Una luz inquietante – Miniconcurso de relatos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «naufragios». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 23 de julio! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).

POR FAVOR, SOLO VOTOS REALES, SOLO SE GANA EL RECONOCIMIENTO, CUANDO ES REAL.

* Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor) y no han pasado procesos de corrección.

 

CORONADO SMITH

Erik despertó del sueño,
una luz inquietante lo rodeó de inmediato,
estaba bastante confuso
y más que se confundía recordando.
¿Qué me habrá pasado?,
de pronto se preguntó.
No recordaba nada
y nada se respondió.
De la luz emergieron unos ojos
llameantes como el fuego,
de mirada infernal,
llenando a Erik de miedo.
Una voz de ultratumba
resonó de imprevisto,
y un 666 se dibujó en el aire
el signo del Anti-cristo.
«Bienvenido a mi morada,
tu alma he reclamado,
total, si tú no la usas,
siempre has sido un desalmado.»
«Has sido racista y clasista,
de odio sembrador,
y te has vendido por migajas
a cualquier inversor.»
«Te elevaste muy alto,
la caída más te dolerá,
al final de la vida
siempre sale a pagar.»
Erik empezó a balbucear…
«…perdóname siempre he sido un cobarde
atrapado en mi inseguridad
pero merezco otra oportunidad.»
La luz inquietante abrió sus fauces
y en un tris engulló al pecador
«En estos días que corren
me voy a dar un atracón.»
Sentenció el hijo predilecto de su señor.

MARI CRUZ ESTEBAN APARICIO

La tarde avanza y todo mi ser aguarda la llegada de la noche y tu llamada de telefono sonido de amor que me lleva a cruzar el puente que hay de mi terraza a la tuya solo visible en nuestros corazones enamorados.
La tarde avanza y la noche ha llegado a mi alma oscura y fría y sin llamada alguna…
Una luz inquietante contemplo en la penumbra de tu casa detrás de los cristales de tu alcoba motivo que me lleva a pensar que echada en la cama y entre tus brazos hay una mujer tal vino al mundo arropada en las sábanas blancas de hilo que un día fueron testigo de nuestro amor.

BENEDICTO PALACIOS SÁNCHEZ

Germán cumplió los años, siete, el 23 de abril en plena primavera. Pero aquel día estaba triste y no esperaba regalo alguno, pues unos meses antes había muerto su abuelo y ningún juguete podía compensar aquella pérdida. Porque el abuelo Juan tenía todo, era bueno, sabio, amoroso y viejo como todos los abuelos, y Germán pensaba que siempre había sido así. Los abuelos tenían el pelo blanco y arrugas en la frente.
Un día el abuelo le contó por qué se llamaba así.
—Porque nací el 24 de junio, el día de San Juan.
—Qué suerte.
—Cualquier día es bueno para nacer, el 23 de abril también.
—Sí, pero solamente en la mañana de San Juan bailaba el sol.
Él mismo se lo había contado, porque aquel día el sol nacía tan limpio y reluciente que parecía bailar. Y claro que bailaba. Y Germán lo había visto.
Pues estas mismas historias se las contaba muchos años después a Lidia, una sobrina muy lista. Sus padres la habían dejado un rato a su cuidado.
—Pero eso es una trola. El sol no se mueve, lo dice mi maestra.
—Bueno, no, pero como ese día brilla de un modo tan especial…
Llevaban toda la tarde en casa y Lidia estaba aburrida. Era una tarde de verano y relampagueaba. Y aunque a Lidia le daba miedo la tormenta, pidió a Germán que la llevara a los columpios. Y fue un rato bien divertido. Pero cuando volvían a su casa a punto de anochecer el barrio se quedó sin luz. Un rayo de la tormenta había destruido un transformador. En los pisos bajos se alumbraban con velas. Fueron solamente unos minutos, pero no era lo mismo. Las velas daban una luz muy pobre y encima las calles solo se veían cuando pasaba un coche con los faros encendidos.
—¿Has pasado miedo?
—No mucho, pero las velas me recuerdan la muerte de mi abuelo. ¿Tú no tienes abuelos?
Germán entonces le explicó que por coincidencias de la vida, también el abuelo Juan había muerto una mañana de tormenta. Y él entonces era muy miedoso.
—Con nueve años me daban miedo muchas cosas y en particular el tren. El abuelo quiso que montara con él y me negué. Pero le prometí que un día me atrevería primero a verlo de cerca y después a subir a él. Y así lo hice. Al día siguiente de su muerte me armé de valor y fui a ver pasar el tren, verlo de cerca, como los compañeros de escuela que ponían los platillos de cerveza en los raíles. Pero aquella tarde el tren se retrasó hasta el anochecer y tuve que esperar un rato largo cerca de un paso a nivel. El tren traía un faro encendido en la frente que brillaba como una antorcha enorme y pasó sobre las vías a gran velocidad. Di un buen grito que nadie oyó. Cuando se alejaba me acordé del abuelo. Y nunca se me quitó de los ojos que aquella máquina con aquella luz, que dejaron al pasar sobre los raíles rastros de fantasmas y pozos de sombra, la conducía mi abuelo. Y entonces sonreí.
—¿Se te quitó el miedo?
—Completamente.
—¿Y cuando murió le pusieron muchas velas?
—No, mis padres encendieron todas las luces.
—¿Por qué?
—Te lo acabo de decir: el abuelo partió de este mundo veloz como un tren y lo mismo que la luz de un rayo.
Lidia le miró de esa manera que miran los niños, cuando se hacen cargo del tremendo misterio del morir. Estaban regresando a casa y parpadeaban a lo lejos varias ambulancias. Lidia se refugió en los brazos de Germán. Aquellas luces le traían malos recuerdos.
—No me gustan las luces de las ambulancias. Me dan grima— dijo la niña.
—Tienes razón, Lidia, no existen luces más inquietantes.

SERGIO SANTIAGO MONREAL

Darek abrió la ventana de la cocina, para fumarse un cigarrillo. Era ya de noche y la oscuridad del cielo era casi completa, pero Darek entre calada y calada quedó perplejo con una luz inquietante de color rojo parpadeante que cada vez se aproximaba más y más.
Asustado Darek apagó el cigarro pese a que le quedaba más de la mitad, tras carraspear, como en el era costumbre, apago la luz de la cocina y se fue al salón y encendió la televisión dando al botón rojo del mando. Cambio varias veces de canal, hasta que se decidió por ver el noticiero informativo. Lo de siempre que si los datos del virus subían, que si se endurecian las restricciones de movilidad, que si uso obligatorio de mascarilla…
Darek cambio de canal y decidió ver un documental sobre fenómenos paranormales, curiosamente hablaban de la luz inquietante roja intermitente que momentos antes le sorprendió. Dio un salto raudo y volvió a la cocina y abrió la ventana. La luz roja lo cegó por completo, el grito de Darek fue tal, que inmediatamente después todos los vecinos encendieron de manera inquietante e intermitente las luces de sus viviendas.
Al día siguiente Darek despertó en el hospital con lagunas de memoria considerables de lo que había pasado.
Continuará.
***
Darek poco a poco fue recobrando la memoria y por ende fue explicando a los sanitarios lo acaecido con la luz roja inquietante. Sus ojos se tornaron rojos oscuros, los médicos diagnosticaron derrame sanguíneo en sus pupilas, pero fue trasladado a una unidad de salud mental psiquiátrica.
Darek tenía la certeza que lo ocurrido fue real, pero los médicos insistían en que se debía a un brote psicótico agudo, no obstante lo anterior, no encontraban explicación al enrojecimiento de sus ojos pese al diagnóstico inicial de derrame sanguíneo ocular, pensaron que podía deberse a un efecto secundario de los medicamentos recetados.
Darek amaneció una mañana con convulsiones y con dificultades respiratorias, ipso facto fue trasladado de urgencia a una unidad de cuidados intensivos, estuvo en la UCI las tres semanas siguientes al suceso.
Darek mejoraba poco a poco, pero las secuelas en esta ocasión fueron más severas. Perdió el habla y en el interior de su mente veía constantemente aquella luz roja inquietante.

