que sacrilegio! El huevo falso simula un feto flotando en líquido.
¡Sabes lo que te digo, que yo me voy a Casa Pablo!
– Espera que pida al menos la cuenta..
– Pero si no hemos comido nada..
– Messié su cuenta.
-¡ 380 euros! Y sin comer.
¡ Luisa prepárate que vamos a hacer un » simpa»..
PEDRO ANTONIO LÓPEZ CRUZ
FASCINADO
Realmente no sabía qué pensar. Cuando llegó, nada más cerrar la puerta, la encontró así, junto a la entrada, esperándole, cubierta con tan solo lo justo. Su pulso se aceleró. Jamás hubiera previsto algo semejante. Hubo de admitir para sus adentros que el conjunto, aunque simple y escaso, le quedaba maravillosamente sugerente. El sombrero estilo Coco Chanel que a él tanto le gustaba, delicadamente encajado en la cabeza, un simple abrigo de cuero negro — el cuero siempre había sido su debilidad — y nada más. Eso era todo. Si se trataba de una sorpresa, desde luego, lo había logrado.
Levantó el sombrero, dejó caer lentamente la pieza de cuero, que fue resbalando como a cámara lenta hasta alcanzar el suelo. En ese momento pudo contemplar, absorto, cada detalle de la más pura y bella anatomía femenina que se ofrecía frente a sus ojos. La observó con detenimiento por delante y por detrás, absolutamente fascinado. Por fin se atrevió a acariciarla suavemente. Su piel se erizó con cada sensación. El tacto era increíble, simplemente perfecto. Las largas y preciosas piernas le conferían una estabilidad y un equilibrio fuera de toda duda, y sus sensuales curvas permitían acomodar sobre ella cualquier tipo de prenda con una naturalidad asombrosa.
Sí, era una simple percha, de las de colgar paraguas y abrigos. Pero menuda percha. Esas eran, entre muchas otras que no mencionaremos aquí, las ventajas de estar casado con Agatha, diseñadora de vanguardia, una mujer cuya creatividad rozaba lo ilimitado y perfecta conocedora de sus gustos ¿Qué mejor regalo para su cumpleaños?
BEGO RIVERA
Navegando por aguas turbulentas.
Solo el sonido de la televisión impedía que Mike se volviese loco.
Estaba encerrado en una gran estancia en el Instituto de Biomedicina en algún lugar no especificado de China. La inmensa habitación, con instrumentos típicos en un laboratorio estaba en uno de los niveles del subsuelo, que pocas personas conocían, entre ellos el doctor Ling, reputado e innovador científico.
Todos los informativos hablaban
del gran hito en la regeneración artificial de órganos.
El cultivo de órganos humanos en otras especies era ya una realidad, en este caso se había conseguido
A partir de células madre humanas y mediante la técnica CRISSPR Cas.9 implantándolas en un embrión de cerdito dando lugar a una quimera.
La idea era conseguir un órgano predeterminado para cada paciente determinado que necesitase un transplante.
Mike escuchaba en la televisión en nombre del doctor Ling y de otros científicos como los integrantes del equipo en conseguir semejante logro.
Mike odiaba a ese hombre y llevaba tiempo pensando cómo acabar con él. Estaba seguro que tenía planeado hacer algún experimento con él, y aunque estaba algo asustado, estaba aún más enfadado.
Aunque últimamente estaba muy ocupado con el cultivo de transplantes, sabía que el doctor tramaba algo con él.
Ya experimentó hacía años transplantando un riñón de cerdo a un humano, David Bennet, el cual falleció poco tiempo después debido al rechazo del órgano tras una infección en el corazón por un virus porcino.
Por tanto… no se fiaba,y, decidió que la próxima vez que bajara acabaría con él.
Tuvo que esperar un día a que el doctor bajase, se puso en tensión cuando entró y le saludó como siempre.
— ¡ Buenos días Mike! ¿ Cómo estás hoy? — dijo el doctor sonriente.
— ¡Doctor, por favor, dejé que me vaya! ¡Busque otra persona para experimentar! ¿ No me dice siempre que somos amigos?
El científico lo miró con asombro y empezó a gritar. Daba saltos de felicidad.
— ¡ Puedes hablar! ¡ Puedes hablar! — chillaba sin parar de reir—¡ lo imaginé mil veces, y mil veces pensé que fracasaría!
— No entiendo — dijo lentamente Mike.
— Ahhhhh… Mike, Mike… tú eres mi gran creación, mi quimera, mitad hombre, mitad cerdo — decía mientras se acercaba a un armario y sacaba un espejo — ¡ Mírate! ¡ Eres mi creación a partir de un animal!
Mike miró al espejo y vio algo aterrador, nunca visto ni en las películas en la televisión. ¡ Era un monstruo! De humano tenía la capacidad de estar erguido, aunque no totalmente; el rostro de un cerdo con ojos de hombre , extremidades humanas aunque enormes y una piel muy rosada y dura.
Sabía que esos procesos estaban prohibidos en casi todo el mundo, ahora entendía que no era así, para el resto del mundo simplemente habían logrado el cultivo de órganos y decían que no se iban a utilizar por el punto de vista ético , sin saber que unos pocos, auto elegidos, llevaban décadas de adelanto sobre la última noticia.
El doctor satisfecho salió, volvió al tiempo acompañado.
Mike miró a la quimera que lo acompañaba mientras creía que la cabeza le iba a explotar.
— Te presento a Susi— dijo el científico — Jamás pensé que la fuga de células madre del órgano al cerebro y las gónadas llegará a dar su fruto.
Susi aún no puede hablar. Necesito que la enseñes pero antes que eso y más importante…¡ Es imperativo que procreeis!
MARTA SUÁREZ
Luz y Norma dos viejas amigas, rodaban las dos en los cincuenta y algo.
Las dos quedaron de encontrarse en el centro comercial, para su salida de amigas.
Mientras esperaba a Norma, Luz decidió hacer un recorrido, hasta que en los altavoces del lugar se escuchó —La señora Luz, su amiga Norma la espera en atención al público, gracias.
Hasta allí se dirigió Luz al encuentro de Norma.
Luz al ver a su amiga, exclamó –Hola, ¡al fin!, a lo que Norma contestó, mientras saludaba a su amiga con un beso
–mi demora se debe a qué no encontraba dónde estacionar, ¿qué quieres hacer hoy?.
–Quiero ir a una exposición de arte –Contestó Luz.
–Bien y luego vamos a ver la nueva peli de Keanu, pero primero tomemos el té- contesto Norma.
Después de tomar el té las dos amigas se encontraban en la galería, Luz estaba absorta frente a una de las pinturas del artista, mientras Norma intentaba comprender, la obra.
–Luz, si sabía que esta clase de pinturas te gustaban, le hubiese dicho a mi nieto que hiciera unos cuantos dibujos para ti.
Luz muy enojada con su amiga le contestó –no entiendes de arte, por eso no puedes comprender lo que el artista plasmó en el lienzo.
