¿Quién es?

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos el tema: «¿ Quién es ?» para inventar historias sobre desconocidos que nos cruzamos habitualmente por la calle. Este ha sido el relato ganador:

Hoy, después de 3 años, lo he vuelto a ver. Sigue tan observador como siempre, mirando a todas las personas de su alrededor, buscando con la mirada algo o a alguien, mirando su reloj de vez en cuando.
Hacía tiempo que no me lo cruzaba, que no lo veía día tras día en ese tren de la mañana. Caminando entre los usuarios del trasporte público, unos semidormidos, otras leyendo un libro, algunos hablando entre ellos y la mayoría absortos en sus pensamientos. Y él, pasa de vagón a vagón, mira las paradas, se asoma por las ventanas y mira a través de los cristales. Mira su reloj varias veces y vuelve a cambiarse de vagón…
Así cada mañana, día tras día… ¿quien es?
Quizá es alguien que espera impaciente a otra persona, espera que suba ese rostro que tanto anhela, ese reencuentro que podría significar un antes y un después… esa historia que podría cambiar su vida.
Yo lo observo a él, cada mañana, como busca y espera… y nadie aparece…

TRENTAONZE LÓPEZ RODRÍGUEZ

quién es

 

+ Ojos claros, con gafas, pelo castaño.
-¿Hombre o mujer?
+Mujer, con pinta de ama de casa.
-¡Sonia!
+No, Marina.
-Marina no parece ama de casa.
+¿Y Sonia sí? Además no es castaña, escucha al menos. Voy otra vez. Pelo rubio, nariz grande, ojos negros.
-Será teñida.
+Y tú idiota. Es un hombre.
-Vale. Pablo. Voy. Pelo rojo, cara regordeta y pecas.
+¿Marcos?
-Cara regordeta, no ancha.
+¿Pista?
-Mujer.
+Te la estás inventando, no hay ninguna así.
-¡Madison!
+Pero qué dices, Madison es un hombre.
-Estás fatal de lo tuyo, es una señora.
+Cabezón, mira bien, es un hombre.
-Es una mujer.
+Es un hombre.
-Pues es igualito que su madre, pobre. ¿Cenamos?

JEZABEL MONTENEGRO


¿QUIÉN ERES?
¿Quién es esa que me mira y me juzga sin decir nada? Lo sabe todo de mi: lo que hago, lo que pienso, lo que quiero. Sabe como mirarme pero no me ha pedido permiso si quiero que me mire como me mira.
Pero ¿quién eres? ¿Cómo te llamas? ¿ Qué hago aquí contigo? ¿Por qué me miras como si no me conocieses?
– Mamá deja el espejo en la mesa, no se te vaya a caer, anda.
– Ay hija y ¿tú quién eres?

ROBERTO MORENO CALVO


– ¿Y si te dijera que me hicieses un latte? Pero que no parezca un latte, que no me lo vendas como un latte y que, finalmente, me sorprenda al descubrir que, inequívocamente, es un latte!
– ¿Quiere… un latte? -le preguntó Lucas algo confundido, mientras automáticamente pasaba el trapo por la impoluta barra.
– No, no. A ver… No sería mas atractivo para el lector… quiero decir PARA EL CLIENTE, si en lugar de ofrecerles un café latte le ofrecierais “un mar esponjoso con las entrañas oscuras y nerviosas” -terminó de explicar el hombre dejando las manos expresivas en el aire, expectante, por unos segundos mas de lo debido.
Lucas paró de mover el trapo. Su mente se fue de pronto al mar espumoso de su tierra natal. Y ahí se quedó unos instantes, mirando el mar que su mente le proyectaba delante de los ojos.
El hombre frente a él decidió dejarle pensar unos segundos, consciente como era de que el gran público a veces necesita cierto tiempo “extra” para procesar según qué información…
-Y si además -interrumpió el hombre el momento idílico de morriña que estaba viviendo Lucas- si además esta conservación que estamos teniendo tú y yo ahora mismo formara parte de un texto, de un cuento, de una novela… puntualizar el hecho de que la estamos teniendo en un Starbucks, dejaría de forma intrínseca de ser narrativa para convertirse en noticia…
– Pero esto es un Starbucks.
– ¡Precisamente! -sentenció el hombre dando una palmada en la barra con la intención de agregar un efecto de sonido al mudo gesto de un guiño. Tras lo cual, satisfecho de sí mismo, se dio media vuelta y se dirigió a su mesa.
– ¿Y ese? -preguntó el compañero de Lucas extrañado- ¿Quién es?
-Nah, otro pirao de esos con crisis de identidad narrativa… Vienen aquí con sus macbooks y sus gafas de pasta negra y ya se creen escritores.

