Desconcierto – Miniconcurso de relatos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «desconcierto». Este ha sido el relato ganador:

EMILIANO HEREDIA

AMÉN

Pues, estaba de Dios, que el día que habría de llegar, llegó.
Un día soleado de primavera, arropado por la embriagadora fragancia de un almendral rodeado de un tapial cuadrado, llegan medios de comunicación, las fuerzas vivas del pueblo cercano y miembros de diferentes cuerpos de seguridad del estado.
Al asalto del último de los conventos de clausura, que quedan en el mundo, como una fortaleza numantina ante el acoso de los romanos, éste, cede al fin, ante el último de los envites en forma de orden judicial, eclesiástica y, porque nó, también, divina.
Las ultimas monjas de clausura, salen solemnemente, como sombras de un pasado ya cadáver, en fila de a dos, hasta completar la media docena, que aún resistían, sobria y resignadamente, al envite de los tiempos modernos en los que nos encontramos.
Una mezcla de curiosidad, admiración, desaprobación, temor, serpentea por entre la heterogénea multitud, que graba el momento histórico con los móviles en las manos, y las cámaras de televisión con el piloto rojo encendido.
Una joven e intrépida reportera, movida por la inconsciencia que provoca la ignorancia, se acerca a la madre superiora, que marcha en cabeza, con un humilde crucifijo de madera, agarrado fuertemente entre las manos.
-¡Buenas tardes, telespectadores!, aquí, para la primera noticias, estamos asistiendo al desalojo de uno de los últimos conventos de clausura que quedaban en el mundo, después de que, en el ultimo concilio, celebrado en Roma el año pasado, el Papa Constantino XII, aprobara el desalojo de todos los conventos de clausura, tanto de monjes y de monjas, y utilizar dichos espacios para crear complejos hosteleros, para así, sufragar los gastos de la iglesia, una vez que entró en vigor, la ley de la ONU, de la prohibición de sufragar los gastos de la iglesia católica por parte de los gobiernos de los países, que así lo hicieran. Tenemos con nosotros, a la jefa de dicho convento, vamos a intentar acercarnos hasta ella, para que nos cuente, de primera mano, su opinión ante dicha ley, si está conforme, como va a ser su vida a partir de ahora, fuera de las paredes de este convento.
Animados por la avanzadilla realizada por la reportera, los diferentes reporteros de otras tantas cadenas de televisión, tanto nacionales como internacionales, se arremolinan como moscas a la miel, en torno al reducido grupo de religiosas.
Como si de una onda expansiva se tratase, la mirada inquisitiva de la madre superiora, hace callar el estruendo de babel que las rodeaba, buscando información.
Las espera el obispo, en un micro bus, para llevarlas a un complejo de pisos, como unas simples vecinas.

