Olores – Miniconcurso de relatos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir con el tema “olores”. Estos son los relatos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves día 25 de abril! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).

*Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor/a) y no han pasado procesos de corrección. El ganador se anunciará en el grupo de escritura creativa Cuatro Hojas de Facebook.

 

EIKO MG

Despertaba cada mañana con el aroma del desayuno recién preparado, siempre te esforzabas en hacer algo diferente y, aunque a veces parecieran cosas sencillas como panqueques o huevos fritos, tu forma de cocinarlos era única y singular.

Siempre te levantabas muy temprano para tenerlo todo listo, así lo hiciste desde que vivías sola y seguiste con esa rutina aun después de casarnos solo te permitías dormir un poco más en tu cumpleaños que es cuando yo aprovechaba para sorprenderte preparándote el desayuno.

Solías aromatizar cada habitación, no con los típicos olores de rosas y lavanda pues tus preferidos siempre fueron los más tenues, aquellos que podían pasar desapercibidos si solo recorrías rápidamente la habitación.

Pero el aroma que más me gustaba era el que emanaba de tu cuerpo de forma natural, nunca fuiste amante de los perfumes o lociones y realmente no los necesitabas. Podías cambiar mi ánimo solo con tu presencia y ahora entiendo que más allá de tu sonrisa era tu aroma el que me envolvía en una inmensa calma.

El día de hoy estoy aquí recordando todos esos olores que pude experimentar al conocerte, muchos dicen que viajas por los recuerdos con melodías pero tú me enseñaste que el olfato puede ser un gran receptor y también podemos relacionar olores a diferentes momentos de nuestra vida.

Y aun junto a tu tumba siento que esta parte del cementerio conserva tu olor….


ALEJANDRO RODRÍGUEZ PASCUAL

El interior del carro era irrespirable. Se mezclaban todos los olores posibles. El sudor de la tripulación y la pólvora de las municiones disparadas.El calor estival no ayudaba. El conductor abrió tímidamente su escotilla. Se acercó con avidez a la ranura abierta y respiró profundamente. Lo que pensó que sería aire fresco se acumuló en sus pulmones y se tornó en una arcada que no pudo reprimir. El ambiente era peor en el exterior. El olor a carne humana quemada y a sangre penetró en el blindado.
Por la radio una voz estridente ordenó continuar avanzando. El motor rugió como un felino enfurecido. El pestazo del diésel pareció dar un respiro a los tripulantes que agradecieron eso al hedor de la muerte.
Al bajar la colina comprendieron el porqué de aquel olor tan intenso. Decenas de carros rusos y alemanes ardiendo en una llanura inmensa. Trozos humanos colgaban de los cañones, de torretas arrancadas de cuajo como trozos de papel, miles de cuerpos retorcidos tapizaban el suelo como tétrica teselas de un mosaico tenebroso.
El jefe de carro suspiró resignado. Siempre quiso ser un gran soldado que volviera a casa cubierto de laureles y gloria. Siempre se preguntó como sería la guerra. Ahora ya lo sabía. Ni laureles, ni gloria, solo olor a muerte y devastación.


SILVIA P.D.L. REYES

El olor es lo que me hace vivirte a diario.
Tu esencia es es lo que me da ganas para continuar.
Tu olor a esperanza con toques dulces es lo que me hace sentir el calor y la fuerza de continuar. 
El olor de casa uno es lo que nos distingue.
Y tu olor créeme es inigualable. Te crea una alerta en tus sentidos y a la vez hace una brecha en tu cordura.
Pero lo decidí y acepte y en tu busca voy.


JOSÉ LUIS GONZÁLEZ MISERQUE

El perfume

Era tan feo, que ninguna mujer nunca se había siquiera atrevido a mirarlo a los ojos. Pero esa noche, la suerte de William cambiaria para siempre. Había sido en una feria de antigüedades, el 6 de junio del 2006 a las 18:00 hrs. Que tanto el día como el mes, así como la fecha y la hora llevaran un seis no podría haberle advertido lo que se avecinaba. 
William caminaba en medio de aquel aquelarre de objetos insólitos y oníricos. Donde solo los que los ofrecían parecían tener un aspecto más extraño que los mismos. De pronto una mujer exuberante y bella entre la multitud. No encajaba para nada en aquel lugar. Quizás una revista de belleza o una pasarela hubieran sido un lugar indicado. A su lado, un gitano encapuchado de lo más misterioso. El gitano le ofreció un perfume que, según él, atraería a todas las mujeres que quisiera. Una unica advertencia recibió William *El amor verdadero nunca encontraras*. Exageraciones -Pensó- y continuo su marcha. Una muestra gratis puedes llevarte joven. No había nada que perder. Así que la tomo y se fue.

Después de aquel día, cada vez que usaba el perfume, todas las mujeres con quien se cruzaba parecían mirarlo con deseo. William se volvió todo un casanova, un mujeriego que a diferencia de uno por naturaleza no tenía idea como atraía tanto a las mujeres. Ni la palabra elocuente y seductora, ni la billetera llena de dinero, ni muchísimo menos la belleza lo acompañaban a ninguna parte. Pero en todas partes estaba con alguna mujer. Altas, delgadas, rubias y morenas, feas y despampanantes, siempre había una mujer a su lado.
Sus días y noches estaban llenos de sexo desenfrenado. Sin embargo, sus relaciones nunca iban más allá de eso. Por algún motivo siempre terminaban mal y William volvía a estar solo. Pasados unos meses, el perfume se termino y nunca mas pudo volver a encontrar a aquel gitano que se lo dio.

