Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «salvaje». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 16 de diciembre! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).
POR FAVOR, SOLO VOTOS REALES, SOLO SE GANA EL RECONOCIMIENTO, CUANDO ES REAL.
* Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor) y no han pasado procesos de corrección.
Salvaje – Miniconcurso de relatos
Dedé se estaba asilvestrando, se había obsesionado con vengarse de Mr C. Lo espiaba en secreto, buscando sus debilidades, sus vulnerabilidades, ¿y todo por qué?, pues por que según ella había secuestrado, o peor aún, matado a Mr M, su gran amor. Se miraba al espejo y veía esa fiera que llevaba dentro, soñaba con clavarle a Mr C las garras y destrozarle su inmundo y negro corazón, para después asistir a su entierro acompañada de Pamela Rose, hasta casi se oía un rugido cuando despertaba en medio de la noche. Mr C estaba ajeno a todos aquellos sentimientos y esa era su gran ventaja, el muy estúpido creía que se iría de rositas, pero el día D ya había llegado, vaya que si había llegado. Se enfundo sus pantalones de cuero ajustados para a continuación calzarse las botas de caña ancha, encargadas especialmente para la ocasión. Se miraba al espejo con satisfacción mientras se ponía su sueter de cachemir negro, de cuello alto, para acabar enfundándose su cazadora de cuero. Salió al porche de su casa, la luna estaba en todo su esplendor y no pudo reprimir un grito de satisfacción, se sentía una pantera y esta noche tomaría su venganza.
¿Pero quieren dejar ya la representación
par de enajenados?,
la voz del enfermero Cabrera se oyó.
Perdone usted pero estamos aquí arrebolados
leyendo a maese Coronado.
Que Coronado ni que narices, descerebrados
que son las cuatro de la madrugada en el reloj
y están a pleno pulmón en el despacho del director.
Usted es insufrible, tiene poco sentido literario
¡Sentido les voy a dar yo a ustedes, cuando les trepane!
¡Jesús, que calvario!
¡Corre Lisensiado, corre!
¡Raudo y veloz, Santi, raudo y veloz!
La mañana despertó salvaje.
Los pajarillos revoloteaban bajo las ramas de los árboles ya que no eran capaces de sobrepasar la altura en que estaban,pues las nubes había formado un manto de salvaje blanco algodon justo en la misma copa del alto más alto de los árboles impidiendo con su espesor que ellos alzaran el vuelo y a los hombres ver la belleza del cielo.
Salvaje la tierra a falta de lluvia se agrietaba.
La fauna ambiental dejó de ser salvaje para acercarse sumisa al ser humano a que le diese de comer.
La dispensa del mundo se quedaba vacía.
La salvaje necesidad que la humanidad comenzaba a padecer hacía pensar que la Tierra desaparecería.
Pero el alba de otra mañana clara y alegre se abrió salvajemente a un nuevo día de sol radiante y salvaje vida.
Vida que arrancó de cuajo todo dañino mal que corría por la tierra, para dar paso a la energía del planeta que que le da al ser humano el vivir en salvaje harmonía.
Leer o reír salvajemente
La virgen santa de las tramas retorcidas, qué smoothie de personajes. Menos mal que un tal Lisensiado lo entiende todo o apañamos la semana a comentarios infructuosos.
¿Y quién me manda a mí leer? En serio, ¿pa qué? Mira, no voy más lejos de lo primero que sale en el Google: “ Jálese viejo/Grupo Triple L/Herencia de Patrones/En lo que andamos, viejo/Clika Shit/HP Records/Slap that shit”. Si os interesa el autor, por ahí anda con su obra titulada “ Pa Que Sepan”.
¿Y pa qué aprender idiomas? Me pregunto si para traducir acaso “abofetea esa mierxx”, pues mira paso como de interpretar la biotecnología. No nos favorece. Punto.
Luego viene en la lista PJ Sin Suela. O bien mi navegador me las juega, o será un mister que se apodera de todos los tambores de piel disponibles, para envolver las fantasías que nos regala. Porque hay críos en la sala, pero la semántica de la semana me da mal rollo si miro desde un punto de vista paronímico.
Ains, que me callo, venga, va la vencida. Alex Rose, CNCO, “ Pa Que Guaye”. ¿Y esto? Otro calambur moderno; con tanto me quedo y lo dejo. Juro que no vuelvo a intentar culturalizarme virtualmente.
Me quedo sin embargo con la duda: Si hablo soy salvaje y si lo callo soy inculta. No sabría aplicar el quiasmo…
Conmutaré, dadme un segundo:
“Las tramas de vírgenes retorcidas, invitan a smoothie de personajes. No por triturar fruta vas a conseguir más personajes. Las vírgenes no se confirman a tramas.”
Me gusta ser salvaje viviendo entre pinares,
con la melena al viento y con los pies descalzos.
No quiero ser domesticada.
Me niego a formar parte de la sociedad manipulada.
No me hables de independencia, de libertad y de dignidad, si al día siguiente me pides que me convierta en un borrego más.
No me hables de rabia, de tristeza y de rebelión, si al día siguiente me pides que me una a una legión.
No me hables… O habla si te hace falta, pero no esperes que entienda ni que me una a una manada de lobos hambrientos que se mueven con prisa entre cerebros adormecidos, entre metales y ruido.
Si sacas a un hada del bosque, la matas poco a poco. Yo no pienso dejar que me arrebaten el alma, y si tengo que morir de hambre, que sea bajo un árbol…Siempre salvaje, nunca domesticada…
LA ISLA DE LOS MUERTOS
El baile de la barca, sobre el salón del mar, era un Vals interminable con el vaivén del agua. Entre los compases de Las olas. Todo se destrozó de una forma salvaje. Todo se estropeó.
Las olas empujaban por el camino hacia la eternidad, azul, celeste y blanco. El infinito estaba sobre nosotros completamente transparente y tranquilo con la cara reseca con grietas en los labios y el estómago arrugado, me devolvieron a la vida, abriendo los ojos, descubrí un cielo extremadamente alargado, sofocante y caluroso. Que me quemaba.
No sé los días que han pasado, desde la salvaje tempestad, me imagino que varios ya que la ansiedad y el hambre empiezan a hacer estragos. En mi cuerpo dolorido encuentro distintas heridas que me pican.
Hay agua en la balsa cubría tres dedos y no era salada era de la tormenta, Robert tocó la cara de Carmen, está bien, quizás demasiado caliente, como con fiebre.
Tengo que taparla ha sido una experiencia totalmente salvaje. Buscaré el kit de salvamento.
¡Gracias a Dios! Creo que está en esta caja. Hay latas de comida, y una caja buena, de víveres. Bien. Recogeré toda el agua que pueda, para beber.
Las horas son tan pesadas, largas, y el cielo está completamente despejado.
