Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «desorden». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 4 de noviembre! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).
POR FAVOR, SOLO VOTOS REALES, SOLO SE GANA EL RECONOCIMIENTO, CUANDO ES REAL.
* Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor) y no han pasado procesos de corrección.
Desorden – Miniconcurso de relatos
Cuando el enfermero Cabrera entró en la habitación se quedó petrificado. Aquello no era el desorden, era el caos en el orden desordenado más bien, en una palabra, indescriptible.
¿Pero que narices ha pasado aquí, que habrán hecho esta ver este par de dos?
Una de las camas estaba dada la vuelta, o sea, con las patas hacia arriba y el colchón encima del somier. La otra cama estaba puesta encima pero en vertical, apoyada a la pared con una palangana atada al cabecero. De la lampara colgaba un orinal debajo de otro unidos por una tira de tela que bien podría ser una serpentina. Las dos mesillas estaban cada una encima de una silla haciendo de soporte a la mesita cuadrada que estaba patas arribas, todo ello rociado con espuma de afeitar y de la puerta entreabierta del armario empotrado salía un palo de cepillo con un calzoncillo atado a su punta, coloreado con los colores de la bandera de Españistan (no confundirlo el lector/a con al actual España, si quieren saber más compren mi libro Crónicas de Españistán. Ed. Cuatro Hojas).
El enfermero Cabrera salió hecho un basilisco pidiendo a gritos que buscasen a los dos sujetos en cuestión.
Al cabo de un rato un celador llegó con la noticia de que habían sido encontrados intentando escapar disfrazados de lagarteranas con una compañía de teatro que había estado representando “El último cuplé” en la fiesta del sanatorio.
Inmediatamente fueron llevados en presencia del enfermero Cabrera.
¡A ver par de tarados, explíquense!
Vera gran gurú de la enfermería
como bien sabrá usted,
aunque aquí vea dos,
en realidad somos tres.
Pero nuestra amada momia
está en otra dimensión,
así que preparamos el ritual
para que hiciese su aparición.
Hicimos la invocación
como manda el manual,
la compañía interpretó su función
y nosotros hicimos lo demás.
Pero algo malo pasó,
algo salió mal,
cuando en vez del último cuplé
cantaron la bienpagá.
En vez de la momia
apareció Don Manué,
con un par de alpargatas
y tuvimos que echar a correr.
¡Corre Lisensiado, corre!
Raudo y veloz, Santi, raudo y veloz.
El producto del desorden sí altera los factores.
Cris: si no votas; esta semana se tomarán represalias.
Si votas esta semana; no se tomarán represalias. -Cris-.
Cris; si no votasen esta semana ¿Tomarás represalias?
Cris, sí, -esta semana- ¡vota! No se tomarán represalias.
Si esta Cris no vota; se tomarán semanas de represalias.
¿Se tomarán represalias si Cris vota esta semana, no?
¿Esta semana no se tomarán represalias si Cris vota?
Si no se tomaran represalias, ¿esta semana votas?
Si votas, Cris decidirá qué no toma -Represalias esta semana-.
Si no votas; Cris decidirá qué represalias toma esta semana.
Si votas, Cris decidirá, esta semana, qué represalias no toma.
¡Sí! ¡Se tomarán represalias! ¡Esta semana vota! !No…! ¿Cris?
Tce, cet, tec…
Nota: Cris –al margen-, si no me votan esta semana; toma represalias.
La casa familiar lo presentía.
Todo ella temblaba de pena cuando oía los pasos y el hablar meloncolico de la propietaria. Día, que así se llamaba la dueña de la casa, no hacía honor al bello día, que poco a poco nos lleva a la noche.
Cuando nació Día,le tenían que haber llamado noche ya que de siempre se le vio con semblante triste
Con el paso de los años Día se convirtió en una joven sin interés por vivir. Sus padres intentando ayudar en la pesadumbre que sufría, pintaron las paredes de la vivienda con colores muy alegres. Más no dio ningún resultado. Era tanta la pena que Día padecía que todo le daba lo mismo y no disfrutaba de nada.
Su abatimiento de tristeza llegó a dañar los cimientos de la casa. Así pues el corazón de la construcción comenzó de pesadumbre a temblar. Entonces fue cuando Día sintió miedo. Rápidamente entendió que su tristeza mental dañaba los cimientos.
El desagradable momento vivido le hizo comprender que si su persona tenía paz el hogar volvería a ser confortable…
Hace unos tres años soñaba con tener una vida ordenada. Supongo que antes de ser madre imaginas un futuro perfecto junto a tus hijos y tu pareja llevando una rutina al son de las agujas del reloj. Una rutina donde no tienen cabida la ansiedad ni la locura. Te imaginas un futuro en el que el tiempo pasa mientras avanzas y mejoras en cada ámbito de tu vida sin complicaciones y convirtiendo tu hogar en una zona de confort mágica, dulce y segura que no deseas abandonar nunca.
Sin embargo, la realidad dista mucho del utópico sueño de familia perfecta y de rutinas sin complicaciones. Resulta que te das cuenta de que no podías estar más equivocada.
