Chungos y makarras

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir con el tema “chungos y makarras”. Este ha sido el relato ganador:

PEZ DE PECERA

LA CHUPA DE CUERO

Cuando tu mejor amigo te mira directamente a lo ojos y te pregunta: “¿Estás seguro de que esto funciona?” No tienes opción, lo haces. Mientes y contestas: “Totalmente seguro”.

Nuestra clase de octavo de E.G.B no difería de ninguna otra clase de la misma época. Estaba formada por una serie de grupos que no interaccionaban entre si. Intentarlo era como intentar mezclar agua y aceite. Yo, concretamente, pertenecía al grupo de los pringaos. Bueno, más que un grupo éramos un dúo. David y yo. Nuestro aspecto físico, el mío grandote con un bigote incipiente y el suyo canijo, con gafas de culo de vaso nos otorgaba el título a primera vista y nuestra pasión por el rol lo corroboraba sin dejar lugar a dudas. Aún habiendo esta disgregación en clase, funcionabamos bien, era como un pequeño ecosistema.

Pero un día todo cambió. Un día, llegó Raúl, un espécimen de especie invasora, un repetidor con chupa de cuero que rompió nuestro peculiar equilibrio.

Raúl pretendía hacerse un lugar en la clase y era de aquellos que opinan que todo se consigue con la fuerza. Nos tenía aterrados, fueras del grupo que fueras. David tuvo la mala suerte de ser el más débil de la clase y, por tanto, su principal objetivo. Yo le quería ayudar pero el terror me impedía mover un solo músculo durante los ataques, así que decidí hacer uso de mis dotes “roleras” e inventé una salida. Cogí a David y le convencí de que tenía un amuleto capaz de dotar al portador de un valentía equivalente a un nivel 18. David me miró incrédulo pero como no tenía muchas más opciones se aferró al amuleto como una viejecita se aferra a una estampa de la virgen. Debo confesar que me sorprendió el resultado. Raúl, como cada día desde inicio de curso, increpó a David y este poniéndose rojo como un tomate, apretó los puños con fuerza y le contestó: “¡No!”. Raúl miro a ambos lados en busca de testigos. Se preguntaba que coño había pasado. No podía permitir esa osadía pero sabía que si usaba la fuerza, no iba a controlar su potencia y se iba a meter en un gran lío. Los momentos de duda fueron la perdición de Raúl.

Al día siguiente, las cosas empezaron a cambiar. Diana, una niña menuda con un par de trenzas castañas, brackets y zapatos de ortopedia me dijo en mitad de clase de religión: “Shhhh Shhh me han dicho que tienes “algo” que me puede ayudar. Nos vemos en la verja al salir de clase”.

Raúl no se lo podía creer, estaba perdiendo su fuerza. Cuando le fue a quitar ese día a Diana la merienda esta le grito: “Qué te crees tú eso, imbécil”. Raúl volvió a mirar a ambos lados, no se veía capaz de pegar a una chica, debía ser más cauto a la hora de elegir con quien se metía.

Los días siguientes fueron más de lo mismo, la gente me pedía amuletos. Y yo se los pasaba a escondidas, en el baño, detrás de una columna, dentro del libro de mates. Por primera vez en mi vida, la gente de mi clase no solo me hablaba, incluso me pedían ayuda. Me sentía como capitán América ayudando a los débiles. Diana, agradecida, me daba parte de su bocadillo todos los días, Ángel me guardaba el sitio en el comedor, Eva, la buenorra, me sonreía. Mi suerte había cambiado, quizás no había sido tan grave la llegada de Raúl a nuestra clase.

Un día Raúl me esperó a la salida, aguardó a que estuviera solo. Y, controlando que no hubiera testigos, me soltó: “Dime lo que quieres, te lo doy y me dejas en paz ¡pringao!» Las palabras me paralizaron a pesar de llevar la mochila llena de amuletos, porque claro, yo sabía que lo de los amuletos era un fraude. Nervioso contesté lo primero que me vino a la mente: “ Quiero tú chaqueta”y dicho y hecho.

Al día siguiente, con tupe y la chupa de cuero irrumpí en la clase. Eva, la buenorra, me miró y desplazando su melena de derecha a izquierda en un solo movimiento de cabeza exclamo: “moooola”. Y así, señores, se abrió la veda a todo tipo de elogios a mi paso. Me sentía poderoso.

Raúl me miró con rabia. A mí y a su chaqueta. Pero yo esta vez no me achanté y con descaro le dije: “Oye pringao , sal de mi silla” . Raúl se vio acorralado por mi ejército de devotos incondicionales, no pudo hacer nada ante la traición de mis palabras, más que morderse el labio.

Ese día a Diana, la niña menuda con un par de trenzas castañas, a la que ya le habían quitado los brackets pero no los zapatos de ortopedia, se le olvidó darme parte de su bocata. Yo me enfadé y sintiéndome poseído por mi chupa de cuero le advertí con voz de macarra: “Que no pase otra vez, enana, ¿me escuchas? Mañana me lo traes”. Diana asintió sin rechistar, asustada, sin decir una palabra. La simple idea de pensar que le podía quitar su amuleto le tenía aterrada.

*Todos los relatos son originales y no han pasado procesos de corrección.