Las ultimas.
Las ultimas supervivientes, ninguna menor de setenta años, ni de noventa.
Andando lo más dignas y humildemente posibles, ante la terrible vicisitud que ahora les está sobreviniendo.
La madre superiora, besa el anillo del obispo, reverencialmente, y mantiene con éste, una conversación, breve:
-Monseñor, nos falta una miembro de la orden. No está ordenada. Pero está con nosotros, desde que la dejaron, recién parida, en el torno de la entrada.
Confuso, el obispo, asiente a que la madre superiora, llame a esta inesperada miembro de la orden sin serlo.
Saca de la faltriquera, una pequeña campanilla de plata, y elevándola en el aire, el tintineo viaja hasta lo más profundo del convento.
Todos los presentes, dirigen la mirada ante la entrada, con las dos hojas inmensas de roble centenario de la puerta, abiertas de par en par.
De entre la penumbra, como un conejillo asustado, aparece una personita, como una caña de diente de león, frágil como un pétalo, blanca como el jazmín.
A pasos cortos, se dirige hacia dónde ha salido el tintineo que la llamaba, mirando con cara de susto, todo lo que la rodea. La media melena acarbonada, cortada a lo garçon, baila con la brisa, una blusa nacida de unas cortinas viejas, y una falda por debajo de las rodillas, recuerdo de un viejo hábito, y unas sandalias llenadas por unos pies menudos y desnudos, como dos cantos de río.
-Se llama Antonia, monseñor-le comenta la superiora al obispo-, porque nos la dejaron en el torno, el día de San Antonio, y entre nosotros, la llamamos Antoñita la fantástica, como la protagonista homónima de la serie de cuentos para niños de los años cincuenta, que escribió la escritora Borita Casas. Es un ser inocente, soñador, lleno de fantasía, monseñor, nunca he pedido nada y, como ahora, he acatado todas las decisiones y órdenes que usted y Dios, me han encomendado. Quisiera pedirle un favor, monseñor.
-Usted dirá.
-Quisiera, que adjudique a Antonia, una tutora, que la encamine no yá por el buen camino, en este mundo de lobos que se vá a encontrar, si no, a descubrir el mundo. Jamás ha tenido contacto humano que con las congregantes de esta orden, ni si quiera nuestro confesor tenía conocimiento de su existencia, ni usted, por supuesto, ni ninguno de sus antecesores.
-Madre, me hago cargo, pero, al no ser religiosa como ustedes, ni estar inscrita en ningún registro civil, es como si no existiera, ni siquiera está bautizada, no está en gracia de Dios, no veo forma alguna en que pudiera ayudarla, la iglesia no la puede acoger en su seno, en el plan de realojamiento de todos los miembros de conventos de monjes, frailes y monjas.
-Haga una obra de caridad, se lo ruego, mas manda la iglesia sobre las cosas terrenales que el mismísimo Dios, y lo sabe- le implora, asiéndole las manos con las suyas-.
-Bueno, he de reconocer, que aun estoy un poco perplejo, pero veré que puedo hacer, ande, dígale que suba con ustedes en el microbús.
-Antonia, hija mía, éste el obispo, enviado de Dios sobre la tierra, tienes que mostrarle el respeto que te hemos enseñado, anda, no seas tímida- le dice la madre superiora a Antonia, acariciándola la cara con la mano abierta-
-Monseñor-le besa el anillo, agachándose, en señal de sumisión-
El obispo, contempla la fina y pálida tez de la muchacha, con unos ojos de noche.
-Es muy buena chica, le hemos enseñado todo lo que hemos podido enseñarla, y es, como diría yo, un ratón de biblioteca, se ha leído, y releído todos los libros de la extensa biblioteca que poseemos. Sube Antonia, no tengas miedo, esto que ve aquí, se llama autobús, igual que los que has visto en la enciclopedia.
Temerosa, Antonia, se sienta al lado de la madre superiora.
Curiosa, como un hurón, en el camino hacia la ciudad, observa todo lo que la rodea, a través del cristal de la ventanilla.
Se siente extrañada, aturdida, no comprende nada de lo que la rodea, las manos de los árboles se encuentran más separadas las unas de las otras, hasta que en tanto en tanto, se ve un solitario árbol en algún lado de la carretera que va a morir a la capital.
Llegan a una pequeña urbanización de Cinco bloques de cuatro pisos de altura cada uno, a las afueras de la urbe. Las recibe una gran comitiva de vecinos, mas por curiosidad, que por querer recibirlas de buen grado. El secretario del obispo, las acompaña hasta un portal interior, situado en una esquina sombría. Las religiosas exclaustradas, se encuentran un tanto aturdidas, por los diferentes ruidos que vomitan las ventanas. Canciones de Perreo, gritos de discusiones, un taladro, se sienten mareadas, y ese olor, tan artificial, tan gris de los edificios, las aturde.
Llegan todas y Antonia, a la puerta de un ático dúplex, de cuatro habitaciones y dos baños, cocina equipada, con un salón equipado con un ventanal donde contemplar el sky line de la ciudad cenicienta.
Las espera en el salón, un periodista afín a la iglesia, encargado de relatar las maravillosas ventajas de vivir en un lujoso dúplex.
De documentar el cambio que van a experimentar las religiosas a lo largo de un año, en el que, al acabar éste, se hará un pormenorizado informe, donde, por supuesto, una cadena de televisión a nivel nacional, la cual ha “patronizado” la compra de dicho dúplex, y ha instalado cámaras por doquier, para seguir en directo la vida de estas religiosas, y su adaptación al siglo XXI.

