Si lo sé no vengo

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir con el tema “si lo sé no vengo”. Estos son los relatos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 6 de junio! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).

*Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor/a) y no han pasado procesos de corrección. El ganador se anunciará en el grupo de escritura creativa Cuatro Hojas de Facebook.

ISA GARCERÁ

“Los rayos de sol bañan las pieles de aquellos que andan por las aceras y el aire mece suavemente las hojas de los árboles. Los olores de la incipiente primavera se mezclan con los de las paradas de comida de las calles”. Esto es lo que escribiría un subnormal. Cualquier imbécil pensaría que hace un día perfecto, pero hace un día de mierda. Me gustan los días nublados, especialmente si es domingo. Los domingos tienen algo especial: el nerviosismo de un lunes venidero, la calma de las nubes negras antes de la tormenta o ese momento en el que deseas jugar en el parque, pero acabas llorando porque debes ir a misa por los cojones de tu padre. Por otra parte, las nubes negras que auguran tormenta… Eso sí que es un día bonito, sobre todo porque toda la gente se queda en su puta casa y no tienes por qué soportar a nadie. Desgraciadamente, ni está nublado ni es domingo.

Me he levantado agobiado por el día soleado, se nota ¿no? Luego me he tomado un café para ver si me espabilaba; mientras, me he topado sin querer con una frase de Mr. Wonderful en las redes sociales que casi me hace vomitar: «si te esfuerzas no habrá sueño que se te resista», decía. Vete a cagar, Mr. Wonderful. Más tarde, me he puesto a cocinar unos huevos fritos y me han salido increíblemente perfectos. La hostia, qué asco de huevos, tan redondos… Los he tirado a la basura inmediatamente. Luego he ido a fumarme un cigarrillo, pero he visto que no me quedaba ni uno solo en el paquete. He bajado a comprar uno, pero el estanco más cercano estaba cerrado. Además, me he encontrado con la vecina de abajo, que me ha dado los buenos días amablemente y me ha regalado una flor de su jardín, para animarme, según ella. Maldiciendo todo lo que he podido y comiéndome la flor a bocados, he vuelto a subir a casa. Me ha llamado mi novia recordándome que hoy era el día en que habíamos quedado para que conociera a mi suegro. He pensado que quizás eso animara algo el pésimo día que estaba teniendo. A ningún suegro le gusta conocer a su yerno.

Me he puesto el traje más negro que he encontrado en mi armario para quedar con ellos y me he dirigido hacia la estación de metro. Cuando he llegado a la estación, olía intensamente a meado, lo cual ha sido bastante placentero. —Por fin algo bueno en este día de perros —he pensado. Además, la estación estaba tremendamente sucia, lo cual le daba un aire a alguna deleitosa zona del Bronx. He llegado a la heladería donde habíamos quedado y me ha tocado esperar mientras veía cómo una madre le compraba un helado a su hijo de cinco años. El niño tenía unos ojos azul cielo que daban muchísima grima y sonreía constantemente, daban ganas de estamparle la boca contra un bordillo como en esa película… ¿Cómo se llamaba? En fin, qué más da. De pronto, he visto venir a mi novia con un señor mayor. Parecía un hombre rudo, era calvo y tenía una barba blanca asquerosamente bien afeitada. Mientras se acercaba, he estado pensando que le conocía de algo, pero ¿de qué podría yo conocerle?

—Cariño, te presento a mi padre, Paulo —ha dicho mi chica alegremente. De pronto he caído. Ya sabía de qué lo conocía, mi boca se estaba abriendo de par en par al recordar que el apellido de mi novia era Coelho. El señor ha tendido su mano para saludarme, y me ha dicho, probablemente citando uno de sus libros:
—Hace un día hermosísimo. ¿Sabes, chico? Todos los días, Dios nos da, junto con el sol, un momento en el que es posible cambiar todo lo que nos hace infelices.

El puto Paulo Coelho. Si lo sé, no vengo.


CORONADO SMITH

¡Salgan de aquí,
inmediatamente los dos!
¡Que venga alguién y los lleve,
a su pabellón!
(Continuación de que hace usted aquí)

Por allí nadie aparecía,
la espera era interminable,
todo el mundo debatía,
y la tensión era palpable.

¡Si lo se no vengo!
-añadió el doctor,
¡No hubiese hecho falta!
Para eso, estaba yo.