 

SILVIA TRAMOYERES

Sentía como el corazón retumbaba en mi pecho desbocado , me costaba respirar .
La noche sin embargo parecía en calma , en exceso quizás ….
Hubiera querido que al menos soplara algo de aire , estaba toda sudada .
No podía permitirme estar así de aterrada , debía moverme ….
Debí haber escuchado los consejos de mi hermana mayor , pero jamás lo hacía , era excesivamente osada y confiada , quizás ahora no estaría en esta tesitura , huyendo de todo y todos los que una vez compusieron mi vida para no ponerles en peligro .
Intento aclarar mi mente , la culpabilidad no era algo que me fuera a ayudar en estos momentos , debía relegarlo para más tarde , cuando hubiera conseguido escapar de mis raptores .
Me habían secuestrado por una deuda que tenía mi novio , jamás debí haberme mezclado con alguien como él …. sabía que era un tipo problemático , aunque no imaginaba cuanto….
Dios había sido tan estúpida .
Estaba agazapada detrás de unos contenedores de basura , no tenía ni idea de adónde dirigirme .
Sólo una idea fija , sobrevivir , escuché unos pasos ligeros que se acercaban a mi dirección .
Estaba herida , no tenía ninguna oportunidad de ganar en caso de tener que luchar , además sólo era una bicha escuálida .
No era creyente pero empecé a rezar a mis adentros para que no me encontrarán , por favor quería al menos tener la oportunidad de despedirme de mi hijo.
Me han visto , supongo que aquí se acaba mi historia , me pongo a llorar , los sollozos se me atoran en la garganta .
Pero resulta que es mi noche de suerte , algún vecino debió llamar a la policía , un coche patrulla pasa por la esquina y me pongo a gritar , los 2 hombres que estaban enfrente mía decidieron huir .
Intento levantarme pero tropiezo , las piernas no me sujetan , estoy demasiado débil ,supongo que he perdido más sangre de la que pensaba , la adrenalina había enmascarado el dolor , sentí como si me fuera a estallar la cabeza , todo empieza a nublarse a mi alrededor .
De nada me sirvió escapar .Ya nunca más volvería a abrazar a mi hijo, ni a escuchar su risa mientras le hago cosquillas ….


REBECA FS

Le vi corriendo desencajado, atravesando el pasillo que separa la puerta del colegio a las rejas de la puerta de la calle. En ese momento regresaba del bar, preparada para la jornada vespertina.
Saltó la valla. Llegó al suelo cayendo como un gato.
Me miró. Me abrazó.

Desatinos y aberraciones continúas en su ficha personal. El año pasado, sin ir más lejos, sacó a su tutor de quicio y no le dejaba enseñar. Sus compañeros de aula también salieron perjudicados.
Recibió muchos partes. Uno por tirar una mochila a la cabeza del que tocara, dejándola caer desde la primera planta al hall. Otro, por contestar con amenazas, muchas en su idioma. Por traer herramientas punzantes (desde navajas hasta anzuelos tamaño XL) con las cuales se defendía cuando se enfrentaba a los de su tamaño. Gran tamaño, por cierto. Dos expulsiones del centro.

– ¿Qué te ha pasado?
– Hay un maestro en el comedor que me ha agarrado, y me quería… he salido corriendo.
– Ya veo.

Comenzó a llorar, esta vez de verdad, y no como solía hacerlo.

– Ven conmigo, tranquilo. Yo te creo.


LUCIDECES ROMUALDO RAMÍREZ

EL BOTECITO MÁGICO
( Relato con dos finales alternativos: ¿A o B? ¡Tú decides!)

Se abre la puerta. Yoli llega a casa, mira hacia el fondo del pasillo y ve la puerta del baño abierta y la luz encendida.

– Cariño, ya estoy en casa.
– Me importa un cojón, como si no hubieras vuelto…

Yoli cuelga el abrigo y el bolso y se dirige hacia el baño. Encuentra sentado en el retrete a Jon.

– ¿Estás mejor?- le pregunta Yoli con cierto tono compasivo.
– Acaso te importa algo. – Responde Jon de forma seca y contundente.

Yoli sonríe y se agacha y da un beso a Jon en la mejilla.

– Claro que sí.
– Pues menos mal que te importa, llevo solo todo el día y te recuerdo que cuando te fuiste todavía iba al baño cada media hora para mear por el culo.
– Pobrecito, he pensado mucho en ti.
– Tú te crees que soy gilipollas o qué…

Yoli suspira, se da media vuelta y se dirige al dormitorio colindante al baño. Enciende las luces y empieza a desnudarse. Mientras tanto sigue la conversación.

– Es verdad, te he echado de menos.
– Joder, pues cuando yo estoy por ahí y te echo de menos te envío un mensaje, o al menos miro el móvil para ver si me has escrito algo…
– Vaya, lo siento, ¿me has escrito?
– Pues claro, ¿Acaso lo dudabas?
– Lo siento, he estado liada mucho tiempo, cuando pude coger el móvil resulta que estaba apagado sin batería y no tenía cargador…
– Tu madre tiene el mismo móvil, tu padre tiene el mismo móvil, tu hermanito querido tiene el mismo móvil, toda tu puta familia tiene el mismo móvil… ¿No se te ha ocurrido que a lo mejor te podían dejar un cargador?
– ¡Joer! ¡no seas así!
– Que no sea ¿cómo?

