Qué pasaría si…

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos el tema “qué pasaría si…”. Este ha sido el relato ganador:

EMILIANO HEREDIA JURADO

EN SUS PROPIAS CARNES

¨Si fuera mujer, sería más puta que las gallinas”.
Ésta lacónica afirmación, era el santo y seña (y causa de rechifla y admiración popular) de Francisco, señor Don Francisco, y nó consentía un trato inferior de deferencia.
El tal “señor” se llamaba Don Francisco Peralta Alba, descendiente de un primo segundo del Duque de Alba (según las malas lenguas, que no andaban muy desacertadas, su padre era uno de esos “hijos de criada” que pasaban a ser primos o sobrinos).
Miembro desde que tenía memoria, de Falange Española, y numerario contribuyente del OPUS DEI. Estudió en el exclusivo colegio de San Patricio, en la Calle Serrano número 200, cercano a la casona donde vivía su familia (pago de silencio por no destapar el escándalo de hijo bastardo, según las mismas y acertadas malas lenguas citadas antes.
Su padre era abogado famoso, especialista en divorcios a la carta, de toda la “societé” madrileña de alta cuna.
Tenía una habilidad innata y un contrato no escrito, con la sede episcopal de Madrid, de disolver matrimonios en el Tribunal de la Rota. Todos salían ganando. La iglesia, recibía numerosos emolumentos, el marido en cuestión, quedaba libre para casarse con la querida de turno y la esposa, aparte de cornuda, recibía en compensación, un lujoso apartamento en Castellana, en la Avenida General Perón, cerca del estadio Santiago Bernabéu.
A ésta avenida, debido a la cantidad de de mujeres que en tal situación iban a vivir allí, se la conoció como avenida taurina (por lo de los cuernos).
Pero las mujeres, a parte de la pensión mensual, tal situación no les causaban aflicción alguna. Al contrario. Era una liberación, se libraban de sus achacosos maridos y disponían absoluta libertad para buscarse un chulo que las diera placer e irse de juerga cuando y cuanto quisieran.
Es por esto, que muchas mujeres, buscaran los cuernos, contratando chachas jovencitas para servir en sus casas.

Pues bien, volviendo a Don Francisco Peralta Alba, era un tipo de hombre muy hombre, de los de a Dios rogando y con el mazo dando.
Era gordo. Grueso u obeso, nó. Gordo, como insulto, porque era de ese tipo fisionómico, que producía repulsión, por el estado de dejadez y nó compasión por enfermedad.

Llevaba el pelo engominado hacia atrás, un bigote italiano, finito fascistoide, bien recortado, afeitado impecable, con un olor a Floid que echaba hacia atrás. Las cejas cromagnonianas, por lo pobladas, los ojos pequeños como dos bujías y oscuros. Unas mejillas infladas como pelotas de tenis y un mentón pequeño y redondo como un buñuelo de crema.
Vestía un traje hecho a medida, de lana en invierno, y de algodón en verano. Las más de las veces, azul marino o negro. Y para las ocasiones especiales, un traje gris marengo de corte gales. Una camisa impecablemente blanca y almidonada, y una corbata de estilo clásico, perfectamente anudada con doble Windsor.
Remataba la americana, con un pin de oro prendido en la solapa izquierda, del escudo del Real Madrid, el equipo por el que bebía los vientos. Un pañuelo blanco doblado en pico en el bolsillo pequeño de arriba.
Para andar, unos zapatos negros de corte italiano en invierno y a veces, en verano, unos castellanos marrones de rejilla los días mas calurosos como complemento a un traje blanco de lino.
Y, para marcar territorio, impregnaba cada centímetro cuadrado por donde él hubiera pasado, con un penetrante olor a Barón Dandy.
Trabajaba este señor Don Francisco en un puestecito bien acomodado, en una oficina del ministerio de hacienda, sin horario y ninguna gana de trabajar que así las tuviera.
Era funcionario sin oposición, pero con grandes recomendaciones. Era pues, la moneda de cambio que algún día alguien pagó a su padre por un favor que éste hubiera hecho.
Tenía el tal Don Francisco, una fiel cuadrilla que nó le dejaba ni a sol ni a sombra, más porque era éste el que pagaba las correrías, más que por lealtad o camadería.
Paco, el fiti (de Fitipaldi), conserje del ministerio, llamado así, porque iba corriendo a todos lados. Seco y enjuto como vara seca deavellano.
Lucas el chapa, proxeneta de putas de lujo, que le suministraba carnaza gratis a Don Francisco, y éste, a cambio, mantenía alejado a cierto comisario. Rubio, espigado, con un traje marrón estrecho, con un pañuelo blanco de lunares pequeños negros anudado al cuello.
Y para completar la terna, José Antonio el mudo. Éste era el más peligroso. Nó mediaba palabra alguna, y siempre estaba vigilante, escudriñándolo todo, como un halcón en busca de presa. Compañero de toda la vida de Don Francisco en Falange. Agresivo, voluble e inflamable como una brizna de paja ante cualquier chispa.
Todos le tenían sino, respeto, más miedo aún. En más de una ocasión, Don Francisco tuvo que hablar con ese cierto comisario, para sacarle de más de un apuro.
Como aquella vez que, supuestamente, José Antonio se cargó a un moro de una paliza, y lo tiraron por el puente de los suicidas, el puente de Segovia, y allí, nó pasó nada.
Fuerte, corpulento, con los brazos como dos gruesas ramas de roble.

