El cartero

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir con el tema “Si lo hubiera sabido antes…”. Estos son los relatos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves día 19! (Solo un voto por persona).

*Todos los relatos son originales y no han pasado procesos de corrección.

MARÍA DAVID

Miraba el cielo oscuro y pensaba en él como un reflejo de los acontecimientos crueles que ocurrían en la Tierra de entidades non-humanas y esclavos humanos perfectamente manipulados.¿Eso significa que la natura humana era,en sí misma,débil y fácil de manipular?Seria un gran error pensar de esa forma.En el curso de la historia humana habían y todavía hay gente que se ha sacrificado y todavía se sacrifican para la humanidad,que han luchado y que todavía luchan en contra de cualquier intento de destrucción de los seres humanos.Asi como la luz invade la oscuridad y la absorbe,así la luz interior de los humanos que aman a los humanos destruye las fronteras rígidas del oscuro,a aquellas criaturas sin luz que se nutren con nuestros miedos de ser libres,que se alimentan de sacrificios humanos hechos por personas que han vendido su alma a estos seres oscuros.Si,hay gente que sería capaz de vender a su propia madre,sólo para satisfacer su sed imbatible de poder sobre los otros o incluso de idolarlos.¡No todo lo que luce es oro !,puede que es oro aquí en la Tierra,pero en plan espiritual es sólo «barro».El alma es tu propio diamante,tú infinita riqueza que tienes qué protegerla y defenderla,y no venderla en cambio de ningún otra riqueza material.Una vez que vendiste tú alma,tú entero «Yo» nunca podrá unificarse.¡Tú eres cuerpo,alma y espíritu!,y cuando todos estos sé reúnen,tú «Yo» será imbatible,inmortal.Estas entidades oscuras buscan destruir está cadena vital de cuerpo-alma-espíritu porqué saben,que una vez que estos se unan,perderán su guerra en contra de la humanidad.Dias,semanas,meses he analizado minuciosamente y entonces entendí que el verdadero motivo por lo cual nos encontramos en la Tierra era aquello de protegernos el uno al otro,de ayudarnos y unirnos todos para destruir todos los planes nocivos bien elaborados de entidades oscuras camufladas en la sociedad humana.
Me llamo Adam Dalibor y tenía un cabinete de abogados,lo que me daba una situación económica bastante buena.Con el tiempo,por la culpa de las guerras,la empresa ha quebrado-situación en la cual tenía que acceder alistarme,como voluntario,en el ejército.Una vez entrado en el ejército,me sentía como un verdadero héroe,un salvador de los débiles.Gracias al patriotismo que mostraba,me ofrecieron incluso un entero regimiento para prepararlo y instruirlo en contra de los enemigos.Me sentía vivo,útil,y muchas veces no comprendía la amargura que se leía en los ojos de los soldados.Empeze a pensar que son desconsiderados por todo lo que el ejército les ofrecía:la oportunidad de rescatar vidas inocentes,de ser visto como un gran héroe y un buen defensor de la patria.Varias veces,castigaba a aquellos soldados desconsiderados,negándole el derecho de hablar con sus familias por un periodo bastante largo de tiempo-técnica que hacía que muchos cedieran a mis pretensiones de ser buenos patriotas y desde entonces muchos simulaban una sonrisa bien actuad,una sonrisa que,aunque sí no era sincera,emplazaba la mirada triste y amarga que empezaba a ponerme loco.Todo este orden era destinado a derrumbarse gracias a un episodio trágico producido en una misión de salvamento y que iba a cambiar mi destino para siempre.Mi regimiento había recibido el orden de rescatar a un pueblo que se encontraba en una zona montañosa llamada Inovec(Eslovaquia) y que había sido asediada por un regimiento alemán.Nos hemos acercado a esa zona en un silencio absoluto,tomándolos por sorpresa a los alemanes,lo que nos ha ayudado ganar la batalla.
Habían muerto todos…….y una vez con estos soldados alemanes,ha muerto también Boris Danika-mi mejor amigo de la infancia,que ha traicionado su patria,alistándose en el ejército alemán.Era más que un hermano para mí….¡Lo he matado!La bala le atravesó la cabeza y veía cómo cadenas interminables de sangre le cubrían su rostro lívido.No podía ni moverme,como si ya estuviera paralizado.Un soldado de mi regimiento se me acercó y veía como sus labios se movían intentando de decirme algo,pero no lo oya,si cómo todos mis sentidos se hubieran quedado perdidos en ignorancia,abandonándome por completo.A lo lejos,puede que a unos metros de mí,veía como un tanque se hacía camino entre los cuerpos moribundos de los enemigos.A un cierto punto,el soldado que estaba junto a mí le hace con la mano a los que estaban en el tanque,de modo que ese cambió su dirección,dirigiéndose directamente hacía nosotros.
¡Para,para!,gritaba impotente,desde el rincón más profundo de mi alma.No les he podido parar…..las ruedas fuertes y implacables habían pasado sobre el cuerpo inerte de mi amigo.Sentia hormigueos en todo mi cuerpo,ya no oya nada;me derrumbé sobre la tierra como una hoja muerta y pálida que se cae impotente de las ramas secas de un árbol con cada ciclo de otoño.Me he despertado en un hospital,teniendo las manos y los pies atados de la cama,provocándome pánico,lo que ha echó que gritará,agonizando y,finalmente,vino un médico que me decía que me calmará si quiera que me desata.
-Usted ha llegado al hospital inconsciente,pero después de unas horas una enfermera lo encontró desorientado.Se ha levantado de la cama gritando:»¡Para,para!» y luego se dirigió hacia la ventana intentando suicidarse.¡Por eso hemos tenido que atarlo a la cama!
Había pasado unos buenos meses en el hospital por la culpa de episodios virolentos de depresión y ansiedad.No conseguía olvidar esa escena terrible en la cual mi amigo había sido aplastado por el maldito tanque.Muchas veces me preguntaba el porque de nuestra existencia o ¿Que poder más engañoso nos podía manipular perfectamente para matarnos entre nosotros?Y entonces entendí que nuestra verdade meta era aquella de unirnos todos para enfrentarnos a esa energía oscura y diabólica que nos divide y nos pone uno en contra del otro,que disfrutaba,sin algún rencor,de nuestra debilidad y torpeza.Me sentía furioso y,en el mismo tiempo,engañado,ya que yo siempre fui uno más de esos esclavos perfectos que nunca cuestionaba el porqué de los hechos ocurrentes.Era un alma más atrapada en un farol,sin salida,perdido en un baile encantador de verano.Analizando bien todo lo ocurrido,he llegado a la conclusión que la mejor condena para mis pecados,fuera ayudar a la gente y no matarla,de ese modo poniendome en contra de los que disfrutaban de nuestro sufrimiento y,incluso,de nuestra muerte.¡Seré cartero! y de esa forma ayudaré a las personas a establecer contacto y les aliviaré sus penas,monstrandoles todo el afecto y compasión que un humano pueda tener.
Después de un día agotador,repartiendo cartas y consolando a los que tenían noticias malas de sus queridos,me senté en mi poltrona cómoda y casi adormecido veía la cara de Boris sonriéndome:»¡Ahora estoy bien así que no te preocupes más por mi!…la muerte está escrita para cada uno de nosotros.¡Tú no tienes ninguna culpa!,¡Ahora soy libre!.Las cadenas oscuras no me pesan más.
¡Espero sólo que mi muerte te sirve para desencadenar todas estas almas raptadas de su verdadero hogar:el Universo!»


PEZ DE PECERA

Si pudieras evitar sufrimiento a una persona, pero para ello tuvieras que saltarte algunas normas ¿lo harías? ¿O eres demasiado correcto?

Pablo era el cartero de un pueblo pequeño. Un pueblo pequeño donde los rumores crecen en boca de sus habitantes. Nacen entre susurros en algún corrillo de vecinas uniformadas con batas a cuadros y zapatillas de andar por casa. Siguen creciendo en el mercado de boca de Pilar, la pescadera, que lo va divulgando mientras descama el pescado hasta alcanzar una magnitud que es capaz de asfixiar a su protagonista, de manera silenciosa, a base de miradas. Esa es una de las razones por la cuales en los pueblos pequeños todo el mundo guarda grandes secretos y el pueblo de Pablo no era una excepción.

