Valientes – Miniconcurso de relatos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «valentía». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 6 de mayo! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).

POR FAVOR, SOLO VOTOS REALES, SOLO SE GANA EL RECONOCIMIENTO, CUANDO ES REAL.

* Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor) y no han pasado procesos de corrección.

MARÍA CRUZ ESTEVAN APARICIO

Los ojos de la gente brillaban de valentía sentados unos en las gradas de madera previstas para
la plaza de toros y otros en las escaleras de la iglesia ya que el desnivel del terreno que hay entre el llano de la plaza de la iglesia y el templo dio pues a dichos escalones. El propietario de la plaza de toros aprovecha la construcción de las escaleras como parte de ella. La plaza estaba su techo adornado con banderas de colores.
El señor de los helados, boceaba ¡fresco lo tengo fresco!
La gente reía y con sombrero en la mano saludaban a los conocidos.
La tierra de la plaza ya estaba regada.
Los mozos y mozas torreras/os a punto de caramelo.
Sólo faltaba el toro.
De pronto la puerta de los toriles
Se abre…
El toro tiene un peso de 500 kilos.
Como a sido. El toro se ha escapado de la plaza.
El valiente publicó entre ellos estaba mi familia y yo misma armamos un desconcierto humano difícil de contener. Tengo que decir que mi persona rodó por varias escaleras, menos mal que estaba la Divinidad, allí mismo para salvarme o fue la mano de mi marido la queme ayudó a ponerme de pie…
La función terminó con los guardias civiles corriendo tras el toro… Le dieron…

CORONADO SMITH

Una luz verde envolvió el castillo, cegando a los presentes y en que se recuperaron: el conde Tomatesalsa afirmaba una felicidad extrema.
Sobre el firmamento del cielo, una escoba volaba a lo alto, llevando consigo una red de melones de piel de sapo, con los que iba a bombardear la aldea que había acogido a Mr Monster tras su valerosa huida. La conducía la malvada Dilita y a su lado iba sentado Marramiamiau de Cheddar, en un recogedor a modo de sidecar. ¡Por Misifú y Don Omar, por King África y el blablacar que no voy a parar hasta destruir a Mr Monster y a todo lugar que le de cobijo!
En la aldea se mascaba la tragedia, bueno, y algunas raíces de palodulce también. Los aldeanos estaban realmente asustados ante la que se les avecinaba.
-Mr Monster está muy débil, ¿qué podemos hacer frente a Dilita?, solo tenemos un kilo de lentejas pardinas para cargar las cerbatanas- añadió el General aldeano.
-¿De cuánto tiempo disponemos?- preguntó el Alcalde aldeano.
-Pues teniendo en cuenta que viene en una escoba Vileda de 1957 con sidecar, cargada de proyectiles y que tiene que recorrer unos 300 metros en círculos concéntricos y triángulos escalenos, yo calculo que unas tres horas y media- terció el Maestro aldeano en la conversación.
Mr Monster estaba siendo atendido en esos momentos por la Enfermera aldeana que milagrosamente estaba obrando una curación vertiginosa con sus sabios cuidados.
-¿Pero que es este tipo de medicina innovadora? Y sin usar las manos – pensaba para sus adentros haciéndose el dormido.
-Ya está, ya puede usted abrir los ojos Mr Monster, está totalmente curado – dijo la enfermera pellizcándole cariñosamente una mejilla.
Mr Monster abrió los ojos y con una vitalidad inusual, haciendo el salto de la cabra Lola, se incorporó en un abrir y cerrar de ojos, pidiendo que le trajesen su ropa.
-Tranquilos, yo me enfrentaré a la malvada Dilita – bramó.
-¿Pero con qué, si no nos queda munición? – contestó el General.
Mr Monster entornó los parpados y frunció el ceño, acariciándose el mentón. -Humm dejadme pensar siete segundos – añadió.
-Qué ya llevas seis- exclamó nervioso el Alcalde.
-Tranqui colega, ya lo tengo- dijo con una seguridad que llenó de optimismo a toda la aldea.
Solo necesito un monopatín y una cuesta abajo.
En un instante le fue proporcionado el monopatín y fue llevado a una rampa muy pronunciada.
-¿Cuanta distancia hay cuesta abajo? – preguntó.
-Desde aquí, unos siete kms, más o menos – dijo el Atleta aldeano.
-Suficientes- dijo lanzándose a continuación como una centella.
-¿Pero a donde vas? – preguntaron los aldeanos al unísono.
– Me abro y tiro millas que de valientes están llenos los cementerios, ya pasaré por aquí otro día para ver como os fue. Chaito.
(Continuará)

LORENA A MARTÍ

La bestia me había acorralado hasta el borde. Cada uno de sus zarpazos, llenos de garras y veneno me hacían retroceder llena de temor. Día a día, hora tras hora. En ese recorrido lento y constante, había ido perdiendo muchas cosas de mi equipaje en cada golpe. Objetos básicos para la vida: motivaciones, sueños y dignidades. Todo eso iba cayendo, irrecuperablemente, porque la bestia lo pisaba y destrozaba de camino a mí. De camino a acabar conmigo. Detrás de la monstruosa figura de la bestia, veía a los demás, unos jaleándola, otros compungidos y cabizbajos, otros ausentes. Otros muchos impresionados por lo cerca que estaban mis pies del borde. Todos lo habíamos temido siempre. Miedo a ese final abrupto, a la nada, a lo desconocido. ¿Qué había allí abajo? Nadie tenía ni idea, pero todos pensábamos que era una muerte segura. Quizás no demasiado dolorosa, pero sí el final de todo.
La bestia me había acorralado hasta el borde. Notaba mis talones al aire, sin suelo. Y, al borde de mis fuerzas, hechas añicos, pensé que no podía haber nada peor que aquello. Y salté. Y mientras caía, sin saber adónde, veía la cara de la bestia, primero asombrada, después furiosa. Y caí. Y aunque no sabía qué me esperaba al final, me sentí libre. Y volé. Y me di cuenta que había hecho exactamente lo que debía hacer. Y con ese vuelo, vi desde arriba a la bestia, que ya no era tan grande ni peligrosa.“¡Qué valiente!” dijeron muchos. No, no. El salto a la nada no fue valentía, fue supervivencia.

AMALIA MARTÍN GONZÁLEZ

Valientes son los que no se dejan vencer por la soledad aunque aflore la nostalgia.
Los que echan un pulso al mal de amores y encuentran la felicidad en un corazón remendado.
Los que la enfermedad atenaza pero no pierden la ilusión por un nuevo amanecer.
Valiente es el que lucha por sus principios aunque ello conlleve dolor.
Los amantes de la vida que no soportan el mal ajeno
Los animalistas que no entienden el dolor animal y ello conlleve cicatrices en el corazón.
Los pequeños que crecen en un mundo deshumanizado.
Los jóvenes que inventan un porvenir a pesar de los tiempos.
Los trabajadores que cada día madrugan para traer el pan a sus hogares.
Señoras de tocados y visones que obsoletas luchan por mantener un estatus perentorio y caduco.
Padres que perdieron a sus hijos e hijos que lloran a sus progenitores.
Valientes los abuelos que tienen tatuados en sus retinas recuerdos de vidas en pretérito.
Mis héroes, los seres humanos que se levantan cada día a pesar de las adversidades.
La vida está llena de valientes que reman con brío hasta dejarse vencer por el todopoderoso mal.

MARÍA OGRAL

Se levantan de la cama sin quejarse del estruendo de la calle,casi abrazando la odiosa melodía del despertador. Los lunes son regalos. Sonríen porque saben que van a trabajar,aunque este año lo hagan en penosas e inhumanas condiciones. Grupos burbuja los llamamos. Recreos acotados por cintas ,separados de sus amigos,juegos precintados,juguetes apartados de sus manos.
Manitas enrojecidas por tanto gel. Pequeñas bocas tapadas por incómodas mascarillas que no nos dejan ver sus eternas sonrisas,nada más que leerlas en sus inocentes ojos. Pero siempre están ahí.
Mañana hace un año que por fin les dejaron salir a la calle. Cuarenta y dos días encerrados viendo pasar la vida por la ventana. Hartos de gymkanas caseras,juegos de mesa,deberes online, videollamadas con sus abuelos. Ellos también querían, necesitaban salir a la calle,respirar,ver el cielo azul,oler las flores,sentir cómo llegaba la primavera.
Fueron los últimos en pisar la calle. Potenciales propagadores de virus creían que eran,los apestados de esta sociedad que no dudó nunca de que había que encerrarlos hasta el final.
Aplaudimos cada día a las ocho a muchos profesionales que estuvieron ahí dándolo todo en los peores momentos de esta pandemia,pero nos olvidamos,como siempre,de otros pequeños valientes que también estuvieron enseñándonos el verdadero significado de la palabra resiliencia.
Mañana ,26 de abril,es el día del niño. Este inesperado homenaje va dedicado a mis pequeños valientes.

ALBERTO MEDINA MOYA

Miró a sus compañeros, que hicieron un gesto con el puño, deseándole ánimo y fuerza, y salió de la furgoneta. Salí detrás de él, pero solo para mirar cómo se dirigía con aplomo hacia el objetivo. Mientras recorría los treinta y pico metros que lo separaban de él no podía dejar de admirar aquel par de cojones.
En mi trabajo como periodista había presenciado muchas cosas, pero era la primera vez que veía a un TEDAX, un técnico especialista en desactivación de artefactos explosivos, en plena acción.
Entré en la furgoneta, donde un enfermero y dos policías compañeros miraban sin pestañear la pantalla de la minicámara que llevaba Manu, que es como llamaban al hombre que se estaba jugando la vida. Manuel Melgar Sedeño. A veces intercambiaban brevemente información en medio del silencio abrumador en el que observábamos cada uno de sus movimientos. Un silencio que unos diez minutos después terminó en una explosión, pero de euforia. Todo había salido bien.
En el camino de vuelta le pregunté a Manu si no tenía miedo en su trabajo. Se encogió de hombros.
– Es lo que tengo que hacer.
Bebió un trago de agua, me miró fíjamente unos segundos y añadió:
– Claro que tengo miedo -hizo una pausa -pero más miedo me da que mis hijos no tengan para comer.

