Muñecas – Miniconcurso de relatos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir sobre el tema “muñecas”. Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 18 de junio! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).

POR FAVOR, SOLO VOTOS REALES, NO SE GANA NADA.

* Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor) y no han pasado procesos de corrección.

CORONADO SMITH

Iván se consideraba a sí mismo, un artista. Había estudiado a los mejores, y cogido de cada uno, una parte de su arte y las había sincretizado todas en una perfección sin parangón, nunca se había visto nada igual. Miro a su alrededor y se sintió totalmente satisfecho. Había usado la técnica Bandhi para atraerla, era infalible, nunca fallaba. Una vez en su poder la había aterrorizado con la técnica Bathory, para que su rostro reflejase el miedo perenne que quería darle a su obra. No la había hecho sufrir físicamente, porque lo consideraba de mentes mediocres y el era una mente superior. Una vez que la había aterrorizado, le había puesto una inyección paralizante para que conservase sus facciones intactas, para acto seguido drenar su cuerpo de sangre y extraer vísceras y demás órganos necesarios para la embalsamación, oficio que había aprendido de sus padres y que era la tradición familiar por incontables generaciones. Pero al contrario que sus padres, el había perfeccionado la técnica, con los adelantos que le ofrece la ciencia moderna y había rellenado los huecos con materiales imperecederos, que mantenían el aspecto que la persona había tenido justamente antes de morir. El siguiente paso, una vez que estuvo cosida, con la precisión de un cirujano plástico, fue maquillarla, no un maquillaje cualquiera de quita y pon, si no un maquillaje eterno. Había conseguido elaborar un maquillaje que una vez que penetraba en la piel, ya no se iba, era como una especie de tinte de tatuaje, pero solo había que aplicarla con pincel. Se puso manos a la obra, la cara era de un blanco roto, con los labios totalmente rojos carmesí, y los ojos verdes, naturales, con su rictus de terror, de los que brotaban unas lágrimas negras con ribetes rojos. ¡Sí! ¡Por fin! – exclamó-, he conseguido la muñeca perfecta, y no será la última…CONTINUARÁ


MARI CRUZ ESTEVAN APARICIO

Muñeca de trapo que llegaste a mí en forma de regalo en mis primeras horas de vida.
Muñeca de trapo sabedora de mis primeros llantos y, consuelo con tu encanto de calmar mis rabietas de niña sin sentido. Muñeca de trapo guapa como el sol que alumbra. Vestida de mil maneras, pues tu baúl está lleno de diseños creados por mi y en exclusiva pera ti.
Tu cabello de lana natural me permite hacerte cien peinados diferentes.
Tus ojos de filtro negro y tu boca apenas dibujada con aquel lápiz de rojo fuego que atrapa a todo aquel que te mira.
Tus mejillas sonrosadas provocan en la gente palabra a decir-cuál de las dos muñecas es más bonita.
Tus manitas amorosas al acaricierme, me hacen sentir que no estoy sola.
Tus orejas sobre todo la de la izquierda con esas dos pecas que te hacen única. Y si bajamos por esas piernas largas nos encontramos con esas botas que guardan los dedos de tus pies y no se sabe cuantas más casas.
-¡Ay! Mi muñeca del alma.
Nunca olvidaré aquel día yo cumplía ocho años y mi casa llena de gente por la gran fiesta que había en ella. Así pues subí a dormir a mi lujoso cuarto.
Más el malvado y amigo de mi padre conocedor de la casa a igual que el lobo buscaba saciar su apetito conmigo.
Pero ahí estabas tu mi muñeca de trapo. Primero le hiciste caer el suelo entremetiendote en sus pies.
Aquel ruido atroz hizo que los de abajo subiese corriendo a mi habitacion.
Por último te cogiste a su cuello mordiendo le con esos dientes de dracula los crueles nunca los vi en ti haciéndole salir de la casa a toda prisa..
Papas:nunca dejéis fuera de vuestros ojos a vuestras hijitas.
No todas las niñas del mundo tienen la suerte de tener una muñeca de trapo.


LORENA MARTÍ

Mi abuela tuvo una tienda de juguetes cuando era joven. Cuando cerró, se llevó todo el producto que no había vendido a su casa. Recuerdo especialmente unas muñecas de porcelana, con vestidos muy elegantes, sentadas en el sofá del salón. Mi abuela nos decía que las muñecas nos miraban, que movían los ojos cuando no nos dábamos cuenta.

Recuerdo también que, tiempo después, su mente empezó a degenerar acabando en demencia senil. Siempre me he preguntado si lo de las muñecas ya era el inicio de esta degradación mental o si ocurría realmente.


BENEDICTO PALACIOS

MUÑECAS  Y  ANTEBRAZOS

Tengo un sobrina de nueve años rubita, simpática, graciosa, un encanto, pero a la que no le gustan nada, nada las muñecas. Como no lo sabía, a punto estuve de regalarle una las navidades pasadas. Sus padres le pusieron el nombre de Nancy, y cuando me dijo que aborrecía las muñecas, imaginé que ya tenía bastante con llevar el nombre de una.

—Pero mi niña, tú eres más bonita que todas las nancys.

Poco la convencí. He podido verla después del confinamiento y no se ha reprimido de darme un abrazo. Los dos estamos contentos de volver a vernos.

Nancy vive con su madre divorciada y con el nuevo novio, Matías.  Un señor muy atento que quiere mucho a la niña. Y para contentarla le regaló una muñeca.

Y este regalo fue lo primero que me enseñó: una muñeca despeluchada, con los vestidos rasgados y colgada cabeza abajo de la cuerda de la ropa.

—¿Cómo tratas así a la muñeca?

—Porque no me gustan los regalos de Matías. Yo quiero a mi padre.

—Lo entiendo y lo siento. ¿Podía regalarte una cadenita?

—Gracias. Eso sí me gusta.

 Pero Nancy se quedó pensativa. Luego me preguntó si la cadena era para el cuello.

—Claro ¿por qué lo preguntas?

—Porque detesto una cadena en mi muñeca.

—Son cosas distintas. Tu muñeca forma parte del brazo.

—Lo sé, lo sé, pero es tienen el mismo nombre. Y es un fastidio.

—Podemos hacer un arreglo. Pediré una cadena para el antebrazo.


SERGIO SANTIAGO MONREAL

Dos. Una en cada mano.
Fin delfin Serafin.
Si las ejercitas bien se fortalece…
Aquel muñeco diabólico llamado Pastis había sumergido hace un par de días.
Pero faltaban muchos.
Corría el año 8765 D.C.
Aquellos muñecos se habían adueñado del mundo con sus dispositivos lunáticos.
Agrasajado XXI más conocido como el cuervo genocida esparcia las mismas tácticas que antaño…
Los vende humos se habían apoderado hasta del ganado.
Los maquillados escondianse en las montañas innertes.
Eran tiempos de algaradas, sonaban tambores y sus ecos se escuchaban a diestro y siniestro.
Mientras torres rompían por ese atroz sismo replicado una y otra vez…
Estar centrado era importante para poder cambiar de parecer si los argumentos eran cotejados coherentemente.
Sergio Santiago Monreal.
Derechos reservados.


