Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «concurso». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 31 de marzo!
* Por favor, solo votos reales. No hay premio, solo reconocimiento real.
** El voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos. Si alguien vota a 3 relatos, se contabilizará 1/4 de punto a cada uno. Si vota a 5, el voto será nulo.
*** Los textos son originales (responsabilidad de cada autor) y no han pasado procesos de corrección.
Me propuse ganar el concurso de disfraces de Semana Santa. Asi pues escogi para la fiesta»La vieja Cuaresma»
La autenticidad del disfraz acarreaba aceptar las normas prescritas.
Introduje en el pañuelos que llevaba a la cabeza un puñado de algodón para aparecer a los ojos de la gente más alta. La toquilla cubría mi cuerpo. A mi nariz le acople una artificial parecida a la que llevan las brujas. El colorete a mis mejillas lo pinté un poco exagerado. A la falda larga hasta los pies le coloque sin que se viese un aro con el fin de que quedase en redondo. Contando mis dos pies, acople a la falda cinco más que dan un total de siete que tiene la cuaresma igual en color y modelo de mis extremidades. Enrededor de mi cintura ate una cuerda de la cual colgaba un bacalao seco.
El disfraz quedó tan perfecto que gané el concurso. Lo sucedido en ese periodo de cuaresma me da orror contarlo…, cada miércoles desaparecía misteriosamente de mi falda uno de los pies. Yo había cosido a la tela cinco calcetines que representaban cinco pies y, la «Vieja Cuaresma» tiene siete.
Hoy me veo sentada sin poder andar en silla de ruedas.
¿Se pué concursá dopao? Es que ma’cabo de leé un Premio
Nobel de literatura y no sé si es lógico que participe esta semana, porque, of course, no estaría al mismo nivel literario que los demás colegas después de este gran estimulante, a no ser que los otros participantes se hayan metío pa’l cuerpo algúnotro esteroide o anabolizante tipo “Premio Cervantes”.
Bueno, pues na, ya me decís si pueo participá o no.
NOTA: “he hecho un curso de lectura rápida y he leío Ensayo sobre la ceguera” de José Saramago en vente minutos. Me sentío muy identificao, habla de ciegos que ven y de ciegos que, viendo, no ven o no quieren ver, y de una pandemia que, en mi caso, sería: la osadía de una ceguera literaria.
Amaneció nublado y el viento no paraba de soplar. El sol que irrumpía en el parque cercano era un sol desvaído y perezoso. Mal día para intentar la machada de escalar la torre eléctrica que cerca del estanque acababan de montar. Porque había que subir hasta la cruceta antes de que los operarios tendieran los cables. Daba igual que nevara o tronara, que los herrajes de la estructura metálica estuvieran helados o congelados y que a alguien no gustaran los concursos. Había que gatear y punto.
Escalar hasta donde la fuerzas aguantaran era, dada la competencia que generó la subida, un empeño personal al que nadie entre la muchachada podía retraerse. El que no lo intentara o no se atreviera, hiciera como hiciera, sería señalado, acarrearía la burla, le llamarían cagazas.
Bento que odiaba las alturas, probó un domingo a solas y se dio una buena culada. Estaba seguro, le faltaban fuerza y habilidad en las manos. Para mayor sonrojo, cuando uno sus amigos le animaba, le picaba aún más el amor propio.
—Bento, si no subes y renuncias nadie te escogerá para formar equipo.
Se desesperaba. Pero de pronto el tiempo cambió y creyó llegado el momento. Le sisó unos guantes a su madre y el casco de la moto a su padre y solo, sin rostros conocidos, empezó a escalar al punto que anochecía. Ascendió hasta la mitad de la torre, miró hacía abajo primero y luego hacia arriba. Y le salieron del alma los deseos de volar. Qué lejos quedaba el cielo. El suelo caía más cerca. Se sujetó en las barras de acero de la torre y cuando puso los pies en tierra se alegró infinito, al fin lo había conseguido, se lo contó a los amigos, pero juró no repetir ni entrar jamás en concurso alguno.
Una tarde, al término de las clases, Bento y la pandilla del barrio echaron cuentas. Los presentes habían trepado torre arriba y había que festejarlo. Decidieron entonces organizar un partido de futbol. Eugenio, el delantero más goleador, sería un capitán, el otro Lauren. Lanzaron la moneda al alto e hicieron el reparto subsiguiente, pero resultó que faltaba un portero y sin portero menuda ganga para el equipo contrario. Discutieron, pelearon y cuando se cansaron de la bulla, se sentaron en el saliente elevado de una farola, y Eugenio propuso para matar el rato inventarse concursos.
—A ver quién da más pasos a la pata coja —propuso Andrés.
—A ver quién para más penaltis —dijo Lauren
—A ver quién conoce el nombre de más pelis —sometió a votación Álvaro.
—A ver quién lanza más largo el pis —sugirió Eugenio.
Ocurrencia que todos, incluso Bento, aceptaron divertidos. Era sobre todo un concurso sin aporte físico. Se situaron al borde de la farola que se asentaba sobre una superficie de medio metro de alta y ensayaron, pero cuando iban a desabrocharse la bragueta Alex protestó porque no tenía ganas.
—Pues cuentas hasta tres para que nadie se adelante y te sitúas a dos metros.
Y dicho y hecho, en cuanto Alex cantó el número tres se bajaron los pantalones y empezaron a orinar. Sucedió que salió en aquel instante de su casa la señora Anastasia y cuando se percató de aquella exposición de lujo, descolgó una tijera de cortar césped y les dijo que si subía para arriba les cortaba el pellejillo.
No hubo lugar, porque antes cortaron la meada y la mayoría se mojó la pernera.
—¡Jo con la señora! Habrá que probar otro día, y cuando todos tengamos igual de gana —opinó Alex.
—¿Más competiciones? —Exclamó Bento— Ni hablar. ¡A ver si es que la gana va a tener que entrar también en el concurso!
Sin alardes de presunción, auguró que iba a resultar igual de doloroso celebrar la derrota como lamentar la victoria. No había vuelta atrás y la tormenta comenzó a fraguarse.
Patrick J. Lakes iba a ganar el concurso.
Nadie lo dudaba.
Todos lo daban por hecho.
Era una buena novela, desde luego que si, bien narrada. Con un final que, aunque no del todo sorprendente, emocionaba. Tragicómica, se atrevieron a denominarla algunos de los críticos que la leyeron, y con una inusual sensibilidad masculina.
Era su primera novela, en cualquier caso, la primera que presentaba a concurso.
Patrick J. Lakes cayó de lleno en el ojo del huracán literario, la nueva promesa del mundo de las letras.
Las manos de algunos comenzaron a frotarse, mientras los bolsillos de otros empezaron a hacer hueco.
Patrick J. Lakes iba a ganar el concurso literario.
Estaba tan cantado como que Patricia Jiménez Lagos lo iba a perder.; con toda seguridad ni siquiera pasaría la primera criba.
Su novela no estaba mal, desde luego que no, tenía su aquel, entretenida según los críticos que admitieron haberla leído.
El final era flojo, eso si, sin apenas emoción, sin una resolución contundente que diera un sentido redondo a toda la trama. Incluso hubo quien se atrevió a calificarla como una fallida comedia trágica, sin sonrisas ni lágrimas, y que adolecía de cierta sensibilidad femenina, esencial para ese tipo de historias.
Patricia Jiménez Lagos no iba a ganar el concurso literario.
Pese a todo, a varios críticos su nombre les resultó familiar. No en vano, de los nueve años en los que el concurso se estaba celebrando, Patricia Jiménez Lagos participó en siete. Era persistente, eso había que reconocérselo, pero el mundo de las letras, de los libros, es complicado, exigente. Despiadado. No es algo al alcance de cualquiera. No basta con escribir, no señor.
Tienes que ser bueno.
Tienes que ser atrevido.
Disciplinado.
Tienes que ser un buen comunicador…
Estaba tan cantado que ella no iba a ganar el concurso literario que lo supo incluso antes de presentarse. Y por eso se presentó. Para perder.
Por que ella no era bueno.
Ella no era atrevido.
Ella no era disciplinado.
Ni siquiera era una buena comunicador.
Ella era…
Envió su novela treinta días antes de la fecha límite, para darle tiempo a los críticos a leerla.
La firmó: Patricia Jiménez Lagos.
Envió su novela tres días antes de la fecha límite, para darle tiempo a los críticos a olvidarse.
Entre las sombras que acompañan los viejos sentimientos, los días nublados, estaba escondida la esperanza centro fundamental de cualquier vida; tal vez por lo temprano de la mañana o quizás porque ese día no pensaba brillar el sol de una forma fuerte y clara, definida. La madrugada volvía a nacer, como cada día, empezaban a verse los hilos de luz lucir, esperando un inmenso abanico, que se abría, poco a poco enseñando, mostrando los colores que se pierden en el horizonte todas las mañanas.
Una muchacha joven iba caminando por la acera en la solitaria calle. Ni las farolas parecían querer alumbrarla.
Todavía era de noche, ese color poco encendido, tras un gris, medio perdido entre el blanco difuminando, un blanco que ya no se reflejaba en el suelo, se mezclaba con el color del día, empezando tímidamente a levantarse aire, como una bruma, niebla, o quizás se tratara de una humareda que llevaba el viento calle arriba. Era vapor húmedo, salía del suelo entre las alcantarillas.
La chiquilla andaba con pasos ligeros, y firmes, tenía sobre sus manos una carpeta roja, donde guardaba sus sueños, sus imaginaciones. Apresurada andaba como si llegará tarde a alguna cita importante, iba caminando bastante ligera, entre un pasmoso silencio donde le sonaban las tapas de un solo zapato, unos viejos zapatos marrones, muy limpios, bien de crema y hasta brillantes, pero algo ajados desgastados del tiempo.
Los coches comenzaban a salir, alborotando, en la rapidez del que llega tarde. Bocinazos, frenadas. El despertar de la calle, y sus ruidos, poco a poco se extendían los sonidos a lo largo de la avenida.
La vida venía tras ella, deprisa agobiando, no era una persona importante, que brillará por sus vestidos, su cuerpo, o su buena suerte. Su presencia no se notaba; era una persona cualquiera, siempre, siempre pasaba desapercibido el brillo de sus ojos, sólo se podía observar una sombra sigilosa y alargada, tras los pasos incautos en el eco de la noche perdidos.
Ahí estaba, luchando por un lugar donde poder desarrollar sus aptitudes, que tampoco eran escasas, quería comerse el mundo, y no sabía por dónde empezar.
Desde luego ganas no le faltaban. Y empeño tampoco. Tenía muchos problemas, sueños y otras muchas carencias, poseedora de nada importante, eso sí; consiguió un título,» un papel», donde ponía diplomada. Estudió de noche, algunas veces a la luz de una vela, después de trabajar de día. Le costó una medio pulmonía, sobrada de energía, era lo que repetía una y otra vez, cuando se sentía cansada o defraudada, cuando alguna que otra lágrimas nacía de su cara rosa como el alba.
Frente a unas viejas oficinas con una presencia abandonada, se paró la chiquilla, y de un manojo de llaves, abrió la puerta que daba para la calle. Entrando en un pasillo largo y con papeles en el suelo, todo daba la impresión de dejado, de un alquiler barato. Al fondo en una habitación pequeña, una estufa y una mesa. Y una cantidad tremenda de libros, amontonados, unos encima de otros.
La muchacha abrió su carpeta roja, sus ilusiones flotaban sobre la mesa, su mundo de imaginación, junto con ilustraciones de los temas, folios, y empezó a hacer esquemas, estaba estudiando, concretamente preparándose las oposiciones de primaria.
Tres, tres días, y todo el esfuerzo de dos años, a diario, estudiando en algunas ocasiones, hasta ocho horas y a veces sin comer, por no perder parte del tiempo, que controlaba.
Tendrá la posibilidad de demostrar lo que sabe, ante un tribunal, que quizás no tenga tiempo de escucharla. Como ya le pasó años atrás.
El miedo viene a ella, como un recuerdo le hace temblar las piernas, la inseguridad se presenta de nuevo, las manos empiezan a sudar.
La última vez superó todos los exámenes, con un cinco cincuenta, pero quedó fuera de la nota de corte y no le sirvió de nada, bueno la incluyeron en las listas, pero no la llamaron jamás. Y tuvo que volver a prepararse de nuevo, además cambiaron los temas.
Hoy, está como loca haciendo esquemas e intentando aclarar las ideas. Tiene que concursar, buscarse un trabajo que le permita vivir, vivir simplemente, también ella tiene derecho a la plaza que sale a concurso, que parece ser solo para los demás.
Una belleza especial sube por su cara, sus sueños, hechos realidad, que algún día conseguirá, un brillo especial, que nace de la rabia contenida, de la lucha a conciencia. Memorizando, unidades didácticas, memorias, repasando temas.. Intentando olvidar las viejas malas experiencias que lleva en su mochila pegada. Se tiene que mentalizar» lo necesita para poder empezar a vivir»
La pobre no tiene carnet, no tiene casa, no tiene dinero, no tiene nada más allá, de un pequeño trabajo que le ayuda a mal vivir. Sólo la intención, la gran ilusión que le pone a la vida, junto con el esfuerzo diario para salir adelante. En un rincón de la habitación, una vela encendida permanece es el único testigo de su esfuerzo diario, ofrecida a su fe y con gran confianza lo intentará de nuevo otra vez. Hay muchas velas alrededor ya apagadas, gastadas de diferentes días, de diferentes batallas.
Llegó el día, ella puntual en la puerta la primera, esperando con el carnet en la mano, el alma en la garganta, y el corazón en la boca.
Rodeada de muchísima gente guapas, altas, alegres, bien vestidas, todos iguales, nerviosos, dispuestos a clavar los dientes, luchar por una plaza donde trabajar.
Entra y todos se saludan, se conocen y ella, no conoce absolutamente a nadie. Los nervios la mantienen derecha, en tensión, pasa gente más mayor del tribunal, riendo, charlando con todos los demás, impotencia, pero a ella, nadie le habla. Nadie le saluda, es sólo una pobre sombra junto a los demás, que parecen alumbrar con luz propia. Está sola, completamente sola y muerta de miedo, prudente extremadamente prudente.
La impotencia, el miedo, la inseguridad, todo va haciendo un movimiento de bumerang, le entran unas tremendas ganas de gritar, el efecto en el cuerpo de la joven muchacha, quién mira la puerta del servicio con ganas de llorar, de salir corriendo.
Hasta que la llaman y empiezan los exámenes.
Se levanta, se seca las lágrimas y se marcha a la clase con una autoridad, seguridad y poderío sacado de la tripas, necesidad e ilusión inusitada.
La primera parte no la pasó, parece ser que el primer examen según las listas oficiales, solo sacó un cuatro setenta.
Ahora tendrá que volver de nuevo, a madrugar, a perderse entre las sombras de la mañana, prepararse las dichosas oposiciones, otra vez, otros dos años estudiando, no puede permitirse el lujo de renunciar, trabajando, volver a encender las velas, la ilusión, nuevas pruebas, nuevos temas, que también hay que superar.
Al poco tiempo la llamaron del ministerio para hacer una sustitución, en un pueblo muy pequeño. Poco a poco su sueño se hizo realidad. Y hoy es Directora de un instituto en una bella ciudad.
Estaba en las últimas. Debía tres meses de alquiler, la tarjeta de crédito agonizaba, el frigorífico desesperaba y el depósito de gasoil suplicaba. Se me ocurrió algo.
Pensé un crear un concurso.
Los participantes serían la gentuza del trabajo. Personas con hijos y endeudadas hasta el cuello viviendo con más miedo que vergüenza. Lo digo porque aquí, en el hotel, cualquiera pretende una medallita por error ajeno. Incluso aunque no lo haya. Es decir, si haces sonreír a un cliente es un error. ¿O será envidia? ¡Maldita sea!, mierda de trabajo…
Para el concurso, ofrecería el cebo de mi televisión. La única porquería de aparato que funciona en toda la casa, aparte del móvil y frigorífico. Antes, había enumerado toda la basura estropeada: la tostadora, la sandwichera, el microondas, la lavadora, la plancha —creo que se deterioró por falta de uso.
Pensaba en todo esto cuando sonó el teléfono. ¡Mierda! Estaba quemando mi cerebro para crear un concurso de éxito y me parecía que en cualquier momento la punta de la lengua saltaría con ello. Era mi jodido encargado.
—¡Hola Miguel! ¡Qué pasa! ¡Qué hay! —saludo. Es mi día libre y me llama el tío—. ¿Qué tal estás? —le pregunto, como si me importara un carajo (Ya dije antes que últimamente la gente tiene más miedo que vergüenza, y yo me incluyo). —¿Qué tal por allí? —en el puto hotel, quise decir.
—Escucha. Tengo algo que decirte.
—Vale —digo, y pienso qué narices debe decirme.
—Escucha.
—Escucho, escucho —le interrumpo.
Hace una pausa. El tipo es así. Cuando quiere decir algo importante, el mundo no puede respirar. Yo tampoco. Menos mal que mañana no le veré —por su día libre. Al fin, dice:
—Cuando vengas, no te cambies. Dirígete a la oficina. Ya sabes por qué.
—¿Cómo?
—Que ya sabes por qué —me dice, y va el hijo de puta y me cuelga.
Miro el teléfono. Podría marcar su número y decirle cuatro cosas —si me lo cogiera. No lo hará. Puede que se haya despedido así. ¿O será que me ha sucedido a mí? ¡Joder!
¿Qué estaba pensando acerca de un concurso?
Mientras pienso en ello, voy liándome un cigarrillo.
Acababa de escuchar la pregunta definitiva: o seguía en el programa o me largaba. La sabía. En cuanto comenzó la cuenta atrás empezaron a desfilar por mi mente imágenes de los últimos tiempos: tediosas entrevistas, invitaciones, gente pesada parándome en la calle para hacerse una foto conmigo. Aquel ajetreo mediático me agotaba. Sí, era el concursante de mayor duración, y el que más dinero había ganado, pero mi intimidad se resentía progresivamente a la par que mi preocupación por no saber cómo salir de aquella rueda de hámster. Llevaba días rumiando la idea, y había llegado el momento de cambiar el rumbo. Fallaría deliberadamente y recuperaría mi libertad. Hubiera preferido hacerlo con una más difícil, pero ya no había vuelta atrás. Los segundos transcurrían y solo tenía que esperar en silencio. Cinco, cuatro, tres, dos…
– Joan Manuel Serrat.
– ¡¡¡Correcto!!!
El plató estalló en aplausos, y yo supe en ese momento que me había enamorado de Sofía, mi maquilladora.
—¡He ganado, he ganado! —gritaba Lucía entusiasmada.
—¿Sabes que en esos concursos todos ganan? Seleccionan todos los microrrelatos que participan, mientras más mejor, y luego confían en que por lo menos la mitad de los escritores comprarán el libro. Trescientos participantes… por lo menos cien libros vendidos. Una ganga.