Pues bien, en una de éstas ocasiones que socarronamente Don Francisco soltaba su famosa frase “si fuera mujer sería más puta que las gallinas” ante la presencia de una chica joven que entró a comprar tabaco en el bar “El Alcázar”, su cuartel general, un anciano que sentado allí estaba, le preguntó:
-¿Qué pasaría si fueras mujer?, serías tan puta como estás diciendo?.
Don Francisco y su cuadrilla, se giraron y dirigieron sus miradas hacia el individuo que había realizado la pregunta. Éste, era un anciano de barba blanca bien recortada, con un gorro de tela tipo veraniego, camisa a cuadros tipo leñador, con un chaleco beis mil bolsillos, y pantalón a juego y, unas botas tipo chiruca. A sus pies, una mochila grande de cuero y, apoyado en el rincón detrás de el, un cayado con punta metálica.
-Perdón, ¿qué ha dicho? –le pregunta Don Francisco-
El viejo, terminándose el café con leche, responde a Don Francisco sin mirarle:
-He dicho que qué pasaría si fueras mujer, ¿serias tan puta como tú dices?.
Don Francisco, alterado, apoya los puños en la mesa donde está sentado el anciano. Con gesto desafiante, con el resto de la cuadrilla escoltándole.
-¿Me estás llamando maricón, viejo de mierda?.
El anciano, se levanta lentamente, después de limpiarse la boca con una servilleta de papel.
Mira fijamente a Don Francisco y sus ojos hacen estremecer a éste, que, azorado, aparta la mirada y se aparta. El anciano, coge su mochila, su cayado y, antes de irse, le dice a Don Francisco:
-Ten cuidado, a veces, las cosas que más deseas, se cumplen.
-¿Le doy dos hostias?-Pregunta José Antonio, que tiene preparado el puño americano apretado en su puño derecho-.
-Nó, déjalo, es un viejo imbécil, nó tiene ni media hostia, nó merece la pena –responde Don Francisco, mientras observa cómo el anciano desaparece por la puerta del bar-. A éste le hubiera metido en la DGS, para que le calentaran de lo lindo. Mira, con todo esto, me ha entrado hambre, vámonos al jockeys.
Los cuatro, como los jinetes del apocalipsis, ván a quemar el todo Madrid. Chicote, Pachá, Gran vía…..