La maternidad es lo mejor que te ha pasado en la vida, eso es un hecho, adoras a tus retoños y eres feliz, mucho más feliz de lo que hubieras imaginado, pero si una cosa hay que reconocer es que tu vida es de todo menos ordenada. Tu vida se ha convertido en un kaos, en un desbarajuste que no eres capaz de manejar. Tu casa no dura 1h ordenada y por mucho que te esfuerces amaneces cada día entre muñecos, juguetes y pañales. Llegas tarde a cada sitio aún habiéndote levantado antes del amanecer, no puedes descansar una sola noche sin despertares para ir al wc, para beber agua o porque algún chupete ha sido arrojado al suelo. Los llantos y las rabietas se han convertido en tu música de fondo y ya no eres capaz de hacer nada a solas contigo misma. Por alguna razón amas tu vida más que nunca pero te sientes una zombie, una muerta en vida incapaz de sentirse libre pero que a su vez se siente enganchada a su distorsionada realidad. No puedes esconderte del desorden de tu hogar, ni del emocional, ni siquiera puedes luchar contra tu desorden hormonal y menos aún del mental…
Pero aunque quizás ahora todo sea un kaos y eches de menos a la persona que eras, sabes que quien eres ahora es una versión mejorada de tu propio «yo» y que aunque no estés viviendo en esa vida que tenías idealizada, cada noche cuando por fin te sientes en el sofá, lo primero en lo que vas a pensar es en la suerte que tienes de tener todo esto y de que adoras tu desordenada realidad en su plenitud, porque ellos lo son todo para ti.
Estaba en un pantano espeso del que no me podía alejar. Mis piernas se habían hundido en la profundidad de sus aguas estancadas y embarradas, mi cuerpo se había llenado de arcilla mientras el agua se evaporaba, se había secado con el sol y me había quedado inmóvil.
A mi alrededor, un hermoso paisaje me permitía observar la grandeza del universo, la que aún nos queda, la natural… Quería adentrarme en los bosques y perderme en la inmensidad del mundo del que formo parte, pero solo podía mirar el paisaje como si fuera un cuadro de un pintor que se olvidó de mí. Estaba tan cerca y a la vez tan lejos…
Estaba tan viva y a la vez tan muerta…
Mi cabeza buscaba ordenar las piezas del puzle que me tenía condenada. Mi dolor era mi infierno, mi inmovilidad un peso eterno y la soledad un desafío que me quemaba como el fuego.
Llevaba años dentro de ese desorden mental, un desorden que parecía querer instalarse en mi cerebro para no dejarme construir mis sueños. Un desorden que me hacía sentir que se paralizaba el tiempo, aunque estuviera avanzando de forma irremediable y a pasos agigantados.
Pero hoy las piezas del puzle las tengo sobre la mesa, cubiertas de arcilla igual que mis pies. Y parece que se acerca el día en el que podré ordenar este cerebro desquiciante, porque hoy me he aventurado a salir de mi pantano. Hoy me di cuenta de que la arcilla solo estaba en mi cabeza. Hoy me di cuenta de que me puedo mover. Hoy me di cuenta de que solo yo puedo construir mi felicidad. Hoy me di cuenta de que el cuadro al que pertenezco puede estar en cualquier parte. Hoy, hoy, hoy…, porque solo hoy importa para acabar con el desorden que a veces me desborda.
Ordenado desorden
No hay orden en mi si no salto entre los juguetes de los pequeños de la casa. No me acompaña el orden si no los escucho gritar a todos a la vez pidiendo el desayuno como pajaritos en el nido piando a mamá que tienen hambre.
Pierdo el orden si no choco con al menos dos de mis hijxs al entrar en la cocina, o si no tengo que correr de arriba para abajo para utilizar el baño.
No hay orden cuando esto no se repite a lo largo del día, de los meses, de los años, ni tampoco cuando puedo ver lo que quiero en el televisor y el mando a distancia es solo para mi.
Y al anochecer, cuando todo se queda en silencio, y alguien pudiera pensar que entonces se presenta por fin el orden, se desordenan nuestras sábanas, y me pierdo en el desorden de tu cabello enmarañado y de tu cuerpo hasta acabar rendida y despertar en el más bello desorden al amanecer.
Porque ¿acaso no es el amor puro desorden?. No quiero un orden que huele y sabe a soledad. Bendito amor desordenado, mi ordenado, DESORDEN.
Hace siglos y siglos nadie contaba los días, si era otoño o invierno daba siempre igual. A su tiempo florecían los árboles y luego perdían las hojas. Más o menos como ahora, pero nadie se encargaba de podarlos o de injertar tallos distintos. Al parecer solo el tiempo discurría lento y sin reloj.
Siglos después apareció una mujer con el pelo desgreñado, pero con unos ojos que eran capaces de escudriñar en la noche. No estaba sola. Le acompañaba un individua bajito y barbudo. También él poseía una mirada profunda. Hacía mucho frío en aquellos días y ambos decidieron ocupar una cueva. Hicieron fuego y distribuyeron por el suelo pieles y demás armas arrojadizas que poseían. Simplemente las amontonaban. Y como el montón no dejaba de crecer, al poco tiempo aquellos enseres les disputaron el espacio.
—Hay que organizar, dijo él
—Echa al fuego las hachas, te sobran algunas.
Pero no lograron ponerse de acuerdo. Afuera de la cueva el mundo seguía a lo suyo, los árboles florecían y se secaban sin motivo aparente, los ríos una veces crecían y otras se agotaban y la luna desaparecía cuando le daba la gana. Vaya desorden, pensaron, parecido al que reinaba en la cueva.
Una mañana aquella pareja miró para el sol y una nube lo cubrió de pronto. Duró desaparecido un buen rato pero luego volvió a resurgir. Así hasta que se ocultó del todo. Al día siguiente sucedió lo mismo, y días después otro tanto.
—Vaya un acuerdo. Todo se repite.
—Cierto, parece que tuviera un ritmo.
—Podíamos seguir el ejemplo en la cueva
—Si tiro al fuego la armas que me sobran, deshazte tú de las pieles.
Pelearon y chillaron. Fue un caos. Cuentan las crónicas que fue así como nació el desorden. Y todo por una pieles.
Juana se levantó de la cama deshecha desde hace meses y mullida, con un dolor de espalda propio de dormir en ése colchón con los muelles rotos y roidos.
Se lavó la cara en el cuarto de baño tras despejar del suelo todos los objetos que causaban un desorden y un caos propio de una casa que no había sido limpiada en lustros.