—¡No me quites la ilusión! Yo quiero tener un libro en el que aparezca mi nombre.
—Pues escribe uno y publícalo. Tienes talento. O manda a concursos de verdad. —Rubén rueda los ojos mientras se da la vuelta—. Si por lo menos los dieran a precio de coste, otro gallo cantaría. Es evidente que es una estafa, si es que eres más tonta…
—Decídete, ¿Soy tonta o tengo talento?
—Una cosa no quita la otra, eres una tonta que escribe bien.
Así empezaron la última discusión. Una de tantas otras que se escuchaban a gritos cada día. Los vecinos estaban acostumbrados, siempre se escapaban esos alaridos por las ventanas y después se les veía ronroneándose uno al otro en el parque del pueblo.
Pero esa vez fue diferente…
—¡He ganado! —dijo ella por teléfono.
—¿Qué va a ganar? ¡La están estafando!
—¿Quieres dejar la fiesta en paz? ¿Tanta rabia te da que gane algo?
—Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce… —Él empiezó a tirarle libros a la cara—. Ganas cada semana y sigues comprando los libros, de doce a veinte euros semanales, depende de lo gordo que haya quedado por la cantidad de bobos he hayáis caído. Una paguita para la pseudoeditorial de los cojones para la que estás trabajando gratis. ¿No ves que ni siquiera los corrigen? ¡Les pasan el puto corrector del Word! Mira, un «este» con tilde.
—¡Que me dejes en paz! —volvió a gritar Lucía mientras se disculpaba con su amiga y colgaba el teléfono.
Llegó la noche y siguió la discusión.
Al día siguiente seguían volando libros.
—Eh, he encontrado uno genial. No es tuyo, menos mal… «La casa del río se vistió de negro cuando llegó el luto del invierno». ¿Esto es un microrrelato? Es una frase, es una puta frase…
Un día, dos días, tres días, y más… Él siguió leyendo, obsesionado con que era la mejor forma de quitarle de la cabeza que estaba ganando algo. Lo hacía por amor, de verdad quería ayudarla. Ella, cada vez más cabizbaja, se limitaba a llorar en silencio con cada palabra que escuchaba, que le entraba en el corazón como una bala mortal.
Pasó el tiempo y la discusión se hizo rutina. Se acabaron los ronroneos, se acabó discutir por otras tonterías, se acabó la relación porque se convirtió en un continuo reproche y en una tristeza absoluta que reinó en aquella casa durante mucho tiempo. Mucho tiempo, hasta que, finalmente, ella lo mató. Sacó un cuchillo y se lo enterró en un ojo. Él, gritó y se retorció mientras recibía patadas y puñetazos por una banda de nazis que lo habían acorralado en una esquina. No fue el protagonista, pero sí el desencadenante de una gran historia.
, cariño!—¿Ves¿ Eso sí que era un puñetero concurso. ¡Enhorabuena
—¿Lo celebramos en el parque?
Y ronronearon juntos para siempre…
SERGIO SANTIAGO MONREAL
Han pasado veintiocho años de la gran hazaña que consiguieron un grupo de amigos. Cuatro amigos para ser exactos: Miguel, Juanma, Beatriz Angel y Sergio Santiago Monreal. Para más inri Juanma y Bea son hermanos al igual que Miguel y Sergio.
La maqueta y boceto del edificio que teníamos que construir era perfecta. El míster Cairo sería representado en arena de forma casi perfecta por parte de estos pequeños ingenieros. Este edificio en esos momentos estaba cerrado ; años atrás era un bar y años después volvió a abrir sus puertas al público, en esta ocasión cómo local de ocio nocturno.
Las famosas fiestas de Cala Llonga se celebran cada quince de agosto y entre las actividades a realizar está el susodicho concurso de castillos de arena. Esta pequeña Cala pertenece a Ibiza y era el hogar de estos cuatro protagonistas. El anhelo en la actualidad para dos de ellos.
Trabajaron con mimo y no descuidaron los detalles esculpiendo y mojando nuevamente la arena para que esta no perdiera consistencia, hasta que el jurado dictó sentencia. Minutos después con la copa otorgada cómo primeros clasificados, procedimos al ritual del destroce del castillo, tras hacerle las fotos pertinentes. Una de esas fotos fue tomada por un periodista profesional para realizar un artículo en el periódico local el diario de Ibiza, en la fotografía se podía ver el castillo ganador y a estos cuatro amigos de infancia henchidos y orgullosos por su proeza realizada.
Nota de autor: Este relato se basa en hechos reales.
CONSUELO PÉREZ GÓMEZ
CONCURSOS
Sentada a la mesa número siete, de una cadena de TV, María de los Milagros mira sin disimulo a los operarios, afanados en la preparación de lo que será el escenario de un concurso donde se pondrán a prueba las dotes de eso tan general denominado «cultura general», que no tiene nada de universal, y que es menos frecuente de lo que se pretende demostrar.
María de los Milagros esperaba confiada en que el concurso «Sietedesiete» fuera su definitivo reconocimiento hacia el lanzamiento «estréllatele»; llevaba presumiendo tanto tiempo con esta posibilidad, que había llegado a interiorizarlo de tal forma convirtiéndolo en parte intrínseca de sus creencias.
Al parecer el nombre elegido por la cadena para el concurso venía dado por la creencia de que el siete, guarda entre su nomenclatura una suerte de parámetros que llevan a pensar en la dotación mágica que lo acompaña.
El plató o escenario de aquella cadena de TV, vulgar, y, por lo tanto, de una popularidad obscena, estaba repleto de focos, cámaras y operarios dando lustre al número que sería representado por aficionadas a un estrellamiento efímero en concordancia con el tiempo que dura ese paréntesis entre la adolescencia y una juventud añosa.
María de los Milagros se atusa el flequillo, endereza la espalda y con la mirada puesta en el infinito de sus pretensiones se dirige sin titubeo al escenario. Cuando María de los Milagros vino a apercibirse del espectáculo que representaba todo aquello ya no podía dar marcha atrás. Sentada en un sillón con voluntad futurista, el oficiante comenzó el bombardeo preguntatil.
—Buenas noches señorita María de los Milagros, ¿Preparada?
—Sí.
— Las siete edades del hombre es un monólogo que aparece en la obra de… ¿…?
María de los Milagros se esfuerza por encontrar una respuesta lo menos ridícula posible. Ni idea tiene del resultado; frota su dedo izquierdo índice contra el opuesto. Adopta la posición del pensante y…
—El Buscón de Quevedo.
—Incorrecto. La respuesta correcta es: «As you like it» de William Shakespeare.
María de los Milagros ensaya un mohín lastimero intentando mantener seco el lacrimal.
—Siguiente pregunta: La expresión «Las siete cumbres» se refiere al grupo de las siete montañas más altas de cada uno de los siete continentes, qué son… ¿…?
María de los Milagros consigue dar el nombre de tres, el resto es un vacío insondable…
El director del programa se revuelve en su silla mientras observa la catástrofe que va a representar la emisión de un concurso que él esperaba repleto de gente sabia y que va a dar al traste con todas las previsiones hechas sobre la multitudinaria audiencia que con toda probabilidad ya ha cambiado de canal.
El presentador sigue con su encomienda: lanzar preguntas.
—Las siete colinas de: ¿?. / Los siete sabios de: ¿?./ La luna cambia de fase cada …días…
¡Ni una! Ni un mal acierto tuvo María de los Milagros. Durante la duración del concurso esperó en vano que el significado de su nombre se aviniera a proporcionar respuestas correctas. Nada.
La parada de taxi enfrente del edificio ilumina y da luz verde a los pensamientos de María de los Milagros.
Cuatro años después:
María de los Milagros profesora de Filología Clásica, especializada en lenguas muertas, explica a su alumnado la importancia del ser, el estar y el figurar, haciendo hincapié en la trascendencia de asimilar cuándo y cómo llega el momento de dar un giro absoluto a todo lo que conformó la vida de un sujeto cualquiera mientras iba a lomos de un pollino y este de un brinco lo lanzó contra una realidad desconocida que resultó mucho más provechosa y gratificante a lo vivido hasta entonces.
Si no lees: no concurses.
The end.
PEDRO A. LÓPEZ CRUZ
LLAVE ROJA
Un sonido estridente le hizo reaccionar. Aunque no podía ver nada, sabía que aquello indicaba el comienzo.
Desde que entró, se había sentido completamente confuso y desorientado. Consciente de que se enfrentaba a algo completamente nuevo, no podía imaginar ni de lejos lo que iba a encontrar allí. Tras pasar un exhaustivo proceso de selección, nadie le había preparado para ello. De hecho, esa era la clave de todo. El desconocimiento.
Intentó sacudirse la confusión que le aturdía. Sin embargo, por más que miraba a su alrededor, todo era negro. Sin matices. Un negro profundo y absoluto. Se encontraba sumido en la más completa oscuridad, solo ligeramente rota por el panel digital cuyas cifras de color azul cobalto habían iniciado la angustiosa cuenta atrás. Cuatro minutos y cincuenta y dos segundos. Y bajando.
La premura de aquella endiablada cuenta atrás le obligó a ponerse manos a la obra. Con los brazos extendidos trató de palpar a su alrededor en una inútil búsqueda. Un intento de encontrar algo que le resultase mínimamente familiar. Su desesperación se disparó cuando comenzó a sentir claramente como las numerosas patas de un animal se movían por su cuerpo con enorme agilidad. No podía determinar el tamaño, ni la forma, pero notó claramente su desplazamiento. De pronto, sintió un punzante aguijonazo en su brazo derecho, seguido de un molesto dolor.
Un enorme grito escapó de su garganta. Presa del pánico, consiguió accionar finalmente algo parecido a un interruptor y toda la instancia se iluminó con una intensa luz blanca, fría y uniforme. La cuenta atrás parecía haberse acelerado, pero quizá fuese simplemente producto de su imaginación y del miedo que le atenazaba en esos momentos. Sin embargo, no había el más mínimo rastro del misterioso animal, lo que le hizo sentirse aún más confuso. La sola idea de que su mente le estuviera jugando una mala pasada ya le parecía angustiosa. Pero más angustioso aún resultaba la inquietante sensación de que estaban jugando con él. Se sentía una cobaya humana. Sentía que había perdido el control sobre su capacidad para discernir fantasía y realidad. Pero aquello, aunque él no lo sabía, formaba parte del juego.
Echó una rápida ojeada a su alrededor. Se hallaba en una estancia rectangular de enormes dimensiones con las paredes forradas por una interminable matriz de pequeñas cajas metálicas que se perdían en el infinito. Todas de idéntico tamaño, con la misma cerradura, únicamente diferenciadas por un gran número de metal pulido que las identificaba. Bajó la vista. Sintió un enorme vértigo al comprobar lo que se extendía bajo sus pies. El vacío. El suelo era de un material nítido y transparente bajo el cual no se veía ningún final. El corazón se le disparó y el instinto le hizo intentar agarrarse a algo inexistente. No había nada. Tan solo la sala fría y vacía.
Instintivamente, se lanzó al suelo. Al girarse vio algo que le llamó poderosamente la atención. Colgando, muy cerca, se encontraba su llavero, aquel amasijo familiar de piezas metálicas entre las cuales se encontraba una brillante y llamativa llave roja que jamás había visto. Dio un rápido tirón del manojo de llaves con la curiosidad de saber si aquella misteriosa llave roja era la clave que le permitiría salir de la pesadilla que estaba viviendo y en la que no era capaz de recordar cómo se había metido.
Sin tiempo que perder, rápidamente se lanzó a probar la llave sobre las diferentes puertas metálicas. Pronto fue consciente de que se enfrentaba a una misión imposible. El número de cajas se le antojaba infinito y la cuenta atrás había alcanzado la desesperante cifra de un minuto y doce segundos. No podía dejar de pensar en el acontecimiento que tendría lugar una vez que las cifras del panel estuviesen todas a cero. Lo habían anunciado antes de entrar. Ese era uno de los pocos recuerdos claros que aún conservaba.
Finalmente abortó la idea de intentar abrir las cajas. Todas las cerraduras eran muy similares y la misteriosa llave roja no encajaba ni por asomo en ninguna de ellas.
Intentó desesperadamente buscar algún resorte, alguna otra cerradura, quizá oculta, palpando por todos los rincones de la habitación, empujando, pisando…sin darse cuenta de que el marcador ya solo indicaba cinco segundos para el final.
De repente, todo empezó a girar a su alrededor, la habitación pareció desvanecerse y de un sobresalto abrió los ojos, agitado. Todo el público comenzó a aplaudir enfervorecido. Su rostro aparecía en primer plano, en todas las pantallas. Aunque no había logrado superar la prueba final. Nadie lo había logrado aún. Tras accionar desde el control la llave roja de emergencia, todo había vuelto a la normalidad. Incluida su consciencia y sus recuerdos.
El mayor concurso jamás visto estaba siendo todo un éxito. Pero ningún concursante había logrado todavía superar la prueba final. Ninguna mente humana estaba preparada para semejante reto. A los pocos minutos de comenzar, los concursantes perdían completamente la consciencia. El realismo era tal que les resultaba absolutamente imposible distinguir cuánto había de real en aquella perfecta simulación. Solo la llave roja marcaba la frontera. La vuelta atrás.
IRENE ADLER
PARABELLUM
Da vueltas al bolígrafo Bic entre los dedos. Lo golpea contra el atril niquelado, siente unas ganas intensas, licántropas, de mordisquearlo hasta hacerlo sangrar. La adrenalina es la droga más potente que existe. La botulina la toxina más mortal. El Punto Nemo el lugar más lejano e inaccesible de la Tierra.
Su cerebro galopa, se agita, se dilata y se contrae. Mira al presentador, y de pronto le parece hostil, enfurruñado. Su oponente, relajado, se halla sumido en plácidos pensamientos, y recuerda cómo era esa sensación de seguridad, control, soberbia complaciente e ilimitada.
Se sabe de memoria los 206 huesos del cuerpo humano. Ayer los sabía. Y esta mañana también, en el desayuno, mientras memorizaba por inercia y sin esfuerzo los ingredientes del Cola Cao y los cereales. Repasaba cada hueso mientras la maquilladora, Lola, le aplicaba el maquillaje con una esponjita. ¿Sonreía menos que de costumbre? ¿Lo miraban de reojo los de producción en el pasillo? Por supuesto que sí. Lola había coqueteado con su rival en la máquina de café. La becaria pecosa se le había reído en las narices a la puerta del plató. Llevaba ganados y grabados, 206 programas. En su barrio le estrechaban la mano, y en el bar lo invitaban a chupitos y le daban palmaditas en la espalda. 206 programas. 206 huesos.
¿Pero cuál era el de la mano?
Una luz admonitoria y roja como la bruma que le inunda el cerebro, le recuerda que se le acaba el tiempo. ¿El tiempo o la vida? Sí pierde hoy, volverá a su anonimato triste, a su cotidiana inexistencia. No sabe cómo renunciar a ese brillo mentiroso de la popularidad. A la fama breve, caprichosa, luminiscente como los anuncios de neón. ¿Cómo era aquello que decía Warhol de los quince minutos y la tele? Dios!!! Tampoco lo recordaba.
El presentador se dirige a él con una cortesía fría, déspota. Está cediéndole el turno, la respuesta y quizá la gloria, a su rival. Que no duda, ni se estremece, sólo sonríe con una suficiencia que lo irrita. Intuye la derrota en el lenguaje corporal del presentador y su oponente. La cámara lo esquiva, ladina e insidiosa. ¿Cuántas veces se ha iluminado el cartel de aplausos que el público idiotizado obedece como si fueran borregos? Más veces para el otro que para él. Más aplausos, más simpatía, más interés, más audiencia. Si al menos pudiera recordar de qué hueso se trata. El nombre lo abandona, su mente se espesa y lo asalta la rabia, ese sentimiento infantil e improductivo. Aprieta el Bic tan fuerte, que se le ponen blancos los nudillos. La atención se concentra en su rival, que se atusa el cabello engominado y vuelve a sonreír. Conoce la respuesta. 206 huesos. 206 programas. 206 días invicto. Hasta hoy.
En dos zancadas atraviesa el escenario y se planta frente al atril niquelado del otro. En un gesto rápido y preciso, le clava la punta desnuda del bolígrafo Bic en la mano que tiene apoyada, distendida, relajada y segura sobre el atril niquelado.
-No sé cómo se llama el puto hueso. Pero sé exactamente dónde está.
Su bolígrafo Bic se yergue como una bandera del Tercio clavada en el escafoides de la mano derecha de su oponente.
Y el presentador, aturdido por la sangre y los alaridos del concursante herido, da por válida la respuesta.
Escafoides: primer hueso externo de la primera fila del carpo.
RAQUEL LÓPEZ
Don Cosme,vivía en un pequeño pueblo con encanto,desde muy pequeño siempre le gustó la escritura y en especial la poesía,de ahí que se formara como profesor de literatura .Era un hombre especial y muy sensible que inculcaba a sus alumnos el arte por la escritura.
Todos los años,en fiestas,se reunían las gentes del pueblo para participar en un curioso concurso que consistía en escribir cartas de amor para después recitarlas y el ganador se llevaba un fin de semana romántico a cualquier lugar de España.
De entre todas las cartas recitadas el jurado,es el que elegiría cuál sería la ganadora.
-¡Don Cosme!¿Porqué no participa en el concurso?le dijo un alumno
-¿Yo?…no hijo,eso se lo dejo a los jóvenes, además yo no tengo a quién escribir..
-Pues estoy seguro de que ganaría, además siempre habrá alguien con quien se pueda inspirar…
-¡Vamos,vamos,que os despistais…-contestó don Cosme con una sonrisilla pícara.
La idea no le parecía mala y empezó a darle vueltas..
-Nooo-se decía -¡ni aunque fuese un quinceañero!
Y llegó el gran día
-¡Buenas tardes queridos vecinos! veo gran número de participaciones -dijo el alcalde.¡Suerte al ganador.
Según estaban en la lista ,iban llamando para que cada cual recitará su carta y al llegar al último…
-¿Don Cosme?pregunto el alcalde.
Todas las miradas se volvieron hacia él con estupefacción .
Don Cosme,lejos de sonrojarse exclamó:
-Lo siento,perdí mi carta según venía hacia acá,no sé cómo pudo suceder..
-¿Se te cayó la carta o fue intencionadamente?-dijo una voz femenina.
-¡Martina,cómo supiste que yo..!-dijo don Cosme y ahora sí ,sonrojado
-Porque eras el único que al cerrar la tienda,estabas allí mirándome escondido.
Martina tenía una floristería en el pueblo y Don Cosme siempre estuvo enamorado de aquella mujer,pero nunca se atrevió.
-No hace falta que leas la carta,por mí ya eres el ganador-dijo Martina.