Don Francisco se despierta con un dolor de cabeza tipo tenaza que le tortura. Deslumbrado por la claridad que entra por la persiana, vé por el despertador, que són las doce del mediodía. Aturdido, decide que hoy no va a ir a trabajar, por “indisposición”.
De repente, el teléfono suena con fiera insistencia. Malhumorado, se levanta de la cama, echando pestes y espumarajos por la boca. Se arrastra por el pasillo y descuelga el auricular:
-¡¿dónde has metido hija de puta?!, ¡tienes media hora para aparecer por aquí!, ¡te voy a matar!
Sin darle tiempo a acabar la conversación, cuelga bruscamente el teléfono, que casi lo rompe.
-¡hijo de puta! –dice- molestar así a la gente honrada.
De repente, la voz que ha salido de su garganta, le espabila del todo. De ella, ha salido una voz femenina. ¡nó puede ser, debo estar borracho todavía!(piensa).
Se echa mano a los huevos, para rascárselos como todas las mañanas.
-¡Dios mío!, ¡Tengo coño! -dice para sí-
Asustado, corre a la habitación, se pone delante de la luna del armario, y se quita el enorme pijama de hombre que lo cubre.
Aturdido, enfrente de él, tiene el reflejo de una hermosa mujer, de unos veintipocos, hermosos y turgentes pechos, sugerentes caderas y piernas largas, y una melena negra y lisa que le pasa los hombros.
– ¡Pe-pe-pero soy una tía- comenta en voz alta- ¡y estoy super buena!, me estoy poniendo cachondo, bueno, cachonda, no, cachondo, ¡ay Dios mío!, ¿qué está pasando?-exclama, llevándose las manos a la cabeza, apoyando los codos sobre las rodillas, mirando al suelo-,esto es de algo que bebí anoche, seguro-piensa-.
De repente, unos toques insistentes de timbre de la puerta, acompañados de unos golpetazos, le sacan de sus pensamientos.
-¡Abre!, ¡me cago en Dios!- una voz de hombre, agitada, nerviosa, se escucha al otro lado-.
Aturdido, Don Francisco se envuelve como puede con una sábana, y sale a abrir.
De un empujón, un tipo mal encarado le derriba tirándole al suelo, hecho un basilisco, acompañado de una mujer de unos cuarenta y tantos, rubia, de pelo rizado, con vestido azul liso, y zapatos blancos de tacón. Pulsera, pendientes y collar de perlas falsas blancas, muy maquillada, con un bolsón negro al hombro.
El tipo, con traje negro de segunda mano, con camisa lila, medallón al cuello y anillos de oro en los tres dedos, macarra y patilludo, bien repeinado, oliendo a colonia barata, lleva en la mano, una porra pequeña de madera de esas que pone “si no cobro, cobras”, chilla como un energúmeno a Don Francisco.
-¡Tú que te has creído!, ¡eh!, ¡te voy a romper todos los huesos!, ¡hija de puta! –ase fuertemente a Don Francisco por la muñeca derecha, levantando la porra para atizarle-.
-Tranquilízate, Anselmo –intermedia la señora-, no estropees la mercancía antes de venderla, si la rompes, no vale nada.
Malhumorado, suelta a Don Francisco, y se dirige a la puerta, diciéndole a la señora;
-Tienes media hora, la preparas y me la bajas al coche, que por cada minuto que pasa, estoy perdiendo dinero.
-Pobrecita –la señora se dirige a Don Francisco-mujer-, estás asustada, ¿verdad?, eres más mona de lo que nos comentó Don Francisco.
¿Cómo?, (piensa Don Francisco-mujer), ¡si yo soy Don Francisco!, ¿Qué está pasando aquí?, (reflexiona Don Francisco-mujer, aturdido y abrumado, perplejo, sin dejar de mirar a la señora).
-Pero sí algo, mujer, que parece que te ha comido la lengua el gato, ¿cómo te llamas?.
-Francisco…-responde-, no, perdón, Francisca.
-¡Ay chica!, ese nombre servirá para el pueblo de dónde vienes, pero aquí, para nuestro trabajo, hay que tener un nombre mucho más comercial.
¿Comercial?, ¿de qué está hablando ésta tía?, (piensa, Don Francisco-mujer).
-Mmmmm, te llamaremos Carla….sí, eso es, Carla, ¡ay perdona, chica!, que no me he presentado, soy madame coquette, (Antonia para las amigas)-dice esto último en bajito, confidencialmente-. La verdad, es que eres mona, nos vienes muy bien, para renovar plantilla.
¿Renovar plantilla?, ¿madame?, ¡ay Dios mío!, ¡esto es una pesadilla!, ¡soy puta! (se da cuenta, angustiado, don Francisco-Carla).
-Anda, vístete y vámonos.
-Pe-pero nó tengo ropa.
La madame, mira a Don Francisco-Carla, y se echa a reir.
-Ja, ja, ja, éste Don Francisco siempre tan bromista, yá me imaginaba yó a que se refería cuando me dijo que nos daba el producto sin envase, no te preocupes, aquí, en este bolso tengo todo lo necesario.
Coquette, la levanta del suelo, y la acompaña a la habitación. Le pone unas bragas (joder, que sólo uso calzoncillos abanderado), un sujetador de encaje, negro, con media copa transparente, (buenas tetas que tengo, están de puta madre, je, je, (se las soba con las manos)), y para acabar, un mini vestido rojo brillante, con los zapatos y bolsito a juego. Un poquito de rouge para los labios… y yá está.
-Mira guapa –dice Coquette- en el bolsito, llevas condones, un paquete de toallitas y perfumador –le vá diciendo, mientras salen de la vivienda-, vamos saliendo, que Anselmo nos espera. Tienes que perdonarle, es un poco brusco, pero nó es mal tío. Antes, tenía mejor carácter, pero se le agrió cuando la Vanessa le dejó y se fue a vivir una vida normal con un tío que se encaprichó de ella…¡ay hija!, el sueño de todas nosotras, encontrar un mirlo que nos saque de ésta miseria.
Casi arrastrando los pies, no yá por no haber llevado nunca tacones, yá, por lo violento de la situación, entra a regañadientes en un viejo Renault doce gordini, y sienta en la parte de atrás con Coquette.
-¡ay chica!, cómo se nota que eres de pueblo, ¿tú nunca te has puesto un vestido de éstos?, ¡qué manera de llevarlo!, todo reliado, que poco femenina.
Don Francisco-Carla, apesumbrado, quisiera decirles que él no es ella, que ella es él, Don Francisco, pero, aparte de no creerle, se llevaría un buen par de hostias.
Llegan a un edificio de apartamentos cerca de Chamberí. Un edificio antiguo de los años cuarenta, con las escaleras en penumbra con olor a repollo.
Suben al primero. Un hombre está esperando en la puerta de entrada del piso. Anselmo, saca las llaves y abre la puerta.
-¿Ésta es?- pregunta el hombre, echándose mano al paquete-, bien ha merecido la pena la espera.
-Sí, ésta es –responde con genio Anselmo-.
Entran en una sala de estar, empapelada con un papel de colores chillones, color yema de huevo cocido. Un mueble bar, un equipo de música, sofá de dos plazas, flanqueado por dos sillones enfrentados entre sí, con una mesita auxiliar en medio, y una lámpara a media luz. Eso es todo.
-Entra en esa habitación y espera –le ordena Anselmo a Don Francisco-Carla-.
Se dirige a la salida, y le dice a Coquette:
-Te espero abajo, si pasa algo, ya sabes.
-Sí, vete tranquilo –responde Coquette-.
Coquette, se dirige a la habitación donde está Don Francisco-Carla.
-¿Qué te pasa chiquilla?, estás temblando.
Sí, estaba temblando de frío y de miedo.