Fue a la cocina. La pila por supuesto hasta arriba de cacharros sucios que se extendían por la encimera e inclusive por el suelo. Abrió el frigorífico, el hedor que desprendía era insoportable pero Juana ya era inmune a los olores y era feliz entre tanto desorden. Se preparo algo para desayunar.
Se desplazó al salón dónde había más cacharros en la mesa grande y pequeña. Encendió el televisor, el cuál estaba lleno de polvo.
De repente sonó el timbre de su casa, Juana extrañada ya que no solía recibir visitas ni siquiera de familiares, ya que era una octogenaria muy antipática. Preguntó:=¿quién demonios es a estas horas tan temprano?
= Somos de los servicios sociales. = Respondió una voz cándida y afable femenina. Juana se negó a abrir la puerta avergonzada por el estado en el que que se encontraba su casa. Los servicios sociales llamaron a los bomberos. Éstos procedieron a la apertura del inmueble ya que los vecinos habían denunciado el fuerte hedor que desprendía la vivienda del segundo f.
La casa de Juana fue limpiada y desinfectada en su totalidad. Juana fue ingresada tras sufrir una infección alimentaria y se recupera en planta en el hospital. Espera con ansia que le den el alta para volver a su domicilio con su desorden anhelado. Su sorpresa será mayúscula cuando vea el actual estado en el que se encuentra su morada.
El desorden reinaba en su vida, en ese momento estaba tan perdida que no sabía que hacer.
Estaban a semanas de la boda y su mente no podía dejar de pensar en aquel evento que arruinaría su vida por completo, Anne se miró en el espejo roto del baño, su rostro mostraba cansancio y unas grandes ojeras, además que su cabello completamente desordenado, si alguien la viera pensaría que era otra persona, la Anne Garner que todo el mundo conocía era una mujer recta, siempre arreglada de pies a cabeza, engreída y fría, esta Anne era todo lo contrario, aquel escudo que había mantenido por años ya se había roto por completo, esa Anne estaba desarreglada de pies a cabeza, tenía las lágrimas secas aún en su rostro y una expresión triste y lleno de furia lo adornaba, un aura oscura la rodeaba por completo. Miró el desorden que había en aquel baño, el desorden que ella había creado, las botellas de champú estaban tiradas en el suelo, en conjunto con varias cremas, cosméticos y toallas blancas además de algunos vasos rotos, y algunas partes del espejo estaban en el lavabo, varias de ellas manchadas con algunas gotas de sangre, la mano derecha de aquella mujer de 23 años estaba sangrando debido al impacto de su puño contra el espejo.
No sentía el dolor, aunque quisiera, aquella herida en su corazón le dolía mucho más haciendo que su enojo aumentara como una fogata a la que le han tirado una jarra de aceite, el nombre Lloyd Denver la sacaba de sus cabales y ahora todo ese desorden era su culpa, ¿Aquel matrimonio era arreglado? Si, definitivamente, ¿Acaso se odiaban? A muerte, ¿Entonces porque el niño rico había decidido que quería casarse con ella cuando él ya a amaba a otra? No tenía ni idea, y aquello la volvía loca.
Si ambos se odiaban, no querían casarse y ambos ya amaban a otras personas entonces… ¿Por qué? ¿Por qué Lloyd Denver arriesgaría su felicidad y causaría un desastre de aquel tamaño? El amaba a Melanie Saints, no a ella, y ella tampoco lo amaba a él, honestamente se habían odiado desde que eran unos bebés. Pero ahí estaba él causando un desorden del tamaño de Inglaterra, del cuál ella sabía que varias personas saldrían perdiendo, incluyéndose a ella misma.
Volvió a mirarse al espejo e intentó recobrar la compostura, aquel era el plan de vida que debía seguir, así que no debería de preocuparse ¿cierto? Ambos podrían divorciarse después de un año de estar casados y eso sería todo, ella sabía que Lloyd aceptaría aquella propuesta, lo haría todo por su amada Melanie, así que ¿Por qué no?
– ¿Qué puede salir mal? – Anne se preguntó mientras tocaba la sangre que brotaba de su mano.
Todo, todo podría salir mal. Causarían tal desorden que cambiaría sus vidas por completo, al igual que las de todos en Inglaterra y Escocia.
Desde que se fue papá proliferan sus papeles en forma de árbol. Están como desatados, el original a cien metros de su copia y las cartas de amor mezcladas con otras – digamos – más amargas.
Su escritorio rubio ha desaparecido, su mujer también, aunque está pero con la cabeza en Marte.
Encontrar algo es más difícil que sostenerse ennun pampero, a bordo de un velerito desbocado.
Con él se fueron no solo su computadora y sus papeles sino sus ideas, su paz.
Quedan las fotos, esa Olivetti verde y malgastada de tierra, que nadie limpia porque su mujer raída pidió tajante que sacáramos hasta su alma de la casa.
No sé qué habrá sido de su alma. Para mí está aún en la Olivetti, vestida de teclas con tierra.
DESORDEN
¡Otra vez esa araña patona en la esquina! Apenas la corrí cuando quise poner orden. No sé cuánto tiempo dejé de verla. Pasó algo o mucho, no sé.
¡Oh, sorpresa! Ahí está de nuevo, ¿Cómo es que volvió? Y no está sola. Me causa risa y sorpresa verla en el centro del techo con sus enormes patas protegiendo un sinnúmero de puntitos negros, me acerco para ver bien y resulta que son sus crías. ¡Ya me fregué!, ahora resulta que no solo será ella sino que todo su ejército recién parido, bueno, si se puede decir así, invadirá toda mi casa, recordándome mi desorden.
¡Ay, esta casa tan grande! Un día completo para limpiar la cocina, debo salir por la escoba. ¿Dónde la dejé?, bueno, aprovecharé que salí, para barrer el patio. Muevo la banca del jardín después de no sé cuántos días y empiezo a ver la invasión, pues las telarañas evidencian que llegaron al ataque las susodichas patonas.