El programa, se llama “Entrada al futuro”, donde, cada día, se analizarán y se comentarán por medio de tertulianos y famosillos de medio pelo, los sucesos de la casa. Todo ello, claro, con una gala especial los Domingos. Y con la bendición de la iglesia, que, permitirá que dicha gala, discurra en la catedral de la ciudad, donde por supuesto, se transmitirá la santa misa. Negocio redondo.
-Antonia, hija mía, ¿Qué tienes que tiemblas?-la madre superiora, alarmada, sostiene a Antonia, que, impresionada por tanta novedad se desmaya sobre el sofá de diseño, con estampado chic de piel de vaca-
Las monjas, corren como gallinas sin cabeza, buscando el agua del Carmen que no está, buscando el pañuelito en el secreter que no existe, buscando su vida, que se ha desvanecido.
-Hijas mías –Dice el obispo- os bendigo en nombre de Dios, y que él bendiga este hogar, para que sean felices plenamente-hace una cruz en el aire y después de hacerse la foto de rigor, se marcha, y deja solas a las monjas en la solitaria casa rodeada de cámaras-
Antonia, se ha repuesto, y llora amargamente.
-Madre-dice-¿Qué va a ser de nosotras ahora?, ¿Dónde han ido los pájaros?, ¿el sol?, ¿Quiénes eran esas gentes que nos estaban esperando?, ¿y mi sol?, ¿y las flores?-su vocecilla se quiebra ante el peso de su angustia-
-Hija, Dios aprieta pero no ahoga, y por favor, mantente serena, firme, que por lo visto, nos están mirando mucha gente.
Antonia, se enjuga con la manga de su camisa las lágrimas, y asiente.
Los meses fueron pasando, y a la vez que estos se apagaban tres de las monjitas, las más mayores, se fueron con Dios.
Antonia, parecía como una flor sin tierra, como un pez sin agua, como un pájaro sin cielo.
La madre superiora, de armas tomar, una noche, despertó a Antonia, y tapándola la boca, cuyos labios, parecían dos hojitas de olivo, le dijo:
-Hija mía, ya que Dios nos ha abandonado, nosotras debemos abandonar a los hombres. He estado hablando con Sor Lucía, y Sor Marta. Esto es un desconcierto, un dislate, somos como unas piezas de puzle perdidas, sin caja. ¿me comprendes?.
Antonia, asiente con la cabeza, y sigue escuchando:
-Hija mía, tenemos que ser fuertes, me tienes que prometer que serás fuerte. Tengo unos hatos, preparados debajo de cada cama, incluida la tuya, esta misma noche, escapamos de este infierno.
Antonia, ojiplática, le pregunta a la madre:
-Pero madre, ¿Cómo evitar esas odiosas cámaras?, ¿Cómo hacer para que no adviertan nuestra presencia?.

Verás, durante estos cuatro meses, he hecho cierta amistad con ciertas personas de algunos de estos pisos y bueno, hija, tu no lo entenderías, pero me han dejado unas mujeres que se inflan como los flotadores que se usan en la playa …¿me entiendes?
-No madre –Alucinada, contesta Antonia-
-Bueno, el caso, es que sin que me vieran, he inflado cuatro de estas….muñecas, y las he colocado dentro de las camas, deslízate sin que te vean, por el otro lado de la cama, que te la coloco en tu lugar.
Antonia, observa cómo, la madre superiora, coloca una muñeca hinchable, con unos pechos generosos y una boca grotescamente redonda y oronda, dentro de su cama.
Reptando, las monjas, provocan un cortocircuito introduciendo una pequeña horquilla en un enchufe, y los cinco minutos, les son más que suficientes, para huir por la escalera, ayudadas por Anselmo, antiguo seminarista, propietario de un rentable negocio de sex-shop en la ciudad. Las monjas se montan en la furgoneta de “la viuda alegre”.
Al amanecer, las monjitas, y Antonia, recuperan su sol, sus flores, su vida.
Lejos, muy lejos están ya de todo y de todos. En una casona propiedad de Anselmo, en un pueblo muy, muy lejano.
Muy, muy olvidado.
Desconcierto nacional.
¿Dónde están las monjitas huidas?.

 

*Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor/a) y no han pasado procesos de corrección. 

RAÚL ROSA RAMOS

Volvía a casa, por fin un día había salido temprano del trabajo, compré unas golosinas, las favorita de mi mujer. Me encontré con un amigo, le dije que no me podía parar, tenía prisa, porque había prometido a mis hijos que si un día salía temprano iríamos aquel parque nuevo, cerca de nuestra urbanización.

Siempre salía de noche y nunca había podido llevarlos, llevaban tiempo insistiendome, me apresuré, corte camino por calles por las que no había pasado nunca, o al menos no lo recordaba, llegue a casa, abrí la puerta y escuche un extraño ruido que provenia del fondo, mis hijos no estaban, me acerque despacio a mi dormitorio, mi descincierro fue, que allí estaba mi hermano, en la cama, con mi mujer. Salí de casa y jamás volví.


