Depredadores

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «depredadores». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 3 de octubre! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).

*Todos los relatos son originales y no han pasado procesos de corrección.

LUISA VÁZQUEZ

Ya era septiembre. Al día siguiente sería 12.
Apenas comió, no jugó. Se pasó todo el día delante de la televisión, donde desesperados personajes de dibujos animados gritaban sin que él les hiciera ningún caso.
Cuando mamá le llamó por la mañana no se dio cuenta de que no había dormido. Se había pasado la noche en un estado de terror, entre el llanto y el vómito, como un condenado a muerte en las horas previas a su ejecución.
Se preparó, cogió sus cosas e hizo un tremendo esfuerzo para sonreírle a mamá antes de salir.
Se dirigió con paso lento hacia la parada del bus pero no se detuvo, siguió caminando. Prefería hacer el largo trayecto andando, que soportar las torturas inevitables nada más salir de casa. Esperaba poder sobreponerse al pánico que sentía durante el trayecto, intentaría aparentar que no era un niño pequeño, un cobarde incapaz de defenderse. Pero cuando los tejados rojos del colegio aparecieron por encima de las copas de los árboles, se descompuso. Palideció, empezó a sudar, las manos le temblaban y las lagrimas, mezcla de miedo y rabia hacia si mismo, inundaron sus ojos.
A partir de ahí su caminar se hizo vacilante, se paraba a cada paso mirando a su alrededor, como el soldado asustado que va a morir y lo sabe, pero intenta detectar el ataque antes de que este se produzca para, por lo menos, no ser tomado por sorpresa.
¡Vana esperanza la suya!
Cuando estaba a punto de agarrar el picaporte de la puerta principal, feliz pensando que si se libraba el primer día podía significar que todo había acabado, le sorprendió un golpe seco en la nuca. Algo caliente y apestoso le resbaló por el pelo y la espalda. Se tocó y su mano se manchó de una substancia marrón. Entonces apareció él, riéndose hasta ahogarse, consiguió decir:
– ¡Me encontré esta mierda de perro tirada en la calle y pensé que se te había caído a ti. Por eso te la he devuelto!
Y entró en la escuela mientras otros alumnos le daban golpecitos en la espalda y le felicitaban por tan divertida ocurrencia. Él seguía parado en la escalera mientras sus compañeros pasaban a su lado. Algunos le miraban con desprecio, otros con pena, la mayoría con burla.
Al final, cuando se quedó solo en las escaleras de entrada, se decidió a moverse. Corrió hasta el baño y se encerró. Se lavó el pelo y la camiseta, su madre había elegido la más nueva y bonita que tenía, arreglándola con primor para que fuera muy guapo y aseado el primer día. No lloraba, se había quedado sin lagrimas, solo estaba blanco y sus ojos inexpresivos miraban sin ver.
Cuando salió todos estaban ya en clase, los pasillos se encontraban desiertos. Con el pelo y la camiseta chorreando agua avanzó hacia el aula, de repente se paró dudando.
¿Cómo iba a entrar así? La señorita López le reñiría, le exigiría una explicación y, ante su silencio, le enviaría al despacho del Director. Don Álvaro, enfadado por su mutismo, llamaría a mamá.
¡No! No podía consentir que ella se enterara de que tenía un hijo bueno para nada, blanco de todas las bromas, un cobarde incapaz de defenderse.
Papá había sido policía, murió defendiendo a los rehenes del atraco a un banco. Un héroe, un valiente. Oía a mamá llorando por las noches, extrañándole. ¿Qué pasaría si se enteraba de que había traicionado el recuerdo de su padre? Le despreciaría como todos los demás y él no podría soportarlo.
