Situaciones incómodas

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir con el tema “situaciones incómodas”. Estos son los relatos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves día 7 de febrero! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).

*Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor/a) y no han pasado procesos de corrección. 

FLAVIO MURACA

Alguna vez voy a tener que pagar por todas aquellas canalladas que hice con el ímpetu de la adolescencia.

No es que haya sido un bravucón pero si de confesiones se trata, me he portado mal a veces; y el a veces podría tornarse casi siempre.

Aunque también habría que aclaran que sufro del síndrome de Peter Pan lo que suele confundirme con las etapas que intento recordar tratando de poner la edad adecuada.

Tal vez no era lo que se conoce tradicionalmente como un teenager pero la realidad era que las cosas se ajustaban a eso.

Siempre fui una persona de pocas pulgas, ariano y con un sentido mordaz para vomitar lo que me molestaba, de modo que a menudo me han traído más que un dolor de cabeza.

Sin embargo he madurado bastante, lo que me remonta entonces a procesar aquellas historias que se tejieron cuando andaba en la búsqueda de compañía.

Era la cuarta o quinta vez que nos veíamos a solas, más de la decima salida juntos.

Ella había caído a mi vida en un momento de incertidumbre, aquí podríamos decir que un clavo saca otro clavo para ser más exactos.

Tierna, buena, amable y comprometida con lo que quería.

Del otro lado estaba yo, que odiaba al mundo por una relación trunca-que a la larga habia sido lo mejor terminarla-, lo que me convertía en alguien que quería expiar las culpas de mi mente por pensarla todo el tiempo.

Las cosas se habían dado mal desde un principio, ella había pretendido más de lo que yo podía comprometerme y a la larga o la corta iba a terminar mal.

Tenia muchas cosas buenas pero había una condición de la que carecía, no sentía piel con ella.

Tener sexo era como la nada misma, quizás viéndolo en retrospectiva era mi mente la que me jugaba una mala pasada.

Un coito podría durar 3 horas corrido, sin exagerar, así que la última vez que nos vimos, fue un lugar de esos donde los amantes se encuentran para saciar sus deseos.

A pesar de mi esfuerzo, yo no estaba allí, me preocupaban por entonces tantas otras nimiedades que hoy me avergüenzo por ser tan canalla.

La situación se torno tan incomoda como inmanejable.

En la oscuridad de la habitación yacíamos los dos, acostados en la cama pero cada uno en su propio mundo.

Ella con su innegable amor por mi, del otro lado el que le daba lo mismo todo, pura indiferencia hacia ella.

Con el mínimo decoro mis palabras fluyeron como un indómito océano que rebalsa de bravura.

Fui un inconsciente, un desconsiderado, un mal tipo.

Pasamos la noche allí, ella llorando, yo tratando de dar explicaciones a las cosas sin sentido.

Podía oír sus lagrimas aunque lo negara y me mortificaba, pero mis pensamientos volaban hacia otro lugar.

Nos levantamos, y nos fuimos de allí con la certeza de que el destino nos había chocado en un momento equivocado de nuestras vidas.

Cada uno siguió su camino y nunca más nos volvimos a ver.

Entonces cada vez que alguien habla de situaciones incomodas, me resulta imposible borrarla de mi memoria.

El hombre puede ser mucho más cruel de lo que piensa.


YURIMIA BOSCAN

Poema: Obligaciones

Salir de la casa
sacar la basura

Salir de la casa
comprar el pan

Salir de la casa
pagar la luz

Salir de la casa
hacer el mercado

Entrar a la casa
hacer el amor


SAMANTHA PROSE

El metro de medio día
ni un alfiler cabía,
abarrotado,
ese señor….¿ cuanto hace que no se ha duchado?
y estaba justo a mi lado
un hedor insoportable.
Intento contener la respiración,
procuro que no se note y ser amable
– Perdone señor …¿me disculpa? Necesito pasar.
-¿pasar a donde chica? si allí no hay nada, respondió el caballero dejando caer unas gotitas de saliva en mi cara.
-Señor por favor no quiero ser mala educada pero aquí huele muy mal y no lo puede soportar, ¡déjeme pasar!- exclamé exaltada.
-¿ Me estás diciendo que huelo mal?- gritó muy alterado.
-No señor, yo no dije tal cosa, pero ya que se pone usted así, he de decir que de su axila sale tal peste que no puedo respirar, que además me ha escupido usted en la cara y qué es mal educado a reventar, así que abra paso, deje que me marche o si no se arrepentirá.
-¿ah si? ¿Y que harás si no me quito niñata? ¿Me pegarás?
-No lo que haré será ponerme a su altura y ser marrana ,¡quitarme el salvaslip que llevo puesto y estampárselo en la cara!
Samantha Prose.