PEPE BARAJAS

7:01 AM – Frente al espejo y después de ver las mismas imperfecciones que tienen años en mi rostro; ingenuamente me cuento las canas, las del cabello, las de la barba, me rasco con las yemas de los dedos las partes sin bello, como si eso ayudara a que naciera algo por ahí, ha sido así por años jamas termina de cerrarse, del mismo modo que no terminan de cerrarse muchos asuntos, algunos los olvido por días y no me preocupo, porque siempre vuelven con la mismas sensaciones que trae el desconcierto, recordatorios tardíos de lo que debe concluirse. Involuntariamente sigo con la maniobra de conteo y al mismo tiempo recuerdo que anoche tuve el mismo sueño (no, no ese, hace mucho que no vuelo en mi triciclo rojo, el otro), que trata de comunicarme? no puedo registrar cada cuantos insomnios tarda en retornar, es una fotografía escurriendo de nostalgia: en mi sueño serán las seis, quizá las siete de la tarde, lo sé porque hay esa dificultad para enfocar la vista, las nubes rojizas anuncian los últimos rayos de luz y la llegada de la noche, tal y como ocurre cuando salgo a las calles a caminar. La casa gris emplazada en el mismo lugar, cálida, y cada uno de los cuartos con la iluminación atenuada para formar los claroscuros perfectos y permitir esconderse a todos los miedos entre las sombras, por las ventanas se logra ver como se acunan los arboles, no han crecido mas. Han pasado los años y ahí todo sigue igual, no como acá, que cada día pasa algo nuevo. Estoy recorriendo la casa por el mismo trayecto, que inusual que después de haber caminado tantas veces por ahí no existan huellas de un camino desgastado, hay lugares que no he explorado y que cuando despierto pienso lo mucho que me gustaría haber inspeccionado, en especial hay uno, un recibidor que conecta la cocina con un pasillo hacia las recámaras, ahí puedo ver, recargado sobre la pared y apenas iluminado un archivero, gris, estilo Thompson, tendrá unos cuarenta cajones y mas de cuarenta años, esta desgastado y se que hay algo importante guardado en cada uno de las pequeñas gavetas de madera, y aunque en mis cinco sentidos me de permiso de abrir cada uno de ellas; en sueños no puedo interactuar con él.

Volvió la lucidez y con ella la incapacidad de descifrar el sueño, de nuevo me quedare con las ganas de saber que esconde Thompson, se que conozco esa casa, esos jardines y esos arboles meciéndose, los vi de niño. Es un refugio, si, eso debe ser.


OMAR ALBOR

Cuántas hojas
vuelan sobre el viento
Si supieran todos
que simple es todo esto
Hay desconcierto por saber
si mañana lloverá
Si vivirás
Si sonreiras
Si lloraras
Si tendrás dinero
Si serás feliz
Eres real
Eres tan real
Como piel tienes
Y tú corazón late
Y tú vida corre
Como agua en el río
Vive sorpresas
Vive cada segundo
Como el último
Sin desconcierto.


MARI CRUZ ESTEBAN APARICIO

La mañana soleada invita a salir a pasear. Así que hice una llamada de teléfono.
-¿Dime mi amor?
-Te espero -le dije- en la puerta principal de la entrada al «Marecierto».
Dejé el coche en el parquin del Marecierto y subí la escalera corriendo hasta el vestíbulo. La penumbra que había en el recinto no tenía nada que ver con la claridad del día que antes de entrar al parquin había. A tientas llegué a la puerta principal que da al mar… El Desconcierto que presenció era evidente. La gente volaba por doquier ocupando el espacio de las gaviotas. Por otro lado las gaviotas habían desaparecido del lugar. Alterada sonó mi teléfono móvil y al cogerlo oí la voz de mi pareja.
-Cariño, dónde estás? Llevo un rato esperándote en la entrada del Marecierto. Como no vengas pronto el sol del día me alterará y me tendrás que llevar al hospital.

Refrán: Una desorden no lleva al hospital, más dos llevarán. 


SAMANTHA PROSE

La vieja radio
Mary estaba sentada en el sofá de casa ausente de proposito alguno, la tranquilidad de la soledad elegida, el crujir de la chimenea, olor a incienso y una bañera que dejaba huir el vapor y la espuma esperando a que se sumirgiera su cuerpo, quiso ojear el periódico del día mientras se daba ese deseado baño con una copa de vino y Mozart de fondo en esa vieja radio que tantas veces la acompañó, noticias de política, actualidad, curiosidades varias, pasaba las páginas que se iban empapando con sigilo mientras daba sorbitos de la copa de vino, “ Muere una mujer electrocutada en la bañera mientras se daba un baño, la joven M.C de 27 años fue hallada por su hermana que la visitó al recibir un aviso de un compañero de trabajo, a todos resultó extraña su ausencia, en 7 años nunca había faltado, era residente y nacida en Vallecas, al parecer la causa del accidente fue una radio” Mary abrió sus ojos muy sorprendida por la similitud de los datos, mismas iniciales, misma edad como una macabra broma, demasiadas coincidencias, y también estaba esa vieja radio, se apresuró a llamar a su hermana con una mezcla de aturdimiento,confusión y un extraño miedo al leer lo relatado, pero al salir de la bañera vio un cuerpo idéntico al suyo, sumergido en el agua, y el viejo aparato en el agua, enchufado, y su hermana que gritaba y lloraba desconsolada desenchufó la radio e intentó reanimar su cuerpo inerte y despeinado, Mary no entendía nada, «¿que es todo esto? ,¿Si estoy aquí que hago en esa bañera metida?, ¿estoy muerta o es una pesadilla? ¿Que me ha pasado?»