KARLOS WAYNE


LA SOMBRA
Vagaba por una solitaria senda,
Guiado por mis erráticos pasos.
Donde la tarde se consumía lenta,
Con la llama de los últimos rayos.
De la línea infinita del horizonte,
Una sombra sobresalía, inmóvil.
Me detuve, tan precipitadamente,
Que no pude, siquiera, huir.
Solos, sombra y hombre,
El viento y nosotros.
Cara a cara, frente a frente,
El silencio y los pensamientos.
¿Quién eres, que mi marcha
Interrumpes con impunidad?
¿Quién eres, que, como una mancha
Has emborronado mi soledad ?
-Soy –respondió la sombra-
El viento en la roca solitaria,
Los ojos que, en la penumbra,
Te observan, día, a día.
¿Quién eres?, nuevamente,
Pregunté, con la angustia,
Enredada tan fuertemente,
Que mi alma, se moría.
-Soy-respondió la sombra-
Tu deseo perdido,
Una sonrisa olvidada,
Un beso escondido.
¿Quién eres, que esta tortura
Me infliges con tus palabras?
¿Quién eres, que provocas locura
Aun cuando no hablas?
Con el último rayo de luz,
Se fue la respuesta de aquel ser…
-¿aún no lo sabes?, yo.., soy… ¡tú!.
Y desaparecí…con el anochecer.

EMILIANO HEREDIA


Ahí esta, no me lo puedo creer , otra vez esta ahí mirándome. ¿Que querrá? ¿no se acerca ?,solo me mira y no me dice nada.
Es absurdo, lleva ya varios días , simplemente mirándome. Uff¡ ¿Cuando fue la primera vez?
Si, ya recuerdo ,el otro día en frente del bar , si allí lo vi reflejado en la ventana del bar , mirándome con esos ojos negros, como si quisiera ver mas allá de mi imagen reflejada, como si buscara en el pasado muestras de mi existencia, quizás , no se ,solo quizás como buscando donde ubicarme en su linea de vida.
Pasaron unos días y volvió a parecer, cuando me encaminaba a casa, ana me estaría esperando, ya enfadada por el retraso , no le gusta nada cuando me tiene que recalentar la comida , o quizás fue cuando fui a buscar a mi nieta o era a mi hija ,,,,, bueno eso no tiene importancia, allí esta él de pie en el cristal de la tienda de tabaco, quieto impasible , mirándome con los ojos perdidos, (cada vez se les ve mas perdidos), si él no se decide , la próxima vez que le vea me voy a volver a preguntar, ¿que quiere?, ¿de donde viene?.
Oye a lo mejor tiene alguna historia que contarme de mis años mozos, !mira que si es del pueblo¡ , mira que nos lo pasamos bien , persiguiendo a las mozas, con la rabia que las da que se les moje el pelo , nunca entenderé las horas que se pasan con esos rulos metidas las cabezas en unas naves de marcianos , o es de la época de la mili, mira que me pase fines de semana de imaginaria, y las veces que me arrestaron , por ese sargento que no sabia hacer la o con un canuto , solo sabia darse betún en las botas todo para pavonearse por la plaza,,,,,,,,,,, estoy divagando¡ ¡que cansado estoy!
¡Mira ahí vuelve estar ! ¿Como entro en casa? Anaaaaaaaa, ven corre ahí vuelve estar , mira como me mira ,Anaaaaa¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ ¿Porque no vienes? Ven , se va ir, quiero que le veas a ver si sabes quien es ¡¡¡ Anaaaaaaaaaaaaaaaaa.
-Abuelo, calma , tranquilo, dime que quieres , y yo te diré quien es.