IRENE ADLER

DONDE MUEREN LAS LUCIÉRNAGAS
Ayer volví al bosque de nuestra infancia. A la humedad espesa y esponjosa, a ese tubular sentimiento hecho de agua: de gotas de rocío mañanero, de saliva caliente con sabor a sal y a caramelo, del ácido perclórico que se nos fermentaba en las pestañas, cuando llorábamos, al despedirnos.
Ayer volví.
Al ayer de una inocencia que nunca fue nuestra. A una ternura recién nacida, como un gusano de luz sin ojos y sin alas. «Las hembras de luciérnaga no pueden volar», me dijiste. Siempre decías cosas así, con una seriedad antigua, obscena, de adulto. Y luego callabas, absorto el pensamiento, el corazón y la mirada, en el envés nervudo de una hoja. Eras mi Tom Bombadil, tan anciano en tus doce años, tan disperso y peregrino en tus ensoñaciones. «Allí detrás, está Sirio B». Y yo miraba al cielo, ávida por ver lo que tú veías, por perderme en tu mirada para encontrar mi camino, por ser capaz de contar la distancia que existía entre la luz que mirábamos, y la estrella muerta de la que esa misma luz, había partido. Nuestro bosque, nuestra corta historia de veranos de azafrán, nuestros mundos invisibles de tinta en los dedos y musgo bajo las uñas, de risa sin tiempo ni relojes, de Momos y Atalantas y cenizas sobre los ojos cerrados, se desvaneció un poco en mí, cuando te fuiste, con tu chaqueta azul brillante y tus zapatos amarillos, canturreando por el sendero de grava, en dirección al jardín tapiado. Hiciste tu elección sin ignorarme. Naciste cansado, como un Atlante diminuto. Naciste consciente. Y al final, ese peso desmedido de mundo y naturalezas y expiaciones y soledad, te doblegó no sólo la espalda, sino también las rodillas.
Y elegiste partir con las luciérnagas. Porque como ellas, tú eras una luz de gálibo : destellante, intermitente, alucinada. Hace años que dejaron de inflamar nuestro bosque por las noches, con su amor de linterna sorda o código morse, absorbidas o empujadas por la prisa, el tiempo, las luces invasoras venidas del frío. Extintas. Como los sueños que movían nuestro mundo y que engullíamos sentados al pie del tejo centenario, como si fueran bayas o moras o níscalos silvestres. Y que sabían ácidos y frescos, como debían de saber los besos. Como pensé siempre que sabrían. Hasta que tú me besaste, con el beso aquel, por el que habría de medir después, todos los demás besos de mi vida.
Y entonces la vi…
Una luciérnaga solitaria y quieta, emitiendo destellos cortos en medio de la oscuridad, en ese lenguaje íntimo, nuestro, como un faro en una isla. Inquietante en su soledad, como la luz remota de una estrella muerta, esperando, quizás, una respuesta. Esperándome…
Ayer volví… Para descubrir que nunca me había ido.

RAQUEL LÓPEZ

Aquel fin de semana, como de costumbre, solía ir a visitar a mi abuela, su casa estaba en medio de la naturaleza y eso era un chute para recargar las pilas y volver a empezar la semana colmada de trabajo.
Cogí el coche, el tiempo no acompañaba, no cesaba de llover y el asfalto estaba resbaladizo,de repente no se ni como algo se atravesó en medio de la carretera, reaccione dando un volantazo que me llevó a golpearme contra un árbol, medio aturdida por el golpe, estuve unos instantes sin conocimiento.
Cuando abri los ojos, salí como pude del coche y me dirigí de nuevo a la carretera para ver que es lo que se interpuso.. me puse a llorar tras lo ocurrido,¡pobrecillo! dije tras ver a un ciervo inerte en el suelo, sin pensar que me podría haber matado. Me dirigí al coche intentando encontrar el móvil para pedir auxilio..
Una luz inquietante, me hizo retroceder, empezaba a anochecer, aquella luz era una luz blanca e incandescente la que sin saber porqué me atraía. A medida que me acercaba a ella, percibí que mi ropa estaba llena de sangre sin haberme dado cuenta antes, pero tampoco me importaba si estaba herida, ni siquiera sentía frío, sino calidez y una sensación de liviandad corporal.
Había gente vestida de blanco, como si estuviesen celebrando algo, quise acercarme para pedir auxilio y en medio de aquellas personas, vi a mi abuela, la llamé pero no me oía, se dirigía a un túnel, como una especie de cueva sin fin, aquello estaba oscuro y al final logre alcanzar a verla alumbrado por esa luz estremecedora..
-¡Tienes que regresar! – me dijo… Y todo empezó a darme vueltas hasta caer desfallecida.
Cuando desperté, estaba en una camilla rodeada de muchos médicos asustados e impacientes, haciendo todo lo posible para que despertará de mi letargo.
-Ha tenido suerte de seguir viva, fue un accidente mortal..
-¿Y mi abuela?
Me miraron extrañados..
-¿Había alguien más en el coche?
-No, solo iba yo..
Minutos después acudieron sus padres..
-¡Hija mía! gracias a dios que despertaste
-¿Le ha pasado algo a la abuela?
-…. No es momento hija, has salido de un estado delicado..
-Por favor.
-La abuela, hace días que murió, mientras tu estabas en coma.
Las lágrimas abortaron de mis ojos, no pudieron salir porque sentí tranquilidad, pude verla por última vez en aquella experiencia cercana a la muerte… ella, me dio la vida..
Aquello me hizo reflexionar que somos frágiles y que de un momento a otro tenemos que estar preparados para atravesar esa luz, algunos lo consiguen y otros regresamos, para seguir aprendiendo…..

CARLOS GRAS MARTÍNEZ

Era una noche como las de siempre, camino a casa por el arcén de la carretera, iluminada por la luz reflejada de la luna, y como de costumbre, aquella luz inquietante en medio de aquel escalofriante bosque, esa luz que noche tras noche había captado su atención, pero el temor a cruzar el bosque le hacía imposible visitarla, esa noche se sentía distinta, la idea de cruzar aquel oscuro bosque no ya no encogía su alma, quizás, ya era hora de ver que secreto escondía aquella luz, se adentró en el bosque, y a medida que se acercaba a ella se volvía más intensa y cálida, como cualquier abrazo consolador de una madre, llegó al núcleo de la misma y supo que había llegado a su lugar.
Por fin había sido capaz de abandonar este mundo

MARI CARMEN CANO REQUENA

Apenas podía distinguir desde la pequeña ventana de mi habitación aquella sombra de luz intermitente que se veía entre los edificios contiguos a mi apartamento. Me llamó la atención el baile de luces que se reflejaba en las ventanas, e intrigada cogí mi chaqueta de lana y subí a la azotea.
Lo que vieron mis ojos no tenía explicación era algo hermoso, el faro de la abadía de Saint Mathieu emitía un destello distinto al de otras veces era una luz intensa al ritmo del latido de un corazón, solo con mirarlo podía sentirlo en mi cabeza.
De pronto y muy a lo lejos apareció otra especie de luz de un color verde mar que le respondía de la misma manera, no daba crédito a lo que estaba viendo era un baile de luces tenues y destellantes, a la vez podía sentir esos latidos en mi mente, parecían dos entes vivos!! ….. estaba totalmente confundida, era como si estuviera conectada a ellos, y entonces sucedió lo inexplicable, pude escuchar sus voces en el momento en que una luz inquietante irrumpía en su baile.
-Maria escucha!! Mi pecho dio un vuelco y me apoyé en la pared de la azotea mirando a mi alrededor por si había alguien que estuviera viendo lo mismo que yo.
-yo soy Maria…. Esto es una broma?, -Dije en voz alta….. mientras deslizaba mi mano por la fina barandilla de la azotea a la vez que caminaba hacia delante intentando buscar significado a todo aquello.
Somos dos almas atrapadas en la luz del faro, necesitamos tu ayuda para salir de aquí, solo tú puedes ayudarnos.
-Me quedé tan paralizada que no sabía que decir y mis palabras apenas salían con fuerza de mi garganta…. -yo que puedo hacer? -debes apagar la luz del faro y sólo tú puedes hacerlo….. -Yo??
-Pero como??
-Usa tu arco Maria……
Entonces entendí lo que querían, era campeona de tiro con arco a larga distancia y me buscaron.
Baje a casa y cogí mi arco y algunas flechas por si fallaba, subí de nuevo las escaleras hacía la azotea y mientras me preparaba las luces cada vez eran más intensas y los latidos golpeaban con más fuerza en mi cabeza, me agarré con un cinturón a la barandilla para no caerme con el impulso de la flecha…… y dispare!! La luz se rompió en mil pedazos, mi mente se quedó totalmente en blanco y a penas podía ver nada del resplandor que produjo la explosión.
Un silencio aterrador se produjo en la ciudad que duró unos segundos y….. de repente una aurora boreal de mil colores invadió el cielo en el que pude distinguir dos almas entremezclándose entre si desapareciendo lentamente en la oscuridad del mar……
Desde entonces la luz del faro sólo se ve unos instantes al anochecer y siempre a la misma hora.

