Lengua – miniconcurso de relatos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «lengua». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 28 de septiembre!

* Por favor, solo votos reales. No hay premio, solo reconocimiento real.
** El voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos. Si alguien vota a 3 relatos, se contabilizará 1/4 de punto a cada uno. Si vota a 5, el voto será nulo.
*** Los textos son originales (responsabilidad de cada autor) y no han pasado procesos de corrección.

 

SERGIO SANTIAGO MONREAL

Luminosidad silenciosa
eléctrico recuerdo
nimiedad olvidada
grandeza destruida
utilidad nula
afloran sentimientos.
Languidece el ocaso
empieza la noche
naturaleza oculta, fuerzas
gravitatorias ensalzan la
utilidad de las sombras
aullando a la luna.
Lúgubre hoguera
enciende la llama
nada la detiene
gotas de fuego
untando la oscuridad
alabanza siniestra.

MARÍA CRUZ ESTEVAN APARICIO

!Ay! ? qué haría yo sin mi lengua?
«Lengua»
Me desperté temprano, el día aún dormitaba. Entonces me di cuenta que mi lengua no obedecía a mi pensamiento.
Grité en la penumbra, más mi voz no salía de mi garganta.
Calce mis pies y, me coloque en los hombros una toquilla de lana.
Tenía mucho frío ,mucho frío en mí cuerpo a igual mi lengua estába congelada o muerta
No puede ser me dije a mi misma ya que mi entendimiento me muestra la realidad de mi casa. Camino y siento, sólo es mi lengua la que se niega a obedecer a mi cerebro.
Cogí el teléfono marque el número de emergencia112 pero mis palabras no salen de mi boca. Dios mío ayudame…
En mi desesperación se me ocurre poner la cafetera al fuego hace unos días traje de mi viaje a CUBA aquel exótico café.
Bebi con gana y milagrosamente mi lengua vuelve a la vida…

CORONADO SMITH

STRIKE – 2
El Trovador Deslenguado se despertó con un sensación rara, su psique había fijado en sus oídos el estribillo de “Tu recuerdo” (en principio el título era Paranoias de un iluso), una canción de su disco “Sonidos de soledad”.
Y todo fue una quimera,
nunca llegaste a estar,
me perdí en mi utopía
y me atrapó la tempestad.
No podía ser, ahora no, el destino no le podía hacer eso, ahora que estaba tan cerca. Siempre había observado las miguitas que le dejaba la musa, ya se sabe que las musas son perversas aunque te regalen su poesía para que la muestres al mundo, hasta que la vio luciendo “Noche de Estrellas”, entonces lo supo, había que crear con ella el poema celestial que trascendiese los pliegues del tiempo y morase eternamente en el Edén. Ella le había abierto la puerta de su inspiración, le había invitado a pasar a través de su universo de estrellas para danzar con ella “la nana de las ciruelas” entre sinfonías mininas y el le había abierto la puerta de su escritorio estelar, para que el café de la mañana aromatizase el poema nocturno, ¡pero sorpresa, el hielo había sido la respuesta!, el poema seguía vacío sin poder explicarse todavía el por qué. Puede que la musa no se hubiese tomado bien el intento – torpe por su parte pensó él, intentando encontrar un atisbo de algo que le arrojase luz, de alabar sinceramente su primera vez como musa – por lo visto ella renegaba de ello y el lo acababa de descubrir -. La incertidumbre se apoderó de él, estaba a punto de “colgar el telescopio” y tirar la toalla.
-¿Por qué me habrá tocado una musa de palo y zanahoria? – se repetía a sí mismo – si caigo otra vez en la espiral del desanimo y la amargura, jamás volveré a escribir, ni siquiera el trébol me podrá salvar – suponiendo que yo quiera que me salven-.
Intentando salir de momento de esa disyuntiva buscó el tema semanal, pero le dio igual.
-¿Lengua? Yo tengo mi propio tema y además me niego a usar el “estilo Tinder” para cortejar a la musa, prefiero el estilo literario.
-¿Y la musa? –
– La musa que piense lo que quiera –
¿Conseguirá el Trovador Deslenguado sobreponerse al varapalo emocional?
¿Escribirá la musa la parte que le corresponde o seguirá con su perversidad?
Estén atentos al próximo capítulo… si lo hay… esperemos que sí… pero… Las musas mandan.

DIL DARAH

Sinestesia con flores de lilo

«Todo lo que un hombre sabe, todo lo que ha oído, no son meros estruendos y rugidos, se puede decir en tres palabras.»

Ferdinand Kürnberger
Probé muchas combinaciones que empezaron conmigo, luego una larga serie que empezó con el mundo, pero no encontré la lengua común ni manera de unirlas. Esta terrible falta de plural se siente como un cansancio crónico, un invierno que apaga el fuego de la mente, un continuo arrodillamiento ante iconos carentes de santos. ¿Dónde encuentras las respuestas a las preguntas que no han sido formuladas? ¿Existe un cementerio de los fracasos, en el que enterramos los espíritus por la eternidad?; ¿una cruz para marcar la inutilidad del intento y el principio del fin?
¿Quién me espera y nos acoge en la vacuidad del neanto? Igual no hacen falta palabras escritas, sólo un espejo para captar los reflejos de las acciones, un lenguaje que toma forma mientras respiro y mi corazón late. No una articulación, pero una incorporación orgánica de las ideas que crean las intenciones, todas concentradas en los ojos y luego en el alma. No pienso antes de respirar, y me parece incorrecto pedir permiso al alma antes de retratar una vivencia, especialmente una tan definida como la que propongo, sabiendo que está destinada a la derrota.
Esta es mi primera palabra y es vida; independientemente de las probabilidades y no sujeta a la decisión de mi conciencia. Una lírica de sangre y tierra, fracasos y nubes, sonrisas y viento. Aguas sobre aguas, personas sobre personas, hierba sobre hierba. Un camino ya terminado cuyas piedras puse en vano esperando encontrar el ángulo correcto, el que deja los espejos en paz, es más: los atraviesa sin crear ninguna impresión.
En esta confusión puede suceder cualquier cosa; encontrarse o pasar años enteros con las manos levantadas al cielo inmune a súplicas. No sé qué curioso destino me ha asignado esta eterna espera ni qué hacer con ella. ¿Tengo que respirar, porque el gran universo depende de mi frágil aliento, o desaparecemos juntos?
Así encontré mi segunda palabra y es olvido. Nos está aguardando a todos, pero en mi caso me marcó antes de tiempo. Me espanta su constante presencia, como una obligación de comprar cada segundo, y nunca sé si tendré memorias en el bolsillo para pagarlo. Le escribo sin cesar y me sonríe, sin entenderse jamás si le gusta o no, si se irá o si yo me quedaré en este lugar, así que sigo respirando y escribiendo mientras busco los ángulos correctos de las piedras, con la esperanza de encontrar la perfección del camino.
No… Perfección no es la tercera palabra, y no sé cuántas piedras más recogeré ni cómo la descubriré. Ruedan perlas y diamantes, resplandecen estrellas desaparecidas y nacen otras que aún no nos han enviado su brillo, graznan los cuervos cerca de mis palmas gastadas por la escritura. Respiro y respiro y la muerte me habla y me habla; pronto seré polvo y todavía no me ha mostrado cómo elegir la tercera palabra ni qué me traerá la definición completa.
Hace poco tuve un sueño. Estaba rodeada de lilos y era otoño, pero, a pesar de todas las variables universales llovían flores. Cuando las recolectaba en mis manos sentí escalofríos, como si estuvieran vivas. Volaron y revolotearon, y me envolvieron en círculos tan amplios y generosos que taparon hasta la última fisura del horizonte, hasta la última piedra de mi camino inconcluso. El aire era cálido, dorado y olía a milagro; mis palabras se escucharon como si existieran. Fue un sueño de plenitud, tan grande que hasta la muerte decidió desaparecer y mis hojas de papel se convirtieron en mariposas.
Me desperté llorando lágrimas limpias, como una confesión y decidí abandonar todo lo demás y buscarlos.
No sé qué me asusta más, pero, por errónea que sea mi construcción estoy convencida de que los lilos saben cuál es la tercera palabra, tan sublime que no necesitamos siquiera hablar de ella.

DAVID MERLÁN

Cada noche, María mientras dormía, su lengua cobraba vida propia. Cada madrugada se repetía la misma y angustiosa escena. En ella, su lengua se deslizá sigilosa por su garganta y emergía como una serpiente venenosa. Ella intentaba articular palabra pero irremediablemente siempre sucedia lo mismo; sus palabras se convertían en susurros incomprensibles que envolvían toda la habitación con un terrorífico eco. Sus ojos aunque cerrados, no podían evitar soltar lágrimas mientras intentaba gritar, pero su lengua, implacable, la sofocaba, provocándole una angustia insufrible. Nadie podía escucharla, nadie podía salvarla. La lengua de María la atormentaba sin piedad noche tras noche, susurrándole secretos oscuros y amenazas crueles. Cada noche, la pesadilla se repetía, dejándola atrapada en un ciclo de horror sin fin. Al despertar empapada y sobresaltada, se incorporaba en la cama, y entre sudores, siempre se preguntaba lo mismo:
”¿Serán las almas atormentadas de los fallecidos de la morgue? Tengo que buscarme otro trabajo. No puedo más, no puedo seguir así» y caía rendida sobre la cama mientras, mira al techo con la vista perdida y paulatinamente se relajaba al notar como se iban aplacando los ecos de los lamentos y quejidos de las almas en pena, al menos hasta la noche siguiente.