LUNA MALULA

A todos los efectos parecía una muñeca. Tan perfecta… su cara realmente lo era, parecía sacada del mejor anuncio de productos de juguete. Su pelo, atado a una coleta, parecía estirar su frente. Unos ojos rasgados que esconderían alguna historia que les haría tener aquella mirada… perdida. Sus labios pintados en un tono oscuro que no lograba distinguir desde donde estaba, eran carnosos, perfectos e incitaban a ser llamados para lo que se quisiera imaginar con ellos. Su figura inmejorable.
Llevaba un corsé morado oscuro, creo que distinguí, atado con cordones a la espalda. Los pechos parecían avergonzarse de asomar casi por la parte superior de aquel ropaje que había escogido para la ocasión, y a mí aquella timidez me gustó aún más. Una falda oscura embutía sus muslos hasta la mitad de la pantorrilla, y dejaba entrever un liguero que caía del corsé, pinzado a unas, también oscuras, medias de encaje. Al final, unos tacones marcaban el paso con la misma timidez que lo hacía su mirada.
Callada, tímida, dócil… su entrada en aquella habitación captó las miradas de la mayoría de los asistentes. Avanzaba entre aquella oscuridad que se iluminaba con la tenue luz de algunas lámparas estratégicamente encendidas para que el ambiente fuera el adecuado. Para que viéramos solo una parte con nuestros ojos, y otra parte, con el resto de nuestro de cuerpo… incluida nuestra mente.
Su mano, agarraba fuerte a una figura masculina que la acompañaba, no corría con la misma suerte que los atributos de belleza con los que ella contaba… casi un palmo más bajo que ella, calvo, regordete, con mirada enfadada y seguro que algo que en ese momento no logré adivinar, que le hiciera que aquella muñeca se aferrara a él como quien necesita una muleta para poder dar sus pasos. Vestía bien. Eso hay que reconocérselo. Pero a mí él, me daba igual. Aquella muñequita había despertado todo el interés en mí esa noche y, mi acompañante, ya pareció darse cuenta de ello cuando mis manos se apartaron de ella, ilusas, pensando que aquel juguete nuevo podría ser suyo.
——————
En qué momento había decidido aceptar aquella invitación. Con su mano de la mía todo parecía más fácil. No, no penséis que yo no quería ir a aquella extraña reunión donde todo era de lo menos normal que pudieras imaginar. Era de aquellos escenarios que no contarías ni a tus mejores oyentes, porque ni a ti misma te parecía aceptable. No estaba bien. Eso me decía mi mente. Pero me dio igual en aquel entonces. Desde que le había conocido, había muchas cosas que mi mente me decía que no estaban bien y, sin embargo mi cuerpo, se moría de ganas por hacer junto él. Le apreté bien la mano y seguí andando y mirando a mi alrededor… Los asistentes parecían haber desviado algo de atención hacia nosotros, ¿se habrían dado cuenta ya de que aquel escenario no me pertenecía? Metida en aquel traje, tan… falto de ropa por decirlo de manera delicada… Aquellos tacones con los que casi ni sabía andar. ¿Dónde estaban mis Consvers? Pero hay que reconocer que me sentía atractiva. Él tenía buen gusto para aquellas cosas, y yo, que sabía que era un auténtico fetiche, le dejaba hacer para contentarle a él, y a mí al mismo tiempo. De nuevo apreté su mano y él me lo devolvió. Era como una señal que teníamos entre los dos para saber que, pese a que nada de eso mis enseñanzas sociales me decían que era aceptable, todo estaba bien y él estaba ahí para que pudiera seguir explorando.
En un rincón, una pareja parecía haber cesado la frenética actividad que tenían hacían sólo unos segundos. Él, que por lo que aquella apagada luz me dejaba ver, parecía sacado de una revista de anuncios. Un muñeco de Barbie de carne y hueso. De esos que yo sabía que existían, pero de los que mi cuerpo, hacía mucho, que no había tenido constancia de que así fuese. Ese tipo de “maniquíes”, me daban una inseguridad que hacía años decidí que no necesitaba en mi vida. Tener que ser perfecta sin serlo, sonreír sin ganas y aparentar que puedes tardar más tiempo que él en arreglarte el pelo… sin conseguirlo. Bueno, ahora tampoco es que fuera “muy yo”, más bien era una “yo exploradora”, pero toda esa seguridad que me daba la mano que tenía al lado, me permitía seguir derribando muros en mi cabeza y querer estar ahí. ¿Por qué unos cuántos habría decido que aquello era un tabú?
Y seguía mirando. Sin duda compadecía a la Barbie que acompañaba a ese Ken ejecutivo; seguro que era su muñeca del momento y, como un niño mal criado, la soltaría tan pronto se encaprichara de su siguiente conquista.
Lula Malula

VALERIA MICHOU

Zapatos taco blanco y negro, prendidos con hebilla de hierro, en su caminar denotan cierta inseguridad de quien los lleva puestos.
La mirada asciende desde ellos, se desliza por las largas y sensuales piernas, rodea las caderas anchas, recorre la estrecha cintura, deambula por los pechos al descubierto, se deleita con la curvatura de su espalda, y se desilusiona al ver su cabeza partida en dos, sus sesos revueltos, su cara desfigurada, la mirada se transforma y se repugna ante aquel cuerpo desnudo, sin vida, colgado con cuerdas traslucidas, como un títere, un macabro juguete que baila, haciendo chocar sus zapatos taco contra el piso.

Apoya la cabeza en la almohada y mantiene sus ojos fijos al techo.
Acaricia su bello rostro con la yema de sus dedos, besa sus labios y arregla sus dorados cabellos.
Limpia con la camisa sucia la sangre que baña las sabanas y la alfombra junto a la cama.
Abre el cajón de su mesa de luz guardando el arma con el que acaba de aniquilar a su victima, toma la cabeza con los ojos aun fijos al techo y la coloca en el cuerpo que entre tantos otros ha elegido para ella.
Como si fuera otro de sus cuadros observa su obra manteniéndose expectante.
Toma un vestido de fiesta, vistiendo su cuerpo hasta entonces desnudo y luego con suavidad toma las manos de su mujer perfecta con las suyas y comienza a danzar.
Desde sus ojos, la mirada observa la fiesta de su amo, recorre en silencio la habitación de las partes, la sangre que llega hasta el techo del matadero, los cientos de cordones traslucidos, las manos pegadas en las paredes, los brazos y las piernas tirados en un rincón junto a la desordenada ropa, los torsos vigilantes desde debajo de la cama, los corazones en los frascos de la alacena y luego regresa para mirar el espectáculo que protagoniza desde el espejo.


