Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «no puede ser peor». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 21 de noviembre! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).
* Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor) y no han pasado procesos de corrección.
CORONADO SMITH
MARI CRUZ ESTEVAN APARICIO
«la buena noticia es que ha tocado fondo; ya no puede ser peor»
«El niño Curriones» era un arquirecto de minas capaz de cualquier cosa con tal de tener ganancias cautelosa.
La montaña de oro fue adquirida por este personaje bajo engaños. En esos mismos términos contrató aún centenar de hombres par vaciar a través de túneles la tierra impregnada de chiquitos bloques de oro pera llenar sus arcas.
No sabiendo donde hechar la tierra separada del oro decide que sus trabajadores la vayan echando a un pozo tragón el cual nunca se llena. Pero un día Curriones les dice a sus empleados. «La buena noticia es que ha tocado fondo; ya no puedo ser peor»
Los trabajadores no comprendía lo que el amo quería decir. Por lo tanto el arquitecto se explica…
La buena noticia es que por fin se ha tocado el fondo del pozo…
Y, la mala, ya no puede ser peor.
Peor para vosotros, ya que habéis quedado sin trabajo…
Los trabajadores se desplomaron delante del patrón y, la montaña, vacía de alma se derrumba y se llava a las entrañas de la tierra a todo aquel ser que le había quitado su tesoro.
CONSUELO PÉREZ GÓMEZ
ABIERTO POR VACACIONES
—No volveré a este lugar ni aunque me lo pidas de rodillas. –gritó Inés.
—¡Egoísta! –retumbó la voz de Martín.
—¿Egoísta? ¿Te atreves? ¿Tú? ¿Te atreves a llamarme egoísta? ¿Tú?
Cada año la misma historia. Veinte años repitiendo el mismo rito de paso. ¡Veinte años aguantando la cretinez supina de tu familia! –Como si no fuera suficiente soportar la tuya- ¿Y tú te atreves a llamarme egoísta? Aceptaría que me llamases imbécil, imbécil, sí. Imbécil un millón de veces por aceptar una situación que parece ideada por una banda de dementes. Manipuladores y egocéntricos. Vivís una vida de artificio. Creéis impresionar con vuestra ridícula pompa tratando de conseguir que el mundo os admire. Cosecháis con ello el más grande de los desprecios. Amistades compradas. ¡Eso es lo que «atesoráis»!
—¿Quieres que hablemos de la tuya, de esa familia perfecta que guardas a la sombra de tu mal llamada «discreción»? ¿Hablamos de tu tío Federico? ¿O prefieres que lo hagamos de tu hermana Patricia?
—Eres infame.
No era una discusión más. Repetida cada año, iba acumulando ingredientes de odio que aumentaba un dolor y una desconfianza parecido al arsenal de guerra que se va amontonando para la batalla que se avecina. Una batalla programada, anunciada, sin vencedores.
Veinte años atrás. Veinte años que no son nada -dice la canción-, habían supuesto la condena más cruel y larga de dos seres que no deberían haberse conocido pero que por esas cosas de la causalidad –que no de la casualidad- acabaron retozando en una playa desierta en esas horas que van acercando el amanecer.
De nada sirvieron las advertencias de su amiga Paula cuando le presentó a Martín.
—No me fío. No puedo comprender la razón, pero no me fío. Hay algo en él que… –fue el comentario de Paula a Inés.
—Eso son celos de amiga. ¡Es tan guapo! ¡Besa tan bien! ¡Ay!…
—¡Viva el pragmatismo! No te reconozco, de verdad, Inés. Siempre esa inteligencia tuya, esa capacidad de análisis con la que te haces dueña de las circunstancias. ¿De verdad no se enciende en ti ninguna señal de alarma?
—No. No, porque no hay de que alarmarse.
—De momento…
—Es guapo, es divertido, es brillante…¿más?…«eso» no voy a contarlo.
—No es necesario. Queda más que entendido. «Eso» es el peor enganche de todo. Nubla la razón. Ahí es donde ocurren los peores errores.
Así comenzó una historia que como tantas no debería haber iniciado.
Dos años después de esta conversación con Paula se encendió el primer piloto rojo. Martín se retrasaba. Martín llegaba tarde. Martín olvidaba que había quedado con ella…Martín no estaba…
Ya no eran señales de piloto, eran sirenas de bomberos los que retumbaban en sus tímpanos.
Y llegó el verano. Uno más. Y llegó la vuelta a la ciudad. Y llegó el romper cristales. El griterío. Y ella se abrió sin reparar en modales, en cortesías, ni en todas las pamplinas que le habían inculcado por años a través de una «buena educación».
Mientras, los demás callaban. Mientras nosotros mismos dudábamos y a cada paso pensábamos cuidadosamente qué debíamos hacer y qué no, él actuaba con decisión, y el gran mérito eterno de Martín es y será el haber fundado y dirigido el único periódico antimonárquico y de escaso relieve intelectual.
Cenas, reuniones y «expediciones» con el fin –sin fin- de justificar un vacío existencial que ocupaba por entero el escenario de sus vidas.
