¡Hostias!, llevo casi un mes sin participar en el reto semanal de Cuatro Hojas. Espero que ellos no me olviden. No sé cómo les podría hacer llegar este diario.
Recuerdo en especial un 22 de enero. En el que el frío del invierno se calaba en los huesos y el del miedo también. Sí, el del miedo. Cerraste por última vez los ojos, en una fría cama de hospital.
Dejaste de sufrir, de tomar antibióticos y demás pastillas, para qué!. – Para nada – Nada te salvó de la muerte. Ni las pastillas, ni los médicos pudieron llegar a tiempo. Nadie pudo hacer nada más.
Después de una vida de sufrimiento y de pesares, tu mente empezó a decaer en el olvido. A lo que los médicos denominan «demencia senil».
22 de enero, el día en que decidiste cruzar la línea y ver la luz del más allá. Dejar de sufrir en esta vida, para hallar la Paz en la otra.
Era de madrugada y Laura no había llegado a la casa. Todo estaba desierto. No había ni un alma a la vista.
Excepto por su vehículo, la ciudad estaba vacía. Como un pueblo fantasma en una noche de verano sin luna.
Gruesas gotas de lluvia comenzaron a caer en el parabrisas del auto. Una gran tormenta se acomodaba en el negro cielo.
Anselmo la está esperando. Habría sido noche de chicas, pero ella regresaba de otro lugar. Regresaba de un lugar donde nunca debió de haber estado.
Comenzó la tormenta. El negro cielo se rajó en dos. Cayeron los primeros aguaceros y sonaron los primeros truenos.
Anselmo marcó su número y salió el contestador. Estaba apagado. Espera que esté bien. Intenta imputar su retraso a la tormenta, aunque en su corazón aguarda otra sospecha.
Un extraño sentimiento de culpa invade a Laura. Se siente sucia. Anselmo no lo merecía pero no tuvo fuerzas suficientes y cayó ante la tentación. Y continuaban los truenos, y continuaba la lluvia.
Anselmo toma nuevamente el teléfono. Se posa junto a la ventana. Ya son 22 llamadas para escuchar la voz de Laura desde el contestador. Pide un milagro. Luego desea que Laura no esté bien. Espera que se la haya tragado la tormenta. Anselmo reza, y se arrepiente añorando que sea el clima lo que la mantuvo fuera toda la noche. Continuaban los truenos y continuaba la lluvia.
Laura estaba desesperada. Quería llegar. Quería verlo, abrazarlo. Decirle que lo amaba y que no habrían más “noches de chicas”. Y continuaban los truenos y continuaba la lluvia. La tormenta no amainaba.
Laura llegó. Anselmo en la ventana, incrédulo, soltó el teléfono y salió a recibirla. Agradeció que estaba viva y se fundieron en un eterno abrazo. Formaron un solo cuerpo y una sola alma. Y los truenos y la lluvia seguían.
De repente una suave ráfaga de viento sopló un extraño perfume en las narices de Anselmo. Un perfume de hombre. Esta vez el relámpago no vino del cielo, sino que parpadeó en sus ojos. El sabía y ella sabía que él sabía. Y continuaban los truenos y la lluvia.
Tres tormentas estaban desatadas, la de Anselmo, la de Laura y la de la ciudad.
Al día siguiente Anselmo empacaría sus cosas. Mientras, continuaron los truenos y la lluvia.
En este mundo caótico.
Nos cuesta asimilar la calma.
Igual que un roto mosaico.
Dos años, concretamente.
Solo nos marchito el alma.
Feliz cumpleaños, John
—¿Está dentro mi hijo? Decidme, ¿está dentro John? —gritó la mujer.
Rose no podía dejar de llorar mientras juntaba las manos y miraba hacia lo alto. Estaba segura de que su hijo, que hoy cumplía veintidós años, se encontraba dentro del edificio.
Había dejado de llover y soplaba un viento de los que rebotan en los huesos y muerden en el alma. Rose no temblaba por el frío, sino por su hijo, por el miedo a que lo mataran.
En aquel barrio, hecho de casas de delgadas maderas, todos se conocían, todos sabían quién era John y quién era su madre. Y todos sabían de las dificultades que el hijo había tenido en la convivencia con el padre hasta que este se fue. El joven, cuando descubrió que su padre se había marchado, pareció enloquecer.
