Atención al cliente

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir con el tema “atención al cliente”. Este ha sido el relato ganador:

ÁNGEL MARTÍN

Una llamada más. Otra pincelada al inmenso cuadro que es el patetismo humano.

La mujer que llama ha pillado a su marido en la cama con una muchacha veinte años más joven que ella. Tras veinticinco años casados y dos hijos, ha descubierto que a su marido le encanta que le follen por el culo con un strap-on mientras le fustigan el costado.

La mujer llora desconsolada. No llora por la infidelidad; llora por miedo a ser la última en haberse enterado. Teme que las miradas de sus vecinos vayan cargadas de significado, que cada «buenos días» signifique «tu marido te la está pegando».

Le digo que se calme, que la menor de sus preocupaciones debería ser lo que piensen los demás, que su verdadero problema es un matrimonio fallido, seguramente por problemas comunicativos. Le digo que si su marido busca en otras personas lo que su mujer no sabe darle, debería preocuparle. Me ofrezco a darle consejos sobre cómo tocarle, incluso le facilito un par de direcciones donde conseguir juguetes sexuales. Me manda a la mierda y me cuelga.

Es la tercera vez que me cuelgan en lo que va de mañana. Cuarta, si cuento la llamada que le hice a Claire. Su sentido del humor y el mío tienden a ser incompatibles. Al parecer, que tu pareja te encuentre tirada en el suelo con el cuerpo cubierto de vómito a causa de tu último intento de suicidio, mientras sujetas un cartel enorme que reza «¡Esta vez sí!» y tiene dibujada una carita sonriente, no es nada gracioso. A mí me pareció tronchante.

Iris, una compañera de trabajo, me hace gestos desde lejos. Coloca la mano a la altura de la sien como si estuviera sujetando una pistola, y aprieta el gatillo invisible del arma con el índice. Eso significa suicida al teléfono. Le digo que me pase la llamada. A ella le agobia hablar con personas así, y le debo muchos favores.

El suicida me cuenta su caso. Si sabes interpretar sus silencios y los cambios en su tono de voz, ni siquiera tienes que escuchar la historia. Aderezas alguna pausa corta con un «ahá». Si solloza, un «tienes que ser fuerte» alimenta cinco minutos más de monólogo. Cuando titubea, la palabra mágica es «ánimo». Al menos, estas son las cosas que debes decir si pretendes ayudarles. En su lugar, le digo que imagine un mundo al revés. Un humano cagando en la calle, y un perro recogiendo el regalo mientras su molesta mascota intenta montar a una rubia con las tetas enormes. Humanos corriendo en el interior de una rueda buscando un final que jamás llegará, siendo observados por ratones, que señalan y ríen desde fuera de la jaula.

A cambio obtengo una pausa larga. Normalmente eso es peligroso, puede significar que el suicidio es inminente. Esta vez la frase correcta sería “¿Sigue ahí? Por favor, no me deje”. Yo no digo eso, yo le digo que ese mundo al revés es más realista de lo que parece. Somos los perros y ratones de los de arriba. Vayamos donde vayamos, estamos enjaulados y con una correa al cuello. No hacemos más que dar vueltas en círculo, buscando una salida.

El suicida da señales de vida, solamente para decir que no lo entiende. Le contesto que no importa y le ofrezco opciones para su situación. Una burbuja de aire en las venas o gasearse dentro de un coche pueden ser buenos métodos. Las pastillas nunca suelen ser efectivas si no sabes elegir. Nadie es tan valiente como para meter la cabeza bajo el agua hasta ahogarse, sin embargo, el clásico ahorcamiento funciona a la perfección.

El suicida dice que soy un monstruo, yo le respondo que si se corta las venas, lo haga en vertical, no en horizontal. Que si tiene un arma de fuego, todo es mucho más sencillo. El clásico “bip” me indica que ha colgado.

Coloco el auricular en su lugar, satisfecha. La gente llama a nuestra línea buscando una solución a sus problemas, y yo les ayudo como puedo. No puedo arreglar un matrimonio fracasado. No puedo devolver un empleo perdido. Tampoco tengo el poder de curar una enfermedad terminal. Si buscan piedad, han llamado al sitio equivocado.

*Todos los relatos son originales y no han pasado procesos de corrección.