Yoli completamente desnuda guarda silencio mientras cuelga la ropa en una percha que hay detrás de la puerta y rápidamente se mete dentro de la cama. Jon desde el baño vuelve a preguntar de forma más potente para asegurar que Yoli le está escuchando.

– Oye, que no sea ¿cómo?…
– No tengo ganas de discutir… te espero en la cama.

De repente suena la cadena del inodoro. Jon entra en el dormitorio y ve a Yoli acostada hacia el otro lado con la luz de la mesilla encendida. Sin pensarlo se mete en la cama, empieza a acariciar la espalda de Yoli, sigue bajando y descubre que está completamente desnuda. Termina abrazando su cuerpo con sus brazos, apretando con sus manos sus senos y con su polla sintiendo el tacto de sus nalgas. Una vez que los dos cuerpos terminan de colaborar para encontrar la posición más cómoda, Jon le da una series de besos detrás de la oreja y pregunta a Yoli:

– Bueno, cuéntame, ¿Cómo ha ido?
– Ha ido bien.
– ¿Qué había en la barbacoa?
– Pues lo de siempre, panceta, chorizo, morcilla.
– Ahora entiendo la tripota que tienes- puntualiza Jon mientras por unos instantes acaricia el vientre de Yoli debajo de las sábanas como si fuera una bola de cristal – ¿Has comido mucho? – sigue Jon con el interrogatorio.
– Bastante…
– ¿Estaba bueno?
– Muy bueno, además ha sacado mi padre lomo y queso del que te gusta.
– No jodas, hoy que no voy lo saca ¿no?
– Ya se lo dije y me contestó que cuando vayas lo vuelve a sacar, que todavía queda bastante.
– Cuando vaya seguro que nos pondrá lentejas o judías que le salen de puta pena, ya verás…

Yoli responde con un intenso suspiro. Jon la aprieta más fuerte y besa ahora su cuello, después sigue formulando preguntas.

– ¿Cómo estaba?
– Hoy estaba animado, como estábamos todos.
– ¡Hombre! Muchas gracias por la parte que me toca.
– No seas así anda.
– ¿Qué han dicho cuando han visto que ibas sola?
– Pues que dónde estabas.
– Y ¿qué le has dicho?
– Pues que te habías puesto malo. Que habías pasado mala noche con la tripa.
– Y tan malo, he vomitado 5 veces y sigo meando por el culo…
– Pobre.
– ¿Y tu madre? ¿Se la ve menos afectada?
– Bueno, cuando la he ayudado a doblar las sábanas se ha puesto a llorar, dice que tiene mucho miedo, que se pone muy malo, que otra vez pasar por lo mismo… ya le he dicho que tiene que ir, que los médicos dicen que no está como la otra vez.
– Ya verás como sale todo bien.
– Mi madre creo que piensa que se va a morir.
– Bueno, morir vamos a morir todos antes o después cielo. Pero tu padre es un hijo de puta con suerte y bicho malo nunca muere.

Jon aprieta de nuevo con más fuerza a Yoli, ella coge una de sus manos y la lleva hasta sus labios para besarla y a continuación la vuelve a dejar sobre uno de sus senos.

– Y tú ¿qué? Has comido algo?
– No
– ¿Te hago un arroz?
– Ya es tarde, no te preocupes
– ¿Seguro?
– Sí, no me apetece la verdad, lo que sí me apetece… ¿sabes lo que es?
– Buff, ahora no, estoy cansada cielo.
– Tranquila, estoy muy débil para hacerte el amor en condiciones, lo que me apetece ahora es fumarme un petardo como dios manda…

Yoli vuelve a suspirar y se queda en silencio.

– Bueno ¿me das el botecito mágico o qué ? – pregunta Jon como si fuera un niño.
– No fumes anda, que estás malito.
– Por eso mismo, estoy malito y he sido bueno todo el día.
– De verdad hoy no, no te conviene.
– Venga, llevo todo el santo día encerrado, no he ido a la barbacoa, he estado solito todo el día echándote de menos, yo creo que me lo merezco…

Yoli se incorpora en la cama deshaciéndose de los brazos de Jon. Se da media vuelta para mirar directamente a sus ojos, mientras éste permanece tumbado.

– Lo sabía.
– ¿El qué?
– Que me lo ibas a pedir.
– Ya me vas conociendo. Anda dame el botecito antes de que te quedes dormida.
– No puedo Jon.
– ¿Cómo que no puedes?
– No te enfades ¿vale? Pero tengo que contarte una cosa.
– ¿Qué cosa?
– Pues que no tengo el bote.
– ¿Cómo que no tienes el bote?
– No, no lo tengo.
– No lo entiendo, ¿qué ha pasado con el bote? No me digas que has tenido la maravillosa idea de tirarlo a la basura.

A Jon no les está gustando lo que está escuchando y también se incorpora en la cama con cara de pocos amigos mientras mira fijamente los ojos de Yoli.

– No, no lo he tirado a la basura.
– ¿Entonces? ¿Por qué cojones no tienes mi botecito mágico?
– Se lo he dado a mi padre.

Jon sigue sin entender nada.

