Diálogos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir diálogos. Este ha sido el relato ganador:

MEDIA HORA CADA 15 DÍAS
_ ¡Qué pasa, qué haces aquí?
_ Pues… nada… ya ves, aquí.
_ ¿Y qué me cuentas?
_ Nada especial.
_ Tenemos que hablar de este rollo que
llevamos.
_ Sí, tenemos que hablar.
_ Pues venga, vamos a hablar.
_ No tengo ganas.
_ ¿Y entonces para qué has venido?
_ Para hablar.
_ Pues habla, ¡Joder!
_ ¡Qué no quiero!
_ No te entiendo.
_ ¡Ya, y a mí que me importa!
_ Estas loca.
_ Y tu más.
_ Paso de ti.
_ Y yo de ti.
_ ¿Hacemos el amor?
_ Vale

CARMEN LÓPEZ

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– Hola, ¿vais al Jamborí?
– ¿Qué?
– ¿¿Que si vais al Jamborí??
-¿¿QUÉ??
-¡¡¿QUE DÓNDE VAIS?!!
– Ah ¡al Jamborí!
Hay veces que creo que es mejor tener esperanza en los tornillos.

ROSA RODJA


—Estoy… Estoy agotada. Cansada de llorar, me duelen los ojos, el alma. No puedo más, todo esto está acabando conmigo. ¿Porqué son tan crueles? Sus palabras son más cortantes e hirientes que un cuchillo…
—Eres genial, no dejes que los demás te hagan olvidar eso.
—No. No soy genial, soy un desastre. La hija de la tristeza, una adicta a la locura. Soy una granada que cualquier día explotará… Que debe explotar. Puede que deba irme, por ellos, por mí. Puede que el mundo se convierta en lugar mejor, se salve si yo no estoy en él… No soy nada ni nadie.
Ella la mira con ojos tristes y preocupados. Nunca vio persona más hermosa y frágil… Nunca había amado así a alguien, nunca se había atrevido. Y verla así, por culpa de esos idiotas que se sienten mejor destruyendo a otros, le quemaba por dentro. ¿Porqué no eran capaces de ver lo que ella veía?
—Cuándo era pequeña, los niños de mi clase se reían de mí. Me gastaban bromas, me ponían motes… Llegué a creérmelo tanto que hasta quise desparecer. Un día, leí que el mundo era cómo una máquina, y cómo toda máquina, tiene piezas.
Si quitas alguna pieza, la máquina deja de funcionar, ya que esa pieza, por muy pequeña o grande que pueda ser, tiene una función crucial para que la máquina funcione. Ahí es cuando entendí que yo era una de las piezas que hace que ésta máquina funcione, entendí que tenía un propósito, que no podía sobrar… Y por lo tanto, tú tampoco.

ROCÍO ROMERO GARCÍA

 


Mujeres, hombres y viceversa.
En un lugar del planeta, de cuyo nombre no logro acordarme, se produjo la siguiente conversación tras la consumación de la carne, la común unión de los cuerpos (sin uniforme de marinero, regalos ni convite), la transmutación de las almas o como cada quién prefiera llamar a la cópula según sus creencias, vocabulario o ausencia de éste último debido a una enfermedad degenerativa endémica llamada «falta de lectura»:
Mi pareja de entonces en plena cascada hormonal de oxitocina tras el orgasmo:
-¿Me tienes cariño?
Yo con cara de asombrado, indignado e incrédulo por la pregunta con respuesta evidente para mi cerebro masculino:
-¿Tú qué crees?
Ella insistente:
-¿Cuánto?
Yo sarcástico:
-¡Ochenta y siete!
Ella cabreada:
-¡Pues me podías tener cien!
FIN.
En aquel momento sentí lo que debió de
sentir Moisés al ver el mar abriéndose en dos partes ante él para cruzarlo; el camino que separa la distancia entre los hombres y las mujeres.

UNA PERSONA


No dejes que tu mano izquierda sepa lo que hace la derecha.
★★★★★★★★★★★★★★★★★★
– Me estás poniendo los cuernos?
+ …
– Que si me estás poniendo los cuernos!!!
+ Perdona, me has dicho algo?
– Me estás vacilando?
+ No, escuchaba música, dime…
– Me has oído a la primera, te conozco mejor que nadie, que si me estabas poniendo los cuernos.
+ Cuàndo?
– Antes. Ahora, en este mismo instante ya sé que no, idiota.
+ No me faltes.
– Eso quisiera, poder faltarte, librarme de ti, no volver a verte, me tienes hasta la polla.
+ Menos lobos, caperucita.
– Qué quieres decir con eso?
+ Que hueles a coño, corazón.
– Eres tan vulgar, tan soez, vil, insultante…
+ Yo también te quiero. Y sí, cada vez que me das la espalda, te pongo cuernos.
– …
+ Jajajajajajaja te pones fea cuando sacas las uñas jajajajajaj
– …
+ Bromeaba. Estabas muy pesada. Mírame.
– …
+ Venga, mírame, nos abrazamos?
– …
+ Me ignoras? Para siempre? Ya no me quieres? Qué poco sentido del humor. Pues nada, avísame cuando te desenfades, vale?
– Puedes bajar esa puñetera música?!? Algunas intentamos trabajar!