Es curioso cómo puedes conocer a alguien por su correo, Pablo lo sabía bien. Sus gustos sus aficiones y hasta sus conflictos con familiares lejanos. La gente veía en él a un simple cartero. Pero Pablo, realmente, tenía una gran responsabilidad y como todo habitante de aquel pequeño pueblo también tenía un gran secreto. Pablo para poder evadirse de su pequeña realidad, abría de vez en cuando el correo. Es por eso que conocía bien los problemas de Pilar con su hermana, los apuros económicos de Ramón y podía ver justificadas algunas de las acciones de los habitantes de ese pequeño pueblo.

Pablo estaba en su casa, con la tetera pitando preparada para abrir la carta con su vapor. Aunque lo hacía con frecuencia Pablo no podía evitar cierta emoción. Era la primera carta que Lucía recibía en años y eso la hacía especial. Lucía era la única habitante de aquel pueblo por la que Pablo sentía admiración. Había sobrevivido a los rumores que se generaron cuando su marido la abandonó junto a su hijo. Probablemente sus problemas superaron a los rumores y por tanto estos quedaron anulados ante la pasividad de su protagonista.

Pablo se preparó un té y pensó en que podía hacer. Sabía que suplantar una identidad estaba mal pero realmente ya estaba mal lo que hacía ¿no?, así que no encontró ningún argumento en contra para acabar de hacerlo peor. Realmente era una buena acción.

Pablo observaba a Lucía ajena a la realidad, plácida y tranquila. Había pasado los meses y lo había aceptado, realmente con la noticia se cerraba un capítulo. Estaba jugando con su hijo y Pablo la observaba. Pablo sabía que lo había hecho por respeto a Lucía, la pobre no tenía necesidad de sufrir más por su marido. Su marido había muerto en una pelea originada por el alcohol y así lo especificaba en la carta sin obviar ningún tipo de detalle. Su marido había sido un buen gallo de pelea en un pueblo pequeño pero eso no fue suficiente en la gran ciudad. Pablo simplemente le dio una muerte más digna y le puso unas palabras en su boca recogidas por un supuesto testigo en su lecho de muerte. Palabras de perdón a su esposa y a su hijo sin más. Pablo no se había querido deleitar.


MARÍA LARGO

Cada tarde bajaba como una loca las escaleras de su portal hasta el ansiado buzón,con la esperanza de encontrar carta. La carta. Su carta.
Cartas de las de antes,de las que olían a perfume del remitente y llevaban dedicatorias en el sobre hasta para el cartero» corre cartero,corre,que esta carta es para la chica que yo más quiero».

Tenían catorce primaveras,toda una vida por delante y un amor que vivía más a base de palabras escritas en cartas que de días piel con piel. Pero ellos eran felices así.

Un amor a distancia dónde el cartero hacia de Cupido entre sus corazones, donde se decían más sobre un papel que cara a cara.
Después del verano cada semana ambos recibían la ansiada correspondencia. En la radio sonaba «El final del verano» mientras bolígrafo en mano y lágrima en ojo iban enlazando cada letra,cada palabra de amor, alimentando su añoranza con recuerdos de feria,verbenas,parque,cine al aire libre y meriendas en la piscina.
Llegó el otoño…y pasó el tiempo… El calor del corazón se fue agotando,la pasión y los recuerdos abandonaron el nido cual golondrinas buscando un lugar mejor donde acomodarse. El frío invierno llegó sin avisar,y las bajadas de escaleras agitada y enloquecida por el portal quedaron lentamente olvidadas…

¿Cuánto tiempo hacía ya que no llamaba el cartero al portal? El viejo árbol del jardín de enfrente volvía a tener hojas verdes y el sol se colaba poco a poco en las calles,plazas,parques y vidas de la gente,que con la llegada de la primavera salían de sus casas buscando cargar de energía y calor la batería de su corazón.

Cuando se quiso dar cuenta,,ya era verano otra vez.
No más salidas al buzón amarillo de la calle,no más esperas del cartero con sus sobres perfumados. Llegó el momento del cara a cara,del frente a frente tras meses de silencio postal.
Allí estaba él,pagando la ficha de los coches de choque con ese pantalón desgastado que le quedaba tan bien,con esa sonrisa pícara y esos ojos verdes infinitos,casi podía oler su colonia desde la distancia. Ese olor con el que tantas noches se había dormido abrazando una carta,llorando, soñando. ¡Qué bien le sentaba el verano!.
Entonces se preguntó en qué momento dejó de escribirle. Deseó con todas sus fuerzas tener en su poder su mejor arma, papel y bolígrafo para plasmar lo que sentía al verlo de nuevo,pero la sirena de la feria sonó marcando el final tiempo y cuando quiso parpadear, simplemente le tenía allí delante.
«Hola….»
«Hola…»
Y su canción volvió a sonar.


ÁNGELA FLORES

El cartero.

– Cris, que yo quiero 2 ejemplares de Escucha..
– Vale, te los preparo en cuanto me hagas ingreso.
….
– Si eso mándamelos con los de Mari, que ¿sabes qué pasa? Que a mí me birlan las cosas del buzón.
– ¡Ya te los he empaquetado!
– Bueno, que sea lo que Dios quiera.
….
Unos dias más tarde Mari, muy emocionada me comenta que ya ha recibido sus ejemplares..
Y yo… sigo esperando los míos. ¿Cómo es posible? Vivimos en el mismo pueblo, pequeño.. si ambos paquetes salieron el mismo día..
Seguro que alguien se los ha llevado.
¡Pero si en mi escalera nadie lee! ¡Paletos!
….
Ni un aviso de correos en el buzón..
¿Qué pasa?
Pues me subo a correos, y aprovechando que tengo que mandar un paquete.. pregunto si hay algo para mí.
-¡Pues mira sí! Tenemos un paquete tuyo.
¿Sabes qué pasa? Que el cartero de tu zona tuvo un accidente el sábado.
– ¡Coño! ¿Pero está bien?
– No. Murió

Recojo el paquete y me voy con la cabeza a la altura de los sobacos…

Resulta que el cartero de mi zona, al que no le he puesto cara nunca, ni lo haré, era el mismo que el de mis padres… y mis padres cada año le regalaban unas botellas de vino por Navidad, porque mis padres son de aquellas personas agradecidas con el cartero, o con el chico del super que hace los repartos.. y les da propina.. y les hacen regalos..

Se llamaba Xavi… y yo.. sólo me cagaba en él.. porque no llegaba nunca.

Ni lo hará. Igual que el vino en Navidad. O Escucha… porque el paquete recogido no eran mis libros…y visto lo visto… no sé si llegarán.


LA XICUELA DE CORRIOL

Aún hay veces que veo a alguien vestido con una camisa amarilla y pantalones azul marino, tirando o empujando algo parecido a un carro de la compra, repleto a más no poder, y para mi sorpresa recuerdo que aún existen los carteros.

Cada vez menos carteros ves, y cada vez más reparto a domicilio de otras empresas, auque cuando vas a la oficina de correos, minúscula y sin posibles, te das cuenta que hay que hacer cola hasta en la calle. Será que correos no está tan obsoleto como muchos pensamos, o será que se reinventan y cada vez tienen más servicios que desconozco.

Del último servicio que me enteré fue el del envío de maletas de viaje y su respectiva vuelta a casa. Me parece curioso, pero aún no le he preguntado nada a Sonia, mi cartera, no sea que sea cierto y además fácil de gestionar y nos dé a todos por tramitar el envío de maletas de este modo. ¡ Menudas colas en las oficinas ! ¡Y pobres carteros cargando maletas!