El día ha pasado.
La noche viene fría y estrellada.
El resplandor de Virginia está aquí, de nuevo.
Pero ahora no habla nada, solo aparece y desaparece por la parte izquierda de la barca, y se vuelve a mirar, como diciéndome que la siguiera. Que pusiera rumbo más al norte.
Rápidamente cambió de rumbo, con los remos y el equipo de salvamento.
Y me dispongo a seguirla.
Me quedo dormido bajo las estrellas.
Otro nuevo día, Carmen no da señales de despertar, yo le mojé los labios y le doy agua.
Cuando al fondo veo algo.
¡Qué es!
Parece algo verde, o quizás sea tierra. Por fin.
Poco a poco, fui remando hasta llegar a ella.
Había una playa completamente blanca, donde fui acercando el bote salvavidas, con el impulso de las olas, poco a poco.
Al llegar a tierra, lo primero que intenté fue hacer un refugio para Carmen, donde descansará. Era una isla totalmente salvaje, no había nadie en lo que alcanzaba mi vista.
Estuve recogiendo ramas y conseguí hacer fuego con el mechero que había también en la barca.
La noche se presentó un tanto extraña, toda la playa se llenó de luces. Que caminaban por la playa, a sus anchas.
Eran resplandores como luceros que pasaban delante de mí, sin decirme nada, como fantasmas que venían, por la playa, muchos murmurando, deambulando sin un fin determinado.
Carmen abrió los ojos, y me llamó.
-¡Roberto! ¡¿Qué pasa?! ¿Dónde estamos? ¡¿Cómo hemos llegado aquí?! Tuvimos una tormenta salvaje y hemos naufragado.Con los ojos desencajados
Yo casi no podía hablarle, estaba muerto de miedo, ante semejante situación.
-Carmen, ¿tú ves las luces?
-No, solo oscuridad. Aparte de la candela, claro.
-Entonces será mi imaginación, todavía no estaré curado. ¡Menos mal, que son locuras mías!
Estuvimos cenando unas latas que todavía teníamos de la barca y nos quedamos dormidos los dos juntos al fuego. Lo realmente salvaje sucedió después.
Matías tenía un perro, “marqués,” una amiga, Elisa, y un problema. A Elisa no le gustaban los perros. Uno le mordió de pequeña. Todavía conservaba la señal en la nalga. Fue lo primero que le confesó cuando se encontraron en el paseo y Matías venía acompañado del perro.
—Matías, los perros son animales, no los odio pero los temo.
—Ya, pero “marqués” no es un perro, es un amigo.
Como se querían, Matías dejaba de ordinario el perro en casa y Elisa aceptaba que les acompañara al paseo de vez en cuando. Para nada deseaban que el perro fuera una rémora en sus relaciones, aunque él insistía.
—Hala, pásele la mano por el lomo, acaríciale la cabeza, verás como se irá acostumbrando a tu olor y con el tiempo jugueteará contigo.
Pero Elisa para nada se fiaba, le hacía caricias de malísima gana y “marqués” gruñía. Estaba segura de que un día cualquiera el perro le enseñaría los dientes. Aparte de esto, como se querían muchísimo y estaban hartos de encuentros fortuitos acordaron vivir juntos. Alquilaron un apartamento, lo justo para los dos, y Matías dejó al “marqués” al cuidado de sus padres.
Un día quiso dar una sorpresa a Elisa y marchó en busca del perro. Llegó al apartamento, se sentó en una butaca a leer el periódico y dejó que “marqués” olisqueara en cada rincón. Elisa había colgado de una cuerda un sujetador y una blusa. Fue lo primero que vio en la boca de perro cuando abrió la puerta y gritó ¡salvaje, perro asqueroso! Y “el marqués” se abalanzó sobre ella, aunque no la mordió.
—Saca de inmediato a este animal salvaje. No quiero volver a verlo.
Matías protestó y dijo que su “marqués” no era un perro asqueroso ni salvaje.
—¿No? Pues que hable.
Matías tiró de la correa y el perro dijo guau, guau. Rompieron a partir de aquel día. Matías era un buen chico, pero tanto se identificaba con el perro que cuando se enfadaba más parecía que estaba empezando a ladrar. Se lo explicó.
—Pues entonces ¡guau, guau! —Y Matías desapareció.
Lumis era un cachorro de león tierno y adorable que no entendía por qué estaba destinado a ser temido, salvaje y despiadado.
Sus progenitores Landon y Laia intentaban hacerle entender que según fuera alejándose de su condición de cachorro y fuese creciendo tendría que estudiar las artes de la caza para alimentar a su prole o a su manada en su condición de líder, además de portar la etiqueta que lo reconocía entre el resto de los animales : «el rey de la selva».
Pero Lumis según crecía seguía siendo tierno y adorable. Un día Landon y Laia, por orden de la manada decidieron dejarlo solo convirtiéndolo en un león solitario. La manada partió al alba mientras Lumis seguía durmiendo.
Cuando Lumis despertó a media mañana, cómo era habitual en él, se asustó al comprobar que la manada no estaba, lo cual le entristeció.
Lumis tardó más de dos meses en acostumbrarse a ser un león salvaje solitario. Durante un tiempo incluso tuvo que ser carroñero para alimentarse hasta que aprendió a cazar. Por fin el lado salvaje y el instinto de Lumis apareció.
Un día Lumis observó una leona merodeando cerca de el, se dio cuenta que era una leona solitaria, al igual que el. Tras una mirada Lumis y Esmuria se convirtieron en inseparables, apareandose en repetidas ocasiones, formando así su propia manada. Mientras unos cachorros crecían y aprendían, otros nacían y así continuamente.
La feliz manada vio peligrar el reinado de Lumis cuándo este envejecio. Los cachorros tiernos y adorables se convertían en fieras salvajes y retaban una y otra vez a Lumis que siempre conseguía vencer las batallas. Sin contar con los encuentros con otros leones que no pertenecían a la manada.
Lumis pereció tras tanta batalla, una mañana toda la manada despertó y él ya no estaba, su alma por fin descansaba.
Y entonces, dejó el vaso sobre la mesa, se puso de pie con dificultad como si estuviera encadenado, miró a todos de frente y dijo:
– De alguna manera lo que voy a decir va a generar un impacto en cada uno de vosotros. Podrá ser bueno o malo, pero aquello que voy a decir es por mi propio bien y para informar al resto que me acompaña por si también pudiera servir de algo.
El silencio se apoderaba de la sala. Ni un parpadeo entre la multitud, ni un suspiro y todo a expensas de las próximas palabras a pronunciar, un silencio digno de un juzgado.
– La verdad es… que soy libre
YA NADA ES NADA
Entre penumbras se elevan
salvajes dos cuerpos
que como musgo florecen
sobre el campo alterado.
