Naufragios – Miniconcurso de relatos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «naufragios». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 22 de julio! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).

POR FAVOR, SOLO VOTOS REALES, SOLO SE GANA EL RECONOCIMIENTO, CUANDO ES REAL.

* Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor) y no han pasado procesos de corrección.

CORONADO SMITH

Deshechos los bordones
se descompone la guitarra,
ya no canta la sirena
que por tus sendas me guiaba.
Quizás haya imágenes,
o puede que no.
Tu cerebro vuela
buscando un ruiseñor.
El agua se achica
comienza la inundación.
Quizás nos hundamos
o encontremos salvación.
Quizás haya un tic-tac
aunque sea sin reloj.
La tormenta estalla
alguien la detonó.
La vía se ensancha
el salvavidas desapareció.
Quizás haya un mañana
pero en otra dimensión.
Dos millones de razones
y un absurdo callejón.
Laberinto de pasiones,
quizás si o quizás no.
Del naufragio de la carne,
más bien, poco se habla.
Quizás sea un ataque traicionero,
que embravece la mar en calma.

MARI CRUZ ESTEVAN APARICIO

Mi barca es la mitad de una nuez surcando las aguas del río Tajo.
Mi remo es el deseo de navegar, en esas aguas de misterio en busca de la bruma que se posa a las 16, 15 hora bajo la sombra del puente del Arzobispo.
EN ese instante de locura la orilla del río canturrea la canción de un amor pasional con la gracia que aquel o aquellos que oigan su canto consiguen hallar la etenna esistencia en este mundo el cual un día tenemos que dejar.
«Naufragio de Mierda» como dice Tali en su libro «Sonrisas Robadas» una Distopia que me tiene enganchada a la lectura. Naufragio que me lleva también a la profundidad del río Devido al hecho tonto de que a ún pez Girulo le apeteció tragarse mi barca de nuez…

BENEDICTO PALACIOS SÁNCHEZ

Me enamoré perdidamente cuando acababa de cumplir los diecisiete años. Me había enamorado antes pero no sabía lo que era estarlo de verdad. Ahora, si me despertaba en sueños, decía tu nombre y lo repetía no se me fuera a olvidar: Edy, Edy, y pensaba que a ti te debería ocurrir algo parecido. Y rezaba —a mí nunca me hicieron gracia los curas ni pisaba una iglesia— para que no se deshiciera aquel milagro. Porque tú eras lo más parecido al dibujo de un ángel. Y por eso te imaginaba vestida con una túnica de tul transparente.
A mi madre no se lo pude ocultar. Me sentó frente a ella y no tuve más remedio que confesarle la verdad. Me compró un polo la víspera de invitarte al cine, puso en mi bolsillo el dinero de las entradas y me pasó revista. Como tenía un pelo rebelde, me lo fijó con una pizca de gomina.
Yo nunca había caminado de este modo sobre las aceras o no lo recordaba, porque el encuentro aconteció en el aire. Iba a darte la mano y tú me diste un beso. Fue maravilloso, impar, encomiable. Yo había ensayado sobre el torso de mi mano por que mi beso sonara como en las películas, y de primeras tú rozas tus labios con los míos. Luego, en la oscuridad del salón me pasé más de veinte veces la lengua porque estaba seguro de que aún restaba sabor de tu color.
Hablamos poco, casi nada. Tú me dijiste que me encontrabas guapo y yo te respondí que tú lo eras de verdad. Me abrazaste y sentí por primera vez tu cuerpo. Solo duró un instante, pero qué instante tan diverso.
Te acompañé hasta la puerta de tu casa y me volviste a besar. Y me preguntaste si te quería. «Muchísimo.» Me besaste de nuevo y me dijiste adiós con la mano cuando tras los cristales empezabas a subir las escaleras.
Era sábado y aquella noche no fui capaz de dormir tres horas, y cuando logré apañar el sueño me las pasé delirando. Habíamos alquilado una barca. ¡Qué disparate si apenas sabía nadar! El Tormes bajaba crecido y para no ser arrastrado por la corriente yo chapoteaba con los remos y tú te reías de mi falta de pericia. Era un día de sol y primavera. Al hacer un leve giro con la barca, otro remero envistió de lleno sobre la popa y los dos nos fuimos de cabeza al agua. Di tal grito que mi madre corrió a mi cuarto.
—¿Te ocurre algo?
—Nada madre, solo que me estaba ahogando.
—Los sueños son a veces traicioneros.
Tenía razón. Jamás a lo largo de mi vida he logrado olvidar aquel naufragio, aquel mal sueño.

MARÍA OGRAL

Despierto.
Apenas puedo abrir los ojos.
Siento todo mi cuerpo entumecido,agarrotado, frío.
Floto a la deriva entre un mar de recuerdos. Todos están esparcidos,revueltos, rotos.
Mi pequeña embarcación, aquélla que yo creía indestructible y segura,surca las agitadas olas hecha pedazos.
Vienen a mi mente imágenes del naufragio. El firmamento se tornó oscuro. Se apagaron de miedo hasta las estrellas. Dejé de ver la luz del faro que guiaba mi rumbo hacia la costa,camino a casa.
La tormenta de gritos y silencios dió paso al abismo. El cielo estalló,haciendo añicos una vida que tropezaba ya entre las piedras.
Mi velero comenzó a girar descontrolado,mientras maldecía y rezaba al mismo tiempo. Allí estaba yo ,en el centro del huracán que revolvía las profundas aguas, aún viva. Viendo como todo se destruía ante mis ojos.
Retales de mi vida volando a mi alrededor,pasando rápido sin piedad como las páginas arrancadas de mi libro favorito. Diecisiete años de recuerdos volatilizándose, desapareciendo entre el violento oleaje.
Intenté en vano rescatar algunos, más no pude.
Cuando me flaquearon las fuerzas de tanto luchar contra el infierno, solté el timón… Y al partirse en dos como se parten los corazones cuando te mienten,mi barca quebró conmigo abordo. De nada sirvió haber echado el ancla en forma de anillo, ante tal impetuoso y bravío oleaje nada pudo contenerla.
Ahora me encuentro despojada de todo,flotando inerte en este ya mar en calma. Sin nada que me amarre a tu ausencia ni a nadie. Lejos de todo y de todos. Quizá libre, quizá en paz, quizá apagada,quizá muerta. Quizá…

SERGIO SANTIAGO MONREAL

La quietud de la mar
se torno zozobra,
con la tormenta,
perdiendo el navío,
el rumbo.
La inquietud de la mar
hizo naufragar,
al barco a la deriva,
naufragando,
en una isla perdida.
Sacaron los botes,
cogieron los víveres,
se adentraron en la isla,
con el temor e incertidumbre,
de no saber su paradero.
Una tribu habitaba,
aquella isla,
fueron prisioneros,
de sus miedos y temores,
y de su propio ego.
Fueron presa,
del festín de la tribu,
con su ritual siniestro,
fueron ofrendas,
de sus ancestros.

LUISA TABORDA

Cuando no hallas las palabras mientras te estás ahogando en un vaso de agua, cuando ya no queda nadie, te ves naufragando en un mar de lágrimas sin ninguna compañía.
Cuando te fumas el aire y matas el dia a dia con reproches; un te amo sin perdón. Aquí es donde sientes que te has quedó solo como náufrago sin auxilio y con el alma rota.
No estaré yo, no estarás tú.
En tu cabeza resuenan palabras, como una nota metida en una botella lanzada al inmenso océano sin un destino concreto,
<<cuando seguimos siendo náufragos de nuestros errores y la reconciliación se aleja se evidencia que Adán perdió a su Eva por egoismo, engaños, infidelidades y rencor>>.