DAVID DURA MARÍN

Aceptamos nuestra manera de ser sin condiciones y esa fórmula trajo los años más felices de mi vida.
Aún recuerdo cuando llamamos a la empresa de electricidad y sobre todo la cara del operario cuando le dijimos , desmonte todas las luces de la casa , nuestro futuro está en juego.
Tengo que reconocer aquellas primeras veces donde mis ojos buscaban mis manos en tu cuerpo.
De ahí , mis manos pasaron a la imaginación , sin entrar en detalles , sigo deseando tus monosílabos .
Porqué soy participé de una historia?.
Sí , lo especial eras tu y yo el margen , pendiente de acercarme a tus letras viéndote llegar.
Te acuerdas del apagón el día de San Valentín ?.
No se que hago hablando solo.
Quizás , el cuchillo en el pecho al vecino con su velita en la mano estuvo de más.
Sus últimas palabras resuenan en mi cabeza , estás bien Clarita?.
En la celda de aislamiento he pedido escasez de luz , así pienso estar contigo lo restante de vida.
Mi última voluntad , una silla eléctrica de bajo consumo .
Pero te juro que como muera y sea una luz levitando al cielo o yo que sé donde , me sacaré los ojos.
No hay peor castigo ser una luz donde no pueda tocarte.

CONSUELO PÉREZ GÓMEZ

Cercana a la bahía de Bengala se desparrama sin orden ni concierto una pequeña aldea que, acogía sin saberlo, un oráculo infalible: la vaca iluminada. Aquella inquietante luz que manaba del corral, provenía de una vaca muy especial, como un claro exponente de alarmas previsoras contra las adversidades caídas de un cielo, en ocasiones, nada protector. Cada vez que se avecinaba una tormenta el bóvido se iluminaba como una lámpara de miles de vatios, alumbrando así cada rincón, cada calle por la que iba vagando. De julio a septiembre cuando el Monzón se acercaba, aquella lámpara andante daba luz a toda la aldea creando a su paso toda la intendencia necesaria para poner a salvo sus mal contadas posesiones; sabían muy bien que la gaay (vaca en hindi) era infalible, ya habían experimentado sus aciertos en pretéritas ocasiones. En su vagar por las calles iba dejando a su paso un resplandor que convertía la noche en día y las sombras en claros lunares; las sombras se evaporaban detrás de sus pezuñales andares. Al inicio del prodigioso descubrimiento toda la comunidad -incluidos los dueños del brillante mamífero- no salían de su asombro, hasta que el hábito y la costumbre dieron paso a la desidia que traía consigo el amaestramiento de la retina hacia fenómenos inexplicables como lo era aquel. A lo sumo algún comentario escapado al azar, como se caen las palabras no procesadas: «parece que se acerca la tormenta». Y los cielos se abrían sin compasión. A medida que el agua corría desbocada, la vaca se iba apagando hasta tomar de nuevo su condición bovina. Con el tiempo, muerta ya la capacidad de asombro de este faro ambulante, el personal perdió además la facultad para prevenir futuras tormentas y con ello el auxilio y amparo requeridos para buscar protección.
Y así, poco a poco, como ocurren las cosas que de verdad importan, tarde aprendió ese colectivo que a la luz por más inquietante que esta sea, hay prestarle atención.
Sus dueños asombrados por un fenómeno que escapaba a su comprensión consultaron con el gurú comunitario.
—Es la luz del manantial último. —Dijo este mientras se retiraba a su choza.
Darsha* y Deepak* giraron sobre sus descalzos talones meditando sobre la frase del sabio en la que más que una respuesta, encontraron varias vías de interpretación.
—¿Nos anuncia que esta será la última tormenta? —Pregunta Deepak sin convicción alguna.
—¿El fin del mundo? —Contesta con la misma dosis de incertidumbre Darsha.
Cuando Darsha entró en el corral con la comida del día no encontró a la vaca por ninguna parte. Ni rastro. El cubil que hasta entonces había sido su morada aparecía iluminado, resplandeciente; una luz inquietante se derramaba hacia el resto del corral alumbrando cada grano de trigo que encendía la cresta de las gallináceas al ser engullido, se expandía más y más hasta alcanzar todo el territorio, la cima de la colina, cruzar el valle, navegar por el río… iluminando todo a su paso. La fuerza de la tormenta no pudo apagar aquella inquietante luz.
Las vacas en India simbolizan a la madre tierra, la naturaleza, la fertilidad y la abundancia. Los visitantes foráneos desconocedores de las deidades que representan a este animal sagrado para los hindúes no entienden o no están capacitados para asumir la abundancia de una inquietante iluminación.
*Darsha: nombre de mujer que en hindú significa ‘ver, percibir, tener visión’.
*Deepak: nombre de varón que en hindú significa ‘lámpara, fuente de luz’.

GONZALO HAYA

Te descalzas y te tumbas sobre el colchón de la cama, cierras los ojos y procuras dejar la mente en blanco, deja escapar como globos de helio todos los pensamientos que te llegarán a la mente, déjalos ir libremente, no te detengas en nada, deja que fluyan, sigue despejando tu mente durante el tiempo necesario hasta que cada vez lleguen menos pensamientos, al poco tiempo no llegará ningún globo, entonces empieza a concentrarte en tu respiración, siente como tu cuerpo sabio inspira y espira de forma involuntaria, mecánica, siente como tus pulmones se llenan de oxígeno y nota como se reparte por todo tu cuerpo, continua el tiempo que necesites hasta sentir como ese oxígeno llega hasta tus brazos, a tus piernas, como recorre tus manos, tus pies, hasta llegar a la punta de los dedos. En ese momento profundiza aún más en la nada, sigue observando sin forzar, poco a poco, respiración a respiración, observa y verás cómo poco a poco ves una luz inquietante que cada vez está más cerca, esa luz que con solo mirarla ya transmite paz y tranquilidad, te sientes seguro, cada vez está más cerca, tanto que ya puedes notar su calidez agradable, una sensación de bienestar recorre todo tu cuerpo, estás en paz. La luz va tomando forma, estás tranquilo, poco a poco deja de deslumbrar y te das cuenta de que es tu guía espiritual, sabes quien es, lo conoces como a ti mismo, es tu yo interior, ese que siempre ha estado ahi para ti, ese Yo que te ha observado desde tu nacimiento, que te ha cuidado y guiado sin que tu lo apreciaras. Ves que no está solo, está vez viene acompañado de la persona que más anhelas, la trae de la mano, es un regalo para ti. Un escalofrío recorre tu interior, tu guía te pide calma , tu yo interior te brinda la oportunidad de despedirte de esa persona, entonces la abrazas fuertemente y le dices lo mucho que lo sientes, lo mucho que la echas de menos, le dices lo mucho que la quieres y lamentas el poco tiempo que has tenido, nunca fué ni será el suficiente. Notas como esa presencia o persona que acompaña a tu guía se funde contigo, como te consuela y te reconforta su presencia, sientes como te dice que todo está bien, que no hay nada que reprochar, que no hay nada que juzgar, solo viene a darte su amor eterno, a despedirse sin rencores y a decirte que vivas, que vivas intensamente, que te lo mereces, que de nada sirve esa culpa interminable que padeces y poco a poco se despide de ti con el mayor de los abrazos. Tu Yo interior te consuela y con un cálido abrazo se despide de ti, se aleja poco a poco con esa persona, sabes perfectamente que cuidará bien de ella, que estará bien y poco a poco esa luz va quedando cada vez más lejos, se apaga poco a poco. Vas despertando concentrando tu mente de nuevo en la respiración, asumiendo cuanto de lo vivido ha sido real, has notado su abrazo y te has podido despedir con dignidad, vas despertando y tomando conciencia de tu alrededor, las lágrimas resbalan por tus mejillas, son de alegría, de paz, de amor, de algún modo tienes la certeza y la tranquilidad de que ha ocurrido de verdad y no necesitas más pruebas que las que ya tienes.
Notas del autor:
He intentado plasmar una meditación muy profunda que realicé en una terapia grupal (proceso «M.A.R» movimiento de agradecido recuerdo ) con motivo de la pérdida de mi hija. A mi me ayudó muchísimo y a día de hoy puedo afirmar que lo vivido en esos momentos fueron tan reales como lo son beber y comer cada dia
Lo recuerdo con gran cariño y lo comparto por si a alguien le puede ayudar.