Esos cuerpos libran batallas
de amor y de dolor…
¿Oyes bien ese lamento?
Es de mi cuerpo por amarte
hasta la muerte.
A tu oído viene una canción
del bosque
perdida
lúgubre
lejana…
Ya soy adicta al dolor
y tú te aferras a esa adicción.
Calmarás tu ansia,
colmaré mi aliento…
No hay opción para el olvido.
Sucumbirá mi alma
perecerá tu esencia…,
porque ya nada es nada.
Tan ardiente y desmedida,
Enloquecida por el azar, Asesina de las cadenas,
Tan enamorada del mar,
No soportas las ataduras,
Con nadie te quieres casar.
Tu alma solo se nota,
Cuando vives en libertad.
Para que luego digan que los monstruos somos nosotros únicamente porque Dios nos creó con garras y colmillos y nos alimentemos de carne cruda para poder sobrevivir en la naturaleza.
Vosotros, en cambio, seres despiadados que venís con vuestras armas, en nuestro territorio, para derribar los árboles y destruís todo lo que os interpone en el camino y nadie os dice nada… ¿Quién es el monstruo ahora?
Nosotros, somos una manada y permanecemos siempre juntos. En cambio, vosotros colgáis en las paredes de vuestras cabañas, como si de trofeos se trataran, las cabezas de aquellos pobres animales que tuvieron la mala suerte de interponerse en vuestro camino.
¿Salvajes sin piedad y sin corazón!..
La carretera
La carretera, como una culebra serpenteando ascendía y ascendía, parecía no tener fin. La oscuridad era tal en medio del macizo montañoso que apenas veía más allá de unos pocos metros. Óscar llevaba conduciendo cerca de tres horas sin opción a parar, ya que no encontró arcén, ni siquiera un pequeño espacio para aparcar su vehículo, necesitaba estirar las piernas. Estaba nervioso y desconcertado, hacía rato que se dio cuenta de que le habían timado. Lo que no sabía era con qué propósito. Temía y alarmaba quedarse sin combustible, pero dar la vuelta era inviable dado que había recorrido ya una gran distancia y no llegaría. Dudó que más adelante hubiese algún surtidor. Por tanto presentía que estaba perdido. No había cobertura.Decidió parar en medio de la carretera, necesitaba pensar y aclarar las ideas, aparte de mover su cuerpo tensionado. No se cruzó en ningún momento con vehículo alguno por lo que no sería un problema su parada.
Elías, su jefe, le encomendó cubrir la noticia. La información les llegó a la redacción de forma anónima y tenían que contrastarla y verificarla. Según Elías de ser cierto sería portada y una gran exclusiva. Óscar en principio no estuvo de acuerdo. ¿ Fiarse de una llamada anónima? Debatió esta circunstancia con su jefe, pero no le dio opción: iba o iba…no había discusión.
Por tanto ahí se encontraba. No podía permitirse el lujo de quedarse sin trabajo y menos ahora, en estos tiempos no encontraría trabajo de lo suyo. Su mujer no trabajaba y nunca tuvo intención de hacerlo. Cuando Óscar tuvo que trabajar menos horas por culpa de la crisis…su mujer, Lorena, le reprendía, le insultaba, le decía que era un inútil y que se buscara otro trabajo, de lo que fuera. Él empezó a mirarla con otros ojos, les quitó el tupido velo que los envolvía desde que la conoció y descubrió su verdadero yo. ¡ Menos mal que no tenían hijos! Ella nunca quiso tener hijos, se lo dejó claro desde el principio y aunque él si los quería estaba tan ciego de amor que aceptó. Solo llevaban dos años casados, tres meses de noviazgo, duró tanto porque él siempre estaba trabajando, era evidente. Hablaron de divorciarse, ella no quería de momento, quería esperar. ¿Esperar a qué? ¡ Era inconcebible! Óscar le manifestó su negativa a demorar lo inevitable. Ella lo maldijo y escupiendo de su boca improperios difíciles de recordar…se fue, dejándola sola en la casa. Mientras se alejaba menguaban los alaridos.
Cuando su jefe le dio el itinerario para llegar al destino de la supuesta noticia parecía no tener complicación alguna, conocía la zona pero nunca llegó a desviarse por esa carretera entre las montañas de la comarca. Solía ser transitada por montañeros y excursionistas, eran conocidas desde tiempos inmemoriales como las montañas de los salvajes o las montañas malditas más recientemente, debido a las desapariciones de gente sin explicación alguna. A través de un supuesto montañero se filtró la información. El informante anónimo afirmó que a unos cuarenta kilómetros de coger la estrecha carretera se encontraba un pequeño camino que conducía a un pequeño pueblo, de apenas diez casas, que estaba habitado por personas que no sabían lo que era la civilización. Aseguró que avisó a la policía para dar el aviso y que a ellos le daba la primicia. Ante la reticencia de Óscar y sus preguntas a el jefe – demasiados interrogantes- este le dijo que no se preocupara, cuando llegase allí vería a la policía, emergencias y demás. Tenían que ser los primeros en soltar el bombazo.
Pasados unos veinte minutos desde que paró, ya desesperado sin saber cómo actuar, escuchó un motor que se acercaba, se inquietó ya que no se apreciaba ninguna luz en medio de la inmensa oscuridad que le abrigaba. Encendió la linterna del móvil, asustado, delante de él aparcó una furgoneta, a oscuras. Óscar supo que algo iba mal, muy mal. Lo tenía tan claro como la oscuridad que les envolvía.
Lo último que vio Óscar con su rayo de luz tecnológico fue el cañón de una pistola.
Elías recibió una llamada de teléfono a las dos y veinte de la madrugada que le despertó. Tras terminar la breve conversación despertó suavemente y con mimo a Lorena, que dormía profundamente. «Lorena, cariño, ya está hecho» le susurró. Lorena le besó con pasión, volviendo a sacar su lado más salvaje.
«Esa madrugada, al fondo de las laderas de una de estas montañas, tres seres escucharon un gran estruendo. Estaban refugiados en su cueva, eran los últimos que quedaban de lo que un día fue su aldea, su hogar, sería difícil adivinar su edad, aunque eran longevos. De las cabañas hechas de barro, piedras y maderas apenas quedaba nada, la vegetación las devoró y escondió.
Estos seres se acercaron a ver de dónde provenía el ruido, les era fácil moverse de noche, sus ojos se habían adaptado a ello durante no se sabe el tiempo que llevaban ahí. Cuando palparon y olisquearon el artilugio, dieron gracias a los dioses, ya les habían premiado antes con regalos semejantes gracias a sus plegarias y ofrendas a ellos. Sacaron a Óscar de los hierros de la parte delantera. Estaba recién cazado, tierno. Lo llevaron a la cueva y en un idioma que solo ellos comprendían se dispusieron a comer. Este regalo de los dioses con suerte les duraría unos tres días
Por toda la cueva se podían ver objetos de todo tipo: mochilas, cuerdas de escalada, zapatos, ropa .. Donde los desaparecidos moraban»
Era la cuarta vez que Hugo tenía un fracaso amoroso,la impotencia que sentía sin saber manejar su ira, abría de nuevo las heridas albergadas en su interior,tras su personalidad celosa y agresiva.