Decidió que le castigara por faltar al colegio. Prefería que pensara que era malo.
Pasó por delante de la puerta de la clase donde sus compañeros estudiaban, donde aquel maltratador despiadado que le odiaba sin que él supiera porque, pasaba por buen chaval ante sus profesores.
Había pensado muchas veces en denunciarlo ante el director del colegio, hablar con su tutora. Pero cuando llegaba a secretaría y se ponía delante del mostrador, el miedo, aquel estúpido e inútil sentimiento que no sabía de quien había heredado, se apoderaba de su voluntad. Estaba convencido de que nadie le creería, le acusarían de inventar historias para perjudicar a su torturador y el acusado pasaría a ser víctima. Llamarían a mamá, ella lloraría, la haría sufrir y ese solo pensamiento se le hacía insoportable, le dolía más que los golpes y las humillaciones, que las bromas crueles.
Por eso nunca decía nada y, a su alrededor, nadie parecía darse cuenta de su desesperación. Ninguno de sus compañeros levantaba la voz para defenderle, ni siquiera había alguno que se atreviera a poner la mano en su hombro para demostrarle su apoyo. Era el apestado, aquel que solo servía para que se rieran de él, para despreciarle. En el fondo estaban aliviados porque no les había tocado a ellos.
Y él se sentía cada día más solo. Se miraba al espejo al espejo y se despreciaba igual que hacían los demás.
Le hablaba a Dios, le preguntaba porque había permitido que viniera a este mundo un ser tan inútil como él.
Pasado el primer trimestre todo había empeorado. Aquel chico le robaba los deberes y ya le habían castigado dos veces. Suspendió cuatro asignaturas y su madre estaba muy enfadada.
Entonces, fue cuando empezó a plantearse el suicidio. Todo eran ventajas, dejaría a aquel Diablo sin la víctima de su diversión. Su mamá ya no estaría preocupada y podría hacer su vida, ser feliz.
Y él podría descansar por fin, no sufriría más porque estaría en el cielo. Allí no había miedo, no había dolor. La abuela siempre lo decía, cuando te mueres vas a un lugar mejor.
Aquella tarde se encontraba sentado en un banco del paseo, frente al mar. La mochila abierta y medio vacía colgaba aun de sus hombros, un hilillo de sangre salía de su nariz hasta el labio superior, el ojo derecho, de color púrpura y muy hinchado, casi se le cerraba. Lloraba como jamás lo había hecho, ni siquiera cuando murió papá.
Mentalmente se despedía de todos y de todo. Había decidido que las aguas azules y profundas que miraba hipnotizado eran el sitio ideal para descansar. Allí esperaría a su madre y juntos buscarían a papá.
Tenía miedo. Morir parecía fácil pero no lo era.
Se visualizó a si mismo acercándose a la barandilla lentamente, pero con seguridad. Al llegar se sentaba en el borde y pasaba los pies al otro lado. El abismo caía hacia abajo, al fondo, un mar embravecido estallaba en ruido y espuma al golpear las rocas. Sin oír, sin ver, sin pensar se lanzaba y entonces le veía, su padre le esperaba con los brazos abiertos para llevárselo con él.
Pero aquello no era más que una ensoñación. En la realidad, le aterraba acercarse al abismo, subirse a la barandilla. Por eso permanecía allí, esperando a reunir el valor necesario.
De repente, una voz le sacó de su ensimismamiento. Una figura se había interpuesto en su campo de visión. Solo podía apreciar la mitad de su cuerpo con los brazos en jarras, apoyados en las caderas:
– ¡Deja de llorar, por Dios! Te vas a secar como una planta falta de riego. ¿Qué haces aquí tan concentrado? Te he llamado varias veces pero no parecías oírme.