DEBATAY CHANCLA

UN DÎA DE LLUVIA Y AIRE PERSISTENTE
Está lloviendo. Es un día aire interrumpido como ráfagas de ametralladora. No deja de ir y venir gente por el adoquinado de las aceras, caminan deprisa y con la mirada bajada. Me detengo en un semáforo en rojo con la intención de cruzar al otro lado, su luz carmesí se refleja en los adoquines mojados de la acera. Ansío volver pronto a casa y desprenderme de las pesadas botas de cuero que ya están mojadas.
Por el murmullo sospecho que deben de haber un par de decenas de personas afinadas debajo de sus paraguas esperando a qué el semáforo cambie de color para poder cruzar la calle. Podrían haber sido dos docenas de gallinas desplumadas por sus cacareos.
Cómo si por una orden de Dios las gotas de lluvias han cesado, unos suaves rayos de sol se cuelan entre las nubes. De repente lo que era una mañana de lluvia persistente se transformado en una mañana luminosa
Todos cerramos los paraguas con precaución de no dejarnos tuertos los unos a los otros, así se manifiesta en este grupo de desconocidos los escasos deseos de casarse con ninguna persona tuerta y mucho menos la de ponerla un kiosco.
El viento es tenaz. En la acera de enfrente una mujer se sujeta su falda de cuadros escoceses con ambas manos, se la percibe en sus mejillas la incomodidad por el trance. Quizás se sienta un poco ridícula. A quién se le ocurre llevar un día como el de hoy una falda con vuelo.

1
Dos hombres a su lado. Uno de ellos lleva una gabardina color camel, el cuello subido. Sus ojos son grandes y oscuros, tiene un pequeño hoyuelo en su barbilla, y el pelo moreno. Me recuerda a un actor de películas antiguas en blanco y negro. Lo que más me gustan son sus labios gruesos y carnosos. Me resulta atractivo y muy interesante. Me excito pensando en él y los pezones ya sea por el frió o no se me han puesto duros.
El sonido del los semáforos ha cambiado, sus luces ya no están rojas. El reflejo en el asfalto mojado ahora es verde.
Lo sigo con la mirada su forma de andar me estimula más. Tengo la sensación de que mis pezones podrían saltar el ojo alguna persona de las que tengo enfrente.
De pronto una ráfaga de viento hace que suceda lo inevitable y la falda de cuadros escoceses sea incontrolable, su dueña y señora no tiene las suficientes manos para someter al tejido de cuadros escoceses, que bien podría estar comandado por el rebelde William Wallace.
Inesperadamente un objeto oscuro sobrevuela el asfalto, intento seguir sus vaivenes con la mirada. Cae al suelo y a pocos centímetros de mí. Con mi afán de que ese cuerpo inquieto y misterioso no vuelva a planear sobre ninguna cabeza más alargo mi pierna derecha, le pego un fuerte y rotundo pisotón. Parece que ese acto fuera a cámara lenta como la repetición de un memorable gol por toda la escuadra. Mi cabeza y mirada bajan descubriendo mi bota empapada sobre lo que parece ser un nido de golondrina tejido con pelo. No comprendo lo que en ese instante a sucedido. Estoy en shock. Un golpe sobre mi hombro hace que suba la mirada, me encuentro frente a mí unos ojos son grandes y oscuros, un pequeño hoyo en una barbilla, unos labios gruesos y carnosos que me dice “me devuelve mi peluquín, gracias”.


MARI CRUZ ESTEVAN APARICIO

El calor se aquel agosto me traía situaciones de toda índole. Una de ellas fue pasar de niña a mujer. Al poco mi cuerpo de jovencita me exigía que le acariciase más y yo, inexperta en tales menesteres, mantuve mis manos vírgenes sujetando el libro que estaba leyendo.

