Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «no era para tanto». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 22 de abril! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).
POR FAVOR, SOLO VOTOS REALES, SOLO SE GANA EL RECONOCIMIENTO, CUANDO ES REAL.
* Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor) y no han pasado procesos de corrección.
Mr Monster miró estupefacto el paisaje que se le presentaba. El lago era de un azul turquesa cristalino con una cantidad considerable de nenúfares balanceándose como en una sinfonía sincopada en si menor, al ritmo de la suave brisa que corría.
En cada nenúfar había una rana pidiendo un beso suyo. ¿Y si en ese entorno desconocido darle un beso a una rana era como chupar un sapo del desierto de sonora? La tentación era cada vez más fuerte ¿Pero a cuál elegir? Posado en el tronco de un árbol a la orilla del lago había un saltamontes y se le ocurrió una idea. Atraparía al saltamontes y lo lanzaría cual avioncillo de papel hacia el lago y aquella que lo atrapase con su lengua sería a la que besaría. Se acercó sigilosamente al tronco y en un plis-plas atrapó al saltamontes por los cuartos traseros. Acto seguido se dirigió a la orilla y lanzó al pobre saltamontes aturdido hacía el bosque de nenúfares. Lo lanzó con bastante fuerza, teniendo en cuenta el exiguo peso del desprevenido insecto, antes de empezar a caer una lengua majestuosa lo atrapó en el aire y lo engulló de un tirón, al tiempo que soltaba un sonoro eructo. Mr Monster se dirigió raudo hacia la rana.
Al llegar a su nenúfar se agachó con la intención de besarla, – ¿pero que haces?-, le espetó la rana.
-Pues voy darte el beso que pedías-.
-Vale, pero lo quiero con lengua-, añadió Miss Rana.
El lago se lleno de una pasión salvaje cuando las lenguas se entrelazaron, pasión que duró lo que dura una chocolatina en la puerta de un colegio a la salida del mismo, cuando Mr Monster sintió los restos del saltamontes en sus papilas gustativas.
¿Tanto para esto? ¡Tu lengua sabe a saltamontes!
Pues haberme lanzado un Ferrero Roche, ¡no te joroba!
—No es para tanto —me dijo— ya verás cómo mañana se te pasa.
—¿No es para tanto? —contesté mientras las lágrimas regresaban para a recorrer mi rostro y la voz volvía a estancarse en un pecho congestionado entre pena y desilusión.
El resto solo lo pensé y me fui de ahí ahogando mi frustración con la impotencia que me produce no ser capaz de expresar mis emociones…
Sí, sí era para tanto porque dolió, porque a veces nos olvidamos de ver la perspectiva del ojo ajeno, pero si duele… duele.
Porque aunque la voz se me apague y mis habilidades fallen, mis ojos hablan por sí mismos, mi expresión corporal no miente y, desde luego, mi llanto ha sabido gritar por mí.
Pero tú preferiste ignorarlo esperando una comunicación verbal que no llegaría jamás, no quisiste darte cuenta de que mi cara enrojecida, los pasos que di hacia atrás, las peticiones para dejar de hablar de lo que me hacía daño, y la evidente sensación de angustia que dejaba ver el temblor de mis manos… Todo eso hablaba por mí.
Tú preferiste seguir esperando una conversación a tú manera, como tú lo habrías hecho, como tú, tú, tú y siempre tú… porque a veces yo dejo de existir.
Así que hoy voy a dejarte a tu manera, con esas palabras que te gusta mencionar:
—No es para tanto, ya verás cómo mañana se te pasa.
No era para tanto: sólo fue una insignificante chispa que al golpear Juaquin con una piedra al arado que arrastraba el animal de tiro surcando la tierra para sembrar, con el fin de que no se moviera una de las piezas del arado de su sitio, está le saltó al ojo.
No era para tanto pero sucedió que el joven que recibió el golpe en la vista, días después al hecho perdió el ojo… «No era para tanto
Dice la leyenda, de tierras siempre muy lejanas, tanto que ni la imaginación las alcanza.
Que cientos de años atrás, una bruja mala hechizó a los habitantes de una aldea, convirtiéndolos en ranas, hasta el último.
Salvo que se hiciera lo imposible: jamás se salvarían…
<<No es para tanto>> vais a pensar, que otros han salido de peores, pero no en este caso y no para este lago.
Está claro que habían intentado lo escrito, lo no escrito, lo escuchado y lo soñado, aún la Luna los abrigaba sobre nenúfares rosa:
—Echo de menos una vida normal— croaba en las noches Rana y el pueblo entero lloraba a su alrededor.
— Si no sabes lo que es una — la amargaba Saltamontes desde la orilla.
En ocasiones, Rana se sentaba en la hierba y cavilaba sobre cómo romper la maldición, pero ves tú, es difícil pensar diferente sobre lo que se ha producido mil y una veces de la misma manera.
— ¿Qué nos falla, para ser libres? Hemos aprendido todo, rezado, construido montes de barro y hasta una ciudad en el fondo del lago. Hemos estudiado las ciencias de otros y aplicado el mapa de las estrellas a todo; apenas hay caminos en el universo que no hayamos recorrido…
— Desiste Rana, han pasado cientos años y más que van a ser. ¿No ves que la gente se ha acostumbrado a la charca en la que vivimos?
Saltamontes viajaba a menudo, a lomos de las águilas y siempre traía en sus bolsillos una estrella diferente.
Se vaciaban de recuerdos hasta que se tornaban ligeras y volvían a sus cielos.
— Millones de sugerencias y nunca una solución. Tanta palabrería y tan poca sensatez — croaba Rana y se ahondaba en el lago, a ahogar la desesperación de otro fallo.
Cuando sacó a flote la cabeza esta vez, Rana vio algo impensable: a Monstruo.
Se hubiese mordido el anca, con tal de creer que era una pesadilla, sin embargo, la inmensa criatura estaba allí.
En sus desmesuradas manos, el pobre Saltamontes se retorcía como una oruga y el color de sus ojos verdes se tornaba oscuro.
— ¡Corre, Rana, ¡escóndete!
Mucho antes de reaccionar Rana, el monstruo lanzó a Saltamontes con fuerza al lago, pero Rana abrió la boca y lo pescó de los aires.
Mucho antes de reaccionar Saltamontes, el monstruo pescó a Rana y la levantó a la altura de sus labios.
<< Voy a morir si me toca>> pensó Rana sintiendo que desfallecía.
<< Voy a morir de todas formas>> pensó Saltamontes dentro del saco vocal de Rana.
Sin embargo, Saltamontes supo que aquello era su momento de heroísmo.
Empujó sus patas traseras y salió a enfrentarse al enemigo.
El monstruo, convencido que se ensañaba con Rana, pero fue Saltamontes quien recibió los chorros de saliva con valentía y los ataques de aquella inmensa boca le dejaron medio muerto.
Hubo un momento en el que su estómago llegó a ser trasero.
<< Adiós Rana. Adiós mundo lago >> había pensado.
<< Adiós, mi pequeño Saltamontes>> había llorado Rana para sus adentros.
Sobre sus nenúfares rosa, los habitantes del lago daban por perdida la vida de Saltamontes y fue entonces que ocurrió algo incomprensible.
Un ruido estruendoso destripó el agua y los cielos se abrieron para verter una luz violácea.
¿Qué haces cuándo,tras un año enfermo,te dan de un día para otro,un mes de vida?
Así me sentí cuando por fin(¿por fin?), él decidió que había llegado la hora de irse a su piso alquilado,después de casi un año de relación agonizante a punto de la separación.
Un mes.Después de diecisiete años juntos,a nuestra historia le quedaba un mes de vida.
Llevaba meses preparándome para esto,sabiendo que nuestro amor estaba en coma y que pronto habría que desenchufar juntos la máquina. Pero cuando supe que ya teníamos cita para hacerlo,fue como cuando a un preso del corredor de la muerte le llega el aviso.
Bloqueo. Lo primero que sentí fue un inmenso bloqueo. Una noche de insomnio y una angustia profunda en el pecho.
¿Un mes más de agonía o un mes más para despedirse? ¿Vaso medio vacío o medio lleno?
Un mes para llenar la mochila de recuerdos los cuatro juntos. Disfrutar del día a día,darse cuenta del regalo de lo cotidiano. Risas por el pasillo,el alboroto de la cena,el caos en el baño,sus besos de buenas noches,sus manitas enredándose en mi pelo antes de dormir. Verles despertar,crecer despacio.
Amanecer los fines de semana y hacer una guerra de cosquillas en nuestra cama. Desayunos compartidos,música en la radio,juegos,parque,paella los domingos.
Despedirme del beso de buenas noches,del calor de la cama, del «¿Cómo te ha ido el día?» antes de apagar la luz.