La miró, tímido pero directo a los ojos. Vio que se trataba de una chica que iba un curso por delante de él. Tenía fama de ser de armas tomar.
– Pensaba – contestó sin querer dar demasiadas explicaciones.
Ella dulcificó su voz y su tono:
– He visto lo que te hace ese salvaje. ¿Por qué no te defiendes?
– Me da miedo – reconoció sonrojándose – un día lo intenté y fue peor.
– ¿Vas al colegio en el bus? – le preguntó y su mirada había adquirido una expresión de malicia que ya le había visto antes.
– Ahora no – contestó.
– Bueno. Mañana vas a subir, yo estaré en la primera fila, quiero que te sientes a mi lado y no digas nada. Y ahora ve al baño y arréglate un poco, tu madre se va a asustar si no. Dile que tropezaste con una puerta para justificar el moretón.
Mamá se extrañó y se preocupó al verlo, pero no dijo nada. Se limitó a ponerle hielo, le hizo una cena muy rica y se quedó con él, acariciándole el pelo, hasta que se durmió.
Se despertó antes de que sonara el despertador. Tenía hambre, desayunó como hacía mucho tiempo que no lo hacía. Su madre le observaba sonriente y sorprendida.
Esperó impaciente el autobús y al subir pudo comprobar que su amiga estaba donde le había dicho, él ocupó el asiento a su lado.
Detrás se sentaban dos compañeras de la clase de ella. En cuanto el bus se puso en marcha, notaron movimiento en ese lugar. De repente, un aliento conocido se pegó a su nuca.
– ¿Vaya, estúpido, te has atrevido a subirte? Te dije que tenías que ir caminando hasta nueva orden. ¡Ahora vas a saber lo que significa desobedecerme!
El chico le miraba aterrado a través del espacio que había entre los dos asientos. Entonces, su amiga le empujó y ocupó ella ese lugar. Al verla, el tipo se echó hacia atrás y ella le dirigió una mirada helada. Luego le habló con un tono de desprecio que casi dolía:
– ¿A quien vas a castigar tú, inútil? La media neurona que tienes deberías usarla para no mearte en la cama – el tipo empalideció más si eso era posible. En la cara de la chica apareció una sonrisa maligna – ¿Pensabas que no lo sabía? Recuerda que mi madre es la enfermera del médico de familia. Das mucha pena intentando hacer pagar a los demás esas deficiencias que te hacen inferior. Ahora él lo sabe todo sobre ti, pero es buena persona y no lo va a utilizar en tu contra. Por lo menos por ahora. Ocúpate de tus propios problemas y deja en paz al resto, si no quieres pasar a ser tú la víctima de las burlas de todo el colegio.
El matón no abrió la boca. Empequeñecido, se había hundido más en el asiento. Blanco y con expresión de terror, al chico le recordó a si mismo el día anterior.
Pero fue extraño porque, tras la primera sensación de triunfo le invadió la tristeza, la compasión. Nadie merecía sufrir como él lo había hecho, ni siquiera aquel tipo despreciable.
– Yo no quiero que lo pases mal – le habló con su voz tímida y suave – si necesitas mi ayuda te la daré con gusto. No te guardo rencor.
Todo aquello fue demasiado para aquel que necesitaba sentirse superior a los demás. Se levantó despacio y, como perro apaleado, se situó, solo, al fondo del autobús.
Durante días no fue al colegio, decían que estaba enfermo.
El chico, en cambio, disfrutaba de la libertad por primera vez en mucho tiempo. Sus notas mejoraron extraordinariamente. Engordó, creció y mamá cambió su expresión de eterna preocupación por la de paz y felicidad.
Muchos meses después les llegó la noticia de que el matón había cambiado de colegio. Cuando se enteró, se entristeció por un momento. Estuvo seguro de que el depredador estaba ahora en nuevos campos de caza a la búsqueda de nuevas víctimas.