DANI GALLEGO ALEMÁN

» Luz en la oscuridad, luuuuzz de sirenas», así cantaba el Robe una de sus letras, pero con música claro y sin comillas. Yo , al principio creí que decía luce la oscuridad y me inquietó. Más que inquietarme me llamó la atención, porque tenía razón, la oscuridad luce, luce mucho.
Hay noches que no puedo seguir dormido, porque estoy asustado, hay mucho ruido, en lo negro, y mucha luz dentro y entonces abro los ojos , apagándolo. Porque el negro se enciende nada más apagar lo blanco, brillante, amarillo o real, como lo quieras llamar.
Y lo jodido de ese negro brillante es que es tan inquietante como difícil de controlar.
En ese negro hay tanto color y claro…una vez dentro y a sabiendas piensas ¿ qué hago?… ¿será peligroso si me adentro en mis adentros? ,no se, voy sin cantimplora, ¿me vuelvo a tirar por el pozo de caída presionada por el que se que al final de varios intentos despierto?….
Entonces pensé en dejar una libretilla al borde de la cama y ,cada vez que tuviera que tirarme por el pozo de presión y despertarme tras varios intentos, anotar palabra por palabra, color, olor, camino, luz o estrella polar que viera. Anotar personajes y conversaciones… Y anote mucho, vaya si anoté.
Poco después de muchas visitas y lanzamientos, ya olímpicos, al pozo de presión, me llevé la cantimplora y el catalejo, el del arededor ciego, y todas mis notas, sin papel claro. Y me adentré en mis adentros, en esa luz inquietante.
Allí todo era TAN. Y todo mucho más, más, MÁS. Yo no me veía pero al no existir el menos no pude sentirme así. Era más alto y más fuerte y con más pelo y más malo y más feo y más bajo y el más ruin altruista y más y más y más…
… Y el amor…buuuufffff, el amor era… como un explosivo dentro de un continente apropiado para su continua explosión, y explotaba y explotaba con su dulce destrucción. Y explotaba y explotaba en mi apacible sumisión… y de repente la rabia, sin cambios de plano ,ni días, horas o minutos, de repente. Y otros colores y otros sabores y más rabia y más odio por lo que soy, por lo que somos, por nuestra mente maravillosa.
Tengo muchos más viajes que hacer y mucho más por conocer, porque dentro , en esa brillante oscuridad, todo es más.
«Luce la oscuridad, luuuz de sirenas»…

BELÉN AMARILLA

Mamá se fue como tantas noches a dormir con el abuelo.La soledad le estaba afectando después de tantos años en compañía.La vida ya no era lo mismo, decía murmurando.No sabía vivir sin su «querer».
La tarde gélida dio lugar a una noche glacial.Se oía el rugido del viento que hacía rugir la ventana de mi dormitorio.
La temperatura en el interior era cálida,la luz intensa y el frigorífico repleto de víveres ( típico de mamá).
Los libros abiertos y las páginas se sucedían con lentitud.Mi mente cansada por el estudio ralentizaba el ritmo de aprendizaje mientras que el rumor suave e inapreciable del aire balanceaba mi ánimo.
Mía ,mi gatita era mi única y mejor compañía desde el mismo día que llegó a nuestro hogar.
Dormitábamos al unísono durante horas y su lento deambular por la casa apaciguaba mi estrés en época de exámenes.
¡Quién pudiera ser gato! Pensaba entre enojo y agrado.
Mi estado de vigilia disminuyó tras ingerir una taza de caldo caliente ya entrada la madrugada y entré en un soporífero estado de paz.
Mis brazos pesaban y mis ojos se cerraban como si hubiera engullido un frasco de valerianas.
Entré en un profundo letargo.La casa permanecía en silencio a excepción del leve ronroneo de mi gato que pareciera levitar de puro placer.
De repente…mi gato se levantó como un resorte y su movimiento brusco me hizo sentarme en la cama como el ave fénix ante un fenómeno extraño.
Un flash de luz blanca en la puerta de mi dormitorio tenía hipnotizado a mi felino.Capté el resplandor con mi teléfono entre confusa y asustada.
Ni un ruido en la casa,ni un simple rugido en la ventana… sólo una luz inquietante se manifestaba ante nuestros ojos que pudiera provenir del lado misterioso de la vida.
Una leve pluma blanquecina apareció sobre mi almohadón cuando dejé de ver la luz tintineando en la puerta hasta extinguirse.
Mía posee un canal de conexión de vibraciones alto entre el mundo espiritual y el humano.Un puente que me ayuda a abrazar a mis seres queridos en el infinito.
No es casualidad,sino un mensaje de mis seres alados que se comunican con nosotros.
¿Eres tú abuelita?

NEUS SINTES

Rebeca se encontraba trabajando a altas horas de la noche, en su habitación. De día trabajaba como administrativa y de noche era redactora freelance. Llevaba unos cuántos cafés, aunque su cuerpo ya estaba tan acostumbrado, que apenas le hacían efecto.
El cansancio empezó a apoderarse de los párpados de Rebeca. Empezó a notar cómo el cansancio empezaba a apoderarse de ella. Pocas horas más tarde su despertador empezaría a oírse, escandalosamente. Cerró el portátil, se encaminó en dirección a la cama para cerrar los ojos, cuyo cansancio reflejaban sus marcadas ojeras.
A las pocas horas, una luz inquietante empezó a percibir en sus pupilas aún dormidas, Un parpadeo empezó a despertarla, proveniente de la estancia. Se frotó los ojos, incorporando y comprobando que aún era de noche cerrada.
Una luz cegadora le invadió de golpe. Provenía de la ventana. Deseó no haberse asomado, pero ya fue demasiado tarde…
-¡Rebeca, salga del edificio o entraremos a la fuerza! – pronunció el altavoz de la policía.
Rebeca no entendía nada, cuando ella no había hecho nada. Antes de bajar se cambio de ropa, y bajo las escaleras que conducían a la calle.
A la entrada unos policías con la luz de las sirenas en marcha, estaba esperando su llegada.
-¿Que quieren de mi? – fue lo primero que se le ocurrió preguntar.
-¡Está usted detenida por piratear varios documentos, entre ellos unos privados, pertenecientes al grupo policial! – y mientras le notificaban el motivo de su detención, uno de ellos le asió contra el coche, esposándole.
-¡Quiero a un abogado! – fueron las últimas palabras que se oyeron, mientras se veía a Rebeca entrar en el coche a la fuerza.