Inés. Inés de blanco. Inés de azul. Inés dorada. Con la cadencia que da la seguridad de saberse protegida en su guerra sin paz. Moviéndose…dejando una impronta de elegancia y saber estar. Podrida. Podrida en lo más recóndito. Disimulando. Sonriendo.
—¿Y mis gemelos azules?
—Dónde siempre.
—No están.
Inés le miró con una mezcla de odio y condescendencia. Se acercó. Abrió la caja que había al fondo del cajón. Con gesto de mandatario ofendido puso los gemelos en manos de su marido. Él, con cara de embobado no supo que responder.
—Otra «fiesta del disimulo» -Sigo abierta en vacaciones, pensó Inés.
El último florero contra el suelo retumbó en todo el edificio. Se asomó a uno de los balcones: «Abierto por vacaciones», leyó en uno de los establecimientos que quedaban al otro lado de la acera.
—Como yo. Siempre abierta por vacaciones. –dijo como para sí o como para no. Nada mejor que tocar fondo. Desde ahí, no se puede caer más.
«Abierta por vacaciones durante veinte años».
Delante del espejo. Detrás de la máscara se reflejaba una visión. De un respingo se lanzó a la calle; desparramó todo lo que había llenado su vida hasta entonces. El cartel que había visto desde su balcón había desaparecido. En su lugar, con llamativas letras, aparecía una nueva inscripción: «Cerrado hasta la eternidad».
EMILIANO HEREDIA JURADO
PEPINO NABÓDICO
(Suena una música de violinista loco, de esa que le gusta a Dil Darah para ambientar el relato)
Hallábase allanado de moral y ánimo en una oscura y fría noche de noviembre, un escritor maldito por la rabia y el precario devenir de su trabajo.
Hallábase confeccionando versos de regalo, igual que la fabricación -juntando trizas de papel- de un deshuesado calendario.
Hallábase su alma avasallada, como un haya lamida por el hacha depravada antes de ser madero.
Hallábase lavando habas: enjutas manos en casi congeladas aguas que vertían viejas tuberías en su casa.
Hallábase avalado por lavanda en gotas de fragancia perfumada su vulgar y miserable estancia.
Hallábase halagando al alboroto impávido del botellón adolescente de su calle, única y necesaria compañía de este, nuestro hombre, en su apestosa y católica rutina de fracaso.
Hallábanse sus dedos abstinentes con temblores de grandeza literaria destilada, inútil casi de empuñar la pluma que dispara tinta.
Carente de ideas, de argumentos, de guiones, en el desesperante tedio de la nada a modo de novela, sólo faltaba el cuervo de Allan Poe para entrar por su ventana y cagarle una gran mierda encima de sus pocas letras.
Pero qué asco, por Dios. Qué asco de relato. Imaginad al tío ahí, comiendo un bocadillo de sardinas y chorreándole el aceitillo de la lata de la conserva sobre los folios escritos, dejándole un rodal amarillento, me cago en su puta vida.
Sólo faltaba salirle el protagonista de su manuscrito para contradecirle acerca del argumento y el rumbo de la historia, entre una vaga niebla y en la Universidad de Salamanca*
Sólo faltaba un toque de atención de su editora por mensajería privada, con un “tenemos que hablar”, sabiendo a ciencia cierta y acertando a cercenar zu eztilo, ezkrito no en euzkera zino en caztellano de JereZ de la Frontera.
Y como no me gusta extenderme sino jugar, pues que os fo… digo aquí termina. He intentando meter teatro, poesía, prosa… todo en una batidora y comprimirlo hasta que ha reventado por alguna parte.
No podía ir a peor, puesto que el relato lleva tiempo tocando fondo. Así que, sólo puedo ir a mejor, cayendo en la misma absurdez (bajando otra vez en picado, por tanto) de ilusionarme creyendo que si me tocara la lotería sería más feliz, y que algún día me tocará para librarme de todos nuestros males, amén.
*el que pille y descifre esta metáfora, tiene premio certificado.
GABRIELA MOTTA
Llegó exhausta a su casa luego de haber sido despedida del trabajo por reducción de personal y exclamó con todas sus ganas: “La buena noticia es que he tocado fondo; ya no puede ser peor”.
—Siempre puede ser peor —le dijo una voz que salía del fondo de la sala.
—¿Quién eres? ¿Por dónde has entrado?
—Soy la voz de tu conciencia.
—Ja ja ja —sonrió— eso es imposible hace mucho que no tengo una.
—No es cierto, a mí no me puedes engañar recuerda yo soy vos.
—¡Basta! me estas confundiendo ¿quién eres? —le volvió a preguntar.
—¡Ya te lo he dicho, yo soy tú!
—Contestá o llamaré a la policía
—Llámalos, pero qué les dirás: vengan a arrestar a la voz de mi conciencia ja ja ja eso suena raro ¿no?
—Sal de la oscuridad, déjame ver tu rostro. Le dijo mientras caminaba en dirección al teléfono para concretar la amenaza que le había hecho a la extraña vos.
—Llámalos, si quieres te ayudo quiero ver sus caras cuando les cuentes lo que está pasando.