AMALIA MARTÍN

Amanecí con la emoción del que parte a un nuevo destino con la mochila de los recuerdos soterrados a la espalda y el corazón a mil por hora. .Atrás quedaron las despedidas y las emociones escondidas en mi alma errante . La vida me adeuda sentimientos encontrados , amistades vacuas ,ríos de lágrimas y noches en vela martilleando aún mi hiriente pecho mientras que las noches acentúan los temores de las viejas cicatrices aún lacerantes . Los miedos cobijados bajo la piel del alma anestesiados por el sopor y la esperanza del nuevo amanecer que borrará los temores cuál pajaritas de papel .
Nuevos aires soplan en el horizonte de mi vida y en ese punto de inconexión… mi mente despierta de una dantesca pesadilla provocada por el lento vaivén del tren extremeño que te envuelve en una fatal oscuridad ,te atrapa y te crea un tremendo desconcierto. Y ahora??…Tenemos que caminar hasta la próxima estación!!!…en mitad de las dehesas extremeñas o estamos quizá en las estepas castellanas?? .
Allá quedaron mis temores en esa nube de papel arrugada …porque siempre habrá un sentimiento peor que la noche gélida invernal en el lejano oeste extremeño.


ÁNGEL MARTÍN

Era un producto nuevo. La última moda en el mundo de la música. Lo llamaban el desconcierto. Los consumidores acudían a los escenarios de todo el mundo portando instrumentos de música, amplificadores, altavoces, cacerolas, megáfonos, petardos, y cualquier cosa capaz de causar alboroto en general. En el escenario, el mecesilencios de turno activaba su anecordio. El público silbaba, gritaba, aporreaba, tocaba sus instrumentos. Y entonces comenzaba el espectáculo.

Una idea alocada, una campaña de marketing que la sostenga, un famoso con mal gusto que se sienta atraído por ella, y un aparato que le dé forma son todo lo que se necesita para que una fórmula funcione. Ni siquiera necesitas que la idea sea buena. Si tienes el apoyo necesario, puedes cobrarle a la gente por respirar, y lograr que te den las gracias por hacerlo.

En este caso solo hizo falta que un crítico de arte oportunista escribiera en su página web un meticuloso artículo sobre la armonía del silencio, sus inflexiones. Hablaba de una versión más compleja y detallada de la música basada en la ausencia, en los huecos entre sonidos. La música era hermosa, pero la belleza se ocultaba en lo que las notas no contaban. La gente respondió, un físico diseñó una máquina capaz de contrarrestar determinadas longitudes de onda, otra persona le dio la forma de un instrumento, y ya estaba hecho.

Los idiotas de todo el mundo comenzaron a soltar el dinero para que un tipo más listo que ellos les silenciara pulsando una tecla. Todos hablaban de la belleza de tal o cual escala de silencios, o de lo maravilloso que se tornó el caos sonoro cuando el mecesilencios silenció los silbatos y las vuvucelas. Se llenaban la boca hablando de matices, de la musicalidad de lo que no está. En definitiva, de lo que no entendían. Pero era perfecto, porque nadie estaba dispuesto a admitir que no sabía de lo que hablaba, y se daban la razón unos a otros o discutían como auténticos expertos en la materia.

En un desconcierto del 7 de julio de 2037, durante un apasionante solo de silencio de petardos, el mecesilencios se desplomó sobre su anecordio con un agujero en el pecho, sin vida. Nadie escuchó nada. Fue el primero de una ola de asesinatos que se expandió como una pandemia.

La primera reacción de los mecesilencios fue dejar de silenciar ciertas ondas. La seguridad había demostrado ser insuficiente, y así evitaban los disparos mudos. La segunda reacción fue aprovechar el momento para alcanzar la fama. Nombraron a ese silencio «El Suicidio», y la gente estallaba en vítores cuando su mecesilencios favorito se atrevía a realizar la jugada.

La moda murió cuando el morbo y el sadismo pudieron a la mentira y al arte.