LOLY BÁRCENA


¿Quién es el silencio?
Era de noche.
O estaba cayendo el sol aún.
Yo corría con la maleta
porque salía mi vuelo.
Sudaba,
a la vez que tiritaba de frío.
Y él corría con la suya
porque salía su vuelo.
Sin tiritar
y sin frío.
Nos chocamos.
Pedí perdón, sin ni si quiera mirar.
Una voz temblorosa pronunció mi nombre.
Elevé la vista.
Un extraño.
¿Cómo sabía mi nombre?
-¿Qué tal? ¡Cuánto tiempo!
Sin duda, se había equivocado.
-¿No me recuerdas?
El silencio. El largo e inquietante e incómodo silencio. No le recordaba, joder. ¿Quién era? ¿de dónde? ¿qué noche? porque deduzco que era de noche, en alguna discoteca…¡yo que se!
-¿Carlos?
Al tocarme, sentí un estremecimiento tan fuerte,
que la cabeza empezó a dolerme,
e incluso perdí la vista.
La maleta se estampó contra el suelo,
e hizo mucho ruido
mucho
mucho ruido.
-¡Déjame en paz, o llamaré a la policía!
El chico, extrañado, retrocedió. Sentí la conmoción de su rostro clavándose en mis zapatos.
-Está bien, tranquilo.
Le observé, detenidamente.
Sus facciones. Sus cejas. Sus labios. Sus lóbulos. Su pendiente de argolla. Su camiseta, que me recordaba a otra camiseta. Luego miré su cicatriz en los dedos. De morderse. Supongo. De morderse los dedos por nervios. Y me quedé quieto. Petrificado. Sin saber por dónde correr, ni hacia dónde, ni por qué.
Oí que anunciaban mi vuelo. Y ahí me quedé. Quieto.
Y él, quieto.
– ¿Te invito a un café?
Silencio. Mucho silencio.
El vuelo salió.
Y yo me quedé.
Y él se quedó.
– Sí, un café estaría bien. Gracias.
Entramos en la cafetería. Yo parecía salido de una película de terror, de un trhiller, o incluso un superviviente de un atentado. Tiritaba. Todos me miraban.
– Tranquilízate, Carlos, estoy aquí.
¿Cómo cojones sabe mi nombre? ¿quién es? ¿por qué su perfume me recuerda a algo, o a alguien?
– ¿Cómo has estado después de tanto tiempo?
¿Cómo que cómo he estado? ¿bien? joder ¿bien se dice, no?
-Bien, joder. Osea…bien. ¿Quién…quién eres?
– Por favor, basta. Sabes quién soy.
Y me agarró la mano, y en este golpe al cerebro, me quedé sin visión.
-¿Qué te ocurre? ¿estás bien?
-Estoy…cansado. Pero bien. Estoy bien.
– Después de todo este tiempo, me ha resultado casi imposible creer que eras tú al verte a lo lejos. Lo siento, Carlos.
¿Qué siente? ¿qué cojones pasa?
– Sé que tras tu tratamiento, todo ha cambiado. Sé que yo ya no existo para ti, casi. Que soy algo de tu pasado. Pero al verte, no he podido evitar sentirme como en casa.
¿Qué pasado? ¿por qué no puedo hablar?
– Entiendo que no digas nada. Siento mucho todo el daño. Incluso siento que acabes de perder el avión. Pero creo que todo pasa por algo. Tenía que pedirte perdón, aunque a veces pienso que hubiese sido mucho mejor el silencio.
Silencio de nuevo. Mucho más silencio. Las manecillas del reloj clavándose en mi espalda.
– Lo cierto es….que a veces te echo de menos. Aunque haya rehecho mi vida.
Por favor, déjame hablar. Quiero hablar. ¿Qué le pasa a mi boca?
Venga
coño
habla
habla
joder.
– Te quiero, Carlos.
Silencio más silencio el puto silencio joder quiero hablar quiero gritar quiero llorar
y quiero besarle.
¿Besarle?
– Desaparecí por una buena razón. Que no te diré ahora. Pero debes creerme. Te quiero. No he podido olvidarte.
Y yo sin poder gritarle que me deje
que me olvide
que quién
quién cojones es.
Y de pronto
el silencio
gritó
tan fuerte
que
descubrí su nombre
camuflado entre el escándalo.
EL.
La persona que se fue hace tanto tiempo
la persona que me dejó abandonado
sin explicaciones
la persona que ha rehecho su vida
la persona por la que estuve en tratamiento cinco años
la persona
que
ahora
me mira y pide perdón
y me miente
me dice que me ama
y yo no puedo gritar
por encima del silencio.
Cojo el bolso
y la maleta,
me voy.
– Por favor. No digas nada si no quieres, pero no te vayas. Tengo miedo de quedarme solo esta noche. Sé que esto parece mentira. Sé que no puedes confiar en mi. Pero, por favor, pasa esta noche a mi lado.
Y lloré. Rompí a llorar
y él no lo veía,
claro que no,
la tristeza no hace tanto ruido
como el orgasmo.
Entonces
salió su vuelo.
Y salió el mio.
Y cuando desperté,
estaba sudando.
El que viajaba a mi lado
me miraba asustado.
Y Creep seguía sonando en bucle en el MP4.
No fui capaz de decirle nada
cuando le vi perdido entre la gente.
Era de noche.
O estaba cayendo el sol aún.
Yo corría con la maleta
porque salía mi vuelo.
Sudaba,
a la vez que tiritaba de frío.
Y él corría con la suya
porque salía su vuelo.
Sin tiritar
y sin frío.
Después de 5 años.
Le vi.
Y el no me vio.
Y yo no fui capaz de acercarme.
Y ahora

