Sorpresa, he vuelto

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «uñas». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 28 de abril!

* Por favor, solo votos reales. No hay premio, solo reconocimiento real.
** El voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos. Si alguien vota a 3 relatos, se contabilizará 1/4 de punto a cada uno. Si vota a 5, el voto será nulo.
*** Los textos son originales (responsabilidad de cada autor) y no han pasado procesos de corrección.

 

MARÍA CRUZ ESTEVAN

Sorpresa he vuelto, fui a tu pueblo a pedir la mano a tus padres.
Corría el año 1950. A la puerta de mi casa se presentó un joven con bigote. Mis pocos años ya que el número diez se cernía sobré mi cabeza poco sabida de las costumbres sociales del momento.
Mis padres personas nobles dejaron entrar al forastero ya que decían era el novio de mi hermana que estaba sirviendo en una grande y preciosa ciudad de España. Mi hermanito de cuatro años le enseñaba al que había alterado nuestras vidas su caballo de cartón regalo de su rica madrina
El teléfono del pueblo solo había en la centralita. La escritura de mis mayores era nula. Así pues la buena fe de los míos aceptaron en casa unos días al recién llegado. Le trataron como a un rey, era el novio de su hija …
Lo preocupante ocurrió al lavarle mi madre una camisa.
La luz eléctrica era de 125 voltios ,la plancha chica como una mano y tenía el cordón retorcido.
De nuevo mi madre recibe otra Sorpresa… Al comenzar a planchar la prenda está cambia de color su color azul ahora es rojizo.
Por suerte al enfriarse el tejido este volvió a su color.
Mar tarde nos enteramos que mi hermana había roto con el tal novio y dijo que ella nunca le dio la dirección de casa…

DAVID MERLÁN

Todos los del regimiento Coyle lo daban por muerto. Era imposible que después de semejante incursión a la zona enemiga, hubiera podido salir nadie más con vida de los que ya, a duras penas, habían conseguido llegar al puesto avanzado de su base. Hecho el recuento, el capitán Elin procedió a informar a su superior.
—Aquí tiene, señor. El informe de la misión.
El coronel Besdawn arrebató de un manotazo el papel que le ofrecía Elin y se puso a leerlo.
—¿Esto es todo? ¿No son capaces de hacerlo mejor? ¡Son todos una panda de ineptos y cobardes! —.añadió dándole la espalda.
—Señor. Si me permite…
—Ni se le ocurra, capitán, ni se le ocurra —. le amenazó dándose la vuelta y mostrándole el dedo índice delante de su cara mientras arrugaba el papel con la otra mano.
El coronel bajó la mano amenazadora y se tranquilizó por momentos. Tomó aire y desplegó de nuevo el papel con ambas manos y lo releyó.
—¿Estas son todas las bajas?
—Si señor, las confirmadas hasta ahora, señor.
—No veo al sargento Allerton.
—No señor. Desconocemos su paradero. El soldado de primera Picton cree que fue el último en verlo con vida durante el asalto final, pero declara que después de una de las explotaciones le perdió de vista y no volvió a verlo.
—Ya. De acuerdo. Si tienen noticias suyas, hágamelo saber inmediatamente, ¿Está claro?
—Si señor.
—Está bien. Puede retirarse
—Si, señor, con su permiso…
A solas en su contendor habilitado con oficina de campaña en aquel inhospito lugar apartado, abandonado y olvidado de la mano de Dios, el coronel Besdawn se temió lo peor. Su hijo, emulándolo a él y a su vez a su abuelo antes que ellos, habían servido y dado su vida por la estabilidad de aquel país. Ahora, tenía que hacerse a la idea de la posibilidad de que nunca más volvería a verlo. Había gastado todos sus recursos, influencias y contactos para que él nunca tuviera que pasar y hacer frente a los horrores de la guerra que él y a todas luces su abuelo, por las historias que le había contado, habían tendido que pasar. Quería protegerlo. Ser un buen padre, pero pensaba que había fracasado. Pensó en su querida esposa. Cómo y cuándo sería el momento oportuno para darle la noticia.
—¿Qué carajo es todo ese follón? —.exclamó dirigiéndose hacia la puerta.
Justo en el momento que iba a abrir la puerta, ésta se abrió de golpe dando un portazo y una manos ensangrentadas y sucias se apoyaron en el canto de la puerta. Allí estaba, era él, estaba vivo.
La alegría se dibujó en el rostro del coronel. Allí, de pié mirándole fijamente a la cara, rodeado por una multitud de camaradas que, entre vítores y palmadas, le daban la bienvenida, se encontraba sano y salvo su querido hijo.
El coronel, de pie en el dintel de la puerta y un par de peldaños por encima de su hijo, con el rostro lleno de orgullo y satisfacción, dejó caer el papel.
—¡Sorpresa, he vuelto! —dijo el sargento Allerton levantando sus palmas y ladeándo ligeramente la cabeza mientras se reía —. Da su permiso, mi coronel. Querría informale de primera mano de cómo he conseguido acabar definitivamente con el enemigo.
—¡Por su puesto, sargento!. Permítame ofrecerle mi mano. Se lo tiene bien merecido —.añadió el coronel para terminar.
Todo el destacamento allí presente rompió en gritos y aplausos mientras la puerta se cerraba.
—No hay quién pueda con el sargento Allerton.
—Desde luego, es un poco camicaze, pero es resolutivo el desgraciado de él, ja, ja, ja —dijo uno de los compañeros de fatigas de aquellos hombres satisfechos por otra misión cumplida en aquel lejano país.
FIN.

RAQUEL LÓPEZ

He vuelto a percibir las sensaciones y los recuerdos despues de mucho tiempo, quizá la mayor de las sorpresas que yo misma me puedo regalar. Un refugio para escapar de mi adusta vida…
En vacaciones siempre iba al mar, a la casa que compraron mis padres, yo apenas tenía cinco años cuando lo vi por primera vez. Sentía miedo al verlo tan inmenso, imaginaba que era un monstruo que al perderte entre sus aguas te abrazaba y te hundía para siempre. Era la inocencia de la niñez y la forma de mirar la vida y el mundo que nos rodea de forma diferente.
He viajado mucho, he visitado lugares de ensueño y eso es absolutamente enriquecedor, pero el encuentro con mi paraíso y conmigo misma fue un encuentro de paz interior.
Respiré tranquila y en calma un aire lleno de oxígeno, después de abandonar la intensidad y el estrés de la ciudad. Miré al horizonte viendo un mar azul intenso deslizándose suavemente en el devaneo de las olas hacia la orilla.
Me tumbé en la arena dorada mirando al cielo, mientras mi piel absorbía los rayos de sol y las nubes se disipaban con el viento..» Nadie puede despertar el silencio de las noches estrelladas, ni las mareas..»
La inocencia de la niñez que guardé, volvió de nuevo y me vi caminando por la orilla dejando huellas a mi paso que con el tiempo, se quedarían grabadas en la arena para siempre.
Fui muy feliz por entonces como lo sigo siendo ahora cada vez que evocó los recuerdos de aquella niñez que de vez en cuando quiere salir y volver de nuevo a mi paraíso infinito y entonces es cuando al encuentro abro los brazos y susurro emocionada: ¡ Sorpresa, he vuelto!…..

BENEDICTO PALACIOS

¡HE VUELTO! (Dedicado a mi amigo Luis Ramos por su cumpleaños)
No había duda, aquello era un asesinato en toda la regla. Así se expresó el comisario mientras mataba el cigarro de un pisotón. El cuerpo había sido hallado a las puertas de un vertedero y presentaba varias heridas con arma blanca, una de ellas mortal de necesidad por la trayectoria que mostraba. Era lo único evidente porque tenía el rostro desfigurado y la cabeza achatada. Parecía una persona conocida, pero el comisario no las tenía consigo. Todos en el pueblo dudaban menos Andrea, la sacristana, que había pregonado que se trataba de Pascual, un buen muchacho, aplicado decía el señor maestro, pero equivocado al elegir compañía. Se había ennoviado con Leticia después de una juerga y luego ella le había mandado a paseo enrollándose con Joaquín. Allí estaba el resultado. Una noche de alcohol, una apuesta por una mujer y un desafío. Aún mantenía amordazada la boca. Lo daban por hecho. Solamente Josefa, la comercianta, que se envolvía la manos en el delantal y con una de las puntas se enjugaba una lágrima lo ponía en duda. Ella conocía bien a Pascual. Fuera o no fuera, se acercó respetuosamente al muerto dispuesta a retirar el pañuelo que le tapaba la boca.
—El cadáver no se toca —chilló el comisario—Hasta las ropas que viste un cadáver pueden hablar.
—Pues estando muerto, ya me dirá. Yo le quitaría la mordaza.
—Para que descanse en paz ¿a que sí?
—Lo ha expresado usted de manera muy literal.
Como el juez tardaba en personarse, la gente que se iba arremolinando se olvidó de la personalidad del cadáver y únicamente se preguntaba quien sería el autor del crimen. Y quien más quien menos de los presentes echaba su cuarto a espadas.
—No puede ser otro que Joaquín. Les he visto discutir. No se llevaban bien. Y si había una mujer por medio, pues ya me dirás.
—El cadáver va a tener que ser de Pascual.
Hacía más de un mes que nadie conocía su paradero. Sus padres, que eran muy mayores, no hacían vida de él. Le reñían, claro que le reñían, pero era mayor de edad. Se hartó de las broncas y se enroló con una compañía de teatro que se detuvo en el pueblo porque se les estropeó el camión. Algunos decían que le habían visto de extra en Madrid.
Con la llegada del juez se levantó el cadáver y Josefa, que le siguió con la vista hasta que le envolvieron en una bolsa de plástico dijo que no, que aquel no era Pascual, que era más alto.
—¿Tú qué sabes? ¿Nadie te ha dicho que los muertos encogen? —protestó el comisario.
—Si está tan seguro, retire de la boca el pañuelo y deje que le haga una foto.
—No hay inconveniente —aceptó el juez.
Josefa se metió en casa, abrió una caja de zapatos donde guardaba las fotos y comparó. Pascual tenía más pobladas las cejas. Abandonó las fotos y buscó bajo el hule de la mesa del comedor donde guardaba los números de teléfono y marcó el móvil de Pascual. ¡Jo, qué sorpresa! Era él, allí estaba.
—Anda vente pal pueblo, que te dan por muerto.
—¿Cómo lo hago? No creerá la gente en la resurrección.
—Mañana es el funeral. Y cuando el cura pronuncie tu nombre, tú te presentas.
—Por lo que cuentas, le dará un sincope a la sacristana si grito en alto ¡he vuelto!
—Que se fastidie, así ella no vuelve a mentir.

PILAR TOBÍAS

Hoy abro mi perfil de Facebook, últimamente lo he abierto muy poco, y lo primero que hago es acercarme a mi grupo favorito, el grupo de escritura creativa Cuatro Hojas. Impulsado por una maravillosa mujer y alimentado por un gran número de artistas de la pluma.
Solo quería leerles un rato para ver si me voy animando con algún tema y es cuando me doy cuenta de que la vida está llena de SINCRONICIDADES que, si dejas que tu mente escape de la cotidianeidad y por un momento dejas de ser quien crees que eres, si dejas tus circunstancias a un lado y te conviertes en “nada”, se vuelven brillantes ante tus ojos abriendo tu mente a un mundo lleno de mensajes para ti.
En este caso, para mi.
Así pues hoy al abrirme al maravilloso grupo que generosamente da, sintiéndome “nada” por no sé cuánto tiempo, he visto el mensaje claramente.
SORPRESA!!! He vuelto
Hasta yo me he sorprendido.

FÉLIX MELÉNDEZ

HE VUELTO A PASAR
Sorpresa.
Por donde no pasa nadie.
Sendero de vida olvidado,
playa sin mar,
arenas tostadas,
ni espumas, ni cochas,
sólo cables.
He vuelto a pasar
sorpresa.
Todo sembrado
de placas brillantes.
Cómo girasoles de cristales,
plataformas mirando al sol
recogen el calor y
nacen grietas,
el sonido sordo de los
pájaros emigrados.
He vuelto a pasar,
sorpresa.
El campo roto,
ha llegado.
Tierra seca de cristales,
caminos cortados sin vida,
sólo cables,
piedras olvidadas,
talladas por el brillo de reflejos.
Bajo veredas gastadas,
un tremendo silencio.
Ya nadie caminaba
ni pasaba.
Y yo he vuelto a pasar,
sorpresa.
Está la tarde apagada.
Trás muy detrás, atrás
quedó el pino polvoriento,
abrasado por el cristal reflejado.
Atrás quedó la naturaleza
domesticada,
tras todo trastocado.
Detrás, el sendero
de pájaros abandonado,
las pisadas olvidadas
de los galgos.
Atrás, todo lo vivo,
muerto y apagado
todos los trinos callados.
Y yo he vuelto a pasar
por donde ya no pasa nadie.
Bajo el cristal, los cristales
un terreno alambrado
ecologistas sofisticados,
alumbrando la codicia
de un campo maltratado.
He vuelto a pasar
Sorpresa,
por donde ya no irá,
ni pasará nadie.

