Tema libre VI

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos TEMA LIBRE. Este ha sido el relato ganador:

«ANATOMÍA DEL AMOR»
Los amores de hoy en día tienen fecha de caducidad. Duran tres semanas, una de «te quiero» y dos de «por favor, no te vayas».
Todo el mundo afirma que el amor es como el oxígeno que necesitamos para respirar. Hasta las canciones lo dicen, «¿morirías, matarías por mí en nombre del amor? Porque todo lo que necesitas es eso, amor.»
Somos la mitad de una naranja que no tiene prisa en encontrar a su otra mitad. Pero hay tantas naranjas completas, compartiendo felicidad y complicidad, que vemos que el tiempo se escapa, demasiado deprisa quizá, y dejamos todo en manos del azar.
Es tan fácil rechazar y tan difícil acertar, nos volvemos exigentes y juzgamos las imperfecciones cuando estamos hechos como los demás.
Rompemos corazones, rompemos personas, sueños y aspiraciones. Pero cuando las víctimas del amor fatal somos nosotros, ahogamos nuestras penas en vasos de whisky sin fondo y nuestros llantos cigarro tras cigarro, con los humos del placer.
Todo puente está enamorado de un suicida.
El sol está enamorado de la luna y y aunque quiera hacerla suya, sabe que no puede por miedo a herirla.
Los cactus y los globos son como Romeo y Julieta, «nunca te haré daño, seremos eternos», pero ambos acaban muriendo.
Ni aquello era amor ni esto es poesía.

ROCÍO ROMERO GARCÍA

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La luna y las estrellas fueron testigos de que anoche soñé contigo, que te tenia a mi lado, que me apretabas la mano, que me sonreias, que me mirabas.Soňando se fueron mis penas y me desperté llorando al darme cuenta que todo era un sueño.

MARÍA RUBIO OCHOA


«El método»

Mario Ojeda es un reconocido psiquiatra, a pesar de su avanzada edad aun goza de gran prestigio, según cuentan curó a mas de dos millones de pacientes. El método que emplea carece de ansiolíticos agujas o maldad, la simpleza su éxito radica en internar a cuerdos empedernidos, empaparlos de locura y luego reinsertarlos en la sociedad.

ALEJANDRO CAMACHO


MUROS EN LA CIUDAD DE INVIERNO

por las calles pasa el invierno
la gente vive en latas de conserva
la gente tiene comas puntos signos de exclamación
caballos salvajes llegan al matadero los carniceros mermelada de animales domesticados
no soy vuestro hermano ni vuestra hermana ni agua viva o muerta
no soy sombra el hombro mandíbula tibia o vuestro cerebro
soy invierno y otoño de los tristes y patéticos
el que calla y trepa la hiedra por los muros mohosos
el que lleva consigo visiones exprimidas de poder.
Sé cómo es
se te inflan las venas escupes en el espejo das con el puño en las vitrinas del día
más allá del éxtasis alarido ardor llama
sobrio y mudo corazón de piedra del que estima esta cloaca apocalíptica
el mundo con sus infinitas extensiones las repugnantes efemérides de la melancolía
metáfora amarga del tedio
con los ojos por sobre la cabeza llevando en el pico un velón de plata que ilumina la ciudad
si ves a alguien evítalo te amará y reventará solo
si ves una piedra cógela en brazos se convertirá en hombre
¿sabes cómo es?
Más allá de la palabra sólo tejados
más allá de los tejados
ventanas
signos para más tarde
aullidos de fiera adormecida al momento
en la ciudad de invierno
sólo muros
nadie
sólo muros

IRINA GABRIELA AGAPE


El Rincón de la Casa Redonda
Derecha, derecha, izquierda.
Sigue una y otra vez,
para que de este enredo
libre vueles por primera vez
Izquierda, izquierda, derecha.
Hacia delante debe ser
porque regresar y ser joven
un ignorante, otra vez.
Gira, gira y no pares.
Esa es la rutina matinal,
que si paras y el tiempo viene
tu hora llegara.
Frena, frena y acelera
cual rueda al rodar,
eres parte de una maquina
la maquina es parte tuya ya.
Sube, sube y cae al suelo
rodillas rotas y nariz sangrad,
que asi fue como llegue
y salí de este lugar.
Entra, entra y sale,
victorioso y perdedor,
que todos empezamos
siendo solo un peón.
Esta, esta, es mi casa,
la que no tiene rincón.
La redonda e infinita,
pues vida la llamo yo.