JOSÉ ARMANDO BARCELONA

¡MENUDA TROPA!
—Miguelo, hijo mío, ¿quién ha sorteado los puestos? No podía habernos tocado otro peor, por aquí no entran ni cardelinas, hazme caso; encima se me ha metido agua por el cierre de la bragueta y llevo los venancios empapados.
—El sorteo lo ha dirigido el marqués; protocolo obliga, majestad, y eche de ver si no se ha orinado encima, que últimamente anda con la pecera floja, por decirlo de una manera coloquial y distendida.
Una mirada de regia indignación premia el comentario de Miguel Brownoser, duque de Viñavieja, marqués del Tiento y secretario personal de Cunegundo II, quien tras haber abdicado en beneficio de su hijo Malaquías I —por unos asuntillos domésticos que no viene a cuento traer a colación—, disfruta, como Rey Pretérito, de una cómoda jubilación vitalicia, con cargo a los presupuestos generales del Estado.
—¡Cuida esa lengua, majadero! Hay que joderse, desde que es políticamente incorrecto decapitar a la nobleza insolente, estáis de un levantisco que da por el saco, Miguelo, te lo digo con todo el cariño. Anda, mira a ver en la bolsa qué nos ha puesto el marqués para el almuerzo, que a estas horas ya voy teniendo gusa.
—Mortadela de tofu, majestad, dos bocatas con pan de espelta, ensalada de crudités en un táper reciclable y un termo con infusión de jengibre. No hay más, sire, nada con algo de sustancia, si se me entiende.
—Mira bien, Miguelico, que no estamos en tierra de infieles, algún trozo habrá de chorizo, longaniza, unas virutas de jamón, ¡coño, no me jodas!
—Lo siento mucho, señor, la marquesa se ha pasado al veganismo y no hay forma de conseguir un triste pincho de tortilla de patatas en toda la finca.
—¡Carajo, pero la alquilan para cazar patos! Si es que este país está lleno de hipócritas, descuideros y mangantes. Te habrás traído la bota, espero. Pásamela, marqués del Tiento, que le doy un toque —se tronchó el monarca con la gracieta—. Y seguro que arrendar esta charca sale por un huevo. A saber quién será el lila que corre con los gastos de la matanza, Miguelo. Por cierto, ¿cuánto me llevo yo de comisión?
—La cacería está sufragada con fondos de la Comisión Continental, procedentes del programa «Con Lengua Sabe Mejor», y la presencia de su majestad en el evento es puramente promocional. Desde que dejó la corona en la testa de su real hijo hemos ido perdiendo notoriedad, la nómina de amigos adelgaza por momentos y el negocio se resiente. No queda otra que dejarse ver, recordar viejos favores, susurrarle a alguno en la oreja esa confidencia que solo ambos comparten, ser sutilmente conminatorio… En fin, el protocolo habitual en estos casos.
El Pretérito deja la escopeta en el suelo, saca un puro del bolsillo superior de su chaleco, lo desmocha de un mordisco y le mete fuego. Pensativo, deja correr la mirada por el espejo de agua. Le da un par de caladas al cigarro. Una reflexión azulada, envuelta en suspiros habaneros, se le escapa por la boca.
—Mira que llega a ser borde y desagradecida la gente, Miguelico. Hace cuatro días se mataban por besarme el culo, me salían las novias por las orejas y ahora, si te he visto, no me acuerdo. Beatus ille quem vivere in locus amoenus et carpe diem. ¡Ay, aquellas monterías del Kalahari! Caza mayor, chavalas guapas y bufé libre, no como este cutrerío talibán. ¡Coño, un pato! —coge el arma, apunta, dispara y hace diana—. Para que luego digáis que estoy gagá. ¿Has visto cómo lo he despanzurrado? —el marqués del Tiento se encoge de hombros, sale del puesto y echa mano a los bártulos con desgana.
—Era un dron del servicio de seguridad, su alteza, y vale una pasta. Será mejor que no mencionemos el incidente, no sea que nos lo hagan pagar. Quizá deberíamos cambiar el puesto con el duque de Fiesta, que como siempre va fumao no se entera de por donde le viene el aire. Lo digo por si los guardias tiran de coordenadas y atan cabos.
Cunegundo II dirige una mirada aprensiva a su alrededor, se cuelga la escopeta del hombro y sigue a su secretario, abandonando el escenario del crimen.
—Por cierto, hijo mío, eso de «Con Lengua Sabe Mejor», suena a puticlub de carretera; ¿seguro que no hay chavalas en esta verbena?
—De las que insinúa su majestad no; solo la señora marquesa, una duquesa y tres infanzonas. Pero si me lo permite, ¿para qué se interesa usted por ese asunto, si ya no le funciona la sala de máquinas?, si me consiente el eufemismo.
—Pues por querencia, tradición familiar y porque me gusta que me pizquen el culo, leñe. Marquesas, duquesas, infanzonas, esas son las mejores, Miguelico, si lo sabré yo. Tienen un vicio… Tira, tira, vamos a darle el cambiazo al de Fiesta, que ando jodido de liquidez; solo me faltaba tener que rascarme el bolsillo por la tontería. Drones, hay que joderse, no era mejor antes, que le dabas una propina al alcalde del pueblo y te hacía una batida de lugareños por toda la finca, que ni alacranes dejaban bajo las piedras.
—Qué quiere que le diga, eran otros tiempos, sire, hoy se nos echaría encima el republicanismo militante, la cámara baja y gran parte del senado.
Echan a caminar en dirección a unos carrizos cercanos, de los que salen fumaradas intermitentes. Huele a hierba chamuscada.
—Qué jodido, el duque, ya le está dando a la pipa de la paz, ni Toro Sentado —ironiza el monarca—. Entonces, eso de la lengua, ¿de qué va?
—De potenciar la comercialización, a nivel continental, de la lengua de vaca, señor, que parece tener grandes cualidades alimentarias, es barata y hay excedentes.
—Estofada está de muerte, Miguelo; los chinos se pirran por las lenguas de pato, mira tú lo que son las cosas. Mientras, la duquesa vegana haciendo caja y la vista gorda, claro, pero nos llena el morral de bocatas de nabos, la hijaputa. ¡Carlitos, cabroncete, cuanto tiempo! —irrumpe jovial el monarca en el puesto del duque de Fiesta—. Oye. Mira, que te quiero pedir un favor. ¿A ti no te importaría…?
La mañana hace rato que ha perdido los dientes de leche. Pronto el furriel tocará a rancho y la hueste levantará el asedio. Los patos, al amparo del carrizal, se dejan mecer con el vaivén de la laguna y sestean tranquilos. Los de seguridad no se aclaran con la lectura de las coordenadas del GPS y ya llevan cuatro drones caídos en combate. Alguien ha perdido los auriculares de la radio y doña Concha Piquer proclama a todo volumen que: El vino en un barco, de nombre extranjero, lo encontré en el puerto, un anochecer, cuando el blanco faro, sobre los veleros, su beso de plata dejaba caer.
Menuda tropa.

FÉLIX MELÉNDEZ

La lengua es una gaviota, que le gusta volar.
Se puede abrazar con ella, y sucumbir a sus encantos, levantar mil pesos y alejar pesares. Consolar y desconsolar a tantos.
Se puede imaginar otros mundos, y describir lenta y minuciosamente este donde vivimos, ilusionar al más pequeño y consolar al más adulto, entretener al mediano. Y hacerle un truco de manos.
Se puede amar con ella y desarmar con lágrimas de cocodrilo, si sale del corazón puro hacer promesas de anillos y sortilegio llevándote a otros mundos, tendrás las palabras más tiernas y más crudas, las cicatrices más profundas y tatuajes someros.
Se puede aprender leyendo tanto de ella, la realidad de la vida y todo tipo de conocimientos inventariados.
Se puede volar con la palabra, ella siempre que el viento la empuja se deja llevar por los derroteros caminos del infinito.
También se puede dañar con la lengua lisonjera. Inventando mentiras de las personas más bellas. Y diciendo verdades como puños cuando el alma nos aconseja y libera.
Hacer tanto daño como se quiera la lengua es libre y arpía áspera y traicionera le gusta silbar en los oídos ajenos cotilleos de otras gentes, colándose como el veneno en la vida de cualquiera.
Siempre es un medio con el que disuadir o embelesar, describir y contar. Cantar y escuchar la primavera entre trinos y veredas.
Todos tenemos el poder y la gloria de usar, pero es como un espejo donde nos observarán los demás nuestros reflejos, y seremos parte y todo de un extraño saber estar. Y según nuestros modos, así nos tratarán la mayoría de las veces.
Cuántas veces las verdades no deberían de decirse pues en el fondo, se ahoga el que no nada, siempre se saben.
¿Cuántas lenguas deberían de callar?
Y otras tantas tendrían que hablar más, hablar y destapar la verdad escondida.

ALFONSO FERNÁNDEZ-PACHECO

Len Wah
―Bienvenido a la escuela de cocina del chef chino Len Wah. Nomble, pol favol.
―Gualberto Luengo Abolengo y no se ría, que bastante he tenido ya.
―Tú venil con lengua fuela, sudal como pollo.
―Es que estaba en la cafetería, tomándome mi café lungo con unas lenguas de gato y vi por el cristal que llegaba la guagua, veloz como una lengua de fuego. Salí corriendo para que parara, gritando como Ramón Langa, en lenguas vivas y muertas, pero nada, el conductor, que suele ir bolinga, se hizo el longui.
―Bien, problemas occidentales mu bobos. Clase empezal. Hoy aplendel a cocinal la langa en salsa longa con lingüini, un pescadito lico lico. ¿Tú sabel de qué hablal Len Wah?
―Sin ánimo de ofender, pero con esa lengua de trapo me cuesta un triunfo entenderle.
―Lleval poco tiempo aplendiendo tu lengua. Yo enseñal tú a hacel salsa longa. Lo plimelo, cogel bol luengo, luego intloducil ingledientes y cuando mengua, usal lengua pala aplovechal to.
―Qué puto asco. No me joda, Len Wah, paso de chupar el bol luengo, aunque se llame como yo.
―No sel deslenguado en mi cocina. Abolenguo, bonito nomble, sonal como lengua medieval.
―Sí sí, pero yo no paso la lengua por ese pastiche.
―Tú sel mu tonto, españolito, digo usal lengua, no lengua, lengüeta, no lengüita.
―Aaaaaahhhh.
―Ahola, Abuelengo, echal galbanzos Luengo y lemovel con lengua, como ya he dicho, hasta que mengua.
―Pues, esto no mengua.
―Dal fuelte con la lengua.
―Necesito una tregua.
―Y se nos pudle la langa.
―Pues ponemos lenguado.
― ¿Lenguado en salsa longa? Sel milonga.
―Len Wah, me largo, ahí se queda con la langa, la lengua, la longa, los lingüini y el bol luengo, necesito otro café lungo.
―Desde luengo, vaya juventud, a más vel, malandlín. Que pase el siguiente. Nomble, pol favol.
―Hermenelingo Colunga Revengo.
―Me vuelvo a China a tocalme el mondongo, a Len Wah supelal este ployecto. Hasta luengo, Helmenelongui, plactical mucho con lengua, ya sabel, hasta que mengua.
― ¿Ein?

BENEDICTO PALACIOS

Hay frente a la vivienda en la que paso estos días un negocio muy rentable, un gabinete donde se arreglan y pintan las uñas. Esta mañana, un poco antes de la hora de apertura, ya había cinco personas esperando. Hice el número seis porque mi mujer me ha pedido que le coja la vez. Me he llevado un libro, pero no he leído una línea. Junto a mí se ha sentado una señora con un niño en brazos y el muy listo me ha estado comprometiendo un buen rato. Hasta quería darme el chupete. Le he hecho un signo negativo, y como no abrí la boca lo ha tirado al suelo. Lo ha recogido su madre y lo ha limpiado primero con la mano y luego con un buen lengüetazo. El muy truhán se ha sonreído. Ha terminado la primera señora que hacía cola, ha cogido su bolso con sumo cuidado, se ha mirado las uñas y satisfecha con la contemplación nos ha dicho un adiós generoso.
El puesto de espera libre lo ha ocupado una señora con un perro. Me ha gustado el color del pelo pero menos las riñas, infinitamente más severas que las de la madre al niño para que dejara de ladrar. Podito le llamaba. Pero por el pedazo de lengua que no le cabía en la boca, debería llamarle lenguarón. Confieso que a mí de chico me mordió un perro.
Ni el niño ni el perro lograron entretenerme los largos treinta minutos de espera. Empezaba a cansarme, me levanté del asiento y disimuladamente me fijé en el artístico trabajo de manicura. ¡Con qué mimo limaba una uña kilométrica! Y me puse a comparar, primero con las de luto de la gente de mi pueblo, tan duras y esquivas al agua y luego con las del ángel, una pintura a la entrada de la iglesia, tan relucientes y dóciles. Recordaba también las de Lucifer que el catecismo las pintaba encorvadas y severas, unas uñas defensivas para poder enfrentarse a Dios. Debió este demonio olvidar que el creador estaba hecho de naturaleza más sutil.
Regresó mi mujer y volvía enfadada y poco satisfecha con el color que le habían puesto.
—Pues no vayas.
—Ya, como tú no friegas…
—Tú tampoco, lo hace el friegaplatos.
Se quejaba de la poca atención y del descuido. Dos veces había abandonado el puesto la asistenta para beber agua. Vamos ni que fuera un trabajo para ir con la lengua fuera.
Por no ir de flujo en reflujo, me centré en la historia religiosa de Lucifer y compañía. Estaba seguro de que el gran pecado que cometieron aquellos ángeles nada tenía que ver con lo que nos han contado, esto es, que no se revelaron contra Dios porque querían saberlo todo y poseer su misma belleza. Un día le pregunté a un amigo que estudiaba teología.
—Dios creó para ellos el infierno porque mandó que le adorasen, me dijo.
—Y no lo hicieron. Lo de siempre, repliqué.
—Deja, hombre, que termine. No fue esta negativa lo más grave. Fue peor que le hicieron burla sacándole la lengua.
—¡Qué deslenguados, Señor!

