Miedos infantiles – Miniconcurso de relatos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema “miedos infantiles”. Este ha sido el relato ganador:

MARÍA DAVID

Cerca de las murallas vegetativas de moras y frambuesas qué circundaban el pueblo montañoso había un ambulante qué vendía algodón de azúcar.En recipientes distintos ponía una cierta cantidad de azúcar,mezclándolos a cada uno con un distinto tipo de colorante,creando de esta manera una paleta de colores vivos de rosa,azul y púrpura que por su aspecto entretenido,su olor tentador de azúcar caramelizado y por su tamaño «colosal» cautivaba a los niños;es como si les embrujaba,les conquistaba su paladar insaciable con infinitos hilos de azúcar coloreados y perfumados que acariciaban lentamente sus sentidos más inocentes y primitivos.Una maquina antigua de cobre fascinaba a todo el auditorio infantil…una lluvia de azúcar rosa granulado se escurría de esas manos hábiles,rotaba circular,se derretía gradualmente hasta formar un copo de algodón fascinante,una explosión de mezclas exquisitas que enloquecían a la concurrencia pueril.El ambulante,como cualquier ambulante exitoso,tenía un ingrediente secreto que añadía cautelosamente en cada uno de sus copos de algodón y que lo llamaba «polvo de ángel».
-¡Señor,señor,quiero mí algodón de azúcar con «polvo de ángel»,por favor!dijo una niña con pelo largo,rojizo,con ojos azules y piel suave,de un blanco impecable y con ciertas pecas en su rostro angelical.Se llamaba Catalina.Llevaba un vestido azul celeste y su pelo rojizo envolvía sus hombros hasta llegar a las rodillas,dando la impresión engañosa de llevar una capa de un oscuro y efusivo rojo.
-¡Claro qué si,cariño!¡Aquí tienes!le dijo el ambulante a la niña,esbozando una sonrisa maquiavélica.
-¡Gracias,señor!le dijo la niña eufórica.
La niña se perdía entre la muchedumbre ante la mirada pérfida del ambulante.Llegó a casa toda contenta y al terminar el algodón de azúcar se puso a jugar con sus muñecas hasta al oscurecer.Se dirigió somnolienta a su cuarto donde le esperaba su madre.
-¿Mamá,qué cuento me contarás esta noche?
-¡»La bella durmiente»!le contestó su madre,mientras le envolvía su cuerpecito en mantas finas y suaves de seda,cubiertas con piezas rosas de tul y encajes en forma de estrella de muselina de algodón.
Catalina se durmió justo cuando su madre decía:»Y todos vivieron felices para siempre.»-palabras que resonaban en su mente cómo un eco,llevándola en un sueño con princesas,mariposas que vagabundeaban por el campo repleto de hierba y flores multicolores,ruiseñores que desde robles gigantes esparcían un divino y melifluo cántico,cestas innumerables con golosinas de diferentes tamaños y colores;pero lo que más le atraía su atención,eran los copos de algodón en forma de tulipanes de color púrpura.
-¡Qué maravilla!se asombró Catalina al coger uno de esos copos de algodón.Y allí estaba ella,sentada en la hierba,disfrutando con esa golosina,cuando de repente vio aparecerá desde nada un arlequín que llevaba en sus manos un arpa medieval.Sutil,se le acercó y al tocar las cuerdas con sus dedos,empezó a cantar:
«En un campo de flores perfumadas,
Una princesa se deleita con golosinas.
¡Catalina,Catalina jamás volverás!
En polvo de ángel,tú,te convertirás.»
Los ojos del arlequín ennegrecieron y al reírse con locura,desveló una boca con dientes grandes y afilados,lo que hizo chillar a la niña.Se despertó sudando,tenía mucho miedo y gritó tan fuerte que su mamá,medio adormida y asustada,entrará rápidamente en el cuarto.
-¡Catalina,tranquila,fue solo una pesadilla!
-¡Mamá,el arlequín dijo que me convertiré en polvo de ángel!¡Tengo mucho miedo!
-¡Cálmate,Catalina!¡Nada de todo eso es real!¡Es solo una pesadilla!dijo su madre,abrazándola.
Catalina se calmó,ya no lloraba,pero en su cara todavía se leía un cierto miedo y desconfianza.
-¡Vamos,duérmete!le dijo su mamá mientras la envolvía en las mantas.
La noche siguiente,Catalina se durmió como lo habitual,pero un ruido sistemático y molesto hizo que se despertará.Se levantó de su cama y siguió con su oído el rastro de ese sonido hasta llegar a la ventana.Desde su ventana,veía como dos unicornios paseaban por el jardín.
«-¡Catalina,Catalina jamás volverás!
En polvo de ángel,tú,te convertirás.»
Catalina al ver el arlequín arrodillado entre los dos unicornios,sujetando entre sus manos largas el arpa medieval,quedó paralizada,enmudeció,sus gritos ya no se oían,sino quedaron suspendidos en el aire.
El arlequín levitaba en el aire,mirando fijamente a Catalina.Al acercarse a la ventana,la niña reconoció la cara del ambulante que vendía algodón de azúcar en el pueblo.
-¡Si,Catalina,soy yo!le dijo riéndose el arlequín.
Los copos de algodón llevan un gran secreto….necesitan una pizca de ese ingrediente secreto que cautiva y intriga al auditorio.
-«El polvo de ángel»…le dijo el arlequín mientras le acariciaba la cara.¡Tú eres el siguiente «polvo de ángel» que saciará hasta los paladares más insaciables de este mundo!le dijo el arlequín a Catalina,abrazándola fuerte…La cogio y los dos levitaban en el aire.La puso sobre uno de los unicornios que se hallaba en el jardín.
-¡Catalina,Catalina,no llores,cariño!Los ángeles nunca lloran,ellos deleitan por su esplendor y brillantez.
Y así los dos desaparecieron en la oscuridad de la noche,en un profundo y misterioso silencio.
Por la mañana,»tropas» de niños y niñas impacientes rodeaban el puesto del vendedor ambulante que preparaba encantado los algodones de azúcar bajo la mirada estupefacta de los presentes.
-¡Señor,señor,quiero mi algodón de azúcar con «polvo de ángel»,por favor!dijo un niño vestido con traje de gala.
-¡Enseguida,caballero!¡Aquí tienes!le dijo el ambulante al niño que se perdía entre la muchedumbre.
-¡Y en «polvo de ángel» tú,también,te convertirás,caballero!dijo el ambulante en voz baja,susurrando astuto.