Otra de las situaciones que en aquellos días de verano viví fue el hecho de Conocer a Jesús… Jesús, que chaval… Sus atenciones para conmigo hicieron que yo en aquellos días me lavase el cabello a la mañana, al medio día y a la noche. Mi deseo era estar bonita par él. Como en el cuento de Blancanieves diariamente le preguntaba al espejo: «Espejito querido, ¿hay alguien más guapa que yo e la tierra que me pueda arrebatar a Jesús…? El mirall me contestaba: «Nadie, mi niña, es más linda que tú». Creída de lo que me decía el espejo salté por la ventana de la cocina en plena siesta en busca de Jesús.

La tercera situación que viví por aquellos días se le podría llamar Situación incomoda. La piscina en el pueblo se abría diariamente a las cuatro de la tarde. Busqué mi toalla de baño por toda la casa. De pronto me dije a mí misma que mi madre la habría recogido del tendedero y la habría guardado en su cuarto. Abrí la puerta de la habitacion y me hallé e una situación incomoda. Mis padres estaban reviviendo la primera noche de boda… Una boda que se había celebrado en el Hotel Cómodas.


ROSA MARÍA JIMÉNEZ MARZAL

No quería estar allí, nunca me gustó la primera fila, la falta de intimidad que da el verse observado por detrás… Pero me invitaste de forma reiterada y la educación venció a mi resistencia.
Y allí estaba dispuesta a hacer lo que se esperaba de mi y que, dado mi carácter taimado y vergonzoso, tanto me costaba.
Taquicardia, sudores y temblores… La garganta seca y las manos húmedas… Vamos allá!!!!
Y cuando me lancé al público vi a otra mujer, más decidida y rápida, que tomó mi lugar.
Nadie me alertó de esa posibilidad, quizás estaban tan sorprendidos como yo… Pero me quedé aturdida unos segundos para después irme rauda a los últimos puestos, allí donde me siento segura y de donde nunca debí marchar.


TALI ROSU

Situaciones incómodas.

El trabajo estaba bien hecho. La incisión había sido perfecta y el desollamiento había resultado tan sencillo como quitarle el pijama a un gatito muerto. La piel estaba en la habitación pequeña, cubierta de sal y alejada de los rayos del sol. Los órganos habían sido retirados magistralmente, la sangre había sido extraída y recolectada correctamente en el recipiente adecuado. El cuerpo estaba vacío y listo para ser despiezado. Todo estaba saliendo a pedir de boca y yo estaba convencida de que esta vez lo había hecho bien. Nick estaría orgulloso de mí en cuanto me viera, estaba segura de ello.
Cuando llegó Bea a la habitación, su cara se puso blanca como la sal y en su mirada pude ver reflejado el miedo y la decepción, pero no tenía ni idea de que era lo que había hecho mal esta vez. Siempre me equivocaba en los detalles y, para Nick, los detalles importaban.

‒¿Qué has hecho? ‒me preguntó Bea con los ojos muy abiertos y casi sin poder cerrar la boca.
‒Lo siento, tuve que usar tu mesa porque la mía todavía está llena de gusanos. ‒Empecé a justificar mis motivos para invadir su espacio. ‒Nick me dijo que dejáramos a su “hermanita” encerrada en la habitación de arriba y que nos encargáramos de la amiga igual que hicimos con la otra ‒continué.

No dio tiempo a que Bea me respondiera. Cuando Nick entró por la puerta y descubrió el cuerpo inerte de su hermana tumbada en la mesa de trabajo de mi compañera, el grito que salió por su garganta me dio todas las respuestas.

‒¡Ups! ‒dije torciendo la boca mientras miraba como Nick se abalanzaba sobre Bea dispuesto a cortarle la garganta con el mismo bisturí con el que yo rajé a su hermana.