MARI CRUZ ESTEVAN APARICIO

El pajarillo preso en una jaula de oro cantaba su pena al aire una y otra vez intentando llegar al sentir del hombre que le había encerrado allí, caprichoso por oír a su mascota»gilguero colorin» en el jardín de su casa en donde el si vive en libertad.
Pobre pajarillo, su jaula es tan chica que aleteando sus alas solo pequeños saltitos puede dar.
Más un día de un agujero negro salió un depredador, llamado culebra que pronto en el bonito pajarillo se fijo.
Este ajemplar inteligente arrastrándose en zigzag, se acerca al patio de flores en donde el pajarillo canta sin cesar. No quiero pensar ni un momento lo que debió sufrir el animalito antes de ser trágado por un depredador de un metro que buscaba saciar su apetito.
Retiro lo de que la serpiente es un animal inteligente ya que al comerse al pajarillo engordo tanto, que quedo presa en los barrotes de una cárcel de oro.


CORONADO SMITH

Los cielos apagan tu ilusión,
miles de gusanos te comen el cerebro,
siempre aparecen sin llamarlos,
son los depredadores de sueños.
Parasitan con saña tu alegría,
hasta dejarte completamente seco,
adalides de la putrefacción,
disfrazados de alegres pregoneros.
Vendedores de oropel
no les importa bienestar ajeno,
a pesar de su plumaje,
son pájaros de mal agüero.
Vomitan medias verdades,
recitando hermosos cuentos
las otras mitades las venden,
a cambio de sufrimiento.
Cuando te quieres dar cuenta,
tu juventud se la llevó el espejo,
y la mentira de tu vida,
los depredadores de sueño.

MARÍA RUBIO OCHOA

Un gallo muy altanero y orgulloso de su suerte, despertador con el quiquiriquiiii en la temprana mañana. Las gallinas, amigas y compañeras también despiertas esperan que llegue el amo para abrir la puerta y ellas poder salir al corral a picotear las berzas, la comida, el agua y correr, jugar entre ellas. Cuando tienen que poner el huevo entran al gallinero y vuelven con su entorno. El gallo fanfarrón presume entre ellas…..Un día de verano cuando la gente está durmiendo la siesta, las calles desiertas, el silencio reina y hasta el gallo duerme tumbado al sol, las gallinas relajadas y……..Un depredador acecha sigilosamente el momento oportuno y en cuestión de segundos Zas…El zorro salta la pared con una agilidad digna de él…..Alguna gallina se da cuenta y con rapidez se esconde en el gallinero. El depredador mata a las otras y en su boca coge una y desaparece corriendo como un rayo hacía el cercano monte……


CONSUELO PÉREZ GÓMEZ

—Mira chaval, eres muy tonto…
¿Acaso crees que saber dos idiomas –o tres- te salvará de la quema que el universo nos aplica a todos? Más pronto que tarde acabarás por apearte de la burra, cuando te des de lleno contra el muro, verás que tengo razón.
Él, la miró sin entender a qué venía todo aquello. Él, que creía ser un ser alado y sin contaminación alguna sobre el vicio de aparentar. Él, que en su fuero se creía superior y que cuanto más temía ser descubierto más ahínco ponía en la acción del disimulo.
«Eres muy tonto» -escuchaba una y otra vez de la voz interior que no dejaba de repetir este mantra-.´
Él, que después de años de intentos fallidos, por fin había conseguido que ella aceptase su invitación. Él, que había inventado toda una película de amor y lujo con final feliz sobre lo que vendría después de esa cita. Él, definitivamente, era muy tonto…
Llegaron juntos al congreso donde habían sido contratados como traductores de una convención aburrida como tantas, celebrada en una isla cojonuda para mayor gloria de los asistentes.
«Los acuerdos para otro día. Estos vienen con la sana intención de comer y follar hasta el infarto, les importa una mierda el mundo y sus consecuencias», -piensa ella, mientras salta los peldaños de la escalera de dos en dos.
Entra en la cabina destinada a los traductores. Se coloca los cascos mientras por el rabillo del ojo advierte las miradas mal disimuladas del «tonto» al que acaba de rechazar por quincuagésima vez.
—Todo listo para que comience el espectáculo –susurra ella.
Tres horas de conferencia sin novedad a destacar; el mismo rosario de siempre…hablan, hablan…hablan…Ponen cara de que «sí», pero ella sigue pensando que no se escuchan entre ellos, y que estas reuniones son una excusa perfecta para abandonar sus anodinas vidas cruzando hacia el paraíso por unos días. Está cansada de toda esta farsa. Ella quiere huir de este olimpo.
—Are you free to fuck tonight?
De repente se cuela por sus auriculares esta frase. Tras el inicial desconcierto, en décimas de segundo, alcanza a pensar que alguien se ha equivocado de botón y se ha colado un mensaje que claramente no iba destinado a ella.
—– Are you free to fuck tonight? -vuelve a repetir una voz con acento latino.
«¡La madre que los parió! Solo me faltaba esto para asentarme en mi idea de dimisión».
Como no podía saber de dónde había salido la proposición, accionó uno de los mandos correspondientes para hacer llegar su comunicación a todos los miembros de la sala.
—¡ Fuck you all a fish!
Tiró los cascos contra la mesa, agarró su bolso y de un salto se dirigió a la salida. El «tonto» la miraba como si estuviera contemplando un fantasma. Ella se despidió dirigiéndole una mirada fulminante y un lacónico pero certero: «Eres muy tonto, chaval».