DAVID DURA

….CARTAS DE VIDA………

Aquella mañana de 1814 de nuestro señor , Quijote estaba algo perezoso.
A sus lomos la protagonista de nuestra historia, Eulogia , conocida en los alrededores por su oficio de cartera.
El zurrón de piel de cabra y una manta echa jirones eran sus amigos de viaje.
Después de dos días de cruzar valles y mal tiempo , divisaron el humo de aquella vieja casa a base de adobe .
Quijote quedó en la cuadra , junto a cuatro gallinas negras .
No tardó en tumbarse y pronto quedó dormido en su sueño profundo.
Una vez más , estaba junto a la borrica más bonita que había visto nunca.
Él, llevaba una espléndida zanahoria junto a su boca, ella , acariciaba con su rabo haciendo cosquillas en el lomo de éste, era un momento feliz, hasta que dio media vuelta y por poco aplasta a una gallina acurrucada a su lado.
Así pasó la noche con sus cosas de burro , la que no estaba para descanso era Eulogia.
Nada más llegar , mandó calentar agua a un joven de mejillas desgastadas por el sol , abrió su zurrón , sacando una serie de utensilios viejos como las escrituras.
Con sus manos finas tocó la frente de la desdichada , con sus labios carnosos, besó las muñecas sincronizando su pulso .
Con su oreja derecha , escuchó el latir del nuevo corazón que se abría camino.
Una vez más y ya eran muchas , ayudó en el parto a una joven con pocos recursos, sin un esposo esperando detrás de la puerta, sin más ayuda que un escrito, pidiendo al ángel de la guarda de manos finas y burro perezoso que obrara el milagro.
Así era esta mujer, cartera en cubierto,
partera por vocación .
Jugandose su propia vida , arriesgando por toda mujer soltera, o víctima de algún abuso.
Se despidió de la nueva madre, no sin antes colocar una pluma del ala izquierda de un águila junto al retoño.
Revisó sus cartas en la penumbra de nuevo amanecer, comenzó sus pasos en la llamada de un nuevo renacer.
Quijote tomó su paso en espera de una nueva aventura.
Tantos sueños por cumplir….
Hay oficios por vocación , otros heredados .
El mejor de los trabajos, es aquél , que unas simples letras, dan luz , esperanza en una vida mejor, ya sea mal vista , incomprendida o como en el caso de ésta cartera partera , ayude a quién más espera.


KARLOS WAYNE

Desde que su padre le atropellara con el tractor cuando apenas contaba con siete años de edad, Evaristo supo que si quería salir adelante en la vida, no podría hacerlo corriendo. No trabajaría el campo como su padre, eso era de lo único que estaba seguro. Y hasta que los nacionales llegaron al pueblo en busca de carne de cañón para sus frentes, Evaristo no encontró su camino. ¡Por supuesto que intentó alistarse! pero la cojera resultó aún más pronunciada cuando intentó disimularla. El ejército se llevó a todo aquel menor de cincuenta y tres años, (número extraño para ese menester, pero no iba a nadie a desobedecer las órdenes de aquellos tipos armados y con cara de mala leche), dejando atrás ancianos, mujeres, niños y a Evaristo.
Juanita, en un mar de lágrimas, se despidió del apuesto Martín, que no solo se alistó de los primeros, sino que además, para mostrar su buena disposición para la causa, entregó una lista de aquellos que no se alistarían “por otras razones”. Gracias a ello, al apuesto Martín le ascendieron a sargento antes incluso de darle el uniforme.
Pero todo esto pasó hace una eternidad, o cinco años, siete meses y once días, si hemos de ser concretos y meticulosos.
— Cinco años, siete meses y once días — le dijo Juanita aún en estado de shock al encontrarse con el apuesto (ya no tanto) Martín en la taberna del pueblo— Debería darte vergüenza aparecer por aquí.
— Te dije que volvería —le contestó él, aún en estado de shock sin poder apartar la vista del anillo de casada que Juanita llevaba en el dedo— Pero ya veo que no me esperaste.
— Eres un cara dura —le espetó ella, tapándose el anillo con la otra mano, avergonzada— Todos te damos por muerto, ni tu madre, que en Gloria esté, supo de ti, la pobre…
El (ya no tanto) apuesto Martín golpeó la mesa enfurecido. El vaso de mosto de Juanita volcó y la mesa se tiñó de rojo. La guerra no le había tratado bien, Juanita le veía muy (MUY) diferente. La mirada dura, las cejas caídas levemente hacia adelante, dejando la expresión de su cara en un estado de constante enfado. No, definitivamente ya no era tan apuesto. Ya solo era… Martín.
— Mira Martín —Juanita trataba de recobrar la compostura después de que toda la taberna los mirara tras el golpe— Hemos pasado muchas penurias en el pueblo, tú no estabas aquí para verlo…
— No, tienes razón, estaba en el frente defendiendo a España —sentenció Martín, cruzándose de brazos. Chúpate esa Juanita, a ver qué le tienes que decir ahora. Juanita bajó la mirada. Igual le podía contar aquellas veces que llegaron esos otros que también defendían a España y saquearon el pueblo. Y varias veces. Y con distintos uniformes. ¡Una vez hasta hablaban en otro idioma que no era el castellano! Pero no, no se lo iba a contar. Los uniformes aún la ponían nerviosa y eso que la guerra acabó hace un par de años o más…
—No recibí ni una sola carta tuya Martín. Ni una sola… — Juanita volvió a bajar la mirada, pero esta vez no era por miedo— Te hubiera esperado, te esperé, pero no recibí ni una sola carta tuya.
— Eso es mentira — le dijo martín apretando los labios con rabia— Te escribí todos los meses y en todos los cambios de destino. Y tú nunca me contestaste… Te olvidaste muy rápido de mi.
— No digas eso.
— ¿Quién es? — Preguntó Martín terminando su chato de vino— ¿Quién fue el desgraciado que se me adelantó?
— Martín…
— Dime quién es, lo voy a averiguar tarde o temprano…
— Tenemos dos hijos. Tengo una familia maravillosa —Juanita se tocó el anillo sonriendo— hasta tu madre, que en Gloria esté, nos dio su bendición. Me dijo que después de su querido hijo, nadie mejor que Evaristo para desposarme.
— ¿Evaristo? —Martín abrió exageradamente los ojos y se echó a reír histéricamente— ¿Evaristo? ¿Mi primo? ¿EL COJO? Jajajaja jajajaja jaaaa
Juanita hizo el amago de levantarse, ofendida, pero Martín dejó de reírse y con un gesto con las manos se disculpó, invitándola a sentarse de nuevo… Juanita aceptó, más por la vergüenza de montar una escena en la taberna que por otra cosa.
— Evaristo es un buen hombre y me quiere. Y adora a nuestros hijos. Es un buen hombre. Siempre estuvo animándome cuando no recibía noticias tuyas. Todos los días le preguntaba y él mismo me alentaba a no perder la esperanza de que en la próxima remesa de cartas llegaría una tuya. Pero nunca llegó ninguna.
Martín suspira y hace el amago de darle otro trago al chato de vino, pero el vaso está vacío.
— Así es que te has conformado con mi primo el cojo… En fin. ¿Qué te puedo decir? Igual os merecéis el uno al otro…
— Nada martín —Juanita se levantó, ofendida esta vez— No digas nada. Igual el uniforme que lleva no es militar, pero nunca le ha faltado el respeto a nadie y todo el mundo en el pueblo le aprecia y le respeta.
— ¿Que lleva uniforme? ¿Y qué es? ¿El sereno? —Se burló Martín.
— No —Le respondió seca mientras se levantaba— Cuando se os llevaron a todos, el alcalde le ofreció el puesto de cartero. Y ahí lleva desde entonces, entregando noticias y cartas a todos los del pueblo.