JOSÉ ARMANDO BARCELONA

OBEDIENCIA DEBIDA
«Nuriel, han pasado miles de años desde la cagada —ha dicho Él—, espero que hayas tenido tiempo para meditar largamente sobre lo que pasó, moderado tu entusiasmo y que en el futuro no me la vuelvas a liar tirando de gatillo a las primeras de cambio, muchachote. A tu colega lo voy a dejar que se joda un par de milenios más porque le tengo gato, pero tú me caes bien y te levanto el arresto. Haz la maleta que vuelves a la carretera».
Cinco mil ciento cuarenta y cuatro años, para ser exactos, media vida, como quien dice, y por mucho que se empeñe, no nos pasamos ni un pelo, cumplíamos órdenes y punto: «Han perdido el temor de Mí, se pasan el día haciendo guarradas y no me sacrifican ni un cochino palomo. Dadles un severo escarmiento, para que aprendan».
Esas fueron exactamente sus palabras, como si las estuviera oyendo ahora mismo. Si no me creéis, preguntadle a Ahriman, pobre, que también estaba presente y tuvo que comerse, como yo, los mocos cuando las cosas se pusieron chungas. Resolviendo incidencias en el departamento de atención al cliente del purgatorio lleva el pobre desde entonces, con lo pejigueras, susceptibles y quejicas que son las almas a la espera de redención. Para que luego cuenten y no acaben de la vida de los ángeles.
¡Una mierda, se nos fue la mano! Además, a ver que harías tú si una panda de brutos, guarros y mal olientes sodomitas, estuvieran empeñados en buscarte la vuelta para estrechar lazos bíblicos contigo. A un palmo de mi culo, fuego, dice el proverbio, y eso hicimos, coño, fuego y azufre, que es lo suyo en esos casos.
Sí, lo de Sodoma y Gomorra fue sonado, quizás demasiado aparatoso y un poco bestia, si se me apuras; sin embargo, qué quieres que te diga, donde hay patrón…
Pero no, resulta que el Señor, cuando se trata del EGM (Estudio General de Medios), se la coge con papel de fumar, le jode la mala prensa y como entonces las críticas no fueron buenas, pues eso, el muerto para nosotros. A caer de un burro, nos pusieron: ángeles de la muerte, genocidas celestiales, cabronazos de manual, de todo menos bonitos. Y nosotros a callar, punto en boca, fuera de circulación, a la nevera.
En fin, que la mala fama no nos la quita ni Dios; a ver cómo me presento yo ahora en sociedad, sin provocar una estampida de pánico: ¡Chicos, sorpresa, he vuelto! ¡Love and peace, tíos! ¡No corráis, leñe, que voy de buen rollo!
Cristalino, vaya donde vaya, en cuanto me vean el careto, o se van por la patilla abajo, o me corren a cantazos. Pero a ver quién se lo mete en la cabeza al Jefe. Jodido lo tengo, chungo, chungo, y no me queda otra que morir al palo.
¡Señor qué cruz! ¡Hasta el putiglán de la taba, me tiene! El día menos pensado pillo una excedencia, me paso al lado oscuro y a quien Dios se la dé…

ALBERTO MEDINA MOYA

No podía estar más fría el agua de la jarra que me cayó encima al ver a mi padre allí con una sonrisa en los labios. Pongamos por padre a un individuo que dejó a mi madre embarazada de mí y cogió la puerta; a un menda al que había visto un par de veces en toda mi vida en las que quedó patente que no había ninguna química entre los dos. Pues allí estaba, delante de mis narices, entre los invitados de la fiesta sorpresa de mi cumpleaños.
Superado el shock inicial y tras saludar brevemente al resto de los invitados, no quise andarme con rodeos y me encaré con él tratando de contener mi mala ostia. Me dijo que ahora vivía en Barcelona, como si me importara; que se acababa de divorciar, como si me importara; y que tenía cáncer. Pues si pensaba chantajearme emocionalmente lo llevaba claro.
Estaba siguiendo un tratamiento en una clínica de París. Se notaba que tenía pasta. De hecho, tenía muchísima pasta.
Cuando se ausentó para ir al baño busqué a Sara, mi pareja, y le reproché que hubiera invitado a mi padre. No podía creer que estuviera allí después de trece o catorce años sin saber nada de él. Sara se limitó a decir que no pudo negarse.
Al volver me siguió contando historias poco interesantes. Finalmente dijo que tenía un regalo para mí. Sacó del bolsillo de su camisa un cheque con varios ceros y lo puso ante mis ojos. Vi cómo temblaba su mano, lo sentí vulnerable, y algo me removió por dentro. Nunca es tarde para perdonar.

SERGIO SANTIAGO MONREAL

Delia y Alfonso se asustaron al escuchar la cerradura de la puerta.
Sofía.
¡Sorpresa, he vuelto!
Delia.
¡Ay qué alegría, mi vida! ¿Pero, cómo no has avisado de que volvías?
Déjame que te vea, estás muy guapa, ¿has engordado? Parece que tienes más lustre.
Sofía.
Quería daros a papá y a ti una sorpresa por eso no he avisado y sí mamá he pillado unos kilos que ya era hora porque allí en Londres está todo el día lloviendo y ya sabes que con la lluvia sales menos de casa y por ende comes algo más.
Alfonso.
Dame un beso y un abrazo, mi vida.
¡Vaya susto nos has dado, cuando hemos escuchado la cerradura!
Yo pensaba que venían a violarnos a tu madre y a mí.
Delia
¡Anda, tontaina, deja de decir tonterías a la niña, que ya es mayorcita!
Sofía.
¡Déjale mamá, si no dijera tantas tonterías no sería papá!
Delia.
¡Eso es verdad!
Alfonso.
Menuda fama me dais, pues os iba a invitar a comer por ahí pero ahora nada más por eso me váis a invitar vosotras.
Sofía.
En eso tampoco has cambiado, ¿eh pillín? No te preocupes por eso papá yo os invito.
Delia.
Me casé con el más pesetero del pueblo y menos mal que conseguí sacarlo del pueblo que decía que la vida en la ciudad era más cara.
¡Tu padre siempre ha sido muy agarrado!

PEDRO A LÓPEZ CRUZ

SOBRE PRISAS Y SOMBREROS
Mis padres ya no podían más.
Después de relatarles mis interacciones habituales con gatos invisibles, orugas que hablan, setas alucinógenas y naipes a escala humana, finalmente aceptaron, resignados, mi ingreso en la planta de psiquiatría. El diagnóstico no dejaba lugar a dudas: esquizofrenia paranoide en grado avanzado. O dicho en términos más simples: mi cabeza se había convertido en una puñetera olla de grillos.
La primera noche traté de saltar por el ventanuco del baño, haciendo alusión a un supuesto conejo blanco que previamente había escapado por él y que me ordenaba con insistencia que le siguiera. Se notaba que llevaba mucha prisa. A mí me descubrieron cuando ya tenía medio cuerpo fuera.
La mañana siguiente la pasé tomando el té junto con el chico de la habitación de enfrente. Era hijo de un conocido fabricante de sombreros. Un tipo curioso, sin duda. Sus transiciones de la alegría a la depresión y de nuevo a la euforia eran imprevisibles e instantáneas; es lo que tiene el trastorno bipolar. Aquel muchacho no estaba bien, eso era evidente, pero me fascinaba. Podía pasar horas y horas escuchando embelesada al muchacho de los sombreros mientras soltaba una retahíla de frases sin sentido aparente. Solo hacíamos una pausa de vez en cuando para dar un sorbito a nuestras tazas imaginarias. Siempre con el meñique flexionado, como manda la tradición.
Jamás olvidaré mi primer encuentro con la jefa de psiquiatría. La reina de corazones la llamaban. Supongo que, por pura ironía, porque era una vieja despiadada, gorda y cabezona, que jamás había sentido la más mínima compasión por ninguno de nosotros. Aquella mujer era todo un dinosaurio de la vieja escuela, de cuando se estilaban los electroshocksy las lobotomías. Si por ella fuera, estaríamos todo el día sedados y encerrados como animales. O mejor con la cabeza cortada, como ella solía decir.
La medicación es fuerte. Menudos chutes dan las pastillas. A veces me hacen tener la sensación de que me hago muy pequeña. Voy menguando y menguando hasta que alcanzo el tamaño de una hormiga o una vulgar cucaracha, y cuando menos me lo espero… ¡zas! me vuelvo gigante. Es maravilloso.
Me hacen mucha gracia los dos gemelos siameses. A menudo me suelo cruzar con ellos. Deben ser familiares del chaval de los sombreros. Y este otro niño que no para de dar vueltas por aquí, con cara de huevo, siempre con miedo de caerse y romperse. Supongo que tendrá el síndrome ese de los huesos de cristal o algo así. Pobrecito.
En todo este tiempo me he hecho muy amiga de mi psiquiatra. Siempre tan amable y atento conmigo. Tiene un diario donde anota todas las historias que yo le cuento. Lo mío da para escribir un libro, o incluso dos. Cada día me visita y escucha todos los desvaríos que brotan de mi cabeza, sin dejar de escribir ni una palabra. Lewis se llama. El doctor Lewis Carroll. Por cierto, yo soy Alicia. Llamadme optimista, pero todo me parece una maravilla. Será cosa de las pastillas, supongo.
Esta misma mañana, mi padre no salía de su asombro.
—¡Sorpresa, he vuelto!
Esas han sido las tres palabras que ha escuchado a sus espaldas, mientras se afeitaba. El pobre se ha quedado de una pieza cuando, de repente, un conejo blanco ha cruzado el cuarto de baño a toda prisa, enloquecido, sin saber de dónde había salido ni a dónde iba. Pero no ha sido eso lo que más sorpresa le ha causado. He sido yo, su hija, mientas anunciaba mi regreso, tratando de entrar a duras penas por el ventanuco del cuarto de baño.

PRIMERO ESMIZ

He vuelto a pintar tu nombre
en el cristal de mi ventana,
con el vaho del rocío
que me ha prestado la mañana.
He vuelto a echar anclas
en las raíces del viento,
buscando ponerle nombre
a mi huida a destiempo.
He vuelto a sentir la brisa
acariciándome en la alborada,
susurrando versos nuevos
con las mismas palabras.
He vuelto a escribir poemas
sin lápiz y con alma
declamando oraciones
pero negando que rezaba.
He vuelto de visita
sin anunciar mi llegada
para llenar de color
tu vacía almohada.
¡Sorpresa, he vuelto!…
pero marcho de nuevo.

EFRAIN DÍAZ

En la aldea se sentían los aires de guerra. La pesada atmósfera presentaba un panorama sombrío. Su ejército era pequeño, mal entrenado y mal equipado. Sin embargo, su orgullo era tanto que, en caso de invasión, lo darían el todo por el todo.
Como medida protectora, el jefe había ordenado un toque de queda. Todos excepto los soldados debían estar en sus chozas a las seis de la tarde. Quien violentara la orden sería severamente castigado.
El ejército invasor había apostado su campamento a unas diez millas de la aldea. Siendo superior en tamaño y en armas, no anticipaba un combate prolongado. La aldea debía caer en un solo día. Sin embargo y para evitar sorpresas desagradables, el General a cargo envió un espía en busca de información.
Burlando los pobres cercos de seguridad, el espía penetró en la aldea, corrió por algunas callejuelas y entró en una choza que aún mantenía sus ventanas abiertas.
Espada en mano, enfrentó a la dueña haciéndole con el dedo en la boca la señal de silencio.
-Como te llamas- preguntó el espía.
-Adrijana- contestó asustada la habitante de la choza.
-No hagas ruido y no te haré daño.
-No tienes por qué temer. No tengo armas ni entrenamiento militar. Soy una simple prostituta en esta miserable aldea.
-Si cooperas conmigo, no te haré daño ni ahora, ni cuando vengamos a invadir.
Adrijana lo miró con desconfianza.
-Prométeme que no me harás daño ni a mi, ni a mis padres, ni a mis hermanos, ni a sus hijos y te daré todo lo que me pidas.
-Lo prometo, pero con condiciones. Deberás darme toda la información que tengas. Si resulta ser falsa o si me delatas, yo mismo vendré a matarte. Además, procura tener a toda tu familia aquí, en tu casa. Respondo por mi pero no puedo responder por mis compañeros.
-Tenemos un trato- dijo Adrijana.
Adrijana sabía el peligro que corría. La aldea estaba llena de soldados y las paredes oían.
Mediante un leve susurro, para evitar ser escuchada, le indicó donde estaban los puntos de seguridad de la aldea, el número de soldados aptos para combate, el equipo que tenían y por donde esperaban la invasión. También le indicó las casas donde había gente armada que ofrecerían resistencia.
Mientras le susurraba la información al espía, desde afuera tocaron fuertemente la puerta, como si quisieran derribarla.
A Adrijana se le fue el corazón al suelo y el espía alzó su espada en posición de combate. Con la mano, Adrijana le hizo una señal al espía indicándole que se escondiera dentro de la espesa paja que servía de techo a la choza.
-Que buscan a estas horas en la casa de una humilde prostituta? preguntó Adrijana al abrir la puerta.
-Nos han informado que han visto entrar en tu casa a un hombre en violación del toque de queda-contestó uno de los soldados apostados en la puerta.
-Aquí no ha entrado nadie. Quien le informó, evidentemente miente.
-De todos modos pasaremos a revisar.
De un fuerte empujón la sacaron del medio y bruscamente revisaron todo, desde la pequeña habitación, el horno casero y hasta la letrina. Uno de los soldados levantó su espada y comenzó a atravesar el techo de paja. La espada pasó a dos centímetros de la cara del espía, que aguantó como pudo para no delatar su posición.
Al no ver nada raro, los soldados se marcharon, no sin antes hacerle la advertencia de las penalidades de violentar el toque de queda y albergar al enemigo en su casa.
El espía bajó de su escondite y le agradeció a Adrijana que no lo delatara.
-Tenemos un trato. Soy prostituta por obligación, pero soy de fiar.
Luego, Adrijana le preguntó cuando sería la invasión. Quería tener a su familia en su casa.
El espía, cauto, le indicó que no lo sabía con certeza. dicha decisión escapaba a sus facultades. Pero le aconsejó que mientras más pronto se mudaran, mejor.
Habiendo concluido, el espía se marchó.
Adrijana refugió a toda su familia en su casa. Sin delatar al espía, les vendió la idea que si enfrentaban una invasión, sería mucho mejor, enfrentarla en familia y así lo hicieron.
Al cuarto día de aquella inesperada visita, comenzó la invasión. El ejército invasor sigilosamente se acercó en horas de la madrugada. La niebla le sirvió de cortina haciéndolos invisibles. Cruzaron los puntos de seguridad sin ser detectados.
Todos estaban en sus puestos. Tan pronto sonó la trompeta comenzó la carnicería.
El ejercito invasor era numeroso. Tenían cuatro hombres por cada aldeano. A ese ritmo, la aldea caería en menos tiempo del esperado.
Tenían instrucciones de matar a todos los hombres, mas no así a las mujeres y niños. Éstos serían esclavizados para que sirvieran al reino.
La aldea se convirtió en un baño de sangre. Los hombres fueron masacrados a espada y morían desangrados en una lucha desigual que no entendían.
El espía, cumpliendo su promesa, se presentó en la casa de Adrijana. Al verlo, ésta le abrió la puerta.
-Sorpresa, tal y como prometido, he vuelto.
Adrijana lo recibió con una sonrisa, pero el espía sacó su espada y con violentos pero certeros movimientos, asesinó al padre de la prostituta, a su hermano, a su cuñado y a un jovencito cuya adultez despuntaba en un fino bigotillo. Adrijana, atónita, no podía creer lo que sus ojos veían.
-Pero que haces? Teníamos un trato y yo he cumplido mi parte. Te di toda la información y no te he delatado.
-Adrijana, quien puede fiarse de una persona que es capaz de traicionar a los suyos?