 

OMAR ALBOR

Diferente
Perfume
Que tienes
Hoy
Me vuelve
Muy loco
Saber
Que tengo
Que volver
A verte mañana
Por otro beso
Comprar un chocolate
Es una muy buena
Escusa, diría una
Muy buena
Atención al cliente
Y el corazón
Late por ti
Late porque sabe
Que te voy a ver
Sonreír.


MANZANITA PINK

Recuerdo que en un dia como cualquier otro, fastidiada ya de mi soledad, me decidi a buscar pareja, primero en atencion al cliente de la seccion amarilla para ver si habia lugares para citas o conocer gente pero en lo absoluto no me convencieron jamas, asi que despues averigue en internet y redes sociales y tampoco me causo satisfaccion, y ya cansada de tanto buscar, mejor sali a caminar un rato para aclarar mi mente.
Luego de una larga caminata, fui a la tienda mas cercana de mi casa para comprar una botella de agua para hidratarme.
Entre al lugar y mientras me atendia el dependiente, empezo a hacerme la platica y yo por cortesia tuve que escuchar, hasta que el mismo se dio cuenta de la tristeza en mi mirada y me dijo algo que jamas olvidare:
-si realmente quieres ser la felicidad, no la vas a encontrar tan facilmente ni por debajo de las piedras, ni siquiera en atencion al cliente o en la seccion amarilla. la unica manera de encontrarla es que primero seas feliz contigo misma y pienses en ti, que disfrutes la vida y el presente. lo demas va llegando por anadidura poco a poco. no desesperes. todo a su tiempo.
Hora despues ya en mi casa pense:
«Es verdad, primero que nada debo dejar ya de estarme dando de golpes en el pecho y vivir mas la vida, incluyendo disfrutar hasta de lo mas minimo, como tomar mi cafe favorito, leer un buen libro o visitar a la gente con quienes realmente compagino o me estiman, y ya con el tiempo cuando menos me lo espere, llegara la persona indicada».


JOSÉ MANUEL PORRAS ESCOBAR

Con el auricular en su mano derecha y mientras su ojo izquierdo parpadeaba sin cesar, explotó. Pero su reacción no era fruto de un brote psicótico momentáneo. Su reacción era la culminación de un significativo sentimiento de frustración. Ese que te hace sacar tu peor versión, ese que te transforma en el monstruo que habita en tu interior.

Otra vez. Otra vez sucedió. Siempre pasaba lo mismo; siempre, con las mismas consecuencias.

Otra vez con el mismo resultado: ira. Ira que fluía por sus venas como si de un manantial se tratase cuando escuchaba aquella irritante voz, ira que lo estremecía cada vez que sonaba aquel aparato del demonio para joderle la siesta, ira que significaría el punto y final de mucha gente.

De nuevo, la misma operadora con las mismas ofertas. De nuevo, intentaban estafarle con promesas que nunca se cumplirían. Pero esta vez no resultarían indemnes de esta situación; esta vez recordarían aquel momento para siempre.

Sus cinco años de químicas y su experiencia de más de diez años iban a ayudarle muy pronto. Su esperado plan estaba a punto de eclosionar. Un plan meditado y detallado durante años. Un plan que acabaría con el problema de raíz.

Motivos habían…y muchos. Por venganza, por pura redención, por justicia social debía hacerlo…sin perder un instante.

Salió del piso y echó la llave. En su mano derecha sostenía una caja marrón con la que esperaba erradicar ese mal de la sociedad contemporánea. Llovía. Llovía tan abundantemente que se imaginaba que fuera las lágrimas de las familias de sus potenciales víctimas. No podía evitar sonreír ante aquella trágica situación; no podía evitar regocijarse y excitarse con aquel pensamiento. Tenía que proteger el paquete pasara lo que pasara: su plan estaba en juego.

Tras caminar durante media hora, sus piernas flaqueaban; pero eso no hizo que la sensación de éxtasis que se estaba produciendo en su interior remitiese. Con la mirada entre google maps y las calles de Madrid, intentaba sortear todo tipo de obstáculos callejeros. Especialmente a la gente. «¡Cómo me revienta la gente!», pensaba mientras recibía un pequeño empujón.

Estaba cerca. En el móvil, podía ver que sólo le quedaba dos minutos para alcanzar su destino. Dos minutos para alcanzar la gloria. Lamentablemente, se tuvo que demorar. Las insufribles obras del centro hacían que la desviación del tráfico fuera una constante. «¡Ahora no, joder, que ya casi estoy!», pensó rechinando las mandíbulas.