¡Me lleva! por estar buscando la escoba, y estar contemplando a las intrusas, olvidé la sopa en la estufa y ya huele ha quemado. Ya no tarda la familia y querrán comer apenas lleguen. Ahora tendré que volver a cocinar, pero tengo el montonal de trastes sin lavar. Tendré que limpiar lo que ocuparé para volver a hacer la sopa, lo demás ya está listo; lo bueno que lo preparé ayer.
¡No puede ser! ahora aquí, precisamente donde estaremos todos, «estrellita», que es tan visual, dirá «¿por qué no sacudiste? ¡Toda la casa está llena de telarañas!» y para acabarla de amolar, lo que preparé ayer no lo guardé en el refri y apesta. ¡Ay!, con lo que me cuesta manejar también mi desorden mental. En fin, ya no hay más tiempo, terminaré mi labor de cocinera antes de que se me ocurra subir a las recámaras y tenga que ver el babel por dondequiera y empiece, según yo, a poner orden, olvidando lo que debo priorizar.
¡Dios mío! No puedo con esto, tendré que disimular mi depresión. En verdad, juro que quiero mi casa limpia, las cosas en su lugar, mis techos sin telarañas. Pero que no se vayan las patonas porque ellas me indican dónde debo limpiar y si las corro, los méndigos insectos no me dejarán en paz.
Ya llegan todos, parece que se pusieron de acuerdo y eso está bien, porque ¡Se me volvió a quemar la comida! Les diré que me sentí mal y que quiero ir a comer fuera.
Anda corazón
Dime tú
Como detener
Este loco
Desorden de Emociones
Que siento
Cuando escucho
Su nombre.
Este furioso galope
Que con cada latido
Me lleva al cielo
A tocar las nubes.
Tengo miedo al caos
Interno
Que provoca
Descubrir que lo amó
Y que mil mariposas
Habitan en mi ser
Desde que lo vi
Dime..dime
Corazón
Porque me conduces
Inevitablemente
Al desorden de mis
Sentidos.
Si este amor
Es fruto prohibido
En el árbol
De mis deseos.
—¡No seas distópica, haz el favor!
—Hay cosas peores.
—¿Peores que qué?
—Que ser un mastuerzo gilipollas, por poner un ejemplo entre mil.
—¡Wanda! ¡Hasta tu nombre es distópico! ¡Vaya nombrecito!
Wanda no era en realidad su nombre. El apodo se lo encasquetaron por su afición al equipo de fútbol perteneciente a un club cuyo nombre de campo de fútbol era tal. A ella le importaba un pepino cuadrado como la llamasen, llamaran, o utilizasen el pretérito pluscuamperfecto.
Despertó con la sensación de un cargamento sobre sus espaldas, correspondientes a siglos de desorden y confusión, lógico pensar que era una sensación y no una realidad. No tenía ni la más puta idea de cómo había llegado hasta allí.
—Esto tiene toda la pinta de un aterrizaje forzoso. –Pensó.
Ni idea de las últimas doce horas; se habían borrado de su mente cubiertas por una nebulosa gris y desordenada. Ni idea, en el momento preciso, de donde se encontraba, de cómo había llegado allí. A ráfagas: ni noción de sí misma. Se palpó el torso, las caderas, los brazos, la cabeza, las piernas…todo parecía estar en el lugar correspondiente, todo menos uno de sus pies que girado unos treinta grados apuntaba hacia el este.
Este hecho desconcertante no solo no añadía luz al asunto, sino que lo oscurecía todavía más si cabe. Echó a andar con aquel nuevo caminar bamboleante por culpa de un díscolo pie. No se sabía si iba o venía, aquellos andares de pato habrían confundido hasta al inventor de la brújula.
A su lado, pegado al suelo, un amasijo metálico ¿Qué coños será esto? (hasta en la más recalcitrante de las amnesias se recuerdan los tacos). ¿Será una sartén, el esqueleto de un paraguas, los restos de un orinal, el caparazón de un brasero, las bragas metálicas de un extraterrestre? Tampoco la acompañaba seguridad alguna sobre estos pensamientos mezclados de que tales objetos tuvieran o hubieran contado con existencia remota o venidera.
¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? ¿Qué cojones ha pasado? Volvió a palparse de arriba abajo para constatar que dormida no estaba; confundida, en medio de un desorden catedralicio, sí, eso sí…¿Pero? Y antes de acabar el ‘pero’, se desplomó cual avión de papel. Dormida, soñando o en clara vigilia –no había forma de saber en qué estado se hallaba- un grupo de estrellas azules, parpadeantes giraban a su alrededor emitiendo un sonido punzante. Ella percibía la escena a través de la nebulosa que una tela de araña sin concesión alguna proyectaba la luz que pondría fin a cualquier elucubración; cubría el momento de aquel espectáculo.
—No estás deprimida, estás distraída. –El bata blanca lanzó con virtual puntería contra el brazo de W. el dardo sustancial y sustancioso, contenedor del cargamento adormidero que habría dejado k.o. a una legión de caballos.
—¡Toc…toc…toc…toc…! ¡¡¡May!!! ¿Quieres abrir la puerta por favor? Recoge tu cuarto que parece la chatarrería de un desguace extraterrestre, y sal, qué llegamos tarde a tu sesión de terapia-curativa-dedesorden-neuronal-endógeno.
A May –este era su verdadero nombre- quizá le hubiese encantando cumplir la orden de su madre, pero el ‘proyectil’ del bata blanca la mantuvo durmiendo de forma desordenada los siguientes cuatro meses entre breves fogonazos de vigilia en los que ordenada su chatarra, esta, volvía a cobrar vida propia en cuanto May cerraba un ojo.
El: ¡Corten! del film director, retumbó por todo el escenario.