JESÚS ARENAS

Cuenta la leyenda que hace muchos, muchos años, vivía en los mágicos bosques de Ordesa una anciana solitaria con fama de loca y de practicar la brujería.
Esta anciana era Manuela, conocida por los mayores habitantes de Torla como Manuela la del Saco.
Manuela, cuando era joven y hermosa se desposó con un soldado destinado en Jaca con el que tuvo seis hijas, todas ellas hembras. Al iniciarse la guerra, Antonio, que así se llamaba él, fuè enviado al frente a luchar contra las tropas enemigas del reino y Manuela estuvo esperando su regreso día tras día y noche tras noche durante años. A veces parecía ver su silueta entre las nieblas vespertinas, pero no, nunca lo volvió a tener entre sus brazos. Tal era su angustia y su dolor que cuentan que se volvió loca, loca de amargura.
Una mañana de abril, con la sartén en el fuego, creyó escuchar la voz de su marido. Salió corriendo a su encuentro pero tampoco lo vió, ni lo escuchó, solo eran los árboles movidos por el viento los que susurraban su nombre. Mientras tanto, el fuego se hizo con todo, con la sartén, con la casa y con sus hijas, avivando aún más su locura.
Desde entonces se dice que vaga por los bosques buscándolas, tejiendo muñecas malditas con trapos, ramas trenzadas de haya y pelo de corzo. Al caer la noche baja hasta los pueblos cercanos buscando niñas, embrujándolas con sus muñecas y haciéndolas desaparecer para siempre.
No se me olvidará jamás mi última vez en Torla, cuando al ocaso vi alejarse entre el hayedo a una anciana con un saco a la espalda.
Ese día fuè el último que vi a mi hija.


PAPALLONA LILA

Todas las mujeres nacemos con un número determinado de óvulos, es decir, cuando fuimos un feto ya teníamos todos los óvulos de nuestra vida fértil. Esto quiere decir que el óvulo del cuál me he formado estuvo en el útero de mi abuela materna.

Ante esto, no puedo dejar de imaginarnos cómo las muñecas matrioskas. Yo dentro de mi madre y ella dentro de mi abuela materna.

Finalizo mi reflexión con las sabias palabras de Carl Jung: “Cada hija contiene su madre en sí misma y cada hija a su madre, y cada mujer se extiende hacia atrás en su madre y hacia delante en su hija.”


DÉBORA FLOR

LA TESTIGO

La niña con el rostro empapado de lágrimas se aferraba a su único recuerdo.

El dia parecia que transcurrirá con la típica normalidad. A las 6 de la mañana Lucía ya se levantaba poniendo la pava al fuego. Entre sus manos el celular que revisaba recostada a la heladera, sonreía y se mordía los labios. Sintió que Miguel se levantó así que dejo el celular y continuó preparando las cosas para el mate y el desayuno de Olivia.

De viaje al jardín de Olivia, quien siempre estaba acompañada por su juguete favorito, una muñeca de trapo que su padre le regaló cuando dio sus primeros pasos, Miguel supo que ese dia no iba ser nada tipico.

Dejando la niña en el jardín,a

regañadientes porque no se quería despegar de su muñeca, volvió a la casa.

Recogió algunas herramientas que se olvido, nada muy singular y dejando la muñeca en la cocina se fue apresuradamente.

El incendio se produjo a las 11 y 30 de la mañana. Los vecinos del barrio estaban estupefactos ante semejante escena de destrucción.

La casa de los Fernández quedó envuelta en hollín y cenizas.

Solo unos pocos objetos quedaron a salvo, entre ello la muñeca de Olivia que su tía salvo y le entregó a la niña para darle la noticia.

Un poco deshilachada pero en manos de la niña, la muñeca resultó ser la única testigo de la desgracia de la familia fernadez. Mientras Olivia la sostenía con fuerzas sintió que algo extraño había en ella, del interior sacó un camara de filmacion diminuta que alguien había colocado ahí, se lo entregó a su tía quien revisando, encontró la verdad.

Durante la mañana de ese día Lucía recibió la visita de quien sería su amante. A las 11 se pudo grabar la voz de Miguel que entró a los gritos e insultos. Para las 11:15 ya no se escucho nada


ESTELA MARTRE

Las cosas, con el uso y los golpes, se van estropeando y necesitan ser reparadas. Con las personas ocurre algo parecido, según lo entiendo yo. Mi problema es que dentro de mí las piezas dejaron de encajar hace mucho tiempo y nadie se ha parado a darse cuenta. Supongo que confié en que tú fueses esa persona que sacaría la paciencia para arreglar lo que estaba estropeado y conseguir que funcionase de manera correcta. Probablemente pedía demasiado, no puedo culparte. Quizá yo sea como una de esas viejas muñecas de porcelana que dan miedo, vacía por dentro y rota por fuera. Una de esas que si alguien se para a mirar a los ojos diría “un día valió una fortuna, pero ya es demasiado tarde… no tiene arreglo”.

NEUS SINTES

Siempre que voy a casa de mi abuela, voy a jugar junto con mis primos a la habitación del fondo. Donde pasamos ratos divertidos jugando y contando chistes. Yo y mi padre somos los últimos en marchar. Entonces me giro y te veo de nuevo, sentada, mirándome sin pestañear. Muñeca de porcelana eres. Pero tan real como cualquiera niña.

Quedé absorto en tus grandes ojos azules que me miraban sin pestañear. Me impresionaban.

-Pareces tan real como la vida misma. Con esa carita angelical, de pálida piel y labios pintados de rojo. De tu rostro infantil caen unos largos rizos dorados y juguetones. Vestida con tus calcetines largos y zapatitos negros de charol a juego con tu vestido negro. De tu cu hermoso cuello un collar de perlas resalta tu vestimenta. Tus labios parecen hablar.

Me miras como de tus labios surgieran palabras que desearas o deseara que me dijeras….. – Tengo que evitar mirarme de nuevo, pero siento una atracción, inexplicable. No sabría decir el por qué. Pero es como si estuvieras viva.

-Mi estimado primo, siempre he estado viva bajo este silencio que reina en esta casa. – una voz angelical de niña-mujer empezó surgiendo de los labios rojos de la muñeca de porcelana.

-¡Me estoy volviendo loco! – grité

-Shisst! – Podría oírte la abuela… – Por vez primera me digno ante ti a hablar. Y a ver la realidad, resolver las dudas que hay en tu mente.