NIVA 281


Quimera

Son veintiocho cuadras del trabajo al metro. Todos los días hago el mismo recorrido, escuchando la misma música, abrigado con la misma bufanda, hasta detenerme en el mismo semáforo, para ver los mismos rostros esperando cruzar de vuelta. Entro al metro y espero.
La canción se acaba. Silencio. Una nueva melodía golpea mis oídos. Pestañeo.
Una canción que no debería estar allí, una melodía entre cientos despierta a ese otro que duerme casi todo el tiempo. Ese extraño con sonrisa de idiota y una mirada desafiante, que encuentra al mundo tolerable y tiene energía para arrebatarlo. Ese otro que vive tan cerca de mí, que a ratos me hace pensar que soy yo. Ese otro inconsciente y estúpido que me da esperanza.
Una quimera irrumpe en el metro, expulsando gas y fuego desde su boca.
Ese otro piensa que puede hacerlo todo, desde encender fuego sobre la palma de su mano, hasta levantar un elefante, si hubiera alguno cerca. Pero nada es realmente así de fácil para él. Por lo que sé, sólo puede estar despierto lo que dura esa canción, sólo tendrá hasta que la música acabe para ser un héroe. Entonces su ansiedad de salvar al mundo se resume en aproximadamente cuatro minutos. En ese corto plazo me siento enfermo, me duele el pecho y se me aprieta la guata. A veces me hace llorar, aunque sé que no es su intención. A fin de cuentas, se lo agradezco, pues hace mi vida un poco menos deprimente»
En el andén, los vagones se descarrilan. La quimera los ha matado a todos.
Son sólo cuatro minutos. Cuatro minutos donde descanso de mi mismo. Cuatro minutos contemplando cómo me admiran, no por lo que soy, si no por lo que quiero que vean de mí. Cuatro minutos que en resumen se sienten como un orgasmo interrumpido, incompleto, malo. Pero un mal orgasmo es mejor que ninguno.
La quimera no nos puede hacer daño, no bajo la melodía de la canción. Solo queda un minuto de estridente guitarra eléctrica.
Podría mentirles y decir que imagino la ciudad desaparecer a mí alrededor. Que los edificios se disuelven en hojas y ramas; que las calles se inundan en ríos de piedra y peces de colores. Que con la fantasía busco separarme de lo tangible, lo duro, lo real. Pero es justamente lo contrario: Busco ser visto.
La quimera expulsa su fuego, pero él lo detiene levantando solo su palma derecha. Quedan 10 segundos de canción. La quimera ruge y el chasquido de unos dedos poderosos la desintegra.
La canción termina. El metro pasa, pero no se detiene, no todas paran en esta estación.

DONALD MCLEOD


DEL RENCOR Y LA AUTOCOMPLACENCIA.
Soy la sombra de vuestro fracaso,
oculto en la grandeza.
Una nube gris a la deriva.
Quizás un olmo o abedul,
que un dia creyo ser roble
y se conformo con no saber.
Soy el viento de trayectorias inertes, estériles,
que comenzaron pretendiendo llegar,
y se acomodaron para dejar pasar,
en esa penosa superioridad.
Duelo.
Soy el gris de la ventisca,
el blanco de la niebla.
Cuando luce el sol
y el mar se presenta en calma,
solo soy yo,
a gusto de ser.
Quizás para ti sea aquella,
que un dia te dijo quien eras,
para ver tu espalda sumergirse en la oscuridad.
Lo que dije no importa,
de nada por tu silencio.
casi que casi no vuelvas mas…
Dedicado a mis delicadezas
y otras amistades invisibles.

ARCO DE JUANA (CLARA GOÑI)


SEQUÍA

Fuegos artificiales en la ciudad de las bombas que no explotan, para compensar (debimos saltar y arder en el minúsculo posible del casi imposible).

No recordaba cuan profundos eran los pozos a cada lado de mi cara. Si rodasen los cantos que dejo caer buscando el eco que anuncia el fondo, me habría dado cuenta. Seré hueca, luego hueca y después hueca o estoy llena de piedras silenciosas.

Parece que la lluvia escasea, se le ha ido la mano al tiempo de bonanza. Pero huele a humedad y juro que no es mía.

JEZABEL MONTENEGRO


Desde la rabia y el rencor

Desde la rabia y el rencor te escribo estas palabras. Sí, a tí, al que tanto veneran, adoran y rezan.
Hablo en tercera persona del plural porque la primera persona del mismo plural, ya no está. Y no hiciste nada para evitarlo. Sí, nosotros ya no te creemos, no te respetamos, porque nos quitaste lo más grande, al más grande, al mejor. Le hiciste sufrir mucho. A nosotros también. Pero era él el mejor, el más bondadoso, amigo de la gente, nunca te dejaba en la estacada. Nunca abandonó a nadie en su camino.
En cambio, tú sí le abandonaste a él.
Le dejaste pudrirse por dentro, retorciéndose de dolor y amargura, porque sabía hacia dónde iba. Iba al matadero, como las reses.
Iba al matadero y conseguiste que llegara el momento en el que dejó de luchar, se despidió de todos. Se esforzó mucho para tener ese tiempo, para llegar dónde llegó, a despedirse hasta de sus compañeros de profesión.