TALI ROSU

Escarmiento
Todos estaban con la mordaza bien apretada y con el dispositivo eléctrico introducido en el ano para mantenerlos erguidos, siempre rectos… Al mínimo indicio de desobediencia o al salirse de la línea que delimitaba su camino, la electricidad les daba un recordatorio del lugar al que pertenecían.
La lágrima que resbaló por la mejilla de María activó todas las alarmas del sistema, pues las emociones estaban prohibidas en aquel redil. Los superiores accedieron a la jaula de fronteras invisibles y gruñeron tres veces. No hacían falta palabras ni una lengua bien estructurada, tres gruñidos eran suficientes para saber lo que vendría después: la sacaron del redil y la obligaron a cruzar la línea durante un tiempo prolongado. La corriente la obligó a olvidarse de esa mordaza imaginaria y a defenderse con uñas y dientes. Gritó, gritó y siguió gritando. Usó el don de la palabra que le había sido arrebatado y volvieron a cargar contra ella subiendo el voltaje hasta que cayó electrocutada. La arrastraron y le cortaron la lengua frente a todos los demás. Otra vez no hicieron falta palabras, esas eran para la gente civilizada que ya llevaba tiempo extinguida.
El cuerpo de María quedó expuesto para servir de escarmiento y todos los demás apretaron sus mordazas y siguieron acatando las órdenes sin salirse del redil.

RAQUEL LÓPEZ

A veces no encuentro las palabras
para expresar todo lo que siento
permaneciendo enmudecidas,
como testigos absortos.
Letras universales
que viajan a través del pensamiento
donde se reúnen las metáforas
a través de un mismo verso.
Lengua universal son los poemas
capaces de despertar un sentimiento
lengua celestial sin pasaporte,
que inspira el instinto primigenio.

PEDRO A LÓPEZ CRUZ

LENNON
La intensa tormenta no daba tregua. Mientras, trataba de matar el tiempo leyendo, pese a la escasa iluminación que ofrecía la vela decorativa reconvertida a modo de lámpara para la ocasión.
Hacía un buen rato que la electricidad nos había abandonado. En el exterior, la deslumbrante fuerza de los relámpagos se alternaba con la más profunda oscuridad. Aquel era uno de esos momentos en los que te preguntas si vivir en una casa a las afueras había sido una buena idea. Mi marido estaba de viaje y yo me encontraba sola, con la única compañía de Lennon, el fiel mastín brasileño que nos servía de protección y daba sentido a mi existencia en aquel recóndito y tedioso lugar. Lennon, además, se había convertido en el sustituto perfecto que llenaba de alguna manera el vacío de ese hijo que nunca llegó.
Siempre he sido una chica valiente. La fuerte tormenta y el hecho de encontrarme sola en mitad de la nada, no me asustaban en absoluto. La banda sonora de lluvia y truenos que acompañaba a la noche, lejos de inquietarme, me producía sueño y aumentaba aún más mi soporífero hastío.
Entonces me percaté de que Lennon hacía tiempo que no daba señales de vida. Con total probabilidad, aburrido como yo, se habría acurrucado en algún rincón de la casa para acabar echándose a dormir. Desechada la idea de que la luz volviera ya a esas horas de la noche, me preparé una infusión en la cocina de gas y me fui directa a la cama. A la mañana siguiente, a plena luz del día, las cosas se verían de otra forma.
Llevaba todo el día en pijama, así que no tuve que cambiarme. Apagué la vela del salón e hice el recorrido hacia el dormitorio en total oscuridad. Conocía perfectamente el camino. Tenía contabilizado el número exacto de escalones y algún que otro repentino relámpago me servía de ayuda adicional.
Una vez en mi destino, me desplomé sobre la cama y me arropé, haciendo uso de los pocos alientos que aún me quedaban. En pocos minutos comencé a sentir como Morfeo me apretaba con sus somnolientos y embriagadores brazos. Mientras atravesaba ese estado de semilucidez que precede al sueño, noté como lamían mi mano derecha, que había quedado descolgada a un lado de la cama. Una lengua muy familiar que me recorría hasta el antebrazo con insistente humedad, acompañada de una respiración fuerte y entrecortada. Al sueño se me unió una agradable sensación de seguridad y placidez al pensar que Lennon parecía haber decidido salir de su escondite para hacerme compañía. Lentamente, me fui abandonando hasta desconectar de la realidad.
Cuando desperté al día siguiente, había dejado de llover. La luz del sol, filtrada a través de las cortinas blancas, iluminaba intensamente la estancia. Ni rastro de Lennon. Estaría dando una vuelta por los alrededores. Siempre había sido más madrugador que yo.
Lentamente, me desperecé con la intención de dirigirme al baño. Pero justo en ese momento, al fijar la vista al frente, un escalofrío me atravesó de arriba a abajo. Aterrorizada, pude contemplar un amplio reguero de sangre que cruzaba toda la habitación y terminaba justo debajo de mi cama. En mitad de aquel rastro púrpura, pude distinguir unas huellas de pisadas. Tras observar mis pies y las manchas repartidas por las sábanas, inmediatamente supe que eran las mías.
Mi corazón comenzó a bombear desaforado, pero mis músculos eran incapaces de responder. No podía parar de temblar. Finalmente, conseguí reaccionar. Instintivamente, puse los pies en el suelo y me dirigí hacia lo inevitable, en busca de una terrible y macabra explicación. Al agacharme para mirar bajo la cama, lo entendí todo, dejando escapar un enorme grito de horror y desesperación. Allí, ante mis ojos, se encontraba descuartizado el cuerpo de Lennon. A juzgar por la sangre coagulada, debía llevar bastante tiempo así. A su lado, destacaba un trozo de papel toscamente recortado donde se podía leer una sola frase:
“Los locos también sabemos lamer la mano”

MARÍA JOSÉ AMOR PÉREZ

LA LENGUA
Años 80 del SXX. Clase de Lengua de niños de Tercero de EGB: 9 años.
La maestra titular del curso comenzó su baja de maternidad, siendo sutituida por una chica muy joven, recién acabada la carrera y este era su segundo dia en la escuela.
A fin de tomar contacto con los alumnos y ver a qué nivel estaban, les propuso escribir una redacción sobre el tema del que tocaba hablar ese día: Clase de lengua. Y dirigiéndose a ellos les propuso escribir sobre la Lengua y cogiendo tiza y escribió en la pizarra en letras claras y grandes:
REDACCIÓN: LA LENGUA
Y allí comenzaron cada uno a escribir según sus ideas.
Ella, a la hora del patio, mientras los críos jugaban comenzó a mirarlas y, como era de esperar, había todo tipo de ideas, desde los que explicaban cómo se hacía la clase, los que enumeraban las partes que comprendía la materia, pasando por el inspirado que construía versos malísimos como:
Aunque parece muy fácil
Luego se complicará
Con verbos y preposiciones
Que nadie se aprenderá
Fue leyendo y corrigiendo hasta topar con una con muy mala letra, fatal redacción y peor ortografía. Iba ya a tacharla y poner un cero cuando de refilón vio palabras científicas no usadas en clase ni remotamente. Lo leyó con detenimiento y paciencia y descubrió que ponía:
La lengua es un órgano que tenemos en la boca los Mamíferos aunque otros animales también, pero no los Invertebrados.
Sirve para hablar, comer ayuda a mezclarse lo masticado con la saliva para pasarlo mejor y sobre todo para hablar, por eso hablan los loros que la tienen gorda.
Continuaba después con una explicación a nivel histológico de la misma, que, si la redacción fuese buena, podríamos señalarlo como una lección de Histología del libro de Ciencias Naturales a nivel de 14 años, ya que, a su manera, daba una clarísima disposición de los tejidos que la formaban.
Esto la sorprendió tanto, que, al volver a la clase, le llamó aparte y, con la redacción en la mano, tras echarle el debido sermón por los errares antes mencionados, le preguntó:
-Oye, ¿de dónde has sacado todo lo que explicas?
-De un libro- fue su corta respuesta.
-Pero ¿de qué libro?
-Del de Biología del año pasado de mi hermano mayor.
-Y ¿cuándo lees ese libro?
-Pues en la cama, antes de dormir. Es interesantísimo. Porque ¿sabes que la digestión no se hace en el estómago sino en el intestino delgado y que si hay algo malo pueden sacar el estómago y…
Y ahí tuvo que pararlo la maestra so pena de escuchar todos los pormenores del proceso digestivo con pelos y señales.
Así que decidió observar su comportamiento.
En el patio, mientras el resto de la clase jugaba generalmente a juegos que comportaban movimiento, él se quedaba generalmente en un rincón observando alguna planta, leyendo algún libro sacado de la biblioteca o mirando cómo algún operario del equipo de mantenimiento arreglaba algún desperfecto.
Como los viernes había reunión de profesores, ella aprovechó la ocasión para comentar el hecho.
-Es muy raro, casi no habla y tiene pocos amigos.
-Es demasiado inmaduro.
Esto y frases semejantes fueron saliendo de los profesores que lo habían tenido sin profundizar en absoluto en su comportamiento.
Ella por el contrario, con ideas muy frescas, decidió investigar.
Lo primero que hizo fue hablar con él. Indagar sobre su familia y sobre su entorno en general.
Con los datos que obtuvo, habló con un pedagogo ex profesor suyo que la derivó a un catedrático de la Facultad, especializado en comportamiento infantil, al que le interesó mucho el caso ya que estaba haciendo un estudio pionero junto con el Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina que versaba sobre “niños extraños”, aparentemente cortos de inteligencia en algunas áreas pero buenos o muy buenos en otras, superando en estas la media del curso.
Le dieron consejos que ella siguió al pie de la letra metiéndose de lleno en esa investigación.
Por su cuenta contactó con universidades de otros países, también interesados en estos niños y su evolución de adultos.
Y, curiosamente, un día recibió un correo de un médico alemán explicando algo que habían redescubierto recientemente y se remontaba al comportamiento de los nazis en los Campos de Exterminio.
Tal hecho era que, como en principio la gente rarilla era eliminada, alguien dio el alto: podía haber gente rara a los que sacar provecho. Y contrataron a un médico, el Dr. Asperger que, estudiando a esos raros comprobó que, efectivamente los había con grandes capacidades intelectuales.
Así que la tal maestra, ya avanzado el curso, incentivó a este niño a saber más temas del cuerpo humano a la vez que, sin forzarlo, le daba clases extra, por su cuenta de gramática básica.
Pasaron los años. El niño creció aunque jamás perdió el contacto con “su maestra” como él la llamaba.
Ella cursó estudios superiores especializándose en esta área de la que fue una Gran Referente.
Finalmente, estos estudios culminaron en definir un nuevo síndrome debido a una estructura cerebral diferente a la definida como “común”: El Síndrome de Asperger.
Ah, el niño, claro está, estudió Biología especializándose en Neurobiología y como pasa en estos casos, emigró a una famosa universidad estadounidense en donde es Director de un grupo especializado en su propio síndrome.