Muchos años después, casi olvidado el asunto conoció a Susana. Era la primera relación con una mujer que William tenía sin haber usado el mágico perfume. Y todo iba de maravilla. Pero una tarde al volver del trabajo William encontró el cuerpo sin vida de susana en la cama. Una fuga de gas, dijeron los médicos. Lo cierto es que nunca se supo. Como tampoco supieron porque había muerto Cristina, ni Gloria, ni Carmen, ni Isabel. Toda mujer que se enamoraba de William estaba condenada irremediablemente a la muerte. La policía empezó a sospechar de William, pero no tenían pruebas para culparlo de nada. Así fue como al llegar a su vejez murió solo, desamparado, cargando el peso de la mirada inquisidora de todos los que lo consideraron un asesino, y sin conocer el amor.


MARÍA INÉS

Olores, olores del recuerdo que me empañan el alma, que me inundan los ojos de cataratas de lágrimas, como el olor de mis abuelos ,de su casa , sus ricas comidas y sus lindas palabras, olores únicos e irrepetibles como el olor de mis niños al salir de mi vientre, de sus cuerpos valientes llenos de esperanza que desprenden olores que gritan, me abrazas .
Olores a vida como el mar y su salina, la lluvia y la tierra con su olor a verdina , las flores y el viento que su aroma dirige
En fin los olores que quiero en mi vida ,que no falten nunca porque ellos me guian.


KARLOS WAYNE

Milo salió llorando de la habitación. No podía creer que doliera tanto. Y eso que se preparó para ese día. De hecho toda la familia se preparó para ello, pero la realidad era otra mucho más dura. Nada podía prepararte para que tu padre te mirara como quien observa un cuadro de Joan Miró, tratando de visualizar, de adivinar una escena cotidiana. Le miraba, pero no le veía.
La madre de Milo se levantó de la incómoda silla en la sala de espera. Milo se apresuró a secarse las lágrimas, pero ¿a quién iba a engañar?
— No vayas mamá —le suplicó— No va a saber quién eres y eso te va a hacer sufrir…
— ¿Pero qué tonterías son esas? —Le sonrió ella con cariño— ¿Cómo no va a saber quién soy?
— Mamá, por favor…
— Él sabe quién soy —trató de tranquilizarle— Da igual que no reconozca mi cara, que mis manos no le sean familiares. Pero sé que sabe que soy yo.
— Mamá…
— Lo sé, hijo —le acarició la mejilla— Ve a por un café anda y dame diez minutos con él para darle las buenas noches.
Milo bajó la mirada. ¡Cómo envidiaba la fortaleza de su madre! Esta se alejó despacio hacia la habitación donde su marido estaba ingresado. Milo sonrió al ver como, antes de entrar, su madre se acicalaba el pelo, se echaba un poco de perfume e incluso se pintaba los labios. Su teléfono sonó en el interior de su bolsillo. A vergonzoso miró a su alrededor mientras intentaba sacarlo a toda prisa. Una enfermera que pasaba por su lado, le tranquilizó.
— No se preocupe —le dijo en voz baja— aquí si puede usar su teléfono.
Milo le dio las gracias con una medio sonrisa, nervioso.
— Hola cariño —contestó a la llamada— Si, bien. Bueno. Ya está, ya ha llegado a ese punto. No, me mira, si. Pero no… No me ve.
Milo trató de esconder su cara con la otra mano, por alguna razón se sentía observado y no deseaba que le vieran llorar.
— Ya sé que es muy mayor —continuó la conversación— Pero eso no consuela a nadie. Yo también te quiero. No, no dejes que me espere despierto, voy a llevar a mi madre a su casa si es que llegaré tarde, dale un beso de mi parte y dile que papá le quiere con locura.
Milo dejó de oír el teléfono al escuchar algo que provenía de la habitación de su padre… Eran, parecía… ¿risas?
— Cariño, te llamo luego. —Se guardó el teléfono sin ni siquiera mirarlo. Extrañado se acercó despacio hasta el quicio de la puerta, tratando de escuchar la conversación que ambos mantenían. Como si no estuvieran en un hospital. Como si la enfermedad aún no le hubiera tocado. Manchado. Como si nada hubiera borrado los recuerdos que te convierten en la persona que eres. Pero hablaban casi susurrándose, como un par de enamorados que nada tienen que ver con el mundo que les rodea. Volvió a la sala de espera, aturdido.
A los pocos minutos llegó su madre. Llorando sin poder ni querer evitarlo. Milo se agarró a su brazo y salieron juntos del hospital.
Una semana después, Milo llegó junto a su madre a la residencia donde a partir de entonces el padre sería atendido. Una veintena de ancianos. Cada uno en su silla. Cada cual en su isla. Todos en su propio mundo robado.
Milo hizo el amago de acercarse a su padre, pero la madre le detuvo. Abrió su bolso y sacó un frasco pequeño de Nenuco.
— ¿Y eso? —Se extrañó Milo— ¿Ahora usas perfume para niños?
— Yo no —le respondió ella con una sonrisa— pero tú si.
— Mamá, tengo cuarenta años ya, no creo que necesite… —Pero la madre le interrumpió al ponerle perfume en la cara, el pelo y la ropa. Milo no entendía nada, pero se dejó hacer. Después ella sacó su propio perfume y se echo un poco en el cuello.
— Vamos —le ordenó, agarrándole del brazo.
El padre los vio llegar sin emoción ninguna. A medida que se acercaban Milo notó algo muy extraño en su padre. Algo que nunca le había visto hacer. Quiso volverse hacia su madre, pero esta sonreía ya de oreja a oreja. La cara del padre seguía inmóvil, inexpresiva, tan solo aquel extraño movimiento de los agujeros de su nariz. Parecía un sabueso buscando un olor. ¿Era su imaginación o éstos se abrían a cada paso que ellos daban? El padre esbozó una sonrisa. Milo comenzó a temblar. La madre le hizo agacharse lo suficiente como para poder besarle en la mejilla.
— Sólo síguele la corriente —le dijo emocionada— se va a alegrar de verte.
Ambos se acercaron al anciano. La madre se sentó en una silla contigua y Milo se agachó frente a él, tomándole las manos.
—Hola papá —dijo con miedo— ¿Sabes quién soy?
— Hijo, milo —le sonrió el padre colocando una mano en su mejilla— ¡Has venido! ¿Has hecho ya los deberes? No quiero que la señorita Eulalia me llame otra vez…
— Si papá —contesto— Los deberes están hechos.