–Bueno, bueno– dijo Norma con una sonrisa de oreja a oreja – no te enojes, solo era una broma.
Después de recorrer la galería fueron al cine, allí se compraron unas palomitas y se acomodaron a disfrutar de la nueva peli de Keanu, de quién Norma era fanática, cada vez que salía algo donde él participaba, no se lo perdía por nada del mundo.
Iban a mitad de la película, cuando luz le dice a Norma –¿te gusta esta película, o solo la estamos mirando por el protagonista?.
A lo que Norma contestó – calla deja mirar, yo me aguante los dibujitos, ahora te toca a ti aguantarte esta obra maestra.
Luz hizo silencio por un rato, hasta que le dijo a su amiga –ya vengo.
La película terminó, pero luz no volvió a entrar a la sala de cine, Norma la encontró sentada en la plaza de comidas del lugar.
Observó a su amiga que disfrutaba de su té, y le pregunto — ¿porque te saliste?, ¿te sentías mal?, me lo hubieras dicho.
–No, no es solo que no me gustó la película, no la entendí –dijo Luz y comenzó a reír –Ven siéntate vamos a pedir algo para comer, tengo hambre.
A lo que Norma contestó –¡pero que no sea nada posmoderno, porque es seguro que no lo vamos a entender!.
NURIA HERNANDO
ADIVINANZA
Eva siempre pensó que el sexo y el chocolate compartían un mismo adjetivo, pero además había un componente desconocido que los hacía explosivos.
Su gusto por las adivinanzas venía desde niña por su abuelo materno, que le repetía los mismos acertijos populares, que respondía de manera aprendida, entre carcajadas.Y por esa razón, siempre le gustaron los enigmas de la vida.
El primer beso le dijeron que sabía a durazno, pero a ella le resultó insípido y baboso. Los siguientes fueron pocos ,hasta que llegó el elegido para desposarse. Para Eva la sexualidad había sido aprendida más que sentida. Se parecía a la que Foucalt describió en su libro “Historia de la sexualidad”. Venia de familia acomodada y la sexualidad no tenia fines placenteros sino perpetuadores de la clase social, por eso fue muy infeliz en su matrimonio. El sexo era monótono y sin pasión.
Tuvo otras parejas después, pero siempre faltaba un ingrediente desconocido. Siempre le sucedía : vacío, una espalda , la carencia de cariño y un beso sentido después del acto, silencio …
Tenía tanta necesidad de sentirse amada y deseada, que le llevó a estar con varias parejas equivocadas.
Un día, se dio cuenta que como Sidharta, se había pasado la vida buscando lo que siempre estuvo escondido en ella y que estaba preparada para ofrecerlo.El electo alquimico que todo lo cambia lo encontró, en quien menos esperaba, en un chico sencillo, soñador y sin formación universitaria.
Cuando sus cuerpos se juntaron el sexo era con pasión y deseo. Los besos sabían a ese durazno desconocido y encontraron juntos el adjetivo compartido de la adivinanza : “delicioso” . Y también, por fin , pudo saborear el ingrediente secreto que todo lo hace explosivo y cambia : el Amor.
EDUARDO VALENZUELA JARA
Lo vi en mi última visita a Disneyworld. Yo ya estaba agotado y quería largarme cuando me topé con esta atracción llamada: “El Mundo del Ayer”. Me llamó la atención por lo bizarro y decidí probar suerte.
Se trataba de una exhibición de clones, esa antigua tecnología que prosperó por allá por el 2060 y que ahora, como todas las promesas científicas, no era más que un ilusorio juguete pasado de moda. “El Mundo del Ayer” consistía en un conjunto de salas donde uno podía conversar a solas, cara a cara, con un clon auténtico de un personaje histórico de renombre mundial. Las posibilidades eran variadas, desde Jesús de Nazaret hasta Los Beatles, pasando por otras personalidaes como Friedrich Nietzsche, Adolf Hitler, Vladimir Lenin, John F. Kennedy o Elvis Presley. En fin, todos aquellos de los que se pudo recuperar alguna muestra de ADN.
El que me pareció más curioso fue el de Jesús. Según indicaba la pantalla holográfica, lograron reconstruirlo a partir de todas las reliquias sagradas del cristianismo que había vendido hace décadas el consorcio “Deum” (ex-Iglesia Católica); en ellas encontraron la sangre del Mesias en cantidad suficiente para obrar este milagro científico.
Me animé entonces a pasar mis últimos minutos en Disneyworld charlando con Jesucristo, por quien sentía una auténtica admiración.
«He aquí el hombre», pensé al verlo allí, vestido con una túnica de lino anacrónica pero que era lo más vistoso de su apariencia. Lucía más bajo, más moreno y, por sobre todo, menos carismático de lo que esperaba.
―Hola, toma asiento por favor ―me invitó amablemente, con voz calma.
Sólo cuando lo oí experimenté un escalofrío. Sentí que estaba cara a cara ante la historia. Frente a mí tenía al mismísimo Jesús de Nazaret.
―¿Eres cristiano? ―me preguntó, mientras me sentaba en el cómodo sillón dispuesto para los visitantes.
―Simpatizante cristiano.
―¿Cómo es eso?
―Que me agradan las ideas del cristianismo como filosofía de vida, pero no lo practico como religión. No creo en la religión.
―Entiendo. Ya veo… Te lo pregunto porque aquí vienen a verme muchos, muchos. Algunos son creyentes, pero otros… ―lo noté incómodo― otros sólo quieren hacerme daño.
―Caray, debe ser difícil.
―Sí, vienen aquí a insultarme. A veces me escupen y otros tratan de golpearme, por eso estas entrevistas son con este personal de seguridad ―señaló a los dos guardias que estaban allí, atentos― ¿Cómo te llamas?
―Ismael.
―¡Ah, nombre bíblico! ¡Ismael! ¡Ismael! ¡Llamadme Ismael!
―Sí ―dije con una risilla nerviosa.
―¿Quieres servirte un vaso de Coca-Cola? ―me ofreció Cristo, mientras cogía un vaso plástico y lo llenaba de Coca-Cola sabor original.
―No, no, gracias, sólo bebo Pepsi.
―Bueno, no puedo ayudarte con eso ―con su vaso lleno hizo un saludo al gran anuncio de Coca-Cola sobre nuestras cabezas―, pero yo te recomiendo Coca-Cola ―dijo y bebió un buen trago.
―¿Traes un móvil? ¿Quieres capturar un holograma de nosotros juntos Ismael?
―Claro, sería genial.
―Entonces ven, párate acá al lado mío.
Capturé un holograma con mi móvil. Aparecimos juntos, yo al costado derecho y él a la izquierda con su vaso de Coca-Cola en la mano.
―¿Qué móvil tienes? ―preguntó.
―Nada muy costoso, es un “Bionext”.
―Te recomiendo un “Sheng-li”, son muy buenos.
―Gracias, lo tendré en cuenta.