Me acerqué a la muñeca para comprobar si era cierto lo que estaba viendo, si no era fruto de imaginación. Ella sola se incorporó y del sofá se incorporó y se pusó a andar meneando las caderas como de una mujercita se tratara.

-Eduardo, tienes que prometer que esto tiene que quedar entre nosotros. – y con su delicada mano me hizo sentar en el sofá.

-Asentí.

-Mi nombre es Elisabeth, proveniente de una familia de nombre muy respetado. Me crié bajo el techo de alta cuna. De la Era XXI antes de Cristo. Ya sabras que en la Era Cristiana es cuando empezaron a surgir casas de muñecas. Pues bien, en la época en que nací muchas guerras había que se enfrentaban entre sí. Mi familia y yo al vivir en un palacio vivíamos bajo la protección de unos techos altos y abovedados a los que no tener miedo, mientras a las afueras se producían muertes y desdichas. Éramos afortunados, o eso creíamos.

Se alisó los pliegues del vestido y se sentó a mi lado – Prosiguiendo.

-La mala suerte se cruzó en nuestro camino una noche sombría. Solo recuerdo la oscuridad y un silencio sepulcral. Yo estaba dormida en mi cama de telas blancas colgando del techo y el recuerdo de un beso en el cuello. No uno cualquiera. Creía que era mi padre o mi madre pero al abrir los ojos no me dio ni siquiera el tiempo a gritar al ver unos colmillos clavándose en mi cuello. Convirtiendo en una vampiro niña.

No temas, no te haré daño alguno. Me has profesado mucha ternura y mucho amor durante todos estos años hasta que llegué a esta casa; la de tu abuela… – Pero déjame continuar; me estoy desviando.

A raíz de convertirme, en una de las primera niña vampiro, tuve que aprender muchas cosas de las que por supuesto desconocía. Desde que a partir de entonces mi alimento era y debía ser la sangre. No recuerdo cuantos años tengo, soy mu vieja en edad inmortal y demasiado niña cuando me convirtieron.

Cuando surgieron las primeras muñecas de porcelana mi piel se había vuelto más blanca de lo que realmente era antes, pasando por una muñeca de porcelana. Por las noches iba de caza e experimenté muchas experiencias hasta llegar un momento en que deseé descansar de tanta actividad y únicamente cazar por las noches. Fui a parar a una tienda donde el vendedor era un hombre me vendió a una señora – tu abuela –

Me he hecho pasar por una muñeca de porcelana gracias a mi piel tan blanca y únicamente por las noches salgo por la ventana y voy a cazar alguna presa para poder alimentarme. Gracias a tu abuela, que me ha mantenido en un lugar oscuro, junto a los demás juguetes, me podido proteger del sol. – ¿Ves esa ventana? – Por allí me escapo de noche cuando la sed de sangre me invade – luego regreso a mi sitio. Como si nada hubiera pasado.

-Eduardo, te he confío este secreto únicamente a ti. Espero que sepas guardarlo.

-Tu secreto está a salvo, Elisabeth.

-¡Nos hemos de ir! – le llamó su padre

-Volveré a verte la próxima semana. Por cierto, Elisabeth, ten cuidado cuando vayas a cazar por las noches, ¿de acuerdo?.

-Lo tendré – le dijo dándole un cálido beso – notando su tacto frío y duro como el hielo.

-Regresaré pronto – le afirmó

-Lo sé. Aquí te esperaré.


SERVANDO CLEMENS

Esmeralda, vestida de novia, regresó a casa de sus padres con una muñeca entre sus brazos.

—¿Qué haces aquí? —preguntó la madre.

—Me separé de Sebastián.

—¿Por qué, nena?

—Él nunca aceptó a mi hija —contestó Esmeralda, levantando a la muñeca—. No la quiso. Él me decía que yo estaba loca.

—Ay, hija. Volviste a tener alucinaciones.

—Todo es realidad, madre.

—Mañana te llevo al psiquiátrico. Déjame despertar a tu padre.

—¡No estoy loca!

—Perdón, hija. ¿Y dónde está Sebastián?

—Muerto.

—¿Cómo? ¡No es posible!

—Lo asesinaron, mamá.

—¿Quién lo mató?

—Ella —dijo, levantando de nuevo a la muñeca.

—Tenemos que llamar a la policía, hija.

—No dejaré que encierren a mi princesa.

—Estás desvariando. ¡Dame ese juguete ya!

—No me hagas daño, abuela —dijo la muñeca.


LOLY MORENO BARNES

LA MUÑECA ROTA
Había una vez, una niña que soñaba con ser una muñeca. Quería ser una “BARBIE” con alma, como un día lo fue “PINOCHO”
Pero a diferencia del cuento del muñeco de madera, ella era una niña de carne y hueso y no estaba en sus planes ser de porcelana, madera o plástico. Ella solo quería volar en sus sueños, posarse en pasarelas de modistos famosos y que todo el mundo la admirara y cayera a sus pies ante tal cuerpo perfecto.
Nada tenían de malo sus ambiciones, ni tampoco sonaban a imposible dado que su belleza era innata…
Desde muy niña todos se quedaban prendados de sus ojos color esmeraldas que quizás robo la vida para obsequiárselos, de algunas aguas paradisiacas, donde el cielo se posa haciendo una amalgama perfecta.
Hasta si algún día rodaba una lagrima por su mejilla, semejaba una cascada por el sendero de un paraíso.
Su boca era un pastel dulce que se derretía cuando su voz extremadamente delicada surcaba sus rosados labios.
Sobre sus hombros una melena ondulada de rayos de sol, jugaban en trampolines y tirabuzones que se mecían dorados como campos de trigo. –
Si la perfección tuviese un nombre, quizás llevaría el suyo, aun contando con su inocencia.
Pero ella no sabia que era perfecta, así tal cual, sin añadir ni un gramo de complemento y en sus sueños quería ser famosa y lanzarse a un mundo que no conocía, ni por asomo.
No le fue difícil entrar en el, donde las luces la encandilaban, parecía tener las puertas abiertas de par en par a su paso.
Al principio todo era idílico, pero no tardaron en rugir muy cerca los monstruos ambiciosos y por naturaleza destructivos que no entienden mas doctrina que su propio ego.
Primero fueron pequeñas piedrecillas en su camino que hacían tambalear su paso.
Dietas estrictas que median su cintura hasta hacer traslucidos sus huesos para mantener su talla.
Luego esas piedras se transformaron en obstáculos imposibles de salvar.
Exigencias sobrenaturales en un mundo real.
Los ojos se le cubrieron de ojeras, los huesos empezaron a doler, y una terrible depresión amenazo con aniquilarla.
Su juventud se alejaba, cumpliendo años cada mes…
Esa vida de muñeca que un día había soñado se convirtió en su verdugo y todas las manos que habían acariciado su cuerpo de diamante precioso, le habían robado toda su luz.
Entonces, toda quebrada en su cuerpo, lacerada por un destino cruel, recordó el cuento de PINOCHO y ansió encontrar dentro de lo único que le quedaba: “SU ALMA”, aquella belleza que nunca muere en la vida de una “MUÑECA ROTA”.


