Rituales

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «rituales». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 10 de junio! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).

POR FAVOR, SOLO VOTOS REALES, SOLO SE GANA EL RECONOCIMIENTO, CUANDO ES REAL.

* Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor) y no han pasado procesos de corrección.

CORONADO SMITH

EL ESPÍRITU DEL BOSQUE
Mucho se habla, o mejor dicho se evita hablar, de la muerte. Esa especie de velo de misterio que la envuelve y las eternas preguntas en torno a ella, hace que sea un tema tabú.
Estaba yo de visita en una zona rural, del norte de España, el día era gris, triste, en definitiva, falto de cualquier tipo de colorido. Desde hace mucho tiempo a causa del estrés o vete a saber de que, padezco de eccemas, y ese día estaba particularmente cubierto de ellas por toda la frente y la espalda, el picor era casi irresistible y no tenía la pomada que suelo usar para ellas.
La dueña de la pensión donde me alojaba, era una señora de mediana edad y estatura, bastante amable y atenta. Al verme intranquilo y con la frente bastante enrojecida a causa de rascarme constantemente, me pregunto que que era lo que me sucedía.
-Pues que tengo unos picores irresistibles a causa de las eccemas- contesté-
-Yo conozco a la persona que puede ayudarte, es “mano de santa”, tiene remedio para todo.
Creo que fui demasiado impulsivo pues ni me lo pensé siquiera, y al poco rato, me vi llamando en una puerta. Era una puerta de madera bastante gruesa, según pude observar, con el barniz un poco deteriorado y una gruesa y llamativa aldaba para llamar. Al cabo de un instante sonó el descorrer de un postigo y se abrió la puerta, aunque no del todo, lo impedía una cadena, y a través del hueco apareció uno de los rostros mas bellos que jamás había contemplado. Me habló con una voz dulce, casi hipnótica, perguntandome el motivo de mi visita.
-¿Qué puedo hacer por usted?- susurró.
-Me manda la Posadera- respondí como embriagado de su visión.
-¿Y el motivo si no es mucho preguntar?- añadió casi en un tono suave pero irónico.
– ¡Es verdad! – casi lo olvidaba- es a causa de estas eccemas- dije señalando mi frente.
-Eso tiene remedio, aquí en mi casa tiene remedio casi todo- respondió.
Acto seguido me abrió la puerta y me hizo pasar. Había un largo pasillo iluminado tenuemente, por una especie de candiles modernos, en el cual se adivinaban una serie de habitaciones o salas, que acababa rematado por dos columnas cuando menos inquietantes, de piedra tallada con motivos que no distinguía bien, antecediendo a una puerta no menos inquietante de madera labrada al estilo medieval.
Al llegar a la segunda estancia me hizo pasar, era una sala espaciosa, aunque poco iluminada, donde había una mesa de madera maciza con dos sillas y una especie de bancada de piedra con una especie de colchoneta negra a modo de camilla de hospital o algo similar.
Me hizo tumbarme en ella mientras me pasaba las manos por la frente, recitando una especie de oración -supongo que en latín o en alguna lengua muerta- desconocida para mí.
-Tranquilo, no se levante, voy a preparar una tisana- me dijo mientras me aplicaba una especie de pomada grasienta, que a decir verdad me iba aliviando el picor.
Al fondo de la sala había una chimenea, donde había una especie de caldero encima de unas trébedes de hierro. En ese momento me empecé a inquietar, pero por alguna razón que desconozco, casi no me podía mover, mi cuerpo se negaba a levantarse y salir corriendo de allí.
Yo la observaba en silencio, ella añadía hierbas al caldero humeante y le daba vueltas con una especie de cucharón de madera, mientras susurraba alegremente palabras que yo no entendía, diciéndome de vez en cuando, que no me preocupara que de allí no había salido nadie sin ser curado su mal.
Al cabo de un rato, consideró que ya estaba preparada la tisana y echando un cucharón de su contenido en una taza de barro, se acercó a mí, y me dijo que me levantara, a lo que yo inexplicablemente obedecí casi de inmediato. De la taza salía un olor agradable, la verdad sea dicha, olor que se convirtió en un sabor aún mas agradable todavía cuando el liquido entro en mi boca.
No recuerdo muy bien lo que sucedió a continuación, solo se que se me cerraban los párpados y notaba su rostro muy cerca de mí. Recuerdo que yo me zambullía en una especie de piscina con un líquido viscoso que me atrapaba como si quisiera sumergirme él y yo salir a la superficie, sentía como algo se me enrollaba en los tobillos y tiraba de mí hacia abajo y como yo me deshacía de lo que sea que fuese y emergía, a la enésima vez de estar en ese bucle, sentí una mano suave y femenina que me asía la muñeca y me ayudaba a salir de esa espiral de angustia, todo eso entre brumas, pues después de no se cuanto tiempo, cuando abrí los ojos y tomé consciencia, estaba en el mismo sitio, con la taza en la que había bebido la tisana, en las manos.
La curandera -pues así me dijo que la llamaban- me explicó que la tisana tenía efectos alucinógenos, pero totalmente inocuos para la psique y que solo actuaba sobre los síntomas físicos. Inmediatamente me ofreció un espejo y vi que no había ni rastro de las eccemas, y estaba incluso más joven. Medio en broma le dije que si no me podía hacer más alto, más guapo y más joven, a lo que ella respondió con una sonrisa de complicidad.
Al cabo de un rato , me dijo que era costumbre en el pueblo ir a despedir a los muertos en su última estancia, antes de ser enterrados y que precisamente había un “ritual funerario” -así lo definió ella- esa noche.
Me dio una especie de túnica de color morado con ribetes dorados en cuello y mangas, y me hizo ponérmela. A continuación salimos de su casa en dirección al bosque y al llegar a un claro nos detuvimos. Había como unas veinte personas allí reunidas y todas llevaban túnicas de color blanco, yo pensé que a los forasteros no se les permitía que fuesen blancas.
En el centro del claro del bosque, había un sarcófago, exquisitamente decorado para la ocasión, estaba abierto y se adivinaba un cuerpo en su interior, al fijarme mejor, vi que todas las personas allí reunidas eran jóvenes y bellas, aunque había algo inusual en ellas, como si fuesen de otra época. Junto al ataúd, había una piedra plana con inscripciones, que según me explicaron estaba consagrada al espíritu del bosque, y la persona que estaba dentro de la caja fúnebre, estaba no-muerta, y su alma era una ofrenda a dicho espíritu, que a cambio, mantenía a los allí reunidos eternamente jóvenes, y que la persona no moría, lo único que perdía eran su alegría y esperanza.
La curandera me dijo que era yo, al ser forastero, quién tenía que invocarlo leyendo la inscripción que en la piedra había, a cambio de la curación que me había ofrecido, me quedé estupefacto como si estuviese soñando, sin dar crédito a lo que veía u oía.
-No tengas miedo- como en un eco me susurraban las personas allí reunidas.
– ¡Pero si yo no entiendo, lo que pone en la piedra y además no creo en espíritus!- decía yo
-Seguro que es un programa de cámara oculta- e intentaba descubrir donde se ocultaba.
La curandera se reía con una sonrisa franca. – Busca lo que quieras, pero te aseguro que no es ninguna broma-
-Es un ritual ancestral que se practica desde tiempos inmemoriales aquí en este bosque, para limpiar las almas y estar a salvo de cualquier enfermedad y del paso del tiempo, y a cambio se nos ofrece el secreto de la curación de cualquier enfermedad, pero sólo a la persona que se lo merezca- continuó diciendo.
-La tisana tiene la virtud de elegir quien merece ser curado y quien no, según se despierte o no se despierte tras su ingesta.
-¿Además que te puede pasar por invocar algo en lo que no crees?
– El espíritu solo coge la alegría y la esperanza de la persona que no las usa, por lo tanto a esa persona no le supone nada perderla y sirve para ayudarnos a los demás.
Después de reflexionar un instante pensé que se lo debía al menos como agradecimiento o para no quedar mal, total, ¿Qué mas daba?, entonces me acerqué a invocar al espíritu y, ¡Horror!, al mirar dentro de la caja ¡Adivinen quién estaba dentro!

DIL DARAH

El Ritual del Erizo

(gracias por una nueva caja, Coronado Smith)
Desde tiempos sin contar, llamados inmemoriales
en el Bosque del Olvido, se unían cuatro brujos
a hacer tres cosas raras, con caras de carcamales.
Competir que te compite, dos quedaron sin aliento
el tercero, en sánscrito puso el grito en el cielo:
“Baladí de balandada, hazte agua de aguja”
su colega sin beberlo, siente frío el recelo.
Y comienzan a pegarse, cada cual con más ahínco,
quedóse el rey del baile, brincando como te brinco.
¡Adiós tres carcamales, que es mía la corona!
contento se la enfrasca a cabeza bien comida
por borraja de ayahuasca, un pinchazo le emborrona:
-No recuerdo a qué venía, valgame que no te valgo,
pero siento alegría y del bosque yo me salgo.
Da el paso a la derecha, por espesos matorrales,
piérdete que no me entiendo, qué pasa en este bosque.
Ritual que ha fallado, vista ciega multiplica y picor de campanales,
solo falta la luz verde por el cuello que le enrosque.
Da el paso a izquierda, caen raudas las tres nubes
se convierten en fantasmas, por las ramas tú te subes.
Madre mía qué engorro, que soy carne de hechizo
y el cóctel de ayahuasca me convirtió en erizo.
Por si poco le alcanza, la luz verde que sin ni tregua
le ubica´n otro cuento, Rituales que se llama, a distancia de legua.
Rey de reyes que le nombran veinte sombras y una toga
de la caja se lo sacan y en su cuello atan soga.
Lo pasearán por reinos, olvidados de pamplinas:
-Dele un beso al erizo, que se pasan las neblinas!

MARÍA CRUZ ESTEVAN APARICIO

En aquel entonces mi persona tenía 10 años. En el pueblo se corría la voz que en el convento se iba a casar una monja con Dios. No se como fue, pero aquel día me encontraba en aquella capilla tan chica en primera fila. Lo que si puedo contar es que a través de aquella reja en donde las monjas hacen sus rezos ocultas tras una cortina negra, aquel día el telón había desaparecido. Desde mi sitio cercano a la gran ventana lo presencie todo. La habitación estaba medio oscura, más tirada con la cara pegada al suelo y los brazos en cruz había una pessona cubierta con una capa blanca a igual fuese una mariposa con sus alas abiertas. Me dije a mi misma, es la novia de Dios. Aquel casamiento lo tengo presente en mi memoria. El blanco del vestido me pareció celestial… El pensamiento del ser humano es libre pero las enseñanzas…, te pueden llevar a actos de culto…


BENEDICTO PALACIOS

Me pasé un buen raro observándolos desde mi ventana una mañana de abril. Dos gorriones se disputaban el favor de una hembra. Aletean en torno de ella, la cercan, pero ella no se decide. Y cuando se cansa o aburre, revolotea y se asienta en la rama de un árbol. La siguen los dos y otro tanto cuando se posa en tierra.
Toca ahora la exposición de galanterías. Una y otra vez inician el cortejo los competidores agitando las plumas, piando y extendiendo las alas. Pero ella ni siquiera se inmuta. Debe ser dura de pelar.
El más atrevido la picotea y ella molesta se posa otra vez en la rama. Entonces el otro aprovecha y extiende las plumas de la cola, las abre como un abanico. Gorjea lo más melodioso que sabe. Y la novia haciéndose de rogar.
Han cazado una lombriz y se la ofrecen. Qué contoneo. La dama requiere cumplidos. De momento no parece darse por aludida. Juguetea al ahora sí ahora no y finalmente la recoge del pico.
Ha sido una elección difícil, y se ha decidido finalmente porque uno de los dos tenía entorno a la garganta colores más vivos.
Pía y se coloca las plumas. ¡Vaya exhibición! Pomposa la novia. Y eso que iba con lo puesto.

MARÍA OGRAL

Como cada 8 de junio desde hacía ya muchos años, él llegaba temprano al cementerio.
Ella lo hacia un poquito más tarde. Desde que no trabajaba,le gustaba remolonear en la cama, regocijándose de su suerte, e ir a los sitios sin prisa,lejos ya del yugo del reloj y sus compases.
Se encontraban cada aniversario allí y apenas se decían nada. Cruzaban un par de miradas llenas ya de arrugas y dejaban que el aire despeinara sus canas,llevándose los recuerdos a su suerte. A veces los veían volar sobre sus cabezas vacías de pasado,revoloteaban besos,risas cómplices,deseos y abrazos.
Él siempre dejaba encima de la losa un lirio morado,como el de su ramo de novia; ella,en cambio,dejaba siempre un poema.
Desde que se separaron nada había sido igual. Eligieron continuar por senderos divergentes esperando encontrar de nuevo el camino de vuelta a casa. Pero la travesía de sus vidas les alejó aún más y sus sendas jamás volvieron a cruzarse. Cuando ella era el mar, él era tierra. Cuando ella era fuego, él cenizas. Cuando ella era instinto, él cavilación…
Sus manos jamás volvieron a entrelazarse al dormir juntos ni sus ojos se avivaron teniendo los mismos sueños.
Con los años, los daños pesaron menos,y a las ansias de libertad se le rompieron de viejas las alas.
Y ahora,treinta años después, como cada 8 de junio ,celebran de alguna manera el día que se unieron en vida hasta que la muerte de su amor,los separó para siempre.

ALBERTO MEDINA MOYA

Al final de una cabezada, don Gregorio miró el reloj y vio que había llegado la hora. Apagó el televisor y se dirigió a la cocina para poner en marcha la operación de cada noche. Metió un vaso de leche en el microondas, y mientras la calentaba cerró las persianas y echó la cerradura de la puerta. Con la leche caliente fue al dormitorio y la colocó en la mesita de noche, de cuyo cajón sacó un diente de ajo que metió en un bolsillo del pijama, y en el otro un amuleto de Perú que le había regalado su nieto. También sacó un cadenita con la Virgen de Caravaca que se colocó alrededor del cuello. Sentado en la cama, cerró los ojos y rezó tres Padrenuestros, se santiguó tres veces y besó otras tres la foto enmarcada de su Antonia, que tenía sobre la mesita. A continuación se levantó para coger las armas, que colocó sobre la cama. Volvió a sentarse y se bebió de un trago el vaso de leche antes de meterse entre las sábanas y apagar la luz. Como cada noche, en la mano derecha tenía el machete en su funda, y en la izquierda el bate de béisbol. No importaba que fueran vampiros, ladrones, nazis o marcianos. Estaba preparado para hacer frente a las peores pesadillas.