Ambos se abrazaron y desde aquel día seguramente que Don Cosme le recitaria muchas más poesías a Martina.
-¡Don Cosme,Don Cosme es el ganador!-gritaban sus alumnos
-Bien pues si todos están de acuerdo,porque creo que esta carta tiene muchas cosas que decir,Don Cosme es el vencedor-dijo el alcalde
Todos aplaudieron al ganador del concurso de cartas de amor,lo que no se sabe es lo que la escribiría Don Cosme a Martina,pero no me atrevo a recitarla porque este relato se me hizo muy extenso…
BEGO RIVERA
El concurso
» El desconocido que se acercó a Pablo en el metro se presentó como Jairo Rueda, cazatalentos, le quería fichar para un concurso online.
Por supuesto, Pablo aceptó.
Pablo era cantautor, había mandado sus maquetas a varias compañías musicales sin éxito… hasta el momento.
Mientras, tocaba la guitarra por las mañanas en el metro y por las noches lo hacía en garitos de amigos y conocidos. Creía que el tiempo corría en su contra, iba a cumplir treinta y tres años y su físico no le acompañaba, bajito, enclenque y nada atractivo»
Pablo se dirigió a la dirección que Jairo le había indicado, en el día y hora prevista.
Llegó a un polígono alejado, el número pertenecía a un gran almacén, parecía abandonado por fuera.
Entró. Dos hombres encapuchados le sujetaron y amordazaron. Lo llevaron a una estancia por la que se entraba por una puerta blindada.
Cuando estuvo dentro, pudo observar a unas veinte personas como él amordazadas, sentadas en bancos de cemento unidos a dos de las largas paredes. Lo empujaron para que se sentará. A parte de la otra pared con la puerta, la cuarta pared era de cristal cubierta con una cortina roja. En una esquina,una caja.
Pablo percibió que las personas allí presentes se habían percatado de que habían caído en una encerrona.
La mayoría eran hombres fuertes, alguna mujer. Escuchaba lamentos y sollozos.
De pronto desapareció la cortina roja,tras el cristal se podían ver varias personas elegantes, satisfechas, expectantes en una gran sala lujosa.
Una voz llenó la habitación:
– Bienvenidos participantes. Ya estamos todos. El premio es de 100000€. Se habrán dado cuenta que no es el concurso que esperaban-dijo la voz en tono frio- Vamos a apagar las luces de ambas estancias, nosotros les veremos con gafas de infrarrojos.
Nuestros invitados han apostado por uno de ustedes. Como ya estarán imaginando…solo puede quedar uno…
Cojan cada uno un bate de la caja..¡ y suerte!
Al principio nadie se levantó, cuando apagaron las luces y quedó todo a oscuras empezaron a escucharse pisadas, gritos de desesperación,de socorro, risas nerviosas… Pablo también se quitó la mordaza y gritaba más que nadie.
Después de un tiempo de empujones,golpes, chillidos…el silencio.
«¡He ganado, he ganado!» Gritaba Pablo.
Las luces se encendieron; la cara de los invitados era de estupefacción.
En medio de cuerpos tirados por la estancia y la sangre que la inundaba, estaba Pablo.
Ninguno apostó por él.
Sacaron a Pablo de la habitación y lo llevaron a una especie de despacho. Allí estaba Jairo. Los dejaron solos
-Toma, aquí tienes tu parte- dijo Jairo dándole 5000€- Y la próxima vez ten cuidado, que cualquier día te van a ver la navaja y adiós negocio.
Cuando lo cuelgue en la Deep web te doy el resto.
Pablo se fue recordando cuando lo contrató Jairo, ya hace cinco años. Había perdido la cuenta de la gente que había matado.
Hacían el concurso varias veces al año.
¿Quién iba a apostar por un enclenque?
Desde entonces Pablo ya no va al metro… ni toca la guitarra.
ALFONSO FERNÁNDEZ-PACHECO
Para disfrutar plenamente de este gran concurso, haría falta tener un teléfono multisensorial. Si no, no es lo mismo.
“Colapso”
Meeeec, meeeec, meeeec…
―Segis al aparato, dígame.
― ¡
Enhorabuena
, amigo! Su llamada acaba de ser elegida para ganar el gran premio de hoy. ¿Con quién tengo el gusto de hablar?
― ¿Ein?
―Buenos días, señor, ¿me escucha con claridad?
―Segis al aparato, dígame. ¿Me se siente?
―Le oigo como si estuviera a mi lado. Ahora, preste atención, que formulo la pregunta de los quinientos euros.
― ¿Cómo dice, joven?
―A ver, le llamo del programa “Al borde del colapso”, de la cadena radiofónica “Radio Premios a Porrillo”, ¿sabe quién soy?
―Es usted muy raro. Un momento. Prrrraaaa. Es que me ha venido un gas y eso es mu malísimo quedárselo dentro. ¿Qué me decía?
―Mi nombre es Margarito Florido y le llam…
―Qué mala leche sus padres, ¿no?
―Bien, como le dec…
― ¡¡¡Clementinaaaaa!!! ¿Tú conoces a Margarito Florido? Es que me ha llamao y no sé lo que quiere. Prrrrraaa.
―Segis, hombre, contrólate, que en los teléfonos modernos se siente tó.
―Sí, señor, prrrraaa, ¿qué es lo que quería?
― ¿Va a contestar a mi pregunta o paso a la siguiente llamada?
― ¿Y qué me ha preguntao?
―Todavía, nada, señor.
―Es usted muy raro.
―En fin, allá voy. Si yo le dijera: “¿De qué estoy al borde?”, ¿qué me contestaría?
―Que se vaya a tomar por culo. Amos, qué tontuna de pregunta. Prrrraaaa.
―Pero, ¿usted ha escuchado el programa alguna vez?
― ¿Qué programa?
― ¡Dios mío! “Al borde del colapso”, céntrese, por lo que más quiera, Segis.
― ¿Cómo sabe mi nombre? ¡¡¡Clementinaaaa!!! Ven pacá, que el Margarito me está liando.
―A los buenos días, Margarito. ¿Quién es usted? Yo soy la esposa de Segis. Es que el hombre, cuando está con gases no atiende a razones, se le nubla el entendimiento. Pero es mu bueno, tó lo da, una cosa no quita la otra, ¿sabe usted?
―Muy interesante, estoy convencido de que la audiencia está encantada de conocer todos los detalles de su vida, pero solo tiene que responder a una pregunta, por favor se lo pido.
― ¿Cuála pregunta?
―Atenta, querida amiga…
―Ah, ¿nos conocemos? No recuerdo ahora mismo a ningún Margarito.
―Margarito Florido, señora, de “Radio Premios a Porrillo”…
― ¡¡¡Segiiiiis!!! Este tío es mu raro. Que dice no sé qué de un porrillo.
―No, si te digo yo que éste va fumao.
―Señora, por favor, última oportunidad.
―No me se ponga gramático, que no es pa tanto, a ver si le va a dar un parraque.
― ¡¡¡¿De qué estoy al bordeeeee?!!!
―Ni lo sé ni me importa, pero fijo que con esos gritos se queda sinfónico.
― ¿Qué he hecho yo para merecer esto?
―Usted sabrá. A mí, como si se la refanfinfla. Prrrraaa. ¡¡¡Segiiiis!!! Ya mas contagiao los aires, estarás contento.
―Ahora la culpa será mía, ¿no ti digo? Anda, Clemen, despacha ya al Margarito ese, que nos dan las uvas.
―Que dice mi marido que le despache, u sea que, al grano, o le dejo con la miel en los labios. Usted mismo.
―Snifff, snifff, no puedo más…Por favor, se lo suplico por lo más sagrado, ¿de qué estoy al borde? Por favor, por favor, por favor…
―Deje de lloriquear, que le va a dar un colaso.
― ¡¡¡Repita eso!!!
― ¿Lo cuálo? ¿Lo de colaso?
― ¡¡¡Quinientos euros!!! ¡¡¡Sí, sí ,sí…!!!
―Señoras y señores, nos vemos obligados a interrumpir la emisión, porque Margarito Florido se encuentra un poco indispuesto. Continuaremos en breves instantes.
― ¿Será posible? ¡¡¡Segis!!! Que al final le ha dao el parraque al Florido. ¿Tú te has enterao pa qué llamaba? Prrrrraaa, prrrraaa.
―Mira, ese ha sonao con Dolbis Sensarráun. Qué arte tienes, Clemen… Prrrrraaa.
RAÚL LEIVA
Retos literarios
Era una página más de literatura en Facebook. A lo largo de su corta existencia había cosechado unos miles de aspirantes a escritores que dejaban sus escritos como si se tratara de una vidriera pública o esos postes de la luz con avisos de perros perdidos. La mayoría de los miembros cortejaba a las féminas del grupo, mientras que otros solo hacían gala de su renombre ostentando conocimientos incomprobables desde lo práctico y herméticos a las críticas que nunca solían ser constructivas.
Una mañana comenzaron los pequeños retos, escribir un poema con palabras que solo tengan la vocal “A”, un final alternativo para un cuento clásico, un relato a partir de un refrán, etc. Había de todos los colores, escritores amateurs que sorprendían con buenas ideas, pero la ortografía representaba un gran problema en tanto que grandilocuentes literatos aburrían con pomposas frases que no decían nada.
Los retos eran calificados por los mismos miembros en votación simple por mayoría y el premio era un diploma y el halago de los demás participantes.
El grupo cobró popularidad y los retos se hicieron un semillero de relatos inéditos de buena calidad. Cerca del final del primer año, se anunció el concurso aniversario. Todo fue ansiedad y preguntas, no hubo ninguna respuesta hasta que la cuenta regresiva tocó el cero.
El día tan esperado llegó: el desafío era redactar un texto en prosa donde se contaba en primera persona una estrategia para matar al presidente. El relato no debería ser mayor a trescientas palabras y debería estar en firmado por el autor. Para darle más suspenso, los textos se enviarían a una casilla de email determinada. Se anunció también un premio estímulo que consistía en un viaje a convenir para dos personas para lo que necesitaban un adjunto con los datos completos en caso de resultar ser un ganador. Tenían dos días para entregar los trabajos. ¡Bomba! Era una carrera contra el tiempo.
Varios miembros pidieron permiso en sus trabajos, otros rompieron compromisos importantes y algunos hasta faltaron a citas impostergables. La adrenalina fluía y los trabajos comenzaron a llenar la casilla de email. Cuando transcurrió el tiempo establecido, la página colocó un anuncio agradeciendo la colaboración de todos y comunicó que en tres días iban a tener importantes noticias.
Los participantes guardaron un celoso silencio, la página no colocaba ningún texto ni adelantos acerca del certamen. Solo había un reloj con una cuenta regresiva. El tercer día tenía a todos los miembros pegados a la pantalla, la ansiedad ya era moneda corriente en los hogares de los novatos escritores, sus familiares estaban tan ansiosos como ellos y faltando diez minutos para el anuncio, la página desapareció. Se abalanzaron sobre los teclados los escritores para reestablecer la conexión, pero no hubo caso. Algunos miembros se mensajearon por otros medios sin éxito. Uno de los jóvenes escritores estaba bastante perturbado con el modem de la computadora cuando llamaron a su puerta, la policía venía a buscarlo. Acababan de asesinar al presidente y tenían una confesión suya circulando en la red.
JACINTO FERNÁNDEZ LOMBARDO
La Vero, la Merche y la Candela coincidieron esa mañana de sábado en la nueva peluquería de doña Fina, que acababa de reconvertirse en un salón de «esthéticien» con un nombre en francés que tenía distintas maneras de pronunciarse, según quien lo hiciera. En toda la comarca había un sitio como aquel. Desde que doña Fina hizo el curso por correspondencia y el teniente alcalde se había encaprichado con ella, el pueblo había ganado, sin duda, en modernidad; ahora se ofrecía a la vecindad un abanico amplio de tratamientos faciales, corporales, masajes y envolturas, además de los clásicos de manicura, pedicura y alta peluquería. La hija del barbero, doña Fina, alcanzaría el éxito con su innovador negocio.
La Vero, la Merche y la Candela, con el vale de descuento en la mano, que habían ganado la noche antes cuando fueron seleccionadas como finalistas de la primera edición del concurso «Miss Fémina 2022», no estaban muy conformes de compartir espacio con las otras contrincantes, pues seguro que se desvelarían secretos para potenciar su natural belleza que las demás no deberían conocer. Doña Fina, que era una mujer con experiencia y muy resolutiva, colocó rápidamente tres biombos chinos y subió el volumen de los 40 principales en la radio, de esta manera nadie vería ni escucharía nada que no debiera.
La cuñada de doña Fina, que había acudido como refuerzo para tan importante evento, se puso como loca a lavar cabezas y hacer depilaciones a demanda. De los tratamientos profesionales, ya se encargaba la profesional, la que nombraba el título de esteticista enmarcado y situado estratégicamente en el centro del escaparate.
Tres horas más tarde, entre una nube de laca, comenzaron a salir las candidatas de una en una, a intervalos de cinco minutos. Todas ellas con una bolsa de asas en la cabeza, no solo porque estaba chispeando, sino porque de esa manera no desvelarían la sorpresa que esa noche lucirían ante el respetable público en el momento del fallo del jurado de tan importante certamen de belleza.
En la plaza del pueblo, a las diez en punto de la noche, el alcalde se subió al escenario multicolor de luces y se dirigió a la multitud abigarrada que, expectante, aguardaba a que salieran las guapísimas aspirantes y se anunciara el nombre de la ganadora.
—«Queridos conciudadanos, queridas conciudadanas» —dijo el alcalde con voz impostada y con la mano izquierda en alto pidiendo calma, mientras que con la otra se palpaba sus partes por el bolsillo del pantalón.
El pitido desafinado de los altavoces se confundía con los sonidos siseantes de las personas que mandaban callar a los que seguían murmurando.
—«He de deciros que hoy, este pueblo, nuestro ilustre pueblo de Cagarrón, vive un momento histórico que pasará a los anales…»
Y en algunos corrillos se preguntaban unos a otros que qué había dicho, que qué era eso de los anales. Algunos dijeron que les sonaba a culos. Otros aventuraron entonces que había ganado la Merche, que era la que lo tenía más gordo… otros muchos chistaron porque querían escuchar lo que decía.
—A partir de hoy —seguía hablando el alcalde con una mano metida en el bolsillo—, tendremos una «Miss Fémina» entre nosotros, y que nos representará en otros certámenes y concursos de belleza de la región. Por favor, que salgan ya las tres bellezas de este ilustre pueblo de Cagarrón: Verónica Plaza, Mercedes Fuente y Candelaaaa Calleeee.
Las tres muchachas salieron de detrás de las cortinas de raso pletóricas y sonrientes. La Vero se recolocaba las tetas, la Merche empezó a tirar besos a borbotones desde lo alto y la Candela se tapaba la boca con las dos manos de emoción.
Una tremenda ovación irrumpió en la plaza, mientras que el alcalde se sacaba la mano del bolsillo para agarrar por los hombros a cada una de las candidatas, mientras le estampaba un sonoro beso en cada mejilla.
Después se dirigió de nuevo al pie del micrófono donde aguardaba ya doña Fina, con un sobre en una bandeja de plata y una banda dorada colgada del brazo que lucía en grandes letras «Miss Fémina 2022, patrocinado por el Salon de beauté Joséphine».
—Y la ganadora del certamen-concurso de «Miss Fémina 2022, patrocinado por Salon de beauté Joséphine» es… —decía el alcalde intentando darle el suspense adecuado a sus palabras mientras abría el sobre, como había visto por la tele en la entrega de los Goya— Candelaaaa Calleee.
Y se fue corriendo hasta ella y le agarró la mano y la mantuvo en alto como un trofeo, a la vista de todos, mientras doña Fina se afanaba en colocarle bien la banda dorada para que se leyeran bien las letras.
Los silbidos de aceptación y los vítores se sucedían continuamente. «¡Viva la Candela», «¡Candela, toma candela!», «¡Vivaaaa!»…
La Vero y la Merche disimulaban mal las lágrimas que arrasaban sus ojos, y la Candela se acercó al filo del escenario para tocar las manos de su madre, hermanos y familiares que daban saltos de alegría. En ese agacharse y levantarse, se pisó el vestido sin querer y el escote palabra de honor se le bajó a la altura de la liga.
Y esa fue la foto que se publicó en todos los medios. La verbena popular duró toda la noche, amenizada con música y baile, y el recuerdo vívido de la Candela en pelotas.
El éxito de aquellas fiestas no fue solo el de la publicidad de doña Fina y su idea del certamen de belleza, sino que, durante meses en el pueblo, no se hablaba de otra cosa, y que, todos, tanto varones como jovencitas aspirantes, aguardaban con expectación el próximo concurso.
EFRAIN DÍAZ
Me matriculé en un concurso. Pero no un concurso cualquiera, sino el mejor concurso de redacción de cuentos del país.
El primer lugar recibirá cinco mil dólares y lo publicará la editorial mas prestigiosa del continente.
De seguro voy a ganar ese concurso. Aunque nunca he escrito nada, soy una persona muy versada, sabía usted?
Aunque no tengo instrucción formal ni estudios universitarios, soy un tipo muy leído y auto instruido. Soy autodidacta de vocación y de paso, barrendero de profesión.
Aunque por falta de fondos recurrentes no he viajado mucho, tengo mucha cultura, pues he leído casi todas las guías de viaje y me conozco las culturas de la mayoría de los países. Además aprovecho que estoy asignado como barrendero a un sector exclusivo de gente pudiente para practicar mi amplio y extenso vocabulario. Que no se llame a engaño, que a veces la gente rica no es tan culta nada. Se lo digo yo, que me codeo entre ellos aunque sea barriendo y limpiando sus calles.
Como ya les adelanté, nunca he escrito nada. Pero sé que mi cuento ganará el concurso, pues como les dije, soy un tipo muy leído. Muy leído. He leído a Borges. Si, Borges. El que merecía el Nobel de literatura y los imbéciles de la academia se lo negaron hasta la muerte. También he leído a Pérez Reverte, aunque a decir verdad, prefiero sus broncas en Twiter que sus novelas. Igualmente he leído a Javier Marías y aunque es un presumido y jactancioso, que buenas novelas escribe el muy desgraciado. Ese es el estilo al que este humilde pero cultísimo y docto barrendero aspira. El estilo de Javier Marías. Haber leído toda su obra me ha sentado las bases para escribir.
Y por cierto, que clase de cuento escribí para el concurso. Me tomó nada más y nada menos que dos semanas escribirlo. Tuve que tomar vacaciones de mi trabajo. Pero ni se crea que fueron vacaciones. Fueron catorce arduas horas diarias de trabajo por dos semanas para redactar el cuento ganador. Estaba orgulloso de mi cuento. Era un cuento magnífico y así lo presenté en el concurso.