Miedo al silencio de la casa. Al peso del vacío sin vosotros,sin ellos,sin ti.
Ganas de vivir,de sentir,de hacer. Sí,siempre he creído que aún nos quedaba mucho por hacer.
Sesenta días para despedirnos,para cerrar un ciclo. Para decirnos adiós.
Un mes de espera. De dártelo todo,de llevártelo todo también.
Y después… sueño con despertar sola un día,echar la vista atrás. Mirarme al espejo y decirme sonriendo:
«Lo hiciste,lo conseguiste. Después de todo… no fue para tanto».
Era un clásico en la barra del bar. Los cinco o seis habituales entrábamos en polémica. Que si la política, que si la educación, que si la religión, que si mi mujer ha hecho, que si cuñado ha dicho. A veces la cosa no prendía, pero otras nos enzarzábamos con uñas y dientes, alzando la voz y dejándonos la piel. A Pedro, el dueño, no le importaba que nos metiéramos en ese berenjenal aunque hubiera otros clientes que pudieran sentirse molestos. El caso es que después de un rato de vehemencia dialéctica, cuando la única conclusión razonable que se podía extraer era que las cosas son muy complicadas, Emilio, que siempre se mantenía en silencio, al margen de la contienda, sentenciaba con parsimonia:
– Nada es para tanto.
Yo sonreía, pero los demás se retorcían por dentro. Qué sabrás tú, es muy fácil decirlo, pero luego no te mojas, decían mosqueados.
Un día llegué y noté el ambiente enrarecido.
– ¿Te has enterado? -me preguntó Pedro.
– ¿De qué?
– El hijo de Emilio ha tenido un accidente de coche y se han matado él, la mujer, y el único hijo que tenían. -señaló con la cabeza hacia el fondo del bar. Allí estaba Emilio, sentado en una mesa mirando por la ventana.
Me quedé sin palabras, igual que el resto. Al rato convenimos en ir a darle el pésame.
– Emilio, lo sentimos mucho -dije con pesar. Ni se inmutó. Volvimos a la barra apesadumbrados.
Pasaron los días y Emilio se sentaba siempre en aquella mesa. Al principio no había muchas ganas de charla, pero con el tiempo volvimos, más bajito al principio, a meternos en harinas. Cuando a alguno le daba la risa trataba de contenerse. El eco de aquella tragedia seguía resonando.
Un día Emilio volvió a la barra. No tardamos en vernos discutiendo con la última del político de turno. En pleno fuego cruzado Emilio se mantenía en su habitual silencio. Cuando todo llegó a un punto muerto lo oímos carraspear. Todos nos pusimos alerta, y segundos después le escuchamos decir:
– Nada es para tanto.
Por una vez todos estuvimos de acuerdo.
Y no era nadie,
y lo fue todo
para mí,
y, de repente,
fue nada y
nadie fui.
SERGIO SANTIAGO MONREAL
No era para tanto, aquel manto blanco que la nieve cubría.
No era para tanto, aquel llanto que invadía de incertidumbre el horizonte.
No era para tanto, pues no encontraba las palabras y las letras para expresar lo que sentía y mi corazón sufría.
No era para tanto, sentir que te perdía y sumergir mi pasado repleto de melancolía.
No era para tanto, saber que sin ti no podía y mi alma moría. Se apagaba sin ti su luz y nunca más brillaria.
No era para tanto, saber que ya nunca sonreiria entre tanta oscura sombra que mi cara escondía.
No era para tanto, pero para mí sí lo era.
—-NO ERA PARA TANTO—-
No era para tanto
pensó después de años,
eso no lo pensaba
cuando lloraba tanto.
Cuando el dolor era intenso
en el alma que penaba,
por haber amado tanto.
Decir adiós a un sueño
si era para tanto,
horas, días, años
para mitigar el daño,
para poder decir en alto
No era para tanto.
Sabía que nunca había creído en esas cosas en su etapa anterior pero ahora Antonio sentía que se había dejado muchas cosas por hacer y decir a sus seres queridos. Su sobrina Laila siempre le hablaba de las coincidencias y de la magia que veía en todas las cosas que sucedían en su vida con todo lujo de detalles, horas, momentos, colores, números y un sinfin de factores que se confabulaban para que ella viera un significado oculto donde nadie más vería. «Rizar el rizo» lo llamaban algunos de sus amigos pero era muy feliz cuando lo contaba y a Antonio, aunque no creía , le hacía brotar una sonrisa interna que solía disimular pero disfrutaba mucho al observar su ternura. Aquella mañana Laila se levantó como otro día para ir a limpiar a la casa en la que trabajaba desde hacía años. Aun hacía frío, ese frescor matutino de los días previos a la primavera que ayuda a despabilarse y se pasaba rápido al caminar deprisa. Llegó al portal y en la entrada había una piedra grande de granito. Esta vez Antonio quiso ser bien explícito y representativo para que no le quedara duda de que el mesaje era para ella, así que aprovechó esa piedra para dejar encima unos libros a sabiendas de que Laila los iba a encontrar… Y así fué. La curiosidad le hizo parar y escudriñar con sorpresa el nuevo hallazgo. Rápidamente eligió un libro de poesía por lo divertido del titulo, lo metió en la bolsa de tela que llebava y sin más demora entró en el portal para subir a trabajar. A lo largo de la mañana, moviéndose por la casa entro a la despensa y encontró la segunda señal que Antonio había dejado: una bolsa de patatas de la marca «El tío Antonio» que por supuesto, al principio le hizo gracia y después preguntarse ¿qué marca era esa que no había visto nunca antes? – Curioso… (Se dijo a sí misma) y continúo trabajando sin darle más importancia
Al salir recordó que llevaba en la bolsa el libro que había encontrado al entrar al portal por la mañana. Lo abrió y en la primera hoja había una dedicatoria hacia una tal Mercedes en la que le animaba a seguir escribiendo poesía y estaba firmada con la fecha: 12 de Diciembre de 2011… En ese momento recordó la bolsa de patatas y su curioso nombre. El 12 de Diciembre era la fecha de cumpleaños de su querido tío Antonio, al que solía contar las sincronías de su vida y que sabía que le tenía un cariño especial porque siempre le dejaba terminar de contarle aunque ella veía en su mirada lo que pensaba…que no era para tanto. Igual que sus amigos cuando se lo contaba esa misma tarde… Antonio sabía que ella había entendido ese mensaje que le quería trasmitir, por eso estaba contándole a sus amigos pero también se dió cuenta de cómo se debía sentir ella contando algo en lo que probablemente solo ella creyera…Supuso que igual que si él pudiera contar ahora que ha conseguido mover cosas estando recién muerto. Será el amor o no será para tanto?
CONSUELO PÉREZ GÓMEZ
En el verano de 1987, Daniela conoció a «alguien» lo más parecido a un ídolo de barro.
Cuando su madre le preguntó:
—Daniela ¿por qué no paras un poco, hija mía?
Y la verdad, llevaba un verano de locura, de un ir y venir que ya no distinguía si iba o venía. Dormía en Singapur y despertaba en la Patagonia. De tanto mover sus pies por el mundo, adquirió el don de aceptar lo que algunas personas calificarían de rarezas, como las cosas más vulgares de un día a día sin promesas.
—¿Dónde esta vez? ¿Queda algún lugar en el globo que no hayas pisado? –volvió a la carga la madre.
Ella sabía que la mejor respuesta era el silencio para no entrar en bucle en una conversación sin sentido y sin final. Por toda contestación añadió: «queda…queda…vaya si queda».
Terminó de organizar su mochila. Con un sencillo y corto abrazo se despidió. En la puerta esperaba el taxi que previamente había contratado por teléfono.
Aterrizó en Hanói de madrugada. Recogidos sus escasos bártulos se dirigió al hall del aeropuerto donde estaba previsto que alguien del hotel la recogiera. El conductor la sorprendió hablando una especie de spanishenglish de difícil calificación. La lluvia que caía a raudales convirtió el trayecto en una más de las aventuras que se sucederían a lo largo y ancho del país.
Una vez instalada en su habitación tomó una ducha, se cambió de ropa y conectó su teléfono. Primer mensaje –el más inesperado- de Julián. No sabía de él desde Argentina donde la cosa acabó como el rosario de la aurora.
— Te he llamado varias veces. No respondes. ¿En qué aventura andás?
«Este tío es imbécil; después de lo vivido era lo último que esperaba, ¡un mensaje! ¡Qué mierda le importará!». Continuó mirando su móvil. Mensajes insustanciales a los que tampoco iba a contestar. Se vistió. A pesar del cansancio del viaje decidió bajar a inspeccionar los alrededores del hotel, con la mente puesta en los planes que iba almacenando en su cabeza, disueltos entre pitidos, ruido, olores, riadas de gentes cargadas hasta lo inhumanamente imaginable.