– ¿Cómo que se lo has dado a tu padre?
– Sí, por favor, no te enfades, el otro día me llamo mi madre, y me comentó que el médico le había dicho que quizá le vendría bien fumar un poco de marihuana, ya sabes, por el rollo de la quimio. Pero que claro, que donde iban a conseguir ellos esas cosas, yo me callé y no dije nada, pero hoy lo siento, no lo he podido evitar, lo he cogido y se lo he dado.
– Pero… ¿Tú padre va a fumar marihuana?
– Eso parece, no ha rechazado el bote.
– Anda cojones, qué moderno es cuando quiere el cabronazo, pero ¿qué has dicho?
– ¿Qué he dicho de qué?
– Pues de la marihuana…
– Pues que voy a decir, que era tuya.
– Lo estoy flipando.
– Quería pagarla, le he dicho que era un regalo, lo ha agradecido mucho.

Jon se levanta de la cama.

– A ver, a ver cielo, a ver si lo he entendido bien, es que lo estoy flipando, y lo estoy flipando mucho… ¿Me estás diciendo que le has dado mi marihuana a tu padre sin comentarme nada al respecto antes?
– No lo pensé, lo siento, creía que no te iba a importar tanto, como me dijiste que no ibas a fumar durante un tiempo…
– Joder, llevo 3 días sin fumar, ¿te parece poco?
– ¡Madre mía! ¡Cuánto tiempo! de todas formas no te preocupes, mi padre no es tonto, y sabe que eres un fumeta de mierda desde el primer día que te llevé a casa.
– ¿Qué has dicho?

Jon se acerca a la cómoda. Abre el cajón superior y saca…

*****Si quieres que Jon saque su móvil lee la letra A*****

*****Si quieres que saque una pistola lee la letra B******

A)

Jon se acerca a la cómoda. Abre el cajón superior y saca su móvil y se lo muestra a Yoli.

– Como digas una palabra te pongo el culo colorao…
– ¿A quién estás llamando?
– A tu señor padre, cállate y escucha a tu fumeta de mierda favorito hablar.
-Estás loco…
– Que te calles coño…

Alguien responde al lado del teléfono.

– ¿Sí?
– ¡Hola Basilio! Soy Jon, ¿ cómo está?
– Todo bien, ¿pasa algo?
– No, todo bien, solo quería decirle que siento no haber podido ir a la barbacoa, ya me ha dicho Yoli que ha estado muy bien…
– Bueno, no pasa nada, ¿ya estás mejor?
– Sí, voy progresando adecuadamente, ya sabe usted…
– Me alegro, por cierto… gracias por el regalo…
– Sí, ya me ha comentado Yoli… me gustaría saber si ya se ha hecho algún canutillo…
– No, esperaré después de la primera sesión, no vaya a ser que me guste mucho…
– Jeje mejor, mejor… es que nos hemos confundido de botecito, lo que hay dentro no es maría realmente, es otra planta que se le parece mucho, una bromita que me hizo un amigo el otro día que vino a casa…
– Ahh, pues gracias por avisar…
– Pero no se preocupe, le conseguiré el tipo de hierba más apropiada para un casi así.
– Gracias, pero tampoco te metas en líos y si vale mucho ya me dices lo que te debo…
– No se preocupe por el dinero, me conformo con que saque el queso y el lomo que tanto me gusta cuando vaya de visita…
– Jajaja… está bien hijo…
– En cuanto tenga eso me paso un momento y se lo llevo, también le puedo liar los canutillos si quiere…
– No te preocupes, en la mili fumábamos tabaco de liar, supongo que será como montar en bici, que nunca se te olvida…
– Lo comprobamos cuando vaya… bueno, voy a ver si ceno algo.
– Vale, muchas gracias, cuida de Yoli…
– Lo haré, un abrazo…
– Un abrazo Jon…

Yoli está mirando fijamente a Jon. Pero a Jon le cuesta un poco levantar la cabeza. El silencio se prolonga entre los dos. Yoli termina preguntando:

– ¿Te quedaste con la maría de verdad y me diste un bote de maría falsa para creyese que no estabas fumando?
– Sí.
– ¿Ayer te hice una mamada creyendo que llevabas dos días sin fumar y te dejaste sin decirme nada?
– Sí… Yoli… sí…
– Eres lo peor.
– Soy el fumeta de mierda que va a conseguir la mejor maría para tu padre.

FIN

B)

Jon se acerca a la cómoda. Abre el cajón superior y saca una pistola y directamente apunta a la cabeza de Yoli, que por instinto se echa para atrás golpeándose la nuca contra el cabecero de la cama. Intenta tapar su cuerpo desnudo con las sábanas.

– Como te muevas te vuelo la cabeza….
– Pero Jon, ¿qué coño haces?
– Que te calles, que no te muevas, y haz lo que te diga, estoy muy cabreado y vas a saber lo que es capaz de hacer una fumeta de mierda… destápate, vamos, que te he visto muchas veces, no te dé vergüenza ahora, quiero ver en todo momento tus manos, así me gusta, coge tu móvil, pon el manos libres y llama a tu puto padre y mantén la boca cerrada… vamos, que tengo ganas de fumarme un porro hostias…

Yoli está muy temblorosa, pero obedece en todo momento. Al otro lado del teléfono alguien responde:

– ¿Sí?