¡Ja,ja,ja que risa!
Apuntaba la paciente,
que no estés con la camisa,
ya es bastante sorprendente.

¡Vamos a ver!
Aquí el doctor soy yo,
y ya me están contando,
que les pasa a ambos dos.

Pues que tenía consulta,
y me lo encontré a él,
vestido de médico,
en vez de a usted.

¿Tendría usted a bien,
o me podría explicar,
por que suplantó,
mi atractiva identidad?

Ya veo que usted quiere,
la verdad conocer,
la cosa es muy simple,
somos marido y mujer.


MARÍA DAVID

Un cielo con matices de un azul profundo y una brisa sofocante envolvían Benares- una antigua ciudad a las orillas del rio Ganges.
Paseaba aturdido por sus calles estrechas y alborotadas con gente de diferente clase social, que por su estatura se parecían a unas hormigas que caminaban incansables, trepidantes y desinteresadas.
Tejidos de seda y muselina, de diferentes tamaños y colores, adornaban los puestos improvisados de los ambulantes, mientras que olores fuertes y sensuales acariciaban mis sentidos bien arrinconados. Una mujer con pelo negro y con ojos de color miel, me fijaba, desde ya un buen par de minutos, desde su puesto de venta.
-Señor, ¡mire estos tejidos de seda! Son de buena calidad.
-¡Toca este…! – me dijo la vendedora, enseñándome un tejido brillante y de color naranja. Y bien sorprendido he quedado al notar la suavidad del tejido.
-¡Suave y fino! Creo que me quedo con esto… – le dije sin ni siquiera pensármelo más veces. Pagué el tejido y me esfumé, entre la gente, hipnotizado, quizás un poco torpe, hasta llegar al río Ganges. El lugar estaba repleto de personas que subían o bajaban los escalones del templo, o que, simplemente, disfrutaban del agua o hacían algún ritual de más. Mi curiosidad y atrevimiento, me hicieron meterme en el agua, que aunque parecía un poco sucia y maloliente- ¡eso no me echo para atrás!
¡Y allí estaba yo! Entre gente que solo disfrutaba del agua, o gente que hacía rituales, y barcos que se movían lentamente en el puerto. Un sentimiento de paz y tranquilidad se apoderaron de mí; me sentía ligero y en paz y armonía con mi alma. Nada, ni nadie podía alterar mi estado de ánimo. O, ¡eso es lo qué pensaba yo! Ya que, bajo mi mirada estupefacta, vi un barco que se acercaba al templo y, de repente, un joven delgado y de estatura mediana, tiró un cuerpo moribundo en el agua, a escasos metros de mí. Una sensación de mareo hizo que me desmayara. Me desperté tendido sobre los escalones y con la ropa mojada, sin recordar nada. Y, alrededor de mí, gente que me miraba desconcertada. Y, nada más levantarme, ¡lo vi!, ¡allí estaba!, el cuerpo lívido de una vieja flotando en el río. Un olor apestoso y podrido hizo que vomitará.
Con una voz perdida y confusa, dije:
-¡Qué horror, por Dios! Si lo hubiera sabido antes, ni siquiera me hubiera atrevido pensar en ir en un sitio así.


MARI CRUZ ESTEVAN APARICIO

-He venido -diJiste a devolverte el anillo que me impide ser libre para amar a otra mujer.

Como un jarro de agua fría cayeron aquellas palabras sobre el sentir de la enamorada de los anillos de helechos…
Un desvanecimiento de amor llevó a la joven a la locura. Entonces el hombre fuerte que está cerca de ella la coge en sus brazos, ella percibe su olor y recobra el sentido, es cuando el varonil joven le dice al oído «Si lo sé ni vengo»