Hasta donde yo sabía, los clones no eran más que una reproducción física del original; lucían y sonaban como el auténtico, pero no podían tener los recuerdos, la experiencia o el “alma” del verdadero. De seguro poseían implantes biónicos en sus cerebros para controlarlos, en otras palabras, éste no era más que una marioneta de carne programada para hablar como Jesús y hacer publicidad. De todas formas, obviando que cada cinco minutos me ofrecía Coca-Cola y me recomendaba comprar alguno de los productos del conglomerado Disney, pasé un buen rato charlando con él. Incluso me ofreció una representación de las “Bienaventuranzas”, también conocidas como “El Sermón del Monte” (ese sermón que dice “Bienaventurados los pobres de espíritu…”).
Al terminar nuestro encuentro no pude evitar sentir lástima por aquel “hombre”, reducido a un miserable freak de feria, o quizás menos que eso.
―Adiós Ismael ¡Yo te bendigo! ―fue lo último que me dijo mientras me dirigía a la salida.
Afuera, en la sala de souvenirs vendían camisetas con un estampado mulicolor de aquel popular cuadro restaurado en un santuario de Zaragoza. Se me antojaron como una grotesca metáfora de todo aquello.
Al dejar el “El Mundo del Ayer” noté un anuncio que decía que, al final de la jornada, juntaban a todos los clones en una especie de “carnicería de la modernidad”; un evento donde Nietzsche le decía a Jesús que Dios estaba muerto y los Beatles le enrostraban que eran más famosos que él. Todo terminaba con una recreación 100% real de la crucifixión y con la muerte de todos aquellos personajes que habían profetizado un mundo mejor.
El pobre clon que me había ofrecído Coca Cola sería asesinado como parte del show. Me pregunto si el miserable lo sabría. Daba igual, todo era consumo y negocio. Asi era la posmodernidad.
CELIA OLGA ROMAR
Y paso así,de repente, no saben como fue,no saben el porque — El mundo se fue apagándose de sonidos, quedo quieto,estático,solo,abrumado por tanta comunicación anterior Agotado. No había ya nada que demostrará q la vida existía. Pero solo quedó un grupo escondido,q no había Sido contaminado por la tecnología,se cuidaban mutuamente,controlandose con responsabilidad. En algún lugar lejano quedarían más igual a nosotros se preguntaban. No lo sabrían jamás,no lo sabrían nunca.Se llamaban algo así como,jubil,jubilos……a si! Se llamaban jubilados del postmundo moderno
GUILLERMO ARQUILLOS
NANA FRIDA
Mi vecino LuisMi me contó entre risas que podía oler los colores.
Yo había bajado varias veces al primero B, que era donde vivía mi amigo con una hermana que ya nació vieja y que se llamaba Nana Frida. Nana Frida hablaba mal el español, había intentado besarme en el ascensor en varias ocasiones y siempre llevaba chanclas. A LuisMi le tenía mucha envidia porque yo solo podía oler los sentimientos de los demás y eso no tiene nada de espectacular. Cuando pensaban que no los oía, los vecinos decían que yo era retrasado. A mí no me importaba, pero LuisMi me daba pena porque siempre estaba en su silla de ruedas y usaba gafas gordas. Además, confundía los olores de las cosas verdes y las cosas rojas.
Un día llegué a oler el miedo de mi padre. No me lo podía creer, porque estaba convencido de que los padres no podían llorar nunca, porque son padres, y me puse tan nervioso como cuando se murió mi hámster. O casi.
Aquella tarde Nana Frida y yo entramos en el ascensor a la vez, al llegar al bloque. Ella me miró, me guiñó un ojo y apretó el botón de la planta catorce. Cuando estábamos subiendo, detuvo el ascensor y empezó a manosearme.
—Quiero que vengas a mi piso, chico —me dijo.
Yo parpadeé dos veces, respiré dos veces y torcí la boca.
—¿Y LuisMi? —pregunté.
—Está sedado, ¿qué te figuras? Llevo un buen rato esperándote en la calle.
Nana Frida decía que era una tía muy enrollada. Al morir su madre, había abandonado a su novio en Viena para venir a cuidar de LuisMi y a gastarse la herencia en móviles y porros. En el recibidor había colgado un rótulo de neón azul que ponía: «Lo corriente es lo normal para la gente». Tenía la cabeza llena de paranoias y laberintos y se reía de mí porque yo solo tenía diecisiete años y todavía no sabía leer bien. Mi padre decía que tenía unas ideas muy raras. Imaginaba muchas cosas, como yo; estaba todo el día pensando en los ordenadores, como yo, y no quería saber nada de los demás, como yo. Tenía casi treinta años o más, no llevaba nunca sujetador y se ponía unos pendientes de latón largos y brillantes. Le gustaba usar una cinta en la frente, como si fuera una tenista, y vestir camisas anchas de cuadros y pantalones negros de licra. Creo que no le importaba mucho la moda.
Pasó un buen rato, me subí a casa y dejé abierta la puerta del primero B. Le dije a mi padre lo que había sucedido en el piso de LuisMi. Cuando le conté que Nana Frida me había bajado los pantalones y que yo me había puesto a chillar como una rata, mi padre gritó, enfadado:
—Dios mío. Pero ¿qué te ha hecho esa hija de puta?
Yo no sabía que la madre de LuisMi había sido puta.
—Ha dicho que soy un asqueroso retrasado, papá. Olía muy mal, a odio y a envidia. Y olía igual que los ciervos de la sierra en octubre.
Entonces le enseñé a mi padre el cuchillo lleno de sangre de Nana Frida. Y mi padre se me abrazó y empezó a llorar y a oler a miedo, a mucho miedo. Yo creía que los padres no podían oler a miedo, porque son padres.
Luego bajamos al piso de LuisMi y mi padre se puso a ordenar todo y a organizar las cosas para que pareciera que lo de la sangre lo había hecho él y llamó a mis tíos y les dijo que si podían cuidarme unos cuantos años.
ALMUT KREUSCH
La fiesta de San Andrés
La pequeña residencia de ancianos «San Andrés» estaba situada en un pueblecito cercano a la capital. No estaba bien comunicado con la ciudad, pero según la directora del centro, los residentes tenían todo lo que necesitaban. Instalaciones amplias y muy limpias, las cuidadoras amables y profesionales, se ofrecieron talleres ocupacionales y no había restricciones en las horas de visita: ¡qué más se puede pedir para pasar los años dorados sin preocupaciones!
Los ancianos habían sido ingresados por diferentes motivos, pero tenían la edad como denominador común. Se veían obligados a acostumbrarse a un espacio vital reducido, que podía ser una habitación individual o compartida, en función de sus posibilidades económicas. Las fotos eran los únicos testigos del pasado, algunas descoloridas en blanco y negro del cónyuge fallecido, otras de los hijos, los nietos o la fiel mascota.
Estaban, como suele decirse, bien atendidos y cuidados, la comida era equilibrada y de consistencia adecuada. Andadores, muletas, bastones y otras ayudas ortopédicas ayudaban a preservar la poca independencia que les quedaba. Estar confinado en una silla de ruedas significaba el principio del fin.