Habiendo dado tres estúpidas vueltas en círculo, lo encontró. El enorme edificio sostenía un inmenso cartel en la azotea que no ofrecía lugar a la duda. El letrero de “telefónica” titilaba ostensiblemente. Abajo, la ausencia de movimiento era palpable. Conforme se iba acercando, lo fue confirmando. No había nadie en la recepción, ni nadie en el hall. «¿Qué está pasando aquí?», pensó durante unos segundos hasta que se armó de valor para acceder.

Entró. Moverse por aquella inmensa estructura fue pan comido no sólo por las numerosas indicaciones presentes, sino también por la extraña falta de control y seguridad que tenía aquella infraestructura. «¡Qué raro!», pensó en aquel momento. No obstante, se adentró sin contemplaciones, se acercó al ascensor y apretó el botón número dos: allí sería donde todo cambiaría.

Estando en la planta indicada, caminó cauto durante unos metros por el gélido pasillo cubierto enteramente por cristales, y giró a la derecha escudriñando cada rincón por si detectaban su presencia.

Sin previo aviso, avistó a uno de los empleados. Sus peores temores se estaban confirmando. No obstante, no había motivo para la tragedia: había previsto ese posible incidente. Le encantaba calcularlo todo al milímetro y aquello no iba a ser una excepción. Lo único que le quedaba era sonar convincente.

—Perdón, ¿quién eres y qué haces aquí?
—Soy de la empresa de mensajería “SEUR”. Vengo a dejar un paquete a nombre de Rodrigo Sánchez Miraflores—respondió con seguridad
—Ah, sí. Es por aquí. ¿Oye, y tu polo con el nombre de “SEUR”?
—Eh, no. Ahora están optando por contratar trabajadores autónomos y es por eso por lo que no tengo polo—dijo intentando que no se notaran sus nervios.
—Ah, vale. No te molesto más, que te tendrás prisa.
—Sí, un poco.
—Buenos días.
—Buenos días.

«¡Uff, por poco!», pensó quitándose el sudor de su frente. Ya sólo le quedaba el último paso; el baño de caballeros estaba a escasos cinco metros.

Entró en el baño, se metió en el cubículo y cerró con pestillo. Allí, sacó de la caja el artefacto, accionó el temporizador y colocó el objeto en uno de los váteres: en unos segundos, la cuenta atrás se inició. Apresurándose, bloqueó la puerta de manera para impedir el paso de la gente a ese habitáculo y salió sin problemas del edificio. En diez minutos, la sede central de “telefónica” “volaría por los aires”.


LA XICUELA DE CORRIOL

En una tarde sofocante de julio, me dispuse a hacer unas gestiones telefónicas, sin más dificultad que una simple llamada a atención al cliente. Tras más de media hora al teléfono (la factura sería colosal porque dicho número de teléfono era un 902) conseguí hablar con alguien que se había topado con otra incidencia parecida a la mía, pero no me pasaron la llamada a dicho individuo sino que pretendían volviera a marcar el número de atención al cliente y diera otra vez mis datos, departamento, etc….Entonces me puse seria. Le pedí su número de referencia, de incidencia y le pregunté por su superior. Me puse sería, ¿sí o no?


MARÍA LARGO

«¡Hola!buenos días,soy María Largo, de Químicas Apolo…». Así empezaban todas mis llamadas cuando trabajaba, allá por el 2005, de teleoperadora cansina vendiendo productos, supuestamente milagorosos a empresas mejor que a particulares,aunque algunos de estos últimos también caía engañado.