Detrás del cordón policial, los paramédicos sacaron dos chavales más. La chica solo tenía un ataque de nervios. Al muchacho todavía le quedaban ánimos para intentar ocultar su herida, en el hombro izquierdo.
Al poco rato, en silencio, salió una camilla con el muerto número veintiuno. A Rose, alejada del resto de las familias, se le escapó un suspiro: el cadáver no era el de su hijo.
Un matrimonio exclamó:
«¡No, Sammy! ¡No, por Dios! ¡No es justo, no es justo! ¡Sammy, Sammy!».
Se oyó la emisora de la policía:
—Por las cámaras térmicas sabemos que hay dos personas en el instituto.
—¿Situación? —preguntó el ayudante del sheriff.
—Hay un joven detrás de la puerta de un aula de la segunda planta. Nuestro compañero está en el pasillo, pero no puede verlo.
El sheriff agarró con rabia el micrófono:
—¿Es que sois gilipollas? Avisadlo por la radio inmediatamente. ¿Es que queréis otro compañero muerto?
Entre los veintiún cadáveres había dos policías. El resto eran solo unos críos. Nadie tendría que haber pagado con su vida las frustraciones de un niñato. Todos conocían a los muertos. La ciudad estaría mucho tiempo de luto.
Rose imaginó que a su hijo no le quedaba más remedio que morir o matar. No había otra alternativa.
—Tiene estropeada la radio, quizá la ha alcanzado una bala —se oyó la voz metálica que informaba a los responsables—. No hay manera de que nos pongamos en contacto con él.
—¿Y el tutor del programa? —preguntó el ayudante del sheriff.
—Richard está en el patio, en una bolsa de plástico —hubo un pequeño silencio—. Lo siento Mike.
El ayudante aporreó el techo del coche que les servía de parapeto.
—Me cago en mi sombra, me cago en la leche… ¡Dios! ¡Todo me tiene que salir mal! ¡Para una puta idea que tengo!
—Cállate, Mike —ordenó el sheriff—. Ahora no es el momento de andar con llantos.
Se quedaron en silencio.
—¿Alguna idea?
—Como no entren gritando para avisarlo… —respondió el ayudante.
El sheriff no se lo pensó dos veces:
—Tú y tú —dijo señalando a dos policías—, entrad ahora mismo gritando que no abra la puerta del aula, que está esperándolo detrás.
Luego miró a otro compañero:
—Que te digan dónde coño está la megafonía. Hay que decirlo por la megafonía del instituto.
Rose supo que, por más prisa que se dieran, allí habría otro cadáver más. Podía ser el de su hijo, pobre chaval, el día de su cumpleaños… Las otras familias la miraban desde lejos mientras cuchicheaban.
De repente, se oyó un disparo. No dio tiempo a nada más. No hubo mensajes por megafonía, no hubo gritos avisando. Un único disparo y el silencio. Todos callaron y miraron a la salida. Pasaron unos minutos.
Y, por fin, la puerta se abrió. El joven policía, con el arma en la mano, salió al patio, un poco desorientado, por la luz que ahora había.
—¡Gracias a Dios!, ¡gracias a Dios! —gritó Rose.
Se saltó el cordón policial, pero nadie intentó detenerla cuando iba a abrazar a su hijo: el muerto número veintidós no era él.
Era el cumpleaños de John. El primer día del programa de prácticas que había diseñado el ayudante del sheriff. Jamás olvidaría aquella mañana en que un muchacho, que había perdido la cabeza, terminó causando una masacre en el instituto y mató, entre otros, a su tutor de prácticas. Y tuvo que abatirlo en defensa propia.
¡Feliz cumpleaños, John!
JUAN MANUEL MARTÍNEZ LOPERA
EL NÚMERO SI QUE IMPORTA:
Cuenta una leyenda, convertida por los interesados en verdad, que un día de hace algo más de 2.000 años, 12 personas se reunieron alrededor de una mesa con una decimotercera y que en ella celebraron un rito que elevó la amistad a la categoría de amor y de ahí, bueno de ahí ha llegado a nuestros días cómo ya sabemos todos.