 

ANITA CABRITA

Los árboles aúllan de dolor porque un viento gélido arranca sus hojas. De madrugada. También golpea las persianas muy cerca de mi cama, pero no puede entrar, creo.

De madrugada, las cosas inanimadas cobran vida. Los ojos muertos de mis muñecos ahora relucen; me estoy meando… Toco bajo mi pijama, pero soy una niña muy mayor que sabe ir solita al baño y ya no lleva pañales.

La puerta central del viejo armario está entreabierta. Se mueve. Se está abriendo más. Otra vez. Papá decía que arreglaría la jodida puerta cuando le diera la puta gana. Pero se le olvidaba siempre y ahora vuelve a ser tarde.

Un olor a pelo quemado llega hasta mí y me encojo aún más bajo el edredón. Asomo mis ojos por un resquicio y la puerta sigue abriéndose. Los relucientes ojos de los muñecos, sonríen cuando una especie de estertor, un gañido se escucha dentro…

Una figura oscura y famélica se arrastra ahora por el suelo muy despacio hacia mi cama. También arrastra consigo un olor nauseabundo y jirones de carne chamuscada. Emite un sonido gorgoteante mientras se va acercando muy despacito; me he meado encima pero el pánico impide que mueva mis músculos.

Una mano negra y esquelética me toca y grito. Desde lo más profundo de mis entrañas. Papá no arregló la jodida puerta. De madrugada, ya no sé dónde estoy.