Ya en el concurso, todo el mundo me miraba. Reconocí a varios escritores. Nadie me reconoció a mi. Por supuesto, pues nunca había escrito nada. Pero cuando gane, todo el mundo sabrá quién era yo y seré respetado y reverenciado como la nueva revelación.
La editorial puede ir redactando el contrato con mi nombre, pues tengo unos manuscritos que serán la sensación del año. Dejaré de ser barrendero para ser escritor a tiempo completo. Mis obras encabezarán la lista de ventas, pues nadie escribirá como yo. Lo leído preparó el terreno. Como les dije. Tengo el estilo de Javier Marías, algo mejorado.
Ya se lo que está pensando, mi querido lector. Que como nunca he publicado nada, debería tomármelo con mas calma. Que estos menesteres toman tiempo y dedicación. Pero no. Tengo talento innato. Soy un diamante sin pulir, o mas bien, a medio pulir, pues no olvide que soy autodidacta y culto por voluntad y mérito propio.
Tenían que ver las expresiones faciales de los jueces cuando tomaron mi cuento. Se veían impresionados. Anonadados. Sus muecas lo denotaban.
Ya celebraba mi triunfo. Copa y cheque en mano y la prensa tras de mi para una exclusiva. Sería mi momento de gloria. Un sólido comienzo.
Total, que leyeron los cuentos en voz alta y el mio ni fue aplaudido ni abucheado. La gente no lo entendió. Pues ni modo, no puedo pretender que el público inculto e ignorante esté a mi altura y anchura. Lo que realmente importa es la votación de los jueces. Esos son los que cuentan.
Al salir la votación quedé estupefacto, para que vea que yo si tengo vocabulario y que por ser barrendero no soy ningún pelele.
Ni primero, ni segundo ni tercero. Ni una sola mención. Nada. Me fui en blanco.
Bueno, que luego oí rumores de que los jueces eran novatos y qué podemos esperar de los novatos si no novatadas?
Pero que se preparen para el próximo concurso. Yo soy de los que no se da por vencido tan fácilmente y vendré con una obra maestra de cuento. Este, a pesar de que es muy bueno, lo escribí a última hora y de seguro eso influyó en el estilo. Pero de seguro, el próximo será el cuento ganador.
Y aquí lo dejo. Aquí termino para no aburrirlo con tanta verborrea, querido lector.
ROBERTO MORENO CALVO
– ¿Concusa para jugar o concursa para ganar?
– Disculpe señorita, ¿Qué clase de pregunta es esa? Usted aún no se ha ganado la confianza suficiente para que yo le responda.
– Oh, le ruego me excuse. Sólo hago mi trabajo.
– Ese es el problema de estos tiempos, que el trabajo anula a las personas. Estese atenta.
– Lo estoy, se lo aseguro. De todos modos, no comprendo tanta impertinencia, caballero.
– ¿Ahora me llama impertinente? Le recuerdo que quién hizo la pregunta fue usted. Pero ¿qué le he hecho? ¿Es que no me cree capaz de ganar?
– Señor Gerfley, considero que no debería de seguir por esos derroteros. ¿Qué le parece si me paga ya la entrada y toma asiento? La partida ya está a punto de comenzar.
GABRIELA INÉS COLACCINI
He aquí la mitad del trofeo…
Patético «Concurso Ciudadano Libre» nacido de mentes dementes, corazo
nes des-corazonados irrigados por sangre de dudosas plaquetas… El minúsculo jurado de dedos pulgar
es gordos de poder decide que SÍ
o que no-SI porque SÍ. Las reglas
aplican a los concursantes
según sea el color que
porta, la urgencia
que lo
deses
pera y
la filiación
política que lo
secuestra infame.
La otra mitad del trofeo…
Será dibujada, escrita, grabada por
quienes acepten las bases por ne
cesidad, acoso o vaya uno a saber
por qué razones………………………….
………………………………………………….
………………………………………………….
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……………
……….
………
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…………..
NEUS SINTES
El jurado había preparado una pregunta que sería el remate final. tres preguntas a cada una de ellas; en esa pregunta estaba la que se ganaría el puesto a Miss.
El concurso llegaba a su fin. El suspense podía percibir en el ambiente, oyéndose pequeños susurros de la gente, impacientes por saber cual de las tres sería la ganadora. En sus rostros se veía la tensión acumulada, como si estuvieran aguantando la respiración o les faltara el aire.
Samanta, Claudia y Nadia eran las tres finalistas. Solo una sería la ganadora a Miss. Las tres se encontraban en medio del escenario, sonriendo al público y a sus admiradores desde las cámaras.
Samanta y Claudia gozaban de un status social de nivel alto. Nacidas ambas en familias de alta cuna, nunca le faltó de nada. Samanta era la típica niña consentida, de padres unidos por un solo fin; el dinero. Se había presentado a Miss, sabiendo a ciencia cierta que sería la ganadora. Llevaba un sin fn de operaciones para ser la más hermosa. Desde aumento de pechos, labios más carnoso y algunos otros retoques que se había realizado con el tiempo.
En cambio Claudia vivía con su madre. Su padre falleció en circunstancias desconocidas, aunque la verdad estaba reflejada en la mirada de su madre, quien años atrás fue la culpable de su muerte. De esta forma madre e hija pudieron gozar de todos los bienes que el padre de Claudia les dejó a ambas. Ambas gozaban de la vida, como si ésta les perteneciera. Lo tenía todo y deseaban ser las mejores en todo. Para Claudia la palabra «perder» ni «derrota» no existía en su vocabulario. Había tenido en su madre a una gran maestra.
Y la tercera finalista era Nadia. Venía de una familia donde se habían tenido que ganar ellos la vida. Nadie les regalo nada y lo que tenían era el sustento del trabajo realizado. Venida de una familia humilde, se había presentado por que sus padres no dejaban de insistir en que fuera. Sabían que su hija era hermosa y que tenía posibilidades de ganar. Ahorraron un dinero e hicieron que pudiera asistir. Nadia, les debía mucho. Antes de marchar su padre le dijo unas palabras que le marcaron e hicieron reflexionar: Sé tú misma. No cambies.
Los focos se centraron en las tres finalistas aclamadas por el público. El jurado seleccionado era uno de los mejores, compuesto por Daniel, Tanya y Santiago.
__Para finalizar tenemos una pregunta que haceros a cada una de las tres. __dijo Tanya a las tres finalistas mirando sus rostros de sorpresa, sobre todo Samanta y Claudia eran las que más se sobresaltaron. Nadia permaneció en su lugar, serena y tranquila. Se sorprendió más por la reacción de sus dos compañeras que por la pregunta que les tenía que formular el jurado.
__¡Calma, calma! __exclamó Daniel, intentando suavizar el ambiente.
Cuando se hizo el silencio, Santiago fue quien formuló las preguntas.
__Samanta ¿Qué opinas de las relaciones amorosas?
Es muy sencillo, cada uno puede estar con quien desee, sobre todo teniendo belleza y dinero se puede conseguir lo que uno desee.
__Claudia ¿Cómo o que es lo que impulsó apuntarte a Miss?
__Muy fácil, soy bella, y tengo recursos para poder hacerme todas las operaciones que quiera para ser la mas hermosa y poder convertirme en la Miss que sé que vosotros queráis que sea.
__Nadia ¿Qué cualidades tiene que tener una Miss?
Una Miss, debe ser natural, ser uno misma. Tener la autosuficiencia de poder gozar de una belleza, sin necesidad de ser operada. porque eso a mi parecer, no es natural. Además, tengo que decir que la belleza no solo se encuentra en nuestra cara o en nuestro cuerpo, sino que la belleza verdadera se encuentra en el interior. Si una persona es bella por dentro lo será por fuera. Si es natural, será uno misma, con opiniones propias y con una mente clara y lista.
__Bueno, bueno. Sabias palabras de nuestras tres finalistas. El jurado no dejaba de observar a Nadia. Se encontraban en la decisión final.
El silencio se percibió en el ambiente. El jurado se miró a los ojos. Las palabras de Nadia habían calado hondo. Veían a una Miss que no solo poseía belleza por fuera sino por dentro, se la veía trabajadora y lista. Y la naturalidad le hacía diferente a las demás. Cualidades que pocas veces habían podido encontrar en una Miss.
__Muy bien, dijo Tanya. Tenemos a la finalista de este año. Su nombre es: Nadia
Claudia y Samanta se deshicieron en lágrimas y maldiciendo a Nadia. Los de seguridad tuvieron que actuar alejándolas del plató.
Nadia a su vez, agradeció a todos los presentes y en especial a su familia, por confiar en ella. Nadia fue una gran Miss, que se dedicó no solo a la belleza, sino a seguir siendo ella misma. Siguió trabajando y nunca dejó de ser ella misma, como bien, le dijo su padre en su día. Esas palabras aún en su mente seguían clavadas. Sé tú misma. No cambies nunca.
JUAN JOSÉ SERRANO PICADIZO
«Blanco y negro»
Hay quien dice que la vida a veces es blanca y otras veces es negra. Tengo entendido o aprendido, que no es ninguna ni la otra, si no, una mezcla de las dos. También existe la posibilidad de ser por siempre negro, al igual que puedes ser por siempre blanco. Nunca es blanco hoy y negro mañana. Si tu vida mañana es negra, no es que ayer eras blanco, eso solo fue un resquicio de tu negra vida con la suerte de que en unas horas, o momento de ella fue blanca. Si por lo contrario es blanca y mañana se tuercen las cosas, solo tuvistes un día de mala suerte, pero seguro sabes como convertir todo a blanco de nuevo.
En esta historia, existen dos individuos con los nombres Blanco, y Negro. Blanco siempre vivía feliz, sin embargo Negro, tenía mucha mala suerte y ya estaba acostumbrado.
El día que Blanco entró en la vida de Negro, todo comenzó a cambiar. Negro empezó a creer en que no todos los días eran negros y podía tener suerte por momentos. En cuanto a Blanco, no todo era de color de rosas cuando conoció a Negro. Todo comenzó a cambiar, y su suerte, se escapaba de sus manos en un abrir y cerrar de ojos.
Blanco, sospechaba que su nueva mala suerte era culpa de Negro, pero su ego y confianza en su suerte, le hizo cambiar de parecer. Negro, por otra parte, si creyó firmemente en que Blanco era un preciado amuleto que le traía buena suerte mientras estaba junto a él.
Un día Negro encontró a Blanco mientras cruzaba por un paso de peatones. Lo saludó enseguida y Blanco con el despiste, descuido a un auto que venía a toda velocidad por su derecha. El coche, se fugó dejando el cadáver de Blanco todo esparcido por la calzada, y un reguero de sangre que asombro a todos los transeúntes que pasaban por el lugar. Negro quedó en shock y totalmente petrificado con lo ocurrido, cuando unas pesas de gran tamaño de una grúa cercana, se desplomaron al vacío cayendo por mala suerte sobre él. Los dos amigos murieron en el impacto encontrándose en un plano astral diferente. Estaban en un mundo fantasmal paralelo y todo estaba cambiado y vacío.
Blanco acudió en ayuda de Negro cuando este todavía no despertaba del shock. Negro, aún más confuso y asustado por lo que estaba sucediendo, comenzó a gritar y volverse loco. Blanco trataba de calmar a Negro, que poco a poco volvía a la normalidad. Trató de limpiar sus ojos frotando sus párpados y sacudiendo varias veces su cabeza creyendo que estaba soñando. En ese momento, Blanco le discriminó que todo había sido por su culpa y su asquerosa mala suerte. Negro trato de defenderse y pidió varias veces disculpas a su amigo, pero ya nada tenía sentido y todo había acabado para ellos.
Blanco dejó tirado a Negro y caminó durante un tiempo hasta encontrar una escalera que no tenía fin y terminaba en el cielo. Negro encontró la misma escalera y sin esperar a Blanco, se propuso llegar hasta el final. Blanco subía tras de él y no paraba de mascullar una y otra vez haber dejado que todo esto pasara. Negro llegó hasta la mitad, y encontró a un perro enorme con tres cabezas y tres puertas que custodiaba a su espalda. Blanco llegó un poco después, y encontró a Negro sentado en el centro de aquella sala. Se acercó a preguntar, pero Negro parecía no escucharle y decidió hablar con el perro. El can gruño y con una voz gutural, le habló con su tercera cabeza.
—Tienes tres preguntas y solo puedes dar una respuesta, según la que aciertes se abrirá una de las puertas. Si entras por la blanca, te llevará hasta el final de la escalera, pasando la gris tendrás una segunda oportunidad, pero si entras por la negra, te quedarás por siempre en el infierno.
Blanco, se sentó junto a Negro y le pidió que este fuese el primero en contestar. La idea era que negro pasara por una de las puertas y no interviniera en su decisión, por si acaso. Negro aceptó y se acercó al perro para dar su respuesta.
—Tengo la solución a la segunda pregunta.
Negro contestó y el can abrió la segunda puerta. Blanco esperó y se levantó del suelo una vez que Negro pasó por la puerta.
—Tengo la solución a la primera pregunta.
El perro gruño y acercó sus fauces a Blanco gritando en su cara que había fallado.
—Te quedan dos respuestas.
Blanco muy nervioso y asustado, pensó por un momento la respuesta a la segunda pregunta.
—Tengo la respuesta a la segunda pregunta.
El can volvió a gruñir y golpeó con su enorme cola a Blanco. Dando un fuerte golpe con una de sus patas en el suelo, gritó de nuevo que había fallado. Blanco ya no tenía ninguna oportunidad, y solo quedaba una pregunta con una respuesta para la puerta negra. En ese momento apareció Negro y pidiendo otra oportunidad, eligió que Blanco también entrara por la misma puerta que el.
—Tienes suerte de tener un buen amigo que puede salvarte de ir al infierno, pero si no acierta, los dos irán juntos.
Negro escuchó sus tres preguntas y se sentó a pensar. Blanco muy nervioso no paraba de decirle miles de respuestas. Negro se levantó con mucha tensión y limpió el sudor de la frente.
—Creo tener la respuesta a la primera pregunta.
El perro, tras escuchar la respuesta, se acercó a Blanco y lo miró fijamente a los ojos.
—Me hubiera gustado ver como te quemabas en el infierno, pero tu amigo ha acertado la pregunta.
Blanco dejó escapar una lagrima de sus ojos y abrazo a Negro con fuerza. Negro agarró la mano de Blanco y juntos cruzaron la puerta hasta el cielo. Allí, al final del todo, esperaba sentado en una silla un hombre mayor. El anciano se levantó con pesadez y formuló varias preguntas.
—Sólo tengo una llave para entrar al cielo y uno de ustedes tendrá que volver abajo. Haré una pregunta diferente a cada uno, si aciertan, podrá entrar uno, pero si falla uno de los dos, tendrá que volver a subir desde el principio.
Negro y Blanco, pensaron por un buen rato la respuesta y cuando creían tener la solución, decidieron por suertes quien sería el primero en responder. Como la suerte estaba del lado de Negro, fue el primero en responder.
—Tengo la respuesta.
El anciano quedó un momento pensativo y se acercó hasta Negro.
—Has acertado.
Blanco, después de un rato calculando su respuesta se acercó al anciano.
—Tengo la respuesta.
El viejo lo miraba de arriba a abajo y con cara de sorprendido.
—No me lo esperaba, pero también has acertado. Claro, que como dije al principio, solo uno puede entrar al cielo.
Negro mirando a su amigo, se acercó bastante apesadumbrado al anciano y susurrando a su oído, le pidió que Blanco fuese el afortunado.
—Muy interesante, pero no, tienen que fallar una pregunta uno de los dos, aunque… tengo una forma de que puedan pasar los dos. Tienen que unir sus almas en uno con este objeto.
Negro extendió sus manos y recogió unas tijeras enormes. Blanco lo miró muy nervioso y se negó rotundamente. Negro sin pensarlo dos veces corto su cuerpo por la mitad y entregó las tijeras a Blanco. Después de un buen rato de tensión, Blanco terminó por cortar su cuerpo por la mitad y la unió con la de negro. Cuándo cortaron las dos mitades, volvieron a ser dos, pero esta vez eran dos blancos y negros.
—¿Cuál de ustedes pasará por la puerta ahora? Solo puede pasar uno y el otro tendrá que volver al principio.
Negro y blanco, abrazó a su otra mitad y se despidieron de ellos, entrando por fin en el cielo. A la otra mitad, los acompañó el anciano hasta una ventana por donde deberían bajar hasta el principio de la escalera. Allí, volvieron a subir juntos ahora como una sola persona hasta el cielo. Después de una semana de espera, Blanco y negro, esperaban en el cielo la llegada de su mitad, pero esta nunca llegó. Entonces por siempre quedaron siendo uno para el otro y nunca mas dudaron de su suerte.
MARÍA JESÚS GARNICA PARDO
Durante la primavera, en mayo, se celebra el concurso de rosas.
Durante un mes se visita los jardines, las jóvenes con sus mejores galas se pasean para ser vistas. Los corrillos de chismes son habituales. Casi siempre se sabe quién ganará.
Este año está reñido, el jurado, compuesto por cinco expertas, no acaba de decidir.
Hay un jardín con unas rosas expetaculares.
Según la hora se ven de un color diferente.
Pero hay unas rosas qué deberían ganar porque su dueña es una señora qué aporta mucho al concurso.
Después de pensarlo mucho el jurado dio por ganadora al la rosa de otro jardín.
Ni una, ni otra.
La vida no está para complicarse, pensaron las señoras del jurado.
Así son los concursos, injustos para casi todo el mundo, menos para el ganador.
LOLI BELBEL
¿De dónde sales tú? ¿Quién eres?
Llegaste por mar, un mar que cobijaba siempre mis veranos. Tu lancha besó la arena y tus pies hundieron un trocito de mi playa. Con una calma parsimoniosa, rozando la insolencia, anduviste por la arena hasta encontrar una tumbona donde poner tu toalla. Yo estaba casualmente dos tumbonas más allá. Todo el mundo te miraba. Eras bella, esbelta, elegante… Y lo sabías. Tu porte, tu seguridad demostraban que tú eras el centro de este rincón. No sé cómo fue, pero tus ojos se clavaron en mí. Durante unos segundos que me parecieron eternos, sufrí una hipnosis inconsciente.
Yo era una estudiante de cuarto curso de carrera. Venía de viaje a esta isla con Eli, una amiga, compañera de universidad, y fue justamente ella la que me llevó a mirarte dándome un codazo. -!mira que tía!
Tendría entre 35 y 37 años, pero era perfecta. Todo el mundo la miraba. Era el foco de atención. No tenía rival. Sinceramente, mi amiga y yo la veíamos atractiva y espléndida.
No me volvió a mirar pero ella se sentía observada por todos.
Le dije a Eli que me iba a bañar.
Me quedè un rato en la orilla cuando noté una presencia a mi lado. Era ella.
Sus pies jugaban con las olas que llegaban a la orila.