BENEDICTO PALACIOS

¡QUÉ VALENTÓN!
Érase una vez un conductor encargado de llevar al tajo a los braceros cada mañana. El coche era una furgoneta tan vieja como él, pero andaba. Había llegado la primavera y el patrón dio orden de segar la parte más abrupta de una finca para que las máquinas pudieran entrar.
Los recogió a las 7:30. Algunos aprovechaban el viaje para dormir un rato. Agustín entre ellos, que tenía un niño recién nacido y no dejaba de llorar. Jerónimo el conductor le aconsejaba.
—Moja el chupete en miel.
—Ni se te ocurra. Se hace al gusto por lo dulce y se vuelve diabético.
—La diabetes la dan la hamburguesas.
En estas pláticas y réplicas se pasaban los veintitantos kilómetros que debían recorrer. Abrieron la cancela de hierro, se pusieron el traje de faena, aguzaron las guadañas y empezaron a segar.
En la zona más alta y seca de la finca crecían arbustos, zarzales y espinos. Oculto entre las zarzas y próximo a una pared había un nido de perdiz con siete huevos y un lazo de crin a la entrada del nido. Un engaño para cazar al pájaro. Fue Jerónimo el que lo descubrió y trató de ocultarlo, porque Julián, uno de los braceros no respetaba a rey ni a Roque, arrasaba con todo, era un loco, un valentón. Contó un día en el rato del bocadillo que le había pegado un guantazo a su mujer. «Con la mujer y la mula mano dura.» Y Jerónimo le amenazó con dejarle en tierra si no se retractaba de lo dicho. Y añadió que también él sabía refranes.
Pasados unos días volvieron para recoger el heno. Recorrió el conductor las calles donde todos le estaban esperando, todos menos Julián. Golpearon en la aldaba y nadie abrió. El nido de perdiz había desparecido. A la vuelta Jerónimo preguntó a la madre de Julián.
—Está en comisaría. Ayer atizó un par de bofetadas a la mujer y para contentarla marchó al campo. «Te voy a traer una perdiz.» No llegó a casa con el pájaro porque un guardia forestal le descubrió saqueando el nido. Sigue en comisaria. Si este valentón y robahuevos no canta a los guardias el maltrato a mi nuera, espero que lo cante la perdiz.
Al día siguiente, de vuelta al tajo, a Jerónimo se le ocurrieron para entretener el rato estos refranes: Ave que no canta algo tiene en la garganta. Y este otro: Fueron felices y comieron…
—¡Perdices, no, por favor!

DIL DARAH

BODORRIO EN IV HOJAS Y III ACTOS
o
LA RESOLUCIÓN DE HADES
Aviso de entrada: Con permiso y disculpas, he incluido en mi cuento un X número de miembros del grupo.
1857 palabras
Muackis
ACTO I— HAY JARDINES Y LAS JARDINERAS
(exterior, jardines con luces de estrella colgante, alfombras blancas y sillas dispersas. Un lago minimalista. Una gran estatua de Venus de Milo, que vierte leche por los ojos)
Tali (con su típica voz suave)
: — Colocaos, colocaos, colocaos. En cinco horas comienza la ceremonia.
Voces (dispersas)
: — No quiero escribir. No quiero leer. No quiero votar. No quiero nada…
Emiliano (cantando flamenco)
: — Nada quieroooooo y no me alteroo/ Si tocas mi guitarra mueroooooooo!
Me da un hematomaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa …aaaa…aaaaa…aaaa…aaaa…y desespero.
Consuelo (susurra con discreción)
: — Estas estrellitas son monísimas, podían haber sido rosa, para hacer juego con mi pamela, pero el decorado es esplendido.
Raquel (en tono normal)
: — O lila. De todas formas ¿a qué estrella se le ocurre brillar con una simple luz?
Emiliano (cantando rap)
: — Estrellita lila, estrellita rosa/ El mundo no sabe cuál es más hermosa.
Pepino (con acento mandanguí)
: — Calle, coñooooo y venga aquí ¡a emborrachar esas cuerdas!
David Dura (sin acentos, pero soportando)
: — Con leche agria eh, la última trend en Mongolia.
Loly( como ella)
: — En serio. Hay que ser valiente para emborracharse sin alcohol.
Juan José Picadizo( sin especificación)
: — ¡Vivan! ¡Vivan los mongoles! Los más valientes…Hic…Hic
Antolín
: — ¡Hurra! ¡Otra ronda para estos unicornios!
Pepino
: — Para valiente la Venus, que (valenciano indefinido …) y los alérgicos a los lácteos.
Amalia (pautando con el dedo índice)
: — Están prohibidos los insultos, tanto como las palabras malsonantes.
Ana Mateos
: — It is strictly forbiden
Antolín
: — Pues a hablar mandanguí se dijo
Emiliano (cantando copla)
: — Se dijo, se dijo, se dijo lo que no se pudo repetir/ Que una estrella, estrella, estrella, nos maldijo antes de morir.
Juan José Picadizo( con euforia)
: — Toma ya ¡cambio de rondas!
Enrique Osorio ( transpuesto, recitando)
: — Este lago de nenúfares…provoca una inmensa reflexión…quién nos acompaña…sobre los últimos transparentes pasos…
Flavio Muraca( rápido y con un encantador acento argentino)
: — Igual por la substancia de los zombis, che, los hay en todo.
Jeza(descojonándose de la risa)
: — Diría yo, mejor por los cadáveres que se descomponen.
Armando José (en calma y con pedagogía)
: — Hay un estudio sobre cabelleras con piojos. Y otro sobre ropa con piojos. Es posible que haya un estudio sobre lagos con nenúfares y piojos.
Luisa V (un poco precipitada)
: — ¿Habéis visto mi gatita? Me da algo si la pierdo aquí, cerca del lago.
Carmen Gaic( con firmeza)
: — Podemos organizar un grupo de búsqueda.
Antonio Moya (apuntando con un palo de mango dorado sobre la hierba)
: — Y otro, que envuelva el perímetro del lago. Que se aseguren las entradas y las salidas. Que no se usen zapatos de tacón durante la búsqueda. ¿He oído sí señor?!
Tali( sumamente dulce y etérea)
: — Colocaos, colocaos, colocaos. Quedan dos horas para la ceremonia.
Voces dispersas (en grupo)
: — Me gusta la poesía. Me gusta la novela policiaca. Siempre quise escribir erótica.
Pepino (con su deje decadente)
: — ¿Quién dijo qué?
Luisa V (visiblemente preocupada)
: — ¿Habéis visto a Marie? Es muy sensible al viento
Juan José Picadizo( apuntando la estatua de Venus)
: — Aquí, aquí hay gato encerrado ¿y por qué por los ojos la leche?
Servando Clemens(filosófico)
: — No busques la lógica, es un lujo que no se puede aplicar a eventos.
Benedicto Palacios (apoyando la argumentación)
: — Los eventos son puntuales y no llegan a crear pautas, pero si provocan pausas en el ciclo de la vida.
Pedro Parrina( con acento francés)
: — Voy a rrrretrrrratarrrr este grrrran momentou.
Aurora (con dulce preocupación)
: — Con vuestro permiso, voy a ayudar a Luisa.
(aparece Marie, detrás de la estatua y visiblemente encantada de lamerse las patitas. Todos comienzan a aplaudir)
Tali( un pelín más de prisa, pero sin perder dulzura)
: — Colocaos, colocaos, colocaos. Falta media hora para dar comienzo a la ceremonia.
(se intensifican los aplausos, en crescendo hacía la capilla que se observa sobre el fondo del jardín)
Voces dispersas (en grupo, alto y con efusión)
— ¡Vivan los novios! ¡Vivan los novios!
Cristina Moreno (sacando pistolas del cinturón)
: — No os pido nada, pero si sheriff Tali dice que hay que asentarse: yo buscaría una silla. El último de pie, que escriba una novela en siete días.
(Aplausos. Aplausos prolongados. Cuatro disparos)
ACTO II — SI PASA EN LA CAPILLA SE QUEDA EN LA CAPILLA
(la multitud se divide ahora entre la capilla y su salida, marcada por una alfombra roja. El cura, de espaldas, enreda con cruces y velas, sobre la mesa del altar)
Tali( voz dulce y determinada)
: — Las damas de honor van las primeras, luego los caballeros de honor. Luego las señoras, las señoritas, les seños, los señores, los señoritos y los músicos: cerca de la entrada.
(comienza la marcha nupcial de Mendelssohn. Cris ofrece su brazo a la novia, escondida en sus velos)
Voces dispersas(recitando)
: — ¿Y quién será, y quién será y quién será? ¿Y quién será y quién será y quién será?
(delante del cura que da las espaldas al público, Mr Monster con cara de absoluta confusión, sujetado por Gaia Orbe y Karlos Wayne)
Gaia
: — Ay, pero qué bonita camina ella ¿a qué ha valido la espera? ¿Verdad Mr. Monster?
(Karlos Wayne pisa sin disimulación el píe izquierdo de Mr. Monster)
Mr. Monster (medio aullando)
.: — Síiiiiiiiiiiii…Síiiii….Síiiiii
El Cura (de espaldas por debajo del capuchón y con falso acento gallego)
– Aún no, hixo, aún no.
Voces dispersas( exclamando en grupo, al lado de los músicos y saliendo al jardín para envolver todo el escenario en cascadas)
: — Qué bonita, qué bonita, qué bonita
Emiliano (cantando vals)
: — Pero qué bonita eeeeeeees, pero qué bonita esssssssss/ Si la ves o no la veeeeeeeeeeeees, pero qué bonita esssssss.
Pepino (sin remordimientos)
: — Trae la guitarra, coñooooo y relaja los dedos
Voces dispersas (misma especificación)
: — Relaja, relaja, relajaaaaaaaaa.
(Cristina llega con la novia delante de Mr. Monster y se la entrega, luego apoya la pistola derecha en la sien y se limita a observar)
El Cura (de espaldas y debajo del capuchón)
: — Nos hemos reunido aquí y hoy
Cristina (carraspeando para mantener la compostura)
: — Padre, chs, padre. Que, igual convendría que diese la cara al público.
(Jezabel, con su pamela negra y entre las damas de honor estalla en risas)
El Cura (tornándose lentamente)
: — Que digo que nos hemos reunido aquí y hoy.
Tali( con dulzura mortífera)
: — No me obligue usted a buscar otro cura en dos segundos.
El Cura (hablando con velocidad)
: — ¿Qué digo? ¿Que nos hemos reunido a qué?
Cristina (puntuando cada letra)
: — Tali, pon un anuncio en Insta.
El Cura(tropezando)
: — Pater Noster, que nos hemos reunido aquí y hoy. para unir en santa unión a Mr. Monster
(Karlos Wayne le propina otro pisotón al novio)
Mr Monster:
: — Auuuuuuuuuuuuch, auchhhhhhhhhh, auchichichichi.
(La novia se mueve irritada debajo del velo que le cubre la cara)
: — Prosiga padre, prosiga.
El Cura (tornándose del todo, es Giuseppe Tartini)
: — Io non so perche siamo qui
Cristina (con tranquilidad mortífera)
: — Diga los ritos, anda, que tengo una reunión a las seis.
Mr. Monster (se arrodilla, coge la pistola de Cris y la ubica en el centro de su frente con dramatismo)
: — No sé quién soy! ¿Por qué me hacéis esto?
La Novia (se desvela y es Samara Japón Salvat)
: — No decías lo mismo ayer, pero claro, antes de llegar al precipicio querías saltar: ahora lo ves y no eres más que un cobarde.
(le pega al Mr. Monster un bofetón y sale corriendo de la capilla)
Voces dispersas (con pena, aumentando de volumen)
: — Cobarde, cobarde, cobardeeee
Cristina (un poco exhausta)
: — Corten. Que pase la novia siguiente.
( se repite el caminar entre las filas de invitados y llega otra novia, sujetando el brazo de Cristina )
El Cura (con soltura alegre)
: — Estamos aquí, una vez más, para decidir un matrimonio
Mr. Monster (a la novia, por lo bajín)
: — ¿Quién eres?
(Lorena Marti alza el velo y le pega en la otra mejilla un bofetón bastante más duro)
: — No tiene uste vergüenza. No tiene uste ni una pizca, pizquita de vergüenza.
Mr. Monster (de nuevo lleva la pistola de Cristina a su frente)
: — Acabemos con esto, dispáreme: aquí y ahora, pero yo necesito saber quién soy)
Consuelo (con mucha tranquilidad)
: — Por lo menos llevamos pamelas ¿a qué sí, chicas?
Voces dispersas (perdiéndose a medida que se alejan las olas del eco)
: — Pamelas, pamelas, pamelas. Pamelas de todos los colores.
ACTO III— LA RESOLUCIÓN DE HADES
(Giuseppe toca el violín, los jardines brillan de todos los colores, la estatua de Venus suelta chorros de leche por los ojos, en vez de nenúfares nadan patos y un grupo de gente. La mayoría de las personas están gateando o a punto de hacerlo)
Cristina (visiblemente alegre)
: — Un evento más y bien llevado a cabo ¡Felicidades a todos!
Olga Lujan (con pamela granate y muy buenos modales)
: — Ha valido la pena, es magnífico ver la gente pasándolo bien.
Justo Fernández (arrastrando un poco la lengua)
: — Y sin narcóticos ni alcohol, me parece brillante.
Pepino (desde el lago)
: — ¿Quién dijo qué?
Luisa (con Marie en sus brazos)
: — Justo a tiempo
Picadizo( desde el lago)
: — Justooooooo, que te llaman
David Gutiérrez (con muchíiiiiisima calma)
: – Lleve un cigarrillo, pa después, Justo
(Entre los acordes del violín interviene un coro, entonando la Marcha Triunfal de Verdi. Dentro de una tromba de humo, aterriza en el centro de los jardines un nuevo personaje)
Cristina (con tranquilidad y alegría)
: — Bienvenido al grupo.
Hades:
: — No hay vuelta de hoja
Cristina (misma especificación)
: — De hecho, son cuatro hojas
Hades (con furia)
: — Dil Daraaaaaaaaaaaaaah!
(aparece el grupo de las pamelas, moviéndose a la vez y forman un círculo alrededor de una inmensa pamela azul)
: — Yep
Hades (con furia, pero sin chillar ya)
: — Dijiste que te casabas.
: — Nop. Dije que llevaría una boda a cabo y aquí está
Mr Monster
: — Socorro, Hades, yo no quería casarme con Giu.
Giuseppe Verdi (sin inmutarse y observando de refilón a Dil Darah)
: — Y yo sí, no te jode.
Hades(balbuciendo)
: — Pues nuestro trato ha dejado de ser válido, por incumplimiento de términos GDPR.
Dil Darah( arreglando con gracia su pamela)
: — A mí no me la cuentes, sino a tus demonios de letra pequeña. Yo he llevado a cabo la boda y Mr. Monster a entregado su alma a Giu, delante de 2400 invitados.
Voces dispersas (con euforia)
: — ¡Qué vivan los novios! ¡Qué vivan los novios! ¡Vivaaaaaaaaa!
Cristina (apuntando a Hades con las pistolas)
: — ¿Algo más que añadir, Hades?
Hades (sumamente furioso)
: — Esto es un infiernoooooooooooooooooooo. ¡Fuera de mi vista todos!
Tali( sin dejar de apuntar a Hades y hablando con dulzura)
: — Colocaos, colocaos, colocaos. El evento se acaba en breve, brevísimo.