Sin embargo, ni la leyenda ni la dichosa verdad cuentan que la mesa ni era rectangular, ni se comió en ella y ni mucho menos fueron finalmente 13 los supuestos comensales que estuvieron presentes. Porque en ese grupo de personas, aunque hubiese un guía que despertaba a las almas, las decisiones se tomaban conjuntamente y el rol de cada uno importaba tanto que se procuró tener en cuenta a todo el mundo.
Y así fue, que la mesa fue redonda para que no hubiese nadie más importante que otro, y en ella se sentaron los famosos 12 con sus parejas, y éstas eran: del pueblo elegido, del extranjero, del invasor e incluso de cualquier sexo, porque lo que los unía a todos, eso sí es absolutamente cierto, era el amor traducido de cualquier forma, incluso de la que surgió dentro de la comunidad primigenia, por tanto queridos lectores y este es el inicio de otra gran historia, no fueron 12 el número de discípulos que se sentaron con Jesús aquel día sino 22. Demostrando que el amor tiene que ser dual para que el problema siempre se reduzca a la mitad y que el más grande de entre los grandes entregó su vida por todas las clases de hombres y mujeres de la historia.
ARCOIRIS MORENO
Ni el rabo pone título a la gata,
ni el cargo, hace justicia al usurero.
Se pongan o se quiten la corbata,
hipócritas, ma-cabros, pendencieros,
Aletargada, sonsa, permisiva,
la sociedad mundial contaminada
con bozales, miedosa y convulsiva
alaba al enemigo entusiasmada
Por predicar verdades, lo mataron.
de la muerte de un Cristo venturoso
dos mil, y veintidós años pasaron
La historia se repite permanente
quien niega obedecer a este sistema
es perseguido, y paga con la muerte.
Arcoíris.
EJERCICIO creatividad, tema: 22.
recién salido de mis ovarios… con amor a la verdad, la paz, la libertad… y una sociedad saludable, valiente, sana.. sabia. Amén.
ANGY DEL TORO
CIELO E INFIERNO
Mientras observaba tu rostro pensaba que la aridez del desierto no puede cubrir todo el cielo del mundo. En tu frente una esfera, círculo que te llevó a pensamientos lúgubres y oscuros, a tus sufrimientos. Algo he sabido de ti y es por lo que hoy, rebuscando entre los espinos prehispánicos que escudriñaste como símbolo para alcanzar la muerte y volver a nacer en una nueva vida, no me convence. Nací con el siglo, soy una chica del XXI y a mis veintidós años no puedo aceptar la muerte como única salida de un diagnóstico de cáncer terminal. Te admiro y por ello rebusco en tu obra, eres mi pintora favorita, este cuadro que hoy se enmarca con el número 22 en las páginas del último libro que estoy leyendo, no me entra en la cabeza. Mi tercer ojo se niega a aceptar tus pensamientos. Tus pobladas cejas encierran una vida apasionante y sufrida a la vez, es cierto, pero vivida a tope. Tu idea del más allá como escape a la enfermedad no cubre mis expectativas, sé que venceré al cáncer y mi mente se centra en un futuro mejor. Saldré airosa, erguiré mi figura y me visualizaré en la creación de un universo floreciente, distinto. Borro la calavera de tu frente y me salgo de tus cruzadas. Mi querida Frida, hoy día todo tiene remedio, es indudable que mi cuerpo sanará, te lo aseguro.
NOTA. No me pertenece la imagen, fue tomada de las redes.
MARÍA JESÚS GARNICA PARDO
22 escalones la separaban de la fama.
Desde niña siempre contaba las escaleras, una, dos, tres. Una manía.
22 escaleras.
Sabia qué la prensa estaba allí, sabía que en el momento su imagen saldría por todo internet.
22 escalones.
Era la mujer del momento, su idilio con el famoso actor, le darían el empujón para darse a conocer.
Había subido 21 escalón.
Un mal pie.
Rodó 21 escalones.
Si, salió en todos los memes.
La fama es así.
RAQUEL LÓPEZ
Aún sigo esperando tu regreso
entre tibias y añoradas primaveras
me juraste ser mi amor eterno,
entre estas paredes frías de piedra.
Quedándome desnuda en soledad,
recordando momentos compartidos,
anidando las cenizas en mi alma
y mi corazón sangrante con tu olvidó.