DOMINGO MACHADO BARCO

Insomne pienso tu olor
dentro de mi lo percibo
es una orquídea de todos los colores
sutil, abierta a la vida, salvaje.
Insomne pienso hechos y razones
distancias, desencuentros, olvidos
a tu mirada cuando mirando a otro lado ya no me mira
todo eso se difumina en nada dentro de mí
es nada al lado de este amor que siento
y al que feliz me abandono
para flotar en el aroma multicolor de tu orquídea
Sensación pura, sentimiento puro
donde ahora si y sin palabras
placenteramente puedo dormir…


MARÍA DAVID

No era una noche cualquiera.Era la noche en la que todo iba a cambiar para todos.Hasta el cielo grisáceo con infinitas líneas de un rosa oscuro,de una luna llena,brillante,redonda,
con formas incrustadas en su rostro de un inmaculado blanco-formas similares a los sietes continentes terrenales-,
y,aún también,él aire qué se notaba un poco pesado por la
mezcla dudosa de ciertos «polvos» con él propósito de entorpecer a la humanidad.Todo eso reanimaba ese sutil y primitivo instinto de qué esta noche estaría envuelta en un misterio intrínseco.Me había despertado de un sueño profundo y terrible,deambulando por la casa como un sonámbulo,tropezándome con un cuerpo blandito-era mí gata,la reina de la casa,qué ni siquiera reaccionó al ruido provocado por el impacto inevitable de mí cuerpo con un ángulo duro y rígido de una ventana,tan grande qué era mí sueño.Un dolor fuerte se extendía por mí cuerpo;cada muslo,cada hueso,mi carne,todo envuelto en una dolencia insoportable,tan fuerte era el dolor qué empecé a tener cortos episodios de ceguera.Pero,todo ese dolor desvaneció en un instante…Delante de mis ojos-testigos pasivos-prendían vida imágenes irreales,perturbadoras,ese tipo de imágenes qué te hieren y te marcan para siempre:veía,confuso y desconcertado,como cuerpos abatidos,cabizbajos y con la mirada perdida,con ropa sucia y
destrozada,subían cansados la escalera mecánica del metro.
«Vivos en coma»,enmudecidos…Ninguno se movía,solo se dejaban llevar por la escalera mecánica.»¡Qué raro todo!¿Pero qué es lo que había sucedido…?»Y ni siquiera acabar con mis preguntas,algo o alguien ha echo reactivar esos cuerpos sin soplo,chillando desesperados,huyendo,pisándose,como si intentaban escapar de algo o de alguien.Líneas rojas de sangre caliente se extendían rebeldes sobre los cristales congelados,mientras qué trozos de carne humana volaban por el aire…Ningún cuerpo humano queda de pie,hay solo una imagen bañada con sangre y trozos de carne.De repente,toda esta escena desaparece,ya qué una masa densa de rocío se esparce y reduce al cero la visibilidad.Tenía la mirada fija y alterada,no comprendía lo que iba pasando.No se oya nada;en las calles reinaba el silencio y,entonces,cuando decidí bajarme y averiguar todo lo ocurrido,me sentí débil y mareado, y al voltearme vi como si fuera una figura humana con traje de color negro y un sombrero negro qué le tapaba sus ojos.No conseguí verle la cara…Me sentía como si fuera en un trance,no podía moverme y cualquier intento mío de articular alguna palabra se quedó en vano.En su mano llevaba un bastón de oro en forma de serpiente,y,apuntándome con él,dijo:
-¿Pensabas qué ibas a escapar?Hice un entendimiento y,ahora,todo lo qué hay en la Tierra me pertenece…Siete años de áridas climas,hambruna,muerte y sufrimiento,es eso lo que todo el Infierno anhela para vosotros…Y,ahora,¡Arrodíllate,peste humana!
La gata saltó y se acurrucó a mí pecho;su corazón latía fuerte y,en ese entonces,resolví qué de una manera u otra me iba a morir.Apoyé mí mano sobre la silla,y cuando noté,qué esa figura humana con alma infernal,ya no me miraba,levanté la silla en el aire con el propósito de golpearle…Mis píes no habían conseguido tan ni siquiera tocar otra vez el suelo,ya qué,en el salto,el bastón qué guardaba con firmeza en su mano izquierda se transformó en una espada afilada que troceó,sin piedad,mí cuerpo entero…y con ello el cuerpo gatuno qué se sacrificó,acompañándome en un mundo versátil y funesto.
Mí alma se le acercó,pero no podía verme por la extrema luz caliente y brillante que emanaban nuestros cuerpos puros…Le cogi por su oreja derecha y le dije,susurrándole:
-¡Siete años gobernarás en esta Tierra,instaurarás un gran pánico y caos,pero una eternidad tú te restregarás como una serpiente y suplicarás en ríos de lava y fuego,hasta qué en polvo te transformarás,y perdido y olvidado te quedarás como si nunca hayas existido!