—May, has estado magnífica. Te superas en cada escena. ¡Estoy encantado contigo! Seguiremos juntos en mis próximos proyectos.
May agradeció el comentario con una sonrisa ensayada –de algo servía ser tan buena actriz, mérito aprovechable para ocasiones como la presente-. Subió al cuchitril eufemísticamente llamado camerino, se cambió de ropa, observó el desorden que poco o nada le importaba. Llamaron a la puerta empapelada con los últimos carteles publicitarios del rodaje. Abrió de mala gana, solo tenía ganas de largarse; su trabajo en aquel rodaje terminaba allí. Quería, necesitaba descansar, huir donde nada pudiera molestarla, pero…
—¿La señorita May?
—Sí.
—Telegrama urgente.
—Gracias.
Hay películas sin fin. Hay películas que continúan por los siglos de los siglos saltando de generación en generación. Hay películas que no admiten un ‘the end’.
De riguroso negro, a los pies del panteón, creyó oírse decir: «Nada de esto hubiera ocurrido de haber estado yo aquí».
Esta vez no hubo aplausos, ni palabras de agradecimiento tras la última frase. El final de aquel rodaje en realidad era el principio de un eterno y desordenado vagar.
«La cripta se abrió y las almas entraron. Fuera de ella, en completo desorden, quedaron los disfraces y los dulces…»
¡Mira que fácil es ser ordenado!, en cambio cada día, me encuentro desorden en tu habitación. ¿Cuántas veces, no habré dicho lo mismo a mi hija mayor? – en cambio parece que hablo en otro idioma o simplemente es que por mucho que lo diga, el desorden abunda.
Tendemos a ser desordenados por algún motivo o simplemente es que uno/a lo es. Luego ocurre que no encuentran las cosas, o las han perdido. Cuando la verdad es que con tanto desorden, no se ve donde está tal vez, lo que busca esté enterrada bajo los montones de libros o en una esquina con la ropa sucia pendiente para poner en el saco de la ropa sucia. Esas son las consecuencias del desorden.
Si empiezas a ser desordenado con un objeto, un libro o cualquier cosa, lo vas a ser con todo. Aprender a llevar un orden en la vida es empezar a realizarte. Si dejas que el desorden te invada, entonces, no vamos hacía adelante. El desorden te atrapa, como si de garras tuviera. En cambio, cuando hay orden en tu vida, la hay en tu corazón y en tu mente.
Intenta poner orden en tu vida y no dejes que el desorden la invada.
Esta semana no se me ocurre ningún relato, mi cerebro ha dejado de fabricar historias.. Me paso las noches en blanco y cuando me viene la inspiración, la euforia dura poco.
Empiezo a tener probelmas con la escrtiura, no consgio escbirir, ni siquiera poner las letras en orden. Y esto, si que es un deosrden..
Me pondré en manos de un experto, porque este problema.. se me va de las manos…espreo recpuerarem protntito ed etse deosrden.
Sarita como le decían todos era una señora de 48 años. Muy pronta a subir de piso. y todavía no se deshacía de los recuerdos de hace 20 años. ella vivía sola en su casa de 2×2 decía que, si aquel o aquella no soportaban ver, u oír esos recuerdos entonces no valdría la pena estar con alguien, en las mañanas salía a dar un corto paseo por su barrio empedrado y embarrado para despejar la mente en poco, para tratar de ordenar sus recuerdos, lecturas y pensamientos
Nunca le importo el » que dirán» entonces vivía atormentada con las palabras de sus conocidos y amigos que le decían:
-Deja ya esos pensamientos, ve a grupos de ayuda para ver si por fin te desases de ellos de una vez por todas…
Sarita no les ponía ni un pito de atención seguía y seguía recordando, llorando, pensando, atormentándose ella misma con eso, por las noches se bebió una botella de vino entera mirando fotos, leyendo cartas viejas y gastadas. Esa noche se acostó hasta muy entrada la noche.
Después de esa noche muy corta con su mente viajando a mil por hora, ella decidido irse » de paseo» para dejar ir los recuerdos, debido al estado emocional que estaba pasando no tuvo de otra. Se fue para un centro vacacional que a la entrada decía » un lugar perfecto para el descanso» ella lo leyó y su mente comenzó por fin a calmarse de a poco, dejo sus pertenencias en el cuarto que le habían ofrecido, salió de ahí sin zapatos todos pensaban que estaba deschavetada pero la realidad era otra, ella no le importo y continuo su camino descalza hasta llegar a un prado verde con flores , a lo lejos diviso un viejo árbol que había en el prado el cual hizo que su mente volviera al estado anterior a su recuerdos, pensamientos los cuales se mezclaban con sus ,lecturas, en su cabeza haba un completo desmadre.
En la noche en el cuarto de hotel no durmió, sino que se quedó despierta mirando el techo, con los ojos llenos de grandes lagrimas con la cabeza hecha un caos, se puso sus audífonos para olvidarse un poco.
Al día siguiente el clima no era el mejor, llovía a cantaros, el viento estaba helado como la nieve, el ambiente estaba nublado como si supiera lo que iba a pasar, sarita se levantó muy tarde, no fue a la oficina, no se levantó de la cama en todo el día solo se levantó en el ocaso de la tarde para ver que comía, cansada ya de ese desorden de recuerdos, pensamientos, lecturas fue hacia la ventana de su cuarto puso sus pies blancos como la lana al borde del marco de la ventana, se quedó pensando , nuevamente recordando y concluyo que para que lo que tenía en su cabeza se ordenara tendía que morir , así que se lanzó desde su piso 7 en el que estaba, cayo estrepitosamente en el pavimento del hotel todos los residentes se quedaron impávidos ,y sin decir una palabra, el portero del hotel le coloco su saco para que ya no sintiera frio ( aunque sabia que un muerto ya no siente nada, de todas maneras lo hizo así)para que nadie mirara su cuerpo semi desnudo. Llegaron los policías, se la llevaron, en el cementerio no había nadie mas que el sepulturero, nadie la lloro, nadie la recordó.