Los árboles aúllan de dolor porque un viento gélido arranca sus hojas. De madrugada. También golpea las persianas muy cerca de mi cama, pero no puede entrar, creo.

De madrugada, las cosas inanimadas cobran vida. Los ojos muertos de mis muñecos ahora relucen; me estoy meando… Toco bajo mi pijama, pero soy una niña muy mayor que sabe ir solita al baño y ya no lleva pañales.

La puerta central del viejo armario está entreabierta. Se mueve. Se está abriendo más. Otra vez. Papá decía que arreglaría la jodida puerta cuando le diera la puta gana. Pero se le olvidaba siempre y ahora vuelve a ser tarde.

Un olor a pelo quemado llega hasta mí y me encojo aún más bajo el edredón. Asomo mis ojos por un resquicio y la puerta sigue abriéndose. Los relucientes ojos de los muñecos, sonríen cuando una especie de estertor, un gañido se escucha dentro…

Una figura oscura y famélica se arrastra ahora por el suelo muy despacio hacia mi cama. También arrastra consigo un olor nauseabundo y jirones de carne chamuscada. Emite un sonido gorgoteante mientras se va acercando muy despacito; me he meado encima pero el pánico impide que mueva mis músculos.

Una mano negra y esquelética me toca y grito. Desde lo más profundo de mis entrañas. Papá no arregló la jodida puerta. De madrugada, ya no sé dónde estoy.


IVÁN SANTANA AYALA

Nunca me había detenido a pensar,
Como la posibilidad de contraer epoc,
Con las dos he quedado en shock,
Esto me dirige a las olas de un turbulento mar,
Porque temores infantiles yo viví miles,
Para empezar carecí de la oportunidad de interactuar con niños símiles, yo era de los frágiles, prefería libros y lápices, fácil es recibir bullying, ahí empecé a percibir matices de que los miedos son versátiles, mi adorada madre algún tiempo fue mi Stalin, yo, con los errores más ágiles de todo el universo y ella con la mano más pesada que un balín gigante, yo inmerso en la fantasía y ella intentando hacerme buen estudiante, también temí a la gente, a nadie en particular, solamente extravíe la partícula que me hacía valiente y la encontré hasta los veinte, sin presunción, siempre he sido diferente, carente de acceso a esta realidad, ausente, por eso mis miedos me llevaban hacia un amor Gigante, viviendo dentro de li mente.
Todo temor de antes se hizo aire, ya no temo en este baile, y eso me hace peligroso en el ámbito viajero, prefiero ver el resultado de sobrevivir un pasado fiero conservando un corazón limpio y sincero ante cualquier aguacero…. WONEKEXOER…ORIGINAL…MY…CHILDISH..FEARS


LICONA ARLEDYS

Nunca llegué a pensar que desde ese día mis miedos llegarían tan lejos. (Llegar al extremo de dormir acompañada por mis abuelos hasta los 14 años de edad).
30 de agosto de 1991. Todo comenzó, En una tarde muy hermosa con sol radiante donde solo se respiraba tranquilidad, donde una familia compartía bajo la bendición de un buen almuerzo, pero nadie logró imaginarse lo que estaba por suceder. Una gigantesca nube gris se acercaba al recinto de la familia Anocil Anauri.
Esa tarde que brillaba con luz propia fue la última tarde que brilló en mi infancia, porque de ahí en adelante todas mis tardes eran turbias llenas de oscuridad.
Mis miedos comenzaron esa misma tarde cuando veía que lo más preciado de mi vida se estaba llendo lentamente.
Dicen los psicólogos que a los niños le quedan grabado los recuerdos más impactante en su vida y pues le doy la razón. A mi corta edad me quedaron grabados esos recuerdos qué nunca lograré olvidar.