SERGIO SANTIAGO MONREAL

Se había convertido en un ritual, pero esta vez era diferente. Carlota se había propuesto cumplir sus sueños.
Una frase taladraba su cabeza constantemente : «No lo digas, hazlo».
Carlota siempre se levantaba temprano y su ritual era escribir lo que había soñado recién levantada.
Un día decidió dejar de hacerlo, dejó de escribir sus sueños y comenzó a vivirlos. Carlota publicó un libro con todos sus relatos y tuvo mucho éxito convirtiéndose su ritual en uno de los libros más vendidos. «No lo digas, hazlo». Carlota Pérez.

RAQUEL LÓPEZ

Cuentan las leyendas, que en un pueblecito de España, existe un bosque habitado por brujas, que cada 31 de octubre, a media noche, salen para hacer sus rituales danzando con la luz de sus antorchas y bajo la atenta mirada de la luna.
Se dice, que eran visitadas para encontrar el amor, leer el futuro o hablar con los muertos e incluso echar mal de ojo y que habían hecho un pacto con el diablo. También decían, que existía una puerta hacia el inframundo, en la que sólo ellas podían acceder..
Violeta, una joven del pueblo, acudió a ellas con cierto temor, pidiéndoles ayuda porque creía que su marido estaba siendo infiel.
Las brujas la aconsejaron que consiguiera ciertos ingredientes muy peculiares:
Un cabello de la amante y semilla de su esposo.
En cuanto obtuvo los ingredientes, que no fue cosa fácil, tras dos horas de cocción, degollaron un cordero, embadurnando con su sangre a Violeta a la que hicieron desnudarse, ante la confusión de ella, pero no podía echarse atrás, todo estaba dispuesto. Después, y a duras penas, la hicieron beber el líquido obtenido de aquel brebaje.
El conjuro no hizo efecto de inmediato hasta pasadas unas semanas, después, la supuesta amante de su marido, desapareció como alma lleva al diablo.. Violeta volvió a ser la mujer más feliz del mundo junto a su esposo.
Desde entonces, en aquel pueblo las creencias sobre brujerías y hechizos los acompañaron siempre, aunque se dice que Violeta vendió su alma al diablo a cambio del favor…
Leyenda o no, algunos escépticos, se mofan de esas creencias y dicen que las luces que se ven de madrugada, cada 31 de octubre, son los rituales de los bailes que hacen las luciérnagas, alumbrando el manto oscuro del bosque..

ALEXANDRA MARTA IONA

¿Os acordáis de la mujer con el vestido negro de encaje? Pues , es la misma persona, solo que mucho antes de empezar a llevar zapatos de tacón.
Entre años vividos, sueños cumplidos , pesadillas y noches en vela, ella ha adquirido muchas manías, ha probado pociones y pasiones. Tenia rituales de los cuales se ha desprendido convirtiéndolos en recuerdos y otros que todavía la obsesionan. Hasta se atreve a escupir alguna maldición de vez en cuando.
En el año dos mil y algo ella tenía un poco más de dieciséis años.
Aquél verano se sentía más rebelde que nunca. Le gustaba frecuentar un pub cutre y maloliente solo porque no le pedían la mayoría de edad para poder consumir alcohol.
Era prácticamente imposible no fijarse en ella, en su cuerpo de casi mujer ,su risa despreocupada o en su piel blanca que escurría el sudor de tanto baile y demasiada cerveza.
Hacía ya un rato que el seguía los contoneos de su figura al ritmo de la música y se empeñaba en recrearlos con el dedo en la superficie de su vaso.
Así es como la veía el, con una mano apoyada en la cadera y con la otra se sujetaba el pelo para refrescarse un poco la nuca.
Deja el vaso en la barra y se acerca a ella en medio de un estribillo. Con la cabeza inclinada sobre su hombro ,le dice al oído si quiere salir a la calle para fumar . La chica no titubea y le contesta que si.
Una vez fuera se presenta. Se llama Víctor y es pintor. No le comenta nada de su edad, ya que a la vista quedaba la gran diferencia que había entre los dos , casi veinte años.
Siguió contándole que se había quedado prendado de ella ,que ella destacaba ,que su belleza quedaba reflejada en cada pose. En fin, la formula perfecta para anestesiar la poca razón de la muchacha. El olía su rebeldía y con sus palabras avivaba más su fuego. Ella tenía el encanto y la juventud ,el poseía el descaro y la experiencia .
Con aquel cigarro y desde aquella noche, empiezan una relación clandestina y condenada por inmoral. Los dos lo querían así, aunque cada uno tenía su propia motivación.
Siempre que ella iba en su busca tenían sexo placentero, consentido y adictivo en su pequeña habitación del piso que compartía con otras personas.
Además de secretos, gemidos y copas medio vacías, tenían en común un pequeño ritual que seguían en las tardes que se venían.
Cuando llegaba siempre sonaban The Police o The Cramberries . El le mostraba su alegría besando su boca y sus manos. Ella se daba una ducha y al volver a la habitación, Víctor le quitaba la toalla. La sentaba cruzada de piernas en una pequeña alfombra morada con dibujos étnicos. Le sujetaba el pelo con una aguja en un moño mal hecho a propósito. A Víctor le encantaba pincelar esos mechones ondulados y traviesos que adornaban el cuello de la muchacha o contar sus lunares primero dibujando y luego con la lengua.
“¡ Mírame y no te muevas!” , evidentemente ella, en sus golpes de madurez, no rechistaba y siempre obedecía clavando sus ojos verdes en los de Víctor.
El, concentrado en atraparla en el lienzo, pintaba hasta que condenado por su erección se abría paso entre sus muslos.
Quién sabe en que pared de que casa de la capital luce ese cuerpo pálido y pudoroso con esos ojos que siguen mirándolo.

CONSUELO PÉREZ GÓMEZ

Cada mañana el despertador es el anunciante inmisericorde del ritual que inicia con el amanecer. Así de entrada en el nuevo día nada hacía presumir los acontecimientos futuros. Pero… ¡Cagüen t’ó! ¡Siempre hay un, ‘pero’! …
Fue entrar al baño y ver su figura reflejada en el espejo que como de todos es sabido es un artefacto sin alma…y ver que le faltaba una oreja… ¡Sí!, ¡Una oreja! Así como suena…-en este caso sin sonido- en su lugar, una oquedad fría y muda… ¡Mi oreja! ¿Dónde está mi oreja? … ¡la madre que parió al pato de colores!… ¿Qué cojones ha pasado aquí? …
Ofelia lo llamaba desde la cocina para el desayuno, pero él, no podía oírla, o para mejor decir: oía la mitad del mensaje con el otro órgano que de momento seguía ahí, donde lo pusieron al nacer…
—¡Federico! ¿Es que no me escuchas? ¡Qué hombre! –grita Ofelia por cuarta o quinta vez.
Federico llora ante el inmisericorde espejo. No entiende nada. No puede comprender como se perdió su oreja, así, sin previo aviso, sin acuse de recibo, sin notificación y sin membrete. Imposible en esta situación seguir con el ritual mañanero. ¿Cómo me coloco las gafas, el cubre morros, los auriculares? …y llora, y llora…y llora…
Ofelia sale de la cocina a la búsqueda del marido perdido soltando onomatopeyas nada delicadas en ofrenda al ausente.
Cuando abre la puerta del baño enmudece repentinamente sin ánimo para seguir con los insultos…no atina…no sabe cómo encarar, como atreverse a pronunciar algo entre coherente y apropiado a la imagen que se clava en su retina.
—Federico: se te ha caído una oreja…
—¿No me la habrás cortado tú mientras dormía?
—¡No digas enormidades! ¿De qué iba yo a hacer tal cosa? ¿Estás loco?
Al unísono como empujados por un resorte dedicaron el resto a buscar la oreja perdida, era imposible que hubiera desaparecido así, sin dejar rastro. Por narices -o por oreja- que debería estar en alguna parte…
El ritual de aquella mañana trastocó todo el resto de los ídem que seguían al primero. Federico oía la mitad de lo que se decía a su alrededor con lo cual, le era más que dificultoso seguir cualquier norma u orden.
Ofelia pidió el divorcio, pero dado que Federico solo escuchó «orcio» que como bien es sabido significa «tarro de vidrio para guardar miel» supuso que Ofelia lo que quería en realidad era el manjar abejil. Ante la imposibilidad ya oficial de que Federico pudiera entender nada de lo que ocurría a su alrededor, este, decidió motu proprio iniciar nuevos rituales que ayudaran a componer una nueva existencia: «Soy sordo, luego escribo» y de ahí en adelante se dio a la tarea de escribir todo lo que no conseguía entender.
Dicen por ahí que hubo de adquirir y así lo hizo, un par de propiedades en el campo con sendos pajares que llenó de estanterías donde se acumularon miles de cuadernos garrapateados, en lo que además de las anotaciones de todo aquello que no podía escuchar a sus interlocutores, había una suerte de detalles explicativos sobre la personalidad de cada uno.
Moraleja: igual sea bueno perder para ganar. Cambiar las mil y una necedades que escuchamos cada día por un escritorio no puede considerarse perdida sino hallazgo.
(Mi vida como sorda me lleva a considerar que no todo lo que se oye sirve, ni todo lo no oído es imprescindible).

ANTOLÍN MARTÍNEZ JIMÉNEZ

En el suelo del bar, con cabezas de gamba y colillas sin apagar,
los amigos después de orar tardean tercios sin parar de hablar.
Con delantal de invierno y ojos cansinos, dos orejas en pámpana escuchan gran alboroto mientras en plancha el molusco y la sardina raciona con el limón en porciones que simula escuchar una conversación desahogada con atenta reflexión alimenta su tarea.
Tengo pasión enquistada en el fondo de mi alma.
La recuerdo y no puedo evitar recelarme. La imagino en pasividad por acompañarme y siento tierno padecimiento de su traición.
Ella ronea con ellos y ahora sé que yo no debí besar su tentación.
Maldigo mi puesto y mi sien, no quiero ser yo ese quien.
No alimentes esa pasión o transformarás enajenado tu palpitar por ese amor.
Deja que el tiempo emborrone y si es el tiempo quien dispone ni tú ni ellos lo enturbie, porque el fluir no es decisión sino fluir sin razón.
Ahora lo es de rabiar pero igual se puede tornar.
En un pequeño óvalo de cristal blanco, seis trozos de sepíido para dos hombres y amigos, a cada trozo un palillo con el que empieza a mojar. Sumerge la sepia en el picadillo, de aceite, ajo, perejil y limón; moja y chupa, moja y chupa, hasta que la tentación lo acribilla entre molar y premolar.
No quiero volver a verla, ni siquiera recordar, porque su visión huele a pena de lo que no puedo hallar.
La repetición lo hizo costumbre y ella misma todo un ritual para sábados, domingos y fiestas de guardar, siempre repasar recuerdos y a veces después de orar.

REBECA FS

Pío, pío, …píííííío
Títítítí, títítítí…
glub, glub…
ñam, ñam, ñam, ñam, ñam, ñam
toilet close
rummm, rummm…
tútururú…
laralaralá….
guaaaaaaaaaauuuuuuu…
grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr…
ruuuuuummmm, pí pí pí, ruuuuummmm
Inspiraaaaaa— aguaaaaaaaaantaaaaaaaaaaaaaaa.
Ding dong dang
Quizá el escrito se comprenda mejor si se lee en voz alta y con sonidos…o quizá no
Vivan las onomatopeyas— VIVAN!!!!
Aleeeeeeeeee buena semana.

DANI GALLEGO ALEMÁN

Sergio suda mucho mientras duerme, Porque sueña,Siempre sueña.
Cuándo sale un poco, del sueño, trata de sacar la pierna derecha por un lado de la sábana pa enfriar el cuerpo.
Cada noche el mismo ritual, acostarse, dormirse, soñar, sudar, despertar y sacar la pierna derecha para aclimatar.
Luego se levanta, con un poquito de angustia por los nervios que trae cada nuevo día y vomita, vomita mucho,
hasta que se le quitan las ganas de llorar y entonces, se sienta a cagar, unos diez minutos, pa intentar que no quede nada dentro,
que luego es una jodienda.
Mientras, viendo las noticias de la mañana en el móvil, se hace tres o cuatro porros para afrontar, o más bien superar, otro Martes de trabajo.
Arranca el coche, que tiene más de veinte años, y enciende el primer porro, bueno no, el segundo, el primero se lo fumó mientras cagaba.
Son diez kilómetros, quince minutos musicales que lo conducen al trabajo.
Y llegan las ocho horas, los compañeros, ¿dónde va?, ¿con quién? y ¿a qué?…
Siempre es a la Universida o al Ayuntamiento, con Juan, con Alberto, o con Santiago y a tirar cable y conectar.
Su cuerpo ya sabe lo que tiene que hacer. Su mente es el problema.
Son las cuatro de la tarde y sale de trabajar. Otros quince minutos musicales lo devuelven por inercia a su casa.
Ducha y pajilla para amansar.
Hace once años que no mantiene relación con ninguna chica y piensa que lo mejor es ir manso para no caer en tentaciones, para no manchar su soledad.
Así que, una vez manso, toma café, para contrarrestar un poco,en la mesa del fondo del bar de abajo, sin levantar mucho la mirada.
Y, como una sombra, desliza un euro por la barra y desaparce haciendo ¡chas! y sin aparecer a tu lado.
Vuelve con su impoluta soledad, blanquiiiita, blanquiiiita como la nieve. En el 4ºB.
Las 6 de la tarde. Saca uno filetes de lomo del cogelador y media barra de pan. Mientras se descongela, se acuesta con el mando en la mano a ver la serie.
El capítulo siguiente al del día anterior
Las ocho de la tarde, omeoprazol y cena que mañana hay que madrugar.Y se hacen las nueve de la noche, su hora de pecar.
Una tarrina de chocolate y vainilla,el último porro y dibujos animados hasta que llegua el sueño y entonces…
…suda mucho mientras duerme, porque sueña, siempre sueña.
Cuándo sale un poco, del sueño, trata de sacar la pierna derecha por un lado de la sábana para enfriar el cuerpo.
Cada noche el mismo ritual, acostarse, dormirse, soñar, sudar, despertar y sacar la pierna derecha para aclimatar.
Luego se levanta, con un poquito de angustia por los nervios que trae cada nuevo día y vomita, vomita mucho,
hasta que se le quitan las ganas de llorar y entonces, se sienta a cagar, unos diez minutos, pa intentar que no quede nada dentro,
que luego es una jodienda.
Mientras, viendo las noticias de la mañana en el móvil, se hace tres o cuatro porros para afrontar, o más bien superar, otro Miércoles de trabajo…