JEZABEL MONTENEGRO


La fotografía
A veces pasan cosas que ni nosotros mismos nos explicamos, conversaciones, contestaciones tan buenas que no serían posibles ni haciendo bolos con Chiquito de la Calzada…paso a contaros algo que me pasó hace unos años, y que aún hoy cuando miro esa fotografía, se me pone una sonrisa de medio lao que no sería capaz de poner ni el mismísimo Julio Iglesias.
Hace más de 10 años, cuando era una joven lozana, que salía a perderse por la noche madrileña, después de beberme unas cuantas sangrías y terminar gateando hacia la salida de cualquier bar (verídico) y encontrarme en el suelo un gorro de JB de lana que aún conservo (después de haberlo lavado), terminé de fiesta por el barrio de Chueca con una tropa de gente muy variopinta. Éramos bastantes personas, a muchas de las cuales conocía de apenas unas horas, ya sabéis como es esto de la sangría, te hermana hasta con tu peor enemigo, incluso con tu vecino reguetonero o la cotilla del 5º. Hay mucha gente a la que después de unos copazos se les olvidan las cosas y pueden terminar en Bilbao de pintxos o en Galicia de mariscada, a mi me pasa todo lo contrario, sé perfectamente lo que hago y no pierdo la lucidez en ningún momento, mala suerte la mía porque eso de hacer la croqueta por las calles de Madrid con una tiara luminiscente comprada en un chino, no es algo que se deba recordar…. Pues allí estábamos como 15 personas, con las cuales Almodóvar hubiera hecho una de sus mejores películas, se nos acopló el chino al que le compré la tiara, una pareja de argentinos, unos amigos gays, alguna loca, un hombre de unos 65 años con pantalones pitillo, unas chicas que iban de despedida de soltera con un atuendo un tanto peculiar y algunos penes en la cabeza, y yo….
Para los que han salido hace 10 años por el ambiente gay de Madrid ya sabéis lo que había (y lo que hay espero), un buen rollo que no veas, muchos garitos, muy buen ambiente, no hay peleas, la gente se acerca para echarse unos bailes, etc….Estando en la calle sin saber a donde ir, y dando vueltas cantando al ritmo de la Macarena o el torito del gran Fary, nos decidimos a entrar en una discoteca de 2 plantas en la que ponían música pachanga para mover el esqueleto. Y ahora viene lo bueno….
Pagamos 8€ por entrar, pasamos a través de un telón de terciopelo rojo como los del teatro y nos adentramos en un universo paralelo desde el cual surgió un hombre de unos 75 años con un unicornio de colores tatuado en su hombro izquierdo con una sonrisa de oreja a oreja y unos pantalones de cuero que dejaban asomar sus nalgas flácidas hipnotizantes. Nos acercamos a la barra y al mirar a nuestro alrededor noté que la gente estaba nerviosa, hablaban entre ellos y no sabíamos muy bien que era lo que pasaba, así que decidí preguntarle al camarero.
– Oye perdona ¿qué pasa?
– Ah nada, es que ahora viene Iker Casillas con Eva González.
– Ah, anda mira que bien, ponme un Legendario con coca cola por favor.
Agarramos nuestras copas y nos fuimos hacia una pared para hacer nuestro corrillo bailongo. Saqué mi cámara del bolso (antes siempre salía con mi cámara de fotos y no era digital ni na, de carrete de las de toda la vida vamos) y nos pusimos todos juntos para hacernos una foto de esas chulas. Acto seguido se me acercó un hombre con traje y me dijo:
– Hola, he visto que has sacado una cámara de fotos, ahora viene Iker Casillas con Eva González y no quiere que le hagan fotos ni nada.
– Ah, vale, no hay problema.
Mi cara era un poema, no soy yo muy de perseguir a los famosos por la calle ni mucho menos en una discoteca con un copazo de ron en la mano y un grupo de gente a la que prácticamente no conocía y con la que me lo estaba pasando genial. Yo a lo mío.
Bailando la Bomba estaba cuando se abrieron los telones de terciopelo, la gente se giró y aparecieron flamantes 2 personas de metro ochenta largo, con sus trajes recién planchados y sus sonrisas blanqueadas hasta la saciedad, vamos que el radar de la Guardia Civil no les hubiera podido sacar una foto. Iker Casillas y Eva González, se pusieron al lado nuestra con su grupo de colegas entre los que se encontraba, el hombre del traje que me replicó lo de la cámara de fotos….
Casualidades del destino, Iker Casillas estaba justo detrás de mi, casi nos rozábamos las espaldas, terminé mi roncola, dejé el vaso en la barra, camará en mano, me acerqué por detrás a Iker y le dije:
– Perdona ¿una foto?
El del traje casi me fulmina con la mirada. Iker educadamente y moviendo las manos de forma negativa me dijo:
– Lo siento, no no fotos no
A lo que yo le contesté:
– No si no te estoy pidiendo una foto, te preguntaba si nos podías hacer tú una foto a nosotros.
Su cara de fglahhoqetiudoiasjflhgporuywoifu hablaba por sí sola:
– ¡ah! je jeje je je je (risa nerviosa) claro claro sin problema.
– ¡¡Muchas gracias!!
Allí nos colocamos el grupo variopinto, para que el señor Iker Casillas nos hiciera una estupenda fotografía, en la que yo salgo con un destello en mi incisivo superior derecho y cara de satisfacción.
Y no, no tengo una foto con Iker Casillas, pero puedo decir que tengo una foto que me hizo Iker Casillas.
Fin

