Sin aditivos – miniconcurso de relatos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «sin aditivos». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 24 de febrero! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).

POR FAVOR, SOLO VOTOS REALES, SOLO SE GANA EL RECONOCIMIENTO, CUANDO ES REAL.

* Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor) y no han pasado procesos de corrección.

 

LUISA VÁZQUEZ

Pájaros negros sobrevuelan el mundo. Sus grandes alas convierten en sombras las tierras bajo ellos.
Enormes nubes, preñadas de tormenta, los protegen formando un techo que tapa el azul glorioso del cielo.
Y Dios, por encima de todo, añora a su creación.
Algunos levantan la cabeza y miran hacia arriba buscándolo:
– ¡Ayúdanos! – claman con voces húmedas de lamentos.
Pero nadie les oye, la oscuridad ha absorbido el mundo.
Los mares, sucios de restos malolientes de los que sobresalen manos y pies de antiguos ahogados, hace tiempo que murió envenenado.
En los cultivos desesperados hechos en tierras yermas, solo brotan la sangre y las vísceras de las víctimas de guerras y masacres que han ocultado bajo ellas.
Los ríos, convertidos en marcas de arañazos sobre la piel acartonada del planeta, lloran la pérdida de sus aguas límpidas y productoras de vida.
Los seres humanos, se arrastran por los caminos pedregosos y estériles como una interminable procesión de almas en pena, suplicando a aquellas nubes preñadas de tormenta, que rieguen el mundo con su carga de esperanza.
Pero los grandes pájaros de alas negras se ríen del lamento de los hombres.

CORONADO SMITH

El baile del aditivo,
el baile del aditivo,
toma niña mi condumio
que florezca el jardincito.
Con el pan sin gluten
y la leche desnatada
vas a irte de “baretas”
toda espatarrada.
Te ví a enseñá mi guerto
todo lleno de pimientos
para que hagas un “cilimoje”

con los que estén más tuertos.

Si le quitas el nabo
al caldo gallego
pierde toda sustancia
parece noruego.
Ponle condimento
cuando hagas arroz
que no se quede triste
el hermoso mejillón.
El baile del aditivo,
el baile del aditivo,
toma niña mi condumio
que florezca el jardincito.

MARI CRUZ ESTEVAN APARICIO

Como preparar una comida sin aditivos.
Pues sí, compañeros, lo voy a hacer y os lo voy a contar.
Lo primero a a llevar a cabo será abrir mi casa para recibir a los comensales a los cuales les llevo en el corazón. De seguido cogeré una olla grande como mis ganas de compartir mi alegría con los invitados.
Una vez en mis manos el puchero lo pondré al fuego del hogar, ya que el fuego que siento por mi enamorado, es otro baile guardado en mi pecho, y de momento no os lo voy a relatar.
Sigo, comenzaré poniendo en el recipiente el aceite de oliva. Al coger el líquido verde y saludable el calor preciso, echaré la cebolla, el pimiento y el tomate. Cuando el sofrito esté a punto de mermelada le tiro el agua. Ya sé ,ya sé, no puedo añadirle al guiso aditivos, pero, si estaré pendiente del hervor y, una vez probado el caldo, si el sabor me agrada, le incorporo las patatas de la manera que vi hacer a mi madre y no voy a deciros el como ya que ahí está el secreto de la cocinera.
Un momento, unos minutos antes de terminar de cocerse las patatas agrego la merluza.
La comida ya está hecha, el holor que sale de ella, resucita a un muerto.

PEDRO PARRINA

LOS PREDICADOS DEL AMOR…
El amor susurra, urge, surge, brota, mana, te mira a los ojos, y va… y te sonríe, y te habla y te prende y te atrapa.
El amor te delata, y te pende… de nada, te trepa y te abraza, se crece, te alza, te guía, te yergue, te arrastra, te besa, te ata, te engaña, te nubla, te llueve, te moja, te empapa, te inunda, te aúlla, te ladra, te muerde, te araña, te mengua, te crece, te llena, te deja hecho polvo, te preña, se inflama, y va… y se dilata y te duele y te sangra y te vacía y te sonríe y te mira a la cara…, y balbucea y te amansa.
El amor te transforma, te da nuevas alas, se eleva, te suelta, te empuja, se lanza, te quema, se funde, te hierra, te miente, le preguntas, se calla, te piensa, te llama, te deja, te encierra, se queja, te ancla, te huye, se desbarata, te pisotea, te descuartiza, te disuelve, te ahoga, te grita ¡escúchame!, te hiere, te quiebra, y de repente responde, te mira de frente, se sienta a tu lado, te toma la mano, y se compadece de ti…, y susurra: gracias.

FÉLIX MELÉNDEZ

DAME MUCHOS ADITIVOS.
No me gusta la comida sin aditivos, sin preparativos. Sin la salsa que me lleva a chuparme los dedos. Sin el cariño de las especias, las prefiero con su sal, su picante, el perejil y su aliño. Adornadas y con vista impresionante, trabajadas, con mucho cariño y esmero que es el aditivo verdadero.
No me gusta un sol solo, que no caliente a mucha gente, me encanta con su luna y sus estrellas, el universo entero. El calorcito de un verano eterno, el brillo de la primavera, un sol radiante, amarillo, vivo, con sustancia, sustantivos y adjetivos que me queme e ilumine, sumandome sus brillos en mi cuerpo que lo espera cariñosa y amablemente, añadiéndose su calor sobre mi piel, en el triste invierno.
No me gustan las frases cortas, los malentendidos, las palabras rotas, solas, las prefiero acompañadas, alargadas, con muchos adjetivos, mucho sustantivos, expandidas, alborotadas, con sus puntos, sus comas, su punto y coma; también los dos puntos: hasta tres me ilusionan…¡Cómo visten los acentos, corchetes, interrogaciones, admiraciones! ¿Son ingredientes de todas las expresiones relucientes, sus aditivos?…
Ya no quiero gente serías y distante, me gustan cariñosas, con errores, elegantes, y bien vestidos, pícaros y atrevidos, cachondos y fascinantes, con mucho mundo, aditivo, simpáticos y nada aburridos.
No me gusta la tarde sola, la prefiero acompañado, entre sus nubes de terciopelo entre sueños, entre brumas, entre luces y luceros pero siempre acompañando añadiendo mi cielo.
No quiero besos, sólo besos. Ni sexo sólo sexo. Los prefiero llenos de amor, caricias suaves y verdaderas, con cosquillas mañaneras, un amor ejemplar sin prisas ni carreras, que sepa esperar mi desesperación, me de fuerzas cuando esté vencido, me preste su atención, entre aditivos, no me tenga en el olvido y llene mis tiempos con los suyos, entre los dos y hasta nazcan suspiros, gemidos que aceleren nuestros sentidos, me transporte hacía una nueva primavera. Y me lleven contigo a sentirme querido, muy cariñosamente atendido.
Por ello y otras muchas razones, que no explico, prefiero sentirme rico en aditivos, en sensaciones, ingredientes, sales y razones. Que me hagan sentirme vivo en todas las ocasiones. Que pobre y aburridos entre los sinsabores, se quedan los sosos, sin ganas, después de haber comido.

MARI CARMEN DBEBES

Valentín, después de un divertido día tirando flechas, decide tumbarse en su esponjosa nube y mirar a través de sus mágicos prismáticos. Feliz contempla como sus flechas han generado el efecto deseado.
Desde arriba puede ver como Fermín recibe agradecido, de manos de María, un café caliente, un bollo y una manta que hará más llevaderas sus noches a la intemperie. Esa acción ha llenado su corazón y sus ojos han vuelto a brillar. -Aún hay gente maravillosa en el mundo -piensa.
En la otra esquina, dos jóvenes entrelazan sus manos. Llevan tiempo gustándose pero hoy ha sido ese día en que han decidido confesar su amor. Sus corazones laten como nunca.
Más allá, en el hospital Valentín observa como los sanitarios han decorado las habitaciones de aquellos que no tienen quien les acompañen. Aquellos que viven en soledad. Aquellos que duermen felices gracias al afecto recibido cada día de esas personas que velan por su salud.
En un edificio, en dos pisos contiguos, Javier y Lucía miran hacía el cielo pensativos. El amor no hace mucho que destrozó sus corazones, los hizo pedazos. Los convirtió en un puzzle que ahora es complicado volver a montar. Sin embargo, suena la puerta, unos amigos han llegado para evitar que la tristeza sea la protagonista esta noche. Es el amor de la amistad.
Y así, en la calle, en las casas, en el parque, en todos los lugares hacía donde mira Valentín puede ver cómo el amor, en sus distintas variedades, llega a penetrar en las personas sacando lo mejor de ellas y solo desea que, este amor sin aditivos, este amor puro, permanezca por mucho tiempo dentro de ellas.