MARI CRUZ ESTEVAN APARICIO

Trotacaminos es una persona turbada por salir al mundo a capturar olores.
Comenzó yendo al mar: Ufff… – se dice el mar…
Sigue con la tierra: Ufff… – se dice la tierra…
Después con las plantas: Ufff… – Se dicen las plantas…
Luego con las flores: Ufff… – se dicen las flores…
Más tarde con los animales: Ufff…-se dice Los animales…
De pronto, su sed de conocimiento olfativo le recuerda que él no puede percibir olor.


AMALIA MARTÍN GONZÁLEZ

La adolescencia huele a recuerdos de amistades eternas y vacuas,de momentos vividos,de risas y bellos amaneceres,de chapuzones y paseos en la vereda,de lágrimas y amores intensos.

Huele el verdor a primavera y a polen hecho flor ,huele la mariposa a oruga ,huele a tierra mojada en la arena cálida del devenir estacional …a agua de tormenta recién caída, a matanzas invernales con especias de ajo y pimentón,huele a mazapanes de almendras y canela,huele a asados navideños en la época invernal.

El olor a romerías bajo las encinas de las dehesas extremeñas,los bailes y la pachanga arraigados en los pueblos, el incienso purificador en las procesiones de Pascua.

Olores,sensaciones,perfumes cobran sentido y evocan tiempos vividos en la memoria del alma, de recuerdos y estímulos que adormecen vivencias aparcadas en el olvido de la vida y renacen al percibir las sensaciones sensoriales olfativas.

Me huele a ti ,a libertad y juventud, a agua fresca y don de gentes .Me huele a clases y profes ,a libros nuevos y aventuras bajo la luz de nuestra existencia, me huele a viajes y risas, a bocatas y música… Me huele a VIDA.

( Los olores de la juventud se impregnaron en mi piel cuál tatuajes con tintes de eternidad y perpetuidad)


OSCAR MARCELO LÓPEZ GARCÍA

En el tiempo vamos reteniendo recuerdos relacionados con vividas experiencias, de distinta indole.
Experiencias que te forman que te realzan ciertas partes de tu ser, tu alma.
Especialmente tus primeras ilusiones y experiencias, las cuales signaran tu vida , llenandola de alegria o sufrimiento, debatiendonos entre esos dos efimeros limites.
Dia de campo sol en el alto cielo las florcitas de macachines alfombran mi suelo primaveral, porque es mio esta en mi , quedo en mi es un recuerdo vivido cuando entrecierro mis parpados y lo veo lo siento como si fuera ayer.
Le farala tu ferfume marcado a fuego en mis fosas nasales , en mi corteza cerebral, en mi alma por la eternidad, dando vida a cada bello capilar de mi piel al recordarlo intensamente.
Tantas imagenes perdidas en mi afloran pujantes, rapidamente se ordenan manejando todas las reacciones bioquimicas necesarias para producir en minesa emocion de tu primer encuentro, tu pelo, la vison en mi esa vision angelical de tu rostro bello sin mas .
Siempre los aromas las esencias estaran en nuestra alma, un derrotero de sensaciones vividas sensaciones gracias a esos olores del pasado tambien eres quien dices ser…
Gracias infinitas deberiamos dar a la naturaleza o a el ser todopoderoso que nos doto de tales bellezas innatas incontqbles alegrias , infinitas emociones gracias infinitas …


VIRGINIA FÁTIMA GONZÁLEZ RACEDO

POSTALES

¡Ay!Que nostalgias que hoy tengo
de ese verde mar de cañas.
Del viento creando oleajes
que, a veces, me despertaban.
Siento nostalgias de todo,
de la higuera, la guayaba,
el columpio en la morera,
el piar en la enramada.
El perfume de azahares
que de lejos me llegaba,
y el aroma del membrillo
dorándose, allá, en las pailas.
A la siesta acechaba el duende
entre naranjas y cañas,
desde la acequia a las vías,
desde el ingenio a las casas.
El calicanto tentando
con voz húmeda y helada
y el sol derritiendo el cielo,
sin brisas, sobre las casas.
Hoy tengo nostalgias lilas,
en racimos, perfumadas.
Nostalgias de las glicinias
floreciendo en la ventana.


SERVANDO CLEMENS

GORE

Me encanta el olor de la sangre que fluye por el cuchillo recién afilado, el tufo de las tripas cuando las saco de tu panza, el perfume de tu piel al desprenderse de tu hermoso cuerpo y me fascina el aroma de mi cigarrillo de mariguana cuando le doy la primera calada.

Ohhh… Pero sobre todas las cosas, soy fanático de los relatos de terror, pues hacen que me introduzca tanto en la historia que hasta parece que estoy allí, viviendo cada escena en carne propia.

Cuando doy vuelta a cada página de mi nuevo libro, recibo una bocanada de tinta roja, la cual penetran cada rincón de mi cerebro.

Mamá entra a mi habitación, interrumpiendo mi lectura.

¿Qué haces, hijo?

Leyendo una novela de terror.

¿Por qué tienes apagado el foco, hijo? ¿Por qué diablos huele a animal muerto?

No sé de qué hablas, mamá.

Entonces ella enciende la luz.

¿Cuál libro, hijo? ¿¡Qué hace ese cadáver encima de tu cama!? ¿POR QUÉ TIENES LAS MANOS MANCHADAS DE SANGRE?


MANUELA ORTIZ GARCÍA

Cada vez que abro este frasco vuelvo a ti.
No importan los años que pasen, cuatro ya en mi memoria, y en el calendario.
Vuelvo a ti y a esa estación. A ese día nublo y oscuro como el de hoy. A esa mirada escurridiza a punto de descubrir tu piel.