El firmamento testigo de nuestro amor,
bajo la atenta mirada de las estrellas,
llorando con tu ausencia este dolor
que acompaña mis noches de tristeza.
Ya sé que un dia he de marchar
y ese día volveré a estar contigo,
de nuevo nuestras sonrisas se escucharán
y tus labios estarán frente a los míos.
Pero te fuiste amor, sin previo aviso,
veintidós años pasaron sin tus besos
y aunque la vida se me escape sin tu aliento
viviré con tu recuerdo sempiterno….
IRENE ADLER
Frente a la puerta, dudo.
El uno de latón se ha desprendido o suicidado, dejando una fea cicatriz sobre la madera sin barnizar. Un rastro. Una huella. Un recuerdo.
Me pregunto si estará en casa y si estará armado. Yo llevo la Derringer remetida contra el muslo izquierdo, bajo la liga. Al fin y al cabo, los dos tenemos oficios peligrosos.
Hago ademán de tocar el timbre pero sin llegar a rozarlo. Vuelvo a mirar la puerta y ese número huérfano o abandonado.
Dudo.
Sólo soy otra mujer indecisa ante la puerta del hombre al que una vez, quizás amó.
Miro a los lados. Londres ha cambiado. Todo cambia deprisa y yo llevo mucho tiempo viajando. Demasiado.
Tal vez éste no sea el 221 B de Baker Street….
Tal vez sea el 22…
¿Me habré equivocado?…
Me equivoco a menudo.
Y cuando me equivoco, me equivoco demasiado.
CESAR BORT
La noticia del siglo (tema de la semana, «22»)
Supongo que, como yo, visteis en las noticias que la NASA anunció el pasado viernes, 22 de julio de 2022, que las señales de radio, captadas y procedentes del espacio exterior ―en concreto del planeta que conocemos como GJ 667 Cc―, reproducían un mensaje o código, es decir, que habían sido emitidas por vida inteligente y con una intención meridiana: darse a conocer; hacerse patentes; anunciarnos que no estamos solos en el Universo.
La intencionalidad a la que se refería la NASA, deja claro que ellos, los remitentes, saben de nuestra existencia y, muy posiblemente, nos conocen a la perfección. Da tranquilidad saber que el mensaje no es, en modo alguno, amenazador, sino, más bien, amistoso. Es, dejadme ser pueril, una llamada telefónica para comunicarnos su próxima y pronta visita.
Nunca he creído en extraterrestres. Soy más de creer en Dios y en arbustos en llamas parlantes. Pero la evidencia no puede ni tiene porqué ser negada. La existencia de ETs es compatible e, incluso, avala la de Dios que, como reza el dicho: «Aprieta pero no ahoga», aunque a veces, hay que reconocerlo, se le ha ido la mano.
Pero plagas y diluvios universales aparte, se ha portado, sobre todo últimamente, como se esperaba de Él. Ya hace mucho que salió de esa adolescencia que le hacía intervenir en todo y por cualquier cosa; ha ganado en autoestima y no tiene que demostrar su poder a cada rato ni cae presa de arrebatos febriles. Se ha apaciguado y ha cambiado el onanismo narcisista y vanidoso por la contemplación. Me enorgullece decir que nuestro Dios ha madurado, que es más feliz y, si Él lo es, nosotros también.
El mejor ejemplo de su «progresa adecuadamente», es que, conocedor de nuestros miedos y anhelos, se ha puesto ―nunca mejor dicho― manos a la obra y ha creado una ―que no otra― especie inteligente en el Universo para que no nos sintamos solos ―y esta vez no ha necesitado costilla, cosa que se agradece―.
En fin, el anuncio de la NASA me ha alegrado el día, pues veo que Dios, aunque lento, va haciendo cosillas y no se ha dormido en los laureles ni está descansando desde el sexto día. Debemos felicitarnos porque Dios, ahora, tiene en su haber una nueva creación y nosotros, por usufructo, unos nuevos esclavos.
JOSE TAXI
22
Veintidós heridas de guerra recorren mi cuerpo, así las denominaba yo, en realidad eran el resultado de 4 operaciones.
Me llaman Ulises Heredia Martínez, soy gitano y a mucha honra.
Tras licenciarme en derecho y ADE, ingresé en el cuerpo de la IGAE, (Intervención General de La Administración del Estado).