BENEDICTO PALACIOS

SIN ADITIVOS

Leí cierto día en un periódico que deportistas y famosos se cambiaban el nombre con suma facilidad, y que luego, aun recordando la gente el antiguo, casi todo el mundo les reconocía por el nuevo. Me encantó la noticia, y me pregunté por qué iba a ser ser yo menos que ellos. Así que después de un análisis práctico y de actualidad, decidí imitarles. Ahora me llamo Bento. A diferencia de aquellos, yo nunca he brillado en deporte alguno ni soy famoso, pero es que mi nombre de pila no me gustaba, y por seguir su ejemplo elegí el actual. Hay en Bento un innegable eco de modernidad y además de todo poca gente se llama como yo. De cualquier modo a mí me habría gustado llamarme Néstor. Es más, cuando tenía dieciséis años me presenté en la sacristía del pueblo donde había nacido para pedir al cura que me cambiara el nombre.

—Estás loco. Los nombres son para toda la vida y Néstor no existe en el santoral, así que ya puedes volver por donde has venido.

A partir de entonces, contradiciendo al cura y al santoral, la gente me conoce por Bento. No es por supuesto nombre de torero o de cantante, pero se le pueden atribuir otras categorías, la de detective por ejemplo. Bento detective sonaba bien, e inmediatamente me apliqué a ello.

Y lo primero que investigué fue un hecho que había ocurrido mismamente en el pueblo. Resulta que en el despertar de una mañana de junio apareció un reguero de paja que unía la casa de Rita, mujer soltera, con la de Anselmo, un señor casado. Y la mujer de Anselmo, Brígida, furiosa por la burla, quería ponerle en la calle a cualquier precio y hacerle desaparecer. Fue la oportunidad de demostrar al mundo mi solvencia.

 —A ese sinvergüenza lo mato.

—Mujer, mira que si fuera un broma. A mí no me parece tan golfo.

—¿Tú que sabes?

—Algo sí —y le mostré una ristra de libretas donde tomaba nota de casos conocidos, si bien yo no era el actor que los había resuelto.

Pero Brígida quería venganza. Y pese a la exposición de las pruebas no logré quitar yerro a la fechoría del marido.

—Anda, olvídate de investigar y consígueme un veneno.

—Pero Brígida ¿tú sabes lo que dices? Irás a la cárcel.

—Lo sé, así que déjate de consejos y monsergas.

—¿No tienes a mano matarratas?

Me miró, me radiografió. Nadie me había echado encima una mirada tan fría. Entró en la sala y volvió con doscientos euros.

—Lo quiero en la semana que viene, veneno puro, eficaz, sin aditivos.

Intenté devolvérselos, convencerle de que había otros medios, que con la muerte no habría marcha atrás. Y que envenenar a alguien debía ser terrible.

—¿Tú has pensado en la dolorosa que debe ser una muerte así?

—Pues no se me había ocurrido. ¿Por qué no pruebas tú?


CUENTOS DEL ALMA

El plato favorito
-Cariño, ¿que le ha pasado hoy a mi ossobuco? no sabe igual, está un poco insulso, le falta sabor, aroma, no sé, resulta un poco simple y aburrido ¿no? -le dijo su marido.
-Cielo -le contestó Elisa-. ¿Tú sabes que son los aditivos?
-Claro -dijo él.
-Y ¿sabes para que sirven? -sin dejarle contestar siguió adelante-. Te lo voy a explicar: Los aditivos mejoran las cualidades que los alimentos poseen, incluso pueden darles algunas que ni siquiera tienen. Gracias a ellos, y a pesar de que por sí solos no alimentan nada, acompañados de las propiedades de los alimentos, pueden facilitar la receta, mejorar el resultado de la misma e incluso pueden ayudar a que se conserven los alimentos por más tiempo.
-¿Y que tiene esto que ver con mi ossobuco?
-Encantada te lo explico: llevas 30 años diciendo que me amas, sin ningún aditivo, no has hecho nada por realzar el sabor de nuestro amor, ni has puesto ninguna sustancia de tu parte que dotara de alegría tu letargo, no has hecho absolutamente nada para ayudar a conservar el amor que mostraste mientras me querías conquistar, al contrario, con el paso de los años fuiste eliminando incluso la pimienta y la sal, elementos básico para nuestra receta de amor. Y si puede que me ames, tienes suerte de que aún no lo dudo, incluso que sea tan valioso el amor que sientes por mi como la carne de ossobuco de primera que te he comprado para esta receta y que me ha costado muy cara. Pero como tu ossobuco de hoy, sin aditivos, que a ti ha dejado de gustarte y te ha resultado un poco simple, aburrido, insulso, y sin aroma, a mi me ocurre lo mismo. Tu amor por mi lleva tiempo sabiéndome como a ti la receta hoy.
Mientras el marido escuchaba atónito y entre confundido y sorprendido a Elisa, ella seguía hablando:
-Pero no te preocupes amor, como ya te he dicho aún confío en que el amor que sientes por mi es de calidad como la carne de ossobuco que te compro, y por eso, de momento, no me voy a ir a comer fuera -y guiñándole un ojo concluyó-. Así es que ya sabes, échale aditivos a tu amor y yo seguiré preparando para ti, tu plato favorito.

SERGIO SANTIAGO MONREAL

Preparé un escrito sin aditivos. Era un sábado cualquiera, a las ocho de la mañana, bueno las ocho y un minuto para ser más preciso. Mierda, las ocho y dos. Bueno, es igual.
¿De verdad algún miembro de este santo grupo pensó que no iba a escribir nada recién propuesto el tema semanal? ¡Pues se confundía!La verdad es que podría hablar de la comida sin aditivos, sin añadirle nada, judías, pues judías, pues que triste sin añadirles un choricillo o algo. Unas lentejas viudas, no mejor casadas y estofadas. Bueno, que me desvío del tema y me pongo cansino. Yo quiero hablar de mi pluma, de lo díscolo que soy conmigo mismo, podría hacer grandes escritos, puede ser, pero no me los preparo, perdería creatividad y autenticidad. Yo soy así, cómo mi pluma. La vida es cómo un libro que vas escribiendo día a día en el que quedan muchas páginas en blanco por rellenar y de uno mismo depende rellenarlas con aditivos o sin ellos, también los capítulos anteriores ya escritos, aunque algunos preferiríamos arrancar las páginas o no son de la calidad literaria que desearíamos, pero ya están escritos y hay que aprender de lo vivido y de lo escrito. Poco a poco vamos mejorando, la pluma se va soltando y empieza a plasmar los siguientes capítulos más bonitos y embelesados, sí, con aditivos, siempre con paso firme pero sin prisa, ya que tenemos el resto de la vida para seguir escribiendo el libro de la vida. Disfrutemos de la vida y de la escritura y añadamosle un buen sofrito, sí, con aditivo.
Y ahora le voy a dar al botón de publicar, me da igual que sea corto, largo, tenga contenido, no lo tenga, con aditivos o sin aditivos, pero yo esta semana ya he cumplido.

PEDRO A. LÓPEZ CRUZ

NO MOLESTEN A LA HORA DE CENAR
– ¿Cuál fue el motivo que le impulsó a llevar a cabo algo así?
Durante los siguientes minutos, eternos e incómodos, el silencio fue la única respuesta. Aquella inesperada pregunta a bocajarro me había dejado completamente bloqueado. No sabía qué decir. Pero lo que más me dolió fue la falta de modales. La extraña mezcla de sensaciones que experimenté cuando me lanzaron aquella enigmática cuestión directamente a la cara, había acabado de manera fulminante con mis ganas de cenar.
Yo era el principal sospechoso, eso estaba claro. Pero no sabía exactamente de qué. A juzgar por los acontecimientos que se habían precipitado aquella noche, era evidente que lo era. Y era igual de evidente que ellos sabían mucho más que yo. Pero por algún motivo preferían que fuese yo quien lo contase todo con pelos y señales. Que contase algo que yo, en esos momentos, desconocía por completo.
Se presentaron por la noche, sin avisar. Dos hombres vestidos completamente de negro a los que yo no conocía absolutamente de nada. Justo en ese momento me disponía a degustar mi cena. Aquella noche el menú era algo diferente de lo habitual. Un suculento y humeante plato de albóndigas preparadas con una receta muy especial y convenientemente regadas con uno de mis mejores vinos. Totalmente caseras. Yo mismo me había encargado de picar la carne esa misma mañana, especialmente para la ocasión. Una deliciosa carne natural en forma de pequeñas y deliciosas porciones, sin aditivos, salvo aquellos que la víctima hubiese podido ingerir en los últimos días, algo que escapaba a mi conocimiento.
Sin embargo, mis ansias por degustar aquella maravilla culinaria habían quedado frustradas. Había pasado ya un buen rato desde que aquellos dos hombres irrumpieran en mi salón y para entonces, las albóndigas ya se habían quedado frías. Tan frías como la mirada inquisidora de aquellos ojos cuyos dueños, después de un buen rato, ya no sabían muy bien qué hacer conmigo. Su nerviosismo era palpable.
En ese momento, sentí como la paciencia se les agotaba:
– Se lo vamos a preguntar por última vez ¿Cuál fue el maldito motivo que le llevó a hacer eso?
Tras dudar un poco al principio, finalmente conseguí reunir las palabras necesarias e improvisé una respuesta:
– Tuve que hacerlo, no había otra salida. El hambre pudo conmigo. De haberlo sabido, lo habría pensado mejor.

