Bloqueos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Cuatro Hojas de Facebook, proponíamos el tema «Bloqueos, bucles, círculos viciosos…». Este ha sido el relato ganador:

¿Qué hago? ¡No sé! ¿Por dónde debo empezar?
–¡Déjate de indecisiones! ¡Sabes perfectamente lo que debes hacer , el problema es que no te decides! Sigues sentada en tu cómoda silla, miras a tu alrededor y dejas pasar el tiempo, creyendo que él te arreglara, sin decidirte a mover un dedo. Sin abrir la boca, haciendo que te devore por dentro, pudriéndote el alma. Rompe con las ataduras, empieza por decir BASTA.
–No puedo, siempre fui así, no puedo cambiar, demasiado mayor, demasiados vicios. No sé hacerlo de otra forma, creo que no quiero enfrentarme a situaciones nuevas, situaciones fuera de mi círculo de comodidad. No quiero gritos, no quiero guerras, estoy cansada de luchar. Sé que debería hacer algo, pero estoy bloqueada. No quiero herir a nadie, pero veo que “nadie” no admitirá jamás que me hiere. ¿Por qué no soy lo primero en mi lista de prioridades? ¿Por qué no puedo? ¿Qué me está atando, qué me impide avanzar, quién bloquea mi camino?: YO.

LOLY BÁRCENA

bloqueos

 

Ni yo ni los hombres de mi entorno, mis amigos, mis personas de confianza, le hemos puesto jamás la mano encima a una mujer y en rara ocasión a otro hombre (generalmente en la adolescencia y sin pasar de los empujones). Puedo decir por mí y por ellos -delante mío al menos- que no he insultado a ninguna en ninguna discusión, aunque sí que he caído en el intercambio de voces cuando este se daba. No obstante, sí que he sido repetidamente insultado insistentemente por varias mujeres, algunas de ellas pareja, otras no. También he sido amenazado con denunciarme por más de una, he sido manipulado y chantajeado por la mayoría de las chicas con las que he tenido algo, otras han intentado atacar mi sexualidad por no estar interesado en ellas e incluso han propagado rumores y difamaciones entre mis conocidos con el único objeto de hacer daño. Nunca he forzado a nadie a tener sexo, ya que para mi es uno de los fundamentos de una relación, una comunicación suprema entre personas y la necesidad de compartir el cariño, aunque sea convirtiéndose en dos animales -preferiblemente así, para qué negarlo-, así que si no es libre y sincero, no me vale una mierda y, sin embargo, hasta que aprendí a decir que no, yo sí me he visto forzado más de una vez, porque se suponía que era lo que tenía que hacer o porque, una vez malinterpretada mi amabilidad, ya no podía echarme atrás. Cuando una chica le mete mano a un chico se supone que se tiene que mostrar agradecido, ha sido elegido, es el puto amo. Yo, sin embargo, debo ser raro de cojones, porque sí que hay un par de mujeres a quienes dejaría manosearme hasta desgastarme, pero con las demás me siento tan invadido como cualquiera.
Y estoy harto, hasta las pelotas, de que me impongan el sambenito de violador, maltratador y asesino, de que me digan como tengo que ser o qué tipo de mujer me tiene que gustar. Son pecados y delitos que yo no he cometido y no pienso pagar por ellos, ni legal ni socialmente. Y como yo, los míos. Tal vez vengamos de Yupi, pero somos así, gente insana y anormal que solo quiere ser feliz a su manera, independientemente de si calzamos tranca o coño, porque no es justo que nos juzgen solamente por ser hombres, como no es justo que os juzguen solamente por ser mujeres, sino por el tipo de hombre o mujer que somos.

DAVID GUTIÉRREZ DÍAZ


Un señor muy listo me explicó una vez cómo funciona la medicina moderna:
Vamos a suponer que somos un robot que alberga un millón de tornillos. El ser humano ha logrado conocer para qué sirven y dónde están cien de ellos. Cuando el robot sufre una avería, el mecánico trata de repararlo apretando, aflojando, engrasando o incluso cambiando uno o varios de los tornillos que conoce. A veces es una avería común o el mecánico tiene buen ojo, da con el tornillo exacto y arregla el asunto en un pis-pas. Otras, la avería es más compleja y necesita manosear varios tornillos. Y en más ocasiones de las que creemos, el mecánico no tiene ni idea de cuál es el problema y, un poco al tentón, aprieta unos, suelta otros, los vuelve a apretar… así hasta que encuentra un camino, bien porque el motor hace un sonido similar a otro que ajustó hace años, bien por casualidad. No siempre resulta, claro, son cien tornillos de entre un millón, y en el peor de los casos, el robot acaba en una caja de pino.
Aunque era médico y tenía nombre, pasé a llamarle «Señor Listo» cuando descubrí que este método se puede aplicar a las averías en las que una misma debe ser su propio mecánico, situaciones que parecen laberintos, callejones sin salida, bucles sin fin. Solo hay que mover un poco alguno de los componentes del conflicto. No importa si es el tornillo más pequeño, el que aparenta ser más insignificante, para que algo cambie, un amago de camino, la posibilidad de un rumbo.
Quizá sea menos romántico que unas alas de mariposa, pero el efecto tornillo resulta más concreto y efectivo. Garantizado.