MARÍA DAVID

-¿Y todavía te preguntas porque nosotros los negros somos tan amargados como tú afirmas?-le preguntó Ajax a Cesar, mientras estaban viendo una película sobre el expolio de los recursos materiales y «humanos» en el Africa.
-Miles,miles de años de esclavitud y que sigue latente hoy en día…Si no, mira lo que nos ocurre en Libia.Hay un mercado, un mercado humano dónde nos venden como ganado.
Ajax miraba fijamente a Cesar que no reaccionaba,un gran vacío se leía en sus ojos.
-¡No me ignoras, Cesar!¡Mira mi piel, es justo como la tuya!Mi carne, mis huesos, mi fisionomía, todo…¡Soy igual a ti, a cualquier persona blanca de este mundo maldito¡
-¡Yo no pedí ser negro, pero pero sí lo soy!No quiero que sientas pena para mí, sólo quiero que me veas como una persona más en este rincón cruel del Universo-le dijo Ajax a Cesar, temblándole la voz.
-Ajax, tú sabes muy bien que no soy racista.De echo, nunca lo fui.Y si, es verdad todo lo que tú dices.Hay mucho racismo, pero te digo una cosa:¡Ningún racista tiene culpa por lo que es o por sus acciones!
-¡Cesar…!, le chilló Ajax, mientras su rostro se ponía rojo y su cuerpo temblaba involuntariamente.
-¡Ostras!Pero qué barbaridades, qué insensatez, qué idiotez…¿Que ningún racista no tiene culpa de nada?No hay ninguna justificación para todas esas atrocidades hacía mi gente y, tú, bien que te lo sabes.
-¡No me interrumpas, Ajax y déjame seguir…!Mira,te contaré algo…Estaba yo en el trabajo y entró una mujer negra en la tienda con sus tres hijos y oí como le decían:»¡Mamá qué mal huele!», observándome con disgusto, tapándose sus narices como si se tratará del olor de una comida putrefacta.
-Ahora, ¿Que me dices Ajax?-le preguntó Cesar a Ajax, nervioso.
-Cesar, y que, ¿te ha gustado?Eso es lo que yo saboreó todos los días, y aún más cuando voy en el tren y alguna vieja pija me cruza con una mirada alterada como si fuera el mismísimo diablo, solo que me faltan los cuernos, ¿sabes?-le contestó Ajax a Cesar, riéndose.
-Ajax, eso de las viejas pijas no vale…se lo pillan también conmigo y ¡mira, que yo soy blanco,más blanco que la nieve!¡Dejemos eso de un lado!
-¡Escúchame, Ajax!Hasta ahora me has contado sobre el racismo hacía tú gente, pero ¿Qué opinas sobre la esclavitud de los turcos hacía los «blancuchos» europeos, qué opinas sobre los jeques árabes que adoptan niños blancos, utilizándolos como «peluches» para sus hijos,teniéndolos enjaulados, peor que a los perros, o que me dices de todas esas mujeres europeas, blancas como la espuma del mar, que se venden en un escaparate en un centro comercial de Israel, o que me dices de todos esos niños sirios blancos que han desaparecido sin ningún rastro en su trayecto hacía una vida mejor?¿Donde están todos estos niños?¿Donde están todos estos cuerpos pueriles, inocentes que desaparecen y nunca vuelven?
-Todos hemos sido esclavizados en alguna etapa, pero lo peor de todo es que seguimos en la misma línea.¡La esclavitud está aquí!, y no concierne solo a una específica nacionalidad.Toda la raza humana vive bajo un dominio enfermizo por parte de unas pocas personas cuya sed insaciable por el poder y el dinero, les hipnotizó y les bautizó en el nombre de Satán.Los anímales son nuestra comida, los humanos somos su comida.Ellos sometieron la Tierra, lo transformaron; ahora, la Tierra es una granja, un laboratorio…ellos nos comen, pero también experimentan con nosotros.
-Son astutos, querido mío, créame.Nos ponen el uno en contra del otro, nos quitan la única pizca de humanidad que yace en nuestro interior.La unión, el círculo energético sin principio y sin fin, algún día les destruirá, quebrantará sus intenciones malévolas y les enviará a tomar por culo de nuestra galaxia.
Ajax asintió con la cabeza varías veces, y incómodo le replicó a Cesar:
-¡Lo siento, Cesar!¡Lo siento por haber dudado de nuestra amistad!Tú eres un guerrero!Tus intenciones para salvar a la humanidad vibran intensamente y ese impulso energético es el que falta para desencadenarnos.
-¡Unámonos, entonces!La humanidad tiene que despertarse y currarse.¡Ya ha empezado la guerra!La plaga se extinguirá de una vez por todas.