Jon hace una señal a Yoli para que no hable y se mantenga en silencio. La voz vuelve a preguntar:

-¿Sí? ¿Jon? ¿Eres tú?
– Hola Don Basilio, sí, soy Jon, el novio de su hija, el fumeta de mierda …
– Hola Jon, ¿estás bien? ¿pasa algo?
– Pues ahora que lo dice sí. ¿usted no quiere que le pase nada a su hija verdad?
– ¿Jon? ¿Qué estás diciendo? ¿Dónde está Yoli?
– Yoli está aquí conmigo. Ahora mismo estoy apuntando con mi pistola su bonita cabeza. Saluda a tu padre Yoli..
– ¡Papá, lo siento papá! ¡Me va a matar! ¡Me va a matar!
– ¡Yoli! ¡hija mía! ¿dónde estás?

Jon se acerca a Yoli y le mete la pistola en la boca…

– Cállate perra, Don Basilio, escúcheme atentamente. Si quiere que su hija viva, quiero que en menos de media hora venga aquí usted mismo, solo, sin nadie, con el bote de marihuana que le ha dado su hija esta tarde, y todo el lomo y todo el queso que sabe tanto me gusta y que solo saca cuando yo no estoy… como avise a alguien, o llame a la policía, no volverá a hablar con su hija en su vida… usted decide… Cuelga…
– No le hagas nada a mi hija, como le hagas algo te voy a perseguir hasta al infierno hijo de perra…
– Cuelga «zorra» de una vez…

25 MINUTOS MÁS TARDE

Yoli se encuentra en la cama atada de pies y manos con unas cuerdas y su boca tapada con cinta aislante. De repente las ventanas se iluminan y se oye un coche que para en la puerta. Las luces del coche se apagan. De nuevo todo se vuelve oscuro en aquella casa. Jon abre la puerta apuntando con la pistola en todo el momento.

– A ver Don Basilio, entre sin miedo…

Cuando el padre de Yoli ha llegado casi a la puerta, Jon se abalanza sobre él y le coge fuertemente de la ropa y lo lanza hacia el interior. Basilio sale volando y se da de cabeza contra la pared del recibidor. Después se lleva las manos a la frente. Tiene una gran brecha y sus manos se bañan en sangre. Jon cierra la puerta.

– A ver, le has traído al fumeta de mierda todo lo que ha pedido…

Basilio se encuentra desorientado del golpe todavía.

– Primero el botecito mágico… vamos de prisa… muy bien… y el lomo y el queso vamos… así me gusta… lo ves, no es tan difícil…

Jon a continuación se lía dar patadas a Basilio por todas sus partes hasta dejarle inconsciente. Después se acerca a la cama.

– Bueno cariño, hace tiempo que me dijeron que si tenía que disparar a alguien alguna vez, no lo hiciera a matar, sino mejor a las rodillas para que le queden secuelas para toda la vida. Y eso es lo que voy a hacer, para que cada paso que des te acuerdes de mí siempre.

Jon apunta a la rodilla izquierda de Yoli y dispara. Acto seguido regresa al recibidor. El padre de Yoli está tendido de costado en el suelo. De una patada en la cabeza pone el cuerpo boca arriba. Apunta a la rodilla izquierda y dispara otra vez. Antes de abrir la puerta y abandonar la casa grita para que Yoli le escuche:

– ¡Con mi marihuana no se juega! ¿Oíste puta? ¡Con mi marihuana no se juega!

FIN


GERARDO BOLAÑOS GÓMEZ

Rebeca

Cuando te das cuenta de la realidad, quisieras estar dormida, o muerta, pero de ninguna manera despierta, caminas recogiendo los trozos de conciencia que déjate tirados, y piensas en esa mamada de tu misión en esta vida, y te escondes bajo la sombra de lo que eras, ya no hay nada, te has quedado sola, y cuesta comprender si en realidad todas fueron decisiones tuyas, si es culpa tuya que el papá acabará muerto cuando apenas tenías 5 años en un callejón por una sobredosis de metanfetaminas y alcohol justo a 4 metros de donde había improvisado una vivienda inmunda con cartón y tablas, y tú ahí observando cómo su cuerpo trataba de que qué no se le escapara la vida y tú sin saber hacer nada solo llamándolo sabiendo en el fondo lo que estaba sucediendo.
Si es culpa tuya que la mamá se haya largado, para hacer una nueva vida lejos tuyo, una vida en la que no te quería por ser parte de ese pasado que se negaba a recordar, y negándote la felicidad que te tocaba al estar a su lado, una vida con hermanos que tú conoces, que dormían en camas calientes y comían comida buena y se reían en un jardín que no era tuyo, comían palomitas frente a un televisor que tampoco es tuyo y abrazaban a una madre que no quería ser tuya.
Caminas como por inercia con la ropa mojada el maquillaje corrido por la cara, bajo la lluvia que no dejaba de caer, caminas solo con un rumbo que no decides nunca, te paras frente a esa casa, la casa de tus sueños, y una mano se agita por una ventana, te paras y observas a modo de protesta o reproche, y sigues tu camino, estás cansada pero necesitas dos o tres clientes uno pagará la heroína, el otro pagará el alcohol y el último por si era necesario comer aquel día, te paras cerca del río de Av universidad, todos son unos cerdos, llega el primero, le cobras por adelantado son quinientos pesos por servicio completo, y caminan hacia dentro al lado más solitario de la calle, se baja el cierre, hace tu pantaleta a un lado y solo comienza a coger, tu ya no sientes nada, ya ni siquiera ruegas que termine lo antes posible, solo esperas, cinco minutos después se espasma y con una sonrisa idiota te da las gracias, y así todas las noches cuando ya no hay con que comprar las drogas del día, esas drogas que te llevan a una realidad diferente, que cuando no las consumes te hacen soñar.
Y piensas ¿cuál es tu puta misión en esta vida? Si en verdad hay un destino que no esté escrito por la muerte, si en realidad tienes la culpa de todas tus realidades, su es posible sanar un corazón roto y encontrar tu dignidad perdida en cualquier parte, quizás ya no es tiempo de soñar.