MAMEN DUMAS


LA DEUDA:
A media tarde la nieve comenzó a caer con mas fuerza y en poco tiempo todo se llenó de oscuridad. Los enjambres de copos se agitaban nerviosos en el aire avivados por la ventisca, mientras las chimeneas funcionaban a pleno rendimiento sobre el blanco entramado de tejados. La gente hacía tiempo que había abandonado sus quehaceres y ahora se hacinaban en sus casas al cobijo del fuego; pareciese como si el mas insignificante atisbo de vida hubiese sido arrancado de las calles de raíz.
Basilio Mayoral se presentó esa misma tarde en la casa de su amigo y confidente Gregorio Santos, por el que profesaba un gran cariño y lealtad. Había recorrido a pie los casi nueve kilómetros de páramos y carreteras secundarias soterradas por la nieve que distaban hasta casa de Gregorio. Extenuado por el frío, arrastraba un caminar renqueante, que le hacía tropezar una vez tras otra cayendo de bruces al suelo. Los músculos de su cuerpo estaban entumecidos y de sus manos parecían colgar ahora finos carámbanos de hielo.
Al golpear la aldaba de la puerta un hombre de mediana edad vestido con albornoz y zapatillas de felpa le recibió.
—¡Por todos los demonios, pero si es Basilio!. Apenas te reconocía con toda esa nieve por encima —Basilio permaneció inmóvil bajo el umbral de la puerta. Estaba completamente blanco, como un aparecido. —Pero… ¿Que te ocurre amigo?. Te noto desfallecido. Pasa por favor, no te quedes ahí, entra y siéntate al calor del fuego.
El moribundo se sentó en una butaca junto a la chimenea con la mirada perdida entre las brasas. Gregorio sacó una botella de coñac y le ofreció una copa a su amigo. El hombre pálido permaneció allí callado bebiendo en comunión con el fuego, hasta que a los pocos minutos comenzó a dar leves muestras de haber regresado a la vida.
—Me alegro de volver a verte Gregorio. Disculpa mi inoportuna presencia
—¡No digas tonterías Basilio!. ¿Inoportuna?. Tu presencia siempre es grata en esta casa —estiró su brazo para llenarle de nuevo el vaso de coñac. —¿Cuanto tiempo ha pasado desde la última vez?… ¿Siete?, ¿ocho meses?
—Es posible, tal vez mas.
—¿Se puede saber que hacías ahí fuera a la intemperie?. No me digas que has venido andando desde tu casa. Se que siempre has estado algo loco amigo mio, pero caminar bajo este temporal es un completo disparate. Algo propio de alguien que ha perdido el juicio. ¿Por qué no has venido en coche?.
Basilio dio un trago largo de coñac y vació el vaso. —hace un par de semanas se le averió la bomba de la gasolina. Lo tengo parado en el garaje.
—Vaya, si que es un contratiempo. Pero … ¿No vas a repararlo?. Tu trabajas lejos de casa. Lo necesitas para ir a los astilleros.
Basilio se levantó de la butaca y se acercó al fuego dando la espalda a Gregorio. Mientras acercaba sus manos a las llamas notó como sus dedos se volvían a articular. —Ya no trabajo en los astilleros Gregorio. Hace tres meses que me despidieron.
-Lo siento de veras. No sabía nada de eso Basilio. Me has dejado de piedra compañero —Gregorio se levantó de la silla desorientado. Volvió a llenar su vaso coñac y lo vació de un trago.
—Hacía tiempo que la cosa no marchaba bien por allí. Después de terminar aquel buque australiano la carga de trabajo bajó notablemente. Hubo muchos despidos. Dos mil, tres mil… Quizá mas… Quién sabe…, eso ahora me da igual. Lo que importa ahora es mi familia, y como sacarla adelante.
Aquella mirada perdida inyectada en lágrimas parecían la personificación de la tristeza, la imagen de alguien por el que ronda la idea del suicidio.
Gregorio se acercó a Basilio y le pasó la mano por el hombro. En ese instante se presentó en la sala Marina Belmonte, la esposa de Gregorio, que había escuchado los lamentos mientras cosía encaje en el dormitorio. Llevaba pantalón vaquero , chaqueta fina de punto y gafas.
—Perdón, ¿Interrumpo algo?.
—¡Claro que no esposa mía!. ¿Te has fijado en quien nos honra con su presencia?. ¡Es Basilio!. Recién llegado de las fauces del averno. Ha caminado hasta aquí desde su casa. Si cariño, así como te lo estoy contando, ¡ha venido hasta casa a pie!, sobreviviendo a este infame temporal, por el único hecho de venir a visitarnos. !No me digas que no es admirable cariño! —se acercó a su amigo y lo acogió entre sus brazos palmoteando su espalda.
—¡Por Dios Basilio!. Que alegría verte de nuevo. Esto si que es una grata sorpresa —caminó hasta el y le propició un efusivo abrazo.
— Vamos Marina, trae del chifonier de la buhardilla otra botella de coñac.
—Vaya, no sabía que guardabas una botella allí.
Su marido carraspeó sosteniendo en su rostro una inconexa sonrisa —es sólo para ocasiones especiales mujer, y creemé que está lo es.
Poco después los tres se sentaron junto al fuego y bebieron.
—Bueno… ¿Y que te trae por aquí Basilio?. Hace un momento me pareció escuchar unas voces de aflicción.
—Basilio me estaba contando que hace un tiempo lo despidieron —intervino Gregorio con gesto serio devolviendo a la situación el grado de mesura que le correspondía.
—No sabía nada de eso. Lo siento de veras. Después de tantos años…
—Veinticuatro para ser exacto. Es lo que hay. Cuando las cosas vienen mal dadas a veces no está en la mano de uno la solución, solo queda parapetarse de las balas y esperar la ayuda de una bandera aliada.
Sin dejar apenas tiempo para que alguno de los cónyuges mediaran, se arrodilló frente al matrimonio y cogió la mano de Gregorio.
—Es por ello que vengo a pediros ayuda. No tengo a nadie más a quien acudir. ¡Estoy desesperado, en la miseria, el desamparo ha caído como una losa sobre mi familia!.
—No te preocupes. Sabes que puedes contar con nosotros. ¿Qué necesitas? —contestó Gregorio buscando repetidamente la aprobación en el rostro de su mujer.
Basilio se levantó del suelo y caminó hasta una ventana cerca de la chimenea. El jardín de la casa, la avenida contigua, los campos de cipreses al fondo coronando los sotos… ; todo parecía ahora haberse esfumado bajo la nieve, confiriendo al paisaje un aspecto decadente.
—Mi hermano Alonso ha muerto. Ayer recibí una llamada del consulado francés notificándome su defunción. Según me informaron fue una muerte repentina, un accidente mientras trabajaba en la construcción de un viaducto. No llevaba arnés y calló al vacío.
—Lo siento mucho Basilio. Nosotros no llegamos a conocerlo, pero en estos momentos te acompañamos en el dolor. Si hay algo que esté en nuestra mano para ayudar no dudes en pedirlo—Gregorio se acercó para abrazar a su amigo cabizbajo con los ojos inyectados en lágrimas.