Tras 22 años ocupando diferentes, puestos de trabajo, durante la última anualidad, me nombraron Interventor General del Ministerio de Obras Públicas. Ahí comencé a padecer.
El volumen y cuantía de los contratos que llegaban a mi ordenador eran, como poco, elevados. Las llamaditas telefónicas del Director General eran continuas. Siempre quería saltarse mis reparos, menudo mamón.
No conocía el currículo del Sr. Director, pero no debía ser elevado, sus faltas de ortografía le delataban.
Mi padre fue durante cuarenta años Secretario Interventor de Administración Local y contaba anécdotas de sus peripecias funcionariales en casa. Unas divertidas otras no tanto. Me dijo más de mil veces: “Ulises, por lo que más quieras, no te hagas Interventor” Pero me atraía ese trabajo, ignoro el motivo.
Hace dos meses mi compañera y amiga Eloísa Martínez, vice–interventora en el ministerio, me dijo que no es que yo padeciera estrés. Que yo lo que tenía era escuatro. Tuve que admitir su diagnóstico, Elo, es licenciada en Medicina, discretamente me pasó una tarjeta y me dijo ve a verla, es una muy buena psiquiatra.
En la primera visita, Dª. Carmen del Consuelo García Heredia, me recibió afablemente. Comenzó a preguntarme, buscando signos y síntomas de mi enfermedad. Al cuarto de hora me dijo: “Caballero tiene usted una depresión fuertecita”. Lo cierto es que no me sorprendió, en Intervención los compañeros caen como moscas en esa situación.
Me recetó unas cajas de dormilón, me dijo que la llamara en unos diez días, y ahí acabó todo.
Me tome la medicación meticulosamente, por las mañanas mientras me duchaba cantaba “Hoy puede ser un gran día”. Y tenía paciencia.
Pasaron los diez días y llame a la psiquiatra, le conté que estaba prácticamente igual, que no había notado ningún cambio, me contestó que tuviera paciencia y me distrajera mucho. Me indicó que la próxima vez me llamaría ella, en unos veinte días, no podría concretar más la fecha, pues marcaba a un congreso internacional de psiquiatra. Se despidió de mi con un cariñoso: “Tú puedes Ulises” Sinceramente yo no lo tenía tan claro.
Vivo sólo y tras ver casualmente, un reportaje de Lorenzo Caprile, decidí irme a vivir a un hotel, donde estoy en régimen de pensión completa, además me dejan tener a mi perro Pancho conmigo. Los domingos voy a comer a casa de mis padres, donde Pancho y yo pasamos el mejor rato de la semana. Desde luego mi padre me pregunta por mis líos como interventor, yo les quito importancia, es en ese momento cuando sonríe pícaramente y me dice:” ¿Muchacho estás seguro de eso?” Así que le cuento la verdad…
Los últimos días están siendo especialmente duros, estamos esperando la visita de una comisión de la Unión, los políticos ya han anunciado una cuantía desmesurada de subvenciones, que en realidad van a tener que utilizar en tapar agujeros.
En fin, que yo estoy jodido pero contento.
Y colorín colorado este cuentecico, intervencionista, ha acabado.
Josma & Jose Taxi.
JAVIER GARCÍA HOYOS
El elemento 22 había ocupado una parte de la ciudad. Junto a la ría. Donde el mar aún conseguía adentrarse para confirmar el dominio de su territorio.
El espectáculo era tan llamativo que los lugareños no podían evitar acercarse a contemplarlo.
Muchos recordaban aquella ciudad de color gris, pero el elemento 22 lo cambió todo.
El color, el olor, la gente y hasta el sonido. Los idiomas cambiaban en el aire, y personas venidas de otros lugares querían ser testigos de lo que allí había ocurrido.
El elemento 22 no había llegado solo. Un enorme animal lo custodiaba día y noche, impasible y siempre con la mirada al frente. Algunos niños se acercaban a él con curiosidad y lo acariciaban, pero el animal, sabedor de que no eran ninguna amenaza, se dejaba querer y seguía vigilando.
El tiempo pasaba, el animal mudaba su piel cada cierto tiempo, y el elemento 22 tomó una extraña forma. Algunas leyendas empezaron a contar que en el interior de aquella figura había un pozo de sabiduría, un tesoro de tal belleza que no debía ser descrito, sino admirado.