30 de agosto de 1991 fecha que nunca olvidaré. Cuando ingresamos a la cuarta habitación de la casa de mi abuela materna, estaba habitada por alguien especial donde solo ingresaba los que ella en realidad quería ver. Esa tarde solo ingresaron 4 hermosos ramilletes, para presenciar como un ser tan puro y bello y noble se iba lentamente. Cómo recordar ese día donde la mayor de los ramillete sostenía a la menor «en este caso yo», observando detalladamente a mi tío, hermano mayor de la familia Anauri tomaba su delicada mano para sentir su pulso y como él sostenía el hielo en su abdomen el cual no sé por qué lo hacía, ese preciso momento donde veo a mí más lindo y puro ser, acostada en ese chinchorro sin decir nada con sus ojos cerrados y su mirada hacia la dirección de los cuatros ramilletes, en ese preciso momento apareció una luz brillante, era una luz tan pertumbante que aún mis ojos lo recuerdan.
Cómo no olvidar ese momento donde nos retiraban de la habitación y nos alejaban de ella cerrándonos la puerta.
¡Miedo! ¡Miedo sentí! en ese preciso momento cuando una de mis hermanas le cerraban la ventana por donde observaba, en ese momento presenciamos lo peor de nuestras vidas. Mi madre había fallecido.
¡Miedo! ¡Miedo sentía! de saber que quedábamos desprotegidas, y como el mundo era indiferente.
Cómo observaba a las personas que disfrutaban un plato de sopa de chivo, mientras nuestra familia se estaba hundiendo lentamente.
Desde ahí comenzaron todos mis miedos.
Miedo a no tener una madre qué me protegiera. Y eran tan fuertes mis miedos, que en cada aniversario veía una mariposa grisácea en la sala de la casa materna y a una Mujer vestida de blanco. No importaba si era de día, noche o madrugada pero siembre veía a esa Mujer sentada.
Pero ella en vez de hacerme sentir protegida me hacía sentir desconfiada, asustada, llegar al extremo de aturdirme, sentir pánico, temblar, y no parar de llorar a gritos venteados, de llegar al extremo de tumbar la puerta de la casa mi amada bisabuela, tanto así de pegar miles de gritos dentro y fuera de mi alma. Eran tantos mis miedos que sentía que me ahogaba con mis gritos, a veces sentía que nadie me escuchaba. Terminaban mis noches sudorosas y llenas de pánicos, tanto así que mi padre nunca presenció su llegada, pero cada ramillete de este si la observaba.
Miedo muchos miedo tuve en mi infancia, que el juguete que más quería me traicionaba, qué se metía en mis pesadillas y me atormentaba porque siempre me afianzaba en algo y me fallaba. Los miedos son tan fuertes que si no los controlas te desarman, dejándote sin aires, sin vida, sin pasión que solo quieren hundirte en un abismo sin salida a llegar a tener una mente suicida; Porque crees que tu vida no vale nada.
Y sin saberlo ella no nos quería hacer nada, solo quería proteger a sus ramilletes que dejaba. Pero mis miedos fueron tan fuerte que no vieron nada.
No dejes que tus miedos se afiancen, sé valiente, Porque ellos no valen nada.


ÁNGEL MARTÍN GARCÍA

Apagar la luz con el corazón en un puño, apretar los ojos con fuerza y correr hacia la cama con la respiración agitada.

Sin taparse hasta la cabeza. Eso es de cobardes. De niños que tienen miedo. Y tú no estás dispuesto a reconocer que lo tienes.

¿Reconocerlo ante quién?

Tiemblas bajo las mantas, y miras en dirección a los resquicios de las persianas. Esos agujeritos que siempre te han hecho preguntarte si tendrán algún nombre, porque todo tiene nombre aunque no lo necesite.

Esperas ver una sombra pasando ante la poca luz de la farolas que se filtra por los agujeritos. Esperas una mano que te tape la nariz y la boca y te asfixie, por despistarte esperando como un estúpido que el desconocido se acercara a la ventana. ¿Para qué se iba a acercar? La puerta de la habitación está en el lado contrario.

Te reprendes a ti mismo por tener miedo, te recuestas de lado y cierras los ojos para dormirte. Solo que no te duermes.

Sientes una presencia detrás de ti. Te obligas a ignorarla, porque sabes que detrás de ti no puede haber nada ni nadie, pero la sientes, y te parece que un aire muy suave y muy frío te recorre la espalda, la nuca.

