Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «el poder de la música». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 29 de abril! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).
POR FAVOR, SOLO VOTOS REALES, SOLO SE GANA EL RECONOCIMIENTO, CUANDO ES REAL.
* Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor) y no han pasado procesos de corrección.
Un ruido estruendoso destripó el agua y los cielos se abrieron para verter una luz violácea.
Rana…ya no era anfibio, se había revelado en su forma normal, la pérfida bruja Dilita que había intentado atrapar la esencia de Mr Monster en un traicionero beso.
-¿¡Como osas despreciar el sabor de mi lengua!?- dijo encolerizada, fuera de si.
-Es que… yo soy más de solomillo que de saltamontes- añadió balbuceando Mr Monster, viendo la que se le venía encima.
-Esto lo vas a pagar muy caro, monstruito de pacotilla- bramó agitando su varita mágica.
En un instante Mr Monsterr vio pasar la vida ante él, viéndola a ella “toa arrebolá”, meneando el cabello de un lado para otro y con dos hogueras de San Juan en vez de ojos.
Dilita empezó a lanzar su hechizo…
“Quiero un yoplait de fresa
que el de vainilla me da el ardor,
al natural le falta azúcar
y está muy fuerte el de limón”.
En ese preciso instante en su más alta desesperación Mr Monster divisó, junto a la base del sauce de la risa, una zambomba y sin dilación se lanzó a por ella, él sabía perfectamente, pues había leído mucho sobre las brujas del lago, que solo tenía una oportunidad de salvarse. En un tris estuvo al pie del árbol y agarró la zambomba rodeándola con un brazo al tiempo que con la otra mano empezaba a agitarla hacía abajo y hacía arriba, como solo él sabía hacerlo, al tiempo que lanzaba el contrahechizo…
“Échale guindas al pavo
que yo le echaré a la pava
azúcar canela y clavos”.
Se produjo un choque de energías sin precedentes, cada uno se afanaba por contrarrestar el hechizo del otro.
Ella atacaba.
“Jabón del lagarto
que sale más barato,
veranito de cortijo,
dale estropajito”.
El respondía.
“Dale mi morena
dale mi amor
retuerce el trapito
dale jaboncito”.
Estaban casi exhaustos cuando apareció La Ruperta.
-¡Quietos los dos!- Por veinticinco pesetas: nombres de canciones de El Fary.
En un instante se hizo el silencio y ambos comprendieron el poder de la música.
En que la luz violácea se disipó, Rana ya no era anfibio y el Reino Lago había vuelto a la normalidad.
Hasta la última piedra del castillo, la alegría los imbuía a todos, menos al conde Tesmontalsa y a Monstruo, el desconocido.
El conde, se sobresaltaba a cada sonido y apenas se asentaba en el cojín más fino.
Monstruo, profería unos sonidos imposibles e intentaba agarrar las verjas de su celda, preso de un profundo estado de agitación.
La princesa Aran, compadecía a ambos en casi el mismo grado.
—No podemos matarle ¿qué clase de recompensa sería aquella?
—Pero hija—apaciguaba el Rey los tormentos del consejo de sabios— pronto no habrá quién viva en Reino Lago.
Mira sino a tu pobre amigo ¿no te conmueve?
El conde Tesmontalsa, lloraba en sus sueños últimamente y desde sus aposentos penetraban los gritos al castillo entero.
—Cualquier trauma se pasa, estimado consejo y padre Rey, sin embargo, un crimen sigue siendo un crimen.
Nos ha salvado ¿recordáis?
La princesa Aran, estaba también exhausta por las cacofonías que llegaban desde la celda de Monstruo y la primera en admitir que se había intentado lo imposible para que dejase de montar esos alborotos.
—No quedan libros, Princesa—meneaban con desasosiego las barbas, los médicos del reino y abrían el siguiente Vademécum— el conde para e llorar ni Monstruo recupera sus memorias.
Cierto era que a ambos se les administraron los mejores tratamientos.
Que si te de la India, que si azafrán de Irán, jengibres de China, cataplasmas de árnica, dientes de león y uña de gato. Las sopas del palacio olían a eucalipto.
Cuentistas y artistas de renombre, se asentaban a leer los mejores textos y las fabulas más positivas.
La música clásica, no paraba: Tchaikovski, Rahmaninoff, Stravinski, Shoshtakóvich, Steinberg y Rimsky—Korsakov. Luego Beethoven, Mozart, Bach y Chopin, hasta Verdi y vuelta a comenzar.
Filetes Wellington y salmón a la plancha, espárragos tiernos y los mejores postres del universo de la chocolatería.
—¿Y bien? —preguntaba con esperanza la princesa y cada mañana los médicos agachaban las cabezas ante las derrotas.
—Ay ¡mi trasero! Ay ¡mi trasero! —chillaba ahogadamente en sus almohadas el conde.
—Ay ¡mi morena! Ay ¡macarena! — agudizaba su voz Monstruo y frotaba su cuerpo con ahínco contra los barrotes.
— ¡Aquí no hay quién viva! — despertaba el rey y convocaba un nuevo consejo.
La princesa Aran desesperaba, al cabo de seis meses y soñaba con la tranquilidad de Reino Lago bajo el hechizo.
—Y si… ¿y si le proponemos un pacto a la bruja?
— ¿Y si dejamos al conde cobrar su venganza? —contestaba el rey, harto como nunca.
Al final mandaron a las plazas a los pregoneros, al viento las palomas y hasta tiraron botellas al mar desde los barcos que más lejos navegaban:
—Quienes consigan la mejor cura: casará a la princesa Aran y tendrá la mitad del reino.
Cuando apareció el vagabundo viejo, la princesa sintió que el estómago le daba un vuelco.
Había que ver las babas que le adornaban las barbas y la suciedad de la toga, la cantidad de pústulas sobre las manos y el Mapa Mundis en las legañas.
—Estás a tiempo de soltar a Tesmontalsa, hija— susurró el rey de súbito y la corte entera cayó en un profundo silencio.
—No temáis, estimadas y estimados— avanzó el viejo vagabundo cojeando— no estoy aquí para entablar matrimonios.
Tan solo necesito una cosa a cambio: una oda a mi triunfo, que jamás se pierda en el tiempo y tal vez un baño aromático.
Trato hecho y pactado, el viejo sacó de la toga un curioso objeto.
Una especie de vasija de lodo, recubierta de piel de oveja, con una cucharilla en medio:
—Valeriana, para el conde y que tome ahora cuatro cucharadas. Sus memorias obviaran lo peor de su vida.
De la parte izquierda de la toga, apareció un segundo curioso objeto.
Una especie de vasija de lodo, recubierta de piel de oveja, con un palo de madera en medio. Hacia un ruido tan infernal, que los presentes jamás olvidarían:
—¡Por el poder de la Zambomba!
Tumba que retumba
Catapún y patatán
que olvide ya la zumba
y despierte el gañan…
Una luz verde envolvió el castillo, cegando a los presentes y en que se recuperaron: el conde afirmaba una felicidad extrema.
Sobre el firmamento del cielo, una escoba volaba a lo alto, llevando consigo una sombre y la sombre de Monstruo.
La llegada del piano cambió todo. Su genialidad floreció al ritmo elegante del pulsar de las teclas, descubriendo así que su vida estaba basada en una falsa creencia. Acababa de conocer al niño que no se convertiría en el hombre que habría podido ser.
El despertar de su volcán vocacional repercutió positivamente en el resto de los aspectos de su vida. Su tedioso trabajo se había convertido en un simple medio de vida con el que cumplía sin dificultad, y en el que podía continuar practicando mentalmente nuevas canciones. Su mujer y sus hijos acogieron con alegría y admiración esta nueva faceta del que antes acostumbraba a estar ausente y, en ocasiones, malhumorado. Incluso las relaciones sexuales, que acostumbraban a escasear, se habían vuelto fogosas y frecuentes, dando un nuevo calor y complicidad al hogar.
Pero, al igual de quien en un momento está en la cima de la ola y segundos después revolcándose en la arena de la orilla, cuando sus dedos se levantaron lentamente al terminar de ejecutar a la perfección la pieza compuesta por Piotr Ilich Chaikovski, «El lago de los cisnes», se dio cuenta de que jamás lograría llegar al nivel para el que estaba preparado por haber descubierto su don demasiado tarde.
Y con esta amargura invencible se despidió el que podría haber sido el Mozart de nuestra era, lanzándose por la ventana.
Se juntaron en el extremo de una zarza seca una libélula, una abeja, un moscardón, una avispa y el maldito fínfano que se empeña en no dejarnos dormir, cada uno con su particular zumbido.
—Échate más allá que me impides mover las alas— dijo el moscardón.
—¿Quién eres tú para mandar? Lárgate si no estás a gusto. Además desafinas y tu zumbido es molesto.
Estaba la libélula a empujón limpio por ocupar aquel breve espacio, cuando se presentó una mariposa de llamativos colores. Era tan bonita que cesó la sinfonía y todos se apretujaron un poco y la dejaron un sitio.