SERGIO SANTIAGO MONREAL

Valientes mis pequeños que se levantan cada mañana con nuevas ilusiones, que cada día riegan de buenos sentimientos sus corazones.
Mis pequeños valientes e inteligentes que cada día demuestran que la vida tienes que vivirla siempre con una sonrisa.

LUISA TABORDA

Va dedicado a los abuelos y abuelas que perecieron cuando nosotros éramos muy jóvenes. La perdida fue dura pero con el tiempo se transformo en un bonito recuerdo admirable; lleno de amor, protección, caprichos, historias de sus días de juventud y lecciones de vida.
Admiración por abuelas y abuelos vivos que cuidan de sus nietos con ahínco y mucho amor.
Valiente guerrero.
Te has marchado como un suspiro,
perdido entre los sueños,
con sollozos cual esclavo,
de mi oscuro corazón.
La muerte cual proeza,
valiente guerrero.
Sin decirte adiós enterré tu cuerpo en la distancia.
Lejanía que hace aun mas grande mi sufrir.
Mitigar este dolor no puedo,
no soy tan fuerte para hacerlo.
Describir tú apariencia,
alegoría de mis recuerdos.
Roble fresnal, majestuosa personalidad.

MANUEL ALBÍN EXTREMERA

Como todos los días y casi a la misma hora, pasa por un centro escolar de niños de corta edad, siempre miraba pues le agradaba escuchar los gritos sin maldad de los críos, todos vestidos igual, parecen muñecos.
Luego llegaba a su casa y le comentaba a su mujer lo dichoso que se encuentra al ver tantos niños riendo y sin problemas. Así pasaba los días, excepto los domingos que se iba con su señora y su hijo a la pasar un día soleado de camping, era feliz, un hombre normal, con su virtudes y defectos, es decir normal.
Normal, si toda una persona normal, hasta aquel momento pasó algo un poco nefasto. Se estaba acercando al colegio y observó más gente de lo normal, se apresuró a llegar y preguntó a una mujer asustada y llorando que estaba temblando, pero miró y vio que salía humo por las ventanas y sin preguntar a nadie, entró empezando a buscar niños por las aulas a ver si había alguno, entró hasta el final y no encontró a nadie, pensando y dando gracias a Dios que todos se había salido fuera, despacio salía más tranquilo, pero escuchó un ruido en una aula, se asomó y escondido tras una caja estaba agazapado y llorando un crío muy pequeño, entró entre el fuego lo cogió y corriendo salió al aire libre, entonces todos los vecinos empezaron a aplaudir diciendo su nombre, él sin saberlo se convirtió en un héroe, pues se emocionó al oír su nombre y los aplausos. Con estos actos aún quedan personas «valientes».

EMILIANO HEREDIA

PAZ
«El más puro acto de valentía es el reconocimiento del fracaso.»
Me gustan éstas ventanas antiguas de hierro.
De mil días y otros tantos pintados.
De blanco.
Mate.
Y la masilla marrón ajado que rodea los cristales, llena de arrugas provocadas por el tiempo.
El polvillo terroso que arropa el blanco poyete, es perfecto para escribir una v.
Me limpio la yema del dedo en el pantalón.
De victoria.
El ru ru de una paloma
Caen las hojitas blancas de las acacias como paracaidistas, al suelo.
Los gorriones charlan.
La caca de la paloma cae estallando en la luna del coche que tiene debajo.
Buceo en éste aire quieto que invade la casa.
Soy un caos en medio de un orden perfecto.
No por deseado, menos esperado.
Éste silencio es un océano en el que desembocó un río enorme de ruido.
La bandera blanca, hace mucho que se fue volando al cielo.
En el azul que vino después del negro.
Sin noticias del frente.
Ni de los combatientes.
La mejor noticia es la ausencia de ésta.
Mi suelo no tiene cicatrices.
Ni las paredes manchas de gritos.
Ahora soy un náufrago del barco del antes en la isla desierta de éste ahora.
No tengo botella, ni papel ni lápiz.
No me hacen falta.
El teléfono ya no habla y yo hace mucho que no callè.
Se fueron o condenè al exilio a todos los aliados de mi guerra mundial.
Encima de una mesa mi pluma,
un papel en blanco sin escribir,
y un ábaco para hacer la suma
de las veces que seré feliz.
No tengo miedo a ésta bautizada soledad.
Ni a los espíritus de los vivos muertos.
Perdí una guerra que ni provoqué ni tampoco quise.
No se puede estar donde no se te quiere
Ni querer que te quieran si no te quieren querer.
Mi fracaso es su victoria y su victoria mi triunfo moral.
Me fuí con todo lo que tenía antes del principio del todo y se encontró con nada.
Ahora, ya no tengo miedo.
Seguiré mi camino y, quien quiera, que me siga.
Me cansé de ser mendigo de mí y rico para todos.
Yo soy ahora y el ahora.
Quien quiera, que me busque.