Los días transcurrían con una rutina constante. La prensa diaria estaba expuesta en el vestíbulo y había una estantería con una variada selección de libros. Se ofrecían talleres de pintura y manualidades, aunque algunas de las actividades recordaban a Penélope y su pasatiempo mientras esperaba el regreso de su Ulises.
En los meses de verano, un pequeño parque bien cuidado invitaba a los visitantes a pasear o descansar en uno de los muchos bancos de madera y con cojines cuadrados verdes en los asientos.
El taller semanal de música era muy popular, a pesar de seguir también una invariable rutina. Lo dirigía una mujer soltera, que en su día había dirigido un coro infantil y que estaba a punto de jubilarse. Tenía poca imaginación y aun menos ganas. Unía las voces gastados en un coro conmovedor y siempre les hacía repetir las mismas canciones populares según la estación y en Navidad
Durante los ejercicios de coordinación, los participantes tenían que mover alternativamente las piernas y los brazos, levantarse, sentarse o dar palmas al ritmo de la música elegida.
Pero lo que más les gustaba, incluso más que la Navidad, era el baile que se celebraba una vez al año en honor de su patrón, San Andrés, el treinta de noviembre. La dirección les invitaba a una copa de vino o un refresco y un aperitivo y con palpable emoción, hombres y mujeres se movían tranquilamente al ritmo de pasodobles, tangos y valses lentos que les traían recuerdos de las fiestas del barrio o de sus pueblos. No habían olvidado ni un solo paso. Y así se repetía cada año.
Cuando la musicóloga se jubiló, todos esperaban con curiosidad y expectación a su sucesor. Era un hombre que se llamaba Pablo. Tenía treinta y nueve años, estaba lleno de simpatía y entusiasmo, de ideas nuevas y en poco tiempo se ganó la simpatía de todos. Tenía un carisma mágico y cautivador.
Enriqueció el repertorio del coro con nuevas piezas, algunas de ellas incluso a dos voces, y junto con la fisioterapeuta del centro organizaron gimnasia sentada al son de alegres notas.
Durante la fiesta patronal, Pablo disfrutaba viendo a los residentes bailar pausadamente al son de las melodías populares, pero estaba convencido de que aquellos cuerpos maduros debían ser capaces de mucho más.
Unos meses más tarde iba a cumplir cuarenta años y, contra toda tradición, fue él mismo quien preparó una sorpresa para los residentes e invitó todos a su fiesta de cumpleaños que se iba a celebrar en el salón de actos de la residencia.
— Me haría mucha ilusión celebrar este número redondo con ustedes y están todos invitados a una fiesta sorpresa. Cuando los aplausos y vítores se apagaron, continuó:—Pero hay una condición. Quiero que vengan bien vestidos para dar glamour a la fiesta. Vestidos o faldas para las damas y tacones para las que puedan, nada de pantalones ni chándales sino elegancia de pies a cabeza. Y lo mismo para los caballeros. Pónganse sus mejores galas, sus corbatas más extravagantes, desempolven sus trajes y que brillen los zapatos, nada de zapatillas deportivas.
Todos estaban intrigados pero querían esmerarse, algunos incluso pidieron prestados zapatos, una corbata o una falda a sus parientes.
Llegó el gran día y a la hora señalada todos se reunieron, transformados en elegantes damas y caballeros, ante la puerta aún cerrada del salón de actos. Las mujeres estaban guapisimas, lucían sus collares de perlas y anillos de oro, los caballeros vestían trajes, algunos a punto de reventar por las costuras o al revés, como si colgaran de un cuerpo equivocado, pero todos con aire de gallo de coral. Olía a laca de pelo, a perfume de lavanda, a Agua Brava y a Brummel.
Las puertas se abrieron y les esperaba un sonriente Pablo, irresistible con su traje negro, camisa blanca y corbata roja. Fueron recibidos con auténtico champán francés y unos camareros ofrecieron exquisitos canapés.
En un escenario improvisado al fondo de la sala les esperaba una banda, la «Postmodern Funky Jukebox», como anunciaba un cartel en letras grandes y a la que pertenecía Pablo. A una señal suya y tras colgarse su guitarra eléctrica, comenzó algo que pasaría a los anales de la residencia.
Los primeros compases de un rock’n’roll, dejaron a los invitados atónitos al principio, pero pronto empezaron a moverse. Tímidos al principio pero los contagiosos ritmos del swing, jazz, y rock’n’roll invadieron sus cuerpos como una poderosa droga, volaron las muletas y los bastones, se formaron parejas y con las manos entrelazadas los cuerpos se acercaron y se alejaron a un velocidad vertiginoso, las caderas y las piernas se movían como cuando eran jóvenes, de repente cambiaron la dirección y daban vueltas como si no existieran la artritis, la artrosis, la mala circulación o los juanetes. Las faldas se agitaban, los botones de las chaquetas saltaban, los gritos de entusiasmo y las risas llenaban el aire.
Cuando la fiesta llegó a su fin y con las últimas notas todo el mundo se miraba incrédulo, tenían los cuerpos y las mentes revueltos, estaban sin aliento, les brillaron los ojos y tenían las mejillas encendidas como cuando eran mozos. Estallaron en aplausos, vitoreando la banda y si hubiesen tenido la fuerza llevarían a Pablo por encima de sus hombros igual que se saca a un torero de la plaza.
Cogieron bastones y muletas y volvieron a sus habitaciones como si aún estuvieran bailando.
Unos años más tarde, Pablo se mudó a otra ciudad, pero desde aquel cumpleaños, y ahora en el día de San Andrés, cada año la «Postmodern Funky Jukebox» devuelve a los residentes un trozo de su ya lejana juventud.
HAROLD PADILLA
En la alfombrilla de paso, un perro asolea la panza, aflorando un desfile de pulgas que pegan brincos con rumbo al cadalso.
—¿Por qué el alboroto?, ¿qué caramba está pasando? — preguntó una de las pulgas, aturdida entre bostezos.
—Hoy es día de juicio — contestó otra, cegada por el sol —. Dicen que un bicharraco del Nuevo Mundo implora perdón.
La curiosidad se acrecentó entre las pulgas, así como sus brincos surcando el pasto al compás del giro monótono de un aspa de molino. Hasta el escondrijo en el granero, donde a toda hora se emitían mamotretos y decretos dictados por La Comunidad de La Sopa de Letras.
Dentro del granero el escarabajo guardián mira con inquietud su reloj. Y finalmente advierte al juez saltamontes.
—Su señoría, ahí están las retrasadas — dijo señalando a las pulgas— quienes, atolondradas por los chismorreos de la concurrencia, iban tomando asiento.
—Tomen asiento… siéntense… ¡Siéntense! — exclamó el saltamontes, elevando la voz y agitando el par de antenas—. Comenzaremos el juicio de la mantis acusada de apología religiosa. La fiscalía tiene la palabra.