Entonces el fínfano la preguntó para qué tenía alas si no producían sonido ni ruido alguno.
—Para enseñarlas ¿te gustan?
—Sí, sí, pero los aquí presentes hacemos más: zumbamos, chillamos… Te hemos dado la bienvenida, pero sobras aquí. Vete.
Hubo un revuelo generalizado porque a la abeja no le molestaba. Todo lo contrario, ella estaba dispuesta a ceder parte de su espacio. Y les preguntó de qué se quejaban si solo sabían hacer ruido. «Porque yo además fabrico la miel.»
—Tampoco ella hace nada. La seda la producen otras.
—Pero como es bonita dejémosla que asista a nuestro concierto.
Estaban en estas discusiones, ronroneando, cuando apareció un grillo que antes había estado atento. Friccionó las alas y todos dejaron de zumbar.
—¿No os habéis enterado de que en una sinfonía siempre hay silencios?
Se quedaron atónitos. Entonces la mariposa se echó a volar, batiendo frenéticamente las alas para llamar la atención, y pidió al grillo que pusiera orden. Y la abeja se solidarizó.
—Tomad buena nota —dijo ella abandonando la zarza y posándose en una flor—. Las distintas voces precisan de un director que lleve batuta.
—¡Música maestro! —Ordenó, e hizo una seña al grillo. El cual dio entrada a tan insigne coro para que bajo su batuta rozaran armónicamente los élitros.
Los acordes, que sin conciencia se crearon en la tormenta, nos llevaron a un preludio que cargó mi corazón; lo llenó de una energía exuberante que buscaba con franqueza encontrar tu alma desnuda… Y desnuda la encontró.
Las notas del piano que vino después, me transportaron a otro tiempo en el que sentí tu esencia; y tu cuerpo, como herramienta, me ayudó a reconocer lo que había bajo tu piel.
Toqué con dulzura la suavidad de tu rostro y besé tus labios mientras se me erizaba la soledad, escapando por los vellos de mi cuerpo; por fin volví a sentir que la vida nos reunía tras la noche que aquel día nos separó del amor.
La música de dos cuerpos uniéndose sin represión, la melodía de un momento atrayéndome hacia tu corazón…
La música de dos almas que se buscan hace tiempo y que un día se encontraron para amarse sin razón…
Y otra vez viene ese piano a engrandecer mi locura, porque contigo y la luna no me hace falta cordura.
Hoy me beberé el amor que exuda tu piel, hoy me beberé el almíbar de dos almas que se encuentran para saciar su sed…
Tenía siete años, pero lo recuerdo como si fuera ayer. Mis padres volvieron a ensarzarse en otra de sus atronadoras discusiones, y como siempre, iba a refugiarme en un extremo de nuestro balcón. Allí acurrucado, tratando de no oír los gritos, captó mi atención una melodía que parecía provenir del piso de arriba. No podía ser otro que el nuevo vecino, un profesor de piano.
Escuchando aquella música cayeron todas mis defensas y me sumergí en un mundo que me abrazaba con una dulzura desconocida. Cada nota era una celebración de la vida que acariciaba mis sentidos, un guiño del destino.
Desde aquel día, cada vez que la tensión conyugal se desataba buscaba mi refugio en aquella música en mi balcón que casi siempre estaba allí para ponerle alas a mi herida infantil.
Llegaron tiempos complicados. Mis padres se separaron, entré en el instituto y no encontraba mi lugar. Me metí en una pandilla de chavales conflictivos y pronto empezamos a cometer pequeñas fechorías. Algunos empezaron a coquetear con la droga, y poco a poco nos metimos en historias de peleas con otras bandas y una violencia que no auguraba nada bueno.
A menuda volvía a casa muy alterado, salía al balcón y me entregaba a aquella música balsámica que terminó salvando mi vida, porque todos fueron cayendo. Uno por un accidente en una persecución, otro se enganchó a la heroína, otro terminó en prisión…
Todos menos yo.
La música de aquel piano logró debilitar la rabia que llevaba dentro, y finalmente encontré la manera de dejarla atrás. Han sido muchos años de arduo trabajo, pero me siento afortunado. Hoy daré el último concierto de la gira en el Palau de la música.
La música que no solo salvó mi vida, además le dio sentido.
Rosalía no recordaba quien era, ni sus vivencias que estaban enterradas en el bosque del olvido. Pequeños momentos de su infancia al ver fotografías volvían y desaparecían de inmediato. En terapia la música cobraba vida en su mente y su estática mirada se transformaba como si de un milagro se tratara, eran minutos de entrar en un mundo mágico de sonidos, de bailar al compás, el poder de la música era grande y el Alzheimer se escondía. Era la música un salvaconducto para burlar unos momentos al ladrón de los recuerdos. Las emociones con las canciones, con acordes de piano, acordeón………tantos recuerdos emudecidos y que ahora volvían en retazos,los minutos de duración eran cortos pero el poder de la música era mágico. Quizás ese poder de la música en Rosalía se acabaría pronto pero mientras estuviera había que agarrarse a él y vivirlo intensamente.
SERGIO SANTIAGO MONREAL
Suena una melodía que me llena de melancolía.
El compás de nuestra canción hace palpitar de emoción a mi corazón.
Es el poder musical, capaz de sanar la enfermedad más infernal.
Danza infinita que baila sin temor anhelando palabras de amor. Embellecida cada letra que penetra en el oído y permanece en la memoria con su ritmo simétrico. Río de emociones, caudal de canciones que suenan en todos los rincones.
También lágrimas de tristeza, el poder de la música tiene esa grandeza.
Puro sentimiento en cada estrofa te transporta al firmamento, el poder de la música traspasa el universo, con su línea fina te atrapa en el tiempo.
REBECA FS
Haced como el del anuncio de la pizza Tarradellas…
Abandonar el derecho y a ser músicos.
MANUEL ALBÍN EXTREMERA
Escuchar cuando baja un río entre las piedras y su cauce hace un tenue ruido, sin querer está componiendo una hermosa melodía sin orquesta.
Los pájaros al ejecutar sus trinos realizan una música angelical que hace más bella la ejecución musical, esto es el poder de la música, éste poder amaina a los animales y a las personas.
El poder musical es tan disperso que hace musica desde los niños hasta los profesionales y en consecuencia entre los matorrales con la colaboración del viento fabrican ruidos tan lindos que se convierten en una delicada composición musical..
NEUS SINTES
Llegué a casa cansado, después de dos semanas internado en el hospital. Ahora tan solo tenía ganas de echarme en mi cama, impregnada por el aroma todavía de mi mujer. Amanda y sus notas de música aún en mi mente resonaban, lejanas pero eternas. ¡Amanda!, ¿por qué tuviste que marcharte tan pronto?.
-Señor Adrián – ¿necesita alguna cosa o que le prepare alguna infusión? – le preguntó el mayordomo aún preocupado por el regreso de su Señor.
-No. Gracias, Fredrick – tú tan servicial como siempre. – lo que necesito ahora es descansar e irme a mi habitación.
-Como mande, Señor. – cualquier cosa no dude en llamarme enseguida. – afirmó el mayordomo
Tumbado en la cama, mis pensamientos volvieron a mí de forma repentina. Posé una mano en donde se supone que mi Amanda tendría que estar, y lo que tocaron las yemas de mis dedos fue el lado de la cama vacía y fría.
Mis ojos vidriosos retrocedieron en el tiempo. Amanda era una gran violinista. Tocaba el violín con el alma y su corazón, con una pasión desmesurada. Amada por los que la rodeaban y aclamada por su público. Ahora en polvo y cenizas se había esfumado.
A mi mente regresaron todos los recuerdos. De cómo la conocí hasta que llegué a convertirme en su marido. Lo que no nos dijo el tiempo es que me la arrebataría de mis brazos. Poco a poco fue enfermando, los médicos no tuvieron cura para su «pronóstico», así lo denominaban al no saber de la existencia del mal que hacía que sus huesos se debilitaran y poco a poco se fuera perdiendo para irse de mi lado; dejándome solo y dolido. Buscando la muerte, sin ser capaz de encontrarla, tan solo para estar con ella en la otra vida.
«Muerto estoy yo en vida» – me repetía sin cesar y aún me lo repito cada vez que pienso en ella.
Cerré los ojos del cansancio y una melodía llegó a mis oídos, profunda y cautivadora. Parecida a la música que siempre mis oídos habían escuchado tocar de mi mujer…La música no dejaba de sonar, no dejaba de oírla, de sentirla de creer que mi mujer era la que estaba tocando, cuando en verdad era imposible.
-¡Fredick! – llamé, desconcertado.
-Sí, mi Señor – Me ha hecho llamar… ¿se encuentra bien?
-Sí… ¿podrías decirme si oyes la música del violín tocar? – le preguntó
Fredrick miro a su Señor todavía preocupado por la pregunta que le había formulado. No quería decirle de que según que forma la respuesta sin que éste no se aturdiera
-No, mi señor – le respondió. No veo a nadie ni oigo ningún sonido que pueda parecerse a la de la música del violín.