-No te preocupes, Ramón es un cliente habitual, está informado de todo, nos ha dado su palabra de que, al ser tu primera vez, va a tener cuidado, y alegra esa cara. Piensa que éstos tíos vienen con tanta necesidad, que en un pim pam pum, han acabado, y tú, ni te has enterado. Cobro, y Anselmo, al final de mes, te da lo tuyo. Es como un trabajo, y Anselmo, es de los más legales que he conocido. Te lo aseguro, que he conocido a varios.
Se dirige a la salita, y le dice al hombre:
-Ramón, ya puedes pasar.
El hombre pasa, y se encuentra a Don Francisco-Carla, arrinconado como un pajarillo asustado.
-Vamos, chiquilla, que no es para tanto, a buen seguro, que yá te habrás estrenado con alguno del pueblo.
Instintivamente, Don Francisco-Carla, se tapa los pechos con los brazos y hace una negación con la cabeza.
-¿nó?, ¡ah!, ¡que eres virgen!, ¡la hostia!, que suerte he tenido, pero tú no le digas nada a Anselmo, que si se entera, me cobra más.
Desesperado, se quita la ropa atropelladamente, y se queda desnudo, mostrando su miembro erecto, en medio de una masa humana fofa y blanquecina, peluda, con los calcetines puestos y un dedo gordo del pie derecho, asomándole por un tomate.
A Don Francisco-Carla, la visión de ese cuerpo, tan sudoroso, tan peludo, tan blanco, tan excitado, le produce asco y repulsión.
-¡Venga chica!, ¡Que es para hoy! –apremia el hombre- que yo no tengo todo el día. ¡joder con éstas primerizas!, ¡hay que hacerlo todo uno solo!.
A la fuerza, le arrebata el vestido, ante la inútil resistencia de Don Francisco-Carla, le rompe las bragas por los dos lados, y le desabrocha de un tirón el sujetador, saltándole los corchetes, manoseando a Don Francisco-Carla, por todos lados.
La tira a la cama de un empellón, y se pone el preservativo.
-¿Vés?, hasta el preservativo me he tenido que poner, ¡joder!.
Se tira como un fardo encima, e introduce su miembro sobre excitado en el sexo de ella, a la vez que a la fuerza, descerraja las piernas cerradas.
Siente un dolor inmenso, como si un espetón al rojo la quemara por dentro.
El bamboleo del hombre le exprime los huesos, que protestan, ante el peso del ser que tiene encima.

Una mezcla de repulsión y asco le produce una secuencia encadenada de arcadas, cuando el hombre, le lame la cara y la manosea los pechos como si fueran masa de pan, produciéndole más dolor que placer; cuando, las gotas de sudor que caen del rostro del hombre, mezcladas con las babillas de placer, que se escapan de las comisuras de sus labios, impactan contra su cara.
El hombre gime, y se deja caer todo él, sobre su cuerpo, como un árbol talado.
Se ha corrido dentro y, ha sentido todo el asco viscoso dentro de sí. El condón se ha roto.
Y ahora está llena de un líquido ardiente y húmedo.
El hombre se retira, pesadamente, exhausto, se pone los calzoncillos viejos y sucios.
Mientras se viste, le dice:
-Chica, nó te pongas así, la primera vez, cuesta, pero luego, te irás acostumbrando. Si las putas sois todas iguales, al principio, os hacéis las formales, pero luego, os gusta follar más que un pobre el jamón.
Éste comentario, le duele tanto o más que todo lo que acababa de sufrir.
Entra madame Coquette, se sienta a su lado, la mira tiernamente, le acaricia la cara y le dice:
-Nó te preocupes por lo del condón, ¿sabes?, lávate bien, y luego te doy una pastilla de esas, ya sabes, del día después.
Se mete en la ducha, y se restriega el cuerpo salvajemente y, desearía tener una espátula para desollarse la piel para eliminar el olor, el sudor, la respiración agitada del tipo.
Se viste como puede, y sale a la sala de estar. Se sirve un whiskey doble, y se lo bebe casi de un trago. Mientras, Coquette la observa.
-Mira, por ser hoy tu primer día, vas a tener otro cliente, y yá. Poco a poco, te irás acostumbrando.
¿Acostumbrando?, ¿a qué?, ¿a todo lo que él ha hecho como hombre a todas las putas que han pasado por sus manos? (piensa, Don Francisco-Carla, con un dolor que casi mata).
-Vete a la habitación, el cliente está a punto de llegar –dice Coquette- y ésta vez, al ser la segunda, colabora un poco más, Ramón me ha dicho que lo ha tenido que hacer el todo, y eso nó está bien, a un cliente, hay que tratarlo bien.
Sentada en la cama, espera al siguiente.
Don Francisco-Carla, yá nó está nerviosa, ni asustada. Solo asqueada y con un grandísimo sentimiento de vergüenza y culpabilidad.
La puerta se abre. Una silueta de hombre, se recorta en la penumbra de la fría habitación.