Vuelvo al AVE de noventa minutos.

Vuelvo a los miedos, a lo que decían los que tenían miedo de que me aventurara, que desafiara a la desidia. A los qué dirán y los qué te dije. Al momento en que deshice la madeja que tenía hecha con tu historia, para construirme un abrigo sobre tu piel.

Vuelvo a los primeros cinco minutos de descubrirte. Al roce de tu dermis y tu epidermis. Al desparrame de nuestros cuerpos derrochando deseos cumplidos, por fin.

Y es entonces que me siento como el poeta, husmeando en los poros de la piel amada, esperando encontrar alguna metáfora. Y sólo busco las palabras que expresen la ausencia de tu olor en mi recuerdo, pero se resisten, holgazanas, a salir a la luz, atrincheradas como estaban en el olvido. Quiero desperezarlas, sacudirlas y alabarlas, gritarles: “¡eh, despertad, que la luz ha vuelto a vuestro encuentro!”.

Gracias a la memoria olfativa, que es tan evocadora como el sistema límbico de nuestro cerebro. A ese al que vuelvo cada vez que abro este frasco, y percibo su aroma, y vuelvo al pasado sólo con mi nariz.


EDRAS GERSON

Siempre ese aroma me lleva a ti,ese recuerdo que me envuelve al pasar por los jardines de aquel parque,donde se vio nuestro primer encuentro,un beso inocente entre dos almas destinadas a estar unidas,noches de confesiones,confeccionando sueños,teniendo tantas sonrisas como estrellas nos acompañaban,olor a rosas que embriagaba aquel jardín que de manera furtiva robabas cada dia y la depositabas en mi lugar de trabajo,haciendo que esa tarde fuera tan especial como la primera.
Olor a tu perfume cuando te acercabas de forma discreta para dedicarme un hasta luego,porque ambos sabíamos que nos volveríamos a reencontrar al finalizar el dia en aquel parque para seguir creando camino.
Cuando paso por aquel parque después del paso de los años siempre me lleva al mismo mar de recuerdos,donde la felicidad entre ambos no tenía límite,ahí se redacto el mejor capitulo del libro de nuestras vidas,y si puedo me llevo una rosa escondida para dejarla en nuestro hogar.
Aun cuando duermes y te miro,me dejo llevar por todo aquello y me repito a mi misma la pregunta que me hiciste ¿Por qué no?;porque te sigo mirando a los ojos y más te quiero,porque no puedo irme sin decirte mil veces que te amo,porque no te robo un beso y salgo corriendo,porque no puedo dejar de coger rosas para jamás olvidar,porque no escribo nuestra historia para que tenga un eco en la eternidad.
Siempre ese aroma me lleva a ti,el olor de que la vida está diseñada para los valientes,y desde ese dia que robaste la primera rosa fuimos unos auténticos héroes por dar vida a un simple olor.
«No soy sin ti como tú no eres sin mi»,le dijo la tierra al rosal que dio vida en aquel lugar donde aún muchos inocentes se sienta a redactar las más bellas historias jamás contadas en su totalidad.
Espero que todos tengan ese pequeño olor que le haga amar la vida y su contenido como la amo yo y quería compartirlo con todos ustedes.


ROSA MARÍA JIMÉNEZ MARZAL

Cuando la muerte me aparto de ti se llevó con ella tus risas y tu voz, desaparecieron tus abrazos, la conversación y los besos…. Pero quedó tu olor impregnado en las paredes, en las esquinas, en los huecos que no habrías de volver a llenar, como una prolongación de vida incorporea, como el último aliento rezagado que te une a la tierra, a mi rutina, a mi sueño.
Cuando te fuiste creí enloquecer, escucharte trajinar, percibir tu voz… Como si me llamaras… Y yo buscaba tu olor entre las sombras, el aroma inconfundible de tu café, el de tu colonia de baño el de las rosas que me regalabas.
Me volví loca… Tú no estabas ya aquí pero me dejaste un rastro para seguirte la pista más allá de la locura y la soledad.
Cuando la muerte me arrebató tu compañía olvidó tras si el perfume de tu piel tras la ducha, el aroma de tus puros, de los platos que cocinabas, de la tierra mojada donde quedaron tantos brotes por plantar, de la leña apiñada…recuerdos, palabras y besos en suspendo… Que nadie podrá reemplazar.
Me volví loca… Dejé se sentir, de pensar, de amar pero no de oler.


SAMARA JAPÓN SALVAT

Julia nunca había podido entrar a esa a habitación del final del pasillo, su abuela se lo tenía prohibido, pero aquel día por error se quedó entreabierta y Julia pudo observar cómo su abuela limpiaba meticulosamente decenas de tarritos de vidrio de colores y los volvía a colocar con sigilo en su lugar exacto, cada uno de ellos tenía una inscripción que Julia no podía leer a esa distancia, cuando su abuela se percató de su curiosa mirada se apresuró a salir de la habitación y cerrarla enseguida;
-¿Que haces ahí Julia? ¿es que no te he enseñado que curiosear así es de mala educación? Venga desfilando no te quedes ahí como un pasmarote…¿no tenías deberes?
-Perdona abu, yo no quería mirar, la puerta estaba abierta y yo… fue sin querer.
– Bueno Julia te prepararé la merienda, que no vuelva a ocurrir.
Julia se comía relamiendo el pan con nocilla que le había preparado su abuela mientras daba vueltas a la cabeza y echó valor para hacer la pregunta;
-¡ Abuela! ¿Que eran esos tarritos?
– Ay mi niña ya decía yo que estabas tardando mucho en preguntar, eso no es nada cariño son cosas de la abuela, son tonterías…
– Porfa abu cuéntamelo, te prometo que será nuestro secreto, palabrita del niño Jesús.
-Bueno a ver cariño, esos tarritos son como tesoros, olores que recuerdan a cada una de las personas de la familia que ya no están, una tradición familiar, antes de mí lo hizo mi madre y antes de ella mi abuela y si quieres te enseñaré para continuar algún día.
-¿ y a que huele el de mamá?
– Ven conmigo que te lo muestro.
Pude oler a mamá, ella era fresca, alegre y natural, por eso su tarrito olía a menta, madera y floral.
Hoy preparo el de mi abuela, gracias a ella soy la mujer que soy, fue duro criar a una niña a su edad…olor a café y canela por su fortaleza y su carisma, un poco de olor a rosas por su belleza natural, a pesar de las arrugas y su sufrimiento era guapa a rabiar, y el ingrediente secreto mis lagrimas que caen casi sin quererlo por no poder volverte a abrazar.