Cuánto desorden hay en la habitación, juguetes, peluches, zapatos de todo lo que usa mi tierno cachorrito para jugar. Acabo de limpiar y ya está sucio, y no me enoja porque es mí cachorrito, es mí bebé aquella cosita bonita que llena mí vida de emoción. Cuánto desorden hay en el patio, un gran agujero al lado de las margaritas, su colchita favorita quedó al lado de una pelota, su platito de comida al lado de mí silla en el comedor…
Ahora ya no hay desorden, mí cachorrito ya no está, ya no hay nada que limpiar…
Hay orden en la casa… Pero desorden en mí corazón.
Cuánto echaba de menos esos tiempos en los que el desorden en su día a día era corriente, habitual. Cuando no le importaba en absoluto que los zapatos al quitárselos al llegar a casa cayeran del revés al lanzarlos al zapatero o incluso que cayeran dentro o no, era igual. Cago en diez. ¡Ole! Dejar el bote de gel abierto, la toalla arrugada en el colgador, los peines con pelillos y por supuesto la afeitadora también.
Lo evocaba con moriña, qué digo, con envidia, sentado en el sofá de su salón después de haber comido. ¿Bien?, que va, hasta para comer se había vuelto tiquismiquis. Con lo bien que yo comía, me cachis en la mar…Hoy al menos pudo aguantar sin recoger inmediatamente la mesa. Cosa rara. Y ahí, con mirada escrutadora y una mueca nerviosa, observaba, ¡qué leche!, ins-pec-cio-na-ba, el orden obsoluto de todos los enseres que alcanzaba a ver desde su puesto de mando/sofá sin poder evitarlo. ¿Qué quién or-de-na-ba?, el, vivía sólo, ¡qué pregunta!
Bueno, espera, vamos a analizarlo.
¿Fríamente? Si, mejor:
El amaba el desorden (qué lio), por la sensación de libertad/independencia que le producía y, detestaba el orden. Pues por lo contrario, por qué iba a hacer, no te jode. Pero no podía permitírselo. ¿Los años, la edad..? Puede ser, que con el tiempo, todos, nos hagamos un poco TOC. Y digo yo, sigiendo con el análisis y lanzando pregunta ¡eh!: que si ese desorden excesivo del que disfrutó en las primitivas etapas de su viveza no podrían haber influido (inconsciente/mente) en el orden nervioso actual y provocado tal exageración del mismo. Y si se le podría llamar desorden a este orden. (No sé. Yo pregunto).
Vió/detectó, que la figurita, pequeña, no más de diez centímetros, de Samurai con su espada, que ambientaba en la parte superior del televisor estaba/quedaba ligeramente torcida con respecto al plano central de éste y, (¡manda huevos!) se incorporó ni rápido ni despacio (¿le resbalaba una lágrima por su mejilla lentamente?) y la giró exactamente lo suficiente para que su simetría con respecto… patatín y patatán, fueran perfectas.
Si puedes…
¡encuéntrame! Estoy desubicada,
también, varias veces descambiada.
He vendido sueños atragantados,
Por punzones afilados como palabras liberadas.
Entregada al caos,
nado entre respiraciones cortadas,
Ojos entreabiertos y largos suspiros.
El cielo es imprevisible y demasiado volado.
Me sobra la tierra removida y mojada
Por gritos a un cielo tan desordenado.
Busca en la tumba del descabezado…
Su difunta obsesión atesora mi mapa.
Una fría noche de invierno, al llegar a mi casa tras una ardua jornada laboral, me sorprendió ver que al abrir la puerta, mi piso era un completo caos.
Me costó abrir la puerta, ya que el perchero de las chaquetas se había caído y la estaba atrancando. Sorteado el primer obstáculo, encendí la luz para contemplar patidifusa, el descomunal desorden que reinaba en mi sorprendido hogar.
Desde el recibidor tenía una panorámica completa del salón: los cojines del sofá por el suelo, las sillas tiradas, el mantel de la mesa había desaparecido y el jarrón de flores estaba hecho añicos.
Mis ojos se iban abriendo cada vez más y una gran angustia iba apoderándose de mí.
La puerta estaba cerrada pero alguien había revuelto mi casa, destrozándolo todo a su paso.
Mi primer instinto fue buscar el móvil para llamar a la policía, pero sentía una presencia desconocida en la casa y el instinto de supervivencia, hizo que corriera hacia la cocina en busca de algo con lo que protegerme.
Armada con un cuchillo cebollero, regresé sigilosa al salón, donde pasmada descubrí que la puerta de mi cuarto estaba entreabierta.
Encendí la luz sin entrar, para darle tiempo al intruso a huir, sin necesidad de atacarme. Pero no oí nada.
Desde el quicio de la puerta, observé la cama revuelta y todas las fotos de mi cómoda esturreadas por el suelo.
Cristales, ropa, libros,… todo tirado o roto.
Sentí unos ojos que me observaban y un bufido singular que se escabullía de debajo del sofá.
Busqué la linterna del móvil y al alumbrar bajo el mueble, unos ojos casi fosforescentes me sobresaltaron.
Se trataba del gato negro callejero más feo que había visto en mi vida.
Mirada endemoniada, pelo sucio, ojos bizcos y una oreja doblada que a simple vista parecía rota. Era un horror.
El pobre animal deslumbrado por la linterna se acurrucó tras el armario y empezó a bufar, tan asustado como yo.
Al querer acercarme intentó arañarme, así que me fui directa a la cocina en busca de una lata de atún.
Se la ofrecí y él confuso, no se atrevió a mover ni un solo músculo.