SILVIA TRAMOYERES

Lucía había quedado con su amiga Sara en un garito nuevo , hacía mucho que no salía de fiesta , había estado deprimida tras una ruptura sentimental .
Se puso un vestido rojo , bastante escotado y ceñido , se maquilló para la ocasión y se dispuso a salir .
Cuando llegó al local comprobó que Sara no había llegado todavía , le envió un wassap y esta le respondió que aún tardaría al menos una hora en llegar .
Resoplo y se dijo para su interior
– ¡ Si lo sé no vengo !
Se acercó a la barra a pedir una bebida , se percató de que había un hombre bastante apuesto mirándola , era moreno , de cuerpo atlético y facciones marcadas , le dedicó una sonrisa de lo cautivadora , Lucía se puso nerviosa al ver que se le acercaba .
Se le presentó su nombre era Adrián , estuvieron bebiendo y charlando , Lucía se había relajado y ya no le importaba que Sara le hubiese dado plantón .
Salieron fuera a tomar el aire , estaban bastante colocados , se besaron apasionadamente , Lucía notaba el calor subiéndole desde su entrepierna , él la propuso ir a un hotel .
No se percataron de que alguien les seguía , llegaron a la habitación medio tambaleándose pero encendidos de pasión .
Se desnudaron a toda prisa como si no pudieran esperar más , devorándose mutuamente la piel a base de besos y lametones .
Fue el sexo más satisfactorio que Lucía sentía en años , Adrián demostró ser un gran amante .
Ya habían terminado , estaban ambos desnudos , satisfechos y relajados cuando tocaron a la puerta .
Lucía se echó la sábana por encima y fue a ver quien era , fuera sólo había una carretilla con una botella de champán en hielo ya abierta y dos copas , dedujo que sería algún cóctel de bienvenida de parte del hotel , porque ellos no habían pedido nada .
Brindaron por haberse conocido , acabaron bebiendo más de media botella , ambos empezaron a sentirse mareados y somnolientos , se dejaron caer en la cama y en unos instantes quedaron inconscientes .
Entonces alguien entró en la habitación , era la persona que les había seguido desde que se besaron en la calle a la salida del garito , Sara , ella les había echado unas pastillas para dormir en el champán que había encargado que les llevasen .
Asestó a Adrián varias puñaladas , cubrió sus huellas y le colocó el cuchillo a Lucía en las manos , para inculparla y después lo arrojó a un lado y se fue 


SERVANDO CLEMENS

El nuevo empleo de mi mejor amigo

—Entonces aseguras que el enorme estrés lo causa tu trabajo en la oficina —le comento a mi mejor amigo, mientras descorcho la botella.

—Sí, me estresa demasiado —responde, poniendo las copas encima de la mesa—. Más de ocho horas encerrado en un cubículo y enfrente de un puto ordenador me está matando. Aunque la angustia lo provoca mi otro empleo.

—¿Te refieres al de escritor, verdad? —pregunto, sirviendo y luego dando un trago largo a la copa para entonarme.

—No, hermano. Ya dejé de escribir hace como tres meses.

—¿Por qué? —pregunto—. Según tenía entendido, escribir era tu gran pasión y estabas por firmar un contrato con una editorial importante.

—Lo sigue siendo, pero no ganaba dinero y mi esposa me pedía que buscara otra ocupación que generara ingresos para pagar la hipoteca. Ya no podía seguir esperando más.

—Por cierto, ¿dónde está Roberta? Hace días que no la veo.

—Puffff, tuvimos una fuerte discusión hace una semana y ella se fue a casa de su madre.

—¿Por qué?

—Por mi nuevo oficio —dice con nerviosismo—. Ella no está de acuerdo.

—¿Ya tienes otro trabajo? ¿Por qué no me lo habías dicho?

—Sí, conseguí una entrada extra de dinero. Por las mañanas voy a la oficina y por las noches salgo a laborar.

—¿No me digas que eres prostituto? —bromeo, dándole una palmada a la mesa.

—No te burles de mí —responde, sirviéndome más vino.

—¿Entonces estoy en lo cierto? —pregunto, estupefacto—. ¡Eres un golfo!

—No, para nada. Sin embargo no te puedo dar detalles de la organización para la que trabajo. Es ultra secreto.

—¿Por qué? ¡Déjate de hacer el misterioso y cuetéamelo todo!

—Pronto lo sabrás —murmura, colocándose la copa en los labios y sin tomar todavía un sorbo.

—¡Pues festejemos tu nuevo empleo!

—je,je,je. —Le escurre una gota de sudor por la frente.

—¡Salgamos a un bar! —propongo, empinándome la botella—. ¿O te me vas a rajar?

—Lo siento, no puedo seguir bebiendo —dice, desviando la mirada. Algo en su cara no me cuadra.

—¿Ahora eres un santo? ¡No seas gallina!

—No, pero debo tener los cinco sentidos bien despiertos. De hecho ahorita tengo que salir a trabajar. Me encargaron finiquitar a un cliente.

—Me estás intrigado. ¿A esta hora, tigre?

—Para mi nuevo empleo no hay horarios.