LOLY BÁRCENA

Puedes ver la ahí, sentada, como todos los días Ahí la encontraras, mirando al horizonte, con una mirada perdida, ávida , ansiosa por verle acercar a su casa.
Una casa desvencijada por los años, por los vientos que arrecian en invierno en esa zona, un paisaje desolado en invierno pero que en las primaveras renace, llenando el valle de infinitas gamas de colores, olores a cielo, a tierra mojada, aromas de hierbas, flores,……de esperanza. Sin contar esos meses de primavera, la lluvia inunda cada una de las tejas rojizas de ese techo desvencijado, bueno suponemos que ese era el color que debieron tener, ¡hace tantos años ¡que ni lo recuerdan los del lugar.
Ahí la vemos, las arrugan surcan su rostro, mágico porque en él te puedes perder, te desvaneces con solo intentar seguir esas líneas, donde el sufrimiento dejo grabado, años donde no puedes saber si la soledad vivida, fue el drama nunca narrado. O quizás los golpes que la sometieron, simplemente dejaron esas a arrugas para recordarnos a todos, que ella lo vivió, lo lloro, lo rio….se lo comió a escondidas, bocado a bocado para no ser vista.
Ahí la vemos las manos enlazas sobre el regazo, agarrando las entrañas para que de ellas no salga “el aire” que atesora como la más preciado de las riquezas.
Quizás, parece a lo lejos, que se acaricia, como las plumas revolotean sobre la piel, alas de mariposa que marcan besos de ángel, de tu ángel de la guarda que sigue a tus pies acurrucados para no alejarse de su lado.
Ahí la vemos, el moño bien alto, los mechones canosos recogidos para que el viento no alborote su aspecto, solemne para que pueda seguir allí esperando.
Podemos verla, ella seguirá saliendo, sentándose a su puerta, esperando que el cartero pase por su camino, aun no asfaltado. Repleto de guijarros, que el tiempo dio raíces para que no se movieran y fueran mudos testigos de su esperar.
Esperando que le traiga respuesta a esa carta escrita con el alma rota, que siempre quiso mandar que oh¡ sigue guardada en un cajón. Pero ella sigue esperando, al cartero, para que traiga la carta que le diera felicidad.


FLAVIO MURACA

EL CARTERO YA NO LLAMA

Alcira estaba vieja, vieja y desvencijada como una silla abandonada en donde nadie quiere sentarse por miedo a desmoronarse.
Era la metafora viva de un tiempo cruel y despiadado que pasaba indomito por su lado.
A él no le importaba los infortunios de la vida humana, corria y corria en una espiral infinita. 
Hacia tiempo que su hijo no le escribia cartas y el abismo le deboraba las entrañas…
¿Como podia ser que su sangre se olvidara de ella?
Todos los dias se levantaba temprano para amasar el pan casero, pan que le ayudaba a sortear las penurias de vivir bajo el yugo de la soledad y la desidia.
Ella era una de las tantas olvidadas por el Estado quien se ufanaba de ayudar a los más debiles pero miraba para un costado cuando se trataba de sostener economicamente a los estamentos más bajos.
Alcira habia de ser esa alma caritativa que preferia perder plata antes de ver a un chico llorando de hambre, pues en cada rostro veia al de su hijo pequeño cuando merendaba por las tardes en la mesa del patio de su casa.
A menudo ella se extraviaba de la realidad posando sus ojos fijamente en un punto, era un poco la madre de todos y la de nadie.
Todos en el pueblo la querian, más nadie comprendia su dolor.
El abandono de un hijo era incompresible para ella y se ausentaba de la vida reconfortandose en las cartas que aquel chico le había mandado a través del cartero.
Y recordaba como semana tras semana el hombre vestido con los atuendos del correro llegaba hasta su humilde morada y golpeando con fuerzas sus manos se hacia notar para que ella recogiera las misivas que su hijo le escribia.
Aún no se atrevia a romper el sello de la ultima carta sin abrir, queria mantener el misterio de no saber de él, preferia creer que se había olvidado de ella y no que había muerto allá en la guerra.
Malvinas había terminado hacia más de 30 años y desde entonces el cartero no ha venido más por los pagos de Alcira.
Ella aún se retuerce de dolor cuando en su deteriorada mente aparecen las imagenes de aquel changuito ilusionado que se despedia de su madre para defender su patria.
Aquella tarde de verano ya su alma empezaba a llorar pues sabia que el cartero no iria a llegar cuando la guerra empezara de verdad.
Alcira juntó el coraje necesario y se arrastró hasta esa ultima maldita carta que jamás abrió, la miró y la miró.
Entre la compañia del mate y de sus fieles animales comenzó a desandar ese camino que no habria de tener retorno…
Sus lagrimas surcaban los cuencos de su rostro como el agua que corre en las tierra seca formando rios.
Su hijo, su changuito había muerto como un heroe, como el heroe que siempre habia soñado ser.
Aquel chico había salvado la vida de miles de compañeros…


LETTICIA FLORECILLA DEL CAMPO

+Soy la cartera+

– Hola, ¿es ud. Leticia?
+ Sí
– De acuerdo, pues la llamamos para comunicarla que mañana empieza a trabajar en la oficina de Cambretas.
+ Genial, ¡muchas gracias!

Al día siguiente:
+ Hola, soy Leticia, la nueva.
– Hola, mucho gusto, ahí tienes las cartas que debes repartir y la moto con la que ir.

No me lo puedo creer, pensaba que el primer día no saldría a reparto porque entendía que tenía muchas cosas que aprender.

Al menos tengo la suerte de que ya me han organizado las cartas por las calles que llevo a reparto, por lo que únicamente me toca sincronizar la PDA y abrir la App de Google Maps.

Cada casa que encuentro es un triunfo alcanzado, ya que ¿quién podría conocerse hasta ese momento todas las calles?

Llamo al timbre.
– ¿Quién es?
+ Soy yo, la cartera.

Subo las cinco plantas sin ascensor que tiene la escalera casi con la lengua afuera.

Una vez arriba llamo a la puerta de la casa.
– Hola, ¿y por qué me mandan esta carta?
+ Pues ni idea, yo únicamente soy la mensajera. Me tiene que firmar aquí y darme su DNI.
– Uf, menuda firma, no parece ni mi letra.
+No pasa nada.
Abre la carta antes de que a mí me dé tiempo a marchar.
– Joder, es una multa, menuda mierda. Si lo llego a saber no te abro….

Me marcho pidiendo disculpas a la vez que doy las gracias rumbo hacia otra casa.

Llamo al timbre.

– ¿Quién es?
+ Soy la cartera.

Y así, toda una jornada entera.


ROBERTO MORENO CALVO

CARTA PARA MÓNICA

El gris del día entraba por la venta y se fijaba en las paredes blancas. Frente a dos balcones separados por un lienzo paisajista, un sillón biplaza acogía a Mónica. Arrecostada, tapada con la manta de cuando era pequeña y el mando de la cadena en su mano se adentraba en aquel paisaje costero. Camila Cabello empezaba a dar sonido a la mañana «Havana oh na na…» Aquel otoño empezaba frío y un poco más melancólico de lo habitual…
El timbre sonó y obligó a Mónica a regresar a Madrid.

– ¡Ya va! ¿Quién es? Hola, buenos días. Sí, soy yo. Ah, vale gracias. Perdona, si no tiene remitente. Ya, me imagino, los recortes siempre para los mismos. ¿Pero me la puedo quedar? Ok, no te preocupes, muchas gracias. –

Volvió a poner la canción y se sentó a leer la carta. «Lo supe en un segundo. Tú cambiarías mi mundo. Ese día tus ojos hablando de tú paraíso conectaron con mi alma o algo parecido pero jamás había sentido perder la cabeza de esa forma. Espero alegrarte el día»
Ya estaba. La carta no decía nada más pero Mónica tenía la sensación de haber recibido un jarro de agua en una mañana en la que su única intención era descansar, pensar en las vacaciones, ordenar las fotos y ver los videos que grabaron para pasarselos a todas.
¿Y ahora qué? Se preguntaba continuamente. Ni remitente, ni firma y encima el cartero era nuevo y no sabría como hacer por saberlo.

