Poderes

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir sobre nuestros “poderes”. Estos son los relatos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 29! (Solo un voto por persona).

*Los relatos son originales y no han pasado procesos de corrección

MARÍA DAVID

Bajo el cielo,en un invierno gélido y pesado,se veían las casas y los edificios cubiertos de una manta blanca que se formó,inesperadamente,en cuestión de minutos,en toda la region.Las calles parecían abandonadas ya que nada y nadie se atrevía salir de su hogar.
A las 05:30 de la mañana alguien encendió una luz:era una mujer de unos 30 años,atractiva y natural,que se despertó por ir a currar.Sus dos hijas abrieron los ojitos,lentamente,mirando a su mamá como salía del cuarto.Despues de unos minutos,volvió en el cuarto con unas galletitas y te calientito de camomila.Acabaron el desayuno y su madre ya estaba preparada para ir al trabajo.
¡Mamá,no te vayas,quédate con nosotras!Las dos niñas miraban,con lágrimas en los ojos,como su mamá se iba al trabajo.
¡Pronto vuestro padre se despertará,así que no os vayáis a quedar solas!
Después de un rato,su padre se despertó,se levantó de la cama,sé puse su ropa y entró en el cuarto de las niñas.
¡Iré a traer algo para comer!,¡Comportaos bien!
Las niñas accedieron con la cabeza y y siguieron con sus juegos.
Pasaron horas y su padre todavía no llego a casa.Las niñas,hambrientas,pararon de jugar y se dirigieron hacía la cocina,dónde encontraron un trozo de pan seco y más duro que una piedra.Estaban casi acabando ese trozo de pan cuándo ,por fin,su padre llego a casa en estado de ebriedad.Oyendo el sonido agudo de la puerta,sé ascondieron debajo de la cama.
¿Pero que habéis hecho?,¿Donde está el pan?
Con los ojos rojos «inyectados» con alcohol contemplaba la casa,furioso,en la búsqueda de las niñas.
¿Que voy a comer yo?,¡Malditas seáis y maldigo el día en la que nacisteis!
Los cuerpecitos de las niñas temblaban y sus corazones latían al unísono muy fuerte;estaban asustadas…se abrazaron,cerraron sus ojos y se imaginaban como su mamá llegará a casa para protegerlas,dándoles mucho cariño y abrazándoles fuerte,fuerte….
¿Mamá,dónde estás?,¡Solo tu amor nos da el poder para seguir adelante!
En el suelo congelado,debajo de la cama,las niñas durmieron abrazadas,soñando con su mamá,sintiendo sus caricias y su amor puro,tierno y eterno.


TONA REGUEIRO SALAS

EL PODER DEL AVATAR

Aquí estoy de nuevo mientras el mundo duerme. Sábado 5.45 de la mañana.

Hoy voy a dedicar mis reflexiones a mi avatar. Siempre he tenido la sensación de ser dos. Me explico, en el momento que eres capaz de captar gran parte de las emociones en las personas que te rodean, empiezas a jugar con un poco de ventaja. Es decir, tu mente, su parte más estratega se separa de ti y analiza la situación como si fuera en tercera persona. El tiempo ya no tiene el mismo ritmo para ti que para los demás integrantes de la situación. A ti te da tiempo a percibir, analizar, reaccionar o reconducir mientras que para las otras personas, el tiempo es el de una conversación normal.

¿Qué ventaja puede tener esto? Cuando eres una persona que no encajas de primeras, una persona que se debe adaptar al medio, esta ventaja es crucial. Pasa a ser una necesidad. De un buen análisis y reacción puede depender el salir con éxito de una situación, ya que si dejamos que nuestro yo interno reaccione sin dicho análisis, probablemente ofenderá o se ridiculizará (hay que decir que muchas veces ese yo interno se escapa).

¿Desde cuando tengo este avatar? Desde que tengo consciencia. En mi familia, muy autoritaria, me ha servido para capear el temporal. No puedes hablar con ellos si no piensas igual que ellos y allí, es donde entra en juego mi avatar. Sabes dónde están los límites, cuales son las reglas.

El dominio del avatar no es innato. Cuando eres un niño o un adolescente y ves que es difícil salir de una situación con éxito, porque SABES que la otra persona sólo se escucha a si misma, sólo te queda una salida: CALLAR Y PONER CARA DE POKER. (No olvidemos que hablas con una autoridad, escuela , padres, jefes) ¿Y cómo se traduce esto a ojos de los demás? Pasas a ser “la tonta del bote”. Pasa en tantas ocasiones, que empiezas a tener tú esa percepción de ti misma. Me explicaré con un ejemplo:

Imaginadme de adolescente, en clase de filosofía. Cuando me explicaron que la verdadera debilidad y fortaleza del hombre es su capacidad de pensar, descubrí que la necesidad de tener una razón de ser, existe desde el principio de los tiempos. Me explicaron que el hombre se ha escudado en distintas deidades para dar sentido a su vida. Ese es el momento en el que la adolescente piensa. ¿Por qué mi dios ha de ser verdadero y los otros falsos mitos? Y quieres compartir, quieres debatir esa reflexión con la familia, con la escuela, con los amigos. Pero entonces percibes peligro, percibes que ese entorno empieza a PONER CARA DE POKER. Allí es cuando esa adolescente, saca su avatar en juego, cuando analiza y comprende que el resto de los integrantes de esa situación no están dispuestos a debatir. Y entonces empieza a escribir sus reflexiones.

No creais que me agobio ¡Puede llegar incluso a ser divertido! Porque por dentro piensas lo que piensas y no vas a cambiar, pero debes salir de la situación con éxito. No debes ofender (necesitas ser aceptado por el grupo). No puedes mentir (no te sentirías bien contigo misma). Debes salir de la situación de la manera más diplomática y disimulada posible (sobretodo, no quieres llamar la atención, no quieres ser la “rara”).

Y aquí va mi reflexión. ¿Tiene todo el mundo ese PODER? Si es así, ¿ Por qué no la utilizan?¿ La gente no sabe o no quiere escuchar activamente?¿ Es cuestión de Ego o de incapacidad? Yo, por si las moscas seguiré usando el poder de mi avatar.


LUCIDECES ROMUALDO RAMÍREZ

Sobrevivimos

Ni tú…
ni mucho menos yo
tenemos poder alguno.

Por eso
no pudimos impedir
que las tinieblas
nos alcanzasen
y fuimos cubiertos
con el manto
de aquella pesadilla.

Por eso
tampoco pudimos evitar
que se produjera
aquel accidente
y te rompiste
-a la altura del tobillo-
el peroné y la tibia.

Por eso
no habrá cómic
ni novela fantástica
ni película con grandes
efectos especiales
en la que seamos
los grandes protagonistas.

Pero sobrevivimos
y cerramos la boca
de quienes
en vez de ayudarnos
aprovecharon
la oportunidad
para ponernos la zancadilla.

Sobrevivimos,
no sé cómo
ni de qué forma
pero sobrevivimos…
por eso quizá juntos
sí compartamos
un poder secreto e íntimo:

El poder de mantenernos unidos.