—Necesito que me prestéis un dinero. Leonor y yo estamos atravesando una mala racha económica y no podemos costear el total de los gastos de repatriación e incineración del cuerpo. Todo ha sido tan repentino…
—Claro que si. ¿Cuanto dinero te hace falta?.
—Bueno, no se… Creo que con dos mil me llegaría. Se que es mucho dinero y también que el hecho de dejármelo te puede ocasionar un contratiempo pero no me queda otra opción. Te lo devolveré en un par de semanas cuando recibamos el pago de la venta del piano de Leonor. Lo hemos anunciado en el periódico y hay una mujer interesada.
Gregorio subió las escaleras al piso superior y al poco bajó con un sobre que entregó a Basilio —Estos ahorros los guardaba desde hace tiempo para cuando Roberto aprobara el carné de conducir comprarle un coche de segunda mano. Toma amigo, cógelo.
La cara de Basilio parecía mostrarse reticente a cogerlo pero después de sopesar la situación decidió agarrar el sobre —No tengo palabras para agradeceros esto que estáis haciendo por mí. Me acabáis de salvar la vida. Prometo que os lo devolveré en cuanto pueda —el hombre miraba hacia el techo como queriendo acoger entre sus brazos la ayuda divina del cielo.
Pasaron varias semanas y las Nieves cesaron dando paso al preludio de la primavera. En casa de Gregorio sonó el teléfono.
—Coge el teléfono cariño, a lo mejor es el
—gritó Marina a su marido que estaba en el jardín de la casa regando los cerezos en flor.
Este abandonó de inmediato sus labores y se apresuró para entrar en la casa. Al cabo de unos minutos regresó al patio con cara de circunstancias y continuó como si nada con sus tareas de jardinería.
Marina, que estaba asomada a la ventana de la cocina chascó los dedos para captar la atención de su esposo. Al momento el la miró encogiéndose de hombros y agitando la cabeza de un lado a otro, lo que contribuyó a que Marina cerrase de un golpe brusco la ventana. Luego salió al porche de la casa con una jarra de limonada y un plato de galletas y se sentó en la mecedora cerca de donde estaba Gregorio.
Roberto, el hijo de la pareja que se acababa de levantar de la cama se sentó junto a su madre y se sirvió un vaso de limonada.
—Ya te mostré mi parecer sobre el tema en el momento que salimos por la puerta del cementerio en el funeral. A día de hoy sigo pensando lo mismo y los hechos me dan la razón, fue una decisión precipitada y ahora no nos queda otra que asumir las consecuencias — le dijo Marina a su marido mirándolo con gesto de desaprobación. De vez en cuando, en mitad de la conversación, no podía reprimir el impulso de coger una galleta del plato y arrojarla con desaire al parterre del vecino.
—Bueno mujer, no te pongas así, no es para tanto. Apenas ha pasado un mes desde el plazo que nos dijo. Estoy seguro que nos lo devolverá. Conozco a Basilio desde hace años y nunca ha faltado a su palabra.
Marina volvió a lanzar una galletita al otro lado de la verja de madera.
—Si, bueno… ¿Y como explicas que durante todo este tiempo no haya venido a visitarnos, ni si quiera una llamada y ahora que se ve necesitado se presenta en casa de repente?.
—No lo sé. Tal vez haya estado ocupado. Quien sabe.
—¿Ocupado?. Pero si hace tiempo que ya no trabaja, ¿acaso no le escuchaste?, lo despidieron hace meses.
—No lo sé cariño. No se que decir. Ten paciencia. Lo más probable es que cuando menos lo esperemos nos llame para contarnos que han vendido el piano y todo este asunto se habrá zanjado. Ten confianza.
Roberto, que se había mantenido al margen de la conversación bebiendo limonada de pronto pareció querer inmiscuirse en ella.
—¿Estáis hablando de Leonor, la mujer de Basilio?. Precisamente ayer pasé junto su casa cuando me dirigía a la parada de autobús después de clase y escuche una melodía de piano que salía por su ventana.
—No puede ser — dijo su padre. De pronto pareció perder todo interés por regar sus plantas. Dejó la regadera en el suelo y se sentó en el porche junto a su familia con la mirada perdida en sus cerezos. Se sirvió un vaso de limonada y lo vació de un trago tras secarse el sudor de la frente.
—¿Estás seguro de eso hijo?.
—A ver, no es que sea un gran entendido en materia musical pero mis conocimientos me alcanzar para saber identificar el sonido de un piano de cola.
Marina dejo de un golpe seco el vaso sobre la mesa y se puso en pie alzando su dedo índice ante los ojos de su esposo.
—¿Ves lo que te decía?. ¿Me crees ahora?. Nos ha tomado el pelo. Se ha reído en nuestra cara. Enhorabuena querido, ya hemos visto ese dinero. Lo tenemos merecido por ir de generosos por la vida.
El hombre permaneció sentado en la silla sin saber que decir. El gesto de su cara se intuía haber traspasado el umbral de la condescendencia. Sin mediar palabra cogió un puñado de galletitas del plato y las lanzó con todas sus fuerzas al jardín del vecino.
Esa noche Gregorio apenas pudo conciliar el sueño. Se levantó de madrugada varias veces para beber agua y orinar. A la mañana siguiente despertó con un acusado dolor de cabeza. La palabra traición se había instalado en su pensamiento para no abandonarlo, privándolo de toda motivación por continuar con sus tareas cotidianas.
Esa misma mañana se encontraba sentado en la cocina tomando una taza de café cuando sonó el teléfono en el recibidor. Gregorio dejo de voltear el café con la cucharilla y se levantó con talante apático para descolgar el auricular. Durante el rato que se mantuvo pegado al hilo telefónico no dejaba de caminar en círculos y mirar hacia el suelo haciendo aspavientos con el brazo.
—¿Quien era? —preguntó su mujer apoyada en el marco de la puerta del pasillo cruzada de brazos.
—No te lo vas a creer. Era Basilio. Nos han invitado a su casa a cenar está noche.
—¿Ha mencionado algo de lo otro?.
—No. Hemos hablado poco aparte de la invitación. Lo justo para preguntarnos por las familias, ya sabes…
—Que raro. ¿Después de todo este tiempo sin vernos quieren ahora invitarnos a su casa a cenar?. A lo mejor es que se sienten en deuda y es su manera de correspondernos al no poder devolvernos el dinero.
—O a lo mejor simplemente quieren invitarnos a su casa a cenar en señal de gratitud para allí devolvérnoslo.
—Tal vez tengas razón. Puede que todo este asunto me esté cegando y no pueda juzgar las cosas con claridad.