REBECA FS

No señoras, y señores, no son “Don depredadores”. Son los p*t*s amos de tu vida.

Vale que quieran saber de todo, por algo tienen ojos que ven de noche y un olfato que hagan que te esperen en la puerta cuando llegas a casa. Bueno, a veces te esperan en SU destrozado sofá con SU gran funda comprada cada año en el A** E*****S debido a no querer cortar sus uñas… Si le cortas las uñas seguirán por las cortinas, pero sobre todo te maldecirán por cortárselas.

Y es que lo más importante de todo es que su cola no se erice. No les hagáis malicias ¿Queda claro? O verás tus brazos sangrando de arañazos, sus ojos atravesándote las pupilas y maullidos infernales que te acompañarán en tus peores pesadillas.

Ellos dominan tu casa, tu hogar. Ellos deciden hasta las lonchas de jamón york que te puedes comer a gusto. Y sí… si te quejabas de los pelos del baño…ell@s los dejan por toda la casa…

Es de valientes tener un gato, pero rrrrrrrrrrrrrrrrr…como molan tenerlos a tu lado mientras escribes, ¿verdad Fargo?


EMILIANO HEREDIA JURADO

NUEVA
Un hombre.
Se desliza sobre sus huellas.
En el camino que lleva al bar.
El mismo de todos los días a la misma hora.
Esa hora en la que la noche se separa de los brazos del amanecer.
Y recién pare un nuevo, nublado, fresco, anodino, distinto, único, día.
Abre la puerta, subiéndose al escalón de la entrada, con sonido metálico.
Los humos de los cigarrillos hacen pareja con los humos de los cafés recién puestos.
Y bailan al compás de una vieja rumba que escupe una vieja y cochambrosa radio.
Nadie se gira para mirar al recién llegado, nadie mira, nadie habla, solo oyen.
El ruido tintineante de las cucharillas que el camarero coloca en las tazas.
Se sienta, pesadamente, en el mismo sitio de siempre, en la esquina.
Le gusta, es el sitio donde el dueño tiene la guarida de la prensa.
Deportiva, de ayer, vieja, manchada, manoseada, doblada.
De hoy, nueva, plisada con mimo, limpia, olor a tinta.
Es el primero, desvirga una a una las hojas.
Una mirada lasciva a la última cara.
Mujer semi-desnuda con tanga.
Negro, cabello rubio.
Labios carnosos.
Sólo el hombre solo. Los demás clientes, como hojas cayéndose del árbol, han ido a caer al sitio donde el destino rutinario del día a día, les tiene reservado.
-¡Pssh!-El dueño del bar, le chista, rescatándole del fondo del mar del ensimismamiento, donde se estaba ahogando-
Haciendo un gesto reflejo, espasmódico, Manuel levanta la cabeza.
-Manolo –le dice, con medio cuerpo apoyado sobre la barra del bar, con los brazos apoyados con los antebrazos juntos, sobre ésta, adquiriendo un aire de confiablidad con Manuel.-Ahí la traen, les pedí que me la trajeran a ésta hora, solo para ti, Manolo, quiero que la estrenes tú.
El mismo sonido metálico que él hizo hace una hora, más o menos, se vuelve a repetir.
-¡mírala!- Ahí la tienes, toda todita para ti. ¡Estarás contento!, ¿Eh?. –le comenta a Manuel, mefistolicamente…-
-¡Uf!, que quieres que te diga, Amador, la veo… no sé, demasiado para mí, ¿no crees?- responde Manolo, apuradamente, pasándose la mano por la nuca, irguiéndose en el taburete donde está sentado.-Además, me pillas mal de pasta, justo hoy, he cobrado los cuatrocientos euros de la prestación de desempleo, y tengo que comprar los libros de los niños, vamos, 100 pavos, tengo en la cartera ahora mismo, y trescientos, que se los he tenido que dar a mi parienta, vamos, que nó, en serio, Amador, que no puedo-dice, haciendo gestos negativos con la cabeza, pero sin dejar de mirar la novedad.