Y así, con pizpiretos parpadeos involuntarios, la mariquita inició su discurso — Gracias, su señoría. Y gracias por su asistencia a todos los señores, señoras y hermafroditas presentes (en una inclusiva alusión a la nueva secretarie, Doñe Caracol) —. Los hechos ocurrieron un 28 del termidor del año vigente, en la vigésima celebración de La Sinrazón. En esta ocasión, una anticuada mantis ingresó a nuestra comunidad ostentando el título de “mantis religiosa” …
Al término de la frase, la conmoción de las pulgas generó desorden en la sala. Una mosca presa del espanto se desmaya. Dos zánganos sueltan su bebida edulcorada. Y una delicada mariposa abuchea en tono barítono: ¡que la quemen viva!
—Orden en la sala… Orden… ¡Silencio! — demandó el saltamontes a la audiencia— Traigan a la mantis al banquillo.
Despojada del título de religiosa y sin defensa, pero conservando el espíritu, la mantis se acercó al lugar donde sería interrogada.
—Señora mantis, ¿usted sabe que prácticas inenarrables como el declararse abiertamente religiosa van en contra de nuestras leyes posmodernas?, ¿cómo es que llegó hasta aquí? — preguntó el fiscal mariquita.
Y con desafiante orgullo en los ojos, la mantis se puso en pie y contestó: —No conocía sus leyes. Yo nací con ese título. Y si llegué hasta aquí fue porque había un desvío en el camino recto.
—Pero qué cosas dice, en esta comunidad no hay caminos y menos uno recto, porque aquí todo es relativo y no necesitamos de ellos.
—Si hay uno que apunta al Norte, el que siguen los viajeros en busca de sustento.
—¿Me está llamando embustero?, anote eso secretarie, una ofensa más. ¡Como si no le bastara ya con sus creencias!
—Pero por qué son ofensivas mis creencias, ¿no son también ellas relativas? Discúlpeme, pero yo ya no entiendo nada, ¿qué es lo que está bien o mal?; si todo es relativo, debería darles igual lo que yo haga — increpó la mantis.
La audiencia entró en un ataque de risas, irritando al juez —¡Ya basta, esto es un dolor de cabeza! — exclamó—. Secretarie, necesito el veredicto del jurado por el cargo de apología religiosa —. Y puesta en pie desde su baboso asiento, Doñe caracol se aproximó a paso lento hacia el juez, ¡mortificando aún más a la mantis! —Tal vez sea una condena severa de muchos días o tal vez, incluso, la muerte — pensó la desdichada.
En la alfombrilla de paso, el hincón de una pulga en la panza despierta a respingos a un perro, espantando a un gato que salta desde la ventana con maullidos de pánico. Ambos salen correteando hacia el granero. Aquel día, para las colosales patas que irrumpieron en escena, el diminuto mundo de La Comunidad de La Sopa de Letras resultó tan insignificante que no se detuvieron a hacer distinciones de pensamiento, arrasando con todo a su paso. Algunos supervivientes atribuyeron la devastación a la cólera de un Dios, mientras que otros la consideraron obra de las implacables fuerzas de la naturaleza. Y una vez más, la historia se reescribió.
JOSMA TAXI
POSMODERNO
Mis hermanos mayores habían ido a la Escuela de Bellas Artes, los esfuerzos de toda la familia no dieron sus frutos, solo consiguieron entrar como ayudantes de un taller de pintura. Esa experiencia me marcó para siempre, no sabía qué hacer.
Así que probé la literatura, la danza, la esgrima… pero no encontraba arte en ninguna de esas disciplinas, así que entré en el cine como ayudante de iluminación, lo cual no me alumbró para nada, en encontrar mi camino.
Como tenía que ganarme la vida, al fin simulé la elección de mis hermanos, sólo que el taller, en esta ocasión, fue de escultura.
Allí conocí a otro meritorio como yo, con cuya compañía hablábamos de los grandes y la cultura que habían creado. El puntillismo, el impresionismo, el cubismo constituían el núcleo de nuestras conversaciones
Lo cierto es que todo ello nos tenía confusos, ya no sabíamos qué era el arte. Esta cuestión nos preocupaba, a la vez que nos motivaba a seguir nuestra búsqueda, que ya se nos antojaba excesivamente escondida.
De nuestras reflexiones concluimos que el arte era un triángulo: estaba el objeto del arte, estaba la historia del autor que iluminaba su conocimiento y estaba el espectador, que sentía atracción o repulsión por la obra. A partir de entonces—mi compañero– Duchamp y yo analizamos con este método todo aquello que caía en nuestras manos, el sistema, por extraño que pueda parecer, funcionaba. ¿Pero era arte lo que aprobaba este método? ¿Qué sucedía con las obras que pasaban al archivo de los museos? ¿Pasaba el arte de moda?
De modo que seguimos estudiando, nos atraían las llamadas vanguardia, pero no estábamos preparados para integrarnos en ellas.
De pronto un día reflexionamos sobre si los objetos cotidianos podían ser arte, había muchos con diseños espectaculares. Decidimos hacer una prueba, cogimos un urinario, al que titulamos fuente, firmamos con un seudónimo y lo presentamos a un concurso, no ganamos ningún premio, pero nos tocó hacer más de diez replicas, demandadas por coleccionistas e inversores.
¿Eso era arte? Lo que sabíamos es que era posmoderno.
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IRENE ADLER
En una galería de arte, una banana pegada en la pared con un trozo de cinta americana se exhibe bajo el ambiguo título: Comedian.
Ante el temor de parecer tontos, críticos de arte y público asistente definen la pieza como una exquisita y transgresora crítica a la sociedad de consumo. Lo efímero de la existencia humana. El hambre en el mundo. La amenaza inminente del cambio climático o una reinterpretación subversiva de la Biblia, la teoría de la Evolución y Matrix, todo junto.
Obra valiente y subversiva donde las haya, no deja a nadie indiferente y su compradora ha calculado cuidadosamente la revalorización del «cuadro» respecto a su asequible precio inicial. Al ritmo que va la inflación y teniendo en cuenta que hay que cambiar la banana cada siete días, en unos diez años, Comedian podría rondar el millón de dólares.
Tres días después de inaugurarse la exposición, un artista espontáneo, aprovechando que Comedian era la obra de arte más admirada de toda la galería, se plantó delante de aquel auditorio improvisado, despegó la banana de la pared (ya estaba madurita y dorada) y se la comió.
Ante un nutrido y estupefacto grupo de amantes del arte, curiosos, eruditos y prensa especializada, el espontáneo llamó a su performance Artista Hambriento.
Y una vez digerida la sorpresa inicial, ante la aterradora posibilidad de ser considerados tontos, los presentes estallaron en aplausos y ovaciones que hicieron temblar los techos de la galería. El arte es exactamente éso: urgencia, hambre, fusión de propósitos y necesidades fisiológicas. Una disruptiva estimulación de los maxilares y el intestino delgado. Una burla elaborada y una sátira conceptual y ácida sobre cualquier cosa que se nos venga a la cabeza: desde Copérnico a las minifaldas.
Un crítico entusiasta gritó: «¡El postmodernismo ha muerto! Y Bansky es un vendido!»