Me senté frente a él, en el suelo. Le acerqué la lata con el pie y esperé a que bajara la guardia al empezar a comer.
Estaba esquelético, no debía tener más de cuatro o cinco meses y se notaba que era un superviviente.
Nos miramos fijamente y justo en ese instante supimos que éramos el uno del otro.
Yo le brindé una caricia y él me regaló un dulce ronroneo.
Me gusta, disfrutar del desorden. De camas destendidas, de frases a medio escribir, de cabellos revueltos, música, suspiros y carcajadas.
A veces, mi caos me ordena, porque es allí, donde brota aquello que en realidad deseo, sintiéndome libre, única, perfecta; si allí, en ese espacio donde los demas ven imperfección, yo, me siento poderosa y capaz de todo. Me amotino con las armas del desenfado, tratando de todas las formas posibles de proteger mi crestivo desorden.
Inició el ciclo astrológico de escorpio. Los planetas siguen girando alrededor del sol manteniendo un orden ancestral. Pero aquí en la tierra el desorden humano de siglos ha puesto de patas para arriba las cuatro estaciones del cono Sur. Hasta lo que recuerdo la primavera extendía sus hilos y nos mostraba pizcas del verano, que llegaría en diciembre, a mitad de noviembre. Pues, en el siglo xxi se le ha dado de meter en medio del ventoso clima primaveral con noches frescas una semana de calor que derrite mis entrañas.
Así, de golpe, de 9 grados Celsius por la mañana pasamos a 28 y por las tardes me golpea con 33 grados a la sombra y en las noches de la asfaltada ciudad sube a 36. Esta alteración del mundo establecido hizo que mi cuerpo se desequilibrara y no puedo escribir. Desaparece la creatividad de golpe. Mi cerebro se llena de deseos de mar, playa, lagunas, ríos, lagos y alguna que otra montaña. Mi corazón busca acostarse, como las vacas unidas en manada, bajo la sombra de los carteles de las rutas. Un caos de gritos, de bocinazos, de sueños empastados en sudor. Entré en modo aleatorio de humor. Todo está en desorden. La cama. El pelo. La ropa. La vida. Y las palabras.
CONFESIONES DEL INTERIOR
Primero todo estuvo en calma, y entonces estalló el universo. Estrellas, polvo y demás materia provocaron un gran caos en el cosmos. Después, con el tiempo, todo se estabilizó, formando la gran bóveda que hoy todos vemos por la noche.
Ese es el caos que sentí cuando llegaste a mi vida. Un torrente de sentimientos que removía mi interior sin saber por qué y, lo que es peor, sin importarme. Ansiaba volver a verte, un día tras otro, una hora tras otra, para sentir de nuevo latir mi corazón. Sí, todo estaba en orden cuando me encontraba cerca de tí.
Y entonces estalló el universo.
Te alejaste de mí o yo de ti. ¿La razón? Ahora ya da igual. Solo se que el caos volvió a mi vida, pero en esta ocasión no me gustaba lo que sentía, la calma no llegaba, el dolor lo inundaba todo.
Era imposible equilibrar mi mente. El desorden de mis sentimientos no me dejaba ordenar mis pensamientos.
Pero a mí siempre me ha gustado el orden, y al fin puedo decir que casi lo he conseguido.
Hoy he vuelto a verte y aquella sensación de desorden sentimental ha desaparecido. Todo está en calma, aunque debo reconocer que aun falta algo por ordenar en mi interior; pues al verte, llevé mi mano al pecho y me di cuenta de que allí faltaba algo. En mi intento por hallar la paz y olvidarme del dolor, perdí lo más importante; y no se si volveré a encontrarlo.
Entre barras labiales color mate cincelo en tonalidades oscuras las comisuras de mis labios y pigmento más claro la parte central creando un falso » lip volume»… rodando por los bajos de mi cama, sombras de ojos w7 colores tierra bajo mis vaqueros favoritos, eyeliners fantasía » Maybelline mix» rasgan y alargan mis ojos mientras la esponja «beauty blender» difumina mi make Up bajo mis jerseys de lana cálida … donde mi madre ve caos yo percibo arte.
_ Si no ordenas tu dormitorio a la orden de » ya» cuelgo las fotos en tus redes sociales.
_Mamá llevo años viendo tutoriales para cincelar mi óvalo facial a la usanza de Kylie Jenner, puedo realizar la técnica del «contouring» y sellar mi maquillaje para absorber brillos ,peinar mis cejas con un «goupillon de mix», highlitter en párpado móvil y …
_ Cállate por favor o me volveré loca. Ordena el dormitorio y deja de hablar como si fueras una bloguera cursi y repelenteeeee.
_Imaginas a Dalí concentrado en sus cuadros impresionistas y que entre su señora madre para propiciar tantos dislates arrollando su arte como si fuera vil basura. Mamá …¿sabes que el arte es la única huella de nuestro paso por esta vida?? Imagina que mi rostro es el lienzo de un pintor y mis pinturas… óleo.
_Deja de decir memeces y ordena este caos sin mayor dilación.
Será posible el dinero que llevo invertido en tu educación para que ahora hables como una banal influencer…entro en media hora y quiero todo en perfecto estado.
_ Oh my God! so bossy she is!!
Recuerdos
Dejaste un par de zapatos de cuero,
desgastados por el lado externo de tu sacrificio,
y un libro de cuentas con saldo en rojo,
con números indelebles que me recuerdan tu partida.
Olvidaste tus gafas de sol,
para ver nuestros atardeceres;
que no se quemen tus ojos verdes
cuando veas tu legado olvidado
refundido en nuestra monotonía…
He sacado del armario cien mil veces,
las corbatas, las medias y la chompa de cuero,
que se niegan a dejar la horma de tus huesos,
para hacer juego con mi remedo de tu poesía…
Puede que mis intentos fallidos
por hacerme caso de tu desorden errante,
de ponerme tu ropa,
de colgarla de nuevo en los ganchos
organizados a tu manera,
sean pequeños intentos para limpiar mi melancolía.