-Venga….sólo son cien eurillos de nada, además, le vas con el cuento a tu señora, que los has perdido, y que de otros cien, total, ¿Quién se vá enterar?, estamos aquí solos, tu y yó….-las palabras de amador, se enroscan en la mente confusa de Manuel, como la serpiente del génesis ofreciéndole la manzana a Eva-
-Ya…pero comprenderás, que aquí en medio como que nó….puede que venga alguien, e irle con el cuento a Irene-arguye Manuel, preocupado, pero con el deseo, cada vez más, ardiente-
-Por eso, no te preocupes, la llevo a la parte de atrás. Donde el comedor, que ahora está cerrado. Y aquí, no se entera nadie. –Éstas últimas palabras, dan el empujón que necesitaba Manuel, para arrojarse al vacío-
-¡tienes razón!-exclama con vehemencia, levantándose del taburete-total, ¿Qué son hoy en día cien euros?, poca cosa, son fáciles de reponer, ya me entiendes Amador, ¿no?-sonríe con una sonrisa triunfante-
-¡Ahí te he visto, Manolo!, venga, tira para dentro- le da una palmadita amistosa a Manuel, y le invita a entrar al comedor sin ventanas, para que disfrute la novedad-
-Hola guapa, ¿necesitas cariño?, estás tan suave….esa mirada me encanta, anda, dame lo que tu sabes dar, lo necesito, ¿sabes?, mmmm – se relame- que duros los tienes, estoy casi empalmado, de lo caliente que voy…..
-Toma Manolo- interrumpe Amador, poniéndole una copa sobre la mesa mas cercana-¿esta te mola eh?, -sonríe complacidamente-
-¡uf!, ésta si que me va ha dar juego, no la otra vieja cochambrosa que tenias , que daba hasta asco-dice Manuel, que no para de acariciar, de oler, casi lamer….-
Risas.
Jadeos, sudoraciones.
Palpitaciones, enojo, enfado, ira, impotencia.
Frustración, tristeza, desesperación, angustia, depresión.
Huida, escapada, fuga, olvido, exilio, despedida, hundimiento, naufragio.
Un hombre se arrastra por el camino por el que se deslizó, hacia su casa, nó hogar.
Vergüenza, miedo, temor, desprecio, pavor, pánico, asco, terror.
-Irene…-los ojos son dos bolas de acero ancladas con argollas de decepción a sus tobillos-el dinero… lo he perdido, cariño, no sé cómo ha sido…
La bofetada le cae encima como la lapida que confirma su muerte.
-¡Cabrón!, ¡hijo de puta!, ¡ni una más!¿oyes?, ¡a la mierda todo hijo de la gran puta!.
-Pero Irene, cariño, te juro que es verdad….-es pequeño, ínfimo, minúsculo, molecular-
-¡cien euros para tus hijos!, ¡sinvergüenza!, !que te creías!, ¿Qué no me iba a enterar?-
El portazo, primer clavo.
El ascensor subiendo. El ascensor bajando. Segundo clavo.
En el espejo con pintalabios, ¡adiós hijo de puta!, el tercer clavo.
Y ahí, quedó Manuel, crucificado en el recibidor de su casa, murmurando:
-….puto juego, puta máquina tragaperras…me han devorado….
FIN

GABRIELA MOTTA

Esa noche no me podía dormir, prendí la tele para ver una película, pero como no había nada interesante terminé en un canal de animales mirando un documental sobre los gatos. Vaya animal tan especial, yo los amo y me atrapo de inmediato.