BORJA ALMARAZ JIMÉNEZ

UNA MARIPOSA PISOTEADA

»Todas las noches nos emborrachábamos y hacíamos el amor como dos animales que se unen, que se aman, que se odian, que se adoran y que se matan.
Ella era magnífica, perfecta. Tenía todo lo que me gustaba en una persona. Cuando la miraba a los ojos podía ver su alma, su corazón, su mente, su vida. Podía verlo todo de ella y eso era algo bueno porque de esa forma sabía en qué momentos tenía que estar a su lado, apoyándola emocionalmente, y en qué otros momentos tenía que hacerla reír para disfrutar de su compañía, de su amor y de todo lo que su ser significaba.
Desgraciadamente todo aquello se acabó. Empezamos a discutir usualmente y nos tirábamos las botellas de cerveza, vino y whisky a la cara. En más de una ocasión tanto ella como yo acabamos sangrando.
Una noche llegué a casa después de trabajar y me encontré una nota en la que decía que no soportaba más aquella horrible situación y que se había marchado para que el sufrimiento de ambos no fuera a más, pero que, a pesar de todo, yo sería la única persona a la que había amado tanto y que nadie podría reemplazarme. Esa noche me emborraché mucho y lloré como nunca antes en mi vida lo había hecho.
Mis días se pasaban con monotonía, uno tras otro, sintiendo cómo estaba atrapado en un oscuro bucle del que ella era la única que me podía salvar. Era simplemente mi alma gemela. Éramos capaces de fusionarnos en un sólo ser.
Un año después supe de su existencia. Fui de viaje a una ciudad llena de alcohol, drogas y toda clase de vicios. La encontré tirada entre unos contenedores. Estaba rodeada de botellas de whisky. Había sido violada.
Cuidé de ella durante los días que estuve en la ciudad. Hablamos muchísimo e hicimos el amor. El tacto de su piel rozando en mis labios no tenía precio. El calor, junto con el sudor de nuestro cuerpo, tampoco.
Al despertarme la última mañana que estaría allí sentí que un olor putrefacto penetraba en mis fosas nasales. Me dirigí al salón del apartamento en el cual residíamos y la vi en el suelo, encima de un charco de vómito. Había muerto por culpa de la bebida. Desde entonces adquirí un poder especial. El de soportar una vida de soledad sin su aliento en este lugar llamado mundo.
Ojalá pudiera volver a ver a mi querida mariposa, esa que me alegraba los días. Ahora está bajo tierra, siendo pisoteada por la muerte».


MAMEN DUNAS

Bueno vamos a ver como explico esto que a mi me pasa…. Mi superpoder es (redoble de tambores prrrrrrrrrrroooooooooooommmmmm) atraigo a las personas raras y un poco psicopáticas. Todo lo que voy a comentar a continuación es un hecho real acaecido hace unos meses, porque si me pongo a recabar información desde mi nacimiento hasta la actualidad terminaría por escribir un libro y eso lo tengo en mente, pero para más adelante.
Todo sucedió en mitad de una semana catastrófica para mi, averías en el coche, me largan del trabajo en el que había estado etiquetando ropa militar, me agarro un constipado que me dura meses, en fin mil cosas a la vez que son chorradas pero que al final terminan por limarme la moral. Pido cita en el taller para que me arreglen una ventanilla del coche que se me había chascado y decido que paso de coger el tren y me voy a ir andando a un centro comercial y desde ahí a mi casa, hala, porque yo soy muy chula y me apetece andar, me recorro unos 5 km a pata hasta que llego a mi primer destino, un centro comercial petado de tiendas, pero como es muy pronto y aún no han abierto me siento en una especie de isla de sillones bastante cómodos a cazar pokémons para hacer un poco de tiempo. Cuando me siento miro a mi alrededor y me encuentro la siguiente estampa, frente a mi una mujer despatarrada a la que un muchacho de unos 40 años le aprieta la frente contra el reposacabezas del sofá y a continuación le coge de la mano, a su izquierda otra señora hablando con ella por lo bajini y diciéndole “déjale, este chico es así, viene todos los días por aquí y se preocupa mucho por la gente, tú síguele el rollo y se terminará por marchar”. Yo no entendía nada, pensé que la mujer se encontraba indispuesta y este muchacho estaba experimentado en primeros auxilios y había decidido echar una mano, que majete. El resto de gente que completaba la estampa estaba igual de sorprendida que yo, pero nadie decía nada, todos teníamos la cabeza inmersa en nuestras pantallas del teléfono para no parecer demasiado cotillas. Termino por coger mi último Pokémon y me dispongo a grabar un audio en un grupo de amigas en el que medio en susurros les retransmito lo que estaba viendo, cuando llevo un minuto apretando el dichoso microfonito del whatssap, levanto la mirada y justo la cruzo con el muchacho que estaba ayudando a la mujer, craso error por mi parte porque ni corto ni perezoso se dirige a mi como un obús y me agarra fuertemente la cara (yo sigo apretando el micro con lo que queda todo grabado en el audio), me pone la mano en la frente estando a su merced prácticamente sin poder mover la cabeza, las gafas se me aplastan contra el tabique nasal y crujen hasta tal punto que noto que se me van a partir, miro al frente y la gente me mira como si no pasara nada y a la vez con ganas de carcajearse en toda mi cara, para mis adentros digo “¿pero es que nadie me ve?, hola necesito ayuda joder, desgraciados” pero sólo alcanzo a decir “estoy bien estoy bien, por favor suéltame que me vas a estallar las gafas”. A trancas y barrancas moviendo el cuerpo como si estuviera bailando el limbo me deslizo por el sofá intentando zafarme del muchacho que me dice “tranquila tienes la frente muy caliente, yo te ayudo” y de repente me hace una llave maestra que ni el mismísimo maestro Lee, me pone una mano en la rodilla con lo cual ni limbo ni limba, ahora me siento como Anthony Hopkins en El Silencio de los corderos. Decido no hablar mucho por si me hacía una torsión de cuello que me dejaba en el sitio y con un hilillo de voz como si acabara de aspirar helio le digo “por favor suéltame, que estoy bien no te preocupes, de verdad, no pasa nada, pero suéltame”, el chico sonríe entre dientes y me dice “¿seguro que estás bien, de verdad? y yo ya rezando todo lo que recordaba de mi infancia y adolescencia en un colegio de monjas y esperando pronto a ver a San Pedro y un camino de baldosas amarillas. Noto como me afloja la mano de la frente y me suelta la rodilla, yo me quedo en silencio, el zagal me mira, sonríe y sale corriendo por el pasillo como si hubiera visto al mismísimo Fredie Mercury. Me recompongo como puedo y suelto la pantalla del tlfn, el audio duraba cerca de 6 minutos y en él se encontraba todo lo sucedido, debajo del audio 50 comentarios con caritas descojonándose por todo lo que habían escuchado mis amigas y yo ahí sentada en el sofá intentando recomponerme y pensando en lo que acababa de pasarme. Todavía me quedaban otros 8 km para volver a casa, no esperé a que abrieran las tiendas quería llegar lo antes posible…


PATRICIA JT

Si yo tuviera poderes pasaría días atrás como cuando veo tus fotos deslizando solo con un dedo. Mi mente intenta volver para poder para el momento y volver sentirte a mi lado. Yo los usaría de buena fe. Ojalá tuviera yo poderes


TOÑI TORO OLMO

Ojalá tuviese poderes, fundamentalmente los emplearía por y para los niños. Para que ningún niño sufra, para que no conozcan la guerra, que culpa tienen seres inocentes de la incompetencia de políticos? De la lucha por el poder? De la ambición?, poderes para que la tierra no tiemble y se los lleve, para que ningún niño muera, porque no tienen edad para ello, ni para conocer la enfermedad ni la muerte. Poderes para que jueguen , para que sean felices para que sonrían, para que los cuiden y los mimen sus padres, sus abuelos. Poderes…ay quien tuviera poderes.


ÁNGELA FLORES

Soy una persona amable. Simpática.
Soy amigable y siempre encuentro ese punto en común que todos tenemos para establecer una relación cordial y agradable.
Fomento la paz y el buen ambiente.
Pero eso no es ningún poder.
El poder lo tienes tú.
No sé cómo, ni por qué.
Pero tienes el super poder de sacarme de quicio. Lo haces de una manera brutal. Cada vez que te oigo me viene a la boca un amargo sabor a bilis.
No sé qué es…. quizás tu risa de hiena, acompañada de un alzamiento del labio superior que deja a la vista tu encía rosada..
Quizás es tu prepotencia y soberbia que levanta un muro entre tu y yo… que soy amable, pero no gilipollas…
¿Quizás es tu voz? No.. no es tu voz.. es el modo en el que hablas, el lenguaje que utilizas, las bromas caducadas y tu vulgaridad soez. Sí, siento vergüenza ajena cuando te diriges a alguien. Y pena, pena por quien te escucha.
Y lo peor.. es que tú te encantas.

Alteras mi calma y eso me cabrea.
Y me preocupa.

Y mientras me preocupo, vuelvo a conectar conmigo misma, y pensando que no eres tan importante como para alterarme, recupero mi paz.