Deseaba ser una persona perfecta,amable,paciente..pero eso no le servía de nada porque hacía resurgir la bestia salvaje que habitaba en su interior,recelosa de todo y acabando con sus relaciones.
Mantenía una lucha consigo mismo rechazando y poniéndole fuera de control e impidiendo integrar ese lado salvaje que formaba parte de él y que de alguna manera,no podía canalizar.
Un día,frente al espejo, observó que su reflejo no era más que el de una bestia humana y mirándose con desprecio,lo hizo pedazos…No sintió paz por haber hecho eso, recapacitó y abrazando su oscuridad más temida,solo si la aceptaba, podría convivir sin que ésta le llegará a causar daño y llegando a una reconciliación con su «yo» más profundo y salvaje,con el tiempo,su mal,podría convertirse en luz..
El lugar perfecto; el refugio perfecto en el cual vivir todas las vidas que no nos serán otorgadas, todas las fantasías al alcance de los ojos que recorren el avispero que guarda en cada una de sus celdillas, una sucesión de puntos unidos entre sí, creando historias interminables. El lugar de los sueños. El lugar del olvido. El lugar de cada uno de los recuerdos acumuladores de vida. Un lugar mágico que huye de antorchas, de vicios iletrados, de sabiondos con ínfulas de escritores fracasados, de novelistas autonovelados; de las más bellas historias; de las suculentas crónicas salpicadas de hechos más soñados que reales; relatos fundidos con la capa de moho que el tiempo y la dejadez retuvieron al fondo de un oculto estante.
El rumor salvaje de un chisporroteo acabará por silenciar para el devenir, todas las voces que hasta el momento yacían mudas, para siempre, bajo el resplandor ígneo, devorador de letras, ansioso por obtener para sí todo lo que jamás de forma alguna habría podido conseguir.
Hipatia de Alejandría llora sobre el hombro ciego de Borges, sobre las cenizas blancas donde se derrite el ingenio humano de todas las épocas, colección destinada a ser inmortal y que ahora solo es un río de polvo gris; la biblioteca universal, continente de todo lo expresado en un sinfín de idiomas, la biblioteca de Babel donde aclarar los misterios básicos de la humanidad.
Guy Montag acaba de asistir a la quema de libros de Constantinopla, contempla los despojos de la biblioteca de Alejandría entre los que se encuentran varias joyas a las que el fuego por arte de magia no ha tocado, encuentra en el grupo de vagabundos, llamados ‘los hombres-libro’, cuya labor es memorizar un determinado libro para que nunca se pierda, la máquina perfecta para la posterior propagación de contenidos.
Ray Bradbury, Hipatia de Alejandría, Jorge Luis Borges, Guy Montag, forman un círculo, elevan sus manos, lloran sobre las salvajes llamaradas implorando al caprichoso dios del fuego, su total disolución.
Salvaje Indomable Implacable
Tu respiración era pausada y suave, y el sonido de los latidos del corazón, relajados.
Con el cuerpo desprendido del cansancio y con la mente envuelta en pacifica serenidad, te deleitaste con el majar que es el estar despierto sin abrir los ojos.
Percibiste cuando se filtró, por una delgada fisura en tu cueva, el primer haz de luz de día que se posaría en tu cuerpo. De la misma manera, un par de minutos después, sentiste varios más hilos de luz atravesar las delgadas grietas esparcidas por doquier en la caverna. Y al sentir el hormigueo que sólo el calor del sol es capaz de producir sobre la piel abriste un ojo, e inmediatamente, tu vertical pupila de color esmeralda se contrajo al máximo.
Para esa mañana planeaste levantarte temprano, por lo que sin retraso comenzaste a desenrollarte; a desemperezarte, a estirar tu alargo y escamoso cuerpo, a agitar de un lado a otro tu espinosa cola y a sacudirte del lomo una delgada capa de polvo. Por uno momento te entregas pleno a los fugaces placeres de estirar y estrujar los músculos. Abres y cierras el hocico al sentir un regusto pastoso, y tu lengua bifurcada no pude evitar ondular fuera al husmear el aire alrededor. Al cabo de unos segundos te relames los resecos labios, y tu garganta seca como el desierto, te exige beber agua. Acto seguido te encaminas al fondo de tu caverna donde al final de ella yace una pequeña vena de agua helada. Al hundir tu morro, y beber de ella a sonoros tragos, observas en su sinuosa superficie el tenue reflejo de tus escamas doradas, y como en ellas te cruza, desde debajo de la mandíbula hasta por encima del ojo derecho, una fea y larga negra cicatriz.
Una vez saciada tu sed giras en redondo y te acercas a los límites de tu hogar en donde sin mucho interés echas un vistazo al fondo rocoso del gigantesco acantilado en el que te hayas. Con tu cola, recorrida por dos prominentes hileras de puntiagudas escamas, empujas fuera los restos óseos de tu última comida. Una vez estos son lanzados ves como esas sobras impactan las afiladas rocas e fondo. Extiendes y sacudes tus alas para comprobar con ellas el aire fresco de la montaña, y una vez las has agitado lo suficiente, para calentar y desenvarar los tendones, das un salto a la nada y te zambulles en el vacío.
Mientras caes en picada te viene a la cabeza el recuerdo de un día similar a éste, cuando un insolente hombre, con gruesa y brillante armadura, osó adentrarse en tus dominios. Llevaba en una mano una ostentosa y muy larga lanza, y en la otra, un fragmento de agua solidificada —un espejo—, donde, extrañado tú; eras capaz de obsérvate a ti mismo con suma claridad. Mientras tu atención se hallaba robada en tu propia imagen, el infame humano se acercó lo suficiente como para herirte de muerte. De no haber reaccionado a tiempo en esa ocasión muy posiblemente a día de hoy ya tu cabeza estaría decorando el salón de algún castillo. Encolerizado por tal insultante acto, no dudaste ni por un momento en bañarlo con fuego abrasador. Gritó y se revolcó en la tierra al momento en que su gruesa armadura de hierro se le fundía en las carnes. Te divirtió mucho verlo revolverse intentando quitarse de encima el metal fundido. Sin embargo, ya no fue mucho de tu agrado sus agudos alaridos de dolor que perforan los tímpanos, por lo que, sin pensarlo demasiado, de un coletazo lo lanzaste fuera de tu guarida.