Refugiarme en tu esencia,
antes que desaparezca
como tu voz en la tarde de domingo.
Me enclaustro nuevamente en los recuerdos…
Recuerdos vívidos de momentos tristes, de dicha,
mezclándose con los trofeos de tus rastros físicos,
que un día fueron parte de tu vida, y de la mía.
En las tardes que no quisiera seguir transcurriendo,
paro el tiempo y aplazo mi rutina,
y hago que ordeno…, cambiando de orden las cosas,
descolgando los rastros y colgándolos a tu manera;
trasmutando la realidad frente al espejo
con tu misma postura y tu andar elegante…
Mi vida es un desorden que depende del que me dejaste…,
con este olor a loción Jacomo y polillas.
Respirando el caos
«Mamá me arrastraba entre la multitud. Me agarraba tan fuerte que me hacía daño, pero no me atreví a decírselo porque miraba su cara descompuesta y el terror que no podía disimular. Ella llevaba a mi hermana Tahira de cuatro años en brazos y una bolsa colgada del otro lado con las pocas pertenencias que habían podido llevarse mis padres, y con ese brazo me sujetaba a mí. Papá nos había dicho que fuésemos por delante, hasta la entrada del puesto de soldados de acceso a las pistas del aeropuerto, al avión, mientras él hacía un recado: que volvería enseguida. Yo no podía respirar, cientos y cientos de personas desesperadas me rodeaban, yo con trece años no tenía altura suficiente para poder llegar más arriba, al aire. Además la tierra que se levantaba por el pisar de tanta gente lograba que nos cubriera una gran nube de polvo. Los disparos se escuchaban no muy lejos. Los gritos de la gente eran desgarradores, se empujaban unos a otros sin pensar, sin mirar, como si la máxima fuera: sálvese quien pueda . Mujeres, hombres,niños.
Habíamos pasado el puesto de control de nuestro país a la entrada del aeropuerto con papá hace horas, gracias a un visado, pero desde que se había ido tenía miedo de que no volviera. Papá es traductor de Español e Inglés y me encargó la misión de que si él no volvía me encargará yo de explicar a los soldados nuestra situación ya que me enseñó los dos idiomas, lo suficiente para hacernos entender.
De pronto entre la algarabía tropecé y me caí, y aunque mi madre lo intentó no pudo evitar que me soltase. La gente empezó a pisar y pasar sobre mí, sin darse cuenta, sin importarles. Oía los chillidos de mi madre gritando mi nombre, pero la turba se la llevó junto a mi hermana. Me levanté con mucha dificultad con el cuerpo dolorido y pensé en seguir hacia adelante, esperando que no quedara mucho para ver a los soldados que nos iban a ayudar.
Cuando ya pensaba que no llegaría, sin apenas ver por la tierra incrustada en mis ojos, la garganta tan seca, llena de polvo y arena, con ese agotamiento extremo y creyendo morir… apareció un brazo salvador que me sujetó y me alzó entre la gente. Apenas sin ver pude visualizar parte de un uniforme borroso, el suyo sargento.»
El sargento exhausto pensó en toda esa gente a la que ayudaba y todo lo que le iban contando, padres que perdían a sus hijos, hijos que perdían a sus padres… en el caos.
Extenuado y enojado se dirigió de nuevo a su puesto.
Marta estaba feliz de poder visitar a su esposo, que desde hace un tiempo tenía que trabajar fuera del país.
Había sido duro mantener la relación a distancia y no veía la hora del reencuentro.
Al llegar al destino trató de recuperar el tiempo perdido.
Estaba eufórica de alegría y no se dio cuenta que él ya no la miraba como siempre.
Casi a la fuerza, lo arrancó del trabajo para pasar tiempo juntos saliendo a un largo paseo.
Tiró las maletas, dejo todas sus pertenencias por doquier en un auténtico desorden porque solo era prioritario poner orden en su relación.
Dió un portazo y se lo llevo a la calle.
Él, callado asentía a sus deseos a marchas forzadas.
Al terminar el paseo, ella volvió sola a la vivienda y él a su trabajo.
Al abrir la puerta se encontró con un desolador y descarado orden.
La maleta hecha con su pasaporte encima.
La cama tendida y la cocina recogida.
Un primoroso jarrón de flores en el centro de la mesa y un perfume a mujer extraña impregnado en el ambiente.
¡A veces los ladrones ordenan lo que roban, para desordenar la vida de sus víctimas!
DES-ORDEN
Desorden vivencial que nos aqueja
Desorden climático y ambiental que nos abruma
Desorden de mentes errantes ante La des motivación
El des amor
La des lealtad
DES-ORDEN
Conveniente
Des apego a lo que nos ata
Des prenderse de todo lo que NO
DES-ORDEN
De cuidado… que nos encanta
El des madre
El des pegar a los excesos sobretodo los locos , bohemios
DESORDEN
DES-ORDEN
ORDEN al que siendo falsos o tal vez sinceros , de una manera u otra…nos acogemos.
Alexandra Marta
Bea
Lili
Olinto
Mi voto para:Sergio, Leyre, Silvana y Cuentos del alma
Mi voto va para Tess Lorente y Bego Rivera
Mi voto Tali Rosu
Mi voto:
Lili Manzana
Mi voto para Curro y Alexandra
Cada vez es más difícil.
Tali Rosy y Belén Amarilla
Sergio
Alexander
Alexandra
Javier
Tess, me ha enganchado la historia y me ha sorprendido y enternecido el final. Además me encanta el mensaje de fondo.
Y adoro a los gatos…
Mi voto se lo lleva ella.
Mi voto: Tali Rosu y Tess Llorente
Alexander y Gaia
Voto a Belén Amarilla