MANUEL SIERRA

Sueña la gata con ser leona, y de momento no llega a otra cosa que muñeca.

Destetada a las dos semanas, operada antes de tener siquiera el primer celo. No sabe lo que es el prado, el bosque, la selva, la sabana. No conoce lo que es cazar un ratón o pasar hambre. Nunca experimentará lo que es el sexo; del mismo modo ser madre, criar y proteger a una prole, alimentarla y ponerse como una leona para defenderla. Los límites de su mundo se limitan a las cuatro paredes del apartamento. Del salón a la terraza, del balcón al dormitorio. Se esconde entre los cojines para dormir. La hija de la familia le pone lacitos o collares que enseguida se quita o rompe. A veces le entran reminiscencias de instintos perdidos, cuando alguien lleva una planta a casa y se pone a comer las hojas, o cuando entra una mosca y la persigue y salta para atraparla. Camina sinuosa por las habitaciones, con la punta del rabo levantada como una linternita por entre las sillas.

A veces cuando dormita se queja en sueños y la vemos revolverse y gemir. Me pregunto si lo hará con la jungla.

Desde luego no creo que anhele con ser humana. Esas manos tan grandes de dedos como pequeñas culebras que la azuzan. Esos cuerpos tan fofos y lentos que dependen de cosas mágicas como la caja fría de la que sale comida. Y que no saben cazar, y que hablan tanto sin pelearse u olisquearse.

De lo que no está al corriente es de la situación de la casa antes de que llegara. Una época de crisis, de desaliento. Los hijos que buscaban trabajo y no lo encontraban, el padre que, cascarrabias, les espetaba que no se esforzaban lo suficiente, y que no iba a mantenerlos para siempre. La madre que, con el estrés, perdía el cabello y la salud.

Pero fue ella llegar y todo cambiar. Los humanos la miran, es el centro de atención. Si la miran no discuten, no riñen tanto. Se ponen de buen humor, con mejor ánimo. Si sonríen se vuelven más saludables. Salen de casa con mejor voluntad para buscar empleo, o por lo menos para estudiar y sacarse una plaza.

Mas esto a ella ni le va ni le viene. Cuando hace calor se va a la terraza, si frío en su lugar encima de las rodillas de la ama. Mientras reposa, descansa, dormita, imagina con ese instante en que será leona.

De momento solo aspira a muñeca.


MONTSE SANTAMARÍA

Barcelona estaba preparada para la noche más mágica del año. Los más pequeños sabían que debían meterse en la cama, los Reyes Magos estaban a punto de llegar.

A media noche, Antonio salía dirección Travesera de Gracia, donde sobre las doce de la noche, encontraría los últimos puestos de juguetes, que ofrecían precios más bajos, allí compraría una muñeca para su hermana de cinco años. No te gastes mucho dinero, le dijo su padre. Seguro que encuentro lo que busco, pensaba mientras recorría, con la mirada, todos los estantes medio vacíos.

Un año más los niños soñaban con la llegada de los Reyes Magos, Antonio solo soñaba con hacer feliz a su hermana.

Sí, mi Rey Mago se llamaba Antonio, y quiero pensar que yo fui su mejor regalo.


JUAN MANUEL RODRÍGUEZ ELIZONDO

La isla de las Muñecas
Se subieron a un taxi en la ciudad de México, la intención era hacer un recorrido por el centro de la ciudad. El taxista, un chofer de unos 60 años, al oírlos hablar, se dio cuenta que eran del norte del país, porque les dijo que hablaban muy golpeado, como si estuvieran enojados, les preguntó con cierta cautela y timidez, que si tenían planeado ir a visitar Xochimilco. Le contestaron que no, les insistió que era un paseo muy bonito, como Venecia con sus canales y sus góndolas, pero aquí se llaman trajineras, les recordó, como la imagen de la chalupa en la lotería. Les dijo que el recorrido por los canales de Xochimilco, duraba aproximadamente 2 horas en donde había música con mariachis y conjuntos norteños, comida mexicana, cerveza y bebidas, pero lo más curioso, espeluznante para los buscadores de emociones, cambio su tono de voz, era la isla de las muñecas…, se hizo un silencio en el taxi, todos se voltearon a ver a los ojos como asustados, preguntó el hijo menor, ¿está de mucho miedo? Si, es un lugar en donde según la leyenda, una niña fue encontrada ahogada en la orilla de la isla, el señor que trato de rescatarla, dicen que desde ese momento quedo como poseído porque empezó a colgar muñecas alrededor de la isla para honrar la muerte de la niña, otra versión dice que la niña llevaba una muñeca, que quedó donde la encontraron, y el señor para recordar la muerte de la niña, la colgó a secar en el árbol más cercano, pero a partir de ese momento, en una forma inexplicable fueron apareciendo muñecas en la orilla de la isla y este señor las fue colgando en los árboles, se ve muy tétrico el lugar. El hijo menor volteó a ver a sus padres como diciendo vamos a verlo, el papá le dijo con la cabeza que sí, como retándolo. El taxista les garantizó que no se arrepentirían de ir a conocer el lugar.
Al día siguiente salieron del hotel muy entusiasmados para ir a conocer Xochimilco, el padre paró el primer taxi en la calle que encontró y al subirse al carro, después de acomodarse, el hijo el menor volteo a ver con los ojos muy abiertos a su papá, y dirigiendo la vista hacia un lugar para que pusiera atención en el adorno del espejo retrovisor del taxi, era una cabeza de muñeca vieja , le faltaba un ojo, sería casualidad o no pero hizo que se quedaran muy serios durante el trayecto, sin hablar.
Al bajarse en el destino, los tres se preguntaban ¿vieron? Y se pusieron a comentar lo del adorno en el espejo, que si era una casualidad que el taxi llevara la cabeza de la muñeca vieja, ¿no sería una señal que Diosito les mandaba para no hacer el recorrido?, además no es muy común que se use ese tipo de adornos en un carro, el hijo mayor dijo papá mejor vamos a otro lado para que nos arriesgamos, no no hay que ir dijo el hijo menor, el papá respondió pues ya estamos aquí hay que aprovechar, estamos muy lejos del hotel.
Se acercaron al embarcadero para escoger la trajinera, el papá fijándose no tanto en el nombre que tenía con flores de adorno cada trajinera, sino en el tamaño del trajinero, porque en caso de una caída al agua, que fuera un hombre fuerte que lo pudiera sacar del agua, encontró un trajinero alto con más peso que el papá, se pusieron de acuerdo en el precio del recorrido y salieron a navegar por los canales. El Agua estaba muy tranquila y turbia, apenas salieron del muelle se les pegó una trajinera con unos músicos para solicitarles que los contrataran y el papá les dijo solo una canción que esperaba que se la supieran, “Mi Ciudad es chinampa” de Guadalupe Trigo, los músicos que le dijeron que si la conocían, que era muy as hoc para el lugar, y la empezaron interpretar, les comentó el papá a sus hijos, realmente no se llaman islas en este lugar se llaman chinampas, que están prefabricadas para sembrar, desde los tiempos de los aztecas. Oigan la canción que bonita es.
Más adelante en el recorrido les sugirió el trajinero que se bajaran en una chinampa para que vieran la gran variedad de plantas que se producen en el lugar, los hijos como buenos adolecentes le dijeron que no querían ver eso, que mejor le diera directamente a la isla de las muñecas, el trajinero les dijo que faltaba poco para llegar. El cielo se empezó a nublar, entre ellos decían ojalá no llueva para poder seguir disfrutando del paseo. A pesar que la trajinera traía techo, no sería suficiente para resguardarse.
Al momento de llegar a la isla de las muñecas, se quedaron con la boca abierta por el escenario tan dantesco que se veía, eran cientos de muñecas colgadas por todos lados, en los árboles, en estacas de madera, en varillas, por todos lados se veían, era un cementerio de muñecas, que hacían sentir un ambiente muy tétrico. Había muñecas que por estar al aire libre se habían deteriorado mucho y se les había dañado los ojos o caído el cabello, por lo cual, daban un muy mal aspecto al lugar.
El trajinero les dijo que hay anécdotas que la niña se sigue apareciendo con una muñeca en los brazos y llorando mucho, diciendo que se le había caído la muñeca y por irla a recoger se había ahogado, es pura leyenda urbana. El papá en eso sintió un golpe muy fuerte en la cabeza y se puso con ambos brazos alrededor de la cabeza, estaba empezando a granizar, gritó el trajinero, cúbranse están muy grandes los granizos. El hijo mayor le gritaba a su papá te dije que no viniéramos aquí, está gacho, esta lluvia con granizos los hizo que se orillaran a la isla y en eso uno de los granizos golpeo a una de las muñecas e hizo que cayera dentro de la trajinera, todos gritaron por el salto inesperado, el papá la agarro de una pierna y la lanzo al agua, estaban muy asustados. Mejor vámonos, vámonos, le insistían al trajinero. Sintieron que el espíritu de la niña había arrojado la muñeca, fue una experiencia muy aterradora. Así trata la ciudad de México a los ingenuotes turistas norteños…