VALERIA MICHOU

Era tan pequeño, que cuando nació y su padre lo alzó por primera vez para ponerlo sobre el pecho de su madre, le cabía en la palma de la mano izquierda y aunque apenas se movía, lo primero que hizo como humano, fue fruncir la nariz y suspirar.
Tan pequeño, que pasaron los años, y él iba creciendo lentamente sobre ella con los ojos cerrados, la frágil cabeza encajada justo encima de su corazón, buscando dormido el pezón, cada vez que el hambre le invadiera.
Tan pequeño, que a los dedos se les olvidaron las uñas, en las posibilidades del útero.
Y esa acción primigenia de fruncir la nariz y suspirar, le acompaño para siempre, junto con el aroma de la leche dulce, de las flores de piel y de la ausencia del frío.


DEBATAY CHANCLA

EVOCACIÓN; MI MADRE OLÍA A LAVANDA
Los olores que me gustan son los “mágicos“los que tienen poderes y me trasladan a mi infancia.
Un café negro de puchero humeante sobre la vieja estufa de hierro fundido; aquella fragancia aromatizaban los rincones de la casa por la mañana. Un olor a la vez dulce y amargo, un aroma sutil que nos cubría todas las mañanas como un velo. Cuando el café caía en la taza y el negro líquido era removido, todas nuestras sensaciones o al menos las mías se agitaban con esa misma cucharilla. Mi Hermano Pablo siempre después de desayunar se guardaba unos granos de aquel café en el bolsillo de su camisa, a lo largo del día se los iba metiendo a la boca; cuando estaba cerca de él me gustaba cerrar los ojos y, oler sus palabras. Aquel aroma me relajaba tanto y tanto… Aun cuando llego a casa y mis manos sujetan una taza café cierro los ojos, viajo al pasado, a mi infancia.

El olor a las sábanas blancas recién lavadas mientras se orean al sol.

Otros de mis olores de mi infancia son los de la leña. Troncos recién cortados y aún verdes aromatizaban el pequeño porche de la entrada de mi casa. Esencias aromáticas de distintas maderas de Castilla. En invierno las chimeneas humeantes desprendiendo efluvios. Encina, roble, olivo, almendro. En ocasiones en las tardes más frías esas mismas chimeneas desprendían sospechas de meriendas a patatas asadas, castañas y boniatos.

El aroma de la brillantina que mi hermano se ponía los domingos.

Antaño la fruta madura desprendía el más característico de los aromas. Distintos fragancias convivían en aquel frutero de cerámica talaverana. Olores dulces. El olor del melocotón es de los que más recuerdo. También el de los melones que mi padre sembraba; Y el de las uvas rebuscadas, el de los tomates rojos que siempre me comía a bocados mientras los recogía, los pepinos. El huerto se encontraba detrás de la casa, frente mi ventana. Por ella entraba todo eso olores de una forma confusa que, una vez, en el huerto toda aquella variedad de aromas se ordenaba en caballones.

El olor del betún en los zapatos mientras los limpiaba.

El perfume que más fielmente recuerdo es el del jabón de afeitar de mi padre. El día que le tocaba afeitado su cara desprendía ese olor tan característico de la barra de jabón; aroma a madera y a musgo. Entonces recién afeitado me acercaba a él y le acariciaba la cara con ambas manos. Me gustaba la suavidad de su piel y el olor que desprendía; me quedaba un instante con su rostro pegado al mío. Más tarde cuando volvía de las faenas del campo aquel olor se habían transformado en olor a trabajo; sudor y tierra.

El chocolate caliente y el bizcocho de las tardes de los domingos. Olor dulce y cariñoso como un pequeño arrumaco.

Incluso el olor del gallinero echo de menos.

Y la pequeña caricia que era oler a mi madre cada mañana. Jabón de lavanda.


TE GUSTA

Los olores son recuerdos que se graban a fuego, todavía recuerdo el olor a sal de la ría que me bañaba cuando niño,
el olor , cuando el sol calentaba hasta los huesos.

Recuerdo el olor del guiso de mi madre que me servía de alarma, cuando era niño y no había hora para levantarse.
Recuerdo el olor a goma de borrar el primer día de cole, y el perfume de doña Rosa que olía a flores.

También recuerdo el olor a tabaco de mi abuelo, que vivió un tiempo en mi casa y fumaba ducado el viejo.
Incluso un bello olor de recuerdo, me lleve en mi cuerpo, mi primer día de sexo, un aroma que no te abandona y aún sigue existiendo.

Los días húmedo que huelen a sal en mi pueblo natal, rodeado de ría y el mar. Me hace viajar a lugares donde no quiero estar.

Recuerdo el olor a candela y el de los piñones asados.
Recuerdo el de la colonia de mi primer amor y recuerdo que me partió el corazón.

Recuerdo también el aroma del primer sorbo de mi primera cerveza, un sabor amargo que te atraviesa. Ahora parece estar más buena.