que no volveremos a vernos nunca.
Incluso aunque pasen 5 años de nuevo.
¿Quién es el silencio?

CARLOS COSTA


LÍNEA 6
Adrián vivía en Vinateros.
Joel en Conde de Casal.
Adrián se levantaba a las seis.
Joel a las seis y media.
Y todos los días coincidían a las siete y cuarto en la línea 6.
Tardaban casi una hora en llegar a la Complutense y siempre se sentaban uno en frente del otro.
Uno iba escuchando música y mirando por el ventanal, y el otro, no apartaba la vista de los libros, cada semana uno diferente.
Sus miradas nunca coincidían, siempre estaban perdidas en la velocidad en la que las vías pasaban y en mundos nunca vistos.
Hasta que un día, sin saber ni cómo ni porqué, sus miradas se encontraron y un millón de emociones y preguntas recorrieron sus cuerpos y mentes… Aunque no se atrevieron a decir palabra, simplemente sonrieron y volvieron a sus mundos, pero no pudieron concentrarse.
Joel releía una y otra vez la misma línea y Adrián solo miraba a la nada.
A partir de ese momento, no hubo días en los que no sintiesen mariposas en el estómago cuando notaban sus respectivas figuras una enfrente de la otra.
No había semanas en las que Joel llevase el mismo libro para releer la misma línea y en la que Adrián no escuchase canciones sin prestar atención a ellas.
De vez en cuando, pensando que ninguno de los dos se daba cuenta, intercambiaban miradas fugaces que les hacía sonreír.
Cada día, sus cabezas se llenaban de preguntas vacías que nunca se atreverían a formular.
Cada vez que uno no asistía a esa cita nunca programada, el otro se preocupaba, se sentía vacío y ese día se convertía en el peor de la semana.
Y nunca se atrevieron a conocerse, nunca se atrevieron a hablar después de bajar del metro. Los demás no hubiesen entendido esa extraña y mágica conexión que les une, pero ellos, no eran como los demás. Y pasaban los días, las semanas, los meses e incluso los años y sus sentimientos siguieron creciendo.
Sus miradas a veces se escapaban de sus jaulas para encontrarse y duraban mucho más. No se sentían incómodos, se sentían seguros, como en casa.
Con solo un gesto, una mueca, uno sabía lo que le pasaba al otro y aunque no se preguntaban, el simple hecho de estar ahí, de sentir sin saber muy bien porqué lo qué el otro sentía, les curaban todas las heridas y les alegraban cada día.
Pero ambos sabían que eso no podía durar por siempre, sabían que ese año sería el último que coincidirían en la línea seis porque estaban en el final de sus carreras y tendrían que tomar caminos separados y eso les dolía más que un balazo en el corazón.
Solo de pensarlo sentían que les faltaba el aire, que el mundo se acababa y que sus vidas dejarían de tener sentido.
Después de todo ese tiempo silencioso, con sentimientos simples e inexplicables, después de haberse prometido las estrellas y la luna con solo mirarse, con solo estar ahí, son pasar la páginas del libro ni cambiar de canción… Después de todo lo que no pasó y podría haber pasado se maldecieron, maldecieron esos temblores, esos miedos a ser rechazados, a que todo lo que han vivido haya sido, simplemente, una ilusión. Un producto de la imaginación.
Así que, el último día de clases, Joel no releyó la misma línea y Adrián no escuchó música ni miró por la ventana. Se miraron a los ojos durante todo el camino, ambos retorciéndose de dolor por no poder dar el primer paso.
Joel no pudo soportarlo y bajó la mirada, se estaba rompiendo, no podía continuar.
Adrián quiso hacer algo, sentarse a su lado, rodearle con los brazos… Incluso besarlo, pero el miedo y la inseguridad eran demasiado reales.
Cuando bajaron del metro, Adrián se adelantó a Joel y se puso en frente de él, cortándole el paso.
— Hola.— dijo tendiéndole la mano a Joel.
— Hola.— dijo Joel dándole la mano. Ambos temblaban, se les salía el corazón del pecho.
— Me llamo Adrián, ¿y tú?
— Joel.
— ¿Puedo decirte algo, Joel?
Joel asintió, estaba apretando la mano de Adrián muy fuerte.
— Creo que te quiero.
De pronto Joel soltó la mano de Adrián y de lanzó hacía él y ambos se unieron en un beso y se convirtieron en uno.
Y al día siguiente, en la línea seis, en los mismos asientos, un chico y una chica se sientan uno enfrente de otro… No se conocen pero, con solo mirarse, parecen que llevan juntos toda la vida.