NURIA HERNANDO

Miguel siempre fue un chico tímido, de pocas palabras. De niño a penas lo dejaron opinar y si elevaba la voz, mientras jugaba con sus otros hermanos, rápidamente lo silenciaban. Así que aprendió a desplazarse por la casa y por la vida como un fantasma. Cuando creció sus amigos lo consideraban muy bueno para contarles sus desgracias, porque escuchaba atentamente, sin hablar , más bien balbuceaba de vez en cuando alguna palabra .
En el trabajo era tremendamente efectivo porque se enfocaba en hacer lo suyo , sin dedicar nada de tiempo a charlar con los compañeros, ni si quiera durante el café de media mañana.
Su mente iba a mil por hora, por todos los pensamientos que se le sucedían. Tenía miles de conversaciones internas consigo mismo y que muchas veces hubiera deseado poder contar a otros .
Un día iba en el metro y en el asiento de enfrente se sentó un niño de unos cuatro años, junto a su madre . El iba escuchando música con auriculares y el niño lo miraba fijamente . Él intentaba apartar la mirada y mirar al infinito, para evitar la mirada fija del mocoso, que en una de estas terminó sacándole la lengua . Una lengua de color rojo intenso por la piruleta que se estaba comiendo. Miguel se quedó sorprendido y no sabía cómo reaccionar. Por ello el niño volvió a mostrarle su lengua, mientras achinaba sus ojos , y otra vez más intentando sacarla más hasta tocarse la barbilla. Miguel le respondió sacándole la suya de manera tímida y rápida. Y el niño le respondió con una sonrisa y el jaleo de su madre que lo arrastraba hacia la salida porque se bajaban en esa parada y había tardado en reaccionar.
Miguel se quedó pensando en la lengua roja del infante y la suya propia . Estaba ahí. Pareciera que durante todos estos años parte de ella hubiera estado amputada . El niño , sin querer, le había devuelto la consciencia sobre la existencia de su propia lengua y derecho a utilizarla. A partir de ahí empezó a saludar a sus vecinos y compañeros con monosílabos. Y en las salidas con amigos a contar pequeñas anécdotas , que estos terminaban agradeciendo. Se había pasado tantos años en silencio y accediendo a lo que otros querían, por no discutir o tener mucho que hablar, que ahora le dolía la cabeza de escucharse. Descubrió que tenía una bonita voz y timbre, de manera que comenzó a seducir a las mujeres . Empezó a estudiar interpretación y hacer sus pinitos como doblador de películas.
Su vida cambió por completo gracias a esa lengua roja y descarada , que le devolvió su derecho a expresarse, negado muchos años a tras .

ARCADIO MALLO

TARDES DE SOL
A juzgar por como se miran, hablan y gesticulan, diría que la pareja de la esquina es de recién enamorados. Él se pavonea contando sus aventuras y ella… Ella se hace la interesante, mostrando un asombro desinteresado.
El cachas de gimnasio que recién se ha sentado en la mesa de al lado, presume de músculo y tatuajes ante las dos chicas que lo acompañan. Le pide al camarero, con aire chulesco, un Larios para acompañar el helado. El camarero lo ha servido, serio como es. Un tipo alto, fuerte y con cara de poca simpatía. No veo pinta de que le impresionen los músculos ni la chulería.
Para chulería la que hay en la siguiente mesa. Cincuentón con canas engominadas, gafas de sol, camisa rosa a rayas de manga larga, pantalón vaquero y zapatitos sin calcetines. Vamos, por si la descripción no es buena, lo que vulgarmente llamamos un pijo. ¡Y lo es! Gesticulación y falsa cara de interés que pone a una de sus interlocutoras, hacen intuir que, además, tiene un ego crecido. La otra, claramente, es la esposa. Pose y gafas de sol la delatan.
La profe de manualidades de la mesa de enfrente, ha hecho de su cara una pintura de cuadro. Cotillea con la amiga mientras rebajan los chupitos con hielo. Peligrosa arma, que carga la lengua, para una tarde de cotilleos.
Los jovenzuelos de al fondo, tres chicos y una chica, se ven de colegueo. Probablemente, compañeros de trabajo, clara muestra del desequilibrio de género del mundo laboral.
Achico la Estrella Galicia, fresquita y espumosa, y fijo la mirada en el horizonte. Hoy el mar está como un plato y al sol, que ya marca reflejo en el agua, todavía le queda para esconderse en la fina línea que divide los azules del mar y cielo. Una suave brisa alivia el calor de esta tarde de fin de verano. Huele a otoño. Tomo otro trago y sumerjo la imaginación en el mar. El fondo de atlántico está lleno de historias, sin duda. Vamos a hacernos con alguna.

EFRAÍN DÍAZ

En la penumbra de la noche, bajo la sombra de antiguos secretos y juramentos silenciosos, la Logia Aurora Número 7 se reunía en el más profundo sigilo. La traición se había infiltrado en sus filas, como una serpiente deslizándose entre la fraternidad de hermanos masones.
El Venerable Maestro, con el informe en sus manos, conocía las sombrías incidencias que amenazaban la existencia misma de la logia. Un «Hermano» había traicionado el juramento, delatando a las autoridades el refugio oculto donde los masones celebraban sus rituales en franca hermandad y camaradería. El traidor, hábil infiltrado del gobierno, había engañado incluso a la comisión que realizó exhaustiva investigación, siendo iniciado en el rito escocés de la logia.
En aquellos tiempos turbulentos, el gobierno se sentía amenazado por la creciente influencia de la masonería. Desde las sombras de las logias, se tejían hilos de poder que manipulaban gobernantes a su voluntad. La respuesta del gobierno fue implacable: la prohibición de la masonería y severos castigos para los masones iniciados y quienes se atrevieran a colaborar con ellos.
Pero la masonería también tenía sus lazos secretos en el gobierno, y un «Hermano» alertó a la logia del operativo en su contra. La logia cambió su agenda, manteniendo al traidor en su círculo para no levantar sospechas. Con el revés del gobierno, pasaría tiempo antes de que intentaran otra embestida, gracias a los Hermanos en las altas esferas del poder.
En una noche de secretismo absoluto, la Logia Aurora Número 7 comenzó su tenida. Tras los rituales iniciales, el Venerable Maestro tomó la palabra. Ordenó al Hermano Guarda-templo asegurar la puerta principal y reveló la presencia del traidor. Los Primer y Segundo Vigilantes restringieron al soplón, y la acusación y la sentencia resonaron en el templo.
Rafael Paredes, el traidor, fue condenado a muerte masónica. El Hermano Terrible, encargado de guiar a los candidatos a iniciación desde la oscuridad a la luz, cumplió la sentencia. Con un florete asestó una certera estocada que atravesó el corazón del traidor. La última mirada de Paredes fue una mezcla de desprecio y miedo antes de caer sin vida al suelo.
La sangrienta escena se completó con el corte de la lengua de Paredes y su colocación en un orificio en el cuello. Así morían los soplones en la masonería. Su cuerpo fue colocado de madrugada en las calles desiertas de El Viejo San Juan. Era el último capítulo de un oscuro episodio masónico en Puerto Rico, un episodio en el que la traición, la lealtad y los secretos se entrelazaron en una danza mortífera que dejó cicatrices en el tiempo. Y así, en silencio, el gobierno optó por no arriesgar más.

EDUARDO VALENZUELA JARA

Desde que ella dejó de hablarle, en casa reinaba el silencio.
Y es que cuando te ignoran, como lo hacía él, ¿de qué sirve hablar? Era como si ella no estuviera allí; no existía, o peor, no importaba.
Como si tuvieran distintas lenguas, de nada valieron las palabras ni las promesas, las súplicas ni los sollozos; ella se cansó y él nunca entró en razón.
Ahora pasaba los días sola, en casa, sin pronunciar palabra, aunque no estuviera él; sin levantarse y sin ánimo de vivir, sólo viendo el día pasar.
Los trastos sucios, se juntaban en el fregadero atrayendo cucarachas y otros insectos. Un par de veces al día se escuchaba el motor de la nevera, que al detenerse, hacía un ruido como de latas sueltas.
En el silenció, se podían oir incluso los zumbidos de las moscas y los chillidos de los ratones que habían infestado el lugar. Hasta que llegaba él.
Generalmente llegaba de noche. Entonces ella podía oir el aserrar de la llave entrando en la cerradura y el girar de los seguros al desbloquearse. Al oírlo, su piel se erizaba, como se eriza un gato y su estómago se apretaba hasta causarle nauseas.
Podía sentir el resonar de las botas de él, aproximándose en la oscuridad; hasta que accionaba el interruptor de la luz, y la bombilla iluminaba ese rostro sin expresiones, como de un muerto, que él tenía.
Se acercaba a ella con otra llave, con la que abría el candado que sujetaba la cadena con grilletes a la pared y que la mantenía prisionera desde que la raptó. Entonces le preguntaba:
―¿Qué te pasa? ¿No vas a decir nada? ¿Es que acaso te comió la lengua el ratón?
Y se largaba a reir como maniático ¡el muy mal parido!, sabiendo que él mismo se la había cortado para darla de comer a los roedores que infestaban el lugar.
FIN

MARIÁ JESÚS GARNICA PARDO

Fiona fue una niña deslenguada y descarada. Creció en la calle.
El destino tenía cosas preparadas para ella.
Con doce años una señora la recogió, la crío como a su hija, ya qué los propios no le hacían ni caso.
Fiona entró en un círculo selecto y con diecinueve años era toda una señorita.
En unos de los bailes qué acudía con su benefactora, conocío a Iván.
Hombre educado, hermoso. Perfecto.
Y Fiona callo rendida a sus pies.
En su primer encuentro clandestino él la beso. Ella sentia su lengua en su boca, su cuerpo burbujeo.
Ya nada sería igual. Se abandonó al deseo.
Los encuentros eran cada vez más atrevidos.
Su benefactora se entero, le dijo qué se apartará de aquél libertino.
Fiona ya había probado lo qué una lengua puede hacer en su cuerpo.
Pero.
Sabía qué podía volver a la calle.
Dicen, se comenta, qué en una reyerta Iván perdió su lengua.