-¿Aún quieres seguir siendo mujer para ser la más puta entre las putas?.
¡Ésa voz!, ¡el viejo del bar! (reconoce).
-¡Usted!, ¡por favor!, ¡sáqueme de esto!, ¡¡¡tengo amigos, dinero, dígame cuanto, le daré lo que quiera!, ¡pero sáqueme de esto!, ¡se lo ruego!, ¡por favor! –dice, llorando amargamente, asiendo con los puños la pechera del chaleco del viejo- ¡por Dios!, ¡tenga compasión!
-¡Túmbate en la cama! – le ordena el viejo-
Nó entiendo nada (piensa Don Francisco-Carla)
-¿Estás arrepentido?- le pregunta el viejo.
-Sí –responde, sincera y humildemente-.
A la vez que responde, un sopor, le inunda, se vá durmiendo a medida de que todo se va tornando más borroso.
Amanece.
Abre los ojos. Tiene miedo.
Un aire nuevo, le dá en la cara.
Tiene el cuerpo dolorido. Nó quiere mirar, pero una mezcla de curiosidad y temor, le invita a hacerlo.
Nó tiene pechos exuberantes, su oronda barriga sigue ahí.
Suena el despertador, las siete. Junto al despertador, hay un sobre blanco que pone escrito “para Carla”.
Aturdido, con el recuerdo de lo vivido aún presente, sin saber si ha sido un sueño o nó, lo abre.
Lo que pone escrito, es un antídoto que elimina el veneno de su antigua vida.
“No quieras ser lo que otras personas no son lo que tú crees que son”
Se ducha, se afeita, se pone el elegante traje estilo de Gales, y se baja al bar “El Alcazar”, a desayunar con su cuadrilla.
-¡cooooño Don Francisco! –exclama el Fiti, al verlo tan elegante- ¿Qué se celebra hoy?
-¿Es que quieres una gachí especial hoy, Don Francisco? –pregunta El Chapa-
-¿hay que hacer un trabajo especial?-continúa José Antonio-.
-No, queridos camaradas, hoy ha nacido Francisco, nó Don Francisco a ése lo he enterrado ésta mañana.
-Está chaveta –dice el Fiti-
En ese momento, una mujer hermosa, aparece por el bar, y se sienta a desayunar.
-¡fiiiuuuu!, ¡Vaya jaca, ¿eh, Don Francisco?, anda, sí eso de que si yó fuera mujer…- comenta el Fiti-.
Don Francisco, ahora Francisco a secas, se pone enfrente de la mujer y con voz en alto, exclama para que todo el mundo le oiga:
-¡Si yó fuera mujer….me sentiría orgullosa de serlo!, ¡por ser madre, abuela!, ¡y por tener que aguantar a tipos asquerosos como yó ….! ¡y como vosotros! –dice, señalando a la cuadrilla, que tienen el gesto denudado-. ¿está ocupada ésta silla, señorita, o señora?.
-señorita, pero siéntese, por favor, me gusta desayunar acompañada-responde-, me llamo Antonia, ¿y usted?.
-Francisco, solo Francisco.


*Todos los relatos son originales y no han pasado procesos de corrección.

JUSTO FERNÁNDEZ: LO QUE OCURRE

No estoy seguro de ser capaz de explicar esto, pero lo voy a intentar. Empiezo diciendo que yo lo siento en mis tripas (o donde sea que se siente lo que se siente) como una verdad transcendente. Si me pongo chulo diría que es una verdad revelada. Pero a tanto no me atrevo. El enunciado del asunto, en formato de aforismo Jodorowskysiano (twitter), sería algo así: “lo que ocurre es que lo que ocurre está hecho de las mismas piezas que lo que no ocurre”.

(Ahora recomiendo quedarse en estado meditativo al menos diez segundos).

Ya? Sigo …

Como no sé explicarlo como dios manda, lo voy a hacer yéndome por las ramas. Así de paso encajo la reflexión en el epígrafe de esta semana:

La pregunta “¿qué pasaría si ocurriera determinada situación?”, es para mí una elegante distracción intelectual (y naif, como todo lo que proviene del intelecto) que pretende enmascarar nuestra insalvable ignorancia. La respuesta honesta a esa pregunta es: No se puede saber, dejemos de intentarlo, no está a nuestro alcance.

Y aunque no nos guste, el asunto es aún más relevante, pues esa incapacidad no aceptada es mucho más cruda: tampoco está a nuestro alcance saber qué va a pasar si ocurre lo que ya está ocurriendo. Podemos entretenernos especulando todo lo que queramos, pero anticipar nada con la mente no es posible. El resultado, por muy erudito y elaborado que parezca, siempre será una chapuza hecha con piezas ya conocidas, hilvanadas con retales de experiencias parciales e inconexas, que nada se parecerá a la realidad que se pretende anticipar.

Lo fascinante de todo esto es que el juego de la mente, aun siendo una demostrada ilusión, sigue operando con alegría en nuestra cabeza. Y, sorprendentemente, nos seguimos fiando del resultado de cada tirada de dados. Tan es así que cometemos la temeridad de conectar nuestro estado emocional a la respuesta mental de ese “¿Qué pasaría si …?”. Reconozcamos que, muchas veces, esa respuesta nos hace cagarnos de miedo. Lo más increíble es que nos seguimos haciendo trampas en este solitario y nunca revisamos con rigor si lo anticipado finalmente fue. Simplemente suspiramos aliviados.

Y aquí me quedo con la explicación, probablemente insuficiente para tan basto asunto, pero es hasta donde llega mi mente explicando lo que siento: “lo que ocurre es que lo que ocurre está hecho de las mismas piezas que lo que no ocurre”

Lo que tampoco nunca sabremos es que hubiera ocurrido si yo no hubiera escrito este texto.


GABRIELA MOTTA:

¿Qué hubiera pasado si no me hubiese dormido y llegado tarde a su encuentro? Ese encuentro que pudo ser pero no llego a buen puerto porque no llegue a la hora acordada.

¿Qué hubiera pasado si le hubiese dicho que la amaba antes de su partida? Antes de que esa terrible enfermedad se apoderara de ella y se la llevara.

¿Qué hubiera pasado si hubiese dejado por un instante mi parte racional y me entregase por completo a mi imaginación?

¿Qué hubiera pasado si todos esos otros sucesos hubiesen acontecido?
¿Sería yo la misma que les escribe en este momento? O
¿Será que puedo decir que soy, gracias a que los sucesos anteriores no sucedieron?