Ella se acercó a su marido y ambos se agarraron por los codos para luego sellar las desavenencias con un beso de reconciliación. Luego el salió al jardín y se dedicó a retomar el trabajo de regadío del día anterior. Ahora si que los cerezos se mostraban hermosos a su juicio, con sus meandros de ramas cubiertos de un follaje rosa intenso.
Esa misma noche, el matrimonio acompañado de su hijo Roberto se presentó en casa de Basilio. Leonor, la mujer de este les recibió con suma cordialidad, ataviada con un vestido de estampados florales y el pelo recogido con un moño.
—Me alegro de verte de nuevo Leonor. El día del funeral apenas tuve ocasión de hablar contigo. Siento mucho la pérdida y deciros que para lo que sea podéis contar con nosotros —dijo Marina al dejarle su abrigo para que esta lo colgase en el perchero. Leonor le ofreció una sonrisa, y con un gesto con su brazo animó a pasar al salón a la familia.
Todo sobre la mesa había sido preparado con la máxima diligencia y pulcritud. La impoluta blancura de la vajilla de porcelana con borde dorado, dispuesta sobre un mantel de lino color crema. El juego de cristalería para vino y champán, incluso habían reparado en esos pequeños detalles que aportan distinción a un banquete, tales como un bonito centro de mesa con flores, velas flotantes, o el detalle de las servilletas enrolladas en espiral sobre los platos.
Tras un rápido intercambio de abrazos y palabras de cortesía se sentaron todos a la mesa y empezaron a cenar.
—Por cierto Leonor, te encuentro estupenda como siempre. Espero que algún día compartas tu secreto… —dijo Marina sosteniendo una prolongada sonrisa que Leonor no tardó en corresponder con otra mas breve.
Basilio, que se estaba debatiendo entre las almejas en salsa y el revuelto de setas con gambas miró a Roberto. —Y tu que Roberto…, ¿sigues jugando al fútbol en el equipo del instituto?.
—Ya hace tiempo que no juego. Decidí dejarlo cuando el hijo del entrenador me quitó el puesto siendo el máximo goleador del equipo. Cosas que pasan.
—Entiendo —Basilio asintió con la cabeza mientras seguía comiendo.
—¡Vaya!, veo que sigues conservando tu pasión por el piano Leonor — dijo Marina girando la cabeza hacia un extremo de la sala junto a la chimenea, donde figuraba este.
—Si. Nunca he dejado de tocar. Nada me apasiona tanto en la vida como sentarme en la butaca y acariciar sus teclas dejándome llevar.
Marina volvió a sonreír apretando los labios, al tiempo que pellizcaba con disimulo la pierna de su pareja. Gregorio, que devoraba con voraz apetito su plato de merluza ajeno a la conversación, se limpió los labios con la servilleta y contestó al gesto de su mujer colocando la mano sobre la de ella.
—Imagino que todo el proceso burocrático de lo de tu hermano habrá sido laborioso para ti —dijo Gregorio dirigiéndose a Basilio.
—Si, bueno. La verdad es que no ha sido fácil. Cuando suceden estas cosas lo que menos le apetece a uno es andar sumergido en temas de papeles, pero por suerte el asunto ya está zanjado y Alonso ahora descansa en Paz —Basilio dejó escapar un suspiro y de un trago vacío su copa de vino. —Pero bueno, está noche estamos de celebración así que dejemos aparcados estos temas para charlar de cosas más alegres. —¿Mas vino Marina?, es un Rioja del dos mil uno, una cosecha excelente sin duda —mostrando con orgullo la etiqueta de la botella a los allí presentes.
—Si, claro —Esta parecía hacer considerables esfuerzos para mantener la compostura, aunque a su rostro cada vez le resultaba más difícil rendirse a la evidencia. Gregorio de cuando en cuando la miraba de soslayo y tamborileaba con los dedos sobre la mesa.
Ya bien avanzada la velada Basilio se excusó para ir al baño. Su mujer hizo lo propio para traer el postre, concediendo a los invitados unos momentos de intimidad.
—¿Cuanto tiempo vas a esperar para decírselo? —Le susurró Marina a Gregorio haciendo acopio en su mirada de toda la ira del universo.
—¿Pero que quieres que haga?, ¿que eche al traste la velada?. Quizás no sea el momento adecuado. Ten paciencia cariño.
—Si no sacas tu el tema lo haré yo. Ya está bien de tantos rodeos. Estoy cansada de esto.
—Está bien. En cuanto vuelvan se lo diré. La verdad es que por un lado yo también estoy deseando terminar con este asunto para volver a casa. Toda esta parafernalia no me dice nada, si luego no puedo confiar en un supuesto amigo.
Antes de que su boca pudiera proferir una palabra más, se escuchó el sonido de un motor en el garaje, y al cabo de unos segundos regresó el matrimonio al salón sosteniendo sobre sus manos una tarta cubierta de velas chisporroteando.
—Vaya, ¿Qué celebramos? -Preguntó Marina arqueando las cejas.
—Sabemos que en diciembre fue vuestro aniversario de bodas. Si durante este tiempo hemos perdido el contacto con vosotros no nos culpéis. Hemos atravesado una pequeña crisis de pareja que por suerte ya está superada —Ambos se besaron sonrientes agarrados por la cintura. —Es por ello que quizá hayamos descuidado otras facetas como nuestra relación con vosotros entre otras cosas.
Basilio dio un paso al frente y dejó sobre la mesa un sobre junto a una llave enganchada en un llavero con el logotipo de una marca. —Aquí tenéis vuestro dinero. Leonor y yo os agradecemos de todo corazón todo lo que habéis hecho por nosotros. Jamás lo olvidaremos.
—¿Y esto? —preguntó Gregorio cogiendo la llave.
— Es para tu hijo. En la calle aparcado está su nuevo coche. Un Wolkswagen negro con tapicería de piel.
Roberto casi se atraganta al escuchar la noticia. Su padre no tardó en intervenir con cara de asombro.
—Me dejas sin palabras Basilio. Pero… No entiendo como habéis podido hacer frente a este gasto.
—Durante los años que mi hermano Alonso vivió en Francia consiguió ahorrar para comprarse un pequeño apartamento en el centro de Clermont Ferrand. Al ser yo el único heredero, con un simple traspaso de escrituras el piso me fue dejado en herencia. He de reconocer que hemos tenido bastante suerte al conseguir venderlo tan rápido y sacando un buen pellizco por el.
La pareja de invitados se quedó petrificada, pareciendo haber perdido toda capacidad para reaccionar, como si una losa de cien kilos les hubiese caído sobre las piernas. En cuanto retornaron a la realidad se fundieron en un fraternal abrazo con el matrimonio anfitrión.
Acto seguido todos los presentes salieron a la calle a ver el coche. Luego comieron y bebieron hasta que el día arrojó una luz pálida por la ventanas. Escuchando a Leonor interpretar al piano temas de Rubinstein o Listz. Sintiendo como las notas fluían con delicadeza de aquel brillante piano de cola.