Mientras caías al vacío, con las alas plegadas al cuerpo esperando el momento idóneo para abrirlas, vislumbras como en el fondo del desfiladero aún quedan los desechos chamuscados de aquel infeliz invasor, y como de la misma manera también te percatas de que varios de los carroñeros de las inmediaciones huyen despavoridos apenas reparan ver cerca tu silueta. A solo unos metros de estamparte contra las erizadas rocas, tus alas membranosas, al igual que un remo en el agua, encuentran la resistencia perfecta en una corriente de aire ascendente, permitiéndote así, pescar impulso suficiente para remontarte de nuevo a las alturas.
Mientras planeas a la misma altura que las nubes, un mar de arena se extiende bajo tuyo. Arena y más arena ardiente hasta donde la vista alcanza.
Después de media hora de vuelo te encuentras sobrevolando un par de ruinas olvidadas de civilizaciones ya perdidas, y a unos cuantos centenares de metros de ahí, un gigantesco barco de madera varado en una enorme duna, y un poco más al sur, el esqueleto de una colosal bestia, que, sin duda alguna, de estar vivo, haría verte del tamaño de una mosca en comparación suya.
Mientras continuas con tu viaje, observas en la lejanía como el aire caliente emanado del suelo distorsiona y emborrace una delgada línea en movimiento en el lejano horizonte. Tu vista, que no tiene par, se agudiza al límite, con lo que te percatas al instante que lo que yace allá en la lejanía es en realidad una pequeña caravana de camellos. Sin tiempo que perder, viras en dirección suya, y el cada vez más grande hueco en tu estómago, te insta a darte prisa.
Tenías la vaga idea que de alguna manera te plantarían cara, de que de alguna forma se resistirían a ti. No obstante, en cuanto advirtieron tu llegada todos comenzaron a huir en direcciones opuestas, corrían tal cual lo hacen los insectos bajo una piedra levantada; intentando encontrar desesperadamente la salvación en algún agujero cercano.
No tardaste mucho en escoger a tu presa, a la que se hubo alejado más de los demás. Por su puesto que tú ibas a por el camello, pues su carne tiende a ser suave y dulce, pero en esta ocasión no le harías el feo a la oportunidad de degustar carne humana, y mucho menos ahora que se auguraba iba a ser de una mujer joven.
Puedes sentir como tus glándulas salivales se exprimen a sí mismas a cada metro que te vas acercando, como tus afiladas garras se abren y contraen expectantes ante esa suculenta pieza de carne que no para de gritar, correr y lloriquear, puesto que no hay mejor festín para ti que el de devorar la carne de tu víctima bañada por el más absoluto y exquisito terror bajo la sombra de tus alas.
Me llaman la loca.
Dicen que estoy asalvajada, que no entiendo los límites y que siempre me sobrepaso.
Todo lo pruebo, lo saboreo, lo cato.
Si alguien pregunta: ¿quién se atreve? Salto de un brinco.
No puedo evitarlo. No quiero evitarlo.
Siento que la vida que corre por mis venas se escapa con cada exhalación.
Siento que el vigor y la energía luchan por huir abandonando mi cuerpo.
Pero antes de perder las fuerzas quiero vivir.
Bailar sobre la barra, escalar todas las cimas, correr hasta perder el aliento, gritar con la boca abierta y reír a carcajadas hasta que me duela la barriga.
Y en el amor: besar sin tregua, entregarme por completo, regalar todo mi tiempo y sentir el fuego de la pasión en mis entrañas.
Familia, amigos, compañeros,… todo suma.
Música, letras, entorno, hogar,…todo cuenta.
Sentimientos, risas, besos, abrazos,… la esencia.
Salvaje para sentir, salvaje para soñar, salvaje para vivir.
¿Quieres que te arrastre conmigo?
Tendrás que volverte salvaje.
Tendrás que aprender a VIVIR.
CARTA DE PHYSIS AL HOMARO.
Soy una constante, el agua que os acaricia cuando entráis en el mar, la brisa que os refresca si pasáis calor, y quien os broncea la piel al tomar el sol.
Soy quien permite crecer la hierba, los árboles, y las plantas que perfuman el mundo. La lluvia que riega la tierra que os alimenta, y la montaña que os protege del viento.
Y todo eso lo hago porque forma parte de mi naturaleza.
Pero vosotros…
Os empeñáis en destruirme, en secar el suelo sin preocuparos de agrandar los desiertos, en pudrir el aire que respiráis y en convertir el sol que os da la vida, en vuestro peor enemigo. Sois los compañeros de viaje de infinidad de especies y, por tanto, este lugar no es de vuestra propiedad. Pero, os da igual, ya que, os devoráis a vosotros mismos sin ningún sentido para apoderaros de él
Y todo esto lo hacéis porque… ¿Queréis competir con mi lado salvaje?
Sois unos simples aficionados, pues jamás podréis superarme. Puedo crear olas gigantes capaces de pulverizar la roca más sólida. Soy capaz de hacer aparecer huracanes que cambiarían la faz de la Tierra.
Competid contra mí si queréis, os escupiré fuego de las entrañas del planeta, haré temblar el suelo que pisáis y lo resquebrajaré. Mi rabia será tan fuerte, que quemaré vuestra piel con la fuerza de la misma estrella que habéis admirado desde el nacimiento de vuestra conciencia . Congelaré los contimentes, si es necesario, bajo capas de nieve y hielo, cuando lo crea oportuno. Dejaré que encontréis las amenazas invisibles que os destruirán desde vuestro interior.
Y todo eso la haré porque también está en mi naturaleza.
Así que comprended que, si desaparecéis, yo seguiré existiendo. No necesito ni he necesitado que estuvierais aquí.
Pero yo tampoco soy invencible, pues, vosotros y yo, solo somos unas simples motas de polvo en la existencia del universo, un universo que lo cubrirá todo, hasta que el tiempo se agote. Cuando eso ocurra, nada importará. Pensad, por tanto, si merece la pena el salvajismo que cometéis contra mí, y contra vuestros hijos.
Pedro Barinas perdió su trabajo. Luego de quince años de fiel servicio lo despidieron como quien desecha un viejo artefacto. Para reducir el riesgo de una demanda judicial, la empresa le dió una mesada. Con la crisis económica sus ahorros habían mermado. Con lo que le quedaba de ahorros y la mesada, sobreviviría unos cinco meses, tiempo suficiente para encontrar otro empleo.
Para no preocupar a su esposa y a sus dos hijos, optó por no decirles nada. Llegó a su casa y actuó como de costumbre. Esa noche, ni las siguientes, pudo conciliar el sueño.