Los ojos; eran los ojos los que en sus viajes al continente asiático la llevaban a un mapa desconocido. Cada mirada contaba una historia ciega, detrás de cada retina, un mundo sin descubrir para su dueño. Tras aquellos iris, cabían siglos de miserias y resignación, ante un destino no elegido, capataz de legiones que desviven conforme al hecho de nacer en según qué punto del planeta.
Recorrió callejuelas y ciudades. Todas ellas encerraban la magia que ella no encontraba en ninguna otra parte del mundo. Amaba Asia. Soñaba Asia.
«¿Occidental? Sí, pero poco».
El ruido del teléfono la puso en alerta, pegó un brinco mientras rebuscaba en su mochila el molesto artefacto.
—¿Daniela? ¿Por qué no contestás mis llamadas? –otra vez el argentino dando por culo, musitó quizá en voz más alta de lo debido.
Apretó con saña la tecla «colgar». Con el ceño del revés siguió hacia la Pagoda situada al fondo de la avenida. Silencio. Sonidos que el silencio emite hacia una cabeza llena de ruidos y contaminación. Descalza, en un rincón del templo, su mantra interior era: «No es para tanto».
En el hotel junto con la llave de su habitación le entregaron una nota: «si te giras y mirás hacia el jardín…».
—¡La concha de tu madre! –a ella también le sorprendió esta sinergia de pensamientos en argentino.
No se detuvo a esperar el ascensor. Tomó escaleras arriba, saltando como si la persiguiera la pasma. De un portazo cerró la puerta. Llamó a recepción para que le tuvieran preparada su cuenta. Cerró la mochila y bajó los escalones de cuatro en cuatro.
En la puerta le esperaba el taxista chapurreador de un español insólito.
En el jardín del hotel un personaje se deleitaba en la espera, saboreando un Martini infinito.
Kilómetros recorridos a lo largo del país de las mil maravillas. Kilómetros de magia. Kilómetros de olvido.
—¿Cómo es Vietnam? ¿Has disfrutado? ¿Qué es lo que llama la atención de ese país? Hija, ¡por dios! ¿Te has quedado muda?
No es para tanto –respondió con la mirada puesta en el pitido inacabado de su móvil.
GONZALO HAYA
Jessie notaba como empezaba a sudar, el pánico se estaba apoderando de ella. – ¿y si no lo volvía a ver?- ¿que podría haber pasado?-. Se armó de valor y acudió a preguntar a Dirección: el profesor Flind estaba enfermo y no iba a dar clases durante toda la semana. Le contó a la señora Smith que se trataba de una emergencia, tenía que contactar con Flind antes de enviar las solicitudes universitarias. tras consultar en el registro informático, obtuvo una dirección.
A las cinco menos diez atravesaba la calle Norris en medio de la primera nevada de Noviembre, el aire helado atravesaba su pecho y su mente – ¿que le diría al profesor cuando se presentase en su casa?.
Atravesó el rellano y tomó el ascensor sin encontrar aún las palabras. Llamó al timbre y se alisó la camisa.
Flind escuchó el timbre y se levantó como pudo de la cama, la fiebre estaba en su máximo apogeo y le castañeaban hasta los dientes.
-¿quién es?
– soy yo, profesor, soy Jessie.
El profesor abrió la puerta confundido.
– Jessie, ¿que haces aquí?
– profesor, estaba preocupada, pensé que necesitaba ayuda, ¿puedo pasar?
Sin saber qué decir, Flind abrió completamente la puerta y dejó pasar a Jessie.
– disculpame, no me encuentro muy bien.
– descanse profesor, yo me ocuparé.
El profesor volvió a la cama pensando que lo sucedido era solo producto de su imaginación. Jessie por su parte recogió el apartamento y preparó sopa para la cena.
– Profesor es hora de cenar, debería comer algo caliente, le sentará bien.
Flind abrió los ojos sin dar crédito a la situación, no había sido un sueño, su alumna Jessie estaba en su piso y le había preparado la cena. Sin saber bien qué decir, se levantó de la cama y se sentó en la mesa.
– Jessie no tenías que haberte molestado, esto es demasiado, no tenías porqué…
– profesor, ambos sabemos que..
– por favor, no sigas Jessie, soy tu profesor y tu mi alumna, esto no está bien, no deberíamos…
– Flind, no me malinterpretes, ambos sabemos que no tienes a nadie en la ciudad, solo quiero asegurarme de que esta bien.
Y así el profesor superó la gripe y pudo volver a dar clases.
RAQUEL LÓPEZ
-Es absurdo comportarse así, cielo..acepta que tengo derecho a sentirme mal, porque cada problema que pasa por tu cabeza te hace explotar y, perdona que te diga pero soy una mujer muy sensible y me afectan todos tus enojos.
Tenso y con la cara desencajada, siguió escuchando a su mujer, haciendo ahínco en tomarse el «café» que ella le había preparado y que seguramente estaría delicioso, mejor que ese sermón que le estaba contando.
-Últimamente estas muy estresado y mis errores… son perdonables. Un día porque quemé tu pantalón preferido con la plancha, otro porque casi sale el horno ardiendo y por consiguiente, el cordero, otro día… recuerdo que ventile tu despacho y hacía un viento de narices llevándose consigo las hojas de el último libro que estabas escribiendo y que gracias a nuestro fiel perro los recogió.. no en un buen estado..
No lo tomes a mal, ya sabes que soy muy despistada, yo sin embargo, procuro entender tu enfado pero NO CREO QUE SEA PARA TANTO.. total, solo porque hoy, también confundí el azúcar de tu café, por la sal…
EMILIANO HEREDIA
Las diez. Suenan, cadenciosas, serenas, en el carrillón del salón.
Un coche negro, un sedane, aparca enfrente de la vieja puerta de una casa a las afueras.
De la ciudad, de todo.
Una espigada mujer, vestida con traje azul marino, de ejecutiva, se baja del coche y le da instrucciones al chófer para que regrese en una hora.
Pulsa el timbre y, un hombre de unos cincuenta y algo, con el pelo algo cano, abre la puerta y la invita a pasar hacia el interior.
La invita a tomar asiento, en un Chester donde, hace ya rato que el sol de la mañana, lleva calentando.
-Buenos días -le dice la mujer al hombre, mientras saca de un bolso tipo cartera, negro, una grabadora-
-Buenos días-responde a su vez, el hombre, acomodándose en un rincón del Chester-
-Hoy, queridos lectores-empieza a hablar la mujer a la grabadora-tenemos el placer de entrevistar a Emilio Hernández Justo, flamante ganador del premio nacional de nueva narrativa,
enhorabuena
, señor Hernández-
-Gracias a usted-responde con una cálida sonrisa, el aludido-
-Me gustaría que hiciera un breve resumen de la novela con la que ha ganado usted el premio nacional de nueva narrativa, «Nada».
-Bueno, verá, en ésta novela, he querido narrar mi día a día en éstos dos últimos años, dese el lado obscuro de los participios.
-¿Perdón?, hace un gesto de extrañeza la periodista-
-en estos últimos dos años, me he convencido, y me he reafirmado en mi poca o ninguna fe en el género humano. Soy el lado obscuro de los participios, porque cada día estoy más desilusionado, decepcionado, angustiado, engañado….y sobre todo, abandonado.
-Vaya, diríase que ve usted el lado negativo de la vida…-afirma, con la grabadora en la mano-
-No, la vida es maravillosa…. pero la inmensa mayoría de la humanidad, no. Verá, como ya explico en mi primer capítulo, debido a mi congénita falta de autoestima, caí en las garras de dos mujeres malas. ¿Usted sabe lo que ves el síndrome del camarero?
-No, no tengo conocimiento…-asevera haciendo un movimiento negativo con la cabeza-
-Vera, por aquel entonces, después de asistir a unas sesiones semanales de terapia grupal, y reafirmar lo que yo ya sabía, que siempre he sido, me he sentido como una hormiga, pequeñita, minúscula; y que me intentaran convencer de que no era para tanto….
Pues eso, que conté lo que no tuve que contar a estas dos arpías. Porque, antiguamente, se decía que los camareros eran los psicólogos de cabecera de los clientes, ya que éstos les contaban las penas, los pesares, las alegrías…
Una de ellas, me conmovió, al contarme la historia de la pérdida de un marido de joven, y la separación del marido de repuesto, por supuestos cuernos de éste. Mas ¡Ay!, ¡que idiota fui, al darle los abrazos que, como amigo yo le daba. y ella quería más que abrazos
-vaya historia…
-Pero no todo acaba ahí. Todo formaba parte de una endiablada trama, con una vieja que trabajaba en mi grupo, para trastocar a mi jefe, que es el cuñado de esa fulana.
