Más leña al fuego de los libros

El titular impacta: «vetada Caperucita Roja por sexista». Toma ya. Se nos vienen a la cabeza las quemas de libros que ya creíamos superadas, los fundamentalismos políticos (porque además esto ha ocurrido en un colegio catalán y eso añade más leña a esta supuesta hoguera) y todo un discurso enarbolando la libertad de acceso a la cultura, la relación de la censura con la dominación de las masas, etc.
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Además, ¿Caperucita Roja sexista? Si me hablaran de La bella durmiente, por ejemplo… En este titular hay algo que no se sostiene. Así que me pongo a leer la noticia… y algo sigue sin quedarme claro. Busco más información, leo versiones de varios periódicos y en todos pone más o menos lo mismo: un colegio ha retirado una serie de títulos de su biblioteca infantil. De acuerdo, ¿pero por qué? ¿Y qué han hecho con ellos?
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Aquí ya no hay tanta información; de hecho no hay ninguna. Pero hay algo que sí se puede extraer de las noticias anteriores, y es que todas sacan sus conclusiones a partir de una realidad: «se han retirado 200 libros del préstamo de la biblioteca infantil de un colegio».
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Tal vez se hayan retirado esos 200 libros porque la comisión encargada de hacerlo quiere niños alienados para modelar sus mentes y formar futuros votantes de extrema izquierda. O tal vez piensen simplemente que no son adecuados para infantil (3-6 años) y hayan decidido pasarlos a primaria. ¿No hacemos lo mismo con las películas, por ejemplo? Hay auténticas obras de arte vetadas a los menores de 13 o de 18 años. En los libros no está tan extendida esta clasificación, pero existe en el sentido común: no me parece apropiado leer según qué cosas, por muy aceptada que esté su calidad, en una clase de seis años. Y me temo que de aquí no se salvan los clásicos…
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Federico y Catalina, de Charles Perrault (¡el mismo autor de Caperucita!) ha estado en mi casa muchos años. No ha resistido la última mudanza y por ello no puedo mostraros una foto, pero estaba incluido en un libro de tres cuentos clásicos que le regalaron a mi hijo cuando era pequeño. Al principio opté por saltarme ese cuento (también conocido como «Catalina la tonta»). Más adelante, decidí explicarle que en la época del autor era habitual ridiculizar de esa manera a las mujeres y le pregunté qué le parecía. Con 4 años no hubiera podido preguntarle eso. Con 7 ya sí.
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Yo no soy partidaria de censurar ni de dulcificar los clásicos. Creo que son lo que deben ser: un testimonio de una época y un legado cultural que debemos respetar. Pero sí creo que los niños en edad preescolar (infantil) no han desarrollado un espíritu crítico que les permita apreciar la calidad de las obras enmarcadas dentro de un contexto histórico. Más bien ellos se van formando una idea de lo que es el mundo, la sociedad, en función de los mensajes que les llegan en los primeros años y que irán asimilando como normales.
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Por eso, en Cuatro Hojas somos muy cuidadosos con el contenido de los libros destinados a un público infantil. Todos los libros que ofrecemos están libres de estereotipos sexistas, raciales y culturales y ofrecen, dentro de historias bonitas y de calidad, valores de respeto y amor.
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Algunos ejemplos:
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