LIDIA FUENTES

En una playa rocosa de la costa de Australia vivía una familia de caracoles marinos; Los Winks. Grus era el menor de los cinco hermanos y siempre tenían que estar buscándolo cuando salían de excursión por la zona porque se quedaba dormido profundamente en el interior de las grietas fresquitas de alguna roca. Sus padres Beta y Ara desde muy pequeños les enseñaban a través de largos recorridos por la zona lugares donde alojarse cuando la marea estaba alta, cuevas donde hibernar, espacios para alimentarse de plancton y de la más rica microflora . También porque piedras se podía trepar con más seguridad para encontrar descanso y tomar el sol tan beneficioso para fortalecer sus conchas. Vivían una vida apacible a pesar de que Beta y Ara habían tenido que enfrentarse en varias ocasiones a diferentes depredadores presentes en la playa y evitar que se comieran a sus hijos. Dorado, el hermano mayor, era el encargado de proteger y dirigir al resto sobre un área más tranquila de la costa cuando sus padres se encontraban en esa ardua tarea de supervivencia contra camarones o cangrejos. Aquel día en medio de esa sensación eufórica por salir todos juntos a pasear y explorar la zona una tortuga marina les turbó su plácida marcha, como en otras ocasiones los padres se unieron impidiendo el paso al animal enemigo mientras que Dorado escapaba con sus hermanos. Aquel día fue para Grus la primera vez que veía a sus padres combatir juntos. Se sintió pequeño, vulnerable y se dijo así mismo que si sus padres lograban vencer dejaría de ser tan perezoso y prestaría más atención a todos los buenos consejos que le transmitían en cada momento. Agrupados en una roca vieron como sus padres luchaban contra la tortuga hasta que una luz inquietante los encandiló. Aquella luz salía del interior de las conchas de sus padres ofreciendo un maravilloso espectáculo de destellos luminosos. No sabían que pensar, sus padres nunca les habían hablado de ese fenómeno extraño que nacía del interior de ellos mismos. Llegaron a creer que era una manera especial en la que se despiden los padres de sus hijos en sus últimos momentos de vida.
Se sentían angustiados hasta que vieron como la tortuga se alejaba, sus padres seguían envueltos en esa luz bioluminiscente. Por otro lado y en el lugar donde aguardaban escondidos Dorado alertó de la presencia de un camarón que se les acercaba. Esta vez eran ellos y lejos de la protección de sus padres los que se encontraban en peligro. Siguieron agrupados mientras se aferraban con fuerzas sobre las rocas, llevaban a cabo una serie de contracciones musculares para desplazarse lentamente evitando que ninguno se separara del resto. Una vibración interna y sincronizada de los cinco hermanos activó el gran poder que tenían de manera innata y que hasta ese momento les era desconocido. El camarón dejó de ver unos caracoles apetecibles, en lugar de ello veía una presa que irradiaba una extraña luz dándole la sensación de que le doblaba su tamaño y le hizo darse la vuelta renunciando de esa rara comida.
Cuando el peligro pasó, Beta y Ara se reunieron junto a sus jóvenes caracoles de mar, se abrazaron y felices celebraron la victoria. Todos sus hijos tenían dudas sobre lo que habían presenciado en esa lucha por la supervivencia, Grus fue el primero en bombardear a sus padres a preguntas.
–A pesar de la forma que cada uno tenemos, la cual necesitamos para vivir esta experiencia marítima o terrenal, todos tenemos un gran poder, todos somos luz. La mayoría de veces andamos tan distraídos que lo olvidamos y sentimos miedo. La luz nace y se expande hacia el exterior cuando dejamos de luchar y de querer controlarlo todo, la luz es un recordatorio de que siempre estamos a salvo y si confiamos nos libera de los depredadores—explicó Beta.

SILVANA GALLARDO

Un día más, 19 de noviembre de 1984. Rutina de situaciones que se repiten entre prisas y estrés. Atada la mente a horarios establecidos para cumplir con la responsabilidad del trabajo, levantarse, preparar desayuno, dejar las cosas listas del colegio de los niños y enfrentarse después al tránsito ensordecedor y apabullante que generan también, las prisas y el estrés de todos en conjunto, peleando por un centímetro de espacio y pasar primero. Un caos en el que caemos y nos hacemos parte del mismo, un día, otro, todo el tiempo. Se vuelve costumbre.
Estaba a punto de levantarme, y antes de que sonara mi alarma, una luz inquietante alumbró, no solo la habitación sino todo alrededor de la casa, seguido de un estruendo ensordecedor que auguraba una desgracia. Por mi mente desfilaron pensamientos catastróficos, tratando de encontrar una respuesta a esa situación que me tenía al hilo de la angustia y la zozobra. A lo lejos se divisaban brazos de fuego, lo percibía a través de la ventana de mi habitación. Habían transcurrido algunos minutos y encendí el televisor para escuchar noticias, esperando encontrar respuestas a preguntas que bullían en mi mente; ¿Qué está pasando? Creí que había explotado el tanque de gas de algún vecino, pues esa luz estaba tan cerca de mi vista, que incluso, tuve la sensación de mucho calor y ansiedad al pensar que el fuego se extendiera hasta la casa.
Una noticia captó mi atención y por fin empecé a entender lo que sucedía. Explotaron las plantas de almacenamiento de distribución de Petróleos Mexicanos, en un pueblo llamado San Juan Ixhuatepec, cercano a mi casa. Anunciaban escenas dantescas que consumían, cosas, animales, vidas. Poco a poco daban notas en las que se desconocía número de muertos y heridos.
Pasaron los días y las noticias siempre eran desalentadoras. Calcularon 500 personas fallecidas, casi mil personas con quemaduras graves, decenas de viviendas destruidas y otros tantos daños menores.
Las lágrimas asomaban desde mi alma, sentía gran impotencia, me afligía tanto dolor y sufrimiento. Después, los testimonios de los sobrevivientes, calcinaban las emociones, dolía el pecho, brotaba el llanto sintiendo compasión infinita por todas las personas que vivieron, literalmente ese infierno:
«El piso se sentía caliente, se nos quedaban los pedazos de piel de los pies en las calles, todo eran gritos, nadie sabía qué había tronado, parecía que había pasado un avión, pero era una de las salchichas (tanques de gas) que volaron al cerro, por eso corríamos, muchas de las que estábamos ahí se murieron en el hospital”.
«Margarita y sus vástagos estaban ahí, entre la quemazón, el olor a gas y montones de gente con la piel hecha jirones buscando salir como fuera de aquel infierno».
Una luz inquietante que dejó destrucción inconmensurable, una explosión que, prácticamente hizo desaparecer de la faz de la tierra a ese pequeño pueblo de San Juanico, como le decían. La gente vivía en casas precarias, pobreza, y aproximadamente a 150 metros de distancia de donde se almacenaban gigantescos tanques de gas.
Sólo la indignación de la gente ante los gobiernos que hacen caso omiso a las necesidades de poblaciones que surgen a buena de Dios, sin los servicios más elementales, sin protección civil ¡ni siquiera cuerpo de bomberos en la zona!
El tiempo ha pasado, la rutina continúa, la vida sigue. Mismas prisas, mismo estrés, mismas angustias que provocan temores a acontecimientos de tal naturaleza, no sabemos que nos depara el destino
Y, evidentemente esa luz infernal que despertó a muchos antes del alba, que dejó una gran estela de sufrimiento y evidenció la falta de sensibilidad humana de quienes nos gobiernan, nadie lo olvidará porque quedaron grabadas en la mente, esas imágenes de cuerpos calcinados de gente cuyo estado impedía reconocerlos. Gente con las huellas de quemaduras que les recuerdan a sus seres que perdieron la batalla ante semejante catástrofe. Hoy 20 de julio del 2021, mi ser se cimbra al recordar esa desgracia, tan ajena a mí, pero que estuvo tan cerca, tan visible, tan caliente, tan inquietante.