Al final, me convencí que realmente, no es que no fuera para tanto la situación. Sí era para eso y más. Me sentí traicionado, por la fulana (cuando supe que era ella la que ponía los cuernos), y por la vieja alcahueta, maliciosa como víbora.
-De ahí, la intensidad del primer capítulo
– Claro, por supuesto. En el segundo, enlazo la sensación de vacío que me seguía invadiendo, junto, con la nueva sensación de suciedad interior que me quemaba, la sensación de traición por parte de éstas dos malas mujeres…y por mi mujer, que me leyó todos los WhatsApp, los mensajes, y me acusó de haberla engañado con esa fulana… Porque, en esta asquerosa sociedad , un hombre no puede dar ánimos a una mujer, ni darle abrazos, sin que no exista la intención final de tener sexo…Y yo lo único que necesitaba, era un abrazo de quien fuera, abrazo que no tenía.
-Tiene toda la razón.. y ya, en el capítulo tres, expresa todo lo que sentía después de toda esa mala experiencia..
-Si,si, los platos lanzados al suelo de mi infancia, seguían lanzándose en mi casa, los insultos, las voces de mi infancia las seguía escuchando en mi casa, con mis hijos delante, como yo con su edad también hacía de espectador. Y me era imposible convencerla de que la situación no era para tanto, como ella se ponía conmigo…
-Tuvo que ser terrible…Dios mío…
-Si, claro, claro…
-Y es ahí donde, en el último capítulo de su novela, expresa sin cortapisas su estado de ánimo.
-Si. En el último capítulo, he llorado, como hacía tiempo que no lloraba…cada letra era una lágrima. Me sentía idiota, estúpido, por contar mis sentimientos, que tanto me costaba arrancar, a los amigos que me escuchaban con indiferencia, a esos mismos que siempre tengo para ellos un ¿Que tal estas?, y para mí…nada. Por creerme que soy un pesado por contar lo mismo de siempre…porque no tengo otra vida…nada.
Porque, ésta soledad acompañada…
-Perdon, -Interrumpe la entrevistadora-, ¿Soledad acompañada?
-Si, aunque esté rodeado de gente, mi soledad se agiganta, se me hace oceánica. Me he quedado completamente sólo. La única persona en la que, creía poder contar, he notado hace unos días, que ya….no le intereso ….por eso, porque si no fuera por mis libros, mis letras, me encerraría en una celda y tiraría la llave al exterior, y lloraría, lloraría sin parar, porque cada segundo que respiro, duele.
Así que, a partir de ahora, mi vida es mía.
Y de nadie más…. porque no tengo, como dice el título de mi obra….nada. No tengo nada
-¡Anímese- le agarra del brazo mientras se levanta para acabar la entrevista e irse-, piense que es joven, que al final, no será para tanto.
-,Para un periodista narrar la guerra es fácil desde afuera…lo difícil es narrarla desde dentro…responde el escritor, desde la puerta de su casa
El sedane se aleja.
MARIA ROSA ROLANDO
Me enamoré de vos como una quinceañera. Soñaba con tu boca que, en cada consulta, rozaba la mía. Tan cálido en tu trato, con abrazos interminables que impregnaban tu perfume en mi ropa. Así fue durante un año. Con mensajes y excusas para el encuentro. Hasta que un día, los labios cedieron ante el aroma del deseo. Me besaste y aquello que anhelaba e idealice, duró un instante, dejando un sabor amargo en mi boca. El desencanto, inundó capa partecita de mi alma. Al final después de meses de espera, deseando tus labios, descubro aturdida, que no fué para tanto!!!
VALERIA MICHOU
Cuando Florencia quiso denunciar en la policía que su esposo le había pegado una cachetada para callarla, su madre le dijo que no era para tanto, que ni marca le había dejado.
Y con un dejo de sorna continuo:
-Linda, todos conocemos tu carácter y te amamos, pero seamos realistas a veces te vas de boca.
LUISA TABORDA
Toni, que era una nueva promesa en el mundo de la música tenia muchos enemigos llenos de temor y envidia, entre ellos un competidor de gran reconocimiento que veia su fama comprometida. Aprovechándose del estado de nervios que al joven le daba estar en frente de tanto publico. Su enemigo haciéndose pasar por considerado y amable con la excusa, le dijo a Toni — bebe está infusión de valeriana, te tranquilizara, estar encima de un escenario << no era para tanto>> dijo, con voz altiva, pero esa inocente valeriana en realidad era una poción maldita, para que al joven se le esfumase su talento de una forma cruel :perdiendo la agilidad de sus dedos , y así fue.
En su lecho de muerte, el malvado competidor, mando a llamar a Toni para confesar que había sido el quien hizo que perdiera su talento pero desde su arrepentimiento también quería mostrarle cómo poder volver a recuperar sus capacidades artísticas.
Con voz quebradiza por falta de fuerza debido a su enfermedad, le dijo, – Has de buscar un árbol mágico y de su fruto comerás y tú agilidad volverá ,eso sí, la búsqueda no será fàcil, has de viajar y un guia necesitarás.
Toni se sorprendio cuando vio al presunto guía, porqué el guía era un perro un tanto tonto , llamado Yago, aunque un perfecto rastreador.
La promesa olvidada se volvió un viajero errante en busca del árbol mágico . Viajó por todo el mundo hasta llegar al bosque de Prades, «el chucho» se detuvo, y comenzó a olfatear sin parar en aquel lugar, escarbo pero lastimosamente solo encontró setas .
El joven se sentó en la cima de una montaña a llorar de impotencia y a despotricar de su atontado guia. Una bella <<bruja blanca >>, exclamó fuertemente,
– ¡Que feliz soy me has regresado a mi mascota mas querida!
Unos humanos con ayuda de unas << brujas negras>> se lo habían robado para hacerle daño.
En agradecimiento te daré estás semillas mágicas que plantarás en la solana de la montaña. Has de confiar en mis palabras.
El joven confío sin dudar pues ella le trasmitía paz. Al plantar las semillas un árbol de castañas creció mágicamente rápido y Toni la castanya se comió, en ese mismo instante recupero la agilidad en sus dedos y aún más, hábil y talentoso con todos los instrumentos de cuerda, especialmente fascinado por el VIOLÍN.
Cuando regreso a su hogar,lo plasmo todo en los pentagramas; no sólo aquel otoño, sino también las cuatro estaciones. Nunca más la gente lo vio como el simple Toni. Desde entonces es conocido como el emblemático Antonio Vivaldi.
JUAN JOSÉ SERRANO PICADIZO
《No es para tanto…》 era la sintonía continua que golpeaba una y otra vez en mi cabeza. Me movía de aquí para allá, hice más kilómetros en los reducidos noventa metros cuadrados del apartamento que en toda mi vida. El coraje, la desesperación, el haber sido engañado por la persona que más quería en este mundo, me estaba destrozando por dentro.
No lo pensé dos veces, ya era arrastrado por una corriente de pena y angustia. Sujetado como un péndulo en el centro de un limbo entre el cielo y el infierno, muerto en vida.
No quería luchar contra lo que había cometido, me dejaba vencer lentamente hasta que hiciera su efecto. 《¿Para qué seguir viviendo?》 pensé, si ya lo había perdido todo.
Un abrasador ardor se removía por mi estómago. Un fuerte dolor hizo que me arrodillara casi cayendo de bruces contra el suelo. Me arrastraba con náuseas y desfallecimiento perdiendo poco a poco la conciencia. Vomitaba una y otra vez en el trayecto, la bilis y la saliva, creaban un espumaron en mi boca.
Estuve a punto de llegar a mi habitación quería pasar mi último aliento, terminar con esta agonía en mi cama. No dejaba de jadear y retorcerme en cada momento. Convulsionaba, creía que se me salía el corazón por la boca. Los pitidos de mi oídos y la falta de oxígeno me estaban volviendo loco. Me faltaban las fuerzas para subir en la cama cuando escuché abrir la puerta.
Perdí el conocimiento, pero seguí escuchando los gritos.
— ¡Javier! ¿Qué has hecho? — gritaba mi mujer.
Deje escapar el bote de pastillas de mi mano antes de morir. Rebotando y rodando hasta la puerta de la habitación, fueron a parar en sus pies.
《No era para tanto》 fue la última frase de la nota de suicidio.
TESS LORENTE
“Ya verás que no es para tanto”, me repetía sin cesar mi madre durante los últimos meses.
Llegó la temida noche y creía morir entre contracción y contracción. Mi cuerpo se negaba a padecer aquel infernal suplicio y convulsionaba como si me fuera a dar un ataque.