Pero mañana sé que volverás a desplegar todo tu potencial y harás uso de tus poderes.
Y volverás a hacer que quiera arrancarme los tímpanos para no oírte.
Y volverás a hacerme soñar con tu evisceración sobre la mesa de mi despacho.

Y tragaré saliva y haré respiraciones profundas… Y miraré el reloj 27 veces antes de que llegue la hora de marcharme.

Y cuando llegue esa hora me marcharé dedicándote una gran sonrisa acompañada de un «hasta mañana» como persona agradable y educada que soy.
Mientras, mentalmente, seguiré limpiando la mesa y el cúter de mi despacho.


LA XICUELA DE CORRIOL

La bruja Lirula y sus superpoderes estaban invadiendo el barrio haciendo cada día infelices a más gentes. Su trabajo era éste, molestar y malmeter sin ser vistos ni observados por nadie. Y porqué no decirlo, tocar las pelotas a todo el que se le cruce en el camino.
Los viejos del lugar eran inmunes a sus Poderes y se daban cuenta de todo. No les entraba en la cabeza que pudiera repartirse tanto mal en el mundo, simplemente por hacer. Tuvieron que recurrir a los poderes (positivos) de la vieja Lola, poderes de lápiz y papel, curtida en todos estos avatares y buena a más no poder. Junto a ella el barrio recuperó su normalidad. Con sus días buenos y sus días malos, pero con palos de los dos tipos, pero donde el papel siempre ganaba a las piedras.


MARÍA LARGO

Tengo un poder,bueno, en realidad todas las mujeres lo tenemos. Algunas eligen no desarrollarlo,otras lo tienen latente hasta que sienten una llamada interior y otras lo tienen de forma innata,un instito llevado dentro desde muy pequeñas. Es el poder de la maternidad.
Si bien yo era de las que sentí muy pronto que debía ser madre,no fue hasta los 32 años cuando esté súper poder llego con fuerza a mi.
Tras nueve meses llenos de ilusión,amor en esta puro, esperanza, alegría….una madrugada de julio de 2014 la vida que llevaba dentro quiso conocer el mundo al que venía.
Con muchísimo dolor llamó a la puerta,y yo,cual madre primeriza llegué asustada al hospital.
Todo era nuevo para nosotros,vía,agujas,dolores inhumanos,paritorio…
Hasta ese momento siempre había creído que,al igual que todas las mujeres,llegada la hora,podría hacerlo. Para ello tenía mis súper poderes, generación tras generación,desde la creación del mundo. Todas podíamos hacerlo.
Pero en medio de tantísimo dolor,mientras sentía como se me abrían crujiendo las caderas y unas contracciones cargadas de dolor recorrían mi cuerpo de pies a cabeza, centrándose por minutos en medio de mi ser,partiendome en dos, pensé que realmente yo era la tara de la humanidad, la excepción de la especie humana,la única mujer abierta de piernas a punto de dar a luz que no tenía tales super poderes.
No,realmente no tenía más fuerzas,ni podía gritar más,ni empujar,ni respirar,ni podía hacerlo por ella como me pedían,ni tan siquiera por mi.
Yo solo quería que aquello se acabara,que pasará lo que tuviera que pasar y ese maldito dolor que cada minuto se hacía dueño de mi cuerpo cesara,o me llevara con él para siempre. Pero no podía aguantarlo más.
Entonces la vida se abrió paso entre tanto sufrimiento,desgarrando todo lo que hubiera a su paso,llena de sangre y sudor… Ella ,sin más, nació.
Entonces sentí un calor en tener su cuerpo estrechado al mío,su sangre con mi sangre,su piel con mi piel. Ese pelo rubio sucio,revuelto y enmarañado,3.320 kg de perfección entre mis brazos,una boquita diminuta que corriendo se enganchó a mi pecho. Conté todos tus deditos mientras me cosían y vaciaban los restos del naufragio de mi dolorido vientre . Ya nada más me importaba. Sentia la aguja coserme en carne viva,pero ya nada más importaba,ya nada más dolía.
Tú eras mi mejor calmante, mi dosis exacta de epidural.
Cuando tu olor llegó a mi vida, fuiste y eres droga bendita que busco cada día, ese chute mañanero que me hace sentir bien.
Cuando de mis pechos,como agua de una fuente brotando sin cesar , comenzó a salir leche para amamantarte durante años, entendí que sí,que yo era como las demás,una superheroína que había llevado una vida dentro, que de mí durante nueve meses se había estado alimentando, que ella había sido la única de escuchar mi corazón desde dentro,sintiendo cada latido, cada respiración,cada balanceo de mi cuerpo.
Supe que,después de casi 4 años de aquí 7 de julio, mis súper poderes han aumentado,que puedo hacer mil cosas a la vez,tener la cabeza en mil sitios, ducharme mientras juego, cocinar mientras bailo,escuchar dibujos mientras estudio,ir a trabajar sin dormir, remover el mundo entero por ti y luchar contra quien haga falta.
Tanto han crecido mis súper poderes,que en menos de dos semanas me veo de nuevo así,dando a luz a una nueva vida,volviendo a sentir ese dolor maldito,queriéndome morir entre empujones, reventada, exhausta, vencida… Pero pronto tendré a un nuevo hijo en brazos y sé que renaceré en esa camilla cuando su mirada se cruce con la mía. Cuando en la habitación,lejos de tanto dolor,nos reunamos en un abrazo los cuatro


CARLOS TABOADA

EL PODER DEL CAFÉ

Recibo un mensaje: «Me gusta lo que has escrito. Siempre avivas la ceniza apagada y el rojo intenso de la rosa marchita. Pero te falta definición. Casi lo logras». Lo leo otro par de veces. Son las nueve de la mañana.
Limpio el filtro de la cafetera y echo un par de generosas cucharadas de café. A continuación, lleno el depósito de agua y acciono el botón de encendido. Cojo un par de rebanadas de pan blanco y las meto en la tostadora, saco del frigorífico la mantequilla y la mermelada de higos y lo coloco todo encima de la bandeja metálica. La rutina, más o menos, de todas las mañanas.
Antes de sacar las tostadas, se me ocurre algo. Escribo: «Gracias». Lo envío. Al poco de sacarlas, añado: «Sé quién eres, aunque tengas otro perfil. Te acepté, sabiendo que eras tú». Las últimas burbujas calientes de agua me avisan con su ruidito, cayendo sobre el pequeño charco de café que ya he visto otras veces.
Echo el contenido sobre la taza, lo mancho con algo de leche, aprieto un poco el envaso de plástico por donde cae miel de romero y remuevo. No escucho nada, pero lo ha leído. Le doy un buen sorbo al café cortado. Después, escribo: «No puedo ser lo que tú quieres que sea… ¿Nos vemos donde la última vez? ¿En el café del centro comercial, el viernes, a las doce?»
Paso el fino cuchillo por la mantequilla y rebaño una buena cantidad, que dejo reposar unos segundos en la tostadas. A continuación, abro el bote de la mermelada y me dispongo a saborear una cucharadilla previa. Entonces, oigo el móvil. Dice: «Allí nos veremos. Sin pasado ni futuro. Sin cenizas ni rosas. Feliz día.»


LETTICIA FLORECILLA DEL CAMPO

Mi súper poder es raro y difícil de confesar, ya que yo creo que soy una mujer muy típica a mis ojos y sumamente extraña para los de los demás.

Pero cuando en el verano me topo con alguien que muestra con cierto carácter altivo su vestimenta y presencia sumamente pulcra, clasista y particular, me entran unas súper ganas de provocar.

Por lo que os tengo que confesar que mi súper poder es como mínimo, algo revelador, ya que tengo que coger fuerzas, concentrarme y mirar hacia el horizonte.

Apoyo unos de mis brazos donde quiera que pueda y con la otra mano acaricio mi melena.

No penséis que me refiero a la de la cabeza, pero tampoco a la de la entrepierna. Ya que con lo que jugueteo es con los pelos de mi sobakera.

De forma siempre seductora rizo en mi dedo índice la cabellera, eso sí, como si tal cosa hiciera.

Y debo confesar que ver las caras de mis víctimas desencajar, son de las cosas que mayor risa en este mundo me da.