NEUS SINTES

Las prácticas de hechicería y magia forman parte de la humanidad casi desde sus inicios y han tenido expresiones en todas las culturas, desde las más antiguas a las actuales. La existencia de fuerzas superiores y espíritus que pueden afectar nuestro entorno es una realidad que muchos temen, a otros les causa curiosidad, mientras que para algunos es tan cotidiano como respirar.
Gilda y José tenían dos hijas. José era el padre de Laura; fruto de una relación anterior. Ambos habían tenido al casarse a Julia. Laura y Julia se criaron juntas en el mismo hogar.
Gilda siempre intentó ser una madre para Laura, pero Laura siempre la evitaba. De carácter solitario y apenas comunicativa. A medida que fue creciendo, ésta se tornó más maliciosa. Julia, en cambio, siempre había tenido a sus cuatro mejores amigas, las amigas del barrio. A Laura nunca le cayeron bien, de hecho, nadie le caía bien.
La madre de Laura vivía en las afueras, escondida por voluntad propia de la civilización. Cuando Laura iba a visitarla, regresaba a la casa con una expresión maligna en su rostro. Se decía que su madre era una bruja, que practicaba a escondidas la magia negra. Aunque nunca pudieron probarlo. Nunca pudieron confirmar dichas pruebas.
Pero el carácter de Laura fue cambiando a medida que fue creciendo y Julia junto con sus amigas presenciaron dichos cambios.
Un día cuando sus padres habían salido, Laura invitó a jugar a Julia y a sus amigas a un juego que tan solo ella conocía.
-¿A qué vamos a jugar, Laura? – preguntó Julia, temerosa
-Vamos a invocar a los espíritus – Respondió.
-A nosotros no nos gusta mucho la idea – mencionó Yessy, mirando a Claudia
-¡Venga, chicas! – les animó Sofía – seguro que está interesante…
-¿No puede ser peligroso? – volvió a preguntar Julia, desconfiada.
Se juntaros todas en una habitación, a oscuras, formando un círculo. Alumbradas alrededor de pequeñas velas y en medio, una vela negra, que imponía respeto.
Existen básicamente dos tipos de magia, dependiendo de las fuerzas que la invoquen: la blanca, que se basa en espíritus puros para la protección o sanación, y la negra, que busca a través de poderes oscuros conseguir un objetivo que puede ir desde una venganza o labrarse la suerte de forma rápida a través de rituales o hechizos. Entre los hechizos más fuertes están las maldiciones y los pactos con el diablo.
Este último es lo que realmente deseaba Laura. Cambiar la suerte de su hermanastra y sus amigas.
Vestida completamente de negro empezó a recitar unas palabras extrañas, en un lenguaje desconocido por las demás. Las palabras de Laura resonaron en la pequeña estancia, las demás, en silencio permanecieron, sumidas en un trance, que les había dejado al contemplar aquella vela negra, junto con las palabras de Laura, que parecían tener el control de la situación en la que se encontraban.
En una hoja fueron anotando sus nombre junto con sus respectivos apellidos. Debajo la fecha de nacimiento de cada una de ellas. A continuación, Laura les mandó quemar el papel con el que habían escritos sus nombres y su fecha de nacimiento y quemarlo con la vela, colocarlo al lado hasta que se consumiera. Una vez hecho el ritual, se debía ir a un río y lanzar allí los restos de la vela y el papel quemados. De eso se encargó la misma Laura.
Habían tenido el tiempo justo para terminar el ritual, justo cuando entró Gilda.
-¡Pero qué estáis haciendo! – A estas cosas no se juega en la casa, ni en ningún otro lado – les recriminó, mirando de reojo a Laura, a sabiendas de que había sido ella la que había ideado el plan.
-¡Espera, Laura! – tu te quedas, que ahora viene su padre.
Pero Gilda no consiguió nada. José adoptó la parte defensora de su hija y Laura consiguió su propósito.
Veinte años más tarde, Julia y sus amigas habían seguido sus vidas hasta, teniendo una hija cada una, excepto Laura. Que desapareció del barrio yendo a vivir a las afueras, en un lugar desconocido, como antaño lo hizo su madre.
-Hace veinte años hicimos un ritual – pronunció Laura- bajo un cielo oscuro, donde no se veía mas que una luna menguante. Junto a ella hablaba mirando la fotografía donde estaban las cuatro juntas y con una aguja empezó a clavar alfileres en cada una de ellas. Empezando por Yessy, por Claudia, Sofía y terminando por Julia.
Cada una fue falleciendo con el tiempo de diferentes maneras. Yessy, cayó enferma y de la enfermedad, la muerte se la llevó consigo.
Sofía, deshecha en lágrimas por una de sus mejores amigas, considerada una hermana para ella, asió una de sus mejores botellas y se emborrachó, en su casa, a solas con su pena. Empezó a beber y a beber, sin darse cuenta de que tenía el fuego de la cocina encendido. A su lado, una pequeña cortina asomaba. la cual encendió la mecha que causó el incendió.
Varias quemaduras de primer grada rociaron Sofía, causándole la muerte en muy poco tiempo. Nadie pudo ayudarla, no hubo tiempo para poder socorrerla, la ambulancia junto con los bomberos, no llegaron a tiempo, ni hubieran podido salvarle la vida, debido a sus quemaduras que fueran la causa de su muerte.
Desconsolada, Claudia perdió el control de sus actos y la tuvieron que internar en un manicomio. Del cual no tuvo salida. Ahora solo divagaba, sufriendo. Pidiendo ayuda a la misma muerte, para que se la llevara consigo, con sus mejores amigas de la infancia. Sus deseos fueron concedidos. Un enfermero al entrar la encontró en la bañera, sin vida. Se había cortado las venas.
Julia, aterrada, sin poder conciliar el sueño. Solo podía pensar en las amigas de su infancia, en las chicas del barrio, que les llamaban. Porque, así eran ellas. Las chicas del barrio. Maldecidas por una maldición, que de niñas a sus doce años fueron sometidas, considerando que aquel juego de Laura, no era un juego cualquiera. Las había maldecido de por vida.
Ahora, sola se encontraba, sin poder o tener escapatoria alguna.. Allá a donde fuera sabía que la muerte, igualmente la perseguiría de la forma menos inesperada. Julia falleció, como era de prever. Una bala de un fugitivo, que había escapado, fue a recaer en su diminuto cuerpo. La bala que iba dirigida a la persona que estaba a su lado, se desvió, dando muerte a Julia.
Laura desde su escondite, sonría alegremente, como una poseída. Al ver cumplido su sueño, al ver que el ritual se había cumplido. Aunque, quien juega con fuego se quema. Y el ritual implicaba una deuda muy grande. Quien recitaba ese ritual, esas palabras que pronunció, en su día, significa que estaba vendiendo su alma al mismísimo Diablo.
Ahora, quien tenía el poder no era Laura. Laura había cumplido un ritual. Quien tenía el poder era el Diablo. Laura, se había comprometido en alma y cuerpo a Satán. Quien creía que siempre estaría a su favor. Pero el Diablo quería algo a cambio. La quería a ella.
Hipnotizada, la hoguera fue creciendo alrededor de un hermoso río. El Diablo la invitó a bailar alrededor de ella, hasta que la quemó en carne viva, sufriendo, Sus alaridos nadie los oyó. Vivía sola, estaba sola, no tenía nadie, ni nunca lo tuvo. Prefirió la compañía del Diablo. Le vendió su alma. Para que, concluido el ritual, el Diablo se encargó de ella. De la manera en la que sufrió hasta delirar de dolor y de sufrimiento, falleciendo y convirtiéndose en cenizas.

ALEXANDER QUINTERO PRIETO

El programador radial
Era su segunda semana. Sus compañeros observaban con recelo su liderazgo. Tenía una personalidad imposible de encasillar en cualquier cluster a la carrera. Un poco singular pero no lo suficiente extraño para pasar por freaky. Un tanto encantador pero no lo suficientemente dulce para ser tildado de histriónico. Un poco adulador e irritable, pero no lo suficientemente frio para sospechar de una sociopatía. ¿Cuánto duraría en el cargo de conductor de programación radial, siendo subordinado del temible gerente de emisión? No apostaban más de un mes en el cargo. Tenía rasgos que podrían ser útiles en cargos gerenciales. ¿Pero que tanto podría ascender con tal ímpetu acelerado si aún se encontraba en los mandos medios?
Lo esperable de un nuevo empleado: integrarse poco a poco en el grupo de trabajo, aliarse con líderes experimentados, poco a poco demostrar sus fortalezas sin parecer egocéntrico y sobre todo validar el punto de vista de los demás, tratando de llegar a acuerdos en los cuales se respeten las opiniones en pro del desarrollo organizacional.
Y no era que Delgado ignorase el protocolo. Es más, parecía que cargaba con todo un arsenal de acrósticos que recordaran fácilmente como realizar una petición, como negarse a realizar algo con lo que no se sintiera a gusto, como ser gentil con las opiniones de los demás, como no faltar a sus creencias para ceder a otros puntos de vista o conseguir algo… Pero de toda esa mecanicidad, en la que seguramente calcularía el margen de error estadísticamente en pro de ganar terreno, había ciertos comportamientos que podían hacerle flaquear en cualquier momento, y sus pares poco a poco lo notaban.
Llegaba media hora antes a su puesto de trabajo, pero no saludaba cuando se topaba con alguien en el camino, en ese trayecto siempre llevaba una cuenta que parecía infinita. Mientras sus compañeros entraban y le saludaban, el solo se limitaba a continuar cadenciosamente en la cuenta, además que, parecía que el trayecto desde su casa no le alcanzaba para activar el chip de empleado ideal y llegar a no sé qué número mágico; para ello debía dar primero tres vueltas a la manzana en la cual funcionaba La codiciosa F.M:
-Buen día Delgado, ¿cómo ha estado? –
– Mil doscientos catorce, mil doscientos quince-
-Buen día señor Delgado, ¿cómo amanece?
-Dos mil setecientos dieciséis, dos mil seiscientos diecisiete-
Luego de este comportamiento, claramente errático para sus compañeros, se activaba un gurú de la eficacia interpersonal, tanto que podría conseguir cualquier cambio en la programación que se realizaba hasta tres meses antes en la emisora, solo faltando unos pocos minutos para la emisión.
-Buen día señor Collazos, como estuvo su fin de semana-
-Muy bien Delgado, cuénteme en que le puedo ayudar, tenemos emisión en cinco minutos-
– Si señor quería comentarle una situación que he estado percibiendo, me parece que en el horario de la 12:00 la audiencia más que todo es doméstica, pero la franja de clásicos de radionovelas mexicanas solo se presenta hasta las 11: 30. Además la franja deportiva que resume las estadísticas de goles del torneo de banquitas de jugadores con acondroplasia se trasmite hasta las tres pm, cuando el barrio del gremio de zapateros con acondroplasia termina con sus actividades solo hasta las 4:30 y hemos notado que tanto los picos de audiencia en horas como las 12:00 y las 4:30 son más altos en la emisora de la competencia. Hemos realizado diferentes rastreos y encuestas, las cuales presento en este momento y sabemos que estas son las poblaciones diana de las que dependen de sus excelentes resultados.
-Siento que no estamos siendo comprensivos y analíticos con que es lo que quiere escuchar la audiencia. Debido a esta situación y como conductor de programación radial, solicito cuadrar las franjas de radionovela y deportiva hasta las 12:30 y desde las 4:30 respectivamente. Me sentiría muy agradecido que se tuvieran en cuenta mis apreciaciones ya que esto impactaría en el aumento del nivel de audiencia y de ingresos para la empresa.
-!Usted cree que aquí estamos jugando Delgado, eso no se puede cambiar de la noche a la mañana, quien se cree usted, usted es muy acelerado!- Retroalimentaba su jefe con tono airado.
Sin titubear y como si tuviera un regulador para modular su voz cuando otras personas aumentaban en volumen, con su actitud carismática y sosegada invitaba a la negociación.
-Entiendo que usted perciba que en este momento crea que soy acelerado, puede que sea así, pero me gustaría que tuviéramos la oportunidad de que realicemos estas observaciones en la retroalimentación de fin de mes. Ahora me gustaría volver al tema del cambio en las programaciones del día de hoy, siento que si me contrataron en este cargo, una de mis responsabilidades es ser sensible a lo que quiere escuchar la gente, estaría muy agradecido de que pudiéramos tomar mis observaciones y gestionar con el jefe de cabina estos cambios.
-!Que no Delgado, que eso no se puede cambiar a la topa tolondra!-
-Está bien jefe, que le parece si realizamos el cambio del medio día y miramos los resultados. La franja de la tarde podemos cambiarla en tanto observemos el aumento del nivel de audiencia para el cambio sugerido en el medio día. Tenemos el estudio de sensibilidad radial en este momento y todo indica que este cambio es el más acertado, los directivos estarán muy satisfechos de tenerle a usted en este cargo-
Luego de varios intentos, de describir la situación, comunicar la emoción, realizar la petición de manera asertiva, reforzar anticipadamente, mantenerse en la petición e ignorar ataques personales, comunicar de nuevo la emoción y finalmente negociar…, del gerente de emisión escapaba poco a poco una sonrisa dócil.
-Usted me va a terminar convenciendo…, háblese ya con el jefe de cabina y hacemos ese cambio, nos quedan dos minutos-
Delgado, entre más eficaz se convertía y más indispensable era para la organización, más insoportable eran algunas de sus conductas para sus colegas y compañeros.
A la hora del almuerzo, sacaba una colección de portamenajes, envueltos cada uno en cinco bolsas que respetaban una secuencia de colores, además al momento de empezar a comer su almuerzo tenía que representar para cada bocado una especie de avioncita entrando por su boca, con todo y ruido de turbinas.
Algunos otros comportamientos ritualizados que se daban en los momentos de descanso y que nunca afectaban su desempeño laboral, eran colocarse los zapatos al revés los días martes y jueves, tomar el café con pitillo, regar azúcar en sus bolsillos luego de cada trasmisión radial, entre otras. Era como si trabajasen dos personas totalmente diferentes en un mismo cuerpo.
Luego de la petición de todos los empleados intolerantes de la empresa, se citó a Delgado a recursos humanos y se le prohibió realizar estos particulares rituales en contra de su voluntad.
A partir de allí, Delgado empezó a perder eficacia, lucía incomodo, nervioso, titubeante, irascible, no conciliaba fácilmente, era como si ese libreto de asertividad por horas entrenado, hubiese desaparecido, y más habilidades tendría un practicante de semestres primerizos. Un día fue expulsado y todos comentaban que fue despedido por la puerta de atrás, pero Delgado dejó claro a todo el personal de la emisora que él saldría por la puerta de adelante, ya que la de atrás daba a la cafetería.