NEUS SINTES

Naufrago entre mares de lágrimas. El sol se ha escondido para dar lugar a un cielo nublado con mi mente aturdida. Quiero que te vayas de mi mente, déjame respirar. Me cortas la respiración cada vez que vienes y haces que las lágrimas salgan sin más, sin yo poder evitarlo, sin poder frenarlas.
Aléjate de mi presencia. Me haces empequeñecer, me hundes como un barco bajo el fondo del mar. Mi cabeza no puede más y con él, mi espíritu. Deseo que te marches, aunque sé que regresarás, sin avisar, sobre todo en los días tristes, en los días donde el sol no está. Tú, maldita ansiedad que cada vez que vienes me atormentas el alma y me dejas un vacío. Me atrapas y no puedo huir de tus garras.
La soledad y la Ansiedad se les ve acompañadas de la misma mano. El aturdimiento en mi mente vaga mientras camino bajo la lluvia. Las lágrimas se confunden con la lluvia, mezclándose, fundiéndose en un cielo oscuro. Fantasmas revolotearán alrededor de mí. Largaos de mi cabeza, dejadme vivir.
«Eres el enemigo silencioso de la felicidad.»

RAQUEL LÓPEZ

Ante este proceloso amor,
soy un barco a la deriva,
arrastrado por un mar embravecido
y cubierto por un cielo sin estrellas.
En el vaivén de mi soledad,
mi alma se agita inquieta
como un náufrago en la inmensidad del mar,
como un anacoreta.
Desamparado esta mi corazón
en un naufragio de aguas abisales,
encallado bajo un atolón,
de sentimientos, en arrecifes de corales..

IRENE ADLER

ARQUITECTURA SINGULAR PARA ARRECIFES
» Cuánto más grande el barco, más grande el ataúd».
Dice éso mientras se limpia las manos manchadas de sangre en el mandil, que es de hule negro y está empapado. De agua. De sangre. De restos blanquecinos de masa cerebral.
El teniente de fragata lleva una venda sucia alrededor de la cabeza, tapándole un ojo. Las palabras del médico le producen una congoja extraña, como un hastío largo y algo espeso. Lo mira desde el ojo que le queda con tristeza infinita, y luego mira alrededor. A la penumbra caliente del sollado ; a la humareda que aún no se disipa; a los cuerpos que yacen en los coyes improvisados o en el suelo, como piezas de carne en un matadero. La visión reducida de su ojo sano, no atenúa ni un ápice el horror que lo rodea. Los hombres gimen, lloran, se debaten, se desangran y se mueren, no necesariamente en ese orden. La tablazón del suelo está pegajosa, resbaladiza y negra. Una luz crepuscular, igual de herida, entra por los cientos de diminutos orificios de mosquetería, en forma de oscilantes rayos amarillos. Arriba, en cubierta, vociferan los ingleses, poniendo orden en la caótica evacuación. El barco oscila, da un bandazo brusco hacia babor, se escora. El médico apoya la mano contra uno de los mamparos, cierra los ojos, suspira, y vuelve a decirle al teniente de fragata que no. Que no abandonará el barco hasta que lo hagan los hombres a su cargo. Los heridos graves, que se hacinan en la enfermería, entre aullidos de agonía, rezos y desesperadas llamadas a mamá. Hace horas que se acabaron, a la vez, el láudano y la morfina. Tiene tres amputaciones por delante, y sólo unos cuartillos de vino para amortiguar el dolor. El teniente, con la voz rota de tanto gritar en la segunda batería, le recuerda las ordenanzas. Los que puedan valerse por sí mismos, deben abandonar el barco, ahora son prisioneros de los ingleses. «Quedarse es un suicidio» le dice, bajito, porque no le alcanzan las cuerdas vocales, y porque no quiere que nadie más lo oiga. El barco tiene una vía de agua importante. Los ingleses intentaron remolcarlo, pero esa monstruosidad de madera, fierro y cáñamo, no soportará el viaje hasta Gibraltar. Las órdenes son evacuar, y dejar que se hunda.
«Y se está hundiendo muy rápido».
Es entonces cuando el médico pronuncia esas palabras, «cuánto más grande el barco, más grande el ataúd», y se limpia las manos al mandil. Luego le da la espalda al teniente de fragata, y vuelve a lo suyo, con lo poco que le queda de vino, de vendas, de ganas, de vida…
Mientras sube por las escaleras del tambucho, de regreso a cubierta con el resto de la oficialidad, el teniente de fragata, vuelve la vista atrás, por encima de su hombro. El infierno debe tener exactamente este aspecto, piensa. Esta misma negrura, el olor herrumbroso de la sangre mezclado con el de la pólvora, el calor asfixiante y artificial, los gritos, la ausencia de toda esperanza, el miedo. Qué gloria puede haber en ésto. En morir aquí, en morir así.
Y entonces vuelve a bajar, notando una pesadez inmensa en el alma y en los brazos. Se acerca al médico y le pregunta en qué puede serle útil. Cuando se estrechan la mano, los dos tienen lágrimas en los ojos. El barco cruje, larga y mansamente, como si también él se preguntara : ¿qué gloria puede haber en ésto? En morir aquí… En morir así… Para acabar convertidos en arquitectura singular para arrecifes.

CONSUELO PÉREZ GÓMEZ

Un sol de los mal llamados: ‘de justicia’, pues nada justo podría acuñar este astro arrasador y desequilibrado, siamés inseparableinmutable, mala compañía cuando lo que se desea es divisar la esperanzada meta, con la ilusión del arraigo en un incierto porvenir.
Y cuando el naufragio termina en una playa infecta, inhumana, como el reflejo del arrastre de unos cuerpos nacidos en el lugar equivocado que, en el anhelo de liberación de un destino no elegido, quisieron soñar con promesa de un cambio que en la mayoría de los casos fue sombra de final, de muerte.
Para quien no naufragó en el mar de las desdichas, la travesía iniciaba de nuevo, por otro mar, por otros mares cargados de dudas e incertidumbres en los que no se ponía el sol, y la esperanza, yacía carbonizada a los pies de una barcaza derretida de incomprensión.
Se habla de las divisiones del mundo…como si en la tierra se hubieran trazado unas líneas divisorias, inescrutables, inaccesibles, inexpugnables… y solo la más incongruente, la más apremiante necesidad de supervivencia lleva a la desventura de saltar por encima de ellas… al otro lado; comprobar que la desidia es la misma…que la tierra prometida no existe…que todo es reflejo de los incumplidos sueños de una mala hadada que los secuestró…
Hay un primer mundo desde el que se organizan el segundo…el tercero…el cuarto…quizá haya un quinto o un sexto-séptimo…los habitantes del primero intentan vivir ajenos al resto de los componentes orbianos, obviando que ellos mismos son solamente una hoja más de la planta de cuyos brotes, mana la gran diversidad integrante del elemento participante.
…Y el atardecer se volvió noche, y la noche trajo un día más de zozobra en aquel barco desrumbado, navegando en la deriva de los sueños y el tiempo y el espacio negados…
Unos ojos oscuros como el abismo enfrentado, abiertos como ventanas al horror vivido que, el naufragio forzoso vomita contra una nueva línea prohibida, se rellenan de nuevos espantos, cayendo por el acantilado de un nuevo hundimiento.
Los sueños que llevaron a iniciar el camino de Ítaca, perecieron con el sonido de sirenas implacables girando y bramando sobre sus cabezas, brotaban de un pretendido mundo nuevo más justo, más receptivo, más humano: sueños.
El globo puede dividirse en franjas, pero eso no lo convierte en único. Cada banda está unida por un hilo invisible a las demás. Nada nuevo, todo es continuación de lo ya conocido.
Náufragos somos todos…todos vamos en el mismo barco…

MANUEL ALBÍN EXTREMERA

Gotas de lágrimas caídas por un naufragio, que hundió un navío en una tarde sombría, empezó a esconderse lentamente, hasta desaparecer, ahí iba mis recuerdos y noches inolvidables, que transcurrieron entre vino y amor.
Naufragio de mis sentimientos, de aquellos que nunca se olvidan, mientras las lágrimas escuecen al derramarse junto al navío cerca del mar.