RAÚL MORA CORROCHANO


– Hija, ponte el vestido de rayas.
– Mamá, no estoy de humor para ponerme un vestido, además, no me gustan los vestidos.
– ¡Pero si los vestidos son tu ropa favorita!
– Mamá, estoy creciendo, cambiando….
– ¿Desde ayer?
– El ayer no son más que los recuerdos de un pasado…….
——<__>——
– Mamá, ¿cuando tú eras pequeña existían los videojuegos?
– Pues claro que si, ¡y los ordenadores!
– Bueno mamá, permíteme que lo dude pero es que tú naciste en el siglo pasado….
——<__>——
(Mami distraída escribiendo…..)
– Mamá….
– Mhmm…
– Mamá, tenemos hambre.
– Mhmm..
(Niños hablando entre ellos)
– Tú qué crees, ¿es uno de los Mhmm que significan que sí o de los que significan que no?
– No sé, yo por si acaso voy a la nevera…
——<__>——
– Mamá, que sí.
– Bueno hija, yo creo que no.
– Mamá, esta es la cara que pongo cuando sé que alguien no tiene razón y yo tengo razón.
– Mhmm
– Y te estoy mirando a ti… Mamá…

MARÍA CAÑIZARES


A diferencia de lo dictado por la sociedad, el diálogo con uno mismo es el diálogo más difícil de establecer.

CARLOS COSTA


Así de simple
– ¿De uno en uno?
-Depende de ti .
-No estoy segura. veras, esto para mí es inaudito.
– Lo entiendo. Te has educado en una época diferente pero ahora las normas son distintas, nadie juzga a nadie y la libertad no es un mero concepto propagandístico. Te puedes proponer cualquier situación y llevarla a cabo porque, hagas lo que hagas, sólo quedan las sensaciones. Todo es solucionable y eso le otorga a tu acto una viabilidad absoluta y no solamente al tuyo sino a cualquier acto, .
– Suena caótico. No. Caótico no es la palabra, es más bien inconcebible. El resultado sería caótico, ¿Me podrías dar un poco de tiempo?
-Ehm. De hecho es lo único que no tenemos . Hemos solventado el hambre , la pobreza,la violencia , hasta la muerte ha dejado de ser un problema, pero el tiempo sigue siendo escaso y por tanto muy valioso. Por lo menos en este momento y en este sitio. Si fueras a otro momento tendrías más tiempo, cada vez que cambias de dimensión se resetea , por así decirlo, pero todo lo demás se pierde durante el proceso.
– Temo mucho que …
– Mira. Lo puedo plantear de otra forma, tal vez más explicita. Observa tu alrededor. ¿ Ves esa tienda de zapatos vintage? ¿ O a la señora que vende pastelitos de chocolate en la otra esquina?
– Sí.
– Eso significa que estás en un momento tangible: podrías ir a comprar todos los días un pastelito o visitar la tienda de zapatos cuatro veces al día. Por tu aspecto calculo que te quedan unos sesenta años por delante y ahora mismo estamos aquí. Tú, yo , esta calle llena de gente bajo este sol precioso que alumbra tu cabello y te convierte en una especie de pictograma. A mí me quedan setenta años y los podría pasar a tu lado observándote . Nada cambiaría a mi alrededor durante este tramo, ni para ti tampoco si decidieses acompañarme. Envejeceríamos , la zapatearía se convertiría tal vez en una biblioteca y los pastelitos serían acuarios el día de mañana. No lo sabemos: el futuro es impredecible.
Pero también tienes la opción de cambiarlo todo. Puede optar por otro momento, otras interacciones y en ese caso el reset de forma aleatoria te asignaría otra edad y un entorno totalmente diferente . Por mucho que recuerdes tus previas etapas jamas podrías volver a ellas. Encontrarías otro hombre que te haga una proposición y lo observarías de la misma forma medio confundida medio incrédula. Quién sabe.
– Entonces , reseteando puedes vivir eternamente ¡no?
– Sí…supongo. Pero nadie lo hace . Dicen que llega un momento cuando te cansas , acabas optando por un momento y lo vives hasta apurarlo, con todas las consecuencias e implicaciones. No es fácil abandonar constantemente cuanto quieres y conoces, el gusto de aventura acaba desgastandose y las emociones nuevas dejan de satisfacerte. Lo tienes todo pero deja de significar nada si eres el único que lo reconoce.
– ¿Y tú?
– Estoy en mi duodécimo reset . Pero me gustas mucho y quisiera compartir contigo todos y cada uno de ellos. Eso nos convertiría en uno solo, por lo menos hasta que uno de los dos decida volver a empezar.
– ¿ Y cómo lo hacemos? ¿ Aquí mismo? ¿Hablando?¿ Me los pasaras de uno en uno o todos de golpe?
– En tu época se usaba Facebook ¿verdad? Este es un sistema parecido y tiene un compartir pero a nivel emocional. Basta que me des tu dirección de correo.
– ¿ Y si por un casual no me gusta lo que veo dentro de ti?
– Lo siento, ya no puedo contestar. Soy procrastinador a partir de las tres de la tarde.¿ Puedo preguntar cómo has llegado a mi mundo?
– No lo sé. Tengo memoria a corto plazo. Sé lo que haré dentro de cinco minutos.