Ahora, aquellos días han quedado lejos, y el elemento 22 cuyo nombre desciende de los antiguos titanes griegos, es parte de la ciudad, de su gente, tanto como su fiel máscota.
El elemento 22 se convirtió en un caparazón de titanio, este en un museo, y el pelo de su mascota, el cachorro Puppy, en un hermoso manto floral. Su ciudad, halló una gran fuente de prosperidad en algo tan etéreo como el arte.
CONSUELO PÉREZ GÓMEZ
¡MAMÁ!… ¡SE ME HA QUEDADO AGARROTÁ LA L5!
Vigilio pasaba la mitad del día pegado a la mirilla de la puerta de calle. Su madre que no entendía esta nueva manía le gritaba desde la cocina: «¡Vigi! ¡Ven a ayudarme a pelar patatas!, pero es que Vigilio tenía una razón de peso, de mucho peso, más que de peso, de una urgencia perentoria como era la del fornicamiento, y si se pasaba media vida de vigía, era, por detectar cuando Adelaida la del tercero derecha subía la escalera para atajar la subida, a fin de cambiar el ascenso de la interfecta por escalación de índole más prosaica.
Llegado el momento de la conquista —nada difícil por la clara predisposición que mostraba la del tercero—, allí mismísimo, sin que mediara preámbulo alguno se entregaban en cuerpo, que no en alma, al digno arte del apareamiento…
—¡Ayyyyyyyyyyy!
—¡Qué coños te pasa! ¿Tenía que ser en este preciso momento, cuando mi marido está a puntito de entrar por la puerta?
—¡La L5!, ¡La L5!, ¡Socorrooooo! ¡Llama al samur, a los bomberos, a la benemérita, a salvamento marítimo! ¡por tu madre!
—¿Te has vuelto majara?
Los gritos de Vigilio alertan a su madre que sale disparada hacia el descansillo y encuentra a su hijo con los calzoncillos en las rodillas, y a la del tercero, con los pelos desmelenaós…
—¡Hijo de mi vida!
—¡Madre! ¡La L5! ¡Todo por culpa de la L5 qué se ha vuelto a escacharrar! Por su culpa ahora todo el vecindario sabrá que además de andar encorvaó, me tiro a la vecina del tercero mientras el cornudo de su marido vive en la estratosfera…
El marido de la del tercero que acaba de apostillarse en el último escalón que da al descansillo, mira a Vigilio con expresión doliente, y no por que le importase un pimiento el acto de tener la cabeza como un reno, sino porque la situación obligaba a cambiar de residencia, ¡ahora que habían conseguido un pisito de renta asequible! y para sus adentros, se cagó en la madre que parió a todos los patos de colores del mundo mundial…
La historia podría continuar como que a los nueve meses un Vigilito asomaba por entre los muslos de Adelaida, pero para entonces el marido se había largado a Alaska y a Vigilio se le había doblado la columna de tal forma que, solo podía saludar a las hormigas…
La vida es un frenesí. Y las L5, ¡unas hijas de la ‘gran vida’!…
Veintidós veces había derrapaó la L5…si hubieran sido veintidós más uno, Vigilio, andaría a cuatro patas, por otra parte, postura sexy donde las haya…
Mi voto es para:
Félix Meléndez
Efraín Díaz
Voto a Irene Adler
CARLOS TABOADA
LA TABLA
JUAN MANUEL MARTÍNEZ LOPERA
EL NÚMERO SI QUE IMPORTA
Mi voto para:
Javier García Hoyos
Efraín Díaz
Mis favoritos
Andrés Toro y
Gloria Albadejo
Mi voto
César Bort
Efraín Díaz
Mi voto para Efraín Díaz
Voto Raul Leiva
Voto Yess M Torres
Muchas gracias
Nora Guevara
Loly Moreno Barnes
Andrés Toro
Almut Kreusch Hoffmann
Raquel Lopez
Cazapalaras
Mi voto: Raquel Lopez
Mi voto para:
Irene
Loly Moreno
Mi voto es para:
Guillermo Arquillos
Maria Jesús Garnica
Irene Adler
Consuelo Perez Gomez