Hay que reconocerlo: al escribir tendemos a usar un lenguaje impostado. Pensamos que debemos lucirnos. Y es verdad, tampoco se trata de escribir igual que hablamos, porque para ello el lenguaje escrito nos permite más tiempo para pensar y poder estructurar mejor el mensaje y no repetir palabras, pero una cosa es cuidar el contenido y otra cosa es el afán por imitar un lenguaje literario que no dominamos.
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Escribir bien no es usar palabras raras. No es enredarse en descripciones que no llevan a ninguna parte. No es «decir más» (de hecho, «menos es más«). Una buena descripción puede ser una delicia, además de crear la ambientación de tu historia y ralentizar el ritmo de los acontecimientos para dar tiempo al lector a asimilar la trama. Pero tiene que ser una descripción coherente y que aporte valor.
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Un ejemplo que solemos poner en nuestros cursos de escritura es el siguiente: Imagina que el protagonista de tu historia va a visitar a un amigo a su casa. ¿Es necesario describir al detalle cómo es la casa de su amigo si ese escenario es circunstancial, si no va a volver a aparecer y no es relevante para la trama? Da igual si la cocina tiene los muebles pintados de azul o si hay una escalera que lleva al garaje. Y salvo en casos muy puntuales, como que sea una novela de terror en la que quieres crear tensión ante la posibilidad de que aparezca algo terrible por esa escalera, leer esa descripción aburre.
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Y ojo con las palabras y expresiones vampiro: el abuso de adverbios y adjetivos, de conectores del discurso, de perífrasis, redundancias, coletillas…
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La información que des al lector tiene que ser la justa y necesaria, ni menos ni más. Huye de la paja literaria que muchas veces se mete con muy buena intención. Quítate de la cabeza la idea de que hay que ornamentar el discurso (para sonar bonito en la ficción, para dar sensación de experiencia en la no ficción…), porque causa el efecto contrario. Leer un libro entero así queda poco natural, y cuando el 50% del texto es prescindible, la lectura se hace más lenta y pesada y distrae la atención de la trama.
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