DILDA RAH


LA ALFOMBRA ROJA
-Estás comiendo muy deprisa.
-Lo sé. Tengo un montón de trabajo. En cinco minutos tengo que empezar con el proyecto.
-¿Cuánto te llevará?
-¿Por?
-Por la tarde tenemos el cumpleaños de Andrea.
-Ya lo hablamos el otro día. Si no logro terminarlo, acércate sola. Ya sabes que esto es muy importante. ¿Está por ahí la sal?
-Ahora tengo peluquería.
-Está bueno, pero lo encuentro algo soso… Como te decía, estoy tan entusiasmado, me siento tan motivado, tan capacitado…
-Si vas a llegar tarde, o no lo vas a hacer, ¿cómo voy a llegar a casa de mi hermana?
-¡No me dejas hablar! Coge un taxi.
-¿Un taxi para hacer un kilómetro?
-Pues ve andando. Te encanta andar.
-Pero…no me apetece andar con viento, y menos aun cuando salgo de la peluquería. ¿Te has dado cuenta de cómo se mueven los árboles? Mira por la ventana.
-No tengo tiempo de mirar por la ventana. Además, en una hora puede que ya no sople. Y como te he dicho, coge un taxi. ¡No reclames tanto mi atención! Si lo que estoy haciendo sale adelante, terminaré de pagar la hipoteca que tenemos y podré pagar unas buenas vacaciones.
-Yo también trabajo.
-¡Ya! ¡Lo sé! Pero yo no me estoy esforzando tanto para nada… Tú no tienes un trabajo competitivo. Tienes un sueldo de…funcionaria, y con cumplir con tu horario es suficiente. Sin embargo, de mí dependen algunas familias, ya lo sabes.
-¿Saldremos por la noche?
-¿Qué?
-Que si saldremos por la noche.
-Te he oído claramente. Estoy imaginándome que soy una especie de héroe para mucha gente y tú sólo piensas en salir por la noche…
-Mi trabajo es importante. Si pasara de el, tendría problemas.
-¡Claro! Como todo el mundo… Escucha, quiero que entiendas que puedo cerrar un contrato de medio millón de euros. No tengo por qué implicarte en ello, lógicamente, pero… ¿sería mucho pedir que me extendieras la alfombra roja? Sabes que vas a salir ganando con creces. Nunca, nunca he fallado.
-Estoy cansada de hacerlo.
-No deberías hablarme así. Ya sabes que tengo ambiciones y que jamás pararé. ¡Ya lo haré cuando muera! Oye, que te estoy hablando. ¿Dónde vas? ¿Vas a dejar medio plato encima de la mesa? ¡Vale! Bueno, yo ya he terminado… Ahí se queda la mesa. ¡Voy a empezar el proyecto! ¿Me oyes? ¿Limpiaste la sala de estudio? ¡La última vez dejaste tus libros de autoayuda en cualquier parte! ¿Podrás recogerlos?

CARLOS TABOADA


«TENEMOS QUE HABLAR»
—Tenemos que hablar —me dice.
—¿Hablar de qué?
—De nosotros. ¿De qué va a ser?
—¿Otra vez? Si hablamos ayer en la cama —dije.
—Si, y ya pasó mucho tiempo —dice señalando el reloj.
Es en estos momentos en los que me gustaría estar solo. El silencio de la soledad para mi es una manta calentita que me arropa en el peor de los inviernos. Pero volvamos al infierno…
—Está bien, te escucho… —dije.
—Yo sé que te encanta estar solo, sé que a veces te molesto, sé que sin mi estarías más tranquilo. Lo sé todo, aunque no me creas.
—Te creo, te creo…
—Sé tanto que también sé que si tomas la píldora roja y blanca yo ya no te molestaría…
—Eso es lo que dice el psiquiatra —dije cerrando fuertemente los ojos y agarrándome la cara con ambas manos.
—También sé que me necesitas. Me necesitas para hacer tus cositas, para ANIMARTE a hacer tus cositas.
—Ya hice bastante atrocidades… —dije y tomé la píldora—. ¡Bienvenida soledad!
—Nunca te olvidarás de mi… —me dice.
—No podría… esta condena, esta prisión y esta celda nunca me dejarían.

DAMI MADRINO


Repitiendo la misma historia. Como siempre.
-¿Hola?
-Hola. Salgo de la ducha. Te esperaba. Cuenta, cuenta!
-¿El qué?
-Vengaaaaaaaa……..vaaaaaaaaa. ¿ cómo quedamos?
-No te entiendo.
-¿quieres que te explique? ¿Aún estamos así?
-No sé. No sé que decir.
-Como siempre. Tú esquivando respuestas
-Lo siento. No comprendo. No esquivo. Soy así. Y estoy bloqueado.
-Ahora quien no entiende soy yo. ¿Dime qué decidiste? Y dímelo ya. Estoy harta de tus bloqueos.
-No sé. Tu sabes lo que tengo y no es fácil.
-Pues explícame algo. Nunca es fácil. Lo que te preocupa. Lo que te duele…….lo que temes…..comparte algo conmigo. No sé nada, ya no puedo más!!!!. Si no puedes responderme a esa pregunta, sé que nunca tomarás la decisión. Tiro la toalla
-No la tires. Confía en mí. Necesito tiempo. Puedes confiar en mí.
-¿cómo? ¿que necesitas tiempo? Nunca he dejado de confiar en tí. ¿Que tonterías dices?
-Es que me estoy rompiendo la cabeza y soy muy cabezota. No sé aún la respuesta. Estoy entre espada y pared
– Mira, pues yo sí lo sé. Me cansé.
Vete a casa con tu mujercita, y vuelve, diciéndole lo mucho que la quieres después de haberme follado duro dos o tres veces al día durante estos tres últimos años. A ver si te la follas igual que a mí!
No te jode, el niñato éste! »

NURIA BERGUEN


-Soy escritor -Le dije con seguridad y contento-
-¡que bueno! ¿dónde has obtenido el título? -respondió inmediatamente con entusiasmo-
-En mi casa -respondí con expresión y tono de obviedad-
-¡Ey! estoy hablando enserio -sonrió-
-Yo también -expreso con serenidad y mirándola a los ojos-
-¿Acaso fundaste una academia y no sabía nada? -se burla-
-¿quieres ver mi título de escritor? -la desafío airoso-
-¡Si, por favor! -continúa riendo-
-Dame un minuto por favor -enseguida saco una hoja en blanco a la que titulo: “Leandro Daniel Gigena, Escritor”. Ella estalla en risas-
-Ese título no tiene validez -indicó tras reponerse de sus carcajadas-
-¿Acaso lo que ves escrito no lo escribí yo? -respondo sin perder la seriedad.
-Si, pero… -queda pensativa y cesa su expresión risueña.