DAVID DURA

Cómo unos padres pingüinos
salidos de un ajedrez
desafíando fríos y múltiples peligros
encuentran a su hijo entre tanta confusión.
Éso es poder , el del amor..
Puede un ave, en lo alto de los cielos,
sea nublado o un sol de destellos
encontrar el camino a casa
Éso es poder , volver al final de cada estación..
El mejor amigo del ser humano
aguantar nuestras cosas
moviendo su rabo , besarnos la mano
decirnos con gestos
doy mi vida , por estar a tu lado
Qué gran poder ,ser fiel sin nada a cambio.
El resurgir del nuevo día ,
un te quiero, olvidado ,
el perdón después de un enfado ,
un correr detrás del ser amado ,
el abrazo al solitario.

Éso es poder , volver a intentarlo.

Quiero guiñarle el ojo a las estrellas
Brindar con un chaparrón de agua
Un baile agarrado al viento.
Éso es poder …..

Poder al alcance de la mano
coger un vacío y llenarlo de ilusiones.


EMILY RUIZ

El poder de la fuerza

Mi abuelo, en sus últimos meses,
se parecía a Yoda,
solo que más flaco
y arrugado, con menos
dientes y más pelos
en las orejas,
ni tan verde,
ni tan lúcido,
las bolsas de los párpados
mucho más caídas,
no podía conversar
o no quería hacerlo;
a veces solo quería dormir
o llorar, lloraba
compungido y arrepentido.
Cuando estaba de buen humor
estiraba la mano,
usaba la fuerza,
la poca fuerza que le quedaba,
para saludar y sonreír.


FLAVIO MURACA

tengo el poder de cagarme en todos, y si, lo digo en serio porque cada vez que salgo o voy a un lado debo ir al baño que se haya en ese sitio.
El sindrome del Sii se ha colado en mi vida cagandomela (sic) y ha calado tan hondo que mi culo ya se siente a gusto cuando me apura para que me siente en cualquier circuferencia de loza.
El no tiene paciencia, no puede retener, debo haber sortiado la parte de la psicologia de freud de la parte retentiva…
Y asi me hice de un poder mundano, poder cagarme en todos…


FUEN CALDERÓN ROMEO

Abrió primero un ojo. Luego el otro mirando el despertador, luego los dos de par en par y se levantó como un resorte.
¡Mierda, mierda, mierda!. No llegamos ni de coña…
Como el general del Séptimo de Caballería empezó a gritar: ¡Todo el mundo arriba ya, pero ya!
– ¿Qué pasa mamá?
– Tenemos cita en Madrid en el Hospital a las diez y media y el p…despertador no ha sonado, venga, venga, vestiros que hay que coger un bus y luego el tren, vaaaaamos chicas, ¿qué dicen los ciegos?
– ¡Para hoyyyyy!! -contestaron sus hijas
Joder, joder, cómo había empezado el día. No sabía cómo lo había hecho pero en veinte minutos estaban las tres en el autobús camino de la estación de trenes.
¡Relax!- pensó- que llegamos. Mientras, colocaba a su hija mayor en un asiento y a su hija pequeña encima de ella. Sujétate bien en el asiento de delante hija.
Tenían varios minutos todavía hasta llegar a la estación de trenes. Ana cerró los ojos un momento cuando su hija pequeña empezó a gritar:
– Ahhhhhhhhhh!!! Le he arrancado el pelo, le he arrancado el pelo!!- mientras la niña soltaba encima de su cara lo que parecía un enorme mechón de pelo
– ¿Pero qué dices Cris?, ¿qué es esto? ¿qué has hecho?- miraba Ana a su hija mientras ésta lloraba a grito pelado contagiando así a su hermana que también empezó a llorar.
Y de repente le vió. Un pobre señor, concretamente el que iba en el asiento de delante, se levantó y muy dignamente arrancó el pelo de la cara de Ana y se lo colocó en la cabeza angte las risas del resto de pasajeros. Y lo entendió.
– Yo…lo siento muchísimo, de verdad
El pobre hombre, colocándose de nuevo el bisoñé en la cabeza se bajó en la siguiente parada murmurando algo acerca de los niños maleducados que deberían ser controlados por sus padres mientras Ana intentaba tranquilizar a sus hijas.
– Yo, snif, es que me he sujetado al asiento de delante y, snif, de repente ha dado un frenazo y me he agarrado y, snif, le he arrancado el pelo al señor.
– Cris hija, tranquila, que no has arrancado el pelo a nadie, era una peluca…
Pero nada , no había forma de consolarlas. ¡Qué dia madre mía!
El resto de la mañana transcurrió con relativa normalidad, llegando un poco tarde a la consulta y teniendo que esperar hasta que la enfermera tuvo a bien llamarlas. Pero nada. Todo bien. Y de allí salieron las niñas tan contentas con su globo gallina que las enfermeras del Hospital hacían inflando un guante.
¡Qué bien!- pensó Ana, ya somos cinco. Las niñas, dos globitos gallina y yo. Espero que no tenga que pagar billete de tren.
Y llegaron a la estación de tren para coger el tren que las llevaría a ver a sus abuelos y pasar el resto del día con ellos. Ana llevaba a cada niña de una mano y los globos gallina sujetos entre sus manos y las manos de las niñas.
El tren, con destino a…va a iniciar su salida. Atención, cuidado, estación en curva.
Cogió a la mayor y como no llegaba a las escaleras la subió al vagón con su globo gallina. Cogió a su hija pequeña que soltó ligeramente el globo gallina y al ir Ana a cogerlo metió la pierna por las escaleras de subida al vagón perdiendo un zapato.
– Joder, joder, el p…zapato
– ¿Qué pasa mami? – la preguntó Cris
– Venid, venid que os tengo que bajar, que he perdido un zapato
Las niñas se empezaron a reir.
– Mamá ha perdido un zapato, mamá ha perdido un zapato…
– No me hace gracia,¿ veis que me esté riendo?. Vamos a esperar que salga el tren y le pediré al revisor que me lo coja porque no puedo ir a ver a vuestros abuelos con un zapato
Vaya día de mierda. Pues lo único que faltaba. Llegar a ver a sus suegros con las niñas, dos globos gallina y un solo zapato.
Esperaron pacientemente hasta que el tren se alejó y llamaron al revisor. Pero por más que miraron y buscaron el zapato no apareció por ningún sitio. Decidió tomar otro tren hasta la siguiente estación para entrar en un centro comercial a comprar unos zapatos antes de irse a ver a los suegros. Y mientras…allí estaban sus hijas. Partidas de la risa. Por supuesto, la gente la miraba y ella desafiante decía en alto:
– Estas estaciones en curva es lo que tienen, pierdes los zapatos. ¿Es que nunca le ha pasado a nadieeee?
¡Vaya día estaba teniendo!
Se volvieron a subir al tren. Ella, las dos niñas y los globos gallina por supuesto. Cuando llegaron a la puerta del centro comercial el de Seguridad la paró.
– Lo siento mucho señora- pero no está permitido que entre gente descalza. La moqueta…
– Primero, contestó, no voy descalza, llevo un zapato. Segundo, he perdido mi zapato y necesito comprarme unos zapatos. Tercero, si no puedo entrar descalza de UN SOLO PIE, tráigame algooooooo por favor
¡Menos mal que se apiadó de ella! La trajo una bolsa de plástico que muy dignamente se ató a la pierna y, cojeando (es lo que tenía llevar un tacón sí y uno no) y con sus hijas llorando de la risa se fue hacia la sección de zapatería. Eligió los primeros que vió y fue a pagar a caja.
– ¿Se los envuelvo para regalo? – le preguntó cortésmente un vendedor
– ¿Usted que cree?- contestó Ana enseñándole su pie descalzo
– Tome. Le dejo este de propina- dijo entregándole el zapato superviviente.
Y muy dignamente salió.
Cogieron el tren de regreso.
– Niñas, esto que ha pasado es top secret. Nunca, nunca, pero nunca podeis decir nada a nadie
– Tranquila mami- contestó Beatriz- Nunca diremos a nadie que tienes superpoderes
– El superpoder de hacer desaparecer un zapato- contestaron las dos al mismo tiempo partiéndose de risa.