Sentir que me desgarraba interiormente, la falta de oxigeno provocada por la hiperventilación y el cansancio, empezaban a hacer mella en mis fuerzas y en mis esperanzas de lograr superarlo con vida.
Cuando ya creí que no iba a resistir más, aquel monstruo enfundado en su traje verde de cirujano, empezó a gritar:
—¡Venga! Ahora empuja con todas tus fuerzas.
—¿Qué fuerzas?— preguntaba yo para mis adentros, convencida de que ya no me quedaban, ni siquiera para coger aire.
Casi sin darme cuenta, empuje un par de veces más y la criatura salió despedida hacia el exterior.
Todos empezaron a correr para limpiar al crío y evitar que hubiese algún tipo de complicación.
A mí, aquel tipo, me fue presionando el abdomen y no paró de hurgarme, hasta que me sentí vaciar al expulsar la placenta.
Mis oídos despertaron con el sonido del dulce llanto de mi hijo y me lo presentaron, colocándolo sobre mi pecho, mientras aún me cosían.
En el mismo instante en que nuestras miradas se cruzaron ya supe que le amaría con todas mis fuerzas mientras viviera. Fue el momento más mágico que he sentido nunca.
Al salir del paritario con mi bebé, nos esperaba ilusionada mi madre para conocer a su primer nieto.
Me besó en la frente y me dijo sonriendo:
— ¿A que no era para tanto? Felicidades cariño.
—Tenías razón mamá —respondí orgullosa por haber logrado mi hazaña.
El día en el que creí morir, resultó ser el mejor día de toda mi vida.
MANUEL ALBÍN EXTREMERA
Soñaron con un evento especial, un evento que en su imaginación querían más grande, más famoso y más leído que cualquier evento escrito en el mundillo cotidiano de la vida rosa.
Soñaron una ceremonia con un altar lleno de gardenias, rosas y nardos todos blancos y toda la catedral repleta de fieles y amigos, con un obispo cinco o seis franciscanos y una docena de monaguillos y con doce damas de honor, mientras las campanas no paren de tocar mientras la celebración de la Santa Misa y el séptimo Sacramento.
Sueñan con un salón lleno de invitados y tres personas con vídeos en tres dimensiones, todo por lo alto.
Y llegó el día soñado por ella y por tantas personas y amigos, — viendo el prólogo —, los invitados llevaban los móviles preparados para echar fotos y hacer vídeos.
Viendo salir la cometiva de la casa de los padres, » No era para tanto «, pues en vez de doce damas de honor, salió una niña rubia, — preciosa —, pero sola, con un pequeño ramito de novia, salió detrás la novia con un traje blanco, bonito pero normal, sencillo – como cualquier traje de novia -, en vez de ir a la catedral en una limusina, fue a una iglesia en un Renault, bueno eso no tiene importancia, hasta ahora no era para tanto, pero las campanas no sonaron, «bueno si, para dar los cuartos y las horas del reloj del campanario», bueno también se le puede perdonar, aunque lo mejor viene ahora, los invitados fueron la familia y lo más allegados, un fotógrafo y una tarta de tres pisos. Fueron felices en la ceremonia y después también, todo salió a la perfección, pero….. { no fue para tanto }.
NEUS SINTES
Tal vez para ti no sea para tanto. Pero a mi si me afecta en el alma. Mi corazón no es el mismo desde el día en que decidiste partir. Recuerdo como me aseguraste que era un viaje de negocios y ya ha pasado un mes y de ti no se nada.
No es para tanto… ¡Como no va a serlo!, cuando mi alma esta desconfiando. Cuando me aseguras una cosa y yo creo que es otra. Ni una llamada telefónica he recibido. ¿Acaso, tan ocupado te encuentras, que ni un solo minuto puedes dedicarme?.
No es para tanto… Todos me dicen lo mismo. Pero mi corazón me dice otra. Confío más en lo que me dicte el corazón, que la propia mente.
Sentada en las rocas, mirando el océano. Las olas parecen hablarme. Me susurran con sus suaves y dulces sonidos y me calman mi alma, mientras las veo danzar libremente en el gran océano.
DAVID DURA MARÍN
Dos ladridos junto a su silueta a la luz de Luna me despertaron en mitad de la noche.
Atrás quedaron las ganas de enfadarse por un despertar o un estirón de sabana en el frío de cualquier noche , llevaba dos años durmiendo solo con la fiel compañia de mi hija peluda.
El reloj del móvil decía las tres y aún se escuchaba de fondo el programa nocturno , para gente con problemas en la noche a través de los auriculares.
Al otro lado de la ventana una cara con dos ojos color almendro donde la primavera había llegado tarde para darle una nariz.
En mi interior una voz.
Invítame a pasar ..
El despertador me avisó de mi urgencia en ir al baño.
El papel higiénico dió señal de alarma de alguna guerra no ganada en la noche.
Pude ser violado por un ser del más allá .
No creo que fuera para tanto porque llevo pegado a mi telescopio mirando a las estrellas cuarenta noches y no vuelven.
Serán pocas ?.
ANTOLÍN MARTÍNEZ JIMÉNEZ
9 de abril, día internacional del UNICORNIO. Resulta que sí existieron. Hace miles de años campaban por las praderas y bosques bajo el nombre de Elasmotherium sibiricum, que es como se llamaban entre ellos.
Desayuno algo ligero y de buena mañana, cámara de fotos en ristre, salgo a buscar la imagen perfecta, el encuadre paisajista de luces y sombras que a cualquiera asombra.
Anda mira, el bar abierto. Cuanto tiempo sin entrar a tomar algo. No lo puedo resistir, voy a aprovechar ahora que aun no hay nadie. Me pido un cortado con un orujo de hierbas y luego salgo al campo a lo que iba.
Llegan mi amigo el Roscao con Toni Claus que van a almorzar, me siento en la terraza con ellos que hace mucho tiempo que no cambio impresiones con gente en directo.
Se van y entra la prima de mi mujer con su amiga Palmi, me tomo otro con ellas.
Se van y llega el Pollo y Fabián e insisten en que me quede a tomar algo. Me piden otro.
Se van y llega la Urbi con su nuera que me han pedido otro de lo mismo. Ya son las 12:30 y no he hecho una sola foto.
Cuando se levantan me dispongo a pagar pero me doy cuenta de que no llevo la cartera, así que dejo de pensar en irme y me siento a hablar con el comisario y Rober que me invitan a otro.
Se hace la hora de la cerveza juntándonos allí cuatro y cuatro y cuatro de jiji y jaja como hacía tiempo. Que hermoso, que bonito, que bien me siento. Entre risa y comentarios mis pensamientos rondan la bronca que me voy a llevar cuando llegue a casa a las tres de la tarde y más que contento.
Por fin salgo del recinto pensando en lo que me espera, pero a mitad de camino me doy cuenta que me he dejado la cámara colgada en la percha de la terraza y vuelvo. Allí está la cámara y mi amigo el Tordo con Ade que van a tomar café porque ya han comido. Dios que tarde se me ha hecho y la bronca que me espera cuando llegue va ha ser menuda.
Camino deprisa y por suerte en buena dirección, corro como si con ello pudiera aliviar mi conciencia y tener derecho a clemencia cuando me defienda.
Al entrar al hogar mi mujer clava una mirada asesina en mí y gesticulando me suelta una cantinela que dice:
-El señorito se lo ha pasado bien toda la mañana en el bar ¿no? Ya me ha contado mi prima que has disfrutado de lo lindo con unos y con otros y bla bla bla.
Contestación:
-Pues no ha sido para tanto cariño. He pasado por la puerta y he visto un unicornio, lo malo es que no ha vuelto a salir en toda la mañana, hay que tener paciencia para sacar una buena foto, pero no he tenido suerte. Con lo que a ti te gustan los unicornios.
Ella suelta una carcajada y llamándome tonto, que eres más tonto que tonto. Anda, cuéntame que dice la gente y a quien has visto. Ella se alegra de que por fin he tenido un día diferente y que a ella le hubiera pasado lo mismo. Si estás a gusto disfruta. Esa es la clave en el pueblo.
Me deja sorprendido gratamente y también por eso la quiero.
No hace falta más explicaciones que la de que me fui sin pagar. Mañana iré a saldar mi cuenta y tranquila, que mañana es el día internacional de la homeopatía, que igual es lo que me va hacer falta.
JOSÉ ARMANDO BARCELONA BONILLA
COMO PIOJO ENTRE COSTURAS
En el Museo de Historia Natural de Florida se realizan estudios sobre la evolución de lo seres vivos y entre la cantidad inmensa de bichos a investigar, los floridenses la han tomado con los piojos — mira tú si no había bichos más presentables en todo el elenco del reino animal —, concluyendo, entre otras cosas, que el piojo común, el de pelo de toda la vida, comenzó a divergir hacia el piojo de ropa hace ciento setenta mil años; lo que indica que por esas fechas, más o menos, a la humanidad le entró el come, come de la costura, el aderezo y el vestuario.