ALBERTINA GALIANO

Llegas pronto, con antelación suficiente para encontrar un sitio que te permita ver; siempre es bueno, dada tu altura.
Sí, también ser vista, sería absurdo negarlo.
Has preparado el material cuidadosamente, con mimo, cada hoja en su plástico, en orden.
No has olvidado el portaminas, fundamental, y la goma de borrar.
Adoras el portaminas, siempre con su mina afilada, no como el errático lápiz, que la pierde según avanzan las correcciones.
Tu botellita de agua, clínex, y caramelos que suavizan la garganta.
Todo preparado.
Queda poco para el mágico momento.
Elegir el vestuario te ha llevado tiempo. Ni demasiado llamativo, ni tampoco monjil. Cómodo y elegante a la vez; respetando las consignas…
Van llegando poco a poco los demás, el resto de coralistas.
Muchas caras conocidas… otras totalmente nuevas…
¿Cómo es posible?
Paradojas de estos eventos participativos. Unos cumplen con fervor casi religioso, y otros en cambio se toman su tiempo y llegan… a los postres.
Es importante apretar los codos, sentir que tienes derecho, que no es un regalo, sino fruto de un esfuerzo; que te lo has ganado.
…»¿Te importa que deje aquí mi abrigo,que cuelgue el bolso de tu silla, que tenga una tos persistente, a pesar de haberme vacunado de la gripe, que te pida continuamente prestado tu maravilloso portaminas, que no me haya molestado en preparar la obra, y que además mi capacidad para entonar diste mucho de lo moralmente aceptable, dadas las circunstancias…?»
…Y tú, incapaz de reaccionar, a todo dices que sí, a punto ya de comenzar el anhelado CONCIERTO.


LUISA ROJAS

En esta inexistente realidad, cada suspiro no respira el mismo aroma, Como el primero de ellos, un dia si al otro no. Pedir tan poco con tan anheladas ganas. miserable y debil, tan poco tengo y tanto que doy. Si alguna vez vuelves a escuchar mi voz, espero y lamentes que mis palabras no se han para ti. Al subir a ese universo clandestino muy poco habitado, por seres tan comunes. y sentir tan ligero el tiempo contigo, me hace creer mas de lo debido. Tal vez sea un sueño o locura, lo que mi mente puede crear en un instante, desconcierto total. Sera que todo debe tener sentido siempre, si cuando las cosas son tan inexplicables. Nuestra cabeza explota por las infinidades de experiencias que cada quien interpreta a su manera, ufff que privilegio no tener tanta etiqueta. que todo fluya y nada influya, Lo natural de cada pensamiento es mostrarlo tan puro como es creado.


ROSA MARÍA JIMÉNEZ MARZAL

Mi amanecer se estrella con tu noche en una confrontación, incruenta, de la que salimos ambos debilitados y confusos.
No puedo despertar cuando tu anocheces, ni tú puedes abrazar el día en la plenitud del sueño.
Y veo languidecerse mis ilusiones, desvanecerse mis palabras en un largo y solitario amanecer, y noto resquebrajarse tus inquietudes, deshacerse tus planes en una interminable noche.
Deberíamos acortar nuestros espacios, salir del tiempo para lograr nuestro encuentro atemporal, ese acendrado sentido del amor compartido.
Y así, mis palabras dejarían de ser arrumacos complejos con carga simbólica y tus anhelos se meterializarian en la asombrosa sincronía de las almas parejas.
Mi amanecer y tu noche, anclados en el tiempo, bajo las estrellas y el silencio atronador del universo.


ADRIÁN GONZÁLEZ

Desconcierto: Yo, ahora mismo. Bueno ayer. No se.


GABRIELA MOTTA

La gran fiesta

I
Estaba todo preparado, los manteles blancos impolutos, la mejor porcelana que había en su casa y los cubiertos de plata herencia de sus antepasados ricos. Enormes arreglos florales adornando el comedor, lugar donde se iba a dar la memorable ceremonia. La abuela y toda su descendencia se reencontrarían luego de 20 años. No podía faltar nadie ni siquiera los otros. Categoría a la que pertenecían todos aquellos que no formaban parte del clan sanguíneo, eran considerados inferiores, se los discriminaban hasta cuando pretendían elogiarlos, era un hábito instaurado en el ADN familiar. Pero se disimulaba con una falsedad casi imperceptible, ellos siempre serían esos que vendrían de manera natural a romper con la “armonía” establecida.