PEPINO MARINO ERRANTE

Son las 04:25 horas. Acabo de llegar a casa y tengo ganas de escribir mientras una cerveza hace su efecto. Doble efecto, puesto que no me gusta pero me obligo a beberla: tiene todas las vitaminas del grupo B (o eso dicen), beberla me autorreafirma en tener una cosa menos en común con quien considero una auténtica y malévola pérfida a quien dediqué demasiado tiempo de mi vida y además, hace su efecto. Triple efecto. No sé zanjar muchos temas. Menos escribiendo. Seguramente tampoco sé abrirlos. Ni siquiera plantearlos. Probablemente, éste sea sobre un sentimiento que he experimentado en la calle, con personas, hace unos minutos. Un sentimiento que a priori me ha hecho venirme arriba.* Siendo así, me atrevería a calificarlo de positivo. El dilema es: ¿cómo demonios diferenciar entre exigirse a uno mismo cambiar las cosas y aceptar con resignación “budista” la naturaleza de lo que es como es aunque no nos guste? ¿Qué placer me queda cuando acepto que algo es como le toca ser y yo no soy quién para intentar hacer un “golpe de estado en el nombre del progreso”? Toda implicación por transformar algo, apareja una pasión emocional que nos hace sentir vivos, y que yo necesito comsumir para sentirme vivo. No menos de pocas veces he dudado acerca de si soy adicto a ella, a las emociones fuertes, a vivirla desde el entusiasmo casi eufórico sin poder hacerlo de otro modo. Sé que soy un híbrido, como los perros-lobo, del trastorno bipolar paterno y la no enfermedad mental materna. No existe milagro más carnal que el mestizaje ni poder más fáctico que aprovecharlo. Superpoder. Las respuestas a preguntas quizás estén sobrevaloradas. Quizás escribir un buen relato sea tan jodido como recordar el mejor polvo de tu vida, porque para hacerlo, significa que has de medirlo, y dejando a un lado las odiosas comparaciones, medir significa clasificar, clasificar significa categorizar, y categorizar no es más que limitar lo ilimitable.

*Queridos amiguis americanos, no es venirse de alcanzar el orgasmo. En España empleamos otro verbo a modo de jerga.


