El frío

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos como tema «El frío». Este ha sido el relato ganador:

Entro en la curva demasiado acelerada, el coche patina brúscamente y provoca una doble vuelta de campana.
En la radio continúa sonando la misma canción: «ESTOY ARDIENDO Y SIENTO FRIOOOO». Es así como me siento, temblar en el exterior de mi cuerpo tumbado sobre la nieve y ardor en la sangre que aún corre por mis venas. Siento un fuerte olor a la gasolina derramada. Siento un leve sabor a sangre en mi boca. Veo los arbustos cubiertos de nieve a un lado de la carretera.
De repente todo se detiene, una luz blanca y cegadora aparece y solo puedo dejarme llevar hacia ella.

SUSANA AZABAL

frío

 

Frío, manos invisibles,/
Que adormecen y atenazan,/
Lar de gemidos horribles/
Ante las furias que amenazan.
Frío, frío, manto de escarcha/
Que devora todo el ser,/
Te mata y se marcha,/
Odioso miedo el volver.
Frío, ¡que tan hondo hiela!,/
Lo que no puede salir/
Y allí se queda,/
Eterno, sin poder morir./
Frío, me rindo, no lucho,/
Estoy abatido,/
De tan vacío, nó escucho,/
Yá, ni quiera, un sólo latido.

EMILIANO HEREDIA


 

Frío
Y este es un frío bastante extraño.
Un frío que no termina de encajar
en su propio clima,
en su propia estación.
Un frío que ni suelta
ni agarra del todo a su invierno.
Hay días que el frío penetra en
los huesos como lo hace el amor
en el alma,
y puedes sentir el tiritar de manos
y de labios,
el nacer de ganas de un abrazo,
de que todo pare debajo de las
mantas o todo recomience desde
nuestro fuego interno.
Este es un frío curioso,
tengo frío, sólo estoy helada
por momentos
por días sueltos.
No tiene una continuidad como en otros
años.
En unas horas he de tomar
la carretera con destino a mi trabajo
Y a ambos lados, la sonrisa cálida
de los campos tiene el mismo frío
que yo, pero sus almendros florecen
de risa y de flor…es extraño.

LIDIA FUENTES


«Vete a la zona de congelados. Hay que comprar guisantes, menestra, patatas y helado, compra también helado. No te quites el abrigo ni te entretengas mucho, el de chocolate mismo, que en ese pasillo corre fresco. Pizzas, las margarita, coge un pack de dos por uno. Yo te espero en la caja, que va a empezar el partido».
Cojo todo con las manos como puedo, entrábamos a por un par de cosas y se nos ha ido de las manos.
«Mira la previsión, una nueva ola, vamos, que dan nevada hasta el jueves».
Al salir del Lidl, hay una señora pidiendo. Lleva un pañuelo en la cabeza y el pelo recogido. Tiene la piel aceitunada, en perfecta armonía con unos preciosos y profundos ojos verdes. Un montón de arrugas intentan esconder que no pasa de los cuarenta.
«Siñora, por favvvvor, nesesito comprar leche parrra mi niño…».
Me muerdo el labio y la observo. Tiene algo especial en la mirada. Durante unos segundos me quedo absorta. Está empezando a llover.
«Tía, no te pares, estos rumanos siempre igual qué pesados…»
No me gusta ese tono. Me dejo arrastrar por ella hasta el coche pero me siento una mierda pinchada en un palo. Voy como un zombi: cojo la llave, abro, meto la bolsa, cierro el maletero…
Teresa, ya está sentada con la radio puesta y conectada al whatsapp. Alucino con la capacidad de pasar a otra cosa mariposa que tienen algunas personas.
Cuando me dispongo a sentarme y meter la llave en el contacto la observo. «Voy a volverme a comprarle algo. Me da igual si es mentira o no, eso es cosa suya».
Teresa me mira como si le estuviera hablando en chino mandarín.
«Amos, qué dices, tía, que no te dé pena, tira y cierra ya que me pelo de frío».
Mientras me voy acercando a la puerta del Lidl pienso en Teresa. Ella sí que me da pena. Y no sé cómo puede tener frío, si tiene por corazón un cubito de hielo.
Todavía me whatsappea con un «no tardes que se derrite el helado…».
Me acerco a ella despacio y le pregunto qué necesita.
«Leche parra bebé».
Le digo que pase conmigo y le compro 10€ de leche, pan, yogures…
«No me dejan pasar…».
Sentí frío. Mucho. Se me heló el corazón.
Si la frialdad de este mundo se pudiera usar como fuente de energía, no haría falta electricidad. Con diez Teresas podrías mantener las luces de Navidad encendidas todo el año.
Cuando salgo y le entrego su bolsa, me acompaña hasta el coche sin parar de dar «grasias siñorita, muchísimas grasias…». Me monto en el coche y le sonrío. Hace tiempo que ya no tengo frío.
Teresa la mira con desdén.
«Grasias, de corasòn…» Me mira a mí y a Teresa, «Dios te bendiga a ti y a tu amiga».
(«¿A ésta?, ésta va a ir al infierno con tacones y todo»).
Hay que joderse.