IRENE ADLER

GORGONE MACAREA
—¿A qué te dedicas?— preguntó ella, más cortés que interesada.
—Persigo a un ser que se alimenta de lágrimas.
—Entonces eres cazador.
—No—dijo él, haciendo tintinear el hielo de su vaso—. Soy fotógrafo.
Empezó así, en el bar de un hotel de Manaos, una tórrida noche tropical de finales de octubre.
Algún tiempo después él le hablaría de Beirut y Somalia; de Sudán y de una ciudad del sur de Yemen dónde había fotografiado a un niño muriendo de cólera. Y de cómo aquel día había decidido que ya no quería ver el mundo a través del visor de sus Pentax. Cambió la guerra por la selva y se convirtió en un francotirador paciente que buscaba fotografíar a la Gorgone Macarea alimentándose de lágrimas.
Documentar el prodigio de ver a la polilla posada sobre el cuello de algún pájaro pequeño y dormido en la noche oscura y quieta. El suave e indoloro gesto de aquella prolongación de una diminuta lengua acercándose como una aguja hipodérmica a la ranura de los párpados cerrados. El sigilo extremo y la succión delicada. Sin un sonido ni un aleteo. Con la abyecta cualidad premeditada del ladrón o el asesino. La polilla poseía rasgos inquietantemente humanos. Una deliciosa perversión, mezcla de hambre, nocturnidad y alevosía.
Nadie había conseguido fotografiar ése momento. La conducta parasitaria de la Gorgone Macarea, que nada ofrecía a cambio de su libación salvo la necesidad egoísta y absoluta de su propia supervivencia. Resultaba aterrador que alguien pudiera introducirse con esa grácil impunidad y robarte la sal de tus lágrimas o la privacidad de tus sueños. Que amparada en la noche y la inconsciencia, una sombra furtiva introdujera su lengua extensible sobre la suavidad de las córneas y bebiera de allí toda la sal de la tierra.
—Entonces sí que eres un cazador—concluyó ella, con una sonrisa indescifrable—. Un cazador de prodigios.
Empezó así. Una tórrida noche tropical en un bar de Manaos.
Ahora es ella quién elige a las víctimas, casi siempre por el color de sus ojos.
Él dispone las Pentax y hace las fotografías, mientras ella se posa sobre las córneas muertas y aún tibias, buscando con la punta de la lengua ése resquicio imposible entre los párpados para saciar su egoísta sed de lágrimas.
Él ha ido adquiriendo el hábito del voyeur enloquecido y la costumbre íntima y turbia de besarla en la boca después, mientras su lengua aún retiene toda la sal de la tierra.
Todo lo que hay de sagrado en una lágrima.

GRACIELA PELLAZA

Me acostumbré a las llagas.
El virus de su desamor permanece.
Va y viene.
Él duerme y despierta en las fisuras, en la abertura que recorre la casa donde antes crecían malvones y ahora planto cicuta.
Como derrame de petróleo el tiempo fue ensuciando, primero fue una mancha que apenas se veía, hoy es un inmundo lodo.
Es tan grande el temblor que se abre la puerta y yo me como las palabras.
Quiero que el silencio le provoque miedo. Sin embargo, retumban sus botas sobre la madera floja de la casa, y la habitación pequeña tiene una sola salida que yo memorizo, para siempre encontrarla.
Parezco laucha.
Empero soy víbora bifida, partida la lengua, que cambia de escamas, que atrapa su olor de macho cabrío, la que sabe enredarse en sus piernas. Le siseo en su cuello, emito intercalado el vapor del deseo.
Él despliega su fuerza y yo persigo la debilidad que tiene su sexo.
Él cree
Y yo puedo.
Voy a lamerlo y lamerlo
Falta poco…muy poco
Y lo tragaré entero.

ANTONICUS EFE

Sombra observaba una cosa curiosa en su pensamiento, él proponía las frases, las ideas, el habla en definitiva, pero quien hacía que se hiciesen voz era la lengua.
Viperinas, irónicas, amorosas, interesadas, dóciles, serviles… y un nexo común a todas ellas, estaban en la boca.
En su función de deglución, sentido del gusto o hidratación de la boca no era peligrosa, salvo para su portador, el problema era como altavoz de los pensamientos.
Él sabía de lo que iba el asunto, pues había tenido que sufrir en sus propias carnes a Hipocresía y Cinismo, el matrimonio por el cual tuvo que dejar atrás su anterior vida y convertirse en Sombra.
Todo había empezado cuando era asesor del Consejo de La Ciudad – la capital de La Región -. El era incorruptible y eso a La Hipocresía y al Cinismo le suponía una barrera para sus planes de manipulación al equipo de gobierno. Con malas artes habían conseguido que se le acusase de conspiración, siendo condenado – por fortuna – al destierro solamente gracias al apoyo de algún ciudadano ilustre. Después de aprender a mimetizarse y a dejar atrás los escrúpulos que le habían hecho recibir el sobrenombre de El Hombre Bueno se dispuso a llevar a cabo su venganza.
El día era soleado, eran las vísperas de las fiestas donde al día siguiente Hipocresía y Cinismo serían condecorados con la medalla de oro de La Ciudad por su contribución al crecimiento social y político de la sociedad en general – nótese la ironía – Hipocresía se estaba dando un baño de espuma cuando sintió la presencia.
-¿Quién hay ahí? – preguntó un tanto asustada.
-¿No lo sabes? Pues deberías – contestó El Ser Extraño.
-Vete ahora mismo de aquí o llamo a la policía.
-¿Crees que llegarán a tiempo? – contestó sardónicamente El Ser Extraño mientras se ponía en un abrir y cerrar de ojos en el borde de la bañera. Lo que sucedió a continuación sería algo imposible de creer si no fuese por el resultado. Con una mano le estrujó la garganta haciendo que abriese la boca mientras con la otra le introducía unas tenazas tirando hacia afuera de la lengua hasta su máxima extensión, para clavársela en la barbilla con un clavo al tiempo que seguía apretando la garganta hasta asfixiarla.
Cinismo viendo que su mujer tardaba subió al baño a ver que pasaba encontrándose de frente con el cuadro que había preparado El Ser Extraño, no le dio tiempo a reaccionar cuando una mano grande y firme se posó en su garganta corriendo la misma suerte que Hipocresía.
El día grande de la fiesta había llegado y El Alcalde se disponía a descubrir la estatua que El Escultor le había hecho al Gobernador como símbolo de la democracia, pues era el primero que gobernaba La Ciudad una vez extinguida la monarquía.
-¡Ciudadanos y ciudadanas hoy por fin se le hace justicia a este gran hombre que nos ha conducido a la libertad, que esta estatua simbolice dicha libertad por siempre y nadie ose encadenarla!
La ovación fue atronadora mientras El Alcalde tiró del cordoncillo que descorría las cortinas. Un ohhh de espanto y asombro salió de las gargantas de los presentes, allí estaban Hipocresía y Cinismo arrodillados frente con frente y sus lenguas cosidas una a la otra con un cartel que rezaba:
“Creo que estos dos no necesitan la medalla”.
Al fondo una silueta observaba la escena con una felicidad absoluta. Esto no había hecho más que empezar.

SILVANA GALLARDO

Antología de la lengua.
«La magia de la lengua es el hechizo más peligroso»
Edward Bulwer-Lytton
Cabalgan sobre el tiempo cinco mil años de palabras. Son tesoro de la humanidad,
escondidas bajo la lengua, mil matices y significados las han enriquecido floreciendo en cada recoveco de nuestro mundo, en cada cultura, en la geografía y en la historia.
La torre de Babel, desde dos aristas se vislumbra, primero, como la difusión de las lenguas nacidas por la necesidad de la comunicación humana y por la otra, desde el punto de vista teológico, representa la soberbia por querer alcanzar el cielo y a Dios y parecerse a él.
También es inmarcesible y se deleita en la creatividad de la naturaleza humana para darnos lecciones de vida, pero «a la lengua y a la serpiente hay que temerles», decían los abuelos en aquellos pueblos donde todos tenían que ser muy discretos en sus oscuros andares, porque hay de aquel que fuese descubierto, no lo contaría jamás.
«Hay que alejarnos de la gente que solo abre la boca, saca la lengua y mete la pata», evidenciando los secretos que dejan de serlo, pero «ante la duda, lengua muda», mejor cada quien preocuparse por lo que habla si no quiere ser cómplice de malas acciones, pues
«la lengua, aunque no tiene huesos, los quiebra» y podemos arrepentirnos de dañar a nuestros semejantes de forma irremediable ya que «lengua larga, señal de mano corta» para no hacer promesas que nunca se han de cumplir.
Es preferible «no tener pelos en la lengua» y comulgar con la verdad aunque incomode, porque el amigo censura con la verdad y no con la mentira.
«Nadie por hambre que tenga, se come su propia lengua» ¿Quién quiere dañarse a sí mismo por beneficio propio? «Hay tres cosas por cuidar: el carácter , la lengua y la conducta» ya que «de abundancia del corazón, habla la lengua».
La lengua, tuya, mía de todos, es un maravilloso manto de vocablos que se acunan en nuestra boca. Órgano viviente que paladea cada palabra. Palabras que narran historias y arrullan los sueños, lenguas de nuestros pueblos, de nuestros días.
Lengua viva y libre que envejece y se renueva, adoptada por mil generaciones que les da sentido de pertenencia.
Lenguas de las mil voces, caricias que saborean la dulzura de besos apasionados y nobles; sabores que se impregnan de esencias ancestrales y modernas para reconocer placeres en el alma y en el cuerpo.
La lengua que baila en las bocas al compás de las emociones, con poder de vida y muerte, debajo de ella se esconden las palabras que se vuelven semillas sembradas en campos fértiles de la buena comunicación.
«El que refrena su lengua protege su vida, pero el ligero de labios provoca su ruina» si se valora ponga freno, no hable a lo ligero. No presumas de erudición, sé humilde y sencillo porque «de lengua me como un taco» y tampoco «seas mala lengua» para calumniar las vidas y las acciones ajenas, «Así lo dicen las malas lenguas», «lengua puntiaguda», «Lengua venenosa», «lengua larga».
La lengua, a pesar de su maravillosa existencia, es lo que menos sabemos dominar, a veces se desconecta de la razón y nos hace necios queriendo ser dueños de la verdad y otras, actúa como la víscera que es, no piensa, actúa sin freno y dispara saetas que destruyen la armonía, el amor, el respeto y también vidas.

GAIA ORBE

La vaca usa la lengua para enrollar los manojos de pasto y arrancarlos. Imagínate lo musculosa y fuerte que es. Ni se te ocurra pelarla en frío, eso sería una tarea inútil. Ella, al final de la cocción, sola soltará la grasa y la piel saldrá como quien se saca una media. Así que Micael, lo primero que necesitas para cocinarla es tiempo porque la lengua necesita del fuego lento para que quede tierna. Es que si solo la pones una horita a hervir en agua te va a salir dura y horrible. No pongas esa cara de susto. No es tan difícil.
El secreto de esta receta está en el caldo de cocción. Llenas una cacerola grande con agua fría y antes de prender la hornalla le agregas dos o tres chorros de soda. A tu abuela siempre le gustan las burbujas de alegría. El primer vegetal que vas a poner es una zanahoria, pelirroja y rozagante, porque queremos claridad en los pensamientos. Luego tomas una cebolla blanca como manto de novia y le sacas la piel dorada. No te preocupes si cuando la vas cortando en rodajas te caen algunas lágrimas. Ese es su poder, el de enlazar la vida con la muerte. Además, en seguida le añadís varios tallos de apio crujiente, lo que le dará el balance emocional. Por favor, no te olvides de agregar también sus tres hojas: felicidad, longevidad y riqueza.
Viste que hay una verdura bulbosa, larga con forma de cilindro. La llaman puerro y es más suave que la cebolla. Los israelitas cuando se cansaron de comer maná dulzón suspiraban de gusto por los puerros. Eso lo cuentan en la Biblia, así que elegí uno bien grande. Luego tiras dos puntas de lanza de laurel, representantes del triunfo. Y en el hervor, la hierba mágica que con su aroma nos aumenta la memoria, el romero. Por supuesto no puede faltar el diente de ajo ahuyenta vampiros, y para que en tu vida nunca falte el calor, unos granos de pimienta negra. Colocas la lengua en el caldo, bajas el fuego a mínimo. Cada tanto le haces unos mimos, dándole unas vueltas con la cuchara de madera. Es muy importante que dejes las rendijas de la ventana abiertas para que el vapor no te abrume. Cuando pinches la lengua con la punta del cuchillo y no ofrezca resistencia, ya está lista para pasarla a un bowl con hielo, y dejarla reposar antes de cortar las fetas.
P. D. Micael, te ruego que no te olvides de rociarla con mucho perejil picado. Esta humilde hierba es el símbolo de los compromisos de amor.