MANUEL SIERRA

La vida es demasiado corta para adoptar una apariencia de normalidad. O para esforzarme por hacerme entender. He decidido no invertir más tiempo en intentar agradar a las personas a las que seguramente acabaré desagradando. Se abusa en estos tiempos del concepto de empatía, “ponerse en lugar de”. Y para ello hay que hacer un esfuerzo en comprender. Demasiado arduo. E inútil. Prefiero rescatar otro término muy en boga en mi niñez y en mi juventud, y que sin embargo hoy se encuentra en desuso como es el de simpatía, “ir con”. Hagamos un trato. Yo voy a seguir comportándome como lo hago, voy a esforzarme por actuar como me apetece, como lo siento, haz tú lo mismo, y si resulta que por alguna rara razón, más allá del entendimiento, de la recurrida empatía, resulta que nos caemos simpáticos, y decidimos viajar juntos, bienvenido sea.


RAQUEL LÓPEZ

A esas mujeres que luchan,
teniendo por bandera una sonrisa,
sacando desde dentro fortaleza
ayudándolas a exprimir la vida.
Nadie sabe como ellas,
hacer de cada batalla, un propósito
luchando contra viento y marea
valientes con amor y con grandeza.
Miradas que transmiten lo que sienten,
valientes las que luchan con firmeza,
con armadura para las adversidades
y seguras de no rendirse nunca.
A pesar de los miedos y tristezas
erguidas, incluso en el sufrimiento,
abuelas, madres, guerreras, hijas,
valientes sorteando las tormentas.
Sus ojos hablan,
nos enseñan todo lo que luchan,
el silencio las acoge
cuando en ocasiones se derrumban.
Hábiles constructoras de fortaleza,
que ganan cada día sus batallas,
mujeres que en la vida son valientes
es por ello que debemos admirarlas.

RAKEL VALDEARENAS MATE

Valientes son aquellas mujeres que hacen todo lo posible por sacar adelante a su familia. Valientes son aquellas que luchan por lo que aman, que son capaces de perseguir sus sueños y que no les importa el que dirán.
Valientes son esas mujeres que sin importar las consecuencias de sus actos cambian completamente la historia.

ELENA CARRERO

En Granada, en la plaza 28 de febrero, en el extrarradio de la ciudad, cálido barrio en la linde que oculta lo incomodo, los chicos del colegio se pavonean mientras juegan.
Emanuel de once años hijo de Elena, observaba el juego en las pistas desde la gradas. Su oreja derecha brillaba enrrojecida por que recién puso un arete en ella. Está en la boca de algunas y en la mente de todos.
El Manué que atina más con las coces que controlando la bola, juega en la pista. Anela una joya como la de Emanuel, pero teme el ritual tanto como parecer miedoso o cobarde. Así que no acepta que un chico tan blandengue se enfrente al ritual sin aspavientos, inalterable, en silencio.
En su primera oportunidad Manué saca la bola del campo, hacia ese lado de la grada gritando, ¡ escaampaaa…!
Emanuel se apartó, no era la primera vez que se enfrentaba a eso. Manué se creció, ¿qué tienee ahí? Riendo fuera de tono… a volumen de sirena, alertando demanda. ¡ eso e de mariconeee…! ¿ eree maricoon…?
No lo sé respondió Emanuel tranquilo, mirándolo a los ojos, como buscando respuesta dándose la vuelta para marchar a casa.
El Manué agachó la mirada, pero Emanuel le mustra su espalda por que marcha a casa.
Esto me hizo sentir aliento y vergüenza, me hizo sentir cobarde y me limité a disimular…

NEUS SINTES

En los lagos de Escocia se habla de un Kelpie solitario llamado Cobal. Es un caballo acuático, una criatura fantástica perteneciente a la mitología celta. Es un ser espiritual, que vive en los lagos.
Aparece ante los seres humanos tomando forma de caballo, aunque también puede tomar forma humana. Es de carácter eminentemente maligno, suele aparecer en los lagos escoceses.
Su forma humana, su aspecto es el de un varón empapado y de revuelta cabellera que intenta ganarse la confianza hipnotizando a los viajeros para atraer al lago y lanzar al agua para ser ahogados o devorados.
Cuando toma forma equina, aparece como un magnífico ejemplar de cuerpo verde y pelaje negro como la noche o en ocasiones de color blanco, de salvajes ojos pero comportamiento dócil.
A pesar de ser extremadamente maligno y tener que alimentarse de humanos, que se cruzan en su camino. Dentro de ese ser peligroso, alberga una parte de él que contiene bondad. Lo único que Cobal no ha sabido sacar a la luz.
Encerrado en en la maldad de su especie, sigue siendo un solitario. En ocasiones ha deseado la compañía de un humano y tener el valor de contenerse, en vano.
Un cartel cercano al lago cuyas letras roídas por el tiempo se lee «Prohibido pasar». Los escoceses saben de su existencia, de la existencia de Cobal. Por eso, ante las numerosos cadáveres que iban encontrando a raíz de ese ser sin piedad, decidieron poner un cartel para que los viandantes no pasaran por ese lugar.
Un poco más lejos había una hípica donde Noe, una niña de unos doce años de edad, montaba con su yegua Reyben. Algunas niñas como Noe vivían en la hípica. De esta forma, podían convivir y cuidar de los caballos y prepararse para ser grandes amazonas y veterinarias.
Era una noche oscura y silenciosa y Noe no podía conciliar el sueño. Bajó de su litera para salir afuera y ver a su yegua. Reyben al verla se sorprendió. Noe tenía un contacto muy cercano a su yegua, se comunicaba con ella de forma natural. Como si un lazo las uniera.
Decidió ir a dar una vuelta, aunque sabía que estaba prohibido salir de noche, aún así necesitaba respirar el aire fresco de la noche para poder conciliar el sueño. Mientras cabalgaba, una luna llena, hermosa y reluciente asomaba en el cielo.
-Qué hermosa! – verdad, Reyben… – acariciándole el lomo.
Sin darse cuenta, Noe se había ido más lejos de lo que imaginaba y ahora no sabía regresar.
-Me he perdido! – dijo casi en sollozos.
Acurrucada con Reyben, desorientada, intentó dar un par de vueltas alrededor, en vano. Estaba perdida, intentando averiguar un camino que condujera a la hípica pero todo estaba a oscuras y solo se veía en el cielo nocturno la luna llena.
Debido a la oscuridad de la noche, no vieron el letrero y cruzaron el lugar. Noe divisó un lago en el que su yegua podía ir a beber. Lo que no sabía era el peligro que podrían correr…
Mientras Reyben bebía a sorbos de las aguas del lago donde Cobal estaba sumergido, Noe intentaba acostumbrar sus ojos a la oscuridad para poder acampar cerca de donde estaban. Por otro lado, Cobal había detectado la presencia de la yegua.
Reyben detectó un peligro y se alejó del lago y relinchando irguió las patas delanteras hacia arriba.
-¿Que te ocurre, Reyben? – le dijo Noe, acariciando el lomo de su yegua, para intentar tranquilizarla.
Noe frunció el ceño, sin saber qué podría haber alterado así a su yegua.
El cansancio se aproximó en Noe y Reyben, cuyos párpados fueron cerrándose lentamente sin apenas darse cuenta. Cuando estuvieron profundamente dormidas, fue cuando Cobal decidió salir a la superficie.
Sigilosamente salió del lago y poco a poco su cuerpo fue transformándose en un chico de cabellos del color azabache cuyos ojos brillaban mientras miraba a aquella niña dormida junta con su yegua. Su cuerpo aún no se había transformado y su larga cola de color verde iba de lado a lado.
Noe se despertó o mejor dicho, Reyben fue quien le avisó del peligro en el que se encontraban.
-¿Que sucede, Reyben? – le contestó esbozando.
El miedo se apoderó de Noe quien no podía creer lo que estaban viendo sus ojos.
-Pero…pero – sin comprender
-No quiero hacerte daño – contesto Cobal.
-¿Quién eres? – preguntó Noe, intentando mantener la calma. E intentó hacer lo mismo como cuando trataba con caballos salvajes.
-Cobal. Ese es mi nombre. Un caballo acuático que abunda en estos lagos…
Sus ojos empezaron a brillar intensamente. Su intención era hipnotizar a la niña para poder atraer al lago. Después de un largo rato, incapaz de hipnotizarla, se sentía inseguro de sus poderes…o tal vez, era la niña, la única a la que no podía hipnotizar.
Noe seguía manteniendo la calma. A fin de cuentas era un caballo. Había aprendido mucho en la hípica sobre cómo tratar a aquellos salvajes caballos que en ocasiones se acercaban. Una de ellas era mantener la calma, no tener miedo y esperar a que el caballo se cansara. Cobal, empezaba a sentirse cansado y sus poderes se debilitaban.
-¿Cómo te llamas, niña? – preguntó inquietante
-Me llamo Noe – le contestó pausadamente
Se la quedó mirando, sin decir nada más. Pensando en el porqué no podía hipnotizarla, qué era lo que estaba sucediendo. Su cabeza no dejaba de de dar vueltas, mientras Noe sentada en el suelo junto a Reyben empezó a cantar una melodía:
A caballo comienza el delirio de esta carrera
A caballo de mi beso a caballo de la primavera
A caballo caemos al río
A caballo apagamos el frío
A caballo se saltan los broches
A caballo se alumbra la noche
A caballo el amor
A caballo bañado en sudor
A caballo llegamos al vicio
y juro que no es sacrificio
Mientras, en la hípica al no hallar a Noe, llamaron a un detective para que la encontrara. Todos estaban muy preocupados, sin saber a donde podría haber ido junto con Reyben.
Robert Western, detective de profesión, era especialista sobre todo en lugares como los montes, montañas o lagos, aunque también escondía sus propios secretos.
-¿Podrá encontrarla, Robert? – le dijo la encargada.
-La encontraré – le respondió mirándole con firmeza. – No lo dude.
Robert se encaminó hacía el camino hacía donde se había dirigido la niña con su caballo. Para Robert sería fácil encontrarla. Poseía un don, que desde su infancia obtuvo sin más. Sin saber porqué. Pero Robert, también conocido como «Whanimal», podía convertirse en cualquier animal y volver a su forma humana en cualquier momento. Un secreto que nadie sabía, excepto él. Por eso era tan bueno en su profesión.
Alejado de las demás casas, se adentró en la espesura del bosque donde se transformó en un perro de caza y se puso a humear y encontró huellas de caballo que le indicaron el camino a recorrer.
Tras una larga caminata, no encontró mas huellas. Volvió a su forma humana, se puso la mano a modo de visera e intentó localizar algo que pudiera darle alguna pista. Al dar la vuelta se encontró con un cartel roído de «Prohibido pasar».
Se acercó un poco más y entonces la vio. Una niña junto a su yegua y una especie que no lograba distinguir bien….
-Noe! – le llamo Robert, acercándose.
La niña giró la cabeza y vio a Robert. Intentó levantarse pero el Kelpie la detuvo.
-Vengo de parte de la hípica, respondió para tranquilizar el ambiente.
Robert entonces vio perfectamente al Kelpie y se dijo que nunca había visto ninguno igual. De hecho, el primero. Había escuchado muchas historias acerca de ellos pero no las creía; hasta ahora.
-Suelta a Noe – le ordenó Robert. Mirando al Kelpie con rabia
-Yo la he encontrado antes – repuso el Kelpie. Estoy furioso, no consigo hipnotizarla.
-Déjala – contestó Robert
-Este es mi territorio. Tú no podrás conmigo jajjaja. Insecto de humano.
Furioso Robert, empezó a transformarse en un Kelpie para poder luchar contra el. Los ojos de Noe se abrieron de par en par, no podía creerlo. El kelpie soltó a la niña y sorprendido ante la sorpresa inesperada, quedó paralizado. Sus ojos no podían creer lo que había terminado de hacer Robert.
-¿Sorprendido?- le contestó retándole, convertido en un Kelpie como el.-¿Qué?…¿Como? – Cobal se estaba mareando.
-Soy humano, el cómo no sé es porque tengo este don de convertirme en un cualquier animal. Llámame Whanimal.
-Basta de hablar! – Cobal le sorprendió con una fuerza descomunal y lo arrastró hasta un árbol cercano al lago
-¿Quién es el que está ahora sorprendido? – le contestó Cobal.
Noe podía ver como dos caballos acuáticos se peleaban entre sí. Incapaz de poder hacer nada para detenerlos por su gran fuerza. Sus pulmones se agrandaron y les ordenó que pararan de luchar
-Basta! – chilló Noe – sus ojos brillaban con intensidad.
Robert volvió a recuperar su forma humana, cansado de la lucha. Mientras Cobal retrocedía y miraba a la niña con curiosidad.
-Ahora me toca a mí hablar – dijo Noe, mirando a ambos.
-Cobal, sé que en tu interior hay una parte de ti que tiene bondad, pero que no has sabido sacar a la luz – empezó a decir con voz suave y serena. Eres una criatura hermosa, llena de luz, donde tú sólo ves oscuridad. He vivido prácticamente desde niña con los caballos, sé cómo son. Eres un Kelpie, muy parecido a los caballos de tierra, con la diferencia que eres acuático.
El que seas un caballo de mar, no te hace ser diferente a los demás.
Whanimal y Cobal la escuchaban con atención. Cómo una niña de doce años podía manejar y controlar tan bien el control sobre un Kelpie.
Mientras le hablaba de las cosas bellas de las que poseía y de las que no no era consciente, Noe iba acercándose más hacia Cobal, lentamente. No tenía miedo. De sus labios Cobal volvió a escuchar la misma melodía que antes la niña había cantado. Antes de la llegada de Robert o Whanimal, que ahora se decía llamar.
A caballo comienza el delirio de esta carrera
A caballo de mi beso a caballo de la primavera
A caballo caemos al río
A caballo apagamos el frío
A caballo se saltan los broches
A caballo se alumbra la noche
A caballo el amor
A caballo bañado en sudor
A caballo llegamos al vicio
y juro que no es sacrificio
Noe, estaba muy cerca de Cobal. Ahora era Cobal el que se sentía hipnotizada por la voz suave y melodiosa de la niña. La niña le acarició en medio de su frente, seguidamente le frotó debajo de las orejas y del cuello. El Kelpie empezó a liberar toda la tensión acumulada, relajando los músculos.
-Cobal, quiero decirte una cosa muy importante – le susurró Noe – entreabriendo los ojos.
-Te escucho – le respondió – escuchándola.
-Te voy a decir una cosa que quiero que te tomes en serio – mírame, por favor.
-Dime, Noe…
-Tres palabras quiero que te queden grabadas a partir de este momento. Son importantes. – «No Estás Solo».
Robert miraba estupecfacto a aquella niña, cómo se había enfrentado sin miedo alguno al Kelpie. Por otro lado Noe avanzó un paso hacia atrás porque no sabría la reacción de Cobal.
Reyben se levantó y lentamente fue caminando junto a Noe y cuando Cobal la vio, relinchó, levantó las patas hacia arriba dejando ver un cuerpo espléndido y con una hermosa cabellera.
Reyben se acercó y se colocó frente a el, mirándolo con dulzura y con su cabeza se inclinó y asentió.
Noe no podía creer lo que estaban viendo sus ojos! – su Reyben se estaba enamorando. Cobal y Reyben juntos. La soledad ya no existiría jamas en la vida de Cobal. Nunca mas estaría solo.
-Es increíble, Noe!. – te admiro lo que has conseguido lograr.
-No lo hubiera conseguido si no hubieras aparecido – le contestó ella.
-Hazme un último favor – le dijo Robert mirando a la niña
-Dime, cual…
-Guardarme el secreto – nadie sabe, excepto tú sabe que me puedo convertir en cualquier animal.
-Tranquilo. – tu secreto está a salvo con nosotros. Y mirando a su yegua y a Cobal sus labios sonrieron de felicidad. A Cobal se le veía feliz. Y Reyben enamorada.