ALEXANDER QUINTERO PRIETO

Bengala en la noche
Hoy me encuentro en esta selva inhóspita,
donde no se escucha el canto de las aves,
ni en la noche estrellada la melodía de tu voz…
Desde que tus gritos de encrespadas olas insidiosas,
ahogaron el horizonte de mi vida,
vago por caminos minados, repletos de ominoso recelo.
Busco tu sonrisa entre las sombras de los robles,
pero solo veo siluetas de horror sobre este fango estéril,
que me entierran al olvido…
…en cada paso que retrocedo.
¿En qué momento zarpé sin confirmar la ausencia del cardumen?
Cardúmenes de besos al exilio
atrapados en una red de disculpas;
cielo límpido de gaviotas y finitud,
maquillado por un anhelo de regreso…
Luego vine a parar en esta mitad del limbo.
Llevado por un espiral de lava y hielo,
como una diminuta barca de papel
con deseos de vomitar todo su contenido.
Bajo la insoportable sensación de sopor,
en esta isla sin límites
más allá de mi cordura o mi locura,
mis miedos son la tierra y mis lágrimas el cauce
que despierta y acelera la avalancha;
!anhelos desvencijados
colgados en la proa de un galeón de recuerdos!
¿Los hombres podrán divisar
la bengala que encienda mi alma en la tibia noche?
Agonizo sobre la arena, luego del naufragio,
mis manos tostadas palpando el desasosiego;
deshago la arenisca como quien desaparece
rastros de una última ilusión.
Una mujer emerge con el rojo del cardenal en sus mejillas,
y la tranquilidad del bosque en su voz…:
-! sumérgete en el aroma de mis besos! –
-! sumérgete en el aroma de mis deseos!
-! sumérgete en el aroma de mi letárgico sueño! -;
su risa de tarde de primaveras,
delatando etéreo hedor…
Mis ojos parpadeantes titubeando,
¡reconocen el fulgor de lo que parece ser una hoz!
Aspiro una bocanada de paz lacerante,
expongo mis sienes antes sus cuidados
y me reconfortan sus paños vaporosos,
dando paso, poco a poco, a su fino velo negro;
lentamente se extingue el halo de esplendor.

LOLY MORENO BARNES

Navegar o naufragar
(Tema de la semana)
Ella sabía, que la única forma de no naufragar era mantenerse a
flote.
Nunca había aprendido a nadar, pero el instinto le ayudaba a sobrevivir.
No es lo mismo navegar con un destino fijo y una meta que intentar
sobrevivir entre chapuzones para mantener el timón de la vida en dirección recta.
Todo lo tenía en contra, menos las ganas y la fe.
La amenaza de tormentas cada día aparecía en el cielo. Cada día amainaba y volvía a salir el sol.
No venimos al mundo con un manual para aprender a nadar, pero
sí condenados a naufragar sí no nadamos.
Hasta las estrellas navegan por el firmamento.
A veces en cometas con rumbos inciertos, otras siguiendo un astro
que les ilumina.
Si naufragamos y sentimos el peligro de hundirnos , nos aferramos a algo o alguien esperando ser rescatados.
Todo ayuda; un amigo, un hermano, un conocido o un desconocido…
Pero la mayor fuerza está en nosotros mismos.
Ella aprendió a luchar para no naufragar y de tanto hacerlo aprendió
a valorar los momentos qué la mantenían a flote.
Bajo el mar de lágrimas, no había esperanza y sobre él había vida.
Ella sabía que no estaba permitido naufragar.
¡No saber nadar no era una excusa!
¡La vida no viene con un manual de instrucciones!
¡La vida es navegar, sin naufragar!

ANTOLÍN MARTÍNEZ JIMÉNEZ

Siempre había sido persona de dejar su puntilla al final de la conversación.
Ella: -¡Qué pasa, que sólo sabes huir!
El: -No, también sé hablar. Lo que no entiendo es para qué.
Ella: -Podrías intentar dialogar conmigo y solucionar nuestra difícil relación en la distancia y en el tiempo. Han pasado décadas desde lo que pasó y no te has atrevido a preguntarme nada de nada. ¿No necesitas una explicación?
El: -La tengo, no hace falta preguntarte para entender que no estamos por lo mismo. Tu carácter es demasiado fuerte para aguantar el mío y viceversa.
Ella: -Yo llevo una vida esperándote a que te abras a mí, te echo tanto de menos.
El: -Hace mucho tiempo que tapé mis oídos a tus palabras. Hechos, son los hechos los que me abren los ojos y veo, intuyo, que lo nuestro está muy bien como está. Aún no te has dado cuenta de que nosotros nos atraemos pero no conseguimos unirnos.
Ella: -Pues yo voy a quedarme aquí contigo hasta que te des cuenta de que lo único que deseo y que voy hacer, es estar sólo contigo. Me quedo naufragando a tu lado en cualquier isla, tú y yo solos contra todos los demás.
El: -Es tarde, ya he abandonado toda pretensión de merecerte y no puedo hacer mas que esperar que cualquier otra me rescate, para ello, escribiré tu nombre en la arena y cuando suba la marea, se borrará con las olas para siempre.
Que la sal del mar me haga ser más apetitoso para ti, pero no puedas alcanzarme jamás y así me desearás para siempre, pero siempre.

NICOLÁS MUÑOZ

Buscando el paraíso
Mi vida es un naufragio;
perdí… lo más importante;
perdí el salvavidas,
mas ya no hay
motivo de salvación.
Porque con medio cuerpo bajo
las fétidas Aguas de la Muerte,
el Navío de la Vida abandoné
mientras ese temido
paraíso buscaba;
donde el sufrimiento
no existe, donde nada existe.
Aunque… antes de llegar allí,
cuando los brazos
con fuerza agitaba
mi joven espíritu
hundirse quería
en el abismo del Mar,
para ya no sufrir;
la falta de oxígeno
en la sangre
dejó mi cuerpo
inmóvil y gélido,
y sobre él sin demora,
la siempre puntual
bandada de aves
iban dibujando en el alba
un vertiginoso círculo en movimiento;
cruel presagio de lo que pronto vendría,
para mí, en los próximos segundos.
Mis alucinaciones no presenciaron
un tunel de luz al final,
sino que de ella,
de la ubicua luz de la vida,
entre a lo que antes he llamado paraíso;
obscuro límite (incognoscible)
entre el Cielo y el Infierno;
soñado lugar donde
el placer y el dolor se aniquilan;
espacio-tiempo indescriptible
para la imaginación
del lenguaje humano;
el final…
el final de todo lo que viví..,
el comienzo que tanto anhelé,
la destrucción de mi familia
que me hizo dudar,
de lo que con triste alegría
ahora soy,
como muerto,
descansando eternamente.

SILVANA GALLARDO

En el corazón de la inmensidad azul
se empequeñece mi ser,
huele a tiempo que no para,
que renueva su riqueza, espuma blanca,
propósito de acariciar la margen infinita
que sabe a callada soledad
bajo el amarillo sonido de sol abrazador.
Grito silencioso que fascina
en medio del sabor dulce amargo
de abrazos sutiles, de besos olvidados
que naufragan en mis labios.
No pienso, no siento… no soy la de antes
me perdí en lágrimas saladas
de mi mar, que inundaron mi garganta,
naufrago en la abundancia
de dulce salado, azul y gris
en noches de nostalgia,
de mi existencia atrapada en su vastedad.
El arrogante viento engaña mi tristeza
volviéndome a la ribera
donde han perecido mis anhelos
pero disfruto su misterioso vaivén
de cauce interminable e infinito;
de todo lo que va y no regresa.
No quiero tornar como las olas
que tocan impacientes las orillas
que vuelven, pero no son las mismas,
se pierden en la inmensidad.
Naufrago con inquietud desbordante como ellas,
y sin embargo, quiero ahogarme
en el salífero de sus aguas,
sumergirme en la hondura insondable
de su mágica y secreta creación.