Yo dudé un momento si mirarla o no. Opté por lo segundo.. Me metí en el agua y nadé un rato. De lejos la vi todavía en la orilla. Casi me daba apuro salir y encontrarme con ella. Lo hice y ella me sonrió y se volvió a la tumbona diez segundos después de mí. Se sentó con un cuidado exquisito, sacó un espejo de su bolsa y se puso crema solar en la cara casi como una reina. Con una sensualidad que transmitió a todos los mortales que se embobaban con ella. Nos embobábamos. Eli y yo pareciera estar viendo una película…
Por sus rasgos y su tipo, seguramente era extranjera; Sueca, alemana, no sé. Con Eli, mi compi, queríamos adivinar su nacionalidad, pero, ¿cómo? No hablaba con nadie.
Al rato, llegó un señor de unos 40.años, se acercó a su tumbona., le dio dos besos en las mejillas y se puso de cuclillas apoyàndose de lado el brazo de la tumbona, y se dijeron casi susurrando cuatro palabras. El tipo se levantó. Le hizo un signo de adiós y se marchó.
Este personaje tenía un físico vulgar. No destacaba ni siquiera por su porte. Vamos, más bien normal.
Mi compi y yo empezamos a elucubrar, ¡cómo no…! Que si era su marido, su novio, un amante o simplemente un amigo.
Sobre la 13h ella dejó la playa, no sin antes vestirse con una tranquilidad hiriente, recogiendo sus cosas con la misma parsimonia de siempre. Nos miró, sonrió y nosotras igual.
Al día siguiente volvimos a ocupar nuestras tumbonas y tomamos un poco el sol. No habían pasado ni diez minutos cuando la vimos llegar con pasos seguros, sonriente y ocupó su tumbona. Empieza la ceremonia hasta que se sentó doblando, las piernas ya embadurnadas de crema solar. Esta vez excediéndose en los masajes propios de la extensión milimetrada de la crema en su piel.
Todo transcurrió igual que el primer día. Las cabezas que allí estaban tenían una única dirección, ella, ya fueran hombres o mujeres, todos disciplinados, como en un desfile militar….Yo casi pensé que no era real, y tan cerca de nosotras. Todas habíamos visto mujeres guapas, artistas, las que más. Cantantes, etc. Pero ella rebasaba los límites de la perfección. ¿Quién era, Dios? ¿Qué hacía allí entre nosotros los mortales?
¿Querría algo de Eli, de mí? ¿De alguien más? No nos conocía de nada y no paraba de mirarnos.
Yo, ya un poco mosqueada, y con la misma insolencia que ella, me la quedé mirando profundamente a sus ojos, que poco después y algo tensa, ella retiró. Eli me dijo: ¿»te has pasado un pelín, no?». A lo que yo respondí sonriente, «eso es lo que quiere, que la miremos todos…, pues ya está bien mirada». Pasaron tres, cuatro días, en la misma tónica, y seguía mirándome desafiante, hasta que me levanté y con todo la altivez e insolencia de las que fui capaz, pasé delante de ella y casi rozando su hamaca la miré de lado, ella volvió la cabeza hacia mí y sus ojos acaramelados quisieron ser míos para siempre. ¡De eso nada! -me dije. Y seguí orgullosa mi caminito hacia la orilla. Me metí en el agua nadando tanto como pude…, pero cuál fue mi sorpresa que al descansar de dar brazadas, me la topé casi hombro con hombro. ¿Qué hago, Dios?, ¿Qué digo? «¿Sorry?». Bueno, lo diré y tan amigas…
No me respondió. Me sonrió, hizo un rato el muerto y braceó conmigo hasta la orilla. Aceleró el paso hacia la tumbona porque el misterioso acompañante estaba presumiblemente esperándola. Se dijeron tres palabras y él la saludó como siempre y se marchó. La única diferencia es que él llevaba una cerveza en la mano izquierda.
Seguía todo igual, espejo, cremas y más de medio chiringuito pendiente de ella.
Al día siguiente no la vimos. Y creo que todo el mundo la echó de menos. ¿Tú, Eli, el rubio, la señora de al lado de ella, el baboso de al lado de nosotras, yo? Y un largo etcétera…
¿Por qué? -me preguntaba.
1.- ¿Seducción?
2.- ¿Diferencia?
3.- ¿Distracción?
4.- ¿Poder?
5.- ¿Contemplación de la belleza?
– ¿Y bien? – preguntó en voz alta su acompañante de la playa desde el fondo de la sala, donde nos encontrábamos casi todos los clientes del hotel y chiringuito.
Cuando fue mi turno de palabra dije yo escogí esas cinco posibilidades de preguntas. Y me quedé con esta última: la contemplación…
– Muy bien, señorita, la ganadora es Vd. porque ella sin conocerla coincidió en todo con Vd. La elegimos para atraer a la gente hacia ella y viceversa.
Ya sabían ustedes que habría muchas pruebas ciegas. Entre ellas, ésta.
El premio lo recogerá de la mano de ella.
(Un miedo escénico se apoderó de mí…)
Y todo por contestar un maldito cuestionario de diferentes pruebas en un juego propuesto por el hotel.
A mis 22 años sentí miedo por vez primera de una mujer.
MIGUEL TERCERO SAÚCO
CONCURSO OPOSICIÓN
Mi supervivencia dependía de los escasos jornales de mi padre y de mis hermanos, y de algunos duros que podía sacar en trabajos ocasionales, en el Mercado de Legazpi y poniendo inyecciones, por lo que aquella oposición a Practicante de la Beneficencia Municipal se me presentó como una tabla de salvación. Tenía tiempo para estudiar y muchísima práctica sanitaria, que había hecho en el dispensario del cuartel.
La primera dificultad fueron los nueve duros que había que desembolsar para el pago de los derechos de examen y pólizas varias, que tuvieron que salir de las colectas y estrecheces de todos los de la familia. Más difícil, aún, se presentaba el conseguir el certificado de Adhesión al Glorioso Movimiento Nacional, que era uno de los primeros requisitos que se pedían en la convocatoria. El cónclave familiar encontró como única solución a este problema, pedir a mi hermana que engatusara a un tío con buenos contactos en el Ministerio que le había tirado los tejos, provocando el grito de disgusto de ella y los gimoteos lastimeros de mi madre, que pensaba que no saldría intacta de la gestión encomendada.
Pero se las apañó bien, porque a los dos días me dijo que podía ir a recogerlo. Para ahorrarme los céntimos del tranvía me fui andando hasta la sede, llena de banderas. Después de dar unas cuentas vueltas por despachos de gente vestida de azul, bien peinada y victoriosa, tecleando algunos en máquinas de escribir, encontré el departamento de mi certificado y una secretaria lo sacó de una carpeta y me lo puso delante de los ojos.
―Está hecho, pero el camarada jefe no lo ha firmado y hoy no está ni se le espera ―me espetó. Vuelva el miércoles o el viernes.
No fue la única vez que tuve que ir. Menos mal, que siempre llevaba conmigo mi cartera con mis cuadernos rellenos de mis pinitos literarios y los temas de la oposición y pude aprovechar los tiempos de desplazamiento y de esperas en las antesalas, para estudiar o escribir.
El último día la secretaria del jefe, arremangada, altanera, con muchos humos seguía con las mismas.
―Pero es que mañana termina el plazo para presentar los documentos ―le dije, con lágrimas en los ojos, encogido y vencido.
Algo la tuvo que complacer o conmover mi sumisión, porque me dio el papel y me dijo que el jefe estaría presidiendo por la noche un acto benéfico en la Casa de la Cultura y que intentara que me lo firmase allí, y me hizo un gesto como que ella se lavaba las manos en el asunto.
Por la noche fui y para entrar al acto había que pagar 15 pesetas o tener invitación. Menos mal que el portero era buena persona y me permitió estar con él, por si el jefe se dejaba caer por allí. Pasadas dos horas me hizo un gesto con la mano y miró para otro lado. Entré con mi certificado haciendo de subordinado fiel y el jefe, sentado en un lugar preeminente, sin mirar ni a mí ni al papel, lo firmó y salí corriendo, enseñándoselo como un trofeo al bueno del portero.
El examen fue en una sala amplia del Ayuntamiento con amplios ventanales, con vidrieras. Mi actuación ante el tribunal provocó algún murmullo de admiración, contenido, de mis familiares. Al salir, me abrazaron con fuerza y me decían alborozados que había sido el mejor de todos y que sería el número uno. Fue un momento de alegría.
A los pocos días salieron los resultados. Yo hacía el número nueve después de los ocho que habían conseguido las plazas ofertadas. Me fui, con el rabo entre las piernas a mi casa.
JULIO SQUIRE
La ruleta de la muerte
‒¡Señoras, señores y niños! ¡Sean todos bienvenidos a…!
‒¡La ruleta de la muerte!
La introducción del presentador fue respondida con entusiasmo atronador por parte de un público que conocía de sobras el guion. El engalanado conductor del programa lucía una sonrisa más propia de una calavera, que ocupaba la mitad de un rostro que parecía de cera. Tras él apareció su neumática compañera, con gesto idéntico sobre un cuerpo mucho menos cubierto. Si hubiera quedado algún músculo con motricidad en la cara de él probablemente habría sido posible cazarle echando alguna mirada furtiva al escote por el que asomaban los enormes globos de silicona de ella.
‒¡Hoy tenemos con nosotros a Laura, de Cuenca, y a Tomás, de Cádiz! ‒dijo la mujer, dirigiéndose a los dos concursantes.‒ ¡Un fuerte aplauso para los dos! ¿Quién de ellos se alzará con la victoria en…?
‒¡La ruleta de la muerte! ‒gritó de nuevo el público a coro. Hoy había más niños que de costumbre, pues habían recibido la visita escolar de varios grupos de primaria de un colegio de Toledo.
‒Como siempre ‒siguió el presentador‒, tenemos a nuestros dos condenados del día. ¡Recibamos con un fuerte abucheo a Osama y a Julian, los enemigos de la libertad de hoy!
Se abrió una puerta en un foso situado bajo la ruleta, y un guardia con la complexión de un ropero de tres puertas, vestido con bata y casco, condujo a empellones a dos presos engrilletados. Vestían uniforme naranja, y cada uno de ellos llevaba puesta una careta de goma: uno de Bin Laden, y otro de Julian Assange. El primero era claramente más alto y atlético que el segundo. Ahora el público estalló en una algarabía ensordecedora de abucheos. Un cartel luminoso se encendió en alguna parte, fuera de cámara, y la fruta podrida empezó a golpearles. Algunos trozos hicieron blanco en el guardia, que miraba al respetable con expresión de pocos amigos. Para algunos intentar darle era parte del juego.
‒Laura, tú empiezas. ¿Con quién te quedas?
‒Hummm me quedaré con Osama.
‒¡Perfecto! Entonces Julian para ti, Tomás. ¡Demos comienzo a…!
‒¡La ruleta de la muerte!
La hora siguiente consistió en un concurso de preguntas, respuestas y apuestas. Lanzando la ruleta, se proponían una serie de preguntas a los concursantes, principalmente de cultura general. Cada respuesta acertada por un concursante le reportaba una cantidad de dinero, que luego podían apostar en diferentes juegos competitivos de habilidad que debían llevar a cabo los condenados. Bin Laden resultó estar en mucha mejor forma que Julian Assange. Este último se movía con la parsimonia y precaución propias de una mujer de edad ya avanzada que temiera romperse un hueso. Tuvieron que saltar a la comba, pasar bajo alambres de espino electrificados, recibir el ataque de perros entrenados, extraer una serie de objetos de un nido de hormigas de fuego con las manos desnudas, entre varios divertidos juegos más. Cada caída, cada herida, cada padecimiento, eran recibidos por fuertes risas y aplausos por parte del público. Los niños eran los más entusiastas.
Laura llegó a la última ronda con una gran ventaja de puntos sobre Tomás. En el foso, Osama parecía aún fresco, mientras que Julian descansaba despatarrado contra un muro. Su dificultosa respiración podía oírse por encima del clamor del público y el ruido del concurso. Sus brazos habían alcanzado un grosor y unas proporciones que hacían recordar a un Popeye pustuloso.
‒¡Bienvenidos a la gran final! ‒dijo el presentador. Una hora después, la sonrisa seguía exactamente igual, como si su cara también fuese una careta y no obra de la naturaleza y el bisturí ‒. Como siempre, consistirá en una ronda especial de doble o nada. O bien, Laura, puedes plantarte y pedir clemencia para tu condenado. ¿Qué vas a elegir?
‒Bueno, hemos venido a jugar, ¿no? ‒dijo Laura entre risas‒. ¡Vamos al doble o nada!
El público recibió su decisión con un vocerío incluso más fuerte.
Laura giró la ruleta con desgana, cansados sus brazos tras una hora de concurso.
‒Osama tendrá un… ¡machete! ‒dijo, alegre, la presentadora.
Luego hizo girar la ruleta Tomás, y la suerte determinó que Julian debía defenderse con un mondadientes. Los asistentes respondieron con grandes carcajadas.
El desenlace de la ronda final fue el esperado. Un Bin Laden salpicado de sangre hiperventilaba junto al cadáver mutilado de Assange. La careta de este último se había desplazado lo suficiente para poder entrever el rostro de la anciana que había debajo.
Los dos presentadores y los concursantes se reunieron junto al foso, aplaudiendo al vencedor. Tomás parecía contrariado, aunque intentaba lucir una sonrisa de compromiso.
‒¡Un fuerte aplauso para Laura, que se lleva un total de ochomil euros y un patinete eléctrico! ¡Y otro para Tomás, que se vuelve a casa con trescientos euros y el juego del programa! Y a todos ustedes, incluido Osama, les esperamos mañana, en el mismo canal, a la misma hora, para una nueva edición de…
‒¡La ruleta de la muerte!
GUILLERMO ARQUILLOS
Aquel concurso
Lo llevaron, contra su voluntad, a aquella especie de cruel concurso. Un extraño torneo donde el único premio posible era conservar la vida y en el que morían casi todos los que participaban.
—!Que tengas suerte!
Sus amigos le recordaron que tendría que luchar y arriesgar: para eso los habían preparado cada día, durante años.
—Tu única oportunidad es que seas más inteligente que tu enemigo —le dijeron.
Sin embargo, él no supo entender qué significaba eso de ser más inteligente que una persona.
El Negro era uno de los pocos que habían vuelto con vida de aquel concurso. Se habían hecho muy amigos. Él fue quien le dijo:
—Contarás con tu astucia y tu valor, por eso no será la suerte la que decida. Tú ya estás preparado. Sí, lo estás.
A la pareja le gustaba recorrer juntos el camino que bajaba desde la casa grande.
—Cuando yo fui no tenia tantos músculos como tú ni tanta fuerza: pero, aquí me ves, ahora vivo a cuerpo de rey.
—Sí, Negro, ya sé que todas te buscan.
—Por supuesto que me buscan —le decía con sorna—. Y yo les doy lo que quieren.
Ambos reían con malicia. Luego, en aquel sitio que había al final del camino, bebían juntos una y otra vez, hasta que no podían tragar más.
Él envidiaba a su compañero cuando alguna amiga se lo terminaba llevando porque le ponía ojos melosos.
—Imagínate —le dijo El Negro una tarde—. Es impresionante: nunca has visto tanta gente ni has oído tantas voces. Recuerdo que lo peor de todo, para mí, fue el calor. Sí. Era un calor asfixiante, ya te digo. Es que llegó un momento en que no podía ni respirar. Me agoté y sentí cómo se me agarrotaban los músculos.
—¿Es bonito, Negro?
—Es precioso, en serio. Verás a gente con trajes y vestidos elegantes, de todos los colores. Oirás sonidos que nunca has escuchado. Habrá música y sentirás olores agradables de los perfumes de las señoras. Entonces llegará tu momento.
—Negro, ¿me prometes una cosa?
El amigo bebió un poco más. No quería escuchar lo que iba a confesarle. Y, entonces, lo dijo:
—Tengo miedo. No se lo digas a los demás, por favor. Pero tengo mucho miedo.
Cuando se despidió de sus compañeros, sintió que su corazón se aceleraba y que se le secaba la boca, porque tenía el presentimiento de que nunca regresaría.
Entonces llegó aquel calor y empezó el concurso.
—No puedes venirte abajo. No te puedes dejar que te domine el miedo. Tu única oportunidad es ser más rápido y más fuerte que tus rivales. Si no luchas bien, morirás —le había dicho el Negro.
Aquella competición era muy peculiar. Él solo contaba con su cuerpo para enfrentarse no a un único enemigo, sino a varios. Uno de ellos era el que daba las órdenes y le pareció el jefe. Los demás deberían de ser sus ayudantes.
—¡Vete a por él, estúpido! ¡No lo dejes descansar! —decía el hombre.
Nunca creyó que pudiera pasar tanto calor. Casi no podía respirar y, poco después, comenzó el dolor.
Cada vez que se acercaba uno de los ayudantes lo hería más y más, casi siempre en la espalda. Si venía despacio: lo hería. Si venía corriendo: también lo hería. En su contra empleaban muchas armas extrañas, mientras que él solo podía utilizar su propia fuerza.
Al cabo del rato, iba perdiendo. Lo sabía porque oía a la gente gritar y porque estaba exhausto. Creía que ya no podía más. Sangraba en abundancia por sus numerosas heridas. Tanta sangre brotaba de su cuerpo, que le parecía que iba a morir cada vez que daba un paso. Tenía el corazón acelerado y los músculos cada vez más tensos. Sus ojos y su rostro estaban desdibujados en una mueca de dolor.
En ese momento, el jefe de sus enemigos empezó a enfrentarse cara a cara con él: era un rival contra otro, la mirada de aquel hombre contra la suya.
Sin embargo, era extraño porque parecía que ahora lo trataba con cariño y que se compadecía de sus heridas. A él le pareció incongruente.
Pasado un tiempo, el hombre se alejó unos minutos y después se volvió a acercar. Esta vez venía con un palo no muy largo. Se puso delante. Él se quedó quieto, mirando los extraños movimientos que hacía su oponente, mientras jugaba con algo de color rojo. Llamó su atención. Y decidió que debía atacar.
La espada del torero se clavó por su espalda y le atravesó el corazón. El toro se sintió morir. Entonces cabeceó contra su enemigo, lo hirió de una cornada y cayó sobre el albero, impregnando el aire con el olor de la muerte.
Aquel concurso sangriento terminó teniendo dos perdedores. Pudo ser un veintiocho de agosto y que el nombre del animal pasara a la historia para siempre: Islero. Porque quizá fuera el toro que mató a Manolete. O tal vez fuera otro, ¿quién sabe?