—¡Déjate de tonterías! —le digo, dándole un puñetazo en el hombro—. ¡Abre una botella de tequila, no seas cobarde!

—¡Lo siento, pero no! —grita, frunciendo el entrecejo y apretando los puños.

—Ya deja ese papel de rudo que no te va. Las historias que escribías eran cruentas, pero tú eres un pan de Dios. Tú eras el típico niño al que le hacíamos bullyng en la escuela y te voy a dar unos coscorrones en esa cabeza hueca si continúas de bocón.

Ya me sentía ebrio y envalentonado. En ocasiones me ponía agresivo con mi amigo.

—De verdad, tengo que salir. Si quieres espérame aquí un par de horas y ya vengo para seguirle. ¡Será un trabajo súper rápido!

—OK, te espero. No tardes, esta noche tengo ganas de embriagarme hasta perder el conocimiento.

Se pone de pie, camina hacia el armario y lo abre.

—Ponte suéter y bufanda porque afuera hace frío y te vas a enfermar, marica —digo, satíricamente.

—De hecho debo ir bien protegido.

Saca del armario una mini Uzi, se pone un chaleco antibalas y se embute una capucha negra en su fea cara.

—¿Qué ha-haces? —tartamudeo—. ¿Vas a una fiesta de disfraces? ¿De dónde sacaste esos artilugios?

—Ya te dije, voy a liquidar a un cliente que le debe mucha plata a la organización.

—¿¡Eres un sicario, carajo!?

—Sí, pero no lo digas tan feo, por favor —pide—. Mejor di que soy un agente secreto de la CIA.

—Dios, dime que es una broma. ¡Te volviste loco!

—Es en serio, hermanito —responde, leyendo un mensaje de su teléfono móvil—. De alguna manera tenía que pagar las deudas.

—Upsss, recordé que tengo que levantarme temprano —me excuso, poniéndome de pie—. Hasta luego.

—Es que ya no te puedes ir —lo dice con voz áspera.

—¿Por qué? —pregunto, encaminándome hacia la puerta—. ¡Juro que no le diré a nadie lo de tu nuevo empleo!

—Es que acabo de ver un mensaje y tú estas incluido en la lista de esta noche —dice, amagándome con el arma.


TALI ROSU

(Continuación del de la semana anterior)

Seguro que cambié la cara cuando escuché ese grito de auxilio. Fue una sorpresa, sí, desde luego no me lo esperaba. Pero cuando me di cuenta de que no iba de farol, no pude evitar sonreír.

Ella tenía un mando en la mano, apuntó al receptor del aparato de música y apretó el botón verde sin quitarme la mirada de encima. Un hilo musical de los años 40 empezó a guiarnos en un duelo casi coreografiado. Ella avanzaba cuchillo en mano, yo retrocedía dejando que pensara que la situación estaba bajo su control.

Después de un buen rato por fin me dio alcance y hubo una lucha entre gemidos y arañazos, luego dejé de fingir y le mostré mi verdadera personalidad. Me subí a la mesa y bailé excitada, un swing me acompañaba dando intensidad. En mi cabeza era una obra de teatro, un musical para un público inexistente. Empezaba la función.

Ella pensaba en una cacería, yo era su presa y quería verme sangrar. Nunca imaginó que mis intenciones fueran las de atarla y hacerla sudar.

Tiró de mi pierna y me tumbó en el suelo, ella no esperaba tanta agilidad. Me giré de prisa y la cogí del cuello, empapé las bragas de felicidad. Ella se mordió un labio.

―Si lo sé no te abro ―dijo con sarcasmo.

―Si lo sé no vengo ―respondí sosteniéndole la mirada.

Ambas sonreímos.

Los gritos de auxilio que venían de arriba hacían más hermosa esa situación.

Quitó mi mano de su cuello y la puso en su cadera. No le costó ningún esfuerzo, ahora era la reina en la habitación. Me tiré en la mesa y me arranqué la ropa.

Había terminado la persecución.


OLGA LUJÁN

-Entonces, ¿por qué estas aquí? – Preguntó insinuante Caperucita durante el carnaval, mientras se contoneaba sugerente ante un lobo feroz que prefería fijar los ojos en la pantalla de su nuevo iPhone.