Después de un rato el documental dio un giro inesperado y los testimonios de los veterinarios se cortaron para dar lugar a un espacio que se convirtió en algo así como: los gatos seres místicos, no entendí mucho para donde iban con todo esto, pero seguí mirando.

Sasha, mi gata, me acompañaba echada en la alfombra sobre mis pies y juntas escuchábamos atentas a una especialista sobre energías que comenzó a describir historias de gatos que espantaban espíritus y afirmaba que ellos eran, algo así como, los mejores depredadores de malos espíritus, describiendo con detalle cómo primero los gatos los identificaban, después los trataban de ahuyentar, pero si el ente insistía en quedarse ellos los atrapaban en su aura llevándolos lejos de su casa, o sea, la mía en fin! Era todo muy loco.

Sasha se levantó de la alfombra y comenzó a maullar hacia un rincón.

—Vení Sasha —le dije— ahí no hay nada. Le volví a decir con voz de circunstancia tratando de disimular el susto que me invadía cada vez que ella maullaba. Sasha comenzó a girar en círculos, los maullidos aumentaron, la mujer en la tele seguía hablando de los espíritus oscuros. Yo seguía intentando ser racional, cuando Sasha dio un maullido desgarrador y se erizó toda, como si acorralara algo, alguien, una cosa o lo que sea en el rincón justo contra la pared.

«A la mierda» —pensé— «al carajo con la racionalidad» le abrí la puerta del fondo la miré fijo a los ojos y le dije: —si tenes ganas de salir anda nomás. Ella salió para el patio y volvió a entrar a la cocina tranquila, con cara de acá no pasó nada y se acostó nuevamente junto a mis pies.

Apague la tele en el momento que la mujer concluía diciendo que los gatos eran los depredadores más eficientes contra las malas vibraciones de nuestros hogares.

Me voy a dormir, ya no puedo más con tantas energías ocultas, pero por las dudas me llevo a ¡Sasha al cuarto conmigo!

Cómo dice el dicho: Yo no creo en las brujas, pero …


ALBERTINA GALIANO

DEPREDADORES

En el metro fui testigo de la siguiente escena:

Una chica muy joven, apenas 16 años, monísima, con mochila y aspecto de deportista de élite en un deporte minoritario habla con un chico de alrededor de 30, también con mochila deportiva, menos agraciado: cara con acné, ojos claros pero saltones…

Ella responde a las preguntas que él le hace, sin mirarla.

Ella frente a él, y él de perfil, le pregunta y le responde siempre mirando al cristal oscuro del vagón, situado frente a sí.

Yo pienso si es ciego o gilipollas.

Cuando la chica sale del vagón se despiden, y constato que ciego no es, pues acto seguido se pone a mirar su móvil…

¿Qué hay detrás?

Le sigo; me interesa mucho saber cómo es; tiene pinta de alguien perverso…

Se baja un par de paradas después; anda un trecho y entra en un portal de un barrio céntrico; un buen barrio.

Le pierdo, pues; no me atrevo a entrar tras él.

Espero un poco en la puerta y, ya me dispongo a marchar cuando le veo salir de nuevo.

Esta vez va con dos hombres algo más mayores; me cuesta reconocerle. Le llevan desnudo, andando a cuatro patas como un animal, atado por el cuello con una cuerda.

Visto por detrás los testículos le cuelgan. Una imagen ridícula si le ves como un animal, y doliente si le ves como un humano.