Qué decir de la ginebra que olía a colonia de abuelo, si era Rives incluía dolor de cabeza.
Otra cosa que recuerdo es olor de algo nuevo, el olor natural de mi abuela, y olor de mi mascota, cuando venía mojada a casa y se tumbaba en el suelo,

Si tuviera que decir un olor que no se borra de mi recuerdo, es el aroma de aquel puerto, un olor a sal y a pueblo marinero. Un olor a lluvia de abril que movía el viento, de ese maldito día, que me robo un padre y un hermano,
huelo la ausencia de ese olor marinero, el olor a agua salada, siempre me los trae de nuevo, por eso seguiré viviendo en Punta umbría, y así estar siempre con ellos, el olor a sal es mi gran recuerdo.


FUEN CALDERÓN ROMERO

A ti, mi niño, que hueles a inocencia, a ternura, a infancia cuando me abrazas. A ti mi niño, que cuando hundes tu cuerpo en mi regazo hueles a vida, a amor, a dulzura, a protección. A ti, mi niño, que llegaste sin esperarte y trajiste olor a esperanza en mi caos y me devolviste una juventud que ya creí marchita. A ti, mi niño, que me das la fuerza para seguir luchando y hueles a gasolina y alegría para mover mi motor vital y darme impulso. A ti, mi niño, que hueles un poquito a mi, un poquito a cielo, ese pedacito de vida tan pequeñito que quiso nacer antes de tiempo para darme luz. A ti, mi niño, que hueles a risas, a pinturas, a tizas, a juegos, mezclados con besos y muchos te quiero. A ti, mi niño, que eres todo corazón. A ti, mi niño.


CARLOS CORRALES

Mientras caminaba por el aquel sitio donde ocurrió todo, podía escuchar los lamentos, una y otra vez, volviendo a mí el olor repugnante de aquel baño que te daba debido a tus múltiples heridas, temiendo perderte y a la vez deseando que murieras y no verte así jamás y mientras intentaba sumergirte, seguías deseando vivir y en ese instante perdí el control y al no saber qué hacer solo vino un sollozo que se desprendió como el de un niño que ve alejar a su madre.
No recuerdo haberte visto morir, pero desde ese día, más que cualquier pensamiento de odio y repudio hacía lo que intenté hacer no me causa temor, lo que lo hace es ese olor impregnado que me recuerda aquella situación…


MARÍA DAVID

Olores de hierba,
Olor de infancia perdida.
Olor de café,
Olor de sentimientos amargos.
Olor de tierra,
Olor de heridas profundas.
Olor del mar,
Olor de pérdidas paternales.
Olor de lluvia,
Olor de lágrimas saladas.
Olor de perfume,
Olor de pérdidas sentimentales.
Olor de amor,
Olor de golpes interminables.
¡No hay ningún olor en el olvido!
Me quedan sólo cicatrices.
Y, entonces, maldigo todo olor
Por muy tentador
…que sea.


GABRIELA MOTTA

Hueles a campo me dijo y de inmediato sonreí, me sentí halagada por el elogio y se lo agradecí. Para mí es un privilegio oler a tierra mojada, a rocío y alecrín.

Hueles a campo me dijo y por un instante fui feliz. Me imaginé el aroma del alba, cuando el sol recién comienza a surgir con su espléndida grandeza que siempre me hace sentir que un nuevo día se aproxima motivándome a seguir. Seguir husmeando en sus tierras, seguir husmeando dentro de mí.

También me trae recuerdos de aquel sendero que olía a flores y anís, ese olor que no se olvida porque generaba alquimia en nuestro jardín.

Jardín que con el crepúsculo se inundaba de cantares sin fin de aquellos pequeños pájaros que sonaban como el más dulce violín, melodías que anunciaban que el día por fin habría de concluir.

Final que traía consigo la luna más linda que vi, lucía brillante y solitaria recordándome que sola nací.

Nací aquí en este campo que huele a vida, pino, alegría, eucaliptos y jazmín, campo que en las noches de verano me regala una brisa serena, una paz sin fin.

Permitiéndome soñar con nuevos senderos que me llevaran, quizás, lejos de aquí, pero seguro que olerán a campo, madreselva, tierra mojada, rocío, vida y a niña feliz.


MARTA TORRES

Esos olores , que aún recuerdo . Cuando era chica el olor a leña , a comida de mamá al despertar,
Le seguía el olor a Miles y Miles de flor que mi dulce y tierna madre tenía en nuestra humilde casita de campo , amaba el olor a al alba del amanecer ese olor que no podré olvidar y que solo recuerdo con nostalgia.
Ese olor a vida…..


ISABEL SOBEJANO

Tenía muchos planes para esa mañana. Había quedado con amigos por la noche en la inauguración del nuevo pub de uno de ellos; un local situado en una de las mejores zonas de Barcelona que había levantado enormes expectativas en el mundillo cultural de la ciudad Condal.

Tras la peluquería, pasaría a recoger el vestido nuevo, comería con mi hermana y después, a casa. Un libro nuevo, un encargo urgente de la editorial, me estaba esperando.

De camino hacia mi primer destino me asaltó su cuerpo en un paso de cebra. Con el corazón a 1000 por hora me pasé la mano por el pelo, intentando arreglarme – qué ingenua – de alguna manera.

Desconcertada y con la mirada fija en el suelo, disimulé mientras me acercaba a ti intentando acallar todas las preguntas que asaltaban mi mente. Me extrañó no ser interpelada … Cuando levanté la vista comprobé que no eras tú.

No sabía si estaba tan decepcionada por no haberte visto o por mi absurda reacción. Diez largos años habían pasado y no podía entender que mi corazón cabalgara enloquecido sólo espoleado por tu imagen.

Después, seguí mi camino y continué con mi agenda.

Al doblar la siguiente esquina, me topé con alguien; un encontronazo digno de videos de primera que terminó con mi bolso en el suelo y cara de idiota.