ALEXANDER QUINTERO PRIETO
Tom era un niño muy inteligente. Casi siempre ocupaba el primer lugar en su clase, y día a día se esforzaba en ser aún mejor de lo que era. Como pasaba tanto tiempo estudiando y preparándose para ocupar el primer puesto, no compartía mucho con otros en los descansos y era un niño de pocos amigos. Incluso pensaba que los demás eran muy tontos para jugar con él; mientras los demás jugaban futbol, a las escondidas, o policías y ladrones, el disfrutaba jugando a adivinar capitales de los diferentes estados del mundo, resolviendo sudokus o leyendo sobre dinosaurios.
En su casa tampoco compartía mucho con niños de su edad, ya que era hijo único. Cuando iban sus primos maternos a visitarle, que eran de su misma edad, rápidamente se aburría de jugar con ellos, pues también compartían diferentes intereses, y prefería jugar con sus tíos ajedrez, a quienes hacía rápidamente jaque-mate.
A veces, cuando su madre insinuaba sobre acerca de la idea de tener un hermanito, Tom le enumeraba rápidamente las desventajas de tomar esta decisión: que ya éramos muchos en el mundo y estaba quedándonos pequeño, que se agotaban los recursos.
También le explicó sobre el peligro de que naciera con deficiencias o algo como una enfermedad– ya que un primo suyo tenía dificultades escolares y no hablaba muy bien-, y él había investigado que los familiares cercanos tenían más riesgo de nacer con otro problema similar; y sobre todo le preocupaba que podían decaer sus notas, debido al estrés y la carga de tener un hermano pequeño a quien cuidar.
Aunque, en el fondo su primera razón era que, con solo pensar tener un hermano, sentía una enorme y extraña emoción que le era difícil entender, al igual que otras. Una mezcla entre tristeza, ansiedad y rabia, a la que los mayores llamaban celos.
En la segunda entrega de boletines del año escolar, sus padres fueron citados por los profesores, y como era de esperarse, Tom tuvo unas excelentes notas, pero a diferencia de anteriores ocasiones en esta ocupó extraordinariamente el segundo lugar. Y vaya que era algo extraordinario porque sus notas estaban muy por encima de los restantes cuarenta alumnos del grado cuarto B. Pero para sus padres esto fue decepcionante y tomaron la decisión de quitar sus fichas de memoria durante una semana completa y también estudiaron con él, tardes enteras para ocupar de nuevo el primer lugar.
Pero, aun así, Tom siguió ocupando de nuevo el segundo lugar, por lo cual sus padres se volvieron más restrictivos. Le ponían más castigos, no le permitían jugar con su atlas, con sus libros de dinosaurios, o con sus sudokus, y le exigían que estudiara muchas más horas en la semana. Esto empezó a ocasionar en Tom un molesto sentimiento de frustración, ya que por más que se esforzara nunca podría recuperar el primer lugar.
Además, empezó a ser más intolerante con otros niños, los cuales le parecían más tontos que antes, con sus ociosos juegos infantiles. Por otro lado, a pesar de que estos juegos le parecían bastante básicos y fáciles, el hecho de perder le generaba mucha rabia, y últimamente se propinaba pequeños pellizcos en su pierna y jalones de pelo, ya que se decía a si mismo que, no merecía más que esto por ser tan tonto para perder en un juego tan fácil.
Y para sumar, sentía mucho rencor hacía la pequeña verdugo, que había ocasionado todo este estrés escolar: la querida y preferida de los profesores, la monitora de varias materias y super-deportista Daniela, quien tras del hecho le parecía bastante bonita, aunque esto nunca se lo reconocería a nadie, ni a su mejor amigo Klaussen, quien a todas estas, solo existía en su imaginación.
Con Klaussen, pasaron largo rato en su cuarto, analizando el por qué Daniela siempre lograba ser mejor que él. Empezando sus padres no eran tan exigentes como los suyos, entonces seguro no pasaba largas horas estudiando como él. En la mañana observó que cuando se despedían de su hija, daban un fuerte abrazo, le deseaban que disfrutara con sus amigos, que aprendiera de ellos y sus profesores, le decían que era una hermosa niña llena de talentos y que recordara que lo importante no era cuanta nota alcanzaba en un examen, sino que tanto había logrado aprender y que tanto se había esforzado, pero sobre todo deseaban que fuera feliz.
Reían, recordando con Klaussen cuando contaron esto a mamá y ella les había dicho: – ¡esos son unos padres conformistas, el mejor es el que saca mejores notas, y esa niña va mejor que tú es porque estudia el doble que tú y no pierde el tiempo con dinosaurios! – Reían…, pero en el fondo escondían sus lágrimas de tristeza. Idearon un plan, y recordaron lo que decía su tío Julio, quien siempre perdía jugando al ajedrez, que si no puedes con tu enemigo únetele. Intentaron conocer un poco más a esta niña, copiar sus formas de estudio y la forma en que se comportaba.
Aunque al principio le pareció muy fácil, y concluyó que Daniela no tenía una gran inteligencia ni unas grandes estrategias para estudiar, poco a poco se fue haciendo más difícil, ya que las tácticas de la pequeña iban un poco más allá de memorizar conceptos y tener respuestas correctas en un examen.
Daniela se preocupaba por los demás, ayudaba a otros cuando lo necesitaban. Cuando sentía que algún compañero no entendía algo que hubieran explicado en clase, ella con mucha calma y amabilidad volvía a explicarlo y con esto memorizaba y entendía el tema desde la óptica no solo del que aprende sino desde el que enseña.
Ella también solía participar en diferentes eventos como el día del idioma, el día de la ciencia y había desarrollado unas excelentes habilidades para llegar acuerdos con otros alumnos, organizar el trabajo en equipo, y al estar en constante cambio de información con los profesores, estos le enseñaban otras cosas que no se alcanzaban a aprender en el salón de clase, pero sobre todo adquiría la confianza para dar su criterio y decirle al profesor cuando no estaba de acuerdo con este, algo que parecía escalofriante para Tom. Otro de los pasatiempos de la pequeña era vender sanduches y golosinas en los descansos, eso sí, a escondidas de los profesores, y practicaba todo lo aprendido en sus clases de aritmética.
En este camino de aprender los movimientos de su contrincante, descubrió más de lo que hubiera creído. Luego de desesperarse explicando a un compañero sobre suma de fraccionarios -al que casi, por cierto, le pega una cachetada-, sintió la satisfacción más allá de saber algo: el saber enseñarlo a otro y como se siente su agradecimiento. Aprendió que no solo los espacios de las clases son un espacio de aprendizaje, sino que podemos aprender en diferentes actividades, sobre todo las que nos permiten aprender a respetar y aceptar la opinión de otros. Reconoció que no solo las matemáticas se realizan en el papel, sino haciendo un simple mandado, así como todo conocimiento tiene un contexto de aplicación. Y lo más importante: si sonríes y no te las das de sabelotodo, te dan propina.
Concluyó que los profesores no son enciclopedias andantes de conocimiento y que la cercanía hacia estos, potencia nuestro aprendizaje.
Con todos los conocimientos aprendidos, imitando a Daniela en secreto…, para el cuarto periodo escolar los primeros puestos iban muy competidos. Tom y Daniela habían quedado empatados por lo que el profesor titular del curso ideó un concurso con participación de los padres de familia.
Las pruebas costaban de algunos problemas de razonamiento numérico resueltos por los niños, los cuales podrían recibir ayuda de los padres por medio de mímica, mas no podrían pronunciar palabra, algunos problemas de solución de situaciones en el ámbito escolar, y como hijos y padres llegaban a un acuerdo para evitar conflictos con otros. Otra prueba consistía, en idear un producto para ser comercializado y convencer a los compradores ganando quien alcanzara mayores ventas.
Tom recordó el malestar que sintió cuando empezó a realizar las actividades que realizaba Daniela, explicando a otros, participando con otros, vendiendo a otros, y se sintió contento porque por un momento empezó a disfrutar cuando veía las caras de alegría: porque entendían lo que antes no entendían, o por sentirse aceptados o respetados en su opinión, en algún evento científico o cultural. Y este sentimiento de satisfacción superaba cualquier idea de ser el mejor de la clase.
Sentimiento que difería de la frustración y el malestar que demostraban sus padres al ver que perdían poco a poco a medida que trascurría el concurso. Y aunque le dolía que sus padres delante de todos le reclamaran por su falta de esfuerzo y su mediocridad, en el fondo se sentía contento porque su pequeña maestra disfrutaba un poco más que él y ya no sería en adelante su rival.
Empezó a frecuentar con ella y descubrió que también le encantaban los dinosaurios, reconoció con su ayuda la lógica y el potencial de aprendizaje detrás de un juego simple y descubrió al profesor que llevaría dentro, por lo menos por los siguientes diez años, puesto que sí tendría un hermanito.
Sus padres por medio del resultado del juego y su retroalimentación, reconocieron, a medias, sus falencias en la crianza y en el estilo de aprendizaje de su hijo, y por amor decidieron llegar a acuerdos con el profesor para seguir algunas pautas en casa. Para todos, esta experiencia permitió que comprendieran que los concursos no solo están diseñados para ganar, sino también para aprender.
JOSÉ ARMANDO BARCELONA BONILLA
CUIDADO, QUE LOS CARGA EL DIABLO
La garita de vigilancia huele a linimento y desinfectante; en realidad, todo en el elitista complejo cultural y deportivo Campollano, participa de ese olor característico de los gimnasios caros, solo que aquí, en la zona social, se suda Versace, Paco Rabanne, Dior, Lacoste, Gucci o Dolce & Gabbana.
El trabajo de «segurata» en Campollano se paga mal, todo hay que decirlo, pero tampoco es exigente, el horario es bueno y a Paco –el chico de la extremeña, como lo conocen en el barrio–, le permite asistir a clases de enfermería por la mañana y, por la tarde, sacar algún que otro rato para ir preparando las materias del día siguiente, repasar apuntes o actualizarse leyendo revistas especializadas; al año que viene comenzará las prácticas, empieza en serio y quiere dar nivel. Con todo, a la noche, aún le quedan fuerzas para ayudar a su madre con el colmado, organizarle los estantes: almacenar la mercancía en la trastienda, ayudarla con las cuentas… siempre hay algo que hacer.
–¡Eh, tú, chaval, a lo que estamos! Deja de leer y mira a ver qué le pasa al chisme este, que no funciona.
El que llama la atención de Paco, con tan escasa elegancia, es Roberto Suárez Pacheco –«Betín» para los íntimos–, el chico pequeño de Antolín Suárez Bengoa, el constructor con más obra terminada del país. En su pueblo, Alberite del Arroyo, lo conocen por «El Paleta Chico», porque ejercía de albañil en la cuadrilla de su padre «El Paleta», y así le siguió llamando todo el mundo cuando emigró a la capital, a principios de los años setenta.
–¿Tanto leer para qué, palurdo? Lo mismo te crees que metiéndote en la sesera esos tochazos vas a salir de tu pringosa vida. ¡Espabila y curra, Ceniciento! –los colegas de Betín cloquean, alborozados, la gracia–. Como dice papá: «el que nace barrigón, tontería que lo fajen».
Con lo que cuestan las deportivas que calzan esos macarras con pedigrí, Paco, el de la extremeña, se podría pagar el grado de enfermería, un máster de especialización y una semana de vacaciones en Tarifa practicando surf.
–Lo siento, señor Suárez, el torno funciona perfectamente –Paco, el de la extremeña, conoce a todos los socios de Campollano por sus nombres y apellidos–; pero su tarjeta de acceso está bloqueada.
–¡Pero qué dices, cateto! ¿Tú sabes quién soy yo? Anda, abre la mierda esta o te meto un paquete, que no te lo acabas en tu puñetera vida. ¡Gilipollas!
A Betín Suárez Pacheco se le han asilvestrado los chakras y lleva un día de lo más chungo. Anoche se retiró a las tantas, porque acabó en el after del cumpleaños de Vicky Ferreruela, que los más bravos prolongaron en Cracy Horse hasta la madrugada; por cierto, la Visa Oro estuvo dándole problemas toda la noche y menos mal que Pepín Jimeno le echó un cable, porque si no menuda vergüenza. Resumiendo, que hasta las dos de la tarde no ha sido persona. Se ha fumado la «uni» –hoy tocaba economía política y sistema tributario, dos muermos–, y a las dos había quedado a comer con Pepín en «Abastos 45», para devolverle el favor.
La comida bien: huevos poché a la trufa con virutas de foie, croquetas de txangurro en cama de trigueros, crema de oricios con carabineros y chuletón a la piedra. Una botella de Blecua para regar las viandas, sorbete de calvados, café y un par de Macallan Sherry Oak 25 Years Old, a modo de digestivo. Quinientos y algo, lo normal. Pero la puta Visa Oro bloqueada.
–¿Por qué no llamas a tu padre? –sugirió Pepín con algo de mosqueo. Pero el teléfono de Suárez Bengoa estaba apagado o fuera de cobertura.
–Es que anda metido estos días en algo de un concurso –se justificó Betín–, lo escuché comentarlo con mi madre y con Marcuello, el financiero, hace unos días; cosas de negocios, ya sabes, no me meto. Pero debe andar liadísimo, el viejo. Esta noche lo arreglo, Pepín. ¡No sabes como me jode, tío! Anda, vamos hasta Campollano y nos damos un spa y unos masajes, para relajarnos, esta noche lo arreglo yo con papá, y mañana pasamos cuentas, brother.
A Paco, el de la extremeña, los conflictos raciales le parecen una pérdida de tiempo y energía, algo que no entra en su sueldo de «segurata», pero sí en el de don Remigio Navascués, director administrativo de Campollano.
–A ver, señor Suárez, su cuenta ha sido bloqueada y no puede usted acceder al recinto –Remigio parecía compungido, pero en realidad estaba disfrutando–, ¿por qué no contacta con don Antolín, su papá de usted, seguro que tiene una explicación a todo esto.
–¡Remigio, cabronazo, no me toques los huevos! –estalló el benjamín de los Suárez Bengoa–, llevo todo el día tratando de hablar con él, pero está liado con algo de un concurso, qué sé yo, asuntos de negocios, cosas suyas, ¿entiendes, mamonazo? Así que arréglame esto, piojoso de mierda, o mañana estarás pidiendo limosna en las escaleras del metro, te lo juro por Spiderman, Lobezno y la madre Teresa. ¿OK?
–Los periódicos, señor Suarez, ¿no lee usted los periódicos? –el director administrativo de Campollano, estaba entrenado para hacer frente a este tipo de situaciones con elegancia y discreción.
Así que Paco, el de la extremeña, en su papel de «segurata», fue requerido para acompañar a un Betín rebelde y confundido hasta la salida.
–¡Panda de inútiles, descerebrados, os vais a cagar, gentuza! Cuando mi padre salga del concurso y pueda hablar con él, estáis todos en la puta calle. ¡Malparidos!
–El concurso, señor Suárez –Paco, el de la extremeña, sí leía los periódicos–. Ahí radica el problema.
–¡Inaudito, incomprensible, alucinante! –Betín se mesaba las melenas–, ¿lo ha perdido?, ¿eso es lo que ocurre?, ¿un puto concurso de mierda?
En la calle hacía frío. Anochecía y un viento desagradable le susurraba indecencias a las hojas de los plataneros. Llovía a rachas finas, afiladas como agujas de pino.
–Un concurso de acreedores, Betín –le informó Paco, el de la extremeña, mientras lo invitaba, amablemente, a salir de Campollano– el premio gordo y lo ha ganado por goleada. Suerte, compañero, que el aterrizaje te sea leve.
Y volvió a su garita, que olía a linimento y desinfectante, para darle otro meneo a los apuntes, porque estaba finalizando el semestre y andaba un poco flojo en anatomía fisiológica y psicología evolutiva.
KATA MAR
Álvaro, Álvaro; me llamó Alero.
-Te acuerdas de Ramón? me pregunto un tanto apurado.
-Si, hace años que no se nada, dije.
-Mira te contaré algo que sucedió hace algún tiempo.
Sabes que… prácticamente crecimos juntos, yo fui a sus cumpleaños, su familia era como la mía, nos llevaban a paseos juntos, hace unos años él iba a concursar para una convocatoria automovilística, acuérdate de que le encantaban, quería vivir de las carreras. me acuerdo que dé a horas de concursar Ramon se levantó muy temprano para ganarle tiempo al sueño, es más creo que hasta ni durmió la noche anterior el me llamo diciéndome que el sueño se le había espantado estaba todo alterado y desesperado tratando de tranquilizarlo le comente que intentara dormir, debido a que necesitaba las energías suficientes para poder ganar ese concurso… creo que esto empeoro más las cosas, a los dos días siguientes supe que no durmió ni un pelo, se fue así a participar, por supuesto le fue como un rábano… como perros en misa ,(como se dice coloquialmente), según me contaron unos amigos que fueron a verlo , al final de la competencia estaba destrozado, pues era ovio no gano, se puso como loco , hasta llegó a arrebatarle el premio al ganador, como es natural los encargados ,lo retuvieron y sacaron del lugar, todos estaban apenadísimos, los demás asistentes los miraban como bichos raros… la verdad si me dio tristeza oír eso porque Ramon era un ser competitivo no le gustaba las medias tintas… así que era comprensible que se comportara de esa manera.
– ¿luego de eso Ramon se recuperó?, – pregunte intrigado.
-pues como veras el jamás lo pudo superar se entregó por completo al alcohol, a los juegos de azar, y a la drogadicción; a nuestro amigo se le fueron las luces. me dijo. Ahí me di cuenta de lo triste que era recordar aquel acontecimiento.
-Alero cuéntame algo, hoy en día ¿Cómo está el?
-Él está en las calles Álvaro yo lo traté de ayudar, pero no pude… no se dejó prefirió el vicio que una mejor vida. Lo mencionado algo apesadumbrado.
-Bueno, me tengo que ir Alvarito, que tengas un resto de día excelente. Dijo Alero, la verdad tenia un semblante que daba pena ajena ver.
Continúe con mi camino pensando en el pobre. que problemas tan hijuepútas tendrá para estar así de acabado, entonces se me vinieron los recuerdos de jóvenes él era más guapo del salón de clases, en el recreo, en la cafetería siempre estaba con una sonrisa en la cara… pensé:
Lastima que con los años las personas se van cargando de culpas que no le pertenece.
ESTEBAN BERNABÉ
—¿Lo tienes? — preguntó, desde la sala principal.
—Aun no, esos malditos cercaron todo el territorio.
—Bien dame unos segundos, verifica que nivel de resistencia poseen sus fuertes.
—Quince mil de protección, no podremos infiltrarnos, necesitamos la KILLER-shut 505
—Déjame verificar cuánto cuesta en la tienda del juego— desplegó la pantalla holográfica, de una lista de armas, analizaba cual convendría para la ocasión.
—Bueno la KILLER-shut 505 tiene un valor de 30.000.000 monedas, más, puntos de bonificación en misiones.
—¡Rayos!, déjame preguntarle al ciclope, talvez pueda sugerirnos algún aliado de nuestro nivel.