CESAR BORT

Hacía viento y los postigos mal cerrados golpeaban las ventanas. Más de uno se había desquiciado y si la ventolera continuaba, caerían. Serían sumados a los desconchados, las tejas rotas y sus goteras, las humedades de las paredes y las vigas carcomidas.
En cualquier momento, sin duda más pronto que tarde, la casa se desmoronaría. Pero a Silvana no le importaba o eso parecía.
Sentada en el viejo sofá, que enseñaba sus entrañas de muelles oxidados, miraba la tele, mientras con el índice rebañaba lo poco que quedaba de una lata de comida para gatos. Bufó cuando se la acabó, la tiró al suelo, hizo un esfuerzo sobrehumano para levantar sus posaderas del asiento y fue a por otra. Antes de llegar a la cocina, se apoyó en la mesa para recobrar el resuello.
Abrió el grifo y llenó un vaso sucio con agua turbia e insalubre de cañerías viejas. Bebió, sacó una lata de una bolsa blanca de plástico, cogió el abrelatas y, más por curiosidad que por precaución, miró la data de caducidad. Sonrió con tristeza. Caducaba el día de su aniversario, pero del de hacía tres años.
Volvió al sofá y, más que sentarse, se dejó caer. Eructó con estruendo, cuando cambió de canal. El viento arreciaba, oyó cómo un postigo caía, se metió un buen pellizco de mejunje de gatos en la boca.
«¡Sorpresa, he vuelto!», anunciaba, alegre, una rubia de tetas operadas en la tele, mientras Silvana se rascaba la entrepierna y decía con ironía:
―Esto solo hace que mejorar.

MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ BLÁZQUEZ

Habemus papam. 06-06-2026, quince días después de la muerte del Papa Francisco, en la Capilla Sixtina, El Cónclave
Ni uno más, ni uno menos, 115 cardenales de la iglesia católica, son los afortunados asistentes del Cónclave, a la hora de elegir un nuevo Papa. Encerrados bajo llave en la Capilla Sixtina, el primer día, tal y como indican las normas eclesiásticas, tan solo hubo una votación al atardecer, con el resultado de Fumata Negra. Al día siguiente se produjo el acuerdo… El último Cardenal en votar, pronunció en alto, el manifiesto ante Dios, al introducir la papeleta:
«Pongo por testigo a Cristo Señor, quién me juzgará, de que doy mi voto, a quién que, en presencia de Dios, creo, debe ser elegido»
Los nueve cardenales elegidos por el Cardenal Diácono, comenzaron el escrutinio, en donde se contaban los votos y se leían los nombres en alto, apuntándose en una lista, y las papeletas eran cosidas con aguja e hilo. El pre escrutinio dejo evidente el mismo número de votos a favor del Cardenal Augusto Tiberios Isaías y el Cardenal Víctor Silano, que, en desacuerdo con la votación, se levantó golpeando la mesa con los dos puños y proclamó en la Capilla Sixtina, retumbando su voz, y sonando con eco…
12. ¡¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana!! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. 13. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte.
Isaías 14:12-13
Al finalizar el pasaje del nuevo testamento, sus ojos se voltearon quedando en blanco y las rojas venas de los mismos se marcaron en relieve indicando su furia contenida. Sus manos se alargaron, se llenaron de pelo negro y sus uñas agarraron con fuerza el tapizado que cubría la mesa enrollándolo entre sus dedos. «¡Sorpresa, he vuelto!» —proclamó el cardenal negro, poseído por la oscura fuerza del infierno.
El resto de cardenales se apartaron gritando: «¡¡¡Hereje, satanás!!!», mientras Silano golpeaba la mesa con la cabeza y dejaba escapar de su horrible boca, llena de dientes largos y colmillos afilados, los graznidos de dolor que provocaba la transformación de su cuerpo en el enviado del ángel caído. Con garras en vez de manos, con las diabólicas simetrías del infierno dibujadas en su rostro y con la piel de su cuerpo grisácea, corrió hasta los nueve cardenales encargados de la votación, devorando sus cuerpos y saciando la sed de sangre.
En medio del caos, y con el resto de cardenales gritando y corriendo, buscando una escapatoria de la capilla, Silano se alzó sobre el altar y con voz luciferina, recitó lo que pasaría con ellos, a la vez que sucedía.
Y corrían pidiendo auxilio…
Y el camarlengo cerraba con cadenas…
Y las piernas se les desencajaban mientras tanto…
Y las puertas no se abrían…
Y sus cuerpos yacidos en el suelo, demandaban socorro y auxilio amontonados, a la vez que sus ánimas emergían…
Las almas de los cardenales, comenzaron a abandonar los caparazones humanos, llamados por la ira del Dios Negro. Unas se incrustaban en el fresco de Miguel Ángel, «El Sacrificio de Noé», en la bóveda de la Capilla Sixtina, agrandando su obra de forma espantosa. Otras, se unieron en una densa nube blanca y recorrieron a través de la estufa, los conductos hasta alcanzar el cielo. Fumata Blanca, (Habemus papam).
Tras media hora de angustiosa agonía, en la que los sollozos y lamentos cesaron, el camarlengo abrió las puertas de nuevo, quitando las cadenas y arrodillándose al entrar, ante el primer pontífice de la historia negro y angoleño, el Papa Víctor Silano.
Aterrado y mirando de reojo a los cardenales fallecidos y amontonados a izquierda y derecha, otros deslocalizados y la sangre que regaba el altar, el miedo y un repentino temblor, le hacían tartamudear con la cabeza gacha mientras le ofrecía con las manos el cáliz sagrado al nuevo y oscuro Papa.
—¡He aquí la sangre del renegado!, suya es —temeroso y cauto el camarlengo en sus palabras.
—¡Es la hora, hijo mío!, ya sabes lo que tienes que hacer —aun con la piel endiabladamente grisácea y la sangre que bañaba su mentón, recorriendo su barbilla hacia arriba para introducirse en su boca—, deja que la sangre del nonato llame al padre.
Apresurado en sus acciones, Mauro, el camarlengo, vertió el contenido del cáliz en la estufa y acompañó a Silano, completamente enmudecido y a paso acelerado, hasta el balcón central de la basílica de San Pedro. Una vez allí, y antes de realizar su primera aparición en público y con la apariencia normal recobrada…
—Su santidad, el cardenal protodiácono encargado de anunciar su nombramiento, se encuentra entre los restos de la capilla. Estaría bien…
—Cómo ves, Mauro, los protocolos y las normas han cambiado para siempre —interrumpiendo al camarlengo—, me presentaré yo mismo.
—¡Por supuesto!, Santo Padre —mirando al suelo y temeroso por su vida, aguantó la respiración mientras notaba las feroces uñas de Silano acariciar su garganta.
—No apartes la vista, el maravilloso espectáculo que vas a contemplar, tan solo es la preparación de nuestros feligreses para la llegada del verdadero Dios de la iglesia —Abrió el ventanal y mostró al mundo—. ¡¡Sorpresa, he vuelto!! —volvió a proclamar entre la muchedumbre de feligreses apiñados en la Plaza de San Pedro.

IVONNE CORONADO

Egoista
Sorpresa, he vuelto! -dijo Yulian cuando su madre abrió la puerta.
Yulian, tenía 25 años cuando les dijo a sus padres que en lugar de seguir estudiando se iría a recorrer el mundo, y se fue con lo que había ahorrado, trabajando como cajero en un supermercado, ya que no pagaba casa ni comida donde sus padres.
Estuvo tres años recorriendo la América del Sur. Sus padres le enviaban dinero de vez en cuando. Vivían preocupados, no querían que le pasara algo en el extranjero.
Ellos se preguntaban si a su regreso se decidiría a independizarse. Se daban cuenta que ya era todo un hombre, y tenía que volar de sus propias alas, ellos no serían eternos.
Don Mario y su esposa solo pudieron tener un hijo, y haberlo mimado tanto no ayudaba para que él comenzara a darse cuenta que ellos pronto se jubilarían.
Ese retoño no les había dado dolores de cabeza por tomar drogas, o asociarse a malas compañías, pero si por no tomar en serio su carrera, ni sus sacrificios. Tampoco duraban sus relaciones amorosas, y esperaban ilusionados tener nietos. No eran ricos.
«Hijo, ni siquiera nos avisaste que venías. Menudo susto me has dado»
«Si madre, ya no tenía más que para el pasaje de regreso, me quedé sin dinero»
«Tendrás que hospedarte en otro lado, tu padre ha estado enfermo.»
-y añadió «tenemos rentada tu habitación a un estudiante, necesitábamos dinero nosotros también»
«Oh, no!» -le respondió un Yulian muy preocupado.
«Veré si mi tíos me pueden alojar un tiempo. Podrían pasarme unos centavos?»
Su padre, que estaba el jardín cuando él entró, oyó su voz y venía a saludarlo, y escuchó lo último que Yulian dijo.
«Hijo mío, que bueno que regresaste, pero creo que es hora que busques un trabajo. Tu madre y yo pronto tomaremos nuestra jubilación, no tendremos suficiente para ayudarte como antes».
Se les quedó mirando, y se dio cuenta que parecían cansados. Su madre lo tuvo ya casi a los treinta y cinco.
Cenó con ellos y se fue donde sus tíos. Lo acogieron con cariño.
«Necesito buscar trabajo, y continuar mis estudios».
«Vaya, qué buena noticia!»
«Me he dado cuenta que mis padres tienen su cabello cano.» Y añadió:
«He sido un poco egoísta».

GRACIELA PELLAZA

«Cuando pude entenderlo, el tiempo había pasado; como el micro que nos llevaba al trabajo, a veces tardaba corto y a veces tardaba largo pero estábamos acostumbrados. Me costó comprender que no huías, que la oportunidad era buena (como iba a ser buena si no estábamos cerca), que era la única plataforma del despegue, abandonar la fábrica.
A los veinte uno se abraza al árbol del beso, a la gramilla de la tarde, y a la luna de la ventana. Todo eso que compartimos, se quedó conmigo.
Al principio levante la mano, me aguanté el berrinche y te miré con los ojos de no me dejes. Pero no leíste, no pescaste el gesto..y te fuiste en ese tren de mala muerte, a probar la suerte.
¿Cuál?
Si en mis brazos estaban todas las medallas, el pozo de la fortuna, la victoria de la maratón de los domingos.
Primero..mensajes en nuestros celulares viejos, luego estos terminaron caducando y probamos con las cartas y tu viajabas de un lado a otro y los correos cambiaban, a veces me cruzaba con alguno que te había visto y me decía «te manda un beso»
¿Que iba hacer yo con ese beso de morondanga..?
Pasó un año..dos..tres..y ya pinté dos veces la ventanita del cuarto, que da al sendero por donde charlábamos mientras el mate se enfriaba.
Lloré mucho.. y hoy no lloro casi nada.
Voy y vengo, transitando en la sequedad de las emociones, ya ni pienso, ya ni tengo aquella ingenua creencia de verte caminando hacia mi casa.
Nos reímos tanto, fuimos tanto..lo puse todo en la vasija sin fondo, y así se fue con el agua.
-¡Sorpresa! ¡He vuelto! ¡Acá estoy grillo mío!
¡Esta verde tu ventana!..como el camino de los pinos, como esta esperanza mía de que perdones mi tardanza! Ya te contaré los días de la ciudad, que no es eso que esperaba, ¡las veces que lo intenté y no pude!
¡Abre Grillo! ¡Por favor, abre la ventana!
¡Grillo!
«Hace mucho frío, los grillos cantan en zonas cálidas.»