ROCÍO ROMERO GARCÍA

CHICAGO

Amanece en Chicago.
Las bocinas de los coches, el sonido de los zapatos dirigiéndose a algún lugar, el estruendo de las voces son el despertador de la ciudad.
En la habitación de Chloe se cuelan esos ruidos, molestos y desegradables, aunque ella no los escucha. Lleva así desde hace un mes, el tiempo que hace desde que su abuela falleció.
Para Chloe la muerte siempre ha sido un tema tabú. Algo que le asusta y le inquienta.
Siempre hacía todo lo posible por no pensar en ello, pero desde la muerte de su abuela, no hace otra cosa.
No para de darle vueltas a esas dudas filosóficas sobre la que es morir y vivir, sobre si hay alguna energía o ente que decide quién vive y muere. Todo eso le provocaba una gran ansiedad, pero no podía parar de pensar en ello.
Todos los días de aquel último mes su vida se había limitado. Solo iba de casa al trabajo y cuando volvía a casa, se iba directamente a la cama con la esperanza de dormir mejor aquella noche, pero no lo conseguía.
Para ella, su abuela era una pieza fundamental en su vida y el hecho de sentir ese dolor en el pecho la mataba.
Aquel sábado lo que le consiguió sacar de la cama fue la llamada de su madre, avisándola de que en unos minutos irían a recogerla. Tenían que revisar el testamento.
Cuando sus padres la recogieron se quedaron sorprendidos. Chloe estaba muy descuidada. Durante el camino, sus padres intentaban dirigir la conversación al estado de ánimo de Chloe pero ella siempre se escabullía y cambiaba de tema.
Cuando llegaron al despacho del abogado se encontraron a su tía y a sus primos.
Tomaron asiento y el abogado, junto con el notario, abrió el testamento.
Después de hablar de cifras de dinero, de la parte de la casa que le correspondía a cada hija y de caras de desaprobación por parte de ambas, llegó el momento de conocer la herencia de los nietos.
En el testamento decía que sus nietos tenían total libertad de coger lo que quisieran de sus posesiones, pero que había algo que quería dar exclusivamente a Chloe: su reloj de oro.
Los primos y la tía de Chloe farfullaron algo inaudible mientras la miraban con rabia.
Aquel reloj significaba mucho para su abuela y el hecho de que hubiese decidido dárselo a Chloe era algo increíble para ella.
Después de salir del despacho, decidieron ir todos a casa de su abuela. El vacío de la casa, el silencio tan perfecto puso un nudo en la garganta de Chloe, quién se disponía a buscar el reloj.
Lo encontró en su mesilla de noche, guardada en una cajita junto a una nota.
Chloe se sentó en la cama la leyó.
«Querida Chloe,
¿Recuerdas cuando eras pequeña y me preguntabas el por qué de todo? Incluso el por qué de cosas que no sabía explicar. Eras una niña inquieta y curiosa y eso es algo que siempre me gustó de ti. Por eso, quiero darte el reloj. Sé que lo cuidarás tanto como yo y que significará todonloqnue significó para mí, incluso más. Y lo más importante, es la llave que te permitirá descubrir mundos nuevos y te dejará seguir siendo esa niña tan curiosa e inquieta. Te quiero.»
Al terminar de leer la nota, Chloe se echó a llorar. Aunque no había entendido lo que quería decir con descubrir mundos nuevos, le había emocionado que su abuela aún recordase esos días juntas.
Cuando llegó a su piso, en vez de meterse en la cama, decidió juguetear con el reloj. No paraba de pensar en lo que ponía la nota: «te permitirá descubrir mundos nuevos». ¿Qué querría decir?
Entonces Chloe de fijo en algo. El reloj no solo marcaba las horas, si no también el mes, el día y el año.
En el reloj había tres ruedas: una a la derecha, otra a la izquierda y otra en el centro de esas dos.
Chloe decidió tocar la del centro, pensado que cambiaría la hora, pero no. Cambiaba el día. Decidió poner el día en el viernes y pulsar el botón.
Todo a su alrededor se movió deprisa, como si fuese a años luz.
Cuando todo paró, se encontraba en su habitación. Decidió mirar el día y la hora en su móvil para comprobar sí realmente había pasado lo que ella pensaba.
En efecto, es su móvil ponía que era viernes.
¿Cómo podría ser eso posible? ¿Cómo podría haber viajado el tiempo?
No podía ser posible, seguramente fuese fruto de no haber dormido en noches.
Aquella noche decidió ir al bar a tomar algo y así poder olvidarse por un momento de todo. De todas las dudas que rondaban por su cabeza y de todas esas voces que no la dejaban descansar.
Pensó por un momento que el alcohol le haría dejar de pensar, dejaría su mente me blanco, pero no fue así.
Decidió llevarse el reloj al bar y estuvo observándolo.
Pensó en las épocas que le gustaría conocer y si el reloj llegaría a tanto. Así que decidió ir al baño y marcar el año. Decidió viajar a su época favorita, los años 20.
Cuando presionó el botón aquel efecto de fugacidad duró un poco más y cuando paró, se encontraba en un baño diferente.
Tenía un decorado más clandestino. Decidió mirarse al espejo y cuando vio su reflejo, un escalofrío recorrió su cuerpo.
Iba vestida con la vestimenta de la época. Su media melena rubia estaba ondulada, su maquillaje era más vivo, una sombre gris remarcaba sus ojos azules.
Se fijó en las perlas de su cuello, en los guantes, en el vestido…
Decidió salir del baño y cuando lo hizo, de sorprendió aún más. El bar estaba lleno de gente vestida igual que ella. Hombres trajeados sentados en las mesas fumando, mujeres bailando el Charleston, perosnss bebiendo y riendo…
Chloe empezó a sentirse mareada. Su rostro palideció y cuando notó que iba a desmayarse, decidió salir a la calle.
Al girar se chocó con una mujer, derramándole la bebida en el vestido.
— ¡Oh, lo siento muchísimo!
— No te preocupes, ¿te encuentras bien? Estás un poco pálida.
Chloe la observó. Sus ojos eran castaños y su pelo tan oscuro como el café. Lo llevaba recogido con un moño y alrededor de su cabeza tenía una cinta con plumas.
— Ven, siéntate.— le dijo.
La mujer fue a pedir un vaso de agua y se lo dio a Chloe.
— Muchas gracias. No era necesario, solo ha sido un pequeño mareo.
— Lo sé. Con la cantidad de personas que hay, el calor, el ruido… ¿Te gustaría salir a tomar un poco el aire?
Chloe asintió y ambas salieron.
Una vez fuera Chloe pudo respirar.
Las calles eran diferentes, tenían un encanto y una magia que Chloe no podría describir.
La mujer sacó un cigarro de su bolso y lo encendió.
Le ofreció uno a Chloe pero ella se negó.
— ¿No te parece que Chicago es precioso? La ciudad de la música, lo carnal y el pecado. Me encanta.
Chloe sonrió. Ella siempre había pensado así sobre Chicago.
— Por cierto, me llamo Adele. Adele Davis. — dijo tendiéndole la mano.
— Yo soy Chloe.
Ambos estrechan las manos y se sonríen.
— ¿Eres nueva por aquí? No me suena haberte visto antes.
— No, estoy de visita.
—¿Y a quién visitas?— preguntó Adele con curiosidad.
— Oh, a nadie. Estoy visitando la ciudad. Me gusta su encanto.
— Sí, Chicago tiene algo especial. ¿Cuánto llevas aquí?
— He llegado hoy.
— Con razón te has encontrado mal ahí dentro.— dice riéndose. Da una calada al cigarro, el humo se funde en la oscuridad de la noche.
— Tengo una idea. ¿Por qué no nos encontramos aquí mañana? Podríamos visitar las zonas más emblemáticas de Chicago. Me conozco la ciudad como la palma de mi mano.
Ambas se rieron y Chloe aceptó.
No sabía que había visto en Adele, pero le gustaba. Le parecía atrevida y divertida.
Además, quería conocer Chicas desde la belleza de los años 20.
Durante un par de semanas estuvo viajando y visitando a Adele y cada vez sentía algo más fuerte por ella, aunque no iba a declararse nunca por muchos motivos. No podía enamorarse de alguien que no correspondía a su época. Era un amor imposible.
Pero aún así, cuando volvía de nuevo a su piso, no paraba de pensar en ella. No paraba de sonreír de forma tonta. Incluso dormía mejor por las noches, ya no pensaba tanto y las voces habían parado.
Un día, mientras visitaban un monumento y Adele explicaba su historia, comenzó a llover.
Ambas salieron corriendo y riendo a refugiarse debajo de duna cornisa. Y no saben si fue por el momento, porque la lluvia les estaba calando la ropa y el frío no las dejaba pensar o porque estaban destinadas a ser, pero se miraron a los ojos y vieron algo la una en la otra que nunca habían visto en nadie más. Así que Adele, decidida y sin nada que perder, posó sus manos en la cara de Chloe y la acercó a ella hasta que sus labios se encontraron.
La lluvia seguía callendo con más intensidad, pero lo ignoraban porque en ese momento, no importaba nada más que ellas.
Cuando Chloe volvió a su piso con otra sonrisa tonta en la cara, decidió buscar a Adele. No se le había ocurrido buscarla antes, estaba tan absorta en los viajes y en los sentimientos con Adele que no reparo en comprobar si había sido alguien importante en la Historia.
Y sorprendentemente lo era, pero no como Chloe pensaba.
Adele Davis fue la mujer de uno de los muchos mafiosos que hubo en Chicago durante los años 20 con el tráfico de alcohol.
Cuando Chloe lo descubrió, toda la magia, rodos los sentimientos hacia Adele se desvanecieron. ¿Por qué no le dijo quién era?
Al día siguiente, por la noche, decidió hacer otro viaje. Quería aclarar las cosas con Adele.
Así que fue al bar de todas las noches, se metió en el baño y apretó el botón.
Nada más salir del baño empezó a buscar a Adele, pero fue Adele quién la encontró antes.
Le dio dos toquecitos en la espalda.
— ¿Me estabas buscando? — dijo, sonriendo con pícardía.
— ¿Podemos hablar? — preguntó Chloe, tajante.
A Adele le extrañó esa reacción, pero aceptó. Aquella noche el bar no estaba tan lleno, era miércoles y el bar solía llevarse los fines de semanas.
Cuando se sentaron en la mesa, Chloe se dispuso a hablar, aunque no sabía cómo.
— ¿Sucede algo?
— ¿Por qué nunca me contaste quién eras?
Adele la miró con sorpresa.
— ¿A qué te refieres?
— Eres la mujer de un capo traficante de alcohol. ¿Por qué no me lo contaste?
— Porque ya no lo soy. He decidido abandonarle.
Chloe la miró a los ojos. Le costaba no creerla.
— Me separé de él hace un par de meses. Ahora vivo en la habitación de un hotel.
— ¿Por qué te separaste de él?
— Porque no me hacía feliz. No me dejaba ser yo misma. Me casé con él porque mi padre me prometió. Él y el padre de mi ahora ex marido eran muy amigos.
Adele le agarró de la mano.
— Solo tú has conseguido que vuelva a ser quién era, que vuelva a ser feliz y me siente llena de vida. Solo te quiero a ti.
— ¿No ves que esto es algo imposible? — preguntó Chloe Con un nudo en la garganta esperando un «no» por respuesta.
— Puede ser posible si ambas queremos.
Adele tenía razón. Por muy descabellado que fuese todo, era algo real. Podían escapar y estar juntas, empezar de nuevo en otro lugar. Y por un minuto esa idea inundó la mente de Chloe, incluso la idea de quesarse allí para siempre.
Cuando todo parecía claro, cuando ambas estaban dispuestas a acceder y dejarlo todo, se oyen dos disparos y Adele cae a los pies de Chloe.
Alguien con el rostro tapado y un sombrero sale corriendo del bar y Chloe se agacha a recoger a Adele. Aún respira.
— Vas a salir de esta, te lo prometo. — dice Chloe, Con Adele entre sus brazos, sollozando.
Adele saca fuerzas para alzar su brazo y acariciar la cara de Chloe. Sonríe y de pronto, toda expresión en sus ojos se convierte en nula.
Chloe agacha la cabeza contra el pecho de Adele y rompe a llorar desconsoladamente, como si nadie ni nada existiese.
Después de la llegada de la policía y millones de preguntas que Chloe no pudo responder por su bloqueo y aturdimiento, pudo salir de bar y sin saber cómo, marcar de nuevo el año para volver.
Cuando llegó a su piso, rompió va llorar. Comenzó a gritar, a maldecir todo y a romper todo lo que encontraba a su paso.
Y fue cuando ese dolor en el pecho volvió, cuando la oscuridad y las voces volvieron a ella, justo cuando pensaba que jamás volvería a sentirse así.


MÓNICA MEDL

Cada mañana ella, arranca entrenando sus poderes.
No es una Súper héroe, tampoco alguien que se exhiba.
Es una mujer simple. De contextura robusta. De mediana edad. 
Su rostro a pesar de lo vivido porta una sonrisa amigable, luce confiable, simple, del montón.
Pero ¿Qué es lo que la hace poderosa entonces?
Ella a su paso inunda la ciudad con el poder de la empatia…
Se oye un Buenos días! Al cruzar al barrecalles. Aguarda paciente el cruce del semáforo de vez en cuando asiste a alguien que lo necesita al cruzar. Al subir al bus saluda al conductor y pide su boleto diciendo un por favor y agradeciendo cuando se lo da.
Si en el metro debe pasar pide permiso…
Estos poderes habitan en cada ser de la tierra, pero cuenta una vieja leyenda que ante el individualismo reinante y el egoísmo colectivo ya casi no pueden encontrarse en la ciudad.
Distinta es la historia en el campo donde estos poderes viven aún resguardados.
Así es que esta mujer super poderosa emprende cada día en su misión de compartir estos poderes en el medio de una ruidosa y acelerada ciudad. De vez en cuando alguien se contagia y disfruta de sus beneficios. Pues el secreto parece estar en dar lo que deseamos recibir.
Así es como ella, cada mañana siembra y ve como su pequeño hábitat se transforma con sus poderes.
Un día la escuché hablar con su niña y le decía: Recuerda…gracias, por favor, perdón, permiso, disculpa, un saludo y una sonrisa son armas poderosas.
Y cuando las usas, tú tienes el poder de cambiar el mundo.
Pon tu granito de arena.
Usalas y disfruta de su poder.