En fin ¿qué hubiera pasado si nunca hubiese escrito este texto?


FUEN CALDERÓN ROMEO

¿Qué hubiera pasado si? ¿Qué pasaría si la vida nos diera la oportunidad de volver a vivirla en lugar de morir? Si sin olvidar todo cuanto hemos vivido y a quienes hemos amado y aquellos que nos han hecho daño y el dolor que nos han causado y que hemos infligido se nos concediera la oportunidad de corregir errores. ¿Volveríamos a andar el mismo camino, de la misma manera? La vida es un continuo aprendizaje y hoy somos el resultado de todo ello. Amor, dolor, risas, tristezas, amigos, hijos… Sí. Volvería a andar el mismo camino. Quizás cambiaría pequeñas cosas. Quizás no dejaría marchar de mi vida personas que se alejaron de mi porque no supe cuidarlas o porque ellas no me supieron cuidar a mi y me alejé. Volvería a amarte, a pesar del dolor que me has causado, por volver a tener a nuestros hijos y por volver a sentir algunos momentos que viví contigo. Pero nunca dejaría de ser yo. Yo misma. Porque lo que tú cambiaste fue precisamente lo que me hizo perderte y perderme a mi misma. Volvería a vivir la misma vida sólo por volver a verme en tus ojos…como aquella última vez que me miraste.


CARMEN JT

Tema: ¿Qué hubiese pasado si…?

¿Qué hubiese pasado si el test hubiese dado negativo en vez de positivo?

Ahora mismo no tendría tanto sueño, no viviría por y para una persona, no estaría tan cansada y mis pechos no estarían todo el día aireándose para darte alimento. Quizás tendría los bolsillos más llenos, pero eso sí, el corazón más vacío. Porque tampoco tendría mi casa la alegría que tiene ahora, tampoco se me habría ensanchado tanto el corazón que apenas me cabe en el cuerpo de todo el amor que quiero darte y tampoco tendría tus sonrisas infinitas que iluminan mi día a día. Por eso es que quiero mil noches más de insomnio, que los pechos se aireen y lleguen al suelo si tienen que llegar, estar tan cansada hasta derrumbarme a llorar, vivir para que no te roce ni el aire y como se suele decir, tener menos dinero «que el que se está duchando…» Gracias por aquel positivo, porque te volvería a tener un millón de veces más a ti, Hugo, hijo mío.


MONTAÑA MILHOJAS

Qué pasaría si al comenzar de nuevo la película de la historia,Eva no se hubiera comido la manzana porque se había entretenido haciéndose unos zapatos con la piel de la serpiente?
Si Adán hubiese descubierto un coco y junto a diez monos,hubiese jugado un partido de fútbol…
Si hubieran vivido en barrios diferentes y ella se hubiese casado con el cocinero del chiringuito que hacía mejor el dinosaurio al roquefort, dónde ella actuaba los sábados a capella,melena al viento?
Si el poderoso ojo que todo lo ve, hubiese estado distraído atándose los zapatos en ese momento?
Si el fruto prohibido hubiese sido una mora,y como pinchan tanto sus ramas,nadie las hubiera cogido?
Si Adán hubiese tenido alergia a las hojas de parra que formaban la ropa interior de Eva?
Atchis!!!


CAMILO DELGADO

Frente a mí, suelta como flor de campo su olor, esa mujer, clavando sus claveles en mi atención, penetrando mi canción con sus desalientos, anclando con tal quietud mi linaje intermitente. Ahí está frente a mi esa mujer, esperando mi respuesta. Qué pasaría si me pintara de valor y le soltara la verdad, como continuaría mi existencia si su conciencia se hiciera con la presencia de mi insolencia. Un beso por mejilla, dos golpes por pecado, tres hasta nunca y un sinfín de lágrimas llenaría el portal. ¿Cuándo fue la última vez que la oí hablar de perdón sobre la acera? ¿Cuándo fue la primera vez que la oí odiar bajo las sabanas?

Ella no es muy astuta, pero supo donde cavar, encontró de algún modo la pregunta correcta y la arena tiro por la borda, poco a poco destapó el guardado y me dejo desnudo, ahora lo sabe y si aún no lo se entera tendría que decírselo y no descifro todavía que pasaría: un abrazo compasivo, una palabra inesperada y la promesa de un futuro sentados acechados por la sombra de un problema bajo la cama, pero juntos, juntos sin duda. ¿Qué pasaría si le digo? Un par de noches dando tumbos por los bares buscando su piedad, o una vida entera encaminado en una ruta destilada, bajando las escaleras de subida, esperando, ocultando, ignorando. ¿Qué pasaría si al final no le digo?


KARLOS WAYNE

¿Qué pasaría si las mujeres fuerais inmortales?
Solo vosotras.
Ni perros, ni jirafas,
ni árboles, ni corales.
Vosotras.
Madres, hermanas, abuelas, novias, esposas, amantes, amigas…
de nosotros.
¿Cómo transformaríais el mundo? ¿Acabaríais con las guerras?
¿Acabaríais con el hambre? ¿Nos haríais a todos iguales?
Apuesto a que sí.
¿Que haríais con nosotros?
¿Seríamos esclavos? ¿Sexuales?
¡Frotaos las manos, hermanos!
Hombres…
Mortales.
Nos doblaríais en número,
en tan solo tres generaciones.
¿Borraríais las fronteras? ¿Pequeñas y grandes?
Ya no sería Tierra, sería Casa.
Planeta Casa.
Una casa donde todos se respetan.
Donde no importa que seas negra, amarilla o verde.
Donde no sea juicioso que te gusten los rosas, los azules o los blancos.
Donde las diferencias se celebran. Donde nadie es más.
Donde nadie es menos.
Si. Si pudiera pedir un último deseo sería ese:
Que las mujeres seáis inmortales.
¿Qué pasaría si las mujeres fuerais inmortales?
Que tú seguirías aquí,
iluminando el mundo y yo…
Yo, en mi último suspiro,
no te echaría de menos.