ROCÍO ROMERO GARCÍA


Siempre coge mi mismo autobús . No sé desde cuando lo hace. Nunca me fijé. Ya viene de la parada anterior porque es el inicio de la línea, pero no sé dónde baja. Sé de dónde viene, pero no a dónde va. No sé por qué me he obsesionado con saberlo. Siempre impecablemente vestido. Un perfume de los que catalogaría de olor a limpio, y punto. No soy perfumista, por desgracia. Es fácil engañarme en este aspecto.
Y poca cosa más. No sé describirlo físicamente porque miro más allá. Dile intuición. Simplemente lo observo, exprimo mi cerebrito pensando quién es, cómo es, cómo ha llegado a mi vida y cómo, no concerniéndome, me importa saberlo. No lo entiendo y me provoca curiosidad. Curiosidad interna. Llevo más de 2 meses observándole.
Interiormente es como quiero conocerle. En mi trabajo, la intuición es la que manda, y te lanza hacia una persona aún sin conocerla todavía. No es fácil abordarle así como así. Pero lo haré. Lo necesito para mi próximo libro. Tengo que descubrir lo que esconde su alma. Descubrir lo que no se ve. Si no lo consigo me habré decepcionado a mi misma.
Porque soy así. Me exijo y exijo.
Después de un par de días de planificación para abordarle, estoy en la parada del autobús impaciente, chasqueando los dedos sin parar. Hoy no bajaré del autobús hasta que él no baje. No escapará. Tengo planificado mi discurso. Mi oratoria diría mi jefe. Pues sí, mi oratoria. Lo conseguiré. Le convenceré.
No voy a perder mi oportunidad. Detrás de ese cuerpo trajeado, con un maletín extraño, parece nuevo recién estrenado, ha de haber una gran historia que contar, o tergiversar, para incorporar a mi nuevo libro. Y no se me va a escapar.
Ya casi son las 7.30h y el autobús no llega. Estoy de los nervios. ¡Como si fuera la primera vez! ¡Es increíble que después de 10 años viendo historias dónde no las hay, y consiguiéndolas al final, ahora sea la primera vez que me encuentre con un no!
¡Uppps! Que viene el autobús y por un momento he pensado que me voy a quedar en blanco.
El autobús se detiene, y espero mi turno. Subo, pago el billete, y me giro para buscarlo con la mirada. Inquisitivamente. No lo encuentro.
¡Horror! ¡No está! ¡No puede ser!
Me resigno y pienso que ya lo abordaré mañana.
Pero ya no hay mañana. Ni pasado. Ni nunca más. Porque nuestro autobús se despeña hacia un barranco, en una curva muy pronunciada y no hay supervivientes.
Ya no existirá nada más. Mi fin, y no sé si el suyo también, ha llegado.

LA XICUELA DE CORRIOL BENLLOCH

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12 comentarios en «¿Quién es?»

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