-De acuerdo. No necesito nada más.
-¿Seguro? – ya sabe donde estoy – y el mayordomo se alejó silenciosamente, pensando en que todavía estaba muy débil y la muerte de su esposa le había marcado para siempre.
Adrián se asomó a la ventana. Se podía apreciar una noche de luna llena, con alguna que otra nube a su alrededor. Una figura femenina asomaba entre las nubes con un violín en las manos, estaba tocando para él. Adrián se frotó los ojos y la vio. Amanda, era ella.
-¡No puede ser! – exclamó para sus adentros.
-Adrián, soy yo. Nadie más que tú podrá oír mis notas tocar con el violín. Serás el único que me puedas ver por las noches silenciosas y mi música llegará a tus oídos mientras duermas.
Adrián se dejó llevar por las palabras de su mujer, creíble o no. Él creía haber escuchado y visto a su mujer pero no lo diría nunca a nadie. Si la locura formaba parte de estar cerca de la persona a la que amaba. El alma de su amada seguía de alguna manera a su lado, junto a su música. Claro está que no podía tocarla, pero su silueta estaba allí, su alma se encontraba con él. Es cuanto podía desear.
JOSÉ ARMANDO BARCELONA BONILLA
Lunes, 12 de abril de 2021 – ¿Quién dijo que la vida es un asco?
Hoy ha sido el día perfecto. El sol, radiante, nos ha acompañado durante toda la jornada. Ya se nota que es primavera.
Me han dado el proyecto de “La Licorera Moncaína”; según el jefe soy el más cualificado para llevarlo adelante. Desde lo de la campaña de “Chocolates Palolú” está conmigo que no caga.
He quedado a comer con Luisa. Cada día la veo más guapa. Estoy enamorado hasta las trancas.
Hemos ido a “La Barraca”: unas navajas a la plancha como aperitivo, arroz a banda, de sobresaliente alto, y una créme brûlée portentosa de postre; todo ello regado con abundante gewürztraminer del Somomtano. No tengo palabras.
A última hora de la tarde había quedado con Alfredo para hacer un poco de pádel, pero lo hemos cambiado por unos güisquis en “La Recoleta”. El día perfecto.
Solo una pega: se me ha metido en la cabeza una cancioncilla, de esas que no puedes sacarte de encima. “Tiiiii, tarí tari tarí, tarararí tii tii tiiiiiii”. Es una pieza de música clásica muy escuchada, pero desconozco el título y la tengo ahí, dale que dale. La verdad que está resultando un poco cargante la cosa.
Martes 13 de abril de 2021 – Vivir con banda sonora es una mierda.
Me he despertado con la jodida musiquita dándome el coñazo y no consigo quitármela de encima. Mientras me duchaba he puesto boleros en el Spotify del móvil, para ver si se me pasaba la tontuna, pero ni por esas, y lo peor es que, como a mí la música clásica me la trae floja, no tengo ni pajolera idea de qué pieza se trata. Me estoy empezando a poner nervioso.
Lo de “La Licorera Moncaína” no ha avanzado nada hoy. Ando como distraído ausente: “tiiiii, tarí tari tarí, tarararí tii tii tiiiiiii”, con el soniquete de la canción de los cojones colapsándome el cerebro.
Como voy atrasado con el trabajo no he ido a comer; solo llevo en el cuerpo un paquete de patatas fritas, que he sacado de la máquina expendedora.
Me ha llamado Luisa con un cabreo de mil diablos, porque habíamos quedado a las cinco para ir a visitar a su amiga Rosi al hospital, que dio a luz ayer; pero entre la movida del trabajo y la banda sonora, que llevo en el tarro, la verdad es que se me ha ido el santo al cielo.
Ya sé cómo se llama la puñetera canción — se la he tarareado a Perurena, que es un fanático de lo clásico —, es Valse Triste, de Sibelius, un finlandés famoso, que se murió hace ya tiempo.
Miércoles 14 de abril de 2021 – ¡La madre que parió a Sibelius!
Estoy al borde de la esquizofrenia y entrando en barrena depresiva con el puto vals triste: “tiiiii, tarí tari tarí, tarararí tii tii tiiiiiii”. ¿No me podía haber obsesionado con algo más “cool”?
El jefe me ha echado la bulla porque no estoy en lo que celebro y llevo lo de la jodida licorera como el culo. Me ha dicho que le vaya pasando el proyecto a Perurena, que está más centrado que yo.
Mientras tanto ahí sigue, dentro de mi cerebro, machacándome sin piedad: “tiiiii, tarí tari tarí, tarararí tii tii tiiiiiii” el cabronazo de Sibelius.
Luisa no me coge el móvil. Llevo barba de dos días y no recuerdo si me he duchado hoy.
Me llama Alfredo para ir a echar un pádel. Hemos tenido unas palabras un poco gruesas. Creo que, mientras ha durado, ha sido una bonita amistad.
Jueves 15 de abril de 2021 – Tengo que enterarme de como funciona lo de la ley de la eutanasia.
Perurena me ha mandado a buscar cafés para el grupo, porque se van a quedar todo el día hasta terminar lo de la licorera. El jefe me ha puesto a hacer fotocopias.
Por la tarde he quedado con Luisa para darle una explicación: “Luisa, no eres tu, que soy yo, bueno, tampoco; es Sibelius…”, no me ha dejado terminar: “Déjalo Juanjo, no sigas, que aún lo vas a estropear más — ha dicho con una cara de mala leche que asustaba —. ¿Sabes lo que te digo? Que te vayas a tomar por el saco, jodido impresentable, que no te necesito para puñetera la cosa. Tíos mejores que tú los tengo yo así — y ha juntado las puntas de los dedos de ambas manos, dando a entender que los tiene a mogollón —. ¡Que te zurzan, capullo!
“Tiiiii, tarí tari tarí, tarararí tii tii tiiiiiii”. ¡Sibelius, por tus muertos, para!
Viernes 16 de abril de 2021 – A quien pueda interesar.
Ya no aguanto más, solo me falta decidir de qué forma lo hago.
Con pastillas no, porque me sientan mal al estómago y no es plan. Una cuerda al cuello es demasiado cutre, muy rústico. Me voy a coger un pedo de orujo, que, dicen, también es mortal, y si no es suficiente con uno, los encadenaré hasta pillar una cirrosis.
“Tiiiii, tarí tari tarí, tarararí tii tii tiiiiiii”. Sibelius, joputa, voy a por tí. En cuanto te me eche a la cara te voy meter yo a ti el Valse Triste, por su sitio. Por mis muertos te lo juro.
Quien sea que lea esto, que le diga a Luisa, que no ha sido ella, que he sido yo, bueno, Sibelius… ¡que le den, también a Luisa, coño, ya!, seguro que a éstas horas se está tirando al de pilates.
¡Perurena lame culos!
ELENA FERNÁNDEZ CARRLERO
Ahí están los instrumentos, inertes,
esperando a esas ágiles manos que les dan vida con su rítmico latido.
¡Por fin llegaron sus sanadores!
Los chicos del grupo cuidadosos afinan cada una de sus cuerdas hasta sentirlas respirar con armonía.
Inician una dura jornada de musicalidad.
Inquietos comienzan el acopio de cables, caja, platillos, baquetas, pandereta, amplificadores y guitarras de todas clases.
Les espera la vieja furgoneta,
¡Vamos a la carga!
Llegan al destino,
Y ahora a descargar,
¡Qué vaivén!
¡Qué trajín!
Mientras trasladan los instrumentos,
alguién pregunta:
-¿ Sabéis cuanto nos pagarán?
– Creo que nada
– Si, nos darán bocatas
– ¿Y bebida?
– Pues claro… es un pub.
Aman la música,
lo demás…
lo demás ya se verá
ahora lo que importa es tocar.
Llegan al garito,
Otra vez al lío,
se van colocando…
Pruebas de sonido,
ensayos,
desafortunados acoplamientos,
no funciona el micro,
se ha roto el atril,
sus mentes activas por musicar improvisan soluciones,
tantean, rastrean, preguntan, husmean,
buscan lo mejor,
quieren perfección.
El público espera….
¡Agitación del corazón!
Suena el platillo que invita a empezar…
– Y un, dos, tres..
La música hace su estelar aparición,
coge de su mano a la voz
¡Qué poderosas son las dos!
Un tema y otro y otro más
juegan con nuestros oídos
que se confunden con la emoción
haciéndonos soñar, sentir, vibrar
O bailar
o besar
o tocar..
Fin de la función,
la gente pide más
y se les da.
Se acabó.
¡Aplausos!
El público retoma su lugar,
a beber,
a reír,
a ligar…
Y los músicos,
agotados de crear,
inician la recogida de todo su armónico arsenal.
Otra vez trajín, vaivén,
carga en la vieja furgoneta,
que se queja al cerrar su puerta,
Y además en su luna lleva sorpresa,
¡Toma ya!