Y sí, finalmente se abandonó a tu suerte, y tú lo abandonaste a él, a una persona buena, sin dobleces, sin oscuridad, sin maldad.
Te olvidaste de todo lo bueno y …..dejaste que sufriera muchísimo.
Y ésto, por muchos años que pasen, nunca te lo perdonaré. De ahí toda mi rabia y rencor. Aunque sé que él diría: ¡Que Dios reparta suerte!

No estoy de acuerdo. No la repartiste bien.

LA XICUELA DE CORRIOL BENLLOCH


Hemos estado desconectados de forma obligada por las compañías telefónicas del mundo fb, whatsapp y móvil en general. Quería pediros perdón a todos los que os habíais asustado, y daros las gracias, porque eso significa que os importamos.
Valeria nos regala cada día felicidad a modo de muecas, gruñidos y noches en vela. Hay noches que he vuelto a casa de día y desayunada después de una fiesta y recuerdo haber dormido más.
Es increíble el sistema de comunicación tan simple y a la vez complejo que es el llanto. Y qué sensación tan inexplicable mirarla y remirarla, y pensar lo que somos capaces de hacer los seres humanos, no sé si merecemos tener este poder. Qué responsabilidad.
Si ya lo es tener a Clay, darle cariño, intentar que sea feliz y equilibrado, con una personita hemos pasado ya a nivel 3 de dificultad!
Qué manera tan maravillosa de complicarnos la vida. Ahora ya dejamos totalmente al descubierto nuestro punto débil ante el mundo. Este mundo raro raro, Valeria, al que decidiste venir el día 22, ni más ni menos. El número que menos me gusta (me gustaba), qué cosas.
Un mundo que vive el amor en los tiempos del ébola, donde los que mandan roban, y los que no mandan, no tienen trabajo, les quitan sus casas y no tienen qué darle de comer a sus hijos. Esto es un resumen rapidito que te hago de lo que te vas a encontrar por aquí, al otro lado de la tripa.
Pero aunque tengas que mirar este mundo con tus recién estrenados ojitos, eres muy afortunada.
A pocos miles de kilómetros de aquí, hay mamás que tienen que decidir dar el pecho a un bebé como tú, y contagiarlo de sida o darle agua, y contagiarlo de cólera.
También hay bebés que se crían entre algodones, que jamás conocerán una preocupación o un mala economía. Tampoco serás tú de esos.
No tenemos dinero para darte todo lo que pidas, ni aunque así fuera te lo daríamos, pero tenemos un sitio calentito para estar y todo el amor del mundo.
A cambio, sólo te pedimos que no pases por este mundo de puntillas, que busques la felicidad en las pequeñas cosas, que des las gracias, pidas perdón y sonrías mucho. Que, como siempre decimos, por muy oscuro que esté el
mundo, tú ilumines tu parte.