CURRO BLANCO

Prosperidad, ¿y ahora qué?
En el bullicio de la gran ciudad desembarcó Ramona después de que sus padres la convencieran que si quería prosperar tenía que aventurarse y marcharse.
De edad indeterminada rondando ya la adultez, Ramona, mujer rural en la España de la emancipación femenina y la música pop; «de la chica ye- yé» y «el moreno de mi copla», sentía la necesidad de prosperar. Más que por propia decisión por la influencia que sus padres habían ejercido sobre ella; «en el pueblo no hay futuro», le decían. Pero Ramona, tenía otras inquietudes más propias de su edad. Cogía su espejo de mano y su barra de carmín y pintándose sus labios secos replicaba: «en lo que yo quiero prosperar es en gustarle cada día más a «el Federico» y casarme con él.Tener dos niños y una niña y en hacer el pan de rico como «la gorda» (su madre). Ah, y que «el Federico» me quiera mucho siempre».
Con su maleta marrón a los pies, sentada en uno de los bancos de la estación, Ramona, se sentía como un náufrago a la deriva, sin saber cómo diantres iba a prosperar en una ciudad con tantísimas almas humanas que escapaban, como ella, de quién sabe qué. Abrió su maleta marrón, sacó su pequeño espejo, su barra de carmín y se perfiló sus secos labios, y así, se otorgó un poco de ánimo.
«La Desi», su amiga de siempre, había quedado en recogerla de la estación. Ella, «la Desi», llevaba en la gran ciudad cuatro años, y al parecer, había prosperado. Se escribían asiduamente:
– «Ramona, vente pa ca. Esto es otra cosa. En el pueblo vas a terminar haciendo pan to la vida».
– » Desi, iré pa la ciudad. El Federico se ha degenerao y mis padres no quieren el horno pa mi».
Por el margen derecho del andén, Ramona, vió aparecer a «la Desi». Jurándose que si no fuera por la melena pelirroja y las pecas de su cara no la hubiera reconocido, se incorporó con alegría y desconcierto. Iba acompañada de un hombre mayor que ella, y llevaba un atuendo de lo más atrevido; le recordó a Marilyn Monroe en la pelicula «los caballeros las prefieren rubias», que vió en el cine de verano del pueblo con el Federico y éste le cogió una teta, y quería cogerle la otra, pero ella le dió una bofetada con la mano abierta. Llevaba la Desi un vestido rosa ajustado que le marcaba la cintura y los pechos, otorgándole una sensualidad abrumadora, casi desmedida. Justo unos metros antes de llegar donde Ramona la esperaba, la Desi, cortó el paso deteniéndose con su acompañante. Ramona no quiso acercarse, intuía que podía importunar y aprovecho, cogió su espejo de mano, su barra de carmín y se perfiló sus labios secos.
La Desi y el «hombre» se despedían, y Ramona alcanzó a oir:
«Lo he pasado muy bien Desi, eres muy cariñosa. Te llamo la próxima semana para repetir….»
No se puede decir que Ramona fuese una mujer lista, pero tampoco que fuera tonta. Cogió el espejo de mano, la barra de carmín, pero no se perfiló sus labios secos; atónita, se quedó mirando por el pequeño espejo la figura reflejada de su amiga, naufragando en la gran ciudad.