ANTONICUS EFE

El consejo de administración del Banco Crediticio Internacional, se hallaba reunido para dilucidar que tipos de intereses aplicaban, si pondrían en circulación los nuevos aprobados por el Banco Central Europeo o seguirían aplicando los que ellos creyesen conveniente a cada producto financiero. El presidente, D. Anselmo de Carrión y Vega-Sicilia, tomó la palabra:
-Estimados consejeros: nos hemos reunido hoy para ver que política seguimos en cuanto a los nuevos intereses, yo personalmente opino que los primeros días o meses incluso, debemos mantener los que están, dejando que los demás bancos los suban y así captar nuevos clientes, para luego ir poco a poco subiendo un cuarto de punto o medio punto hasta llegar al nuevo tope.
Los consejeros se miraron unos a otros asintiendo con la cabeza. La propuesta era insuperable.
-Como siempre, estimado presidente, ha propuesto usted la solución perfecta. – dijo D. Mario Ribera
-¿La política sería igual para todas nuestras sucursales o dependiendo de la Comunidad Autónoma, así actuamos? – preguntó Dª Blanca Rueda.
-La unidad de criterios es fundamental, es lo que nos ha hecho ir creciendo cada año desde nuestra fundación en 1829 y lo que nos hace estar en la vanguardia del producto financiero, por tanto creo sinceramente que debemos seguir aplicando el mismo criterio – contestó D. Anselmo.
Después de pasar todos los puntos del orden del día, por el tamiz elegido por D. Anselmo y de escuchar los incisos de los demás consejeros, el secretario, D. Marcos Barbadillo, iba a dar por cerrada la sesión, cuando de pronto, se abrió impetuosamente la puerta de la sala donde se celebraba el consejo, dando paso a una figura encapuchada, que bramó:
– <<¡Sorpresa, he vuelto! >> -.
Una vez pasado el asombro inicial por la teatralidad de la aparición, D. Anselmo, demostrando tener una sangre fría a prueba de bombas preguntó:
-¿Y quien es usted que tiene a bien honrarnos con su presencia, si puede saberse, claro? –
– Sigues teniendo la misma sonrisa de cinismo que hace cuarenta años – contestó el recién llegado, al mismo tiempo que se echaba la capucha hacía atrás dejando ver su rostro. Una expresión de horror salió de todos los presentes, excepto de D. Anselmo y Dª Blanca, pues inmediatamente supieron a que había venido.
-Sí, señoras y señores, soy Lucifago Rofocale y he venido a cobrar la deuda contraída por este consejo de administración cuarenta años atrás. ¿O ya no se acuerdan?
– La mayoría de los aquí presentes no estaban entonces – añadió Dª Blanca intentando justificarse.
-Da igual, el trato fue con el consejo, independientemente de quienes estén o no – respondió Lucifago.
– ¿Y no podría usted concedernos una prórroga? – preguntó intentando aligerar el ambiente D. Marcos Barbadillo.
– Lo siento hijo mío, pero un trato es un trato, yo he cumplido mi parte y los he hecho inmensamente ricos a costa de los demás, pero el plazo ha vencido y quiero cobrar lo que se me adeuda. Junten todos las manos y repitan conmigo: <<Yo pedí al diablo y el diablo me lo concedió, ahora saldo la deuda entregando lo que se pactó. Que mi alma sirva al señor de la luz por toda la eternidad>>.
-¡Horror, esto es una broma de mal gusto, pero si no tienen alma! – gritó Lucifago mientras huía despavorido del lugar.
-Qué hábil estuvo usted D. Anselmo pactando con el Diablo, qué hábil – sentenció Dª Blanca.

OMAR R LA ROSA

El político
(Charlas en la cafetería)
– Buenas, de que va la cosa – saludó la recién llegada.
– De trabajo, siempre lo mismo, trabajo y más trabajo – se quejo una de las presentes.
– Esto no es vida – afirmó la otra y las tres estallaron en una carcajada. El chiste era viejo, muy viejo, pero no dejaba de causarles gracia.
– ¿Salen o regresan? –
– Salimos, de casualidad a las dos nos han tocado casi las mismas coordenas. ¿Y tú? –
– De regreso, ha sido un transporte…”trabajoso” …. – e hizo un gesto con las manos, como si hiciera falta enfatizar.
– ¿Alguien importante? –
– No, un pobre engreído, uno que se creía que era inmortal y de pronto se las tuvo que ver con migo. Normalmente esos tipejos suelen ser unos pesados, pero este…este se esforzó mucho, creedme –
– Cuenta, cuenta – Pidieron las dos intrigadas – Aun tenemos tiempo…jajaja –
– Ah, veo que están divertidas hoy – se rió también, como si el tiempo existiera para ellas.
– Pero bueno, si se invitan algo les cuento –
– No se diga más ¿Qué tomas? –
– Un respiro – y la risa volvió a brotar de sus desdentadas bocas.
– No, en serio, un café estará bien – pidió, y comenzó a comentar su último trabajo.
– El tipo era un caudillo hispanoamericano, de uno de esos países en que se disgrego el imperio español cuando reino el inútil deforme, al que nunca entendí por que llamaban el deseado… – La cara seria de sus compañeras le hizo ver que estaba divagando.
– En fin, estos tipos que dicen ser democráticos pero que se comportan como reyezuelos abundan por allí en estas épocas –
– Sí, si eso lo sabemos, buen trabajo nos dan con sus maneras de someter a la gente que dicen representar –
– Este también, pero tenía algo especial…una forma de ser capaz de convencer a cualquiera, carisma que le dicen –
– Uy sí, eso se da muchísimo por ahí –
– Si, empezó con aquello de que todavía no podía venir (como si alguien le hubiese preguntado), que tenía que ayudar a no sé qué pueblo que había sufrido una catástrofe y no sé cuantas cosas más. Argumento como un político de ley (que es lo que era)… – tomo un sorbo de café.
– Tendrían que haber estado allí, escuchar su voz, ver sus ojos, sus gestos, con decirles que me convenció –
– ¡¿Te convenció?! –
– Bueno, bueno, convencer, convencer no, tenía una larga lista de almas que recolectar en el lugar así que le di una semana, bajo promesa de que me vendría a ver cuando pasara ese tiempo –
– Ah, e imagino que al cabo de esa semana se presento ante ti y te acompaño –
– No, ni soñar, ¿Dónde has visto un político que cumpla lo que promete? No, de ninguna manera, así que pasada la semana no me quedo otra que presentarme de nuevo ante él. – tomo otro sorbo de café.
– Tendrían que haberle visto la cara cuando me le aparecí diciendo «¡Sorpresa, he vuelto!» … – hizo otra pausa, que aprovecho para terminar el café y concluyó – Yo no soy ninguna política –
– Nos consta – asintieron las otras.
– Si hay algo que odio es la falsedad. Lo que digo lo cumplo – se había puesto seria – bueno me voy a entregarlo – dijo indicando la piltrafa que traía atada del cuello.
– ¡Qué tengáis una buena faena! –
– Gracias hermana, y…descansa, si te tomas el trabajo tan a pecho te va a dar un infarto – las tres volvieron a reír de la humorada.

ANGY DEL TORO

EL PARÍS DE MIS SUEÑOS
Ana siempre había sido una apasionada de la moda y el diseño, pero nunca había tenido la oportunidad de seguir su sueño. Un día, Ana recibió una sorpresa que cambiaría su vida para siempre, una carta de su tía, quien vivía en Francia, la invitaba a pasar el verano con ella en París.
Esta sería la ocasión perfecta para explorar la ciudad de la moda y aprender de los mejores diseñadores del mundo. Se comunicó con la línea aérea, sacó un boleto de avión y pasó todo el verano en Francia, donde aprendió y mejoró sus habilidades de diseño. Trabajó en su primera colección y la presentó en una pequeña exhibición en el centro de París. La colección fue un éxito rotundo.
Cuando llegó el momento de regresar a casa, Ana estaba triste por dejar a su tía y su nueva vida en Francia, sabía que tenía que volver a la realidad. Regresó a Galicia donde fue recibida por su familia y amigos con los brazos abiertos. ¡Sorpresa, he vuelto! pero advierto que no estoy sola, he conocido, en París, a Adrián, un chico francés y les confieso que me he enamorado.
Ana y Adrián mantenían su relación a larga distancia y se escribían todos los días, esperaban ansiosos el momento en que pudieran estar juntos de nuevo. Un día, mientras Ana estaba en su casa, recibió una agradable sorpresa. Era él, su chico, que la llamaba al móvil diciéndole que había reservado un vuelo a España. No podía creerlo ¡Adrián volvería a su vida!
Ana lo recibió en el aeropuerto y juntos, pasaron una semana mágica en la que exploraron varias ciudades de España. Ella sabía que tenía una decisión difícil que tomar. ¿Debería dejar todo en España y volver a Francia? Ana tomó la decisión de seguir su corazón y regresar con Adrián a París. Que extrañaría a su familia, pues claro que sí, pero tenía que seguir su sueño, él la amaba y, además, la apoyaba. Y así, regresaron a Francia, pero esta vez no para unas vacaciones, sino para comenzar una nueva vida, perseguir sus sueños y convertirse en diseñadora de modas.
Cuando Ana llegó a Francia para estar con Adrián, no sabía que su vida cambiaría de una manera tan radical. Él le presentó a Marie, quien era la dueña de una casa de modas muy famosa en París. Durante los primeros días, se dedicaron a visitar la ciudad y a disfrutar de su amor, pero, poco a poco, Ana comenzó a darse cuenta de que su chico tenía un comportamiento extraño. Siempre revisando su teléfono, hablaba en privado con su interlocutor y llegaba tarde a casa.
Una noche, cuando Adrián salió de la casa, decidió seguirlo. Sorprendida le vio entrar a la Casa de Modas de Marie, se ocultó detrás de un árbol y alcanzó a ver que dentro, Adrián y Marie se abrazaban y besaban. Traicionada y herida, pidió explicación; el chico le reveló que se había casado con Marie por motivos de negocios y que no la amaba, pero que la situación era muy complicada y no podía dejarla.
Adrián le había mentido todo el tiempo. Por un lado, quería que su relación continuara, pero, por otro lado, estaba casado con la dueña de la casa de modas para la que ella trabajaba. Después de una noche de insomnio y dolor en su corazón, decidió enfrentar la situación. Adrián le suplicaba que su relación no terminara e insistía en que él sabía que Marie no lo dejaría, pero que a quien amaba era a ella.
Finalmente, Ana tomó la decisión de volver a España. No quería ser parte de una situación tan complicada. Aunque le dolía, estaba convencida de que era lo mejor para ella. Ana volvió a trabajar en su colección de modas, pero esta experiencia jamás la olvidaría. Sabía que no debía confiar en cualquiera y que, de ahora en lo adelante, seguiría sus instintos. Aprendió la lección de que el amor no siempre es fácil y que a veces, es mejor enfrentar la verdad, por muy dolorosa que ésta sea.
Con el tiempo, Ana se convirtió en una exitosa diseñadora de moda y, reconocida también. Aprendió que la verdadera felicidad está en seguir los sueños y sentirse fiel con uno mismo.

MARÍA JOSÉ AMOR

Creía que nunca iba a volver a pisarlo.
Lo recordaba con añoranza ya que aquellos años de infancia y adolescencia pasados en su recinto fueron para mí extraordinarios, especialmente los últimos en que se nos dejaba libertad de todo tipo.
Capitaneadas por Pili, montábamos obras de teatro inventadas, canciones-himnos del curso donde salían a relucir las peculiaridades de profesoras y alumnas, y, con todo esto, éramos capaces de estudiar como locas ya que las asignaturas eran tremendamente fuertes pues nos tocó el Bachillerato de las dos Reválidas seguidas de un Preuniversitario, lo que suponían noches de estudio hasta horas intempestivas, acompañadas por un termo de café y a veces hasta ¡anfetaminas! que nos vendían sin receta acompañadas de ánimos del farmacéutico que nos las dispensaba, deseándonos mucha suerte en el examen.
Y un día, todo esto se acabó. Dejamos de ser colegialas para convertirnos en adultas siendo aún adolescentes.
Pasaron los años, hubo bodas, hijos, nietos, muertes, desgracias y alegrías, triunfos y fracasos.
Aunque los primeros años volvía a veces a ver a las profesoras que todavía estaban allí, poco a poco el trabajo, la familia y la distancia me hicieron distanciar sin volver allí desde hacía mucho tiempo, no por afán de ruptura sino por no tener un momento libre. Pero el gusanito de volver daba pequeños avisos de tanto en tanto sin llegarme a decidir.
Así que, al recibir un día una circular del Centro convocándonos a todas las antiguas alumnas a la conmemoración de los veinticinco años de la inauguración del Polideportivo que yo no había visto me dije: ésta es la ocasión,
Llegué intrigada por ver loa cambios habidos en tantos años. Pero de repente, la curiosidad de trocó en…no sé cómo definirlo, creo que algo mágico. Comencé a subir las escaleras de acceso y, repentinamente me vi otra vez vestida de uniforme, cartera con libros, libretas, lápices, gomas de borrar y demás enseres colegiales y rezando “Acordados o piadosísima Virgen María…” para que el examen final de Física me fuese bien. Repentinamente, mi vestimenta cambió viéndome con traje de deporte subiendo al autobús que nos conduciría a…al lugar donde iríamos de excursión, pero a su vez, vez, me vi vestida con un traje de mi madre, representando a una señora mayor en una obra de teatro o, , escaparnos un grupo en mogollón a comprar un helado en una tarde ya calurosa de junio gritando: “Fuenteovejuna, todos a una” ,dejado sin palabras a la monja que vigilaba la puerta o, tanta y tantas otras miles de cosas más circularon a la vez por mi mente mientras algo misterioso sonaba en mi interior diciendo:
¡HAS VUELTO!
Y sí he vuelto a ser aquella cría con ganas de hacer, de descubrir, de divertirme, de gritar de alegría ante una buena nota, de llorar por un castigo, de ponerme con los nervios de punta porque iba a salir con aquel chico que conocí el otro día en una fiesta y no sabía qué decirle, de organizarme para el sábado a la tarde ir al cine con unas de la clase ya que antes tenía que ir a felicitar a la abuela que era su Santo; soñar en que en la fiesta de fin de año volvería a encontrarme con aquel chico que al final de aquel guateque, cuando ya tenía puesto el abrigo ¡se empeñó en que bailase un rock and roll con él… esas y ¡tantas cosas!
Y me ví a la vez pequeña con canciones infantiles de fondo mientras intercambiaba los cromos de los chocolates Nestlé o trepando por la morera del patio del cole para coger hojas que daría a los gusanos de seda.
Porque fue una mezcla de épocas distintas que representaron años mágicos en mi vida.
Y entonces, ya vuelta a la realidad, seguí subiendo las escaleras con el grito interior de: ¡Qué sorpresa, he vuelto! ¡SORPRESA, HE VUELTOOOO!