MARÍA JT


MALDAD

CAPITULO I

EL DIABLO EN LA CALLE

El sol que entra por la ventana, le confiere un aura alrededor de su cuerpo, mientras se acicala ante el espejo, en especial su pelo negro, recio y ensortijado, dándole un aspecto ascético y místico.
Pero él sabe bien que no es ningún santo.
Es un verdadero hijo de puta, y lo sabe. Esta certeza, le llena el recipiente de su ego, hasta rebosar, dibujándole una mueca en la cara con la tinta de la vanidad.
Como un antiguo caballero medieval, prepara sus armas. Unas armas sucias, innobles e impías.
Se engomina el pelo, con meticulosidad, arándose el pelo con un pequeño peine nacarado de carey, se empapa la cara con un after save caro, varonil, con un marcado olor a palo santo.
Se coloca el suéter beis, sobre los hombros, se coloca simétricamente el cuello de la camisa, blanca, impoluta, sobre el eje de una nuez marcadamente varonil, enrojecida por el paso de la navaja de afeitar.
Se remete la camisa, por entre el pantalón, una talla más pequeño, para dejar bien marcado su santo y seña de su condición de macho alfa, un verdadero líder, un auténtico cabrón.
La suela de cuero de sus zapatos castellanos, color granate, rematados ambos con unos flecos con borla, en la lengüeta, resuenan en el ajado suelo de madera de su habitación.
-¡Antonio!, ¡hijo!, ¿ya te vas?.
Es la voz de la madre, que ha escuchado el movimiento de su hijo. Es una mujer recia, talluda y reseca como una acacia del camino. Con un carácter que haría temblar de miedo al mismo Satanás. Enlutada, por la reciente muerte del patriarca.
Su voz no suena ni se siente dulce y cálida como se puede presuponer en cualquier madre del mundo.
1
Es una voz áspera como arpillera, terrosa, hiriente como cuchillo. Mira, a su hijo fijamente, con una mirada que a cualquiera le heriría el alma. De pie, al pie de la puerta de la cocina, donde ha dejado momentáneamente la afanosa tarea de devanar habas. Se limpia las manos con el delantal que le cubre el vestido robado a las tinieblas.
-Sí, madre, ya me voy, ya ha pasado la cuarentena de luto, y es hora de que salga a la calle, y que todos esos catetos, muertos de hambre, sepan quién es el que manda ahora. Padre, que en paz descanse, dejó un hueco que ahora, voy a llenar yó, Antonio Guzmán de Alba, legítimo heredero de este pueblo de mierda, lleno de basura. Ahora, toda esa chusma, tiene que enterarse de que quien va a mandar a partir de yá, voy a ser yó, por mis cojones, que lo van a aprender, bien, por la memoria de mi padre, que en gloria esté.
La madre, con una sonrisa de orgullo que le ilumina la cara, ase por los hombros a su hijo, le mira fijamente, y después de unos instantes, mirándose madre e hijo, ésta le dice:
-Así, hijo, así, que toda esa gentuza sepa quién manda en este pozo de mierda, los Guzmán de Alba. Con la cabeza bien alta, y que la gente la baje a tu paso, demuéstrales quien es el amo ahora. Toma, quinientos euros para tus gastos.
-Gracias madre.
Se vá, no sin antes, santiguarse delante de la hornacina con una virgen, que preside la entrada de la casa. Cierra la puerta, con un sonido estridente, fuerte, vigoroso, como señal inequívoca de sus intenciones. Como un proyectil buscando muerte.
La madre, satisfecha, le vé alejarse por la avenida que da salida a la casa solariega, flanqueada por centenarios robles, plantados por el fundador de la casa. Los Guzmán de Alba, una familia muy noble y leal, según rezaba el pétreo blasón que coronaba la entrada de la casa familiar.
Una saga familiar, de casta militar, que ganó prebendas reales, con la ofrenda de la sangre de los enemigos del reino. Allá por el siglo XIV. Más temida que respetada, más odiada que alabada. Generaciones de asesinos, bastardía, ladrones, timadores, y todo el amplio espectro que explica todo lo malo del ser humano.
Hace una tarde cálida de Septiembre, agradable, pero él, siente frío, como si los rayos del sol atardecido, sintieran asco de tocar siquiera un solo poro de su piel, y se tiene que poner el suéter de punto (he hecho bien en traer el suéter, hace fresco, -piensa-).
Al torcer el camino hacia la derecha, se encuentra la visión del pequeño pueblo, diminuto, atómico, en comparación con la gigantesca mole de odio que encierra dentro. Lo mira, fijamente, con un asco que casi le lleva hasta la náusea.
2