TESS LORENTE

Eran las seis de la mañana de un domingo cualquiera, cuando de pronto oyó el portazo que provenía de la puerta principal de la casa.
Se incorporó de inmediato tras pasar toda la noche en vela esperando a que regresara su marido de la cena de empresa.
Había nevado y una fina capa de hielo cubría la carretera. El temor a que sufriera un accidente la había mantenido insomne hasta aquella fatídica hora, en la que agradeció que hubiese regresado sano y salvo al hogar.
El marido tambaleándose llegó hasta la puerta del dormitorio y apoyándose en el quicio de la puerta se plantó ante ella.
El olor a alcohol barato apestó todo el cuarto y sus signos de embriaguez eran más que evidentes.
Tenía la cara desencajada, la mirada vidriosa y las manos llenas de sangre, al igual que su camisa. Había perdido la corbata y el traje estaba sucio.
Ella se quedó sin aliento y comprendió al instante de qué se trataba. Había sufrido un accidente.
Su confesión fue el principio de un calvario que les arruinaría la vida a ambos. Sin demasiados detalles le contó lo que había acontecido.
Ella se iba haciendo cada vez más pequeña, hasta que llevada por la desesperación, se cubrió la cabeza con la sábana por completo para no seguir oyendo el atroz relato.
—Lo he matado, he atropellado al chico y ha muerto en mis manos.
No hizo falta decir nada más. Sin anestesia ni aditivos que pudieran mitigar su dolor, sentenció su condena.
Ella, en aquel instante, también se sintió morir.

BEGO RIVERA

La carretera comarcal 12 que llevaba al pequeño pueblo de Mateo siempre dormía en la más absoluta oscuridad. Esa noche – como todas las anteriores- Mateo conducía todo lo despacio que podía, esperando como siempre encontrarse con Jeremías. Lo único que alumbraba la carretera eran los faros del pequeño y vetusto coche de Mateo. Iba y volvía desde el pueblo hasta el mojón N 121; según la leyenda Jeremías no aparecía más allá de dicho mojón.
Tras años de hacer el mismo recorrido tres o cuatro veces a la semana durante años…Mateo no perdía la esperanza. Su mujer ya se había resignado, lo veía salir a las doce de la noche hasta que se aburría y volvía. Ya con ochenta años no cambiaría.
La leyenda databa de años ha y pasó de generación en generación. Relatada de boca en boca por los propios afectados. Según sus versiones al pasar por esa carretera comarcal de noche vieron un hombre andando por el arcén, dicho individuo hacia señales para que le llevarán. Todos los que dijeron que lo invitaron a entrar en sus vehículos, o caminantes que se encontraban con él… coincidían en la misma explicación: les concedía un deseo,el que fuese. Todos dijeron que lo que pidieron se cumplió.
Había una condición: el deseo debía ser solo uno, conciso, sin explicaciones, sin aditivos. Aún así, Jeremías tenía un sentido del humor algo peculiar y se daban situaciones extravagantes e incomprensibles para los habitantes de la comarca.
Germán, el marido de Sole y dueños de la droguería del pueblo, se encontró con Jeremías y le dijo que quería ser rico. Le tocó la lotería y desapareció con Inés, la jovencita que trabajaba para ellos en la droguería. Sole se quedó sola con tres niños, la casa y la droguería.
Dos años más tarde fue Sole quién se encontró con Jeremías, como todo el mundo ya tenía pensado su deseo: que Germán se arruinara de por vida. Deseo cumplido. Sole vendió la casa y la droguería y se largó del pueblo. Al poco apareció Germán solo, Inés le había abandonado. Estaba sin mujer, sin niños, sin dinero, sin casa y sin droguería.
A Paco,el del estanco, también se le apareció; viudo desde hacía seis años no levantaba cabeza por el recuerdo de su fallecida y amada mujer, Rosa. Le pidió que volviera su mujer. Se cumplió. Al día siguiente la gente del pueblo incrédula y espantada veían a Rosa llamando a la que fue su casa; al abrir su marido este se desmayó. Se armó un buen revuelo ya que la habían enterrado hace años. Rosa azorada les comentó que no sabía que la creyesen muerta, que se fue con el butanero. La gente recordó que por esas fechas Juanin no aparecía, pero pensaron que al ser joven se había ido a la gran ciudad. Rosa cogía de la mano a un niño de unos seis o siete años como prueba de que estaba muy viva y de que el padre del niño era el butanero: como Juanin, era pelirrojo, el único del pueblo. La criatura llevaba un chándal naranja que parecía le iba a estallar, de manera subliminal los allí presentes relacionaron al niño con una bombona de butano, por lo que ya no hubo dudas. Paco los acogió y pasó el resto de su vida arrepintiéndose de su deseo
Y así miles de testimonios, verificados según Mateo. Él también quería su deseo.
Cuando estaba a punto de irse vio a Jeremías al lado del arcén, paró y tartamudeando mientras el sudor resbalaba por su rostro le indicó que entrara.
Jeremías entró, le preguntó su nombre y tras tres o cuatro frases sin importancia le preguntó a Mateo que deseaba. Mateo no lo dudó ni un instante, lo tenía claro:» ¡ Quiero la paz mundial!»dijo Mateo radiante.
Jeremías no esperaba semejante petición e intentó hacerle cambiar de opinión, pero no hubo modo. Le ofreció dinero, salud, amor…Mateo insistió en que debía concederle su deseo. Ya con ochenta años…dinero¿ para qué?; salud…si ya estaba con un pie en el otro barrio, sería un deseo desaprovechado; amor…ya tenía a su mujer.
Mateo necesitaba que su paso por el mundo no hubiera sido en vano.
Jeremías abatido, perplejo… había sido noqueado por este anciano. ¿ Quién se lo iba a decir?
Procedió a cumplir el deseo
Todo ser humano sobre la tierra desapareció.
Jeremías se encontró en medio de un paraíso. La naturaleza pletórica brillaba, el aire puro lo acariciaba. Se sentó en la mullida hierba.
Se había quedado sin trabajo.

ALIKE FERSAN

Quiero ser yo, en esencia y extensa con mis virtudes y defectos, yendo de sobrada y con carencias, aprendiendo por la vida y enseñando a los que llegan, pisando fuerte y a pies juntillas, ser todo y nada, alumna y maestra, que no exista la palabra prohibido.
QUIERO SER YO SIN ADITIVOS.
Vivir sin planes, disfrutando y arriesgando, respirar profundo, alimentarme de experiencias, despeinarme mientras bailo, apasionarme con nuevas ideas,entregarme al factor sorpresa, desechar lo programado, evitar las excusas, saltarme las reglas, olvidarme de mi ombligo, abrirme a lo desconocido, hablar a tumba abierta, ser feliz conmigo.
UNA VIDA SIN ADITIVOS.
El amor como un torrente de agua pura, limpia, fresca.
Sincero, arrebatador, que te quite el aliento, que produzca estupor, que nazca de las entrañas y de un gran corazón, salvaje y ardiente en noches frías que me empape de sudor, un amor impetuoso,, travieso, espontáneo, atrevido, asi, SIN ADITIVOS QUIERO EL AMOR.
Deja que la vida me abrace en todas sus etapas, que me deleite su sabor, muchas veces amargo y otra de un sublime dulzor, la quiero SIN ADITIVOS que nada cambie su encanto ni su más desgarrador dolor, porque si le pones aditivos será una mentira y aunque fuera la más bella de las farsas…NO SERÍA MI VIDA.⭐️