Al día siguiente se levantó, se afeitó y se vistió de camisa y corbata para ir a trabajar como era su rutina, pero esta vez iría a buscar empleo. Salió de su casa y entró a un «cyber café». Pidió un expreso doble, prendió su computadora portátil y actualizó su resumé. Lo revisó una y otra vez para asegurarse que contenía toda la información necesaria y no tenía errores ortográficos ni de sintaxis. Finalizada la cuarta revisión, buscó las ofertas de empleo que habían disponibles y lo envió. Repitió la rutina por una semana desde distintos «cyber cafés» para no levantar sospechas. Una mañana abrió su correo electrónico y encontró dos convocatorias para entrevistas. Hizo las llamadas de rigor y calendarizó día y hora.
La mañana de las entrevistas puso especial atención en el afeitado. Se afeitó al ras. Tenía un traje sencillo pero elegante, camisa blanca cuidadosamente planchada y una corbata que hacía juego con el traje. Pedro tenía mucha experiencia. Tenía buena presencia física y un vocabulario extenso. A sus cincuenta y dos años no había perdido el tiempo. Era una persona leída y que hacía ejercicio al menos cuatro veces por semana. Hizo dos magníficas entrevistas con las que se sentía muy complacido. Había buscado información, historia, índices y competidores de la empresa. Su entrevista duró una hora más que las entrevistas de los demás candidatos. Estaba confiado en que en ambas sería el candidato seleccionado..
A la semana recibió dos correos electrónicos. Uno de cada empresa. En ambos le agradecieron su tiempo por las entrevistas. Lo felicitaron por haberse preparado meticulosamente, pero le indicaron que otro candidato había sido seleccionado. A los cincuenta y dos años las empresas ven un empleado más como un riesgo que como un activo. Buscan candidatos más jóvenes. Candidatos que pudieran moldear a su gusto y forma y que pudieran rendir servicios por más tiempo.
Su resumé era impresionante, por lo que recibió varias convocatorias más para entrevista. El patrón se repitió. Hizo magníficas entrevistas pero las empresas estaban buscando talento joven. Pedro Barinas estaba fuera del mercado. Competía con jóvenes sin experiencia pero académicamente más preparados. Preparación que no existía en su tiempo.
Un día, al llegar a su casa su esposa Ana lo recibió con una carta del juzgado. El banco había iniciado un proceso legal de ejecución de hipoteca. Pedro no tuvo más remedio que contarle la verdad. Su esposa, molesta por la situación, no tardó mucho tiempo en mudarse con sus hijos a la casa de sus padres. Ella nunca había trabajado. El salario de Pedro era suficiente para que ella se quedara en la casa y cuidara de sus hijos. A ella le aterraba llegar un día a su casa y no poder abrirla. Pedro no podía ir con ella, pues nunca fue santo de la devoción de los padres de Ana.
Pedro se quedó solo. El banco continuó su trámite en el tribunal y ejecutó la hipoteca, quedándose con la propiedad. Pedro se mudó con un amigo divorciado. Ya no tenía ahorros y sus gestiones para conseguir empleo habían fracasado. Envejecer, en ocasiones puede ser complicado. A los dos meses su amigo le dijo que se tenía que ir. Mucho duró, pues dice el refrán que el muerto apesta a los tres días. Pedro Barinas, quien fuera una vez jefe de departamento, esposo y padre proveedor, fue a parar a la calle. Pedro no conocía el inframundo de los sin hogar. No comió por dos días corridos y estaba desesperado. Un vagabundo que llevaba años en las calles y las conocía a la perfección, le dio la mitad de su comida. Comida que había sacado de un bote de basura. Pedro dudó pero el hambre pudo más y cerrando los ojos se devoró el bocado. El viejo vagabundo le explicó varias reglas. Reglas como no ocupar el lugar de dormir de otro vagabundo o tendría una lucha encarnizada. Tampoco podía ocupar el semáforo de otro vagabundo para pedir limosna. Los semáforos eran asignados por los narcotraficantes a drogadictos para que levantaran dinero y pagaran su deuda. La invasión de un semáforo podría costarle la vida. Pedro encontró un lugar para dormir en una sucia esquina debajo de un puente. Los puentes eran lugares muy cotizados por los vagabundos, pues se podían guarecer de la lluvia. El viejo vagabundo le enseñó cómo hacer una cama de cartón y arroparse.
Habían pasado poco más de cuatro meses. Pedro había perdido unas treinta y cinco libras. Estaba andrajoso y mugroso. Tenía una larga cabellera plateada sucia y desaliñada y una abundante barba descuidada. Había desarrollado unas enormes ojeras. Su ropa estaba raída, rota y sucia. Sobrevivía como podía en las calles. Sus únicas pertenencias eran unos cuantos pedazos de cartones para dormir y arroparse y una fotografía de cartera que guardaba de sus hijos. No los veía desde que se marcharon a casa de sus abuelos.
Un día se cruzó en la calle con su hija. Ileana iba en el vehículo de su abuelo. Él posó sus ojos en ella. La miró fijamente. Ella no lo reconoció. Estaba tan cambiado, que ni por su mente pasó que pudiera ser su padre. Ileana le dio una mirada de desprecio y volteó la cara hacia el otro lado. Pedro estaba devastado. Jamás esperó una reacción similar de ninguno de sus hijos a quienes había criado bien. Pedro había perdido las ganas de vivir. Esa noche fue al sector de los vagabundos que usaban drogas e intercambió una fuerte dosis de heroína por comida. Quería morir. Con una jeringuilla compartida se inyectó una dosis capaz de drogar a un caballo. Poco a poco Pedro se fue apagando. Sentía como se le iba la vida. Perdió su capacidad de reacción. Poco a poco fue cruzando el puente a lalalandia.
La calle es salvaje. Mas salvaje que la jungla. Pero no más salvaje que la vida misma.
De repente Pedro despertó dando hondos suspiros de excitación. Estaba sudado. Su esposa Ana despertó y le preguntó que le pasaba. Nada mi amor, he tenido una pesadilla, un mal sueño, le dijo Pedro.
Al día siguiente, Pedro Barinas sería despedido de su empleo.
Mundo salvaje (quién lo es más).
La abusiva tala de los bosques, el acercamiento cada vez más insolente de las edificaciones humanas que acceden con descaro amenazador al hábitat natural de miles de especies, forjan, junto con una indecencia última y asilvestrada de acaparación y carencia de respeto a los seres vivos, que los animales se vean obligados, unos, a tener que compartir su espacio, otros, a abandonarlo.
Para los humanos, los animales son salvajes. Exceptuando a los cánidos( menos el lobo, que se resiste) y el felino gato, el resto, lo dicho…
¿Salvajes? Amenazada su supervivencia. Algunos extintos ya.
La pregunta es: cuál es la opinión de los animales sobre los humanos. La más fácil sería: no lo sé; no hablan. Notejode.
Otra seria: si hablan, es que no los queremos escuchar.