El pueblo, está adormecido, silencioso, perfumado con el olor de las chimeneas hogareñas, que dejan escapar olor a trabajo, a pan, a sueños, a salud, a enfermedad, a vida.
Preparaos, llega vuestra pesadilla. Piensa, rechinando los dientes, de tal forma y vigor, que amenazan con romperse en mil pedazos. Con los puños apretados como piedra, dejándole la marca de las uñas de manicura, clavadas en las palmas de las manos.
-¡Cuarenta!, ¡cuarenta días con sus noches habéis gozado de la falta de los Guzmán de Alba!. –tal era la costumbre familiar, guardar cuarenta días de luto en la casa, sin salir, a la muerte del patriarca, del cabeza de familia, una costumbre desde los tiempos de la creación maldita de la saga-. ¡Rezad, malditos parásitos!, ¡rezad lo que podáis o sepáis!, ¡soy el quinto jinete del apocalipsis, y vengo a traeros desgracia!.
Los estentóreos gritos cargados de rabia y odio, rebotaban en las paredes del farallón que guarnecía el pueblo, que el eco devolvía en palabras sueltas, como aves de mal agüero que no presagian nada bueno…. Rezad….apocalipsis….desgracia….
Con paso firme, decidido, baja la cuesta que lleva a la entrada del pueblo. Dos siniestras figuras, le esperan. Dos amigos fieles como lebreles, sufrientes como una madre.
Casto, y Damián. Dos tipos que eran sino, la prolongación de la maldad de su amigo-amo, sí las dos únicas personas que el malnacido tenía en el pueblo, como acompañantes de sus correrías y desmanes.
Damián hijo del médico del pueblo, sin oficio conocido, tarambana como brújula estropeada, de figura sílfide, mal encarado, y callado como pocos, su amistad con el amo, le venía de su etapa de la escuela, de cuando, entre otras barrabasadas, le levantaban la falda a las niñas, para verles las braguitas, robaban gallinas, o le metían arañas que cogían con un frasco de cristal, en la fiambrera al profesor que, incapaz de hacer nada, se fue consumiendo como un higo seco, por el sol de la impotencia hasta que, un buen día de Enero, ya por la salud carcomida, los nervios devorados, o vaya a saber cuál fuese la razón dejó, su vida marcada como una equis, con los brazos en cruz, bocabajo, sobre la nieve que cubría el camino de la escuela.
Casto, que no hacia honor a su nombre, era el tipo más lascivo, y sucio que uno pudiera conocer. Gordo y capón como buey manso. Pero de muy mal carácter. La falta de trempera, la suplía maltratando a cuanta mujer osara cruzarse en su camino. Como yá todas las mujeres, ancianas, maduras, jovencitas y niñas, estaban sobre aviso, desaparecían en cualquier vericueto por el que evadirse en cuanto aparecía al principio de la calle, camino o senda. Por esta razón, el carácter, se le avinagró más aún, como un vinagre de vino peleón y cabezón.
Por eso, necesitaba de la ayuda de sus dos compinches, para amarrar a alguna moza desprevenida, y amasarla como pan, con sus gordas, sucias y sudorosas manos, pues, al correr, silbaba como locomotora vieja, y resoplaba como fuelle remendado.
3

-¡Damián!,!Cásto!. –se funde en un fraternal abrazo con sus camaradas- ¡qué bueno veros de nuevo!.
-¡compañero!, ijjjjj, es un placer ijjjj, tenerte entre nosotros, ijjjj – emite un jadeo intermitente, fruto de un ritmo rápido de andadura-.
-¿Y tú, Damián, no vas a decirme nada?- le dice, pasándole la mano por el hombro-.
-Bienvenido, -responde sin sentimiento, con un gesto mecanico-
– ¡Ah cabronazo, tu siempre tan callado!-le da un empellón amistoso con el puño cerrado al hombro de Damián-
-Bueno, vamos a lo que vamos, ¿habéis traído la lista?
-Sí,- responde Damián- Aquí está.
Cuando murió el amo, hace cuarenta días, Damián y Casto, tomaron buena nota de quien faltó al entierro, por orden expresa de su amigo, que yá daría el, buena cuenta de los ausentes.
Coge un papel arrugado, y un poco mugriento, doblado en cuatro partes, arrancado de un bloc de notas. Lo desdobla meticulosamente, y lee detenidamente la relación de nombres que en ella está escrito.
-¡Vaya!, ¡que sorpresa! –Dice-, están algunos de los que pensaba que no iban a haber ido, pero faltan algunos de los que si pensaba que iban a venir, pero no fueron….ummm, vamos, empieza la cacería.
Los tres hombres, con paso decidido, entran en el pueblo, y al doblar la primera calle, se topan de bruces con dos mujeres ancianas.
-¡cuidado, estúpidas!.
Las dos mujeres, se santiguan, como si hubiesen visto al mismo diablo, y pretenden huir.
-¡Damián!, ¡por detrás! –ordena-
Éste, con una ágil maniobra, le cierra el paso a las dos ancianas, Antonio, coge a una de la pechera, asiendo fuertemente, vestido y mandil, y la tira al suelo.
-¡miserables!, ¡basura!, ¡os va a salir caro, el cruzaros conmigo!- exuda rabia y odio por todos los poros, y un gesto demoniaco, como una máscara tribal, le deforma la cara-
4