IRENE ADLER

ACQUA TOFFANA
Una gota. Dos gotas. Tres gotas…
Las campanas de San Bernardino tocan a prima y un sol cobrizo y perezoso, aún somnoliento, se desliza con mansedumbre animal sobre los tejados húmedos de Perugia.
Baldassara permanece inmóvil frente al espejo del tocador, donde la llama de una vela que muere despacio contra el dorado latón de una palmatoria, sustituye al sol temprano y polvoriento que araña y rasguña y reclama, sus dominios al otro lado del grueso cortinón de terciopelo. Su mirada se abisma en el azogue, allí dónde otros verían el reflejo hermoso y pálido de su rostro aún infantil, ella ve una máscara de la peste, una de las siete cabezas de Hidra, una Gorgona.
Una gota. Dos gotas. Tres gotas…
La redoma de topacio se esconde o camufla entre frascos de perfume, afeites variados, coloretes. Es gruesa y opaca y ya casi no pesa. Igual que su contenido no sabe, no huele, es ligero e incoloro como el agua. Ayer volvió el médico. De pie a la cabecera del enfermo, agitó con pesadumbre la cabeza. Ordenó que sólo le preparara caldos, que su estómago no admitía ya ningún alimento sólido. Hoy, cuando las campanas de San Bernardino toquen a sexta, vendrán el cura y el notario. Su marido quiere poner en orden sus asuntos, su fortuna.
Una gota. Dos gotas. Tres gotas…
Baldassara se imagina en el entierro, de negro, con un velo de organdí tupido que oculte al mundo su rostro sin culpa, sus ojos sin llanto. Después se encerrará en el caserón que ha sido jaula dorada y presidio, a fingir un duelo que no siente y un luto que no lleva. Sacará los lienzos, la paleta, los pinceles, retomará la correspondencia con su amiga Artemisia Gentilleschi, volverá a pintar, ahora que ya no tiene dueño ni tirano que la obligue a renunciar, como hizo él, a golpes.
Una gota. Dos gotas. Tres gotas…
La libertad tiene el peso de una redoma de topacio, nombres preciosos como arsénico, cimbalaria, cólquido, belladona. La libertad tiene el precio de no volver a ver su rostro lozano y juvenil en el espejo. La libertad está a tres gotas de ése brebaje preparado por Giulia Toffana, en la sopa de gallina que ella misma le prepara todas las mañanas, desde que enfermó. Es un hombre brutal, cruel, mezquino y odioso. Moriría de cualquier otra cosa, sólo que lo haría más despacio, y mientras tanto, la muerta en vida, es ella. Sin él podría pintar, viajar, conocer Florencia y Nápoles, y a su amiga Artemisia Gentilleschi, ser libre… Libre para ser ella.
Aferra la redoma de topacio, notándola fría y estremecedoramente suave contra la palma de la mano. De un tirón violento, abre las cortinas, y un haz amarillo barre la estancia como un florete de luz que fintara al aire. Una miríada de partículas brillantes, diminutas, como polvo en suspensión, danzan entorno a su cuerpo menudo y aún infantil. Y Baldassara huele y siente, el viento agitando la cebada, el triste tremolar de las amapolas rojas como el carbunclo, pan horneándose al amor de una tahona, el sudor ácido y limpio de los brazos de su padre.
Una gota. Dos gotas. Tres gotas…
Prepara la sopa sin cilantro, ni orégano, ni salvia, ni azafrán. El médico dijo que debía cocinarle los caldos sin aditivos por culpa de las peligrosas diarreas.
Añade una gota: arsénico por cilantro.
Añade otra gota: cimbalaria por orégano.
Añade otra gota: cólquido por salvia.
La cuarta, que habrá de ser la última: belladona por azafrán.
La sopa humea, se espesa al fuego, Baldassara tiene la aterradora fantasía de que la cocina huele a plomo. De que el viejo odioso se resistirá a morir, apegado como está a sus vicios y su monstruosa avaricia, que la Inquisición golpeará a su puerta y la arrestarán. Arrastrando los pies con pesadumbre por la crujía que lleva al dormitorio del marido, avanza idiotizada, con el cuenco entre las manos, temblorosa y a la vez resolutiva, como lo haría un condenado a muerte.
Una gota. Dos gotas. Tres gotas…

MARÍA PRIETO

La nueva promoción de agentes había acabado su formación y como llevaba sucediendo desde hacía unos años, me tocó ser la tutora de uno de ellos.
Eran las siete y media de la mañana y me encontraba en la comisaría saboreando el primer café del día cuando el novato de turno apareció ante mi para presentarse.
— Buenos días señora, soy Rodrigo, su nuevo compañero de patrulla.
Levanté la cabeza de mi taza y me quedé analizándolo unos segundos. Era otro muchacho de unos veintitantos, fibroso, con bonitos ojos azules y el cabello peinado a conciencia hacia un lado.
— ¿CrossFit, calistenia o triatlón?
— Calistenia señora. —¡OMG! Su respuesta me revolcó el corazón, el arte de la calistenia era dominada por muy pocos.
— Hola Rodrigo, me llamo Gemma, por favor no me llames señora, voy a ser tu compañera y me hace sentir como si fuera tu madre.
— Lo siento señora, perdón Gemma no era mi intención, sólo pretendía ser respetuoso.
— Lo sé, lo sé, venís con la lección bien aprendida de la academia. Vamos, toca salir a la jungla, la práctica no tiene nada que ver con la teoría.
— Lo estoy deseando señora, digo Gemma.
Le indiqué al novato que se sentará de copiloto pues nunca he dejado a nadie las riendas de mi vehículo y comenzamos la jornada que resultó ser de lo más aburrida.
Fueron pasando los días y Rodrigo y yo empezamos a tener conversaciones más distendidas en los largos ratos que pasábamos haciendo siempre el mismo recorrido, hablamos de la familia, música, cine, deporte, política…E iba descubriendo que el tipo, a pesar de su juventud, resultaba bastante interesante.
Una noche nos tocó hacer de escoltas de una chica y, como en las películas, estábamos vestidos de paisano metidos en un coche de incógnito, vigilando la entrada de la vivienda de la protegida. Nos surtimos con varios termos de café y varias bolsas de bollería para matar el tiempo.
Al ir a abrir una de las bolsas que yo había traído, Rodrigo se detuvo para leer los ingredientes y es que el muchacho llevaba una vida ultra sana y no consentía ingerir nada que entre sus ingredientes llevará una E, o sea aditivos. Bueno, le pedí disculpas, pues no sabía de su escrupulosa alimentación y acordamos que cada uno se comiera lo suyo.
Después de cinco cafés, yo siete bollos con aceite de palma, él seis palmeras con harina de espelta y cuatro horas de trabajo, el cansancio de ambos era evidente y a Rodrigo se le ocurrió darme una clase magistral de nutrición y vida sana. Comenzó explicándome la pirámide alimenticia y su aplicación al mundo fitness, los superalimentos, las grasas trans…Y mientras daba su charla me quedé un momento hipnotizada mirando cómo se movían sus pronunciados labios y se me pasó por la cabeza el mordérselos. Ésto provocó que me saliera una carcajada de vieja verde cachonda e hizo que Rodrigo detuviera su oratoria.
Uy, me había pillado, sentí vergüenza. Le pedí disculpas y me excusé alegando que tanto café no me sentía bien.
Rodrigo sonrió y sentí un tsunami de sangre recorrer mis venas.
— Uff ¡Qué calor hace!
— Pero si hace tres grados ahí fuera.
— Será la menopausia, no me hagas caso Rodrigo.
Y mientras decía esto, agité una mano y sin querer, la dejé caer sobre su pierna. Rodrigo me lanzó una mirada de sorpresa y al instante, retiré mi extremidad a la misma velocidad que si la hubiera puesto sobre un puercoespín. Volví a pedir disculpas intentando sostener su azulada vista pero mis ojos se resbalaron por su cuello hacia la camisa del uniforme que se ajustaba a la perfección sobre los marcados pectorales.
— ¿De verdad que no hace calor aquí?
— Bueno, igual está la calefacción muy alta.
Las siguientes dos horas pasaron en silencio. Rodrigo se entretenía escuchando el canal de radio de la policía y yo ahogaba mis frustraciones sexuales en café. No sé cómo pudo suceder, pero, a pesar de toda la cafeína que corría a sus anchas por mi cerebro, me quedé dormida.
Al cabo de no sé ni el tiempo, me desperté con toda la parte de la mejilla que había apoyado sobre la ventanilla empapada de baba y con esa sensación de haber dormido tan profundo, que no sabía dónde estaba. Parpadeé varias veces para situarme y bostecé con ganas a la vez que me giraba y estiraba los brazos. Entonces apareció en mi campo de visión Rodrigo. Upss Rodrigo. Se me cortó el bostezo de un hachazo y volvió la sonrisa nerviosa. Por favor, este niño va a pensar que soy idiota.
— ¿Te encuentras bien Gemma?
— Sí, sí Rodrigo, gracias por preocuparte, me ha vencido el cansancio, me estoy haciendo mayor, jaja, esto no me había pasado nunca.
— No te preocupes, no ha pasado nada ahí fuera.
-— Menos mal que has estado atento. Me has salvado el cuello, podría haber ocurrido algo muy gordo.
— Estoy seguro que tú de mi edad lo hacías igual o mejor que yo.
-— ¿Eh? Sí Rodrigo, sí, de tu edad, así es.
-— ¿Has tenido alguna pesadilla?
-— ¿Pesadilla? ¿Por?
-— No parabas de decir, ¡házmelo sin aditivos!
Quería evaporarme como Houdini. ¡Ay Rodrigo!, cómo te explico que soñaba contigo…

JACINTO FERNÁNDEZ LOMBARDO

Cuando ella le dijo que para San Valentín quería un regalo sin aditivos, él no era consciente de la dificultad a la que se enfrentaba.
Visitó hipermercados, tiendas de barrio, mercadillos de artesanos y portales de internet especializados, que tan solo le ofrecían unos cuantos productos alimenticios sin colorantes, conservantes o edulcorantes.
Pensó entonces en buscar alguna prenda de seda o de lino, pero los hilos estaban teñidos de pigmentos artificiales.
Buscó libros de temas que le apasionaban, pero el papel de las páginas estaba blanqueado con cloro.
Quizás algún metal precioso como la plata o el oro —le insinuaron—, pero luego se dio cuenta de que, por definición, «aditivo» es cualquier sustancia que se agrega a otras para darles cualidades de que carecen o para mejorar las que poseen. Ella no necesitaba de añadido alguno.
Adán estaba confuso, no sabía qué ofrecerle a Eva.
A la mañana siguiente, llamaron a la puerta. Eva se encontró fuera a un Adán desnudo que le miraba sonriente. Tenía barba de tres días y una manzana roja en la mano. Ella le devolvió una sonrisa de ropa tendida y le hizo pasar.
Ambos mordieron juntos la manzana y compartieron el estimulante regalo en aquel su primer día de enamorados en el paraíso natural.