Un oficina con unas 20 personas enganchadas a un teléfono fijo,sentadas en sillas con páginas arrancadas de guías telefónicas de diferentes puntos de España. Una pizarra con todos nuestros nombres en una cuadrícula,dónde nos iban apuntando las ventas semanales, animando a unos a conseguirlo también,desesperando a otros que no conseguían ninguna en toda la semana. Estos pobres no solían durar más de dos semanas calentando la silla,pronto la jefa les llamaba al despacho y les daba puerta diciendo aquello de»no has superado el periodo de prueba». Y al día siguiente ya había otro en su lugar,preparado,chuleta plastificada en mano,a soltar en menos de un minuto toda la introducción que nos habían hecho aprender para pedir finalmente hablar con el jefe o gerente de la empresa.
He de reconocer que fue fácil para mí,yo,que me defiendo mejor con un papel y un boli que hablando y más si es por teléfono, el primer día de enfrentarme al toro ya casi tenía cerrada una venta de 10 litros de este maravilloso detergente,capaz de diluirse hasta 10 veces sin perder si eficacia,reduciendo así el coste del mismo a 10 céntimos en litro,algo insólito! Nada habia mejor en el mercado. Daba igual que no yo misma me lo creyera,cuando estaba ya con la Charles echada y me había ganado al gerente,capaz de darme el CIF y el número de cuenta para hacer el pago,tenía que levantar la mano urgentemente y una supervisora,con más labia que yo en esto de las ventas engañosas, me ayudaba a cerrar la venta enganchando un teléfono por dentro del mío,dónde ella podía escuchar la conversación y guiarme en el cierre sin ser oída. En dos semanas no necesité ya levantar la mano,pues rápidamente entendí de qué iba todo esto,y yo misma fui capaz de cerrarlas. Era una máquina, lo mismo vendía detergente para el suelo,que para la lavadora,si llamaba a un colegio acababa vendiendo además fluorescentes nuevos, capaces de durar hasta cinco años alumbrando aulas.
Cádiz,Murcia,Badajoz,Toledo,Madrid… Daba igual dónde, allá llámanos yo,cada vez más segura de mí misma, sabedora ya del texto y de que era mejor hablar sonriendo porque mi simpatía llegaba por los cables, y en los 30 segundos que tenía para encandilar me al jefe,ya lo tenía hecho y estaba cerrando otra venta.
Los cuatro primeros meses fueron fáciles,ganaba dinero extra ademas del sueldo,cada venta sumaba cinco o diez eurillos. 600€ o más al mes,de 8-14h sin descanso, dejándome las tardes libres para empalmar otros dos trabajos( monitora de extraescolares en un colegio y después profesora de clases particulares con dos niños).
Pero el día a día colgada al teléfono… El ir dándome cuenta de que estaba formando parte de un engaño, el hablar con personas que ya habían comprado el detergente mágico y no funcionaba,y aún así, tenía que engañarles y cambiar el nombre del producto y de la empresa para venderles de nuevo la misma farsa, dormir por las noches soñando con eso, compaginar tres trabajo con menos de una hora para comer y salir corriendo, soportar a viejos babosos al otro lado del teléfono y oírme decirle» Claro,como no, la edad no es impedimento para brindar con un buen vino»,una vez que se había cerrado la venta y él se había gastado 500€ en un líquido diluible hasta convertirse en agua del grifo.

Así que a los sei meses la que dió boleto al trabajo fui yo,dejando atrás tanto engaño,curando de mentiras mi cabeza y mi corazón. Ya no podía seguir llamando y soltar culebras por la boca. Ya no podía cerrar ventas como quien cierra la ventanas porque hace corriente.
Ahora,cuando me llaman a mi y oigo de corrido todo el texto que ya se sabe el teleoperador de turno,por respeto a esa etapa y porque algún día fui yo la pesada, primero le escucho la entrada y luego ,con esa sonrisa que llega a través del cable,le digo que pase un buen día.


EMILIANO HEREDIA

“-Aquí, teléfono de la esperanza, ¿en qué te puedo ayudar?.”

-Buenas noches, amigo o amiga, ¿en qué te puedo ayudar?.
-Hola.
-Dime tu nombre, por favor
-Digamos que Rosalía.
-¿no quieres decir tu verdadero nombre?.
-No te he dicho que ese no sea mi verdadero nombre, te dejo a tu elección que lo creas o nó.
-De acuerdo, dime, ¿Qué puedo hacer por ti?. ¿te sientes sola, angustiada, hay algún problema que te impida ser feliz?
-¿Te he dicho yó en algún momento, que me sienta así?, ¿Qué te presupone que me sienta así?.
-No sé, éste es un teléfono para ayudar a la gente que no encuentra solución a uno o varios problemas en su vida.
-Seguiré hablando contigo si me dices tu nombre, quiero saber con quién hablo.
-Ana, me llamo Ana…
-Digámoslo así
-Como tú bien has dicho, en tu mano te dejo que lo creas o nó
– ¡touché!
-Amiga en la noche, cuéntame, ¿para qué estás llamando?.
-Quiero saber cómo te sientes tú.
-¿Cómo?, no entiendo, se supone, que eres tú quien está llamando, y me cuentes, no sé, si estás sola, si no eres feliz…
-Estoy rodeada de gente que se supone que me quiere, y soy más feliz que una perdiz, eso, por fuera, como un huevo kínder…dentro, tengo sorpresa….
-Entonces, amiga, ruego, que cuelgues, no creo que me necesites, creo, creo, que eres una chica que, aburrida, ha llamado a éste teléfono, para entretenerse, cuelga, si nó, voy a tener que colgar, adiós.