CONSUELO PÉREZ GÓMEZ

Clementina, antes de que el primer rayo de sol anunciara el día, un rayo que apenas si se colaba por el ventanuco de su cochambre, tenía, para ese momento ya, los ojos como los búhos.
Siete hijos, le había dejado en herencia su Pascual, abatido en el campo de una batalla sin sentido, como cabe que lo sea cualquier contienda …
Se tiraba de la cama, sacudía el hombro del primogénito que, con diez años, tenía ya asignada la misión de ayudar a la intendencia familiar; truncados sus sueños de niño, la escuela, los juegos, los amigos…
—Lito, levanta que en un tris comienza a clarear…
—Pero madre ¡si ni siquiera es de día!
—No refunfuñes que vas a despertar a tus hermanos, ¡tira!
Recalentaba una aguachirri de achicoria y tiraba para el campo, costal a la riñonera, a espigar lo que se podía, siempre, con el ojo puesto en la espalda de que no apareciera el guarda de campo y le hiciera devolver lo cosechado.
En el puente del camino Cantarranas, Clemen, se juntaba con las comadres que iban en cuadrilla a espigar. Lito iba todo el camino lloriqueando.
—Mira, Clemen, no te parezca mal, pero ¿no sería mejor que dejaras a este gabarro en casa? ¡Se entera hasta el lucero del alba por donde vamos pasando! Vamos, que no necesitamos más chivato para alertar a Jacinto.
Jacinto era el guarda de campo, y tenía más mala leche que la vaca de la tía Paca, de la que se decía por ahí que, daba la leche verde…
Lito miraba a su madre con ojos de ciervo herido, intentando encontrar clemencia, o por mejor, ver si las palabras de la Antonia habían calado en ella…
«N’á» …no había caso. Clemen, seguía arrastrando sus zapatillas llenas de agujeros, esquivando las piedras del camino y, haciendo caso omiso de los comentarios de su convecina.
La jornada de ese día se dio bien; por el campo habían quedado desperdigadas gavillas sin recoger, bien por olvido, bien por dejadez o vaya a saber el diablo porqué motivo…
De vuelta, con el costal cargado, aparece en el camino el tío Jacinto con ademán de plantarse al frente de Clementina:
—Vacía el saco.
—¿Qué? ¡ni muerta!
—No te pongas farruca, ¡vacía el saco te digo!
Clemen, empuña la azada, con el brazo amenazante en alto, da un paso al frente:
—Si se te ocurre tocar mi saco, hijo de mil padres, aquí mismo te entierro ¿acaso crees que me das miedo? Mira, mucho tocino tienes que comer para asustarme ¡engendro del diablo! Sabes que lo que llevamos aquí es fruto de todo un día doblando el lomo, ¿y vienes a quitárnoslo? Aparta y deja que sigamos en paz y gracia de dios el camino, o el que se queda aquí, abonando el suelo, vas a ser tú, ¡so lelo!
Jacinto, que conoce bien a Clemen, se hace a un lado del camino murmurando maldiciones; pero sabe bien que no puede enfrentarla, so pena, de acabar fiambre y pudrirse al sol de aquella poderosa estepa castellana.
—¡Qué valiente has sido siempre Clementina! -Dicen sus comadres.
—Hubiera preferido ser cobarde, pero la vida no me dio a elegir.
Sus polluelos esperaban en casa con el pico abierto a que la madre, derrotada, apareciese con algo que echarse al buche…una vida de fatiga y miseria con el único afán de seguir sobreviviendo a costa de todo, de todos.
La vida, como todo, fue pasando; sorteando fatigas entre algún rato que otro de fugaces entretenimientos. Clemen, con su pelo blanco, iba enterrando a los polluelos que con tanto esfuerzo había ido sacando adelante.
—No es justo que una madre tenga que cumplir la encomienda de enterrar hijos. Esto, sabido es, debe ser al revés.
—Qué valiente has sido siempre Clementina…
—Me hubiera gustado ser cobarde, pero la vida no me dejó elegir…
En las noches de luna llena por el pueblo resonaba un aullido, como una queja, como un lamento, como un grito sordo de rebeldía.
—La luna es traidora; un día me hizo creer que en su cara oculta habría un sitio donde poder refugiarme.