Le es difícil seguir el paso que le marcan; le hacen correr, le hacen sufrir, y por dos o tres veces tienen que parar y dejarle descansar… Él se tumba un momento en posición fetal, en silencio, y de nuevo prosiguen la esperpéntica marcha.

Es todo lo que necesito para entender su mirada de perfil en la escena del metro…

Y yo cierro los ojos porque toca en mí una tecla profunda, pero dolorosa, que no quiero pulsar.


PECERA CON PEZ

DEPREDADORES

La semana en casa le había pasado muy rápido. John apagó el despertador sin apenas fuerzas para afrontarse a un nuevo lunes.

Hoy le tocaba viajar. Exigencias del trabajo… Viajaba tres semanas y, como recompensa, la cuarta podía trabajar cómodamente desde casa. Recuerda como le atrajo la idea de recorrer, en coche, el país cuando era joven. Cuando era demasiado joven para pensar que en futuro se podría arrepentir. Los niños están durmiendo… Mery ya está acostumbrada. Antes se despertaba con él de madrugada y le despedía llenándolo de besos. Ahora, ha de interpretar ese gruñido entre sueños como un «adiós te quiero cariño».

El ruido del motor rompe bruscamente el silencio de la noche. «Johnny, Jhonny… siempre has sido el más débil de los dos. Esa puta necesidad de echar raíces… ¿crees que por eso eres buena persona? ¿Quieres fingir que esto no te excita? Menos mal que me tienes a mí. Sin mí eres un mierda. »

Laura apura el final del cigarrillo notando el calor en sus labios antes de subirse al coche. Laura está haciendo autoestop. Sola, en la carretera, en un país extranjero, de madrugada. Sabe que sus padres no lo aprobarían, su pequeña… Pero España queda lejos y a Laura siempre le ha gustado viajar, o como dice ella resetear. Un nuevo destino, una nueva oportunidad…

John, siempre amable, siempre buen ciudadano, le ha ofrecido subir al coche con el pretexto de hacerse un favor mutuo. La noche y el sueño son traicioneros al volante.

Ella se suelta el pelo con un movimiento sensual mientras observa la foto familiar del salpicadero, se les ve realmente felices con sus amplias sonrisas.

Él, observa el curioso tatuaje de la chica en su hombro, una mantis religiosa, mientras intenta llevar una conversación coherente. «Joder, Jhonny, sabes como nos ponen las chicas con tatuajes. Las chicas con tatuajes son guerreras..».

Laura cruza la piernas elevando el vestido, se siente observada y ella tiene ganas de caza, le van los hombres de familia…

Un letrero de cafetería 24 horas iluminado en la carretera les ofrece un descanso. Jhon pretende llevarle a su terreno, quiere ganarse su confianza y moder ese tatuaje hasta poder arrancarlo, los tatuajes hacen más fácil la identificación de los cuerpos. Laura pretende excitarle hasta que su deseo pueda más que su moral… Acabar en un motel de carretera y esperar a quede dormido para robarle… Nadie denuncia cuando tiene cargo de conciencia.

DEPREDADORES CONTINUACIÓN

Jane lleva un turno de trece horas y ya no puede más. Necesita el dinero desde que le dejó ese cabronazo. Está cansada de su vida. Ha cumplido con todo los tópicos que eran de esperar. Quedarse embarazada a los 16, dejar de estudiar y convertirse en camarera. Ahora sólo sueña en viajar y escapar de la rutina.

Suena el timbre de la puerta que anuncia un nuevo cliente. Ese odioso timbre que le saca de sus pensamientos. Son una pareja, ella con su vestido de tirantes y un hermoso tatuaje en el hombro. Él con su traje bien planchado y corbata. Eso es lo que ella ansiaba, una vida normal, como tantas otras, como esas. Cansada y sin realmente pensarlo, Jane coge el rifle que está debajo del mostrador y arremete contra todos los que están en el bar, contra todas sus vidas normales cumpliendo, así, probablemente con su último tópico.

Pecera Con Pez



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6 comentarios en «Depredadores»

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