II
La falsedad.
Virtud que se defendía casi como el honor, generaciones enteras veían como las mujeres del clan celaban a sus hijos, ocultando esa emoción con una gran sonrisa. Nunca se habían atrevido a cuestionar ese mandato, era algo que se transmitía inconscientemente de madres a hijas y de padres a hijos. Lo que también se transmitía de manera casi imperceptible era el odio hacia las nueras, quienes pasaban por un nivel de exigencia muy alto, inalcanzable —diría yo. Esas pobres mujeres aguantaban lo humanamente posible, pero en la mayoría de los casos tarde o temprano salían huyendo, sin embargo, las que lograban soportar el maltrato eran toleradas, pero jamás aceptadas. Los yernos no corrían con la misma suerte ya que eran venerados y adulados por todos, hombres y mujeres.

III
La abuela.
Ser humano despreciable, elevada a un nivel casi de santa, arrogante, dictadora, territorial y dominante. Los tenía a todos controlados y el que se atrevía a desobedecer sus mandatos era excomulgado del clan. Un ejemplo visible era el del tío Juan, que, por salirse del camino terminó siendo “regalado” a los 14 años para una familia pudiente que no podía tener hijos, dicen que fue su elección y que ahora viven felices con ellos, pero en realidad nunca se supo nada más de él. También estaba la tía Petrona, quien una tarde tuvo la osadía de confesarle a la abuela que estaba embarazada y que debido a los constantes abusos cometidos por su tío Lucas no sabía si el hijo era de él o de su novio. Entonces para evitar que se filtrara semejante escándalo y se arruinara el tan cuidado honor familiar fue enviada a trabajar a la capital como doméstica, con un embarazo de cuatro meses. De esa manera la abandonaron a su suerte, al igual que el tío Juan, nunca más se supo nada de ella ni de su bebé.

IV
Las tías moralistas.
Esas, que defendían la pureza divina y la virginidad por encima de sus vidas, solteras desde siempre ya que debido a los constantes abusos sufridos en su infancia habían adoptado un rechazo natural hacia todo lo masculino.

V
El abuelo.
Figura patriarcal, respetada y elevada hasta el nivel de dios, no opinaba, no decía nada ya que hacía varios años había muerto, pero su presencia se sentía como si estuviera allí. Sus hijos se encargaban de reproducir su legado, y sus hijas también, porque el machismo en esa familia era perpetuado y defendido como propio hasta por las mujeres, unas lo hacían de manera inconsciente otras conscientes, pero todas sin elección o al menos eso le habían hecho creer.

VI
Las nuevas generaciones.
Tampoco escapaban de este panorama aterrador, pues si todo seguía igual serían las futuras víctimas de ese machismo perpetuado o, lo que es peor, lo terminarían legitimando.

VII
El reencuentro.
Se llevó a cabo a pesar del panorama nefasto, repleto de cosas sin resolver, de traiciones ocultas, de violaciones y abusos aceptados y silenciados por el bien familiar, de muertos no muertos y de vivos que padecían la culpa y el dolor de pertenecer a ese clan macabro por no tener el valor de romper con esa cadena de horror. Pintaron su mejor sonrisa, se vistieron acorde a la ocasión, sacaron a relucir sus logros y sus bienes, escondieron toda su miseria, desdicha y sufrimiento.

VIII
El brindis.
Llegado el momento la abuela fue la primera en alzar su copa y propuso brindar por el pilar de la familia “el abuelo”, sus hijos siguiendo con el ejemplo, brindaron por sus enseñanzas, las hijas no se atrevieron a brindar porque no correspondía. Y fue así como en medio de ese bullicio se escuchó la voz de una prima la que nunca decía nada, la que siempre estaba como en otro mundo, la criticada por todos en esa mesa.

IX
La prima.
Elevando su copa dijo: —Yo también quiero hacer un brindis. Brindo por el silencio, por el mío, el de la abuela, el de mis tías, el de mis primas, el de mis hermanas y el de mi madre, brindo también por esta copa que se acaba de romper —dejando caer de su mano la copa que sostenía en alto. Todas y todos se miraron con una expresión de asombro y una sonrisa contenida, se podía leer sus pensamientos: «esta vez, sí, enloqueció».

Ella sin embargo continuó: — así como la copa mi silencio también se acaba de romper.

Salió del comedor esquivando los vidrios rotos y se fue dejando a todos desconcertados, logrando borrar la sonrisa contenida de sus rostros, porque en esa familia todo se podía romper menos el silencio.

 

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10 comentarios en «Desconcierto – Miniconcurso de relatos»

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