JUAN JOSÉ SERRANO PICADIZO

“Peligrosa valentía”
Haber nacido era mi mayor castigo, un maleficio que arrastraba posiblemente de una otra vida. Mi padre era un puñetero y asqueroso borracho de mierda. Mi madre, la pobre, solo sabía quejarse todo el día y aguantar las palizas de mi padre. La única que podía salvarse de aquel puto averno de personas con la cabeza retorcida, era Lucía, mi hermana.
Las noches en mi casa nunca eran normales y mucho menos silenciosas. Mi padre llegaba tarde del trabajo, bueno, mejor dicho del bar. Cargado de regalos y buenas intenciones. Mi madre, esperaba siempre despierta en la cama con la luz encendida de la cocina. En cuanto escuchaba el conocido tintineo que hacían las llaves al abrir, se levantaba rápido colocándose el camisón, para preparar algo al Ogro que siempre refunfuñaba pidiendo algo de comer.
Apenas podía dormir, pasaba las noches despierto dando vueltas en la cama. En ocasiones me levantaba para leer o escribir lo primero que me venía a la cabeza. Era una terapia para mi. Escuchaba el alboroto de la cocina, mis padres discutían como siempre.
«La comida es una mierda, esta fría, qué me quieres matar, dame una cerveza, no me la tires a la cabeza y la más hermosas palabras del show de la noche, eres una hija de puta, zorra de mierda, no vales para hacer de comer…» y un montón de etcéteras, era la programación televisiva que teníamos a diario.
Salía corriendo como de costumbre para la habitación de mi hermana. Me metía en su cama para abrazarla y protegerla, con el miedo de que los siguientes no fuésemos nosotros. Le tapaba los oídos con fuerza y la miraba a los ojos diciéndole que todo se iba a acabar pronto. Escuchaba los golpes de la pared de al lado, sentí los gemidos y el forcejeo de mi madre intentando escapar de su agresor. La paliza se alargó más de lo común aquella noche.
Pude ver como mi madre caía en medio del pasillo, a través de la puerta de la habitación. Me temblaba todo el cuerpo del miedo, cuando me miró con los ojos vidriosos llenos de lágrimas, la cara ensangrentada y escupiendo sangre por la boca. Se arrastraba aferrándose al marcó de la puerta y continuo dirigiéndose hacia el baño. Mi padre se paró justo en la puerta, dejando apoyar una mano en el marco en la que llevaba un cuchillo. Siguió tras de ella pegando patadas en sus piernas con la intención de que se levantara del suelo. Cuando mi madre llegó al baño intentó cerrar la puerta, con la que mi padre la aplastó con fuerza varias veces y seguir clavando el cuchillo por su espalda. Me levante de la cama y agarré una pata de acero de un piano de juguete. Salí al pasillo, donde mi padre seguía hundiendo el cuchillo sobre la carne y sin hacer ruido comencé a golpearlo con fuerza en la cabeza en varias ocasiones, hasta dejarlo inconsciente. Cuando me giré para dirigirme de nuevo a la habitación, estaba mi hermana en la puerta asomada observando la escena.
La agarre con fuerza hundiendo su cabeza en mi pecho y salimos de casa. Llamé a una vecina que avisó a la policía. Nos quedamos esa noche en casa de la vecina.
Después de la muerte de mi madre y el encierro en la cárcel de mi padre, quedamos bajo la custodia de mis abuelos maternos. Seguimos nuestra vida normal, si se le podía llamar normal. Desde pequeño siempre he sido el hazmerreír de todos. El cambio del colegio al instituto para mi fue como entrar en la boca de un lobo. Soñaba con la oscura entrada repleta de dientes afilados y una enorme y lánguida lengua grisácea, que cerraba y abría su boca, alimentándose de gente inocente cargando con su pesada mochila.
Me quedé esperando en la entrada, pensando si entrar, o no en aquel infierno. Odiaba totalmente estudiar, pero mucho más odiaba la vida. Veía pasar a todos esos capullos, con risas y muy contentos en aquella boca infernal. Fue entonces cuando la vi pasar a ella, la mujer que me despertó de aquel oscuro sueño. Una chica de cabello oscuro, piel morena, ojos color azabache y las más preciosa sonrisa. Tenía una felpa de colores recogiendo su pelo que bailaba al compás del viento. Llevaba pintada una fina línea negra en los ojos que le hacía parecer una diosa egipcia, también tenía pintados sus labios abultados y carnosos.
La seguí hacia el centro, me espere tras de ella, mientras miraba las listas de alumnos. En ese momento pude oler la fragancia que emanaba de su pelo, quedando totalmente atraído por su hechizo. Miré para la lista que señalaba con su dedo, donde pude leer mi nombre y el de mi peor enemigo, Carlos. No me lo podía creer, esa chica iba a mi clase, pero también el cabronazo de Carlos. Las escuché susurrando el nombre de ese monstruo muy contentas.
—¡Nena! ¡Carlos está en nuestra clase, lo has visto! — dijo su amiga.
Desde ese día, comenzó de nuevo mi tormento.
Se escuchó la sirena y entramos todos en clase, habían algunas caras conocidas y muchas desconocidas. Me encontraba esperando a mi nuevo tutor, cuando Carlos, hizo su primera payasada.
— Mira a quién tenemos aquí, te has puesto muy cerca de la ventana, no. ¿Sabías qué las nuevas mochilas tienen alas? — Dijo mientras lanzaba mi mochila por la ventana.
— ¿Pero tío, a ti qué te pasa? ¿Eres tonto? — se levantó la chica que me gustaba para defenderme.
Aquello me hizo entrar en un ataque de nervios. Me levanté con fiereza de la silla, golpeando con la cabeza su barbilla. Él, se echó rápidamente las manos a la boca, chorreando un hilo de sangre por los lados. Todos mis compañeros se levantaron cuando entro el tutor, que desafortunadamente, había visto la escena. Me llevaron junto al jefe de estudios y fui expulsado durante un mes.
Llevaba una semana en casa, cuando recibí un mensaje de contacto desconocido por Messenger. Al leer el mensaje, me quedé de piedra, era ella.
— Hola, Soy Sonsoles, compañera de clase, la que te defendió del asqueroso de Carlos, ¿Cómo te va? ¿Cuándo vuelves al instituto?
No sabía si contestar, o no, estaba muy nervioso. Me dejé llevar y le hablé.
— ¡Hola! Soy Julián, bien gracias. Estoy expulsado un mes, no me importa, ya estoy acostumbrado.
— ¿Quieres salir esta noche con mis amigos?— preguntó.
— No lo sé, no conozco a nadie, apenas salgo — le contesté.
— Bueno…, salimos tú y yo solos y nos conocemos mejor.
No sabía que contestar, era la primera vez que una tía me pedía salir.
— Venga, vale, no puedo llegar muy tarde, estoy castigado.
— No es un problema, yo para las 10 tengo que estar en casa.
— ¿Cómo lo hago? ¿Tengo que recogerte?
— Hombre… pues claro.
— Pásame tú dirección que en media hora estoy allí. ¿Toco a tú puerta?
— Ni se te ocurra. Espérame en la plaza que está detrás de donde vivo, no tardo en llegar.
— Vale, nos vemos en media hora.
Me duche, me coloqué mi mejor ropa y salí corriendo a la dirección que me había mandado. Estuve esperando como media hora, cuando apareció vestida como los ángeles. La observaba venir a lo lejos, quedándome totalmente tonto con su belleza.
— Nos vamos ya, o vas a estar ahí mirándome todo el día — dijo ella, despertándome de su embrujo.
Caminamos varios minutos sin decir media palabra, yo estaba muy nervioso y ella también, pero tenía más valor que yo para hablar.
— ¿Bueno qué? ¿Vas a contarme algo?
— ¿Algo… cómo qué?
— ¡De ti! No creo que sea de mi abuela.
— No conozco a tú abuela. Mi vida es muy aburrida, seguro ya te habrás enterado de lo de mis padres, la gente es muy cotilla.
— Sí, ya lo sabía, pero eso no es lo que quiero saber. Quiero saber de ti, tus cosas, que te gusta hacer… etc.
— Me gusta leer, jugar a videojuegos online, me gusta la música rock y ver anime.
— ¡Guay! A mi me gusta el anime y los videojuegos online también.
— Entonces eres una friki, no lo aparentas.
— Me gusta ir a la moda.
— A mi tampoco me gusta parecer un friki, aquí en el pueblo no se lleva y todos, te ven como un tonto.
— ¿Vamos a tomarnos algo? Se de un sitio muy chulo.
— No bebo, solo tomo refrescos.
— Venga, vamos, quiero presentarte a mis amigos.
— Vale…, pero no me gusta ir a sitios con mucha gente.
— ¡Qué va! Es un local muy agradable y se puede escuchar música rock metal.
Seguimos hablando todo el camino de nuestros gustos y cada vez me maravillaba más. Éramos muy parecidos. Estábamos cerca del lugar, cuando sonó su teléfono móvil. La vi ponerse muy nerviosa y se apartó para hablar, haciendo señales de que me callara. La escuché discutir por teléfono diciendo de todo menos bonito, a la persona que había al otro lado.
— Vamos, tenemos que irnos.
— ¿A dónde? Si acabamos de llegar.
— Son más de las 10, me ha llamado mi padre.
— ¡Ostias! Son las 11, no me había dado cuenta.
— ¿Me acompañas a mi casa o tienes que irte ya?
— Te acompaño y me voy.
La acompañe a su casa muy nervioso y con prisa, ella no paraba de decirme vamos, o me matan. Cuando dijo eso, me llego a la mente el sonido del cuchillo hundiéndose en el cuerpo de mi madre y mi padre riéndose en cada puñalada.
— ¡Sonsoles! ¿Te pega tú padre?
— ¡No! ¿Por qué dices eso?
— Lo veo en tú cara, la conozco, lo sé por experiencia.
— Anda ya loco, no digas eso en la calle.
Llegamos a la esquina de su casa y me pidió quedarme ahí. Yo insistí en ir con ella, pero no paraba de negar que no me acercará a la puerta.
— Voy contigo si, o si.
— Si te ve mi padre, te mata.
— Ya tenía que estar muerto, no me da miedo tu padre.
La acompañe a la puerta y tocó. Abría la madre dando gritos de fondo, parecía discutir con su padre. Al abrir la puerta asomó una mujer con aspecto delgado, con la cara moribunda, la piel muy pálida y con una ojeras enormes. La madre tenia signos de maltrato, se lo pude ver en los ojos. El padre salía con un cinto en la mano y cerró la puerta en mis narices sin preguntar ni siquiera. Escuchaba los gritos del padre a Sonsoles y a ella pidiendo perdón, después los golpes de correa y los gemidos de la madre. Me acerqué a una ventana para ver, pero no alcancé a ver nada. Me fui de allí cabreado y me acerque a un contenedor de basura, para buscar un palo. Volví a tocar en la puerta de Sonsoles y esperé a que abriera el padre. Cuando apareció, empecé a golpearle como un loco en la cabeza, hasta hundirle el cráneo. Unos vecinos que escucharon los gritos, me agarraron por la espalda y me sacaron a golpes fuera de la casa. Me llevó esposado la policía, mirando la cara de angustia de Sonsoles.
— ¡Sonsoles! Te he salvado la vida, te quiero — Le grité fuerte para que me oyera.
— ¡Has matado a mi padre asesino! — Gritó ella.
Qué suerte he tenido en la vida. Ahora me veo compartiendo litera con mi padre.