La semana pasó rápida. Las aceras llenas de hojas, la oficina, la lluvia, cafés con las amigas y una carta… Al fin sábado. Las ventanas abiertas al buen tiempo y Mónica limpiando con la música retumbamdo por toda la casa. El timbre sonó y abrió al cartero. Como si lo estuviese esperando cogió el sobre de la repisa y se lo enseñó preguntándole si podía saber algo del remitente. El cartero sonrió – Pues sí. Qué te envía otra y tampoco lo tiene. Está vez me di cuenta y como te entregué una la semana pasada pues me la he traído con la intención de saber si la querías pero ya veo que sí – La conversación con Adrián duró un poco y quedaron en ver qué se podía averiguar del dichoso remitente.

Nada más cerrar, Mónica hecho a correr al salón tropezando con la escoba mal apollada en la puerta. Se sentó, abrió el sobre y leyó: «Mi corazón está en la Habana. Como te gustaba repetir esa frase que te definía tan bien y como me gustaba a mi oirtela. ¿Sabes cuál sería mi frase? «Mi corazón está guardado en tú cama»»

Respiró hondo, tragó saliva y cerró los ojos unos segundos. Buscó el mando de la cadena, eligió la canción y le dió al Play. «Havana oh na na, mi corazón está en la Havana oh na na…» La canción continuó mientras las lágrimas no dejaban de inundar su cara. Se frotaba los ojos para poder ver nítido el lienzo de Mayabeque colgado entre los dos balcones, sobre la televisión, en una pared color tierra y con ángulo directo hacia el sofá. ¿Qué está pasando? ¿Qué leches significa todo esto?

Tuvo que hacer un gran esfuerzo durante toda la semana por no pensar en el asunto o, al menos, por apartarlo rápido de su mente para no llegar a la obsesión. Se le hizo muy larga esperando que llegase de nuevo el sábado. Y exacto, así fue, el timbre volvió a sonar. Apagó el cigarro en el cenicero lleno de colillas, salió corriendo y abrió la puerta sin preguntar. – Buenos días. ¿Otra? ¿No sabes nada? Bueno, a ver si hay suerte. No, no te preocupes, no diré nada. Y muchas gracias por estar atento. Sí, tu tráemelas. Venga, hasta luego. Muchas gracias. –

Otra más, la tercera. La abrió, sacó el folio y leyó. «Tras enterarme de lo de tú madre, quise acercarme, preguntarte si estabas bien cogiendo tu mano. Aquel día pensé que te fallé. No puedo explicarte porque huí» Está vez la carta le revolvió más de lo normal. Tocó un tema aún no superado. Se refugió en sus recuerdos para no pensar.

El otoño cumplía un mes al igual que el asunto de las cartas anónimas. Mónica esperaba la cuarta carta un poco cansada de aquel jueguecito. No sabía a dónde llegaría y ya le empezaba a preocupar un poco el que alguien estuviese tan presente en su vida sin dejarse ver. Nuevamente la carta llegó de la mano de Adrián sin noticias del remitente. La abrió y se puso a leerla. «Lo supe desde siempre, te amé por accidente. Algo que no pude controlar. Pero si, me confieso que contigo podría caer en el pecado. La semana que viene sabrás más de mi.»

– Buenos días Adrián. ¿Sabes? Hoy se supone que me dice algo más de él. ¿Si quieres pasar? Ya, mucho curro. No te preocupes ya te contaré. De todas formas a ver si al final consigues descubrir algo. Muchas gracias. –

Tras cerrar la puerta se dirigió al salón, cerró la ventana y se sentó en el sofá. Miró el sobre y levantó la mirada, adentrandose en Mayabeque. Respiró hondo y comenzó a abrir lentamente el sobre. No lo podía creer, era una postal de la playa de Mayabeque. Miraba el cuadro y miraba la postal. Aunque no era el mismo ángulo, tenían la misma esencia. Sacó el folio del sobre y leyó. «Como siempre lo definías es tu sueño de la Habana. En junio reaparecistes en mi vida. En esos segundos quise a vivir. Te vi en la agencia de viajes. Al fin cumplías tu gran sueño, como le decías al agente. No me reconociste. Es normal, han pasado 12 años años desde que me mudé y si le sumamos que siempre me mantuve un poco alejado por miedo, timidez o no sé bien que… aunque está vez no va a ser igual. No te dije nada porque no quería empañar tu aventura. Tampoco estaba muy seguro si acabarías regresando pero como sí lo has hecho ahora quiero cumplir mi sueño».

Sobre la mesita de cristal estaba la bandeja con las sobras de la comida, un cenicero con un cigarro humeando y la postal y la carta extendida a un lado.
Mónica se levantó y puso la postal en equilibrio encima del cuadro. Buscó el mando y le dió al play. «Havana oh na na…» Se adentraba en Mayabeque y se puso a pensar en los desterrados de su vida hace 12 años. Vueltas y vueltas… y de repente el timbre.

– ¡Leches, Adrián! Como cambias de calle –

– Hola Mónica, ¿Podemos hablar? –


MARTA TORRES

Cartero:
Mi única felicidad verdadera era escuchar desde muy lejos ,el motor del cartero mi corazón empezaba a latir a mil por hora , era un señor ya grande muy amable que siempre me gritaba » guerita » tienes carta .
Yo salía corriendo a su encuentro ,con una sonrisa de felicidad , que el cartero me decía me contagia tu alegría , nunca nadie están feliz al verme y sonreía .
A si fue durante un tiempo , un día ya no hubo mas cartas y como todo pasa ya no mas cartero » don jose» se enfermo y murió …. Y yo siempre que veía a otro cartero a mi memoria venía el viejo don jose que , solo a esta «guerita» el llamaría……..


FUEN CALDERÓN ROMEO

Su padre había sido el cartero del pueblo. Cuando falleció a todos les pareció lo más natural que su hijo continuara su labor. Así es que Patricio, con dieciséis años heredó de su padre la vieja casa, que estaba dividida en dos partes, una como Oficina de Correos donde la gente iba a llevar sus cartas y entregar y recoger paquetes y la otra parte su hogar. Heredó también su enorme cartera de cuero, sus botas para el invierno y las espartinas para el verano, su oficio y su apodo, el Correos . De su padre había aprendido muchas cosas, pero la esencial era que cada carta que recibían era importante y que todas las cartas debían ser entregadas en su destino.
Cada mañana a las seis en punto se levantaba y lloviera, nevara o hiciera un calor de justicia, recorría a pie los ocho kilómetros que le separaban del pueblo vecino para recoger la correspondencia que llegaba y vuelta otros ocho kilómetros al pueblo.
No era un pueblo muy grande y conocía a la mayor parte de sus habitantes. O eso pensaba. Pronto aprendería que mucha gente no era lo que aparentaba y otros eran mucho más de lo que parecían. Había gente que se acercaba a su casa no sólo para enviar una carta. Muchos no sabían leer ni escribir y le pedían ayuda: Mi hijo está estudiando fuera, he recibido carta de mi hermana y me gustaría contestarla… Así Patricio el Correos, aprendió a ver a sus vecinos de otra manera. Como aquella chiquilla que parecía tan altiva, la hija del hombre más rico del pueblo, que se carteaba con el hijo de Eusebio, el buhonero, cuando estaba fuera con su padre dedicándose a la venta ambulante: «pero no se lo diga a mi padre por favor…» Sin darse cuenta, poco a poco, se iba convirtiendo en parte de la vida de todas aquellas personas, poseedor involuntario de secretos, consuelo de algunos y esperanza para otros tantos . Era además a menudo la única fuente de información, con excepción de la radio que no todos poseían. Traía noticias frescas de lo que estaba pasando fuera. ¿Qué noticias traes hoy? ¿Algo para mí?. Cuando llegaba una carta muchas veces, viendo la letra ya conocía el remitente de la misiva y podía intuir el agrado o el desaliento que aquellas letras producirían. Y, por Navidades, de puerta en puerta iba felicitando las fiestas con una tarjeta que él mismo escribía: «El cartero felicita a usted las Pascuas de Navidad» añadiendo una pequeña ilustración que dibujaba con esmero y una poesía también heredada de su padre : » En mi largo camino, sirvo con igual cuidado, al pobre y al rico, al granjero o al soldado, al médico o al criado. Y aunque me gusta mi oficio, a veces intuyo un bombazo y me saca de quicio si puede ser un sablazo. Y llegadas estas fiestas navideñas tan sólo quiero desearles con esmero, que las pasen felices y hogareñas. Firmado : Patricio el cartero.» Los carteros de los pueblos más grandes las mandaban ilustrar e imprimir. Pero Patricio apenas ganaba lo suficiente para sobrevivir, tan sólo unas pesetas que a menudo le obligaban a hacer trabajillos extras. Mucha gente era generosa con el aguinaldo navideño. Curiosamente siempre pensó que quienes más daban eran los que menos tenían. De don Fernando, el más rico, aquel cuya hija tenía amoríos con el hijo del buhonero, apenas unas monedas. Otros le entregaban algún billete que, a buen seguro, les habría costado trabajo reunir, agradecidos por los favores de Patricio. Otros daban lo que podian como el zapatero del pueblo, unas suelas nuevas para sus desgastadas botas y la señora Ángela, la del hijo que estaba estudiando fuera, unos huevos. Patricio aprendió a conocer bien a todos ellos y ellos le respetaban. En muchas ocasiones, llegó a esperar una carta con la misma impaciencia y emoción que el propio destinatario.Terminaba sus días agotado. Pero al día siguiente a las seis en punto, se levantaba por muy agotado que estuviera. ¡Arriba Patricio! Las cartas no esperan. Al fin y al cabo lo que hacia era importante. Él era el cartero.