EFRAIN DÍAZ

Javier terminó la escuela superior en su natal Puerto Rico. Luego de evaluar sus opciones, decidió ir a una universidad en los Estados Unidos. La educación primaria y secundaria en los Estados Unidos no era mucho mejor ni muy distinta a la educación de su país. Había caído en la mediocridad académica. Sin embargo, las universidades norteamericanas todavía gozaban de cierta solvencia y prestigio académico. Se matriculó en una universidad de Nueva York.
Comenzó el semestre y se hizo amigo de Carlos, un estudiante mexicano que llevaba en Carolina del Norte más de la mitad de su vida. Ambos estudiaban lo mismo y sus programas académicos eran similares.
Luego de haber estudiado sin parar por varias semanas, un miércoles en la noche Carlos le propuso a Javier tomarse un descanso el fin de semana e ir a una discoteca que conocía al otro lado de la ciudad. Javier, cansado de tanto estudiar, pues no quería defraudar a sus padres, aceptó la propuesta con una amplia sonrisa. Hacía mucho tiempo que no iba a una discoteca y nunca había pisado una en Nueva York.
Bien vestido y perfumado, tomaron el tren el viernes a las nueve de la noche y se fueron de baile, baraja y botella.
Llegados a la discoteca, la fila para entrar era interminable. Sin embargo, Carlos conocía al portero que, tan pronto lo vió le hizo señas, le abrió la valla de seguridad y les permitió entrada VIP. Debía de ser un buen club, pues todos, hombres y mujeres estaban elegantemente vestidos.
La discoteca era impresionante. Tenía un buen juego de luces tenues. La barra era inmensa y muy bien surtida. De la pared de la barra y hacia toda su extensión caía una infinita cascada de agua cristalina que cambiaba de colores según la luz que le diera. Del techo colgaban varias jaulas en las cuales una bailarina semidesnuda movía sensualmente sus contornos físicos al ritmo de la música. Las meseras vestían una falda negra muy ajustada y al tobillo con una camisa blanca de manga larga y sugestivamente abierta al frente, dejando gran parte del busto al descubierto pero también dejando a la imaginación. Los desnudos totales no son tan atractivos como lo es dejar algo a la imaginación.
Javier estaba maravillado. Jamás había estado en un lugar tan elegantemente degenerado. Carlos se acercó a la barra y pagó la primera ronda. Javier pagó la segunda. Carlos pagó la tercera. Cuando Javier pedía la cuarta ronda y ya alegre, producto de la ingesta etílica, vio a una hermosa joven que le sonrió desde su silla. Javier levantó su trago hacia ella y ella, con un gesto de cabeza, dijo sí. Javier instruyó al bartender a servirle a la joven y poner el trago en su cuenta. Le llevó el trago a Carlos e inmediatamente se acercó a la joven.
Se llamaba Krystal, era de Maryland y estudiaba en la misma universidad que Javier y Carlos. Estaba en su tercer año de bachillerato y perseguía un PhD en filología inglesa. Luego de un rato hablando y sorbiendo sus respectivos tragos, Krystal invitó a Carlos a la pista.
Ambos comenzaron a bailar al ritmo de la música. Según la música se iba intensificando, sus cuerpos comenzaron a pegarse. Comenzaron con leves roces que poco a poco pasaron a moderados estrujones. Krystal se volteó de espaldas y comenzó a rozar sus nalgas en los genitales de Javier. Repentinamente sintió una fuerte erección, volteó la cabeza y coquetamente le sonrió. Continuaron bailando al sensual ritmo de la música mientras continuaban intensificando los roces corporales. Ya excitados por el alcohol, el baile y el roce, Krystal agarró a Javier por los genitales y lo que agarró, le gustó. Invitó a Javier a otro lugar. A un lugar más privado. Javier no conocía nada de la ciudad pero Krystal le dijo que no se preocupara. Ella sabía de un hotel bueno, bonito y barato en el que la pasarían muy bien. A Javier le resultó curioso que Krystal supiera eso pero no le dio importancia. No la quería ni para rezar el rosario ni para casarse con ella. La noche promete, decía para sus adentros.
Javier avisó a Carlos que se iría con Krystal. Quedaron en encontrarse en la universidad al día siguiente al mediodía en la cafetería para almorzar. Cuando Carlos vio a Krystal, le sonrió a Javier, haciendo un gesto de aprobación con la mano. Krystal y Javier salieron de la discoteca agarrados de la mano y cogieron el primer taxi que vieron. Un Uber hubiese salido más económico pero ninguno quiso esperar.
Ya en el hotel, pidieron una botella de vino barato y subieron a la habitación. Descorcharon la botella y Krystal sirvió las copas. Entre besos, caricias y sorbos, comenzaron a desnudarse el uno al otro. Repentinamente Javier sintió una profunda pesadez. Sintió que poco a poco se iba, que perdía el control, que caía en un profundo sueño.
Cuando Javier despertó, sus ojos estaban nublados. Le molestaba la claridad. Sentía su cuerpo entumecido y lleno de cables y sensores. Escuchaba muchos «beeps». Beep aquí y beep allá. Cuando su vista se aclaró, vio a sus padres con cara de asustados. Javier despertó en el hospital.
Sus padres estaban llorosos. Llevaba tres días sedado. Cuando llegó el médico, Javier le preguntó que hacía allí. Le pidió que le dijera la verdad, sin edulcorar, sin aditivos ni preservativos. El médico le explicó que estaba en un hotel y el empleado de limpieza del hotel lo había encontrado totalmente sedado en la bañera de la habitación, con una herida a la altura de la cadera, mucho hielo y una nota que decía que lo llevaran a un hospital. Del hotel llamaron al 911.
Ya en el hospital, un cirujano verificó el cuerpo y la herida de Javier. Javier había sido víctima de una poderosa red de tráfico ilegal de órganos humanos. A Javier le habían robado un riñón.
Javier estaba en buen estado y se recuperaría exitosamente. El médico le dijo que la persona que le había extraído el riñón debía ser un cirujano experimentado, pues hizo una cirugía limpia y muy bien hecha. No se trataba de un carnicero. Quien la hizo, sabía muy bien lo que hacía.
Javier estaba estupefacto. Le preguntó a sus padres cómo se habían enterado. Estos le dijeron que al no llegar al campus a medio día como había quedado con Carlos, éste dio parte a las autoridades de la universidad y la universidad alertó a la policía.
En eso, entró un agente a la habitación de Javier con un set de fotografías y tomando una, le preguntó a Javier si conocía a la joven. Javier le dijo que sí, que se llamaba Krystal.
Javier le preguntó al policía de donde había obtenido la fotografía. El policía le contestó que el hotel tenía cámaras ocultas. Javier le preguntó si tenían más fotos, a lo que el policía le contestó que sí, que tenían muchas y que a sus padres no le agradaría ver lo que reflejaban. De hecho, le dijo el policía, la chica no se llama Krystal. Su verdadero nombre es Catherine Simms. Ya la tenían identificada.
Continuará…

RAQUEL LÓPEZ

Te quiero tal como eres
sin aditivos
que empañen tu belleza
así,al natural.
Con todas tus fortalezas
y con todos tus defectos
sin cuerpos,
tratados como objetos.
Te quiero tal como eres
por regalarme tu sonrisa,
por hacer caso omiso a los prejuicios
por enseñarme ,
que el amor es mucho más
sin tener que edulcorar la realidad.
Aceptar cada curva de tu cuerpo
por eso,a lo que tú llamas defectos
sin la experiencia,
de algo grande y valioso.
Te quiero así ,sin más,
en días grises o soleados
sin aditivos,al natural,
porque aunque haya días
que la desgana y la desilusión aparezcan,
yo solo quiero que sepas,
que te voy a querer igual.

JOSÉ ARMANDO BARCELONA BONILLA

SAN VALENTÍN (Sin azúcares añadidos)
Hace años, ya, que me diste boleta,
me echaste de tu cama, de tu armario,
dejé de estar presente en tu diario
y en la puerta pusiste mi maleta.
Con un puyazo hasta la cruceta,
y al borde del soponcio coronario,
con tu recuerdo hice un escapulario,
y al desierto me eché, de anacoreta.
Dale que dale vueltas a la noria
del desamor, estuve noche y día,
buscándole sentido a tu entropía,
por darte una sentencia absolutoria.
Pero el tiempo, sublime lenitivo,
que pasó con gran pena y poca gloria,
puso fin al dolor, se acabó el luto.
El sainete cerré, ya eres historia,
metí el escapulario en el archivo.
No te echo en falta, amor, en absoluto.