Vista la cosa con la perspectiva del tiempo quizá no parezca tener más importancia que la del simple dato, pero si se pone uno a meditar, el asunto tiene su aquel y es que durante los ochocientos y pico mil años anteriores a la aparición del piojo entre costuras, nuestros cavernarios tatarabuelos iban por la vida en pelota picada, a sobaquera libre, con la bragadura bien oxigenada y el bullarengue al viento.
Dicho sea de otro modo: durante una barbaridad de tiempo, ancestros y “ancestras” no se avergonzaron de sus cuerpos desnudos, se cruzaban por las breñas sin quitar su atención de donde ponían el pie, en la asamblea cavernaria de cada día se despiojaban los unos a las otras, y viceversa, con total normalidad y desconocían la indecencia, el decoro o la impudicia, inventos todos ellos coincidentes en el tiempo con el despido, procedente, de Adán y Eva por aquel asuntillo de la manzana.
Ergo, digo yo, si al cometer el primer pecado, nuestros padres primigenios sintieron vergüenza de su desnudez y se taparon las partes más sensibles con una hoja de parra, que debía ser lo último en alta costura para la época: ¿por qué a sus descendientes se la trajo al pairo pasar cientos de miles de años en porretas? ¿Les salieron hippies, las criaturas? ¿Desoyeron el mandato divino, cambiaron la cerradura del Jardín del Edén y se constituyeron en los primeros okupas pasotas de la historia? Qu’est-ce qui s’est passé ici?
Así es, aquí hay algo que no encaja, porque si seguimos fielmente el relato bíblico, los engranajes de la historia rechinan que da dentera.
En fin, que algo tendrán que decir los creacionistas al respecto — mi ya de por sí deteriorada salud mental lo agradecería —, porque con este desfase piojoso de cientos de miles de años, la historia sagrada se deshilacha por las costuras y los jodidos bichos han parasitado tan seriamente mi hasta ahora inquebrantable fideísmo, que me pica la curiosidad y estoy en un desasosiego perpetuo.
Se vé venir que esto del pudor, el recato y la vergüenza van a ser puras milongas, resultando que eso de ir con el culo al aire no es para tanto y que tal vez la sociedad sería más llevadera, si las ordenanzas decidieran tomar en consideración lo de volver a la comodidad del pezón al viento y el calzón “quitao”. Es una idea.
Hay que ver, estos americanos del norte, los USA, siempre dando por el saco. Con la cantidad de alimañas que existen en el planeta para escarbarles el ADN y tienen que enredarla con los piojos del paleolítico.
No sé, lo mismo no es para tanto, pero yo estoy en un sin vivir.
Pero no me hagan ustedes demasiado caso, porque ya se sabe que cuando el diablo no sabe qué hacer, con el rabo mata moscas.
JOSÉ LUIS GONZÁLEZ MISERQUE
La tierra prometida.
Llevaban seis meses caminando en ese camino de adoquines amarillos y aun parecía no tener fin. Ni siquiera ellos recordaban como habían llegado ahí en primer lugar. Además, formaban un grupo bastante particular.
Marcus era un antiguo padre de la iglesia católica y herrero, que había perdido su talento y con él, su fe en Dios.
Horace era un vagabundo de la calle que siempre había querido ser rico.
Cástor era un cuervo que podía hablar, pero había perdido su audacia y la capacidad de volar para conseguirlo.
Lizzy Vernamont aun iba vestida de novia desde el día en que su novio no llego al altar. Había dejado a su acaudalada familia, los Vernamont, para comenzar ese viaje en busca de su amor.
A todos ellos les habían dicho que al final del camino estaba la tierra prometida, y en ella podrían recuperar lo que habían perdido.
Sin embargo, tras seis meses en el serpenteante camino, aun se podía divisar que en la línea del horizonte continuaba sin parecer tener fin.
Cierto día, Cástor el cuervo se detuvo a pensar que en todo ese tiempo no habían comido ni bebido nada, tampoco sentían cansancio, a pesar que nunca se habían detenido a dormir.
No recordaba tampoco que ninguno de ellos tuviera que hacer sus necesidades fisiológicas. ¿Como podían seguir con vida? ¿Como habían llegado ahí?, Cástor le manifestó su inquietud a los demás, quienes inmediatamente se sintieron angustiados por dichos pensamientos.
A la mañana siguiente, el hambre los ataco a todos. Los humanos conspiraron discutiendo la idea de comerse al cuervo. Pero Horace estuvo en desacuerdo. Prefería morir de hambre que comerse a su compañero de viaje.
Tan ensimismados estaban en su discusión que tardaron demasiado en darse cuenta que el cuervo no estaba. Simplemente había desaparecido.
Ahora estaban desconcertados además de hambrientos y decidieron seguir caminando.
Pero algo había cambiado en Lizzy. Ver a Horace defender a Cástor con tanta vehemencia le hizo verlo con ojos muy diferentes. ¡Qué hombre más maravilloso! -Pensó-, un hombre tan honorable de seguro nunca cometería un acto tan cobarde como abandonar a su novia en el altar.
Pasaron unos días. Horace y Lizzy se habían vuelto más cercanos, las risitas de Lizzy sobre todo lo que decía Horace, y agarrarlo por el brazo en algunas partes del trayecto parecía tener algo que ver en ello. De más está decir que se enamoraron perdidamente.
Una tarde llegaron al final del camino. Una gruesa puerta de hierro macizo era todo lo que había. Y estaba completamente cerrada.
Al lado de la puerta había una forja, un martillo y una espada rota con una joya azul en la parte central de su guarda. Solo estaba la mitad del arma. La otra mitad, aunque la buscaron, no estaba por ningún lado.
– Marcus, ¿Por qué no creas una llave para abrir la puerta? -Dijo Horace-
– Eso es imposible, ya no tengo el talento para hacerlo -Respondió Marcus-
– No tenemos otra alternativa Marcus, debes intentarlo -Profirió Lizzy-
Marcus agarro el martillo, prendió al rojo vivo la forja e intento forjar una llave. Un amorfo pedazo de hierro era todo lo que había podido lograr.
Pasaron una semana frente a la puerta. Parecía que todo el cansancio, la sed, el sueño y el hambre del camino los había alcanzado. Estaban demasiado débiles para regresar.
– Marcus, amo a Lizzy y quiero casarme con ella antes de morir -Dijo Horace-
– ¿Y cuál es el problema? – Respondió Marcus-
– No tengo un anillo para proponerle matrimonio.
Marcus sintió que algo ardía en su interior, se levantó como pudo del suelo y fue directo hacia la forja. Agarro el pedazo de metal sin forma con la mano izquierda, y el martillo con la derecha. El sonido de los martillazos era ensordecedor. Tras unas horas Marcus regreso arrastrándose donde Horace. Le entrego un anillo perfecto y plateado con una joya azul incrustada.
– Toma -Le dijo a Horace-
– Marcus es increíble, muchísimas gracias. Lamento tener que pedirte algo más, pero ¿Podrías casarnos?
Así fue como Horace y Lizzy se casaron en una boda improvisada auspiciada por Marcus. Y así fue como Marcus se reconcilió con Dios.
La mañana siguiente solo uno despertó.
Lizzy y Marcus no volvieron a abrir los ojos. Habían muerto de inanición.
Horace no había terminado de recuperarse por la muerte de sus compañeros cuando escucho el ruido de un crujir metálico.
La puerta se había abierto.
Una luz cegadora salía de ella. Arrastrándose con las ultimas fuerzas que le quedaban atravesó el umbral…
Al abrir los ojos Horace se encontraba en una cama inmensa. La habitación también lo era. Estaba vestido con unos ropajes de la más fina seda.
Se levantó de la cama desorientado. Una chimenea encendida calentaba el lugar. Encima de ella, en la pared, había un escudo de armas. Eran 2 ciervos juntando sus cuernos, los mismos se entrecruzaban formando una «V». Horace lo entendió enseguida. Era el castillo de los Vernamont. Y él era el viudo de la princesa Vernamont… Por fin había alcanzado su objetivo, por fin era rico…
Miro hacia la ventana, la familiar silueta de un cuervo negro estaba posada en ella. ¿Sería él?. Horace espero que dijera algo.
El animal emitió un Graznido y salió volando.
Horace se sentó al borde de la cama a meditar sobre todo lo que había sucedido.
No ha valido la pena -Pensó-.