JEZABEL


El miedo me bloqueó. Otra vez estaba en el mismo lugar,con esa maldita sensación de no hacer otra cosa más que dar vueltas en círculo.
Atrapada en mi propio infierno, en un camino plagado de altibajos.
Siento que no encajo en este mundo, perdida con mi desnudo corazón, amordazada por mis inseguridades, mis dudas…
Y sé que se acerca el final…
Sin embargo, quisiera volver a empezar de nuevo, cambiar tantas cosas, liberarme de mi carcelero personal, que se parece tanto a mí misma…
Hoy quiero pedir perdón a todos aquellos a los que lastimé con mis palabras, mis desaires, mi ira incontrolada, mis cambios de humor…
Sé que soy una terca pero nunca fue mi intención…
Y dar las gracias a aquellos que, pese a todo, vieron algo bueno en mi interior, cuando ni yo lo veía…
Es por ellos que cogeré todos mis trozos y los uniré d nuevo, me reinventaré por enésima vez y lucharé otro asalto, a pesar del dolor que causan las esquirlas incrustadas. No voy a dejar que me dobleguen, no importa lo duro que sea. Haré que mis hijos se sientan orgullosos.
Arrinconaré al miedo,voy a vencer a este bloqueo que tengo en mi cabeza.
Me pondré de pie y pelearé. No importarán todas esas voces que me dicen que no podré, no importan cuantos golpes me de; echaré un poco d alcohol y plantaré cara otra vez.
Quiero otra oportunidad para empezar de nuevo en esta vida, aunque no lo merezca. Quiero volver a sentir, quiero volver a confiar, quiero volver a estar VIVA.

SILVIA TRAMOYERES


Anoche soñé con una habitación blanca y roja.
Un ambiente seco, asfixiante tal vez.
Una humedad que devoraba solo el techo.
A mi derecha un hombre con el que compartí cuatro años de mi corta vida; a la izquierda, un hombre con el que destrocé esos cuatro años de mi vida, una pasión descontrolada.
Ambos me gritaban, pero no sé exactamente qué decían.
Era tan vívido que tengo en las fosas nasales aún sus respectivos olores. Sus olores, acribillándome, matándome lentamente.
Sus manos agitadas desempeñaban un papel crucial para la escena. Sus dedos eran alargados, llenos de acusación.
Yo me limitaba a mover la cabeza bruscamente entre los ojos de uno y los ojos de otro. A su vez, buscaba una salida. La salida.
Me arranqué los pelos con la poca fuerza que mis uñas poseían,
grité,
me tambalee,
incluso creo que me caí de rodillas, dejando sangre por todas partes.
CALLAOS SÍ, SOY UN PUTO DESASTRE,
DESTROZO MI VIDA Y DESTROCÉ LAS VUESTRAS,
PERO DEJADME SALIR DE VOSOTROS DE UNA VEZ,
DEJAD QUE ME VAYA PARA SIEMPRE.
La humedad se volvió puntiaguda,
me rasuró la garganta,
sin llegar a matarme.
Mis piernas temblaban,
se peleaban entre sí
por ver cuál se paralizaba primero.
El pecho se convirtió en un campo de boxeo,
en un campo de concentración,
y una bomba estalló en el epicentro de mi corazón.
De pronto, sólo se escuchaban risas. Risas dañinas, sádicas, asesinas…
y yo comencé a llorar como un niño al que le habían robado la virginidad.
Uno de los dos fue a abrazarme,
luego el otro,
pero sus brazos eran líquidos,
y antes de llegar a mí
ya se habían derramado por el suelo.
No había sosiego en mi,
solo unas ganas terribles de escarbar el suelo con la lengua,
con los dientes
o con lo que fuere,
y escapar de ese puto habitáculo
que parecía no tener final en
la vertical del infinito.
Cerré los ojos.
Al abrirlos apareció una ventana roja.
No había nada detrás de ella,
pero me arrojé al vacío,
por impulso… y luego no sé lo que pasó.
Creo que no moría, que volvía a estar en las mismas baldosas mohosas de ese infierno onírico- personal.
Me he despertado gritando, sudando y he cerrado la ventana de golpe. Hacía mucho frío.

CARLOS COSTA

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8 comentarios en «Bloqueos»

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