LISANDER PUPO

Miró hacia afuera, nunca fue creyente pero llegó a creer.Cuando volvió a lo que creyó era su húmedo lugar de reposo descubrió que había caído en el un infierno en la tierra. No llegó a decir nada, ya no sentía sabor alguno; no era pecadora, solo había dicho …

MARÍA CID

Y me encontré cara a cara contra el peligro! aquél animal me miraba mal! y a esa distancía no sabía si quedarme quieta o echar a correr!!!por un momento quedé petrificada, qué opciones tenía? pensaba rapidámente para encontrar la mejor opción y que me diera tiempo a escapar!!!!temblaba de miedo e inseguridad,de pronto pensé en hacer lo que hice una vez con un perro que me salió al cámino ladrando con malas intenciones,los ojos ensangrentados, enseñando los colmillos afilados cómo cuchillos,que sobresalian a la par que su lengua larga y babeando cómo pensando en el sabor que tendría un bocado en mi pantorrilla.
Yo no me movia y lo miraba fijamente a sus ojos, sin apartar la mirada ni un momento mientras pensaba…¡fuera de mi cámino,no te tengo miedo lengualarga!
El perro seguía en sus trece ladrando a más no poder sin retroceder ni adelantarse en el cámino,yo sabía que estaba midiendo sus fuerzas conmigo,y no su fuerza física si no algo así cómo una psicología canina que le dicen dónde hay o no hay peligro.
Que qué hice? pués me quedé quieta,mirándo fijamente a aquella bestía asesina, la miré a los ojos fijamente cómo desafiándola,no movía ni una pestaña mientras miraba fijamente a sus ojos,así estuvimos un rato,desafiándonos los dos,esperando a que el otro se apartara del cámino o simplemente atacara! y que creeis que hizo el perro?… Pués bajó la cabeza, metió su rabo entre las patas y refunfuñando se fué alejando dejando mi cámino libre.Nunca más me volvió a molestar.Así que pensé que con la lagartija que tenía delante podía hacer igual que con el perro y sabeís qué pasó???
Otro dia lo cuento, que va a empezar la película!!!??

RAÚL LEIVA

Sine lingua
Humberto había nacido sordomudo.
Su universo estaba sustentado por imágenes carentes de banda de sonido. Lo más parecido a un ruido eran las vibraciones que producían unas galletas cuando las mordía o las aceleraciones de los colectivos cuando pasaban cerca suyo.
Nunca escuchó música alguna, Beethoven, Louis Armstrong y Elvis le eran ajenos y lejanos, todos ellos gesticulaban algo que nunca iban a emocionarlo en absoluto.
Le llamaba mucho la atención cuando la gente, en algunos salones, reunían sus cuerpos y se movían a algún ritmo con una cadencia y hasta en una armonía que nunca iba a entender. Tampoco comprendía como dos personas que gesticulaban unas frente a otras, a veces terminaban a los besos y otras veces terminaban agrediéndose o dejando de verse para siempre.
Otra señal que le indicaba que era un extranjero en el mundo, consistía en los esfuerzos inútiles que hacían sus amigos, conocidos, vecinos y anónimos para explicarle el porqué de algunas cuestiones que no iban a modificar en absoluto su vida.
La vida sin sonidos no le había desarrollado en particular ninguno de los otros sentidos, en particular, olía y veía como cualquier persona ordinaria. Su grado de dispersión era como el de cualquiera, ya que los estímulos visuales lo llevaban a pensar las distintas posibilidades de combinación o deformaciones; esto había disparado su imaginación y le posibilitaba dibujar surrealismo con gran facilidad.
Vanos eran los intentos de sus amigos por entenderlo. Era inútil intentar preguntar cuestiones sumamente subjetivas en lenguaje de señas y no sabían cómo hacer para llegar a su corazón.
Entonces le dedicaron mucho tiempo a un plan y lograron contactar a un grupo de personas entrenadas en lenguaje de señas, gente que iba a cruzarse “casualmente” con Humberto durante el día haciéndolo sentir integrado a una sociedad que lo había excluido durante años. Durante toda una jornada lo iban a llevar por sus lugares preferidos y los actores le iban a preguntar y responder cosas en lenguaje de señas a lo largo de todo el recorrido. Para documentar la experiencia, pusieron varias filmadoras en lugares estratégicos a modo de cámara oculta.
El día comenzó y el camino le pareció raro, mucha gente le hacía preguntas y le agradecían la ayuda o la información. Se sentía incómodo e integrado a una suerte de diálogos casuales. Nadie lo esquivaba ni lo miraba torcido. Todos se mostraban gentiles y cordiales. El mundo se había vuelto un lugar nuevo ese día.
Al final del día, con algunas dificultades le contaron el plan y aparecieron todos los cómplices a saludar a Humberto que no salía de su asombro.
Días después subieron el video a las redes y el mundo lo coronó de likes, comentarios, tuvo muchas reproducciones y lo compartieron muchas personas.
Luego de algunos días de ausencia buscaron a Humberto. Tras varios preguntas e intentos lo encontraron en su casa, muerto de una sobredosis de calmantes en su cama.
Nadie entendió que fue lo que le pasó.
No tenía motivo alguno para tomar semejante determinación.
No tenía familiares cercanos y fue olvidado al cabo de un tiempo.
Al final del día de la sorpresa que le prepararon sus amigos, unos minutos antes de tomar las pastillas, empapado en un mar de lágrimas y alcohol, pensaba que toda su vida había sido único, a su manera, el mejor en lo suyo, y ahora sus amigos le habían demostrado que con un mínimo de entrenamiento cualquiera podría ser como él…
Pero él NUNCA iba a ser como ellos.
Y justo en ese momento comenzó una cuenta regresiva.

ALY SANCHEZ

Me burlo de tu debilidad, pues mi lengua es de gran utilidad para humillar.
Soy rebelde, es mi personalidad, por eso mi lengua me representa con pura maldad.
Sed de sangre me da, por eso tu alma quiero matar.
Pues maldigo el día en que esos sentimientos sentí, desde que me apuñalaste, utilizo el lenguaje para algún día te pueda enterrar.
Mi lengua espero que sepas recordar, para que hasta en tus sueños te pueda atormentar.
Pues con tu filoso ego cortaste mi voz, pero no me la quitaste del todo porque hoy decido castigaste hasta la eternidad.
Descansa en paz,
o mejor dicho,
que tu compañía sea
la ansiedad.

DAVID DURA

Llevaba media bolsa llena y los zapatos a tope de barro.
Es un placer ir a primera hora, todavía queda algo de rocío entre los tallos y ahí es donde mejor se maneja la especie a la que doy caza.
Los caracoles.
Acechando a mi presa con visión panorámica no dejo ni uno, salvo los de concha débil o de pequeño tamaño.
Allí estaba, tan bonito y baboso, nuestro primer encuentro.
Voy a cogerlo y me habla……
No habrás venido a fumar?.
Lo siento, no hablo tu lengua.
Échame el aliento!.
Total que me pilla, menudo olfato.
Me dice : por cada hermano mío que lleves en la bolsa te vas a fumar un cigarro así colapses los pulmones.
Crunch, crunch, si esto son kikos, huele mi mano, (mientras mastico babas y conchas).
Me dice : No huelo bien, cogí el Covid.

ALMUT KREUSCH

La lengua de la Diosa
Durga, la diosa india de la guerra, feroz, rápida y temida, siguió luchando montada en su tigre blanco a pesar de su avanzado estado de gestación. En una apacible mañana Indra, la reina suprema de todos los dioses la convocó y la ordenó matar a al búfalo Mahisa para poner fin a las tragedias más terribles y destructivas que este animal provocaba. Durga protestó –: ¿No ves qué barriga tengo? ¡Sólo me faltan dos semanas para dar a luz! ¡No puedes hacerme eso!
Pero Indra se mantuvo firme:—Lo siento, no hay quien pueda sustituirte y ya no tolero más baños de sangre y desgracias que golpean a inocentes en la tierra. Pero no temas, ganaras la batalla. Después, te lo prometo, podrás descansar.
Y le añadió cuatro brazos a cada costado, dotados cada uno con dagas y lanzas mortíferas, otros objetos de poder y en la frente un tercer ojo, el ojo de la clarividencia.
Así reforzada e impaciente para ganar esta y por un tiempo última batalla, ante la expectativa de poder reposar antes de ser madre, Durga se adentro en la inmensidad del universo. Sintió su tigre más fuerte que nunca. No pasó mucho tiempo antes de que escuchara el rugido salvaje de Mahisa que se acercaba a galopadas pesadas y ruidosas como un bloque gigante de acero vivo.
Sin apearse de su tigre, Durga atacó al animal con furia, con su descomunal rabia, ira y fiereza. Su tigre abrió la boca, enseñó sus afilados y temibles dientes y rugió como un volcán en erupción. Los diez brazos de la diosa que ondularon como serpientes nerviosas, confundieron a la bestia. Las heridas le llegaron en los momentos y lugares menos esperados, sus venas se rompieron, su fluido escarlata manaba de innumerables y profundas heridas, un espejo le cegó, se desorientó, sintió que sus fuerzas se debilitaban, se movió desesperadamente en círculos y finalmente, con un último, aterrador alarido, cayó al suelo y se ahogó en su propia sangre.
En ese momento, Durga sintió una y terrorífica presión en su cráneo, a punto de desvanecerse y con un grito atroz, expulsó por el tercer ojo a su hija Kali, una criatura de piel más negra que la noche.
En cuanto Kali tocó el suelo se convirtió inmediatamente en la diosa de la oscuridad, de la muerte y de la regeneración. Perseguía y mataba a aquellos demonios que sembraban el odio, el mal y la ignorancia en la tierra. Era feroz como su madre, salvaje y veloz y allí donde aparecía, el cielo y la tierra temblaban.
Decapitaba a sus víctimas con un solo golpe de su daga, tan afilada que podía cortar en pedazos hasta el aire. Una de sus primeras víctimas fue el terrible demonio Rakabija, uno de los más aterradores. En cuanto lo hubo decapitado, lo devoró por completo, sin dejar rastro de la sangre que había recogido en un cuenco porque de cada gota de sangre que cayera al suelo nacerían cien nuevos demonios
Su imagen era aterradora. Alto, fuerte, negro, con cuatro amenazadores brazos a cada lado blandía una enorme daga manchada de sangre. Su collar de cráneos humanos entrechocaron con ecos sordos y amenazantes. Su falda estaba confeccionada con brazos cortados. Atacaba preferentemente de noche.
Pero detrás de las calaveras, los brazos cortados y el puñal ensangrentado se escondía una diosa protectora de la humanidad, maternal y liberadora, que debía matar a los demonios culpables para que naciera el amor.
Kali y el Dios Shiva que como ella era temido por ser un temible destructor pero que al igual que ella tenía que destruir primero para poder crear un universo mejor, se encontraron en un campo de batalla. Kali estaba rodeada de bestias amenazadoras que enseñaban sus fauces sedientas de sangre y a punto de lanzarse sobre ella cuando apareció él, alarmado por los rugidos y los gritos. En cuanto los agresores le vieron, huyeron aterrorizados, pues conocían su mano de hierro.
Estos dos dioses poderosos, temperamentales y apasionados se unieron en matrimonio, pero con el tiempo el carácter indomable de Kali llevó a Shiva al borde de la desesperación. En vano intentó controlar los furiosos ataques de su esposa, su ferocidad, su rabia cuando no encontraba a los demonios que quería eliminar.
Aquel fatídico día Kali, enfadada e insultando a una victima que corría más de prisa que ella, tropezó y cayó. Pero antes de que pudiera levantarse para continuar la inútil persecución Shiva la había alcanzado y le pisó la cabeza para retenerla. Pisó demasiado fuerte. Kali, incapaz de pronunciar palabra, abrió atemorizada los ojos, sacó con desesperación su larga lengua roja brillante y expiró.
Miles de años después, el ritmo de un grupo de rock atronador, escandaloso y provocador, los Flying Stones, revolucionó la música moderna en los años sesenta. Mike Jaggery, el cantante, descarado, descaradamente desafiante y con un sex-appeal que enloquecía a las jóvenes y escandalizó a sus madres
El símbolo de identidad del grupo era la lengua de Kali. Mike, como muchos de sus contemporáneos, había viajado a la India en busca de la libertad idealizada, el amor libre y la marihuana. En Calcuta, en el templo de Kalighat, quedó inmediatamente hipnotizado por la expresión aterradora del rostro negro de la diosa, por su larga y brillante lengua roja.
Así nació el símbolo que identificaría los Flying Stones para siempre. La imagen de la lengua grande, larga y como burlándose del mundo que decora discos, camisetas, cuadros, tatuajes y un sinfín de artículos fetiche, no fue inspirada en un gesto provocativo del propio Mike Jaggery, como suele suponerse, sino en una diosa negra que , para salvar la humanidad, devoraba demonios.