LOLI BELBEL

LA AMISTAD ORIGINAL
Y estaba Dios preparado para dar una compañía a Adán, intentado sacarle una costilla, cuando se oyó una voz poderosa saliendo de latierra .
-¿Qué vas a hacer, Dios? A Eva la voy a crear yo a mi imagen y semejanza.
– ¿Y tú quien eres para darme órdenes?
-Soy tu conciencia y como tal has de hacer a la mujer el ser más fuerte de la creación.
Fue tal la contundencia de la voz que Dios no se lo pensó dos veces y creó a Eva, una mujer bella, sabia y fuerte. Mientras, Adán paseaba elegante y despreocupado por la orilla del río. Cuando iba a coger unos frutos de un árbol, resbaló y cayó al suelo, entonces vio acercarse a Eva quien después de mirarlo fijamente, se dispuso ella misma a coger dichos frutos, con una habilidad pasmosa. Comieron juntos y se echaron a dormir. A la mañana siguiente caminaban hacia un bosque cuando se oyó una voz desde el cielo.
– Podéis comer todos los frutos del bosque menos los de este árbol. Si lo hacéis seréis castigados.
Llegó la noche y mientras dormían se apareció de nuevo la serpiente intentando tentar a Eva a que cogiera esa fruta del árbol prohibido; «sorpresa, ¡he vuelto!» -profirió con su lengua viperina- ; pero ésta, harta ya de oírla le dio una patada y la reventó.
– Muy bien Eva, – dijo la voz de la conciencia. Tu fuerza interior te honra. Ibas a ser la causa de todos los males del mundo. Algo que íbamos a denominar «pecado original.» Pero a partir de ahora viviréis tranquilos en el paraíso.
Un día mientras se bañaban felices en el río, con una sonrisa de complicidad y una mirada pícara entre ellos, Adán guardaba en su mano izquierda una manzana mordida que pasó tranquilamente a Eva, que la siguió mordiendo bajo la risilla traviesa de Adán, creándose entre ellos el primer lazo de amistad de la historia.

AMPARO SORIA

-Lunero-
– ¡Ahí te quedas, maldito bicho!
Ángela presionó con fuerza y rabia hacia abajo, hasta verlo desaparecer en el contenedor de residuos orgánicos ¡Deseaba que lo trituraran, que lo dejaran en nada! Que nadie tuviera la oportunidad de reciclarlo. Por ese motivo decidió meterlo en dicho contenedor. Lunero, el búho de tela relleno de plumas grises y negras que compró en unos de sus viajes en un mercadito, le había hecho la vida imposible. Sí, un simple muñeco de tela. Cómo era lógico, nadie la creía. –yo no estoy loca. –se decía ella.
Ángela no tardó en darse cuenta que desde que aquel búho entró en su casa, los accidentes domésticos eran continuos; un buen tajo en la mano con el cuchillo, un cristal que se clavó en la espalda, un golpe en la cabeza con una puerta abierta, una caída de una escalera metálica, que por suerte solo sufrió un golpe en la cadera con hematoma… ¿Sería un búho maldito? Además, en cada accidente, Ángela escuchaba un susurro que le ponía la piel de gallina. Tan solo eran dos palabras que no entendía, pero la llenaban de angustia. Pero al fin se sintió aliviada y tranquila después de deshacerse de él.
Se tumbó en el sofá feliz y cerró los ojos – ¡Sorpresa, he vuelto! –escuchó cerca de su oído cómo un susurro. Abrió sus ojos espantada. Allí estaba el búho, frente a ella, en la repisa de la ventana observándola.

EDUARDO VALENZUELA

En la penumbra del sótano, un grupo de hombres se miraba las caras sudorosas. Sus ojos no podían ocultarlo, estaban asustados, estaban aterrados.
―¿Qué haremos ahora? ―dijo el más joven de ellos.
―Nada ―respondió el más viejo― No haremos nada. Permaneceremos aquí, en este sótano, sin salir.
―¿Hasta cuándo?
―Hasta que nos olviden.
―Pero no fuimos entrenados para ocultarnos como cobardes. Debemos salir, debemos cumplir la misión.
―Entiende, ¡todas las tropas nos están buscando! Si nos capturan seremos hombres muertos ¿Cómo podremos cumplir la misión si estamos muertos?
―Pero él nos dijo…
En ese momento todos se sobresaltaron al escuchar un fuerte ruido proveniente de la planta superior. ¡Alguien había entrado a la vivienda!
El hombre mayor cruzó su dedo índice sobre los labios y levantó las cejas, abriendo los ojos (¡lo más que pudo!) para enfatizar a todos la señal de guardar silencio.
Las miradas de los hombres se clavaron en la vieja techumbre de madera, que crujía acusando cada paso del misterioso visitante. Los pasos avanzaron cruzando el techo por completo hasta detenerse en el extremo donde estaba la puerta de entrada al sótano. Todos contuvieron la respiración… hasta que oyeron una sucesión de golpecillos sobre la puerta.
―¡Soy yo! ―se escuchó una voz delgada, desde arriba.
Suspiraron aliviados y el hombre mayor le dio un vistazo al que estaba más cerca de la escala. Le asintió con la cabeza. Esa era la señal que el otro esperaba para subir cuidadosamente por los peldaños y quitar la traba de la puerta.
―Les traigo alimentos ―dijo una mujer madura, asomándose al sótano a la vez que mostraba una cesta.
―Nos has dado un gran susto… ¿Estás segura de que nadie te ha seguido?
―Segura ―respondió ella, sintiendo las miradas de desconfianza que ya la condenaban sin siquiera haberle hecho un juicio.
―¿Cómo está todo allá afuera?
―Peor que nunca ―dijo la mujer―. Creo que han llegado refuerzos para encontrarlos. Tienen instrucciones de actuar sin piedad… Pronto este lugar ya no será seguro.
El hombre mayor miró severamente al más joven y dijo.
―Permaneceremos aquí, sin salir, todo el tiempo que se pueda.
***
Los días y noches se sucedieron, tensos. Cada momento podía ser el último. En ocasiones oían claramente las voces o el crujir de los carros de guerra de algún destacamento que pasaba. El miedo los iba consumiendo, carcomía sus entrañas, socavaba sus espíritus.
Abatidos y apesadumbrados, ya se preparaban para abandonar toda esperanza. Hasta que una tarde, la mujer que los ayudaba trajo una alarmante noticia…
―¿Estás segura de lo que nos dices? ―le preguntó uno de ellos.
―Sí, lo acabo de oir. Los soldados ya recibieron las órdenes. Mañana van a esculcar toda esta zona. No dejaran piedra sin revisar.
―Entonces,… creo que esta podría ser nuestra última noche ―habló el líder de los prófugos y luego bajó la vista con resignación―. ¡Hemos fracasado!… El que quiera marcharse de aquí y salvar su vida, ahora puede hacerlo. Yo no se lo impediré.
―¿Qué pasa contigo?¿Cómo puedes hablar así? ―replicó la mujer, con vehemencia― Todos ustedes debían cumplir la misión. Y él te encomendó a ti mantener viva la esperanza. ¿No te da vergüenza?
―Yo…¡No puedo con esto solo! ―lloriqueó el hombre.
―¿Quién dijo que ibas a hacerlo solo? ―continuó la mujer― ¡Él dijo que volvería! ¿Es que acaso no confías en que él volverá para ayudarnos?
―Él no volverá, ¡entiéndelo, mujer!
―¿Por qué no habría de volver?
―¡Porque él está muerto! ―Todas las miradas se clavaron en el hombre, que pareció empequeñecerse al confesar a viva voz lo que ya todos sospechaban― ¡Sí, muerto muerto!
Un rumor de lamentos se apoderó del sótano.
―¡Yo lo ví morir, con mis propios ojos! ― continuó diciendo, entre lágrimas, el líder caído.
De pronto, se escuchó una fuerte ráfaga de viento y la puerta del sótano se abrió con un sonoro golpe.
Un hombre joven entró con los brazos abiertos y dijo:
―¡Sorpresa, he vuelto! ¡La paz sea con ustedes!
Al verlo, Pedro, el líder de los prófugos, se arrojó a los piés del recién llegado, llorando de alegría.
―¡Rabí! ¡Jesús! ¡Señor mío!

GRISELA SIERRA

He vuelto
Está mañana regresé de mis correrías. Volví con paso lento y cansado y me detuve despacio en el marco de la puerta. Esperaba una reprimenda de papá por haber estado tantos días fuera de casa sin avisar, pero noté que él ya se ha acostumbrado a mis ausencias y apenas levantó la vista del periódico que estaba leyendo. Mamá, en cambio, me salió al paso dando gracias a Dios porque he vuelto sana y salva. Ella se preocupa demasiado cada vez que hago mis incursiones, piensa que es demasiado peligroso que una joven ande de noche sin más compañía que su sombra; y como a mí me gusta volver a casa con la luz del sol, ella siempre pone el grito en el cielo. Pobre mamá, todavía no puede comprender que a mí me gusta el misterio y que desde que mi abuelo me contara sobre la existencia de los hombres lobo, necesito hacer mis exploraciones cada luna llena; me encantaría toparme con alguno de ellos y platicar con él largo y tendido, hablar de sus alegrías, pero también de sus tristezas y de esa doble vida que les da ventaja sobre nosotros, pues gozan de los placeres como hombres y tienen la astucia, la sabiduría y la solidaridad de los lobos.
—¿Qué te pasa? No te quedes ahí parada y termina de entrar.
Pobre mamá, aún no sabe en que condiciones he vuelto; todo ha sido culpa mía por desobedecerla.Ella me lo dijo muchas veces: el bosque está lleno de cazadores y los lobos no debemos andar fuera de casa hasta el amanecer.

ARITZ SANCHO MAURI

Involución
Que alguien me demuestre como en millones de años de evolución como especie hemos llegado a la cima de esta y desde esta generación o la anterior tenemos menos coeficiente intelectual y menos habilidades.
Que alguien me explique como la mayoría de la población acepte y normalice estupideces como que censuren la parte más bella de un cuento con el simbolismo de algo tan bello como el enamoramiento mediante un beso por no ser consentido, así está el humanismo.
Que alguien me explique porque alguien que supuestamente lucha por unos derechos sea empujado se rasguñe al caer y se dedique a lloriquear, antagonizar, odiar sistemáticamente por la barrera límite de su espejo mental que no es capaz de romper, sin saber lo que es levantarse conceptualizando que igual tiene que tropezar mil veces hasta conseguirlo.
Que alguien me explique porque la gente ilustre que ha podido aportar más cambio en la humanidad le ha importado lo más mínimo ser repudiado, etiquetado de loco, estar aislado en la época en la que vivía, incluso vivir en la miseria y el anonimato, arriesgar su vida en reiteradas ocasiones han sido grandes referencias y exponentes importantes en parte de esta evolución ahora aparece en los libros de historia, en campos como la ciencia, física, química, medicina, psicología, filosofía, investigación, música, arte, creación, geografía, literatura, astronomía, política solo han luchado por llegar más lejos que el resto sin ver la vida como una competición sino como una aportación.
Que alguien me explique como las enseñanzas familiares de padres a hijos, culturales, oficios, secretos, recetas, remedios naturales de todos estos millones de años de evolución ahora son tachados de retrógrados cuando preferimos que lo haga una pantalla.
Que alguien me explique como alguien que defiende a las minorías, la igualdad no sea capaz de respetar una opinión opuesta sin cuestionarse la suya propia. ¿Para cuándo una ONG para los negacionistas?
Que alguien me explique que toda esa gente que ha puesto en peligro su carrera por no seguir la corriente de una marea oceánica, que se ha creído el cuento del miedo de que venía el coco y si no se dormía le harían daño. Que alguien me explique porque ha habido gente que ha permanecido despierta, que no tenía miedo, que solo ha querido abrir ojos, destapar bocas, abrir oídos, proteger del miedo, que se ha cuestionado quién es el coco, si existe, porque tiene esa fama e incluso porque el coco no puede ser mi amigo o quizás se ha vuelto malo porque nadie quería dormir con él y solo necesitaba un poco de cariño.
Que alguien me explique como el feminismo de postal ha degenerado en un antagonismo de género que está antes que la biología, el rol de cada ser, si en el principio del árbol genealógico somos la misma familia, la mujer es capaz de traer la vida, las que han estado en la sombra bajo pseudónimos masculinos, las personas que hacen las cosas con más cariño sois vosotras, que habéis despertado insomnios, aportado por igual y me atrevería que decir hasta más no entienda que la misma sangre fluye por nuestro ser, el ver a alguien sin lentes ni filtros opacos, indiferentemente de su sexo, orientación, creencia, religión y no coexista en admiración mutua, aprendizaje, entendimiento, cooperación, solidaridad, humildad, y confianza ha sido la base de la prosperidad.
Que alguien me explique como un cambio radical en lo social o los derechos de los trabajadores o las personas en toda la historia evolutiva de estos millones de años de evolución ha sido financiado con cantidades multimillonarias de dinero por un gobierno oculto en una pseudodemocracia
Que alguien me explique como alguien que defiende ser progresista, ecologista, recicle, cree que esté obrando bien se considere buena persona, se crea cualquier propaganda sin saber que nos fumigan como a cucarachas, que la manipulación climática existe porque hay pruebas, patentes, documentos, te haya podido desear la muerte, etiquetarte o creerse superior a ti si permite que cada vez haya más gente que pase hambre, frío e injusticia.
Que alguien me explique como en esta actualidad del mundo un analfabeto al que le cuesta no babear al pronunciar pueda ser un ídolo de masas, se le pueda llamar artista incluso hasta pueda ganar premios mundialmente reconocidos.
Que alguien me explique como alguien que estuvo en las acampadas como indignados haya terminado conformándose con votar a un partido para recoger el campamento y conformarse con vivir peor.
Que alguien me explique porque la gente que busca respuestas o realmente ofrece un cambio es silenciada
Que alguien que me explique porque una basura, como el libro o el disco más vendido o cualquier contenido patético, tenga muchos más me gusta que algo de verdadera calidad y distinción.
Que alguien me explique como un padre o alguien que defiende el derecho de los niños permite que en el colegio adoctrinen a su hijo, con políticas de promulgación de la disforia de género, programación para ser un esclavo del sistema mediante técnicas similares a mkultra las cuales han evolucionado y no sea capaz de oler que el próximo paso será normalizar la pedofilia.
Que alguien me explique porque un vegano no respeta al que puede cometer carne cuando esta demostrado científicamente que las plantas sienten, se comunican y recuerdan.
Que alguien me explique como alguien puede llenarse la boca de hablar de democracia y progreso, vaya a votar como votonto creyendo que está ejerciendo algún derecho cuando vivimos en una dictadura encubierta donde no existe separación de poderes y la agenda, sea cual sea el color que gobierne sigue siendo la misma.
Que alguien me explique como se pueden consentir políticas de sexo con animales; que viva el amor, pero puedas permanecer preso por comerte una rata o no puedas criar a una especie de perro específico porque te ponen trabas.
Que alguien me explique como a un ganadero o agricultor le cobren un impuesto al CO² por tener vacas, le paguen una miseria por sus cosechas, lo linchen a impuestos y la mayoría del dinero se lo lleva alguien que no genera nada.
Que alguien me explique como hay gente que puede dormir con la conciencia tranquila sabiendo que vive en una mentira y la verdad es única y le convierte en un ser libre.
Que alguien me explique como un producto alimenticio cuyo marketing fue ingenioso, incluso parte de nuestra infancia, como el conguito, o la pantera rosa se tache de racista o xenófobo, cuando ni siquiera nos preocupamos por toda la gama de químicos cancerígenos y venenos autorizados en lo más mínimo.
Que alguien me explique porque cada vez hay más enfermedades y las empresas farmacéuticas no busquen algo tan sagrado como curar y sean parte de las empresas que más beneficio generan
Que alguien me explique como cualquier gilipollas que su única neurona sea exhibir su cuerpo pueda ser influencer y alguien que realmente tenga algo que decir, mostrar o pueda follarnos la mente no cause ninguna trascendencia.
Que alguien me explique como estamos buscando vida inteligente en otros planetas cuando la estamos perdiendo en el nuestro.
¡Sorpresa! He vuelto para dar mucho de que hablar.