FLAVIO MURACA

EL ANSIA

Se mordía los labios colmada de ansia, lo anhelaba tanto que hasta el más mórbido sentido de cordura la extasiaba.
Por momentos desvariaba, quería fundirse en aquel cuerpo creando uno entre los dos, haciendo de esas migajas una simbiosis eterna.
Volvió a morderse los labios, las gotas de sudor le recorrían toda la espesura de sus dunas, estancándose entre los bosques frondosos.
Había tal excitación que pronto estaba a volverse indomable, cabalgaba la noche en forma arrogante, la luna con su apacible destello la dibujaba contra la pared, no tenía sombra pero bramaba hambre.
El apetito la desquiciaba, entonces froto aquella lengua húmeda y rojiza sobre sus labios saboreando el rojo carmesí del labial.
Un hilo de sangre cayó como una gota que anticipa un aguacero, los ojos se le inyectaron desorbitándose por completo…
Era la hora de cenar- dijo- reptando hacia el indefenso hombre que yacía en el piso, el sujeto de nombre desconocido de pronto vio como se tornaba pálido como el mármol del cementerio, se volvió de un blanco nívea muerte…
Ella como una furia arremetió y arremetió contra su yugular dejándolo tieso.
Luego cambio a su forma natural, de femme fatal, quiso mirarse al espejo pero recordó que allí no se reflejaba, así que tanteo con las manos y como pudo volvió a ponerse guapa frente al tocador, estaba ciega como un murciélago, debía esperar a que sus ojos retomaran la habitualidad mundana.
Se perfumo, se aseo, se acomodo todos sus huesos y presurosa se adentro en la inmensidad de la ciudad, buscando como una viuda negra, aparearse y saciar luego su sed de sangre.


GABRIELA MOTTA

Niño condenado.

Telenoticias del día 26-07-18 informa:

Muere en manos de la policía local, el conocido contrabandista apodado “el viento”. Tras años siguiendo su pista, los policías dieron hoy con su escondite, matándolo a balazos ante un intento de huida. Entrevistado el jefe del operativo, declaró: “por fin los ciudadanos de bien pueden dormir tranquilos, este mal nacido, no causará más disturbios”.

… 20 años antes de este violento desenlace…

Su mamá había sido arrestada cuando el apenas tenía 6 meses de gestación.

––Menos mal que estás embarazada ––le dijo una de las compañeras de celda–– el niño te salvó del pabellón común. Créeme es un verdadero infierno.

––Por fin me servirá para algo este engendro ––le contestó–– sólo espero no sea igual a su padre, sino seguro terminará como él.

––Qué le pasó a su padre?

––Murió de sobredosis.

––Otro más, es tan común en estos días… y tú ¿por qué estás aquí?

––Pues, tráfico de drogas. Me incautaron con mucha encima, trataba de pasar por la frontera hasta Brasil. No es la primera vez que lo hago, pero esta vez esos perros me tenían vigilada.

––Esta vida es así nomás… y en cuanto al niño, al menos lo deseas?

Ella sonríe a carcajadas

––De verdad hay quienes desean tener uno en estos días? NO, no lo deseo, traté de abortar y no salió bien, terminé internada con una gran infección. Pero este engendro es resistente y decidió permanecer ahí. Dicen los médicos que se aferró a la vida. Pobres, cuál vida…

El niño nació y permaneció a su lado hasta que cumplió sus tres años de edad (así lo disponía la ley) luego debió ser entregado a un familiar responsable.

Imagínense, si la vida dentro de la cárcel era dura, afuera era un infierno. El adulto responsable, era su tía Luzmila, una joven de 23 años, que, aunque no tenía entradas en la comisaría todos sabían que no era de fiar.

El niño termino a su cargo a pedido de su hermana, ya que no había otro familiar posible. Luzmila vio en él, una fuente de dinero fácil. Para cuando su madre saliera en libertad este muchachito ya sería todo un profesional del crimen y con suerte estarían forrados en guita, sabía que “el tijera” podía ayudarla en esa tarea.

El niño creció escuchando la única filosofía de vida que pregonaba Luzmila: “en esta vida los bueno son débiles, solo los malos sobreviven.” Por lo que el destino de este pequeño no era muy prometedor. Paso a ser víctima de reiterados maltratos, generando habilidades inimaginables en el arte del escondite, con el único fin de no despertar la ira de su tía, que se hacía más fuerte cuando tomaba alcohol y aspiraba un polvo blanco junto con su novio “el tijera”, él no comprendía que era, pero sabía que debía huir muy lejos si no quería terminar malherido. Cuando advertía que ya se habían dormido, retornaba sutilmente y se acostaba en su cama.