La anciana, caída, del susto, se desmaya, y se queda tirada, desmadejada, como una muñeca de trapo.
-¡nó!, ¡por dios!, ¡en nombre de su santo padre que en paz descanse!, – suplica la otra anciana, de rodillas,-
-¡hija de puta! –le propina un bofetón, que en el eco de la calle, resuena como un disparo, a traición por la espalda-.
– ¡ja, ja, ja, ja, ja! –ríe Casto-, la muy guarra se ha meado –le mete la mano, bajo la falda, y se la mete bajo las bragas, hurgando el sexo marchito de la anciana, y se la lleva a la nariz, haciendo una profunda inspiración, inhalando todo el aroma a pis, disfrutándolo, como quien disfruta un perfume caro-.
-¡por dios Casto!, estás enfermo, ¡vámonos!, tenemos faena.
Tres hombres, tres figuras siniestras, se alejan por la calle en penumbra. Dejando tras de sí, dos víctimas, una en el suelo, otra, encima, violentada, como una piedad, acogiendo en su regazo a su compañero, llorando como la virgen de la soledad.
Entran en la farmacia, el tintineo, de la campanilla, sobre la puerta, advierte de su presencia. Cierran por dentro, y una voz, desde la rebotica, les dice…
-¡ya vaaaa!
Sale don Fermín, el farmacéutico, hombre, muy instruido, y leído, que, al levantar la vista, y ver a los tres sujetos, no pregunta nada, porque lo sabe todo, lo intuye en la mirada de odio de Antonio, la indiferente de Damián, y la sádica de Carlos.
-Miserable….-musita entre dientes, Antonio-. Caro te va a salir, el no haber acudido al entierro de mi padre, ¡cabrón!
-No te voy a dar explicación alguna –dice don Fermín-, no te la mereces, tú, tienes la misma enfermedad que tu padre, y que el padre de tu padre, y todos los de tu familia. Maldad, y para eso…no hay fórmula magistral alguna.
Antonio, lleno de rabia, le propina un brutal puñetazo a don Fermín que, del impulso, cae al suelo, con el labio partido.
-¡Damián, la tienda!, ¡Carlos!, a la rebotica, que de este, de este miserable me encargo yó.
Una galerna, irrumpe en la farmacia, Damián no deja frasco sano, ni mostrador, ni nada en pié, con una frialdad cirujana. Carlos, por su parte, rompe documentación, destroza utillaje, y todo lo que en la rebotica hay, como un niño torpe y enorme, emitiendo risas guturales.
5

Salen por la puerta, mirando a ambos lados, por si son vistos, y dejan tras de sí, un campo sembrado de desolación. Don Fermín, del que ha dado buena cuenta el miserable, yace recostado y un rincón, apaleado, amoratado, con alguna costilla rota. No me has roto el alma, diablo, no me has roto el alma, diablo, no me has vencido, no te tengo miedo. Murmura, con la sangre brotándole por la boca.
Noche de cuchillos largos. Uno tras otro, van cayendo los componentes de la lista. Manuel, el molinero, Lucas, el pastor, Félix el barrendero…así, hasta completar la lista de diez, diez víctimas del rencor y el odio.

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CAPITULO II

CALISTA

En el amanecer, tres macabras siluetas, recortadas como protagonistas de un teatro chino, se recortan oscuras. Ebrios de alcohol y de mal.
Una humilde muchacha, de unos veinte y pocos años, se cruza con esta siniestra comparsa, como una hormiga se cruza delante de un torrente de verano.
Calista. Calista la tonta. Así la llaman en el pueblo, alejada del núcleo urbano, nunca ha mantenido relación con la gente del pueblo. Pastorea un exiguo rebaño de cabras de poco más de cinco cabras, y los quesos, y la leche, la vende en el pueblo de al lado. Nunca, nunca, en su pueblo.
Menuda, cobriza por el pastoreo, y callada como un pensamiento. Y sola, desde que se quedó huérfana a temprana edad, al morir su padre, que cuidaba de ella, pues carecía de madre, al morir esta, en un parto difícil, en medio de un páramo.
Mitad mujer, mitad cabra, pues había sobrevivido gracias a la leche de estas. Y en invierno, dormía al abrigo del rebaño. Las beatas del pueblo, quisieron muchas veces, con el auspicio del cura, civilizarla, llevarla al pueblo, pero todo intento fue en vano, las piedras, volaban como como balas y aun hubo suerte de que la mayor de las desgracias, fuera el tobillo dislocado del cura, y algún cardenal que otro en las beatas.
Por este motivo, la llamaban Calista la tonta, Calista, que prefería el monte al pueblo, la paja a un buen colchón, las estrellas, a un buen techo.
Cuando se cruzó con los tres esperpentos, cerró los ojos, y aceleró el paso, como queriendo desear que eso fuera una alucinación, una alucinación.
Pero la mano firme de Antonio, que le ase firmemente del brazo, la lleva a la realidad.
Enfrente, tiene a tres tipos llenos de alcohol y deseo, que la rodean como una reata de mastines a un cervatillo.
7