La muchacha dejo su visor por un momento. Fue directo a por su mochila, sacó un cuaderno, y de inmediato encontró los códigos de activación, un verso de un poema que invocaría al consultor del juego.
—Aquí y ahora— invocaba desde la comodidad de su cama con el visor. —Las doncellas anuncian tu intervención, guía nuestros espíritus a la victoria anhelada, y que nuestro fervor se consuma en la fuerza de GARKA, señor de los soldados sedientos de venganza. El ciclope apareció desde el portal proyectado en el suelo.
—¿Qué deseas gárgola363 nivel adoquín? —, consultó con voz gruesa y rasposa.
—Cambia a selectividad y cooperación, dime ciclope, ¿Quién de los jugadores en línea puede ayudarnos?
—De entre las almas que moran aquí, Muriel.elfa5556 puede guiar tus tropas a la victoria.
—Bien solicito su ayuda e intervención.
—No tan rápido sabandija, primero suple su mayor deseo y entonces vendrá a ti.
—De acuerdo, ¿qué desea la jugadora?
—15.000 diamantes incluido el martillo de KARTUC.
—Cambia a modalidad trato, estoy dispuesto a entregarle la cantidad de diamantes, pero el martillo de KARTUC es la razón por la que la necesitamos. Solicito dialogo entre ella y mi persona.
—Espere. —Se desplegó una pantalla oscura en espera a que la usuaria se conectase.
—Sí diga— respondió, con una voz aguda y robótica—
—Me presento, somos caballeros que cordialmente so…
—Sáltate el protocolo. Dime que quieres
—Queremos infiltrarnos en las fortalezas de KARTUC y reclamar su martillo, solicitamos tu ayuda, mi equipo y yo estamos dispuestos a entregarte nuestros premios de batallas anteriores…
—Pero eso de que me sirve, tengo sus mismos premios, ¿qué de valor posees para aceptar tu petición? — Medito en la pregunta. De pronto, recordó un bien apreciado.
—Mira—, exclamo. — Tengo el amuleto de LISRET, quien lo posea será inmortal.
—Umm, continua.
—Serás la diosa de este juego, solo a cambio de que nos ayudes.
—Muy bien querida, ayudare a tu campaña.
El marcador dictaba los minutos que faltaban para que culminase el concurso. Los ejércitos estaban pronto a atacar las fortalezas donde la reliquia descansaba. Los protectores, horribles demonios – zombie emergían del inframundo y devoraban a los usuarios despistados. Cuando la batalla se intensifico, Muriel usó la KILLER- shut 505 erradicando a los enemigos. Entonces, el martillo se alzó por encima de todos hasta transportar a los ganadores a la sala de premios. Todos presenciaron la sala era infinita, llena de premios alucinantes. Quien obtuviera en el conteo del mayor número de destrucción de los enemigos, reclamaría la potestad de KARTUC.
JOSE TAXI
1 Era de noche y sin embargo llovía, un hombre en cueros y con las manos en los bolsillos, llegó debajo de una farola apagada, se quitó un sombrero de ala ancha y miró hacia arriba.
Yo vi sus ojos impactándome de plano, me escaneo de arriba abajo, encendió un cigarrillo con una tarjeta de El Corte Británico, y siguió paseando, con unos zapatos que había comprado aprovechando la semana de oro,
Noté cierto alivio al verlo alejarse, aunque aprecié, algo de malestar estomacal, que atribuí, equivocadamente, a los siete botes de fabada asturiana que había merando hacía un par de horas.
El caso es que su rostro me sonaba y no sabía dónde lo había visto, tras unos veinte minutos de rebuscar en mi disco duro, exclame:
¡Eureka! Este tipo es el que quedó tercero en el concurso oficial de chorras y afines del 2021, solo fue superado por Chanchez y Vanaldo, qué cosas…
NICOLÁS MUÑOZ
No soy Nicolás sino Nicolases: soy en esencia una pluralidad aunque me presente -aunque todos lo hagamos- como una unidad. Soy un multiverso consciente. Soy un enredo de cuerdas frágiles. Soy Nicolás Muñoz para los ojos de la sociedad. Somos Nicolases Muñozes para nuestra verdad filo-poetica.
Me hábito numeroso. Me habitan, me dañan y sanan: contengo una guerra dentro de mi. La paz que exhibo es engañosa. Soy un mosaico inacabado que nada en sangre. Soy un violento concurso donde el juez soy yo: nicolases juzgandose a sí mismos. Una infinidad de espejos rotos. Voy a implosionar… No caben más Nicolases. Se escupen, los escupo. No puedo controlarlos, controlarme. Se disparan, me disparo. Se matan… Y yo muero.
Somos y soy una contradicción viviente.
CONCE JARA
A TORTAZOS
Soy el presidente de Rusia. Soy un pez gordo, pasmosamente gordo. Soy el presidente más importante del mundo mundial. Tengo un inconmensurable ejército a mi disposición. Si mi dedo gordo señala hacia abajo, cualquier ser humano será aniquilado en cuestión de horas. Tengo una cabeza tan voluminosa para mí metro setenta, que resulta desproporcionada debido a mi abundante materia gris. Y es que tengo unas ideas super gordas. Por ejemplo, estoy pensando en invadir un estado cercano, Ucrania. En una semana con mi ejército, tanques, cazacarros, artillería, lanzacohetes, misiles, ¡el país sería mío! Y que conste que no es mi intención hacerme el chuleta o ir de perdonavidas, pero lo cierto es que el poder que arrastro está muy por encima del de todas las potencias mundiales. Pero… ¡qué chorrada! Después de todo, ¿qué es un imperio sin hacer uso de su sonado poder?, ¿qué son las armas o el ejército sin acción? El mundo debe acostumbrarse de una vez a pensar que no basta con un concurso para evitar una guerra o una invasión y reconocer que: «el poder de este mindundi da pena» o «el poder de este hombre es de primera categoría»
—¡Buenas noches! Señoras y señores, desde el gran estadio MINSK ARENA de Bielorrusia, en directo, para todos ustedes, mi compañero Yure Moskovik y yo tendremos el honor de presentar el “SLAPPING CHAMPIONSHIP” Hoy presenciaremos el concurso más importante desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
—¡Buenas noches! Rodia Románovich, compañero…, con el estadio a reventar, en breves minutos se iniciará la prueba que definirá la invasión del presidente ruso sobre Ucrania.
—Como pueden ver el estadio se encuentra dividido por una enorme alambrada de espino para evitar posibles enfrentamientos entre los habitantes de los países hermanos. En el centro del escenario ya se encuentran algunos representantes de los estados enfrentados: el árbitro levanta el acta; el asistente de video ya ha colocado el VAR, que supervisará el encuentro y entre bambalinas el equipo médico, por si surge alguna emergencia. En el centro de las tablas, ya preparada, la mesa donde los contrincantes decidirán el desencuentro.
—Rodia, ¿has visto la magnitud de las banderas de los competidores? ¡Barbaro!… A la izquierda el estandarte ruso, a la derecha el ucraniano.
—¡Ahí está señores! Con bata roja y pantalón negro el representante ruso… ¡IBAY PUTIN!… Entra acompañado de su entrenador y sus cinco guardaespaldas… ¡QUE VAYA ESPALDAS!
—Rodia, veo muy contento al ruso. Muy estirado… ya veremos cómo se desenvuelve.
—Con bata amarilla, pantalón azul, 1´70 centímetros de altura, 75 kilos de peso, el ucraniano…¡VOLO ZELENSQUI!
El estadio grita enardecido, aplausos, petardos, luces de colores. Entonces empieza a sonar el himno de Rusia.
—Queridos televidentes, la masa enmudece. Pocas voces cantan el himno.
—Fíjate Yure, parece que duele la deserción de Chubais.
—Cierto. Un fuerte golpe para el entramado Putin… Pero que no decaiga el ánimo de la pelea. Compañero, suena el himno nacional de Ucrania. Pero…
La masa canta al unísono, con fuerza, con la mano en el corazón y miles de luces alumbran el estadio.
—¡Increíble! Nunca he visto un público tan patriótico, pero si te das cuenta había gente del bando ruso cantando… Mientras nos recomponemos, Rodia, vamos a recordar a nuestro público, las normas del encuentro.
—¡Bien! En primer lugar, cada concursante se colocará en un lado de la mesa, frente a frente. No se pueden dar tortazos en el cuello ni en la cabeza. Solo valen los bofetones en la cara. Si al dar la torta el que recibe se mueve, es falta y el que ha pegado tiene derecho a repetir el bofetón.
—Y si te mueves mientras te sacuden por segunda vez, ¡atentos!, dos faltas y descalificado. ¡Nada de apartarse! El concursante le dirá al árbitro que se quiere rendir y para casa. ¡Aviso para navegantes! Si os presentáis a un concurso de tortazos, tenéis que saber que te vas a llevar más de uno. Si no, ¡no vengáis!
—Y ahora, disfrutemos de la magia de este concurso de bofetones. Los contrincantes ya se han quitado sus capas y ahora se empolvan las manos con magnesio.
—La moneda dice que empieza el contrincante ucraniano. Mira fijamente al ruso yyyyy… ¡MENUDA ARRANCADA SEÑORES! ¡COMO HA SONADO! El VAR, el VAR… PUTIN SE HA MOVIDOOOO…
—Es falta, compadre… Falta en toda regla.
—Se preparan para la falta y… ¡Que Jesús de Nazaret esté contigo Putim¡ El ucraniano coge carrerilla…, el ruso espera cerrando los ojos el impacto y…, ¡VAYA SOPAPO!
—¡Casi le revienta la cara! ¡Ha saltado un diente! Los médicos le observan. ¡Miraaa! ¡Miraaaa! Si tiene el moflete como un pez globo.
—¡Menudo leñazo! El ruso no quiere más médicos. Tiene prisa por devolver el golpe… sonríe, se está riendo… ¡QUE ZUMBAO!
—¡Uy, uy, uy! Estira…, estira el brazo…, fija el lugar del guantazo…, parece que le va a tumbar. ¡MADRE MÍA QUE LECHE! SE HA TAMBALEADO, ZELENSQUI… se ha movido.
—¡Alto! ¡Alto! Compañero, el VAR dice que le ha tocado el cuello. Tiene magnesio detrás de la oreja,
—Vaya jaleo se está montando en el hemiciclo, señores y señoras… Un guardaespaldas coge al arbitro por el cuello…
—¡PUTIM, PUTIM, HA SIDO DESCALIFICADO! La gente aplaude, la gente grita, la gente… ¡SE HONDEAN BANDERAS BLANCAS…!
—¡NO HAY INVASIÓN¡ Repito, ¡NO HAY INVASIÓN…! Pero, ¿estás llorando compadre? ¡UN ABRAZO POR ESTOS FLIPADOS!
Es divertido ver a estos locos darse de hostias. Es un buen concurso para arreglar diferencias. Pero lo que es alucinante es que Rusia esté en el mismo planeta que nosotros, que esté gobernada no por el Putin del estadio, sino por el de verdad, el que todos conocemos, ese que baña con sangre inocente un país de Europa, sin que nada ni nadie pueda frenarle.
Ojalá que todas las guerras se resolvieran de esta manera… a tortazos
BEA ARTEENCUERO
«El paraíso existe y esta en Santa Fe, decian los titulares del único diario, de EUSEBIA, un pequeño pueblo de alrededor de 1.500 habitantes; Anunciando el festejo del aniversario, fundado el 18 de Abril de 1899, con el nombre de «Santa Eugenia» a solicitud del Dr Desiderio Rosas, propietario de dichos terrenos.
Eusebia (llamada así en honor al pueblo) nacio, crecio y formó su hogar en dicho pueblo, tenía 8 hijos entre varones y mujeres, los cuales habian emigrado a distintos puntos del país en busca de un futuro.
A los 60 años se encontró sola, hacia 5 años que Ceferino, su compañero de vida habia partido con el señor, dijera ella cuando le preguntaban. Sus hijos la visitaban muy de vez en cuando, así que decidió hacerse cargo del bebe de una muchacha vecina que se fue a trabajar a la ciudad (era madre soltera) con la promesa que regresaría a buscarlo cuando se instalara.
Pasaron 25 años y nunca volvió.
Eusebia crio a Manuel como un hijo propio, trabajo mucho para mantenerlo y darle lo que necesitaba.
Manuel ya hombre amaba a su madre y se prometió a si mismo que nunca la abandonaría, trabajaba en el almacén general del lugar, ganaba lo suficiente para mantenerse él y su madre, su única distracción era bailar, desde muy joven los fines de semana hiba con sus amigos al salón donde pasaban música, era un maestro bailando Hip Hop, había ganado varios concursos en los pueblos vecinos.
Cierto dia al empezar la primavera aparece Ramón,su compañero con un volante.
– Manuel, Manuel
– ¿Que pasa amigo?
– Mira este anuncio.
Manuel toma el volante…
Decia lo siguiente…
EL 21 DE SEPTIEMBRE COMO CIERRE DEL FESTEJO DRL DIA DE LA PRIMAVERA HABRA UN CONCURSO DE HIP HOP, EL GANADOR SE LLEVARA UNA PLACA CON UNA MENCIÓN Y UNA SUMA DE DINERO..
Al leerlo se le hincha el pecho de solo pensarlo…Era su ilusión..
– Ojalá pudiera ir Ramón, pero imposible es en la ciudad, tendría que viajar y no tengo los medios, además dejar a mi madre sola varios días. En fín otra vez será.
Lo qué no se imaginaba, era que sus amigos juntamente con su madre, estaban juntando dinero haciendo rifas y con la colaboración de la gente del pueblo,él era muy querido y todos sabían cuanto le gustaba bailar. Eusebia con tal de ver felíz a su hijo, acepto la propuesta cuando sus amigos vinieron a hablar para contar con su ayuda, ya que era muy buena cocinera y repostera.
Ella estaba muy orgullosa de él, deseaba que su hijo triunfará, que pudiera ir a la universidad y ser médico, no quería irse de este mundo sin ver a su muchacho cumplir sus sueños.
Manuel se sorprendió cuando unos días antes del concurso, su jefe lo llamó a la oficina, al entrar ve a su madre y amigos reunidos.
– Manuel te entrego este dinero que entre todos juntamos para qué te presentes en el concurso..
– No puedo aceptarlo Don Anselmo.
– Toma muchacho tenemos confianza en vos y es la ilusión de tu madre.
– Gracias, gracias…Con lágrimas en los ojos tomó el dinero y al día siguiente viajo ilusionado para la ciudad, la última imagen que vio al alejarse el micro, fue la de su madre agitando la mano saludando.
Volveré triunfante madre por ti, para que te sientas orgullosa, de este hijo y estudiaré sere médico como lo deseas.
Al llegar a la ciudad, lo esperaba uno de sus hermanos, lo recibio muy bien, le mostro la ciudad en los días siguientes; Le gusto todo ese correr de la gente, las luces, el movimiento tan distinto a su pueblo, pero el nunca dejaría a su madre, más en este momento, era su única compañía en su vejez.
Llegó el día del concurso, lo acompaño su hermano, estaba muy nervioso; Penso que en el pueblo estarían todos reunidos en el bar viendo el concurso por televisión, su madre y amigos en primer lugar.
Llego el momento, lo llamaron, el corazón le latia a mil, sus manos transpiraban, en su mente la imagen de su madre, presente diciendole..
«Tu puedes Manuel»
Así fue…Brilló, gano el primer premio, no cabía en su cuerpo de la alegría; Le ofrecieron contratos, que rechazo por su madre.
Al día siguiente emprendió el regreso, apretando en su pecho la placa de plata que le habían otorgado, no veía la hora de llegar y abrazar a su madre, entregarsela, ganó tambien una buena suma de dinero, podría estudiar ..Sería un Doctor, cumpliría su sueño y el de ella.
El micro llegó al atardecer de un día lluvioso, se sorprendió al ver que nadie lo esperaba.
Se habrán equivocado de hora o tal vez están todos en casa con mi vieja pensó, pero sentía un nudo en la garganta, las pocas cuadras que separaban la estación de micros de su humilde casa, le parecieron eternas.
Es lo que creí, están todos en casa pensó al acercarse y ver tanta gente en la vereda, le pesaban las piernas.
Al verlo llegar todos se apartaron.
¿Donde esta mi vieja? Grito mirandolos a todos, Agacharon la cabeza sin animarse a mirarlo.
Allí estaba el féretro, Abrazó el cuerpo de su madre con el corazón partido.
– ¿Porqué madre, porqué?repetía una y otra vez , con la placa que traía para su madre entre las manos.
Le falló el corazón, le dijo el médico, no podía tener emociones, hace un tiempo que no estaba bien, no quería que lo supieras.
Dicen que nunca se fue del pueblo;
Estudio y se recibió de médico como quería su madre.
El médico del pequeño pueblo llamado EUSEBIA, de Santa Fe.
Si vas al cementerio, verás que nunca faltan flores en la sepultura de Eusebia Gomeza.
Junto a la placa que dice…
» Eusebia Gomeza, partió a los 85 años de edad..
1.900–1.985.
Si miras detenidamente hay otra placa que nunca dejó de brillar…
» PRIMER PREMIO
OTORGADO AL MEJOR
BAILARIN DE HIP HOP.
Quien no conoce la historia, se preguntan…¿Que significa?
Manuel, el médico del pueblo sonrie al recordar aquellos tiempos.
Sus hijos le dicen…
– Papá cuéntanos cuando bailabas y ganastes un concurso.
Una y otra vez repite la historia, recordando por siempre a…
EUSEBIA, su madre eterna en su corazón.
SILVANA GALLARDO
Tonello es un chico impetuoso, aventurero en la naturaleza, para correr, escalar, nadar, lo que se le presente; es disciplinado y tenaz para conseguir sus objetivos. Deseaba estudiar en Chile la carrera de Gastronomía, pues allí tendría la oportunidad de viajar a Francia, país donde desarrollaría sus competencias; sin embargo la familia analizó la cuestión económica y poner en la balanza las alternativas para apoyarlo y pudiera hacer realidad su proyecto de vida.
Tiene un hermano quien, siendo dueño de un terreno en una población rústica cerca de los volcanes, decidió donarlo para su venta y el dinero sería para que se fuera a estudiar a Chile. Los padres con ciertos temores y preocupaciones por dejar que su hijo fuera a vivir solo a otro país, decidieron ver opciones de otras universidades donde impartían esos estudios.
Su madre, sin embargo trataba de disuadirlo pues siempre le decía, con la mayor objetividad, que no podrían costearle una carrera tan cara, invitándolo a que descubriera otros intereses, otras aptitudes, en fin otro camino acorde a sus situación de clase, pues lo que ganaban entre su padre y ella no alcanzaba para cubrir las colegiaturas en cualquier universidad, por el alto costo.
Tonello nunca quitó el dedo del renglón, como dice el dicho, y su inquieto espíritu de superación lo fue empujando a investigar sobre concursos para obtener una beca y así cumplir su sueño.