No hizo falta que mi cara chocara contra su pecho para sentir su aroma y saborear su olor. Tan sólo al acercarme ya noté su presencia. LANCOME.

No recuerdo el nombre concreto de la fragancia, el anuncio o el modelo que la publicitaba. Tan sólo recuerdo el olor de tu piel cuando te acercabas tras la ducha y me preguntabas qué estaba escribiendo, el aroma en las sábanas todavía tibias por la mañana, el sabor de los besos en tu cuello o el cálido aroma que aún permanecía en tu camisa al final del día.

Hacía mucho que no recordaba esos detalles.. detalles en color de una relación en blanco y negro…

Aturdida, recogí mi bolso del suelo y me marché a casa. Cancelé todos los planes, no fuera a ser que al invocar tu recuerdo varias veces en un día aparecieras en la fiesta y me voltearas de nuevo y esta vez para siempre.


EMILIANO HEREDIA JURADO

CASILDA

Pues, esto era, un día de estos cualquiera en que la primavera se había dejado las ventanas abiertas, y la fresca corriente de aire que por ellas circulaba, hacía necesario abrigarse con una chaqueta fina, en mi caso, vaquera.
Pues, como iba narrando, andaba tranquilamente, por el suelo tapizado de las hojillas verdiblancas que los árboles de ambos lados del camino por donde iba yó ovillando mis pensamientos, habían dejado caer; un ruido cortó de un tijeretazo el hilo de mi ensimismamiento.
-¡aattchis!
-¡Jesús! –respondí educada e instintivamente-
Cuál fue mi sorpresa cuando, al girarme para descubrir de quien había salido tal sonoro estornudo, no hallé al propietario, o propietaria.
Encogiéndome de hombros, como si hubiera escuchado una ilusión sonora, me dispuse a perderme en mis propios pensamientos, cuando, como si de una mano invisible fuera, sujetándome, otro sonoro estornudo me hizo fijarme más detenidamente.
Sentada, en lo alto de una piedra caliza de río, blanca, musgosa y terrosa, horadada por el paso del agua y del tiempo. Una piedra lindera de parque.
Como estaba diciendo, descubrí, sobre esa piedra, para mi sorpresa…!una nariz!.
No era una nariz demasiado definida. Ni con ese tabique recto tan griego, ni chata morena como los sudamericanos, tan redondita, ni chiquita como los asiáticos…mas bien, normal, redondita, para nada, respingona, del montón, blanca rosada, con la puntita un poco colorada, con unas gotitas de moquete transparente goteando por las fosas nasales…
-¡Jesús!- volví a responder con toda la educación del mundo, sobreponiéndome a la sorpresa de encontrarme a una nariz, en el camino, sentada en la piedra que he mencionado antes-
-¡aaaay! Que desdichada soy, ¿no tendrá usted un kleenex, un pañuelo de tela, para sonarme un poco?, es que el relente de la noche, me ha enfriado un poco, y me he resfriado-me dijo, un poco compungida la nariz-
-Si, si, claro –la respondí ofreciéndole un kleenex que recién había sacado del paquete que tenía en uno de los bolsillos de la chaqueta-
-¡frrrrr!-la nariz se suena sonoramente-¡aaayy que bién!-me dice la nariz, con un suspiro de alivio-, no sabe usted, lo molesto que es, que se te caigan los mocos, y no tengas un pañuelo a mano para sonarse…!ay!, perdone, mi nombre es Casilda, nariz de primera clase, especialista en olores.
-Mu-mucho gusto-le respondo alucinado a la nariz-

-Comprendo su asombro, no yá por hallar una nariz, en medio del camino, y mucho menos, de oírla hablar….pero, me he escapado, ¿sabe usted?, anoche, mientras mi dueño dormía, tomé la decisión, de un salto, escapé de su cara, rodé por la alfombra, hasta la puerta de su habitación y, sigilosamente, me deslicé por el canal de desagüe de la fachada, hasta la calle. No sabe usted, las peripecias que he pasado esta noche, hasta llegar hasta este parque y hasta esta piedra en la que usted me ha encontrado..
-Manolo, llámame Manolo-le digo a la nariz-, ya que nos hemos conocido, no es necesario que nos hablemos de usted..
-¡ay gracias1-responde la nariz- pues, como le iba yo diciendo, resulta, que tuve que escapar de un gato hambriento, de un remolino un poco gamberro que me hizo bailar un rato con un buen montón de papeles y basura que éste había esparcido por la acera por donde yo andaba tranquilamente, de un búho impertinente….hasta que encontré esta piedra agujereada y, en uno de estos agujeros, en ese de ahí, ¿ves?, he pasado la noche. Pero claro, con tanto agujero, y tanta corriente de aire, he pillado un resfriado de aupa.
-Ya, ya, pero, ¿Qué va a hacer tu dueño sin nariz, en su cara?…
-¡Oh!, no se preocupe, la sigue teniendo, eso es solo un soporte físico, lo importante, es el alma de la nariz, que soy yo, soy lo que vosotros llamais…¿holograma?…
–Claro, claro, entiendo, pero.. ¿Cuál ha sido el motivo de la huida?-la pregunto intrigado-
-Verá, yo vengo de una larga dinastía de narices de alta alcurnia, de narices que han pertenecido a grandes perfumistas, cocineros….personajes ilustres de la historia, como mi tatara, tatarabuelo, que fue ni mas ni menos, que la nariz de Cirano de Berguerac, ¡pero ay!, en los papeles de mi destino, en el cielo, algo debió de ocurrir que, en vez de ir a parar a la cara de una ilustre repostera con tres estrellas Michelín, fui a parar a la cara de Ramón García Gómez, una persona tan vulgar como su nombre. ¡yó!, una princesa en la cara de un plebeyo, ¡que vulgar!-protesta lastimeramente la nariz-
-Bueno, pero, ¿Qué hay de terrible en ello?-le interrogo curioso –
-¡¿pero no sabes que una nariz de alta clase como yó, de la nobleza de las narices no puede estar en la cara de un plebeyo?!-chilla con un gritito, indignada-no sabes lo que es, aguantar su dedo índice con la uña mugrosa, escarbar para sacar los mocos resecos, aguantar su olor a tabaco negro, que me ahúma y me intoxica. Ese olor a bar, de cerveza derramada sobre la barra y a gambas revenidas. El sudor de sus axilas, de sus pies, de sus…pedos, perdón-dice, pudorosa-
-vaya, vaya…-replico-
-yo he nacido, para disfrutar del olor de las piruletas de fresa de un niño, del perfume de una abuela, del olor a jazmín de una novia recién enamorada, de los cirios en penumbra de la iglesia, del olor a cocina de una madre, del olor a recién venido del trabajo de un padre.. del olor a nuevo de la caja de pinturas nuevas, de un colegial, …en fin, pero, nó, me ha tocado en suerte, un troglodita asilvestrado, guarro, a más no poder-relata conpungida, Casilda-
-Veras, quizás, pueda ayudarte y ayudarme tu a mí-le propongo a Casilda-
-¡¿Cómo?!-exclama Casilda, con cara de satisfacción(la cara de satisfacción, se nota en las narices, porque las fosas nasales, se abren plenamente, como habiendo cogido una reconfortante bocanada de aire fresco-