JAVIER GARCÍA HOYOS

No sé cuando ocurrió. Pero me temo que eso ya da igual. Todo ha sido trasladado al pasado. Las caricias, los besos, la cómplice mirada. Ya nada de eso forma parte de nuestro presente.
Hubo un tiempo en el que oír de sus labios mi nombre, Sonia, con aquella voz grave que me hacía vibrar, me hipnotizaba. Anhelo aquellos días, querría volver, sin dudar a sentir el dulce cosquilleo de mi pecho al estar junto al él. Pero esos días, son como las hojas que lleva el viento en otoño, no volverán.
Nuestra relación se estaba estropeando, pudriendo diría yo, pero lo más triste era no saber por qué. Decidíamos darnos una oportunidad tras otra, pero era inútil. Nos habíamos transformado en dos desconocidos que, simplemente, vivían juntos.
Un día tuve una idea, la única que nos daría la ilusión de seguir adelante.
―Tengamos un hijo. Él volverá a unirnos.
Por primera vez en mucho tiempo, vi en los ojos de Eduardo la luz que antaño me deslumbró, y con una sonrisa escuché, por un instante, la voz que me estremecía por dentro.
―Hagámoslo, nada me gustaría más que formar una familia contigo.
Aquella noche, la pasión perdida regresó, al mirarnos no tanto con el deseo, si no con el amor que se nos había extraviado. Lo tendríamos, tendríamos un hijo y salvaríamos nuestro matrimonio.
Las miradas, precedieron a las caricias, las caricias a los besos y los besos a nuestra intersección.
Yo, sentada sobre su cintura, moviendo levemente mis caderas. Él, con sus ojos cerrados, inspirando y exhalando aire cada vez con más fuerza, con más pasión. Rodeó mi cintura con sus grandes manos. Y entonces me di cuenta. Recordé el tiempo pasado. Cuando ambos no dejábamos de mirarnos al hacer el amor, cuando al notar sus manos sobre mí, notaba su intenso calor llenando de fuego mi interior. Fue entonces, al proyectar aquellas imágenes, cuando reconocí que no sentía aquella magia, cuando empecé a llorar, cuando supe que todo había terminado.
Bajé de la cama y me senté en el borde. Eduardo parecía consternado. Supongo que aún estaba bajo los efectos del un coïtus interruptus.
―No podemos, Eduardo, no podemos ni debemos hacerlo.
―¿A qué te refieres? Creía que era lo que queríamos.
Lo miré, no se si con pena, o con decepción.
―Míranos, aquí, desnudos, esto es lo que somos, nada más. Nuestro amor desapareció hace demasiado como para encontrarlo de nuevo. ¿Que nos diferencia ahora de dos desconocidos que deciden acostarse una noche cualquiera? No, tener un hijo no arreglaría el problema. Nuestra relación no puede basarse en un aditivo, como el de los alimentos, para tratar de conservarla. Y eso sería nuestro hijo.
Eduardo miró al suelo. Debió sentir sobre sí, el mismo peso que sentía yo sobre mí.
―Tienes razón, no podemos condenar a nuestro hijo, incluso antes de existir, a una vida llena de vacío.
Aquella fue la última noche que pasamos juntos. Sentados en aquella cama, sin vida, sin amor, sin pasión, sin nada.

BEATRIZ ÁNGEL

Estoy pensando yo,
que si como, si respiro,
si bebo o si me visto,
todo lleva cositas,
que se llaman aditivos.
Cojo un yogur, de la nevera,
y es inevitable, girarlo
y mirar la fecha.
Pero vamos,
que todos sabemos
que si esta bueno,
caducado y todo
se lo come hasta la abuela.
Comidas enlatadas
que duran hasta décadas,
y el puchero de mi madre
se agria si se queda fuera.
Ropa teñida,
detergente y suavizante
y aunque no cierre
el armario, Pepe corre!!
Que tiene rebajas la Reme!!
Que si humo de tabaco,
que si humo de los coches,
pero el que moncloa consume
cuando utilizan aviones
o el que sale del despacho
cuando toman decisiones,
de ese, de ese no habla nadie,
pero ese, canta por soleares.
Yo me hincho de azúcar,
xq dicen que conserva,
y entrar no entro x la puerta,
pero arrugas, toas’ las quieras.
Compré el otro dia pintura,
y me dijo el dependiente,
Señora, tiene usted niños?
Si, un par de churumbeles,
pos’ llévese mejor la otra
que esa lleva sustancias
y les puede dar un telele.
Total, que estaba pensando yo,
que si un aditivo es lo mismo
que un polinomio y un más
o es también to eso
que pone en las etiquetas de atrás,
ahora entiendo por qué las leo,
y no me entero de na.
En fin, que yo creo que al final,
empezando por el principio
y acabando en el final,
este tema es para genios
y es mejor dejarlo estar…

GABRIELA INÉS COLACCINI

Hoy
Suelto la
loca manía
de pretender mejorarlo todo…
¿A caso resisten
modificación alguna…
las alas de una monarca
tus caricias en mi alma
las danzas de los girasoles
nuestros encuentros en el camino
los reflejo del árbol
de la flor
en el río?
y tanto
y todo…
Sucumbe mi ego, me entrego
a la vida tal cual es
a la belleza sin aditivos.
Gaby

ANGY DEL TORO

Romper las Reglas
Es 14 de febrero, Día del Amor y la Amistad. Cómo celebrarlo, si estamos inmersos en una pandemia mundial.
Te invito a romper las reglas. Basta ya de cuarentena, confinamiento o aislamiento social. Ámame desde la «nueva normalidad», la mía, la tuya, la nuestra. Abrázame fuerte y bésame con pasión. Haz que pierda el sentido de esta realidad.
Mis hormonas no entienden de virus, ignoran el Covid 19, el Ómicron y cuantos otros existan. Solo escuchan el sonido del viento, sienten el calor de tu cuerpo, aman cualquier parte de ti, de mí. Saben que todo irá bien, disfrutan cuando me besas y me elevas, escudriñando la luz de los hados, sintiendo el encanto de ver cómo se nos eriza la piel al más mínimo roce. Frota mis carnes y disfruta del calor que me abraza. Confía en que todo entre nosotros irá bien. El virus es oportunista -lo sé- pero no puede ser más fuerte que el aditivo que nos embriaga, cual droga imprescindible para calmar las ansias de amarte. Muero cuando te despojas de toda vestimenta y en desenfrenada lujuria nuestros cuerpos se envuelven.
Los momentos felices son cortos, la vida es aventura. Amar es vivir, y vivo porque te amo. Eres la melodía que me invita a danzar entre nubes. Dime ¿en qué sueños estamos? ¿en los tuyos, en los míos? Cierro el ordenador portátil e inspiro tu aroma, acaricio el teclado.

GAIA ORBE

Una tarde de verano buscaba un banco a la sombra. La mayoría estaban ocupados. Un señor me hizo espacio y me senté. Saqué de la mochila el yogurt que había comprado. Antes de abrirlo me puse los lentes para leer la etiqueta. El hombre me dijo:
—El vencimiento está abajo o en la tapa.
—Miro que sea natural. — le dije, y él con una risotada agregó: —Todo tiene aditivos. Cómaselo mientras yo le explico.
No sé si fue su firmeza, su amabilidad o el hambre que tenía, pero obedecí y lo escuché.
El hombre dijo:
— Etiquetar los alimentos como sin conservantes ni colorantes, sin químicos son eslóganes de publicidad con los que la industria alimentaria se está enriqueciendo. Le hacen creer a la gente que son más nutritivos sin aditivos y esto no es así.
Me pidió el pote y señalando la palabra ácido ascórbico dijo:
—El ácido ascórbico es la vitamina C usada en cientos de productos que se venden como naturales. Sin embargo lo mismo es sacarla de las plantas que sintetizarla en un laboratorio. De una u otra forma es vitamina C.
Lo interrumpí:
— ¿Y cuando hablan del riesgo de los aditivos?
—Como dijo Paracelso: “Nada es veneno, todo es veneno, depende de la dosis”. Y las dosis de aditivos están estipuladas con amplio margen de seguridad teniendo en cuenta a los consumidores más vulnerables.
—Pero dicen que los compuestos naturales traen más beneficios.
El hombre me preguntó si comía pan, asentí con la cabeza.
—Para hacer el pan usan el E300. A partir de 12 mg aporta beneficios al sistema inmunológico, en la formación de los huesos, la disminución del cansancio, y otras propiedades saludables más. Por debajo de 12 mg no tiene efecto alguno y esa es la dosis que se usa del E300 para el pan. ¿Y sabe cuál es el E300?
—Ni idea.
—El ácido ascórbico. —dijo, y antes de irse agregó:
— No crea todo lo que dicen. Estudie, lea, investigue y cómase todos los días una naranja que tiene 70 mg del aditivo E300.