Una multa por aparcar mal.
«No pasa naaa»
con la pasta que consiguieron tras su melodiosa misión,
pagarán la sanción de la administración.
Ciudadana Lena
RAQUEL LÓPEZ
La música es el fruto
del sonido y el silencio,
cúmulo de sensaciones
que avivan nuestros recuerdos.
Lengua universal de emociones,
mi alma se llena de ritmo
la música es la poesía,
que hace vibrar mis oidos.
Te hace escapar, te transporta
viajando en el tiempo,
dibujando una sonrisa
o una lágrima de sentimiento.
Remedio de males
que te llega al corazón,
donde eres libre de sentir
y de bailar con pasión.
El poder de la música
haciéndola única,
acordes que fluyen
para quien la escucha.
LUISA TABORDA
Con el poder de la música me encuentro,
en cada recuerdo que guardo de mis antepasados y orígenes: una cumbia colombiana al ondaje de amplias faldas, el folclor del joropo danzando «el Sanjuanero» con un sutil cortejo. Después escuchar los pasos de una salsa bien bailada. Palabras textuales de la grandiosa Celia Cruz » Cuba la creo, Puerto Rico la canta y Colombia la baila». Cantar a viva voz un vallenato con los brazos entrelazados fuertemente a mi pecho como símbolo y amor a mi patria.
Con el poder de la música me encuentro cuando escucho la melodía de la <<vita e bella>> con letra interpretada por Andrea Bocelli; un hombre ciego con arte en su voz, haciendo vibrar mi ser, quitándome todo complejo, ¡si él puede, yo puedo! Me digo cuando la hemiplejía que padezco quiere amargarme el día.
Con el poder de la música me encuentro para consolar mi dolor, para extasiarme en mi alegría, para regocijarme en mis añoranzas, para cumplir y materializar mis sueños.
El poder de la música es tan fuerte que nos eleva a querer la vida o nos transporta a desear la muerte.
Con el poder de la música me encontré y a través de ese poder hallé el nirvana.
GINO ALBARETI TARANTINO
La musa y la música
Estoy en un pequeño patio esperando a que me presenten a tres peculiares personajes de una residencia de salud mental. Son personas que tengo que cuidar, que tengo que ayudar y acompañar en pequeñas tareas sencillas pero no por ellas menos importantes. Después de conocer a dos de ellos, me preparo para conocer al último, y los primeros susurros de sus compañero magnifican su locura y cuestionan su capacidad de raciocinio, ¿acaso hay una escala de locura?
Sale a recibirme de su casa, tímido, callado, con la mirada perdida y la cabeza inquieta. Un «Hola» seco y escueto acompañado con un gesto torcido en otra dirección es mi primera imagen que tengo de él.
Camina con los brazos cruzados vagamente, un intento de protección fallido, pues le cuesta mantenerlo apenas arriba y coordinar su cabeza, su mirada y lo que su boca dice.
Tenía que pasar dos horas al día acompañando a este hombre y su locura. Rogaban que tuviera paciencia y que mis oídos sufrirían sus defectos. Y ahí comienza una de mis experiencias mas llamativa que he tenido.
Tras hacernos unas preguntas muy sencillas y banales, el silencio se apodera de la habitación, era un silencio tan oscuro y solitario como la vida misma de este personaje. Estábamos de pie en el salón fijos como estatuas, sus pocas habilidades no le permitían si quiera seguir la conversación
En medio de ese silencio, veo asomar un piano en una de sus habitaciones.
¿Te gusta la música?» – pregunto con curiosidad
Con movimientos torpes me pide que le acompañe a donde esta el piano, algo me dice que sabe lo que he visto y por qué lo he preguntado, en el fondo sabe lo que quiero.
Se sienta con su torpeza y psicomotricidad ficticia, abre un cuaderno y un «toma asiento» acaba mi preparación para contemplar su locura.
No siempre tengo público ¿sabes?. Quiero que sepas antes de escuchar lo que voy hacer, que existen muchos tipos de música, y que yo no soy la música. Ninguna es igual que otra, no son ni mejores ni peores, solo se trata de aprender a comprenderla en todos sus lenguajes. Por tanto, esto nos lleva a preguntarnos si la música es solo una mera interpretación de un lenguaje diferente, es algo relativo según dónde se mire.
De sus dedos arrugados deslizándose por esas teclas viejas y antiguas, pude escuchar a un artista. Conocí a Beethoven, Mozart, Chopin y artistas actuales, Adele, James Arthur, Robin Williams, Bon jovi… Pude sentir como la música, su música fluía por las paredes de la habitación, no solo era el sonido del piano, sino una voz tan fuerte y espectacular que parecía que hasta el universo se perdía expectante ante sus notas.
Una nota tras otra tocaba, está es muy fácil decía fuera cual fuera, todas habían sido escritas por otros artistas, pero el las tocaba como si de su corazón hubiera salido todas esas melodías, toda esa pasión y cada nota de talento escrita sobre el papel, fuera lo que fuera, él lo tenía.
Al terminar las 2´00h de concierto. Le pregunto con enorme curiosidad y asombro ¿Cuál es la canción que más te cuesta tocar?. Porque veo que eres un maestro en todas.
Aclaró su voz, recupero su postura y me contesto:
– «Aquella en la que al acabar, encuentras a tu chica. Aún no se tocarla, pero algún día conoceré esa canción y la aprenderé muy bien»
Me despedí encantado de haberlo conocido tanta a el como a su música, pero no sin antes oír su última pregunta.
– Gino, ¿Crees que estoy loco?
Todavía sentado en el piano, apoyaba sus brazos y esperaba una respuesta como quién espera algo de luz en la oscuridad.
-¿Qué es la Locura David?, sino algo relativo, una mera interpretación de un lenguaje diferente. Todo depende desde dónde lo miremos y que queramos hacer con ello, como con las teclas de un piano. Podemos hacer ruido o podemos hacer una gran melodía.
GAIA ORBE
Aquel viernes la gente de mi ciudad había convertido la pandemia en un pandemonio. Recuerdo que había cruzado desde Flores a Palermo en un viaje de ida y vuelta. Llegué a mi casa aturdida por el caos de las calles y las noticias que los choferes taxistas me habían sometido a escuchar en cada tramo. A las ocho de la noche el toque de queda sanitario puso en pausa a la urbe. Salí al balcón. Disfrutaba de ese musical silencio cuando un adagio reverberó en mi mente. Y me di cuenta de que la música reflejaba con sus sonidos la forma de ser de una sociedad, y que yo estaba viviendo en un siglo de múltiples mensajes de conciencia fragmentados.
Entonces clamé a Euterpe, la musa griega de agradable genio:
“Toca tu flauta, hagamos que el pueblo cante al unísono para movernos unidos de forma más altruista”.
ANTOLÍN MARTÍNEZ JIMÉNEZ
¿Para qué se creó la música? Para…
El arte de las musas de crear y organizar sonidos fue decorado con la lírica de los poetas enamorados, que acompañados del tiempo y de la muerte, provocan el acompasado movimiento de los cuerpos que sumergen sus sentidos en las ondas sonoras que adornan el ambiente.
–¡Pero que tonterías estoy escribiendo! Necesito una buena idea YA.
A ver… empiezo de nuevo.
Mi padre me dijo antes de irme al servicio militar:
–Hijo, jamás te presentes voluntario en la mili a nada, ni a una paella. –cuanta razón tenía el hombre y yo que me lo tomé al pié de la letra, sobre todo después de ver la escena que montó un sargento al preguntar si alguno sabía conducir. Todos sabían conducir, el que más cara de tonto tenía le tocó llevar la carretilla de mano toda la mañana de un lado a otro mientras nosotros limpiábamos el fusil a la sombra. Tonto, que estás mu tonto.
El día de reparto de servicios a los nuevos en mi cuartel, me encontraba en la primera fila y se lo conté a mi amigo Feliú que lo tenía a mi izquierda con cara de acelga.
Delante de mi Batería de unos 120 artilleros se situaba el sargento de cada sección y preguntaba por los interesados en cada función que vas a desempeñar durante todo el ejercicio militar, 11 meses de tu vida, después de 45 días de campamento y jura de bandera; los pintores por aquí, los mecánicos por allá, los cocineros a cocinas, los camareros a cantina, los administrativos a la oficina y así hasta que se terminaron los oficios.
Allí estábamos tres idiotas que no quisimos hacer nada de nada, como si nos fueran a mandar a casa por ello. Pues no, en último lugar apareció un cabo primero que subiéndose a un cajón para no parecer un cornetín de lo pequeño que era, preguntó al aire:
–¡A ver señores! ¿A quién de ustedes “no” le gusta la música? –esperando que nadie levantara la mano. Se creía él que a todo el mundo le gusta la música. Pues no.
Allí los tres con el brazo en alto indicando al cielo que no nos gusta la música, que es algo insoportable en cualquiera de sus géneros y al volumen que sea.