LOLY BÁRCENA

“Quizás si fuera otro el camino”
Hoy es un día normal, como otro cualquiera, nada fuera de la rutina, todo en orden, todo en su lugar.
Suena el despertador, que ruido más tedioso, recordando que el día de nuevo comienza tal como termino el de ayer, debería cambiar ese tono. La cama se me hace tan grande , pero estoy ya tan acostumbrado a dormir solo, pijama de franela , la cama siempre fría , con solo un lado arrugado , quizás debería…..
Levantarse, buscar las zapatillas no es necesario, están perfectamente colocadas donde fueron aparcadas anoche, a los pies de la cama justo donde los pies deberían tocar el suelo, quizás me gustaría sentir la tibieza del suelo frio sentir el palpitar del día en mis pies.
Ir al baño, el mismo personaje de todos los días me da los buenos días en ese espejo, gastado por las esquinas, el óxido poco a poco asoma por el, dejando un poso de decadencia en el ambiente, debería cambiar a otro más moderno, blanco, limpio, luminoso.
Ya en la cocina , lo mismo de siempre , enchufar la cafetera que se quedó preparada anoche, abrir la nevera , coger la leche , esta marca no me gusta , tiene un cierto sabor a resquemado, un gusto a viejo, quizás debería comprar otra.
Ya vestido, con el mismo uniforme de todos los días, me dispongo a salir, cojo las llaves de mi viejo seiscientos, espero hoy no me deje tirado, el pobre tiene todo tan gastada que a veces tengo la sensación que me grita que lo jubile, que lo deje descansar, que sus bujías no quieren seguir circulando por las carreteras de mi ciudad, quizás debería plantearme cambiar de coche.
Ya llegue , perfecto no me falla, a la hora y el minuto exacto , aparco en mi plaza , 3 planta 45 d , es la mía desde hace más de 40 años , franqueada por dos columnas , hace difícil aparcar , teniendo que hacer muchas maniobras con mi viejo coche sin dirección asistida, se torna un trabajo titánico , ya con mi edad , me cuesta una vida, pero lo consigo, quizás debería pedir que me dieran otra .
Miro por la ventana de la 30 planta donde tengo mi cubículo, observo el horizonte todo lleno de hormigón , de miles y miles de ventanas , con empleados que se dejan la vista en sus pantallas de ordenador y me pregunto si todos tendrán los mismos “quizás” , si todos en un momento de sus vidas decidieron tomar el camino de la derecha y no el de la izquierda , y embocaron en una vida que no son capaces de cambiar, e imaginan que sería su vida , si el tono de su despertador fuera Dont stop me now de Queen. Como espejo de baño tenemos uno gigante tipo camerino, lleno de luz para ver brillar por las mañanas el aura que lo envuelve.
Subirse en su descapotable rojo, con el viento dándole en la cara, y absorber los rayos del sol.
Como uniforme de trabajo llevara unos buenos tacones, para pisar fuerte mientras camina a su trabajo en el Teatro Metropolitan. Donde no tendrá una plaza de aparcamiento con columnas sino torres de luz que le iluminan el camino hacia el estrellato.
Quizás su vida sería así, diferente, si un día hubiera elegido el camino no recto, si se hubiera salido de la rutina, si hubiera escuchado a su corazón, no a su cerebro , si hubiera arriesgado a gritar YO SOYYYYYYYYYYYYY ASIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII


ROSA MARÍA JIMÉNEZ MARZAL: Qué hubiera pasado.

Cometí la estupidez de perderte en una de esas extrañas circunstancias en las que nunca nos deseamos ver implicados. Busqué tu mano,te aseguro que te estuve buscando…pero la velocidad con la que marchabas hizo imposible seguir tu paso,no pude darte alcance.
Sígueme,me dijiste con esa seriedad de días acontecidos,no vaciles,no te sueltes pase lo que pase, confía en mí…y me abandoné a tu pericia con la insensatez propia de una juventud osada.
Cometí el error de mirar atrás,con esa curiosidad por ver quienes nos seguían,ansiosos y confiados en que conocíamos el camino cuando,en realidad,era la nuestra una huida a la desesperada y en el más absoluto del desconocimiento.
Sígueme! Pero no pude avanzar entre tantos caídos,rostros desencajados y agudos gritos. Era imposible pensar siquiera en volver atrás….y me vi pérdida entre extraños que más que compañía suponían una amenaza.
No debí hacerte caso… ahora estaría segura en casa y no perdida entre la vorágine de compradores compulsivos en época de rebajas,en éste establecimiento de imposible salida.