Los hombres no lloran ––le gritaba–– cuando por las noches buscaba un abrazo de consuelo, porque había tenido un mal sueño. Yo te voy a criar como nos criaron a mí y a la perra de tu madre, a palo y agua. Palo para que te conviertas en hombre y agua para aliviar el dolor de los golpes, pero fría para que no te acostumbres a lo bueno ––siempre le decía orgullosa––.

Cuando alcanzo la adultez se veía envuelto por los vicios más oscuros. Se había convertido en el delincuente más buscado en el país. Como nadie podía dar con su paradero, se ganó el apodo de “el viento” ya que: podemos ser testigos de sus destrozos, pero no lo podemos atrapar. Su tía, ostentaba con orgullo la reputación de su sobrino, había hecho un buen trabajo.

Él, era su única familia. Su hermana terminó asesinada en la cárcel. Culpa que aquel pequeño tuvo que cargar consigo desde muy joven, porque una vez que él se fue de su lado, a su madre la trasladaron al pabellón común.

Aún recuerda ese día, cuando vio por la tele el cadáver de su madre envuelto en sábanas, en ese pedazo de trapo sucio estaba envuelta toda su vida, su única posibilidad de ser feliz.

Sus esperanzas de bienestar murieron junto con su madre en aquel momento, y desde entonces, vivió la vida siguiendo una sola máxima: “los buenos son débiles, solo los malos sobreviven” y así fue creciendo, perfeccionándose en el contrabando, los robos y los asesinatos. Mientras que sus actos los conducían por caminos cada vez más oscuros, caminos que por momentos se volvían intransitables, debido a las tinieblas que no le permitían avanzar. Y fueron esos actos, y esos caminos que lo condujeron hasta ese maldito día, donde terminó acorralado y muerto. Pero también por primera vez en su puta vida, cuando aquellas balas atravesaron su cuerpo, supo que había pagado su condena.


ÁNGEL MARTÍN

Siempre hay un pez más grande.

El día que aprendí esa lección hacía tanto calor que me sudaban hasta las pocas ideas que tenía. Y ahí estaba yo, tratando de combatirlo con mi pack de seis yonkilatas, haciendo el vago sin nada mejor que hacer que sentarme en un banco y ver a la gente pasar, imaginando una vida mejor que la que tengo, y emborrachándome por el gusto de ver cómo el mundo se ralentiza y se adapta a mi compás por una vez.

A unos metros de mí había un grupo de cuatro chavales de entre veinte y veinticinco años, de esos producidos en masa con el pelo cortado como una puta escoba. Escuchaban ese primo rapero del reggaetón que alguien en un alarde de genialidad llamó trap. Porque eso era. Una trampa para lavar el cerebro de otro tercio de la población que aún se resistía al cebo para gilipollas anterior.

Cada media hora aparecía otro pringado de características similares, saludaba, recogía una bolsita, soltaba un billete y seguía caminando. Dos horas y tres latas de medio litro de cerveza más tarde entró en escena un chico que disimulaba a duras penas lo nervioso que estaba. Miraba en todas direcciones y le temblaban las piernas, lo cual le daba a su chulesca manera de andar un matiz más propio de los payasos de circo. No pude evitar reírme, borracho como estaba, pero me las apañé para fingir que me reía de algo que había visto en el móvil.

El chico nuevo saludó a los cuatro cepillos, le hizo un gesto con la cabeza al que parecía ser el jefe y ambos fueron a sentarse justo en el banco frente al mío. Y ni corto ni perezoso, mirando en ambas direcciones y luego mirándome a mí fijamente, —por una vez fui sensato e hice como que no me enteraba de lo que pasaba. No quería mezclarme en nada turbio. Demasiadas experiencias pasadas—, sacó un fajo de billetes de cincuenta pavos y se lo tendió al otro. Este lo cogió, y a plena luz del día, con toda la calma del mundo, se puso a contarlo hasta tres veces, poniendo más nervioso si cabe al que le había traído el dinero. O era alguien importante en el mundillo de la droga, o un gilipollas integral. Optaba más por lo segundo.

Una vez satisfecho, el tío se guardó el dinero y despachó al que acababa de quitarse un marrón de encima con un gesto de la cabeza. Volvió con los suyos y se pusieron a hablar de fútbol, de lo que llamaban música, y cosas del estilo. Yo centré mi atención en una madurita de piernas infinitas y culo respingón que paseaba a dos perros por allí. Sabía que nunca se fijaría en un tirado como yo, pero oye, imaginar es gratis. Juzgadme si os atrevéis.

Unos gritos con un acento macarra forzado —perdón, ahora se dice gánster— me sacaron de mis ensoñaciones de sexo sudoroso. Es probable que tardara en reaccionar más de lo debido. Iba por la quinta lata, y lo que quedaba dentro tenía la temperatura de la primera meada de la mañana, lo cual no iba a impedir que me la tomara. Cuando conseguí concentrarme descubrí la causa de tanto alboroto. El líder de los media neurona discutía acaloradamente por teléfono. Algo acerca de poner la boca en el bordillo a alguien. Al menos conocían algo de cine de culto, no estaba todo perdido.