ARIEL PACTON

De fulgorosas mejillas

misteriosas, distantes

montadas en pedestal de cartón

niñas, adultas, aristócratas

con estolas de algodón

delantales rojos, celestes

con puntillas blancas

muñecas sin dimensión.

Con tijera, buen pulso

y cuidando de no cortar las lengüetas

trabajaba con ahínco en nuevos vestidos

en las nuevas ropas de otoño-verano

espejando las tendencias de la moda.

Todas sus modelos

engalanadas con vinchas doradas

collares plateados y muy finas sedas

que ataban sus trenzas

murmuraban cuentos

de estrellas de cine con lujosos trajes

en papel crepé

junto a las cándidas doncellas.

Ajuares traían, jugar con las manos

zapatos de hebillas

mocasines, cordones atados

con las medias blancas.

No se conformaba

dibujaba gorros, todos con lengüeta

pintaba en colores enaguas

capas y sacones para ser colgados

de ilusorios roperos que estaban al lado

de los tocadores

llenos de cepillos, peinetas y lazos.

Niñas del diseño de buenas maneras

mujeres creadoras de hermosos juguetes

su felicidad armaban con trozos de papel.


FREDA BOSQUE

Tenía pata de palo y un parche en el ojo derecho pero no era pirata. En el izquierdo un cuarzo rojo pero no era rubí. No tenía ropa ni frío porque por su ventana siempre estallaba el sol. Hacía años que habitaba el paso del tiempo sobre un estante con colinas de polvo y un cielo con nubes de telaraña. Parecía que nadie más pasaba por allí, salvo los huéspedes de siempre, bichos y roedores que le traían noticias del más allá y del más afuera de los mundos. Sentía amor a pesar de su interior de tela, a pesar de su anatomía con aparente falta de signos vitales. Alguna vez tuvo una humana de esas de tamaño pequeño y mejillas pecosas. Pero no le gustaban las personas, no en general aunque sí en particular. Prefería la soledad y la quietud de su morada donde los viajes cuánticos de su mente la paseaban por tierras de infinita rareza. Nada podía ser mejor que eso.

Cada día paso por la puerta de su casa, pego mi nariz al cristal de la ventana y la observo en su eterno reposo. Le hago un guiño de ojo y me voy sabiendo que por la noche la volveré a encontrar, esta vez en sueños. Ahí donde el territorio sin fin nos abraza y da paso a nuestro encuentro de risas y largas charlas nocturnas.


GABRIELA MOTTA

Hacía ya algún tiempo que aquellas viejas muñecas habían dejado de ser un decorado para convertirse en sus pequeñas hijas. Una noche exasperada, Sara su verdadera hija, me golpeó la puerta pidiendo que las escondiera porque era insoportable ver a su mamá hablarles como si estuviesen vivas. Acepté con un poco de desconfianza, no sabía cómo reaccionaría su madre, pero no le podía decir que no a tan desesperado pedido de auxilio. Por las dudas, las dejé en el corredor de casa. Quería evitar que fueran vistas, en algún descuido, por Walconda y viniera a reclamarme a sus hijas, o lo que es peor, acusarme de secuestro.

Aquellas muñecas parecían salidas de un cuento de terror, habían sido de Sara cuando era niña y aunque, no les sabría decir con exactitud su edad, andaba en torno a los setenta años.

Sus ojos de vidrios que generaba la sensación de que te seguían con la mirada, no pude con su fantasmal presencia y cerré la puerta de mi dormitorio. Con el paso de los días se las devolví a Sara, con la excusa de que me ocupaban espacio. Ella, más tranquila, me contó que las iba a volver a esconder, pero ahora en su casa, porque su madre al no poder verlas había recuperado su sano juicio.