JUAN JOSÉ SERRANO PICADIZO

«Un relato con muchas inquietudes»
Rubén era un chico adolescente normal como cualquier otro. Despertaba como de costumbre todos los días a las 12, después de trasnochar jugando videojuegos online. Hacía vida en el oscuro bunker que tenía como habitación. Era una persona miedosa y no salía casi nunca a la calle. Vivía obsesionado con la ufología, se protegía la cabeza con un casco diseñado para no ser encontrado por seres de otro planeta. Tenía las paredes cubiertas de papel de aluminio. Nunca abría la ventana de su cuarto por si las moscas.
Le fascinaba leer novelas de terror y ciencia ficción. Uno de sus libros favoritos el de la guerra de los mundos de H. G. Wells, lo tenía ya bastante gastado por el uso. Apilaba libros y cómics por toda la habitación, su madre hacía décadas que no entraba para limpiar.
Una extraña enfermedad lo mantuvo por días en cama con 38 a 40 de fiebre. Fue la oportunidad para que su madre, hiciera de las suyas con la limpieza, olvidando por error cerrar la ventana. Esa noche delirante, Rubén, tenía mucho cansancio y sueño. Cuando una luz inquietante y parpadeante, empezó a emanar de su computadora. La impresora empezó a emitir extraños sonidos. Parecía código morse. Su mal estado le hacía imposible poner atención al mensaje que estaba recibiendo. Rubén sacó la hoja que dejó impresa. Buscó impaciente en un libro que guardaba debajo del libro sobre telepatía universal. Descodificó el mensaje llegado desde otro planeta. << A las 0 horas, visitaremos tú planeta y entraremos en contacto contigo —Leyó—. Este mensaje se autodestruirá en 5 segundos>>. El papel se desintegró en sus manos.
Fue entonces cuando Rubén, asustado, se acercó rápidamente a cerrar la ventana. Agarraba la cuerda de la persiana y mirando a la calle, distinguió entre la penumbra, unos ojos gigantes con un brillo inquietante. Corriendo se metió en la cama y agarrando la cobija, se la echó por encima, hasta taparse por completo. La cama comenzó a temblar y la luz de su cuarto, se apagaba y encendía de manera intermitente. La puerta pegó un repentino portazo. Algo tiraba de las sábanas, y él, empezó a luchar contra aquella cosa. En un tira y afloja, Rubén acabó en el suelo.
—¡Pero chiquillo, tú eres tonto o que te pasa!— gritó su madre. —Haber si dejas ya de jugar tantos videojuegos que te están friendo el cerebro.
Rubén se desmayó en el suelo y su madre llamó a emergencias. Eran las 0 horas, la ambulancia llegó a por Rubén. Abría los ojos mientras era transportado en una camilla y se alarmó al ver la luz naranja inquietante.
—¡Mamá! ¡Socorro, que me llevan!— gritó asustado.
—Tranquilo, solo vamos a hacer unas pruebas— dijo el médico.
Lo metieron en la furgoneta y mareado, solo podía ver la luz inquietante blanca del foco superior.
—¿A qué planeta me lleváis?— preguntó delirante.
—Al planeta Saicnegru— dijo leyendo la palabra urgencias con la broma el sanitario.
Rubén volvió a desmayarse, mientras era trasladado a observación. Le colocaron el suero y le hicieron un lavado de estómago.
Al día siguiente había sido trasladado a su casa y volvía dormido a la habitación. Despertaba muy cansado y mareado, tenía todo el cuarto limpio y recogido. La luz inquietante que entraba por la ventana le provocaba ceguera.
—¿En dónde estoy? ¿Qué lugar es este?— preguntó confundido.
Se levantó de la cama con la bata del hospital, medio desnudo, con el culo al aire y se acercó a la ventana. Miró a la calle. Veía a la gente pasar y todo le parecía muy familiar. Intentaba recordar que había pasado por la noche. <<He sido abducido por alienígenas —pensó—. Tengo que llamar a la prensa y al área 51>>.
—¡Hola! Soy Rubén Fernández, he sido abducido por extraterrestres de un planeta llamado Saicnegru. He llamado para contar mi caso— llamó al periódico local. —Me dejaron un mensaje en mi impresora y pude ver un hombre gigante desde mi ventana. Había varios en mi habitación y me tiraron de la cama intentando llevarme. Al final se hicieron pasar por médicos y me trasladaron en su nave, que tenía un ruido extraño y una luz naranja en ámbar inquietante. Dentro de la nave tenían focos de luz blanquecina y me pincharon algo para dormirme. En su planeta me estudiaron con varios tubos en la boca y me da vergüenza decirlo, también por el ano. Estoy como nuevo, pero no recuerdo más nada. He despertado en mi habitación.
Al siguiente día, los medios de comunicación, emitían el caso inquietante de Rubén por todas las cadenas españolas. Rubén fue invitado a Cuarto Milenio, para hablar con Iker Jiménez de su asombroso y inquietante caso.
Después de varios meses, Rubén descubrió que su madre era medio extraterrestre. Recorrió su noticia por todo el mundo, el caso del chico español que es hijo de una alienígena y fue abducido por sus parientes del planeta Saicnegru. La inquietante noticia, alarmó al mundo por su veracidad. Ahora parte de la población española vive con muchas inquietudes y tienen miedo de encontrarse con una luz inquietante…
Cuidado, no sean los siguientes.

ALEXANDRA MARTE IONA

La luz del maldito
Esta es la historia de un hombre cuya tumba nunca ha habitado. No ha gozado del eterno descanso, ni su cuerpo ha sido devastado por el ciclo de la naturaleza.
Estas líneas se las dedico a todos los hombres embrujados , a todos los que tienen una cruz con su nombre en cualquier cementerio, mientras ellos son esclavos al merced de Las Damas De La Noche.
Al igual que ellos, cientos de almas perdidas entre las garras de un cruel destino, Imanol encontró su perdición una tarde que volvía de trabajar en el campo.
Fue capturado por Las Damas que le lanzaron una maldición , recordarlo todo, como letras pequeñas dentro de un maleficio : presa de noche y muerto de día.
Hace muchos años desde aquella fatídica tarde que la vida se le desgracio a este pobre hombre.
No he podido localizar el pueblo , ya que no existe mención alguna y tampoco he podido encontrarlo a él en los registros de desaparecidos.
Según las hojas escondidas en un viejo libro, en casa de mi abuela, pude saber que Imanol, entregado a la voluntad de Las Damas,recorría todas las noches las calles del pueblo, advirtiendo a los vecinos de que las brujas estaban cerca. Envuelto en el negro de la noche, con un farolillo colgado al cuello, pateaba el pueblo, mientras los vecinos tapiaban puertas y ventanas.
La realidad era otra.El farolillo servía para avisar de su posición y así Las Damas sabían que la caza había empezado. Lo perseguían, jugaban con el como unos gatos traviesos juegan con un ratón. Justo antes del amanecer, le daban muerte de la manera más retorcida y perversa posible.
En unas de las hojas encontradas, esta narrado como los tres lobos esclavos, desmembraban el cuerpo del pobre hombre; o como la Bruja Menor, lucía como adorno los intestinos del mismo. No pude leer más… espero que lo entendáis.
Imanol, yacía muerto, todo un día entero, hasta el atardecer, cuando recobraba vida para volver al seno de la noche con el farolillo colgado.
Nadie del pueblo sabía quien era su salvador , que verdaderamente no salvaba a nadie, ni siquiera a si mismo. Ni advertía a nadie con su inquietante luz. Él que moría noche tras noche, era él.
Probablemente, Imanol, sigue siendo la presa perfecta e incondicional de esas criaturas.
Le pregunté a mi abuela por la procedencia del libro donde encontré las hojas escondidas. Ella no supo darme más detalles ,explicándome que su hermana compraba mucho libros de segunda mano, en mercadillos y rastrillos.
Las hojas de papel que contenían todo tipos de fragmentos de lo sucedido, estaban firmada con el nombre de Imanol.
Su mayor sufrimiento era el no poder olvidar, el recordarlo todo y acumular noches de sentencias y días de muerte.
Sé que probablemente hayan personas que no me crean, que dude de la verdad del maldito. Pero tengo las hojas, para todos los incrédulos o los escépticos, les puedo mandar copias de los escritos.
Parece ser que la luz que salva a muchos, es la perdición de unos pocos.
Seguiré con mi investigación hasta dar con Las Damas de la Noche, aún corriendo el riesgo de que me cuelguen un farolillo o Dios sabe que cosas peores. Podría convertirme en una maldita o en Una Dama de la Noche…

GAIA ORBE

se abre el reino de los cielos
la oscuridad da paso a la luz
quemando rocas, hielo y polvo
almas errantes bombardean la tierra
radiaciones descomunales
dibujan en la montaña caprichosas figuras
inquietante imperio de las luces
sobre la ciudad
¿encanto de buena suerte?
¿señal de los espíritus?
la luz frena, barre el lugar
asciende, desciende, otro barrido
crece el resplandor
arco iris de fuego envuelve las calles
se divide, avanza hacia el oeste
un satélite girando fuera de control
estalla en el aire
atrapado en la abolladura magnética
del Atlántico Sur
regresa el omnímodo silencio de la noche
¿fin de un ciclo?