He dicho. Ea.
primeras lluvias
noviembre en la pradera
pasto en plata
hechiza con su canto
a su presa elige
pequeño rapaz
el poder del caburé
pampa salvaje
Fiereza
Cuando tienes raíces de Jaén mamas aceite puro de oliva.
La aceituna nunca faltó en la mesa de mi infancia, fuera cual fuera la comida que tocara.
La aceituna, en hija de aceituneros, es mucho más que en los demás. Es de nácar, de terciopelo, de cristal. Es una joya, un ritual. Es pan del de mojar, hoyo de pan candeal.
Tiene la tierra de olivos oro amargo que arañar entre mendrugos de tierra y fría escarcha en los dedos.
Al olivo al olivo…
Tiene pobreza de hambre y cante jondo en la garganta, cuando en noches de verano, asomado a la ventana, busca en la negrura del campo el olivar que dejó a kilómetros de distancia, al que El Cabrero le canta.
Cuando eres hija de emigrantes, de emigrantes andaluces, mamas aceite y cante jondo, y fiereza rebelde que no sabes muy bien a quién enviarla.
Y la certeza de que aquel que canta, su mal espanta.
Fiereza por soleá…
-Me agarro con fuerza a los barrotes de la jaula, inco mis uñas ensangrentadas luchando con todas mis fuerzas…. no quiero que me metáis dentro!! no soy una amenaza para nadie!! dejadme en mi estado natural y libre como me dejaron mis padres, abandonada en la cuneta de aquella carretera lejana al mundo civilizado, para que nadie se diera cuenta de mi pérdida. Se deshicieron de mi como un pañuelo usado y empapado en lágrimas que lanzan por la ventana, como si el hecho mereciera ese gesto, pero en aquel momento sin sentimiento de culpa alguna. Deforme y apenas sin rostro me liaron en mantas y me dejaron al pie de unos árboles esperarando mi suerte o mi desgracia….. pero sobreviví, fuy fuerte estuve bien alimentada de leche materna los primeros días. Y en el silencio de la noche me encontraron lamiendo mi cuerpo para darme calor….. ellos los lobos, me acunaron haciéndome parte de la manada, me alimenté con y de ellos y crecí con sus reglas.
Agarrada con fuerza siempre al cuello de mi madre, me llevaba a velocidades extremas para cazar y no ser cazada. No anduve nunca erguida, siempre agachada y a cuatro patas, me deslizaba por caminos y trepaba por los árboles con la misión de sobrevivir, mi estómago pequeñito se acostumbró a los manjares de la tierra en su estado más puro, moldeando mi cuerpo de pequeños músculos que tiraban con fuerza desgarrando la carne de los bichos que a mi paso encontraba, mis dientes afilados la devoraban sin apenas saborearla, lamía el agua de la orilla del río y el barro me lavaba las tripas. Si, soy SALVAJE!!… Salvaje por sobrevivir al destino que me deparó la vida nada más nacer, así que no me encerreis en esa jaula miradme a los ojos, buscar en la profundidad de ellos que saben hablar y entenderéis que mi alma no sabe de diálogos y mi garganta solo ahuya de dolor si me apresais, destrozando mi vida parar convertirla en la vuestra…..
Fernando un niño de apenas 4 años era prestado por su madre a un señor quien lo llevaba de bus en bus pidiendo plata, el señor siempre decía:
– “mi hijo” y yo no tenemos para comer- Y ahí mismo la gente empezaba a sacar de su bolsillo, billetera monedas, al final del día este señor se ganaba más que un empleado trabajando 8 horas diarias.
Fernandito, como le solían decir no entendía bien lo que sucedía, solo sabía que todos los días salía de su casa muy temprano con ese señor, algunas veces se iba acompañado de una señora de talla grande, quien a veces solo le daba golosinas para entretenerlo.
Un buen día Ariel quien era un fotógrafo, se acerca al pequeño y le pregunta:
– ¿Esa es tu mamá? – a lo que el niño contesta- sí, es mi mamá sustituta, el fotógrafo se quedó perplejo y confundido, como así que mama sustituta? – se preguntó.
El fotógrafo se fijó en una marca en el brazo del niño. De nuevo le dijo al niño- ¿Me podrías contar que te paso en el brazo? A lo que el niño contestó:
– Mi mamá me castigó, porque me porte mal en un bus, rápidamente se pudo dar cuenta que se trataba de un alquiler de niños, lo cual le parece detestable, deplorable y salvaje, no puede ser que usen a niños para dar lastima… saben que eso les funciona de maravilla, entonces se ideó una manera de seguir a esta señora por que de seguro hacia parte de una red de alquiler de niños.
Así que se puso a de tomar muy sigilosamente fotografías, del niño y la señora, este niño estaba siendo maltratado, no estaba siendo alimentado bien. se dio a la tarea de averiguar los antecedentes de la madre. Ella era de muy bajos recursos y tenía 4 niños más, además venia de un país extranjero, así que esta actividad era completamente justificable según ella le dijo cuando se atrevió a preguntarle. Para él no lo era, aunque era evidente la necesidad hay distintas maneras de salir adelante y no exponer a su hijo a tantos vejámenes. Con respecto a la señora a la que llamo Libia (nombre ficticio) efectivamente hacia parte de una red que alquilaba niños para diferentes labores, explotación, trabajo infantil, prostitución, entre otros.
A Fernandito nunca lo volvió a ver espera de todo corazón que este bien, en un lugar en donde este seguro, que pueda disfrutar a plenitud de su niñez.
En las uñas. Y en el pensamiento.
Salvaje.
En la saliva que trago , cada día, en la saliva, que trago.
Salvaje.
Salvaje al final de la garganta, donde raspa, salvaje, sí, ahí, salvaje varias veces.
Salvaje, cuando me levanto, salvaje, con ganas de llorar, salvaje, sin más, drogado, de vida, de monotonía.
Sin aspavientos de no salvajismo, salvaje sin parangón, como el mayor gilipuertas, como el menor comemierdas.
Somos multitud. Un montón de comemierdas, pero de lujo, que no comemierdas del montón.
Salvaje éramos.
Salvaje somos.
En nuestro origen africano.
En nuestra actual urbe.
Violentos cual chimpancé,
Despotas al volante,
Eroticos cual bonobo,
Amando detrás de una pantalla,
Nocturnos cual Buho,
Bailando en la terraza,
Risueños cual hienas,
Intercambiando memes,
Así es el animal humano.
Salvaje éramos.
Salvaje somos.
En nuestro origen africano.
En nuestra actual urbe.
Éramos y somos.
Éramos y somos.
Salvajes, salvajes…
Y seguiremos siéndolo…
Así es…
Así era y es el animal humano.
¡Así era y es maldita sea!