-¡eh!, ¡mirar lo que he encontrado!- se jacta del encuentro, Antonio-, Calista la tonta – y la exhibe como un trofeo, a sus compañeros-. Vaya, vaya, vaya, joder, Calista, ya eres toda una mujercita…¿no creéis, compadres?.
– ijjjj, tiene,ijjjj hasta tetas,ijjjj –comenta jadeando Carlos, parece una gaita mal desafinada-seguro que ijjj, hasta,ijjj tiene pelo – un hilillo de baba, producto de la excitación, le corre por la comisura de los labios-.
– ¡Bueh!,- responde Damián-
A una señal de Antonio, Damián, sujeta por las muñecas a Calista, que forcejea, pero es como una pequeña mosquita que ha caído en una tela de araña. Antonio, la besa con fiera lujuria, empapada en alcohol, y le quita bruscamente la cara, y éste, con fuerza, le coge la barbilla, y la vuelve a besar, mientras con la otra mano, le sobetea los pechos, y siente, un asco que la asfixia, mientras lo hace.
Damián, la tira al suelo, quiere gritar, pero recuerda que su padre le contó, que si una vez, una fiera la atacaba, no corriera, no gritara, pues el miedo, es lo que alimenta la fuerza de la alimaña, que se hiciera la muerta. Pero nó, esta vez esto no sirve, y gritar, tampoco no serviría de nada, nadie la iba a escuchar. Se resiste con instinto de supervivencia, como una serpiente que se retuerce, cerrando las piernas como un cepo. No sabe lo que es, pero lo intuye. Cierra los ojos, deseando mil veces que eso sea un sueño, mientras escucha el ruido de sus bragas romperse bajo el titánico tiron de las manos desesperadas de Antonio.
-¡ves!ijjj, ¡ lo sabia!,ijjjj, ¡tiene pelo!,ijjjj –grita, un cada vez más excitado Carlos, que se va detrás de un arbusto, a espiar, mientras se escucha el sonido de su cinturón, bajándose los pantalones y los calzoncillos, dejando al aire su miembro erecto-
-¡estate quieta, condenada!, ¡que así no hay forma!
Calista, se resiste con todas sus fuerzas, pero se rinde, cuando, de un puñetazo, Antonio le arrebata cualquier atisbo de resistencia. Le separa las piernas, y le introduce el pene excitado, como un gusano desesperado busca un refugio.
Es un dolor nuevo para ella, que ha pasado por mil golpes, heridas. Un dolor que quema, que hiere, que la desgarra por dentro. Que la roba la juventud, y le mata la inocencia.
Se deja hacer, ya no lucha, mientras escucha el jadeo del monstruo, y la babilla excitada cayéndole, asquerosamente caliente sobre la cara.
El grito orgásmico de Antonio, que coincide con el ijjjj de Carlos, que también eyacula, le indica el final.
Allí queda Calista, con el alma desgarrada como su vestido. Con las piernas abiertas, como la ventana por donde se ha ido su fe en los seres humanos, y su inocencia.
Tres hombres, tres sombras, se alejan por donde tienen que ir.
8
CAPITULO III
RECIBES LO QUE DAS

Los años pasan, y la unión de estos, es forma una venda que cura las heridas.
Antonio, ya es mayor, no más hombre, porque nunca lo ha sido.
Hace tiempo que olvidó aquel episodio, tal vez, al día siguiente de dormir la borrachera.
Se mira en el mismo espejo de hace unos años, de cuando acabo el luto por su padre. Ahora, es el luto por su madre, el que ha terminado.
Está contento, se le nota feliz, hoy ha quedado, con una “perica”, que quiere cerrar con él, un negocio, sobre la compra de una hermosa finca del pueblo de al lado.
Coge el coche, y se dirige silbando animadamente, una tonadilla de una canción que suena en la radio.
Lo tengo echo – piensa para sí- a la fulana, le echo un buen polvo, la camelo, y me da la finca casi regalada.
Cuando baja del coche, sale a recibirle, una hermosa mujer, de unos cuarenta, pelirroja, de tez morena –rayos uva, piensa el-, alta y espigada, con unos labios rojo pasión, vistiendo un elegante y caro traje de chaqueta y falda, dejando entrever un generoso escote –un putón, a esta me la follo-, con un bolso marrón, caro, de marca, a juego con los zapatos.
Baja los escalones del porche, con la mano extendida, a recibirle.
-¿don Antonio Guzmán de Alba?
Le coge la mano, y comprueba la suavidad de sus manos, y una manicura de las caras –puta de lujo-.
-Sí, si no le importa, me gustaría ir directo al grano, tengo otras cosas que hacer, ¿saber?
-¡oh!, sin ningún problema,-responde ella, sonriendo, dejando asomar una sonrisa blanca, hermosa, y pura-, yo también quiero ir al grano, pero….tiene que ser, bebiendo una copa de vino, que tengo preparada.
– ¡perfecto!
9