OLGA LUJÁN

Acabo de despertarme, debe ser un poco tarde. Enciendo la luz de la mesilla y miro el reloj, marca las 12.40. Nunca me gustó madrugar, pero creo que hoy he batido mi propio record. Aunque en realidad, desde que descubrí mi superpoder tengo la vida que cualquiera desearía. Acostarme y levantarme cuando me apetece, pasear, escuchar música, disfrutar de la compañía de Marta… y sobre todo cuidar de ella, ¡como si me hubiera tocado la lotería!. Estoy recuperado y podemos darnos una nueva oportunidad. Dicen que segundas partes nunca fueron buenas. Yo no estoy en absoluto de acuerdo. ¿Por qué no?.Tenemos tantos planes de futuro, incluso hemos llegado a plantearnos el tema de los hijos. Ella duda aunque no lo diga, pero he demostrado, y a los médicos también, que no hay nada por lo que temer. Con el tiempo ella accederá.
Apago la luz y la oscuridad lo inunda todo. Marta dice que es mejor dormir con la persiana entreabierta, así poco a poco el amanecer va filtrándose entre nuestros sueños para convertirlos en un despertar más agradable. Ella es así, encuentra poesía allí donde mire. A mi antes me daba igual, ahora no quiero luz mientras estamos dormidos, puede volver él de nuevo, y encontrarme. Debo proteger a Marta por encima de todo. No, no, es mejor que no nos vea. Vuelvo a encender la lamparita y miro alrededor. Ella no está.
-Marta, Marta-. Llamo, pero no insisto más, me parece oír ruido en la cocina, debe estar preparando el desayuno.
Me lanzo fuera de la cama. Las sábanas están muy enredadas y me cuesta desligarme de ellas. Es normal, menuda nochecita. No pienses más en ello, me digo, fue solo una pesadilla e hiciste lo que debías. Si, así fue.
Lo mejor de todo es que no tengo miedo. El miedo de aquellos días… No pienses mas en ello, me repito. No, no.
Le diré a Marta que pasaremos el resto de la mañana fuera. O mejor aún, podríamos comprar todo lo necesario y hacer una barbacoa en el jardín.
Sí.
Avisaremos a nuestros amigos para que nos acompañen. Hemos estado tan desconectados de ellos últimamente que estaría bien reunirnos de nuevo, aunque no entiendo porqué nos evitan.
Bueno, voy a llamar a Jorge para que vengan él y Lucía , será fantástico pasar el día juntos.
Aunque… No, creo que no.
Sorprenderé a mi mujercita. La comida será exclusivamente para nosotros dos solos. Otro día quedaremos con ellos. Total, qué más da.
Saldré a comprar una botella de vino. Brindaremos. Reiremos. Pero primero me quitaré este maldito sudor. Estoy empapado. Debe ser el calor.
-Marta, voy a darme una ducha rápida, en cinco minutos estoy contigo-. No contesta. Estará escuchando música. Ya le he dicho que no debe poner el volumen muy alto. Por eso no me oye.
Desde que dejé de tomar las pastillas me siento mucho mejor, más despierto, más eufórico. Atrás quedaron esos días en que vagaba por la casa como un zombi incapaz de tomar una decisión. Pero de pronto lo vi todo claro. Yo se que en realidad no las necesito. Dicen que me hacen bien, pero que sabrán ellos.
De momento será mejor continuar con la pantomima de la ingesta diaria. Cuando le cuente a Marta que ya no las tomo se va a llevar una auténtica sorpresa. Tendré que ser muy cuidadoso en la forma de hacerlo. Quizá al principio se enfade, seguro que sí. De todos modos le explicaré como me siento, que he vencido los miedos. Ese es mi superpoder.
Sí, lo haré hoy. Brindaremos por ello. Arrojaré por el retrete la píldora, igual que llevo haciendo las últimas semanas.
Me miro en el espejo, estoy orgulloso del hombre que veo. En el prospecto decía que la suspensión prolongada del tratamiento podía dar lugar a crisis psicóticas. ¡Qué exagerados! que yo sepa una pesadilla es algo normal entre el común de los mortales, no se parece en nada a un brote.
Y yo sé bien de qué estoy hablando.
Debe ser que inconscientemente rememoré aquella fatídica noche en la que sin querer dicen que ataqué a Marta, pero ya se lo expliqué tanto a ella como a los médicos, Marta no estaba, era el diablo quien dormía a mi lado y yo debía hacer lo que hice.
Tiempo atrás, había escondido una navaja en mi mesilla. La puse en ese lugar cuando comencé a oírle pasear por la casa, sobre todo por las noches. Un día de repente, me desperté y estaba a mi lado observándome. Le grité que se marchara y desapareció. Luego llegaron las órdenes. Resonaban en mi cabeza una y otra vez.
Pero la noche en que todo ocurrió, Marta no estaba a mi lado. Puedo jurarlo. Los médicos dicen que sí y que en mi delirio, le ataqué confundiéndola con un ser diabólico. Qué salvó su vida de milagro.
Como pudieron decirme eso, ella es mi vida, debo defenderla siempre. Yo se que fue ese engendro quien le atacó, pero no pudo cumplir su misión porque yo estaba allí para defenderla. Sucedió hace casi cuatro años. Mucho tiempo. El amor que nos tenemos ha sido fundamental para mí. Ella después de aquello continuó a mi lado apoyándome y entendió que el estrés, la empresa o yo que se, desencadenaron en mi… bueno eso que ya está borrado de mi mente.
Hoy ya puedo sonreír con una sensación de bienestar que desde hace tiempo no sentía. Puede estar tranquila conmigo.
Abro el grifo de la ducha y entro. Veo el agua correr. Pero ¿Qué pasa? Se tiñe de rojo. Me asusto. Salgo fuera. Pienso que debería tomar alguna pastilla de esas de vez en cuando, solo para evitar pequeñas alucinaciones por supuesto. Vuelvo dentro. Todo está bien. El agua se torna de nuevo cristalina. Es tan agradable sentirlo correr por todo el cuerpo desprendiéndose de mi ese pegajoso sudor, que me tranquilizo. Me dejo llevar por la sensación.
Esa voz otra vez.
-¿Marta, eres tú?-. No contesta nadie. Termino. Me seco pausadamente, sin prisas. Regreso a mi habitación. Debo asegurarme que el diablo que anoche nos visitó ya no puede hacernos daño. Me fijo bien y allí está. Inerte. Le di su merecido. Creyó que podría engañarme con sus disfraces. Ingenuo de él. Yo soy más listo. No nos molestará nunca más.
Anoche tomó la forma de Marta. Pero yo, le maté.


LUISA VÁZQUEZ

¡Si yo tuviera poderes!. A ver, déjame pensar…

– Haría desaparecer las guerras.
– Haría desaparecer el hambre.
– Haría desaparecer los exilios forzados.
– Haría desaparecer los sufrimientos provocados.
– Haría desaparecer las violaciones de todo tipo.
– Haría desaparecer el abuso.
– Haría desaparecer la esclavitud.
– Haría desaparecer la pobreza.
– Haría desaparecer la mortalidad infantil.
– Haría desaparecer el matrimonio infantil.
– Haría desaparecer la ablación.
– Haría desaparecer la homofobia.
– Haría desaparecer el racismo.
– Haría desaparecer la discriminación
– Haría desaparecer el negocio de la enfermedad.
– Haría desaparecer…
– …
– …

Pero sabes que me contaron una vez, que ese poder solo lo tiene Dios. Y que solo lo utilizó dos veces, en Sodoma y Gomorra y en el Diluvio Universal.
Suerte que yo no soy Dios.


ROBERTO MORENO CALVO

Ssshhhh, ven que te voy a contar un secreto:

Tengo poderes.