GABRIELA MOTTA

Era il postino di tutta la città!

Non ricorda come l’ha fatto, ma l’ha raggiunto. Era felice, felice…

Así era la canción que ella escuchaba en aquel preciso momento.

El sonido de una pita le hacía recordar que se encontraba en Canarias, mira por la ventana y lo ve ahí parado justo debajo de la puerta; “il postino”. Seguro era una señal de la vida, hay quienes dicen que debemos prestarle atención así que decidió salir de su descanso y abrirle la puerta al hombre, que para nada se le parecía al postino della canzone che stavo ascoltando, éste era de compostura pequeña con extremidades gruesas, algo tosco, con una nariz tan aligueña que hasta parecía un personaje de historietas, pero el único que siempre estaba a sus órdenes y trayéndole la correspondencia siempre a tiempo.

Cioa; se le escapó sin darse cuenta y de inmediato recordó que ya no estaba nella Italia y rápidamente se corrigió, hola quise decir.
Hola mi niña aquí le traigo su correspondencia de seguro es importante porque me han enviado aquí por el carácter de urgencia de la misma.

Vale, dijo ella algo nerviosa, sabía que ese hombre estaba en lo correcto. Bueno pues traiga pa’ acá y ya salimos de la duda.
Pue’ si contestó el cartero, apoyándose en el muro de piedra que marcaba el límite entre la casa y la vereda. El hombre la miraba fijamente, ella lucia visiblemente nerviosa, sus manos transpiraban lo podía percibir por sus huellas que habían quedado marcadas en el sobre.

Bien, aquí vamos y apoyando sus ojos sobre aquel papel comenzó a leer la carta. El cartero la observaba fijamente y pensaba «que trabajo tan duro el mío», además de tener que soportar las inclemencias del tiempo, le tocaba lidiar con animales enfurecidos, adultos mal humorados y personas solitarias que siempre tenían la necesidad de hablar, vaya pensó para sus adentros sólo espero que no haya enfermado nadie. El silencio que se había producido fue interrumpido por el llanto de lei, acá voy otra vez pensó el cartero. Venga que si necesita un hombro para llorar aquí está el mío mi niña, lei lo abrazo y en ese abrazo pudo sentir su alma, entre lágrimas sólo pudo pronunciar «il mío fratello», ¿qué? Preguntó el cartero confundido. Mi hermano se acaba de suicidar.

Que decir en estos momentos pensó y permaneció callado, no había palabras de consuelo para ese dolor, él lo sabía muy bien. Lei entre lágrimas prosiguió, mi hermano se acaba de suicidar con una motosierra. Los ojos de aquel pequeño hombre saltaron de sus órbitas ¿con una motosierra? y de inmediato se arrepintió, esa había sido una pregunta indiscreta, pero es que lo extraño de la situación le causaba una especie de morbo y curiosidad al mismo tiempo, se asustó de sí mismo y pidió disculpas por su indiscreción.

Vale, tranquilo que aquí no ha pasado nada, escúchame sólo necesito desahogarme. Pone mi abuela en la carta que él se fue para la bodega donde guardábamos las barricas de vino, enchufó la motosierra la colocó sobre un estante alto aguantándola con unas piedras muy grandes para que no se fuera a caer, la encendió y pasó su cuello entre la sierra. Cuando lo encontraron litros de sangre chorreaba de su cuerpo que ya estaba tieso en el suelo desprendido por completo de su cabeza que salió rodando y fue a parar en la puerta de la bodega, con los ojos abiertos y la lengua hacía un lado.

¡Madre mía! exclamó horrorizado el cartero, con el último suspiro que le quedaba de aliento y un pequeño hilo de vos, pálido como si alguien le acabase de dar un susto.
¡Joder! … pero a quién se le ocurre enviar semejante noticia en una carta no hubiera sido más humano haberte llamado por teléfono y ahorrado los detalles?

Lei secándose las lágrimas trata de explicarle que esta era una vieja tradición familiar, “sé que suena loco, también capisco que no la puedas ver como algo corriente, pero siempre que tenemos que dar una mala noticia lo hacemos por carta y de la manera más realista posible porque creemos que así sufriremos menos.”

Vaya familia pensó para sus adentros, mientras sus labios esbozaban una sonrisa forzada y sus ojos permanecían abiertos sin parpadear debido al asombro.

Bue’ dijo lei, ya estoy un poco más tranquila, puedes seguir tu camino mi niño y gracias por el hombro amigo. Pue’ na’ que agradecer estamos pa’ servirle, mientras por dentro agradecía a la virgen de la Candelaria y también al hermano Pedro el haberlo sacado rápido de esa situación. Dándose la vuelta y aun recuperándose del impacto, prosiguió su camino pensando: ¡no digo yo que pa’ ser cartero tenía que ser requisito obligatorio un posgrado en psicología! Vaya trabajo el mío.


OLGA LUJÁN

LA SOLUCIÓN PERFECTA
Os contaré mi historia y como no podría ser de otro modo lo haré a través de una carta.
Me llamo Manuel y soy cartero. Ya sé que mi presentación suena a declaración en una terapia de alcohólicos anónimos, pero es que yo soy adicto a mi trabajo. Lo es todo en mi vida. Tengo una esposa a quien no le importo en absoluto. Solo le interesan las compras, sus amigas y mentir a todo el que se acerque a ella. Dos hijos que le siguen ciegamente y nada más escuchan fábulas de una madre que día a día los aleja más de mi.
Ante tal panorama entenderán que el hecho de salir a diario, charlar con la gente, entregarles cartas… . se hubiera convertido en el único aliciente de mi vida. Ya no me importaba el clima que se respiraba en casa.
Hasta hace unos años. Hoy en día todo es diferente. Muy diferente. Pero he encontrado la solución. Y es perfecta.
Antes de hablaros sobre mi plan, debo poneros en antecedentes.
El cartero comenzó siendo esa figura bucólica que visitaba a unos padres para llevarles noticias de un hijo que estaba lejos . El mediador entre dos enamorados que se hacían confidencias de amor eterno. O el viajero que llevaba la carta del esposo emigrante con la promesa de regresar con fortuna, a una mujer con hijos que le esperaba en un hogar humilde. El hilo de unión entre dos amigos separados por la distancia. Y tantos otras misivas que, en ocasiones aunque no fueron tan dulces, también pudieron llevar consuelo. Sea como fuere el caso, siempre fue un nexo entre personas.
Sin embargo, el cartero de hoy es un transmisor. En mi carrito llevo multas, notificaciones de impuestos, de embargos, cartas de bancos, recibos. Cuando me ven llegar a sus casas ponen mala cara. Algunos hasta me dicen que el destinatario ya no vive en el domicilio ante el temor a el contenido del sobre que quiero entregarles. Otros observan por la mirilla y no me abren.
¿Han desaparecido las cartas de amor? ¿ o los mensajes entre amigos?. No.
Para eso está internet. Con el móvil, con el ordenador, con una tablet, envias mensajes donde y a quien quieras.
¿Alguien pensó en mi? No.
En fin que la calle y mi hogar son la misma cosa.
Pero yo no estoy dispuesto a renunciar a mi vida anterior y no lo haré. Tan solo me quedan cinco años para jubilarme y pienso disfrutarlos como antaño.
Soy un hombre de recursos y un tanto previsor. Cuando me di cuenta que esto podría pasar decidí estudiar informática, pero no para lo que ustedes creen, sino para arreglar la situación.
He diseñado un programa que extenderé por toda la red. Irá camuflado en los mensajes que se envían por Whatsapp, Twitter, Facebook o cualquier aplicación que sirva para comunicar personas. Este virus es imposible de aniquilar.
Y todo volverá a ser como antes.