…
ALFREDO ALBARETI
Seguramente cuando algo nos sale mal nos hacemos mala sangre e incluso lo tomamos como un error irreparable y quizás lo sea, lo que no medimos es la trascendencia del echo que causó nuestra frustración.
Por ejemplo nos quedamos dormidos, se nos desparramó el café, se nos quemaron las tostadas, pinchamos un neumático, al estornudar repetidamente nos damos cuenta que estamos resfriados, al llegar al trabajo nos dicen que prescinden de nuestros servicios por falta de productividad de la empresa.
En el ejemplo vemos que todos los eventos citados tienen solución lo que nos llevaría a pensar que no es para tanto la preocupación que nos infringe.
Pero si todos estos eventos se producen en un mismo día quizás rebose nuestra capacidad de superar los inconvenientes, lo que nos lleva a plantearnos si verdaderamente no era para tanto.
BEATRIZ ÁNGEL
SI ERA PARA TANTO
Me di cuenta,
de que cuando me tocaba,
me perdía
en lo más hondo de su alma.
De que,
cuando el sufría
porque venían mal dadas,
se rompía,
algo dentro, en mis entrañas.
Y quise,
que no fuera para tanto.
Y que,
los días me enseñaran como amarlo.
Simplemente pasa,
y te das cuenta
de que,
ya no puedes cambiarlo.
Y si fué,
claro que fué para tanto.
Y lo es,
porque en su ser es donde yazco.
Se irá,
sé que se irá.
Él es un vagabundo andante
y necesita volar.
Y tal vez,
solo tal vez,
el viento le traiga de vuelta
y él,
esté listo para habitar en mi piel.
ALBERTINA GALIANO
Angustias se acercó de nuevo al borde del barranco, y mientras la maqueada y cansina cajera del bankio le tramitaba el dichoso expediente, volvió de nuevo a decirse a sí misma… “no es para tanto, sólo una vuelta de tuerca más”.
Que es ésto comparado con las miles de gestiones hechas hasta la fecha… Todo es relativo.
Como no salían los deseados papeles, y no conseguía aquella avezada mujer ejecutar un alta cuya necesidad nadie, salvo los del propio bankio, entendía, pues Angustias se dedicó a inventar una historia que justificase el por qué del retraso en la llegada a su lugar de trabajo.
Y dando vueltas y vueltas se le ocurrió lo siguiente:
Una mañana Angustias se despertó en su cama y al ir a mover su pierna derecha descubrió que se le había reblandecido y llenado de escamas. No le dolía, pero al levantarse le fue imposible apoyar el pie.
Llenó la bañera de agua y se dio un baño muy caliente… y entonces su universo empezó a derretirse y se escurrió por el desagüe atravesando tuberías hasta desembocar en un agitado y turbio mar. Y allí se descubrió rodeada de seres escamados como ella que luchaban por conseguir plancton… e iban sin mascarilla.
Ella arremetió todo lo que pudo contra unos y otros luchando con todas sus fuerzas por conseguir un lugar.
Y de pronto notó que algo la agarraba y la elevaba por el aire, y era una red de pesca que la metió en un carguero, que en realidad era su propio coche.
Como iba tan abstraída, y con la pierna derecha aún dormida, se saltó la salida de la autopista y se vio de pronto en las cocheras de Mercamadrid. Quiso dar la vuelta, en un giro totalmente imprudente, y fue a empotrarse contra otro coche.
Cuando al olor del impacto acudió la policía se dio cuenta de que se había dejado la mascarilla en el bankio y el agente le puso una multa doble.
Ella tuvo un ataque de ira y la llevaron al calabozo por desacato a la autoridad, y como era viernes tuvo que pasar allí el fin de semana a la espera de un juicio rápido.
Al llevarla ante el juez, el lunes, consiguió por fin llamar al trabajo donde le dijeron que estaba despedida.
Como además la condenaron a un multa monumental volvió al bankio a pedir socorro en forma de crédito exprés para salir del apuro.
Se arrodilló, de nuevo ante la misma avezada cajera de la anterior vez, que sin siquiera levantar los ojos del ordenata le dijo…
-Tiene que pedir cita o volver mañana porque ya no es cliente del bankio, dados sus antecedentes penales… ¡y no llore, carajo, que no es para tanto!
-Sí, es cierto, visto lo visto, haberme tirado una hora entera en este trámite absurdo no era para tanto, para lo que me podía haber pasado- pensó.
Y Angustias recuperó su DNI, y sin siquiera despedirse, ni mirar a la cajera, muy dignamente se fue al trabajo.
JAZMÍN BERROCAL GARCÍA
¿Quién demonios eres?
Te infiltraste en mi universo, pasaste desapercibido y sacaste las garras cuando menos lo esperaba.
¿Quién te crees que eres?
Jamás brillaste, ni destacaste, YO ERA LUZ mientras te corrompías en la oscuridad.
Sin embargo, de ser nada te convertiste en todo, ¿cómo, porqué?_No sé pero te amé, hubo un punto de quiebre en el que me dejé llevar. Fuí un poco tonta tal vez , no pude anticipar tus próximos movimientos. Me negué a aceptar que solo lo considerabas un romance fugaz y pasional, pues para mi significaba la felicidad en su máxima representación.
Y ahora me dices «No es para tanto » , ¿cómo no? Si te hice parte de mi vida, y me botaste cuando te aburriste. Pisoteaste mi corazón burlándote de mis sentimientos, mientras te demostraba amor solo notaba tu indiferencia y rechazo continuo.
Hoy en día puedo gritar ¡ tenías razón! no serás más la causa de mi tristeza, ni el motivo de mis lágrimas, porque lo pasado olvidado, aprendido y superado…¿sabes? ¡No eres para tanto!
CURRO BLANCO
¿Pero porqué no me lo dijiste?
Lo habría comprendido. El amor debe entenderse con una mirada amplia, si no no es posible su pervivencia.
No debemos de escatimar en bondades. El propósito del amor va más allá que un simple intento. Tratémonos como adultos que verdaderamente se quieren. Cuando se conquista a una persona desde el alma no se puede dejar de amar por una cosa así. Es absurdo. Lo que ocurre es que estamos embuidos por un código de legitimidad amorosa simple y troglodita, egoista y egocéntrico, espirituoso.
¡Ay amor! Eso que ocurrió no tiene la importancia suficiente para que nuestra existencia se vea alterada en conciernes a nuestro vínculo, que es estrecho, e invisible, porque nació de nuestra más acrisolada entrega. No adviertes que somos dos gramíneas en el universo que fructificaron al encontrarse. No, no era para tanto. Mi fuente no hubiera dejado de fluir por tal vanal entidad; si lo comparamos con la sustancia recondita de nuestra afección es mínima tal cosa.
Porqué no me confiaste tu zozobra.Habría sido tan facil.
BEA ARTEENCUERO
Lunes, tengo una entrevista en una editorial, me arreglo apropiadamente y salgo con tiempo, no quiero ser impuntual. Me dirijo a la entrada del subte, cuando me suena el celular, el caso es que por atender la llamada no veo una escalera que esta en medio de la vereda, me la llevo por delante, el empleado que esta limpiando los vidrios de la ventana en un segundo piso en un edificio, logra sostenerse y no cae, pero si el balde con agua y líquidos limpiadores. ¿Qué creen?, me cayó encima, quede hecha un desastre, es irreproducible las palabras que salieron de mi boca, regreso y me cambio rápido; Ya ahora voy a tomar un taxi, imposible a esta hora, subo al primer colectivo que pasa, me deja a unas cuadras de la estación, llego justo cuando sale el tren, al subir engancho la cartera, se abre y todo rueda por el pasillo…¡¡¡En fin!!! Llegue a destino, por suerte aún tengo tiempo, son solo dos cuadras, hasta la editorial, a mitad de camino, no sé cómo ni de donde aparece un muchacho corriendo, me empuja y me hace caer, el sigue su carrera, me ayuda un agente de policía que lo venía persiguiendo, había robado un negocio, me toma declaración, ya ni idea de la hora. Al fin llego al edificio, tomo el ascensor al segundo piso… _ Buenas días, tengo una entrevista con el señor Figueroa. _ Buenos días ¿A qué hora la espera el señor Figueroa. _ A las 10.00 has. – Señorita, son las 10.45 has. El señor Figueroa ya se retiró. _ ¡¡ Ay no ¡! _ le puedo dar una nueva cita para dentro de 15 días, antes el señor Figueroa no se encuentra, está ausente. _Bueno…gracias. Me doy vuelta, pensando en el día de hoy, nada salió como lo programe. Salgo, tomo un taxi, quiero llegar y olvidarme de este día. A los pocos minutos, estoy en la puerta de mi casa, busco el monedero dentro de la cartera y no lo encuentro, seguramente cuando se me cayeron las cosas de la cartera no lo recogí; Llamo a mi esposo, baja rápidamente y abona el taxi. _ ¿Que te paso? Tenes una cara, Pregunta. Entramos, me desplomo en una silla. _Prepara un café, me ducho y te cuento. Me dispongo a tomar el café, ya más tranquila, cuando suena el timbre… _ Siiii ¿Quién es? _ Encomienda para la señora Lucia Santillan. _ Soy yo, salgo. _ firme aquí por favor; me entrega el paquete y me dice: Hoy es su día de suerte , es la última entrega , mañana voy a otra zona, lo miro y solo sonrió Cuando abro el paquete, ¡No puedo creer! …El libro..¡¡¡CARTAS AL FIN DEL MUNDO!!!está en mis manos, no entiendo cómo me llego …No importa cómo, ya lo tengo ,¡ que alegría! Borro el mal día en un instante, me siento voy a tomar el café.. _ Bueno contame, ¿ Que te paso? Dice mi marido. Mientras ,me retiro con el libro en la mano le digo: _ Déjalo así …¡¡ NO ERA PARA TANTO ¡! .