-¡Espera!, solo dame diez minutos, no te molestaré mas, por favor, te lo suplico, necesito saber una cosa de ti.
-De acuerdo, diez minutos y contando.
-¿Quién escucha a los que escuchan?.
-¿Cómo?, nó entiendo…
-Tú, escuchas a multitud de gente. Escuchas, la desesperación del suicida, que se agarra a tí, como un improvisado salvavidas ante su inminente naufragio. Al alcohólico que emborracha su vida, a la adolescente embarazada que está a punto de lanzar a su futuro hijo al abismo del aborto, a la mujer maltratada, que te usa de bálsamo para sus golpes interiores, al hombre humillado, pero, a ti, ¿quién te escucha?, dime, por favor, cómo te sientes, quiero que me ayudes a comprender, a que me cuentes como te sientes, por dentro, así es como quiero que me ayudes.
-Es duro. Es un lastre, que aumenta con el paso de los años y, aunque, en los cinco años de carrera de psicología te imbuyen de una ingente cantidad de teoría sobre la mente humana, no te enseñan el lado oscuro del ser humano. El ser humano, se cree un árbol perfecto, y por dentro, le corroe multitud de parásitos, el ser humano, se cree superior a todo y a todos, y es minúsculo como una hormiga ante el elefante enorme que es la vida. Cuando, llego a casa, agotada, me ducho, las mas de las veces, mis lagrimas caen a la vez que el agua que cae de la alcachofa de la ducha, me siento sucia, como un cubo de basura, en el que todo el mundo tiene derecho a arrojar sus mierdas, y me dan ganas de mandarlo todo a tomar por el culo, abrir las ventanas de par en par, y gritar lo más fuerte que pueda, ¡qué os den!, dejarme yá tranquila con vuestros putos problemas, luego, cierro los ojos, cuento hasta diez, a veces hasta cien, o incluso hasta mil, y pienso, que soy una persona afortunada, por trabajar en lo que me gusta, por lo que tanto he luchado….
-Tu voz suena dulce…te imagino, delgada, con un vestido azul aguamar, sin ajustarse demasiado al contorno de tu cuerpo. Un vestido que, me gustaría elevarlo a los cielos como un globo chino de papel, con el aire de mis suspiros, prendido por el fuego de tu pelirroja melena…esposarte los dedos con los míos, mientras, mis dos pares de labios y los tuyos se besan a la vez, crear con mis manos, una llave maestra para excarcelar tus pechos torneados, agitados, como animales vivos, escalar con un dedo, hasta la cima de uno de tus pezones y coronarlo con la bandera de un suave y sutil pellizco. Emprender con la punta de mi lengua, el camino que divide tu espalda, hasta el borde de tus braguitas blancas, y usar la etiqueta, a modo de billete de tren, asido por los dientes, para, circular por las vías de tus piernas para acabar descarrilando por la punta de los dedos de tus pies…. quiero que tu sexo enjuague las lágrimas de alegría con la sábana sobre la que volamos…
-Me…asustas…pero… a la vez…me excitas…no quisiera ser vulgar, pero, estoy húmeda, hace años, tantos que ni me acuerdo, que alguien, me hace sentir así…estoy confundida, dime quien eres…por favor.
-Ya te lo he dicho antes, Rosalía…
-Por favor…
-Soy la chica que espera todas las mañanas, en la parada del autobús, a la que, sin que tú te des cuenta, yo observo que tú me observas, y noto tu mirada, a veces lasciva, cuando me pongo esos leggins negros, que marcan la equis del tesoro que quisieras descubrir, y que, conscientemente, tú, disimulando buscar algo en el bolsillo de tu abrigo rojo de lana, te inyectas droga de placer, que noto cuando, disimuladamente, te mordisqueas y acaricias levemente los labios, y entrecierras los ojos…
-Tú…
-Ana, porque eres Ana…¿verdad?
-Rosalía….
-¿Éste es el teléfono de la esperanza, verdad?
-Si…
-¿Me la das…?