EVA AVIA TORIBIO

Descendiente de una misma madre,
eres hermana de muchas otras.
También madre de numerosas
y por ello, causante de eternos debates.
Una gran historia hay detrás de ti,
muchas más, se escribirán gracias a ti.
Amada, dibujada, coloreada y diferente,
eres en tu tierra.
Embajadora de tu diversidad,
eres en otras.
Envidiada por tus hermanas,
por tu claridad, pluralidad y amabilidad
de sus gentes que te hablan.
Y por ello manifiesto, mi lengua,
sentirme orgullosa de lo que tu representas.
Besos, La Incondicional.

GUILLERMO ARQUILLOS LLERA

EL MENSAJE
Álex apareció en la cantina con una botella que había encontrado en la playa. Venía con la respiración entrecortada, sudaba y olía a ropa empapada.
Nosotros cuatro, jubilados, nos acercamos con curiosidad: era una botella verde, contenía un papel doblado. El chaval se imaginaba que era el mensaje de un náufrago. Nos miramos, y cruzamos una sonrisa. Por supuesto, rompimos la botella e intentamos leer la nota. Era extraña.
—¿Qué pone aquí? —dijo Carlos.
—¿Qué lengua es esta? ¿Lo sabéis alguno? —dijo Marcos, el más joven.
Empezamos a llevarnos la contraria: Matías decía que era sueco; Carlos, que polaco. Marcos y yo pensábamos que había demasiadas consonantes para ser palabras de una lengua, por muy extraña que fuera. Aquello era un galimatías. Parecía una especie de mensaje cifrado.
Marcos le hizo una foto, la subió a su Twitter y explicó cómo nos había llegado la nota. Alguien la pinchó en un corcho, volvimos a nuestra partida y durante un buen rato nos olvidamos de aquello.
Jugamos unas manos de dominó y, cuando terminamos, Marcos miró Twitter para ver si alguien había contestado. Entonces, enderezó el cuello, abrió bien los ojos y se tocó las cejas canosas mientras sonreía:
—Mirad Twitter, tíos —dijo—. No os lo vais a creer. —Le brillaban los ojos. —El mensaje se ha hecho viral porque la gente lo retuitea como loca. Y no solo en España, qué va, ¡si está por el mundo entero…!
Miramos los móviles. Era verdad, el tuit estaba arrasando. Gente de todas partes opinaba sin cesar sobre lo que ponía la nota. Se hacían hilos con historias fantásticas: que si era un mensaje cifrado de un submarino, que si era una lengua de los marcianos, que si la CIA y el FBI usaban aquel lenguaje… La foto había sido retuiteada miles, qué digo miles, millones de veces. En toda Europa, en el mundo entero, había gente obsesionada con descifrarlo.
De repente, oímos un helicóptero. Imaginaos, ¡en una aldea de quinientos habitantes mal contados estaba aterrizando un helicóptero! Aquello era histórico. Empezaron a venir más y más vecinos para hablar con Marcos, porque él había sido quien había puesto el tuit. Y a preguntar, claro, querían hacerle un montón de preguntas.
El helicóptero aterrizó con rapidez en la era, detrás de la iglesia. De él salieron corriendo un entrevistador y un cámara. Matías, que se moría de la risa, se atusó las canas, se puso en pie e hizo callar a todos:
—Fijaos, que lo del mensaje va muy en serio —Empezó a ponerse colorado—. ¿Cómo pueden liar un follón tan grande por esta tontería? ¡Hasta Google está dando un comunicado sobre la nota…!
—Pero ¡qué gilipollez! —dijo Carlos—. ¿Qué importancia puede tener lo que ponga?
Los periodistas, en cuanto entraron en la cantina, preguntaron por Marcos.
—¿Y qué dicen los de Google? —gritó alguien.
—Míralo tú mismo; míralo si no me crees —dijo Matías—. Se lo van a meter a un superordenador de los suyos, porque la gente se ha vuelto loca y ya han retuiteado la foto sesenta millones de veces.
El cámara se puso a grabar y le dio un micro al locutor. La gente se apartó y empezaron a entrevistar a Marcos. El pobre Marcos no sabía qué responder. Una pregunta, Marcos intentó contestar como pudo; otra, Marcos se puso colorado; la tercera, la cuarta, Marcos se inventó que había visto la importancia de la nota desde el primer momento.
Entonces apareció Álex en la cantina y gritó que él era quien había encontrado la botella. Todo el mundo se calló y lo miró. El periodista sonrió y empezó a acercarse al chiquillo. La gente se apartaba para dejarlo pasar y le daban la espalda a Marcos. Mi amigo, en silencio, agachó la cabeza.
De repente, el periodista se detuvo. Levantó la vista, se puso un dedo en los labios y ordenó silencio. Contuvimos la respiración. Se oían niños jugando en la plaza y se cayó algo detrás de la barra, pero nadie miró. El periodista se apretó el auricular izquierdo y, medio minuto después, dijo:
—A ver, a ver. La transcripción del mensaje dice: «Estoy harto, estoy solo. Así no merece la pena seguir viviendo. Sergio Altamira». Tiene la fecha de hoy.
Hubo un suspiro general. Dos mujeres se pusieron a llorar.
—¿Quién es ese Sergio Altamira? —preguntó el periodista.
—El Sergio, el Sergio…, ¿quién va a ser? —dijo una voz.
—El único Sergio que hay por aquí es un chaval de clase que vive en la finca grande —dijo Alex.
—¿La finca grande? —preguntó el cámara.
—Sí, el caserón que está encima del acantilado —dije yo.
—A Sergio nadie le habla en clase, le gastan bromas muy pesadas y se meten con él. Siempre está en sus cosas, solo. No tiene ni un amigo —dijo Álex.
El periodista pensó con rapidez:
—¿Alguien nos puede llevar a hablar con ese chico? Lo vamos a hacer famoso.
—Yo los llevo, sin problema —dijo Marcos.
En el todoterreno de Marcos nos fuimos él, los de la prensa y yo. El caserón está a unos cinco kilómetros, y solo vive allí la familia del guarda. A veces se dan una vuelta los dueños de la finca y se quedan unos días.
En un momento se formó una caravana. A la cabeza íbamos nosotros. Bien cerca, varios coches y furgonetas de la aldea y, más atrás, venían los chavales, en bicicleta, pedaleando con todas sus fuerzas. Nadie quería perderse la entrevista.
Cuando llegamos, la esposa del guarda salió apresurada. Hacía señales de que parásemos. Marcos frenó en seco y se bajó con rapidez.
—Mi Sergio, mi Sergio… —gritó la mujer—. Mi marido ya está llamando a la guardia civil.
La pobre madre apenas podía hablar. Señalaba al mar, al pie del acantilado. En cuanto la vi, comprendí lo que había pasado.
No encontraron el cuerpo de Sergio hasta la mañana siguiente. Varias televisiones siguieron la búsqueda del chaval y el suceso tuvo cobertura internacional. De todas partes llegaron condolencias a la familia de Sergio y hasta se acercaron autoridades para estar en el entierro y salir por la tele.
Sergio, se dijo en las tertulias, había muerto porque sus compañeros no le hacían ningún caso. Incluso algunos se pasaban tres pueblos con sus bromas. Él, que no soportaba estar solo en el instituto, se había encerrado en su imaginación y se había construido su propio lenguaje.
Un lenguaje hecho de palabras que nadie entendía, porque pertenecían a una lengua única: la lengua de la soledad.

SÁNCHEZ MAR KATA

sabrosa y exquisita que da placer a quien se atreve a descubrirla totalmente con sus papilas invita a la saliva a degustar cada partecita con delicadeza a su vez esta siente un sabor muy dulce, rápidamente sabe que es azúcar el alimento mas adictivo de la tierra la lengua llega a su máxima emoción y pide cada vez más y más. La saliva con gusto le da el placer que tanto necesita, desea y añora. A la media hora llegan los dulces el chocolate por medio de la mirada y los labios seduce lento a la lengua cuya caída es inmediata se rinde ante él, imponente, sagaz e indomable. Su meloso liquido se fue derritiendo en toda la boca, los labios fueron cómplices de aquel delicioso, esperado encuentro adentro de esa boca se liberaban muchas sustancias al tiempo, la lengua estaba de nuevo excitada, el chocolate contento de ver y saber de que el era el protagonista del suceso. Definitivamente entre la lengua y el chocolate se tejió un amor impenetrable, travieso seductor y cómplice.