GABRIELA MOTTA

—¿Señora, quiere escuchar una historia de mal gusto?
Me dijo mientras terminaba de cruzar la calle, levanté la mirada y la vi: era una mujer venida en años, flaca, alta, con el pelo de dos colores que se extendía hasta los hombros y un sombrero de pescador que le cubría la mitad de la cara. Vestía una pollera larga con un floreado corriente, sandalias negras, blusa a rayas y una campera algo gruesa para el día sofocante de calor. Su pregunta me ocasionó incomodidad, no quería ser mal educada, pero ella era una extraña queriéndome contar una historia, no obstante yo soy adicta a las historias y a pesar de mi molestia debo reconocer que cierta adrenalina corrió por mi cuerpo y la curiosidad me invadió por completo. Dudé … no sabía a dónde me podía llevar esta situación, pero en vos baja le dije que sí, temiendo un poco por mi respuesta. Y me quedé esperando la historia, sin embargo al escucharme ella siguió caminando dejándome parada esperando, su actitud confirmaba mi sospecha de que estaba un poco trastornada. Seguí mi camino y casi al final de la cuadra, escuché nuevamente:
—Señora.
Era otra vez la desconocida parada enfrente a una casa con un aspecto bastante descuidado. Se acercó y me dijo:
—En esta casa, señalándola, vivían unos amigos míos que tenían dos hijos. Era preciosa y estaba muy bien cuidada. Un día él se suicido, se trepo al techo y se tiró. Viste no tiene mucha altura, pero murió, se calló mal…
Y se quedó mirando la casa sin decir nada, me sentí descolocada lo único que pude decir fue: Ah que triste, seguramente hacía tiempo que no pasaba y hoy al verla de nuevo recordó el episodio. No —me dijo. Yo siempre paso por acá, solo que hace mucho tiempo que no sé nada de él … y me miro como quien espera una respuesta. Giré y la dejé parada esperando no sé qué cosa, caminé dos pasos y dándome vuelta le dije: él está muerto. Ella sonrió y se fue.


ALBERTINA GALIANO

¿Qué está pasando?

Sentadas en una mesa redonda, sin esquinas.
No exactamente una frente a otra; yo la miro a ella, y ella a la pared.

Tarda poco en comenzar a llorar, y ya no dejará de hacerlo hasta el final. No es su primer llanto.

Su cara, joven, pero ya empañada por el sol de días amargos, con ojos hinchados contra los que estruja el pañuelo de papel, no me mira, y no creo que me hable a mí.

Quizá hable a su dios, al que la ha fallado, y repite machacona la misma frase “¿pero qué está pasando?”.

No protesta; acepta compartir la mesa conmigo, aunque no me conoce de nada; responder otra vez las mismas preguntas.

Me muestra una imagen en el móvil. Quiere que vea a su hijo, antes de enfermar, y yo adivino en sus pupilas ese hijo deseado, el fantaseado.

Siento mucha pena por ella, porque percibo su sufrimiento, su impotencia. Dice no entender “lo que está pasando”. ¿Será culpa suya? ¿Qué fue lo que no hizo, o hizo de más?
¿Será por ser de otro país, de piel oscura?

¿Será que ser expulsada de tu lugar de origen, y estar sólo en un mundo desconocido no es razón suficiente para sufrir, que aún mereces el castigo sobre tu descendencia?

Me habla de ventanillas y puertas cerradas, de esperas interminables, de personas que gesticulan, y a las que no entiende, de burocracias retorcidas y procedimientos perversos que escapan a su competencia…

Insiste en que se dio prisa en aprender un idioma, que «le saca la lengua».

Se expresa con dificultad, haciendo un gran esfuerzo, y sorprende que use de vez en cuando tecnicismos que se le han ido adhiriendo en su peregrinar; cuando el tecnicismo sustituye a la palabra de carne y hueso, el discurso se vuelve metálico, raro, impostado… y pierde efecto y afecto.

Siento pena por ella, y por tantas otras mujeres de piel morena, aceitunada, caucásica, amarilla, blanca, o indefinida; indefensas, solas, incomprendidas; que han dicho adiós a su melodía natal, a su cuna y sus raíces; que han perdido su idioma, a sus gentes y su vida; que no entienden “qué es lo que está pasando”.

Que buscan nanas y encuentran palabras frías.


 

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11 comentarios en «Situaciones incómodas»

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