-Veras, soy propietario de una floristería en mi barrio, y tal vez, con tu talento para las fragancias, y mi talento para realizar composiciones florares, podamos hacer grandes cosas…
-¡ya estamos tardando!.-la nariz, de un salto, se coloca sobre la palma de mi mano, la coloco con cuidado en el bolsillo interior de mi chaqueta, y me voy raudo a mi tienda de flores-
Desde aquel día, Casilda es feliz, dichosa, entre jazmines, narcisos, rosas, gardenias, azucenas…ella misma, me indica las flores que debo colocar en un ramo, según la combinación e olores que ella misma ha elegido.
Hemos ganado yá varios premios, no yá a nivel nacional, sino, internacional, a la mejor composición floral.
Ahora, Casilda, orgullosa, presume de su alta alcurnia.


ALBERTINA GALIANO

El olor a dolor, a medicamentos, a desinfectante, a deseo de alejarse de la enfermedad, de la pérdida, a silencio de los demás y a falta de palabras, a mirar hacia otro lado es olor a «Pájaros de barro».

Después llega un olor a vacío, a recuerdos, a pasado que te inunda y del que sacas la cabeza para no perecer también, ahogado… Es olor a cerrado. A «Dust in the Wind».

Los días pasan oliendo a supervivencia que consiste en poner un pie delante del otro por el mero hecho de caminar; yo diría que entonces huele a metálico, a mecanismo de muñeco antiguo, que hace ruídos, amenazando averiarse en cualquier momento…, a cabaña del «Turmo», a «Hora de aventuras», a «Ojalá»…

Y de pronto un día vuelve la primavera, y el olor a jazmín, a rosas, a narcisos y flor de azahar.
Ese día descubres que quieres seguir viviendo, porque huele a hierba, que es el olor de la esperanza, y a goma de borrar, y a cuaderno recién estrenado… y a «Déjalo ir», a «Asuntos pendientes» y a «Girasoles». Y sabe a aire que acaricia, y sientes calor y frío.

La vida son olores, sabores, y música.


DAVID DURA MARÍN

Ha llegado el oloroso !
Que suspira el mal de olores
Por unas pocas monedas
Note usted sabor a flores.

Quién no ha perdido el olfato
en amores o decisiones,
siente que el aire viciado
le ha llenado de razones.

Con este estribillo a viva voz
y su vieja furgoneta,
de viva tenía poco ,
tiraba más a carreta.

Cuento esta historia
recordando a Olorio ,
me curó de un mal de amores
me curó de un mal casorio.

Pero un día , acabó apedreado.
Ya saben , nunca se apedrea a gusto de todos y a Olorio no le hizo mucha gracia.
Respiró y respiró con sus fosas nasales , dejando secas las flores ,
llevándose para si el olor a sabina de las chimeneas humeantes.
Hasta el cerdito llamó al lobo para contrarrestar con su soplido .
El pueblo quedó arrasado de toda esencia.

Pasaron días , noches oscuras , a cada guiso un sin sabor , y los amantes encoloniados perdieron toda pasión.

Moraleja……

No se aprecia el día a día de las cosas
por el simple hecho de que ya estaban allí.
Hay que tener olfato y no apedrear sobre nuestro tejado..es lo más sensato..


TALI ROSU

Mejor así

—Sé que decía que odiaba tu perfume, que me mareaba aunque estuvieras a varios metros de distancia. También sé que te recordaba cada día que tu olor corporal era nauseabundo, que el desodorante que usabas no era suficiente y que la mezcla de todo lo que te ponías para camuflarlo era aún peor.

Sé que no era culpa tuya y que hacías un gran esfuerzo para remediarlo, pero también sé que no es mi culpa sentir lo que siento cuando me revientan la pituitaria.

Perdóname si no he tenido tacto para decir las cosas, sé que es un defecto que tengo que trabajar. Lo sé y lo intento. Intento hacerlo cada día mejor. Te prometo que quiero ser cada vez mejor persona. Lo trabajo, lo estoy trabajando. Lo prometo. Por favor perdoname por ser así, debes saber que no es mi culpa.

Pero, ¿ves? El olor de la sangre si que ha funcionado, te dije que funcionaría. ¿No te lo dije? Ahora ya no me das asco, ya puedo besarte sin sentir retortijones en las tripas.

No, espera, primero déjame quitarte el cuchillo de la garganta, me molesta un poco al acercarme a ti.

Ahora si. Esto es perfecto. Te quiero.


 

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27 comentarios en «Olores – Miniconcurso de relatos»

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