LUCIDECES ROMUALDO RAMÍREZ

Sobre este tema
solo quiero
destacar lo siguiente:

He hablado
con personas
que acababan
de perderlo todo,
al ser pasto
de las llamas
y quedando
por tanto
destrozadas
sus casas.

He hablado
con personas
que acababan
de perder
a un ser querido:
un padre,
una madre,
un hermano,
un hijo
de 10 años
en un accidente
de tráfico.

Y aún así
siguieron siendo
amables,
educados,
colaborando
en todo momento
para que hiciéramos
de forma rápida
y eficaz nuestro trabajo.

Pero también
he hablado
con clientes
que pueden
llegar a insultarte,
amenazarte
de muerte,
cagarse en tus muertos
y en tus posibles hijos,
por las chorradas
más surrealistas
que te puedas imaginar.

Y sí,
es posible
hablemos lento,
quizá por
habernos quedado
tantas veces
petrificados,
cuando descubrimos
con solo
escuchar
una voz
al otro lado
del teléfono,
lo sola
que puede
llegar a
quedarse
una persona
en el mundo.

Es escalofriante
pensar
que a ti
te pueda
pasar lo mismo
cuando caigas enfermo,
seas dependiente,
o tan solo
te hayas convertido
en un viejo más
que no vale
para nada
en el futuro.


LUISA ROJAS

salir de casa, cada mañana. Con ese regocijo de felicidad, diciéndome. Hoy es un buen dia, para tu vida. Y llegar al trabajo y en ves de ser un lugar agradable es un caos. De llamadas extresantes , respuestas no satisfactorias y consejos que no exactamente, pueden resolver los problemas de los demás. Y apesar de todo eso, sentarme, respirar y desear con todas mis fuerzas, que me toque una buena llamada. Al Sonar el teléfono, escucho una voz. No muy comun, que me hace una pregunta la cual, me dejo perpleja y que hacia mucho tiempo, nadie me hacia. ¿ Eres feliz? Ummm Por Díos que en esos momentos no supe que decir. Toda mi vida era mi trabajo, y la verdad nunca me preocupe por mi felicidad. Y porque esta persona si lo hace.
Le pregunté su nombre, pero me respondió un poco molesta, ya que no habia respondido su pregunta. y como hacerlo si ni siquiera yo lo sabia, Todo fuera sido mas fácil si le hubiera dicho que si. Pero no fue asi, Le dije que no sabria como responder, y me iso otra pregunta, ¿Quieres ser feliz? Le respondi que claro que si, quien no lo querría. Me respondió, has lo que realmente deseas con tu vida. No hagas lo que debes, si nolo quieres.

– me llamo greys, y también trabajaba en servicio al cliente, pero el estrés, mis problemas familiares , y el trabajo. el cual era un horror estar dando consejos a personas., que no sabian que hacer con sus problemas. Y ni siquiera yo sabia que hacer con los mios, dar esperanza a los demás sin nisiquiera yo tenerla para mi. Era muy duro, y solo necesitaba. que por lo menos alguien se tomara el tiempo, de escucharme de verdad, y que no estuviera contando el tiempo, para colgar .

~ al escuchar eso, no supe que decir. No entendía porque, sentia que yo si podia escucharla de verdad y los demás no. Y le pregunté porque yo?.

– porque tu, a pesar de tus problemas, has escuchado, cada palabra que te he dicho, y. No has notado que mi tiempo de llamada ya acabo hace 10 minutos. Y sigues en línea escuchandome.

~en ese instante pude notar que, dar mi vida a mi trabajo era mi verdadera felicidad, y que trataba de ayudar a los demás. No porque me tocara si no porque me hacia feliz. Y ese dia no solo yo la escuche, ella también iso.lo mismo conmigo. Y mas que solo dar consejos, las personas quieren alguien que las escuchen, sin contar el tiempo para colgar.

Tal vez es difícil ayudar a los demás, pero con paciencia y amor por lo que haces todo se vuelve mas fácil.


 

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16 comentarios en «Atención al cliente»

  1. No tengo por costumbre dividir mis puntos (aunque creo que lo hice una vez), así que me ha costado decidirme.

    Pero al final se lo doy a José Manuel Porras.

    Mención honorífica a María Largo.

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