GUILLERMO ARQUILLOS LLERA

Doscientos muertos
Había un perfecto silencio.
Inmediatamente se pensó en la Resistencia porque aquello parecía un acto terrorista.
—¿Todos han muerto? — Mis palabras tenían ecos metálicos al rebotar contra las paredes.
—Sí, todos —me respondió el poli.
Yo conocía a aquel agente; pero, como es lógico, no me dejaba entrar. No me quedaba más remedio que verlo todo desde el pasillo, sin pasar la cinta que acordonaba la escena.
Había doscientos cadáveres. Y doscientas eran las plazas que tenía aquel comedor, el mío, el que había asignado el Cerebro Total.
Nuestra sociedad, que era perfecta, nunca había pasado por aquello. Al menos, a los ciudadanos no nos habían informado de algo semejante.
—¿Cómo ha podido suceder? —le dije.
Yo miraba a un lado y otro, con los ojos muy abiertos, fijándome en los detalles de aquella masacre. Había muertos de todas las edades, de todos los rangos, con uniformes de todos los colores.
El 2612 estaba siendo un año nefasto para el gobierno de la Comuna Mundial. Los portavoces oficiales siempre decían que todo lo que sucedía eran actos de terrorismo y lo atribuían a la Resistencia: primero, la sequía; luego, aquellas bacterias contra las que nada podían los antibióticos y que acabaron matando a tantos. Ahora, esto. Era terrible: en total, se contaban miles de muertos.
—Ha tenido que ser por el agua —me dijo—. Los investigadores ya la están examinando en profundidad. ¡Maldita agua! No puede ser otra cosa… —Tenía los ojos llorosos. Me imaginé que alguno de sus amigos estaba entre las víctimas.
—Pero, ¿todos han muerto? —Volví a preguntar.
—Todos. Ante la Resistencia, estamos indefensos. Algo no ha funcionado bien, porque el agua se analiza antes de que llegue a los comedores. Hay decenas de controles. No puede contener ningún aditivo ni ningún microorganismo perjudicial; es pura, de manantial. Desde lo de las bacterias, se han duplicado las inspecciones.
En aquella época, el gobierno nos obligaba a comer y beber de manera exclusiva y exacta lo que nos asignaba el Cerebro Total. Algunos ciudadanos creíamos que ese enjambre de ordenadores que dirigía la Comuna Mundial nos estaba deshumanizando. Era antinatural someter nuestras vidas a aquella máquina, por mucha inteligencia artificial que tuviera.
—Sí —le dije yo—, lo único sano es el agua pura.
—Por supuesto —dijo él, con una mueca—. Solo agua. Sin aditivos.
El Cerebro Total nos deshumanizaba: su gobierno despótico era el peor aditivo que podía tener nuestra perfecta sociedad.
Fue muy difícil que los de la Resistencia consiguiéramos añadir veneno indetectable a los depósitos de agua de aquel comedor. Después de este éxito, lo fuimos repitiendo en miles de comedores, por todo el mundo.

ROCÍO GONZÁLEZ

Aveces me pregunto desde cuando se creó la dichosa manía de endulzar una mentira..
cuando la verdad se hace tan fácil al corazón,
se suelta sin aditivos,
sin necesidad de decoración,
sin azúcar,
o café,
sin momentos preparados,
pues quien anda en el camino de la lealtad,
el razonamiento,
la empatía,
llega al lugar más bello,
la liberación del alma.

BEA ARTEENCUERO

TAN SOLO EL AMOR..
.Lucas un niño de8 años , tenía a Blanco, un bello perrito que era su amigo, lo amó desde que su tía de pequeño se lo regalo; Eran muy felices, hasta que un nefasto día a la calle se escapó y un coche lo atropelló. Lucas no tenía consuelo, lloraba y lloraba, extrañaba a su amigo, un día alguien le dice que que en el medio del bosque había un lugar con muchas estrellas de colores, donde todos los animalitos que hiban al cielo, tenían cada uno la suya.
Así fue que se propuso encontrar ese lugar y ver la estrella de blanco, su amigo; Con su mochila y varias cosas para el camino fue en busca de ese lugar (En vacaciones de verano, había estado en un campamento, donde aprendió muchas cosas, no tenía miedo)
A poco de entrar al bosque se encontró con un grupo de ardillas.
– Hola ¿donde vas? Le pregunto Chip.
– Voy en busca de una Estrella para mi perrito blanco.
– Yo soy la encargada de proteger las reservas, Ese lugar se encuentra detrás de aquel cerró.. ¡Te acompaño! Pediremos ayuda al lobo Rolon, es el maestro explorador del viaje sin fín, así es que el colibrí que es el mensajero y paralizador del tiempo llevó el mensaje a Rolon, quien se reunió con ellos y emprendieron el viaje.
Climas el caballo los ve..
– Hola amigos ¿Adonde van?
Cuando le explican, rápido les dice…
– Suban que los llevo…Soy muy rápido y tengo poderes curativos.
Gracias a Climas, viajaban muy rápido. Lucas no salía de su asombro..¡Lo ayudaban los animales del bosque.
Entran en un sendero, donde sólo se ven flores y mariposas, es el lugar mágico donde habitan las adas y los duendes, al final de ese camino se aparece un gran espacio con mucha luz, en el momento de entrar ven a un Búho…Es Juan que sin preguntar nada los deja pasar, ya que el puede ver lo que los demás no pueden, posee la esencia de la verdadera filosofía.
Al fín llegan, ¡Que maravilla!Lo que se presenta ante sus ojos..
El cielo con infinidad de estrellas de brillantes colores, ante ellos, los recibe Falco,
El Halcón, es el mensajero de los dioses quien los lleva hasta Kenai un gran Oso de un bello pelaje Blanco,al verlos le dice…
– ¿Que vienen a buscar? Yo soy la fuerza y la sanación del viaje espiritual.
– Vengo en busca de una Estrella para mi perrito Blanco que está en el cielo, lo extraño mucho..Cuando lo busco en el cielo por las noches, no se en que estrella está.
– Has venido al lugar correcto …Ven.
Lucas va con Kenai mientras sus amigos lo esperan.
Lo conduce hasta un gran círculo, rodeado de estrellas, en una nube ve a un hermoso Pato, al verlos se les acerca, acaricia a Lucas y le dice…
– Se porque vienés, Yo estoy en conexión con los espíritus de aquellos que se fueron.
Lo lleva al centro del lugar, Lucas se ve rodeado de millones de estrellas, de pronto una se detiene a su lado, Al mirarla ve en ella a su noble amigo, Blanco…Le dice…
¡¡Soy feliz en esta estrella plateada!!!
Fue sólo un instante..
Las lágrimas asoman en sus bellos ojos grises.
Se acerca Máx, él pato y le dice..
– Sólo mira el cielo Y lo verás, esa estrella plateada es su lugar en el cielo.
Regresa con sus nuevos amigos, quienes lo acompañan hasta el principio del bosque; Se despiden emocionados, prometiendo volver a encontrarse.
¡¡Lucas feliz!! Cada noche mira la estrella y ve a su amigo que le sonríe!!!
Nunca se olvidó de Blanco…Aún por las noches cuando le da el beso a su hijo le dice…
¡¡Mira, en esa estrella plateada esta mi amigo Blanco!!
El amor es la emoción que mueve al mundo está en el interior de cada ser que habita el espacio…

MARÍA JESÚS GARNICA PARDO

Qué es la vida sin aditivos, vida sin sabor. Una vida sin sobresaltos como la mía, un día igual a otro. Durante años, hasta ayer.
Cuando conocí a la mujer de mi vida, lo supe desde qué la vi. Ahora tengo qué saber cómo decírselo a mi mujer. No se como se lo tomara.

SISI ZIRCONITA

Suena un sonido de monitores, estoy aturdida,lo oigo como en mi cabeza pero lo siento también murmullo como de médicos ,hablan de mi. ¿ Dónde estoy?solo sé que me duele mucho la cabeza y el cuerpo. Estoy inmóvil de los dolores que siento, es como si me hubiese atropellado un tren. Quiero abrir los ojos pero tengo miedo, no sé si me atrevo a abrirlos, pero tengo que descubrir que pasa. Lentamente voy abriendo los párpados , pero la luz es intensa y me ciega por un instante. Vuelvo a intentarlo poco a poco. Por fin lo consigo, miro a mí alrededor y parece un hospital.
No sé si esto está ocurriendo de verdad o estoy en una realidad paralela. ¿Que hago aquí ¿Como he
llegado a esta situación? Yo estaba en una despedida de soltera.
– Señora ¿ Cómo se encuentra?
-Estoy muy dolorida y sobre todo muy aturdida
– Es normal, después del accidente.
-¿Accidente? No lo recuerdo.
– A tenido un accidente de tráfico. Ahora que está consciente , hay dos policías que quieren hablar con usted.
– Señora anoche a las cinco de la madrugada tuvo usted un accidente colisionando con otro vehículo,
En el siniestro han perdido la vida todos los ocupantes del vehículo contrario.
– No, no puede ser, no yo no conducía, yo iba atrás junto con dos amigas más.
-La analítica en sangre realizada por el personal sanitario muestra que suplicaba usted la tasa de alcohol.
-No, no es posible , yo no conducía
– Era usted la que iba al volante , allí no había nadie más en el vehículo que usted conducía.
No puede ser, esto es un error. Yo de que bebí alcohol , por eso no conduje yo el coche.
-Será acusada de homicidio y le aseguro que va a pasar una larga temporada en prisión.
-¿ Así me lo dice, a sangre fría y sin aditivos?
– Señora esto no es un juego ,es la vida real y si bebe no conduzca.
Esto se s una encerrona de mis «amigas», cría amigas y te sacarán los ojos . Mis ojos llenos de lágrimas y mi corazón devastado me anunciaba un futuro muy duro.
De repente abro los ojos al , notar mi cara húmeda de lágrimas..
– Por dios , que pesadilla. Que agonía, que angustia , empezaba a perder la respiración, me faltaba el aire. Mis»amigas» me habian involucraron en el accidente haciéndome responsable , dándose ellas a la fuga.
Maldito sueño.,es horroroso segar la vida de personas por una imprudencia y perder tu libertad .
Y cuidado con las amiga@ que eliges.