JUAN JOSÉ SERRANO PICADIZO

«Un náufrago del tiempo»
Un nuevo plácido y reluciente amanecer, devolvía a la vida las abarrotadas calles de Inglaterra. El relinchar de unos caballos al pasar, el rechinar de las ruedas de un carruaje, el golpeteo de los cascos del caballo en la calzada y el apacible canto de las aves, era acompañado del murmullo de la gente. Al unísono, las campanas de una iglesia, hacían eco y se perdía entre las calles. Los vendedores de periódicos se reunían para echar a suertes el mejor sitio de ventas. Cerca de la costa, unos guardias, eran avisados de un descubrimiento por unos jóvenes que paseaban por la orilla con los primeros rayos del sol. El singular objeto, una botella con una nota, era expuesto a los periodistas curiosos. Uno de los guardias, prosiguió a retirar la nota de la botella de vidrio con mucho cuidado. La gente curiosa, se acercaba para escuchar que decía el guardia que se atrevía a leerla. Entonando en voz alta, los periodistas y la multitud, comenzaron a reír y decir que le habían tomado el pelo. Lo que contenía la carta parecía un cuento para niños. Uno de los curiosos, agarró la nota que iba a ser tirada, con la condición de ser investigada. Pero tenía algo más que lo guardias pasaron por alto.
Una chica joven y hermosa de unos veintitrés años de edad, melena corta rubio platino, ojos pequeños color zafiro y con una bella sonrisa en su refinada y dulce cara. No dudó temprano en golpear la puerta, despertando a Sergio, sobre las ocho de la mañana. Insistió en repetidas ocasiones a la espera de ser atendida, ya que Sergio, permanecía dormido por ser domingo hasta las diez.
Sergio, asustado por el repetido golpeteo se despertó de un salto, golpeándose la cabeza con la puerta del mueble que dejó por olvido abierta esa noche de parranda con su mejor amigo Juan José. Bajó la escalera con prisa colocándose la bata, acariciando quejoso el chichón, gritó — Ya va..! — a la chica que esperaba impaciente detrás de la puerta.
Retiró la cadenilla, el pestillo y repitiendo varías veces — Ya va, pesado, va..! Todavía quieres más juerga — creyendo que era Juan José, buscándolo para rematar la fiesta, abrió lentamente el postigo.
— ¡Hola! Buen día, es usted Sergio Santiago Monreal, si es así, tengo una correspondencia para ti — se adelantó la chica muy inquieta por la espera.
— ¿¡Correspondencia!? ¿¡Un domingo!? ¡No me jodas! Para eso tanto y tanto pegarle a la puerta ¡Es que no ve que hay gente descansando! — gritó enfurecido Sergio — ¡Dame eso y desaparece de mi vista! — agarró la carta, dejando a la chica con la palabra en la boca y cerrando fuertemente el postigo, que quedó en un vaivén continuo.
La chica, que insistía en hablar con Sergio, empujó el postigo temerosa, asomando poco a poco la cabeza.
— ¡Sergio! Siento mucho la insistencia, pero tiene que escucharme, la carta la encontramos junto a la orilla en la playa — dijo esperando ser escuchada.
— ¿Cómo has dicho? ¿En la orilla? ¡No será una broma! — preguntó.
— No, llegó en una botella con está dirección y tú nombre, pone que es de un tal Juan José Serrano, ¿Lo conoce usted de algo? — contestó la muchacha dejando aún más duda.
— ¡La has leído! — colocó dolorido la mano en la cabeza — ¡Maldito dolor de cabeza! — exclamó culpando a la jaqueca.
— Sí, si me deja pasar, le explico todo — dijo amablemente.
Sergio, cerró el postigo y quitando varios seguros, invitó pasar a la chica.
— Espere en aquella mesa, voy a por un poco de agua — indicó Sergio, señalando la mesa que había de centro en un jardín trasero de la casa.
— ¿Quiere un café? — gritó Sergio desde la cocina.
— Sí, estaría bien, gracias — contestó presurosa.
Sergio, apareció junto a la mesa con dos tazas, una cafetera con café recién hecho, varios dulces y una botella de agua de litro y medio. Sirvió amablemente el café a la muchacha, retiró la silla y se sentó para escucharla.
— Siento mucho esta intromisión, pero es bastante urgente lo de la nota. Mi nombre es Wendy Darling, soy periodista del Time. Leí solamente los dos primeros párrafos de la carta, y con leer el nombre del barco donde va tú amigo, me quedé alucinada. Los guardias quisieron tirarla creyendo que era una broma de mal gusto de algún niño, por eso, es necesario que la lea y aclare usted mis dudas — Explicó Wendy muy detenidamente.
— ¿¡Pero, qué barco!? ¿¡Qué amigo!? ¿El Time? ¿De dónde es usted? ¿¡Qué broma es ésta!? — preguntó Sergio más confundido.
— El «Jolly Roger» es donde está su amigo Juan José, Time es el periódico Inglés, yo soy de Inglaterra y nada de esto es una broma — contestó tratando de calmar la inquietud de Sergio.
— ¿Inglaterra? Ja, ja, ja, de verdad, deja ya de engañarme y dile a Juan José, que se deje de sus puñeteras bromas — dijo Sergio titubeante.
— Estamos en Inglaterra, año 1921, en el número diez de la calle Madrid — contestó Wendy.
Sergio recibió un repentino escalofrío y al mismo tiempo empezó a tener lagunas de la noche pasada.
— ¡No puede ser! ¿¡1921!? Ahora qué lo dices, ¡Qué hago en esta casa! — dijo asombrado.
— Creo que solo lo podrás entender si lees la carta de tu amigo — aclaró Wendy.
Sergio, desdobló la nota, agarró sus gafas y con incertidumbre, comenzó a leerla.
— Mi buen amigo Sergio Santiago Monreal, espero que esté todo bien después de tu caída por el tejado. Menuda fiesta nos pegamos anoche con está gente tan amable del Jolly Roger. No sé si tú te distes cuenta, pero el galeón, comenzó a volar por encima de la ciudad y te dejamos en casa. En Madrid, calle Inglaterra, número 10. El capitán del barco, me lleva a ver unas tierras desconocidas y había pensado en ir a por ti para surcar juntos en ésta aventura. Lástima que no te encontraras en casa. Te mandaré pronto otra correspondencia. Atentamente tu fiel amigo Juan José Serrano Picadizo, 10/07/2021 — decía la carta.
Sergio de pronto comenzó a palidecer, tiró la nota al suelo y se desplomó en la silla.
— ¡Lo sabía! ¡El Jolly Roger es real! — gritó Wendy, mientras despertaba a Sergio, bofeteando con suaves golpes la cara.
— ¡Imbéciles! — despertó gritando Sergio — ¡No lo entiendo! Que confundan la dirección, se puede llegar a entender, pero que esté en otra época, ¿Cómo? ¿Cuándo? y ¿Por qué? Tengo mucho miedo Wendy, ¡Me quiero morir! ¡Quiero volver a mi casa..! — exclamó Sergio acompañado de un triste sollozo.
— Yo si lo sé todo. El Jolly Roger, creí que era una invención mía de mi imaginación y mis sueños, resultando ser real. El barco, fue construido con una madera mágica única, encontrada en una isla del pacífico. Puede flotar como un globo y volar con la agilidad de un pájaro. También puede hacer viajes a través de portales mágicos, solo visibles por el capitán del barco, el pirata Billy Joy. Puede navegar por diferentes planos, planetas y lo más fantástico de todo, puede viajar en el tiempo — explicó Wendy.
— No recuerdo nada, pudo ser por el golpe que menciona sobre el tejado, también estaba muy borracho, pero en conclusión, para llegar hasta aquí desde dónde se encontraban, pudo usar un portal sin yo darme cuenta y de la misma forma que confundieron la dirección también lo hicieron con la fecha — averiguó Sergio intentando acordarse de la noche pasada — ¡Pero…, qué mierda! Quien va a creer toda esa mentira! — prosiguió Sergio muy furioso.
— ¡Sí! Es de ese mismo modo, eso fue lo que pasó — aseguró Wendy.
— Pero… ¿Cómo vamos a encontrar un barco volador y que viaja en el tiempo? — se preguntó Sergio.
— Es lo que he estado pensando todo el tiempo, tenemos que esperar a la siguiente llegada del barco. Seguramente Juan José, se dio cuenta de la confusión, por eso dejó la nota en éste lugar. Con suerte, puede que el barco se encuentre amarrado en el puerto — dijo Wendy muy entusiasmada.
Sergio, se apresuró a vestirse a toda velocidad, dejando asombrada a Wendy.
— ¡Venga, vamos rápido, no perdamos el tiempo! — exclamó Sergio.
Dejaron atrás la extraña casa con la equivocada dirección, en busca de la oportunidad de volver a casa. Sergio, se encontraba algo más extasiado y feliz viendo llegar el momento de que todo esté mal sueño, por fin terminaba. Con la prisa por llegar lo antes posible al puerto, Wendy, agarraba su sombrero mientras corrían.
En la extraña casa alguien había entrado por el tejado, era Juan José, buscando a su amigo Sergio, para llevarlo de vuelta. Después de una frustrada búsqueda por cada rincón, se dio por vencido y volvió al Jolly Roger. Partieron por última vez al año 2021 y que Juan José, volviera con su familia.
Wendy, que miraba por un momento desde lejos el puerto, divisó en el cielo el barco volador, que se marchaba de nuevo, dejando a Sergio en tierra.
— ¡No…! Perdimos la oportunidad, esperemos que haya dejado una nota Juan José — se preocupaba Wendy.
— ¡No! Otra vez me quedé en tierra. ¡Vuelve! — gritó Sergio devastado y arrodillado en el suelo, con las manos sobre su rostro.
— ¡Mira Sergio, una nota! Está allí en la orilla, es idéntica a la otra — señaló Wendy a la playa justo por donde había pasado el barco.
Sergio, volvió a cambiar de cara mirando el brillo de la botella en la orilla. Con los ojos empapados en lágrimas, se puso en pie y corrió con alegría hacia el mar.
— ¡Ábrela, rápido! — exclamó Wendy.
Muy nervioso y con temblor en las manos, comenzó a desdoblar la carta. No sabiendo donde tenía las gafas, Sergio, se la entregó a Wendy para que la leyera.
— Estimado amigo Sergio Santiago Monreal, te he buscado por miles de sitios, en miles de fechas y posibles direcciones. He agotado todas las posibilidades de encontrarte con vida. Vuelvo de nuevo a casa, ya llamaré a tú familia para darle la noticia. Atentamente Juan José Serrano Picadizo — decía la nota.
Sergio quedó en shock con la noticia. Se había convertido en un náufrago del tiempo, una persona perdida y sin identidad en la época que estaba.
— No me lo creo, él no es así, seguro vuelve, lo sé — dijo Sergio mirando hacia el horizonte, con la mirada perdida y muy apesadumbrado.
— ¡Sabes qué! Qué yo también creo que volverá, yo te ayudaré a encontrar el Jolly Roger por siempre — dijo Wendy, intentado consolar a su nuevo amigo Sergio.
Sergio, siguió viviendo en la calle Madrid, número 10 de Inglaterra con Wendy a su lado. Compraron juntos un barco y navegaban durante semanas en busca de una pista o encuentro con el Jolly Roger. Pasaron los años sin éxito, nunca vieron nada y nadie volvió a ver el Jolly Roger. Sergio y Wendy, se casaron, formaron una familia y tuvieron hijos. Nunca abandonaron la idea de encontrar el barco volador y siempre navegaban en familia. En el año 1951, con 50 años de edad, Sergio y Wendy, recibirían por fin, el último mensaje desde el Jolly Roger.
Navegaban cerca de Groenlandia, situados entre Noruega y Islandia. Cuando vieron algo que flotaba en el mar helado.
— ¡Papa! ¡Hay algo flotando en el agua! — gritaba uno de los hijos de Sergio.
Sergio, sacó un salvavidas, un flotador y una cuerda, para lanzarse al agua. Alcanzó el bulto nadando con mucha dificultad, pero consiguió acercarse lo máximo posible con el al barco. Agarró con una cuerda su cintura y la ató en varias vueltas sobre el cuerpo. Pidió a Wendy que lo subieran con una polea automática.
— ¡Ahora, sube! — gritó Sergio desde el agua.
Subieron el cuerpo algo descompuesto y irreconocible al barco. Lo examinaron por la ropa, alguna documentación, pero no encontraron nada. El cuerpo estaba aferrado a un trozo de tabla de madera ya algo deteriorada. Sacaron la tabla y probaron examinar la cara que venía pegada a ella con resto de carne incrustada. Sergio de repente, se echó las manos a la boca.
— ¡Oh! ¡No puede ser! — exclamó horrorizado Sergio.
— ¿¡Qué pasa cariño!? — preguntó confusa Wendy.
— Trae la tabla, tengo que observarla — dijo Sergio titubeante.
Wendy se agachó para coger la tabla y por la parte donde tenía los trozos de carne pegados, pudo leer.
— Jolly Roger — susurró — ¡Jolly Roger! ¡Lo hemos encontrado! — gritó Wendy de felicidad.
— Es lo que queda del Jolly Roger, se hundió en el mar y para que lo descubrieran, mi mejor amigo murió pegado a la única identidad que lo confirmaba, lo siento mucho amigo mío, gracias por intentarlo y morir en vano por salvarme — dijo Sergio apenado y haciendo la señal de la cruz sobre le muerto.
— Lo siento cariño, ya se cumplió nuestro sueño, aquí se acaba la búsqueda — aseguró Wendy cabizbaja.
Sergio, dejó la tabla entre las manos de Juan José y lo lanzó de nuevo al mar, donde desapareció misteriosamente.
— ¿Has escuchado ese ruido? — preguntó Wendy.
— Sí, ha sido muy raro. Bueno familia, ¿Quién se queda para descubrir una isla desierta? — preguntó Sergio, para animar a su familia.
— Sabes que te acompañaré hasta el final de los tiempos — dijo Wendy abrazando a Sergio con mucho amor.
Toda la familia se dieron un fuerte abrazo y navegaron para otra aventura.
Año 2021; un barco de pesca español, encontró lo que parecía ser un cuerpo en descomposición adherido a una vieja tabla. Las pruebas forenses, descubrieron que el cuerpo pertenece a Juan José Serrano Picadizo de 34 años de edad, que murió ahogado en 1921 y andaba a la deriva por el mar durante muchos años. Todavía no se saben las causas de como un hombre del 2021, viajo al 1921, para morir en el mar. La isla descubierta en 1951 por la familia navegante Monreal, se ha hecho una de las más famosas y centro turístico del mundo. Se dice que tienen al verdadero Jolly Roger, el único barco volador de la historia.