IRENE ADLER

SUBLIMACIÓN
Suelo venir a última hora de la tarde, dando un rodeo desde la Bodleiana. A esta hora fría, con la luz retirándose hacia el río o entre los pináculos, ya no quedan curiosos, niños ni turistas. Sólo remolonean por los escuetos senderos de grava, algunos estudiantes de botánica, que se detienen con devoción ante los rótulos escritos en latín y estilográfica. Las sombras se espesan y se espesa el frío. La estructura de metales y vidrios del invernadero del bosque nuboso, parece flotar o erguirse, frágil como una aparición. La vida late y pulsiona allí dentro, con más ímpetu e intensidad que aquí fuera. Un universo húmedo a escala, donde el calor tropical y pegajoso, se hace penumbra, donde languidecen las pálidas orquídeas trepadoras, donde bulle la voracidad de las droseras, y las abultadas bromelias expelen su aliento cálido, recuerdo enternecido de otras selvas.
Aquí se desenvuelve con sísmico ralentí, el ritual de la muerte y la belleza, aquí la vida es molecular, ínfima, pequeña. Aquí todo palpita y se estremece, como un corazón delator sepultado bajo tierra. Las droseras tienen ese brillo secular, esa fealdad abrumadora, la absurda seducción del desespero. Aquí lo incauto muere, atropellado por la voracidad de la belleza, sin preguntas ni reproches, sin dinámicas ni duelos. La naturaleza es depravada, por éso nos seduce. Es la única divinidad a la que aún no hemos cortado la cabeza.
Me gusta detenerme, permanecer en silencio, observarlas. Hay algo inquietantemente humano en las droseras. En el movimiento ondulante, femenino, enloquecedoramente suave, con que envuelven a su presa. Hay algo perturbador en el exultante colorido, el barniz llamativo, las formas atractivas de sus cálices, profundos como úteros, ese espacio vacío entre las estrellas…
Una inteligencia primitiva, oculta en raíces y pistilos, las vuelve depredadoras perfectas. Selectivas. Una voz en alguna parte, como un eco quizá, de la conciencia, les recuerda que la vida, contra todo, siempre debe abrirse paso. Les dice a quién matar y a quién no. Y es capaz de imponerse al hambre.
Me fascina la inocencia impermeable de las víctimas, ese ciego avanzar hacia la muerte, guiados, a su vez, por otro instinto, por apetitos capaces de desafiar a la muerte. No hay nada más seductor que el peligro. Nada más narcotizante, que la codicia. ¿Y cómo empezamos a codiciar?…
Codiciamos lo que vemos cada día.