LUCIDECES ROMUALDO RAMÍREZ

SI QUIERES LO PAGAMOS A PACHAS

Lunes

Camino de la Buena Suerte. 12:45

Pepe está metido en un lío y piensa que la cartera de reparto de su barrio es la única persona en el mundo que le puede ayudar en estos momentos. Es nueva, solo la ha visto dos veces antes desde su ventana. Es una chica joven y siempre va muy rápido.

Pepe está esperando sentado en un banco. Está nervioso. Cuando ve acercarse a la cartera a lo lejos, se levanta. Se frota las manos. Respira hondo. Intenta relajarse y cuando la cartera llega a su altura interrumpe su paso.

– Perdón, ¡buenos días! Solo es un momento, es usted la cartera que reparte en la calle Cuatro Hojas ¿verdad?

– Pues según, si lo fuera…¿me vas a agredir o matar porque quizá he echado una carta en el buzón equivocado o algo similar?

– No, tranquila, no es nada de eso, siento molestarle en su trabajo, es que necesito que me haga un favor…

– No creo que le pueda ayudar, pero dígame…

– Vivo en Cuatro Hojas nº25, en estos días tengo que recibir una notificación a mi nombre, y resulta que por las mañanas está siempre mi padre en casa, y no quiero que se entere, y era por si no le importa que le espere estos días por aquí y cuando la reciba, me la dé a mí personalmente…

– Imposible, lo siento mucho pero no le puedo ayudar.

Soni coge su carro y empieza a caminar. Sortea a Pepe y sigue su camino. Pepe está a punto de desistir, pero se da media vuelta y alcanza a Soni…

– Venga tía, por favor, pareces una tía enrollada… ¿qué más te da a ti?

– Lo siento, no puedo hacerlo, cualquier alternativa a la entrega en domicilio u oficina es ilegal, me podrían echar y como puedes comprender, muchachote, que no me la voy a jugar por ti que te no te conozco de nada… Además quién me dice a mí que todo esto no sea una encerrona de Correos o de la Inspección de Trabajo. No sería la primera vez que le ocurre algo parecido a algún compañero…

– Por favor, con estas pintas como voy a ser yo algo así…

– ¿Quién sabe?… oye de verdad, si pudiera hacer algo lo haría, pareces un buen chico, pero no puedo hacer nada, no puedo seguir hablando contigo. Entramos en la urbanización, estoy trabajando, no me gusta distraerme en mi trabajo ni que la gente me vea hablando con nadie.

– Está bien, no te entretengo más, un cosa más, un segundo por favor…

– Sí…

– Te he traído un poco de agua fresquita y crema solar, hoy es el primer día que el sol pega con fuerza y siempre nos olvidamos echarnos… y no creo que Correos se preocupe mucho por la salud de sus trabajadores.

Pepe saca de su mochila una bolsa de plástico y se la ofrece a Soni que se ha quedado algo perpleja y sorprendida.

– Desde luego que no, nos la tenemos que comprar nosotros, en serio… ¿tienes agua fresquita?

– Sí…

– Pues no sé si esto está bien… pero la verdad es que estoy sedienta. Así que “qué coño” ¡dame agua por favor!

Soni coge la bolsa de plástico, la abre, y saca la botella y empieza a beber con ansías. Cuando termina la vuelve a meter en la bolsa y saca la crema solar…

– Madre mía, encima es de la buena, que asco me doy en estos momentos, me estoy dejando sobornar…

Soni se da crema solar rápidamente por la cara. Cuando ha terminado la vuelve a meter en la bolsa, y ve que hay una nota, la coge y la lee en silencio. A continuación mira a Pepe:

– Tú lo estás flipando, anda toma y muchas gracias, me tengo que ir…

Soni intenta devolver la bolsa de plástico:

– Quédatela, creo que la necesitas más tú que yo.

– En serio, toma, no puedo aceptarlo…

Pepe da unos pasos atrás, está claro que no piensa coger la bolsa de nuevo.

– Quédatela y si puedes hacer algo por mí te estaría muy agradecido…

– Tú eres un cabroncete, me tratas bien solo porque quieres que haga algo ilegal por ti…

– Por favor tía, es solo una puta carta, soy mayor de edad, no quiero dar un disgusto a mi padre ahora mismo…

– ¿Cuatro Hojas Nº 25 es la casa que recibe todos los días un montón de correo?

– Sí, mi padre trabaja desde casa, y espera tu llegada todos los días impaciente…

– Es muy amable, ¿por qué no hablas con él?

– Porque no lo comprendería… te lo puedo asegurar…

– Bueno, José Luis, encantada, voy con retraso, no te prometo nada ¿vale?… no te enfades conmigo si tengo que entregar eso en presencia de tu padre.

– Tranquila, siento mucho ponerte en un compromiso, pero para mí es importante…

– Tú eres un listo…

– Me puedes llamar Pepe

– Jajaja

– ¿Qué pasa?

– Que Pepe me recuerda a los Payasos de la Tele, a Pepito Grillo…

– ¿Cómo te llamas tú?

– Sonia, pero todos me llaman Soni…

– Anda, como la marca de los aparatos…

– Oye, no te pases…

Soni termina de subir la cuesta con su carro. Pepe la mira como se aleja con las manos en los bolsillos.

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Martes

Camino de la Buena Suerte. 13:33

Pepe espera el paso de Soni en el mismo banco que ayer. Si ayer hacía calor, hoy hace mucho más. El muchacho lleva esperando ya casi una hora, Soni va con retraso. Por fin Pepe ve su silueta a lo lejos. Siente como su corazón late más deprisa de lo normal. Cuando Soni llega a su altura no le da tiempo a saludar porque es Soni quien con cara de muy pocos amigos toma la palabra primero.

– No hay nada para ti, tranquilo. No puedo pararme. Voy con retraso. Lo siento. recuerda por favor que yo estoy currando… Hasta luego…

Pepe empieza andar a su lado…

– ¿Qué ha pasado?

– Pues que hay una compañera de baja y no la ponen sustituto, así que hoy me toca ruta doble, no sé como lo voy a hacer, todavía me queda tu barrio y volver…

– Bueno tranquila, es normal entonces que vayas con retraso, y que no te dé tiempo hacer todo el reparto…

– Es normal, pero es que luego encima si no entregas todo te dan el toque.

– Bueno, no te molesto más, toma, te he traído agua fresquita para que alegres esa cara…

Soni le mira y le sonríe con cierta ternura.

– Gracias. Una cosa, tráete siempre la mochila, boli y un cuaderno de tapa dura, si te entrego esa mierda por el camino, tenemos que ser rápidos y sin dar el cante. Recuerda que me tienes que firmar el acuse de recibo sí o sí y tendrás que apoyarte en algún sitio y yo no voy a sacar mi libreta en medio de la calle…

– Tranquila, lo tengo todo pensando.