Ahí los aplausos arreciaron aún más fuerte.
Andan ahora muy ocupados los filósofos, sociólogos, lingüistas y huérfanos posmodernos de toda clase y condición, buscando un nombre nuevo para los nuevos tiempos.
Pos Posmodernismo.
Digi Posmodernismo.
Meta Posmodernismo…
Lastima que los niños ya no jueguen al ahorcado. Porque no me digan ustedes que digiposmodernismo no es una palabra trampa a la altura de esternocleidomastoideo.
Supongo que al final dejaremos que le escoge el nombre la inteligencia artificial. Porque de la otra andamos más bien escasos.
LUISA VALERO
Ángel no sabía qué hacer esa mañana. Tenía que hacer tiempo mientras su padre compraba los churros por ser día especial: domingo.
El año pasado se libró, por fin, de tener que ir a misa con su madre —que le suponía una tortura por estar sentado casi una hora—. El cura de toda la vida falleció y a su mamá le parecía «pesado» el nuevo. A partir de entonces, esta solo participaba en las eucaristías por internet con un párroco de Perú —al que seguía con devoción por alegrarle la vista—, el padre Miguel Ángel, que además era un «showman» en las noches, cantando karaoke en las redes sociales de pago.
Lo extraño era, que desde que se despertó no había encendido su aparato último modelo «Sansong XXL 2035» para ver las retransmisiones de juegos en directo de la plataforma «Shownow»; el chaval tenía otras intenciones…
El inquieto adolescente, de doce años (diagnosticado como el 85% de su clase con trastorno TDAH), quería curiosear, desde hacía tiempo, en la oficina de su papá a la que tenía prohibido entrar.
Aprovecharía que su mamá se estaba duchando y su papá siempre tardaba en hacer su encargo; se dedicaba al coqueteo con todas las vecinas guapas del barrio.
Se moría de ganas por trastear esas tecnologías obsoletas y otros cachivaches que conservaba su papá como un tesoro. Este era un periodista frustrado que tuvo que dejar la carrera de Ciencias de la comunicación para poder trabajar, por haber dejado embarazada a su mami. Ángel sabía que tenía una radio muy antigua, un televisor enorme y pesado con trasero que ocupaba toda la mesa y el último ejemplar del periódico impreso «Madrid Times».
En su asignatura de historia, había estudiado que quebraron casi todas las empresas de prensa escrita en la crisis del 2029. Fue debido a la reelección de Donald Trampa como presidente de Estados Unidos —y en realidad del mundo—, provocando una división mundial en la población. Se formaron dos grupos: los ricos que tenían acceso a todo tipo de información bajo pago, versus los pobres que no tenían acceso a ella y se les quería mantener en la ignorancia. Por todo esto, y otras circunstancias ocultas, hubo un suicidio masivo de periodistas —su papá decía que esto era un auténtico genocidio intelectual y la «Tercera guerra mundial»—.
Ángel tendría que actuar rápido en su hazaña. Con el impulso de desobediencia —que no le faltaba— entró al mágico territorio de su padre…
Era una pequeña habitación de 3×2 metros cuadrados, bien iluminada por las amplias ventanas, y que tenía una estantería de madera hecha a medida desde el suelo hasta el techo, repleta de recuerdos y de algunos libros clandestinos de valor incalculable.
De repente, escuchó un portazo y después observó asombrado como la llave que estaba en la cerradura se movía sola bloqueando la puerta. El muchacho se asustó mucho y su corazón se aceleró. Al instante, se manifestaron ante él tres fantasmas.
—¿Quiénes sois? —les preguntó desafiante a los fantasmas, pero estaba muerto de miedo.
—Somos los espíritus de la radio, la prensa escrita y la televisión analógica.
<<No es verdad, seguro que estoy teniendo un ataque de locura>>, se dijo así mismo y se restregó sus ojos obnubilados, por la impresión, para poder ver bien.
— ¡¡Matemos al «chico del TikTok»!! —gritó el espíritu del periódico, que se llamaba Juan y que era el más cascarrabias y vengativo de todos ellos. Acto seguido se abalanzó sobre Ángel, pero los otros espíritus lo retuvieron.
—¡Ni se os ocurra! —les gritó y comenzó a amenazarlos—. Para vuestra información, en este reloj, si pulso el primer botón, hago una retransmisión en directo en «Shownow» donde unos 50 millones de personas, como mínimo, lo verán y escucharán.
»El segundo botón es para hacer llamada de emergencia a la policía, que será monitorizada y además enciende automáticamente cámaras de vigilancia ocultas.
»Y el tercero, que es el de color rojo, es el más interesante…, hace llamadas a los relojes móviles de mis padres y ahí realmente os cagaréis de miedo con mi papá…
—¡¡Qué niño más insolente, de verdad, que odio esta posmodernidad!! —protestó el fantasma Juan.
—Y por cierto, el TikTok dejó de estar de moda hace 10 años —le informó, de forma prepotente, el muchacho.
—Jovencito…, ¿podrías ponernos al día de cómo hacéis ahora para aprender cosas y divertiros? —preguntó el romántico espíritu de la televisión, que era una mujer muy amable llamada Laura—. ¿Tenéis Literatura?
—Bueno, es difícil porque no tenemos libros por el boicot intelectual-económico del «Hitler tarado» de Trampa, pero nos dedicamos a analizar algunas canciones que fueron lo más top en su época y que todavía nos las sabemos de memoria.
»¡Por desgracia, no podemos acceder a los videos musicales porque son carísimos! —A Ángel se le apagó la mirada al decirlo.
»De las que más nos acordamos son las de Shakira. Esta semana para estudiar las rimas tenemos esta canción: «No fue culpa tuya, no fue culpa mía, fue culpa de la monotonía…» —la tarareó y se puso a dar coordinados saltitos al ritmo de bachata.
»La próxima semana analizaremos su «Sesión 53» con el DJ Bizarrap, más conocida como «Perdón que te sal-pique», que dice la profe que hay «muy buenas» metáforas…, ja, ja.
—Mientras no estudiéis las letras raras, esas de «ragaton»…, ¿se dice así? Aunque mejor podríais estudiar a Serrat… —sugirió Laura con nostalgia.
—Imposible… el reggaetón lo prohibió Trampa, con pena de cárcel, porque según él es el culpable de los embarazos no deseados de las adolescentes.
—¿Y hacéis deporte? ¿Te gusta el fútbol? —preguntó Manolo, el fantasma alegre de la radio.
—Hijito…, ¿qué haces en el despacho de papi?…, ¿y con quién estás hablando? —Se escuchó a la mamá que gritaba desde el cuarto de baño.
—Mami, estoy haciendo un streaming mientras juego…, ¡pero te juro, que no voy a tocar ninguna de las cosas de papi!
—¡¡Ya, sal de ahí, antes de que venga papá!! Que si no le van a entrar los demonios y…, ¡quiero tener, al menos hoy, la fiesta en paz!