Sin embargo, una mañana mientras me preparaba para desayunar, Walconda me tocó la puerta con una jarra en mano, toda despeinada y casi llorando me imploró que le diera un poco de leche para sus niñas que tenían hambre. Tomé la jarra la llené de leche y se la devolví llena. No comente el episodio con Sara, porque no quería verme involucrada, nuevamente, pero era evidente que aquellas muñecas tenían en su mirada el poder de conectar con la locura.


ALICIA GÓMEZ MELÉNDEZ

MARÍA
La ventana entreabierta dejaba escapar el vaho de la infusión recién hecha. El aroma a té verde, con una pizca de limón, hubiera resultado agradable de no ser por la mezcla con otros olores que emanaban de los restos de comida olvidada y en mal estado.
━ ¿Dónde estará mi tacita azul? ━ se preguntó María.
Suspiró profundamente mientras recogía sus cabellos plateados con un prendedor de hueso. Llevó las manos al regazo y por un instante se evadió de la realidad. Enseguida recuperó la consciencia y comenzó a jugar con la alianza que lucía en el anular izquierdo como símbolo de su viudez. Su mirada cayó lenta hacia el montón de ropa sin doblar, que reposaba en el cesto de mimbre, coronado por una muñeca de trapo.
━ Tendré mucha faena hoy ━ pensó.
De nuevo reparó en la infusión. La imagen le trajo el recuerdo de las largas tardes de verano tomando el té con su familia. Hacía tiempo que sus hijos no la visitaban. El mayor, Alejandro, era abogado criminalista y siempre andaba con la nariz metida en algún caso. Marco, en cambio, no había tenido suerte con el trabajo ni con los estudios. Solía hacer horas extra como taquillero de cine para compensar su salario de camarero.
María continuó con el ritual del té. Fue hacia la alacena para alcanzar el azucarero y la cucharita de plata oscurecida. Dispuso ambos objetos encima de la mesa y se dejó caer sobre la vieja silla de cáñamo. Su mano derecha, ligeramente temblorosa, buscó sin acierto la taza azul sobre la mesa.
━ ¿Dónde andará esa condenada taza? ━ se dijo en voz alta.
━ Aquí la tienes, María. La he guardado junto a la mía.
━ Entonces tomaremos el té juntas. ━ respondió María a la andrajosa muñeca que la había estado observando durante toda la mañana.


JORDI VIÑAS REIG

» – Mira Jordi,la Barriguita,la Colete,las Barbies de entonces,la Nancy… De niña siempre estaba con ellas,me lo pasaba de bien…! , me soltaba suspirando… Hicieron que mi infancia fuera más imaginativa y feliz,soñadora y divertida. Estar con cualquiera de ellas era como tener mi diario personal continuamente abierto. Todo lo que sentía que no podía contar a nadie,se lo explicaba a ellas con total complicidad. Era una comunicación que va mucho más allá de las palabras,sin filtros y sincera, auténtica y genuina. Había esa necesaria conexión que no siempre ves a tu alcance. Jugando y compartiendo tanto, sentía que cobraban vida, cómo si fueran viejas almas reencarnadas en preciosas muñecas Al pasar los años y convertirme en adulta y mujer,he de reconocer su decisiva aportación en mi caminar diario y actual caracter. Sintiéndome agradecida de poder conservar y compartir esa parte tan bonita llamada infancia para conjugarla con mi otra parte más responsable y madura.»
Esto fue lo que me contó hace un tiempo mi mujer. Y yo,como fiel y principal testigo,de su veracidad doy fe


DAVID DURA MARÍN

Hacían una pareja algo extraña, cogidos de la mano con las muñecas entrelazadas, tan solo era la historia de un par de amigos, compañeros de juegos, siempre divertidos.
Ella vestía pantalón tirantes, zapatos en punta
con gemelos brillantes, él, de labios rojos de tez muy clara, educado en estos tiempos donde nunca cambia nada.
La plaza del pueblo centro de hervidero, comentarios a remojo, ninguno bueno.
Y qué más da los colores, a caso el campo, distingue flores..
La luna mientras se esconde no distingue rayos, busca calores.

Y pasaron de juegos a realidades, cada uno cruzó la otra acera, izquierda o derecha traen renglón torcido, cosa de muñecas, cosa de niños.
Y qué más da los juegos prohibidos viviendo una vida, falta de sentido.

Las muñecas se visten solas, lo demás son complementos para enmascarar miedos.


ALBERTINA GALIANO

«No quiere que le digan muñeca»
(Elíades Ochoa)

Se peinaba ante el espejo encantado, harto, por cierto, de mentirla con frases hechas.

Rebuscaba zapatos de cristal para ser penetrados por sus concienzudamente comprimidos pies.

Perseguía hasta el infinito príncipes azules, que en el mejor de los casos desteñían, y en el peor encogían, o se esfumaban.

Llegó a hacerse una auténtica adicta a los paseos por el bosque… cestita en mano.

Y una mañana llegó rodando hasta sus pies una tersa manzana. Precedía a un luminoso Adán, de prietas carnes y sonrisa retorcida, con tintes de escarceo en la comisura de la misma.

Y ella al agacharse a recogerla encontró, fíjense en la carambola, una brillante monedita. Y se dijo ufana…

¿En qué emplearé este dinero????

Y recordó que hacía tiempo quería aprender a bailar, despegada, en la sala de frente a su portal.

Y quitándose el miriñaque, y las legañas de mirar fijo sin parpadear, se plantó en medio de la pista, y empezó una vida que no había ni imaginado siquiera hasta ese día.

Descalza, y con la ropa alborotá.


FÉLIX LONDOÑO G.

Su muñeca es un muñón. Perdió su mano cuando intentó rescatar a su Barbie de entre los dientes del molino.


GERARDO BOLAÑOS GÓMEZ

Teresita corría cantando canciones que solo ella comprendía, junto a ella en un éxtasis de sensaciones el tío sancho la secundaba ; sancho había llegado a la choza dónde vivía Teresita con su madre, una tarde y de un lugar que quien sabe dónde.
Lupe, la mamá pensó que sería compañía para la cría, que por algún pecado que no recordaba, le había salido malita.
Teresita no tenía papá, pero tampoco sabía lo que era.
Su mundo solo eran juegos, risas, libertad, amor incondicional y compañía. Tio sancho, un perro criollo de esos que son cruza de quien sabe cuántos, viejo, ciego de un ojo y medio cojo de una pata era inseparable de esa niña, su amigo, su guardian.
Lupe había cocido unos trapos viejos, les dió la forma de una hermosa muñeca de trapo, horneo un pastel con harína que los misma había molido en el metate, con un molinillo espumo un delicioso chocolate, Teresita cumplía 7 años.
Un relinchido de yegua asustada la pone en guardia, el miedo se mete en su pecho, sus ojos buscan más alla,¿ Dónde está? Y sale corriendo, Tío sancho ahulla con desgarro, sobre la tierra y en un charco de sangre mezclado con tierra Teresita está tumbada con la parte derecha de su rostro, ahí donde hace unos segundos había un ojo, ahora es una masa de piel con sangre, resultado de una diestra patada de una yegua asustada por un alicante, Lupe quedó en shock, incada a dos metros de su hija, en la mano llevaba la muñeca de trapo que le había hecho de regalo de cumpleaños, su rostro desencajado, su mandíbula abierta y sin embargo ni un suspiro salía de ella.
Unos segundos más tarde abrazo la muñeca y comenzó a llorar.