CONCE JARA

CROQUETAS
Trocito de masa, redonda u ovalada, rellena de jamón, carne, pescado y huevo. Con una buena besamel ligada se reboza en otro huevo y pan rallado, para freírlas en una buena cantidad de aceite, y una vez doradas ya están “al dente”.
Si fuera plato en el menú de un restaurante, yo sería croqueta. Será porque, como ellas, soy clásica, y condumio comodín que gusta a todo el mundo a diario, desde niños caprichosos, a abuelos desdentados, y es que nos acompañan de toda la vida… son un regalo.
¿Quién no recuerda las que hacían nuestras abuelas con todo mimo? Y después han seguido nuestras madres, que las espiaban para hacerlas ahora sin desatino. Aprender a hacerlas es una responsabilidad esencial cuando eres abuela o madre… ¿y por qué no abuelo o padre?
Y es que se necesitan muchos años y vueltas de cuchara de madera en la sartén, para redondear de forma mágica la esencia de una estirpe. Hay documentados casos de personas que han congelado años, ya casi un siglo, croquetas para conservar el alma de la estirpe familiar.
También nuestras amadas croquetas son compañeras de adolescencia. Esas benditas frituras, que cuando al llegar de juerga al amanecer, te deleitaban con su sabor, aún cocinadas el día anterior y amablemente preparaban nuestros estómagos para que la resaca de la mañana siguiente resultara algo más liviana. ¿No es eso cariño, amor, afecto? Pues sí… y para muchos incluso, según les afectaban las copas, hasta enamoramiento.
Para los que adoran la cocina, saben que elaborar una buena bechamel no es solo ligar leche y harina, sino un rito de generosidad. Se es generoso por el tiempo que le dedicas y es ritual porque detrás del sabroso primer mordisco del manjar, hay todo un arte y costumbre. Arte depurado, ya que cada cocinero tiene un ingrediente secreto que hace a cada croqueta diferente de las demás: puede ser una especia, un golpe final de sartén o una combinación asombrosa de sabores.
Y como todo “bien de lujo”, tiene su contrabando perfectamente organizado. La policía ha descubierto mafias de abuelas y madres circulando por los pasillos de los hospitales, de los autobuses o el metro, formando parte de un entramado de tráfico de tápers ocultos en el bolso, como si de una organización criminal se tratara. Muchos desconocemos que contribuyen al mal hacer del contrabando, movidas, quizás, por razones egoístas, como no caer en el olvido de sus hijos, o su deseo de sustituir la “exquisita comida de hospital” por unas croquetas recién hechas.
Un mordisco en una croqueta siempre es una sorpresa. Puede inundarte la boca, mezclarse entre tus dientes o llenarte de tropezones…puede ser de diferentes colores o totalmente negras por la tinta de un calamar. Pueden crujir, rompiéndose con valentía o desvanecerse suavemente entre tus labios de forma sugerente. Cada una se deja comer con personalidad propia.
No puedo olvidarme del ídolo de las abuelas y madres, en el arte “croquetil”. Don Alberto Chicote, que valora la calidad de todo aquel restaurante que visita pidiendo una ración de croquetas, preguntando antes:
–¿Son caseras?
A lo que el camarero no sabe que decir. De vuelta Alberto las prueba y dice a cámara:
–No es sedosa, no es sabrosa, noto la harina cruda… el mansurrón se separa de la corteza… esta salió de la bolsa… está congelada, llena de aditivos, prefabricada… masa para construir castillos… las cocretas botan, son indestructibles…
Desde mi humilde experiencia debo añadir que el mejor ingrediente para que todos degustemos esta divina fritura, consiste en hacerlas con amor. De esta forma, aunque no sean perfectas, los demás siempre serán agradecidos por nuestra labor.

LOLI BELBEL

EL BESO SIN ADITIVOS…
Persígueme de noche
Persígueme de día.
No me dejes escapar…,
Y veremos abrirse la primavera…
El cielo dejará caer agua fresca
sobre nuestros cuerpos desnudos
en un bosque bajo el tibio velo de la luna
Y girará el mundo…
Y desnudaremos estrella por estrella
Y romperé todas las cadenas para amarte…,
Y gritaré por ti
Y tú abrirás el vientre de la tierra
Donde cobijabas aquel beso
-Que por prohibido-
no me diste…
Y ahora …,
recordando tu deseo olvidado
te dejarás arrastrar por ese beso
que llegará cálido y húmedo,
puro…,
-sin aditivos ni colorantes-
a mis labios párvulos y rebeldes.

LA GATA LÓPEZ

La vida ha dado ungiro de 180 grados, estaba en la oscuridad de un cuadrado de 4×4 y ahora quiero ver el sol, respirar el aire del mar, el viento en mi cara y en mi pelo. El sol en mi piel, quiero sentirme mujer, ha venido un rayo de luz a mi vida, una esperanza del pasado hecha realidad que me ha sacado de mi oscuridad, pero tengo un temor, que se nuble mi vida otra vez y lloro para dentro y se me saltan las lagrimass sin derramarlas, me ahogo en mi amargura y no tengo con quien compartir este sentimiento, por que siento que a nadie le importa, solo a mi rayo de luz, no te apagues nunca por favor.

ALBERTINA GALIANO

Taranta
Suenan palmas que levantan polvo en la tarima, y devuelven al día de hoy un pasado que flota y emerge como si fuese ayer.
Letras confusas y claras tiran del corazón, y de lejos sabe uno que hablan de barro entre las ruedas de un molino en que se muele la añoranza de algo muy ancestral.
Y una guitarra espera atenta y con calma la voz que aprieta la garganta.
Si eres capaz de taconear sentada, y de repicar a la par los pitos, ya lo puedes todo, porque has bajado a lo profundo de la mina, y sientes el miedo en una taranta.
Porque has probado esencia de vida salvaje, intensa y también amarga.
Pura y brava el agua que corre imparable, arrastrando penas al mar, libre y sin aditivos.
Albertina Galiano

LOLY MORENO BARNES

Sin estar segura de que fueran mejores tiempos, puedo afirmar que no tenían aditivos.
El pan casero, duraba hasta duro después de una semana sin gusto a levaduras, y se terminaba sopado en leche caliente.
La leche que se ocupaba en finalizar con ese pan, en muchas ocasiones era recién ordeñada, hervida y consumida pronto porque tampoco se disponía de refrigerador.
Los embutidos se hacían en casa, a partir de los cerdos que se criaban.
Si comías huevos, gallina, pollo, pato o conejo, eran de producción propia.
Las verduras y frutas siempre eran de temporada y si querías consumirlas en otro momento se hacían conservas a baño maría.
La única calefacción que existía era el fuego a tierra y unas gruesas mantas.
No existía el teléfono, ni la tele en color.
La ropa se lavaba a mano, sin suavizantes y se blanqueaba al sol.
Si querías visitar a alguien improvisabas sin anunciar y si era en hora de comer llevabas tu cesta de provisiones.
Los juegos eran en la calle, con los niños vecinos, y nadie se enfadaba, porque eso le costaba quedarse fuera de juego.
En el colegio no existían fotocopias y debías copiar de la pizarra.
Los libros se compartían y pasaban de mayores a pequeños.
La ropa igual.
Había que llevar bata al colegio para no discriminar a nadie por tener vestimenta más humilde abajo.
No estábamos atados a las tecnologías.
El agua no se compraba para beber, en todo caso, se hervía para purificar.
Las infusiones y remedios caseros curaban casi todos.
La amistad era para toda la vida y la vida para disfrutar sin estrés.
Un contrato se hacia de palabra y una promesa de corazón.
Las piscinas de verano eran las acequias.
No recuerdo estar triste nunca en esa época.
También estoy muy feliz tumbada en mi sofá ahora, con todas las comodidades, pero a diferencia:
¡Sobran aditivos!

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20 comentarios en «Sin aditivos – miniconcurso de relatos»

  1. Mi voto, después de pensar y pensar… Cada vez lo ponéis más difícil… es para:
    Gaia Orbe
    Bego Rivera
    Maria Estevan Aparicio Cruz
    Cuentos del Alma

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