Te tapas la cabeza. A la mierda. Nadie puede verte, y si hay alguien ahí, alguien que pueda ver tu muestra de cobardía antes de estrangularte, o apuñalarte, o lo que tenga pensado para ti, te importa poco.

Lo importante es que no verás su silueta cerniéndose sobre ti.


ROSA MARÍA JIMÉNEZ MARZAL

Me aterraban tus gritos,esos portazos, el sonido de tus pisadas…me asustaban tus silencios acusadores, la calma tensa,ese resoplar nervioso, la mano alzada
Me aterraban tu llegada, tu manera desafiante de pillarme en falta, tu sonrisa helada, tu abrazo agresivo. ..me aterraban y por ello pasé mi infancia bajo una mesa de camilla.
Me dolía la vida,la falta de cariño, el desprecio. .estaba muerta de miedo


PEPINO MARINO

Comenzar un cuento
a modo de poema
es como abrir una puerta 
tras la que no hay más que hay pena.

Pena y terremotos.
Y réplicas.
Terremotos de falta de control.
Terremotos durante los que caen al suelo
columnas de paz
y vigas de amor.

Es auténtico dolor de corazón.
Es más grave que una ausencia.

Tan atroz como una bestia
que corre detrás de ti
mientras tú, corres y corres…
y jamás lograrás verla.

¿Qué habrá sido de ese niño
que dormía en plena calle
soportando los seísmos
y el miedo a tambalearse?

¿Dónde se habría metido
todas las noches de aire,
viento, lluvia y de granizo
sin saber con qué taparse?

¿Alguien tuvo ir a buscarle,
darle cobijo o cantarle
para que no se despierte, mi niño, dueño bonito,
del corral y de la calle?

A día de hoy, aún lo sigo buscando.


LUISA ROJAS

Al mirar esa tenebrosa película de terror, la cual vimos la mayoría de nosotros en la infancia. (chuky). Con mi nana, la cual se durmió que suerte, exactamente en el momento donde ese muñeco diabólico empieza hacer de las suyas. Al sentir ese ruido en la ventana, el ladrido de los perros en la calle, ese frio de noche con las luces apagadas. y esas tan indeseadas ganas de ir al baño, La cual se hacia mas intensa con el pasar de los minutos. llamo varias veces a mi nana, Pero ella no responde esta rendida. En ese momento me senti sola, y para mi suerte. Se escuchaba un rastrilleo en el piso de arriba, nose si era de verdad o psicosis mia. pero por Dios moria de miedo literalmente. Y es que no podía levantarme del sofa, creí que chuky se llevaria mi alma. Al pasar un rato ya sentia que mi vejiga iba a explotar, y las lágrimas empezaron a salir solas. Y al escuchar la puerta moverse pegue un grito tan fuerte que desperte a todo el barrio, hasta mi nana que casi parecia muerta de lo profunda que estaba. Y es difícil decirlo, pero mientras gritaba de miedo me hice en los pantalones. Me acurruque entre las sábanas, y las luces se encendieron y siento la voz de mis padres, y empiezo a llorar pero de felicidad y alivió. Porque en toda película siempre llegaban después de que todo pasa. Desde entonces solo recuerdo ese dia con carcajadas, no puedo creer todo lo que pase y sobre todo cómo mi mente pudo maquinar todo con mi temor a chuky.


EMILIANO HEREDIA JURADO

-“BIENVENIDOS A UN NUEVO PROGRAMA DE EL ARBOL DE LAS HOJAS, EDICION ESPECIAL DE NAVIDAD…..”