Te quiero así
SALVAJE
Abandone con furia
Desenfrenada
Me tomas y
Elevas mis sentidos.
Desatado mis deseos
Más oscuros.
Me entrego total
Tus manos recorren
Ansiosas mi cuerpo
En una caricia interminable.
Mi sangre corre
Como un volcán
En erupción
Cuando tu lengua
Explora los caminos
De mi figura
Besando cada centímetro
De mi piel.
No me pertenesco
En ese instante
Me fundó en tu ser
Me integró totalmente
A la lujuria
De tus deseos.
¡Oh amor!
Tomame con furia
Amame, pierdeme
Llévame contigo
Hasta el final.
Después…después
Recojo temblando
Los jirones de emociones
Que dejó el deseo
En una entrega
Salvaje…
Ya siento, tu ausencia..
Suenan fauces
de la naturaleza,
hombre y bestia.
Abominable
depredador grotesco,
sin conciencia.
Lágrimas tristes
Ignoradas, de animal
especies muertas.
Veneno humano
Plagado de ignominia,
vil destrucción.
Arde el mundo
ya no hay esperanza,
todo acaba.
Jáctate hombre
de tu obra salvaje
Desierto dejas.
Elude débil
tu sueño efímero
de vil grandeza.
En una casa quinta rodeada con muebles aterciopelados y manteles almidonados nació Juana. Una niña que solo deseaba ser niña, pero el protocolo de su distinguida familia y una sociedad patriarcal se lo impedían. «Debes sentarte bien, debes ir limpia, debes jugar con muñecas, debes hablar bien y leer poesía». Juana en cambio, disfrutaba de jugar al aire libre, trepar en los árboles, bañarse en el lago, jugar con la pelota y leer historietas. Durante muchos años luchó contra esas imposiciones hasta que le ganó el mandato y el disciplinamiento, simplemente, no tuvo más fuerzas para revelarse y viéndose sin posibilidades se dejó moldear.
Juana hoy tiene 90 años y es mi abuela, sin embargo, cada vez que su memoria se lo permite vuelve a revivir aquellos años y se transforma en esa pequeña que se llevaba al mundo puesto, yo, me convierto en su espectadora y escucho, infinitamente, sus relatos de como trepaba en los árboles y corría descalza en el pasto solo para ver su rostro iluminarse. Cuando su corazón ya no resiste la nostalgia regresa y me dice: «todos decían que yo era una salvaje, lo que nunca entendieron es lo salvaje que fueron arrebatándome mi vida. Hace una larga pausa, suspira … jamás volví a ser tan feliz».
Dos hombres a las doce de la noche. En la salida de un cine donde proyectan viejos clásicos.
En una calle cualquiera de Madrid recientemente mojada por una lluvia de otoño.
-¡Fiuuu!, la de años que hacía que no veía ésta película.
-Yo, ni me acuerdo. Es una de mis películas favoritas de Francoise Truffaut.
-A mí, de éste director, me ha gustado siempre el buen gusto en unir en armonía la banda sonora con la trama de la película. La elección de «Concierto para flauta rv223», de Antonio Vivaldi, es magistral. Sobre todo, el Adagio, que refleja la melancolía de Oscar, el niño salvaje que encuentran en un bosque de Francia, cuando mira al horizonte por una ventana buscando su hogar arrebatado .
-Sí, pero, ten en cuenta que, aunque basada en hechos reales, la paradoja de la película está ahí. Ese niño salvaje, es arrancado de su hogar, en el bosque, para llevarle a una vida civilizada.
-Ya, pero, realmente, piénsalo fríamente. ¿No es más salvaje a sociedad que quiere domesticar al pobre niño salvaje que éste mismo?.
-Efectivamente. Así ha sido y sigue siendo en la historia del hombre. Siempre ha habido seres humanos que se han autoproclamado civilizados, y han impuesto sus normas ante pueblos que para ellos eran salvajes.
-Eso es. Han arrebatado la libertad salvaje de estos pueblos esclavizandoles con su libertad civilizada.
-A mí, me da pena Óscar, cómo lo atrapan como una fiera, y compasión el Doctor, que se hace cargo de la ardua tarea de domesticar al salvaje.
-Como hoy en día.
-Sí, salvo que los salvajes somos nosotros y las tecnologías son las que nos quieren civilizar.
-Exactamente, querido amigo. Pero, a mí me preocupa que, la falta de empatía para con los demás, la falta de sensibilidad que nos ha provocado la sobre información, nos ha vuelto a todos unos salvajes.
-No te quito la razón, querido amigo, ya he contado cinco sin techo durmiendo en los portales y ni te has percatado de que están ahí.
-Ya, nos falta aprender, como pretende el Doctor con Óscar, un lenguaje universal, aunque sea de signos, para que todos nos podamos entender.
-¡Ay viejo amigo!, esa quimera dejala en la película, en la reflexión final, en la que el doctor, se pregunta si, podrá algún día civilizar a Oscar.
-No lo sé, amigo, nos hemos vuelto unos salvajes egoístas que vivimos en nuestro propio bosque.
Dos hombres entran en un bar, de una calle cualquiera de Madrid.
Voto a Tali y a Mari Carmen Cano
Nicolás Muñoz, y ¡felicidades a cada una de las participaciones!
Mi voto para: Bego Rivera,Curro,Neus,Consuelo Pérez y Bego Rivera.
Perdón, repetí dos veces un nombre
Muy buenos todos. Me decanto por el de Mari Carmen y Curro
Mi voto para
Mari Carmen
Curro
Consuelo
Silvana
Javier
Diego
Mi voto va para:
Diego Cisneros (me gustó el relato en segunda persona)
Bego rivera (una historia que atrapa, y un inesperado giro final)
Consuelo Perez Gomez ( Un texto inquietante e hipnotizante)
Kata Mar (una cruda y real historia)
Primero dar las gracias a mi fan número uno, Javier , cómo Annie Wilkes con Paul Sheldon en Misery. Cuando termine mi libro te haré un pedazo de descuento .
Voto a:
Diego
Efraín
Javier
Loli
¡Ja ja ja ja!, gracias, aunque ahora entiendo lo de… «las comparaciones son odiosas» ¡ja ja ja ja!
Javier puse una carita riendo pero no ha salido!!! ¡Ja,ja,ja,ja….!
Lo del descuento va en serio, ji,ji,ji…
Mi voto: Silvana Gallardo
Hola. Mi voto es para
BEGO RIVERA. Muy buen relato. Escalofriante.
Felicidades al resto.
Curro y Javier
Mi voto para :
Bego Rivera
Raquel López
Cada vez es más difícil votar aquí. Todos muy buenos!!
Mi voto va para GAIA ORBE me encanta la sencillez de tus versos.
Voto a Flor.
Mi voto es para Tess y Raquel López
Mari carmen y consuelo