LOLY MORENO BARNES

Lo que los demás llaman valentía y se lo recordaban a menudo para María era instinto de supervivencia .
Desde aquella tarde , no dejaba de pensar que debería haber hecho .
Intentaba ordenar los acontecimientos ,pero sólo encontraba lagunas en su mente .
De pronto se encontró gritando en la calle a los transeúntes, avisando que escapaba un ladrón que acababa de robar en su puesto de trabajo.
Aturdida, no encontraba las gafas que habían volado por los aires en el momento en que el indeseable le había dado un puñetazo en el ojo antes de escapar con su motín desde la caja registradora.
—María , ¡Has sido muy valiente enfrentándote al delincuente!, le decía Ana , una testigo presencial desde la calle que justo pasaba por el lugar.
De pronto esa desconocida se había convertido en su apoyo y la etiquetaba como “ mujer valiente”.
María, sabía que no lo era, que estaba muerta de miedo por el susto.
¡ Valiente hubiese sido la sociedad ! Si en el momento oportuno hubiera ayudado a esas personas descarriadas a encontrar el camino correcto!
¡ Valientes son los padres que educan en valores a sus hijos y hacen de ellos hombres de bien!
Valentía es alcanzar metas , superarse, solucionar problemas, asumir responsabilidades.
¡Lo demás no es valentía , es circunstancia!

ALEJANDRO RODRÍGUEZ

Ahí estaba yo, exhausta de tanto correr, sin fuerzas en mis piernas, mi corazón a punto de explotar. Y que te puedo decir del miedo, solo pensaba en mis últimas palabras, ví recorrer en pocos segundos el trayecto de toda una vida llena de cobardía. Te confieso, a mi llegaron las voces…¡ Vas a morir cobarde!. No te puedo explicar pero en un instante estalló dentro de mi un coraje. Recobre mis fuerzas, me puse de pie y mirando fijamente a sus ojos le grité.
Me has hecho tu prisionera, prisionera del miedo, pero hoy…. Me desligo de ti.
Escucha bien, si quieres matarme, no te lo voy a permitir. Tendrás que pelear conmigo, no me vas arrancar más mi libertad, ni mi voz. ¡ Entierra en mi tus garras y sabrás de que estoy hecha! Así sea con mis dientes o con mi último aliento te voy a vencer.
Ya no te tengo miedo.¡ Apártate de mí!
Le grité. Antes de que sea yo quien te quite la vida.
Para mí sorpresa, mi cobardía mezclada con valentía ahuyentaron mis demonios. No sabía cuan fuerte era hasta que ví peligrada mi vida.
Podrán infundir temor en mi…otra vez, pero que sepan que no soy la misma.
Yo soy….. Quien soy….. Lo sabes tú?
Soy el grito de aquellos que quieran pelear.
Karina.

ANTOLÍN MARTÍNEZ JIMÉNEZ

Ella vivía sólo para él.
Por las mañanas lo acariciaba durante horas hasta que las obligaciones requerían de su atención.
En cuanto tenía un rato libre volvía a acariciarlo y a admirarlo hasta quedarse dormida.
No dejaba que nadie lo tocara, ni que se atreviera a criticarlo o ponerle alguna pega y siempre estaba enredando con él.
Le hablaba, lo cuidaba, lo lavaba y lo lucía como su mejor logro.
Cuántas veces le dijo su madre que tenía que cortar con él, que no podía seguir viviendo obsesionada. Había veces que se olvidaba lo que tenía en el fuego, de darle de comer al perro, de cerrar el grifo cuando llenaba la bañera o de abrir la puerta cuando llamaban al timbre, por estar absorbida por él.
Llegó un momento en que aquello se convirtió en un gran problema, en algo de gran envergadura, de descomunal tamaño y le afectaba tanto a ella como a todos los que la rodean.
Sus amigos le pidieron que acudiera a un profesional para solucionar aquello de raíz.
Su madre consultó con alguien que podría ayudarle y concretó una cita sin que ella lo supiera. Más tarde mantuvo una conversación con ella, explicándole que aquello no podía seguir así, que tenía que desaparecer de su vida para volver al mundo real, sin la obsesión que le hacía dedicar casi todas las horas del día, que aquello no le aportaba nada bueno cuando las dos sabían que se había convertido en un problema.
Quedaron para la cita y ambas fueron a visitar a aquel profesional para resolverlo.
Cuando entró en la sala no era consciente de lo que iba a hacer, no quería, no podía soportar la idea de deshacerse de lo que tantos años había sido su mayor amor.
Se sentó frente al espejo, se miró detenidamente con un brillo acuoso en sus ojos que delataba el dolor que sufría por la decisión que en ese momento iba a tomar y armándose de valor, le dijo al peluquero que le afeitara la cabeza. Más de metro y medio de pelo laceo, de color cobrizo, quedaba sujetado entre sus manos mojándose por las lágrimas de su dolor.
Jamás pensó que dicha pérdida pudiera liberarla de tal peso.

GAIA ORBE

Valiente. Que actúa con valor ante situaciones difíciles. Caminaba por las calles de mi barrio pensando en esa palabra y su significado: “En un tiempo donde el valor escasea me es difícil encontrar un personaje o un acto valiente. Pareciera ser anacrónico pensar en el valor como una virtud. El valor ha sido suplantado por el cinismo, la fantochada, la agresividad y muchas veces el insulto en una sociedad ciega que se deja llevar por lo que dictan los medios de comunicación, que siendo débiles e inseguro, también carecen de valor. ¿Dónde está ese humano que guiado por la razón y el deber marcha al peligro sin temerle? Ese humano que conoce el miedo, porque uno que no experimente la menor emoción de temor, ya no sería un valiente. Porque para tener valor hay que temer el peligro y saber hacerle frente”.
Y cuando estaba a punto de desestimar escribir sobre un valiente, lo vi venir hacia mí. Salió del horno de un fuego fatuo entre remolinos de hollín y vidrios estallando. Era el caballero de las llamas, el soldado que al volver de la guerra no gime ni habla cuando duerme. El que no distingue pobres de ricos ni se preocupa si es amigo o enemigo para salvarlos del cataclismo de las lenguas rojas que lamen árboles y casas. El que no persigue votos, ni exige coimas. Es el valiente, encarnación de la solidaridad que aún nos queda, que huele de cerca su muerte y la de los otros. Es el bombero, que lleva insignias en su pecho y nuestras vidas en su corazón.

MARÍA ROSA ROLANDO

Dedicado al grupo de Autoayuda a pacientes de Parkinson: Realico Park
Te sostienes en la tierra, tú no te das por vencido. A pesar de la indiferencia de aquellos reconocidos . Y aunque se incline tu tronco por los golpes recibidos, mantienes tu belleza intacta y en tus ramas cobijas nidos.
Que saben de lo correcto aquellos que no lo han vivido. Si supieran de tus batallas, cruzarian ese río y en un abrazo ceñido, pidiéndote disculpas, aliviarian tu plañido.

SERVANDO CLEMENS

Yo mando aquí
Arreglaríamos cuentas al final de la mañana, en el patio de la escuela; así lo habíamos acordado. Ya estaba harto de los abusos e insultos de ese imbécil. Ese engreído se burlaba de mí todos los días y nadie le podía poner un alto. Mi existencia se volvió sombría desde que ese grandulón llegó al colegio. Mamá dijo que tenía que defenderme o la situación iba a empeorar. Papá comentó que el acoso escolar era algo delicado y que debía denunciarlo con las autoridades competentes o confrontarlo. Las horas iban pasando y cada vez tenía más miedo al enfrentamiento. Pasaron las clases y mis compañeros me aconsejaron la forma más adecuada de lanzar golpes y patadas. Uno amigo me enseñó una llave de jiujitsu para dejar fuera de combate mi enemigo. Marqué el número de papá para pedirle ayuda.
—Debes defenderte solo, de lo contrario, seguirán tratándote como un niño debilucho.
—No digo que vengas a pelear por mí, yo quiero que pidas una ambulancia y que la mandes a la escuela.
Papá gimió y colgó de inmediato. Él nunca me enseñó a ser rudo. Tenía que arreglármelas yo solo.
—Se llegó la hora —anunció un compañero—. Vamos al patio de la escuela, él te espera.
Llegamos al patio. Para mi mala suerte, noté que había muchos espectadores. Todos gritaban. Apostaban. Insultaban. Ahí estaba él, en medio del patio, enorme, imponente y agresivo. Parecía Goliat.
—¡Te voy a partir la cara, enano! —dijo el gigante.
—Ya veremos —respondí con voz insegura.
Quise madrugarlo. Le tiré mi mejor golpe a la quijada. No pasó nada. Se sacudió la cara como si una mosca insignificante lo estuviera molestando.
—¿Eso es todo lo que tienes? —dijo.
Me lanzó una bofetada que me tiró al suelo. Se notaba que no había aplicado todas sus fuerzas.
—Ponte de pie, cucaracha —siguió.
Tosí y luego escupí sangre. Saqué de mi bolsillo la manopla de acero que me regaló un amigo. Me incorporé y escondí la mano.
—No me dolió —dije—. Pegas como un niño.
—¡Ya verás!
Lanzó un golpe pesado pero torpe. Lo esquivé y cuando dejó descubierta su cara, le di un puñetazo en la barbilla. El gigante cayó como un árbol seco en medio del bosque. Escondí disimuladamente la manopla en el bolsillo del pantalón.
—¡Lo derrotaste! —gritó un compañero—. ¿Y ahora qué haremos? ¡Está desmayado!
—Ya viene una ambulancia —respondí.
Estaba feliz, derroté al nuevo maestro de educación física. Lo dejé tirado y humillado. Gané el respeto que perdí en un abrir y cerrar de ojos.
—Usted es mi héroe —dijo una alumna—. Usted es lo máximo.
—Por eso soy el director, para poner orden.
—¡¡Viva el director!! —gritaron alumnos y profesores.