En ese momento salió el Capitán de la Batería Antiaérea grupo II núm. 73 de Manises por la puerta descojonándose de la risa y parándose justo delante de mi se puso serio y dijo:
–¡Señores, este es el Cabo Primero Fermín Chulilla, el mando de rango más alto de la banda de cornetas y tambores de éste nuestro gran cuartel del ejército español. Ya no hay ningún otro sitio donde ustedes puedan ser ubicados para servir a la patria, o se van a la banda de música o se quedan hacer guardia día sí y día también, así que arreando a la puta banda!
Pasé 11 meses de mi vida rodeado de… ¿música? Lo recordaré siempre como una de las mejores experiencias que he tenido y aprendí algo de ritmo y solfeo de marcha militar, aunque ya tenía una base, cosa que me ha valido para otra de mis pasiones, la música.
A los 6 meses, cuando subíamos y bajábamos bandera a ritmo de la primera estrofa del himno nacional, cosa que se hacía todos los días. Nos alternábamos la función entre mi amigo y yo, situándonos con la corneta delante del micrófono de la caseta de guardia para que sonara en todo el cuartel. Mi amigo Feliú y yo habíamos perfeccionado el sistema y lo tocábamos sin corneta, con la boca, a pelo, chunta-chunta-tachunta chunta chunta…, lo que ahora llaman “breatbox”, pero de alto riesgo. Durante mucho tiempo nadie se dio cuenta hasta que un día me pilló el cabo delante del micro sin la corneta y la bandera subiendo. Se descojonó de risa, que le caía lágrima y todo de ver que nadie se daba cuenta. Nos fuimos juntos a carcajadas a desayunar. No me metió un arresto porque ya llevaba mucho tiempo con él y al final, con la música, se crea un vínculo íntimo que hace que el AMOR, el TIEMPO y la MUERTE nos una para siempre, que es de lo que hablan casi todas las canciones menos el Himno Nacional de España.
MARI CARMEN CANO REQUENA
Todo empezó una mañana cuando me disponía a salir a correr como de costumbre. Doblé la esquina y seguí calle abajo intentando escuchar sólo el sonido de mis pies golpeando el asfalto, llevaba los cascos puestos, en aquel momento y sonaba “ Till I Colapse” de EMINEM, el rap de la música me permitía escuchar los latidos acompañado de mis pasos.
Yo seguía corriendo cada vez más rápido, hasta que de repente algo salió a gran velocidad del portal de una casa intentando seguir mi ritmo mordisqueando mis pies.
-Ehhhh chucho!! -Le dije con el susto aún en el cuerpo-, me paré en seco e intenté calmarlo para que no siguiera mordiéndome, pero fue imposible debían gustarle el sabor de mis deportivas.
Al final pude desacéreme de él cogiendo de nuevo el ritmo.
Al día siguiente y a la misma hora salía a correr siguiendo la misma ruta del día anterior. Y sucedió lo mismo aquel dichoso chucho debía estar esperándome ya que al llegar a la altura del portal salió de nuevo como alma que lleva el diablo, intenté calmarlo de nuevo pero estaba tan rabioso que era imposible acercar mi mano a su altura, me senté en el suelo para que me oliera y se acercó temeroso, parecía que entendía que no era una amenaza para él y con cuidado le acerqué la mano al hocico -eh chico!! no temas no te haré daño solo intento ponerme en forma, me miró con una inclinación de cabeza y en ese momento me levanté y seguí mi camino……
Al día siguiente y con la misma ruta escuchando música, allí estaba él esperándome de frente, como si de un duelo se tratase el uno frente al otro, pero esta vez lo vi venir y antes que se abalanzara sobre mi yo ya estaba sentado en el suelo esperándolo, se acercó a mi gruñéndome y le convencí para que se pusiera a mi lado, sin dudarlo le puse los cascos para que escuchara la música y mi sorpresa fue tan grata cómo reconfortante, se quedó totalmente inmóvil escuchando lo que salía por aquellos chismes gigantes para sus pequeñas orejas. Me miró….. su cara era un poema, solo hacia gestos con su cabeza de un lado a otro como sorprendido intentando entender que era aquel sonido. Lo acaricié y me fui…….
Al día siguiente no salí a correr, pero si fui a visitarlo. Y allí estaba sentado en medio de la calle esperando mi llegada y me acerqué a él, me quité los cascos y se los puse en sus orejas peludas, se levantó y puso sus patas sobre mis piernas. Agradecido me lamió y supe que desde ese día seríamos inseparables…….
EL PODER DE LA MÚSICA AMANSA A LAS FIERAS…………
RAMÓN SANTOS
A través del vino podemos entrar en un universo de sugestiones con aromas, gustos, sensaciones que puede incluir el sonido como elemento acompañante.
Hay estudios que demuestran la relación que existe entre la música y el vino. En esos estudios llevados a cabo en Reino Unido, los participantes experimentaron cambios dependiendo de la música que estaban escuchando mientras bebían una copa de vino. Eso sí, hay que saber elegir y combinar el tipo de música y el vino. Un ejemplo de los estudios citados es que cuando se oía una pieza musical de gran fuerza, si se escuchaba con un vino como el Cabernet Sauvignon, por ejemplo, su sabor se percibía un 60 % más potente, rico y robusto que cuando se saboreaba el mismo tipo de vino sin música.
Las investigaciones se basan en la teoría cognitiva que establece que la música estimula áreas específicas de nuestro cerebro para que este responda ante el vino y favorezca su sabor al paladar. Por lo tanto, la interrelación entre los condicionantes sensitivos del sonido y el gusto queda demostrada.
La música amansa a las fieras…
Es ya conocido el hecho de que la música es sugestiva para cualquier ser vivo. Podemos recordar que los experimentos con música y su interactividad con los seres vivos siempre han suscitado interés por parte de la comunidad científica. Hay testimonios de ello en prensa escrita fechada a principios del siglo XX donde se habla de pruebas musicales con animales de zoológico. El ser humano, no escapa a ese tipo de sugestión y la música influye incluso en nuestra capacidad de elección.
Adrián North, director del Departamento de Psicología Aplicada de la Universidad de Edimburgo, realizó una investigación en supermercados en la que demostró que dependiendo de la música ambiente los clientes compraban más un tipo de vino que otro. Por ejemplo si se reproducía música de acordeones la venta de vinos franceses aumentaba y de igual forma si la música ambiental tenía toques bávaros, entonces subía las ventas de vinos de origen alemán. Según esto, ¿influiría la música de pasodoble para vender vino español? Probablemente sí.
El músico Gianfranco Grisi y el periodista especializado en vinos Carlos Delgado tuvieron la iniciativa de crear unos conciertos donde el líquido elemento del vino y las notas musicales de un nuevo instrumento denominado Cristalmonio fueron los protagonistas.
El Cristalmonio consiste en un mueble sobre el que se depositan 47 copas de vino cada una con un nivel diferente de llenado. El músico desliza sus dedos ligeramente humedecidos por los bordes del cristal y esté responde con un sonido limpio y cristalino. No es la primera vez que se experimenta con instrumentos de cristal, ya en 1762 Benjamin Franklin creó el “Glass armonica” y es conocido el uso del cristal en la antigua China para crear música.
Del binomio entre el vino y la música han surgido hoy en día inspirados conciertos y encuentros dedicados. Como por ejemplo el ciclo de conciertos acústicos en el Museo del Vino de Toro en Zamora “Música Entre Barricas”, el festival de música y cultura del vino “Eno!Festival” en Madrid, Vinyasons, VIJAZZ y Vinya & Art en el Penedès o el Festival “Las Notas del Vino” de Valdepeñas son algunos claros eventos de esta combinación para los sentidos.
En estos casos, no son citas musicales para buscar influenciarnos en nada. Son simplemente encuentros donde la música es la protagonista de la singular unión entre la cultura del vino y la cultura de la música, una mezcla perfecta que nos ayuda a vivir la vida con más intensidad, saboreando (nunca mejor dicho) los momentos con una copa de vino en la mano.
Yo por mi parte me voy a permitir brindar con una copa de uno de los caldos nacidos en tierras chiclaneras que ha tenido incluso una distinción Parker. Saboreo una copa de Palo Cortado seco de Bodegas Manuel Aragón mientras me dejo llevar por el magistral Adagio de Albinoni. Todo un deleite para nuestros sentidos. ¡A vuestra salud!