PABLO CRUZ ROBLES

Gantz
Por fin lo recuerdo todo. Aquella esfera negra, los 100 puntos, los alienígenas… Durante años creí que todas esas imágenes grotescas que taladraban mi cerebro no eran más que fruto de alguna pesadilla pasajera. Pero me equivoqué, y he tenido que morir otra vez para recordarlo.
La sala de preparación se mantenía igual que hacía un año, cuando morí por primera vez. Sabía que esto no podía ser un sueño, y aunque suene extraño, me sentí como si estuviera en mi auténtico hogar.
Quizá tenga una suerte pésima, o quizá alguien disfrute viéndome jugar a esta mierda; el caso es que he vuelto, y pienso conseguir de nuevo los 100 puntos.
La sala de preparación conservaba su estética al más puro estilo de salón japonés. Toda diáfana salvo por la enorme y pulida esfera negra que reposaba al fondo de la sala: «Gantz».
Por las ventanas se podía observar la ciudad de Tokio iluminada en la negrura de la noche, pero sabía que era inútil salir de aquella habitación, al menos hasta que «Gantz» decidiese teletransportarme al exterior.
Un zumbido, como el que pudiese emitir un fax, empezó a escucharse por toda la sala. Este estaba acompañado por un haz de luz que, poco a poco, iba teletransportando los cuerpos de los jugadores: Muertos recientes, como yo.
— ¿Eh? ¿Qué coño es esto?
Dijo uno de los primeros en aparecer.
— ¡Mama! ¡No quiero morir!
Gritaba el siguiente, que apareció arrodillado y empapado en lágrimas.
— ¿Es esto el cielo?
Preguntó un anciano al poco de materializarse y observar perplejo el salón en el que se encontraba.
La sala fue llenándose poco a poco hasta que ya no hubo más jugadores. Conté a 7.
Decidí hacerme el tonto, como si fuese mi primera vez. Pronto, uno de los jugadores, que venía con su traje equipado desde casa, alzó la voz:
— Está bien, ¡Escuchadme! — Todos se giraron hacia él, todos menos yo. — Si estáis aquí, es porque todos habéis muerto — Se empezaron a escuchar murmullos acompañados por expresiones interrogantes. — Dentro de poco esa esfera negra se abrirá, en su interior hay trajes y armas. Debéis equiparos con ellos.
Alguien del público levantó la mano.
— ¿Sí? ¿Cuál es tu pregunta?
—¿De qué va esto? ¿Es algún tipo de programa de la tele?
— Me temo que no, será mejor que me hagan caso antes de que empiece el juego.
—¿Juego? ¿Qué juego?— Dijo uno de los tipos con semblante furioso.
— ¿Y quién eres tú para darnos órdenes? — Inquirió una muchacha.
Mientras aquel tipo intentaba explicarles de qué se trataba todo aquello, yo no podía evitar reírme a carcajadas por dentro. A juzgar por sus nervios, y por como le sudaba la frente, pensé que debería llevar una o dos misiones como mucho. No sería difícil quitármelo de en medio. En cuanto al resto del grupo, era casi seguro que más de la mitad no conseguirían sobrevivir a la primera misión.
Cuando la discusión entre el chico del traje y el resto del grupo empezaba a acalorarse, la melodía de presentación comenzó a sonar desde la esfera.
«Un nuevo día comienza para ti, así que ponte a sonreír…»
De repente, todos callaron y se acercaron a la bola, que se abrió de par en par, mostrando una amplia variedad de armas futuristas, y siete cajas con los nombres de cada uno de los jugadores.
El centro de la oscura esfera comenzó a emitir un brillo que se transformó poco a poco en unas letras de color verde chillon:
«Vuestras vidas han llegado a su fin, lo que pase de ahora en adelante, depende únicamente de mí. En teoría»
Las letras se disiparon y la imagen de la que sería nuestro objetivo a eliminar presidió toda la mitad de la esfera. Miré la foto y noté como el más gélido de los escalofríos recorría mis entrañas. ¡Era mi cara!, y a su lado ponía:
Alienígena Pablo
Le gusta:
– Holgazanear
– Fumar
– Escribir
Habilidades:
– Tramoyista
Frase favorita:
– He vuelto
¡Buena suerte!

MARTA SUÁREZ

Estaban todos reunidos en la sala de reuniones de la empresa esperando a Cristina la secretaria. Raul era un empresario muy importante, su vida no siempre había sido como ahora, muchas veces de niño se había ido a la cama con hambre, había sido vendedor en las calles, hasta que un día tuvo un golpe de suerte invirtió el poco dinero que había podido juntar en una empresa con su amigo y ahora tenía fábricas en varios países eso lo hacía viajar cada tanto. Pero esta vez fue diferente él se fué por una semana le había dicho a Elvira su esposa, pero a los dos días de haber partido para Francia les llegó la noticia de que había fallecido, al parecer de un ataque cardíaco. Cristina la secretaria y Ramirez el abogado de la empresa traerán las cenizas de Raúl. Elvira y su familia Natasha una joven malcriada que no hacía más que gastar dinero en vestidos, zapatos,joyas,etc. Gastón el hijo menor, que despilfarraba el dinero en fiestas y amigos. Y su hijo mayor Eduardo que trabajaba con su padre en las oficinas, Eduardo era un buen hijo, pero su esposa Florencia se había casado con él por su dinero y hacía de él un hombre manipulado, al que manejaba a su antojo. -¿Qué haces aquí?- dijo Natasha mirando a su cuñada. -Yo vine a acompañar a mi marido -replicó Florencia. -Cállense, debemos pensar en cómo vamos a repartir todo -dijo Elvira, quien era quizás la que más despilfarraba el dinero de Raúl, a mí me debe tocar la mayor parte por ser la esposa, además de que lo soporte durante tanto tiempo, me lo merezco. -A Eduardo le deben dar la empresa y las fábricas porque él trabaja aquí, -dijo Florencia mirando a su marido que callaba. -Tú quien te crees que eres -gritó Natasha -las fábricas y la empresa se van a repartir y yo quiero la de Italia. -El Ferrari es mío- dijo Gastón- y ya les digo que la casa en la playa también. Así siguieron discutiendo hasta que entraron Cristina y Ramirez con una pequeña caja de madera, -Estas son las cenizas del señor Raúl señora- dijo Cristina dándole la caja a Elvira. -¡Ay! no querida haz lo que quieras con ellas -Contestó Elvira a la secretaría, empujándole la caja -y ahora lo importante, Ramirez cuando nos leerá el testamento? -Si quiere ya mismo señora -contestó Ramirez, sacando una carpeta de su maletín. -Si, si por favor -contestaron todos a la vez. -Bien -dijo Ramirez -comencemos , yo Raúl barrera en plenas facultades… -Deje el protocolo y pase a lo importante -dijo Elvira. -Como usted diga -contestó ramirez- a mi hijo Gastón, lo he inscripto en una universidad y hasta que no obtenga su título no recibirá ni un céntimo, además para que sea más confortable el traslado de la casa a la universidad… A Gastón se le alegró la mirada, -me ha dejado el Ferrari pensó – continuó leyendo Ramirez -le dejo el primer auto que me compre, el SEAT 600 y tendrás que vivir con tu madre mientras terminas tus estudios, y sino tendrás que buscarte un empleo de medio tiempo . Gastón estaba furioso. -No puede ser viejo maldito -gritaba enojado. -Puedo continuar- pregunto Ramirez. -Si, si dijo Elvira -continúe, siéntate y calla- dijo mirando a su hijo. Ramírez arregló su garganta y siguió -A Natasha, como se que le gusta mucho la moda e Italia, la inscribí en un instituto de diseño en Italia dónde aprenderá a coser su propia ropa. -No puede ser porque me hace esto! – Natasha estaba tan enojada. -Además mi amigo Giuseppe le dará empleo, techo y comida en su restaurante, para que pueda mantenerse y pagar todos sus gastos. Natasha estaba tan furiosa que lloraba. -Cállate -gritó Elvira – continúe Ramirez. Y Ramirez siguió leyendo -A mi hijo mayor, Eduardo, merece mucho más de lo que le voy a dejar, porque es un buen hijo y es muy trabajador, se que tarde o temprano va a tener mucho más de lo que le pueda dejar yo, a él le dejó su empleo en la fábrica, pero quiero que empiece de abajo con un empleo y un sueldo de operario, ya no estará más en las oficinas y a su esposa Florencia a la que tanto le gusta disfrutar de mi dinero, le dejó un puesto de limpiadora en las oficinas, así podrá ayudar a su esposo con los gastos de su hogar. Natasha comenzó a reír, mientras Florencia gritaba -viejo estúpido, quien se cree para tratarme así. -Callate tienes lo que te mereces – contestó Elvira pensando que ella sería la heredera universal – siga Ramirez ,siga. -A mi amada esposa Elvira,- continuo Ramirez, mientras Elvira sonreía, -por todos los años que me ha soportado, le dejo, la casa, en la que vivía con sus padres cuando la conocí, y una pequeña pensión como para pagar los gastos, la casa está un poquitín deteriorada pero creo que con una pintadita se arregla. Maldito imbécil -gritaba Elvira -maldito seas. Todos estaban furiosos gritando y discutiendo no sabían que en la habitación de al lado alguien espiaba a través de las cámaras, cuando Gastón tomó del cuello a Ramirez, el espía decidió salir de su escondite la puerta se abrió y.- ¡Sorpresa!. He vuelto- gritó Raúl a su familia. -Yo sabía -dijo Elvira, sorprendida -no podía ser, ¿qué clase de broma es esta?. -Ninguna broma, de ahora en adelante, esa es la vida que tendrán, -contesto Raúl -este viejo maldito, estúpido e imbécil se canso de mantenerlos.


TUHORA LLEGA

!SORPRESA, HE VUELTO!
De recuerdos, nutro de forma incansable, el presente de una vida plena de ausencia. Llorar… Sentir la existencia terrenal, presente y anhelante, de aquellos momentos vividos, acongoja mi alma dispuesta al suicidio. Antes era yo, ahora soy trapo mecido.
¡Sorpresa, he vuelto a desear la vida!, me digo mientras caigo del séptimo piso… Ahora me arrepiento. La calma eterna espera mi abrazo y me cago las patas abajo. Qué tonta he sido…
El coche me espera, ¡ay que me lo como, Dios mío! No me he peinado… Yo que siempre he pensado: “antes muerta que sencilla”, me parto de la risa, yo sola.
Qué, gracia… La cafetera se ha quedado encendida y el café con leche, se lo beberá el vecino. Si lo llego a saber, lo traigo conmigo.
Adiós, mundo cruel… Me giro de lado; tardo en caer… Recuerdo haber dejado la mesa puesta, mientras me estampo contra el coche.
Qué bueno, qué sincero… Lo prefiero antes que seguir viviendo. Ya es mi noveno intento. Al despertar siempre digo lo mismo ¡¡Sorpresa, he vuelto!!

GAIA ORBE

Cuando escuché en el decir de su voz: Sorpresa, he vuelto! , y mi mano acarició sus labios supe que no lo amaba. Intenté besarlo pero la alarma de lo ajeno desató en mi cuerpo la marea de la huida. Y me fui.