—Bueno, «Caspers», me tengo que ir. Si queréis, regreso cuando pueda y podemos retransmitir de la temática que queráis y que se os dé mejor.
—Perfecto. ¡Qué ilusión! Me encantaría hacer algo como: «Lo que necesitas es amor» de Isabel Gemio… ¡Ay, qué tiempos aquellos! —dijo Laura suspirando.
—Yo quiero hablar de fútbol: de los clásicos entre los equipos del Barcelona, de Johan Cruyff contra el Madrid, de Benito Floro —dijo Manolo, emocionado.
—¿Y tú, Sr. Carlos III…? —La verdad que el fantasma tenía gran parecido al rey de Inglaterra—. ¿De qué te gustaría hablar?
—A mí de asesinatos de niños en extrañas circunstancias… —Hizo una pausa y lo miró fijamente, mientras le hacía una señal, con el dedo índice, para degollarlo.
»Bueno…, será mi oportunidad para hablar de política: hablaré de los mejores y peores presidentes de la historia de España.
«¡Y qué no se me olvide mencionar a Zapatero!», pensó Juan y se le escapó una sonrisa, por única vez.
—¡Saldrá genial! Tendréis más rating que la suma de todos vuestros programas y artículos de prensa. Por cierto, os tendré que poner unos «filtros» al retransmitir, porque estáis demasiado pálidos.
—¡Hasta pronto! —dijeron los fantasmas y desaparecieron a la vez.
—¡Bye! —dijo Ángel y cerró la puerta como si no hubiera pasado nada…
EVA AVIA TORIBIO
Vamos a adentrarnos en un día cualquiera de una familia, donde sus componentes pertenecen a tres generaciones. Una abuela, bastante guerrera, una madre divorciada, con muchas ganas de rehacer su vida y una nini, que le culpa al mundo de todas sus desgracias. ¿Qué hay más antiguo, moderno y posmoderno que una típica familia?
—¡Mamá, os he dejado algo preparado en la nevera! -grita, Silvia, dando, un golpe en la puerta.
Se abre la puerta
—¡Ay, madre, que se me han olvidado! ¡Ja, ja, ja! -corriendo, Silvia, dirección a la habitación.
—¿El qué? ¿Las bragas de repuesto? Porque menuda pinta, seguro que ni llevas.
—Mamá, por Dios, pero que antigua eres. No, mamá, los condones, que también son importantes.
—Y tú, muy moderna. Cierra las piernas y no tendrás que usar de esas cosas. Llámame antigua, pero ahora tenéis demasiada libertad, esto parece Sodoma y Gomorra -desde la cocina.
—Y la niña, ¿dónde está? -dándole un beso a Antonia, su mamá, la jefa de la casa.
—Esa floja, jugando al Fortnite ese, que la tiene apoyardada. ¡Dios, que cruz!
Silvia se va de casa, a toda mecha.
—¡Abuuu, tengo hambre! -grita, Katherine, desde su cuarto.
—¡Mueve ese culo gordo cagando leches, que se te está poniendo…!
—¡Joo, abuuu, me has hecho salir y ahora por tu culpa, me han eliminado! -sale desganada desde su cuarto, con unos pelos…
—¡Yo si que te voy a eliminar, pero es del sopapo que te voy a dar! ¡Ahí ha dejado, tu madre, algo hecho, te lo calientas y listo! Que va a empezar El Gran Prix.
—Menudo peñazo de programa. Abuuu, ¿me pides un Uber? Me apetece Sushi.
—¡¿Un qué?!
—Nada, déjalo, que ya me lo pido yo. ¡Abuuu, haber si te modernizas un poco! -cogiendo el teléfono fijo de disco, que todavía conserva Antonia.
—¡Y a ver si tú te haces algo, floja, que freír un par de huevos con patatas y jamón, no es tan complicado! -le grita desde el sofá-. —Que me modernice, dice la niñata esta, que me llamen antigua, pero donde se ponga una buena torrada de panceta, chorizo, morcilla, longanizas, chuletas de cordero… -hablando en alto, mientras saborea las palomitas que se ha hecho en la sartén.
Se abre la puerta de casa y entra Silvia.
—Chicas, que he traído la cena -dice, Silvia, dejando unas bolsas.
—¡Qué, ya te han dejado plantada! -dicen a unísono, la abuela y la nieta.
—Si es que una no se puede fiar ya ni del Tinder…
—No, lo que no se puede estar tan desesperada -le dice Antonia a su hija.
—¿Y tú, donde crees que vas? -le dices Silvia a su hija.
—A mí cuarto, que yo no puedo con tanta…
—Con tanta, ¿qué? Mira que te suelto el bofetón que nunca te ha dado tu madre y se te acaba tanta tontería -levantándose de un brinco del sofá.
—¡Puff, que cruz! ¿Y que ha traído mi amada madre?
—Una deliciosa sopa de sandía y una emulsión de foie con cebolla caramelizada.
—¡Fua, que asco! -dicen de nuevo, al unísono, la abuela y la nieta.
—Definitivamente, me pido un Uber.
—Yo paso de esas mierdas, un platito de jamón y queso, con pan tomate y lista.
Y así, estas tres mujeres, terminan cenando cada una lo que le gusta y en la mejor compañía posible, su familia.
El tiempo en el que nos ha tocado vivir, donde priman el individualismo y el consumismo, está dando paso a la perdida de esos buenos ratos compartidos con la familia. Momentos en los que, mientras hablábamos de lo sucedido durante la jornada, disfrutábamos de su compañía y de algo tan delicioso y saludable, como es un buen plato de comida.
No podemos negar que los avances tecnológicos, nos hacen la vida más fácil, incluso, nos brindan la oportunidad de conocer a otras personas, que antes era casi inimaginable que pudiéramos conocer y mantener ese contacto diario. Pero no debemos perder el contacto con nuestra realidad, nuestra familia, amigos y vecinos, que ellos si que podemos tocarlos, besarlos, compartir un café…
Besos, La Incondicional.
GRACIELA PELLAZA
¡Ay Gracielita!
¿Para qué piensas tanto?
Se han roto las estructuras, ni piso ni techo, es el posmoderno universo.
En el apuro por llegar te agitas, aprendes aplicaciones, y gastas lo que no tienes para parecer más joven.Gira el tambor y lavas lo viejo para lucir diferente, copiando al rebelde, dando examen de modismos y pagando con código QR. No te has quedado en la largada, los estas alcanzando.
¿Entiendes que estas viajando?
Y crees que no te mueves. Haces el esfuerzo maratónico para escapar de lo obsoleto. ¿Tienes miedo?
¡Ay Gracielita!
Todo se ha transformado, como muñecos de plastilina, se derriten los relojes de Dalí. Es subjetivo el tiempo.
Irreal.
Respira Gracielita
Allá; ya no existen las higueras donde estaban, ni los jazmines en la escalera, los patios y los cordeles de la ropa, los libros que has prestado, el agua del carnaval, y las reposeras en las vereda.
Estas viajando.
¿Te das cuenta de eso Gracielita?