CURRO BLANCO

¿Estás ahí?
Los Sábados, Verónica, la chica que cuida de Antonia, tiene la tarde-noche libre. La cuida desde que Antonia tuvo un empeoramiento de su enfermedad que la dejó sin poderse valer por si misma. «La chica», le deja a Antonia todo preparado y dispuesto al alcance de sus manos; merienda, cena, medicación y el resto de utensilios que pudiera necesitar sobre ambas mesitas de noche emplazadas a los lados de la cama.
Llevaba acompañando a Antonia siete meses y hasta ahora cuando volvía a primera hora de la mañana del Domingo todo había ido bien. Antonia, no era una enferma demasiado tiquismiquis.
– Hoy es Sábado, no está «la chica», cómo leche está esa luz encendida si yo no me muevo de la habitación. ¡Verónica¡, ¿estás ahí?-
Pero esta noche, Antonia, estaba inquieta.
Una luz con un matiz celeste intenso se dejaba ver al fondo del pasillo desde que el sol se refugió, volviéndose cada vez más penetrante según avanzaba la noche.
– ¡Verónica!, ¿estás ahí?
Aunque «la chica» se hubiese dejado encendida alguna luz, no le resulaba familiar ese tono de iluminación. Y además, observó Antonia, que cada ciertos momentos desprendía como un pequeño fogonazo seguido de un tibio sonido, minúsculo, casi imperceptible, como si alguien o algo cayera en su interior y se calcinara.
– ¡Verónica¡, ¿estás ahí?-.»Esa luz…»
Se preguntaba impotente al no poder levantarse de la cama e ir a ver qué era.
– ¿Será Paulino?, que quiere decirme algo. ¡Paulino¡, ¿estás ahí? Si eres tú…, no tiene ninguna gracia. Que ya sabes que a mi estos jueguecitos de luces no me gustan. ¡Paulino¡, ¿estás ahí?
Otro pequeño fogonazo de luz ligeramente celeste seguido de un sonido tenue se produjo, inquietándola aún más.
– ¡Verónica¡, ¿estás ahí? ¡Paulino¡, ¿estás ahí? No…, Verónica está de descanso. ¡Eres tú Paulino! Si quieres decirme algo, dímelo, pero no te andes con jueguecitos de luces, Paulino, que ya tuve bastante durante cuarenta años con el Tío vivo y los Coches locos de feria en feria.
Antonia, fue asumiendo poco a poco que debía de ser Paulino. Quizás, para engañar a su inquietud. Quizás, porque lo estaba esperando….
– Trabajamos mucho. Pero fuimos muy felices…Ya pronto me reuniré contigo Paulino, no seas impaciente.
Por «Allí» habrá muchas luces, ¿no?. Estarás entretenido, a ti siempre te gustaron, estabas continuamente cambiando las bombillas de los cochecitos por otras más luminosas, con colores más intensos y variopintos.
La chica me cuida bien, es muy buena conmigo….
Antonia, fue quedándose dormida con la protección de aquella luz, que en un principio la inquietó, y ahora, sentía que la confortaba dulcemente. Acurrucándose, se llevó la «luz» a su descanso con una sonrisa plácida dibujada es su rostro.
A la mañana, Verónica, la chica, entró en la habitación de Antonia y comprobó que dormía. Apagó el matamosquistos eléctrico y dijo para si:
«¡Que buena compra! Hoy no le ha picado a Antonia ningún mosquito. ¡Como que éstos de Amazoooón son geniales¡
Se dió una palmada en el muslo derecho con la mano izquierda, y dijo: ¡digooo!

ALBERTINA GALIANO

¡Ahí te quedas, no te soporto más!
Y se bajó del coche.
Él la llamó insistentemente, con diferentes tonos de voz que iban de lo imperativo a lo suplicatorio, pasando por el más cáustico sarcasmo.
Entonaba melodías tan manidas: vete, me has hecho daño… no lo volveré a hacer más… me cuesta tanto olvidarte…
Nada funcionó, y no pudo seguirla además porque ella se internó pinar adentro, alejándose del camino.
En su airada huida se iba felicitando a sí misma por su valentía.
-¡Basta ya, por dios! Ya está bien de aguantar sus salidas de tono, sus caprichitos de niño mimado. Estaba hasta el gorro de toda esa fantochada endogámica, de su insoportable macrofamilia. De poner buena cara.
-No seas cría, espera a volver a casa y allí hablamos. ¡Va a anochecer! -oyó aún gritar desde lejos.
-¡A la mierda, jilipollas, quién te necesita!
Y andando, andando no tardó en darse cuenta de que no conocía en absoluto el camino de regreso.
Vaya. Carajo.
Cretino, no le necesito. ¡Qué se habrá creído!
Sacó el móvil y conectó el navegador.
-Puto pueblo de mierda. Tan difícil no será orientarse.
Con la horita de luz que aún quedaba tendría suficiente.
Ummmm.
Una punzada como un taladro de odontólogo le impactó en la sien. Fue justo en el momento en que esa inquietante lucecita se iluminó, para avisar del próximo fin de la batería.
-Cáspita -pensó- ¡Y yo en tirantes!

SOLEDAD ROSA

La oscuridad sigue visitándome cada noche y su sombra me aterra desde pequeña. Mi yo infantil trataba de guardarla, a pellizcos, en un cofre, consciente de que no desaparecería. Era mi truco para combatir ese miedo que me invadía cuando mi alrededor se teñía de negro. Entonces, lo abría y me complacía mirándolo: no había nada. La oscuridad estaba vacía.
Yo sonreía desde mi guarida. Ese refugio que encontré tras los cristales o en el tacto de una sábana al cubrirme. Cada noche, cuando la oscuridad comienza su acecho, mis guardianes me saludaban desde el manto y borraban esa sombra que tanto temía.
De la niña que fui conservo esa inocencia que regresa al envejecer. Una de esas noches descubrí que hay almas que brillan y nunca se apagan. Se convierten en estrellas. Te arropan, te guían y te protegen. Y es que tienen esa luz que no cree en la distancia, el tiempo o el lugar. Esa luz que, con solo mirarla, te hace sentir especial.
Quizás porque ellas lo eran.

BEA ARTEENCUERO

TOMAS Y EL ARBOL DE NAVIDAD..
Tomás es un niño de 9 años, el menor de 3 hermanos varones…
El espera ansioso la nochebuena y la llegada de papá Noel.
Para esa ocacion, se reúne toda la familia: Abuelos, tíos y algún que otro amigo de la familia, Tomás recibe muchos regalos, dejados en un gran pino que hay en el jardín adornado con muchas luces y esferas brillantes.
A Tomás le gusta mucho sentarse
a la sombra del árbol y le cuenta todos sus sueños.
Unos días antes de Navidad, una gran tormenta eléctrica, se desencadena, cortando la luz por completo en toda la ciudad..
De pronto escuchan un gran estruendo, cayó un rayo en el jardín iluminando el cielo.
A la mañana siguiente, cuando ya vino la calma pueden ver el daño causado por todos lados.
El gran pino quedo destrozado, el rayo lo partió en dos, Tomás no puede creer cuando lo ve, se acerca y rompe a llorar, trata inútilmente de mantener las ramas rotas atandolas con una soga, esta en plena tarea cuando escucha una voz que le dice:
– Gracias amigo, pero estoy viejo y mis ramas son débiles.
Tomás busca quien le habla..el está sólo.
– Quien me habla?
– Yo, tu amigo..El pino.
Sorprendido pregunta..
– Tú hablas?
– Si no todos me escuchan, sólo los niños de buen corazón como vos.
– Pero, pero nunca lo hicistes, yo siempre vine a contarte mis alegrías y tristezas.
– Sólo te escuche en silencio, te acariciaba con el roce de las hojas, era una forma de acompañarte.
– No quiero que te seques .
– Estoy muy dañado, llevará tiempo restablecerme, no te pongas triste,
Yo igual estare viendo cuando habrás los regalos…Seguramente me reemplazarán
– Yo te quiero a vos!!
Pasaban los días, se acercaba la fecha y el pino seguía muy dañado.
Un día, la mamá de Tomás aparece con un gran árbol artificial, lo coloca en medio del comedor y lo prepara para la reunión, Tomás sólo mira en silencio.
Todos los días pasa horas al lado de su amigo..El pino del jardín..
Acariciando sus ramas y tronco.
Tiene que hacer la carta de lo que desea pedirle a Papá Noel, el quiere pedirle un skay y con luces como tiene su amigo Leo (Este año su papá prometió llevarlo a la nieve para vacaciones de invierno).
Me pondré a escribir la carta, dijo para sí un día.
Llegó el 24, a la hora de la cena van llegando los invitados…
El árbol en el centro del comedor, cargado de regalos.
Tomás con sus mejores ropas, que le compro su mamá para ese día,
antes de sentarse en la mesa se dirije al jardín a ver a su amigo lo acaricia y le dice…
– No es lo mismo sin vos.
– Sé feliz y yo lo seré viéndote!!
Pasan las horas, Él, sus primos y amigos, esperan ansiosos la hora
De habrir los obsequios.
Suenan las campanas anunciando la medianoche, en ese preciso instante una gran luz brillante viene del jardín, todos sorprendidos corren para ver que pasa..
¡¡Oh sorpresa!!
El viejo pino herguido con sus ramas cubiertas de luciérnagas, dándole una luz increíble y en la punta una gran estrella radiante, con su brillo alumbra todo el jardín.
Tomás…salta, ríe, llora abraza a su amigo.
– ¿Que pasó? Le pregunta, muy despacio.
– No se, estaba observandote, cuándo de pronto veo al Ada Madrina a mi lado, me toca con su varita mágica y vuelvo a resurgir con mis ramas nuevas y fuertes,
Luego baja la estrella más brillante
Del cielo Y la coloca en el extremo de la rama más alta, así renaci a la vida nuevamente!!.
FELICES todos habrén sus
paquetes..
Tomás recibe muchos regalos inclusive los eskay (Sorprendido al verlos, pero guarda silencio)
Al otro día, cuando la mamá va a limpiar el jardín, al recoger los papeles ve un sobre, esta abierto..dentro una carta, dice lo siguiente…
Querido Papá Noel..
Este año no quiero regalos, sólo te pido que cures a mi amigo, el árbol del jardín, está muy triste porque este año no puede acompañarnos, cargado de luces y regalos como siempre.
Gracias TKM.
TOMÁS.
La mamá guardo nuevamente la nota en el sobre.
Miro al cielo, dijo..
¡¡Gracias señor!!
¡¡La magia existe!!.
La guardaré como un tesoro, para contarles algún día a mis nietos…
¡¡El milagro de navidad y el renacer del árbol!!