JOSE ESPINOZA

Muñeca hecha mujer:

“Tú que eres mujer..
mujer de poder, vive y sé libre..

Extiende tus alas y vuela…

Das vida y esparces tus flores…

Musa del arte, resplandeces luz en medio del caos.

Con tu voz detienes el tiempo y estás ahí para besarnos el alma.

Ven y abrázame con tus Alas”


IRANTZU ARGANDOÑA

Rosa odiaba las muñecas, nunca quiso saber nada de ellas. Siempre jugaba sola en el jardín. Era capaz de entretenerse durante horas y cualquier cosa le servía: una pelota de tenis, palitos, piedras, hojas, un trocito de papel… tenía una imaginación desbordante. Inventaba objetos, dibujaba en el suelo, construía pequeñas cabañas, cuidaba de sus plantitas… Era una niña feliz en un mundo ajardinado.

Gloria, en cambio, era una mujer amargada.“Una niña tiene que jugar con muñecas”- repetía constantemente. Solía espiarla desde la ventana de la cocina, rezongando y preguntándose en voz alta si su hija era normal. Algunas veces salía al jardín y le insistía en que jugara con su muñeca. Y entonces Rosa se enfurruñaba, se sentaba en el suelo, se cruzaba de brazos y miraba al infinito en silencio hasta que la dejaba sola de nuevo.

Aunque Gloria nunca lo supo, Rosa en realidad jugó dos veces con aquella pepona. La primera vez la usó para sujetar una cuerda con la que estaba haciendo una polea en una rama. La segunda fue algo muy distinto. Se la llevó debajo del árbol y allí la sentó. Entonces le metió cinco nueces en el vestido y empezó a reñirla porque se había hecho caca. Le quitó un zapato y le alborotó el pelo. Así estuvo por lo menos media hora torturando a la nena de plástico. Después de aquello nunca más volvió a jugar con ella.

Rosa odiaba las muñecas por una razón. En su cabecita de niña pequeña, intuía que una muñeca era como una hija. Y Rosa no quería hijas. ¿Cómo iba a quererlas? A ella no la habían querido nunca. De modo que siempre jugaba sola en el jardín.


SOLEDAD ROSA

Puedo estar mirándote durante horas, cuando te tengo acurrucado, sobre mis brazos, dormido y agarrando mi mano. Quizás sea el tacto de tu piel, tan suave, delicada, que me embelesa hasta el punto de cerrar los ojos y al abrirlos, encontrarme sentada junto a ella.

Como solía hacer cualquier tarde de paseo, cruzaba la puerta, ahora estropeada por la humedad, y la encontraba ahí, en ese sillón que tanto me recuerda su ausencia. El cojín sigue teniendo su forma, quizás se resiste a dejarla marchar.

Podía parecer frágil, pero créeme que solo eran apariencias, pues tenía tal fortaleza que ni los años se atrevieron a dibujar arrugas en su piel, tan tersa y brillante como la de un bebé, tan firme como esa mirada con la que decía tanto sin pronunciar palabra.

Como si volviera a ser niña, vestida de color negro, se le dibujaba en el rostro una sonrisa anciana cuando le llevábamos caramelos. Supongo que la misma que aparece entre mis mejillas al encontrarme sus envoltorios entre los paños de la mesa.

Me gustaba darle mi mano como lo hago contigo. La apretaba fuerte y, en ocasiones, sentía el tintineo de unas monedas. Recuerdo que la soltaba despacio, mientras me miraba fijamente, como si fuera una muñeca. Pienso que, a veces, no me conocía. Por eso, antes de soltar su mano le daba un beso y le susurraba: “hasta mañana, nana”.


GASTÓN MOMEÑO

MUÑECAS DE PORCELANA

Y un día todos amanecimos como muñecas,

como muñecas de porcelana.

Ahora somos frágiles muñecas

en un mundo enfermo.

Muchas muñecas estamos intactas

sin brillo, pero enteras.

Otras lograron pegarse pedazo por pedazo

y otras no pudieron juntar sus partes

y ya viven en esta tierra infectada.

Tal vez ahora que tenemos en común tanta fragilidad,

que no sabemos si un día tendremos que juntar un pedazo nuestro

o pegar las partes de seres queridos…

seamos menos humanos y mas muñecas de porcelanas

menos indiferentes y mas solidarios.

y juntas nos ayudemos a juntar nuestras partes del suelo.

A todas las muñecas de porcelana

que ya no pertenecen a este mundo,

les decimos que pertenecerán siempre

en nuestros cálidos corazones,

aún convertidos en muñecas de porcelanas.


SA JASSÓ

“Trátame bien,
Fue lo único que te pedí… fue lo único que esperaba ¿era mucho exigir?
Pero tú solo decías que era muy delicada, que quería ser tratada como princesa… como a una muñeca, muñequita frágil, con delicadeza…
Incluso llegué a pensar que no lo merecía, o que estaba pidiendo algo que no me correspondía…
Si las muñecas son tratadas con tacto es para poder conservarlas en un buen estado y que duren mucho más…
Yo no soy una muñeca, soy una mujer de verdad… ¿A nosotras qué se nos da?
Tenme paciencia,
Te decía… pero tú solo estallabas en ira cada que me veías llorar… las muñecas no lloran ¿verdad? O si lo hacen, quizá las podrías apagar. Les quitas las pilas y ya.
Yo te amaba de verdad…
anhelaba aquella vida que nos imaginábamos de vez en cuando, pero ahora no puedo continuar, ahora tomo el papel de muñeca que tanto decías… y me quedo guardada en una caja donde nadie me lastime nunca más.”
-SS


JOSMARY PIRATEQUE

Tengo un par de mágicas muñecas, de crespos cabellos y pieles tostadas.
Sin importar cuan duro sea el día,
Oyendo sus risas, mis
Penas se calman; vestidas de rosa, pintando o jugando
Hacen que mi mundo se
Inunde de gozo. Son mi milagro más preciado y las
Amo con toda mi alma, mis bellas
Sophias, mis niñas queridas

 

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22 comentarios en «Muñecas – Miniconcurso de relatos»

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