MARTU MONFORTE

Viajé al atardecer con lo puesto, me comí las horas buscando el mar. Buscando algo. Estaba harto, agotado de Laura, de sus exigencias, de sus escándalos.
La ruta se estiraba con sus heridas; enmarcada de plumerillos y nubes densas. Un campo de girasoles se extendía hacia los últimos rayos de sol. Pasaban cardales bajos, se acercaban pinos; enseguida se perdían. Un campo salpicado de manchas negras; vacas arrancando los escasos pastos, la sequía apremiaba. En un desvío un hombre de pechera naranja me detuvo mientras otros emparchaban los dolores del cemento. En esa espera aproveché para llamar a Cata, le dije que estaría de regreso el lunes y la buscaría a la salida de la escuela. Estaba en Córdoba, sí. Un cliente nuevo. Odié mentir, cuando mandé besos se me anudó la garganta y apagué el celular. Después de quince minutos detenido, avancé y a escasos metros vi un retorno. Traspiré. Podía volver pero seguí entre las nubes pesadas como muñecos de nieve.
Los autos devoraban el asfalto, pura ansiedad por llegar, pura ansiedad por volver. Un camión corpulento con la bandera de Argentina campeón me hizo guiños, me despertó. Puse a los Rolling. Pasaban rectángulos amarillos, otros verdes de alfalfa. Hileras de tierra arada trepaban las sierras mientras ellas buscaban el cielo. El camino serpenteaba, subía, luego bajaba, y volvía a subir. La ruta era un río metálico con la vida a cuestas, como yo. Pronto las sierras quedaron atrás; ya se olía el mar y los tiempos de recreo. Volvía, aún no sabía bien a qué.
Las nubes me amurallaban.
Dejé la ruta, entré por el camino del bosque y todo se cerró sobre mí. Me perdí, iba, volvía. No podía ser, vi pinos chamuscados, claro, era eso, los incendios habían devorado mi paisaje. Vi casas nuevas, desconocí el camino. Mi camino. Cuando asomó el inmenso médano, retrocedí unos cien metros hacia adentro; ahí estaba mi casa, borroneada de vieja, ahogada de arbustos salvajes.
-¡Sorpresa, he vuelto!- repetí tres veces y agité los brazos.
Mis palabras rebotaron en el aire.
Llovió con furia toda la noche, sacudió la casa, el bosque, el mar. El viento golpeó las ventanas y entró agua por todos los rincones. Se notaba el abandono, qué lejos quedó de aquel refugio de mi infancia.
Unas risas de chicos llegaban desde algún rincón, sacudí mi cabeza para quitarlos, mientras esperaba que el sol secara la amargura.
No había dormido nada, no tenía hambre.
Bajé a la playa a respirar el aire de sal y el aroma de pinos. El revuelo de la tormenta había traído mugre. Los botes de los pescadores se hamacaban y tocaban entre sí, estaban amarrados al muelle viejo, sin ganas. Parecía que querían soltarse y echarse al mar.
Me tiré un rato en la arena, esperé que se despejaran las nubes, el cielo encapotado no quería abrirse. Prendí un cigarrillo, no me duró nada, lo tragué. Dormí unas horas. Soñé; giraba dentro de infinitos círculos concéntricos, era un torbellino que nacía en un campo quieto; una fuerza animal me consumía, ya era un tornado, la busqué; ella huía. Ahogado, me despertaron las voces de unos jóvenes que llegaban a la playa. Me senté para despabilarme, me froté las manos hasta que enrojecieron. Me coloqué los auriculares y caminé hasta el faro.
Regresé corriendo a la casa. Allí se anclaba mi tiempo feliz, lo busqué en el vacío. Otra vez, esas preguntas giraban punzantes en mi cabeza, tapaban todo. Me tapaban.
Dos postigos colgaban, apenas sostenidos. Los tablones de madera de la galería tenían agujeros, algunos estaban podridos. Prendí otro cigarrillo, miré el techo, estaba igual. Me quedé afuera un rato. Después subí uno a uno los escalones desvencijados, les vendría bien una mano de laca. A quién no.
Entré y preparé café. Mire a mi alrededor y no supe por dónde empezar. Y seguían esas risas, eran como abejas rojas merodeando sobre mi cabeza. ¿Adónde he vuelto ?
Me acordé de los botes y el mar.

MERCEDES FERNÁNDEZ GONZÁLEZ

VOLVER A CASA
Lo vi todo tan absurdo que volví.
Emprendí el viaje de regreso. ¿De regreso a dónde? Nunca había pertenecido a ningún sitio.
Sí, había un sitio al que ir, ese que nunca desaparece, ese que siempre encuentras, ese que siempre está.
Tenía que irme, alejarme de ella, me estaba ahogando.
Cogí rumbo, emprendí mi viaje de ida, no pensaba volver.
El camino hacia el río seguía igual, con su olor a tierra mojada. Era el olor de recuerdos de mi familia y de mi casa. Estaba en el camino correcto.
Soplaba una brisa fresca. Había dejado de llover. Hubiera querido ser pájaro para que el aire me elevara bien alto. Volar, llegar más rápido.
El silencio me abrumaba. Caminaba pisando con fuerza los charcos para que aquel sonido de chapoteo me hiciera compañía.
Hace 10 años decidí dejarlo todo por buscar la gloria del éxito: mi casa, mi calle, mis amigos. No supe que ese éxito estaba casado con la soledad, mujer que hasta al cautivador «Sr. Éxito» lo había anulado por mucha gloria que tuviera alrededor.
Ahora huía de ella, esquivándola, ignorándola, pisando fuerte. Volvía a la calle donde jugué, a la calle de mis amigos, a la calle que tantas veces oyó mi risa, y que olvidé.
Volvía al abrazo de mi madre, al cariño de mis hermanos.
De vuelta a casa, hay que salir para poder regresar.
-¿Hay alguien ahí? ¡Sorpresa, he vuelto! Vengo solo. He dejado atrás al éxito que hizo irme de aquí y a la soledad que me ha hecho volver.
Silencio.
Me despierto. Oscuridad.
El olor, el abrazo, las risas, la brisa, mi calle, todo desaparece.
Sigo en aquella habitación blanca, inmovilizado, no puedo moverme.
He querido volver. No he podido.
Grito aumentando mi incredulidad:
-¡¡No estoy loco!!, tenéis que creerme, tenéis que soltarme.

MARÍA JESÚS GARNICA PARDO

Me desperté sudando, con el corazón galopando.
Me senté en la cama, aún con las imágenes de la pesadilla.
Una pesadilla recurrente, siempre con aquél ser repugnante.
Pero solo fue una pesadilla, me dije.
Cuando sentí su aliento en mi cogote.
«Sorpresa, he vuelto » me susurro.
Y grite. La noche se trago mi grito.

GUILLERMO ARQUILLOS

LA VERDADERA HISTORIA DE SAN CUCUFATO
En nombre del César, el gobernador mandó que a Cucufato le abrieran la barriga y lo arrojaran a un estercolero. Mala suerte para el gobernador: cuando lo tiraron, todavía tenía aliento y, como era muy mañoso para encontrar cualquier cosa, agarró aguja e hilo que pilló entre la basura, se volvió a meter las tripas en su sitio y se cosió con cuidado la herida, que para eso le había enseñado Lorenzus Caprilius.
En cuanto Cucufato echó a andar por la vía 340 (antes vía augusta), la pareja de guardias del césar lo encontró de nuevo. Al fin y al cabo, había miles de radares veloláser que había escondido la Dirección General de Torturados, que detectaban a los que sobrevivían a los tormentos.
Así que llevaron a Cucufato de vuelta ante el gobernador.
—Joder, nen, qué trabajito nos va a costar acabar contigo. ¿Cucufi, guapetón, tú es que quieres cambiar la Historia o algo?
Y lo mandó encerrar en un calabozo.
Allí hacía más frío que en Burgus-Burgui y Cucufato, para entrar en calor, comenzó a cantar y bailar. Tan mal lo hacía el bueno de Cucufato, que los carceleros decidieron dejar que se fuera para poder descansar. (Algunos dicen que fue porque se convirtieron al cristianismo, pero eso es leyenda, no verdad verdadera).
En cuanto salió del calabozo, lo trincaron los mossos del gobernador (o sea, los más jóvenes) y lo llevaron a su presencia para que dijera qué había que hacer con Cucufato.
El gobernador ya estaba bastante harto de Cucufi:
—Nen, nen, nen, ¿otra vez te has librado del castigo? Esto no va a poder ser…
Y lo mandó a la hoguera.
Pero Cucufato, que ya se sabía el truco, empezó a cantar y cantar y cantar… Tan mal lo hacía, que se puso a llover y se apagaron las llamas.
Al cabo del rato ya estaba otra vez ante el gobernador. Este estaba comiendo cebolletas:
—¡Sorpresa, he vuelto! —saludó Cucufato con cara de guasa.
—Ave, Cucufi, guapetón, que me tienes hasta los cullons… —dijo el gobernador.
—Pues tú me dirás —le dijo Cucufato—. ¿Sabe usted qué es lo que quiero? Yo, lo que quiero es que me hagas santo, que no estoy para tonterías.
Y el pobre gobernador, hartico de Cucufi, ordenó que lo degollaran para que se quedara contento y lo dejara comer en paz.
Cuentan que, a partir de entonces, recordando hasta dónde tenía al gobernador y lo bueno que era encontrando cosas perdidas, se puede rezar a San Cucufato para que ayude a dar con ellas.
Basta decir: «San Cucufato, San Cucufato, los cojones te ato y hasta que no me lo encuentres, no te los desato».
Así, en el lugar donde lo enterraron, quedó la memoria de Cucufato in saecula saeculorum. Está en San Cugat del Vallès.
Verdad verdadera.

XANDRA BLADES DEL PENTÁGONO

Golpes, crujidos y estruendo es lo que se escuchaba tras aquella puerta de despacho, donde un par de hombres vestidos de traje, armados y con cara de pocos amigos estaban apoyados para poder enterarse de lo que sucedía en el anterior de aquella habitación.
Una habitación oscura, con olor a tabaco y cerrado que contaba con una pequeña lámpara de mesa la cual ofrecía una luz titilante al hallarse en el suelo.
Papeles esparcidos por el escritorio, bolígrafos estrellados contra este, algunos mellados y otros que simplemente no podrían volver a usarse. Y tras este escritorio, una mujer de cabellos castaños apoyada con los codos, se agarraba la cabeza con fuerza, produciendo pequeños bultos de cabello apretujados.
Las lágrimas bañaban su rostro, las uñas mordidas y con heridas y su labio inferior siendo mordido con fiereza y desesperación. Un silencio absoluto… Hasta que aquel pequeño demonio interno, aquella voz llena de amargura comenzó a tamborilear la mente de aquella joven desesperada.
Como si se activará un mecanismo, la joven se levantó, tirando la silla por consiguiente. Salió de detrás del escritorio como un torbellino, agitando las manos mientras los pocos papeles que habían estado en el escritorio caían al suelo.
– ¡ESTOY HARTA, HARTA! ¿ME OYES? NO QUIERO SABER NADA, NADA DE NADIE. – Comenzó a gritar, mirando fijamente a una de las paredes.
Se acercó a la pared más pegada a l ventana y arrancó de cuajo uno de los cuadros, llegando a desconchar la pared.
– TE FUISTE, YA NO ESTABAS, NO QUIERO ESCUCHARTE, DEJAME TRANQUILA.
Siguió gritando, esta vez, dándose la vuelta acercándose de nuevo al escritorio. Cogió uno de los bolígrafos y lo estrelló contra la pared.
Por el rostro de ella regaban las lágrimas, mientras comenzaba a negar con la cabeza una y otra vez. Aquella oscuridad, aquellos sentimientos cada vez eran más fuertes, más intensos, más oscuros… Un vacío existencial que esta vez no podría ser cubierto, un baile en la cuerda floja que ya estaba por romperse.
La joven se apoyó en el escritorio y fue dejando que sus piernas se dieran por vencidas, dejasen de luchar… Hasta acabar ella sentada en el suelo llorando a moco tendido. Tapando su rostro con las manos, comenzó a sollozar, sus hombros temblando, sus piernas dejando de hacer su función.
– ¿Por qué ahora…? Esto ya era un capítulo cerrado, por favor… Vete, no quiero que vuelva a mi lado, no quiero volver a vivir esto…
Las palabras eran susurros dentro de aquella tormenta interior, algo que no llegaría a un puerto que estuviera alumbrado por un faro… No, ya no había luz… Ya no había salvación. Estaba claro…
Sus sollozos fueron menguando, y mientras levantaba aquel rostro enjuagado en lágrimas, fijó su mirada en un trozo de cristal que se encontraba enfrente de ella. Lo cogió temblorosamente, colocándolo delante de ella… Y sin embargo, lo que encontró no fue su reflejo, o no como ella se llevaba viendo aquellos meses tan felices… Un rostro sin expresión, unos ojos vacíos y una mirada tan oscura que asustaría al mismo diablo. Con la respiración entrecortada, aquella voz susurrante y sibilante tomo la fuerza necesaria para hacerse oír por cada rincón del ser de aquella joven.
– Sorpresa, he vuelto. Y esta vez, no voy a irme.
La joven tiró el cristal al suelo de nuevo y hundió su rostro en tres las rodillas. Habían sido meses de terapia, de esfuerzo y de trabajo… Y no había sido suficiente… La voz de aquella vieja amiga, la melodía de su mente volvía a tomar las riendas de su vida… Y esta vez no estaba segura de poder salir de ahí, de esa oscuridad, de la depresión.