La bronca se extendió durante un par de minutos cargados de insultos y amenazas. En cierto momento un comentario del “gansta” me hizo comprender el motivo de la bronca: era su ex-novia. Me pareció un tanto desproporcionada la cosa, pero como al parecer era un intercambio igualitario, no me metí. Colgó el teléfono, lo reventó a mala hostia contra el banco, haciendo que sus colegas se encogieran acojonados, y juró a gritos que iba a mandar a alguien para que la cosiera a tiros. Lo cierto es que el tío imponía, y a nivel inconsciente yo llevaba horas tratando de no llamar su atención por lo que pudiera ocurrir.

El karma le respondió al instante.

Un coche rojo pasó por la carretera que había tras el banco del traficante y sus lacayos, redujo la velocidad, bajó las ventanillas del lado del copiloto, dos hombres sacaron medio cuerpo por ellas, y se liaron a tiros con los del banco. La borrachera se me pasó de golpe.

Al principio lo vi todo como a cámara rápida. Supongo que porque el que iba a cámara lenta era yo. Mi mente tardaba en procesar la información. Me gustaba esa sensación. Pero más me gustaba vivir, aunque mi vida fuera una mierda. En cuanto fui consciente, tuve un subidón de adrenalina y reaccioné como reaccionaría todo hijo de vecino: se me pusieron los huevos en la garganta y me tiré al suelo con las manos en la nuca. Como si las manos fueran a ocultar a un tío de más de metro ochenta, o a detener las balas.

Por la cadencia de fuego los matones solo debían llevar pistolas. Solo. ¡Ja! Qué ocurrencia. Una pistola te mata igual que una ametralladora. Tampoco importa mucho, el caso es que debo tener una coña impresionante, porque o no se fijaron en mí o me ignoraron. Escuché más disparos, gritos de terror y dolor, varias cosas grandes cayendo al suelo, el chirrido de la goma contra el suelo, el motor del coche y luego, nada. Esperé unos segundos más, para asegurarme de que se habían ido, y me puse en pie. Me había meado encima.

No me lo pensé dos veces, tenía que ser rápido antes de que llegara la policía. Me acerqué a los chavales heridos o muertos. —Lo cierto es que no me importaba mucho la diferencia—. Todo estaba lleno de sangre, con algunos trozos de carne y de hueso aquí y allí. Contuve una arcada. La necesidad mueve montañas. Me agaché con cuidado al lado del jefecillo. Tenía un agujero del tamaño de tres dedos juntos en la nuca. Con cuidado, utilicé mi camiseta para no dejar huellas y le registré hasta que encontré lo que buscaba: el fajo de billetes.

No me paré a pensar en si habría testigos, o si me pillaban huyendo del lugar de los hechos. Solo lo cogí y corrí. Joder, hubierais hecho lo mismo, ¿no?

Y esa fue la lección. Da igual lo cabronazo que seas, la gente que tengas con el cuello bajo tu bota, la droga que muevas. Siempre hay un pez más grande, y a veces los pececillos insignificantes se pueden quedar con las sobras.

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18 comentarios en «Chungos y makarras»

  1. Esta semana me gustan todos. Buffff q difícil!!!
    Voto a Rebeca FS por utilizar ese «yo te creo» q me ha conmovido.
    Voto por Lucidez es porque las historias tienen q levantar pasiones… y desde luego la tuya esta semana fue una revolución. (Además q el final B molaba jjjjaaa)

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  2. Voy a votar ya, que si no se me olvida…
    Silvia Tramoyeres porque me ha encantado. 0,5
    Lucideces 0,25 porque soy mu macarra.
    Gabriela 0,25 porque cada cosa que leo tuya me hace sentir…

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  3. 0,5 para Rebeca ( el yo te creo, me llegó al corazón)
    0,5 para Lucidenes Romualdo ( tu historia fue muy creativa con la opción de los dos finales.

    Y para finalizar no quiero dejar de mencionar el relato de Silvia, es cruelmente conmovedor.

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  4. Huy, esta vez han sido muy poquitos
    Ni modo
    Le dejaré medio puntito a Gabriela Motta,
    Y medio a Gerardo Bolaños
    Las leí y son historias crudas contadas desde el punto de vista del dolor mismo o al menos eso sentí, pero desgraciadamente en el tema de drogas y excesos nunca hay nada gracioso.
    Nunca había escuchado los términos chungos y macarras tuve que goglearlo para entender.
    Saludos desde Guatemala, los leo todas las semanas siempre que mi hija preocupada por que tenga algo que hacer, me comparte el link y los he ido conociendo a través de sus historias, felicidades

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  5. voto por Gerardo Bolaños
    por que como dice Sabrina, es algo crudo pero nada fuera de la realidad o lo mas cercano a ella.
    Excelente Pagina !!

    Saludos desde La Sultana del Norte!

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  6. Buaaaaaaa….
    Lucideces, Angel, Gabriela y Pez.

    Soy incapaz de decidir…..

    Voy a meditarlo… sino doy más señales. . Repartirse el punto a partes iguales!

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