Fue precisamente que indagando en la internet, encontró lo que buscaba, como si el destino tuviera voz y le dijera «mira, lo tuyo es la gastronomía, cosas grandes te esperan». Así descubrió una página que le venía como anillo al dedo para lo que aspiraba. Su rostro se transformó con una gran sonrisa y su mirada brilló de entusiasmo al ver el siguiente anuncio:
«Perfecciona tus habilidades profesionales en el área de Servicio, Cocina y Pastelería con nuestro programa de prácticas en los mejores establecimientos del Principado de Mónaco».
¡La cocina francesa está en México gracias a Raymond Turquois que creó una fundación para formar jóvenes mexicanos en artes de mesa en México y Mónaco!
Después de leer, dio un golpe sobre la mesa y gritó de gusto -¡Es para mí, me estaba esperando y lo lograré!-
Previo a todo esto, ya había participado en otra serie de concursos que lo fueron moviendo como una pieza de ajedrez en el que estaba destinado ya para ganar la partida de un objetivo bien planteado.
Entre éstos participó en una pasarela gastronómica, dónde diseño un hermoso vestido hecho de chocolate empleando técnicas aprendidas por su inquieta curiosidad investigadora. En la espalda de su hermosa modelo dibujó, con una mezcla de jamaica y pintura comestible, un impresionante dragón que lucía cuando levantaba las manos en las que llevaba sujetas una especie de mangas de tul que daban realce al delicioso vestido. Fue un desfile de diseños hermosos y creativos. No ganó, y ya que cada año lo hacían, seguía perfeccionando sus técnicas culinarias, sin desanimarse.
Pasado un año volvió a concursar, ahora su diseño era un hermoso vestido de chocolate blanco, en la falda diseñó las notas de la primera estrofa del Himno Nacional, la blusa estaba hecha de cacahuate caramelizado en la que destacó el escudo de la bandera nacional. La pasarela fue un éxito y todos agasajaron su miradas con todas las hermosas creaciones. Tonello ¡ganó!, recibió fanfarrias, aplausos, palabras de halago y felicitaciones que le motivaron más a continuar por la vera de sus sueños.
Buscó seguir competiendo en otros ámbitos de la gastronomía y participó en el concurso «El cocinero del año». Días antes se dedicó a practicar su platillo, que repitió una y otra vez, hasta que su padre le dijo: -Ahora sí, hijo mío, ya estás listo, anda, ve por todo.-
Vistió el uniforme blanco, impecable, que le fue otorgado por los organizadores. Llegó al lugar del evento y tras unos cristales se veían las enormes cocinas donde los participantes harían gala de de sus aptitudes. Los familiares observaban con nerviosismo e inquietud. Podían ver al jurado aguardando en una mesa elegantemente decorada, para que los participantes sirvieran su platillo que quedaría sujeto al gusto y al paladar de los exigentes Chefs.
Horas más tarde se dieron a conocer los resultados. Tonello tenía tanta seguridad en sí mismo que ya se veía ganador. Desafortunadamente para él, no ganó. Su gesto de frustración dejaba asomar su tristeza, tenía tanta ilusión y no era para menos, el premio era sumamente atractivo. Consistía en la donación de un restaurante y una cantidad económica bondadosa para iniciar un productivo negocio asociado con la alimentación. Así son las cosas, se gana o se pierde.
Para su familia fue ganador, lo animaban a que continuara haciendo lo que le gusta. Su hermana le dedicó unas hermosas palabras que fueron bálsamo y motor para no desistir, independientemente de las palabras de aliento de los demás que lo apoyaban. Esto le dijo:
Mi pequeño gran hermanito:
Los estándares y parámetros han sido inventados siempre para clasificar, intentar darle un valor a todo, pero la esencia, el amor y la pasión ni se mide ni se pesa. Hoy viviste una de tantas experiencias que tu alma inquieta siempre busca… Mostraste (hijo de maíz y cacao) a qué sabe el «inframundo», endulzaste «el camino hacia el dorado»… Hoy compartiste con otros guerreros tu pasión y sales victorioso porque has podido llevar tu pasión y amor a otros lados… vibras y haces vibrar porque cada platillo tuyo tiene historia, cada elemento es más que un ingrediente… Sigue adelante con tu filosofía, transmite el mensaje del «impresionismo gastronómico», construye y deconstruye. Reinvéntate a cada paso y sigue así, dando vida al arte de la gastronomía. Hoy reafirmamos la creencia de que la cocina esperaba por ti… Te amamos. A los guerreros con quienes hoy compartiste, mi reconocimiento y admiración. Tres premios, diez #AmosDelCacao2016.
¿Quién con estas palabras nacidas del corazón, brotadas del alma, puede no sentirse amado y motivado para seguir el impulso que lo llevará a la cima?
Tonello decidió entonces, ya con más experiencia, concursar para la beca Turquois. Se preparó para dominar el francés, conocer la historia de Raymundo Turquois, creador de la fundación y conocer sobre la cultura francesa. Pasó exitosamente todos los filtros. Su entrevista, que era el último filtro, fue excepcional, pues le preguntaron que si la hacían en francés o entrevistaban a los padres. Acepto que fuera en ese idioma y se mostró seguro contestando con buen acento y dicción. ¡Ganó la beca para irse a Francia!
Fue un año de innumerables experiencias que lo fueron forjando con mucha fortaleza. Vivió experiencias gratas y satisfactorias, pero también se enfrentó a la discriminación en otro país, quisieron humillarlo y él siempre tan inteligente conocía el francés coloquial y entendía perfectamente las ofensas de que eran objeto él y otros compañeros, con los mismos sueños, las mismas ambiciones y que sin entender ciertos murmullos que hacía en voz alta, creyendo que no les entendían, se reían. Tonello enojado les decía: – No sean tontos amigos, nos están ofendiendo-. Él levantó la voz para defenderlos y defenderse, lo que le ocasionó problemas que podrían quitarle el derecho a esa beca, muy bien ganada y lo regresarían a su país por un supuesto mal comportamiento.
Sin embargo, ante las máximas autoridades y responsables de los chicos que estudiaban, practicaban y trabajan allí, Tonello defendió su dignidad, su origen, su procedencia, protestó ante los insultos con la frente en alto como aquél que sabe lo que vale.
-Antes que dejarme humillar, pisotear mi dignidad, prefiero perder la beca y regresarme a mi país con la cara en alto, pues no echaré por la borda la buena educación y principios que me dieron mis padres y que gracias a ellos escalé muros para llegar hasta aquí, vale más mi valor como persona y mi dignidad, que lo que pueda lograr bajo el yugo de la más vil humillación.-
Dicho esto, dio las gracias y espero el veredicto de los jueces, con el pensamiento de que volvería sin haber cumplido por completo sus expectativas. Su sorpresa fue mayúscula cuando uno de los Chefs empezó a aplaudir y lo felicitó por el valor de defender sus principios. Todos hicieron lo mismo como en una especie de ola y lo arroparon con admiración y respeto. Eso fue lo más valioso para él, que lo ha llevado a ser ahora un excelente Chef corporativo que ahora, en su país, administra una cadena de restaurantes franceses.
Los concursos fueron la raíz de sus éxitos, compitió, perdió, ganó; valoró y se aferró a todo, para alcanzar la cima.
JAVIER GARCÍA HOYOS
EL GRAN CONCURSO
Claudio estaba cansado. Cada noche participaba en los diferentes concursos, pero nunca conseguía el premio. Además de harto se encontraba sediento. Se preguntaba si los otros participantes harían algún tipo de trampa que a él se le escapaba, aunque en el fondo sabía que tal cosa era imposible. Nadie querría arriesgarse a que le descubrieran. El castigo sería la expulsión del local, y a esas horas podría ser peligroso.
Probó suerte en el siguiente concurso. Era muy simple. Una copa de cristal gigante llena papelitos con los nombres de todos los participantes. Se sacarían diez nombres y se pondrían en otra copa. De esa se sacarían cinco y se haría la misma operación, pero solo con dos que, para terminar, se pondrían en una última copa de la que saldría el ganador.
Todos metieron sus nombres en el recipiente y esperaron a que la mano inocente de Herodoto, el anfitrión, sacara los diez nombres. La oscuridad del local creaba un ambiente que invitaba al silencio, pero la música de Ozzy Osborne sonaba de fondo y rompía aquella sensación. Herodoto dijo los diez nombres. Claudio estaba entre ellos. Los desafortunados se quedaron expectantes por saber quién sería el ganador, pero sobretodo querían saber cuál sería el premio.
La sed comenzaba a poner nervioso a Claudio. Herodoto sacó los cinco nombres de la siguiente copa. Claudio volvió a ser uno de ellos. Sonrió. Tenía la sensación de que aquella noche por fin estaría de suerte.
Los rabiosos ojos de todos los que allí se encontraban llegaban producir cierta incomodidad a los cinco elegidos por el azar. Claudio podía sentir su envidia corroyéndoles. Llegó a pensar que alguno saltaría sobre él para atacarle.
Llegó el momento de sacar la nueva tanda de nombres. Claudio volvió a aparecer entre ellos. Solo quedaba una última tanda. Ahora podía sentir la inquina de todos los seres que le rodeaban. Herodoto sacó el último nombre. Notó cierto cosquilleo que le recorría las yemas de los dedos. Aquello le recordaba una vida anterior. Una que aún no había olvidado, pero que ya era muy lejana.
Herodoto dijo el último nombre: Claudio.
Sonrió, miró de reojo a todos los que se encontraban allí. Sintió su ira y su decepción. El otro finalista estalló de ira y trató de atacarle. Los guardias de seguridad le agarraron y lo arrastraron a salida mientras el desquiciado perdedor imploraba piedad al darse cuenta de su error. Abrieron la puerta, la luz del sol aún era fuerte. Cerraron la puerta y solo se oyeron sus quejumbrosos gritos. Una sonrisa se bosquejaba en las bocas de la multitud. Y después, carcajadas.
Claudio se acercó a Herodoto. Deseaba ver su premio. De un rincón oscuro de aquel lugar, y transportado por dos ayudantes del anfitrión, apareció su ansiada recompensa.
En una camilla había un hombre atado y amordazado. Miraba a izquierda y derecha pero sin la posibilidad de mover el resto de su cuerpo. Claudio se fijó en su torax, se inflaba y desinflaba de forma continua y ráoida, aquel hombre tenía un ataque de ansiedad.
Sintió un gran alivio al saber que al fin su sed sería saciada. Miró a todos los que le rodeaban. Sus caras estaban desencajadas por sus risas, mostraban sus dientes y, al tiempo, el pobre mortal que se encontraba atrapado con ellos trataba de gritar. Claudio se acercó a él. Abrió su boca y sintió como sus afilados colmillos parecían alargarse para incarse sobre el cuerpo de aquel hombre. Era hora de saciar su sed de sangre.
LOLY MORENO BARNES
María recuerda con nostalgia aquel acontecimiento que marcó gratamente su vida:
“ EL GRAN CONCURSO”
Al volver a rememorar, siente la emoción en el pecho que le hizo sentir como “ Una cenicienta” que dejo por un momento de ser una joven discreta y vergonzosa para convertirla por unos días en una verdadera PRINCESA.
Corría el año 1978 en un lugar muy bello, donde agricultores cultivaban la vid y hacían de ello un arte, convirtiendo sus frutos en verdadero néctar en los exquisitos vinos que de ellos producían.-
Las labores de la tierra daban su recompensa después de un año duro que dejaban los sudores de sus frentes en las hileras.
Entonces, al culminar las tareas y recoger la recompensa, agradecían a la vida tal tesoro con una gran fiesta nacional.
El concurso consistía en elegir su reina nacional de la vendimia entre todas las jóvenes que representaban cada pueblo.
Cada departamento escogía su representante entre todas las seleccionadas de cada barrio.
María, soñaba ser una de ellas, aunque caía en cuentas que seria algo imposible, ya que se sentía un “ PATITO FEO”.
¡Pero nada es imposible en nuestro universo!
Una tarde mientras jugaba a maquillar su joven rostro, comentaba con su prima :
¡ Que hermoso seria, ser candidata a reina!
Si más pronto lo dice, mas pronto tocan a la puerta de su casa tres señores conocidos como los mas influyentes del pueblo y piden hablar con sus padres y con ella.
María era conocida por ser una joven bondadosa y estudiosa pero no por ser extremadamente bella, ni mas ni menos que cualquier otra.
Le consultaron si quería representar el distrito y ella asintió emocionada.
Al quedarse a solas con su prima ella le dijo:
¡No me mientas! ¡ Tú lo sabias!
__¡ No, no! ¡ Juro que no! Ha sido pura coincidencia desearlo y que se cumpla mi deseo.
Los siguientes días fueron como un cuento de hadas.
María no quería ganar el concurso. Ella solo quería participar en tan hermosa fiesta. Viajar a la ciudad como corte de la reina departamental y representar su pueblo. Vivir la experiencia mas hermosa de su vida.
Recibir a la prensa, subir en una carroza y recorrer junto a su reina las calles de la ciudad llenas de turistas y residentes que acudían al evento.
Estar por unos días en un hotel con sus compañeras, con peluqueros y maquilladores. Salir a comprar ropa y zapatos.
Por primera vez vería la fiesta en directo y no por la tele como cada año.
Asistiría como participante a la vía blanca de las reinas la noche anterior a la elección y por la mañana siguiente al carrusel.
Esa noche seria especial en un gran anfiteatro, con fuegos artificiales e iluminación en todo el cerro que lo rodeaba.
María, vivió su verdadero cuento de hadas y sus días mágicos se hicieron realidad.
FRAN M SANZ
12 de febrero de 1924, el frío del Báltico se cuela por las ventanas del hospital central de San Petersburgo. Una de las matronas, rolliza y de carrillos sonrosados se acerca a la cuna número 4. Después de hacer unas carantoñas a ese bebe de apenas un día, coloca sobre él una colorida mantita tejida por ella, Olga Voloskova tejía cada semana una mantita para los recién nacidos y el primero en estrenarla era el que le parecía más guapo. Ese fue el primer concurso que ganó Basili, aún no lo sabía, pero tenía un don. Por una extraña y desconocida razón, durante su vida, en cualquier concurso que se presentara Basili, sería el ganador.
Puede parecer algo bueno, pero Basili dejó de echar carreras con sus amigos, siempre ganaba, incluso cuando tenía un esguince en el tobillo por haber ganado el concurso de mejor salto de patinaje en el río, aún cojeando, ganaba, pues sus competidores, se caían o a mitad de la carrera llegaban las madres y se los llevaban a merendar a pescozones y Basili era el único que cruzaba la raya.
Basili fue creciendo y se dio cuenta de su don. Pero Basili era un hombre de honor, así se lo habían inculcado y por eso, tomó la decisión de no participar en ningún concurso nunca más… Aunque… faltó a su palabra solo dos veces en su larga vida.
Una el 21 de abril de 1945, Basili formaba parte de uno de los batallones rusos que estaban tomando Berlín, el capitán de su unidad había ofrecido una botella de vodka al primero que se hiciera con una bandera nazi. Basili la consiguió, quiso participar, no tanto por la botella de vodka, como para impresionar a Anka, una de las enfermeras de primera línea encuadrada en su división. Esa noche su capitán le liberó de hacer guardia, le dio un permiso de dos horas y la botella de vodca. No fue una cita en la ópera, la música era el silbido de los obuses al caer y las ráfagas de ametralladoras, pero Basili y Anka imaginaron que el resplandor rojizo del cielo de Berlín y las bengalas de fósforo eran fuegos artificiales. Y se bebieron la botella de vodka empapada en sus besos y se amaron con la urgencia de no saber si al día siguiente seguirían vivos . Y lo estuvieron , y se amaron y se empaparon en besos y en vodka muchas noches.
Ya mayores, desde el pequeño jardín que tenían en su casita de Urzuf un pueblecito cerca de Mariúpol, no se cansaban de contar la historia de su primera noche juntos en una derruída comisaría de policía de Berlín, aunque cuando estaba cerca la pequeña Yrina (su nieta) omitían ciertos detalles.
El 23 de marzo de 2022 la plaza de Urzuf tenía un aspecto gris, llena de escombros, cenizas y un olor a tristeza y rabia. Cincuenta de sus habitantes, todos mujeres y niños, excepto un par de ancianos, se encontraban en una especie de formación. Las mujeres distraían a los niños con mentiras, hablándoles de juegos inexistentes y evitando que entendieran esa realidad.
En el centro, un teniente del ejército ruso con un megáfono se dirigía a los combatientes que pudieran estar agazapados entre las ruinas.
“LA CIUDAD DE URZUF ESTÁ BAJO MI CONTROL. UNO DE MIS BLINDADOS HA SIDO DESTRUIDO. CADA VEZ QUE ESTO SUCEDA, UN HABITANTE AL AZAR, SERÁ FUSILADO”
Acto seguido un soldado fue recogiendo la documentación de cada una de las personas que estaban en la plaza y echándolas en un casco.
La casa de Basili no estaba lejos de allí y pudo oír perfectamente el mensaje. Fue a su habitación, abrió la cómoda y se cambio de ropa. Hacía mucho que no se lo ponía pero lo tenía impecable. Dio un beso a Anka ,por la ventana se veía un resplandor rojizo y en la lejanía se oía el tableteo de las ametralladoras, cogió su bastón y se dirigió a la plaza. Al doblar la esquina un soldado imberbe le apuntó con su fúsil. Basili lentamente, sin perder la mirada de aquel soldado levantó su bastón y apartó el cañón de su cara.
.-“ Soldado, la próxima vez que apunte a un superior colóquese bien el uniforme y quite el barro de la culata”
Basili se dirigió al centro de la plaza, el teniente al mando no sabía si saludarle o apuntarle. Miró su uniforme. Aunque hacía años que estaba jubilado y ya no existía la Unión Soviética, conservaba su rango. Sacó su documentación de la chaqueta, un librito verde con las letras CCCP en su portada y se la entregó al teniente.
“No es necesario, Coronel”.
“Insisto, quiero participar” Dejó su documentación en el casco y sacó la lengua a la pequeña Yrina que se reía mucho de ver a su abuelo vestido así.
Esa fue la segunda vez que faltó a su palabra de no participar en un concurso.
El teniente dijo un nombre y un soldado imberbe, se ajustó el uniforme y limpió el barro de la culata de su fusil.
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Ha sido difícil, enhorabuena a todos, tema difícil y sacado con nota por todos.
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Fernando Riera
Tali Rosu
Irene Adler, José Armando y Karlos Wayne.
Coronado Esmith, no se escribir el apellido.
So bien me gustaron muchos, esta letra de canción me saco una sonrisa. Dice cosas muy ciertas.
Mi voto para:
JACINTO FERNÁNDEZ LOMBARDO
Felicidades, un relato estupendo.
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