-….en esta ocasión , contamos con la presencia de Plácido Benigno Amador, autor de “El rompecabezas”, título de su primera novela, lanzada al mercado literario en esta semana, a dos días para la celebración de la Nochebuena, y hemos querido contar con su presencia. Buenas noches, Amador, enhorabuena, por el lanzamiento de su primera obra, y por la excelente acogida que ha tenido tanto por parte del público y de la crítica.
-Buenas noches, muchas gracias, por haberme invitado, a este maravilloso programa, en el que es posible acercarse a un mundo literario que, lamentablemente, a la vez que maravilloso, es ese gran desconocido para una gran masa social, debido a la vorágine electrónica que nos rodea. Pero tutéame, por favor, aun no soy tan mayor para hablarme de usted, ja, ja.
-Perfecto, Amador, y se parece, aprovechando este periodo navideño que ya tenemos encima, ¿te apetece hablarnos de cómo eran tus navidades?, ¿Cómo esperas celebrar estas que ya están tan próximas?.
-Ja, ja, de acuerdo, yo no te voy a hacer como el gran Paco Umbral con Mercedes Milá, y decirte aquello de :”y de mi libro, ¿Cuándo se habla?”, porque, más que yó mismo, prefiero que sean los demás los que hablen de mi libro, ya sea para bien, o para mal.
-Perfecto, háblame entonces de tus navidades pasadas, ¿Qué recuerdos tienes de las navidades de tu infancia?.
-Pues, que quieres que te diga. La Navidad, es uno, sino el único terror infantil que siempre he tenido, y a día de hoy, no me avergüenza decirlo, que aún conservo.
-Vaya, no esperaba esta respuesta.
-Verás, cuando somos niños, como era mi caso, hasta cierta edad, los ocho, diez años, la Navidad te la presentan como un lujoso decorado que oculta sin que tú lo sepas, la realidad ruinosa de unas bambalinas sujetas con alfileres.
Es como una selva llena de animales fantásticos, flores exóticas de mil olores y colores, y la contemplas extasiado, y de repente, te empujan dentro sin querer que te metan dentro, a la fuerza, y es cuando te das cuenta, con toda la fuerza del bofetón que te da la realidad, que no todo era tan bonito.
A partir de los diez años, los recuerdos anteriores y posteriores que tengo atesorados son como bolsas de basura adornadas de confeti.
No recuerdo una Navidad sin sobresaltos, sin discusiones, y como comprenderás, esto es una vacuna que te inmuniza contra esta enfermedad que provoca vorágine, buenrollismo, alegría impostada, que se llama Navidad.
Verás, cuando yo tenía diez años, me enteré de que los reyes magos eran los padres, de la forma más abrupta y bestial que uno se pueda imaginar… mi padre, como siempre por estas fechas, y por casi todos los días del año, venía más contento de lo normal, por decirlo de una forma suave. Había suspendido dos asignaturas, estaba en quinto de EGB, y pocas eran, por el ambiente de guerra de trincheras que había en mi casa….:
“-¡Has suspendido dos!”,!Inútil!
Todo se me vuelve borroso igual que él lo está viendo
-¡no te mereces nada!
Saca los reyes escondidos en el trastero de la casa
-¡este balón no te lo mereces!
El balón de baloncesto que yo quería (los botes furiosos contra el suelo se acompasan con las lágrimas que me van cayendo)
Tienen buena pinta las peladillas que ha comprado mamá, este año, gordas, con extra de azúcar, rompe muelas.
-¡Mira lo que hago con el Geypermán!
Al Geypermán lo ha explosionado una mina humana, y ahora está esparcido por el suelo, echo cachos.
Luego, tengo que coger uno de esos trozos de turrón duro, esparcidos por el bandejón de dulces navideños….
-¡que te den por culo!…”
Y ahí quedó enterrada esa navidad, con la lapida del disgusto encima, con las flores de mi infancia encima, regadas con mis últimas lagrimas de niño, y con el consuelo de mi madre.
Las siguientes navidades, no fueron mejores. La persiana de mis ojos se iba subiendo con las manos frías de una realidad que no quería ver, y mucho menos, sentir.