LOLY MORENO BARNES
¡Nos conocimos en “First Dates” y hoy será nuestra segunda cita!
¡Aquí me tenéis, llegando a Córdoba mi coche desde Madrid para encontrarme con Mari Puri!
¡Aun no comprendo cómo entré en este berenjenal!
¿Es que siempre estoy donde no me llaman?
¡Todo empezó por una apuesta entre amigos!
Por el tema de la pandemia, como todos sabéis se acabó ligar en discotecas, se acabaron los botellones y todas las chicas que conozco ya pasan de mí.
De las redes sociales no te puedes fiar, no sabes que es realidad o ficción…
Prometí a los colegas que era capaz de ligar con una mujer maravilla y salir en el programa televisivo.
Llegado el día me presentaron una cordobesa que hacía perder el sentido y sucumbí a sus encantos.
Me aseguró de que buscaba una relación libre sin ataduras ni compromisos.
Me sentí como pez en el agua y programamos una segunda cita.
Este fin de semana levantaron les restricciones y decidí viajar.
Le aviso que estoy llegando y me da su dirección.
Ella me había dicho que vivía sola y era muy independiente, pero en realidad me encuentro que alquila una habitación en un piso minúsculo con cuatro amigas.
Eso debería haber sido una señal de que algo no iba bien, pero desoí esa vocecita que me decía:
¡sal corriendo!
Lo siguiente ya me desubicó:
Me dijo: (como si lleváramos 20 años de relación)
_Cariño, hoy vamos a comer a casa de mis padres.
¡Estaremos más cómodos que aquí!
(¡Y yo pensando que este viaje me daría tiempo de conocer la Mezquita y el Alcázar!)
¡No me dejó ni negarme! ¡Y ya estábamos en camino a su casa paterna sin conocer tan siquiera su apellido!
Pensé en darme a la fuga en la gasolinera donde paramos a repostar y ella bajó para ir al servicio, pero recordé que había dejado su bolso y móvil en el coche y sería feo dejarla tirada ahí.
Luego al verla tan espectacular a mi lado, con su sonrisa arrolladora pensé;
¡No se deja a una señorita tirada!
¡Al llegar al barrio de su casa paterna, quería que la tierra me tragara!
Todos los vecinos conocían a Mari Puri y la paraban a nuestro paso.
__ ¡Mari Puri, en muy guapo tu novio!
__ ¡Mari Puri ¡ ¿ Para cuándo la boda?
__ ¡Mari Puri! ¡Estabas bella en la tele!
¡Al llegar, toda la familia estaba esperando, como si fuera una fiesta gitana!
Balbuceando le susurre al oído:
__ Ya vengo… ¡Voy a comprar tabaco!
Ella me besó descaradamente al tiempo de decir:
__ ¡Cariño! ¡No es para tanto!
GAIA ORBE
Una vez mi padre en su cumpleaños 71 me dijo:» Cuando miras la vida hacia atrás te das cuenta de que no era para tanto¨. Y se me quedo grabado, y años más tarde por suerte antes de tener 71 pude ver que tenía razón. No eran para tanto los enojos, las sobrecargas , las exigencias. Y son para tanto, los tiempos compartidos con los queridos que tenemos, el disfrute, el gozo y el trabajar riéndonos. Estas cumpliendo los años en los que yo me di cuenta de que no era para tanto. Es por eso que comparto con vos mi deseo para que este año puedas darte cuenta de que no era para tanto.
«No era para tanto
¡Qué tanto!».
OMAR ALBOR
No será para tanto
Que nunca pueda,
se cae de maduro
que no sea yo el que arranque el primer limón
de tú planta.
En el tiempo pocos disfrutarán de tú fruta tan deseada.
Yo imagino cosas y por eso se me pasa el tiempo y siempre se vuelve a caer otro limón.
Anoche imaginé tener la suerte divina de ver florecer nuevamente a nuestro, porque ya no es solo tuyo, este limonero y pensé no será para tanto, querer tener más si ya lo tengo todo.
Y una esperanza y otra vez voy.
Y un día más el sol sale desde el mar y sus rayos broncean la copa de mi árbol que de verde pasa a amarillo y luego vuelve a verde y será será.
Así otra vez.
GABRIELA MOTTA
Desgarró su alma para contar todo lo que aquel degenerado le había hecho sentir a los diez años, cada palabra era como revivir aquel repulsivo momento, sentía la respiración intranquila y vio caer por primera vez aquellas lágrimas abarrotadas durante tanto tiempo, se deslizaban como cascadas por sus mejillas, ahogándola, por momentos, liberándola por otros. Sintió como cada recuerdo entumecía sus músculos, paralizaba su respiración, tullía su ser. A su lado, inmóvil, estaba la única persona con la que se había podido abrir luego de veinte años, sin embargo, le inquietaba su silencio, le inquietaba su frialdad. Prosiguió, no podía parar, finalmente había podido arrojar toda aquella basura fuera. No obstante, la otra permanecía en una perturbadora prudencia. Después de unos minutos, carraspeo, hizo una pausa prolongada, levantó la mirada y le dijo: «tampoco era para tanto» y se marchó arrojándole unos pañuelos descartables en las manos.
RUMOR DIJO
Antonio Márquez estaba de pie, encorvado, cabizbajo, con la mirada ausente, le parecía estar viviendo un sueño irreal, una pesadilla más bien.
La palabra “CULPABLE”, rebotaba en su cabeza. En su mente veía la palabra ir de un lado a otro de su cráneo vacío, como en ese viejo vídeo juego de Ataris “telepong”, que tanto le gustaba de niño.
Allí de pie, escuchando el veredicto de juez, se sentía extrañamente tranquilo, condenado a 10 años de prisión por homicidio en grado de tentativa, pero no se arrepentía, lo volvería a hacer una y mil veces más, y porque le faltó un poco de fuerza en las manos, o unas manos más grandes, de ser así, ahora estaría siendo condenado por homicidio.
Veía sus manos rodeando el cuello de su hasta entonces, su buen amigo Ricardo. Apretando las manos mientras su cara se iba amoratando, él apretaba más y Ricardo con sus manos intentando zafarse de la presión, el resto de amigos intentando separarles, con cara de incredulidad, mientras decían “no es para tanto”.
¿Qué no es para tanto? ¿qué no es para tanto?, pero, ¡cómo se puede decir que la auténtica tortilla española es sin cebolla!
¡Sin cebolla!!! Y se queda tan pancho!!!
Definitivamente SI ES PARA TANTO
Beatriz Ángel.
Medio punto para Juan José Serrano Picado y medio punto para Gabriela Mota
Mi voto es para Antolín, por todos los unicornios que han sido y serán.
Mi voto para Beatriz Ángel
Mi voto: Valeria Michou
Mi voto
Coronado Smith
Omar Albor
Mi voto es para:Maria Orgal y Gaia
Gracias Raquel
Maria Rosa…Curro..Antolin
Santiago
El señor Miserque se lleva el punto, por crear un ambiente diferente y sostenerlo hasta la última linea. Mención a Alberto Moya y felicidades a todas las participaciones.
Mi voto para: Loly Moreno Barnes
Lean el mio que lo pusieron bien abajo y tengo que ganar. Jajaja.
Mi voto a Anotolín.
Mi voto es para
Jose Armando Bonilla
Beatriz Ángel
Para Tess Lorente,me he sentido identificada con ese parto
Voto por Antolín… Y el gran poder que tiene para hacerme creer en los unicornios. En ocaciones veo unicornios
Voto por Omar Albor y GAIA ORBE.
Gracias Gabriela
Para Gabriela Motta, Beatriz Ángel, Antolín y Miserque.
Mi voto para Beatriz Ángel