BEA ARTEENCUERO
EL PODER DE LA MUSICA
Cuenta la leyenda, que en un sector del bosque donde habitaban las hadas, duendes y elfos, quienes protegían el lugar y velaban por la felicidad de quienes Vivian en él, también vivía una hechicera haciendo conjuros usando sus maleficios y pociones. Cierta mañana, la hija del guardabosque, Selena (Llamada así por la diosa de la luna) había perdido a su madre al nacer, se encontraba recogiendo flores, acompañada de los animales del bosque, ella los alimentaba y hablaba con ellos, eran sus únicos amigos; Sin darse cuenta que las horas pasaban, se aleja cada vez más, llega la noche, se da cuenta que está perdida y se sienta a la orilla del lago, rompe a llorar, pasan las horas, el cansancio la vence y se queda dormida. Al despertar el nuevo día, la despierta una bella voz, cada vez más cerca del lugar donde se encuentra, no puede ver quien toca tan majestuosamente el violín acompañando la melodía; Cuando ve al joven más apuesto que viera jamás, rápidamente se esconde, no quiere que el joven la vea ya que ella nació con un gran joroba y no se muestra al mundo. Ella es feliz con sus amigos, Angus, que asi se llama el joven, se acerca y sin saber que es observado, se apoya en un viejo tronco y sigue con su música, los acordes y su voz viajan por el bosque, es una canción muy triste pero llena de magia .Selena no puede evitar hablarle. – Que bella melodía, le dice. – ¿Quién eres?, donde estás? – Soy Selena, la hija del guardabosque, ¿Y tú? – Soy Angus, ven acércate. – Debo irme. Así noche tras noche, Selena acude al lugar. A encontrarse con Angus, pero le habla de lejos, hasta que una noche, no lo ve, ni escucha su música, espera horas y horas esperando sentir su bella voz, al fin decide irse, está muy triste. – No te vallas, le dice una voz muy suave. – ¿Quién eres? – Soy el ruiseñor, Angus me envió a decirte que lo esperes. – ¿Dónde está? ¿Le paso algo? El ruiseñor emprendió vuelo sin nada, no quise contarle, las desdichas de Angus… La bruja del bosque había hecho un conjuro a Angus, quien no podía alejarse de la casa de ella, porque rechazo a su hija Edwina, no queriendo desposarla, porque esperaba a quien le hiciera sentir amor y ella era un ser muy oscuro. En represalia le quito loa vista y lo mantenía encerrado.(Solo salía ayudado del ruiseñor, cuando la bruja y su hija se dormían) Selena lo espera por horas, al fin escucha la voz del joven y sale corriendo a su encuentro, sin pensar en su joroba, se le acerca, el siente sus pasosy y le dice….- Selena ¿eres tu?, Ella no entiende. Esta delante de el y no la mira, Angus extiende su mano y le acaricia el rostro… – Que bella eres.!!! Selena no puede articular palabra de la emoción, y se da cuenta que no puede verla. Así nace un profundo amor entre ellos . Serena guarda su secreto, y Angus no dice nada de su triste destino. El ruiseñor, testigo de ese amor, tan bello como desdichado, acude a buscar a las Hadas. – ¿Qué haces aquí ruiseñor? Le explica del amor de Serena y Angus ..- ¿Puedes ayudarlos? – El hechizo se romperá, cuando el amor que sienten sea mirado con los ojos del corazón y las notas del alma. El ruiseñor busca a Selena y le cuenta del hechizo que la bruja le hizo a Angus, -Tienes que mostrarte cómo eres y se romperá el sortílego… – E s que se alejara cuando me vea, y no quiero perder su amor . – Tu confía y cree en el amor. También va al encuentro de Angus, – Debes contar a Selena, tus desdichas y serán felices por siempre, el verdadero amor todo lo entiende,. Él le responde, del temor a perderla. Esa noche, cuando los dos enamorados se encuentran, se sienten perturbados. Al fin el amor es más fuerte.. – Angus debo decirte algo. Por favor escúchame. – Yo también, pero antes …bésame, quiero sentir el sabor de tus labios. Selena asiente ( Pensando ambos que sería su último beso ) Sus labios se juntan y una dulce melodía invade sus corazones, mil estrellas bajan en ese instante sublime. Al despegar sus labios… Angus puede ver a Selena, en toda su belleza, (Su joroba dasaparecio,es un esbelta joven) Al verse con los ojos del corazón, el hechizo despareció. Hay quien dice…Que por el bosque se los ve corriendo entre las flores agarrados de la mano, dejando a su paso la canción de amor más bella que jamás se escuchara y que en el bosque solo habitan las hadas y los duendes, nadie sabe que fue de la malvada bruja, donde en el lugar que vivía hay un bello jardín, donde viven los elfos encargados de proteger la naturaleza de los seres oscuros con el poderes mágicos que poseen siendo inmortales.
CONSUELO PÉREZ GÓMEZ
¡Cántamela otra vez, Gardel!
En la calle empedrada resuenan unos tacones. A su izquierda las saltonas luces de neón, azules y amarillas, anuncian: «Tacones de hielo». El rimbombante nombre del bar que encontró por casualidad –parece que hubiera pasado un siglo desde el hallazgo-, una de sus noches, gracias a su sempiterno vagabundear, la empujó a cruzar sus puertas.
Tras la barra de un bar. Desde ese minarete a través del cual pasan todas las vidas. Todos los amores. Todos los desamores. Todos los sueños con sus correspondientes promesas incumplidas. Desde ahí, Bruno, servía cada noche un cóctel explosivo a la sensual rubia que, cada noche ocupaba el taburete apegado a la tabla de salvación que puede llegar a ser la barra de un bar. Sabía cada detalle de una vida de trasiego y aventura –o desventuras, qué también-.
—¿Cómo ha ido el día, Olga?
La misma pregunta cada día, cada noche. Conocía sobradamente la respuesta a la cuestión, pero era como un acto de fe incorporado al estiramiento de brazo para depositar la bebida, un atributo más de esta, sin la que el líquido, hubiera quedado soso, a falta de un ingrediente.
—¿Quién actúa hoy?
—Un tal Gardel. Unos dicen que es francés, otros que argentino, otros uruguayo…canta tangos.
—Pues me quedo. Tengo esta noche alma de tango.
—¿Seguro que podrás con ello? Mira que tú…
Con «ello», Bruno quería significar si a Olga no le iba a dar un jamacuco escuchando las trágicas letras que componen un tango. Más de una vez se había visto obligado a recogerla en volandas, depositándola en la trastienda hasta que recobraba el conocimiento.
Las luces van descendiendo a medida que se ilumina el escenario. Entre las primeras sombras se adivina una pareja entrelazada, a su lado, un tipo alto, moreno, con pinta de galán de cine. Todo se acomoda para dar comienzo al show que, el argentino-francés-uruguayo estrena con la inquietante siguiente estrofa:
«El mundo fue y será una porquería, ya lo sé
En el quinientos seis y en el dos mil también
Que siempre ha habido chorros
Maquiávelos y estafaós,
Contentos y amargaos, valores y dublé
Pero que el siglo veinte es un despliegue
De maldá’ insolente ya no hay quien lo niegue
Vivimos revolcaos en un merengue
Y en el mismo lodo todos manoseaos».
La cosa mejoró al entonar «Fumando espero». Olga se veía dentro de la canción y no pudo sino encender un cigarrillo para seguir el son.
Cuando llegó el turno de «Volver», Bruno que no le quitaba el ojo de encima, adivinó el siguiente paso de Olga. No se equivocaba. Le tenía contados hasta los latidos de cada una de las inhalaciones-expiraciones. De un salto se lanzó enfrente del taburete a tiempo de recogerla en sus brazos, mientras, Gardel, cantaba «A media luz».
Al son de un tango, en volandas, Olga deliraba…Volver, volver, volver…
—«En los tacones lejanos de una rubia me perdí; ahí me quedé enganchado, y Gardel, no supo entender que ese resonar traía todo el ritmo a tango que nunca llegaría a componer». –Se fue diciendo Bruno, como para sí o para no.
ALEJANDRO RODRÍGUEZ
La música, contiene el poder de trasladarte a un encuentro, viajar hacia el pasado, así es ella. Capaz de emerger sentimientos. Dispuesta para darte alegría así como tristeza.
Y que podría hacer yo sin ti, si me faltaría. Si es que eres la única q puede transformar mis días negros en alegrías.
Y allá van las carcajadas nerviosas y pasos tropelosos, para ser uno, si … Uno solo, la música y yo.
SERVANDO CLEMENS
Contaminación auditiva
El temido inspector Law avanza a paso decidido, apaga su cigarrillo con la punta lengua y lo vuelve a colocar detrás de su oreja.
—Llegó el patrón —anuncia un oficial—. ¡Compórtense!
—Mantengan la calma —murmura otro, guardándose el teléfono móvil.
Law se faja la camisa, sube la cinta amarilla e ingresa a la escena del crimen entre los flashazos de los reporteros que se mueren por una declaración, luego de la terrible balacera ocurrida durante un concierto de reggaetón que se efectuaba en una calle de un barrio popular.
«Yo por ti estoy alucinando
Desearía saber lo que estás tramando
Quisiera estarte perreando
Amando
Chupando
Te llamo y nada y yo que te estoy deseando».
Todavía retumba la música en una las enormes bocinas que el intérprete Jay Ozuna utiliza para hacer Play back en sus presentaciones.
—Buenas noches, inspector —saluda un policía, haciendo una reverencia—. Es un verdadero horror lo que están haciendo con los nuevos artistas. Esta ya es la tercera ocasión en que…
—¿Qué ocurrió? —pregunta Law de forma tajante.