LUISA TABORDA

Destello de Luz.
¿ Cómo estás? preguntó Susana emocionada,conteniendo el nudo en su garganta hasta ahorcarse para no llorar.
– No estoy del todo mal, contesto José amablemente con una actitud conformista camuflando la derrota que llevaba en su corazón.
– Me alegra saber que estás bien, ¿ Qué te dicen los médicos?
José posando sus ojos hacia las ventanas donde solo veía el frente de otro pabellón que hacía parte del hospital, por lo colorido podría ser la planta de pediatría oncológica.
Volvió a repetir Susana insistentemente,
– ¿Qué te dicen los médicos?
– Dicen que tengo un un cáncer cerebral llamado <<Glioblastoma multiforme de III grado>>, según ellos, tiene buen pronóstico, además, soy menor de 40 años y siempre he tenido hábitos sanos
Pasadas unas horas…
– Señora, debemos llevar al señor Becerra a su tratamiento.
Ella se despidió de él con un tierno abrazo diciéndole a viva voz, mientras la camilla se alejaba – ¡ Mañana vendré a verte amor!.
–Señor Becerra lo vamos a trasladar a este aparato llamado << acelerador lineal>>, recuerde que estuvo hace una semana para lo del simulacro del tratamiento, tranquilo le iremos orientando. Dijeron simultáneamente tanto el médico radioterápico y la radioterapeuta.
José ya estaba conforme con todo aquello. Ya se había hecho a la idea que le estaban poniendo una máscara rígida en la cabeza un tanto incómoda para el tratamiento intracraneal.
Aunque él evadía esa incómoda máscara fantaseando ser Leonardo DiCaprio en la película » La máscara de hierro».
Unos haces de luz inquietantes se unían formando una cruz, mientras los especialistas pronunciaban las palabras, –Quieto señor Becerra no se mueva. Luego salían todos rápidamente del búnker como si una bomba atómica fuese a estallar.
Pasados unos segundos todos los ruidos cesaban. El aparato se paraba.
El radioterapeuta entraba a decir, –Por hoy hemos acabado.
José de nuevo a planta de oncología.
Y así durante días.
Al parecer la cosa, no iba como los médicos oncológicos creían, las células gliares adyacentes habían creado un nuevo cáncer.
Ahora sin más dilaciones pasaremos a tratamiento paliativo concluyó el médico a José.
Dos días después, José vuelve a estar en el área de radioterapia para la nueva planificación de tratamiento y sus sesiones de radiación pertinentes.
José está vez no vio los haces del láser alineados en cruz e inquietantes sino un destello de luz deslumbrante, se sintió aliviado, con sensación de cura, de bienestar, de alegría; su actitud derrotista había cesado.
Por fin, él estaba optimista ,las cefaleas, mareos y todo tipo de dolencias se habían mitigado, se sintió nuevamente con ganas de vivir y comerse el mundo.
Mientras tanto su cuerpo desfallecia en aquel bunker.
Hora de la muerte : 9:40 am.

ALEXANDER QUINTERO PRIETO

As de hormigón
que hizo la luz del poste…
Cocuyo en pena.
Selva que suena
maldice el armatroste.
Muere el gorrión.
Dice: “precaución
derrumbe, alto coste”;
Un miedo que enajena.
Arde la hoguera;
deleita con su embuste
la selva de hormigón.

LOLY MORENO BARNES

El misterio de esa luz intermitente e inquietante, que no dejaba de escabullirse ante mi curiosa mirada me acompañó durante toda la vida.
A veces brillante, podía resplandecer como oro y plata, otras opaca, como las nieblas que cubre el dolor y el llanto del alma. ¡Siempre fue ella, el gran misterio por descubrir!
De niña pensaba que solo se ocultaba de mí jugando al escondite, mientras era visible y muy nítida para el resto de los mortales.
¿Por qué sería tan escurridiza conmigo?
Ni con el día se dejaba ver y de noche tintineaba en mi mente como presagio.
A veces era más fácil encontrarla, cerrando los ojos, dejándome llevar por los sentimientos y los sueños, que despierta con los pies sobre la tierra.
Serpenteaba entre la mente y el corazón, confundiendo todos mis sentidos.
Me impuse como reto averiguar todo lo posible sobre ella. Pregunté a los ancianos del pueblo, conocedora de sus sapiencias y experiencias.
Ellos respondieron que solo el tiempo y el alma podrían saber de la misteriosa luz y dar replica a mis dudas.
No me conformé con sus explicaciones y busqué en todos los libros posibles datos que pudiesen desvelar tal enigma.
A estas alturas de mi vida, soy tan anciana como los sabios que interrogaba y sigo sin respuestas.
Con el tiempo la luz se deja ver más a menudo aunque, también con el tiempo mi memoria se ha vuelto tan frágil , que no recuerda ni reconoce con cuánta frecuencia la misteriosa luz me ilumina.
Aprendí a escuchar mi corazón para buscar esa luz tan esquiva.
y a perdonar el tiempo por no dejarme disfrutarla cuando al fin “LA LUZ DE LA VERDAD” aceptó ser mi compañera.

OMAR ALBOR

Girabas en la calecita
tu pollera volaba y sus
volados dejaban soltar
tus piernas largas.
Ellas colgaban por el caballo que montabas.
Yo te miraba y mis ojos
eran testigo de tu mayor
alegría.
En cada vuelta tus ojos
eran pura emoción
yo pensaba, te tengo que traer más seguido
sos hermosa hija.
Eres mí mejor sensación
de alegría, eres mí luz eres inquietante, mis ojos se cierran y mí mano te saluda y te digo.
Dios te cuidara y si yo me voy se que tendrás un lugar que recordarás en tu memoria tendras la imagen de papá sonriendo.
Mirándote ser feliz ese instante es único.
Omar Albor.

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19 comentarios en «Una luz inquietante – Miniconcurso de relatos»

  1. Muy geniales todos los relatos. Voto por Consuelo Pérez Gómez, Bea, Irene Adler y Curro Blanco…, quisiera votar a otros cinco por lo menor, todos muy buenos!

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