JÉNIFER CORREA LÓPEZ

-XV-
Reminiscencias y supersticiones.
Shows e inéditas fiestas.
Las marchas y movilizaciones que, entrado el tiempo, tuvieron lugar por todas partes, le parecían a doña Inés una consecuencia de aquella remota experiencia onírica, al punto que, por alguna superstición, llegó a creerlas inspiradas en ella. Según su parecer, nada lo comprobaba más que el lema del que se valían, cual en gigantes pantallas, en aparatos de manos, en tatuajes, en pañuelos, en murales, en pulseras, en mochilas, en redes interactivas y hasta en diseño de uñas, enunciaba “deja tu egoísmo de lado, si realmente lo haces, dejarás de traer gente, nadie elegiría nacer aquí”.
– Es un spot publicitario – decía doña Inés –; qué negocio andarán queriendo hacer con la vida…
Podía llegar a serlo, pero con la negación de la vida. Bastaba solo tomar nota de algunos patrocinadores. Al tiempo que el mensaje inundaba las calles, edificios, oficinas, centros comerciales, uniformes, escuelas, universidades y la cabeza de muchas personas, circulaba además en aquellos idiomas que el inglés norteamericano no había conseguido corroer aún del todo, como el ruso, el japonés, el chino, el hindú, el turco, y en especial, el propio inglés norteamericano, el portugués, el italiano, el alemán y el español. Estos masivos shows de fraternidad, inéditas fiestas de concientización, resultaban paradójicos, ya que en procura de resguardar al conjunto de la humanidad, buscaban extinguirla. Poco se decía al respecto, pero no eran más que tentativas solapadas de un suicidio convenido, progresivo y total. Pregonaban, en últimas, el exterminio de raíz de toda solícita conciencia; pero algún círculo vicioso terminaba siempre impidiéndolo. Las marchas y movilizaciones no eran más que una fiel y precisa expresión de todo aquello que sus activistas y manifestantes ya no soportaban: la mayoría de la gente participaba simplemente porque así lo hacían los demás, porque se debía pertenecer a algo, consumir algún discurso de moda, a la venta, de oferta; por un profundo temor a la exclusión.
-XVI-
Minoría, iluminada, pero encandilada.
Sin embargo, otros, eran motivados por razones especialmente distintas, puntuales y estratégicas. Los aristócratas de la masividad, se dedicaban a controlar y decidir sobre los relatos y las narraciones; qué se decía, en qué momento y que no; qué se concedía, qué no y de qué manera. Fuesen del lugar que fuesen, y aunque predicaran todo lo contrario, la <<concientización>>, <<la causa>> o <<el movimiento>>, los tenía sin el menor de los cuidados. Los movía su nombre, el propio, la oportunidad de acrecentar prestigio, de tornarse “voces autorizadas” en el ramo, no solo en el propio sino en un extraño lugar. Desde distancias reales lejanísimas, compartían grupos virtuales, que, según se supo, llevaban nombres tales como “por la legalización del derecho a elegir nacer”, “por la legalización del derecho a elegir no nacer”, “por la prohibición de engendrar sin el consentimiento del feto”, “por la legalización del derecho a extirpar la virilidad de los machirulos”, entre otros. Había que detenerse para ver cómo se adulaban, las poses que asumían, la identidad que se construían frente a sí y frente a sus ‘pares’. Incluso las redes informáticas de entonces, confirmaban que las máscaras que estas personas creían propias y auténticas, eran en verdad de cartón, y más aún, revisadas ni siquiera en detalles, era dable advertir cómo se erigían en un culto a la figura de sus “dueños”. Fotos en las marchas. Fotos debatiendo. Fotos en los foros. Fotos con sus libros. Fotos con sus frases. Fotos leyendo. Fotos escribiendo. Fotos fumando. Fotos en sus viajes. Fotos con sus gatos. Fotos en sus casas. Fotos en el campo. Fotos en los parques. Fotos durmiendo (exhibiendo los tatuajes). Fotos… ¡culiando! (sí, garchando, pero no para traer gente al mundo, se suponía). Todo estetizado, impostado, montado en exclusividad para la platea de turno. Fotos… fotos, fotos y más fotos. Un festival de datos gratis para los verdaderos propietarios de los sitios, sin embargo, la vanidad siempre tuvo su precio.
– XVII-
Privilegiados sadomasoquistas.
Se repetían por todas partes, cada vez con mayor frecuencia, cada vez en rincones más impensados; una, otra y muchas veces. Una, otra y muchas veces doña Inés Bayone las intuía como conspiraciones en su contra, como premeditados montajes a sus espaldas, de modo que sus recuerdos fuesen constantemente actualizados.
– ¡De nuevo estos! – maldecía doña Inés Bayone – ¡Se han decidido a hacerme la vida imposible! ¡Ellos son los debieron no haber nacido!
Operaban, en los macro eventos comunitarios, también las segundas líneas; aquellas que no se acercaban – únicamente – por puro instinto gregario; que tampoco lo hacían – aunque con fuertes ansias de alguna vez hacerlo –, por un puro y desteñido instinto ilustrado. Admiraban a los líderes con efervescencia, quienes sin embargo las consideraban, al menos mientras ellos continuaran al mando, incapaces de decidir y comandar sobre <<la causa>>, sobre <<el movimiento>>, sobre <<la concientización>>. Les concedían el privilegio casi irrestricto de dialogar con ellos, y de obedecerles; además del de tratar con desdén y buena dosis de arrogancia a quienes solo cooperaban con su mera presencia, con el pañuelo al cuello, o en la muñeca, con la pulsera, con la vincha, con la mochila al tono, con los tatuajes; escupiendo – como si hubieran sido amaestrados – palabras cuya existencia ignoraban no hacía tanto.
– XVIII-
Ensayos, reproducciones y peculiares revolucionarios.
Qué delito habré cometido, se preguntaba doña Inés, para ser blanco de tanto hostigamiento.
Como casi todas, es cierto, la de aquella vez fue una marcha más que multitudinaria, una mega marcha, global; plagada de símbolos, insignias y emblemas que reforzaban los sentimientos de pertenencia, solidaridad e identidad. El cotillón era descomunal: guirnaldas, globos, banderas, serpentinas, pañuelos, vinchas, gorras, témperas, mochilas, pantalones, tinturas; la logística y el despliegue, impecables, como en todo buen show. Eso sí, se percibía un tufo a gente que le había gustado – y en muchos casos todavía les gustaba – la merienda preparada por la madre, el chocolate con leche, las tostadas y las medias lunas, que, para ser francos, asfixiaba. Los punguistas, carteristas y agitadores la esperaron frotándose las manos, como un verdadero festín, para ellos, paralelo al artificial, al de los manifestantes. Manifestantes de protesta ritualizada, ensayada y reproducida como una pieza de teatro; protesta estética, que no llegaba ni al ilegalismo útil. Querían meter miedo, pero lo terminaron sintiendo más que nunca por los carteristas y agitadores que, ni siquiera sabían de la existencia de una peculiar especie de revolucionarios, a los que la abuela despertaba los domingos, normalmente con un generoso plato de ravioles en la cama.
-XIX-
La larga y ancha avenida, el interrumpido despliegue escenográfico y el escaso barniz cultural.
“¡Compañeros… compañeras… compañeres… y todos aquellos a los que el lenguaje inclusivo sigue excluyendo….!”, la larga y ancha avenida se venía abajo, a gritos, aplausos, estruendos, humos, bocinas… “¡nos hemos autoconvocado en esta oportunidad para continuar con nuestro mensaje de concientización…!”, la excitación iba en alza, podían verse lágrimas contornear cientos de ojos, como si fueran charcos alumbrados por la luna, emocionados, sensibilizados, profundamente conmovidos con las palabras y la figura del activista orador… “¡no es casual la presencia de todos ustedes, ni menor la lucha que nos une…!”, no sin un tinte escenográfico, fue encendiéndose una luz por persona, una luz que iba y venía, al compás de los canticos… “¡las circunstancias exigen que estemos más unidos que nunca, vamos a resistir, cualquiera sean las adversidades por las que atravesemos, vamos a resistir…!”. Ahí se produjo el primer tumulto. Gente que no habría tenido nada que ver con <<la causa>>, con <<el movimiento>>; y que nada debería estar haciendo ahí, se abalanzó desde los dos costados, y por detrás, sobre los primeros veinte metros que separaban el escenario del público. A partir de ahí, no volvería a encenderse durante el acontecimiento una luz por persona. Fue el fin de las coreografías, sumado a que cientos de manifestantes tendrían que ingeniárselas para ingresar a sus casas o rehacer su documentación. La atmósfera quedó enturbiada por largos minutos, aun así… “¡porque se nos quiere callar, se nos busca desestabilizar, pero sepan que acá estamos y seguiremos, luchando, trabajando, día y noche, sin parar..!”. Ahí el tumulto se fue transformando en batahola, primero volaron algunas sillas de plástico, colocadas entre el escenario y el público; todavía no se sabe cómo ni quiénes invadieron el sector, y las hicieron redoblar por los aires, en dirección al activista orador; luego sí, se desataron corridas por doquier, arrebatos, tironeos, saqueos, puntapiés, gritos pero de desespero, revueltas, facas, aprietes, grupos del público que corrían hacia una dirección, volvían de inmediato sobre sus pasos, desesperados, desorientados “¿¡Qué hacemos!?” “¿¡Qué hacemos!?” “¡Intervenga señor oficial, intervenga!”, gritaban. El barniz cultural se anuló rápidamente, grupos de manifestantes acabaron, sin saber por qué, agrediéndose brutalmente entre sí, a los boletallazos, cintos, hebillazos, cortos, restos de cordón de vereda. Sepa disculpar la deshonra señora mamá… de preparar la merienda de chocolate con leche, tostadas y medias lunas… a apersonarse en la comisaría, no hay casi distancia, reflexionó alguno por ahí. Sépalo entender abuela, el status quo también tiene sus revoluciones.
-XX-
¡El que sigue!
Alentadoras proyecciones presupuestarias.
Contra la pared. Abiertos de pies y de manos. Indistintamente. Punguistas, manifestantes, cara pintada, cuerpo tatuados, segundas líneas, amaestrados, agitadores.
¡El que sigue!
– Documentos.
– No los tengo, me los robaron, o los perdí.
– Suba al vehículo por favor. Nos acompaña.
¡El que sigue!
– Documentos.
– Nunca tuve.
Lo forcejearon de la nuca y lo subieron al móvil.
¡El que sigue!
– Documentos.
– Tome.
– ¿De dónde los sacó?
– Son los mío’.
– Quédese quieto, déjeme requisar.
Tres aparatos de teléfonos, cinco billeteras, dos juegos de llaves y una buena cantidad de efectivo. Lo esposan y lo empujan al móvil.
¡El que sigue!
– “La” que sigue querrá decir.
– Cállese la boca por favor. Documentos.
– A mí me va a tratar como corresponde, no maté a nadie, casi me matan, me tengo que ir y me quiero ir.
– Cállese por favor.
– ¡Déjeme!
– ¡Qué se calle!
– ¡Cállate vos, sorete!
Rodillazo en los huevos. Intentó huir, logró hacerlo por apenas algunas cuadras. Trató de perderse en el tumulto, de esconderse, que no la divisen…
Dieron con ella en el baño de una cantina, de mala muerte, a cinco cuadras. La esposaron y subieron al móvil ¡Machirulos, soretes!, llegó a decir. Pero era la hija de un influyente juez, y en menos de una hora estaba libre. Suspendieron al oficial por veinte días.
¡El que se sigue!…
Antes de partir hacia la comisaria, el oficial a cargo del operativo les ordenó a los demás reunieran en un solo móvil todos los efectos incautados.
– Todos – les dijo, sabiendo que sus subordinados, tanto como él lo había sido, acostumbraban a no hacerlo. Debían ser secuestrados y puestos a disposición de otros superiores: un infinito espiral. Sin reclamar a los agentes más de lo que iban dejando en el vehículo, mandó a llamar a dos de sus inferiores inmediatos. Sostuvieron un breve conclave. Tras el mismo, quedó claro qué retendría cada uno, para sí mismo, efectivizándolo allí mismo, y qué se acompañaría a la comisaría; ciertamente, muy poco, al lado de lo que retenían. El Sr. Comisario lo sabía perfectamente; pero sus dependientes también sabían a qué se dedicaba el Sr. Comisario, además de lucir su estrella.
– Con estos extras me hago el año. Dos más así y me pongo un almacén. Me largo.
– Necesito diez más de estos, ahí sí, me hago usurero y me las tomo.
-XXI-
El activista orador.
El activista orador aún permanecía con el micrófono en la mano y una de las sillas de plástico arrojadas, a su lado, observando la ancha y larga avenida, semi vacía, con tantas luces de patrulleros; con tanto imprevisible caos; con tanto por decir todavía; días y días practicando la puesta en escena de su retórica, trabajando sobre la entonación y las pausas, como se lo habían encargado. Muchos merodeaban, con esa sensación de paz y alivio que sobreviene a toda tempestad. Le dijeron:
– ¿Nos das un autógrafo?
– ¿Para quién tengo el gusto?
– Cami y Lucre. Descamisadas del movimiento.
“Para Lucre y Cami, luchadoras y comprometidas descamisadas del movimiento. Con afecto, el activista orador”.
– ¿Nos sacamos una foto?
– Dos.
Posaron con los pañuelos, las vinchas, los tatuajes, las pulseras, las mochilas, las pinturas, las uñas… con todo el kit. Al instante, foto principal de cuanta red interactiva existía. “Lucre y Cami are with: el_activista_orador”. Lucre y Cami levantaron su autoestima, colectaron entre las dos alrededor de un millón de corazones, el record de sus vidas. El activista orador era una star internacional, uno de los animadores de los shows humanitarios a gran escala.
– El discurso, ¿van a convocar de nuevo? – preguntaron las chicas, curiosas de lo que no habían podido escuchar.
– No lo sabemos todavía, seguramente mañana lo decidiremos y avisaremos.
La rueda de autógrafos y fotos continuó por largo rato.
-XXII-
¿Cuándo se es dueño de la vida?
Sobre la práctica de honestos oficios.
Los patrocinadores eran harto cumplidores y puntillosos con sus compromisos. Dinero despapelizado. Solo cuando al día siguiente el activista orador chequeó la acreditación del saldo de su comisión, tomó una cámara, concretó sus palabras, y las envió, reenvió y subreenvió a todos aquellos con quienes, por un motivo u otro, lo había puesto en contacto <<el movimiento>>. Decía:
“Descamisados, descamisadas, y descamisades del movimiento, y todos aquellos a quienes el lenguaje inclusivo continua excluyendo; los lamentables actos de vandalismo de los que hemos sido víctimas en el día de ayer, no son más que una cabal confirmación de lo que ya todos sabíamos; existen fuerzas que intentan callarnos, que quieren acabar con nuestra incontestable presencia en la vida de miles de hermanos, hermanas y hermanes de éste e innumerables rincones del mundo… y de todos aquellos a quienes el lenguaje inclusivo continua excluyendo; pero aprovechamos una vez más para decirles ¡Acá estamos! ¡Trabajaremos incansablemente por la legalización del derecho informado a la elección de la vida! ¡No puede permitirse más engendrar sin el consentimiento del embrión! ¡Exigimos la inmediata formalización del derecho informado del feto a elegir libremente por nacer o no hacerlo! Miremos a nuestro alrededor, ¿cómo son las cosas? No se puede ser dueño de una vida en la que externamente ya está todo elegido y decidido, ¡no se puede compañeros! ¡¿Quién, siendo previa y suficientemente informado sobre una vida en la que habrá de limitarse a ocupar espacios ya diseñados, pétreos y anquilosados, incluso los de exclusión, optará felizmente por nacer?! ¡Si no le brindamos la posibilidad de elegir, luego ya nada elegirá, a no ser respecto a todo lo que ya está elegido!”. Dos millones setecientos cincuenta y siete mil un corazones debajo, en menos de dos horas.
El activista orador no tenía la menor idea del alcance de sus palabras, podría decirse que era el primer amaestrado; hacía su negocio por el uso de su expresividad, de su locución; los discursos y guiones le eran entregados prefabricados en su totalidad por parte de agentes designados por los patrocinadores; estaba obligado a presentarse y obrar como dirigente, como regente del discurso, del <<movimiento>>; pero bien podría haber sido presentador de Tv, del bingo semanal o promotor de ventas… Además, y por qué iba él a saberlo, esté o no “externamente todo ya elegido y decidido” ¿cuándo se es dueño de la vida? Los carteristas, punguistas y amedrentadores, se habían hecho presentes en la marcha sin segundas intenciones; estuvieron atentos a tanto anuncio, a tanto bombo y platillo, y concurrieron sin más a practicar sus honestos oficios.
– Se lo tienen merecido, por dar tanta papaya, y por no dejarme nunca en paz – dijo doña Inés, al enterarse de algunas buenas nuevas.
-XXIII-
Boletín libertario de Andahuaylas.
De repudios, melancólicos recuerdos y escandalosas voces.
Algunos portales de las organizaciones humanitarias de distintos lugares repudiaron enérgicamente lo sucedido, y se encontraban evaluando cómo proceder en lo sucesivo.
Delaware Popular Newsletter:
“Street fight between activists ends with more than one hundred and fifty detainees. What will we do with them? Read it here”.
Revista digital e independente do Piauí:
“Luta pela conscientização acaba em meio de brigas e pancadarias entre os manifestantes. ¿Eles realmente lutan junto conosco? Confira aqui quais as medidas que nos estamos cogitando”.
Boletín libertario de Andahuaylas:
“Vergonzoso escándalo entre facciones antagónicas de manifestantes termina anticipada e inesperadamente con la marcha por la concientización. Nuestro contingente resultó ileso. ¿Habrá sanciones? Aquí te lo contamos todo”.
– Vio compadrito – le dijo Marrón a Charles –, ¿vio lo que publicaron en Andahuaylas?, digo, ya que usté supo andar unas dos veces por allá.
– ¿Que si vi qué? – repregunto Charles.
– Lo que publicaron desde Andahuaylas.
– No, ni idea – respondió Charles. ¿Qué fue?
– No, ni idea, algo de concientizaciones, de bardos, de corridas; tal vez usté estaba más sabido del tema – dijo Marrón.
– ¿Por qué? – preguntó Charles.
– Porque los entramados del destino lo han hecho desembocar dos veces en aquella tierra, que yo sepa.
– ¿Y por eso tengo que saber? – preguntó Charles.
– No, no necesariamente. Pero lo que es seguro, es que el último polvo de la historia de la humanidad, se echará vaya uno a saber dónde, si es que alguna vez se echará – dijo Marrón.
– Qué charlas hermanito, el pasaje, el río manso, las noches, los fasos; eran eternas, como el tiempo, que no es sino un ínfimo recorte de ella. Y ya que me habla de entramados del destino, le cuento esta:
Salí la semana pasada, a perderme un rato por las calles, empecé a seguir las marcas dejadas por el tranvía, las fui siguiendo por horas, sin desviarme, observé gente, nombres de calles, niños jugando, fachadas, cortadas, rincones; cuando menos lo advertí, me vi en la plaza, sí, en la mismísima plaza; a la que nunca regresé y en la que mis recuerdos con ella se quedaron anclados, nítidos, riéndonos, abrazándonos, enérgica, en aquellos infinitos instantes…
…Llegué a la fuente, tiré la bicicleta, me refresqué, me descalcé, me eché a fumar en uno de los bancos; empecé a mirar el cielo, estaba resplandeciente, al rato continuaba claro, apenas crepuscular, el aire llegaba de a bocanadas que me devolvían la vida, me dormité sin querer; las alucinaciones hipnagógicas estaban casi que llegando, y de repente, de repente… me sacudieron unas voces escandalosas, unos gritos…
– ¡Haceme-el-favor! ¡Haceme-el-favor! ¡Dejá-de-hablar-boludeces!
– ¡Hacételo-vos! ¡hacételo-y-cashate-la-boca!…
Salté del banco como si fuera un resorte, <¡la bici!, ¡la bici!> pensé, pero seguía ahí, a mi lado, quieta, inerte, como la había dejado.
– ¡Cuente!, ¡cuente hermanito! – dijo Marrón.
– Estuvieron horas y horas; por el fervor, parecía que de ahí en más y para siempre iría a quedar sancionada la medida adecuada de todas las cosas; la vara exacta a partir de la cual percibir el mundo…
– ¿Y? ¿Quedó? – preguntó Marrón.
– Quedó, un carajo – dijo Charles –. Aunque fueron amainando, como dos boxeadores que llegaban exhaustos al final del combate.
– ¿Usté?, ¿Se tomó el palo? – preguntó Marrón.
– Me lo tomé, recién cuando cada uno creyó que había convencido al otro de algo. ¿Qué me estaba diciendo de Andahuaylas?… Sigo creyendo que todo es una vana ilusión…
-XXIV-
Del coqueteo a las relaciones carnales.
El coqueteo entre los <<movimientos>> y las luchas por <<concientización>> y las cátedras universitarias era, para ser claros, platónico. Las marchas del “Estado contra el Estado”, como las calificaban los activistas patrocinados, estaban perdiendo considerable terreno en la escena pública, se habían ido debilitando no casualmente; y sí porque de haberlas sostenido hasta el final, de habérselas mantenido pase lo que pase y pese a sus consecuencias, hubieran finalmente acabado con sus propios de espacios de poder (aulas, decanatos, pabellones, sala de reuniones, bibliotecas, claustros, exámenes, becas, actos, diplomas, conmemoraciones y todo otro sello de oficialidad), o bien con sus propias vidas. El instinto de conservación del poder es a veces más instintivo que el de conservación de la vida. Pero sentían una atracción casi irresistible hacia estas nuevas formas de protesta; centenares de clientes habían ya atravesado el puente, se encontraban ya del otro lado, felices de ceder a la tentación; por lo demás, nada tenían que perder.
– ¿Protestas del Estado contra el Estado? – se preguntaba un destacado y ahora afligido catedrático –. ¿Dónde? Solamente pedimos vivir dignamente. Son unos salvajes estos.
– Pero, y si ellos son también, puras protestas contra el Estado. Que legalice esto, que prohíba aquello, que promueva esto otro. ¿Por qué no lo hacen por sí mismos? Se nos prenden del cuello, innecesariamente. Un sindicato es más manejable – dijo un docente suplente, queriendo refrendar al titular.
– Nosotros no somos el Estado. Somos la Universidad Pública. Desde aquí, hemos logrado miles de reivindicaciones, para el pueblo, y no vamos a ceder porque estos pseudo partidos políticos vengan a querer corrernos con sus inventos – refirió, no sin algo de zozobra, el titular.
<Universidad Pública… Estado… Pueblo… Reivindicaciones> pensaba el suplente, pero no quería contradecir al titular.
– No son el Tribunal de nadie, y menos, los del propio Estado; no nos hacemos cargo de sus condenas, nos son ajenas, no nos interesan, y corren por cuenta de ellos – dijo el suplente, intentando dejar algo sosegado al titular.
Les dolía ya no ser, buscaban autojustificarse, complacerse, consolarse… oír de sí mismos lo que les hubiera gustado oír de otros, pero ¡tras todo odio suele existir amor! ¡Amaban con locura y desenfado a los masivos shows de fraternidad, a las otrora inéditas fiestas de concientización, sus discursos, sus doctrinas, su despliegue, su adhesión! ¡Anhelaban con frenesí dejar de lado los coqueteos, y pasar de una vez a las relaciones carnales! <no se nos prendan más del cuello, como Drácula, préndansenos de las tetas, como nosotros del Estado> soñaban. La leche sabe mejor que la sangre, aunque no para todos.
-XXV-
De la banalidad al valor intrínseco.
Del entendimiento a la brutal sinceridad.
De cualquier modo, las presiones iban haciéndose cada más sofocantes, los reclamos cada vez más incisivos y las organizaciones cada vez más intolerantes. Las redes virtuales y medios de interacción hostigaban sin tregua, a toda hora, en toda señal, en toda dirección: tomarse un café o fumarse un cigarrillo podían ser actos banales, pero no lo era en cambio traer vida al mundo. “No podemos caer en la banalización de la vida”, se expresaba ahora, día y noche, de norte a sur, de este a oeste.
Se insistió y perseveró: debía desbanalizarse con urgencia la concepción de una vida. Debía de prohibirse la concepción baladí de un nuevo ser; cuanto menos, debía de suspenderse indeterminada e incondicionalmente el engendrar, hasta legalizarse el derecho informado del embrión a optar por la vida, o no.
– Pero, el embrión ya es un ser vivo, si opta por no salir del seno materno, está optando por su suicidio – decían los entendidos.
– En tal caso, ha de elegir morir en el lugar más cómodo y seguro que jamás encontrará – le replicaban, otros entendidos.
– Pero es absurdo, si se legaliza el suicidio en el lugar más cómodo y seguro, entonces debería desdramatizarse el suicidio en el lugar más incómodo e inseguro, y del que muchísima gente quisiera salir – opinaban los primeros entendidos.
– Por ahora debemos ocuparnos de las ONG’s; nos están torturando. Por ahora eso es lo importante. A fin de cuentas, dramatizado o no, quien desea quitarse la vida lo hace, a diario – decían los otros entendidos.
– Pero, si rechazan la banalización de la vida ¿cuál es el valor intrínseco que le atribuyen? – se cuestionaba uno de los primeros entendidos.
– Ninguno. Dicen que no debe banalizársela, pero la forma de tratarla a serio y responsablemente es negándola, anulándola, quitándole todo valor, y no a una, sino a todas – contestaron los otros entendidos.
– El que se va a suicidar ahora mismo soy yo – terminó diciendo aquel de los primeros entendidos.
Y así fue que, finalmente, tras un torrente de marchas, contramarchas y reclamos, las organizaciones de manifestantes y activistas, las <ONG’s>, consiguieron atornillar contra sus escritorios, despachos y tabiques a quienes correspondía; obligándolos a trabajar como nunca antes en el proyecto que les remitieron desde y hacia todas partes. Cientos de congresales debieron de contratar más y mejores asesores; y en muchos casos, deshacerse de los que ya tenían.
– Yo de esto no sé ni bosta – dijo algún reconocido congresal, ni bien tuvo en sus manos el proyecto –. A decir verdad, de leyes nunca supe ni bosta.
– Yo nunca supe ni bosta, ni de leyes, ni de nada – dijo otro congresal –. Bueno, miento. Miento descaradamente.
En concreto, el proyecto versaba sobre la suspensión incondicional e indeterminada de la concepción de nuevos embriones, hasta articularse e instrumentarse la vía eficaz de obtener, o no, el consentimiento del feto a ser expulsado del seno materno. Rezaba: “será reprimida con prisión o reclusión de diez a quince años, la persona que aportare o cooperare a aportar espermas u óvulos aptos para la reproducción humana, lo sea con fines de reproducción natural, lo sea con fines de reproducción asistida, siempre que y hasta tanto no se obtenga el consentimiento informado del embrión a ser expulsado del seno materno”.
Defectuosa o depurada técnica legislativa, lo cierto fue que el proyecto jamás se sancionó, hecho que desató aún más la ira de las organizaciones interesadas; lo que no supieron, fue que esta vez los patrocinadores se asustaron: “de aprobarse, dejaremos de tener empleados jóvenes y fuertes, en no mucho tiempo”. El instinto de conservación del poder lo permea todo, en especial, la vida de quienes se sinceran brutalmente.