BEA ARTEENCUERO

Recorriendo caminos
Con mi alma errante
Buscando nuevos horizontes.
Queriendo descubrir
Otras emociones
Un día, le dije
Adiós a mi madre
Sin reparar en sus lágrimas
Cuando me abrazaba.
En ese instante
No supe ver,
Que lo que ansiaba
Estaba dentro mío.
Pasaron muchos años
Cuantos caminos
Quedaron atrás
Y sueños perdidos
Se fueron desvaneciendo
El tiempo implacable
No se detuvo
Y marco surcos en mi pie
En cada paso que di
Cuantas veces me perdí
Para reencontrarme
Me di cuenta
Que todas las respuestas
Están en mi interior.
Así es que le puse alas
A mi destino.
Llegué al final,
!Quiero abrazar a mi madre !
Y sentir sus lágrimas
Mojar mis mejillas
Hoy puedo decir…
! Sorpresa he vuelto !
Y contarle que cada mañana
Regresaba, en silencio
Estando lejos…

JUAN JOSÉ SERRANO PICADIZO

«Charlie, el muñeco malvado»
Comenzó la fiesta de cumpleaños tan esperada: mi pequeña Julieta cumplía 4 añitos. Todos estaban muy contentos, comiendo y hablando entre risas mientras observaban cómo mi hija abría todos los regalos. Estaba tan emocionada y ansiosa que olvidó en un rincón el regalo de mi padre. Me llamó la atención y se lo entregué al descubrirlo. El regalo estaba envuelto en papel rosa con un lazo brillante. Mi hija, emocionada, rasgó ansiosamente la envoltura sin saber que nuestra vida cambiaría para siempre.
La caja escondía un muñeco de apenas un metro de altura con cara de payaso que parecía sonreír de manera malévola. Julieta lo observó horrorizada y de repente sintió un escalofrío recorrer todo su pequeño cuerpo. Del sobresalto, el muñeco cayó al suelo y habló con una voz suave y dulce a pesar de su apariencia inquietante. Julieta lo volvió a recoger encantada y lo nombró Charlie, sin saber que dentro de ese muñeco malvado había algo oscuro que la acechaba.
—Te quiero… —dijo el muñeco.
Pasaron los días y el muñeco comenzó a dar las primeras señales de vida y actuar de manera extraña. A menudo, Julieta lo perdía de vista y lo encontraba en lugares donde ella no lo había dejado. Incluso había momentos en los que el muñeco parecía cambiar de expresión. Mi hija comenzó a tener pesadillas en las que decía que Charlie la perseguía con un cuchillo para matarla.
La cosa empeoró cuando todos comenzamos a sentir los mismos síntomas que Julieta: pesadillas interminables y accidentes inexplicables en la casa. Los objetos empezaron a desaparecer de su lugar y a aparecer en otro sitio. Se escuchaban sonidos extraños por las habitaciones y unos pasos pequeños como el sonido de un tacón. Algunos objetos volaban misteriosamente y las luces se apagaban y encendían en la noche. Julieta decía que Charlie era el culpable y que le había dicho en sueños que nos quería matar. Y tenía razón.
Una noche, el muñeco endemoniado comenzó a corretear por la casa mientras todos dormían. Julieta lo observó en silencio y lo siguió en secreto hasta el ático, donde lo encontró haciendo cosas extrañas y murmurando palabras incomprensibles en un idioma extraño. Entonces, Charlie volteó su cuello hacia ella, sus ojos carmesí la miraron con malicia y sus labios se curvaron en una sonrisa retorcida.
Julieta intentó huir, pero el muñeco la persiguió. Mi hija se refugió en mi habitación y trató desesperadamente de despertarnos, pero el muñeco nos atacó con un gran cuchillo de cocina sin dejarnos tiempo para reaccionar. Sangrando por una herida muy profunda en el brazo, intenté proteger a mi mujer y a mi pequeña hija de aquel demonio. Logré enfrentarlo con un bate de béisbol que guardaba en mi armario, en una feroz batalla. Tras un arranque de odio y miedo, golpeé miles de veces cada parte del muñeco hasta destrozarlo por completo, acabando con él y finalmente descansando de la pesadilla.
A la mañana siguiente, llevé los restos de aquella cosa parlante a un contenedor de basura. Sentí un enorme alivio y la seguridad de mi familia, pero sobre todo, la felicidad de mi hija. Aquella sensación de felicidad no duró mucho tiempo. La noche siguiente sonó el timbre de casa y mi mujer salió a recibir la visita. Un grito ensordecedor llegó en forma de un gran escalofrío que recorrió todo mi cuerpo y dibujó una mueca de terror en la cara de Julieta. Acudí corriendo a la puerta y para mi asombro, encontré al muñeco endemoniado saludando con su maldita sonrisa malévola.
—¡Sorpresa, he vuelto! —dijo con una voz malvada.
De nuevo había vuelto nuestra pesadilla y no sabíamos cómo deshacernos de ese miserable muñeco de una vez por todas.
Esa misma noche, la casa quedó envuelta en una oscuridad inquietante. Toda la casa comenzó a temblar y se podían escuchar voces y murmullos por todas las habitaciones. Charlie correteaba por todas las habitaciones y nos invitaba a salir armado con un enorme cuchillo en la mano. Nos encerramos juntos en el sótano y me llené de valentía para enfrentar de nuevo a ese demonio.
—¡Aquí estoy! —dije llamando su atención en el pasillo.
Escuché cómo unos grandes pasos se dirigían hacia donde me encontraba. Charlie apareció con el cuchillo en la mano intentando asesinarme con él, pero logré agarrarlo de la cintura y zarandearlo mientras insistía en cortarme los brazos. No me di por vencido y logré hacer que soltara el cuchillo. Me lancé sobre él para ver si tenía alguna batería o pila que lo mantenía con vida. Mi mujer acudió a mi ayuda agarrando sus brazos mientras descubría, asombrado, que no había nada. Charlie andaba por su propia voluntad, algo lo había hechizado o un demonio lo había poseído. Lancé al muñeco por los aires y, como pude, agarré a Julieta y a mi mujer para salir corriendo a la calle y pedir ayuda.
Nada de lo que intentamos salió bien. Las puertas parecían selladas y cerradas desde fuera. Las ventanas no se podían abrir y las persianas estaban echadas y con las cuerdas cortadas. En ese momento recordé que tenía un soplete guardado en el sótano y tuve la idea de chamuscar a ese demonio para acabar con él. Bajé rápidamente y agarré el soplete. Salí justo cuando Charlie apuntaba con un cuchillo al pecho de mi hija, mi mujer herida e incapaz de ayudarla. En ese instante, lo aparté de una patada y me acerqué para quemar a ese miserable. El muñeco comenzó a arder y a gritar con una voz malvada, diciendo palabras incomprensibles. Se movía de un lado a otro y prendió fuego a varios muebles y cortinas de la casa.
Milagrosamente, pudimos escapar por la puerta y salir a la calle pidiendo ayuda a los vecinos mientras veíamos nuestra casa arder tristemente. Pero estábamos felices de que finalmente habíamos acabado con ese demonio.

LUISA VALERO

LA LIMA MÁGICA
CAPÍTULO 2: ¡SORPRESA, HE VUELTO!
Rosalía sintió el chorro de agua fría en sus brazos. Su vello se erizó. No se había atrevido a meterse completamente bajo la ducha. Intentaba tener ese hábito diario, porque conocía sus beneficios, pero era una gran tentación abrir el grifo de agua caliente.
«¡Joder, por cuidar del «nervio vago» este, estoy helada! Mejor empiezo mañana», pensó mientras se debatía entre el uso de agua fría o templada. Después escuchó en el pasillo el ruido de una maleta de ruedas.
—¿Eres tú Lorena? —gritó.
— Si, soy yo —le contestó su inquilina.
—Entra, la puerta está abierta.
— No. Quiero dejar primero mi maleta en mi cuarto. Por cierto, ¿tienes Alprazolam, Diazepam o algún «Drogapam»? —se rio nerviosa.
—Si tengo, para alguna urgencia de mis pacientes. ¿Tienes una crisis de ansiedad?
—No es para mí, es para ti. ¡No te vas a creer lo que me ha pasado…!
—¡Me estás asustando, entra de una vez! —le dijo enfadada y se apresuró para salir de la ducha.
Lorena hizo un gran esfuerzo para abrir la puerta del baño. Quería retrasar el shock de su compañera lo máximo posible. Cuando pudo entrar dijo:
—¡Sorpresa, he vuelto!
Rosalía la observó. Parecía que se estaba mirando en un espejo, ya que eran como dos gotas de agua. Le preguntó:
—¿Por qué eres igual a mí? ¿Qué has hecho?
—No sé qué he hecho. Manda huevos… Si lo supiera, ¡no estaría aquí! O sea, me aparezco siendo tú y ni te inmutas. -le dijo incrédula.
—Creo en la magia. Por casualidad…, ¿tú te llevaste mi lima de plata, verdad?
—Si, nos hicimos manicura las chicas y yo en una pijamada en casa de Vero la otra noche.
— ¡¿Cómo se te ocurre coger mis cosas?! A ver tus uñas…, ¡si que están pintadas y del mismo estilo que las mías!
》Todo esto te pasa por querer ser yo, ¡estás obsesionada conmigo! Bien dicen por ahí: «Ten cuidado con lo que deseas…». Hay que hacer magia con la lima, pero al revés, para que vuelva todo a la normalidad.
—Pues me vas a tener que contar todo eso de la «limita». Y además, yo no quiero. ¡Estoy de puta madre siendo tú! Ahora soy una mujer bonita y segura de sí misma.
—¡Lo que estás es loca y necesitas terapia! Pero yo no voy a ser quien te la haga. Y te vas a ir de aquí y buscar otro cuarto para alquilar. Espera un momento que me seque y me vista y devuélveme mi lima -Rosalía estaba empezando a alterarse.
—¡No te la daré, la escondí! Déjame ser tú un poco más de tiempo. Tranquilízate y escúchame. Planeo irme lejos, quizás Londres. —»Como ahora sé inglés y sin haber estudiado…», pensó muy alegre— Tonta, ¡Nadie se va a dar cuenta! Quiero ligar, caerle bien a todo el mundo, saber de todo y no tener pensamientos suicidas. Por favor…

ARCADIO MALLO

VUELTA AL ORIGEN
Sintió la necesidad de volver a casa un día, sin más. Llevaba años de aquí para allí, sin inmutarse, sin sentimiento de pertenencia a ningún sitio y con la seguridad de no querer vivir en su tierra de origen. Escapaba del folclore, de la cultura propia y siempre había renegado de su lengua. Se definía ágil y ejecutiva. No analizaba demasiado la causa-efecto. Simplemente huía hacía delante. Huía. Se dio cuenta de que aquello que hacia era una huida constante en el momento exacto en que sintió la necesidad de volver a casa sin un detonante aparente. Y aquella mañana, cuando su madre abrió la puerta y la encontró sentada en el escalón, no pudo aparentar, pese a aquella sonrisa forzada y aquel «¡Sorpresa! He vuelto», dicho con desgana y derrota.
Luego de que se tranquilizara tras un abrazo interminable y haber llorado todo lo que guardaba desde que se había ido, explicó a su madre como había sentido la necesidad de volver, de repente, sin explicación. «Neniña, eso que ti sintes éche morriña». Morriña. Y en una sola palabra se vio envuelta en el folclore, la cultura propia y su lengua. Y entendió que uno es lo que es, por mucho que huya hacia delante.

SÁNCHEZ MAR KATA

Había una vez un perro feliz, el cuál tenía por nombre Max. Con sus ataques y risotadas de siempre, el andaba por el campo de sus dueños en la hacienda. Un día de aquellos que le gustaban tanto por qué el sol estaba contento y las nubes a su vez se habían escondido para darle paso al imponente cielo azul, se encontró a un perrito muy pequeño y desprotegido decido hacerle compañía, pasar un rato junto a el Max pensaba en invitarlo a hacer visita larga en su cómoda vivienda,Pero para su tremenda sorpresa aquel dulce animalito era tan solo un fantasma perruno el cuál se le aparecia a perros felices como el, para acompañar y alegrarles aún más el día.

GINO ALBARETI

¿Nos sorprendemos?
Antes de comenzar a leer, me gustaría que miraras el reloj y dijeras en alto la hora y minutos elegidos para comenzar a leer este fragmento.
Cuando una sorpresa planea por el horizonte tiende a camuflarse entre los rayos del sol y las gotas de la lluvia. Es díficil de preveer si será de aquellas que te dejará sin aliento, te parará el corazón y te dibujará una sonrisa. O si será de aquellas que dejándote sin aliento y parándote el corazón, tus sentidos se agudizan y hacen pequeños ante un mundo que parece más grande mientras te haces más pequeño.
Me encantaría recordar cuanto durá esa pausa en mi respiración, cuán fuerte los latidos han de detenerse para que una llamarada de fuego me empodere o una gota de agua me congele.
Pero no se puede, la sorpresa no lo permite. Pero ¿y si lo hiciera? Y si hubiera palabras que detuvieran la respiración y pausaran nuestro corazón, ¿las encontraríamos? ¿seríamos capaces de sorprender a la sorpresa?
Me encantaría poder decirte, querido lector, que mi texto te ha sorprendido, que tu corazón ha detenido su respiración y que he conseguido que estos instantes hayan sido más cortos de los que realmente han sido, pero me temo que he de decirte que no ha podido ser así.
Sin embargo, acabas de sorprenderme, no porque hayas leído el fragmento, ni tampoco porque haya podido darle me gusta al contenido de este espacio en blanco, sino porque has recorrido esta oportunidad de sorprenderte que, lo haya conseguido o no, ha sido sorprendente.

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18 comentarios en «Sorpresa, he vuelto»

  1. Mis votos (siempre está muy díficil votar) son para:

    -Guillermo Arquillos
    -Loli Belbel
    -Miguel Angel González Blazquez
    -Raquel López

    Saludos y flores.

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