CONTINUACIÓN (Tema: Si lo se no vengo)

-Tienes razón. -Responde él. -La verdad es que si lo se no vengo. No me gusta la música, no me gusta esta gente y la bebida es de garrafon. Menos mal que traje una batería supletoria para mi móvil.
Y de nuevo vuelve a sumergirse en la pantalla. Ella, mientras se aleja entre dientes le espeta
-Pues si que ha cambiado el cuento!!!
Decidida a marcharse sin ni siquiera despedirse, pasa primero por el baño y allí, frente al espejo el cuento se hace realidad.
Caperucita se humedece la cara y al incorporarse puede ver reflejado tras ella a su lobo. Este se acerca, Le coloca un antifaz sobre los ojos y atranca la puerta. Ella se deja hacer. Poco a poco con una fuerza hasta ese momento desconocida por la mujer, la fiera la devora… a besos. Entre sus grandes manos y una boca mortalmente sensual, le hace sentir como nunca. El encuentro finaliza con un gemido al unisono. Entonces el lobo sale del aseo.
Caperucita, con una sonrisa maliciosa, se recompone la ropa, acicala su cabello para colocarse de nuevo la caperuza.
Al salir comprueba con satisfacción que su novio-lobo oficial continúa en el mismo sitio donde le dejó entretenido con su iPhone sin haberse enterado de nada.


ALBERTINA GALIANO

Querida vecina del 1°izda.:
Sé que ayer te fuiste con esta frase rotunda. No me dio tiempo a despedirme de ti. Hoy lo hago a través de esta carta.

Quería darte las gracias por haberte dejado convencer para organizar la cena anual de la comunidad.

Ya había terminado tu jornada laboral, y volvías cansada. Aún así insististe en cocinar tú misma sin rechazar, no obstante, la ayuda de los demás.

Con los recursos que había preparar una cena para todos era tarea difícil. Debía hacerse con cuidado.

Algunos pedían asado; no hubiera saciado más que a unos cuantos, así que tocó buscar un menú más económico para que nadie quedase con hambre.

“Recordad que hay que ayudar al del segundo, que no puede subir escaleras. También la vecina que trae a los niños en el carrito. Y el señor mayor que vive solo en el 4°. Ellos se sentarán primero y elegirán sitio”.

“Algunos no podrán pagar, y habrá que poner su parte. Sobre todo los que acaban de llegar porque el edificio en que vivían se derrumbó, días atrás”.

Me encantó tu idea de adornar el portal con plantas, y pedirnos que dejáramos los carritos y patinetes fuera del edificio, para no obstaculizar.

Qué difícil contentar a todos, sin embargo.

Ya en la cena, un propietario de los pisos altos recordó de muy malas maneras que él había puesto más dinero que los demás, y que por eso le correspondía la mejor tajada.

Sin perder tu eterna sonrisa te esforzaste en escucharle, y en no responder a los malos modales de unos y otros. Incluso cuando alguno sentenció que las croquetas no eran caseras. ¡Qué necedad!

En ningún momento perdiste tu tono educado y comprensivo. Hasta el punto de instar al impresentable que destrozó una lámpara de un puñetazo a colaborar en el lavado de la vajilla, para compensar. Yo le habría echado, directamente. Aunque entendí tu sanción, dictada por la razón, y no por la emoción.

Al terminar la cena hubo fiesta y actuaciones estupendas. Sin dejar de bailar nos recordaste que cuando acabase todo no nos podíamos ir sin ayudar a recoger. Y como lo dijiste con respeto, la verdad, hacerlo fue un placer.

Lo pasamos bien. Aunque no todos por igual. Por ejemplo, el del ático no quiso bajar. Dijo que se vale solo y no necesita a nadie. Todos sabemos que no es verdad, y recordamos que tiempo atrás sufrió una caída y tuvimos que ayudarle a curar sus heridas y a restaurar sus pertenencias, que se habían estropeado con el accidente.

Hace unos días unos cuantos se reunieron y dijeron que la próxima comida se hiciera en otra casa, una de las viviendas amplias con terraza. Allí prometían cóctel de bienvenida, y servicio de catering. Se exigirá además vestir de etiqueta y pagar entrada. Los del entresuelo ya han dicho que en esas condiciones les será imposible ir… Una lástima.

En fin, termino ya. Sólo quería decirte que estés tranquila. Un grupito de vecinas y vecinos nos hemos organizado y desde mañana empezamos a practicar la receta que nos dejaste.