MANUEL ALBÍN EXTREMERA

Se acerca el día más especial de una criatura, se acerca para que se sienta muy feliz, para que se sienta el centro de la conversación y las miradas vayan sólo a ella. En la noche anterior no dormirá, sólo pensará en el momento tan importante para ella, estará junto a sus padres, hermano y tíos, primos y demás amigos, todo será halagos y risas, al vermmle sus padres habrá alguna que otra lágrima pérdida.
Hay personas que ven un absurdo tanta elegancia para hacer una cosa que es un ritual que viene de antaño, pero para otros es un día especial, «el día de la primera comunión», aunque sea un ritual, es también la apertura del alma hacia el prójimo.

SILVANA GALLARDO

Carmelita era una señora excepcional. Quedó viuda muy joven, en la plenitud de la vida, para continuar guiando a nueve hijos. Poseedora de una fortaleza inquebrantable, que la equilibraba en el camino de lucha, sin su compañero de vida, para no tirar el cetro de reina con el que presidía su hogar. Parecía una hormiguita incansable, trabajadora y disciplinada, pues desde las primeras horas del día, y antes de aparecer el alba, ya trabajaba afanosa en la cocina, para preparar el desayuno de los hijos que saldrían a trabajar y a la escuela. Siempre les procuró el mejor alimento a pesar de sus carencias económicas y no se diga el vestido, siempre limpio e impecable con que brillaban sus vástagos al salir de casa.
De la cocina, a la brega de toda su casa, sin parar; tal vez esa hiperactividad obedecía a la nostalgia de no poder compartir con su pareja los momentos cotidianos en la tarea común de sacar adelante a tantos hijos. La mochila de cosas de la vida que llevaba a cuestas, duplicó su peso y al paso de los años vio crecer, moral, espiritual y profesionalmente a cada uno de sus descendientes, quienes al salir del hogar, encontraron sus propias competencias y aspiraciones, gracias a la guía de su ruda y a la vez tierna entereza, en el trato que les daba.
Se presentaron uno a uno, en tiempos y circunstancias distintas, haciendo honor a su amor, a su esfuerzo, a su entrega, incluso a su mano dura y así caminaron. Desde la hija mayor, Enfermera Profesional, siguió el Contador, la Cirujana Dentista, la Psicóloga, el Ingeniero, la Trabajadora Social, el Profesor. el Médico, la Profesora. Titánica labor.
Ella nació el 26 de diciembre de 1922. Atravieso el puente del tiempo y llego a ese lugar tan cálido y pleno de armonía, sobre todo en ese doceavo mes, específicamente día 24. Preparativos para la cena de navidad. Desde temprano las compras, por la tarde todos en equipo, Carmelita nos asignaba tareas que aminoraban tiempo y esfuerzo para terminar oportunamente una deliciosa cena. La mesa relucía elegante, con la maravillosa decoración alusiva a la época de reflexión y reencuentro con nuestro Creador, pero sin ser menos importante, el reencuentro con la familia. Los hijos de ella con sus respectivas familias para degustar y compartir en santa paz y armonía la bendición de los alimentos y agradecer a la vida todas las cosas buenas recibidas. El brindis familiar, del más chico al más grande, levantaban su copa para expresar sus sentires y la algarabía de los pequeños esperando el intercambio de regalos.
Siempre en la cabecera presidiendo con orgullo y elegancia su titánica obra, la de haber construido una maravillosa familia. Al día siguiente, día 25, el recalentado y en ese micro universo nuestro, de nuevo el deguste de esos manjares. Lo más delicioso era el calor de la familia, el ambiente creado con amor y solidaridad, después la diversión, juegos de mesa, charlas alegres de chascarrillos y chistes graciosos de chicos y grandes. Las horas acababan con rapidez esos días que no queríamos que tuvieran fin, y para rematar con el ritual de esa familia, llega el día 26, cumpleaños de esa hermosa señora. Una vez más la mesa elegante, regalos, felicitaciones, sonrisas, besos y abrazos a la mujer guerrera de todos los tiempos. El día ideal para reconocerle su misión y agradecer su entrega. Los mariachis cantan, los presentes bailan y en el rostro de ella su expresión alegre como melancólica, porque se le acumularon los años, los dolores de la vejez, la nostalgia de su pasado.
El hijo pródigo, el menor de los hombres, el Doctor, el que siempre acompañó a su madre en sus momentos de enfermedad, su médico de cabecera, fue quien tuvo que operarla, ¡fuerte situación para un hijo! porque, por desgracia y por las razones propias de la edad, minó la salud. Afuera del hospital los otros hijos, percibieron una luz que escapaba del lugar donde se llevaba a cabo la cirugía.
-¿Vieron eso?-
-Qué extraño, no es nada en el cielo, es una luz que lo iluminó-.
-Se ha ido… Nuestro padre vino por ella-.
Carmelita se despidió, se fue tranquila, con el sentimiento de satisfacción por la misión cumplida, aunque dejó el desasosiego en los corazones de sus hijos.
El tiempo no se detiene, camina, pasa insensible ante la mirada atónita de todos, que también vamos envejeciendo. El ritual cambió, ya las cenas de navidad, modificaron su curso, cada quien lo celebra en su núcleo, con la saudade a cuestas.
Pero hay algo que no cambió, el ritual del festejo de su cumpleaños in memoriam, con la mesa preparada como a ella le gustaba, plena de delicias, que en su honor compartimos. Y con la enorme tristeza de que cada vez disminuye la familia, esa, la que la rodeaba con admiración profunda. Seguiremos llenando los morrales de nuestros hijos con el tesoro de los valores emanados de su alma luminosa, para que no permitan el olvido.
Ya está con ella su Doctor, su hijo adorado y su psicóloga. La pandemia nos los arrebató; sin embargo la vida sigue. Continuaremos en la construcción de rituales compartidos, en las despedidas del fallecimiento de nuestros amores, con homenajes íntimos, en fechas especiales: 26 de diciembre, 30 de agosto y 28 de marzo.
Nadie muere hasta que lo olvidan. Nuestros rituales seguirán siendo una cadena de reconocimiento, hasta que exista el último miembro del clan.

EMILIANO HEREDIA JURADO

CUENTO DE NAVIDAD PARA EL SIGLO XXI
Hoy, es día de Nochebuena.
Todo el mundo está ocupado, en las preparaciones de tan señalado día.
Las compras de última hora, las prisas, los comercios atestados de gente….
Pero, querido lector, o lectora, detengamos por un momento la imagen, y observemos detenidamente si, entre toda esta marabunta de gente, cargada de bultos, de niños pequeños que lloran nerviosos en sus carritos, las señoras cargadas con bolsas de la compra, atestadas de vituallas para tan señalada fecha, digo, querido lector…y lectora, que, busquen en medio de toda esta jungla, a la protagonista de nuestra historia.
A ver, usted, ¿la señora con cara de malas pulgas, arrastrando a un niño enrabietado?, frío, frío…
Usted…¿la señora con la bolsa de pan?…templado, nos vamos acercando….
¡voila!, ¡enhorabuena!, ha acertado usted, sí, se trata de la señora que acaba de salir del mercado, con una bolsa de la pescadería, donde acaba de comprar una rica merluza para hacerla en salsa verde.
Se trata de la señora Angustias, una mujer mayor, de unos setenta largos cercana a los ochenta, que baja la calle iluminada con las luces navideñas, envuelta con el griterío de los transeúntes pidiendo un taxi, o de las loteras anunciando la venta de la suerte para el sorteo del niño, de madres regañando a sus hijos…, el hilo musical de un comercio cercano, sembrando villancicos…
La señora Angustias, vive en una placita castiza de Madrid, la plaza de la paja, chiquita, pero recoleta, donde los gorriones recitan en la primavera y el viento barre las hojas de los castaños de indias en las tardes de otoño.
Entra en una añoso portal, coloreado con las luces pastes de la vidriera que corona el primer tramo de la escalera del edificio.
Con un agradable estrépito, baja el ascensor centenario, y la señora Angustias, se monta, y sube hasta el cuarto.
Abre la puerta, se quita el abrigo, el foulard, deja la bolsa encima de la mesa, y se pone el mandil para cocinar.
Tiene dispuestos ordenadamente, todos los ingredientes de la cena de Noche buena, sobre la encimera de la cocina.
Enciende la radio, la cadena Cope, donde, como todos los años, retransmiten canciones navideñas…tararea por lo bajito….la virgen se esta peinaaandooo
Son las seis de la tarde. La merluza, ya está en el horno, los entremeses, listos, el embutido cortado, la bandeja de los turrones, los canelones para gratinar….
Es hora de poner bonita la mesa
Saca el mejor juego de mantelería. La ocasión lo merece. Los cubiertos de Alpaca, las servilletas de hilo, las copas, de agua, de vino blanco y tinto, el champagne…saca unos vasos mas normales, para los nietos, sí, Marisina, Luisito, Carlitos y Josefina, comen aparte, no es cuestión de que rompan la vajilla y la cristalería buena, cuando sean mas mayores.
Observa con detenimiento la mesa, y comprueba que todo está perfecto. ¡ah!, el timbre!
¡Hijos!, ¡Manolo, no sabía que ibas a traer a tus hijos!, creía que ibas a estar un rato más en el bar, como todos los años, y subirías a las nueve, como siempre…!mirar, mirar que belén más bonito he puesto este año, con el caganer y todo, ahí escondidito detrás del establo….
Mira hijo, tú aquí, con Piluca, tus hijos, Marisina y Luisito, se sentarán en aquella mesa, enfrente del televisor, junto con Carlitos y Josefina, para que vean dibujos y no enreden en las conversaciones de los mayores, ¿os parece bien también, hija, Antonio?.
¡pero pasar!, ¡pasar!, no os quedéis ahí quietos, dejar los abrigos en la habitación de Paula.
Venga, una copita de jerez, ¿os apetece verdad?, ¡alegría alegría!,!ande ande la marimoren!…
¡uy!, los canelones, los tengo que gratinar, ahora vuelvo…
A ve…!Ay!, Manolo!, ¡pillin!, ¿ya te has bebido una copita de más de Soberano?, Zalamero…!ay!, estate quieto, que nos van a oir lo niños….
¡hala!, iros sentando…que os sirvo la merluza, que está buenísima….!tiene que estarlo!, a veinte euros el kilo, ¡que dispendio señor!.
¡callaros un momento!, ¡que va a salir el discurso del rey!…
Gracias, por hablar bajito, es que el rey es tan guapo….
¡el timbre!, ¿quién será?, ¡ya va ¡
-¡Pura!, ¡feliz navidad!.
-Buenas noches, Angustias, feliz navidad, igualmente, ¿estás bien?, he escuchado ruido en tu casa, y he creído que te estaba pasando algo..
-¡que vá hija!, ¡que va!, la familia, lo de todos los años, pero pasa, pasa, que recién empezamos a cenar… ¡familia!, ha venido Pura, la vecina de enfrente…
-Pero Angustias, aquí no hay nadie, solo fotos, encima de unas sillas, y la mesa grande, y la camilla, con comida, ¿estás bien, Angustias?.
-Hija, que quieres que te diga, la tradición es la tradición, la navidad, es como un ritual que no se debe perder y, como ves, he traído a la familia.