MARÍA JT


No se si es frio lo que siento, calado en mis viejos y descalcificados huesos, o es la simple sangre fria que corre por mis viejas venas . Pero lo que descubro al correr las cortinas de mi habitacion , es un esplendido dia de sol , de verano , aunque estamos a 22 de febrero . Cuanta incongruencia nos queda por ver y padecer!……..queramos o no.

MJ BENLLOCH


 

He pasado mucho frío, de todos los tipos y clases que se pueda imaginar, tanto que a veces me es difícil recordarlos todos, porque es importante no olvidar el frío que se ha pasado para saber estar caliente.
El frío en alta mar es distinto al frío de tierra adentro, es igual de húmedo que el de la costa, pero es un frío más severo y estricto que perece no dejarte en paz, tal vez para que no puedas bajar la guardia.
El frío de la carretera es como afilado, en ocasiones metálico, nostálgico, da igual por donde transite la carretera, ella siempre tiene su frío espacial.
El frío en la sierra varía mucho dependiendo de lo que seas o vallas hacer en ella. No es lo mismo el frío que pasa el guarda de una finca que el que pasa el guardia civil rural, ni nada tiene que ver con el que pasa el que ha pagado un puesto en la montería, pero el mas peculiar de los fríos que hace en la sierra, es el que pasa el cazador furtivo o el ecologista radical que va a reventar la montería.
He pasado frío en la recogida de la aceituna en Jaén, pero solo dura cinco minutos. La vara te calentaba enseguida. He pasado frío en la nieve, en la alta montaña, en la orilla de un rio, en la puerta de un colegio, en la parada del autobús, pero nada comparable a trabajar a 36 grados bajo cero en una ciudad andaluza en pleno mes de julio, eso sí, dentro de la cámara frigorífica de una fábrica de helados.
Con todo esto he aprendido a protegerme del frío, claro que sí, la receta es sencilla: los pies calientes, la cabeza cubierta y el estómago lleno, pero esto solo funciona cuando el frío es seco. Cuando hay humedad es más difícil protegerse pero también es asumible.
Pero el peor frío que he sentido, del que no te puedes proteger, el que más fácil te lleva hasta la muerte, es el frío en el corazón, que nada tiene que ver con la sangre fría. Es un frío que te mata de soledad, el frío del desamor, del rechazo, de la maldad ajena, del desamparo, de la incomprensión, es un frío que no lo quita ni una estufa ni una candela. Yo tuve mucha suerte al tropezarme con la cola de un perro y el palo de una bruja.

CURSOS DE SOLDADURA


EL HADA
Si bien es cierto que el paro azota a todos los sectores, no os podéis hacer idea de los estragos que está causando en el gremio de los personajes de cuento. Somos el sector de la imaginación con un porcentaje más elevado de desempleados. La egolatría nos está asfixiando. Los personajes protagonistas, Blancanieves, El Enano Saltarín, Tío Gilito, La Bella Durmiente, El Príncipe Feliz, La Cerillera y demás, sobreviven gracias a los derechos de autor y algún evento promocional, pero los secundarios estamos al borde de la extinción, ni hablar de tener hijos. Aunque algunos han sido capaces de reinventarse, lobos publicitando turrón, príncipes vendiendo su imagen para galletas, princesas anunciando compresas, la mayor parte se muere de hambre. Yo he tenido que empeñar el polvo mágico de mis alas, pero al menos he encontrado trabajo en una empresa de alimentación. Ahora soy Helada Madrina de Frigo.

JEZABEL MONTENEGRO


 

 

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11 comentarios en «El frío»

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