LIDIA FUENTES

Era un 4 de Agosto de 1906, viajaba a bordo de Sirio, un trasatlántico italiano capitaneado por Giuseppe Piccone. Llevábamos dos días navegando y ya empezaba a sentir una nostalgia abrumadora hacía mis padres, mis hermanos y Génova, mi ciudad natal. Había gastado los ahorros de tres años en ese viaje. La situación política y económica en el país era precaria y como yo la mayoría de pasajeros emigrábamos por las mismas circunstancias y en busca de un futuro mejor.
Tenía que desembarcar en el puerto de Águilas, allí me esperaría mi tío Adriano para llevarme a su humilde casa ubicada cerca de la finca de sus patrones y dónde empezaría a trabajar en las labores de la tierra y cuidado del ganado. Así nos confirmaba mi tío en su última carta dirigiéndose a mis padres para que me dejaran viajar y reunirme con él aprovechando la oportunidad de mejorar nuestra difícil situación.
Me encontraba en la cubierta con la mirada perdida en la bella inmensidad del mar, mi español no era muy bueno pero eso no fue obstáculo para entablar conversación con Don Antonio y agudizar mi vista cuando me señalaba a lo lejos algo que yo no lograba divisar pero él si podía ver con todo detalle. Se trataba de un faro construido en 1864 sobre Cabo de Palos que avisaba del peligro de esta costa. Según él estábamos cerca de pasar por esa zona peligrosa, un escalofrío me recorrió por toda la espina dorsal, me sentía lleno de dudas y no pude seguir conversando, lo interrumpí bruscamente diciéndole que necesitaba beber algo fresco y lo dejé allí con su sombrero, con su pipa sobre la boca y el faro en su retina que yo no había logrado ver. Me dirigía entonces hacia la popa cuando escuché la acalorada conversación de dos oficiales, notaba cierto enfado en uno de ellos, pude entender que hablaban sobre la negativa del capitán de bordear la zona por donde el altivo faro se encontraba y que finalmente había decido asumir un enorme riesgo dando órdenes de seguir hacia adelante a una velocidad de quince nudos. Me apresuré hacia la cubierta y entonces logré ver a lo lejos el faro del que me había estado hablando Don Antonio, sentí una sensación extraña, un miedo me ahogaba y me hizo cerrar los ojos y sacudir fuertemente la cabeza para sacar las imágenes trágicas que estaban empezando a circular por mi mente. ¡Sirio no va a naufragar! Y mientras seguía con los ojos cerrados repitiendo esa afirmación un enorme estruendo me hizo abrirlos nuevamente para dejar de ver el inmenso mar azul y vivir junto a los demás pasajeros que íbamos a bordo de Sirio un verdadero infierno. Al pasar por Cabo de Palos, el navío colisionó con una montaña submarina provocando una violenta explosión que hizo temblar los 115 metros de eslora. Perdí el equilibrio impactando con el suelo y empecé a girar bruscamente hasta que algo me frenó en seco, sentí un hilo tibio caer sobre mi frente, estaba herido y atemorizado. Escuchaba los gritos de auxilio, gente aferrándose a cualquier parte u objeto que pareciera firme, pero todo había dejado de ser firme y estable en apenas unos minutos. Pude ver cuerpos expulsados con furia sobre el mar, otros se lanzaban desesperados cuando la cubierta empezó a inundarse y escupir vapor de agua. Las velas se resquebrajaban, una negra humareda cubría todo el cielo y el olor era insoportable. Sentí que a mis 24 años iba a morir en ese naufragio, lloré por mis padres y hermanos, lloré por mí, lloré por un futuro mejor, lloré hasta sentirme un niño indefenso y solo en medio de esa catástrofe. Ninguna voz que nos guiara se alzó entre los llantos de desesperación, ningún bote salvavidas parecía existir, el pánico se apoderaba de todos nosotros, era una tragedia dónde habíamos sido abandonados a nuestra suerte por el capitán y los oficiales del barco. Una avalancha de agua me arrastró y dejé de escuchar, de ver, de sentir…
–Alessandro…nipote, Alessandro, ¿Riesci a sentirmi?
La voz me era familiar, abrí los ojos, me dolía todo el cuerpo. Ante mí la imagen difusa de mi tío Adriano sonriéndome, agarró mi mano llevándola sobre su cara dando gracias a la vida. No podía creer que hubiera sobrevivido a aquel naufragio. No podía asimilar toda la experiencia vivida, no podía hablar, no podía pensar con claridad. No sé cuántos días estuve en aquel hospital sumido en un silencio repitiéndose constantemente en mi memoria todo lo vivido. Pasaron unos días y mi tío me contó como a tres millas de las costas donde había tenido lugar el naufragio, la pericia y valentía de los habitantes de Cartagena y zonas colindantes se movilizaron rápidamente con sus barcos de pesca acercándose al lugar para rescatarnos. Sirio tenía capacidad para más de 1000 pasajeros, nos salvamos unos 580 y la cifra de muertos nunca se supo con exactitud, se descubrió que viajaba más gente de la permitida, en situación ilegal. Durante varias semanas hubo mucho movimiento de barcos reubicando pasajeros para llevarlos a sus lugares de origen, por un tiempo estuve apático, sin sueños, vagando como una alma en pena por tierra extraña.
–Alessandro , el naufragio ya pasó, te salvaste. Que el recuerdo y el desgarrador dolor de esa experiencia no te vuelva a hacer naufragar en esta tierra que te da la oportunidad de empezar de nuevo—me dijo mi tía Francesca mientras me obliga a levantarme a rempujones de la silla acusándome de que ya estaba bueno para empezar a trabajar y amasar el pan.