LIDIA FUENTES

De pequeña veía a mi tío Juan llevar a cabo una serie de rituales muy curiosos. Mientras mi madre tomaba café con mi tía Encarna en la terraza del jardín yo solía acompañar a mi tío y observaba como cuidaba su huerta. Allí había espacio suficiente para jugar, el aire era más limpio y la vida parecía transcurrir de una forma más armoniosa que en la ciudad. En el único sitio donde no se me permitía ir era cerca de la puerta de acceso al camino por dónde entrábamos para llegar a la casa porque por allí estaba la acequia. Mi tío tenía plantado varios árboles frutales, oliveras, tomateras, pimientos rojos y también diferentes tipos de hortalizas. Tenía una caseta hecha de ladrillo y cemento con un tejado de uralita que él mismo había construido. En el interior guardaba las herramientas que necesitaba para el cuidado de la tierra. Dentro tenía una mesa con dos sillas y una estantería de aluminio donde en cajas y muy bien etiquetadas con su fecha de sembrado conservaba una amplia variedad de semillas que iba recolectando de los frutos que su tierra le ofrecía generosamente en cada temporada.
Ese día nos quedábamos a cenar y pude contemplar la luz tibia y anaranjada del atardecer como bañaba aquel lugar tan hermoso donde me hacía sentir siempre tan feliz y conectada a la vida. Mi tío Juan me explicó que iba a llevar a cabo un ritual de agradecimiento a la tierra y si quería participar con él. Ilusionada y llena de curiosidad acepté sin titubeos. Antes de iniciar el ritual preparemos los materiales, ambos con tijera en mano fuimos paseando por la tierra y recolectando varias frutas y verduras hasta llenar la cesta de mimbre, era bonito sentir los colores y olores que salían de ella mientras caminaba tras los pasos de tío Juan para ubicarnos nuevamente cerca de la caseta. En una maceta de barro con agujeros para el drenaje mi tío metía primero un poco de tierra y unas cuentas semillas, después introducía algunas frutas como manzanas y peras que cortaba a trocitos. Volvía a poner tierra, le exprimía por encima el jugo de un limón y una naranja. También añadía dientes de ajos, trozos de pimiento y hojas de lechuga, lo tapaba todo con tierra y me pedía que fuera al jardín donde mi madre y mi tía seguían disfrutando de sus conversaciones para recoger algunas flores, me dejaba elegir las que yo quisiera. Entonces cuando yo llegaba con las flores él se quitaba los zapatos y me pedía que yo hiciera lo mismo. Los dos descalzos y con los pies sobre la tierra mi tío y yo echábamos las flores dentro del tiesto. Mi tío levantaba hacía arriba la maceta mientras recitaba unas pequeñas frases de agradecimiento mirando al cielo. En la misma tierra donde habíamos dejado la huella de nuestros pies hacíamos un pequeño hoyo con las manos ayudándonos de unos pequeños rastrillos, enterrábamos el macetero y lo regábamos. Mi tío Juan me contaba que ese ritual lo hacía dos veces al año, en primavera y en otoño. Era una ofrenda que le hacía a la Tierra para agradecerle todo lo que ésta le aportaba a diario.
Han pasado ya diez años, mis tíos siguen teniendo una vitalidad envidiable, su huerta sigue dándoles buenas cosechas, tienen una pequeña frutería que les funciona muy bien y suelen regalar muchas verduras y hortalizas a los vecinos. He seguido acompañando a mi tío en sus rituales de agradecimiento a la madre tierra en varias ocasiones. Ahora cuando voy de visita llevo un papel con mis deseos escritos y lo entierro en la tierra de mi tío Juan.

ALBERTINA GALIANO

Tardes de últimos calores, no me abandonéis sin dejarme muy cerca una imagen nítida de un recuerdo antiguo.
Me crecen coletas cuando vuelve a mí ese aroma a plástico nuevo que intento doblar y no se deja.
Las hojas intactas repletas de tanto por aprender.
Yo quería ser grande, llegar a la edad en que para mí se era mayor. Y cuanto más me acercaba tanto más se alejaba la sensación de merecer el tacón en el pie.
Tras cada verano se repetía el ritual de envolver en plástico el futuro saber del curso entrante.
Plástico y celofán, para que quede muy pulcro el “Senda” de 4°.
Primer día de clase, y ya estaba avisada por mis hermanas: ¡Te toca doña Amparo! Y un agitar la mano haciendo señal de “¡Te vas a cagar!”.
Pregunta en voz alta, una por una: “Y tú de quién eres, cual es tu cartel, tu título, tu señal, tu sino escolar”.
Yo tenía una cosa buena y otra mala. La buena: no tenía gafas que pudieran volar por el aire a la primer bofetada.
La mala, ser la cuarta de una saga. Perdí el nombre de pila al entrar al aula.
Todo un curso de miedo intenso, y aún hoy me sorprendo de haberme licenciado después de tanto estirón de trenzas: Ciervo no es con b. Porte y buenos modales abren puertas principales. Castigo ofensivo por quitarte el babi al salir de clase. Por levantar la mano y al girarte y ver los brazos inertes y rostros ojipláticos de las demás descubrir con espanto que no era pregunta, sino comentario sabio. De que el desempeño escolar se midiese en filas como las rosquillas: las tontas, las listas.
Y una mirada de halcón sobrevolando la ingenuidad de las niñas del aula. ¿Qué pretendía encontrar?
Tardé en decidir no hacerme cargo de tanta maldad, y permitir que en mis labios brotase una frase mágica: “¡Bruja malvada, si no sirves para enseñar dedícate a otra cosa, quizá a hacer surcos en la arena hasta llegar con tus garras hasta el mismísimo fondo del mar donde hundirte y desaparecer, para no volver jamás!”
Afortunadamente siempre habrá una razón para poder odiar, aborrecer, abandonar aquello que nos hace daño, que parece eterno, pero siempre acaba.
Y al final de curso tú ahí te quedas y yo cojo la merienda, y con mi manguita corta me salgo a la calle a jugar, hasta altas horas, a la fresca.
Y veo la vida de otra manera: un camino para crecer, y no para menguar.

FÉLIX LONDOÑO G

Su ritual consistía en recorrer el Edén en busca de frutas maduras. El de Eva, descansar bajo un árbol de manzanas.

GAIA ORBE

abeto alba
ritual del Pirineo
alma renace
abrazo puro
¿es eterna la vida
consagrada luz?

CURRO BLANCO

Dieta efímera.
En Latacunga, hermoso pueblo de la región interandina, atravesado por su pequeño rio Patate, con no más de cuatrocientos habitantes, incluidos los lanudos, los días en que los cielos están pardos y el sol se resiste a aparecer, las ovejas, desde hacía décadas, y debido, según se informa, a un maleficio esparcido por un foráneo advenedizo, abandonaban su dieta hervivora por omnivora, gustándoles de engullir viandas cada vez más variadas.
Y para conseguir sus raciones eran pródigas en recursos que habían alcanzado conseguir después de no pocos días de ayuno herbáceo; se alzaban a las puertas de los Latacunenses y allí se amotinaban concienzudas, con la colaboración de sus perros pastores que aprovechaban para hacer su Agosto, y hasta que no recibian sus manjares no se movían, anteriormente escapaban de sus rediles quién sabe cómo.
Paulino, prevenido ya…, pertenecía a la cuarta generación de pastores de su familia, se investia ceromonioso al ritual; prefería adelantarse a la revuelta lanuda. En esta sazón, les preparó de primero, un Churrasco Ecuatoriano con Bolones, y de segundo, no fuera hacer que se quedaran con hambre, un buen Cuy asado con Locro de papa. «Después de todo dan la mejor leche y lana de toda la región, y quizás, mañana vuelva a salir el sol», se dijo.

BEA ARTEENCUERO

RECORDANDO
Verano del 2015, frontera de Brasil y Uruguay, El Chui. Vacaciones con un grupo de amigas, la cabaña estaba a unas cuadras del mar.
Una noche después de cenar, alguien propuso ir a caminar por la playa, nos entusiasmo la idea, así que salimos, la luna estaba en todo su esplendor…Majestuosa, su luz se reflejaba en el agua, era una extensión de arena y agua inigualable, se perdía la mirada a lo lejos, el horizonte no tenía final.
Estábamos disfrutando de esa mágica noche, algunas tomando mate, otras simplemente mirando el ir y venir del agua acariciando la arena, cuando escuchamos a lo lejos voces cantando al compás del golpetear de tambores.
Vamos…vamos, fuimos tres del grupo, caminamos un buen trecho, al ir acercándonos se oía nítida y fuerte las voces acompañadas de la música, llegamos…A unos pasos de nosotros había un grupo de personas todas vestidas con túnicas blancas, al vernos varios de ellos se acercaron y nos llevaron al círculo que formaban, en el medio había una fogata y una joven semidesnuda acostada en la arena, varias personas danzando al compás de la música de los tambores.
Entre asustadas y curiosas observamos, la joven del centro acostada sobre la arena muy cerca de la fogata permanecía quieta con los ojos muy abiertos como enajenada , la mirada sin destino.
Alguien se acerca con un brebaje y nos invita a beber, todos lo hacen,
A los pocos minutos un sopor extraño nos recorre el cuerpo, sin más nos integramos a la ceremonia
Bailamos descalzas, la música era cada más fuerte e insitante nos moviamos frenéticamente como si el fuego se metiera dentro tuyo, cuerpo y mente invadidos por la música, no había lugar para más nada, enajenadas de todo, bailabamos poseidas por el golpetear de los tambores cada vez más cerca del fuego y de la joven, todos danzaban; En un instante alguien se acerca, se quita la túnica, totalmente desnudo la toma, ella no se opone,
El movimiento de sus cuerpos invadidos por la pasión al compás del redoblar de los tambores cada vez más fuerte son excitantes, extraños.
Nos miramos unas a otras sin hablarnos, seguímos bailando bamboleando nuestros cuerpos cada vez más rápido, damos vueltas y vueltas todo gira: el mar, la luna, el cielo, el fuego, giramos y giramos vueltas y vueltas…
A la mañana al despertarnos, no hay nadie sólo la fogata y nuestros cuerpos desnudos en la arena..

LOLY MORENO BARNES

¿RITUAL O RUTINA?
( Tema de la semana)
Lo que empezó como una rutina se convirtió en un ritual .
Cada día, a la misma hora y en el mismo lugar.
Aquel bar que me quedaba de paso al trabajo se convirtió en anfitrión de nuestros encuentros.
La primera mirada al entrar buscaba la mesa del fondo . Siempre estaba él, sumergido en sus pensamientos y hacía una pausa para saludar.
— Buen día
— Buen día, contestaba y volvía a poner la vista a su portátil y de tanto en tanto bebía un sorbo ya frío, del té con limón que pedía cada día a su llegada .
Yo; enfrente, con un café doble al costado de mi mesa hojeaba los últimos documentos y legajos que habían entrado a mi maletín para comprobar que estaba todo dispuesto y en orden.
Luego me levantaba, le decía adiós y me iba al bufete donde ejercía como abogada .
Cada día, a la misma hora y en el mismo lugar, saludaba a ese desconocido y me tomaba un café antes de ir a trabajar .
Ni siquiera sabía cómo se llamaba.
En mis pensamientos era el hombre del té . Físicamente atractivo con algunas canas en su cabeza, que lo hacían más interesante.
Un poco bohemio y soñador ( como la canción )
¡O quizás la soñadora era yo !
Imaginando en él un padre y esposo adorable que emanaba por su cuerpo fuerza, amor y paz.
Cada día, a la misma hora y en el mismo lugar, solo cruzábamos una miradas y un saludo. Después cada cual seguía su camino.
Cada día, a la misma hora y en el mismo lugar, de forma tácita se producía el ritual .
Mi entrada, el saludo, las miradas, su taza de té, mi café doble , luego el adiós y en mis pensamientos, el: “ Hasta mañana”
Porque esperaba cada mañana repetir el agradable encuentro .
¡Cada día, a la misma hora…y en el mismo lugar!
Hasta que un día encontré su silla vacía y su mesa sin su té ni su portátil .
Ya no encajaba el ritual en el tiempo ni en la hora, ni en el lugar .
Se rompió el hechizo de esos momentos mágicos imaginando su vida que desconocía .
Y cuando pasaron cada día, muchos de ellos , supe que no volvería …
Me atreví a preguntar a quien regentaba el local, por aquel hombre que se sentaba cada día en la mesa del fondo a la izquierda .
—- Ah , ¿usted pregunta por el escritor ?
¡Pobre hombre!
Falleció hace quince días a consecuencia del COVID.
Un amigo me ha regalado el último libro que publicó antes de su mala fortuna .
¿ Quiere echarle una hojeada ?
Asentí con la cabeza y el corazón encogido .
Me senté ante mi mesa, mirando la del frente vacía, baje la vista a la portada de su última novela y leí perpleja el título :
“ SOÑANDO CON LA CHICA DEL BAR”