—Hubo un tiroteo y…
—Eso ya lo sé —interrumpe el inspector, levantando la sábana que cubre uno de los cuerpos acribillados—. Vaya al grano que no tengo todo el tiempo del mundo.
—Hay tres muertos, pero por fortuna Jay usaba chaleco antibalas y salió con vida. Sin embargo, se lo llevaron grave a la sala de urgencias del hospital San Ángel.
—¡Qué mala suerte, pensé que había muerto! —se lamenta Law, mientras examina el cadáver de un muchacho que utilizaba gorra de béisbol de los Yankees de Nueva York, camisa fosforescente y pantalones holgados.
—¿Mala suerte, señor? —Se sorprende el policía, antes las palabras de Law.
—Digo que es una suerte que siga con vida. ¿Hay testigos?
«Tú me robaste el corazón
No puedo estar sin ti, bombón
Esto que siento por ti es una vil obsesión
Yo te quiero en mi colchón
Oh, oh, my baby».
Continúa la canción sonando a alto volumen.
El detective saca su pistola de la sobaquera, apunta cerrando un ojo y balacea la bocina, haciéndola pedazos. Silencio. Algunos de los presentes se lanzan al pavimento, cubriéndose la cabeza.
—¿Qué clase de música es esa? —se mofa el inspector, tapándose los oídos de manera teatral.
—Es un género musical que se deriva del reggae y del dancehall… —empieza a explicar, poniéndose de pie.
—¡Alto! —vuelve a interrumpir—. Estaba siendo sarcástico, imberbe. Traiga al testigo.
—Es una fémina de edad avanzada y está muy afectada.
—Dije tráigala.
El gendarme se retira y a los pocos minutos retorna con una señora que se aproxima con timidez hacia la posición de inspector.
—Bu-buenas noches, señor —dice la mujer entre sollozos.
—Me puede decir qué pasó aquí —interroga el inspector.
—Estaba lavando los platos de la cena, mientras mi George leía el periódico en su viejo sillón, entonces yo dije que los recibos estaban…
—¡Vaya al punto! —grita Law, colérico—. ¡No me interesan los detalles intrascendentes!
La señora traga saliva y dice sin respirar:
—Miré por la ventana a un señor trepado en los techos disparando con una escopeta a los asistentes al concierto de Jay.
—¿Pudo ver cómo era o cómo iba vestido el sospechoso?
—Usaba sombrero negro, una máscara roja, gabardina negra, guantes rojos y botas negras. ¡Imposible identificarlo!
—¡Excelente! —sonríe Law—. Un hombre misterioso e interesante.
—Me acaban de confirmar que Jay Ozuna sobrevivió al atentado —avisa el oficial con alegría—. Está fuera de peligro, repito, está fuera de peligro.
—Me lleva el carajo —musita Law—. No lo puedo creer.
—¿Perdón, jefe?
—Olvídelo, oficial. Simplemente olvídelo.
—También me dicen que por las heridas graves, lo más probable es que jamás vuelva a pisar un escenario.
—Magnífica noticia, muchachito.
—¿Qué?
—Digo que tengo que ir a interrogar a Jay al hospital, ya mismo.
El inspector se retira del lugar de los hechos casi corriendo, luego se trepa con rapidez a su vehículo, enciende el motor de ocho cilindros, le coloca el silenciador a su arma y pone un CD de música clásica para relajarse durante el trayecto.
—Hora de ir al hospital —dice Law, colocándose los guantes rojos—. Mi misión es salvar a la ciudad de la contaminación auditiva.
Contaminación auditiva
El temido inspector Law avanza a paso decidido, apaga su cigarrillo con la punta lengua y lo vuelve a colocar detrás de su oreja.
—Llegó el patrón —anuncia un oficial—. ¡Compórtense!
—Mantengan la calma —murmura otro, guardándose el teléfono móvil.
Law se faja la camisa, sube la cinta amarilla e ingresa a la escena del crimen entre los flashazos de los reporteros que se mueren por una declaración, luego de la terrible balacera ocurrida durante un concierto de reggaetón que se efectuaba en una calle de un barrio popular.
«Yo por ti estoy alucinando
Desearía saber lo que estás tramando
Quisiera estarte perreando
Amando
Chupando
Te llamo y nada y yo que te estoy deseando».
Todavía retumba la música en una las enormes bocinas que el intérprete Jay Ozuna utiliza para hacer Play back en sus presentaciones.
—Buenas noches, inspector —saluda un policía, haciendo una reverencia—. Es un verdadero horror lo que están haciendo con los nuevos artistas. Esta ya es la tercera ocasión en que…
—¿Qué ocurrió? —pregunta Law de forma tajante.
—Hubo un tiroteo y…
—Eso ya lo sé —interrumpe el inspector, levantando la sábana que cubre uno de los cuerpos acribillados—. Vaya al grano que no tengo todo el tiempo del mundo.
—Hay tres muertos, pero por fortuna Jay usaba chaleco antibalas y salió con vida. Sin embargo, se lo llevaron grave a la sala de urgencias del hospital San Ángel.
—¡Qué mala suerte, pensé que había muerto! —se lamenta Law, mientras examina el cadáver de un muchacho que utilizaba gorra de béisbol de los Yankees de Nueva York, camisa fosforescente y pantalones holgados.
—¿Mala suerte, señor? —Se sorprende el policía, antes las palabras de Law.
—Digo que es una suerte que siga con vida. ¿Hay testigos?
«Tú me robaste el corazón
No puedo estar sin ti, bombón
Esto que siento por ti es una vil obsesión
Yo te quiero en mi colchón
Oh, oh, my baby».
Continúa la canción sonando a alto volumen.
El detective saca su pistola de la sobaquera, apunta cerrando un ojo y balacea la bocina, haciéndola pedazos. Silencio. Algunos de los presentes se lanzan al pavimento, cubriéndose la cabeza.
—¿Qué clase de música es esa? —se mofa el inspector, tapándose los oídos de manera teatral.
—Es un género musical que se deriva del reggae y del dancehall… —empieza a explicar, poniéndose de pie.
—¡Alto! —vuelve a interrumpir—. Estaba siendo sarcástico, imberbe. Traiga al testigo.
—Es una fémina de edad avanzada y está muy afectada.
—Dije tráigala.
El gendarme se retira y a los pocos minutos retorna con una señora que se aproxima con timidez hacia la posición de inspector.
—Bu-buenas noches, señor —dice la mujer entre sollozos.
—Me puede decir qué pasó aquí —interroga el inspector.
—Estaba lavando los platos de la cena, mientras mi George leía el periódico en su viejo sillón, entonces yo dije que los recibos estaban…
—¡Vaya al punto! —grita Law, colérico—. ¡No me interesan los detalles intrascendentes!
La señora traga saliva y dice sin respirar:
—Miré por la ventana a un señor trepado en los techos disparando con una escopeta a los asistentes al concierto de Jay.
—¿Pudo ver cómo era o cómo iba vestido el sospechoso?
—Usaba sombrero negro, una máscara roja, gabardina negra, guantes rojos y botas negras. ¡Imposible identificarlo!
—¡Excelente! —sonríe Law—. Un hombre misterioso e interesante.
—Me acaban de confirmar que Jay Ozuna sobrevivió al atentado —avisa el oficial con alegría—. Está fuera de peligro, repito, está fuera de peligro.
—Me lleva el carajo —musita Law—. No lo puedo creer.
—¿Perdón, jefe?
—Olvídelo, oficial. Simplemente olvídelo.
—También me dicen que por las heridas graves, lo más probable es que jamás vuelva a pisar un escenario.
—Magnífica noticia, muchachito.
—¿Qué?
—Digo que tengo que ir a interrogar a Jay al hospital, ya mismo.
El inspector se retira del lugar de los hechos casi corriendo, luego se trepa con rapidez a su vehículo, enciende el motor de ocho cilindros, le coloca el silenciador a su arma y pone un CD de música clásica para relajarse durante el trayecto.
—Hora de ir al hospital —dice Law, colocándose los guantes rojos—. Mi misión es salvar a la ciudad de la contaminación auditiva.
ROCÍO RB
Dicen que la teletransportación no existe. Quizá sea cierto si hablamos de transportar cuerpos, pero si solo queremos viajar con la mente, sobre todo al pasado, a tiempos mejores, cuando todo iba bien, cuando el amor era lo más importante, cuando nos conocimos, cuando nos enamoramos, cuando hicimos el amor… solo hay que escuchar esa canción que sonaba en aquel momento. Una secuencia de imágenes que pueden hacerte sonreír o llorar aparecen en tu cabeza. El vello se pone de punta y los sentimientos se desbordan.