ANGY DEL TORO

UNA MÁS DE LAS MIL NOCHES
Había una vez un “buscador” que nació y vivió allá por donde se besan el océano y el desierto. Donde los hombres y mujeres de bien aman la poesía y el mar, siendo este último su mayor sostén, buscando las «lágrimas de la luna».
Aladino era un niño que siempre se acompañaba de un astrolabio y gustaba de seguir el vuelo de los halcones. Cuando se convirtió en un hombre joven, dejó atrás a su familia y a su adorada Jazmín.
Sus aventuras en el mar comenzaron en uno de los tantos botes que sus dueños utilizaban para la búsqueda de perlas.
Los buceadores al ver que Aladino tenía un astrolabio —instrumento que en la antigüedad se utilizaba para la navegación marítima— lo recibieron con mucho agrado, ya que ellos marcaban su ruta solo por las estrellas.
Una feroz tormenta volcó los botes de los buscadores de perla. La mayoría de los hombres se perdieron en la oscuridad del mar, unos se ahogaron y otros fueron engullidos por extrañas criaturas.
Al amanecer, un halcón gigante apareció de pronto por entre las azules aguas que, ya calmadas, dejaban ver a un jovenzuelo agarrado de una tabla pidiendo ayuda. El halcón chillaba mientras volaba por los alrededores de la embarcación del viejo buscador de perlas. El hombre decidió seguir al halcón.
Aladino en medio de la tormenta se había encontrado con unos hombres muy malvados y con gran astucia los pudo evadir y esconderse en una de las tantas cuevas en las que había estado recogiendo perlas. Una lámpara maravillosa refulgía en el fondo marino, su color dorado ya estaba manchado por el herrumbre, tomó la lámpara en sus manos y comenzó a frotarla con la idea de limpiarla un poco y para sorpresa suya, apareció un hosco genio al que se le podía invocar y pedir deseos. El mismo genio le había explicado que era su deber servir a la persona que le poseyera.
Con la ayuda del genio Aladino pudo derrotar a los cuarenta ladrones que venían haciendo tantísimo daño cada vez que le pedían alguna de esas feroces tormentas marinas.
Aquel niño pobre que comenzó a trabajar con los buscadores de perlas, gracias al genio de la lámpara, logró cumplir sus tres deseos:
1) Seguir el vuelo de los halcones.
2) Unirse al viejo buscador de perlas y que su pueblo fuese próspero.
3) Vestirse como un príncipe adinerado para impresionar a su princesa Jazmín, de quien está profundamente enamorado.

GAIA ORBE

Naufragio
el mar es infinito
no se puede presumir de conocerlo
solo él y quién lo ha creado saben sus secretos
pero el mar no obedece a ningún mandato
y aunque no lo quiera a uno
cada tanto devela en sus eternos abismos
donde las aguas se unen con las aguas
a los náufragos de los mares de la muerte
ellos salen de su escondite
abren las bocas de misteriosas esponjas
adheridas a las cuevas de paredes verticales
agitan sus orladas aletas en blanco
mientras yo
agarrada a las tablas sueltas de una embarcación
siento las olas que rompen en el fondo arenoso
una y otra vez
danza continua de nacimiento y muerte
aferrada con desespero a las maderas
comprendo que soy una navegante
unida a cardúmenes multicolores en nado
entre los duros corales
mutable arquitectura del arrecife
de repente deidades pacíficas y fugaces
agitan su cuerpo robusto de mandíbula prominente
maxilar amplio con dientes pequeños
caninos dispuestos en hilera
alardean la belleza de una piel rugosa
marmoleada en grises con reflejos vinosos
torpe y desmañada búsqueda de la felicidad
en acecho continuo de sus presas
mero de roca maestro del dharma
al principio de la vida eras hembra
de adulto eres macho
cambios, pienso
nuestros lazos vivientes con la muerte
abalanzas tus labios carnosos hacia mí
negar la muerte es no aceptar la vida
cazar y ser cazado es el cambio
golpeo rápido el agua hacia adelante
tu curiosidad y la mía
nos enfrenta
es absolutamente cierto que moriremos
solo es incierto cuándo y cómo moriremos
quizás la razón de que temamos a la muerte
vacío luminoso sin centro ni circunferencia
es que como peces náufragos del Atlántico
solitarios, ignoramos quiénes somos

ALEXANDRA MARTA IONA

NAUFRAGIADO
De 17.00h a 21.00h
Hola mi nombre es Jesús y soy un naufragado.
Me alegra ver que esta semana tenemos compañeros nuevos. A ellos me dirijo para darles la bienvenida y a los veteranos, me alegro de poder reunirnos una semana más.
Dentro de mi breve presentación voy a hacer hincapié en tres cuestiones primordiales.
Como bien saben, en nuestra organización, trabajamos de manera voluntaria para ayudar a víctimas de naufragios. Sea porque padecen secuelas físicas y psicológicas o porque necesiten orientación de cualquier tipo, están atendidos por un equipo más que cualificado.
Mirad a vuestra derecha e izquierda. Podéis encontrar a Bernardo, un pescador que ha perdido sus dos ojos en su naufragio de 15 días en el Mar del Norte. ¡Quien más…a si, Manuel! El padece secuelas psicológicas después de haber sobrevivido 21 días en el Océano Indico. Desde que lo rescataron, se pasa las noches enteras en la bañera llena de agua, no ha vuelto a dormir en la cama.
Susi, mi querida Susi, ha perdido una pierna, sufrió 19 días en el océano Pacífico.
¿Qué quiero decir con esto? Sobre todo, que no somos estadísticas, ni números. Somos personas reales que han pasado por el calvario de ir a la deriva, desprotegidos y a la merced del mar. Somos supervivientes que necesitan aprender a vivir como náufragos, personas devueltas por el mar, personas sentenciadas a una muerte segura, pero que se han aferrado a la vida pese a todo.
La segunda cuestión que me gustaría tratar es el sentimiento de culpa. Se por propia experiencia lo duro que es ver morir a tus compañeros o a tu tripulación. Por eso, todos los miércoles, nos va acompañar la señorita María, que va a impartir unas sesiones especiales de apoyo y de meditación para los que arrastran ese sentimiento de culpa.
En tercer lugar, pero no menos importante, voy a explicarles a los nuevos nuestro ritual de clausura después de cada reunión.
En la mesa que hay a sus espaldas, están distribuidos vasos de chupitos. No os preocupéis, no es alcohol, sé que con el tratamiento para la depresión no podéis. Son chupitos de agua salada.
Al finalizar cada reunión formamos un círculo, cada uno con su vaso y hacemos un brindis.
¡brindo por burlar la muerte!
¡Brindo con el último trago de agua que faltó para morirme!
Usted, la señora que tiene el trozo de madera entre las manos, si usted, ¿puede presentarse al grupo?