Encenderemos el horno, prepararemos la masa, condimentaremos con mimo y cuidado, mezclando los ingredientes… Como nos has enseñado bien, y te hemos visto muchas veces, solo es cuestión de tiempo.

Con paciencia y perseverancia, y altas dosis de imaginación, conseguiremos preparar como sólo tú lo hacías, esas maravillosas madalenas.

Gracias por tu inteligencia y tu generosidad.

Firmado: la vecina de abajo.


DAVID DURA MARÍN

Está usted Cansado de que le confundan con Faimino?.

Su colchón tiene más de diez años y sigue durmiendo con él?.

Bienvenidos una mañana más al concurso , beso , verdad o atrevimiento.
Podíamos hacer girar una botella pero no somos un grupo de autoayuda .

Allí estaba la sombra , en su primer día alejada de focos y miradas tenebrosas.

Primera pregunta por tres gallifantes y un cocodrilo de nylon.

Dicese del acompañante que puede subir en transporte público y no paga billete.

El perro lazarillo , contestaron unos .
Otros dijeron el desodorante , respuesta incorrecta.

La sombra no salía de su asombro ante preguntas tan fáciles .
Tenía su gran oportunidad , concursar en algo de su beneficio para salir de tanta oscuridad.

Han pedido el comodín del público!
gritó el presentador para ser oido en cada rincón de cada casa.

Las luces enfocaron el escenario , pero siguieron su busqueda hasta dar con la sombra detrás de unas cortinas hechas con punto de Mari Cruz .

Ha venido con su hermano gemelo !
Que bajen los dos, un fuerte aplauso de izquierda a derecha .

Sus nombres ?.

Sombra .

Y el suyo ?.

Mala sombra , dijo sombra.

Por primera vez en su vida alguien formaba parte de ella.

Beso , Beso , Beso , gritaba la parte de público de Castañeda la Hermosa con sus camisetas color rosa .

Ha ganado , brummm , ruido de tambores …
Brummmm , ruido de despertador .

Antonio Leresma tenía su rutina de siempre , descafeinado con agua , ensoñación en su taza del váter y esa extraña sensación de sentirse observado.

La sombra calló una vez más , maldito el día que decidió formar parte de algo. Si lo se no vengo .


EMILIANO HEREDIA

MIERDA GRANIZADA

Pues, èsto es, una historia, que le ocurrió a un amigo mío, hace unos años ya.
Mi amigo, oriundo de la sartén de Andalucía, èsto es, Ècija.
Decía que, mi amigo, la masa más grande de agua que había visto en su vida, era un barreňo de arroba más o menos, para el jondeo anual, para lo de las fiestas de la virgen, allá por Agosto.
Pues, tenía éste amigo mío, una ilusión, un sueño secreto, que en los ratos de atontamiento, cuando el calor canícular sofría lentamente vuelta y vuelta a los paisanos, echaba mano se esa idea, para paliar su penuria climática.
El Polo Norte.
En las pocas veces, que mi amigo veía esas imágenes de hielo impoluto, pingüinos, y osos polares, enormes lagrimones se le caían por las mejillas, evaporandose de inmediato.
Y, como hay Dios, que un buen día, le tocó el euromillòn a lo grande.
Como perro a un chuletón, se lanzò a lo loco a por el primer billete para Noruega.
¡Pero, ay!, encontrar un anorak, un Jersey, o algo similar que cubriera por debajo del codo, era como encontrar a Lenin haciendo la primera comunión.
¡Ya lo compraré en el país!, pensó mi amigo.
Éste, que lo más lejos que había salido del pueblo, había sido a una finca del pueblo de al lado a coger aceituna, nada más despegar el avión, el estómago se le puso del revés, luego del derecho y finalmente, haciendo el pino.
La tez morena, se le tornó de tiza, luego como un pitufo y finalmente, como el increíble Hulk.
Nada más aterrizar en Oslo, emulò al Papa, agradeciendo estar vivo, con tan mala pata, que, los labios, a – 20 grados, se le quedaron pegados de tal forma que, una solicita azafata, se los despegó con una teterita de agua caliente.
Con los labios a lo Carmen de Mairena, y más congelado que una pescadilla del ultramarinos, llegò mi amigo al hotel.
Una vez vestido para la ocasión, pareciéndose al madelman explorador, partió mi amigo, hacia el polo.
Nó tuvieron guasa ni nà los guías que lo llevaban.
Andando como robocop, mi amigo hacia lo que podía.
Lo que iba a ser una semana, disfrutando de lo que era su sueño, se convirtió en dos días en los que mi amigo, harto de la carne de reno amojamà, del frió que helaba hasta las ideas, echando de menos los flamenquines, el gazpacho, el calor y el sol de Andalucía, cogió el avión de vuelta con más ganas y más rápido que el de la ida.
Si lo sé, no vengo (me contaba mi amigo, las penurias que pasó).
-Manolo¿tú sabes que fuè lo peor de tò?, cuando iba cagar…. ¡salía la mierda granizà!