NÚRIA BERGEN

Hola, muy buenas, ¿qué tal? ¿cómo les va? A mí mucho mejor que a ustedes, por lo que veo.
Me llamo Instituto Nacional de la Seguridad Social. Mis apellidos son Palacio de la Zarzuela, y de segundo apellido, Moncloa.
Y, me encanta incordiar por cualquier cosa. La cuestión es gastar papel, reciclado o no, lo que importa es gastar. Justificar gastos de los ricos, y recortar pensiones, salarios, etc. de los pobres. Incluso cortar o recortar la vida de quien se me cruce por delante.
Mi cometido es muy sencillo: joder al ciudadano. Pero hay muchas veces que me pregunto a mí misma: ¿QUÉ HUBIERA PASADO SI HUBIERA NACIDO CON CORAZÓN?
Pues seguramente me odiaría a mi misma mucho más de lo que el ciudadano me odia en la actualidad, porque tendría el mismo trabajo.

Me llevaría insultos, por supuesto, que me dolerían, me llevaría trabajo a casa pensando en cómo solucionar problemas en lugar de crearlos, cómo comprar sábanas y toallas para los hospitales públicos, cómo pagar a quien debo y no cubrir de gloria a los de los casos de corrupción, etc. Al memos no sería capaz de sacar tanques a diestro y siniestro mientras hay gente pidiendo un jornal o un mendrugo de pan para poder echarse a la panza. ¡Sinvergüenzas! No quiero ser como vosotros, pero resulta que sí lo soy.


LA XICUELA DE CORRIOL

¿Qué pasaría sí hubiera una vuelta atrás a las cosas, a la vida? En la mía si sé lo que pasaría o querría que pasase.
Si volvieras a mi lado, tendrías que borrarte todos esos tatuajes de furcia desagradecida. Deberías respetarme sin alzar nunca la mano para pegarme, para no avergonzarme.
Si volvieras a mi lado lo único que querría es, que fueras simple y llanamente mi madre. Y sólo te pediría abrazos.
No querría a una embaucadora de hombres sucediéndose en tú cama, liándose un porro de María de la buena, de la casera, de la planta de la terraza.
Si volvieras……., qué ilusa soy……pero si no volverás.
Andiamo.


MARÍA RUBIO OCHOA

Me miraba disimuladamente una y otra vez, se intuía que había sentimientos ocultos, y cuando ocurría yo temblaba por dentro, sentía y escondía.Cuando me sacó a bailar los colores en las mejillas juveniles, bailamos sin hablarnos y luego nos alejamos pero había miradas furtivas hasta que acabó aquella noche……..Que hubiera pasado si me hubiera quedado a vivir allí?….Quizás volveríamos a encontrarnos para no separarnos, sería el encanto de sus ilusiones. O quedarían sólo las miradas haciendo cicatrices en el alma….Y los recuerdos tamizados por el tiempo no sé cómo serían si me hubiera quedado , o si todo se lo hubiera llevado el aire, hasta los silencios…..


PEPINO MARINO ERRANTE

¿Y si fuera ella?

No. No tiene que ver con Alejandro Sanz.
Me encontraba chateando con una persona impresentable. Sí, sí, de esas que son impresentables porque nunca te la han presentado. Por tanto, la conoces a distancia. Lo que se llamaba antes un ciberamigo. Sí, sí, antes de que aparecieran ese tipo de palabras carentes de originalidad como follamigo. El caso es que de repente apareció la Virgen de la Macarena vestida de mi hermana -¿o era al revés?- quejándose de que se había sentado un «negro» a su lado en el autobús y olía fatal. Olía tan fatal que ella había pasado un mal rato, oye.
Tras explicarle que su exposición argumental era racismo encubierto blanco supremacista aprendido, tranquilizando su miedo al diagnóstico garantizándole que hay remedio, se me ocurrió pensar qué pasaría si los «negros» dijeran entre ellos que los «blancos» no huelen, cuando todas las personas apestamos. Haced la prueba; dejad de ducharos un par de semanitas y veréis lo que pasa. Y mejor si compartís vivienda con alguien o alguienes. ¿Y si los «negros» nos critican a los «blancos» por no oler, por no tener sustancia, chispa, vidilla, ritmo, idiosincrasia? ¿Nunca habéis criticado a un alemán, holandés, finés o escandinavo por ser más soso que un nórdico? ¿Por ser rígido y cuadriculadamente desesperante e inamovible? ¿Por no saber soltarse y bailar más inerte que una ameba tetrapléjica?
Pero… ¿y si fueran las personas con un olfato agudo capaz de llegar a captar el olor «fuerte» de un humano las inadaptadas que deberían ponerse una pinza en la nariz para salir a la calle? ¿Y si fuera la persona con sensibilidad química múltiple la que tendría que irse a la montaña a vivir fuera del alcance de los detergentes y gases urbanos? ¿Y si fuera el que va en silla de ruedas quien debiera comprarse un piso en planta baja en lugar de exgir a la comunidad de vecinos el ascensor para su edificio? ¿Y si fueran los «negros» quienes obligaran a una pequeña e indolora intervención quirúrgica a los «blanquitos» que cortara el nervio olfativo para que no diéramos por culo con nuestras chorradas?

«Que manía con hacer rampitas y poner bolardos en los pasos de peatones, ¿eh? ¡Si somos más los coches que los paralíticos! ¡Yo todavía no he visto ninguno en mi barrio! ¿Qué será lo próximo? ¿La peatonalización del centro urbano? ¡Venga hombre de verdad! ¡Están perdiendo la cabeza!»

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12 comentarios en «Qué pasaría si…»

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