JUAN JOSÉ SERRANO PICADIZO

«El duende»
Las romerías; son un ritual que específicamente, cada cierto día del año, se celebra una en algún pueblo de España. Siempre es con la intención católica de rendir culto a una imagen religiosa de una virgen, santo o lugar. En algunos de los casos, por un hecho histórico. En mi pueblo, desde tiempos inmemoriales, se celebra la romería de la virgen de Zocueca.
Tenía por entonces cinco años, cuando me ocurrió uno de los más horribles y trágico suceso. Como de costumbre, mi padre me llevaba cargando en sus hombros, todo el camino hacia la aldea donde era venerada y trasladada la imagen de la virgen. La multitud, felizmente, acompañaba a su patrona con cánticos, que entonaban al compás de la banda de música del pueblo. Una inoportuna nube, cubrió por completo el cielo dejando caer grandes gotas de lluvia a la altura de un puente junto al río. La gente se cubría rápidamente para no mojarse, los costaleros, llevaron a la virgen junto a un gran árbol que podía cubrir a la imagen del repentino aguacero.
Se podía escuchar el griterío de las personas, que muy molestas, se refugiaban de la lluvia. Entre el murmullo de la muchedumbre, se escuchaba el golpeteo continuó de las gotas caer en el asfalto del camino. También podías distinguir, el repiqueteo repetitivo de la lluvia en los instrumentos musicales y en el trono embellecido en plata de la virgen.
En ese mismo instante, levantaba la cabeza por primera vez. En todo el trayecto no despegue los ojos del suelo, con el cansancio y sueño de haberme levantado temprano. Seguía con la mirada todo el tallado en plata, dibujando el manto que cubría a la imagen y quedando maravillado por su corona. Me quedé como cinco minutos seguidos contemplado la cara morena, mirando el pelo definido de su bebe, cuando noté algo extraño salir por la parte trasera del tronco del gran árbol. Miré hacía ambos lados de mi alrededor, viendo que todo se había quedado congelado, el tiempo se había parado. Por un momento, algo más impresionante me estaba empezando a poner más nervioso, y es que se había dejado de escuchar la lluvia y sobre todo la gente.
Quise asegurarme de que no había nada raro en el árbol, volviendo la mirada una vez más. Todo mi cuerpo empezó a ponerse tenso, parecía que me habían lanzado un cubo de agua fría como el hielo. Una persona, lo que parecía más bien un niño, me estaba saludando desde la parte de arriba del árbol, justo debajo donde empezaba a ponerse más frondoso. Sus ojos eran muy grandes, con un negro intenso que podía atraparte, su boca estaba muy abierta con una sonrisa de oreja a oreja, dejando ver unos enormes y afiliados dientes. Aquella cosa no dejaba de mirarme y haciéndome gestos con una pequeña mano para que fuese donde él. Yo intenté gritar o moverme para avisar a mi padre, pero estaba totalmente petrificado.
Intentaba gritar, bajarme de los hombros de mi padre como pudiera, pero fue en vano. Aquel ser monstruoso con forma de niño, comenzó a bajar del árbol y continuó caminando con unas piernas arqueadas y los pies del revés hacía mi. Con un paso lento, se burlaba con risas que escuchaba retumbar en mi cabeza, creando un ambiente como de un lugar cerrado, donde podía notar como la risa se intensificaba cada vez más, formando un eco en mis oídos. Estando justo en frente de mi, noté que llegaba como a la cintura de mi padre, donde alargó su brazo para cogerme del tobillo derecho y mirándome con aquella risa diabólica, apretó de el hasta hacerme gritar del dolor.
Como si todo aquello hubiese sido un sueño, el ente, desapareció. Tras él, se podía escuchar el murmullo, la banda tocar y todo como si no hubiera pasado nada. Tocándome inquieto el tobillo por el dolor, mi padre me preguntó; ¿Qué te ocurre? Llorando, expliqué todo lo que ocurrió y nadie me creía nada.
Era un ritual de cual ya tenía costumbre porque nunca nadie me escuchaba cuando decía ver algo extraño. Investigando más adelante, descubrí que aquella criatura misteriosa era un duende.

OMAR ALBOR

Rituales
Si cada mañana
fuera de sol saldría con mis anteojos negros.
Y como buen actor miraría por sobre ellos.
Alguien dijo que son para la gente que me da asco.
Si cada tarde fuera nublada, saldría con una copa de grapa en cada pierna.
En el atardecer de invierno me encierro.
En el atardecer de primavera todo cambia mi cuerpo lo sabe y mi pecho se llena de flores.
En el atardecer de verano me siento en el patio a degustar la espuma de cualquier cerveza.
Rituales solo rituales como costumbres ideológicas de místicos duendes que hacen de nosotros grandes exploradores de ideas vírgenes, cada día.
Una vez más.

ANDY PARIONA ROJAS

Más que un ritual
¡Ay! ¡no me sale!- exclama Marcos, señalando con los ojos su cuaderno.
Marcos en su frustración lanza su cuaderno contra el rincón, junto con sus lapiceros de colores y se dirige a echarse en su cama.
Su padre quien oyó todo el alboroto, decidió atender a su hijo, quien se notaba desmotivado durante el día. Apenas los pasos se escucharon en el pasillo, Marcos exclamó: no entres, no quiero a nadie aquí. El padre quien comprendía su malestar insiste: Hijo que sucede, nuevamente ¿no puedes escribir?.
Marcos, menciona: ustedes todo el día discuten no me puedo concentrar, malogran mis días. Comenzaba a tener una idea extraordinaria y se esfumó de mi mente por sus peleas.
Hijo, el hecho de no tener ideas para escribir o de arruinar tu mejor o extraordinaria idea no esta relacionada con las discusiones entre tu madre y yo. Las ideas extraordinarias no nacen de la noche a la mañana, no llegan solo cuando los días son «buenos»; perdóname hijo, pero observo que careces de algo importante para cumplir tus metas: perseverancia. Hijo, tan solo escribes cuando estas feliz, pero que sucede en los días «malos» o acaso ¿no puedes hacerlo? Solo has hecho que tus días «buenos» sean tu ritual para escribir algo extraordinario y te has olvidado de los días «malos», sin saber que cada día es una oportunidad.
Marcos, una rutina es lo que debes tener, una rutina es la que te dará la perseverancia, la constancia de no caer día tras día en llamar a los días «buenos» o «malos»; solo te pido disfrutar del trayecto más que la meta, por que el éxito lo obtendrás.
Marcos al escuchar las palabras de su padre, no pudo comprender todo, solo retuvo en su mente la palabra rutina.
Al pasar los días y ya en el día del padre, los regalos no se hicieron esperar, su esposa le obsequió un casco de ciclista que tanto quiso, sus hijos pequeños le regalaron un polo y casaca para salir a correr en las tardes. Marcos se acercó con una tarjeta del día del padre y se la entrego a su papá, al abrirlo de él cayo una hoja que decía, «una rutina más allá que un ritual», donde especificaba todo lo que iba a realizar durante la semana. Su padre emocionado observó como sus palabras habían calado en su hijo, pero sobre todo este pequeño gran paso mantendría su lucha por lo que anhela.

CONCE JARA

LA MEJOR VENGANZA SE SIRVE FRIA
A las 07:30 suena el despertador, la persiana se eleva… aún en la cama le molesta el ruido del devenir de los vehículos circulando en masa por la Ronda de Toledo, tanto, como el traqueteo de los tacones de Marisa, su mujer, que no deja de ir de un lado para otro dando instrucciones a Javier, el asistente, hasta que aparece por la puerta luciendo un precioso vestido color lavanda, cargada con una bandeja… el desayuno: zumo de naranja, panecillos tostados, mantequilla, mermelada de frambuesa y café solo, como a él le gusta.
Sentada a su lado, mientras le unta un panecillo con mantequilla, ella le comenta las novedades del noticiero. Tras un beso, se dirige al armario colocándose un ligero abrigo gris claro, dispuesta a llevar a sus hijos, Borja y Mari, a la universidad.
-Hasta luego cariño, voy a tomar café con las amigas y luego haré unas compras, llegaré sobre la una. ¡Ah! Todavía no ha llegado tu secretario. Es la cuarta vez en dos semanas y solo lleva aquí un mes… habrá que darle un toque de atención, ¡dijo yo!
A lo lejos, junto a la puerta sus hijos se despiden a gritos deseándole un buen día, después se escucha como se cierra.
Fuera el pijama, con la ropa deportiva puesta, una camiseta transpirable de manga corta, pantalón corto y calcetines, empieza su rutina deportiva de una hora con Ángel, su joven preparador físico.
Después una reconfortante ducha de agua tirando a fría. Con la toalla enrollada, empieza su ritual de peinado y afeitado. Primero el aceite para ablandar la barba, después la brocha que hace espuma en un bol con jabón de afeitar extendiéndola sobre el rostro, para con delicadeza y precisión, pasar la maquinilla de afeitar. El peinado, hacia atrás en la parte superior, ayudado de una ligera espuma y el modelaje de los dedos de las manos.
Con la ropa de trabajo puesta, camisa blanca, pantalón negro y unas bonitas zapatillas de casa de cuero negro, se dirige a su gran despacho para iniciar su jornada de teletrabajo… como todos los días.
Al entrar se levanta Julián, el secretario, quien le saluda y se disculpa por su retraso, alegando la tardanza del metro. Después le comenta a su jefe el contenido de los mails más importantes, anunciándole que la reunión de ese viernes será como había ordenado, a las 10 en punto.
A través de su pantalla de 27 pulgadas, los responsables de su empresa le saludan y le hacen saber las primicias de los distintos departamentos, se transmiten propuestas, se toman decisiones y todos se despiden hasta la reunión del próximo viernes.
A las 11:30 suena el teléfono de la empresa:
-Dígame…, si es aquí… ¿el señor Gonzalo Gómez? Lo lamento, está ocupado, pero puede dejarme el recado…, un momento -dice el secretario, fuera de sí, marcando el número de llamada en espera-. Don Gonzalo… tengo al otro lado del teléfono a un hombre que dice que tener secuestrada a su esposa.
“Gonzalo Gómez, regenta la empresa familiar Gómez Villamir S.A., relacionándose con la más alta burguesía de Madrid. La madrugada del 3 de septiembre de 2008, tras una de sus tantas fiestas de alcohol y drogas, tuvo un grave accidente de tráfico al chocar frontalmente contra otro vehículo, dejándole tetrapléjico a los 38 años, debido a una grave lesión medular a la altura del cuello. Tras varios tratamientos en los mejores hospitales de Europa, adquirió el grado necesario para ser el hombre activo y emprendedor de la actualidad, pese a que nunca recuperará la movilidad ni la sensibilidad por debajo de su corazón y las muñecas…”
-Acércate a mi mesa, rápido, colócame el auricular junto a la oreja -ordena a su secretario, quien, sin perder un momento se lo acomoda y sostiene junto a la oreja, pulsando a su vez el botón del mute-. Al habla Gonzalo Gómez, ¡dígame!
-Hola cabronazo. Veo que a pesar de todo la cosa no te va mal. Tengo aquí una zorrita con un vestido malva que se revuelve como una perra… ¿cómo dices que te llamas, fiera? -dijo el interlocutor- ¡Marisa! ¡Se llama Marisa! ¡Qué casualidad!, igual que mi difunta madre…
-Dígame lo que quiere o llamo a la policía.
-Tranquilo con los maderos, tullido. Haz lo que te digo o Marisa y yo nos lo vamos a pasar muy bien… ¡verdad zorra!
-No le haga nada, por favor… ¿qué quiere?
-Lo primero que no se te ocurra contar nada a nadie. Tienes dos horas para mandar al que ha cogido el teléfono a la estación Madrid Puerta de Atocha, con todo el dinero que sé que guardas en la caja fuerte. Una vez allí, que se dirija al aseo de caballeros que hay junto al Burger King… Si la entrega es ok, te diremos dónde está tu mujer. ¡Gonzalo!, nada de movimientos raros… dos horas y el tiempo corre, ¡ya!
El individuo cuelga, Don Gonzalo cierra los ojos, toma aire y le pregunta a Javier si ha quedado rastro del número entrante, a lo que éste contesta que se trataba de un número privado. Finalmente le indica a su secretario que coja un maletín y le siga. Entran en el dormitorio, pero la silla de ruedas de Gonzalo no cabe en su vestidor, por lo que ordena a Javier que entre él:
-De rodillas… quita las perchas de los trajes… golpea la pared de la parte inferior y la tapa cederá. ¿La ves?
-Si Don Gonzalo, veo la caja fuerte…
-Mete la contraseña… 03092008.
La puerta blindada cede automáticamente, ante los ojos iluminados del secretario por la visión de fajos y fajos de billetes de 500 euros, que por orden de Don Gonzalo coloca dentro del maletín.
-Señor, pero aquí habrá más de un millón de euros…
– ¡Cállate ostias! ¡De sobra se lo que hay! Coge un taxi, es lo más rápido, y ve a dejar el dinero. Tenemos 90 minutos. En cuanto hayas hecho la entrega me llamas.
– Si señor, así lo haré -dijo Julián avanzando veloz hacia la puerta con el maletín en mano-.
Gonzalo siente la impotencia de su lesión, de su falta de hombría por no poder hacer nada para salvar a su esposa. El teléfono no suena… ya han pasado 70 minutos y de pronto escucha las llaves en la puerta.
– ¡Cariño… ya estoy aquí! -dice Marisa cargada de bolsas-. Hijo, que hemos ido a la Milla de Oro y nos hemos liado de tiendas… ¿Y Julián? ¿qué te ocurre? ¿por qué me miras así? ¿Y Javier?… no ha hecho la comida… Gonzalo, ¡ya está bien! ¿qué pasa? ¡Me estás asustando!
“…mientras, la ocupante del otro vehículo, María Luis Martín Pagoeta, falleció en el instante del choque, dejando tres hijos pequeños, Julián, Javier y Ángel. Pocas semanas después el padre de los niños se suicida y éstos pasaron a depender de los Servicios Sociales”.
FIN

POZO GELES

Todas las noches, antes de acostarme, rezo dos Padre Nuestro y un Ave María, continúo con la tradición con la que me educaron mis padres, y, a estos, mis abuelos. Somos una familia tradicional, los rituales para nosotros forman parte de nuestra vida
Mi madre me enseñó que antes de comer tenía que lavarme las manos y secarmelas bien, para que no se me agrietaran con el agua, a las 14:30 tenía que poner el mantel y toda la cubertería que hiciera falta para ese día. Mi madre para esto, era muy especial.
No era muy buena cocinera, pero si, tenía mucho cuidado de que no se comiese demasiada grasa, para que mantener nuestro peso. Al mediodía solíamos comer normal, por la noche hacíamos una merienda, picoteabamos un poco.
Han pasado veinte años y ya no tenemos los mismos hábitos, cada uno come por su cuenta, no nos reunimos todos , no ponemos manteles en la mesa, y comemos mucha comida basura.
Tenemos colesterol y tensión alta.
Mi madre murió a los 87 años. Estaba más sana que una pera, y hasta última hora vivía sola y hasta apañaba la casa.
Pero hasta la gente sana se muere cuando le llega la edad.

¿Te gusta leer? ¿Quieres estar al tanto de las últimas novedades? Suscríbete y te escribiremos una vez al mes para enviarte en exclusiva: 

  • Un relato o capítulo independiente de uno de nuestros libros totalmente gratis (siempre textos que tenga valor por sí mismos, no un capítulo central de una novela).
  • Los 3 mejores relatos publicados para concurso en nuestro Grupo de Escritura Creativa, ya corregidos.
  • Recomendaciones de novedades literarias.

20 comentarios en «Rituales»

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Ir al contenido