Se sientan, en unas sillas de metal, de jardín, blancas, delante de una mesa preparada ex profeso, para la ocasión. Ella, descorcha la botella, y sirve el vino.
Con una sonrisa, le ofrece una copa.
-Para ti, Antonio…¿Por qué… te puedo llamar Antonio, verdad?- le dice, con un gesto sensual-
-¡oh, sí!, claro, claro, -esta cae, piensa-
Ya no recuerda más, ahora, está desnudo, de cintura para abajo, sobre una alpaca de paja, en una pocilga, quiere hablar, y no puede, quiere moverse, y es imposible.
Delante de él, se encuentra su anfitriona.
-¿estás cómodo?, nó, no me digas nada, no puedes. Te voy a contar una historia, la historia, de cómo tú, un hijo de puta, te cruzaste con tus dos compadres, con una inocente muchacha, que no había hecho nada, no os había hecho nada, de la cual, tú, con ayuda de tu compadre, violaste, y dejaste medio muerta en medio de la montaña. ¿Qué no te acuerdas?, te voy a enseñar algo, para que recuerdes.
Abre un portón, y horrorizado, ve, como un cerdo, está devorando, la cabeza de su amigo Damián, y, por lo que intuye, los cuerpos humanos troceados, son los de su amigo Carlos, por lo voluminoso.
-¿recuerdas ahora?.
Seguía sin entender, quien era esa pirada, quería huir, pero no podía.
-Te daré más datos. Después de dejarme media muerta… una buena persona, del pueblo de al lado, me rescato, y fui recogida en su casa. Aprendí a leer, escribir… a ser una persona nueva.
Hice una carrera de botánica, y te he dado, como a tus amigos, una seta en polvo, que inmoviliza, pero no duerme.
Iba comprendiendo, estaba temblando de miedo…
-en tu puto culo, he untado hormona de cerda, de la que se usa en veterinaria, para atraer al cerdo, disfruta.
Abre un portón, y un cerdo, excitadísimo, cubre a Antonio, rompiéndole costillas, y desgarrándole el esfínter, que sangra a borbotones, siente un dolor inenarrable, un ardor insoportable que le quema, esta drogado, pero siente todo, los envites del cerdo, que poco a poco, le van matando, y una sucia, caliente, babosa baba, que le cae la boca, y los gruñidos del cerdo, que le taladran los tímpanos.
10

Ya, casi en el último halito de vida, la mujer, le coge la barbilla con la mano y le dice, mirándole a los ojos;
-soy Calista, Calista la tonta…ahora….Calista la lista.

EMILIANO HEREDIA


 

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30 comentarios en «Tema libre VI»

  1. Mi voto es para MARIA RUBIO OCHOA……..puede que un día haga como alguna autora y le pediré a mis contactos de Facebook que entren a votarme aunque no tengan que ver con este grupo de escritura, pero creo que NO lo haré porque mi ÉTICA personal me prohíbe amañar las cosas.

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    • En primer lugar, lo escribo por hobbie, yo no estoy aquí para ganar. No vengo a ganar, solo a participar y a disfrutar de este gran grupo de escritores. Pero me ofende que usted ponga en duda que yo manipulo votos, obviamente mis conocidos y contactos de Facebook me votan porque ellos son los primeros en leerme. Que yo sepa, no hay normas que especifiquen que no pueden votar personas que no estén en el grupo de Facebook de Cuatro Hojas, si las hay, me encantaría que me las hiciese saber. Y el relato de María Rubio Ochoa es muy bonito y si se merece ganar, tendrá mi enhorabuena. Muchas gracias por comentar y mucha suerte.

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      • No vienes ha ganar pero has tardado cinco minutos en darte cuenta de que yo había escrito este comentario.
        No hay ninguna norma que prohiba que personas ajenas al grupo voten, todo lo contrario, pero no s etrata de eso sino de que han entrado amigos tuyos que jamás han participado solo para votarte a ti, que ya has ganado anteriormente, y no dar así opciones a otros que no lo han hecho. Y no lo digo por mí, que yo sí gané anteriormente, porque para eso llevo más de un año participando casi todas las semanas en este grupo escribiendo relatos originales a raíz del tema propuesto.
        El relato de María Rubio no es mi favorito, pero la voto porque sería quien iba a ganar si no fuera por ti.
        Pero lo dicho, mucha suerte, aunque veo que no la necesitas.

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        • Muchas gracias por su opinión. La respeto y me alegra que usted vote a María Ochoa y lo siga haciendo porque es una gran escritora. Que pase una buena tarde y muchas gracias.

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  2. Me gustaria añadir que compartir en una red social que se ha dado un concurso en el que uno esta participando, no es ni mucho menos pedir votos. Para mi es simplemente una manera de hacer conocer el concurso y que de se fomente no solo el concurso, si no la propia litaratura. Por que si se hace un concurso, en este caso, de algo tan valioso y sin embargo tan poco valorado hoy en dia como la litaratura, y no se fomenta, no tendria ningun sentido el concurso.

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