ANA DEL ÁLAMO

Estoy oculta en mi cueva
sin atreverme a mostrarme.
Dicen que soy caprichosa,
que a veces me trabo.
En ocasiones maliciosa
y con descaro me asomo.
Soy capaz de ofrecer el mejor regalo
abrazando otras lenguas con la mía,
de dibujar con mi punta el deseo…
Darle forma a las palabras con giros
imposibles,
creando los mejores versos.
Puedo ser el mismo demonio
y poesía si me esmero.
Amar como una madre
Acariciar como un amante
Andar de puntillas sobre el cielo
y convertirme en mariposa
exponiendo al sol mis mil colores.
Soy una dama disfrazada de hechicera.
Soy una hechicera disfrazada de princesa.
Si me provocan… puedo ser lo que yo quiera.

MARTA SUÁREZ

Cristian salió casi corriendo de la oficina, al fin su merecido descanso luego de un arduo año de trabajo.
Ya tenía todo planeado, las vacaciones soñadas, había rentado un pequeño velero, en el que zarparía por la mañana hacía alguna playa paradisiaca.
No pudo pegar un ojo en toda la noche, estaba feliz, deseando qué amaneciera pronto.
Tanto fue la espera, que a eso de las 04.00 se quedó dormido al fin.
La alarma del despertador sonó y sonó pero no la escucho, cuando despertó eran pasadas las doce y para colmo de males llovía.
Así que pasó el primer día de sus muy apreciadas vacaciones encerrado en su casa.
Llegó el nuevo día y muy temprano ya estaba en el pequeño velero navegando sin destino, no sabía cuánto tiempo había pasado desde que zarpó, cuando el cielo comenzó a oscurecer.
La tormenta hacía que la embarcación se sacudiera, el viento y las olas lo arrastraron golpeándolo contra las rocas, el pequeño velero no soporto tales golpes y naufragó
Cuando Cristian despertó de su desmayo , en las blancas arenas de la playa vió a varios salvajes que le miraba atónitos, con miedo comenzó a decirles, –yo naufragar, mi velero perderse en el mar, yo llamarme Cristian.
Los salvajes entre risas comenzaron a hablar en una lengua desconocida para él
– ¿cómo haré para comunicarme con estos salvajes?.
Los jóvenes habitantes del lugar reían y hablaban entre ellos. –Etse otnot asneip euq atse ne anu alsi odaedor ed sejavlas. Cristian comenzó a hacer señas, tratando de comunicarse con ellos, con las manos les mostraba su boca tratando de que entendieran que tenía sed, – agua, yo querer tomar agua. Los habitantes de la isla entre risas le trajeron agua, comenzó a sobarse la panza y mostrar su boca, mientras decía –yo tener hambre.
Le dieron algo para comer mientras lo observaban desde lejos y hablaban mientras reían.
Llegó la noche y a la orilla de la playa el frío se hacía sentir, así que comenzó a hacerles señas abrazándose a sí mismo y a poner sus manos en la mejilla mostrándoles que tenía frío y que quería dormir, –yo tener frío y estar cansado, yo Cristian querer dormir. Parecía que los salvajes le entendían bien porque le hacían señas con la mano para que los siguiera, – somav– le dijeron en su lengua nativa y lo llevaron a sus chozas que por cierto eran muy cómodas tenían camas, mesas sillas, ollas, etc. – No son tan salvajes como yo creía –se dijo para sí Cristian, a lo que lo jóvenes nativos de la isla comenzaron a reír a carcajadas – euq otnot se.
Los días siguientes fueron iguales, se comunicaban por señas, y los muchachos reían todo el tiempo.
Los nativos de la isla pescaban, tenían frutas y vegetales que seguramente habían recolectado en la isla pensaba Cristian, dos de ellos desaparecieron por unas cuantas horas y volvieron con carne y algunos suministros como para unos cuantos días más.
Cristian pasó con ellos sus vacaciones y aprendió a comunicarse con señas con los salvajes de la isla, que por suerte eran amables y muy simpáticos siempre estaban riendo.
Los escuchaba hablar pero a pesar de haber pasado tantos días aún no los entendía.
– naitsirc se otnot nùa es óid atneuc euq on atse ne anu alsi jaja.
Llegó el día de volver así que los jóvenes salvajes comenzaron a juntar todo lo que había en las chozas, se vistieron con jeans y camisas como cualquier joven de la ciudad y se calzaron zapatillas de una marca conocida, mientras observaban a Cristian que los miraba sin entender nada.
Uno de ellos se le acercó y comenzó a hablarle en su lenguaje nativo –es son noranimert sal senoicacav, somenet euq revlov– mientras el nativo de la isla decía esto apareció el bus que los venía a buscar y los jóvenes comenzaron a reír al ver la cara de asombro de Cristian, el muchacho que se le había acercado, le dijo –¿oye, Cristian ven sube al bus, a qué parte de la ciudad vas? Te dejamos donde tú digas, eso sí antes de despedirte nos tienes que dar tu número – Cristian no podía creer que había pasado sus vacaciones en una playa no muy lejos de donde él vivía y los muchachos eran de un colegio que estaba a unas cuantas cuadras de su casa. En el viaje de retorno no dejaban de reír, –Cristian, el año que viene en vacaciones te vienes con nosotros?.
Cristian río – claro que sí, pero hay algo que aún sigo sin entender y es el idioma en el que me hablaban.
Uno de ellos le dijo – ¿ nùa on sedneitne euq et somalbah la séver ?.
– ¿ Qué? , preguntó Cristian.
El muchacho rió a carcajadas, – hemos estado hablando al revés todo el tiempo y tú no te has dado cuenta de ello.
Todos rieron y Cristian comprendió que no necesitaba ir muy lejos para encontrar una playa paradisiaca llena de buenos amigos.

LUISA VALERO

RAÍZ DE ACHICORIA
En su pueblo, la llamaban «Raíz de Achicoria», aunque su nombre real era Alegría. Era una mujer que se expresaba con un vocabulario hiriente y oscuro: como si hubieran sido arrancadas las hojas con palabras de luz y gratitud de su diccionario personal. Con tan solo 38 años, su pelo, amarrado siempre en un moño, estaba completamente blanco; parecía como si una enfermedad rara la envejeciera prematuramente.
Todo el mundo, menos Juan, el párroco, que sabía la verdad de la historia de su vida, la evitaba para no ser maltratados con insultos.
Alegría tiempo atrás, en su adolescencia, era risueña y dulce como un melocotón maduro. Nunca decía que no cuando se le pedía algún favor, y fue ese su error: confiar y querer ayudar sin poner filtro…
Hace una semana, su vecina Ana coincidió, sin querer, con ella mientras sacaba a Lolo, su perro caniche.
-¡Buenos días!-saludó por educación.
-¡¡De buenos nada, el día está para morirse de una vez…!! -dijo Alegría con mirada de odio hacia su vecina Ana, mientras barría la entrada de su casa.
– ¡No digas eso!, Dios te puede castigar… -se santiguó.
– ¡Adiós, ni me hables ni mires, cotilla envidiosa! ¡Llévate de aquí a tu perro cochino y que no se vaya a orinar en mi puerta, porque si no lo tendré que envenenar! – amenazó como si estuviera poseída por el mismísimo demonio. Y le dio un escobazo al can. Este aulló y metió su colita entre sus piernas traseras, mientras pensaba:«bruja de mierda».
-¡Un día te vas a envenenar con tu lengua…! Vamos Lolo, que por aquí somos mal recibidos.
«¡Ya lo sé y no quiero volver a pasar por aquí!», pensó Lolo.
La cara de Alegría se empezó a enrojecer y sus cejas se fruncieron; su lengua viperina no podía parar de murmurar groserías y desear el mal. Continuó compulsivamente con la limpieza del trozo de acera ,que correspondía a su puerta, como si al hacerlo quisiera «limpiar» su pasado …
*****
-Me encontré antes con «Raíz de Achicoria» Ana.
-Esa loca está muy amargada -dijo Carmen, la costurera.
– ¡No habléis así que no está delante! -les regañó Inés, la profesora.
– ¡Venga ya!, se dedica a fastidiar a todo el mundo. ¡Yo ya ni quiero pasar por ahí!, pero como es mi calle y no puedo ir, por otro lado… ¡Hasta quiere envenenar a Lolo!
– ¡¿Yo no sé por qué es así?! Algún motivo tendrá…- La costurera lanzó la pregunta, por si a la «sabelotodo» de Ana se le escapaba algún chisme…
– No sé si será verdad, pero cuentan que de joven fue violada en su pueblo por un forastero que le preguntó cómo se llegaba a la Granja de un tal Manuel y ella imprudentemente lo acompañó…
»Su novio, al quedarse embarazada de otro, la repudió. Nadie creyó la versión de ella. ¡Seguro que se la inventó para tapar su infidelidad! Sus padres la desterraron después, y llegó a nuestro pueblo, a la casa de un familiar.
– Nunca sabréis si fue violada, tuvo una aventura o era una fiel enamorada… ¡¡Y… os importa un bledo!! ¡Dejad ya de cotillear, que ya bastante tiene la pobre con su soledad! -dijo Inés, alterada, ya que no era muy amiga del cotilleo y siempre daba el «beneficio de la duda» ante cualquier crítica.
*****
Alegría entró a su modesto hogar, su corazón palpitaba demasiado rápido y fuerte. Aunque se hacía la ruda, los disgustos mermaban su salud cardiovascular.
Después de beber a sorbitos pequeños un vaso de agua, se puso debajo de la lengua una pastilla de alprazolam, para que le hiciera más rápido efecto. El mal sabor de boca hizo que se le provocara comer una de las manzanas rojas, que se mostraban apetitosas en su bello frutero de mimbre.
Al darle el primer bocado, su colmillo superior y primer premolar, del lado derecho, hirieron con fuerza su lengua. Dio un grito y blasfemó.
Al minuto, en su rostro y por todo el cuerpo empezaron a aparecerle sarpullidos que le ardían. Se empezó a hinchar y sentía que no podía respirar. Muy angustiada, arrojaba espuma amarillenta por su boca. El dolor inundaba todo su cuerpo hasta que perdió la fuerza y la conciencia, desplomándose sin vida en el suelo. Lo último que pensó antes de fallecer fue: «nunca te lo perdonaré…»
****
Era Domingo, el primero desde el misterioso fallecimiento de Alegría. En el cementerio, un varón vestido de negro que cargaba un enorme ramo de rosas blancas, visitaba su nicho. Mientras sollozaba triste, observaba la lápida que tenía la siguiente inscripción: Alegría Paz Flores 14-2-1976…21-9-2014 Debajo estaba grabada la frase que el párroco Juan decidió: «Por fin descansa en paz»…

YOLILLANA RELATOS

Aquella tarde de finales de septiembre, Adela actuaba en una representación de teatro, y por alguna extraña razón, habia decidido ponerse las braguitas que llevaba el día de su encuentro con Fede.
Pensó que le darían suerte.
En su mente, lo único que se repetía una y otra vez era la imagen de aquel chico que la había fascinado, quitándole esas braguitas con los dientes para hundir la lengua en su sexo.
Y mientras llegaba la hora de la actuación, sólo podía pensar en el deseo que la quemaba por dentro y la hacía desearlo con tanta ansia.
Sus ganas de lamerlo entero, sin prisa y por completo. Recorrer con su lengua cada centímetro de su piel.
Quién sabe si alguna vez se repetiría el encuentro?
Quién sabe si dispondrían de una segunda vez donde poder dar rienda suelta a todas las fantasías que habían creado juntos?
Y mientras estaba sumergida en esos pensamientos, se abrió el telón.

 

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14 comentarios en «Lengua – miniconcurso de relatos»

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