BEA ARTEENCUERO

Azul era una niña muy dulce, vivía con sus padres en una cabaña cerca del bosque, tenía solo una amiga, con la que iba al colegio; todos los días cruzaba el bosque para llegar, se encontraba con Nair, su amiga y juntas caminaban alegres y sonrientes, el camino al colegio y el de regreso a sus casas…Cierto día, al regresar a su casa, siente un gemido, mira para todos lados y no ve nada, es cada vez más fuerte, se acerca y bajo un matorral, ve a un cachorro herido, lo acaricia esto hace que llore aún más fuerte quisiera, curarlo pero no sabe cómo, no tiene nada con que hacerlo, decide llevarlo a su casa, cargándolo, ya que tiene una de las patas lastimadas. Cuando su padre la ve, la increpa… – ¿Porque traes ese perro? Ya te dije que no quiero animales en esta casa. – Pero papa¨, está herido, no puede caminar – Pues aquí no se queda – Por favor, por favor – Sácalo ya de aquí. Azul con lágrimas en los ojos, se aleja, sin soltar al cachorro, pero.pero… sin que su padre la vea se dirige al establo, le limpia la herida y lo venda; Así todos los días lo visita y lo alimenta sin que su padre lo descubra. Pasan los días y Mancha (que así lo llamo) ya está curado de su herida, pero ella se encariño y no quiere dejar que se valla, (Siempre quiso tener una mascota, pero nunca se lo permitieron. Decidió quedarse, con Mancha, ya vería como se las arreglaba para que no la descubrieran, se hicieron inseparables, El cachorro la acompañaba a todos lados y cuando iba al colegio, se quedaba sentado en un costado esperándola, todos los chicos lo querían, y jugaban con él.Cierto día al regresar a su casa con su amiga Nair ,entretenidas con Mancha; no se dan cuenta que un vagabundo se les acerca, Mancha empieza a ladrar cuando lo ve, y ellas asustadas por ese desconocido corren, seguidas por él, Tienen que cruzar un puente de madera, y viejo, Nair cruza, pero cuando Azul está cerca del final, pisa mal y cae al rio, Nair al ver a su amiga caer, corre desesperada pidiendo ayuda , el padre de Azul escucha los gritos y sale sin mas, al llegar al rio, ve a su hija en la orilla, con el cachorro a su lado, la había sacado del rio luchando contra la corriente, quedo agotado, era un perro pequeño, logro salvarla pero el quedo muy débil, apenas respiraba, Azul lloraba desconsoladamente, el padre no podía creer lo que veía, el animalito que él , no dejo que su hija lo curara y alimentara, la había salvado de morir ahogada; Pronto llegaron los vecinos y entre todos lograron reanimar a Mancha. El padre comprendió que debía la vida de su hija al valiente cachorro. A partir de ese momento Mancha fue un integrante más de la familia ,,dejo su escondite en el establo y ocupo un lugar al lado de Azul. ¿Qué paso con el vagabundo? Nunca más se vio por el bosque.

ALBERTINA GALIANO

Sus ojos rastrean la vida en imágenes, trepando por un muro extraño, ansioso de ver y no ver.
El huracán que aprieta fuerte su pecho, y unas ganas de sentir que pasan de largo el placer y se sumergen en el dolor, puro y sin mácula.
Y qué hace él en esa batalla, en algo tan ajeno y tan recién encontrado. Qué hace buscando donde no es esperado.
De largo el sendero le hace sufrir por todo y por nada. Queriendo hacer reproches, rendir pleitesías a quien no le corresponde porque no ha jurado nada.
Las manos vacías, el pecho hundido en el que antes hubo turgencia y ganas.
No busca a través de la exigencia respuestas de afecto, de fidelidad o de promesa eterna. Busca tapar la falta.
Lo perdido no se lleva tan sólo la presencia. Se lleva el prestigio, el valor, la esencia de quien queda, y ahora siente que no es nada.
¿Valiente?
No se cree tal, ni mucho menos. Por seguir comandando una esperanza, como quien comanda un navío en busca de una nueva patria.
Qué ilusión.
Cuando se acerca a la borda y sólo ve olas que le reclaman.
Y las manos que él espera se esmeran en hacer lazadas que le aten las suyas a la espalda.
Bienvenido a la nada.

REBECA FS

¿Cuándo seremos valientes?
En el aula, me llaman gordo, pero no me atrevo a decírselo a nadie.
Ian tiene 7 años, y ha cambiado de colegio dos veces.
Profesora, ¿usted es madre? Le pido que tenga consideración por mi hijo.
Hoy Ian fue valiente. Vino hacia mí, y me dijo que Andrés le había llamado gordo.
Tú no estás gordo. Le respondí
Hablé con Andrés en privado. Le dije que si creía que si Ian estaba gordo.
Le comparé la gordura con un elefante, una albóndiga gigante, con mi tripa y mi culo…
Como me respondió que no, le pedí que le pidiera perdón por sus palabras.
De reojillo vi como se dirigía hacia él y hablaban.
¡Falta el abrazo! Dije en alto.
Todos sonrieron con los ojos.
Ian tiene 7 años. Y hoy ha sido valiente.

MARI CARMEN CANO REQUENA

Me quedé parada observando como aquel tipo de aspecto robusto, barba frondosa, desaliñada y ojos saltones rondaba por el parque observando a los niños que jugaban. Le llamó la atención una niña pelirroja de pelo rizado que jugaba sola con unas hojas en el suelo. Se acercó a ella y algo le dijo al oido que le produjo una pequeña sonrisa, seguidamente le dio la mano y se marchó con él.
Mi corazón me dio un vuelco y no pude evitar seguirles mientras buscaba con la mirada a alguien que echara de menos a esa niñita.
Al llegar a la puerta del parque el individuo se giró para ver si alguien le seguía, fue entonces cuando entendí que la había raptado. Me dispuse a seguirlos escondiéndome entre los coches intentando pasar desapercibida….. sacó algo del bolsillo y se paró en seco, -ya hemos llegado bonita es aquí-, sacó una llave del bolsillo y abrió el portal, yo me escabullía entre la gente para llegar antes que se cerrara, poniendo el pie entre el marco y la puerta para poder entrar. Me quedé en una esquina inmóvil, retumbándome los latidos del corazón en mi cabeza. Intentaba oír algo que me indicara lo que debía hacer. Escuchaba los pasos como subían por las escaleras y la voz de la pequeña preguntando algo que no logré oír con claridad. Me quité los zapatos y me dispuse a subir tras ellos sin hacer el menor ruido, llegaron al último piso, pude escuchar el juego de llaves dando golpes en la cerradura y seguidamente el portazo de la puerta.
No sabía bien que hacer, quizás llamar a la policía? Pero para entonces ya sería demasiado tarde pensé…….. Me armé de valor y comencé a dar golpes en su puerta con gritos de auxilio, ya se me ocurriría algo cuándo abriera.
-Quién es?, – preguntó el individuo-
-Por favor puede ayudarme, soy la vecina hay fuego en mi cocina y se va a prender todo el edificio, ayúdeme por favor!!
Abrió la puerta de golpe saliendo al descansillo para ver de dónde procedía el humo, tenía que ser rápida y lo cogí del brazo echándolo a un lado con fuerza para poder meterme en su casa.
Cerré la puerta de golpe y puse una silla bloqueando la maneta, rápidamente grité -niñaaaaaa dónde estás??…… como loca para encontrarla y allí en una de las habitaciones la oí llorar. Mientras el hombre golpeaba la puerta con fuerza, en ese momento llamé a la policía explicando lo que ocurría. -Niña estás bien? -le pregunté-
-Ese hombre me ha traído aquí para enseñarme unos perritos – decía la pequeña-, yo no lo conozco, quiero ir con mi mamá.
-Cálmate ya está en camino la policía y tu mamá.
Se produjo un silencio y de repente algo derribó la puerta….. GRACIAS A DIOS!!- Exclamé-, la policía entró de golpe rescatándonos a las dos y poniendo a la niña a salvo con su madre.
-Ha sido usted muy valiente señora…………..

SOLEDAD ROSA

Me pregunto qué tendría esa risa, que iluminaba su voz. Hace años quedó dormida, pero el silencio seguía contándonos historias.
Puedo llamarte brava y decirte cuánto te admiro. Contienes tal fortaleza que en cada tropiezo marcas tus huellas y, siempre, te alzas de nuevo. Sin mirar atrás.
Pareces una flor ansiosa por crecer y brillar de cara al sol. Bonita. Por fin te cansaste de no vivir. Te despojaste de esa sombra y decidiste gritar al mundo entero quién eres.
Que repliquen las campanas en las batallas de quien apuesta su vida poniéndola a la deriva y dejando su suerte al azar.
Dejaste de aullar al lobo y abandonaste la manada. Qué brava decisión de plantar cara a ese matón y descubrir su pobre pelaje interior.
Ojalá suenen más portazos a la infelicidad. Que las maletas viajen vacías y que tu billete se guíe por tu ansia de vivir.
Y, como no, que nunca nos falte valor.
El mundo, dicen, es para los valientes. Y yo pienso que no hay nada más osado que el amarse a sí mismo por encima de todas las cosas.

OMAR ALBOR

Soy y seré
no mucho más
que esto.
Cada día me levantaré
y no fingire, la noche
es mi mejor motor.
Es sin duda una declaración, de principios.
Pensar mañana nuevamente, que nada será igual.
Lo que no dije hoy, no lo diré mañana.
Si no arranque una sonrisa propia de mi, ese momento no volverá a repetirse.
La valentía es querer tener todo y conformarse con muy poco, pero saber que nos sobra vida para poder tener lo que nos falta.
Valientes.
Con respeto y debosion hacia nuestro propio interior sin una sola mentira.
Dejar el temor y volver a tener la nueva oportunidad de ser lo que debemos ser en el lugar correcto.

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21 comentarios en «Valientes – Miniconcurso de relatos»

  1. María Rosa Rolando se merece el punto con creces, por un gran mensaje y tan sumamente bien dirigido. En esta época, sabemos que la tercera edad, los veteranos de la vida, han sufrido más de la cuenta: hay que honrarles. Felicidades a las participaciones en general : )

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