Era duro ver, como, tu padre, ebrio, bailaba con una silla, en medio de la pista, y tu madre, detrás, para intentar pararle.
De adolescente, falleció mi pobre tía. Un suceso que sabíamos que tenía que ocurrir, pero nadie quería que fuera en estas fechas:
“El timbre del teléfono, denotaba una alarma y urgencia que no era normal, cara de preocupación de tu madre, colgar el teléfono con nerviosismo tembloroso, premura en vestirse, e irnos a casa de la vecina.
Mi tía.
Había fallecido.
Y la semana que viene, era la Navidad.
Mezcla de todo en la cena de Nochebuena.
El olor de vino de mi padre con el olor de chuletas de cordero sin tocar en el plato.
Las ganas de llorar con la desgana de cenar.
El recuerdo de mi tía, mi tío, mis primas, ocupando un sitio invisible en la sala de estar.
El soniquete del especial de Nochebuena, con los sollozos velados en la cocina de mi madre, y mis abuelos.”
Otra Navidad a la basura.
Y así fue como, el terror a la dichosa y jodida Navidad, se fue acrecentando. Al igual que en estas fiestas es tradición el belén, en mi casa era tradición que algo malo sucediera.
Como siempre, que se avecina una tormenta, los nubarrones negros aparecían antes de esas fatídicas fechas.
Octubre.
Mi abuelo.
Tres meses de vida.
Mi amigo.
Tumor maligno.
Mi padre.
“estaba con mi abuelo en un centro comercial, en Madrid, éramos cómplices, de libros, de vivencias, de tajadas de bacalao frito.
Un tropezón inocente accionó el interruptor del final. Visita al médico.
El final.
-Mira abuelo, hace sol.
Mi abuelo me miraba sin poder hablar porque no podía.
Pero sonreía porque sentía la tibieza de su calor.
-Mira abuelo, hoy es Nochebuena.
Mi abuelo me miraba, sin poder hablar porque no podía.
Pero me sonreía porque me quería.
-Mira abuelo, han retirado la bandera comunista de lo alto del Kremlin.
Mi abuelo me miraba, sin poder hablar, porque no podía.
Pero lloraba, porque comprendía que, al igual que él, el comunismo que tanto amaba estaba muerto.
Otra cena triste.
Mi tío viudo.
Mis primas.
Mis abuelos.
Mi abnegada madre.
Mi borracho padre.
Mis hermanos pensativos.
Yo, al lado de mi abuelo.
Una soleada mañana de Enero mi abuelo me dijo hasta luego.”
Los años posteriores no fueron mejores, cuatro años con muletas, borracheras, rabia, hastío.
El invierno, tiene una meta que pone Navidad.
“-la abuela, hijo, está peor, vente al hospital.
Carrera al galope por el pasillo del hospital.
Me abrazo a mi madre.
Mi madre me abraza.
Silencio que lo dice todo.
Una vez idos los abuelos, empiezan los buitres a disputarse la carroña.
Prisas por guardar lo que mis abuelos me dieron.
Una vez pasada la vorágine incautatoria, todo vuelve a la normalidad.
Solo quedan los recuerdos, y las cosas escondidas a la acción de la rapiña, que vuelven a ver la luz.
Ya no somos cinco en la mesa.
Somos cuatro.
Mi hermana con su otra familia.
Ley de vida.
Pasa el tiempo.”
Y con el tiempo, fueron tres, y luego, solos, mis padres, los dos.
Creo, que después de todo lo que te he contado, espero que, tanto tú como los espectadores, comprendan mi animadversión hacia estas fechas.
Me haré fuerte en mi castillo, ante los más que probables infortunios que me sobrevengan, y a fe mía que sabré, porque tengo experiencia sobrada, defenderme.
Pero, quisiera si me lo permites, transmitir un mensaje.
Aun sea en estas fechas, donde lo malo se magnifica, todo se supera.
-muchísimas gracias, por tu testimonio, Placido, un testimonio diferente a lo habitual para lo que son esta fechas. Un testimonio de superación y, porque no, de esperanza.
Deseo que pases unas, si no felices, tranquilas fiestas.
-lo mismo te deseo, a ti, y a todos los tele espectadores.
-Bueno amigos, hasta aquí, nuestro especial de navidad de hoy, y les espero en el próximo programa. Un fuerte abrazo, y les deseo unas felices fiestas.