CONCE JARA

NAUFRAGA
Manuela estaba feliz. Con la ayuda de sus vecinas acababan de pintar la fachada de su casa de color amarillo, el único color que le faltaba al arcoíris de humildes viviendas de pescadores de la calle.
Era junio, hacía calor, y las ventanas se veían engalanadas con hortensias, de diversos tonos, lo que producía un estallido de colores exuberante, que con una sola vista alegraba a los transeúntes.
Manuela entró laboriosa en casa, compuesta por una gran habitación, donde se cocinaba, se comía y se hacía la vida. Disponían de baño con ducha, dos habitaciones y un pequeño patio, donde se preparaban los aparejos de pesca.
Manuela había trabajado toda su vida pescando, ¡pero claro!, a escondidas. No estaba bien visto que una mujer se dedicara a ese arte. Los más viejos dicen que trae mala suerte que las féminas suban a los barcos de pesca. Como el trabajo en el interior de la isla empezó a escasear, su marido, Helder, la prohibió que saliera más, se hizo pescador y después su hijo Mateus de 18 años, siguió los pasos de su padre.
Ambos se despertaron tras una dura jornada en la mar, sentándose a la mesa. Mientras comían le contaron a Manuela que hubo buena pesca: entró mucha lubina y buen jurel. También que varios barcos ayudaron a un velero extranjero a entrar en el puerto, ya que estuvo a punto de naufragar al habérsele roto el mástil y el timón. Por último hablaron de que aquella tarde cambiaba el tiempo. Debían esperar noticias del patrón del barco para salir a faenar.
Tras la comida los hombres durmieron un poco la siesta, mientas Manuela recogía. Después ella cogió su silla de nea, y se sentó en medio del patio para confeccionar algunas redes.
A las 5 de la tarde llamó a la puerta un vecino que faenaba con Helder y su hijo, para avisarles de que el patrón les esperaba en el puerto, aunque la mar ya estuviera algo revuelta.
Manuela les acompaño a la puerta. Ella no era supersticiosa, pero Helder se santiguó al salir de casa y ver la fachada pintada de amarillo:
-Ese color no trae buena suerte… ¿cómo se te ha ocurrido mujer? -gritó mientras avanzaba por la calle vacía, seguido por su hijo y su compañero.
Al entrar en casa Manuela le puso dos velas a la Virgen de Fátima y rezó porque volvieran sanos y salvos.
Cerca de las 6 de la mañana del día siguiente, se levantó para preparar el desayuno. Su marido y su hijo regresarían pronto y entonces escuchó un gran bullicio en la calle. Abrió la puerta y se asustó al ver cómo la gente bajaba corriendo, mojada bajo la incesante lluvia, sorteando los charcos, todos en dirección al puerto.
Manuela cogió su Virgen y corrió igualmente entre la multitud, esperando lo peor. Al llegar al puerto vio a decenas de personas de todas las edades amontonadas junto al malecón. Los jóvenes se lanzaban al agua, otros con botes, vecinas del pueblo, y es que había un camposanto de bultos flotando por el agua, a cientos.
Aquello era una locura de gritos, de gente que corría para todos los lados abrazando los fardos, sin saber lo que contenían, para correr a guardarlos en sus casas y volver a por más.
Manuela, en cambio, seguía abrazada a su Fátima. Fue en busca del barco de Helder. Eran más de las 6 y ya estarían de vuelta, pero para su sorpresa, aunque el barco estaba atracado, no había ni rastro de la tripulación.
Al regresar a casa entre tanta algarabía, vio a su hijo descargando un carro en la puerta de casa.
– ¡Hijo mío! ¿Qué ocurre? ¿Qué es eso que traes?
– Harina madre… o azúcar… está por toda la costa -dijo fuera de si-. Debe ser de un naufragio. Padre está dentro, lo vamos a guardar en la bodega… pero tenemos que volver a por más.
Nadie sabía lo que contenían aquellos paquetes, su lejana ubicación les había mantenido inconscientes de las propiedades de lo que ocultaban.
Manuela esperó hasta que su marido y su hijo regresaran de su cuarto viaje, dejando la bodega a rebosar.
Cuando terminaron, ella recalentó el café y se sentaron a desayunar. Entonces Helder se levantó, cogió el azucarero y tiró el azúcar por el fregadero. Bajó hasta la bodega y trajo el azucarero lleno:
-Este es más fino -dijo exaltado-, ¡esperar a probarlo!
Manuela no quiso tomarlo, y aunque intentó quitarle el “azúcar” a su hijo, su marido vertió dos buenas cucharadas en su café.
Desde aquel día todo cambió. La gente estaba como loca, se sentían más fuertes, con más poder. Viejos que no se levantaban, andaban, tenían más energía, más vigor. Los hombres salían a la mar, un día tras otro sin apenas comer, sin dormir, pero rindiendo como nunca. Las madres empanaban el pescado para sus hijos, con aquel polvo blanco, tan fino, tan puro, y los niños jugaban incansablemente, día y noche.
La voz se corrió y empezó a llegar gente de toda la isla, buscando el polvo mágico. En los bares vendían el vaso por unos pocos euros, y las noticias de las maravillosas propiedades de la misteriosa harina cruzó el mar. En pocas semanas atrajo a barcos llenos de gente con la intención de comprarla, y también a las autoridades.
El pueblo no descansaba. Sus habitantes, de pupilas dilatadas, eran increíblemente felices bajo los efectos del mágico «azúcar», aunque algunos empezaron a parecer ojerosos, más delgados y agresivos, hasta conseguir una nueva dosis.
Aquel polvo blanco maravilloso, de una pureza exquisita, resultó ser cocaína. El velero venezolano traía más de 500 kilos, que dejó en redes sujetas al fondo del mar, con desconocimiento de la fuerza de las mareas del Atlántico, y cuando la mar se revolvió, todo salió a flote.
La policía se encontró a una generación completa de sonámbulos deambulando por el pueblo, entre ellos Helder y Mateus. Registraron su casa, y les confiscaron el interior de la bodega, aún repleta de fardos de cocaína.
Entonces empezó el calvario para Manuela. Se acabó la cocaína, y empezó la agresividad de su marido y su hijo. No había hospitales donde internarles, y tampoco los hubiera podido pagar. La única solución que le dieron fue inyectarles heroína, para que durmieran.
Manuela volvió a su antiguo oficio, en la mar. Salía a pescar para conseguir dinero, y así poder comprarles el único antídoto que el gobierno del país pudo darles, hasta que primero enterró a su hijo, después a su marido, quedándose “naufraga” en su casa… en su vida.
FIN
*Basado en un hecho real.

OMAR ALBOR

Naufragio
Serás una mirada
que viaja en un bondi
tendrás el pelo mojado
la lluvia te tomo por sorpresa, no serás tan feliz nunca más en tú vida, ese momento nunca se repetirá, cuando llegues a destino, no querrás bajar nunca, alguien te espera el bondi sigue, vos la miras te paras rápidamente tocas timbre y bajas en la próxima parada, saltas se caen las ganas de abrazarla, corres y cuando llegas donde ella estaba ya no está.
Esa era la esquina
Ese era el momento
Alguien toca tú hombro te das vuelta y ella se sonríe, toma tú mano te abraza y vos cerras los ojos y Naufragas.

BEA ARTEENCUERO

TEMA DE LA SEMANA
NAUFRAGIO
– Corazón, sabes donde está mi aura?
– ¿Cómo preguntas eso? La tienes alrededor de tu cuerpo!! ¿No sientes su presencia?
– En mi cuerpo se instaló el dolor, y
mi interior naufragó sin rumbo, quedando mis sensaciones a la deriva.
– Pregúntale al alma, tu sabes que,
El aura son las huellas del alma.
– Alma, tu sabes ¿donde está mi Aura? Me siento indefensa sin ella.
– Eso pasa cuando la materia, se adueña de tus emociones. Algunas cosas en el espíritu hay que vivirlas en el cuerpo y en la sangre; Traemos grabadas en el alma, la historia de vidas pasadas. ¿O crees que por ser invisibles a tu vista, no estamos en todo tu ser?
– No es eso, me siento pérdida sin la energía que rodea mi cuerpo, me falta su luz, aunque es imperceptible
yo la siento cubriendome, sin ella mi cuerpo etéreo, emocional y físico no existe, deambula por el universo sin destino, mi ánimo decae.
– ¿ Aura donde estas?
– Sabes, el cuerpo Astral, esta atado
al cuerpo físico por un cordón plateado, que refleja el avance espiritual en términos de amor incondicional y ella protege todo eso.
– Dime ¿Que hago para que regrese?
– El aura nunca te dejaría, sólo no la sientes, porque perdiste la capacidad de ver tu interior con ella tus emociones; En cada naufragio hay algo a que aferrarse, saca todo lo oscuro de tu mente, aleja la materia y se luz, el Aura poco a poco recobrara su brillo y cubrirá cada célula de tu cuerpo.
Recuerda: ¡¡No vives en una oscuridad perpetúa!!
Cada uno decide ser luz en el universo del yo interno.
La materia se termina, el alma es la esencia que vivirá en la eternidad.

MARI CARMEN CANO REQUENA

Me levanto de la cama un poco adormilada todavía y no escucho a mamá como de costumbre en la cocina preparando el desayuno y ese olor a café que siempre me despierta……
-Mamá!!…… – no contesta, dónde habrán ido sin avisarme?
Me siento en la cama esperando oír algún ruido mientras me pongo las zapatillas y miro en la habitación de mi hermana y tampoco está….. todo es muy extraño….. bajo las escaleras y me dirijo hacia la cocina dónde hay una nota escrita por mamá y medio borrada que dice:
-Te esperamos en casa de la abuela, un beso…… mamá.
Cierro los ojos e intento imaginar que no estoy sola, en cualquier momento aparecerán y me rescatarán de esta soledad confusa. Hasta que el agua toca mis pies y me despierta de esa fantasía fruto de mi imaginación, miro a mi alrededor y sólo veo agua y a lo lejos muy lejos un montículo de tierra firme que parece estar cerca…..
Cierro los ojos de nuevo y oigo sus voces, no quiero despertar!! Quizás tenga fuerza para levitar y transportarme de nuevo a casa….. con Mamá… Papá… mi hermana, la abuela….. lloro de nuevo.
El agua cada vez está más cerca de mis rodillas y así día tras día y noche tras noche, sólo me queda la esperanza que pase un barco y venga a buscarme.
Mientras tanto seguiré tocando esa nota escrita por mamá, hasta que por fin se borre y ese será mi final…….

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17 comentarios en «Naufragios – Miniconcurso de relatos»

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