Para todo hay una canción en mi vida. Recuerdo cómo sonaba Promise, de Tracy Chapman, cuando mi medio corazón me pidió en matrimonio. Y que la canción de moda en Nueva York, en febrero de 2019, era Perfect, de Ed Sheeran. Cuando escucho una de sus canciones, vivo de nuevo el concierto de Bruce Springsteen de 1993 en el estadio Vicente Calderón, donde me dejé el alma y la voz saltando y cantando. Y la maravillosa escapada de fin de semana en Cáceres para ir a ver a Extremoduro porque no pudimos conseguir entradas para Madrid, ahí la suerte nos acompañó. Aún mantengo una gran amistad con ciertos músicos callejeros que conocí y no pude resistir sentarme en el suelo a escuchar.
Mi vida ha estado siempre rodeada de música. No la concibo sin ella. Me despierto y pongo la radio. Como no me gusta cocinar, he de hacerlo con música para que me joda menos la obligación. Me flipa conducir porque puedo cantar a voz en grito, cosa que antes, cuando iba en transporte público, me estaba vedado “porque molestaba”… el olor de muchos sobacos molesta más y nadie se lo va diciendo a los afectados… Y aunque se deduce que no tengo buena voz, era maravilloso cómo me miraban mis hijos al cantarles nanas arrullándolos entre mis brazos. ¿Y qué me decís de bailar desnudo por casa? Es el único sitio en el que he probado a hacerlo, quizá sea igual de divertido hacerlo en cualquier otro sitio, pero nunca me lo ha contado nadie.
Sí, la música es magia, hace ¡chas! Y aparecen los recuerdos.
KAREN ROSADO
Estoy sumido en el banco, sin ganas, sin ánimo, sin fuerzas.
Me preguntó:¿Por qué la vida hoy pinta muy gris?
Miro por el ventanal,inexpresivo e insistente queriendo de encontrar algo más.
Necesito concentrarme y dejar de mirar ese botón mal prendido…
Tomo mis viejos audífonos y ocurre la magia, una fuerza poderosa explota mis sentidos como si de la embestida de un auto se tratara .
Y de pronto alguien cuenta una historia similar a la mía con una melodiosa y poderosa voz,el día a vuelto colorido y esa voz hace que no me sienta solo.
Y me hace no sentirme solo…
JUAN JOSÉ SERRANO PICADIZO
La música está en todas partes. Antes de la primera existencia de vida, mucho antes de crearse el universo, ya existía la música.
La música es un pulso, una gota de rocío cayendo al unísono desde un precioso pétalo de una rosa. El cosmos al igual que toda la creación es un acorde de sonidos de aquí para allá.
Un roce con las puntas de los dedos sobre un cuerpo frágil y desnudo. El débil aleteo de un insecto volador. El crujiente mordisco de un helado cubierto por chocolate. El susurro del aire en tus oídos. Todo es música.
El cuerpo humano está compuesto por muchos tipos de instrumentos. Una orquesta en funcionamiento capaz de emitir la más bella melodía. La voz crea diferentes sonidos y escalas. Aprendimos a comunicarnos gracias a la musicalidad de los sonidos naturales. El fluir de un río creó una palabra. El choque de dos piedras creó otra. Los reclamos de los animales crearon otras…
Escuchar música puede transportarte, relajarte y hacer aflorar todo tipo de sentimientos. La música viaja a través de las ondas, que cuando entran en nuestro organismo, maneja nuestro ADN a su antojo. Podemos viajar en el tiempo a través de la música. Una canción que escuchamos en el pasado, nos lleva en nuestra mente a aquél lugar donde la escuchamos y fuimos felices, o no. También nos transporta a nuestro interior, capaz de ayudar a entender el dolor de nuestro corazón. Una canción puede ser escuchada de muchas formas distintas según nuestras emociones. Si somos felices, grabamos en nuestra memoria la sintonía. Si estamos depresivos, nos centramos en las letras y la composición musical. La música se usa como terapia.
La música sirve y sirvió para unir a la familia, las tribus, la multitud y el mundo entero. La música antiguamente como hoy en día, sirve para la adivinación. Al escuchar música, nuestro bello se eriza, nos aflora los sentidos, contornea el aura y abre los chacras. Cuando nos dejamos llevar por la melodía, nos eleva el alma, uniéndose con el corazón de la tierra y el todo. Con ello, somos capaces de entrar en un trance total como en la meditación, ayudándonos a comprender puntos de nuestra vida que no sabíamos como arreglar. De éste modo, podemos encontrar y adivinar cosas del pasado que pasamos por alto y ver nuestro futuro, a través de la observación. Cuando estamos tranquilos y nos surge una canción en nuestra mente, tenemos que observarla con determinación. Tal vez, tiene un mensaje para ti.
Podría estar todo el día hablando de lo especial que es la música para nosotros, porque la música es muy poderosa.
LOLY MORENO BARNES
El canto de las sirenas.
Hace muchos años, más atrás aún de la Edad Media, cuando los marineros sólo veían monstruos terribles entre tormentas en los océanos, quedaron sorprendidos al sentir desde la niebla del horizonte, allí donde la forma de la tierra curvaba su silueta cubierta de mares ; un embriagador canto de sirenas.
Algunas leyendas cuentan cómo enloquecían los marineros embrujados por la música de unas criaturas extremadamente bellas, con torso de mujer y extremidades de pez.
En realidad su origen tuvo lugar en un país de mercaderes , muy cerca de la frontera, donde las fuerzas del universo bendecían la costa,cuando una bella esclava con poderes sobrenaturales que hasta ella misma desconocía se vio sometida a toda clase de bejaciobes y abusos por parte de sus amos .
Lo único que la mantenía lúcida ante tantos ultrajes era el recuerdo de su madre cuando de pequeña la acunaba con nanas celestiales .
Un día, deseó con todas sus fuerzas desaparecer de la tierra y dejar de necesitar el aire para respirar .
Lloró y lloró sin parar hasta que su cuerpo se cubrió de lagrimas y estás la arrastraron al mar.
Lejos de morir ahogada por las corrientes marinas , las aguas reconocieron en ella a la reina de las sirenas heredando todos los poderes del universo .
Se dice que desde entonces cualquier mujer que se sienta sometida en contra de su voluntad recibe la magia de las sirenas para protegerlas y cualquier hombre que violente a una mujer que no le corresponde enloquece y es apartado de su víctima al sentir la música poderosa que emana del frágil cuerpo .-
BEATRIZ ÁNGEL
SI, AMAS LA MÚSICA
Ven conmigo.
Cierra los ojos y déjate llevar
a ese lugar en el que el mundo
deja de girar.
Es otra forma maravillosa de amar.
La piel se activa, el vello erizado,
un fuego que incendia a su paso.
No tiene estilo ni formato,
es un sentimiento que nace
de tus zapatos.
Es casi tan mágico como volar sin alas,
el nudo que sube hasta tu garganta.
Siente el tacto del latido sobre la piel,
al unísono del ritmo que emana
de cajas llenas de sonidos que saben a miel.
Es un abrazo cálido que envuelve el alma
o es la sacudida con la que tu bailas.
El consuelo en los días raros
y la llave que abre todos tus armarios.
Es el amante que te levanta
un momento orgásmico de cualquier cama.
Un beso intenso, un susurro nocturno
de noches largas y cuerpos desnudos.
Música, fiel compañera de viaje,
en las bien y en las mal dadas,
no encuentro un recuerdo
en el que no canten hadas.
Y yo sé qué, más ponto que tarde,
quizás no pueda escucharte,
pero recordar las notas que pudiste darme,
eso es algo, que nadie ya,
podrá quitarme.
OMAR ALBOR
Si escondido
tras tú ventana
sentí los primeros
acordes de esa canción
la que te gustaba.
Me asome un poquito
y te vi bailar.
Sabía por dónde
tenia que ir.
Con el tiempo nos conocimos y fuimos más, mucho más.
Hasta que todo termino
éramos muy niños.
Cuando el tiempo transcurrió sentí en la radio esa canción y te vi bailar entre las maderas de tu ventana que dejaba flotar tú figura sin saber que yo estaba ahí.
La música musa inspiradora.
Que adora sentimientos
sin más.
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Mi voto de esta semana se lo reparten Consuelo Pérez Gómez y Dil Darah
Mi voto para Juan Jose Serrano y Loly
Mi voto es por José Armando Barcelona Bonilla y para Antolín.
Mi voto: Loly Moreno Barnes y Consuelo Perez Gomez
Hay muchos relatos muy buenos y dignos de menciòn pero apreniarè a Sira Serra y Elena Fernàndez Carrlera: bienvenidas y que sus voces no paren : )
¡Todos los relatos son preciosos!
Pero como hay que elegir me quedo con la definición de música de;
Juan José Serrano.
Mi voto es para:Consuelo Pérez y Loy Moreno
Mi voto es para SERVANDO CLEMENS
Juan José Serrano
No aparece mi voto.
Voto a Neus Sintes.
Perdona si sale doble, pero no lo veo por ningún lado.
Voto a
jose Armando Bonilla y
Taly Rosu
Aunque todos son fantásticos, me encantáis
Mi voto es para Dil Darah y Juan José Serrano Picadizo……. bravo!!
Voto por Emiliano Heredia y Dil Darah