GABRIELA MOTTA

(Continuación de «Si lo sé no vengo»).

— ENTONCES, ¿POR QUÉ ESTÁS AQUÍ? —Por impulsiva, pero ya me voy ¿no hay ningún gato herido verdad?

—Sofía, ¿dónde estás? está loca no me deja salir. Gritó y corrió hacía la cocina donde se encontró a Sofía con el gato muerto entre sus manos con la mirada perdida.

—Sofía ¿Qué está pasando? ¿Qué le pasó al gato? Sofía se levantó con las manos ensangrentadas, miró fijo a la extraña y le dijo: —El gato ya está muerto, ahora solo falta la humana y entonces ¿sí me llevarán con ustedes?

——————————————————————————

La extraña soltó una carcajada.

—¿Qué te hace pensar que somos de otro planeta?

—¡Es una broma! —exclamó Sofía nerviosa. Ya he llegado demasiado lejos para que ahora me digas que no son alienígenas.

María observaba la situación, investigaba con la mirada cada rincón de la cocina tratando de encontrar el momento oportuno para salir corriendo por la puerta de atrás.

—Yo no dije que fuera una broma —le dijo la extraña. Pero tampoco recuerdo haber mencionado que fuéramos alienígenas.

—Pero qué sentido tiene todo esto si no me van a llevar lejos de aquí.

—Tampoco dije que no lo haríamos.

—Me confundes —le dijo Sofía a los gritos, pasándose las manos ensangrentadas por la cara, añadiéndole un toqué dramático a la ya espeluznante escena.

María aprovechó la discusión y se fue acercando discretamente hacia la puerta del fondo, pero para su desesperación también estaba cerrada con llave.

—Tranquila —le dijo la extraña— la noche es larga y de aquí no tienes hacia donde huir.

—Ella comienza a llorar agarrando a patadas la puerta y gritando por auxilio.

—¿Me puedes decir quiénes son y qué quieren de mí? —Le preguntó Sofía aparentemente perturbada, a la extraña, tomando del suelo el cuchillo.

—Primero termina tu parte del trato y después responderé todas tus dudas. Ahí la tienes indefensa prendida a la puerta, te aseguro que te será más sencillo que con el gato.

María gritó aterrorizada y corrió hacia la sala buscando un lugar por donde huir, pero era inútil estaban todas las salidas muy bien cerradas. Las dos mujeres seguían discutiendo en la cocina, sabían que ella no tenía hacía donde escapar.

Sola en la sala se acordó que en su bolsillo traía su celular y sin dudarlo volvió a llamar a su hermana, quién contestó inmediatamente:

—Hola María ¿estás bien? —le preguntó.

—Tenías razón está loca, me tiene atrapada y por lo que entendí me quiere matar. Si lo sé, no vengo, ¡ayúdame!

—Resiste como puedas llamaré a la policía y salgo para ahí.

—Ayúdame por favor, no sé si tengo tiempo —le imploró María llorando.

Se recostó en el sofá y se quedó acurrucada, escuchando los gritos que venían desde la cocina, luego de un rato un silencio perturbador la hizo entrar nuevamente en pánico porque al levantar la mirada vio venir a Sofía envuelta en ira y con el cuchillo en mano.

—¡No me mates por favor! —le grito desesperada y ya sin esperanzas.

Cuando para sorpresa de ambas un destello de luz acompañado de una explosión hizo volar la puerta principal, María se desmayó.

Sofía quedó paralizada.

—Sabía que sí eran alienígenas —le dijo a los hombres que irrumpieron violentamente en la sala. Señora usted tiene que venir con nosotros —le dijo uno de ellos.

Sofía los acompañó sin resistirse ya que aquel vehículo luminoso solo podría ser la nave espacial que estaba esperando.


 

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5 comentarios en «Si lo sé no vengo»

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