Ella tomó el celular y llamó a la policía. —Hola, tengo una emergencia en casa hay un extraño oculto detrás de mi sofá que no quiere salir y dice ser la voz de mi conciencia, me pueden ayudar con urgencia.
—¿Señora, se encuentra usted bien?
—Sí, pero necesito ayuda.
—Señora necesito que se tranquilice, respire profundo ¿sigue viendo a la persona?
—No, a la persona no la veo, solo escucho su vos.
—Entendido, en minutos mandamos una unidad para su casa —le dijo la operadora y colgó.
—Ahora estás acabado vienen a buscarte, si eres un poco inteligente huye ahora que aún estás a tiempo.
—Ja ja ja es imposible, no puedo huir.
Ella impaciente prendió un cigarrillo mientras caminaba de un extremo al otro de su habitación, hasta que sonó el timbre.
—Escuchaste eso, es el timbre, llegaron. Hola, oficial pase él está ahí detrás del sofá —le dijo mientras señalaba con su dedo al sofá que se encontraba al final de la sala.
El oficial entró con cautela revisó la habitación, el sofá y el apartamento completo y cómo ya se lo imaginaba no había nadie.
—Señora aquí no hay nadie ¿Necesita que llame a un médico?
—No gracias yo estoy bien, solo que no entiendo hace un minuto estaba ahí. Seguro se asustó porque le dije que vendrían y huyó por la ventana. Disculpe la molestia oficial voy a cerrar todo para evitar que vuelva a entrar.
—No dude en volver a llamarnos en caso de que necesite, permítame darle un consejo descanse un rato.
—Gracias oficial, pero yo estoy bien.
El oficial se despidió, se subió al patrullero para reportar lo acontecido:
—la mujer estaba visiblemente nerviosa, pero en la casa no había nadie, tampoco había señales de que alguien haya entrado a la fuerza yo pienso que la mujer ha tocado fondo por algún asunto privado; creo que ya no puede ser peor.
—Se equivoca oficial, dijo una voz que venía detrás de un árbol, siempre puede ser peor.
ALBERTINA GALIANO
Se esforzaba en que no se notase su atoramiento, su ineptitud a la hora de colocarse de nuevo la ropa, los apretados vaqueros que se resistían a subir lo suficiente piernas arriba, y le ocasionaban una bolsa irrisoria por debajo de las nalgas.
Con prisa por calzar lo antes posible las desastradas deportivas, de un pretérito blanco desagradecido, sin siquiera desatar los cordones.
-La buena noticia es que he tocado fondo; ya no puede ser peor…
Mientras decía ésto, aún doblada por la mitad para ajustar el calzado con ambas manos, levantaba la cabeza buscando su mirada, esa que iba a rescatarla del fondo abisal en que asumía haber caído.
Ejercitando una sonrisa más patética que hermosa, más insana que útil, más rechazada que alegre.
Él consultaba su móvil sin hacerla mucho caso. Pensando ya en su próxima víctima. Sin preocuparle siquiera cómo explicarle una vez más que no necesitaba a alguien como ella a su lado, por muy bien que se la mamase, para cualquier otra cosa.
Por supuesto, a ninguno de los dos se les pasó por la cabeza en ese instante la típica pregunta que se hace cuando niños.. ¿qué quieres ser de mayor?
De haber sido así, él recordaría con una medio sonrisa que quería ser torero.
La respuesta de ella sin duda quedó enganchada en alguno de los pliegues de su arrastrada vida. O quién sabe, quizá no se la hicieron nunca.
Desde luego lo que está claro es que si se la hizo alguien, con toda seguridad, no fue Él.
TALI ROSU
Llevo dos meses sentada en esta puñetera silla, mirando la pantalla del ordenador y leyendo palabras que hace tiempo dejaron de tener sentido.
Casi no duermo. Mi casa huele a pescado porque lo único que como son esas puñeteras latas de atún y de sardinas que, ya vacías, se han ido acumulando en un rincón de mi habitación. Incluso los gatos del vecindario se han ido acercando uno a uno a mi ventana; todos piensan que encontrarán un festín pero lo único que ven es a una mujer sucia y despeinada, obsesionada con hacer una carrera que en el fondo sabe que no aprobaría ni en un millón de años.
He adelgazado, me han salido ojeras, lloro por las noches y tengo pesadillas porque no consigo quitarme de la cabeza a mi madre; siempre me dijo que mi destino era ser la cuarta cirujana de la familia. Siempre que me voy a dormir puedo sentir su presencia, incluso hay veces que oigo su voz viniendo desde su tumba. ¡No puedo más!
«La buena noticia es que he tocado fondo; ya no puede ser peor», pienso justo antes de ponerme de pie y caerme de morros contra el suelo; tengo el cuerpo dormido de cintura para abajo. «Yo solo quería escribir cuentos para niños», me lamento.
Mi voto para: PEPINO NABÒDICO. Sublime metáfora.
Mi voto es para Pepino.
Gabriela Motta
Mi voto va para TALI ROSU!
Pepino Nabódico