¿Sabes qué cuando alguien está triste soy capaz de cambiar su estado de ánimo? Hay que estar muy atento para darse cuenta y entonces decidir que poder utilizar. A veces, recurro al poder de los abrazos y al envorle entre mis brazos libero su angustia. Otras, recurro al poder de las palabras. Hay unas que son mágicas por su simpleza: «buenos días». Y si no, pues utilizo el poder de la palabra, él del beso o hasta él de la sonrisa… hay que analizar bien cada situación para saber cuál necesita.

A mi uno de los que más me gusta es el poder de la mirada. Un día descubrí que llevaba años viendo la vida, a su gente… y decidí que se había acabado, que mis ojos empezarían a mirar, a brindar saludos visuales.

Luego está el que considero el superpoder: él del beso. Su sonido hace añicos cualquier sufrimiento, cualquier sentimiento negativo. Son capaces de devolvernos por un intante a la infancia como de parar el tiempo y elevarnos al séptimo cielo.

Pero no olvides que todo poder puede volverse negativo. Un abrazo puede romperte en dos, una palabra puede descubrirte un segundo camino a elegir, una mirada puede deslumbrarte y no permitirte seguir de frente y un beso puede envolver tus sentimientos en una manta que caliente en verano y enfríe en invierno. Por lo que te aconsejo usarlos bien, que tu corazón avale su uso. Y sí, te digo «te aconsejo» porque tú también tienes los poderes, no lo olvides.


EMILIANO HEREDIA

¿QUE QUÈ SUPERPODER TENGO?. MMM…… NINGUNO.

Realmente, ¿se puede decir que tengo
algún superponer?.
Solo tengo como todo el mundo, cualidades, alguna más desarrollada que otra, y con los consecuentes defectos.
¿Què destacaría más en las cualidades que tengo?. La paciencia.
Con el paso del tiempo, debido a diversas vicisitudes y experiencias, me he convertido en un buen espectador de la vida que me rodea. Eso sí, cuando pierdo los estribos, voceo a los cuatro vientos y me cago en San Pito Pato, como todo el mundo;eso sí, para llevarme a ese extremo, me tienen que tocar muuuucho las narices, pues soy inmutable como un soldado inglés en Buckingham Palace.
La gente me suele decir que tengo un poder especial cuando sonrío, en especial cuando atravieso o me enfrento a una etapa o momento malo. Realmente, si una cosa está mal, procuro que no vaya a peor, lamentandome. No soy de los que se quedan tirados en el suelo lamentándose de que se han caído.
Yo me levanto con la mejor sonrisa, por dos motivos :
Uno, para demostrar al que me ha tirado, que me puedo levantar.
Dos, para demostrarme a mí mismo que puedo levantarme.
Vamos, después de todas las veces que me han tirado y me he caído, y van a poder conmigo….. ¡JA!.
Me gusta ser humilde, ni hacer ostentación de nada material.
Llevo un reloj medio desguazado de cinco euros, de los chinos, que me da la hora lo mismo que el más caro de la más cara joyeria. Voy en bici a todas partes, no yá porque no sepa conducir, sino, porque la vida me gusta disfrutarla a pie de calle, disfrutar sus olores, su gente, sus calles, su campo, su todo.
¿Que si tengo algún superponer?. No.
Rotundamente no. Soy como soy.


GABRIELA MOTTA

Yo no tengo poderes, pero él ¡vaya que sí los tiene!
Cada mañana esperaba mí encuentro fortuito con él, la vida nos hacía coincidir en la misma parada, a la misma hora y en el mismo autobús. Lo miraba y pensaba él tiene superpoderes. Yo en esa parada muerta de sueño y él tan lleno de vida. Lo veía venir y el humor me cambiaba, me sentía ingrata, egoísta con la vida sintiéndome mal y quejosa a su lado. Él sí tenía motivos para quejarse, pero sin embargo no lo hacía. Día tras día puntualmente nos encontrábamos, al principio éramos dos extraños, pero con el paso de los meses pasamos a saludarnos. Siempre advertía antes que yo la llegada de nuestro ómnibus; ¿Ese es el 116? -preguntaba- con la humildad de saber que sí lo era, yo en cambio, simple mortal hacía mi mejor esfuerzo para no quedarme dormida y fijando mi vista en aquel cartel luminoso en una lucha desleal por ganarle al sueño le contestaba que sí (no sé cómo hacía, pero nunca se equivocaba). Subía al autobús y se sentaba en el asiento para lisiados. Yo lo miraba y pensaba, este hombre tiene poderes, el sólo hecho de verlo desplazarse con su bastón era digno de aplausos, pero además identificaba el autobús por su sonido (algo inimaginable para mis sentidos adormecidos), sabía por su tacto donde estaba cada cosa y cada lugar, discúlpenme pero eso no lo hace cualquiera. Un día lo vi extraer un libro en braille, fue fascinante observar cómo su rostro se trasformaba al pasar sus dedos por esos puntos que para mí carecían de comprensión, pero a él, le brindaba un placer único y nos regalaba a todos los pasajeros del 116 una sonrisa que tenía el poder de iluminar hasta el día más nublado.
Una mañana de abril sabiendo que ese sería mi último viaje me acerqué y le dije: – ¡Hola!
– Hola señora, me contestó. Sorprendida le pregunté: – ¿Usted identifica mi vos?
– Señora todas las mañanas la encuentro en esta misma parada.
– Claro -dije – pero la verdad es que no pedía salir de mi asombro. Como bien usted lo ha dicho cada mañana nos encontramos y nos saludamos, pero nunca le dije mi nombre ni usted el suyo. Y cómo esta será la última vez que nos encontremos porque felizmente cambio de trabajo me gustaría despedirme y saber cómo se llama si fuera posible.
– Por supuesto, fue un gusto conocerla, mi nombre es Clark.
– Clark Kent bromeé yo;
Sí -contestó él- pero sin los superpoderes. Aproximándose a mi cara me preguntó: ¿puedo? – Claro, contesté nerviosa, pues no estaba acostumbrada a que me palparán el rostro como forma de presentación. Colocó sus dos manos sobre mi frente y comenzó a tocarme lentamente, luego deslizó por mi nariz sus dedos pulgares y casi de inmediato extendió delicadamente sus otros dedos junto con las palmas de sus manos. Después subió hasta mis ojos qué estaban cerrados y se detuvo, ojos negros –dijo- sabe que me lo imaginaba; muy rápido y manteniendo cierta distancia tocó mis labios. Luego palpó mi cabello, mis orejas y llego hasta mis hombros donde se detuvo y me dijo: ¿puede usted decirme el suyo?
¿El mío? Pregunte despistada, sí, su nombre. Ah claro, mi nombre es Luisa. Un gusto conocerla Luisa, y suerte en su nuevo trabajo. Gracias Clark. A propósito, dijo: Soy Clark Williams.
Déjeme decirle Clark: – usted sí tiene superpoderes.
El sonido del 116 llegando a la parada interrumpe bruscamente nuestro diálogo, nos subimos al autobús como todas las mañanas y cada uno siguió su camino.


 

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8 comentarios en «Poderes»

  1. Mi voto es para GABRIELA MOTTA. Porque yo también conocí a mucha gente en el transporte público y también pienso que las personas ciegas tienen poderes especiales para lograr desplazarse con tanta maestría por la ciudad…

    MENCIONES ESPECIALES

    CARLOS TABOADA: Porque desde que leí su relato me han entrado ganas de comer tostadas con mermelada…

    LETTICIA FLORECILLA DEL CAMPO: Porque aunque no me atraiga mucho su «sobakera» me gusta mucho la forma del texto, porque está lleno de ritmo salvo la tercera estrofa o párrafo que me corta un poco el rollo…

    ÁNGELA FLORES: Porque yo también en mi imaginación limpié un cúter preparado para alguien insoportable….

    Saludos a todos los demás participantes…

    Responder
  2. 1 voto para Pepino, por la ternura con la que ha contado la historia. 🙂
    1 voto para Lucidedes, por saber convertir las historias tristes en bonitas.
    1 voto para Florecilla, porque me he reído un montón, y olé sus «melenas al viento».
    1 voto para Olga, porque creo que sabe narrar muy bien creando tensión.

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