LEANDRO DANIEL GIGENA


Dialogo para sordos.
-Ya no sé qué más contar. Con voz tenue, casi un susurro. Mirando esas manos temblorosas, quieren decir más pero no dejan de atar un nudo en su lengua para que no cuente más.
-Creo que sí que tienes muchas más cosas, ahí dentro, escondido en tu interior, que deseas dejar salir.
-No¡¡¡¡, de verdad ya no queda gran cosa. Sin levantar la mirada. Como queriendo desaparecer para que no siguiera el interrogatorio.
-No nos pongamos nerviosos, replicando con un tono nervioso, impaciente. –El, ya nos dijo que está teniendo usted últimamente, problemas de salud……
-¡No estoy loca! con un grito desgarrador, llegado desde lo más profundo de sus entrañas. – Eso es lo que él quisiera, que le diera la excusa necesaria para que usted me encierre y tire la llave. Pero, ¡Yo no estoy loca!.
-Oh¡ Yo no quise decir que usted padezca ningún tipo de desequilibrio psiquiátrico , pero debe usted reconocerme , que no es normal que venga todos los días a la comisaría para denunciar que está muerta, yo la veo muy viva , la veo como respira , como se mueve, señora usted no ha sido asesinada. Le dijo, con un tono firme pero lleno de hastío.
Con resignación de la que se sabe incomprendida.
-Si mi querido sargento, èl me mato , hace 10 años cuando decidió que debía dejar de elegir ,de existir , de pensar en libertad , que debía acatar sus reglas, sus exigencia…. en ese instante, me mato,eso quiero denunciar.
Y con la misma tristeza en sus ojos , dio media vuelva y salió de la comisaria , de regreso a esa muerte que la esperaba en sus casa, en su cárcel , en su ataúd.

LOLY BÁRCENA


– ¿Y desde cuándo lo sabes?
– Me enteré hace un par de semanas por casualidad al contestar por error a una llamada que era para ella. Quien la llamaba no se percató y le seguí la corriente
– ¿Y no se ha dado cuenta?
-No, llevo evitándola todo este tiempo: llego tarde, me voy temprano e intento como sea no coincidir a la hora del café. Ayer incluso me inventé una reunión con el jefe
– ¿Y no piensas decírselo?
-Yo?! ¿pero qué dices?, se pondría como una fiera y aún acabaría perjudicándole más
– Pobre tía, con lo que tiene encima y ella sin saberlo…

SUSANA AZABAL


Diálogos del Pabellón «1A»
– Que nos han insinuado como trastornados come mierda!
Las voces alarmantes de dispararon por doquier al llamado de esta expresión de inconformidad.
– Que se jodan Gonzo!
– Si que se jodan…
– Callar muchachos, estos cabrones ya nos quitaran de nuevo la programación de las 5 de la tarde.
– oye tú, si tú huevon! Comete esta y tiratela por la cola. Somos una unión y pode.., ough!! ¿Quién me ha aventado su pantufla?
– He sido yo! Si yo guerrillero de quinta, la única arma que has detonado es la de tus intestinos después de lavado de cerebro que te dan cada noche.. Basuuura!!
– Ay! Ay! Aaay!! deeee mi que tengo que soportar tanto merequetengue de estos De-men-tes jajajaj deeementes, de mentes, qué?
– Martha! Maaartha! Maaaarthaaaa!!!! Martha carajo donde te has metido? Trame mis gafas quiero ver bien la cara de estos rufianes que andan armando tanto alboroto en mi terraza.
– Viejo loco!! Martha, ya esta en el otro mundo, dejala descansar.
Peee!! Peee!! – Atención, atención, es la hora de su pastilla de las 3:00 pm, formen una fila y todos tomando diarancia.
– Locos, por todo se alteran!!

JOSUE GONZÁLEZ


¿ME DAS LA MANO?
– Nó te imaginaba así.
-¿asi, cómo?.
-Exactamente como la última vez que te ví. Tus dulces ojos navegando en el barco de tu sonrisa.
-Gracias.
-Nó es un cumplido, es la verdad.
-Me voy a sonrojar.
-Imaginaba que serias igual que te muestra el imaginario popular. Pero tenía razón.
-¿en qué?.
-siempre he creido que serías con la forma de la persona que más se ha querido.
_Pero, yo no soy tu mujer.
-Afortunadamente.
-¿Porqué?.
-Porque no la he querido nunca como te he querido a tí.
-Entiendo.¿Cuanto hace que te las tomaste?.
-Una hora.
-Es suficiente, ya no estás.
-Tengo miedo, ¿ire al infierno por lo que he echo?
-¿Porquè?, tu ya has estado en el infierno, ahora toca el cielo.
-Siempre he creido que era pecado mortal.
-Eso dèjaselo a los curas.¿Estás arrepentido?.
-Nó, más bien, aliviado.
-Te veo triste.
– Por mis hijos, pero es de ley que yo me marchara antes.
–No siempre tiene que ser así.
-Lo sé. ¿Es verdad lo de la luz al final del túnel?, ¿de que ves tus seres queridos?.
-En realidad, no soy quien tú crees que soy y sí soy quien tú quieres que sea. Me fui antes que tú y también quería que fueras tú. Te he estado esperando. Acompañarme, y seamos felices, ¿me das la mano?

LARGA NOCHE


 

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22 comentarios en «Diálogos»

  1. El dialogo que mas me ha gustado es MEDIA HORA CADA 15 DIAS. Con una breve conversación y un titúlo acertado cuenta la dinámica de una pareja.

    Responder
  2. Me gustaría recompensar a Raul por, aunque sea, la labor que supuso su extenso relato y por ser una nueva entrada pero Loly ha tenido una idea muy muy buena . Ambos medio punto pues : )

    Responder

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