GABRIELA MOTTA

Era una noche sin luna, en mi habitación reinaba el silencio y la oscuridad. Me fui a dormir sola como de costumbre, mamá me leyó un cuento, papá me arropó, luego se marcharon despidiéndome con un beso de buenas noches y apagaron la luz.

Apoyé mi cabeza sobre la almohada, cerré mis ojos y a lo lejos escuché el crujir de una puerta, de inmediato oí unos pequeños pasos que sigilosamente se aproximaban hasta mi habitación. No era la primera noche que los escuchaba, pero si era la primera vez que entraba a mi cuarto.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, el miedo me paralizó, lo único que podía hacer mientras apretaba los ojos era taparme la cabeza con las sábanas —por mis pensamientos daban vueltas miles de historias, pero no podía, aunque lo intentara con todas mis fuerzas dejar de pensar en el relato diabólico de los espíritus nocturnos que me habían contado esa tarde en la escuela. Con seguridad uno de ellos había venido a visitarme.

Permanecí inmóvil, pero eso no impidió que el espíritu saltara sobre mi cama y caminara sobre mis pies, podía sentir como sus garras arañaban mis pequeños dedos. En ese preciso momento mi cuerpo comenzó a temblar, trataba de contener el temblor de mis dientes para no hacer ruido, no obstante era imposible ya no dominaba mis acciones.

Luego de un rato todo volvió a la normalidad. «Creo que se ha ido» —pensé. Sin embargo, al querer incorporarme sentí sobre mi cabeza su respiración gélida, acechándome cual buitre esperando la muerte de su presa. Apreté mis dientes y lloré.

Al escuchar mi llanto saltó rápidamente al suelo y yo me destapé para salir corriendo a la habitación de mis padres, pero me lo impidió su funesta silueta era gigante y tenebrosa, en medio de las penumbras lo único que brillaba eran esos enormes ojos amarillos que me miraban fijamente.

No sé cómo, pero grité, grité con todas mis fuerzas y en unos minutos la oscuridad fue eliminada por mis padres, quienes acudieron rápidamente a mi llamado dejando en evidencia al espíritu maligno que ante aquel caos había quedado acurrucado detrás de la puerta.


ADRIÁN GONZÁLEZ

Iba a hablaros de ellos, iba recordar alguno, pero al intentarlo, me ha vuelto a dar miedo, por eso prefiero quedarme aquí en este cuadradito de este grupo de escritura, donde sé que algunas veces pasáis a ver qué hago.


PEZ DE PECERA

La verdad, yo me imaginé que con cuarenta años sería alguien completamente distinta. No la misma niña atrapada en una envoltura de cuarenta años.

Con sus miedos e inseguridades… con tacones y labios pintados.

La misma que sigue buscando la suerte cruzando los dedos detrás de la espalda, la misma que a veces llora… la misma que disfruta de un buen helado.


LUCIDECES ROMUALDO RAMÍREZ

Cuando aún estaba
en el cojón izquierdo
de mi padre
temía
que se le aplastase
cuando montaba
en moto.

Cuando aún estaba
en el vientre
de mi madre
temía
que mi cabeza
creciera demasiado
y no hubiese
manera de salir
de allí.

Cuando nací
tuve miedo
a la vida
y a la sangre
y a los gritos
de dolor
y a las lágrimas.

Luego tuve miedo
a comer
y al pezón
de mi madre,
y a la cuna,
y a las alturas
cuando me cogían
en brazos.

Cuando crecí
tuve miedo
a andar
y a hablar
y a salir
a la calle
y a los columpios
y a la arena
de los parques.

Y de esta forma,
teniendo miedo a todo,
seguí creciendo
entre la cobardía
y la valentía,
convirtiéndome
en un hombre
que para protegerse
se pone cada día
su particular cinturón
de miedos
e inseguridades.


Y JOSÉ MANUEL PORRAS, con un relato que puedes leer aquí.

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11 comentarios en «Miedos infantiles – Miniconcurso de relatos»

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