Y mientras el mundo en su órbita aburrida gira, a tí te asombra el paisaje de la ventanilla.
¡No dejes de mirar!
Mientras la materia declina, el alma lanzará su red para atrapar al que intente plantar albahaca, al que pregunte por los versos de Becquer, al que luche en la extincion de las especies.
Todo mezclado en un costurero lleno de botones, y la duda es ¿quien coserá?
Nada es enteramente cierto
Ni lo que fué
Ni lo que es
Ni aquello que vendrá
GAIA ORBE
redes sociales
la fábula de vivir
cambia rápido
las sombras posmodernas
mentiras de libertad
gente indecisa
abanico de opciones
sin meta final
el rey está desnudo
destronaron lo serio
SILVANA GALLARDO
Pensar y fluir
con sensibilidad
razón perdida.
Oponerse sí
la realidad natural
idea confusa.
Sostiene ideas
para romper las reglas
que aprisionan.
Minimalismo
tiempo de la libertad
del pensamiento.
Orden interno
desconfianza ante todo
gran complejidad.
Deconstrucción
nueva estructura
ciencia y arte.
Escepticismo
nada cierto, no falso
es relativo.
Real paradoja
estilo fragmentado
todo es parodia.
Nueva era de
libertad necesaria
para ser y fluir.
Ocaso, tal vez
de valores humanos
hacia la nada.
BLANCA NIETO
La Clotis y la Donis
Dos punkis perdidas en un tiempo que no les pertenece debaten en su jerga que puñetas hacen aquí.
_ No me gusta esta época Clotis, echo de menos nuestros ochenta, con lo que nos costó llegar y en un plis plas todo ha cambiado tronca-
– Ya lo sé, tía, pero esque estamos en el dos mil veinte tres…creo que por culpa del Pistols con sus inventos del tiempo y la caja del «cola- cao», ¡ Que no lo pillé a ese flipado!-
– No se, pero alucino pepinillos con la peña, aquí todos tienen pasta y nosotras comiendo pipas en la plaza mayor-
¿ Que dices tía?-
– Si mira todos tienen teléfono y tienen que ganar mucha tela porque no lo sueltan ni pa tras.
– ¿ Que nos ha pasado? ¡ Si hace na lo estábamos rompiendo en el concierto de Alaska y los pegamoides en el Rocola!.
– Si, es verdad, Alaska ya no mola como antes-
– Todo ha cambiado otra vez en Madrid de ser unos mojigatos que no podían ni piar, pasamos a unos conciertos pa flipar, libertinaje y ahora no sé poner nombre a lo que guindo.-
– yo quiero volver con el Pistols y los colegas, joder, que tengo un hambre que da calambre-
– Pues solo tenemos un bote de » cola- cao» y cinco pesetas que nos darán….pa cinco gominolas aprox.
-¿ De qué vas? ¡ Que ya no compras na con eso !
-Somos unas Fitipaldis, con los que nos costó hacernos las crestas, tía.-
– Si, a ti tres horas y media pastilla de jabón de lagarto-
– jaja, que risa tía Felissa pues pa lo que nos sirve aquí nos damos el piro porque somos bichos raros.-
– ¿Nos metemos en el bote de » cola- cao» haber si volvemos?-
– Debuten, hasta que nos miremos año dos mil…. Menuda biruji
Al día siguiente, se despertaron por la tarde, la Clotis se puso espinete, y le dice a Donis-
– Tronca que chusta nos preparo la basca he tenido un sueño de flipar.
YOLILLANA RELATOS
LUNA.-
Año 2050, estamos en un mundo posmoderno, una nueva era donde la conexión humana parece haberse desvanecido y la empatía escasea.
Cada cual mira sólo por si mismo. Las gentes no sonríen, no se reúnen. La vida se resume en trabajar, comer, dormir y cumplir con las necesidades básicas de cada uno.
En un mundo frío y sin amor, una niña llamada Luna destaca por su extraordinario e innato talento artístico.
En medio de la indiferencia generalizada y la falta de aprecio por los demás, ella encuentra consuelo y escape en su pasión por el arte.
A menudo se retira a un pequeño y oscuro rincón en su habitación, y dibuja.
Cierra los ojos y deja que por sus dedos fluyan las emociones y sentimientos que tiene dentro. Ni siquiera se fija en lo que está dibujando, solo lo deja fluir a través de sus pequeñas manos.
Una pena grande la inunda y es su forma de sacar esa tristeza al exterior.
Un día, mientras dibuja en su cuaderno, Luna imagina un pájaro azul con alas doradas.
Para ella, este pájaro simboliza la belleza, la libertad y la alegría que tanto anhela en un mundo que se ha vuelto tan frío y distante.
Cada trazo de su lápiz es cuidadosamente ejecutado, y el pájaro toma vida en el papel, emitiendo un brillo especial.
Luna, curiosa por ver cómo su creación cobra vida en el mundo real, decide llevar a cabo un experimento.
Utiliza la tecnología de realidad aumentada para darle vida al pájaro y soltarlo en las grises y monótonas calles de la ciudad.
El ave, convertido en un pequeño Frankenstein, comienza a revolotear a su alrededor, y cuando el pájaro azul con alas doradas levanta el vuelo más allá de su habitación, algo mágico sucede.
La gente, que ha estado atrapada en sus rutinas sin sentido y ha perdido la capacidad de sonreír, se encuentra cautivada por la presencia del pájaro.
Sus rostros inexpresivos se iluminan con asombro y alegría. La gente se detiene en sus caminos apresurados y mira al cielo con una sonrisa en los labios mientras el pájaro realiza su danza.
La noticia de este fenómeno se propaga rápidamente a través de las redes sociales y los medios de comunicación. La ciudad se llena de vida y color.
Vuelven las reuniones de gentes, las quedadas en las calles para admirar al pájaro azul con alas doradas de Luna.
La empatía y la conexión humana vuelven a invadir los espacios abiertos, los parques y estanques, donde hasta los animales se han visto transformados por la energía que el pájaro irradia.
Luna se convierte en la nueva artista revelación de la era posmoderna, pero su obra va más allá de la fama y el reconocimiento. Su pájaro azul se convierte en un símbolo de esperanza y renacimiento, recordando a la humanidad que la belleza y la alegría todavía pueden encontrarse en el mundo, incluso en tiempos difíciles.
Mi voto es para:
– Bego Rivera
– David Merlán
– Eduardo Valenzuela
Mi voto para Luisa Valero.
Mi voto para:
Raquel López
Mi voto para:
Raquel López
Irene Adler
David Merlan
Dil Darah
Mi voto: Marta Suarez
My voto. Harold Padilla
María Cruz Estevan
Efraín Díazh
Mi voto
Eduardo Valenzuela
Mi voto para
Raquel Lopez
Voto para: Dilh Dara y Raquel López.
Mi voto para:
Josma
Pedro Antonio López
Mi voto para:
Raquel López
Irene Adler
¡Felicidades a todos!
Buenos días. Esta semana es para
Pedro Antonio López