Pepe saca de su mochila un cuaderno de tapa dura y un boli y se lo muestra.

– Muy bien, parece que estamos en la misma onda.

– Claro, yo no te quiero causar ningún problema…

– Más te vale… adiós.

– Adiós Soni, y ve más despacio que te va a dar algo.

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Miércoles

Oficina de Correos 8:05

El Jefe de Oficina le está dando un toque a Soni.

– Soni, a ver si lo comprendes, aunque ayer te tocará hacer dos secciones dejaste mucho correo sin entregar, muchos compañeros tuyos hacen dos secciones y traen mucho menos…

– Señor, yo siempre llamo al portero dos veces para las notificaciones, cartas certificadas y paquetes grandes, y subo a las casas las veces que hagan falta…

– ¿Qué quieres decir con esto, que tus compañeros hacen mal su trabajo?

– Yo solo digo que soy la que menos avisos deja en los buzones de los usuarios, y no creo que sea por casualidad.

– Lo que usted diga, pero espero que tenga en cuenta mis palabras, no se puede dejar tanto correo sin entregar, si ya tiene el correo clasificado, puede empezar usted a “embarriar”.

Soni empieza a colocar la correspondencia al carrito. Una de las cartas está especialmente apartada. La mira fijamente antes de cerrar el carrito. Termina pensando «¡Qué se jodan!»

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Miércoles

Camino de la Buena Suerte 12:35

Pepe espera un día más el paso de Soni en el mismo banco. Cuando la ve aparecer se prepara. Hoy está menos nervioso, Soni luce la misma cara de cabreada que ayer.

– Pepe, estás de suerte, se ha recibido hoy…

– En serio…

– Sí, venga, vamos a andar como si nada, abre la mochila, y mete la carta dentro cuando te la dé y saca el cuaderno, te apoyas en él y me firmas el acuse…

– ¡Por dios Soni! parece que me vas a pasar droga…

– Esto es ilegal, y a mí me gusta hacer bien mi trabajo.

– Venga aquí la tienes, eso es, métela dentro…¿ha sonado mal verdad?… bueno, ahora pon el DNI y firma abajo, muy bien… ¿has puesto el DNI verdadero no?

– Qué sí, muchas gracias…

– De nada.

– Toma el agua…

– Hoy hace más fresquito, gracias por el agua…

– De nada, que te cunda, no te molesto más, gracias por ayudarme…

Pepe se detiene mientras Soni sigue la ruta con su carro. Antes de girar, Soni mira hacia atrás y sonríe. Cuando termina de subir la cuesta, se detiene un momento. Bebe un largo trago de agua. Ambos se dicen adiós con la mano.

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Jueves

Portal Calle de los Escribas Nº 7. 9:50

Soni está echando las cartas en los buzones a gran velocidad. Pero hay una que decide no echar. La mira fijamente. Duda. Es un portal sin ascensor. Mira hacia la puerta del portal y no ve a nadie. Parece todo tranquilo. Deja el carrito al lado de las escaleras. Sube corriendo, una vez ya en la primera planta, toca el timbre de la Letra A.

– Señora Marisol, abra, soy la cartera, traigo una carta de su hermana… por favor, abra, que tengo prisa…

– Voy guapa, voy enseguida, a ver si encuentro las llaves, a ver, ya está… ya abro…

– Muy bien.

La Señora Marisol abre la puerta, se sostiene en pie gracias a dos muletas.

– ¡Gracias guapa! Gracias por subirme la carta aunque no tengas que hacerlo, si no es por ti no la puedo leer hasta que venga mi hijo este fin de semana.

– De nada Marisol, es un placer, la dejo, que tengo mucho follón…

– Vale hija, muchas gracias, qué dios te bendiga.

Soni sale disparada. Baja las escaleras corriendo. Pero cuando va a afrontar el último tramo hay algo que le hace paralizarse. El carrito no está donde lo dejó. Termina bajando las escaleras despacio, mira por todo el portal, sale a la calle, no hay ni rastro del carrito.

– ¡La he cagado! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! – termina gritando llena de rabia.

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Jueves

Camino de la Buena Suerte. 14:30

Pepe se levanta del banco de siempre. Ha ido a esperar a Soni aunque esta ya le entregó la notificación que esperaba ayer. Abre la botella de agua que había traído para ella. Está muy preocupado. Le raya pensar que haya pasado algo por culpa suya y la hayan despedido. Cabizbajo abandona el lugar y se dirige a su casa.

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Jueves

Habitación de Soni. 18:30

Soni ha tenido un día de mierda. Está echada en su cama. Su gato la acompaña. Lo que más le jode es que encima que ha querido hacer una buena obra, la van a hacer pagar lo que llevaba dentro del carrito. Calcula que serán unos 250 pavos.

El seguro cubre el atraco, pero no el hurto. Y una de las normas principales de Correos es que no se puede abandonar el carrito por nada del mundo. Ella lo abandonó dos minutos por subir una carta a una mujer impedida. Le va a salir caro su osadía.

Hace cuentas: 1000 de sueldo – 250 del puto carro: 750 – 500 del alquiler-: 250… En fin…Parece que no voy a poder hacer muchos planes el próximo mes.

En sus manos tiene un papel. Es la nota que le dio Pepe. En ella está anotado su nombre completo y su teléfono. Se pregunta si hoy también le habrá estado esperando en el mismo banco. Se pregunta si hoy también le habrá llevado agua, o quizá ya como tiene lo que quería, ha pasado de ir.

Tiene ganas de saberlo. ¿Por qué no llamarle? o quizá ¿es mejor dejarlo para mañana vienes?

Se incorpora sobre la cama y por fin se contesta así misma: «¡Qué coño!». Coge su móvil y marca. Alguien descuelga:

– Sí..

– Hola, eres ¿Pepe?

– Sí, ¿quién eres?

– Hola, soy Soni…

– ¿Soni?

– Sí, la cartera…

– Soni, ¿estás bien? ¿qué ha pasado? ¿no me digas que te han pillado y te han echado?

– No, tranquilo, estoy bien… y tampoco me han echado, por ahora vamos, entonces…¿fuiste a verme esta mañana?

– Sí, te estuve esperando…

– Y…¿me llevaste agua fresquita?

– Sí, claro… pero ¿qué te ha pasado esta mañana?

– Me han robado el carrito, si quieres quedamos y te lo cuento.

– Claro, ¿vives cerca? si quieres podemos ir al Cerro de Las Vistas.

– Me viene bien, en una hora puedo estar allí.

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Jueves

Cerro de Las Vistas. 20:15

Soni y Pepe están sentados en un banco mientras divisan las vistas de la gran ciudad.

– Si quieres pagamos a pachas lo del carrito… – le propone Pepe.

– No, ha sido un error mío, no volverá a pasar, lo siento por la señora, pero no me la juego otra vez.

– Como quieras, pero a mí no me importa, oye, es verdad eso que cuentan que Correos ha hecho un sello especial de León, y en su presentación una señora del público dijo, que la catedral que aparecía no era la de León, sino la de Burgos…

– Eso es verdad como un templo y un error como una catedral, ni el mismísimo Señor Presidente se había dado cuenta…

– Es surrealista…

– Qué esperabas de Correos, se dice que las cartas llegan porque los carteros quieren…

Los dos se echan a reír. Cuando terminan el silencio lo es todo y se miran. Se besan levemente por primera vez. Pero Soni rompe el silencio:

– ¿Qué rollo es ese de la notificación?

– Soy activista antidesahucio, voy a tener un juicio a finales de mes.

– ¿Te meterán en la cárcel?

– Supongo que todo quedará en una multa…

– Si quieres la pagamos a pachas…

Los dos se echan a reír. Y cuando terminan se vuelven a besar. Sin que se den cuenta, la noche ha caído finalmente sobre ellos por primera vez juntos.


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16 comentarios en «El cartero»

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